3. Paspartú Ediciones
2ª ORIENTE NORTE 33
CINTALAPA DE FIGUEROA, CHIAPAS
C. P. 30400
A
JOSÉ GUADALUPE MARÍN
Primera edición
Paspartú Ediciones
2ª. Oriente Norte 33
Cintalapa de Figueroa, Chiapas
Impreso y hecho en México
Printed and Made in México
4. LA SAL DE LOS ALISIOS
(1984 -1988)*
* Publicado por la UAM-Iztapalapa en 1988
6. I
No mar afuera sino mar adentro,
no un lecho de agua sino el agua entera,
no esa nostalgia, no ese desencuentro
sino la vasta anchura de la tierra.
7. 2
II
Ya se ve cómo algunos parajes se anticipan,
1 con su miel protectora,
con sus labios lechosos y emigrantes
Según se ve, a recibir las nuevas estaciones.
la noche está poblada por ánimos errantes, ¡Cuántas ramas profieren su dicha hospitalaria!
y la ocasión se presta ¡Cuántas manos bifurcan las alturas!
para cazar una legión de nubes onduladas. Es la noche que se abre entre la noche,
¡Ay!, y ese corazón insomne el instante del barro ensimismado
abandonado en las delicias de la hierba, bajo la eterna inconsistencia de las aguas.
va recogiendo sueños desde el fondo
de las aguas dispersas y sin nombre. ¡Ay de los emigrantes que al partir
pretendieron medir con su esperanza
¿Dónde está ese pájaro nocturno? la distancia y la furia de los vientos!
¿Dónde está ese pájaro desierto ¡Ay de los que esperan sin partir
cuyo nombre sólo conocen los abismos? porque nacieron con el corazón inmóvil!
La plenitud silvestre proclama su ternura ¿Dónde está ese pájaro que tiembla
bajo la turbación serena de los montes, en la cavidad de su agrietado nido,
bajo la niebla sostenida por una lámpara de brumas. y cuya morada ha sido consagrada
¿Quién vencerá los silenciosos lechos de los ríos, por la sal de los alisios?
los murmullos del mar contra la roca
y la pequeña gravedad del polen? Según se ve,
la noche está poblada por ánimos errantes;
y esta ocasión se presta
para formar una legión de nubes onduladas.
8. 2
III
¿Por qué están los pájaros cautivos?
1 ¿Por qué en cada estación
descienden las pendientes del ensueño?
¿Por qué lloran los pájaros en junio?
¿Por qué llevan las alas tan abiertas La longitud crepuscular va profiriendo
como buscando verse su desmesura germinal, sus vastas devociones,
en los espejos frágiles de la intemperie? y los árboles echan sus raíces
¡Cuántas promesas anónimas persiguen! en los estanques señalados
Hace ya tanto tiempo por el perfume virginal de los helechos.
que a duras penas sobreviven
en las rompientes del exilio,
o en los imperios tumultuosos de grandes caracoles
marinos.
Y he aquí
que la tierra se alza con sus dunas de pedrerías
disponiendo soberbias ciudades solitarias,
largas calles líquidas y oscuras,
suburbios cenagosos,
allí donde la lluvia tibia y las mareas
espantan la inminencia de las tempestades
y el verano levanta
una vocinglería de hojas silvestres.
9. 2
IV
Nadie lo sabe,
1 pero el preludio de la creación fue un puño,
cuyo golpe cerrado y tangencial
El mundo es incipiente en sus recuerdos. desconcertó a las nubes:
¿Quién no ha visto en el principio
florecer en las veredas inconclusas creó Dios los cielos y la tierra
a las libélulas impías? con una mano adentro y otra afuera
¿Quién no ha visto del légamo proverbial de la materia.
a las piedras desatar sus invasiones
en el curso de los ríos? El mundo es incipiente
en su clamor de leche móvil y promiscua.
El mundo es incipiente en sus palabras. Es más grande la confusión de los murciélagos
Las cosas aún innominadas que las tímidas luces.
no tienen pasado ni presente Y las tinieblas ¿a quién saludan? ¿a quién acogen?
La conjunción de la materia es un instante ¿a quién le dan reposo?
que apenas cristaliza
en el vuelo sin vuelta de los pájaros.
Sólo las alas de las sombras
están completamente repartidas.
10. 2
V
En el límite vasto del verano
1 el horizonte desafía la sal endeble de los puertos,
y la lluvia se abre y se separa
Al promediar el vuelo y la avidez en el cielo poniente de los légamos silvestres.
de las aves migratorias, ¿Y el humus invicto de las urnas inciviles?
se agita un rapto de arenas opresivas ¿Y el espolón de nieve de las tierras altas?
revestidas de bronce y telas blancas ¿Y la ceniza matutina de las regiones indelebles?
como en la fiesta cíclica de las calendas. ¿Y la larga edad de la maleza primigenia?
Sobre las tierras bajas, ¿Y las grandes alturas de las vertientes intangibles?
las penínsulas
arrebatan el corazón de las mujeres La antigua trinidad del agua
con cantos y vocablos ha sido quebrantada.
hechos a la luz de fraguas matutinas,
y se las llevan navegando
en barcas de maderas ahumadas…
¿Es incierto el destino de las almas
en el fondo sin fin de los caminos?
¿El hilo de Ariadna alcanzará
para las vetas más remotas?
11. 3
VI
¿A dónde van las nubes del exilio?
¿A dónde van a dar las quejas de los desterrados? Es largo el viaje en medio de la noche;
¿A dónde los que parten por senderos diferentes? nada tiene que ver el agua y su horizonte,
¡Oh faro errante del abismo y la tiniebla!, ni se parece al fruto ajado de silencio
¿quién te conducirá a tu corazón gemelo, sino al azul que todos desconocen.
al verdadero movimiento de ti mismo?
Nada tan vasto como el reino
de la zozobra en las llanuras de hojarasca,
y el crecimiento de la humareda que intercede
con sus parasoles mudos de rocío.
Las rosas laceradas
dibujan una estela de presagios
en las rompientes donde yace
una terraza viuda de cuchillos.
12. 2
VII ¿Dónde está el sitio celestial y profano
de las fundaciones?
1 ¿Dónde el ruiseñor que entabla
sus fogatas tribales de corazones efímeros?
En la noche los árboles son seres indelebles, Tanto se aleja el alba de las medusas que celebran
y su geometría es distante y su quietud y su equilibrio. los esponsales del otoño,
¿Qué punto cardinal ha quebrantado su jaula amarilla? que en los huecos de los árboles ya no florecen
Sólo supieron de la consternación oscura las espuelas de plata
los que dejaron sus casas y el equinoccio
con llaves cristalinas, es una remota luciérnaga menguante.
los que encontraron en el barro
su propio cuerpo fragmentado,
los que fueron testigos
de los últimos años del caracol vencido,
o los que sucumbieron
al enfrentar sin miedo el señorío
del mar revuelto y contrariado.
13. 2
VIII
Hay líneas serenas, soledades
1 y misterios
que buscan aposento
Se abre el bosque a todas las especies: en toda la extensión de la palabra;
al corazón del ciervo que vive en los estanques, y en la más alta floración de las laderas
al agua tibia que cae del sueño del manzano, alumbra de repente
al azul de la niebla que estremece la cara de la luna como un huésped.
el azul del ciprés entre sus manos;
y en torno de sí mismo
vuela un ángel buscando su paisaje.
14. 3
IX
Se abren también los mares y los cielos
dispersando la gracia de sus dioses, 1
su larga edad, sus pasos, sus templos subterráneos;
y el curso de los ríos cambia Si el mar suscita peces
igual que el curso de los años; con su vieja costumbre de hombre solo,
y hacen su viaje de relevo las nubes, desde lo alto, es que se ha deslavado su ternura
por donde va el verano corriendo entre su sombra; por el rojo y profundo clavel de la tormenta.
y ya el ángel se sabe dibujado,
ceñido por la nieve grave del instante. Si se sabe soñado
en la evasión inédita de las arenas
con su eclosión de sales inminentes,
es que encierra un cometa de espumas en su lecho,
pintado de largas adherencias de la noche.
Bajo la luz azul de la serpiente
se oye la nueva queja de la sombra.
15. 2
X
¡Oh, islas vagabundas!,
¿a dónde van con su impecable lujo 1
de perlas taciturnas?
¿con sus faldas de musgo, de conchas, Bajo la bruma errante todo es frágil:
de insectos amarillos? frágil es el destello del centeno al mediodía,
y el aliento del mundo en los linderos exhumados
¡Oh mar contra el cielo y la penumbra! por la pasión azul de las almendras.
Las playas misteriosas resplandecen
en el silencio parpadeante de la savia de los árboles. ¿Y quién tiene a su cargo el tiempo de las brújulas?
¿el tiempo que se asoma bajo las venas de los álamos?
¡Oh mar de labios abrasivos!
¿Quién te ha vestido de golpe
con ese rojo aceite de la aurora?
16. 2 3
Es incurable el hilo nupcial de las dunas matutinas, Nada es invulnerable
de las alcobas de agua de los manantiales. al contacto del mar invulnerable:
La piedra insiste en pronunciar grandes murallas ni la vocinglería forestal de las nubes más cercanas,
y aclimatar su primer fuego ni el manantial recién salido del crepúsculo,
en una población de guarniciones. ni el pronombre que estalla
¡Oh rosedales, selvas, tinieblas y montañas!, al borde palpitante de las playas.
el olvido es un manto de alientos sin palabras.
¿Quién responde por este mundo frágil,
por esos frutos que estremece
la serena gesticulación de las estrellas?
17. XI XII
Hay remotos espejos que reflejan Se anticipa la flama a la fiebre del abismo,
la migración marina y virginal del ébano, y el encaje de la bruma migratoria
la nitidez solar e insólita de los velámenes. madura la inclemencia del invierno
¡Cuánta estación quemada por las legiones húmedas sobre la leche ínfima de las luciérnagas.
de las esporas torrenciales! Con su claro perfume canta la lluvia a mediodía:
¡Cuánta piedra indeleble con su flor de epidemias
gimiendo por el polen de los pájaros! mana la fuente lunas cristalinas,
¿A qué altura el incienso frecuenta a los relámpagos? y el ejército aquel de sombras pudibundas
¿Dónde está esa colmena va dejando su celeste desmesura
que se yergue al margen de las dunas? en la espuma estelar de los cipreses.
Hay abismos y vetas Se sobrecoge el musgo en su clamor incipiente:
cuyos lechos son anfibias galerías; se anuncia el retorno de las golondrinas
y puntos cardinales a la tierra exhumada
que tienen la altivez invicta de la arena. por la agonía y la erosión del agua.
Las lluvias de alta mar ciñen con su espesor cenizo ¡Cuánta postergación irrenunciable
a los faros que asisten al despliegue tiembla mar adentro!
de la aurora atrapada por las algas. ¡Cuánta avidez furtiva se tiende al azar de la ceniza!
¿A dónde van los pañuelos Ya no hay encrucijadas
con sus murmullos lacerados? cuyos ángulos exulten la desnudez de las contiendas,
¿A dónde la luna de la víspera ni conchas de oscuros laberintos
entre las aguas disipadas? que guarden a su instinto
Los manantiales se cierran la estridencia del mar,
bajo la exhumación discreta de la espuma, o el efímero reino del fuego sin memoria.
y la marea estremece los puertos más remotos
con su larga y tenaz cabalgadura.
18. XIII
EL DESORDEN DEL REINO
No mar afuera sino mar adentro, (1989 -1992)
no la incipiente línea del rocío;
no ese arrecife, no esa roca al centro
sino el misterio entero del vacío.
19. I
¿Dónde quedó el refugio de los pájaros,
la madreselva huérfana, el enjambre
de sonidos asaz elementales?
¿Qué batalla empañó al río viejo,
qué cuchillo cercó las prominencias
en propiedades, calles y cerradas?
Cuánta humedad prendió y fue extinguiendo
el desorden del reino por otro orden,
el verano lunar por el invierno,
el tiempo natural por el del hombre.
Al final el ocaso hizo una sombra
con seis o siete piedras movedizas,
con un jardín abierto en cada brazo
y peñascos de luz. Se abrió el abismo.
La sed endureció los manantiales.
20. II III
Qué fuerza inevitable, qué neblina Quema la vasta tarde del camino,
va cercando el temor, como una casa quema la forma ciega del cuchillo
ciega de tanto hablar de privilegios. que atraviesa la arena de los siglos.
Lejos del porvenir la historia empieza Llega la guerra con los años. Tiembla
su forma opuesta: su íntima batalla la ruina eterna bajo el tiempo inverso:
desmedida y voraz y tan incierta. la luna peregrina, el alba empieza
¡Cuánta oración en vano! ¿Qué desierto a medir su destreza en el invierno.
se abre la piel al separar su arena, Sobre el poniente hay un fulgor. Dos manos
preside el mármol, vuelve en los guijarros? que nunca tocan la región precaria,
Desde el fondo diverso de la sombra abriéndose se cierran y gravitan
se afianza el miedo. Queda prisionero la rotación de su avidez. La llaga
el mar en otro sueño que no es suyo, que impera sobre el árbol infinito
en otra densidad de la materia. de la vida, indecisa va cerrando
Nada suscita el sable ni la espada; su círculo de fuego y su ceniza.
los caminos se cierran, los rincones
de tanto territorio inalcanzable
son trazos de otra historia y de otro reino.
21. IV V
Se oye el regreso claro y desmedido Aquí el suplicio y más allá ese fuego
de la canción contraria, la que viene por cuya devoción el horizonte
marcada con el surco de otras tierras, perdió su fuerza. El agua persevera
de otras maneras de nombrar la vida. en separar las islas y separa
Se entrevén el desierto, el sueño, el odio, también el sueño vago que las cubre.
la gran noche magnética del oro; Y la constelación sin nombre extiende
la serpiente que tanto se persigue sus dominios en busca de miradas
a diestra y a siniestra, y el que vive que reflejen la altura de su sombra,
cazando el corazón del vasto cielo. su vigilia mortal, su nuevo nombre:
Qué distinta es el alba en este reino, bien conoce el abismo sus poderes.
el jardín y la casa y los objetos Y la noche, sin más, se hace costumbre,
que no admiten ajena indiferencia monótona distancia, cifra vaga
sino el polvo y la sal de su universo: del punto cardinal en que descansa.
el silencio y el miedo van urdiendo Imprecisa, la ruina va trazando
telarañas o espejos sin recuerdo, su esfinge primordial. El fuego, entonces,
historias que se quiebran sin fatiga reverbera en el mármol su constancia.
o sueños sin amor que no terminan,
lo cual, después de todo, da lo mismo.
22. VI VII
¿Cómo cerrar la llaga, la que tiene Bajo la piel del pájaro el ocaso
miedo de abrir más sueños en invierno? hizo una tarde perdurable, hizo
De la lluvia y los libros y la noche, también su propia imagen separada
de las páginas húmedas del tiempo del severo infinito. Ya resbala
brotan calles, imágenes, ocasos la gran noche en su polvo y su arenisca:
y un jardín amoroso. Las palabras mas no es la misma pues ahora encierra
sólo salvan las piedras de las ruinas, un remolino de alas. La negrura
el eco hospitalario y silencioso invade el alma en que se afianza el río,
de dos cuerpos, dos manos y un destino. invade el fuego y la estación cercada
¿Cómo sobrevivir sobre la tierra entre el alba y la sed. Elementales,
con los días invisibles? El verano los pájaros mayores viven, vuelan,
es una imprecisión en esta espera, cierran sus alas como celosías,
lenta como la más eterna noche, cierran sus nidos como corazones,
honda como la desnudez que clava como cierran sus ojos sus miradas.
en el lecho su espada. La vigilia,
indivisa y plural, se va instalando
en los sueños que traza la ceniza.
24. I II
No tengo prisa, me oigo, voy diciendo.
No soy alguien que se abra de palabras, De nuevo la caricia que supongo,
que se abra elemental, que salga ileso que me vuelve a inventar bajo la casa,
de tres o cuatro formas de la insania; que me pongo a mirar de cuerpo propio
que salga luego a suponer que el alba con ojos de no sé, soñando acaso;
de qué modo cayó, estoy que pienso; soñándome a que yo despierte pronto
que pensando pregunte: soy el que habla en el hombre que llevo de mi brazo,
de otro modo las horas de estar preso, que llevo de apretarlo cada noche
y esto de algo encajado en el cansancio: y amanece en armarios, no sé dónde;
la costumbre del odio, la costumbre que sin prisa, se le oye, va buscando
de amores enemigos que tropiezan. la llana soledad del hombre llano.
25. III IV
Ahora sé del final y su comienzo, Ahora sé que oscurece sordamente,
del ayuno cayendo en saco roto, que la vida es más sorda algunas tardes.
de la sed, qué sé yo, sin abstinencia, Y este modo de ser que no ha tocado
que el amigo que me hice no sé cómo más que tierras ajenas.
fue un invento falaz, un incompleto Pecho a tierra,
que mis ojos no vieron, no era tiempo: sobrevivo civil y defendiendo
lo llevaba apretado tan adentro, sentimientos que no hallan pertenencia.
pero era de otro modo un amor muerto. Estoy lejos de Dios, de las raíces
Soy el que habla de sombras al regreso: que me dieron su ser y su reflejo;
de nuevo la mejilla que no pongo, que me dieron la sed que sigo siendo,
de nuevo el hombre llano bajo el brazo; que mis cinco sentidos contradicen.
y aunque bajo de golpes, tropezando,
ahora sé que despierto, pero ileso.
26. V
AHORA QUE LO PIENSO
Voy hablando según estas paredes,
dudando si la duda mata siempre.
(1994 -1996)
Y este vicio de estar desprevenido;
o ese sueño tan frágil, confundiendo
los días de la semana: llega el viernes
catorce de no sé qué tarde aciaga
o el sábado remoto de un diciembre,
de no sé qué partida de algún martes,
por enero, tal vez, que si algún jueves
ya no vuelvo, ya ves, sabes que pierdes.
Pero temo que habré de marchar solo
como todos los años, indispuesto,
con extraños motivos que no entiendo.
Cuento las horas de este amor despierto
y el horror del asedio a medianoche;
la incansable oración de mis deseos:
qué me importa el confuso tren del diario,
qué me importa, me digo, de mis años,
si está viva esta página de siempre.
28. AHORA QUE LO PIENSO
a Cintalapa
1
No sé qué hacer
cuando te estoy mirando
con cien adobes en un sitio muerto.
Las mañanas te aprietan.
Los gallos cantan para sus adentros.
Tu desnudez madura en cada puerta.
No sé qué hacer, deveras,
los domingos,
cuando escucho en la misa el Kyrie Eléison
y luego el Padre Nuestro y no te encuentro.
(Un caballo te suena
en pleno corazón por San Francisco.)
29. DE ALGUNOS PUEBLOS
2
No sé qué hacer 1
porque pareces muerto,
porque nada te asombra y porque tiemblas. Nos aventaron a los pueblos:
que fuéramos a hacer el sol temprano
Tienes hombros pequeños para que diera luz el barro.
y molinos de noche
que se meten corriendo y me despiertan. Que fuéramos a ver el agua entrando
en el Espíritu Santo de las piedras.
(Tu retrato se rompe y no me acuerdo
si llevaba pañuelo tu silueta.) En algunos caminos hablaron las culebras.
Ahora que lo pienso, La risa que me daba
mejor voy a meter mi cuerpo sucio la encontraba desnuda después en un arriero.
en tus cantinas La encontraba en el suelo pisoteada
a ver si me distraigo por gallinas de tierra.
de tanto sitio muerto.
El olor de algún tigre nos tronaba los dedos.
30. 2
LO QUE ESTARA PENSANDO EL MUERTO
Por el camino viejo
nos quedamos sin pulso cuatro leguas, a don Víctor Arellano
nos quedamos pensando cuánto barro
necesita ese sol para su iglesia.
Lo que estará pensando el muerto
Nos manchaban los ojos las higueras. cuando dicen
Los pechos de Isabel eran almendras qué es eso de morirse
por donde el surco se iba resbalando. con el hígado abierto.
Las ganas que le habrán de dar
Con la bulla de Juan de salirse corriendo
se nos fueron las horas por el suelo. si lo buscan afuera las estrellas.
Las nubes parecían camisas blancas de recuerdo.
No dicen:
Luego vino la lluvia. qué se va a morir; si no estaba muerto.
No comprenden
El barro quedó solo. que miraba ya ciego
y no se daban cuenta.
Nos quedamos así: apretando el cielo. (La luna, qué locura,
de ansiedad anda contando cuentos.)
Sus amigos no admiten
que aquel fuera su cuerpo
y su cara amarilla sin arrepentimiento.
31. Le hablan de lo mismo.
El los mira despierto. CANCION PARA ANGELICA
De su camisa limpia brotan azulejos. para Angélica M. O.
Lo que estará pensando el muerto
cuando dicen qué muerte, Nos fuimos hasta abajo:
qué es eso de morirse con los huesos bien puestos; nos fuimos a mirar qué peces
porque estará pensando en la intemperie nos iban a prestar su forma.
de algún sábado lejos.
El río estaba echando cicatrices,
Pasa toda la noche afilaba navajas en las sombras.
tan solo el pobre muerto,
cansado de las ganas de salirse corriendo. Para mí que los hombres
golpearon sin piedad sus puños:
Porque qué ha de pensar cosa de no poderse sacudir el lodo
estando tan contento que apretaba la niña de sus ojos.
con su cara amarilla tan solo y tan despierto.
Para mí que esos muertos
Con los labios calientes, se cansaban de estar sobre sus codos.
las mujeres soportan el silencio.
Se agarraba al dolor la gente sobre un árbol.
Se agarraba de Dios hasta el prepucio.
Toda la noche hablé del incidente:
del cadáver más fuerte
y del río abrazándolo en el fondo.
Angélica tenía un ciempiés en su vertiente.
32. CANCION PARA UN REGRESO
TRIPTICO ATAVICO
Ven. A mi padre
Regresa como puedas.
1
No le eches a perder al viejo la noticia.
Por noviembre lo miro más o menos,
Puedes venir un viernes. digo qué pobre diablo: se ha cambiado
O un domingo de noche por sorpresa. en otro cuerpo flojo. La camisa
Verás que estoy haciendo un árbol con ceniza en el cuello y el aliento
y una cama que acaba como empieza. platicar de ruibarbo. Por las noches
la piedad lo devasta. Tan huraño,
Se están poniendo viejos los espejos se enreda en sus posibles, siempre hablando
y el armario parece que guarda ropa ajena. de la niña Mariana, de algún tajo
de no sé qué venganza o qué nostalgia.
Somos esa canción de tus andanzas, Algo de herida a ratos va pagando
la humedad de la ropa por no rondar las noches de mi madre.
que respira la casa cuando sueñas.
(Mi delgadez está soltando huesos.)
Regresa como puedas.
Queremos que en la puerta estalle la noticia.
Yo sé que las ventanas me dirán "ahí viene",
y yo tendré la luz prendida afuera.
33. 2 3
Por noviembre lo tengo ya pensado Por noviembre lo miro. Pobre diablo.
decirle mira viejo qué desastre, Abre los ojos, lo fatiga el sueño.
la casa está aluzando desmemorias, El insomnio lo quiere ver cobarde.
el trajín fue brutal aquel verano, Pero pienso que es tarde: va dejando
no sé cómo empezar. el sabor de lo amargo en las paredes,
Te vale madres, en el suelo los trapos, simulacros
me contesta: qué sabes tú del odio, que le vienen a veces a destiempo
de la llaga que muerde, que no muere, y en sus ojos mis ojos más o menos,
si te dicen a la hora del velorio: y en su rostro el carajo de los años.
aquí acabaste tú, aquí tu padre: Algo de herida a ratos va pagando
pues muerto el perro se acabó la rabia. por no rondar las noches de mi madre.
34. A LA MUERTE DE MI PADRE 2
Te miré en tus entrañas temblorosas,
1 aliviando los potros que la noche comparece
con su sordo aquilón de celosías.
Debí decir La salina espesura de las sombras más altas
qué viento en contra, acosaba ese ritmo de salmodias gregorianas
qué ignominia esta muerte que te atrapa: que tanto te gustaba.
noche de espejos apagados. Miserables caminos
-largo gemido ocioso de tu puño enloquecido-,
Noche apagada: socavaron los alegres enjambres de tu palabrería.
veladoras trepando en el oprobio
de túneles sumarios. Cuánta luz vespertina salió de tu última mirada.
Cuántas nubes jugaron solitarias
Las paredes abruman. en tu sueño de muerte repentino;
Abruma el mar de incienso, en tu juego final hasta la tierra.
la gaviota del cuadro
cerrándose en picada. Me miré ermitaño, como un niño,
en la mano que abriste para abrirme
la flor de tu rencor,
tu mirada rebelde y agustina,
tu estupor asaz mahometano.
Peregrinos insólitos vinieron
a estrecharme la mano como un muro
y a estrechar tu cansancio fementido.
35. 3
4
No es necesario despertar,
ahora que las palomas blancas Un árbol cae,
tejen señales prodigiosas en el cielo suena;
y tus manos de alquimista bañan los pájaros de papel se doblan, arden, vuelan.
de sol ardiente los mares de hojarasca. El silencio, al abrirse, se queja.
Y no tienes nada.
Tu clamor silencioso hizo surcos calientes Y no sientes nada;
en mis desventuras más tempranas. rema, rema la luz
Y esa manera tuya de hablarle al condenado, en la piel sin ardor de la hojarasca:
al homicida solo, como estar sin estar,
a la sirena desolada y a la muerte ominosa, me detengo a pensar qué pasa entonces.
marcó en mi corazón
la amarga desmesura de tu oficio.
(Entretanto, tu grave voz resuena
en la savia más reciente de los árboles.)
36. CAMA DE PORDIOSERO ES ASI PANCHO SIEMPRE LOS DOMINGOS
Cama de pordiosero: Hoy ha venido Pancho.
noche de luna llena con banqueta. Es domingo.
(Perro amarillo oliendo los recuerdos En mitad de la calle me ha gritado
donde ya nadie asoma que el sol rompía su cara,
la cara descompuesta.) que la cruda
rondaba sus entrañas,
El pordiosero duerme. que el suelo así ya no tenía
sabor para sus huesos.
Y yo en una cantina con la gente.
Y este papel que va calles adentro Venía rompiendo a ratos
dividiendo palabras en las puertas. el equilibrio de su cuerpo,
soltando un largo pensamiento en blanco.
Un espejo me está mirando fuerte.
Platicaba entre dientes:
Hablaba de burdeles,
de mujeres y lunas y quebrantos.
Hoy ha venido Pancho. Pobre diablo.
Es así Pancho siempre los domingos:
un hilacho de cal por las paredes.
37. HOY QUE ES VIERNES EL SAPO MUERTO
Hoy que es viernes, Son las dos de la tarde. El viento arrastra
me puse a comprobar el trazo un sapo muerto.
de las casas Mira al cielo sin ver
colgadas de la ermita. el pobre sapo ya sin pensamientos.
(Me puse a comprobar si Dios Da arañazos el sol
había traído leña suficiente.) en la esquina de siempre.
Y ese sombrero largo Nadie sale a mirar
es don José que baja de una pieza. que debajo del sapo sólo hay
un pedazo de Dios que ya no siente.
Baja con tanta prisa que parece
que va empujando el polvo. Todos callan,
comen en silencio.
Ha de venir a misa. Ya no brinca más el pobre sapo muerto.
Ha de venir contento porque dicen A las dos de la tarde cuánto perro.
que ahora sí ya tiene
casa particular para sus hijos. Nadie sale a mirar
aquel pelear la presa con los dientes,
aquel husmear podrido de la muerte.
Da arañazos el sol
en el sucio color de tanta piedra suelta.
38. PARA QUE HABLAR DEL TIEMPO SUEÑO CON TAMBORES
No siente el corazón el paso. Van dos veces que sueño con tambores;
(Recuerda aquella su obsesión tan tibia y me miro en el sueño
del caballo golpeando a los ocho años, con pupilas ajenas esperando,
de Fabiola pensando, preguntando quién grita,
apretada a la grupa del caballo.) quién se puso otra vez a molestarnos.
Para qué hablar del tiempo: (Me sacaron los clavos.
Lo mismo da ese clavo que la herida, Me sirvieron café de no sé cuándo
las panteras de piedra; y me dieron de baja en despoblado.
las sibilas enormes de las ruinas.
Me dijeron dos hombres
Miro en ese desierto: que buscaban mi cuerpo los romanos.)
los mayores al fuego siempre blancos.
Miro en esa mujer Los tambores doblaron
la navaja que afila su amasiato. setecientos avisos con presagios.
No siente el corazón lo amargo. Cuatro pájaros negros me asediaron:
(Voy a quitar del muro las pupilas yo luchaba conmigo,
y esa navaja que viene a molestarnos.) con la piedra más vieja,
con la estatua más blanca
que estaba yo explicando.
Los tambores callaron.
(No hago nada,
simulo, voy trepando.)
39. ESE NIÑO RECIEN PARA LLENAR LA CASA
Lento al abrir sus nuevos ojos, Para llenar la casa
ese niño recién me vuelve sordo. no es el niño Jesús de Praga lo que falta;
Los padrinos están ni la virgen de piedra,
haciendo garabatos. ni la vasija de agua.
Lento el llanto pueril, pragmático, eruptivo. (Como a la una y media
mi madre saca un animal y lo degüella,
(¡Ese niño, por Dios, le echa sal y se va
me tiene sordo!) a afilar su cuchillo y sus recuerdos.)
Se sacuden la caspa las visitas. Para llenar la casa,
por el óvulo izquierdo tuvo Isabel un hijo.
Los padrinos se van.
Desde entonces ¡quién viera!
Alguien habla de Dios la lucha contra el miedo
y de pájaros en Estocolmo. es una tunda a palos.
40. DIA DE ASUETO
Lava mucho mi madre.
NATURALEZA MUERTA
(1998 - 1999)*
Pero cuando se rompe
el lavabo removido por sus penas,
hace día de asueto.
O se pone a amasar la harina,
a juntar las yemas con el fuego
con el mismo empeño de su fecundidad,
aunque cansada.
Y se pone a trastear, después,
ciertos negocios suyos,
empeñando animales cariñosos:
esos puerquitos tiernos
o gallinas que ponen mendrugos bondadosos.
Cuenta pesos al cobro
con nosotros,
para hacer un poco de hambre con judías
o una merienda llena de esperanzas.
Las anginas la dejan hecha una tristeza.
* Primera edición 1999.
42. NATURALEZA MUERTA
I
Naturaleza muerta un mes de julio.
El sopor como fondo.
Mesas que hablan
del arcángel secándose en el muro:
telaraña de estuco sus dos alas
y aquella su materia que no siente,
que no enciende la espada
porque afuera
está lloviendo tanto.
Parpadea
el minúsculo gesto de su cara.
Desolación sagrada.
Nadie llega
este fin de semana a ningún lado:
verían la casa a medias como siempre,
como siempre los ojos,
la mirada;
verían el pozo entrando por el agua,
verían el fuego nuevo y los despojos,
los ojos amarillos de la nada.
43. El hongo crece, Candelabros que aguardan,
abraza la madera; no sé ahora,
señala negligente el cielo raso, si las tardes o el Credo o la balanza
menoscaba el portón de las sombras raídas.
y nadie llega; ¿Qué oraciones
cómo espera temblando el calendario. testifican la calma, el equilibrio
No sé qué sol de entonces amanece, de los vastos altares?
no sé qué lunes entra hasta la sala Jesucristos
y se va siendo martes que no empieza, que figuran milagros por hastío;
y se va haciendo tarde: San Cristóbal pensando,
Dios es viejo. tan remoto;
San Martín Caballero más arriba
Pareciera y la virgen serena, con su luto.
de hace siglos la cruz del crucifijo, Candelabros que ofician,
desagravio el rosario los domingos, ya qué importa,
la herida del costado los libros de mi padre junto al tiempo.
un crimen visto
por oscuros romanos.
Pareciera
que están en otro sitio sus tres clavos.
44. Pero llega el recuerdo Nadie llega
de algún año, esta mañana que de todos modos
como llega un domingo, durará solamente lo que dura
como llega la nostalgia del sueño.
el perfume del baño de la abuela Pareciera
por los muros de adobe de la casa, que mi rostro no encuentra su retrato;
la doméstica estancia y su paciencia, que mi cuerpo se sueña,
los rincones que soñando
marcados por los muertos: se arroja ya despierto por la puerta:
tío José Ángel augusto en el retrato verían que no hubo sangre porque el sueño
y el abuelo sentado por delante estaba en otra parte.
la familia incompleta presidiendo.
Naturaleza muerta.
Naturaleza muerta. Dios es viejo.
Inconveniente Inconveniente
del invencible nudo de los ecos, del invencible modo de los muertos.
del insomnio dos veces impaciente
que los ojos no sienten porque afuera
está lloviendo tanto.
45. El espejo al revés.
II Solar de trenes
y rebeldes los rifles zapatistas,
y la lluvia tan sepia de la foto,
a Eva Mendoza y adelitas de polvo
con rebozos
El insomnio otra vez en la línea de fuego.
y el tedio vuelve, Dos alambres
y la hoja tan pálida a la fuerza, que ya no necesito para nada
y la carta temblando profecías, cuelgan, qué tal, este domingo absorto,
y mis ojos y este sitio de estar conmigo a solas
como un observatorio, y el instante de estar entre nosotros.
y Licurgo sin velas, qué distante,
y el estante esperando no sé qué ayes
de batallas remotas.
Sacerdotes
de pigmentos morenos sacrifican
en el libro de historia, las solapas;
y el grito de la piedra tan oscuro,
y al final el capítulo del fuego
y esta noche, qué tal, Tezcatlipoca.
46. Alguien dijo mi nombre. Nadie dijo mi nombre.
No me acuerdo Yo pensaba
si estaba yo de acuerdo con que Ulises en alguna sonata con adagio,
pusiera sitio a Troya. en la carne común que nos separa
No me acuerdo: y este oficio de muro por las tardes;
su caballo en qué libro lo he dejado; y en el pozo que hacemos en el agua
que perdonen los griegos y a la izquierda
pero llevo el atrio de tus muslos;
rato de estar en Naxos sin Ariadna, yo paraba
esperando a Teseo, mi nave hermafrodita
qué incumplido, en tu pecho, sitiando madrugadas,
abrazando mi almohada pos si acaso rodando cuerpo adentro,
algo me dice el oráculo de Delfos. entredormido,
como un niño sorbiéndolo despacio:
Alguien dijo mi nombre. ahora y en la hora el naufragio
Vino hablando en la súbita leche de Afrodita.
de no sé qué figura sobre cera, No tengo nombre:
de algún harapo que el insomnio guarda anónimo me he visto
o aquella niña omnívora en la esquina en el sitio en que velo mis entrañas,
que junta ruidos en que velo sin armas mi bautismo
al lado de su sombra. y el nagual que me dieron de prestado.
47. Algo sube a mi cara. Miércoles de mi sombra.
Ya me alcanza Cuatro soles
no sé qué escalofrío; las hormigas abruman el desorden de mi pulso,
avanzan de mi sangre en la piedra.
y en la sien desnuda escriben Pedernales
la diáspora nocturna de los viernes; que devienen solsticios en mi carne,
y un algo de ir cortando amarras cruje, que devienen raíces para nada,
respira y sobrelleva pirámides buscándose en mi boca.
este esqueleto
que dejo algunas veces en la cama, Noche de pormenores.
o lo llevo a la sala somnoliento Hasta cuándo
a fumar cigarrillos me seguirá esta sed ingobernable,
o a mirarse carnicera insaciable,
en sus cuencas ya faltas de coraje. sin matarme,
y me dirá “cien veces cien cien veces”,
mientras me habla Xavier de sus nostalgias.
48. La penumbra otra vez.
Inquebrantable III
esta guerra florida del insomnio:
no sé cuántas argucias con Ulises,
y con Circe gozosa entre mis brazos; Ahora vuelvo. El caso es este estorbo
y la nave que habrá de conducirme, que me ronda diverso en su suplicio,
y el estante que en su vicio se muestra tan informe
colgando de sus ruidos, que casi ya no sé de veras dónde
y el corrido de Troya y el espejo voy camino de qué sembrando a solas
que oscila de adelitas, sentimientos adversos. Ahora vuelvo
y este cuarto de la roca que espera paralela
como hacha por tus muslos, a los cinco tropiezos de mi historia,
y el cansancio que vence al naufragio, a la injuria que amé desde pequeño
que vence poco a poco cuando sitia y a mi historia de piedra sobre piedra.
el instante de estar entre nosotros. Y es que otro soliloquio no recuerdo;
qué voy a recordar, cómo, si sólo
me llevo mal de siempre con el tedio,
con la dicha me llevo y no me llevo,
con los modos del tiempo soy soberbio:
dirán por eso aquí llegó el que piensa
otra forma de ser ya sin Teseo,
otra sombra, la misma de la vida,
la misma de los jueves, la que gusta
ser pálida costumbre del espejo.
Y hace tiempo que dicen esta suerte
De no ir diciendo nada. Ahora tienen
por lo menos el miedo, la cordura
de no asomar la cara. Ya decía
49. que a veces no me sé lo que sucede, Allá va la amenaza imperceptible
que no me sé la parte inmaculada del rencor desigual ojo por ojo
que otros hablan de suyo. Medioscuro, que va de ti cifrándose en nosotros,
consigo por las tardes el deseo que va de mí cifrando un orden turbio
de simular rehenes o el destierro diente por diente en un desorden pétreo,
de diez años sin nadie, sin Helena, en un sin malestar que espero solo.
de veinte años sin Eva. Qué fenicio Dirán entonces no sé qué razones
confunde mi osamente de plebeyo de no sé qué materia sin aliento,
por una de guerrero. Ahora vuelvo de no sé qué canción o amor perdido,
a ser el aborigen de mi tierra: de no sé qué tropiezos de mi historia,
zoque rupestre, indiano de mil sangres, de no sé qué destierro: poco importa
purépecha cruzado con el polvo. este siempre no sé lo que sucede,
Allá va mi silueta en su destiempo, este sueño de veras no sé cuándo
sudando el trago amargo, la violenta de jugar con la sota, con dos reyes
impiedad circular de su destino; y el caballo menor de la baraja,
padeciendo mil rostros que perturban y de reina Artemisa con Diomedes
su asombro de Narciso: tolvanera enfrentando la furia de mis dioses:
de llagas que tropiezan. No me quejo. la serpiente emplumada que preside
El caso es este miedo sin embargo, poderosa mi noche de basalto
este sexto sentido milenario y mi madre Coatlicue que me cubre
de dos fuerzas tirándome perplejas, de serpientes el cuerpo cuando duermo;
rondándome en lo oscuro. Qué quisiera. y así salgo del sueño casi ileso,
Después de todo siembro a solas; vuelve y así muero en el pájaro que muere
no sé qué extraña roca paralela cada tarde en la flecha del incienso
diurna de sombras sobre Atenas. Duele y renace jaguar cuarto creciente
todo este parentesco que voy siendo, siete veces de noche, siempre siete,
toda esta sangre mil de cien maneras, siete noches de insomnio con la muerte.
todo este Juan Sin Tierra tan adverso.
50. Allá van de mis pasos los tanteos
y el insulto mortal que no devuelvo, IV
que contengo hierático en la piedra,
la que busca en su golpe su tiniebla,
señalando ese sitio de la afrenta Comencemos de nuevo: supongamos
donde el odio se va precipitando, que digo aquí está el odio de mi hermano,
fiero estorbo de modo tan soberbio. aquí el niño de piedra, el hijo roto
Media luz. Soledad. El cuerpo ileso. que no discriminaron. Ya qué importa
Medianoche de espejos invencibles este tiempo de andar tan separados,
con arañas que suben combatiendo como si algo escondiera, como si otros
siempre igual, tanto tiempo. Persevero perdonando me vieran ser el mismo
en mi guerra sin luz como un ateo y no otra vez la errancia, el escondrijo
con mi turbio desorden de guerrero, de buscar sin buscar. Pasaron años
con la injuria que amé desde pequeño que no supe qué vi cada mañana,
y la espada ya sola, sin Teseo: que no supe de mí si hablaba acaso,
inventario de sombras sobre el jade, que me supe cobarde cada tarde
soliloquios del tedio sin remedio, como esa noche sucia de mi carne.
señoríos que tiemblan en silencio,
desmembrados, remotos, separados, Pasó tanto después: la historia en vano,
devolviéndose adversos. Ya decía: la repetida historia del vacío,
la parte inmaculada que no entiendo: del odio vil que no me queda claro,
el caso es este estorbo. Ahora vuelvo. que es la historia que va de mis hermanos.
51. Otros dijeron yo te vi llegando, Pero ahora lo pienso, que perdonen
yo te miré cruzar de calle en calle, tantos meses de espera hablando solo
recoger sobre ti tus propios pasos, sin el pan ni los peces. Preguntando
echar la sombra en contra de los hechos si esta noche por fin alguien nos llama,
y hacer un nudo lejos, bien aparte. si nos hacen la mesa de algún modo,
Puesto que no hubo pruebas no encontraron si la cama de encino a medianoche,
las huellas de mi azoro fragmentado, si los niños vendrán, yo no sé nada;
los nombres que me dieron de bastardo porque a tientas, es otra incertidumbre
y los que no me dieron porque andaba vivir como Dios manda, como un pobre
como un Jesús expiando extraños pueblos. que dijera por fin todos los viernes:
por qué salgo de mí, de todo, entonces;
Supongamos ahora que tenemos por qué este barro dándose en contrario,
el pan multiplicado con sus peces, y este odio siguiéndome en lo oscuro
la oración impasible, la más limpia como esa noche sucia de mi carne.
oración de mi madre cuando estrena
el sopor de las tardes con sus misas,
diciéndome quién inventó este cielo,
este soñar despiertos que tenemos.
52. Contestaba al azar: adiós.
V Me vieron
donde el miedo de Dios era mi miedo.
Su palabra, lo incierto.
Qué penumbra, diré. Qué tiniebla:
Sabrán que miento. descubrieron mi rastro desmedido
Sabrán de la distancia. en el niño de siempre. Qué despacio.
De mis hijos. Sólo fueron preguntas. Parecían
De nuevas cartas que llegaron lejos golpes de no sé qué diluvio mío.
y el oficio de errar:
papeles blancos, Y David, sin cesar,
páginas limpias de no sé qué esperanzas, siempre siguiendo
de no sé qué perdido sentimiento. aquel perdido sentimiento.
Fuimos
Y qué extraña esta sed de otra suerte tenaces enemigos.
y el cielo todo, Señales de algún bar.
y la ausencia por fin tan limpia y sola, Paredes muertas.
y tan sola la sala con su duda Soliloquios en casas de madera
y a las ocho y no sé qué otros aires.
de nuevo la penumbra.
Comentaba al azar las mismas cosas,
como aquello tan pobre a la mirada,
o de aquella mujer una mañana
o la risa de dos en cualquier paso.
53. Y este asombro Palabras graves.
de estar aquí la vida reparando, Ruidos del insomnio.
de estar allá la ropa y su costumbre, Ruidos que van rodando sobre nadie.
sacudiendo los nombres los domingos, Calles que alzaron polvo sin nosotros.
los difuntos en paz otro verano. Calles sin porvenir.
Cristales rotos.
Mas equivoco a veces los armarios, Tedio mortal guardando la vigilia.
las puertas que no sé dónde quedaron, Lepra que sale muda por la boca.
las tardes al revés siempre lo mismo Junta de escombros.
y tanto pensamiento en desagravio. Médula del pozo.
Sino que algo se va de estar conmigo, Cierro los ojos.
se va de ya no verme confundido: Iris evasivos.
vagina, soledad y dromedario. Me acuerdo de soñar:
bastardo, elijo
la vieja roca sublabial, la roca
que no supe arrojar.
Qué desatino:
vi el horror de Caín tan desgastado,
tan amarga su voz hasta dolerme,
mostrando siempre su arma;
la saliva
que tanto me persigue, ese mal sueño
de la hembra jabalí con un ladrillo.
54. No conozco las calles que mis manos Pero vengo de hacer el santo y seña.
preservaron del fondo del insomnio. De no sé dónde vengo.
Todo empieza de noche. Pareciera
Tal vez nadie que fui a peregrinar la cordillera
supo cómo tantear en la esperanza: de algún espejo roto por la tierra.
penitencia de pobres.
Ciudadela Me sigue la penumbra.
de perros que nacieron en desorden. Qué tiniebla.
Asedio de mi sombra que no sigo. Me sigue de otro modo que parece
Canto del gallo prematuro. que yo no soy, no soy este que escribe
Viernes. su no ser deducible.
Por mis entrañas sube el caserío: Madrugadas.
éxodo y malestar entrando a plomo. Calumnias prenatales.
Risco de no sé qué hambre sin señales.
Me defiendo sin ver de qué ladrido Este peso sonámbulo no existe.
salió el colmillo indestructible. Esta mole bastarda repetida
Niños por no sé qué artificio.
Que se mordieron huérfanos. Qué vacío
Qué abismo me ha dejado esta asfixia de la culpa.
me pide cuerdas que no llevo adentro;
me pide el cuello, el ala, el amuleto,
el adobe sumerio de los muertos.
55. Pordiosero del sueño, Qué desatino.
me contemplo Qué tiniebla este asombro desmedido,
en el golpe mortal desamparado. y esta sala tan limpia de esperanzas,
Me contemplo enemigo de este cuerpo y a las ocho de nuevo sin mis hijos
que no es mío, sino ese moribundo y la ausencia otra vez.
de razones pretéritas: Cristales rotos.
despierto
de ese sueño de páginas adentro
donde he caído tanto.
Forastero,
miro todos mis hilos tan podridos,
roto de siempre el pan y el parentesco,
engendrado de nadie y la molestia
que me sucede a ratos.
Qué despacio
esto de irme cayendo por las plazas,
por el pozo grasiento del insomnio,
por este purgatorio. Tal vez nadie
sepa darme razón.
56. EL SUEÑO DE TLATILCO EL SUEÑO DEL RETABLO
A las seis de la tarde, Ahí mi casa ligada con el barro,
cualquier día, ahí los hombres quebrándose a caballo,
me vendrán a decir que estoy metido ahí mis manos detrás de mis palabras,
en el acto fallido de tu vida; y esa de risa, de quién, que me ha tirado
me vendrán a poner candados viejos una línea vacía de carcajadas.
o roperos en ruinas.
Más allá los disturbios sobre el atrio,
Voy diezmando los amargos filósofos, los ojos
la madera del árbol, del retablo mayor sobre mis ojos.
los contornos oscuros donde expiran La señal de la cruz se resquebraja:
mis razones a medias, tengo otro pensamiento, pero es sordo
la cama conque siempre me defiendo: el que lleva la cruz: siento mis hombros
siempre el sueño de siempre, como un peñasco de maderas rotas.
la serpiente
que persigue mis ojos en Tlatilco, Van a verme jurar junto a la parra.
que persiste en su lucha cuerpo a cuerpo Van a verme dudar.
y me habita murciélago. Para qué las espinas,
para qué la plegaria de los clavos
A las siete, si a medianoche el miedo los revuelve:
sigo piedras adentro, cementerio de cabras,
sigo el grito que parte en dos cadáveres sin fin en un brasero.
este relieve:
me despierto en la ruina amargamente Va a verme dudar en el sigilo
con un torvo secreto de su turbia sordera.
y mi escudo a un costado de la muerte. Por las calles,
a los perros marcados les da fiebre.
57. NOCTURNO CALLEJERO (Recompongo las horas, doy comienzo
a este inútil nocturno callejero.
Aquí nadie me espera. Y este quehacer de pájaro podrido
Aquí yace la hebra que respira llena mis ojos de inmóvil carne dura.)
su delgadez a sorbos.
Nadie mira Nadie mira
que la pared se rompe de blancura, que rompo este papel,
que sin querer se encuentra todo en orden, la eternidad y el muro.
que los moros del sueño
llegan de noche siempre a sujetarme:
sus cuchillos me tocan,
sus miradas de cobre
me contemplan ya piedra sobre el aire.
(Aquí me estoy temblando,
agarrado a la sombra inmensamente,
a la inmensa intemperie
y al páramo de fiebre.
Después, para gritar, divido,
doy un salto mortal sobre el relieve.)
La eternidad transcurre
de lunes a domingo y otro lunes
consigo la costumbre de aferrarme al muro,
de darle a cualquier rostro el nombre tuyo.
58. BLUES PARA VIKI
a Griselda Núñez
1 EL TIGRE YA SIN ALAS
Miente
(2002-2004)
quien afirme
que yo no estuve ahí como testigo,
que no vi el fuego arder, que estaba solo;
que prófugo de mí
levanté el alba,
levanté lo que fui.
2
Qué empeño extraño
demora esto que aquí va siendo llaga,
o va siendo animal
porque a deshoras
viene con no sé qué de mala sombra.
3
Diciembre por más dulce me da pena.
Y esto que callo cada que amanece,
esta fuerza de siempre padecida,
es siempre así de rabia con paciencia,
rebuscándome entero,
quebradizo,
enfrentándome roto hasta dolerme.
59. EL TIGRE YA SIN ALAS
Apaguemos el bosque.
Recojamos el cuerpo del auriga
y cerquemos al tigre ya sin alas.
El velamen de piedra
está depuesto.
El cadáver sin habla
se despeña en el cuervo que profana
el azul de sus vísceras.
Estelas
que figuran jaurías
y un arúspice trémulo en la niebla:
el metal resplandece;
hay vestigios
de viejos sacrificios en las ruinas;
y la impronta del tigre
en el arco solar se desvanece.
60. CORAZON DE PIEDRA INUSITADO
SEMEJANTE AL ESCRIBA
1
Semejante al escriba,
voy diezmando Nadie conoce
materiales profanos que la gleba a mi señor vejado,
vocifera en mi casa. al que guarda acucioso, al que suscita
Los espasmos su corazón de piedra inusitado.
que cincelo en la piedra Nadie sabe qué forma
van hablando tiene el puño
de mis noches herejes. que devora sus horas de discordia;
Las paredes enhebran que subleva a la flor contra el verdugo,
los fragmentos que mitiga el dolor
de los óleos sagrados, del estuco del barro subrepticio
que aprisiona la luz del cielo raso. y de su historia.
Otras noches,
de los pueblos vencidos
han bajado
amanuenses extraños
con extrañas ofrendas en las manos,
con los ojos erráticos
y el sueño
de un cenote sagrado palpitando.
61. 3
2
Nadie advierte esta lucha
Nadie mira cuerpo a cuerpo
el bosque ensangrentado de la noche y los cántaros inermes;
de la guerra florida; del insomnio que arrastra
ni a la flecha que trepa inmaculada y que somete
en el aire precario la fuerza de mi arco ya inservible;
de la noche sumida en los guijarros; y estos puños sin furia
ni al guerrero que duerme y este escudo,
con su cara de tigre, y este cuerpo sin nombre convalecen
soñándose inmortal como un nudo indeciso,
en el vasto mural apuntalado en el sueño inmortal
por otro sacrificio, de otro guerrero.
y el águila que cae,
y el filo de la piedra
haciéndose cuchillo.
62. LEVANTARME TEMPRANO
A LA LUZ DE LA TARDE
Levantarme temprano A la luz de la tarde
-la hora estipulada es lo de menos-, se interrumpe el murmullo de las casas;
abrir el sábado al margen de sus sombras, padece grietas
mirar a Dios, nervioso, por los aires el desdén espigado y quejumbroso
parapetando estrellas, tramando nimiedades; que anida en los relojes
salir, buscar el cuadro practicable (nadie imagina ciervos congregados
o el dibujo más alto del paisaje; en la urdimbre que acecha al oficiante.)
y en un descuido
de la aurora unánime El sueño es inmortal, pero rupestre:
-cuatro mujeres tejen puntos cardinales- calma la ira de las horas;
cambiar de esquina deja languidecer
y de historia en otra calle, los hábitos revueltos en la arena:
por donde nadie pueda apresurarme. algunas voces que no duermen,
agitan sus manazas
buscando a tientas la piedad remisa
de algún Cristo sin clavo y sin espejo
(turbios aurigas rompen el hechizo
de la nube almenada
apostada en la entrada de mi casa.)
63. Luis Marín nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Estudió
Ciencias de la Comunicación en la UAM Xochimilco y
Letras Hispánicas en la UAM Iztapalapa, en el Distrito
Federal. Ha publicado el poemario La sal de los alisios
bajo el sello de la UAM Iztapalapa. Ha publicado tam-
bién diversos textos en Casa del Tiempo, El cocodrilo
poeta, en el DF, y en la revista Este Sur, de Chiapas.
Actualmente reside en el Estado de México.