2. Esta palabra
“santo” en la
Biblia se
aplicaba sólo
a Dios, pues
significa:
sagrado o
separado.
3. Pero luego se fue diciendo de todo lo que se
acercaba más a Dios. Así ya san Pablo llama
santos a los cristianos por el hecho de estar
unidos a Dios por el bautismo.
4. Después ya sólo se aplicó a aquellas personas que
por su comportamiento están más cerca de Dios.
Especialmente los mártires que, por su muerte
gloriosa, se unen para siempre con Dios.
5. La Iglesia desde el principio comenzó a honrar a los
mártires en su día propio del martirio; pero ya por el
siglo III eran tantos los mártires que tuvieron que
celebrar su fiesta en un día todos juntos.
En el año 609
el papa
consagró el
panteón
romano, que
había sido
templo pagano
de todos los
dioses, para
que fuese
templo de la
Virgen María y
de todos los
santos.
6. Hay muchos santos, cuyos nombres conocemos.
Pero santos hay muchos más que no conocemos,
quizá porque han vivido una vida muy oculta, pero
que gozan con Dios con una gloria semejante. Entre
estos santos habrá familiares y conocidos nuestros.
Hoy es el día para
festejar a todos y
también para alzar
nuestra mirada al
cielo para pedir su
protección y sobre
todo para desear
imitarles y un día
poder estar con
ellos en el cielo.
7. Todos estamos llamados a la santidad. Nos lo ha dicho
muchas veces la Iglesia. De una manera especial lo
recalcó el concilio Vaticano II. Algunos creen que eso de
ser santos es para algunos religiosos o personas
especiales. Hay santos canonizados de diversos estados.
También de vida matrimonial.
San Isidro
y su
esposa
santa
María de
la Cabeza.
Padres de santa Teresita
8. Para ello Jesucristo nos
enseñó el camino. El
principal es la caridad. Sin
amor no puede haber
verdadera vida cristiana:
amor dirigido hacia Dios, que
es nuestro Padre y nos
acompaña, amor que se
expresa especialmente en la
oración, y amor hacia los
demás, porque todos somos
hermanos. Pero también en
las bienaventuranzas.
9. Jesús dijo muchas clases de bienaventuranzas,
al estilo de algunos salmos. San Lucas nos cita
cuatro, que son situaciones sociales más aptas
para acoger la palabra de Dios.
Las del evangelio de
hoy son de san Mateo,
quien recoge actitudes
necesarias para los
que quieren ser
discípulos de Jesús.
Son como un estilo de
vida o una manera de
vivir de quienes Santos Mateo y Lucas
quieren seguir de
veras a Jesús. Mt 5, 1-12a
10. En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña,
se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a
hablar, enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que
lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos,
porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen
hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque
ellos se llamarán los hijos de Dios. Dichosos los perseguidos
por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y
os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad
alegres y contentos, porque vuestra recompensa será
grande en el cielo."
11. Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.
12. Esta bienaventuranza es básica porque es como el
resumen de todas las demás.
San Francisco
de Asís
presenta su
plan de
pobreza ante el
papa.
13. Cuando Jesús habla de “pobres de Espíritu, está
empleando la palabra hebrea “anawin”, que significa
humilde, oprimido, desamparado. Los judíos solían decir
“pobres de Yaveh”. Podríamos llamarlo también
“hombre piadoso”.
San Antonio
Abad distribuye
toda su
hacienda para
hacerse
anacoreta. Le
siguieron
muchos, como
san Onofre.
14. Esa es la
expresión que
empleó la Virgen
María, al responder
al ángel: “He aquí
la esclava del
Señor”. También lo
empleó cuando
dijo: “Porque Dios
ha mirado la
humildad de su
sierva”.
15. Pobres de espíritu para Jesús son los que viven
abiertos a Dios y a su palabra, los que no confían
en el dinero, sino sólo en Dios, los que están
disponibles para caminar hacia Dios.
San Alejo quiso vivir
por muchos años
debajo de una escalera
de su casa, haciendo
de criado pobre, sin ser
conocido. Hasta que
después de muerto se
le reconoció por una
cicatriz.
16. No todos los pobres (que no tienen dinero) son pobres
de espíritu ni todos los ricos (que tienen dinero) dejan de
serlo. Hay gente sin dinero, que son amargamente ricos
por dentro, codiciosos y rencorosos.
Hay ricos que son
pobres de espíritu;
pero es más difícil.
Como el rey san
Fernando.
17. Pobre de espíritu es como decir “tener alma de
pobre”. Por lo tanto le debe llevar a sentirse
alegre en la pobreza real. No se puede ser pobre
de espíritu y vivir como un rico.
Así era la vida
de san
Francisco.
18. Quien es pobre de espíritu terminará por llegar a
compartir la pobreza con los que nada tienen.
Como
Bernardo de
Quintaval que
distribuye
sus bienes
para ser el
primer
seguidor de
san
Francisco.
19. La razón de esta bienaventuranza es doble: Lo primero
es el reconocimiento de nuestra situación de creaturas
ante el Creador y de hijos de Dios ante nuestro Padre. Si
Jesús nos enseñó a pedir “el pan de cada día”, un rico,
quien tiene todo lo material asegurado, es muy difícil
que lo diga de corazón.
Por esa razón se
entregó santa
Clara a la
pobreza, siendo
de familia
pudiente, ante san
Francisco.
20. La segunda razón es nuestra situación de hermanos.
Debemos compartir, con la
alegría de espíritu y la
esperanza tranquila en Dios,
los afanes de esta vida que es
transitoria, pero también
hermosa cuando hay
hermandad y esperanza.
Como san Alonso Rodríguez
quien, siendo viudo, se entregó
a Dios como hermano
coadjutor entre los jesuitas,
siendo por más de treinta años
portero del convento.
21. A los pobres de espíritu Jesús promete “el Reino
de los cielos”, que es promesa de futuro, pero
también realidad para esta vida. El Reino de los
cielos está en medio de nosotros. Es el sentirse
libres para pensar sin prejuicios, para actuar con
desinterés y amar con un corazón libre de odio y
envidia.
San Cayetano
en la gloria.
22. Como san Mateo refiere
palabras de Jesús sobre
todo en cuanto a lo
interno, este llorar no se
trata por desdichas
materiales, enfermedades
u otras calamidades. Se
refiere a los que lloran
con confianza en el Señor.
23. Son bienaventurados los
que lloran por los ultrajes
contra Dios, por los que
se pierden o están en
camino de perdición, por
compasión con los
padecimientos de Jesús o
de tanta gente que sufre.
Santa Mónica lloró mucho
por la conversión de su
hijo Agustín. Y lo
consiguió.
24. Pero sobre todo los que lloran por sus culpas: por el
mal que han hecho o por el bien que han dejado de
hacer. Este dolor interno de los pecados purifica el
corazón. San Pablo decía que se alegraba porque los
fieles se entristecían para penitencia.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.
25. Dios bendice las lágrimas
que construyen y no las
que adormecen, las
lágrimas que terminan en
el afán de conversión, las
que ponen en movimiento
las manos para hacer el
bien, las que no impiden
ver la luz, sino que
limpian los ojos para que
vean mejor.
San Pedro lloró por haber negado a su Maestro.
26. Las lágrimas suelen ser expresión de sufrimiento
(también hay lágrimas de alegría). Jesús,
suprimiendo muchas veces el sufrimiento ajeno,
no se lo evitó a sí mismo, ya que en esta vida el
dolor es necesario y saludable. El dolor, unido al
amor a Jesucristo, ayuda a unirse más a Dios.
27. Son bienaventurados los que saben llorar bien.
Porque lloran más en lo escondido que en
público, ya que no quieren hacerse pasar por
víctimas o hacer sufrir a los demás; porque sus
lágrimas no son desesperadas, no son
rencorosas, no son estériles sino fecundas.
Santa María
Magdalena
28. “Porque ellos serán consolados”.
No sólo después de la
muerte cuando Dios
enjuague las lágrimas de
todos los rostros. La
palabra “consolación”
en la Sagrada Escritura
suele tener relación con
el Mesías. “Estar
consolados” significa no
estar solos. El cristiano
sabe que Jesús está con
él, que Jesús sufre por
nosotros y con nosotros.
29. Sufridos significa los
mansos. Mansedumbre es
lo contrario de la
violencia. Manso es quien
soporta con paciencia las
contradicciones y
adversidades, quien se
resigna a la voluntad de
Dios y ama la paz.
Decía san Pío de Pietrelcina:
“Yo jamás me he arrepentido
de actuar con dulzura”.
30. No se trata de un temperamento tranquilo o deseo natural
de evitar incidentes. No es una cobardía, no es la
exaltación de la debilidad, ni es falta de virilidad.
Es una virtud y por lo
tanto es un acto de
fortaleza. No es
debilidad sino verdadera
fuerza.
Dicen de san Francisco de
Sales que era muy violento
por temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a sí
de modo que es uno de los
símbolos de mansedumbre.
31. No es lo mismo fuerza que violencia. Fuerte es el que
crea, violento el que destruye. La mansedumbre es
fuerza, en cuanto pleno dominio de sí mismo. Los
arrebatos de cólera, lejos de ser una demostración de
fuerza, son signos de debilidad, como las rabietas de los
niños o impaciencias de ancianos.
San Francisco
con el lobo de
Gubbio
32. De Jesús se dice en el Evangelio: “Aprended de
mi, que soy manso y humilde de corazón; y cuando
entra sobre un borriquillo en Jerusalén.
Frente a la
dureza e
intransigencia de
los fariseos,
Jesús aparece
como dulzura,
alivio, refugio,
descanso de las
almas.
33. Manso es “quien muestra
con suavidad su fortaleza
interior”. Los mansos son
los que logran el dominio de
sí mismos. Y mediante el
dominio de sí mismos llegan
al dominio del mundo. Por
eso Jesús dice: “poseerán
la tierra”.
San Romualdo y compañeros
34. “Poseer la tierra” en la Biblia es la tierra de promisión.
Pero no es sólo algo material, sino un lugar donde pueda
desarrollarse el Reino de Dios. Por lo tanto
definitivamente será en el cielo; pero ya en esta vida se
trata de una superioridad sobre los demás, porque los
mansos, no los violentos, son los que conquistan los
corazones.
San Francisco
de Asís
35. Hablando aquí Jesús
especialmente de la pureza
interior, justicia significa santidad.
Justo significa acabado, perfecto.
Por eso en la vida espiritual es el
santo. La justicia interior en el
evangelio proviene de cumplir la
ley, de hacer la voluntad de Dios.
Justicia es caminar por la senda
del bien.
San Juan María Vianey la buscaba constantemente.
36. Quien desea su
perfección la desea
también para otros,
como san Francisco
Javier la deseaba
ardientemente y
trabajaba “hasta
desgastarse”.
37. La santidad perfecta sólo está en Dios. La
nuestra es relativa. Por eso podemos y debemos
aspirar a más. Así pues en esta vida la perfección
consistirá en aspirar a mayor santidad o amor.
Decía san Bernardo: “El
incansable deseo de
aprovechar y el
constante esfuerzo hacia
lo más perfecto es lo que
constituye la perfección”.
Si aspiramos a la
medianía, nos
quedaremos más bajos.
38. Y como lo principal es el amor, la perfección no consiste
en lo que hacemos sino en la manera de cómo lo
hacemos. No consiste en rezar más oraciones, sino en
rezar algunas de forma mejor.
Ese deseo de santidad
tenía san Juan de Ávila y
así lo enseñaba a los
sacerdotes y al pueblo.
39. Jesús quiere que deseemos la santidad de una manera
ardiente. Por eso lo compara al hambre y la sed. El
hambre es una condición de vida. Cuando un enfermo no
tiene hambre, mala señal. El apetito de los hijos alegra a
los padres: es señal de vitalidad. El hambre y la sed
expresan la vehemencia del deseo.
Santa Catalina de
Alejandría la buscaba a
través del estudio de la
Escritura y de los
Santos Padres.
40. “Porque ellos quedarán saciados.
En las carreras, nos lo recuerda san Pablo, uno sólo
consigue el premio. Pero en el cristianismo todos los que
corren por conseguir la santidad lo consiguen. Si lo
buscamos ardientemente, Dios lo dará.
Si la participación con
Dios lo desean los santos
ardientemente, mucho
más el estar con Él para
siempre.
De este deseo de ver a
Dios habla hermosamente
santa Teresa de Jesús.
48. Misericordioso es el que
se compadece de la
miseria y procura
remediarla. No es una
simple sensibilidad del
corazón. Se trata de
cierta manera de
comportarse con los
demás.
Como lo hacía san Juan de
Dios con los enfermos.
49. La misericordia en la Biblia se atribuye especialmente a
Dios, quien es “el Padre de las misericordias”. Para Dios
ser justo es ser misericordioso. La misericordia de Dios
incluye los aspectos de compasión, ternura, clemencia,
piedad, paciencia, tolerancia.
Con esa ternura
curaba santa
Irene a san
Sebastián las
heridas
producidas por
las flechas.
50. Para que nuestra
misericordia sea como
quiere Jesús, debemos
reconocer en el prójimo a
la persona de Cristo: debe
manifestarse en las obras;
ser constante a pesar de
los sacrificios; no limitada
a personas o grupos, sino
universal.
Así lo hacía la reina santa
Isabel de Hungría con los
pobres y necesitados.
51. La misericordia tiene
sus prioridades en
quien más lo
necesite, como nos
enseña la parábola
del buen samaritano.
Para la beata Teresa de
Calcuta la prioridad
eran los más pobres
entre los pobres.
52. La misericordia es también perdonar. Se dice en
la parábola del siervo despiadado: “¿No era tu
deber tener compasión…?”
San Maximiliano Kolbe usó
de gran misericordia
cambiando la condena con
aquel hombre contado entre
los condenados. Pero luego
usó de misericordia
perdonando a quienes eran
sus mismos verdugos.
53. “Alcanzarán misericordia.” Y no como en la ley del
talión. Por nuestra pequeña misericordia Dios nos dará
una grande. Por un vaso de agua… se nos dará la
salvación. Los misericordiosos oirán un día: “Venid
benditos de mi Padre…”
San Felipe
Neri en la
Gloria.
54. Los fariseos, siguiendo en parte
el Ant. Testamento, hablaban de
pureza legal. Así eran impuros
algunos animales, la sangre, los
leprosos… Era una impureza que
impedía participar en el culto.
Para Jesús limpio de corazón es
el que piensa, habla, actúa
limpiamente, sin doblez, con
sinceridad y santidad.
Como santa Cecilia guiada
por su ángel.
55. De esta
limpieza
hablaba
Jesús en
la Última
cena:
“Vosotros estáis limpios, aunque no todos”. Y el
sentido de pureza del alma se refiere a todas las
virtudes y a todos los preceptos del Señor.
56. Limpios de corazón son los
que tienen una intención
pura. Son los que van
quitando el egoísmo y
tienen como prioridad el
cumplir la voluntad de Dios.
Para ello buscan conocerla
y responden con un sí
inmediato y alegre.
Para san Cristóbal el
cumplir la voluntad de
Dios era hacer de puente
entre las orillas de un río.
Mereció llevar al Niño
Jesús.
57. Limpio de corazón significa también estar libre de
las criaturas, no apegado a ninguna cosa, sino
que el afecto vaya directamente a Dios como
principio y fin.
Así lo hacía san Luis
Gonzaga, guiado por
las normas de los
“ejercicios
espirituales” de su
maestro, san Ignacio.
58. “Verán a Dios”.
A veces en esta vida Dios permite una visión externa,
transitoria, pero muy confortante para el espíritu. Como
san Antonio de Padua o santa Rosalía de Palermo.
59. A veces es la Virgen María, quien viene a dar consuelo y
algún mensaje a personas sencillas y “limpias de
corazón”, como a san Juan Diego y a santa Bernardita.
60. Ver a Dios sobre todo cuando el Reino de Dios
quede plenamente establecido al final de los
tiempos. En el cielo veremos a Dios “cara a cara”,
“tal cual es”. Esa será la felicidad plena del cielo y
la participación en la vida íntima de Dios.
61. Mientras estamos en esta vida se da un cierto
conocimiento de Dios por medio de las creaturas (Rom
1,20). Así lo han hecho los santos. Para descubrir a Dios
se necesita pureza de corazón. Aunque el ver a Dios sea
de modo imperfecto. “Ahora vemos confusamente en un
espejo”.
San Francisco veía
de tal modo a Dios
en la naturaleza,
hasta llegar a
predicar a los
pajaritos.
62. Aun para los limpios de
corazón a veces Dios se
oculta, como en muchas
almas puras que llegan a la
“noche oscura”. Pero, si
con fe avanzan en medio de
las tinieblas, en cierto
momento las tinieblas se
disipan y aparece la luz más
radiante.
De todo esto nos habla con gran sabiduría san
Juan de la Cruz.
73. No se trata de los que tienen
un temperamento
bonachón, incapaz de
molestar a nadie, sino los
que hacen la paz, no sólo
como mediadores en las
discordias, sino difusores y
sembradores de paz.
Como santa Isabel de
Portugal, sembrando paz
entre su familia de reyes.
74. Los judíos estaban acostumbrados a ver entre los dioses
de otras naciones guerras y violencias; hasta había un
dios de la guerra. Al Dios verdadero le llamaban “El Dios
de los ejércitos”. Jesús quiere la paz, una paz activa.
Jesús no quiere una simple
ausencia de guerra, sino un
positivo amor entre los
hombres, una paz sobre la
que se pueda asentar un
orden nuevo.
Como la beata Teresa de Calcuta,
recibiendo el premio Nobel de la
Paz,
75. La paz de Jesús no es una paz aburrida y cobarde. Es una
paz tensa y en continuo progreso, en medio de un trabajo
constructor. Esta paz tiene como objetivo no la muerte
sino la vida. Nace de la paz con Dios y consigo mismo.
Santa Catalina de
Siena se esforzó,
delante del mismo
papa, porque la
Iglesia estuviera en
paz.
76. La paz de Jesús viene sobre todo del amor. Consiste en la
concordia y unión de corazones, en la tolerancia mutua de
los defectos y en ayudarnos unos a otros. El hombre
pacífico puede tener discusión, pero evita la disputa.
Un ejemplo hermoso es
el de Abraham que, por
evitar discordias con los
criados de Lot, eligió
para sí la tierra peor.
77. “Serán llamados hijos de Dios”.
Ser llamados significa ser; pero de una manera
especial, pues todos los que están en gracia son
hijos de Dios. Éstos son los que han encontrado
la verdadera paz, que es “tranquilidad en el
orden”, como dice santo Tomás de Aquino.
San Juan Bosco
poniendo paz
entre sus
muchachos.
78. La persecución es necesaria, ya
que la oposición es una ley del
progreso humano. Una vida fácil
no suele ser una vida virtuosa.
Nosotros no adquirimos la
virtud sino a condición de
superar las tentaciones que
provienen de nuestra inclinación
al mal. La virtud sólida es una
virtud “experimentada”.
Como santa Rita de Casia.
79. En la historia del cristianismo vemos que dondequiera
que se anuncia se ve fatalmente combatido. Pero resulta
que esta oposición le hace ganar más adhesiones, tan
apasionadas y fieles, que no se hubieran producido, al
menos en el mismo grado, sin la violencia de los
adversarios. No es que se quiera el mal, sino que el mal
es ocasión del bien.
San
Lorenzo
padeció
uno de los
más
terribles y
famosos
martirios.
80. Se llaman perseguidos los
que son burlados,
ultrajados o perseguidos
por practicar alguna virtud,
por cumplir su deber de
cristianos, por las obras de
caridad que realizan, por la
fidelidad a la fe cristiana, a
las buenas costumbres, a
los pastores legítimos…
Los crueles y cobardes perseguidores mataban a mujeres
indefensas, como santa Catalina de Alejandría.
81. La persecución viene de los “malos”, pero a veces
también de los buenos o de los que se creen buenos,
quizá por su mal carácter o mala comprensión.
A veces se pone por excusa el
ser enemigo del régimen o de la
patria. Dice Jesús que hasta
pensarán que hacen un servicio
a Dios. Es célebre el caso de
santa Juana de Arco
perseguida y quemada “por
acciones contra la patria” con
sentencia de cardenales y
obispos, cuando luego la
Iglesia la reconoce como santa.
82. Son perseguidos “por la justicia”, que es decir por
Jesucristo, como Él dijo: “padecer por Mí”. A veces es
difícil distinguir los motivos, pues se mezclan intereses
políticos y hasta defectos del perseguido.
San Hermenegildo, hijo
del rey visigodo,
esperaba con paz en la
cárcel la muerte, que
había ordenado su
mismo padre por
haberse hecho
cristiano católico.
83. Esta bienaventuranza para
el mundo es un
contrasentido. Y
especialmente para el
antiguo Israel, que
pensaba en las
bendiciones materiales de
Dios para el justo. Para
Jesús la persecución es
una señal de bendición.
Las persecuciones forman
parte de los designios del
Reino.
San Sebastián con su
fortaleza fue un ejemplo
para muchos cristianos.
84. El hecho de ser perseguido no quiere decir que se deje de
combatir contra la injusticia. Los discípulos de Jesús
deben ser valerosos: no se trata sólo de enseñar y
practicar la “justicia”, sino de defenderla y sufrir por ella.
No se trata de tener una actitud
de resignación ante el mal. El
cristiano sabe que el mal no es
más fuerte que el bien. Cree en
la derrota final del mal y se
dedica a apresurarla.
Santa Águeda, muriendo,
triunfó de sus enemigos.
85. “De ellos es el Reino de los cielos”.
La recompensa de alegría y
felicidad es primeramente para
esta vida. El día de persecución
por la justicia y a causa de
Jesucristo es un día de victoria.
Este gozo lo experimentaban los
santos. Como “los apóstoles que
salieron contentos de haber
merecido aquel ultraje por causa
de Jesús”. Esta pequeña felicidad
es anticipo de la felicidad perfecta
del cielo.
San Esteban pudo percibir en el martirio la gloria del cielo.
86. Si los discípulos de Jesús son
perseguidos es porque
primeramente persiguieron al
Maestro. El amor a la cruz será
siempre uno de los distintivos
de los discípulos de Cristo. El
premio que nos espera
corresponderá a los
sufrimientos que con Cristo
hayamos compartido.
Santa Librada se unió a
los sufrimientos de Cristo
hasta en la forma externa,
la crucifixión.
87. Los santos son
en el mundo
como el buen
olor agradable
de Cristo.
Como santa Apolonia
88. Y están en las manos del Señor como el barro
para formar una digna vasija del amor de Dios.
Como san
Jerónimo al
hacer penitencia.