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Reflexiones
38 Voces del Sentido Comun
Salvador Borrego E.
 Imperfeción Inherente
 " Hazañas" del Azar
 Engañoso Progreso Exterior
 Gotas de Filosofía
 Sino, Destino, Predestinación
 Los que Jamás Volvieron
 Cuando 3/3 no Equivalen a un Entero
 Falacias del Liberalismo
 Economía, ¿al Servicio de Quién?
México, mayo 1999
5
5
30 83 28 55 46
34 65
© Derechos Reservados por el Autor.
la
Edición Enero 1994
2' Edición Noviembre 1994
3' Edición Mayo 1999
Impreso en México
Printed in Mexico
ATIPOGRAIS
E D I T O R K L E S
T
Lo que Encontrará Usted
en este Libro
,1
Se tratan aquí 38 temas. Cada uno parece completo en sí mis-
mo, y sin embargo, hay sutiles nexos que los relacionan y
que le dan unidad a todo el libro.
"Reflexiones" va dirigido a jóvenes que de la enseñanza ac-
tual han deducido cierto tipo de agnosticismo o de ateís-
mo. Y también va dirigido a jóvenes que no se sienten
suficientemente informados con la educación superior y
que buscan saber algo más acerca de la existencia del
hombre.
Asimismo es un libro dirigido a los adultos, sean creyentes o
no, aunque algunos puedan burlarse de las tesis que aquí se
exponen con tanta sencillez.
No he permitido que el antiquísimo afecto que me une al autor in-
tervenga en mi opinión acerca de su trabajo. Estoy seguro
de que ha logrado tocar, por diferentes ángulos, la profunda
realidad que alienta y afecta a todo ser humano. En forma
serena, llena de lúcida lógica, evidencia la falacia de muchas
ideas pedagógicas en boga, tales como el origen accidental de
la vida; la obsolescencia de la religión, la falta de una finalidad
en la existencia humana y los "sagrados" principios de la
economía liberal.
Hay en este libro tanta profundidad como claridad.
Lic. Javier Martínez M.
5
C A P I T U L O 1
DISQUISICIONES O LUCUBRACIONES
 La Imperfección Inherente
 ¿De Dónde Salió el Mal?
 Si no Hubiera Dolor
 Diversos Modos de Encarar al Dolor
La Imperfección Inherente
MEDICO JOVEN.— Estoy de acuerdo en que el cuerpo huma-
no es una maravilla. La microbiología nos ha permitido es-
tudiar el interior de las células y su asombrosa armonía.
Entre dos células de diferentes funciones (como una ner-
viosa y otra del corazón) media un abismo; hay más espe-
cialización en cada una de ellas que entre un médico y un
abogado.
Hasta los cosmólogos nos dicen que el ser humano es
lo más complicado del Universo, mucho más que una es-
trella o que una galaxia. Sin embargo, todos nos damos
cuenta, a la vez, de que el ser humano está expuesto a
millones de diferentes riesgos. En suma, que será todo lo
maravilloso que se quiera, pero que NO ES PERFECTO.
Y de esta imperfección se deriva el dolor en mil y mil
formas diferentes. Insisto, ¿por qué Dios nos hizo así,
imperfectos?...
7
MEDICO VIEJO.— Mira, es cuestión de sentido común que
Dios es la perfección suma y única. Pretender que hiciera
criaturas perfectas equivale a pedir que El se prolon-
gara a sí mismo en múltiples criaturas. Esto es un im-
posible absoluto, pues siendo Dios infinito no es dable
ninguna prolongación. Si Dios crea seres que no sean El
mismo, que gocen de personalidad propia, con un "yo" pe-
culiar, único, original, entonces tienen que ser distintos a
El.
Ahora bien, al crear Dios conciencias que no fueran El
mismo, sino diferentes, con plenitud de existencia perso-
nal, forzosamente iniciábamos nuestra existencia con
una falla inherente, inevitable, con la imperfección de no
ser Dios.
Es imposible que fuéramos perfectos como Dios y a la
vez imperfectos al estar separados de El. Una cosa no
puede ser y no ser al mismo tiempo. Al ser distintos a
Dios, automáticamente caemos en la debilidad de la im-
perfección.
Es ineludible esta imperfección inherente de ser criatu-
ras-no-Dios.
Recurramos a un símil simplísimo: un niño, al nacer, ya
no forma parte de la madre. Eso le significa inevitables
desventajas porque queda expuesto al frío, al hambre, a la
sed, al dolor... Sin embargo, va a empezar a adquirir una
personalidad propia y peculiar. Una existencia plena de "sí
mismo", que le permitirá gozar los dones del libre albedrío, o
sea, de la libertad de que carecía.
MEDICO JOVEN.— Bueno, si nuestra imperfección funda-
mental reside en no ser dioses, jamás saldremos de esta
situación. La misma imperfección nos arrastra a ser cada
vez peores, así que todos vamos a un trágico final.
8
MEDICO VIEJO.— Así sería si no hubiese misericordia divina.
Es de sentido común que Dios no ignoraba que inicia-
ríamos una existencia imperfecta. Y como primera pro-
videncia nos heredó un patrón de conducta que nos habla
del bien y del mal. Es una especie de brújula.
MEDICO JOVEN.— Pero eso no basta. Todos violamos tal pa-
trón en mayor o menor grado. No nos libramos del funesto
final.
MEDICO VIEJO.— De ninguna manera... Dios no hizo una
creación para que fracasara. Este es un principio de ra-
zón suficiente. Es cierto que el patrón de conducta no nos
da perfección, mas eso tampoco lo ignoraba Dios. Por eso
nos envió a su Hijo Jesucristo. Y es claro que no lo envió
para que se sacrificara inútilmente. Nos dio la tarea de se-
guir su camino, de esforzarnos por alcanzar la bienaventuranza.
Y el "resto" —que es una inmensidad para nuestras escasas
fuerzas— lo pone la misericordia divina. Y desde luego, la
sangre de Cristo.
No estamos solos y esto es milagroso. Por nuestros
propios medios, inherentemente imperfectos, estaría-
mos perdidos.
Hasta Cristo —en su naturaleza de "verdadero hom-
bre"—, sintió fugazmente la imperfección del ser humano
separado de Dios, y así lo revela su frase de "Padre ¿por
qué me has abandonado?"... Mas inmediatamente des-
pués rescató ese instante con sus últimas palabras: "En
tus manos encomiendo mi espíritu". Esto sintetiza los dos
momentos esenciales del tránsito del hombre a través de la
vida: el dolor y la salvación.
El solo hecho de haber sido creado; el hecho de que el
hombre no es Dios, le confiere una imperfección ineludible, y
esto es una fuente de dolor. Pero el dolor —en su esen-
9
cia misteriosa— tiene una virtud de salvación, aunque en la
escala humana no basta por sí mismo. Cristo vino a
aportar un sufrimiento como sólo El podía aportar, o sea,
un dolor perfecto. Así volvió posible —mediante la colabo-
ración de cada mortal— que se redima nuestra imperfec-
ción para trascender a una existencia en la cual —a
imagen de Dios— tengamos conciencia de existir, y a se-
mejanza de El, podamos tenerla eternamente.
Tenemos conciencia de existir, lo cual es una semejan-
za con Dios, que es la Existencia Suma. Sólo el hombre,
dentro de la Naturaleza, goza del don de la conciencia. Por
otra parte, Dios Hijo se revistió de un cuerpo (Jesucristo), y
nosotros estamos hechos a su imagen.
¿De Dónde Salió el Mal?
MEDICO JOVEN.— A veces me preguntaba cómo se había
formado el mal. Hace días leí que Mani (Manes o Mani-
queo), que se proclamó como el último de los profetas (allá
por el siglo III) dijo que existen dos entes eternos y opues-
tos entre sí. Un Dios del Bien (la luz) y otro dios del mal
(las tinieblas), cuya lucha constante se va materializando
en la historia. Según eso, la fuerza del mal no tuvo principio
porque existía por sí misma, independientemente del Dios
del bien. ¿Tú que opinas?.
MEDICO VIEJO.— Esa fue una doctrina pasajera que no re-
sistió un examen riguroso. Quedó reducida a endeble he-
rejía. Dios es el Bien Sumo, perfecto y eterno, cuya
existencia —precisamente por ser infinita— no podía ha-
ber sido limitada por otra existencia, también sin prin-
cipio ni fin.
10
MEDICO JOVEN.— Entonces, ¿de dónde salió el mal? Alguien
ha llegado a decir que si el mal existe es porque Dios lo
creó...
MEDICO VIEJO.— Como Bien Sumo, Dios excluye todo defecto
de acción y no creó el mal, aunque al crear seres inde-
pendientes de El, con libre albedrío (con libertad) les dejó
la facultad de tomar decisiones. Durante milenios la huma-
nidad ha recibido el conocimiento de que una criatura es-
plendorosa quiso ser igual a su Creador y que allí nació el
mal. Nació como una carencia de orden, como un desor-
den, como un uso absurdo que esa criatura hacía de su li-
bertad.
MEDICO JOVEN.— Se entiende que esa criatura fue Luzbel
(luz bella). ¿Por qué Dios no la hizo de tal manera que no
cayera en soberbia y error?
MEDICO VIEJO.— Ya lo hablamos antes: si Dios crea ángeles o
almas, se trata precisamente de "creaciones", con prin-
cipio en la existencia. Ninguna creación puede ser perfecta
como su Creador. Toda creación, por magnífica que sea,
es un "no-Dios".
Tu pretensión implica el absurdo de que Dios se pro-
longara o dividiese a sí mismo en criaturas perfectas, pero
entonces ya no serían "creaciones", ya no tendrían libre
albedrío; serían Dios mismo. De esa manera no habrá se-
res aparte de Dios, con personalidad y conciencia propia3.
No existiríamos tú, yo, ni nadie. Seguiría existiendo única-
mente Dios.
Dios quiso hacer otros seres, aparte de El; hacerlos par-
tícipes del don de la existencia, de poder tener concien-
cia, de poder decir "yo soy". Cada "yo" como un reino
propio. Pero, desde luego, esos seres no podían ser Dios
mismo, y esto ya era una imperfección inherente, inevitable.
11
MEDICO JOVEN.— Bien, ¿y de dónde le llegó a Luzbel la idea
de rebelarse? ¿Lo "tentó" un ente malvado que ya existía
en otra parte?
MEDICO VIEJO.— No existía ningún ente malvado en ninguna
parte. La idea de querer ser igual a Dios le llegó a Luzbel
de su propia conciencia imperfecta (porque nada de lo
creado puede ser perfecto como Dios). Hizo mal uso de su
libre albedrío y cayó en la soberbia. La soberbia podría ex-
plicarse como una ruptura de los límites de su propio ser,
como un arranque ciego de agrandarse a sí mismo —sin
tener la facultad de crear— y sólo logró deformar su esen-
cia, sin aumentarla —como lo pretendía para igualarse a
Dios. De esta manera Luzbel se convirtió en un ser "pre-
ternatural", o sea, fuera de lo natural, fuera del orden.
Sobre la existencia del mal, San Agustín dice que
"investigaba febrilmente de dónde viene el mal, ¡que tortura
de mi corazón!"... San Ignacio de Loyola también consi-
deró esto desde diversos ángulos, lo mismo que otros
muchos teólogos. Y se ha llegado a la conclusión de que,
en la infinitud de Dios no podía tener cabida otro Ser
Increado.
En otras palabras, el Bien es increado porque no tuvo prin-
cipio, en tanto que el mal sí lo tuvo. Hay Bien Sumo, Supre-
mo, o sea Dios. Y en cambio no hay mal sumo. El mal sí
tuvo principio. Nació de la soberbia de una criatura.
El mal, como esencia, es imposible —dice San Agus-
tín— porque ni siquiera podría existir. Aun si alguna
cosa se privara de todo bien, en modo alguno existiría.
MEDICO JOVEN.— Entonces, ¿el mal no es un ente especial
sino una criatura que inicialmente fue buena y que luego
rompió o desvió sus atributos?
12
MEDICO VIEJO.— Te lo explicaré con otras palabras. El mal
es carencia de algo que el sujeto debe poseer. Por eso
se dice que el mal envuelve el concepto de "no ser", pues
requiere necesariamente de algo real en dónde fincar su
defectuosa existencia. Si el mal no se apoyara en un sujeto,
no sería nada. En tal caso tendríamos un vacío inocuo.
El mal carece de substancia. No puede existir en sí
mismo. Es únicamente ausencia de un atributo nece-
sario. Para que se diga "esto es malo" se requiere forzo-
samente que algo o alguien falle en el orden que debe
guardar. "Sordera" significa algo en un cuerpo, pero fuera
de éste no existe un ente llamado sordera. Para eso sería
necesario que pudiera subsistir fuera del que la padece;
que existiera corno algo concreto, con existencia propia.
La pobreza no es una esencia, con existencia propia;
es una carencia que tiene que ser referida a una persona, a
una familia o a un pueblo. El indigente sufre pobreza, pero
ésta no es un ente agregado a la persona, sino una
ausencia de bienes.
El mudo carece del habla, pero no existe la "mudez"
como ente concreto, autónomo. Un agujero en mi camisa
es "algo", mas sólo existe a expensas de la camisa. Así
de precario es el Mal, aunque a veces sus consecuencias
sean tremendas.
Del mismo modo, el mal es carencia. Falta de algo. Es
una perturbación del ser, es falta de armonía en el orden
de sus atributos. Es ruptura del orden.
Si el mal fuese capaz de existir por sí mismo, si tuviera
esencia, tendría qué haber existido sin la Voluntad de
Dios, inclusive contra Su Voluntad. Sería un ente "no crea-
do", con existencia desde toda la eternidad, ajeno a Dios.
Algo así como otra deidad, lo cual es absurdo.
13
Incuestionablemente el Mal no viene de Dios, sino de
Luzbel, cuyo poder aún se manifiesta en la Tierra, hasta
que Cristo regrese para el Juicio Final y para restablecer el
orden.
MEDICO JOVEN.— Pero, de cualquier manera, Luzbel existe...
MEDICO VIEJO.— Sí, tiene existencia. Es el bien que todavía
conserva, y en este bien se arraiga su degenerado empeño
de ganarse a otras criaturas para su lucha perdida contra
Dios.
Sin embargo, ese empeño es un incidente transitorio en
la eternidad porque va por sus propios pasos hacia su fra-
caso final.
Si el Mal tuviera existencia por sí mismo, necesariamente
la tendría desde la eternidad. Eso sería terrorífico, ya que
sin principio, tampoco tendría fin. Sería para la humanidad
una pesadilla sin término. Pero no es así. Es tal su deficien-
cia, y a tal punto descabellados sus esfuerzos, que la
Suma Teológica dice que si Dios no fuera tan poderoso y
perfecto, no permitiría el mal, pero que temporalmente lo
permite porque su poder es capaz de sacar bienes del
mal.
Nada de lo creado carece total y definitivamente de la
posibilidad de que el Creador lo trueque en alguna conse-
cuencia positiva.
Si No Hubiera Dolor
MEDICO JOVEN.— Explicaste que pretender que Dios nos
hiciera criaturas perfectas sería pretender el absurdo de
que Dios mismo se fragmentara. Dijiste que si somos
14
conciencias nuevas en el Universo es inevitable que ten-
gamos una imperfección inherente, o sea, la imperfección
inevitable de no-ser-Dios.
Resulta lógico, pero ¿era necesario que hubiese en el
mundo tanto dolor? Sufren las generaciones actuales y pa-
decerán todas las que vengan. Si el dolor fuera visible se
le vería subir en todos los confines de la Tierra como un
huracán de llamas. Mira, estos versos que acabo de leer
expresan mejor lo que quiero decir:
"Hay lágrimas que ruedan hasta el fondo del alma sin
que nadie conozca sus heridas profundas; son lágri-
mas calladas que absorben los espacios y flotan en
las nubes como gélidas tumbas.
"Cuando mi vista tiene descubrimientos mágicos he
visto que las lágrimas se hacen rojas y oscuras. Hay
lágrimas lo mismo que jirones sangrantes y lágrimas
que tienen delirantes negruras".
¿Por qué no fue creado este mundo —necesariamente
imperfecto— pero sin dolor?
MEDICO VIEJO.— El dolor es desconcertante; encierra miste-
rios, mas no podemos pretender en esta vida una existencia sin
penas. Por otra parte, los sufrimientos le dan al hombre mayor
conciencia. Todo esfuerzo reditúa fortaleza. La disipación o el
placer conducirían a la atonía completa de la sociedad. En
desesperados momentos, un caudillo les decía a sus tropas
que "todo lo grande se realiza con sufrimiento y dolor,
cumpliéndose así las leyes de la Providencia que establecen
que hasta individualmente el ser humano venga a este
mundo por medio del dolor."
MEDICO JOVEN.— Allí tienes: el dolor aparece desde que
empieza la vida. En cambio, sin dolor, la existencia comenzaría
y continuaría siendo feliz.
15
MEDICO VIEJO.— ¡Ilusorio!... Sin dolor se atrofiaría la
conciencia. Nadie comprendería a nadie; estallaría un
egoísmo feroz. Sin la fuerza coercitiva del sufrimiento,
el "ego" se expandiría sin límites y rompería toda rela-
ción con Dios. Si se nos hubiera dado el don de ser inmu-
nes al dolor —siendo inherentemente imperfectos, como
somos— eso haría estallar nuestra soberbia.
El ser humano necesita de tiempo en tiempo tomar con-
ciencia de sus limitaciones, mediante algún dolor que lo
haga recordar a Dios, como el hijo que en sus tribulacio-
nes recuerda al Padre.
Un mundo sin penas no sería necesariamente un mundo
feliz. ¿Quién percibe felicidad por no padecer alguno de los
miles de posibles sufrimientos físicos? Nuestros órganos sa-
nos son prácticamente mudos. ¿Quién es feliz por no pa-
decer alguno de los muchos posibles sufrimientos morales?
Sólo en instantes fugaces se tiene conciencia de todo esto.
Hay dolores físicos que nos alertan para evitar otros
peores. Hay penas morales —como el de renunciar a un
deseo— que frecuentemente nos salvan de caer en
laberintos de penas mayores, que nos aguardaban invisi-
bles a la vuelta del camino.
MEDICO JOVEN.— Pero va de sufrimientos a sufrimientos. Al-
gunos se dan dentro de ciertos límites, en tanto que hay
otros terriblemente inexplicables, que inclusive caen sobre
inocentes criaturas. Hay desventuras que levantan olas de
desesperación. Hay gente que al sufrir eso —o al presen-
ciarlo— se pregunta si realmente existe Dios. Otros dicen
que si Dios no puede impedir el dolor, no es omnipotente; y
que si no quiere impedirlo, no es santo ni bueno.
MEDICO VIEJO.— En efecto, en ocasiones se ven tragedias
tan inmensas que enmudece la razón. Entonces se hunde
16
el espíritu en esas disyuntivas de factura humana, tan fal-
sas tras su ficticia lógica, que por ser falsas aumentan el
dolor en vez de disminuirlo.
Antes que nada, hay diversos orígenes de las grandes
tragedias. Muchas se deben a la desordenada conducta
individual; otras a la malvada conducción de los gobiernos o
al odio de unos contra otros. No es Dios quien los causa, sino
el principio del Mal.
Se dice que a veces Dios permite que ocurra un mal, lo
cual es diferente a producirlo o causarlo. ¿Y por qué lo
permite?... Permitió la ceguera temporal de Saulo porque
era el único medio (siendo Saulo de condición tan dura)
para que se convirtiera —de feroz perseguidor que
era—en uno de los más eficaces propagadores del
cristianismo.
Sólo Dios puede ver el panorama donde se enlazan y se
explican todas las causas y todos los efectos, ocultos a
nuestra ínfima visión. Por encima del abismo del dolor está
su mano tendida hacia nosotros. El dolor, por sí solo, no
revela su sentido oculto; fue Cristo quien evitó que caiga
en el vacío.
Para valorar exactamente el dolor sería indispensable
seguirle todos sus pasos, en esta vida y en el Más allá, y
llegar hasta sus últimas consecuencias, donde se ex-
playan y precisan su porqué, su misión y sus frutos.
Además, tomemos en cuenta que el dolor entraña el
insólito misterio de ser en ocasiones una especie de
moneda que adquiere dones; a veces para sí mismo y a
veces para otros.
MEDICO JOVEN.— ¡No!... ¿Cómo que adquirir dones para
otros? Sería ilógico, injusto, que otros se beneficiaran de
algo que uno ha padecido, de algo que a uno le ha costado.
17
MEDICO VIEJO.— Ni tan ilógico ni tan injusto. ¿No acaso tú
sufres a veces para darles algo a tus seres queridos? ¿No
sufre la madre por el bien de sus hijos? ¿No se sacrifica
una vida por salvar a otra?
Y algo más: ¿no ha sentido la humanidad, durante mi-
lenios, que el sacrificio de Cristo fue para ganarle a la hu-
manidad el camino del Cielo?... Esto no sabrán explicarlo
las generaciones pasadas y presentes, mas todas lo han
percibido de la misma manera.
El dolor implica misterio tras misterio, hasta aquel que
cayó injustamente sobre el Hijo de Dios —siendo libre-
mente aceptado— y que fluye aún con inefable poder de
Redención .
Diversos Modos de Encarar el Dolor
MEDICO JOVEN.— He visto pacientes que se desploman ante
una enfermedad, en tanto que otros —en peor
situación—parecen desafiarla. Esto cuenta mucho en
nuestro empeño de curarlos. ¡Si pudiéramos infundir en
todos el mismo impulso de salir adelante!...
MEDICO VIEJO.— Eso sería como descubrir un medicamento
milagroso. Algo intentamos hacer para infundirles ánimo a
los pacientes, pero logramos muy poco. Lo decisivo está
en el carácter del paciente. Una alma puede rodar hecha
jirones bajo el golpe de una desventura, en tanto que otra
puede hallar alguna luz en las tinieblas.
Mira lo que dice Maeterlinck en este libro:
"No tenemos, es cierto, sino una influencia debilitada
sobre cierto número de acontecimientos exteriores;
18
pero tenemos una acción omnipotente sobre lo que
estos acontecimientos llegan a ser dentro de nosotros
mismos, es decir, sobre la parte espiritual, que es la
parte luminosa e inmortal de todo acontecimiento.
"Veamos a Pablo Emilio, guerrero romano, herido por
la desgracia precisamente cuando celebraba una
campaña triunfal; —Roma, espantada, esperaba, aún
resonante, con la marcha del triunfo. ¿Qué va a suce-
der? Los dioses desafían al sabio. ¿Y de qué manera
va a responder el sabio a los dioses? ¿Qué ha hecho
este héroe del dolor, o que ha hecho el dolor de este
héroe?...
"Pablo Emilio se adelanta en medio del pueblo ro-
mano... Está serio y habla así: —Jamás temí nada de lo
que viene de los hombres; mas, entre las cosas divinas, lo
que he temido siempre es la extrema inconstancia de la
fortuna y la inagotable variedad de sus golpes; sobre
todo, durante esta guerra en que ha favorecido como
viento propicio todas mis empresas...
"Cuando regresaba trayendo al ejército tan felizmente
victorioso, y botines inmensos y reyes cautivos, llega-
do sin accidente alguno hasta vosotros, no he dejado
por eso de desconfiar de la suerte... Mi alma, llena de
inquietud y temblando por lo que el porvenir pudiera
reservar a Roma, no se ha visto libre de sus temores
sino en el instante en que he visto mi casa perecer en
este terrible naufragio, y cuando he tenido qué ente-
rrar con mis manos uno tras otro a dos hijos de tan
hermosa esperanza, los únicos que hubiese reservado
para herederos míos...
"Ahora estoy en el abrigo de los grandes peligros y
tengo firme confianza en que vuestra prosperidad
será sólida y duradera... La fortuna se ha vengado
19
bastante de mi buen éxito con los males que ha derra-
mado sobre mí. Ha hecho ver en el triunfador, tanto
como en el cautivo arrastrado en triunfo, un tremendo
ejemplo de la fragilidad humana, con esta diferencia,
sin embargo: que Perseo, vencido, conserva a sus hi-
jos; que Pablo Emilio, vencedor, ha perdido a los su-
yos".
'Ved —añade Maeterlinck— la manera romana de
acoger el más grande dolor que pueda alcanzar a un
hombre en el momento en que más sensible es al do-
lor, es decir, en el momento de su felicidad más gran-
de. ¿Hay otras..? Sí; porque hay tantas maneras de
acogerle como ideas o sentimientos generosos hay
en la tierra, y cada uno de esos sentimientos, cada
una de estas ideas, tiene en su mano la varita mágica
que muda en el umbral las vestiduras y el rostro del
sufrimiento. Reunid a diez hombres que, como Pablo
Emilio, pierdan a sus dos hijos en la hora más dulce
de su vida: tendréis diez dolores que no se parecerán
en modo alguno."
MEDICO VIEJO.— Cada ser humano metaboliza peculiarmente
lo espiritual y lo físico.
De los abismos del dolor muchas cosas son incompren-
sibles. El llanto no deja percibir la imagen de Dios. El dolor
abruma el alma, pero puede prestarle alas para lograr al-
gún bien.
No cecesariamente el dolor es abismo muerto, ya que
"nada se pierde en la economía santa del amor universal".
20
C A P I T U L O I I
HAZAÑAS DEL AZAR
 Cómo fue la Evolución
 Cómo se Formó un Libro al Azar
Cómo Fue la Evolución
BACHILLER.— Ya terminó la época de las fantasmagorías, de
que un Dios creó al hombre. Según la ciencia moderna, se
sabe que "empezamos a existir como reptiles, con un ce-
rebro muy elemental, y que luego fuimos evolucionando"...
Por ejemplo, tenemos cinco dedos en cada mano porque
descendemos de un pez que tenía cinco falanges o hue-
sos en sus aletas.
Ahora ya no cabe duda: el Universo y nosotros mismos
somos el resultado de combinaciones que se dieron ca-
prichosamente a través de muchos años, mediante el
proceso de "prueba y error", de nuevas pruebas y errores,
hasta que el azar dio con la meta acertada. Según la expe-
riencia nadie puede demostrar la existencia de un creador.
SENTIDO COMUN.— Estás contradiciéndote. Si no es admisi-
ble, científicamente hablando, más que lo basado en la ex-
periencia, ¿qué experiencia o prueba puedes aportar para
demostrar que todo se ha creado por obra del azar?...
BACHILLER. Bueno, es que el azar acomodó las cosas para
que resultaran determinadas combinaciones atómicas, quí-
21
micas y físicas, que a su vez dieran origen —a través de
pruebas y errores— a organismos vivos.
SENTIDO COMUN.— Has enumerado una larga serie de com-
binaciones fortuitas, mágicas, ninguna de las cuales puedes
demostrar. Le concedes al azar poderes sobrenaturales, di-
ferentes a todo lo conocido científicamente. Y antes habías
dicho que sólo lo demostrable es científico... Afirmas que
de ciertas combinaciones químicas y físicas se derivaron
combinaciones biológicas, de las cuales —a su
turno—surgió el hombre. ¿Acaso fue un mono o un
chango pequeño?... ¿Acaso las combinaciones fortuitas
previeron que una criatura así no lograría sobrevivir?...
¿Lo adivinaron y entonces realizaron otras
combinaciones para dar origen a una pareja de adultos?
BACHILLER.— En la Naturaleza hay leyes precisas que rigen
las evoluciones con la exactitud de las leyes mecánicas
que gobiernan, por ejemplo, a un reloj. Aquellas son leyes
que pueden crear vida.
SENTIDO COMUN.— Las leyes mecánicas del reloj son obra
de un relojero. ¿Y las leyes que crearon vida se hicieron
solas?... ¿Previeron —antes de existir— que iban a ser
necesarias para la buena marcha de las evoluciones? Di-
ces que fue azar, ¿y por qué logró crear lo más difícil, que
es la vida, y no pudo crear algo tan sencillo como un lápiz o
un bolígrafo?
MAESTRO SOCIALISTA.— Mi amigo, el bachiller, no está res-
pondiendo adecuadamente. La vida se inició de lo más
simple a lo complejo. No empezó con un chango ni con un
niño.
Vamos por partes... Primero, en un ambiente favorable,
se mezclaron ciertas cantidades de substancias que dieron
lugar a la formación de proteínas. Luego, al correr del
22
tiempo, las proteínas se integraron en una célula, que es la
unidad más pequeña de vida organizada. Y de ahí siguió
todo adelante; esto lo sabe cualquiera que haya estudiado
biología.
SENTIDO COMUN.— Muy interesante lo que has dicho, pero
has omitido enumerar, siquiera en un simple bosquejo,
cómo empezó ese proceso que citas, de la proteína a la
célula. Estarás de acuerdo en que fue necesario que miles
de átomos, de diversas substancias, se acomodaran en un
orden preciso de posición y distancia —no
revueltos—para formar la más simple proteína. Esa fue
una casualidad fabulosa, algo así como que los números de
la lotería se acomodaran, sucesivamente, desde el uno
hasta el millón (en un millón de sorteos) y luego en orden
descendente, desde el millón hasta llegar al uno. ¡Hazañas
del azar!.:.
Pero aún hay más: para constituir la célula no sólo se
necesitan proteínas, sino siete o más organelos diferentes
(algunos por millares), separados por membranas de una
millonésima de milímetro, las cuales deben reconocer
complejas combinaciones químicas y lograr acertados
intercambios. De lo contrario, la célula no viviría.
A la vez, la célula requirió de un núcleo, maravilloso,
para coordinar el trabajo de los organelos, algunos tan
notablemente "sabios" que pueden transformar substan-
cias en energía, como las "mitocondrias".
Naturalmente, también requería la célula de una mem-
brana exterior —a modo de epidermis— debidamente
apta para conocer qué substancias debe absorber y cuáles
debe eliminar.
Además, la célula requería miles de enzimas y coenzi-
mas, pero para no extendernos demasiado, demos ya por
23
concluida la célula, aunque la descripción anterior es un
bosquejo demasiado primitivo.
Ahora bien, ¿qué dices que pasó después de que empezó
a existir la célula?
MAESTRO SOCIALISTA.— Pues las células se multiplicaron,
se organizaron mediante el proceso de "prueba y error"
hasta que se formó el primer animal anfibio, que a su vez
evolucionó hasta llegar al hombre, formado ya de cien bi-
llones de células.
SENTIDO COMUN.— Nuevamente has omitido millares de eta-
pas, brincando de un milagro a otro. Vayamos por orden: ini-
cialmente quedó lista la primera célula que surgió por azar.
Fue admirable su habilidad para mantenerse viva, pero
una célula sola, o millones, de nada servirían, pues hubie-
ran muerto en unas cuantas horas. Todo indica que luego
debieron buscar una meta. Y te propongo la siguiente hi-
pótesis: las células se pusieron a deliberar —en nadie
sabe qué idioma o clave que inventaron rápidamente, ya
que no había tiempo qué perder— y se dijeron: "tú te pa-
reces a mí y yo a ti. Todas nosotras sabemos hacer lo
mismo, o sea, alimentarnos de algunas substancias
que ingerimos a través de nuestra membrana, pero ¿a
dónde vamos?... Nuestra actual situación es mor-
talmente precaria."
MAESTRO SOCIALISTA.— ¡Un momento!... No vayas a sugerir
la imagen ridícula de que esas células formaron un niño o
un chango, un adulto o una pareja de adultos. Eso no fue
así. De las primeras células se derivaron diversas fases de
evolución para formar el primer animal, del cual surgieron
después diferentes especies más evolucionadas hasta lle-
gar al hombre.
24
SENTIDO COMUN.— Admito tu objeción. De las primeras cé-
lulas no surgieron ni un chango ni un niño. Tratemos de
seguir —aunque sea dando abismales saltos— el proceso
evolucionista en que tú crees. Quedamos en que las pri-
meras células debieron preguntarse, "¿a dónde va-
mos?" Y supongamos, lógicamente, que se dijeron: "A
formar un animal; y por simple que lo hagamos, es in-
dispensable, urgente, multiplicarnos".
De acuerdo con ese razonamiento, pensaron en cómo
multiplicarse. No teniendo órganos sexuales para hacerlo,
"inventaron" un procedimiento sumamente complicado, es
decir, que se "copiarían" a sí mismas... Entonces cada cé-
lula se formó una especie de cinturón, a la vez que dentro
de ella iba duplicando los diversos organelos que la inte-
gran. Y a medida que estos fueron quedando "copiados", el
cinturón se estrechó hasta partir la célula madre en dos células
hijas, semejantes entre sí y a la madre, que había dejado de
existir. Y así siguieron reproduciéndose de dos en dos,
sucesivamente.
MAESTRO SOCIALISTA.— Lo del diálogo entre las células
podemos omitirlo. En cuanto al proceso que has descrito,
así fue debido a la fuerza de la Naturaleza, de las combi-
naciones químicas y físicas. Actualmente se puede ver
que así se reproducen las células, salvo las nerviosas que
no se reproducen y que van muriendo a través de los
años.
SENTIDO COMUN.— No puedes concebir lo del diálogo entre
las células, aunque sí que las fases de su evolución se
fueron dando como si ese diálogo existiera. O sea, una serie
de mecanismos fortuitos, dados al azar, mas como si existiera
un plan lleno de lógica y sabiduría. De acuerdo con esta
esquemática "reconstrucción de hechos", las primeras
células —una vez que decidieron autorreproducirse
25
se plantearon la necesidad de integrarse en grandes colo-
nias para formar un animal...
Un animal, por primitivo que fuera, requería de muchos
millones de células... Veo que estás de acuerdo. Pues
bien, las primeras células deben haber "dicho" que
para formar el primitivo animal era indispensable que
millones de ellas se especializaran en muy diversas
actividades. Como no existían universidades donde pudie-
ran hacerlo, se recurrió nuevamente al azar, el cual debió
formar, por ejemplo, unas células aptas para contraerse y
distenderse a fin de formar el sistema muscular. Sin embargo,
este sistema necesitaba recibir substancias nutrientes de otra
parte, y para el efecto millones de células se especializaron
como "eritrocitos" (glóbulos sanguíneos). "¡Ya está la
sangre!", pudieron haber gritado, alborozadas, algunas
de sus compañeras. Pero, ahora, ¿cómo hacerla circular?...
De nuevo se recurrió al azar y otras células recibieron
especialización para formar una especie de tuberías de diversos
calibres (sistema venoso), a través del cual podría circular la
sangre. Y otra vez, problemas y más problemas... ¿Cómo
hacer que la sangre circulara a través de las venas?... Para el
efecto se requería una especie de bomba, y entonces
rnillares de células recibieron especialización para
integrarse en la forma de corazón.
Podríamos preguntarnos quién era el maestro capaz de
enseñar tantas especializaciones, pero contentémonos
con decir que el azar, y sigamos adelante...
Mucho se había avanzado ya, pero todavía no se lograba
crear un animal, por simple que pudiera ser. Se requería
urgentemente de otras células especializadas para
formar un aparato digestivo, con diversos ácidos, y rá-
26
pidamente el complicado aparato quedó listo para di-
gerir diferentes alimentos.
Sin embargo, surgían problemas por todos lados. La san-
gre, al circular, quemaba unas substancias que resultaban
tóxicas y era necesario que alguien supiera eliminarlas. Para
el efecto, otros millares de células fueron especializadas en
esa labor (sistema renal), a fin de lo cual constituyeron una
especie de laboratorio de extraordinaria capacidad para re-
conocer biológicamente miles de substancias diferentes,
conservar las útiles y eliminar las nocivas.
Salvados uno y otro obstáculo —centenas y miles de
obstáculos— todavía faltaba mucho por hacer. El primer
animal no tenía consistencia y se requería especializar cé-
lulas (los osteocitos) que hicieran material tan duro como
el hueso, pero tampoco esto resultaba suficiente. El hueso
debería estar vivo, ya que de lo contrario el animal se des-
compondría. El hueso, pues, debería saber almacenar
substancias para su propia conservación y, además, otras
para suministrarlas a la corriente sanguínea...
De todos modos, conseguido eso, el animal quedaría
inerme en el medio donde iba a vivir. Se requería dotarlo
de ciertas defensas... Sí, era necesario crearle células es-
pecializadas en secretar sutiles substancias, llamadas hor-
monas, para que el animal respondiese a los peligros de
su entorno, y discerniera cuándo era pertinente pelear y
cuándo huir.
MAESTRO SOCIALISTA.— No, no era' necesario que el orga-
nismo discerniera. Bastaba con que funcionase mecánica-
mente, como si discerniera. Se trata de mecanismos que
funcionan con exactitud, nada más.
SENTIDO COMUN.— Admitamos que son "mecanismos" que
funcionan, como si discernieran. También esos meca-
27
nismo- debieron advertir que todavía no tenían listo el pri-
mer animal, por primitivo que fuera. Faltaba mucho por ha-
cer. Tanto que nos llevaría días enumerar otros problemas
y sus correspondientes resoluciones. Se necesitaba olfato,
sentido de la vista, del tacto, del gusto, del oído, etc., y
además un complicadísimo sistema defensivo (sistema in-
munológico).
Habiendo salvado millones de obstáculos, el primitivo
animal no podría reproducirse como lo hacían las células,
dividiéndose de dos en dos. El animal necesitaría un apa-
rato sexual, y he aquí que uno no bastaba; se requerían
dos completamente especializados y diferentes.
Empero, según tu teoría, el azar lo puede todo y rápi-
damente inventó los sexos; de no haberlo hecho en un ins-
tante, el animal hubiera muerto y ahí se habría frustrado
todo.
En nuestra "reconstrucción de hechos" hemos omitido
millones de fases y de misterios. Por ejemplo, cada célula
de cada persona tiene una "personalidad" propia, única;
las células son específicas del individuo al que pertenecen.
MAESTRO SOCIALISTA.— ¡Claro! Hay mucha precisión en
los fenómenos de la vida orgánica, y se van dando en for-
ma casual, mecánica, gracias al método natural de "prue-
ba y error".
SENTIDO COMUN.— Según tu teoría, el azar lo puede todo.
Bueno, puede hacer lo más complicado del Universo,
como es la vida, aunque nada simple puede hacer, como
un lápiz o un triciclo... Por otra parte, ¿concibes que algu-
nas células puedan crear algo muy distinto de lo físico,
como la esperanza, la ilusión, el amor, el concepto de lo
infinito, y más aún, el anhelo de alcanzar la eternidad?...
28
¿No sería más lógico que la materia acepte disgregarse
en un panteón para volver al anonimato inmenso de los
átomos, así como alguien que sale de viaje y tiene gusto
de regresar a su casa? ¿Y que esto —por su propia natu-
raleza— no lo sintiera como algo desagradable sino como
su fin natural?...
Sin embargo, ocurre lo contrario, puesto que a toda con-
ciencia le desagrada la idea de desbaratarse en la nada.
¿No es así..?
MAESTRO SOCIALISTA.— Hay en tus palabras, al hablar de
las células y del inicio de la vida, un tono de ironía o sar-
casmo, que no comparto. No se trata de que las células
reflexionaran, previesen y organizasen complejos sistemas
biológicos. Simplemente, han sido "mecanismos" en una
sucesión armoniosamente ordenada; secuencias que fue-
ron dándose por forzosa necesidad hasta llegar al hombre
actual. Si queremos representarnos esos mecanismos en
un lapso reducido nos resulta inconcebible, mas son po-
sibles en períodos muy grandes de tiempo, en siglos o quizá
millones de años.
SENTIDO COMUN.— Tales mecanismos, como los describes,
son una sucesión de milagros. Formalmente tu niegas que
pueda existir el milagro, pero tácitamente admites una serie
de millones de milagros. Tu raciocinio va apoyándose de
dogma en dogma.
Hay miles, millones de especies animales, y según tu
explicación evolucionista, cada una surgió de un padre,
pero si nos remontamos al pasado tendremos qué hallar
un padre que no fuese hijo, y eso resulta absurdo. O bien,
el evolucionismo cae en la hipótesis de que inicialmente
sólo hubo un ser animal, del cual se derivaron desde pio-
jos hasta leones, águilas y hombres. Esto también resulta
absurdo.
29
Paradójicamente tú necesitas más actos de fe para tu
teoría de la sucesión "venturosa" de mecanismos hechos
por la casualidad que para pensar en un Creador.
Si todo es tan fácil para que una serie de casualidades
se repitieran a lo largo de siglos, ¿porqué no se entretejie-
ron pelos de lana hasta formar hilos de adecuados tama-
ños, que a su vez formaran una corbata, fortuitamente
teñida de colores, con dibujos de gacelas y halcones,
como la corbata que luces?... Hubo mucho tiempo para
que se diera esa casualidad, desde la compleja célula hasta
el batracio, el marsupial, el simio y el hombre.
MAESTRO SOCIALISTA.— Dices una sarta de vaciedades...
Ignoras que la ciencia actual ya explica la creación de la
vida en forma coherente. Hay grandes científicos que así
lo enseñan en todas las universidades del mundo. Para ci-
tarte sólo uno de los más famosos, nombraré al genial Carl
Sagan. Lee su libro "Cosmos". En la página 283 dice:
"Empezamos a existir como reptiles, con un cere-
bro muy elemental que luego fue evolucionando...
Hace exactamente 75 millones de años nuestros
antepasados eran los mamíferos menos atractivos
de todos, seres con el tamaño y la inteligencia de
topos o musarañas arbóreas."
Y en las páginas 337 y 338 añade:
"La materia se metamorfoseó en conciencia... La
vida había empezado de modo paulatino e imper-
ceptible... La fotosíntesis transformó la atmósfera.
Se inventó el sexo. Formas que antes vivían libres
se agruparon para constituir una célula compleja
con funciones especializadas".
30
Allí lo tienes explicado todo, como lo reitera Sagan en su
libro "Cosmos", que es texto universitario. Tal es la evo-
lución cósmica. No hubo tal Creador.
SENTIDO COMUN.— Pues todo eso carece totalmente de
pruebas. No hay ahí nada verdaderamente científico.
No pasa de ser una ficción de magia y alquimia.
¿Y cómo se formó la vida vegetal?... Dirás que unas
substancias se organizaron por azar y formaron un árbol, o
bien, que formaron una semilla, a la cual dotaron de pre-
visión para que erigiera un tronco con ramas, hojas capa-
ces de captar la energía del sol y finalmente producir un
fruto determinado, que a su vez contuviera semillas "pro-
gramadas" para repetir lo anterior?... ¿Hay programas sin
que nadie los programe?...
MAESTRO SOCIALISTA.— ¡Vete al diablo!... ¡Hablas como
un ignorante!
SENTIDO COMUN.— ¡Espera!... Quizá tu versión de que la
vida recorrió un largo camino, desde la célula hasta el
hombre, contenga verdades. Al crear Dios al Universo,
todo pudo parecer caótico, pero El ya tenía virtualmente
trazado un camino hacia determinados logros, y ya
había impuesto leyes que habrían de cumplirse, apa-
rentemente en forma mecánica. De esta manera, una
vez creada la materia, se fue desarrollando (evolucionan-
do), mas no por azar.
Vemos que la Tierra y el Universo han pasado por di-
versas etapas. Sin embargo, cada etapa no se ha dado
por caprichos del azar. Obedeció a una sabiduría suma,
que lás fue haciendo posibles. Para nosotros, inmersos en
el tiempo, ese recorrido se antoja realizado en millones de
años. Para Dios, que está fuera del Tiempo y sobre el
31

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Reflexiones 38 voces del sentido comun pdf

  • 1. Reflexiones 38 Voces del Sentido Comun Salvador Borrego E.  Imperfeción Inherente  " Hazañas" del Azar  Engañoso Progreso Exterior  Gotas de Filosofía  Sino, Destino, Predestinación  Los que Jamás Volvieron  Cuando 3/3 no Equivalen a un Entero  Falacias del Liberalismo  Economía, ¿al Servicio de Quién? México, mayo 1999
  • 2. 5 5 30 83 28 55 46 34 65 © Derechos Reservados por el Autor. la Edición Enero 1994 2' Edición Noviembre 1994 3' Edición Mayo 1999 Impreso en México Printed in Mexico ATIPOGRAIS E D I T O R K L E S
  • 3. T Lo que Encontrará Usted en este Libro ,1 Se tratan aquí 38 temas. Cada uno parece completo en sí mis- mo, y sin embargo, hay sutiles nexos que los relacionan y que le dan unidad a todo el libro. "Reflexiones" va dirigido a jóvenes que de la enseñanza ac- tual han deducido cierto tipo de agnosticismo o de ateís- mo. Y también va dirigido a jóvenes que no se sienten suficientemente informados con la educación superior y que buscan saber algo más acerca de la existencia del hombre. Asimismo es un libro dirigido a los adultos, sean creyentes o no, aunque algunos puedan burlarse de las tesis que aquí se exponen con tanta sencillez. No he permitido que el antiquísimo afecto que me une al autor in- tervenga en mi opinión acerca de su trabajo. Estoy seguro de que ha logrado tocar, por diferentes ángulos, la profunda realidad que alienta y afecta a todo ser humano. En forma serena, llena de lúcida lógica, evidencia la falacia de muchas ideas pedagógicas en boga, tales como el origen accidental de la vida; la obsolescencia de la religión, la falta de una finalidad en la existencia humana y los "sagrados" principios de la economía liberal. Hay en este libro tanta profundidad como claridad. Lic. Javier Martínez M. 5
  • 4.
  • 5. C A P I T U L O 1 DISQUISICIONES O LUCUBRACIONES  La Imperfección Inherente  ¿De Dónde Salió el Mal?  Si no Hubiera Dolor  Diversos Modos de Encarar al Dolor La Imperfección Inherente MEDICO JOVEN.— Estoy de acuerdo en que el cuerpo huma- no es una maravilla. La microbiología nos ha permitido es- tudiar el interior de las células y su asombrosa armonía. Entre dos células de diferentes funciones (como una ner- viosa y otra del corazón) media un abismo; hay más espe- cialización en cada una de ellas que entre un médico y un abogado. Hasta los cosmólogos nos dicen que el ser humano es lo más complicado del Universo, mucho más que una es- trella o que una galaxia. Sin embargo, todos nos damos cuenta, a la vez, de que el ser humano está expuesto a millones de diferentes riesgos. En suma, que será todo lo maravilloso que se quiera, pero que NO ES PERFECTO. Y de esta imperfección se deriva el dolor en mil y mil formas diferentes. Insisto, ¿por qué Dios nos hizo así, imperfectos?... 7
  • 6. MEDICO VIEJO.— Mira, es cuestión de sentido común que Dios es la perfección suma y única. Pretender que hiciera criaturas perfectas equivale a pedir que El se prolon- gara a sí mismo en múltiples criaturas. Esto es un im- posible absoluto, pues siendo Dios infinito no es dable ninguna prolongación. Si Dios crea seres que no sean El mismo, que gocen de personalidad propia, con un "yo" pe- culiar, único, original, entonces tienen que ser distintos a El. Ahora bien, al crear Dios conciencias que no fueran El mismo, sino diferentes, con plenitud de existencia perso- nal, forzosamente iniciábamos nuestra existencia con una falla inherente, inevitable, con la imperfección de no ser Dios. Es imposible que fuéramos perfectos como Dios y a la vez imperfectos al estar separados de El. Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo. Al ser distintos a Dios, automáticamente caemos en la debilidad de la im- perfección. Es ineludible esta imperfección inherente de ser criatu- ras-no-Dios. Recurramos a un símil simplísimo: un niño, al nacer, ya no forma parte de la madre. Eso le significa inevitables desventajas porque queda expuesto al frío, al hambre, a la sed, al dolor... Sin embargo, va a empezar a adquirir una personalidad propia y peculiar. Una existencia plena de "sí mismo", que le permitirá gozar los dones del libre albedrío, o sea, de la libertad de que carecía. MEDICO JOVEN.— Bueno, si nuestra imperfección funda- mental reside en no ser dioses, jamás saldremos de esta situación. La misma imperfección nos arrastra a ser cada vez peores, así que todos vamos a un trágico final. 8
  • 7. MEDICO VIEJO.— Así sería si no hubiese misericordia divina. Es de sentido común que Dios no ignoraba que inicia- ríamos una existencia imperfecta. Y como primera pro- videncia nos heredó un patrón de conducta que nos habla del bien y del mal. Es una especie de brújula. MEDICO JOVEN.— Pero eso no basta. Todos violamos tal pa- trón en mayor o menor grado. No nos libramos del funesto final. MEDICO VIEJO.— De ninguna manera... Dios no hizo una creación para que fracasara. Este es un principio de ra- zón suficiente. Es cierto que el patrón de conducta no nos da perfección, mas eso tampoco lo ignoraba Dios. Por eso nos envió a su Hijo Jesucristo. Y es claro que no lo envió para que se sacrificara inútilmente. Nos dio la tarea de se- guir su camino, de esforzarnos por alcanzar la bienaventuranza. Y el "resto" —que es una inmensidad para nuestras escasas fuerzas— lo pone la misericordia divina. Y desde luego, la sangre de Cristo. No estamos solos y esto es milagroso. Por nuestros propios medios, inherentemente imperfectos, estaría- mos perdidos. Hasta Cristo —en su naturaleza de "verdadero hom- bre"—, sintió fugazmente la imperfección del ser humano separado de Dios, y así lo revela su frase de "Padre ¿por qué me has abandonado?"... Mas inmediatamente des- pués rescató ese instante con sus últimas palabras: "En tus manos encomiendo mi espíritu". Esto sintetiza los dos momentos esenciales del tránsito del hombre a través de la vida: el dolor y la salvación. El solo hecho de haber sido creado; el hecho de que el hombre no es Dios, le confiere una imperfección ineludible, y esto es una fuente de dolor. Pero el dolor —en su esen- 9
  • 8. cia misteriosa— tiene una virtud de salvación, aunque en la escala humana no basta por sí mismo. Cristo vino a aportar un sufrimiento como sólo El podía aportar, o sea, un dolor perfecto. Así volvió posible —mediante la colabo- ración de cada mortal— que se redima nuestra imperfec- ción para trascender a una existencia en la cual —a imagen de Dios— tengamos conciencia de existir, y a se- mejanza de El, podamos tenerla eternamente. Tenemos conciencia de existir, lo cual es una semejan- za con Dios, que es la Existencia Suma. Sólo el hombre, dentro de la Naturaleza, goza del don de la conciencia. Por otra parte, Dios Hijo se revistió de un cuerpo (Jesucristo), y nosotros estamos hechos a su imagen. ¿De Dónde Salió el Mal? MEDICO JOVEN.— A veces me preguntaba cómo se había formado el mal. Hace días leí que Mani (Manes o Mani- queo), que se proclamó como el último de los profetas (allá por el siglo III) dijo que existen dos entes eternos y opues- tos entre sí. Un Dios del Bien (la luz) y otro dios del mal (las tinieblas), cuya lucha constante se va materializando en la historia. Según eso, la fuerza del mal no tuvo principio porque existía por sí misma, independientemente del Dios del bien. ¿Tú que opinas?. MEDICO VIEJO.— Esa fue una doctrina pasajera que no re- sistió un examen riguroso. Quedó reducida a endeble he- rejía. Dios es el Bien Sumo, perfecto y eterno, cuya existencia —precisamente por ser infinita— no podía ha- ber sido limitada por otra existencia, también sin prin- cipio ni fin. 10
  • 9. MEDICO JOVEN.— Entonces, ¿de dónde salió el mal? Alguien ha llegado a decir que si el mal existe es porque Dios lo creó... MEDICO VIEJO.— Como Bien Sumo, Dios excluye todo defecto de acción y no creó el mal, aunque al crear seres inde- pendientes de El, con libre albedrío (con libertad) les dejó la facultad de tomar decisiones. Durante milenios la huma- nidad ha recibido el conocimiento de que una criatura es- plendorosa quiso ser igual a su Creador y que allí nació el mal. Nació como una carencia de orden, como un desor- den, como un uso absurdo que esa criatura hacía de su li- bertad. MEDICO JOVEN.— Se entiende que esa criatura fue Luzbel (luz bella). ¿Por qué Dios no la hizo de tal manera que no cayera en soberbia y error? MEDICO VIEJO.— Ya lo hablamos antes: si Dios crea ángeles o almas, se trata precisamente de "creaciones", con prin- cipio en la existencia. Ninguna creación puede ser perfecta como su Creador. Toda creación, por magnífica que sea, es un "no-Dios". Tu pretensión implica el absurdo de que Dios se pro- longara o dividiese a sí mismo en criaturas perfectas, pero entonces ya no serían "creaciones", ya no tendrían libre albedrío; serían Dios mismo. De esa manera no habrá se- res aparte de Dios, con personalidad y conciencia propia3. No existiríamos tú, yo, ni nadie. Seguiría existiendo única- mente Dios. Dios quiso hacer otros seres, aparte de El; hacerlos par- tícipes del don de la existencia, de poder tener concien- cia, de poder decir "yo soy". Cada "yo" como un reino propio. Pero, desde luego, esos seres no podían ser Dios mismo, y esto ya era una imperfección inherente, inevitable. 11
  • 10. MEDICO JOVEN.— Bien, ¿y de dónde le llegó a Luzbel la idea de rebelarse? ¿Lo "tentó" un ente malvado que ya existía en otra parte? MEDICO VIEJO.— No existía ningún ente malvado en ninguna parte. La idea de querer ser igual a Dios le llegó a Luzbel de su propia conciencia imperfecta (porque nada de lo creado puede ser perfecto como Dios). Hizo mal uso de su libre albedrío y cayó en la soberbia. La soberbia podría ex- plicarse como una ruptura de los límites de su propio ser, como un arranque ciego de agrandarse a sí mismo —sin tener la facultad de crear— y sólo logró deformar su esen- cia, sin aumentarla —como lo pretendía para igualarse a Dios. De esta manera Luzbel se convirtió en un ser "pre- ternatural", o sea, fuera de lo natural, fuera del orden. Sobre la existencia del mal, San Agustín dice que "investigaba febrilmente de dónde viene el mal, ¡que tortura de mi corazón!"... San Ignacio de Loyola también consi- deró esto desde diversos ángulos, lo mismo que otros muchos teólogos. Y se ha llegado a la conclusión de que, en la infinitud de Dios no podía tener cabida otro Ser Increado. En otras palabras, el Bien es increado porque no tuvo prin- cipio, en tanto que el mal sí lo tuvo. Hay Bien Sumo, Supre- mo, o sea Dios. Y en cambio no hay mal sumo. El mal sí tuvo principio. Nació de la soberbia de una criatura. El mal, como esencia, es imposible —dice San Agus- tín— porque ni siquiera podría existir. Aun si alguna cosa se privara de todo bien, en modo alguno existiría. MEDICO JOVEN.— Entonces, ¿el mal no es un ente especial sino una criatura que inicialmente fue buena y que luego rompió o desvió sus atributos? 12
  • 11. MEDICO VIEJO.— Te lo explicaré con otras palabras. El mal es carencia de algo que el sujeto debe poseer. Por eso se dice que el mal envuelve el concepto de "no ser", pues requiere necesariamente de algo real en dónde fincar su defectuosa existencia. Si el mal no se apoyara en un sujeto, no sería nada. En tal caso tendríamos un vacío inocuo. El mal carece de substancia. No puede existir en sí mismo. Es únicamente ausencia de un atributo nece- sario. Para que se diga "esto es malo" se requiere forzo- samente que algo o alguien falle en el orden que debe guardar. "Sordera" significa algo en un cuerpo, pero fuera de éste no existe un ente llamado sordera. Para eso sería necesario que pudiera subsistir fuera del que la padece; que existiera corno algo concreto, con existencia propia. La pobreza no es una esencia, con existencia propia; es una carencia que tiene que ser referida a una persona, a una familia o a un pueblo. El indigente sufre pobreza, pero ésta no es un ente agregado a la persona, sino una ausencia de bienes. El mudo carece del habla, pero no existe la "mudez" como ente concreto, autónomo. Un agujero en mi camisa es "algo", mas sólo existe a expensas de la camisa. Así de precario es el Mal, aunque a veces sus consecuencias sean tremendas. Del mismo modo, el mal es carencia. Falta de algo. Es una perturbación del ser, es falta de armonía en el orden de sus atributos. Es ruptura del orden. Si el mal fuese capaz de existir por sí mismo, si tuviera esencia, tendría qué haber existido sin la Voluntad de Dios, inclusive contra Su Voluntad. Sería un ente "no crea- do", con existencia desde toda la eternidad, ajeno a Dios. Algo así como otra deidad, lo cual es absurdo. 13
  • 12. Incuestionablemente el Mal no viene de Dios, sino de Luzbel, cuyo poder aún se manifiesta en la Tierra, hasta que Cristo regrese para el Juicio Final y para restablecer el orden. MEDICO JOVEN.— Pero, de cualquier manera, Luzbel existe... MEDICO VIEJO.— Sí, tiene existencia. Es el bien que todavía conserva, y en este bien se arraiga su degenerado empeño de ganarse a otras criaturas para su lucha perdida contra Dios. Sin embargo, ese empeño es un incidente transitorio en la eternidad porque va por sus propios pasos hacia su fra- caso final. Si el Mal tuviera existencia por sí mismo, necesariamente la tendría desde la eternidad. Eso sería terrorífico, ya que sin principio, tampoco tendría fin. Sería para la humanidad una pesadilla sin término. Pero no es así. Es tal su deficien- cia, y a tal punto descabellados sus esfuerzos, que la Suma Teológica dice que si Dios no fuera tan poderoso y perfecto, no permitiría el mal, pero que temporalmente lo permite porque su poder es capaz de sacar bienes del mal. Nada de lo creado carece total y definitivamente de la posibilidad de que el Creador lo trueque en alguna conse- cuencia positiva. Si No Hubiera Dolor MEDICO JOVEN.— Explicaste que pretender que Dios nos hiciera criaturas perfectas sería pretender el absurdo de que Dios mismo se fragmentara. Dijiste que si somos 14
  • 13. conciencias nuevas en el Universo es inevitable que ten- gamos una imperfección inherente, o sea, la imperfección inevitable de no-ser-Dios. Resulta lógico, pero ¿era necesario que hubiese en el mundo tanto dolor? Sufren las generaciones actuales y pa- decerán todas las que vengan. Si el dolor fuera visible se le vería subir en todos los confines de la Tierra como un huracán de llamas. Mira, estos versos que acabo de leer expresan mejor lo que quiero decir: "Hay lágrimas que ruedan hasta el fondo del alma sin que nadie conozca sus heridas profundas; son lágri- mas calladas que absorben los espacios y flotan en las nubes como gélidas tumbas. "Cuando mi vista tiene descubrimientos mágicos he visto que las lágrimas se hacen rojas y oscuras. Hay lágrimas lo mismo que jirones sangrantes y lágrimas que tienen delirantes negruras". ¿Por qué no fue creado este mundo —necesariamente imperfecto— pero sin dolor? MEDICO VIEJO.— El dolor es desconcertante; encierra miste- rios, mas no podemos pretender en esta vida una existencia sin penas. Por otra parte, los sufrimientos le dan al hombre mayor conciencia. Todo esfuerzo reditúa fortaleza. La disipación o el placer conducirían a la atonía completa de la sociedad. En desesperados momentos, un caudillo les decía a sus tropas que "todo lo grande se realiza con sufrimiento y dolor, cumpliéndose así las leyes de la Providencia que establecen que hasta individualmente el ser humano venga a este mundo por medio del dolor." MEDICO JOVEN.— Allí tienes: el dolor aparece desde que empieza la vida. En cambio, sin dolor, la existencia comenzaría y continuaría siendo feliz. 15
  • 14. MEDICO VIEJO.— ¡Ilusorio!... Sin dolor se atrofiaría la conciencia. Nadie comprendería a nadie; estallaría un egoísmo feroz. Sin la fuerza coercitiva del sufrimiento, el "ego" se expandiría sin límites y rompería toda rela- ción con Dios. Si se nos hubiera dado el don de ser inmu- nes al dolor —siendo inherentemente imperfectos, como somos— eso haría estallar nuestra soberbia. El ser humano necesita de tiempo en tiempo tomar con- ciencia de sus limitaciones, mediante algún dolor que lo haga recordar a Dios, como el hijo que en sus tribulacio- nes recuerda al Padre. Un mundo sin penas no sería necesariamente un mundo feliz. ¿Quién percibe felicidad por no padecer alguno de los miles de posibles sufrimientos físicos? Nuestros órganos sa- nos son prácticamente mudos. ¿Quién es feliz por no pa- decer alguno de los muchos posibles sufrimientos morales? Sólo en instantes fugaces se tiene conciencia de todo esto. Hay dolores físicos que nos alertan para evitar otros peores. Hay penas morales —como el de renunciar a un deseo— que frecuentemente nos salvan de caer en laberintos de penas mayores, que nos aguardaban invisi- bles a la vuelta del camino. MEDICO JOVEN.— Pero va de sufrimientos a sufrimientos. Al- gunos se dan dentro de ciertos límites, en tanto que hay otros terriblemente inexplicables, que inclusive caen sobre inocentes criaturas. Hay desventuras que levantan olas de desesperación. Hay gente que al sufrir eso —o al presen- ciarlo— se pregunta si realmente existe Dios. Otros dicen que si Dios no puede impedir el dolor, no es omnipotente; y que si no quiere impedirlo, no es santo ni bueno. MEDICO VIEJO.— En efecto, en ocasiones se ven tragedias tan inmensas que enmudece la razón. Entonces se hunde 16
  • 15. el espíritu en esas disyuntivas de factura humana, tan fal- sas tras su ficticia lógica, que por ser falsas aumentan el dolor en vez de disminuirlo. Antes que nada, hay diversos orígenes de las grandes tragedias. Muchas se deben a la desordenada conducta individual; otras a la malvada conducción de los gobiernos o al odio de unos contra otros. No es Dios quien los causa, sino el principio del Mal. Se dice que a veces Dios permite que ocurra un mal, lo cual es diferente a producirlo o causarlo. ¿Y por qué lo permite?... Permitió la ceguera temporal de Saulo porque era el único medio (siendo Saulo de condición tan dura) para que se convirtiera —de feroz perseguidor que era—en uno de los más eficaces propagadores del cristianismo. Sólo Dios puede ver el panorama donde se enlazan y se explican todas las causas y todos los efectos, ocultos a nuestra ínfima visión. Por encima del abismo del dolor está su mano tendida hacia nosotros. El dolor, por sí solo, no revela su sentido oculto; fue Cristo quien evitó que caiga en el vacío. Para valorar exactamente el dolor sería indispensable seguirle todos sus pasos, en esta vida y en el Más allá, y llegar hasta sus últimas consecuencias, donde se ex- playan y precisan su porqué, su misión y sus frutos. Además, tomemos en cuenta que el dolor entraña el insólito misterio de ser en ocasiones una especie de moneda que adquiere dones; a veces para sí mismo y a veces para otros. MEDICO JOVEN.— ¡No!... ¿Cómo que adquirir dones para otros? Sería ilógico, injusto, que otros se beneficiaran de algo que uno ha padecido, de algo que a uno le ha costado. 17
  • 16. MEDICO VIEJO.— Ni tan ilógico ni tan injusto. ¿No acaso tú sufres a veces para darles algo a tus seres queridos? ¿No sufre la madre por el bien de sus hijos? ¿No se sacrifica una vida por salvar a otra? Y algo más: ¿no ha sentido la humanidad, durante mi- lenios, que el sacrificio de Cristo fue para ganarle a la hu- manidad el camino del Cielo?... Esto no sabrán explicarlo las generaciones pasadas y presentes, mas todas lo han percibido de la misma manera. El dolor implica misterio tras misterio, hasta aquel que cayó injustamente sobre el Hijo de Dios —siendo libre- mente aceptado— y que fluye aún con inefable poder de Redención . Diversos Modos de Encarar el Dolor MEDICO JOVEN.— He visto pacientes que se desploman ante una enfermedad, en tanto que otros —en peor situación—parecen desafiarla. Esto cuenta mucho en nuestro empeño de curarlos. ¡Si pudiéramos infundir en todos el mismo impulso de salir adelante!... MEDICO VIEJO.— Eso sería como descubrir un medicamento milagroso. Algo intentamos hacer para infundirles ánimo a los pacientes, pero logramos muy poco. Lo decisivo está en el carácter del paciente. Una alma puede rodar hecha jirones bajo el golpe de una desventura, en tanto que otra puede hallar alguna luz en las tinieblas. Mira lo que dice Maeterlinck en este libro: "No tenemos, es cierto, sino una influencia debilitada sobre cierto número de acontecimientos exteriores; 18
  • 17. pero tenemos una acción omnipotente sobre lo que estos acontecimientos llegan a ser dentro de nosotros mismos, es decir, sobre la parte espiritual, que es la parte luminosa e inmortal de todo acontecimiento. "Veamos a Pablo Emilio, guerrero romano, herido por la desgracia precisamente cuando celebraba una campaña triunfal; —Roma, espantada, esperaba, aún resonante, con la marcha del triunfo. ¿Qué va a suce- der? Los dioses desafían al sabio. ¿Y de qué manera va a responder el sabio a los dioses? ¿Qué ha hecho este héroe del dolor, o que ha hecho el dolor de este héroe?... "Pablo Emilio se adelanta en medio del pueblo ro- mano... Está serio y habla así: —Jamás temí nada de lo que viene de los hombres; mas, entre las cosas divinas, lo que he temido siempre es la extrema inconstancia de la fortuna y la inagotable variedad de sus golpes; sobre todo, durante esta guerra en que ha favorecido como viento propicio todas mis empresas... "Cuando regresaba trayendo al ejército tan felizmente victorioso, y botines inmensos y reyes cautivos, llega- do sin accidente alguno hasta vosotros, no he dejado por eso de desconfiar de la suerte... Mi alma, llena de inquietud y temblando por lo que el porvenir pudiera reservar a Roma, no se ha visto libre de sus temores sino en el instante en que he visto mi casa perecer en este terrible naufragio, y cuando he tenido qué ente- rrar con mis manos uno tras otro a dos hijos de tan hermosa esperanza, los únicos que hubiese reservado para herederos míos... "Ahora estoy en el abrigo de los grandes peligros y tengo firme confianza en que vuestra prosperidad será sólida y duradera... La fortuna se ha vengado 19
  • 18. bastante de mi buen éxito con los males que ha derra- mado sobre mí. Ha hecho ver en el triunfador, tanto como en el cautivo arrastrado en triunfo, un tremendo ejemplo de la fragilidad humana, con esta diferencia, sin embargo: que Perseo, vencido, conserva a sus hi- jos; que Pablo Emilio, vencedor, ha perdido a los su- yos". 'Ved —añade Maeterlinck— la manera romana de acoger el más grande dolor que pueda alcanzar a un hombre en el momento en que más sensible es al do- lor, es decir, en el momento de su felicidad más gran- de. ¿Hay otras..? Sí; porque hay tantas maneras de acogerle como ideas o sentimientos generosos hay en la tierra, y cada uno de esos sentimientos, cada una de estas ideas, tiene en su mano la varita mágica que muda en el umbral las vestiduras y el rostro del sufrimiento. Reunid a diez hombres que, como Pablo Emilio, pierdan a sus dos hijos en la hora más dulce de su vida: tendréis diez dolores que no se parecerán en modo alguno." MEDICO VIEJO.— Cada ser humano metaboliza peculiarmente lo espiritual y lo físico. De los abismos del dolor muchas cosas son incompren- sibles. El llanto no deja percibir la imagen de Dios. El dolor abruma el alma, pero puede prestarle alas para lograr al- gún bien. No cecesariamente el dolor es abismo muerto, ya que "nada se pierde en la economía santa del amor universal". 20
  • 19. C A P I T U L O I I HAZAÑAS DEL AZAR  Cómo fue la Evolución  Cómo se Formó un Libro al Azar Cómo Fue la Evolución BACHILLER.— Ya terminó la época de las fantasmagorías, de que un Dios creó al hombre. Según la ciencia moderna, se sabe que "empezamos a existir como reptiles, con un ce- rebro muy elemental, y que luego fuimos evolucionando"... Por ejemplo, tenemos cinco dedos en cada mano porque descendemos de un pez que tenía cinco falanges o hue- sos en sus aletas. Ahora ya no cabe duda: el Universo y nosotros mismos somos el resultado de combinaciones que se dieron ca- prichosamente a través de muchos años, mediante el proceso de "prueba y error", de nuevas pruebas y errores, hasta que el azar dio con la meta acertada. Según la expe- riencia nadie puede demostrar la existencia de un creador. SENTIDO COMUN.— Estás contradiciéndote. Si no es admisi- ble, científicamente hablando, más que lo basado en la ex- periencia, ¿qué experiencia o prueba puedes aportar para demostrar que todo se ha creado por obra del azar?... BACHILLER. Bueno, es que el azar acomodó las cosas para que resultaran determinadas combinaciones atómicas, quí- 21
  • 20. micas y físicas, que a su vez dieran origen —a través de pruebas y errores— a organismos vivos. SENTIDO COMUN.— Has enumerado una larga serie de com- binaciones fortuitas, mágicas, ninguna de las cuales puedes demostrar. Le concedes al azar poderes sobrenaturales, di- ferentes a todo lo conocido científicamente. Y antes habías dicho que sólo lo demostrable es científico... Afirmas que de ciertas combinaciones químicas y físicas se derivaron combinaciones biológicas, de las cuales —a su turno—surgió el hombre. ¿Acaso fue un mono o un chango pequeño?... ¿Acaso las combinaciones fortuitas previeron que una criatura así no lograría sobrevivir?... ¿Lo adivinaron y entonces realizaron otras combinaciones para dar origen a una pareja de adultos? BACHILLER.— En la Naturaleza hay leyes precisas que rigen las evoluciones con la exactitud de las leyes mecánicas que gobiernan, por ejemplo, a un reloj. Aquellas son leyes que pueden crear vida. SENTIDO COMUN.— Las leyes mecánicas del reloj son obra de un relojero. ¿Y las leyes que crearon vida se hicieron solas?... ¿Previeron —antes de existir— que iban a ser necesarias para la buena marcha de las evoluciones? Di- ces que fue azar, ¿y por qué logró crear lo más difícil, que es la vida, y no pudo crear algo tan sencillo como un lápiz o un bolígrafo? MAESTRO SOCIALISTA.— Mi amigo, el bachiller, no está res- pondiendo adecuadamente. La vida se inició de lo más simple a lo complejo. No empezó con un chango ni con un niño. Vamos por partes... Primero, en un ambiente favorable, se mezclaron ciertas cantidades de substancias que dieron lugar a la formación de proteínas. Luego, al correr del 22
  • 21. tiempo, las proteínas se integraron en una célula, que es la unidad más pequeña de vida organizada. Y de ahí siguió todo adelante; esto lo sabe cualquiera que haya estudiado biología. SENTIDO COMUN.— Muy interesante lo que has dicho, pero has omitido enumerar, siquiera en un simple bosquejo, cómo empezó ese proceso que citas, de la proteína a la célula. Estarás de acuerdo en que fue necesario que miles de átomos, de diversas substancias, se acomodaran en un orden preciso de posición y distancia —no revueltos—para formar la más simple proteína. Esa fue una casualidad fabulosa, algo así como que los números de la lotería se acomodaran, sucesivamente, desde el uno hasta el millón (en un millón de sorteos) y luego en orden descendente, desde el millón hasta llegar al uno. ¡Hazañas del azar!.:. Pero aún hay más: para constituir la célula no sólo se necesitan proteínas, sino siete o más organelos diferentes (algunos por millares), separados por membranas de una millonésima de milímetro, las cuales deben reconocer complejas combinaciones químicas y lograr acertados intercambios. De lo contrario, la célula no viviría. A la vez, la célula requirió de un núcleo, maravilloso, para coordinar el trabajo de los organelos, algunos tan notablemente "sabios" que pueden transformar substan- cias en energía, como las "mitocondrias". Naturalmente, también requería la célula de una mem- brana exterior —a modo de epidermis— debidamente apta para conocer qué substancias debe absorber y cuáles debe eliminar. Además, la célula requería miles de enzimas y coenzi- mas, pero para no extendernos demasiado, demos ya por 23
  • 22. concluida la célula, aunque la descripción anterior es un bosquejo demasiado primitivo. Ahora bien, ¿qué dices que pasó después de que empezó a existir la célula? MAESTRO SOCIALISTA.— Pues las células se multiplicaron, se organizaron mediante el proceso de "prueba y error" hasta que se formó el primer animal anfibio, que a su vez evolucionó hasta llegar al hombre, formado ya de cien bi- llones de células. SENTIDO COMUN.— Nuevamente has omitido millares de eta- pas, brincando de un milagro a otro. Vayamos por orden: ini- cialmente quedó lista la primera célula que surgió por azar. Fue admirable su habilidad para mantenerse viva, pero una célula sola, o millones, de nada servirían, pues hubie- ran muerto en unas cuantas horas. Todo indica que luego debieron buscar una meta. Y te propongo la siguiente hi- pótesis: las células se pusieron a deliberar —en nadie sabe qué idioma o clave que inventaron rápidamente, ya que no había tiempo qué perder— y se dijeron: "tú te pa- reces a mí y yo a ti. Todas nosotras sabemos hacer lo mismo, o sea, alimentarnos de algunas substancias que ingerimos a través de nuestra membrana, pero ¿a dónde vamos?... Nuestra actual situación es mor- talmente precaria." MAESTRO SOCIALISTA.— ¡Un momento!... No vayas a sugerir la imagen ridícula de que esas células formaron un niño o un chango, un adulto o una pareja de adultos. Eso no fue así. De las primeras células se derivaron diversas fases de evolución para formar el primer animal, del cual surgieron después diferentes especies más evolucionadas hasta lle- gar al hombre. 24
  • 23. SENTIDO COMUN.— Admito tu objeción. De las primeras cé- lulas no surgieron ni un chango ni un niño. Tratemos de seguir —aunque sea dando abismales saltos— el proceso evolucionista en que tú crees. Quedamos en que las pri- meras células debieron preguntarse, "¿a dónde va- mos?" Y supongamos, lógicamente, que se dijeron: "A formar un animal; y por simple que lo hagamos, es in- dispensable, urgente, multiplicarnos". De acuerdo con ese razonamiento, pensaron en cómo multiplicarse. No teniendo órganos sexuales para hacerlo, "inventaron" un procedimiento sumamente complicado, es decir, que se "copiarían" a sí mismas... Entonces cada cé- lula se formó una especie de cinturón, a la vez que dentro de ella iba duplicando los diversos organelos que la inte- gran. Y a medida que estos fueron quedando "copiados", el cinturón se estrechó hasta partir la célula madre en dos células hijas, semejantes entre sí y a la madre, que había dejado de existir. Y así siguieron reproduciéndose de dos en dos, sucesivamente. MAESTRO SOCIALISTA.— Lo del diálogo entre las células podemos omitirlo. En cuanto al proceso que has descrito, así fue debido a la fuerza de la Naturaleza, de las combi- naciones químicas y físicas. Actualmente se puede ver que así se reproducen las células, salvo las nerviosas que no se reproducen y que van muriendo a través de los años. SENTIDO COMUN.— No puedes concebir lo del diálogo entre las células, aunque sí que las fases de su evolución se fueron dando como si ese diálogo existiera. O sea, una serie de mecanismos fortuitos, dados al azar, mas como si existiera un plan lleno de lógica y sabiduría. De acuerdo con esta esquemática "reconstrucción de hechos", las primeras células —una vez que decidieron autorreproducirse 25
  • 24. se plantearon la necesidad de integrarse en grandes colo- nias para formar un animal... Un animal, por primitivo que fuera, requería de muchos millones de células... Veo que estás de acuerdo. Pues bien, las primeras células deben haber "dicho" que para formar el primitivo animal era indispensable que millones de ellas se especializaran en muy diversas actividades. Como no existían universidades donde pudie- ran hacerlo, se recurrió nuevamente al azar, el cual debió formar, por ejemplo, unas células aptas para contraerse y distenderse a fin de formar el sistema muscular. Sin embargo, este sistema necesitaba recibir substancias nutrientes de otra parte, y para el efecto millones de células se especializaron como "eritrocitos" (glóbulos sanguíneos). "¡Ya está la sangre!", pudieron haber gritado, alborozadas, algunas de sus compañeras. Pero, ahora, ¿cómo hacerla circular?... De nuevo se recurrió al azar y otras células recibieron especialización para formar una especie de tuberías de diversos calibres (sistema venoso), a través del cual podría circular la sangre. Y otra vez, problemas y más problemas... ¿Cómo hacer que la sangre circulara a través de las venas?... Para el efecto se requería una especie de bomba, y entonces rnillares de células recibieron especialización para integrarse en la forma de corazón. Podríamos preguntarnos quién era el maestro capaz de enseñar tantas especializaciones, pero contentémonos con decir que el azar, y sigamos adelante... Mucho se había avanzado ya, pero todavía no se lograba crear un animal, por simple que pudiera ser. Se requería urgentemente de otras células especializadas para formar un aparato digestivo, con diversos ácidos, y rá- 26
  • 25. pidamente el complicado aparato quedó listo para di- gerir diferentes alimentos. Sin embargo, surgían problemas por todos lados. La san- gre, al circular, quemaba unas substancias que resultaban tóxicas y era necesario que alguien supiera eliminarlas. Para el efecto, otros millares de células fueron especializadas en esa labor (sistema renal), a fin de lo cual constituyeron una especie de laboratorio de extraordinaria capacidad para re- conocer biológicamente miles de substancias diferentes, conservar las útiles y eliminar las nocivas. Salvados uno y otro obstáculo —centenas y miles de obstáculos— todavía faltaba mucho por hacer. El primer animal no tenía consistencia y se requería especializar cé- lulas (los osteocitos) que hicieran material tan duro como el hueso, pero tampoco esto resultaba suficiente. El hueso debería estar vivo, ya que de lo contrario el animal se des- compondría. El hueso, pues, debería saber almacenar substancias para su propia conservación y, además, otras para suministrarlas a la corriente sanguínea... De todos modos, conseguido eso, el animal quedaría inerme en el medio donde iba a vivir. Se requería dotarlo de ciertas defensas... Sí, era necesario crearle células es- pecializadas en secretar sutiles substancias, llamadas hor- monas, para que el animal respondiese a los peligros de su entorno, y discerniera cuándo era pertinente pelear y cuándo huir. MAESTRO SOCIALISTA.— No, no era' necesario que el orga- nismo discerniera. Bastaba con que funcionase mecánica- mente, como si discerniera. Se trata de mecanismos que funcionan con exactitud, nada más. SENTIDO COMUN.— Admitamos que son "mecanismos" que funcionan, como si discernieran. También esos meca- 27
  • 26. nismo- debieron advertir que todavía no tenían listo el pri- mer animal, por primitivo que fuera. Faltaba mucho por ha- cer. Tanto que nos llevaría días enumerar otros problemas y sus correspondientes resoluciones. Se necesitaba olfato, sentido de la vista, del tacto, del gusto, del oído, etc., y además un complicadísimo sistema defensivo (sistema in- munológico). Habiendo salvado millones de obstáculos, el primitivo animal no podría reproducirse como lo hacían las células, dividiéndose de dos en dos. El animal necesitaría un apa- rato sexual, y he aquí que uno no bastaba; se requerían dos completamente especializados y diferentes. Empero, según tu teoría, el azar lo puede todo y rápi- damente inventó los sexos; de no haberlo hecho en un ins- tante, el animal hubiera muerto y ahí se habría frustrado todo. En nuestra "reconstrucción de hechos" hemos omitido millones de fases y de misterios. Por ejemplo, cada célula de cada persona tiene una "personalidad" propia, única; las células son específicas del individuo al que pertenecen. MAESTRO SOCIALISTA.— ¡Claro! Hay mucha precisión en los fenómenos de la vida orgánica, y se van dando en for- ma casual, mecánica, gracias al método natural de "prue- ba y error". SENTIDO COMUN.— Según tu teoría, el azar lo puede todo. Bueno, puede hacer lo más complicado del Universo, como es la vida, aunque nada simple puede hacer, como un lápiz o un triciclo... Por otra parte, ¿concibes que algu- nas células puedan crear algo muy distinto de lo físico, como la esperanza, la ilusión, el amor, el concepto de lo infinito, y más aún, el anhelo de alcanzar la eternidad?... 28
  • 27. ¿No sería más lógico que la materia acepte disgregarse en un panteón para volver al anonimato inmenso de los átomos, así como alguien que sale de viaje y tiene gusto de regresar a su casa? ¿Y que esto —por su propia natu- raleza— no lo sintiera como algo desagradable sino como su fin natural?... Sin embargo, ocurre lo contrario, puesto que a toda con- ciencia le desagrada la idea de desbaratarse en la nada. ¿No es así..? MAESTRO SOCIALISTA.— Hay en tus palabras, al hablar de las células y del inicio de la vida, un tono de ironía o sar- casmo, que no comparto. No se trata de que las células reflexionaran, previesen y organizasen complejos sistemas biológicos. Simplemente, han sido "mecanismos" en una sucesión armoniosamente ordenada; secuencias que fue- ron dándose por forzosa necesidad hasta llegar al hombre actual. Si queremos representarnos esos mecanismos en un lapso reducido nos resulta inconcebible, mas son po- sibles en períodos muy grandes de tiempo, en siglos o quizá millones de años. SENTIDO COMUN.— Tales mecanismos, como los describes, son una sucesión de milagros. Formalmente tu niegas que pueda existir el milagro, pero tácitamente admites una serie de millones de milagros. Tu raciocinio va apoyándose de dogma en dogma. Hay miles, millones de especies animales, y según tu explicación evolucionista, cada una surgió de un padre, pero si nos remontamos al pasado tendremos qué hallar un padre que no fuese hijo, y eso resulta absurdo. O bien, el evolucionismo cae en la hipótesis de que inicialmente sólo hubo un ser animal, del cual se derivaron desde pio- jos hasta leones, águilas y hombres. Esto también resulta absurdo. 29
  • 28. Paradójicamente tú necesitas más actos de fe para tu teoría de la sucesión "venturosa" de mecanismos hechos por la casualidad que para pensar en un Creador. Si todo es tan fácil para que una serie de casualidades se repitieran a lo largo de siglos, ¿porqué no se entretejie- ron pelos de lana hasta formar hilos de adecuados tama- ños, que a su vez formaran una corbata, fortuitamente teñida de colores, con dibujos de gacelas y halcones, como la corbata que luces?... Hubo mucho tiempo para que se diera esa casualidad, desde la compleja célula hasta el batracio, el marsupial, el simio y el hombre. MAESTRO SOCIALISTA.— Dices una sarta de vaciedades... Ignoras que la ciencia actual ya explica la creación de la vida en forma coherente. Hay grandes científicos que así lo enseñan en todas las universidades del mundo. Para ci- tarte sólo uno de los más famosos, nombraré al genial Carl Sagan. Lee su libro "Cosmos". En la página 283 dice: "Empezamos a existir como reptiles, con un cere- bro muy elemental que luego fue evolucionando... Hace exactamente 75 millones de años nuestros antepasados eran los mamíferos menos atractivos de todos, seres con el tamaño y la inteligencia de topos o musarañas arbóreas." Y en las páginas 337 y 338 añade: "La materia se metamorfoseó en conciencia... La vida había empezado de modo paulatino e imper- ceptible... La fotosíntesis transformó la atmósfera. Se inventó el sexo. Formas que antes vivían libres se agruparon para constituir una célula compleja con funciones especializadas". 30
  • 29. Allí lo tienes explicado todo, como lo reitera Sagan en su libro "Cosmos", que es texto universitario. Tal es la evo- lución cósmica. No hubo tal Creador. SENTIDO COMUN.— Pues todo eso carece totalmente de pruebas. No hay ahí nada verdaderamente científico. No pasa de ser una ficción de magia y alquimia. ¿Y cómo se formó la vida vegetal?... Dirás que unas substancias se organizaron por azar y formaron un árbol, o bien, que formaron una semilla, a la cual dotaron de pre- visión para que erigiera un tronco con ramas, hojas capa- ces de captar la energía del sol y finalmente producir un fruto determinado, que a su vez contuviera semillas "pro- gramadas" para repetir lo anterior?... ¿Hay programas sin que nadie los programe?... MAESTRO SOCIALISTA.— ¡Vete al diablo!... ¡Hablas como un ignorante! SENTIDO COMUN.— ¡Espera!... Quizá tu versión de que la vida recorrió un largo camino, desde la célula hasta el hombre, contenga verdades. Al crear Dios al Universo, todo pudo parecer caótico, pero El ya tenía virtualmente trazado un camino hacia determinados logros, y ya había impuesto leyes que habrían de cumplirse, apa- rentemente en forma mecánica. De esta manera, una vez creada la materia, se fue desarrollando (evolucionan- do), mas no por azar. Vemos que la Tierra y el Universo han pasado por di- versas etapas. Sin embargo, cada etapa no se ha dado por caprichos del azar. Obedeció a una sabiduría suma, que lás fue haciendo posibles. Para nosotros, inmersos en el tiempo, ese recorrido se antoja realizado en millones de años. Para Dios, que está fuera del Tiempo y sobre el 31