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El problema del dolor

                                    Stephanie S. Tolan


Cuando se publicó Guiding the Gifted Child (hace ahora ya más de veinte años)
comenzaron a llamarme muchas familias de niños excepcionales y extremamente
dotados, comentándome sus casos y pidiéndome consejo. En aquel momento había muy
poca información disponible sobre las necesidades de niños situados en los rangos más
altos de la inteligencia humana y aunque nuestro libro no se había centrado en esa
población concreta, en el último capítulo se narraba la historia de mi único hijo,
excepcionalmente dotado, y del hijo de mi mejor amigo, superdotado profundo. Ese
capítulo sirvió como una especie de orientación para algunas familias que habían estado
luchando con ello en solitario. Cuando estas familias llamaban, solían echarse a llorar o
maldecían mientras me contaban sus historias (a veces ambas cosas a la vez). Estaban
desesperados.



Hasta nuestros días se han producido muchos cambios. Hay una gran cantidad de
información disponible para las familias y también muchos lugares de internet que les
permiten interconectarse, a ellas y a sus hijos, con otras personas que se enfrentan a la
misma situación. Las familias ya no están solas. Gracias a internet recibo muchas menos
llamadas de las que recibía.



Desgraciadamente, las llamadas que tengo dejan claro que ni el hecho de disponer de
más información ni poder adquirir un mayor sentido de comunidad han erradicado la
desesperación de las familias. La vida para los niños altamente dotados y sus familias
puede seguir siendo enormemente difícil. Contra lo que luchan es el dolor -a menudo un
dolor intenso-, el dolor de sus hijos y el suyo propio.



El dolor no es algo que podamos situar directamente, y puede haber alguna razón por la
que no congeniemos con él demasiado bien. Nuestra actitud cultural es todo menos un
instrumento de ayuda. Observemos un solo anuncio comercial en televisión y veremos las
dos respuestas más comunes ante el dolor. “¿Tiene un dolor? Tome una pastilla”. Esa
respuesta antes solía centrarse en el dolor físico, pero más tarde se ha extendido al dolor
de tipo emocional y psicológico. En una cultura que proclama salvaguardar a los niños de
las drogas, se lanza a los adultos constantemente hacia ellas. Los remedios
farmacológicos se promueven ahora no sólo para dolores de cabeza, de estómago,
contracturas musculares y fiebre, sino también para depresiones (a menudo
imprecisamente definidas), hipersensibilidad y hasta para la timidez (ahora denominada
alteración por ansiedad social). Peor aún, esos remedios farmacológicos, sin estudios que
prueben su efectividad y su seguridad para niños y jóvenes, se recetan cada vez más a
adolescentes, niños e los más pequeños.



La segunda respuesta que encontramos ante el dolor es “Haz algo para superar la
situación que te produce dolor, pero si no puedes hacerlo, busca un abogado y denuncia a
alguien”. Si el dolor no puede ser controlado, el razonamiento parece ser algo así como
que los causantes de ese dolor deberían ser identificados y penalizados, y nosotros recibir
una indemnización económica.



Ambas respuestas podrían ser las apropiadas para cierto tipo de situaciones, pero la idea
de que todo dolor puede o debería ser resuelto por cualquiera de ambas fórmulas sugiere
que el dolor es una aberración, que todos de alguna manera tenemos el inalienable
derecho a llevar una existencia libre de sufrimiento. Si nos hallamos ante el dolor, hay
algo que va mal, alguien a quien culpar y una necesidad inmediata de hacerlo parar.



Pero la verdad es que la vida incluye dolor. Para todos. Y lo cierto es que para las familias
de niños altamente dotados habrá siempre una considerable cantidad de dolor provocada
por la propia superdotación en sí misma. “Viene en el lote”.



                         El dolor de los altamente capacitados

La primera y más obvia fuente de dolor para los altamente dotados es que no encajan con
nuestras expectativas culturales, normas o instituciones. Son diferentes en una cultura a
la que desagrada y teme lo diferente, en una cultura que cada vez más define la
diferencia como patología. El término normal es demasiado utilizado para referirse a
promedio. Eso nos lleva a la creencia de que todo lo que no esté en el promedio es
anormal. En este contexto, un niño puede elegir ser auténtico y coherente y así
“condenarse” al ostracismo, o bien eludir aspectos fundamentales de sí mismo y adoptar
un camuflaje para protegerse y así encajar bien, pero en ambas elecciones estará
implicado el dolor.



Somos seres sociales y comunitarios. Nos necesitamos unos a otros. Pero puede que sea
difícil e incluso imposible para los niños excepcionalmente dotados encontrar a otros
niños con los que compartir sus pensamientos más profundos y sus intereses más
apasionantes. Puede que se sientan como aliens en una tierra de extraterrestres.



La inusual sensibilidad que es tan común en la población de altas capacidades puede
producir dolor en una multitud de formas. Niños lo bastante brillantes para ver desde una

edad temprana cómo es el mundo y capaces de crearse una imagen de cómo las cosas
deberían ser, han de llegar a un acuerdo para sobrevivir en el abismo, y por ello pueden
estar expuestos a cierto grado de depresión o desesperación. Algunos niños tienen tal
grado de empatía con otra gente, con animales o incluso con el planeta que pueden
interiorizar el dolor externo a ellos sin darse cuenta.



Las familias también, por supuesto, experimentan una cantidad de dolor por la
superdotación en sí misma. Parte de ese dolor proviene de contemplar a sus niños
sufriendo, otra parte por el dolor de su propia infancia, que se reactiva cuando las cosas
que a ellos mismos les sucedían les suceden ahora a sus hijos. La injusticia nos revuelve
a la mayoría de nosotros, y los superdotados deben enfrentarse a ella frecuentemente (a
menudo sin remedio). El hecho es que una superdotación extrema en una familia puede
crear un nivel de dolor similar al que produce una minusvalía severa.



                                  Cuando no hay solución

Llamada tras llamada durante las dos últimas décadas, las familias han descrito
situaciones (a menudo realmente espantosas) que por una razón o por otra no podían ser
resueltas. No había manera de cambiar a la persona o la situación que producía el
problema, no había manera de hacer salir de ahí al niño o de ofrecerle un entorno más
seguro. A veces hay estrategias que pueden aliviar un dolor, pero a costa de crear otro
similar o quizá mayor. Nuestra tendencia cultural a encontrar una solución a cada
problema ignora el hecho de que algunas situaciones no son meros problemas, sino
dilemas, en los cuales todas las opciones posibles tienen consecuencias negativas. A
veces no podemos elegir lo mejor, sino optar por lo menos malo. Una y otra vez he
colgado el teléfono tras una conversación con algún familiar de estos niños y he llorado,
sintiendo la intensidad del dolor de la familia y sabiendo que no hay nada que hacer para
aliviarlo.



He llegado a darme cuenta de que las familias necesitan algo más que respuestas ante
una situación dolorosa inminente, y es alguna forma de poder afrontar el inevitable
sufrimiento de la vida para que sea mucho más llevadero que como nuestra
estandarizada perspectiva cultural nos propone. Las familias necesitan saber que algunas
personas que han compartido sus extraordinarios talentos con el mundo, a través de
formas también extraordinarias, son personas cuyas vidas (durante su infancia y después)
han sufrido enormemente, pero han podido afrontarlo desarrollando su capacidad de
adaptación y aprendiendo a emplear sus talentos para manejar su dolor. Las familias
podrían incluso utilizar una serie de estrategias (que una madre llamó “kit de herramientas
del ingenio”) para manejar el sufrimiento.



                                    Umbrales de dolor

Es importante, en primer lugar, reconocer que el dolor, ya sea físico o emocional, es una
cuestión individual. Aquello que a una persona le produce un dolor enorme puede que a
otra le produzca poco más que una pequeña incomodidad. Necesitamos estar al tanto de
las diferencias individuales en la percepción del dolor, la reacción ante él y la forma de
expresarlo. Algunas familias me han llamado traumatizados porque algo les está
sucediendo a sus hijos y resulta que el niño parece no reaccionar ante ello. Hay diversas
explicaciones posibles para esto. El niño puede verdaderamente no sentirse tan
traumatizado como sus padres, el niño puede que lo sienta pero en cambio reaccione
negándolo o incluso rehusando a prestarle atención, o quizá el niño lo perciba, reaccione
enérgicamente, pero prefiera esconder sus sentimientos antes que expresarlos. Es
importante observar al niño con sumo cuidado para aprender sus patrones habituales de
reacción. Esto no siempre es fácil, sobre todo cuando los padres y los niños poseen
umbrales de dolor distintos y diferentes modos de responder ante el mismo
Cuando mi propio hijo estaba en clase con niños mayores que él y en las clases de
matemáticas le intimidaban, y el profesor les recordaba frecuentemente que mi hijo era
mucho más pequeño que ellos, le llevé a que le viera un psicólogo porque temía que bajo
su apariencia de estar siempre alegre estuviera ocultando un nivel de estrés y dolor que
debía ser canalizado. El psicólogo me aseguró que todo estaba bien, que RJ opinaba que
las intimidaciones a que estaba expuesto decían más un problema de esos compañeros
que le intimidaban que de él mismo. Le gustaba más este profesor, los comentarios de
desprecio le resbalaban y su aparente alegría no era más que el reflejo de que ¡era un
niño muy alegre! Lo que yo encontraba doloroso, RJ se lo tomaba con calma. Un amigo
mío tenía una norma para este tipo de situaciones: “nunca molestes a un niño feliz”.



Por otra parte, el niño extremadamente sensible a quien no se ha enseñado a distinguir
entre distintos niveles de dolor puede que entre en pánico y se angustie cada vez que
haya un bache en su camino emocional, de modo que los padres lleguen a
insensibilizarse ante sus continuas expresiones de dolor. Entonces puede que lleguen al
punto de pasar por alto las auténticas sirenas de alarma cuando éstas suenen. O quizá
puede que lleguen a hartarse tanto del tema que terminen ofreciendo al niño el mensaje
de que su atípica sensibilidad es algo vergonzoso.



Mi padre, heredero del estoicismo germánico, debió quedarse descolocado por completo
al tener que enfrentarse a un niño altamente emocional y gallina. Habiendo hecho lo
imposible por inhibir lo emocional, me dejó claro que la gente fuerte no sólo no muestra su
dolor, es que ni siquiera lo siente. El dolor en nuestra familia era muestra de debilidad de
carácter, era un fracaso. A menudo he pensado que todo habría sido mucho más fácil si
mi padre hubiera educado a mi hijo en mi lugar!



Es importante mencionar que hay unos pocos niños, a quienes se podría denominar
“almas sabias”, parecen llegar al mundo con una capacidad única para manejar el dolor.
Aparentemente lo hacen como si fueran “mediadores del dolor”, empleando el término con
que el budismo se refiere a quienes gracias a la meditación adquieren la capacidad de
absorber el dolor del mundo, procesarlo a través de su corazón con compasión y
devolverlo de nuevo traducido en amor. Si es tan afortunado de tener uno de estos raros
niños, seguramente aprenda más Vd. de su propio hijo que a la inversa.
Percepciones del dolor, definiciones y significados



¿Cómo percibe Vd. el dolor y cómo lo define? ¿Qué significa el dolor para Vd.? Las
respuestas a estas cuestiones determinarán su habilidad para enfrentarse a él, para
enseñar a sus hijos y ofrecerle patrones de imitación.



Como padres, es nuestra responsabilidad proteger a nuestros hijos del daño. Si
equiparamos dolor con daño, entonces pensaremos que nuestro trabajo es evitar que
experimenten el sufrimiento, algo imposible que          todavía engendrará más dolor en
nosotros y en ellos cuando llegue, a pesar de nuestros mejores esfuerzos para
mantenerlo a raya. Si pensamos que el dolor es una especie de castigo o de injusticia
(una desgracia innecesaria), nuestra capacidad para luchar con él será mínima. Puede
surgir a través de una experiencia repentina y adquirir connotaciones de culpa, injusticia,
puede ser interpretado como la hostilidad de un dios vengativo o de un universo maligno
que quiere aplastarnos. Si es así como vemos el dolor, actuaremos enseñando a nuestros
hijos a evitarlo, a salir corriendo, a escapar de él maldiciéndose a sí mismos o a otros
porque es algo que no puede ser detenido de forma inmediata. En el peor de los casos,
en el contexto de este tipo de percepción del dolor pueden surgir adicciones, amarguras,
retiradas (?) y suicidios.



Todas las tradiciones religiosas interpretan la cuestión del dolor de una manera o de otra y
las creencias religiosas o espirituales de la familia suelen producir enormes efectos en su
comprensión del significado del dolor. Los efectos de la tradición pueden ser positivos o
negativos, dependiendo de qué creencias se trate, de cómo las interpreta la familia y del
modo en que se adhiera a ellas. Pero tanto si existe un enfoque religioso o espiritual en la
familia como si no, tenemos un sistema de creencias acerca de qué es el universo y cuál
es nuestro lugar en él, y educaremos a nuestros hijos según este sistema, si no de
palabra, sí con hechos. Suele citarse a Einstein como quien dijo que “la cuestión
fundamental para la que cada persona debe encontrar respuesta es si el universo es un
lugar acogedor”. Será mucho más fácil manejar nuestro propio dolor y elaborar buenas
estrategias para nuestros hijos si creemos que el universo es un lugar acogedor!
Entrenamiento

Las siguientes herramientas son fácilmente accesibles para cualquier persona de
cualquier edad, pero todas ellas requieren práctica. Esa es la razón por la que muchas de
las personas más capaces de manejar el dolor son aquellas que han sufrido mucho dolor
en sus vidas. Cuanto más utilicemos estas herramientas, mejores seremos empleándolas
y mejor funcionarán. El dolor es un motivador excelente y para algunos es más que
suficiente. Otros en cambio preferirán gemir y quejarse sin cesar, o apretar los dientes y
soportarlo estoicamente, o darse contra la pared por haber tenido que encontrarse con él,
antes que ponerse manos a la obra haciendo un esfuerzo personal para afrontarlo.



                       Las diez herramientas del “kit del ingenio”



1. Aceptación.

Aceptar que el dolor forma parte de la vida no significa intentar que haya que arruinar el ni
la infancia de nuestros hijos. Aceptar el dolor nos permite movernos en él y cruzarlo, en
cambio renegar nos empuja más hacia él, impidiendo que desaparezca, recordándolo
continuamente y a menudo consiguiendo que se enquiste. Cuando algo hiere a tu hijo, un
dolor antiguo y que habías negado puede estallar como un forúnculo y entonces volverse
contra ti como una manía delirante, haciéndote incapaz de canalizarlo de forma
razonable.



Hay dolor, por supuesto, que no se pasa con el tiempo -la pérdida de un ser querido, por
ejemplo, puede recordarnos una etapa de nuestra vida, haciéndonos retornar a ella de
vez en cuando con una intensidad que nos sorprende. Pero incluso cuando ese dolor se
convierte en algo más llevadero y menos intrusivo cada vez- aquí también la aceptación
ayuda.



2. “Un día de vez en cuando” o “día de compartimentos estancos”.

Si podemos mantener nuestra atención confinada en un espacio pequeño, el dolor que
llene ese espacio será más fácil de manejar. En épocas de dolor moderado, ese espacio
puede ser un día; en las de dolor intenso ese espacio puede ser un minuto o tal vez un
segundo. Es posible afrontar brevemente algo que creemos ser incapaces de afrontar
durante mucho tiempo. Si nos centramos en el momento, podemos pasarlo aunque sea
sólo un momento, sólo un instante, pero uno tras otro, uno tras otro. En cambio, si
miramos hacia atrás recordando todos los malos momentos y los trasladamos desde ahí
hacia un infinito número de futuros malos momentos, se juntarán en un único y eterno
dolor y no seremos capaces de afrontarlo.



3. La “mantita”.

Muchos niños, como Linus, tienen “mantitas” que les aportan algo más que seguridad. Les
dan consuelo. Es importante descubrir qué nos alivia y qué nos consuela, qué alivia a
cada uno de nuestros hijos y qué les consuela, y siempre que sea posible disponer de ello
durante las épocas de dolor. Puede ser un baño caliente de espuma o un largo paseo o
un abrazo o un cuento. Es importante no pensar en este consuelo como una gratificación,
sino como un bálsamo. La generación de mis padres no consentía que los niños se
chupasen el dedo y rechazaban la introducción de los chupetes. La excusa era que
chuparse el dedo afectaba a los dientes y los deformaba. Pero la razón subyacente era
que las tradiciones culturales de su época consideraban que consolar a un niño lo
convertía en una persona débil. No hay nada inherentemente debilitante en consolar
durante una temporada dura. Siempre que la forma de consuelo no produzca un futuro
daño en sí mismo (como el alcohol, las drogas, demasiada azúcar o demasiado
chocolate), la dosis puede ser aumentada en proporción al aumento de la necesidad.



Creo que la generación de mis padres tenía razón en un sentido. En que necesitamos
poder tener esperanza y ser fuertes para curarnos y seguir adelante. Llevado al extremo,
si se ofrece demasiado a menudo y durante mucho tiempo, el consuelo puede convertirse
en un fin en sí mismo.



4. Otra gente

Nos necesitamos unos a otros. Una de las más importantes funciones de la comunidad es
prestarse apoyo durante los malos tiempos. Debido a que las familias con niños
excepcionalmente dotados son una minoría, puede ser difícil establecer tantos lazos
humanos como necesitamos. El primer paso es buscar a los demás, bien en persona o a
través de conexiones electrónicas, y el segundo es tener mucho cuidado con las
amistades que encontramos. Para las personas con un montón de intereses estar siempre
tan ocupadas puede ocasionar olviden cuidar sus relaciones. Necesitamos asegurarnos
de llamar o visitar amistades e intentar que nuestros hijos hagan lo mismo. Escribir cartas,
intercambiar correos electrónicos. Necesitamos pasar tiempo con las personas a las que
queremos. El tiempo es vital para construir relaciones.




5. Ayuda a alguien.

Cada día durante las vacaciones la prensa está llena de anuncios de personas que pasan
sus vacaciones solos y tristes. Un buen recurso es hacerse voluntario para conseguir que
otra persona tenga unas vacaciones agradables. Ayudar a alguien es una manera
excelente de mantenernos a cubierto de nuestros propios problemas. En ocasiones,
durante este proceso, encontramos personas cuyo dolor es bastante mayor que el nuestro
y entonces nos damos cuenta de que las cosas no son tan malas como pensábamos. En
otras, nos permite sustituir la lamentación por la ayuda (además de procurarnos buenos
sentimientos).



5. El pasadizo estrecho

Nada permanece para siempre. Nada se queda como está. Una de mis citas preferidas es
“no hay cuevas, sólo túneles”. Me recuerda que no importa cuán oscura y cuán poco
espacio haya dentro de una cueva, la salida no está fuera, se sale a través de un túnel. Y
afuera hay luz.

Decirnos a nosotros mismos que nada dura para siempre nos recuerda que ningún dolor
es para siempre. Pero además hay un aspecto positivo añadido. Saber que las cosas
buenas también pasan, nos fortalece para apreciarlas mientras duran.



6. Respiración

Concentrarse en la respiración es una técnica que el método Lamaze enseña para
combatir el dolor durante el parto y es el origen de muchas prácticas de meditación que
son efectivas para reducir los niveles de estrés y dolor. Todos respiramos, pero rara vez
nos damos cuenta de que lo hacemos. La respiración consciente es una herramienta fácil
de aprender, es eficaz rápidamente, y puede utilizarse en cualquier momento, en
cualquier lugar y en cualquier circunstancia. Cuanto más se practica, mejor funciona para
conseguir calmarnos y centrarnos. Simplemente comienza fijándote en tu respiración, no
tratando de controlarla, sólo tomando conciencia de cada inspiración y expiración.
Gradualmente, deja que tu respiración sea más lenta y profunda, concentrándote en las
sensaciones que produce el aire al ser inspirado y cuando está en tu interior.

Muchos de nosotros respiramos con los pulmones más que con el diafragma, y modificar
ésto puede contribuir a mejorar la efectividad de nuestra técnica de respiración. Toma aire
profundamente y observa si son tus pulmones o tu estómago lo que se mueve. Si son tus
pulmones, intenta respirar de modo que el movimiento se produzca en la zona del
abdomen que hay bajo la zona de las costillas. Para enseñar a los niños a respirar así,
hazles tumbarse en el suelo y sitúa un libro sobre su tripa. Hazles respirar de manera que
hagan subir y bajar el libro en esta posición. Después, hazles experimentar el movimiento
primero respirando con el pecho y luego respirando elevando el libro sobre la tripa, de
manera que puedan ser conscientes de la diferencia entre hacerlo de ambas formas.



Un modo rápido de cambiar la respiración del pecho por la respiración con el diafragma es
haciendo una inspiración muy profunda y después dejar salir el aire con fuerza y
rápidamente. Realizándolo una o dos veces normalmente se logra el cambio.



Las técnicas de respiración son sencillas y sorprendentemente efectivas. Practicarlas con
regularidad puede hacer que se conviertan en una parte fundamental del día, siendo útiles
tanto para momentos de dolor como para aumentar nuestra conciencia sobre sentimientos
positivos, proporcionándonos una experiencia intensa de ellos.



Bernie Siegel, un Doctor en Medicina que ha trabajado con pacientes de cáncer a lo largo
de su carrera, con frecuencia comenta que quienes están luchando con la vida y la muerte
suelen realizar una lista de las cosas terribles que les han sucedido durante la última
semana para luego compartirla con alguien. Es muy fácil percibir el dolor, llegan
momentos muy duros en los que se llega incluso a creer que sólo existe dolor. Hacer un
esfuerzo consciente para encontrar algo horrible cada día nos hace cambiar, permite que
cambiemos nuestra fijación. Cuando buscamos de forma consciente cosas horribles nos
damos cuenta de que desechamos muchas y al final no son tantas como pensábamos.
Muchos hemos tenido la experiencia de aprender una nueva palabra y de repente
empezar a escucharla o verla continuamente a nuestro alrededor, o la de comprarnos un
coche y fijarnos en cuántos otros vemos iguales al nuestro en la carretera o la calle. No es
que de repente la gente haya empezado a utilizar esa palabra o a conducir ese modelo
concreto de coche. Cuando no miramos algo, no lo vemos, incluso aunque lo tengamos
justo delante.



En el momento en que todo es relativo, lo que parecía “horroroso” durante parte de
nuestro viaje en la vida, puede ser algo verdaderamente espectacular, como por ejemplo
que nos toque la lotería. Lo que era terrible en un momento malo podría convertirse en
algo tan pequeño como entrever el sol reflejado en la superficie de un río mientras
estamos atrapados en un atasco. Lo importante aquí no estriba en lo que eso tan horrible
es en sí mismo, sino en el hecho de tomar conciencia de ello e identificarlo como algo
horrible. Compartir la lista de cosas horribles con otra persona nos ayuda a mantenernos
centrados.



9. Una lista de agradecimiento

Es una herramienta más del programa de 12 pasos. Al principio puede resultar difícil
sentirnos agradecidos por algo durante las épocas de gran dolor. Pero si nos tomamos la
tarea en serio y comenzamos buscando cinco o diez cosas por las que sintamos
agradecimiento, y hacemos esto cada día durante una semana o un mes, nuestros
sentimientos pueden empezar a cambiar. Algunas veces encontramos que realmente hay
más cosas por las que sentir agradecimiento que por las que sentirnos heridos por el
dolor, con independencia de si la circunstancia dolorosa que nos ha llevado a utilizar esta
herramienta ha cambiado o no.



A veces se produce una especie de milagro espiritual realizando este ejercicio. Aunque no
lleguemos a comprenderlo completamente, podemos acercarnos a la sensación del
misterio del dolor. Si nos concentramos con intensidad en la gratitud, nos daremos cuenta
de que somos capaces de ser agradecidos, no sólo por cosas externas o por aquéllas que
rodean al dolor (como, por ejemplo, ser capaces de ver, de caminar, de pensar o de no
haber sido atropellados por un autobús hoy), sino también por la circunstancia o la
persona que nos produce el dolor, e incluso por el dolor en sí mismo. Podremos descubrir
que el dolor nos hace estirarnos, crecer y acrisolar nuestra entera experiencia de vida.
10. Alegría.

¿Cómo puede ser la alegría una herramienta para luchar contra el dolor si ambos parecen
ser polos opuestos? Porque la alegría puede ser un aspecto esencial de la vida que está
a nuestro alcance todo el tiempo, en cualquier lugar, tanto si existe simultáneamente con
el dolor o no. La alegría es luz, aire renovado, y puede parecer efímera, pero puede
convertirse en una realidad duradera que resida en nuestros corazones por encima, por
debajo y más allá del dolor. La alegría puede venir de un baúl de recuerdos con el que
hacer memoria de toda la bondad y belleza que hemos experimentado y toda aquella que
vemos a nuestro alrededor. La alegría puede provenir del sentido profundo que
encontramos a nuestras vidas, el cual tenemos que compartir con el mundo.



Hay un libro de ilustraciones de Leo Lionni llamado Frederick. Si no lo conoce, merece la
pena que lo busque, tanto para Vd. como para niños de cualquier edad. Es la historia de
un ratón que, mientras otro ratón está almacenando trabajosamente semillas para el
invierno, se dedica a quedarse mirando al sol, a los árboles, al cielo. El otro ratón piensa
que está perdiendo el tiempo, pero se dice a sí mismo que en realidad ambos están
trabajando según es cada uno. Después, durante el largo y rudo invierno, van comiendo
gradualmente hasta que se terminan las semillas almacenadas y se encuentran helados y
hambrientos. Es entonces cuando Frederick comparte lo que él había almacenado.
Convierte sus bellos recuerdos del verano en palabras que inundan la oscura madriguera
de luz y calor y belleza.



Frederick es una de esas sencillas historias clásicas que funcionan en muchos niveles.
Puede ser interpretada como un canto al arte y a los artistas. Pero es asimismo una
historia acerca de la autenticidad y la fuerza de la alegría. Relatar imágenes bellas,
momentos de alegría de nuestras vidas cotidianas es algo que cada uno de nosotros
podemos hacer si elegimos hacerlo. Cuanto mayor sea nuestro almacén de momentos
alegres más conscientes seremos de su presencia constante, estarán ahí siempre
disponibles, sin importar cuán negro parezca el mundo en un momento dado.



11. Perspectiva y elección

Algunos se habrán dado cuenta de que las tres últimas herramientas son distintas formas
de decir lo mismo. En el fondo del “kit del ingenio” lo que hay es algo que podríamos
llamar “la navaja suiza” de las herramientas. Vale para todo. Esta herramienta multiuso es
la perspectiva.



Todo en nuestra vida depende de la perspectiva, del punto de vista, del lugar en el que
nos encontramos en un momento dado. Los fotógrafos saben que permanecer en un
punto y disparar la cámara cinco veces seguidas puede proporcionar cinco fotos
completamente distintas, según el ángulo o el enfoque. Unos centímetros hacia aquí o
hacia allá y la foto entera cambia. Enfocar lejos o cerca y la foto cambia. Mirar hacia la luz
o ponerse de espaldas a ella, y la foto cambia. Nosotros somos siempre los que podemos
controlar nuestra perspectiva. Podemos cambiar el enfoque, retirarnos o tomar una
perspectiva más amplia.



En su intenso libro, El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl afirma: “Nunca debemos
olvidar que podemos...encontrar sentido a la vida incluso cuando nos enfrentamos a una
situación sin esperanza, cuando afrontamos un destino que no puede ser cambiado. La
cuestión, cuando eso suceda, es dar testimonio de lo mejor del potencial únicamente
humano, que es capaz de transformar una tragedia personal en un triunfo, un apuro
personal en un logro de la humanidad. Cuando ya no hay capacidad para cambiar una
situación -como una enfermedad incurable, un cáncer inoperable- entonces tenemos ante
nosotros el reto de cambiarnos a nosotros mismos”.



Cambiar nuestra perspectiva, cambiarnos a nosotros mismos, es una elección. Quizá lo
más importante es recordar que, sea cual sea la situación de la vida, sea cual sea el dolor,
cada uno de nosotros, niños o adultos, siempre tenemos esa oportunidad.

STEPHANIE S. TOLAN

     Revised, originally published in the Gifted Education Communicator (California
     Association for the Gifted), Volume 31, No. 4, Fall2000

     http://www.stephanietolan.com/problem_of_pain.htm

Traducción de Almudena Franco Ayestarán, septiembre de 2010.

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El problema del dolor stephanie s. tolan (espaã±ol)

  • 1. El problema del dolor Stephanie S. Tolan Cuando se publicó Guiding the Gifted Child (hace ahora ya más de veinte años) comenzaron a llamarme muchas familias de niños excepcionales y extremamente dotados, comentándome sus casos y pidiéndome consejo. En aquel momento había muy poca información disponible sobre las necesidades de niños situados en los rangos más altos de la inteligencia humana y aunque nuestro libro no se había centrado en esa población concreta, en el último capítulo se narraba la historia de mi único hijo, excepcionalmente dotado, y del hijo de mi mejor amigo, superdotado profundo. Ese capítulo sirvió como una especie de orientación para algunas familias que habían estado luchando con ello en solitario. Cuando estas familias llamaban, solían echarse a llorar o maldecían mientras me contaban sus historias (a veces ambas cosas a la vez). Estaban desesperados. Hasta nuestros días se han producido muchos cambios. Hay una gran cantidad de información disponible para las familias y también muchos lugares de internet que les permiten interconectarse, a ellas y a sus hijos, con otras personas que se enfrentan a la misma situación. Las familias ya no están solas. Gracias a internet recibo muchas menos llamadas de las que recibía. Desgraciadamente, las llamadas que tengo dejan claro que ni el hecho de disponer de más información ni poder adquirir un mayor sentido de comunidad han erradicado la desesperación de las familias. La vida para los niños altamente dotados y sus familias puede seguir siendo enormemente difícil. Contra lo que luchan es el dolor -a menudo un dolor intenso-, el dolor de sus hijos y el suyo propio. El dolor no es algo que podamos situar directamente, y puede haber alguna razón por la que no congeniemos con él demasiado bien. Nuestra actitud cultural es todo menos un instrumento de ayuda. Observemos un solo anuncio comercial en televisión y veremos las dos respuestas más comunes ante el dolor. “¿Tiene un dolor? Tome una pastilla”. Esa respuesta antes solía centrarse en el dolor físico, pero más tarde se ha extendido al dolor
  • 2. de tipo emocional y psicológico. En una cultura que proclama salvaguardar a los niños de las drogas, se lanza a los adultos constantemente hacia ellas. Los remedios farmacológicos se promueven ahora no sólo para dolores de cabeza, de estómago, contracturas musculares y fiebre, sino también para depresiones (a menudo imprecisamente definidas), hipersensibilidad y hasta para la timidez (ahora denominada alteración por ansiedad social). Peor aún, esos remedios farmacológicos, sin estudios que prueben su efectividad y su seguridad para niños y jóvenes, se recetan cada vez más a adolescentes, niños e los más pequeños. La segunda respuesta que encontramos ante el dolor es “Haz algo para superar la situación que te produce dolor, pero si no puedes hacerlo, busca un abogado y denuncia a alguien”. Si el dolor no puede ser controlado, el razonamiento parece ser algo así como que los causantes de ese dolor deberían ser identificados y penalizados, y nosotros recibir una indemnización económica. Ambas respuestas podrían ser las apropiadas para cierto tipo de situaciones, pero la idea de que todo dolor puede o debería ser resuelto por cualquiera de ambas fórmulas sugiere que el dolor es una aberración, que todos de alguna manera tenemos el inalienable derecho a llevar una existencia libre de sufrimiento. Si nos hallamos ante el dolor, hay algo que va mal, alguien a quien culpar y una necesidad inmediata de hacerlo parar. Pero la verdad es que la vida incluye dolor. Para todos. Y lo cierto es que para las familias de niños altamente dotados habrá siempre una considerable cantidad de dolor provocada por la propia superdotación en sí misma. “Viene en el lote”. El dolor de los altamente capacitados La primera y más obvia fuente de dolor para los altamente dotados es que no encajan con nuestras expectativas culturales, normas o instituciones. Son diferentes en una cultura a la que desagrada y teme lo diferente, en una cultura que cada vez más define la diferencia como patología. El término normal es demasiado utilizado para referirse a promedio. Eso nos lleva a la creencia de que todo lo que no esté en el promedio es anormal. En este contexto, un niño puede elegir ser auténtico y coherente y así
  • 3. “condenarse” al ostracismo, o bien eludir aspectos fundamentales de sí mismo y adoptar un camuflaje para protegerse y así encajar bien, pero en ambas elecciones estará implicado el dolor. Somos seres sociales y comunitarios. Nos necesitamos unos a otros. Pero puede que sea difícil e incluso imposible para los niños excepcionalmente dotados encontrar a otros niños con los que compartir sus pensamientos más profundos y sus intereses más apasionantes. Puede que se sientan como aliens en una tierra de extraterrestres. La inusual sensibilidad que es tan común en la población de altas capacidades puede producir dolor en una multitud de formas. Niños lo bastante brillantes para ver desde una edad temprana cómo es el mundo y capaces de crearse una imagen de cómo las cosas deberían ser, han de llegar a un acuerdo para sobrevivir en el abismo, y por ello pueden estar expuestos a cierto grado de depresión o desesperación. Algunos niños tienen tal grado de empatía con otra gente, con animales o incluso con el planeta que pueden interiorizar el dolor externo a ellos sin darse cuenta. Las familias también, por supuesto, experimentan una cantidad de dolor por la superdotación en sí misma. Parte de ese dolor proviene de contemplar a sus niños sufriendo, otra parte por el dolor de su propia infancia, que se reactiva cuando las cosas que a ellos mismos les sucedían les suceden ahora a sus hijos. La injusticia nos revuelve a la mayoría de nosotros, y los superdotados deben enfrentarse a ella frecuentemente (a menudo sin remedio). El hecho es que una superdotación extrema en una familia puede crear un nivel de dolor similar al que produce una minusvalía severa. Cuando no hay solución Llamada tras llamada durante las dos últimas décadas, las familias han descrito situaciones (a menudo realmente espantosas) que por una razón o por otra no podían ser resueltas. No había manera de cambiar a la persona o la situación que producía el problema, no había manera de hacer salir de ahí al niño o de ofrecerle un entorno más seguro. A veces hay estrategias que pueden aliviar un dolor, pero a costa de crear otro similar o quizá mayor. Nuestra tendencia cultural a encontrar una solución a cada
  • 4. problema ignora el hecho de que algunas situaciones no son meros problemas, sino dilemas, en los cuales todas las opciones posibles tienen consecuencias negativas. A veces no podemos elegir lo mejor, sino optar por lo menos malo. Una y otra vez he colgado el teléfono tras una conversación con algún familiar de estos niños y he llorado, sintiendo la intensidad del dolor de la familia y sabiendo que no hay nada que hacer para aliviarlo. He llegado a darme cuenta de que las familias necesitan algo más que respuestas ante una situación dolorosa inminente, y es alguna forma de poder afrontar el inevitable sufrimiento de la vida para que sea mucho más llevadero que como nuestra estandarizada perspectiva cultural nos propone. Las familias necesitan saber que algunas personas que han compartido sus extraordinarios talentos con el mundo, a través de formas también extraordinarias, son personas cuyas vidas (durante su infancia y después) han sufrido enormemente, pero han podido afrontarlo desarrollando su capacidad de adaptación y aprendiendo a emplear sus talentos para manejar su dolor. Las familias podrían incluso utilizar una serie de estrategias (que una madre llamó “kit de herramientas del ingenio”) para manejar el sufrimiento. Umbrales de dolor Es importante, en primer lugar, reconocer que el dolor, ya sea físico o emocional, es una cuestión individual. Aquello que a una persona le produce un dolor enorme puede que a otra le produzca poco más que una pequeña incomodidad. Necesitamos estar al tanto de las diferencias individuales en la percepción del dolor, la reacción ante él y la forma de expresarlo. Algunas familias me han llamado traumatizados porque algo les está sucediendo a sus hijos y resulta que el niño parece no reaccionar ante ello. Hay diversas explicaciones posibles para esto. El niño puede verdaderamente no sentirse tan traumatizado como sus padres, el niño puede que lo sienta pero en cambio reaccione negándolo o incluso rehusando a prestarle atención, o quizá el niño lo perciba, reaccione enérgicamente, pero prefiera esconder sus sentimientos antes que expresarlos. Es importante observar al niño con sumo cuidado para aprender sus patrones habituales de reacción. Esto no siempre es fácil, sobre todo cuando los padres y los niños poseen umbrales de dolor distintos y diferentes modos de responder ante el mismo
  • 5. Cuando mi propio hijo estaba en clase con niños mayores que él y en las clases de matemáticas le intimidaban, y el profesor les recordaba frecuentemente que mi hijo era mucho más pequeño que ellos, le llevé a que le viera un psicólogo porque temía que bajo su apariencia de estar siempre alegre estuviera ocultando un nivel de estrés y dolor que debía ser canalizado. El psicólogo me aseguró que todo estaba bien, que RJ opinaba que las intimidaciones a que estaba expuesto decían más un problema de esos compañeros que le intimidaban que de él mismo. Le gustaba más este profesor, los comentarios de desprecio le resbalaban y su aparente alegría no era más que el reflejo de que ¡era un niño muy alegre! Lo que yo encontraba doloroso, RJ se lo tomaba con calma. Un amigo mío tenía una norma para este tipo de situaciones: “nunca molestes a un niño feliz”. Por otra parte, el niño extremadamente sensible a quien no se ha enseñado a distinguir entre distintos niveles de dolor puede que entre en pánico y se angustie cada vez que haya un bache en su camino emocional, de modo que los padres lleguen a insensibilizarse ante sus continuas expresiones de dolor. Entonces puede que lleguen al punto de pasar por alto las auténticas sirenas de alarma cuando éstas suenen. O quizá puede que lleguen a hartarse tanto del tema que terminen ofreciendo al niño el mensaje de que su atípica sensibilidad es algo vergonzoso. Mi padre, heredero del estoicismo germánico, debió quedarse descolocado por completo al tener que enfrentarse a un niño altamente emocional y gallina. Habiendo hecho lo imposible por inhibir lo emocional, me dejó claro que la gente fuerte no sólo no muestra su dolor, es que ni siquiera lo siente. El dolor en nuestra familia era muestra de debilidad de carácter, era un fracaso. A menudo he pensado que todo habría sido mucho más fácil si mi padre hubiera educado a mi hijo en mi lugar! Es importante mencionar que hay unos pocos niños, a quienes se podría denominar “almas sabias”, parecen llegar al mundo con una capacidad única para manejar el dolor. Aparentemente lo hacen como si fueran “mediadores del dolor”, empleando el término con que el budismo se refiere a quienes gracias a la meditación adquieren la capacidad de absorber el dolor del mundo, procesarlo a través de su corazón con compasión y devolverlo de nuevo traducido en amor. Si es tan afortunado de tener uno de estos raros niños, seguramente aprenda más Vd. de su propio hijo que a la inversa.
  • 6. Percepciones del dolor, definiciones y significados ¿Cómo percibe Vd. el dolor y cómo lo define? ¿Qué significa el dolor para Vd.? Las respuestas a estas cuestiones determinarán su habilidad para enfrentarse a él, para enseñar a sus hijos y ofrecerle patrones de imitación. Como padres, es nuestra responsabilidad proteger a nuestros hijos del daño. Si equiparamos dolor con daño, entonces pensaremos que nuestro trabajo es evitar que experimenten el sufrimiento, algo imposible que todavía engendrará más dolor en nosotros y en ellos cuando llegue, a pesar de nuestros mejores esfuerzos para mantenerlo a raya. Si pensamos que el dolor es una especie de castigo o de injusticia (una desgracia innecesaria), nuestra capacidad para luchar con él será mínima. Puede surgir a través de una experiencia repentina y adquirir connotaciones de culpa, injusticia, puede ser interpretado como la hostilidad de un dios vengativo o de un universo maligno que quiere aplastarnos. Si es así como vemos el dolor, actuaremos enseñando a nuestros hijos a evitarlo, a salir corriendo, a escapar de él maldiciéndose a sí mismos o a otros porque es algo que no puede ser detenido de forma inmediata. En el peor de los casos, en el contexto de este tipo de percepción del dolor pueden surgir adicciones, amarguras, retiradas (?) y suicidios. Todas las tradiciones religiosas interpretan la cuestión del dolor de una manera o de otra y las creencias religiosas o espirituales de la familia suelen producir enormes efectos en su comprensión del significado del dolor. Los efectos de la tradición pueden ser positivos o negativos, dependiendo de qué creencias se trate, de cómo las interpreta la familia y del modo en que se adhiera a ellas. Pero tanto si existe un enfoque religioso o espiritual en la familia como si no, tenemos un sistema de creencias acerca de qué es el universo y cuál es nuestro lugar en él, y educaremos a nuestros hijos según este sistema, si no de palabra, sí con hechos. Suele citarse a Einstein como quien dijo que “la cuestión fundamental para la que cada persona debe encontrar respuesta es si el universo es un lugar acogedor”. Será mucho más fácil manejar nuestro propio dolor y elaborar buenas estrategias para nuestros hijos si creemos que el universo es un lugar acogedor!
  • 7. Entrenamiento Las siguientes herramientas son fácilmente accesibles para cualquier persona de cualquier edad, pero todas ellas requieren práctica. Esa es la razón por la que muchas de las personas más capaces de manejar el dolor son aquellas que han sufrido mucho dolor en sus vidas. Cuanto más utilicemos estas herramientas, mejores seremos empleándolas y mejor funcionarán. El dolor es un motivador excelente y para algunos es más que suficiente. Otros en cambio preferirán gemir y quejarse sin cesar, o apretar los dientes y soportarlo estoicamente, o darse contra la pared por haber tenido que encontrarse con él, antes que ponerse manos a la obra haciendo un esfuerzo personal para afrontarlo. Las diez herramientas del “kit del ingenio” 1. Aceptación. Aceptar que el dolor forma parte de la vida no significa intentar que haya que arruinar el ni la infancia de nuestros hijos. Aceptar el dolor nos permite movernos en él y cruzarlo, en cambio renegar nos empuja más hacia él, impidiendo que desaparezca, recordándolo continuamente y a menudo consiguiendo que se enquiste. Cuando algo hiere a tu hijo, un dolor antiguo y que habías negado puede estallar como un forúnculo y entonces volverse contra ti como una manía delirante, haciéndote incapaz de canalizarlo de forma razonable. Hay dolor, por supuesto, que no se pasa con el tiempo -la pérdida de un ser querido, por ejemplo, puede recordarnos una etapa de nuestra vida, haciéndonos retornar a ella de vez en cuando con una intensidad que nos sorprende. Pero incluso cuando ese dolor se convierte en algo más llevadero y menos intrusivo cada vez- aquí también la aceptación ayuda. 2. “Un día de vez en cuando” o “día de compartimentos estancos”. Si podemos mantener nuestra atención confinada en un espacio pequeño, el dolor que llene ese espacio será más fácil de manejar. En épocas de dolor moderado, ese espacio puede ser un día; en las de dolor intenso ese espacio puede ser un minuto o tal vez un segundo. Es posible afrontar brevemente algo que creemos ser incapaces de afrontar
  • 8. durante mucho tiempo. Si nos centramos en el momento, podemos pasarlo aunque sea sólo un momento, sólo un instante, pero uno tras otro, uno tras otro. En cambio, si miramos hacia atrás recordando todos los malos momentos y los trasladamos desde ahí hacia un infinito número de futuros malos momentos, se juntarán en un único y eterno dolor y no seremos capaces de afrontarlo. 3. La “mantita”. Muchos niños, como Linus, tienen “mantitas” que les aportan algo más que seguridad. Les dan consuelo. Es importante descubrir qué nos alivia y qué nos consuela, qué alivia a cada uno de nuestros hijos y qué les consuela, y siempre que sea posible disponer de ello durante las épocas de dolor. Puede ser un baño caliente de espuma o un largo paseo o un abrazo o un cuento. Es importante no pensar en este consuelo como una gratificación, sino como un bálsamo. La generación de mis padres no consentía que los niños se chupasen el dedo y rechazaban la introducción de los chupetes. La excusa era que chuparse el dedo afectaba a los dientes y los deformaba. Pero la razón subyacente era que las tradiciones culturales de su época consideraban que consolar a un niño lo convertía en una persona débil. No hay nada inherentemente debilitante en consolar durante una temporada dura. Siempre que la forma de consuelo no produzca un futuro daño en sí mismo (como el alcohol, las drogas, demasiada azúcar o demasiado chocolate), la dosis puede ser aumentada en proporción al aumento de la necesidad. Creo que la generación de mis padres tenía razón en un sentido. En que necesitamos poder tener esperanza y ser fuertes para curarnos y seguir adelante. Llevado al extremo, si se ofrece demasiado a menudo y durante mucho tiempo, el consuelo puede convertirse en un fin en sí mismo. 4. Otra gente Nos necesitamos unos a otros. Una de las más importantes funciones de la comunidad es prestarse apoyo durante los malos tiempos. Debido a que las familias con niños excepcionalmente dotados son una minoría, puede ser difícil establecer tantos lazos humanos como necesitamos. El primer paso es buscar a los demás, bien en persona o a través de conexiones electrónicas, y el segundo es tener mucho cuidado con las amistades que encontramos. Para las personas con un montón de intereses estar siempre
  • 9. tan ocupadas puede ocasionar olviden cuidar sus relaciones. Necesitamos asegurarnos de llamar o visitar amistades e intentar que nuestros hijos hagan lo mismo. Escribir cartas, intercambiar correos electrónicos. Necesitamos pasar tiempo con las personas a las que queremos. El tiempo es vital para construir relaciones. 5. Ayuda a alguien. Cada día durante las vacaciones la prensa está llena de anuncios de personas que pasan sus vacaciones solos y tristes. Un buen recurso es hacerse voluntario para conseguir que otra persona tenga unas vacaciones agradables. Ayudar a alguien es una manera excelente de mantenernos a cubierto de nuestros propios problemas. En ocasiones, durante este proceso, encontramos personas cuyo dolor es bastante mayor que el nuestro y entonces nos damos cuenta de que las cosas no son tan malas como pensábamos. En otras, nos permite sustituir la lamentación por la ayuda (además de procurarnos buenos sentimientos). 5. El pasadizo estrecho Nada permanece para siempre. Nada se queda como está. Una de mis citas preferidas es “no hay cuevas, sólo túneles”. Me recuerda que no importa cuán oscura y cuán poco espacio haya dentro de una cueva, la salida no está fuera, se sale a través de un túnel. Y afuera hay luz. Decirnos a nosotros mismos que nada dura para siempre nos recuerda que ningún dolor es para siempre. Pero además hay un aspecto positivo añadido. Saber que las cosas buenas también pasan, nos fortalece para apreciarlas mientras duran. 6. Respiración Concentrarse en la respiración es una técnica que el método Lamaze enseña para combatir el dolor durante el parto y es el origen de muchas prácticas de meditación que son efectivas para reducir los niveles de estrés y dolor. Todos respiramos, pero rara vez nos damos cuenta de que lo hacemos. La respiración consciente es una herramienta fácil de aprender, es eficaz rápidamente, y puede utilizarse en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia. Cuanto más se practica, mejor funciona para
  • 10. conseguir calmarnos y centrarnos. Simplemente comienza fijándote en tu respiración, no tratando de controlarla, sólo tomando conciencia de cada inspiración y expiración. Gradualmente, deja que tu respiración sea más lenta y profunda, concentrándote en las sensaciones que produce el aire al ser inspirado y cuando está en tu interior. Muchos de nosotros respiramos con los pulmones más que con el diafragma, y modificar ésto puede contribuir a mejorar la efectividad de nuestra técnica de respiración. Toma aire profundamente y observa si son tus pulmones o tu estómago lo que se mueve. Si son tus pulmones, intenta respirar de modo que el movimiento se produzca en la zona del abdomen que hay bajo la zona de las costillas. Para enseñar a los niños a respirar así, hazles tumbarse en el suelo y sitúa un libro sobre su tripa. Hazles respirar de manera que hagan subir y bajar el libro en esta posición. Después, hazles experimentar el movimiento primero respirando con el pecho y luego respirando elevando el libro sobre la tripa, de manera que puedan ser conscientes de la diferencia entre hacerlo de ambas formas. Un modo rápido de cambiar la respiración del pecho por la respiración con el diafragma es haciendo una inspiración muy profunda y después dejar salir el aire con fuerza y rápidamente. Realizándolo una o dos veces normalmente se logra el cambio. Las técnicas de respiración son sencillas y sorprendentemente efectivas. Practicarlas con regularidad puede hacer que se conviertan en una parte fundamental del día, siendo útiles tanto para momentos de dolor como para aumentar nuestra conciencia sobre sentimientos positivos, proporcionándonos una experiencia intensa de ellos. Bernie Siegel, un Doctor en Medicina que ha trabajado con pacientes de cáncer a lo largo de su carrera, con frecuencia comenta que quienes están luchando con la vida y la muerte suelen realizar una lista de las cosas terribles que les han sucedido durante la última semana para luego compartirla con alguien. Es muy fácil percibir el dolor, llegan momentos muy duros en los que se llega incluso a creer que sólo existe dolor. Hacer un esfuerzo consciente para encontrar algo horrible cada día nos hace cambiar, permite que cambiemos nuestra fijación. Cuando buscamos de forma consciente cosas horribles nos damos cuenta de que desechamos muchas y al final no son tantas como pensábamos. Muchos hemos tenido la experiencia de aprender una nueva palabra y de repente empezar a escucharla o verla continuamente a nuestro alrededor, o la de comprarnos un
  • 11. coche y fijarnos en cuántos otros vemos iguales al nuestro en la carretera o la calle. No es que de repente la gente haya empezado a utilizar esa palabra o a conducir ese modelo concreto de coche. Cuando no miramos algo, no lo vemos, incluso aunque lo tengamos justo delante. En el momento en que todo es relativo, lo que parecía “horroroso” durante parte de nuestro viaje en la vida, puede ser algo verdaderamente espectacular, como por ejemplo que nos toque la lotería. Lo que era terrible en un momento malo podría convertirse en algo tan pequeño como entrever el sol reflejado en la superficie de un río mientras estamos atrapados en un atasco. Lo importante aquí no estriba en lo que eso tan horrible es en sí mismo, sino en el hecho de tomar conciencia de ello e identificarlo como algo horrible. Compartir la lista de cosas horribles con otra persona nos ayuda a mantenernos centrados. 9. Una lista de agradecimiento Es una herramienta más del programa de 12 pasos. Al principio puede resultar difícil sentirnos agradecidos por algo durante las épocas de gran dolor. Pero si nos tomamos la tarea en serio y comenzamos buscando cinco o diez cosas por las que sintamos agradecimiento, y hacemos esto cada día durante una semana o un mes, nuestros sentimientos pueden empezar a cambiar. Algunas veces encontramos que realmente hay más cosas por las que sentir agradecimiento que por las que sentirnos heridos por el dolor, con independencia de si la circunstancia dolorosa que nos ha llevado a utilizar esta herramienta ha cambiado o no. A veces se produce una especie de milagro espiritual realizando este ejercicio. Aunque no lleguemos a comprenderlo completamente, podemos acercarnos a la sensación del misterio del dolor. Si nos concentramos con intensidad en la gratitud, nos daremos cuenta de que somos capaces de ser agradecidos, no sólo por cosas externas o por aquéllas que rodean al dolor (como, por ejemplo, ser capaces de ver, de caminar, de pensar o de no haber sido atropellados por un autobús hoy), sino también por la circunstancia o la persona que nos produce el dolor, e incluso por el dolor en sí mismo. Podremos descubrir que el dolor nos hace estirarnos, crecer y acrisolar nuestra entera experiencia de vida.
  • 12. 10. Alegría. ¿Cómo puede ser la alegría una herramienta para luchar contra el dolor si ambos parecen ser polos opuestos? Porque la alegría puede ser un aspecto esencial de la vida que está a nuestro alcance todo el tiempo, en cualquier lugar, tanto si existe simultáneamente con el dolor o no. La alegría es luz, aire renovado, y puede parecer efímera, pero puede convertirse en una realidad duradera que resida en nuestros corazones por encima, por debajo y más allá del dolor. La alegría puede venir de un baúl de recuerdos con el que hacer memoria de toda la bondad y belleza que hemos experimentado y toda aquella que vemos a nuestro alrededor. La alegría puede provenir del sentido profundo que encontramos a nuestras vidas, el cual tenemos que compartir con el mundo. Hay un libro de ilustraciones de Leo Lionni llamado Frederick. Si no lo conoce, merece la pena que lo busque, tanto para Vd. como para niños de cualquier edad. Es la historia de un ratón que, mientras otro ratón está almacenando trabajosamente semillas para el invierno, se dedica a quedarse mirando al sol, a los árboles, al cielo. El otro ratón piensa que está perdiendo el tiempo, pero se dice a sí mismo que en realidad ambos están trabajando según es cada uno. Después, durante el largo y rudo invierno, van comiendo gradualmente hasta que se terminan las semillas almacenadas y se encuentran helados y hambrientos. Es entonces cuando Frederick comparte lo que él había almacenado. Convierte sus bellos recuerdos del verano en palabras que inundan la oscura madriguera de luz y calor y belleza. Frederick es una de esas sencillas historias clásicas que funcionan en muchos niveles. Puede ser interpretada como un canto al arte y a los artistas. Pero es asimismo una historia acerca de la autenticidad y la fuerza de la alegría. Relatar imágenes bellas, momentos de alegría de nuestras vidas cotidianas es algo que cada uno de nosotros podemos hacer si elegimos hacerlo. Cuanto mayor sea nuestro almacén de momentos alegres más conscientes seremos de su presencia constante, estarán ahí siempre disponibles, sin importar cuán negro parezca el mundo en un momento dado. 11. Perspectiva y elección Algunos se habrán dado cuenta de que las tres últimas herramientas son distintas formas de decir lo mismo. En el fondo del “kit del ingenio” lo que hay es algo que podríamos
  • 13. llamar “la navaja suiza” de las herramientas. Vale para todo. Esta herramienta multiuso es la perspectiva. Todo en nuestra vida depende de la perspectiva, del punto de vista, del lugar en el que nos encontramos en un momento dado. Los fotógrafos saben que permanecer en un punto y disparar la cámara cinco veces seguidas puede proporcionar cinco fotos completamente distintas, según el ángulo o el enfoque. Unos centímetros hacia aquí o hacia allá y la foto entera cambia. Enfocar lejos o cerca y la foto cambia. Mirar hacia la luz o ponerse de espaldas a ella, y la foto cambia. Nosotros somos siempre los que podemos controlar nuestra perspectiva. Podemos cambiar el enfoque, retirarnos o tomar una perspectiva más amplia. En su intenso libro, El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl afirma: “Nunca debemos olvidar que podemos...encontrar sentido a la vida incluso cuando nos enfrentamos a una situación sin esperanza, cuando afrontamos un destino que no puede ser cambiado. La cuestión, cuando eso suceda, es dar testimonio de lo mejor del potencial únicamente humano, que es capaz de transformar una tragedia personal en un triunfo, un apuro personal en un logro de la humanidad. Cuando ya no hay capacidad para cambiar una situación -como una enfermedad incurable, un cáncer inoperable- entonces tenemos ante nosotros el reto de cambiarnos a nosotros mismos”. Cambiar nuestra perspectiva, cambiarnos a nosotros mismos, es una elección. Quizá lo más importante es recordar que, sea cual sea la situación de la vida, sea cual sea el dolor, cada uno de nosotros, niños o adultos, siempre tenemos esa oportunidad. STEPHANIE S. TOLAN Revised, originally published in the Gifted Education Communicator (California Association for the Gifted), Volume 31, No. 4, Fall2000 http://www.stephanietolan.com/problem_of_pain.htm Traducción de Almudena Franco Ayestarán, septiembre de 2010.