1. Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, otro publicano.
El fariseo, de pie, oraba en su interior :
“¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás
hombres, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. …”
2. En cambio el publicano, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo,
En cambio el publicano, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo,
sino que se golpeaba el pecho diciendo:
sino que se golpeaba el pecho diciendo:
“¡Oh Dios! ¿Ten compasión de mí, que soy pecador!”
Lc 18, 10-14
6. Los publicanos son alabados no por las injusticias
que a veces cometen, sino por su capacidad
para reconocerse necesitados de perdón.
7. La parábola continúa afirmando que el publicano
volvió a su casa reconciliado con el Dios justo y santo,
pero el fariseo no.
Los dos habían orado, pero con espíritu diferente.
No es la oración la que justifica
sino el espíritu que la anima.
8. El texto termina con un proverbio que
recuerda el cántico de María:
“Todo el que se enaltece
será humillado,
y el que se humilla
será enaltecido”
9. La altivez es inmoral por la injusticia hacia los demás
y por engaño sobre uno mismo.
10. Quien acepta
su realidad verdadera
no puede caer en
el
pecado de la arrogancia.
Conocerse a sí mismo
constituye la verdadera
sabiduría.
11.
12. José Román Flecha Andrés
Palabra del Señor, Salamanca , Editorial.Secretariado
Presentación:
Antonia Castro Panero
Trinitario,2007