2. El pueblo aclama al bendito
Jesús, que ha predicado el
reino de Dios por aldeas y
pueblos, entra finalmente en
Jerusalén. Las gentes que lo
acompañan y han visto sus
milagros reconocen en él al
bendito, que viene en
nombre del Señor, y lo
aclaman entre vítores y
alegría, tendiendo mantos a
sus pies y agitando palmas.
Pasión según san Marcos.
Mc 14, 1 – 15, 47.
3. Entrar con humildad
Jesús acepta esta acogida
triunfal con serenidad. Si
estos callan, gritarán las
piedras. Pero sabe
también que, días más
tarde, otra multitud gritará
pidiendo su muerte. Está
dando los primeros pasos
hacia su pasión.
4. Una condena injusta
La pasión de Jesús aúna
las torturas más
despiadadas con un
proceso legal irregular e
injusto. La muerte de un
inocente marca nuestra
historia. Esta tragedia
debería tocar nuestro
corazón.
5. La cruz sigue hoy
El dolor de Jesús continúa hoy
en los pobres, en los
excluidos, en las víctimas de
la guerra y del hambre, en los
que viven oprimidos por el
poder. Países enteros viven
bajo tiranías autoritarias que
abusan de los débiles e
impiden su crecimiento como
pueblo y como personas.
6. ¿Tiene sentido el dolor?
La memoria de la Pasión y
muerte de Jesús nos hace
reflexionar sobre dos
realidades inseparables
de nuestra naturaleza
humana: el sufrimiento y
la muerte.
En Jesús vemos que amar
no nos evitará sufrir…
7. Un acto de suprema libertad
En su entrega a Dios y a
los demás, Jesús asume
todas las consecuencias.
Su amor es un acto
supremo de libertad.
Ante la muerte su actitud
es de serenidad y
aceptación, incluso del
dolor extremo.
8. Voluntades enfrentadas
La muerte de Jesús es
fruto de un trágico
enfrentamiento de
libertades: la voluntad de
Dios choca con la de los
hombres, que él ha
querido hacer libres. Dios
asume la herida sangrante
de la ruptura entre él y su
criatura rebelde.
9. Más fuerte que la muerte
Pero el amor es más
fuerte que la muerte y
sobrepasa los límites
humanos.
Dios llora ante su hijo
muerto,
pero responderá con
una contundencia
luminosa. Al tercer día,
lo resucitará.