El documento describe la frustración de un coronel llamado Manuel Lewis con su nuevo rol como director de delitos sexuales en lugar de su trabajo anterior como investigador de campo. Describe su día a día aburrido en la oficina y su deseo de investigar un nuevo caso de asesinatos en serie en lugar de firmar papeles. Planea ignorar las órdenes e investigar por su cuenta.
El ascenso que no fue: la nueva vida del Coronel Manuel Lewis
1. 1
Las malditas pastillas ya no sirven para nada. Su cuerpo se está haciendo
inmune al efecto de los analgésicos. A ese paso terminará cediendo a la morfina.
¿Qué demonios fue lo que pasó anoche? —es el único pensamiento que le ronda
la cabeza esta mañana luego de despertar tendido en el suelo de la habitación.
En los últimos meses, levantarse se ha convertido en un desafío, un mareo
matinal y la visión nublada le impiden hacerlo con agilidad, eso sin mencionar el
dolor en los músculos que más parece que pasara las noches corriendo en un
maratón. De algún modo tendrá que parar, no puede seguir sintiéndose como un
anciano enfermo, debe encontrar algo que funcione porque los medicamentos son
una verdadera mierda. Por el momento iniciará el día dándose una ducha de agua
fría que le sirva para despabilarse, se siente más cansado que repuesto.
Luego de salir de la ducha, se viste un vaquero, un sweater negro y
zapatillas deportivas rojas. No usa loción porque le dispara el dolor de cabeza, peor
aún es la primera hora en la central, esa mezcla de olores dulzones e irritantes
incluso le provoca arcadas y con el martilleo constante en las sienes con el que
permanece es más que suficiente. Recoge del escritorio un par de carpetas y un
blazer gris al que no le cabe una arruga más. Lo que diría Lais si lo viese.
Lais…
Menea la cabeza y cierra la puerta de la celda que ha convertido en su hogar,
no es conveniente iniciar el día con esos sentimentalismos baratos.
Sale de la alejada zona de celdas de la central y camina a paso firme por el
pasillo, los guardias elevan la diestra a la frente para saludarlo y él se limita a asentir.
Sube cuatro niveles de escaleras y cruza la planta directamente a su lugar. Parece
que se le han olvidado los modales. Ni un minuto antes o después de las siete
treinta ya está sentándose en la silla tras el vejestorio de escritorio que le han
adjudicado. Su oficina, sonríe con ironía, es decadente tan solo mencionar que el
gran Halcón Negro tiene una oficina.
¡¿Qué demonios le había pasado por la cabeza a sus superiores para relegarlo a ese
cuartucho con olor a olvido e ineptitud?!
Tal vez creían que los delincuentes llegarían allí a buscarlo, o llamarían para
pedir una cita. ¡Es una soberana estupidez! Le había dicho a su amigo Felipe antes de
2. que viajara a Londres y él lo apoyó diciendo que ni Batman o Superman tenían
oficina de quejas y reclamos.
Él no está hecho para el papeleo y las llamadas. Ese sitio le causa asfixia y
está seguro de que llegará a padecer claustrofobia si sigue quemando sus días
metido en esas cuatro paredes.
Sus brillantes ojos color esmeralda ruedan sobre la vetusta madera y
chocan con la esquela que tiene rotulada su nombre:
Cnel. Manuel Lewis
Dir. Delitos sexuales.
—Debí reírme en la cara del General Suárez cuando me anunció el grandioso ascenso
—murmura mientras enciende la computadora.
¿Ascenso? Pudo nombrarlo Brigadier General, ya se lo ha ganado, su
uniforme merece adornarse con los dos soles, su apellido merece el rango por
tantos años cazando criminales. Contrario a eso lo han convertido en oficinista.
Un investigador de su calibre, con todo su conocimiento y experiencia adquiridos
en las grandes operaciones con la INTERPOL está hoy metido en una caverna
jugando a la secretaria… eso le huele a cañería infestada de ratas.
La acción se la heredaron a Calleb, es cierto que es buen escolta, que él
mismo lo entrenó y enseñó el arte de infiltrarse. Pero no llega a los treinta años.
Es sólo un imbécil jugando al gran policía y sus heroicas acciones lo han convertido en
Capitán…
Si el que apretó el gatillo que acabó con la escoria del Galo fue él. El arma
era la suya, ese CZ 75 al que Molina le hizo grabar su pseudónimo. Pueden haber
muchas en el mundo, pero solo una que diga: Hecha para el Halcón Negro.
Qué buenos tiempos… Ahora el mítico Halcón es un mueble más de la central
de inteligencia en cambio Calleb recorre las calles, se infiltra, atrapa bandidos… a
él le corresponde firmar las ordenes. Nada de provecho que justifique pasarse el
día entero en ese hueco, no es llamado para las reuniones de inteligencia o
estrategia ¿de qué le ha servido dejar la piel a pedazos? ¿Para qué tantas cicatrices
en su cuerpo y bandidos tras las rejas y bajo tierra? Las balas no lo mataron y su
institución lo entierra vivo.
Y ni hablar del recorte de periódico que el General mandó enmarcar y
poner en la pared junto a la puerta, la prensa le dio el rimbombante titular:
“El gran Halcón Negro cumplió su promesa: el temido contrabandista de armas
apodado El Galo fue dado de baja”
3. Él no había prometido nada a nadie, se lo prometió a sí mismo. Se juró ser
quién sacara a esa rata de su ratonera y aunque las circunstancias cambiaron, lo
único que hizo fue actuar en defensa propia ¿Eso es heroico? No lo es, solo la
casualidad de estar en el momento justo, de apretar el gatillo y atinarle a la cabeza.
Aunque haya sido como haya sido, esa alimaña esta exterminada y para celebrarlo
la institución que tanto le debe decidió darle una oficina con la excusa de un
descanso. Justo en el mejor momento de su carrera tiene que sentarse a retozar.
Pero es que la maldad no descansa —gruñe mientras teclea violentamente su
contraseña en el registro de la base de datos. Prueba de ello es que el Galo ya tiene
un reemplazo “la emperatriz” le llaman a la misteriosa mujer que ha sucedido el
trono.
—A rey muerto rey puesto —afirma sonriendo burlón.
Ese es el destino de todos los líderes, incluso le está pasando a él y sigue
vivo. Mientras inteligencia se devana los sesos intentando saber quién es la
sucesora, él tiene desde hace tiempo muy claro su nombre, su aspecto y se sabe de
la cabeza a los pies su historial delictivo. No ha estado perdiendo el tiempo, no él
que nunca se queda quieto o esperando a que todo le llegue a las manos, Manuel
Lewis siempre va detrás de aquello con lo cual se empecina y Malenka Irwin lo
sabe muy bien. Ella había sido la encargada de transmitirle su mensaje a König,
una advertencia o una amenaza. Que se lo tomara como quisiera, “para acabar con el
Halcón se necesita más que un arsenal de guerra.” Y el maldito alemán no se iba a dar por
derrotado, lo del francés fue una baja que no detendría el negocio. Ya se verían las
caras, porque Sur América es su territorio, no piensa permitir que siga haciendo de
las suyas. Ilusos los que así lo creyeron, no han entendido que un buen policía
debe pensar como el enemigo, ponerse en la piel del delincuente; nunca creerse el
bueno porque ese modo de actuar no lleva a ninguna parte.
Lo que le da para pensar que debe seguir fiel a su filosofía un tanto
espartana. Él no tiene que pedir permiso, ya es un derecho ganado. Podría irse a
Alemania y haciendo uso de sus habilidades acabar con el cerebro y sus secuaces.
Que sea la institución la que siga el conducto regular, él ya no tiene nada para
perder, lo que le sobran son razones para ejercer justicia, la suya propia.
Perfectamente podría hacerse cargo ya que nadie más parecía estar interesado en
arriesgar el pellejo sin razón aparente.
—Es cuestión de honor… —vuelve a musitar, está más centrado en sus
pensamientos que en el informe que revisa— El honor lo es todo.
4. Es consciente de que puede acabar muerto o en una cárcel, pero al fin de
cuentas habría cumplido con la misión principal, exterminar la plaga es apenas
placer suficiente. Saber que para ambos todo habría acabado es lo justo.
Ojo por ojo…
Resuelto a dar inicio a lo que le ronda la mente, se levanta y toma el blazer
que reposaba el espaldar de la silla, recoge las llaves de su vieja SUV negra y las
mismas carpetas que traía al llegar, levemente más animado se dirige hacia la puerta
y justo ingresa Molina interponiéndose en su camino.
—Buen día, Coronel —Saluda el Sargento Alexander Molina, un audaz
analizador de datos e ingeniero informático que ha sido el fiel compañero de
Manuel desde que ambos ingresaron a la INTERPOL. Su aspecto juvenil no hace
fácil determinar su edad y siempre escondido tras unos lentes y una computadora
ha ayudado a ubicar los más profundos y remotos escondites de delincuentes.
Descifrar códigos y analizar datos es su especialidad.
—¿Qué quieres? —es la agría respuesta de Manuel, se le ha ido el asomo
de buen humor de hace unos segundos.
—¿Ha dormido bien, coronel? —es optimista, lo conoce bien y disfruta
picándole el temperamento.
¡Que te importa! —es la respuesta mental que le da al mirarlo a los ojos.
No emite sonido alguno, solo le observa y es visible que la ofuscación va
en aumento.
—¡Muy bien! Como usted quiera, Coronel —tuerce un poco la boca y
exhala un suspiro—. Aun no logro acostumbrarme a su nueva personalidad, sabe.
Ser el jefe le elevó los humos.
—¡Habla de una maldita vez! —refunfuña entre dientes.
Un leve temor parece recorrer la piel del sargento. Esa mirada de Manuel
infringe miedo, es mejor ir al punto.
—Tiene una citación de la oficina de abogados que maneja su divorcio.
Hablando de fracasos…
—¿Qué es lo que quieren?
Molina se encoje de hombros y se limita a entregarle el sobre. Manuel rasga
la parte superior y extrae los papeles. Hasta leer le molesta, su cabeza empieza a
sentirse embotada.
—Bien, mañana estaré allí.
Tira las hojas sobre el escritorio, ahora más que nunca necesita salir y
encontrar oxígeno. Molina vuelve a detenerlo.
—También hay orden de mi general Suárez para que asista a la reunión de
inteligencia de esta tarde.
¡Al fin una buena noticia!
5. —Y estos —continua Molina—, son los reportes de Calleb sobre micro
tráfico y la prostituta muerta.
Los recibe y solo se limita a leer la parte que le interesa.
—¿Encontraron al novio, declaró ya?
—Lastimosamente Coronel, el hombre murió anoche en hechos confusos
que aún se investigan. Calleb permanece en la escena del crimen.
—¿Para qué tanto alboroto? Es otro típico caso de ajuste de cuentas, nada
que me sorprenda.
—Es el segundo caso en tres semanas y está ligado a la misma línea:
prostituta, proxeneta, pareja de la mujer.
Manuel junta las cejas, parece un patrón, pero es muy pronto para pensar
en un asesino serial. Sin embargo, Molina tenía razón, era el segundo caso y seis
personas muertas.
—¿Cuánto es el tiempo de enfriamiento entre una muerte y otra?
—La primera prostituta muerta fue reportada el lunes de la semana pasada,
el miércoles el proxeneta y el viernes su compañero. Pasó una semana completa y
de nuevo el lunes un reporte de trabajadora sexual asesinada. Hoy es viernes y la
tercera víctima fue reportada casi al amanecer.
Manuel hace una revisión superficial a las fotografías de los cadáveres. Hay
un detalle que le llama la atención en dos de los cuerpos.
—Me haré cargo del informe de las mujeres y los proxenetas. Los otros
dos cuerpos no entran bajo mi dirección.
—¿Quiere que se reporte a la DIJIN?
—Si Molina ¿quién más se encarga de las investigaciones criminales? —
brama exasperado.
Molina al fin le deja solo y él se toma el tiempo de revisar el pequeño detalle
que le llamó la atención.