5. ¿Dónde podemos hablar con Dios?
Jesús nos enseña que Dios está en
todas las partes y en cualquier lugar
podemos hablar con Dios.
6. Pero hay lugares especiales que
favorecen a la oración.
El primer domingo
de Cuaresma
hablábamos del
desierto donde
Jesús se retiró
para prepararse
con la oración y
enseñarnos a
encontrarnos con
Dios.
7. El domingo pasado,
segundo de Cuaresma,
hablábamos de la
montaña.
Desde lo alto del monte se imaginaban los
israelitas que estaban más cerca de Dios.
8. Hoy se nos habla del templo.
Es el lugar propio para la oración
en común.
9. Por eso sintió tanto Jesús al ver que el
templo se había convertido en un mercado.
Y viendo
que los
respon-
sables se
aprove-
chaban
para
hacerse
ricos.
10. El sentimiento de Jesús era que aquel templo, que había
sido consagrado como “casa de Dios”, para poder mejor
orar o ponerse en comunicación con Dios, lo habían
convertido en una casa de comercio material.
Y, claro,
con
aquella
bulla
nadie
podía
rezar a
gusto.
11. Este suceso lo narran
los 4 evangelistas.
Los 3 sinópticos,
Mateo, Marcos y
Lucas, lo ponen
cercano ya la muerte
de Jesús. Hoy lo
narra san Juan, que
lo pone casi al
principio de la
predicación de Jesús.
12. Dicen que puede ser
porque san Juan,
más que los otros,
no se preocupa tanto
del orden
cronológico sino del
orden catequético.
Además es la
narración un poco
más dramática que
los otros
evangelistas (Jn 2,
13-25)
Dice así:
13. Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a
Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de
bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y,
haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo,
ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las
monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían
palomas les dijo: "Quitad esto de aquí; no convirtáis en un
mercado la casa de mi Padre." Sus discípulos se acordaron
de lo que está escrito: "El celo de tu casa me devora."
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: "¿Qué
signos nos muestras para obrar así?" Jesús contestó:
"Destruid este templo, y en tres días lo levantaré." Los
judíos replicaron: "Cuarenta y seis años ha costado
construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?"
Pero hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó
de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo
había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que
había dicho Jesús.
14. Comienza el evangelio diciendo: «Se acercaba la Pascua
de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén».
¡Con qué entusiasmo
religioso iría Jesús al
frente de los suyos! Esta
vez seguro que iría su
madre María, pues
(Jesús lo sabía) era la
última Pascua que iba a
Jerusalén. Esperaría
poder orar, con los
suyos, en el templo con
mucho fervor. Así nos
espera Jesús en el altar
para darnos el abrazo de
paz, cuando nosotros
vamos al templo, sobre
todo los domingos.
15. Dios te espera en el altar, vamos
todos hasta Él,
Au-
to-
má-
ti-
co
26. Algunos creen, por este hecho, que Jesús era violento.
También por algunas frases fuertes contra los fariseos
27. Y alguno pregunta ¿porqué Jesús, siendo tan bueno, se
nos muestra violento?
28. Pero podríamos preguntarlo de otra manera: ¿Cómo le
parecería a Jesús aquello ser tan malo para que Él, siendo
tan manso, tenga que recurrir a la fuerza y la violencia, para
así poder dejar clara su oposición al mal?
29. Resulta que los israelitas, cuando llegaba la Pascua, solían
ir en grandes multitudes al templo de Jerusalén, donde
debían ofrecer un sacrificio de un animal, como expresión
de culto y adoración al Dios, dueño del universo.
Para
comprender
lo que
pasaba
debemos
conocer los
hechos:
30. El hecho es que para
muchos israelitas era una
ventaja poder comprar en el
mismo templo los animales
para ser ofrecidos como
víctimas.
El animal solía ser un
cordero, o un buey para
los ricos, o palomas para
los pobres. Pero debía
ser “puro”, no
contaminado con ventas
por pecadores, etc.
31. Por todo ello los encargados del templo, jefes de los
sacerdotes, habían montado un opulento negocio en los
patios del templo. La gente prefería comprarlo allí, aunque
fuese mucho más caro.
Además lo
tenían que
comprar con
las monedas
del templo:
otro gran
negocio de
los
sacerdotes
para hacer el
cambio.
32. Todo eran gritos y discusiones por el cambio de moneda
y la venta de los animales.
Así que
cuando
llegó
Jesús al
templo, lo
menos
que se
encontró
fue con
un clima
de
oración.
33. Lleno de “celo por la casa de Dios” cogió unas cuerdas, que
habrían servido para atar a unos animales, y con ellas
comenzó a dar latigazos y derribar mesas con este mensaje:
“ésta es casa de oración y no cueva de ladrones”.
34. No era tanto por el hecho de las ventas, cuanto por la
avaricia, las injusticias y robos a la gente sencilla que allí se
hacían, especialmente por aquellos que debían llevar la
gente hacia Dios.
35. El mal estaba en querer aprovecharse del culto a Dios para
enriquecerse a sí mismos, y hacer que el culto, que debe
llevar a la conversión del corazón, se convierta en un negocio.
El mal estaba
en la avaricia,
las injusticias
y robos a la
gente sencilla
que allí se
hacían,
especialmente
por quienes
debían llevar
la gente hacia
lo espiritual.
36. Lo que hizo Jesús
suele decirse que
fue como un “gesto
profético” o una
parábola viviente.
Nos enseñó algo
importante por
medio de gestos.
Estos hechos de
Jesús se deben
compaginar con
tantas páginas del
evangelio donde
aparece la dulzura y
la mansedumbre, el
amor y la
servicialidad.
37. Normalmente
nuestra actuación
debe ser por medio
de la
mansedumbre,
aunque a veces
(pocas veces)
puede ser buena
una santa
indignación, como
lo vemos en el
mismo Jesucristo.
38. En los hecho violentos debemos distinguir una violencia
mala, que procede del egoísmo, y una violencia sana, que
se da en ocasiones, y que procede del amor.
39. La violencia es mala
cuando es vengativa. Así
suele ser en todas las
guerras. El resultado es
destrucción y tristeza.
40. La violencia de Jesús no es vindicativa sino
liberadora. Es una violencia que nace del amor,
que brota del celo por el Padre.
41. La violencia de Jesús
no arranca de la ira con
deseo de venganza.
Nunca usa la violencia
para defenderse a sí
mismo. Hubiera tenido
ocasiones, como en
Getsemaní, Sin
embargo mandó a san
Pedro no usar la
espada.
42. La violencia de Jesús no llega al derramamiento de
sangre ni siquiera a heridas. Es violencia de gestos y
palabras, como para expresar con más fuerza su
sentimiento.
43. Hoy también se nos quiere decir que, además de nuestro
deber por defender lo sagrado de los templos materiales,
debemos defender los templos vivos, que somos
nosotros mismos.
44. A veces as necesaria una cierta violencia, aunque con
amor, para defender los templos vivos de Dios. Hay
demasiadas profanaciones, pues muchas personas son
violadas, maltratadas, despreciadas.
45. Hay muchos templos de
Cristo despreciados,
violados, oprimidos. Jesús
nos dice que hay que
restablecer estos templos.
Donde hay
lágrimas,
pongamos
alegría y
esperanza
46. San Pablo nos
dice que
nosotros
somos templos
vivos de Dios.
Debemos respetarnos
unos a otros, porque
Dios, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, habita
dentro de nosotros.
51. Para tener el necesario respeto por las cosas de Dios y
especialmente por sus “templos vivos”, en la 1ª lectura
se nos expone una de las primeras formulaciones de los
mandamientos de la ley de Dios.
En realidad
todos se
reducen al
amor. Dice
así en el
libro del
Exodo:
(20,1-17).
52. En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes
palabras: "Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de
Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente
a mí. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en
falso. Porque no dejará el Señor impune a quien
pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para
santificarlo. Honra a tu padre y a tu madre: así
prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios,
te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No
robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo.
No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la
mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su
buey, ni su asno, ni nada que sea de él."
53. Estos
mandamientos no
son sólo para los
judíos o los
cristianos. Son
normas cívicas
para hacer buenos
ciudadanos. Por lo
tanto son para
todos.
54. Jesucristo acentuó más el amor. En el sermón de la
montaña fue explicando algunos de ellos, de modo que
los vivamos en espíritu. Dios no quiere esclavos sino
hijos.
55. Por eso para un buen cristiano tiene que doler el ver
cómo desgraciadamente hay muchos templos vivos de
Dios que son profanados por leyes injustas, por el
terrorismo, por las guerras, por crueldades y torturas,
por tráficos de drogas y personas, por secuestros, etc.
56. Ante estas agresiones injustas puede haber una
indignación santa, con acciones proféticas,
aunque con amor.
57. Porque el amor
no es débil sino
fuerte. El amor
no se manifiesta
sólo en los
sentimientos
compasivos,
sino en
acciones
comprometidas
y hasta
revolucionarias.
58. Y no se conforma con lamentar los males, sino que hay
que “plantar cara” a los que provocan el mal.
El amor no
se contenta
con aliviar
los
sufrimien-
tos, sino
que hay que
buscar las
causas.
59. Por eso no le bastaba a Jesucristo con
denunciar la profanación del templo, sino
que debía echar a los profanadores.
60. A Él le tenía que doler tanto
o más que a los
profanadores echados.
Seguro que hoy sigue
llorando por tantos templos
vivos profanados.