Los niños altamente sensibles son más vulnerables al estrés y tienen más dificultad para adaptarse a los cambios. Suelen ser más sensibles a los estímulos como la ropa áspera o las sorpresas. Requieren un trato especial que incluya hablar y escuchar atentamente, así como cuidar su entorno, para ayudarles a procesar mejor la realidad de forma menos abrumadora. No se trata de niños de otro planeta, sino de humanos con una mayor capacidad de percepción que necesita ser guiada adecuadamente.