Este documento habla sobre la Santísima Trinidad. Explica que Dios es una única naturaleza compuesta de tres personas - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Describe a cada persona de la Trinidad, incluyendo que el Padre es amoroso, el Hijo es nuestro hermano y puente hacia el Padre, y el Espíritu Santo es un don que nos llama a cultivar y comunicar para cambiar el mundo. Finalmente, invita a los cristianos a ser amigos de Dios cultivando una relación con cada persona
1. Santísima Trinidad Ciclo B
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La santísima Trinidad
Me ha sido dado pleno poder en el cielo y en la tierra; id, pues, y enseñad a todas las gentes,
bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar
todo cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del
mundo.
Mt 28, 16-20
Dios es comunidad
El misterio de la Trinidad nos revela las entrañas de Dios, lo más profundo de su corazón. Dios
es una única naturaleza y tres personas. ¿Cómo entenderlo? La Iglesia ha hecho un gran
esfuerzo para comprenderlo y llegarlo a explicar.
Dios es Padre y Creador. Decide entrar en la historia de la humanidad a través de Jesús y en el
devenir de la Iglesia a través del Espíritu Santo. Nunca os dejaré solos, dice Jesús. Y así es.
Hoy atravesamos épocas difíciles. Parece que, en Occidente, entramos en una era de enorme
frialdad religiosa. La fiesta de la Trinidad nos recuerda que dentro de Dios hay una familia, una
unidad inquebrantable. Son tres en uno, con la misión de santificar el mundo y hacer el Reino
de Dios presente en la tierra.
Dios Padre
Dios Padre está muy lejos de esa imagen que algunas tendencias culturales han transmitido, la
de un Dios juez y fiscalizador. No es autoritario ni coarta nuestra libertad, es un Dios amigo.
Aún más, es un padre. De ahí que podamos dirigirnos a él como hijos. ¡Qué diferente es hablar
a Dios como a un padre! Jesús lo llamaba Abbá, palabra cariñosa que significa, literalmente,
papaíto. Dios ama tanto a sus hijos que les otorga completa libertad, sin condicionamiento
alguno, permitiendo que, incluso, puedan volverse contra él y matar a su hijo. Siempre
estaremos en deuda con él, pues es inmensamente generoso. Pero Dios no desea una relación
interesada ni mercantilista. No quiere amor a cambio de favores. Tan solo hemos de reconocer
su gratuidad. Nos regala el universo entero, el cielo estrellado, el canto de los pájaros, la luz de
un amanecer o la belleza del ocaso, la sonrisa de los niños y la madurez de los ancianos… ¡Dios
es bueno!
Dios Hijo
El Hijo tiene una sintonía especial con el Padre. Por él es capaz de sacrificarlo todo, incluso la
vida. Y trabaja para que todos conozcan su palabra: es un empresario del Reino de Dios en el
mundo. El Hijo también es nuestro hermano y nos acompaña en nuestra trayectoria como
creyentes. Jesús pasa por el mundo predicando el evangelio y haciendo el bien. Cura, perdona,
obra milagros. No por hacer algo espectacular, sino para hacernos felices y devolvernos la paz.
La intención de los milagros es siempre pedagógica o terapéutica, jamás busca la vanagloria.
En Jesús, como señala San Juan en su evangelio, vemos el rostro de Dios: A Dios nadie lo vio
jamás; su hijo unigénito es quien nos lo ha dado a conocer. Este evangelio insiste
constantemente en la íntima unidad entre el Padre y el Hijo, de manera que Jesús llega a
proclamar que el Padre y yo somos uno. Esta hermosa relación de paternidad y filiación es la
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que nos confiere, a toda la humanidad, el don de ser hijos de Dios. Jesús es el puente, el
camino más directo que nos lleva hacia el Padre.
El Espíritu Santo y una misión
El Espíritu Santo es un hermoso don. Todos los bautizados lo tenemos dentro y estamos
llamados a cultivarlo y comunicarlo. Si este don explotara el mundo entero cambiaría, de la
misma manera que los primeros apóstoles, movidos por su soplo, cambiaron la historia. No
podemos ignorar la potencia del amor de Dios.
Id y bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, dice Jesús a los suyos. La
Iglesia ha de seguir creciendo y haciendo realidad el reino de Dios en el mundo. Es necesario
descubrir una dimensión divina y trascendente más allá de la realidad material. Como
bautizados somos discípulos, apóstoles, co-responsables en la misión de hacer presente a Dios
en el mundo.
Ser amigos de Dios
La fiesta de la Trinidad nos invita a ser amigos de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los
cristianos deberíamos guardar una profunda devoción a la Santísima Trinidad. ¿Cómo cultivar
esta amistad?
A Dios Padre le podemos rezar de muchas maneras. Ante la belleza de la creación podemos
elevar un canto de alabanza, una bendición, hacer poesía, arte. Podemos disfrutar de un paseo
junto al mar, al amanecer, o subir a una montaña… A la caída de la tarde, Dios paseaba con
Adán por el paraíso.
Amar a Dios Hijo se traduce en obras de amor. La participación en la Eucaristía, no obligada
sino vivida como una invitación, es un gesto sublime de caridad. La misa tiene una profunda
dimensión trinitaria. Nuestras liturgias comienzan en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Esta es nuestra realidad cristiana más genuina: en la eucaristía Jesús se nos
hace presente y vivo, regalándose a través del pan y el vino.
Finalmente, ¿cómo ser amigos del Espíritu Santo? Dejándonos llenar por él. Somos templo,
sagrario del amor vivo del Espíritu Santo. Albergándole en nuestro interior nos convertimos en
llamaradas que arden en amor hacia los demás e iluminan el mundo.
Joaquín Iglesias
jiglesias@arsis.org