Este documento presenta los principios y características comunes de las organizaciones católicas de cooperación en España. Comparten la concepción integral de la persona humana, la opción preferencial por los pobres, y entienden la cooperación como un ámbito de evangelización. Buscan profundizar en un lenguaje místico que surja de las poblaciones empobrecidas y su identidad cristiana. Identifican tres áreas para mejorar: denuncia profética, dimensión vocacional, y relaciones con los empobrecidos basadas en la reciprocidad.
Organizaciones católicas y su presencia en la cooperación española
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LAS ORGANIZACIONES DE INSPIRACIÓN CATÓLICA
Y SU PRESENCIA EN EL MUNDO DE LA
COOPERACIÓN EN ESPAÑA
Principios y características comunes de nuestra identidad compartida.
Introducción.
Este documento es el resultado del encuentro y la reflexión compartida de organizaciones
católicas de cooperación al desarrollo que, a lo largo del 2012, decidimos dialogar en torno
a nuestra identidad común, y sobre cómo y de qué manera se expresa esta especificidad en
nuestro trabajo de cooperación, ya sea en la mística desde donde realizamos nuestra
misión, sea en el lenguaje que usamos – más allá del lenguaje técnico de la cooperación-
sea en dónde estamos, cómo estamos, etc.
Para elaborar el documento partimos de una serie de reflexiones sobre “la mística y el
lenguaje de desarrollo”, y pusimos en común los documentos centrales que expresan la
identidad y misión de cada organización, o del conjunto de organizaciones en el caso de
REDES.
Este documento se presentó en día 11 de enero de 2013, en una sesión a la que asistieron
más de 70 personas de las cinco organizaciones, e incorpora las aportaciones que surgieron
en dicho encuentro. Pero no queremos que se entienda como un documento doctrinal, sino
que entendemos que es un documento vivo, abierto, que es un punto de partida y de
inspiración para continuar con nuestro trabajo.
Consideraciones previas
Somos organizaciones con carismas muy diversos, pero hay algo de lo que todos somos
conscientes y es que la pérdida de relevancia social de la Iglesia afecta directamente a las
organizaciones católicas que trabajamos en el ámbito de la cooperación.
Creemos que es necesario compartir una “mística” que nos ayude a mirar como
organizaciones de inspiración cristiana de otra manera la realidad de la cooperación. Esta
mística queremos que surja no tanto de nuestros propios análisis o visiones convencionales,
sino que parta de la situación que viven las poblaciones empobrecidas que acompañamos,
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que parta de nuestra identidad cristiana y que sea está la que reconfigure en clave de
proceso nuestro quehacer y nuestro horizonte en el desarrollo. Tenemos que ser
conscientes que la identidad que buscamos no puede venir provocada como una reacción
ante algo externo, sino más bien entenderlo como una mirada al interior de nuestras
personas, de nuestras organizaciones. En este proceso, hemos buscado nuestra
especificidad, no porque nos diferencia, sino por ser nuestra raíz común y nuestro sentir de
la cooperación desde Cristo comprometido con los pobres, no pensando en que nos hace
mejores, sino que nos hace conocernos y ser nosotros mismos. Este es un proyecto que nos
distinguirá sólo si lo que decimos es lo que vivimos.
Las organizaciones constatamos que se ha avanzado mucho en el lenguaje técnico de la
cooperación, pero no tanto en un lenguaje místico, entendido en cuatro dimensiones
diferentes:
to,
donde sentimos la fraternidad con las poblaciones para las que trabajamos, de manera que
renunciamos a nuestras propias visiones para dar cabida a sus iniciativas y propuestas
el cual somos y
nos sentimos instrumentos, reconociendo que nuestros medios técnicos no agotan los fines
hacia los que nos queremos dirigir.
Nuestra voluntad es analizar cómo se refleja en nuestro quehacer cotidiano, no sólo en las
palabras, sino más allá de ellas, el lenguaje cristiano, y profundizar en aquello que nos es
común.
Principios comunes
Como organizaciones cristianas, todas compartimos como misión última la misión de
la Iglesia, la evangelización, el anuncio de la Buena Nueva. Nuestra presencia debe ser
evangelizadora (no adoctrinadora).
Pero, además, dentro de la diversidad de enfoques en que nos movemos, encontramos
muchos aspectos concretos comunes en la raíz de nuestro trabajo.
Para todos nosotros es fundamental la concepción integral del ser humano y de la
humanidad como familia, la centralidad de la persona y su dignidad; la opción preferencial
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por los pobres y el destino universal de los bienes. Entendemos la cooperación como
ámbito de evangelización, de buena noticia para los más pobres.
Hablamos de gratuidad, de fraternidad, de compromiso y permanencia con el otro.
También, en nuestra concepción del trabajo, encontramos rasgos comunes que tienen
que ver con la coherencia entre la práctica y el discurso que tenemos, tanto en el plano
personal como en el organizativo:
puramente técnico, con mayor capacidad de
asumir riesgos (por ejemplo, cuando apostamos por procesos de desarrollo más allá de la
eficacia y el cortoplacismo). Nos gustaría poder incorporar nuestra mirada propia a los
enfoques convencionales y más novedosos de la cooperación, para enriquecerlos y hacerlos
más propios a nuestra identidad y visión. Por lo tanto no estamos hablando de alternativas,
ni de opciones diferentes, sino de cómo nuestra mirada puede aportar un valor añadido a
los criterios técnicos actuales y las novedades en cooperación.
entendida como espíritu que nos sostiene, como confianza en el futuro, lo que conlleva
una concepción distinta del tiempo y de la presencia en los lugares, con el horizonte puesto
en la construcción del Reino.
y vida en abundancia”. Sentimos que hay formas de hacer que tienen que ver con la
compasión, la integridad, la gratuidad que nos guían en nuestro quehacer y horizonte.
capacidad de darles la iniciativa, de ceder en nuestros planteamientos para empoderar y
facilitar espacios de crecimiento en dignidad de las poblaciones empobrecidas. También
desde esta concepción se entiende la existencia de proyectos pequeños y su pervivencia en
nuestro trabajo como mediaciones sencillas pero transformadoras.
el ámbito de la dimensión socio política reconocemos que podemos aportar un nuevo
enfoque de lo político, de la acción pública que tiene que ver con la participación de los
diferentes agentes de la comunidad cristiana en la construcción de una ciudadanía más
humana y fraterna.
Nuestras organizaciones deben inspirarse por una mística de comunidad, presente en las
decisiones y dinámicas de participación, y por un espíritu de militancia, de presencia y
compromiso personal, más allá de lo formal.
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participación.
Nuestras organizaciones quieren ser puentes entre la realidad y la doctrina, entre las
estructuras y las personas, entre el Norte y el Sur, entre un lenguaje formal, técnico, y la
sociedad.
Podríamos decir que nuestro valor añadido es una motivación y una sensibilidad para mirar
la realidad de forma distinta, tal como lo hizo Jesús, y una acción comprometida y solidaria,
poniendo la vida al servicio de los otros.
Fruto de la reflexión conjunta, se ha puesto de manifiesto la necesidad de profundizar en
alguno de los temas que ya estaban apuntados. Estos temas que han ido surgiendo, se
pueden agrupar claramente en tres grandes bloques:
Denuncia profética.- Se refiere a nuestra presencia en el mundo, a nuestra imagen cara a
la sociedad. En este sentido se manifiesta claramente que debemos reforzar nuestra
presencia pública, reflejo de nuestra identidad. Creemos que hay que incidir en un enfoque
de derechos, en la educación para el desarrollo, ser agentes de transformación. Vivir un
mayor compromiso intercultural y explicitar más lo que somos en todo lo que hacemos,
ofreciendo nuestras alternativas. Ser menos “tibios” y más valientes en la transmisión de
nuestros valores, y mantener la relevancia social de la Iglesia en cooperación internacional.
Dimensión vocacional.- Responde más a nuestras actitudes, que deben ser coherentes
con el mensaje que queremos transmitir. Esta dimensión se ve alterada por el modelo
imperante en la sociedad, que prima valores diferentes, más cuánto hacemos que por qué
lo hacemos. Por eso se señala que los rasgos más característicos en nuestra forma de hacer
las cosas deben ser la implicación, la humildad de reconocernos en lo que somos, sabiendo
cual es el fin último de nuestro trabajo. Desde la responsabilidad con el otro, trabajar
unidos. Y siempre, trabajar desde la esperanza.
Relaciones con los empobrecidos.- Debemos enfocar nuestro ser y sentir desde la
reciprocidad, que los empobrecidos sean los protagonistas, y que la unión de la que
hablamos no sea sólo entre nosotros, sino con los empobrecidos. Es decir, revisar
constantemente nuestra relación fraterna. Ser capaces y estar abiertos a dialogar con otros,
desde lo humano compartido.