2. El Adviento es
preparación para la
Navidad y
preparación para que
Cristo venga más
profunda y
amablemente a
nuestra alma.
Queremos que venga
a iluminarnos, a
calentar a este
mundo que se muere
de frío. Se lo
pedimos de verdad.
7. Todos necesitamos algún mesías o salvador. El problema
está en que hay mucha desorientación de cómo debe ser
el verdadero Mesías de Dios. Algunos están
completamente desorientados. y ¡Qué difícil es que
entren en la verdadera órbita que nos enseñó Jesús!
A los
apóstoles
les costó
bastante
hasta que
vino el
Espíritu
Santo.
8. San Juan Bautista, que es nuestro modelo y orientador
en los domingos 2º y 3º de Adviento, parece que estaba
también un poco desorientado sobre el sentido
mesiánico de Jesús.
Seguramente
por eso envió
aquella
embajada.
Veamos lo
que nos dice
la primera
parte del
evangelio de
este día. Mt
11, 2-6
9. En aquel tiempo, Juan, que había oído en la
cárcel las obras del Mesías, le mandó a
preguntar por medio de sus discípulos:
"¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que
esperar a otro?" Jesús les respondió: "Id a
anunciar a Juan lo que estáis viendo y
oyendo: los ciegos ven, y los inválidos
andan; los leprosos quedan limpios, y los
sordos oyen; los muertos resucitan, y a los
pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y
dichoso el que no se escandalice de mí!"
10. Es muy difícil
saber si la duda
la tenía el mismo
san Juan o era
una manera de
ayudar a sus
discípulos,
quienes tendrían
la gran duda.
Sabemos por los Hechos de los Apóstoles que bastantes
años después había discípulos del Bautista que seguían
teniendo a su maestro como un profeta superior a Jesús.
11. San Juan Bautista parece
haber reconocido la
grandeza de Jesús, al
menos en el momento del
bautismo; y que así lo
demostró cuando al día
siguiente le señaló
diciendo: “He ahí el
Cordero de Dios, que
quita el pecado del
mundo”. Sabemos que
Juan declaraba ser su
bautismo sólo de agua,
mientras el de Jesús
sería con el fuego y el
Espíritu.
12. Sin embargo parece que
san Juan tenía una
crisis, quizá estaba en la
noche del espíritu. Quizá
la crisis le vino por el
modelo de Mesías que
había forjado en su
interior, debido a su
formación. Juan habría
aprendido de los
profetas y del ambiente
una imagen de mesías
imponente y avasallador;
pero Jesús era humilde y
acogedor.
13. Juan había predicado
que el Mesías vendría
con el hacha en la mano
para cortar todo árbol
podrido, y que vendría
con el bieldo para
separar la paja del trigo
y luego quemarla; y
Jesús se presenta con
las manos abiertas
llenas de misericordia y
de paciencia,
alegrándose en poder
perdonar; y disfruta con
los niños y sencillos de
corazón.
14. Esto era como un
escándalo. Por eso el
profeta decía sobre
el Mesías: “Dichoso
quien no se
escandalice de mi”.
Esto era porque
muchos del pueblo,
especialmente los
jefes, que se tenían
por devotos y
perfectos, se veían
defraudados ante la
imagen que difundía
la vida de Jesús.
15. Quizá san Juan estaba en
una duda, quizá en una
noche del espíritu. El hecho
es que mandó a dos
discípulos a preguntar a
Jesús: “¿Eres tú el que ha de
venir o tenemos que esperar
a otro?”. Hoy
desgraciadamente muchos ni
se lo preguntan, porque se
sienten liberados por los
adelantos modernos. Una
liberación provisional y para
nada completa.
16. Lo malo de estas
liberaciones, fuera de
Jesús, es que se
quedan en lo
estrictamente material,
diferente de la que
Dios quiere darnos
valedora para toda
nuestra existencia, la
que nos dará la paz
total. Dios, al que
esperamos, es Dios de
bondad y misericordia.
17. Si Jesús les hubiera dicho a los discípulos de Juan que
pronto el templo será purificado y castigados los
pecadores, que pronto romperemos el yugo romano, o
que Juan saldría pronto de la cárcel y los enemigos
serían destruidos, o que Jerusalén brillará como la
aurora, etc. quizá se hubieran ido contentos.
Pero Dios no
es así. Es el
Dios de la
misericordia;
pero es
también de la
paciencia que
conlleva el
amor.
18. A veces el Dios que viene
no es exactamente el Dios
que esperamos. Dios
siempre es sorprendente,
no actúa según nuestros
criterios. Los signos de
Dios que proclama el
profeta son: “Los ciegos
ven, los sordos oyen, y
sobre todo, “a los pobres
se les anuncia la buena
nueva”. Son signos de
misericordia.
19. Pero también son signos
de alegría. En este tercer
domingo de Adviento se
habla especialmente de
la alegría. Es la que Dios
da a aquellos que le
buscan sinceramente. Lo
acentuará la 1ª lectura en
que el profeta Isaías (el
2º, discípulo del 1º),
estando en el destierro,
anuncia de parte de Dios
el consuelo y la paz. Y a
los israelitas les invita a
una gran esperanza.
Dice así: Isaías 35,1-6a.10
20. El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el
páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se
alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano,
la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la
gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced
las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes;
decid a los cobardes de corazón: "Sed fuertes, no
temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite;
viene en persona, resarcirá y os salvará." Se
despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se
abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del
mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor,
vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría
perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción
se alejarán.
36. En la vida de
Jesús se vio
de manera
clara el
encuentro de
la
misericordia
con la miseria.
Dios, que es fuerza y plenitud, se acerca a la debilidad y
tristeza humana. Por eso se acerca Dios con alegría, pues
en la humanidad pecadora abunda la tristeza.
37. El mundo necesita profetas de la esperanza, profetas de
la alegría. Porque existe mucha alegría barata o pasajera.
Necesitamos la alegría que se instale en el fondo del
alma, una alegría que esté unida al amor de Dios y que es
un fruto del Espíritu Santo.
38. Para ello es necesaria
la fortaleza. El profeta
nos dice hoy: “Sed
fuertes, no temáis”. En
un ambiente duro,
como era el destierro
para los israelitas,
como es hoy en
muchos lugares, se
necesita la fortaleza
para vivir en la alegría.
Es la alegría que
vemos en los mártires
y santos.
En este domingo se nos dice: vivid alegres,
porque el Señor está cerca.
45. Aquellas personas o comunidades que viven en la
presencia de Dios, experimentan una alegría indecible,
que no conocen aquellos que sólo están metidos en lo
material. Porque lo material pasa; el don de la alegría
perdura. Es la alegría que vemos en Jesucristo a través
de su paz.
Y la de
aquellos que
saben que
Dios está
siempre
presente.
46. Unas de las palabras más repetidas de Jesucristo son:
“Bienaventurados, dichosos”. Jesús viene con
medicinas para las heridas del cuerpo y del alma. Jesús
muchas veces consolaba; y decía: “no llores” o “no
temáis”. Sus palabras siempre se cumplían y siguen
cumpliéndose.
Jesús sólo
necesita el
corazón abierto
para derramar
sus
misericordias,
dando su paz y
alegría.
47. Hay otra virtud que
hoy nos enseñan
las lecturas y que
Dios emplea
mucho con
nosotros: la
paciencia. Es una
virtud muy
necesaria para el
cristiano en la
espera del Señor.
El salmo responsorial de este día es el 146 en que
decimos: El Señor está del lado de los oprimidos. Dios
escucha siempre nuestras plegarias; pero nosotros
solemos tener demasiada prisa.
48. Esta demasiada prisa en la vida suele ser hija de la
cultura tecnológica. Las máquinas siempre tienen prisa.
En nosotros la prisa es signo del egoísmo, de estar
demasiado enraizados en lo material. El caso es que no
sabemos esperar y nos ponemos enseguida nerviosos.
49. Dios
escucha.
Dios
espera.
Dios tiene
paciencia
con todos.
La paciencia es necesaria para todos: da serenidad y
profundidad a las personas. Es necesaria para las
relaciones de convivencia y de amistad. Hay que saber
esperar, pues la paciencia es hija del amor y la esperanza.
“La paciencia todo lo alcanza”, como decía Santa Teresa.
50. Hay que
saber tener
paciencia
también en la
espera del
Salvador,
fomentando
siempre el
amor.
La falta de paciencia en la espera del Señor solía ser un
defecto de la primitiva cristiandad, que especialmente el
apóstol san Pablo pretendía corregir. Hoy en la 2ª
lectura es el apóstol Santiago quien nos habla (5,7-10):
51. Tened paciencia, hermanos, hasta la venida
del Señor. El labrador aguarda paciente el
fruto valioso de la tierra, mientras recibe la
lluvia temprana y tardía. Tened paciencia
también vosotros, manteneos firmes,
porque la venida del Señor está cerca. No os
quejéis, hermanos, unos de otros, para no
ser condenados. Mirad que el juez está ya a
la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo
de sufrimiento y de paciencia a los profetas,
que hablaron en nombre del Señor.
52. Nos es difícil aprender la pedagogía divina. Todas las
esperas se hacen largas, pero son necesarias. La espera
paciente enraíza la fe, fortalece la esperanza y agranda el
amor. La espera paciente hace valorar más lo que se
espera y a la vez capacita para mejor recibirlo. La espera
paciente agranda la misma capacidad.
53. Si lo que esperamos es la
visita de Dios, podemos
comprender cuánto
necesitamos de paciencia
amorosa para ensanchar
el corazón, de modo que
quepa Dios. Y cuánta
paciencia amorosa
necesitamos para poder
comprender a Aquel que
viene a visitarnos. Si
consiguiéramos los dones
enseguida, terminaríamos
por despreciarlos. Por
eso, amigo:
61. Esperando crece el deseo; con el deseo crece el amor;
con el amor vuelve a crecer el deseo; y luego más amor.
Este deseo, cuando es verdadero, está adornado con
súplicas, con arrepentimiento y hasta con lágrimas.
Así hasta
que el deseo
se haga
realidad y la
espera
paciente se
corone con
sus frutos.
62. La espera para la venida del
Señor no es pasiva, sino
activa. Es como la madre
que está esperando a su
hijo: está actuando para
que el hijo venga lo mejor
posible a este mundo. Así
se van fraguando las cosas
de Dios, con paciencia pero
actuando. Esa actuación
consistirá sobre todo en
aumentar la fe, la esperanza
y sobre todo el amor. Todo
ello amasado con la alegría
que da la paz del Señor.
63. Terminamos
hoy con la 2ª
parte del
evangelio. Es
un elogio que
hace Jesús de
Juan Bautista,
cuando se
han marchado
los discípulos
de éste.
Un elogio que desconcierta un poco, ya que en nuestra
mentalidad queremos traducir y comprender al pie de la
letra. Debemos entender que el arameo no tiene
comparativos y que al hablar usan imágenes que
intentan impresionar para que se entienda mejor.
64. Dice así el evangelio: Mt 11, 7-11
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre
Juan: "¿Qué salisteis a contemplar en el desierto,
una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a
ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con
lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué
salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más
que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío
mi mensajero delante de ti, para que prepare el
camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de
mujer uno más grande que Juan, el Bautista;
aunque el más pequeño en el reino de los cielos es
más grande que él."
65. Está claro que
Jesús estima
grandemente a
Juan Bautista
porque había
recibido de
parte de Dios
una gran
misión: la de
preparar el
camino del
Redentor.
Pero lo que verdaderamente hace grande a Juan el
Bautista es que es fiel a su misión y la cumple con toda
prontitud y firmeza, quedando como ejemplo de los que
recibimos diferentes misiones de parte de Dios.
66. Termina Jesús
diciendo que
nosotros, personas
de la Nueva Alianza,
unidos a Jesús por el
bautismo, nos
podemos llamar tan
bienaventurados o
más que san Juan, si
sabemos ser
plenamente fieles a la
misión de ser hijos de
Dios y misioneros
para que otros
muchos puedan
comprender y llamar
Padre a Dios.
67. Recordando y
poniendo en práctica
estas virtudes
convenientes y
necesarias para una
fiel y amorosa espera
a la venida de Jesús
en Navidad y sobre
todo en nuestros
corazones,
recordamos el elogio
de Jesús a san Juan
Bautista: