2. La vida espiritual es un encuentro del ser humano con
Dios. Nosotros debemos ir al encuentro con Dios; pero en
realidad Dios es el que comienza ese encuentro.
3. En ese encuentro
muchas veces
resplandece la
misericordia del
Señor, como en el
ejemplo que hoy
nos narra el
evangelio: el
encuentro de Jesús
con Zaqueo.
4. Jesús marchó a Jericó donde vivía
Zaqueo,
hombre rico y publicano, de estatura
muy pequeño.
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5. Éste trataba de ver a Jesús cuando
pasaba; pero a causa de la gente, a
verlo no le alcanzaba.
14. no fuiste muy generoso,
pero menos lo soy yo.
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15. Zaqueo era despreciado por el pueblo, no sólo por su
oficio de cobrar los impuestos a favor de los romanos,
sino que, al ser jefe de otros cobradores, se aprovechaba
de la gente poniendo intereses injustos para enriquecerse
a sí mismo.
16. Hoy lo grandioso está
en la conversión de
Zaqueo. La
conversión comenzó
porque Jesús no le
despreció, le miró y
se invitó a su casa.
Después Zaqueo
aceptó la gracia de
Dios en su corazón.
17. Zaqueo no sólo
recibió a Jesús en
su casa, sino que
le recibió con
alegría. Aquel fue
un verdadero
encuentro con la
misericordia de
Dios.
18. Nosotros a veces vamos a la misa o a otro acto religioso
y no notamos ningún cambio, porque en realidad
asistimos casi sólo de una forma externa y no tenemos
un encuentro verdadero con Jesús.
19. Zaqueo tuvo una cosa buena que era el deseo de ver a
Jesús. Quizá sólo era una curiosidad; pero por lo menos
tenía una notable estima, probada por el hecho de hacer
algo tan extraño como el subir a un árbol para poder ver
a Jesús.
20. En el encuentro nuestro
con Dios, Él -Padre,
Hijo y Espíritu Santotiene la primera y
principal iniciativa,
porque Dios es todo
misericordia. Él ama a
todos, no al pecado
sino al pecador. Así
nos lo dice hoy la 1ª
lectura que es del
último libro del Antiguo
Testamento.
Sabiduría 11, 22-12,2
21. Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena
en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae
sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque
todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los
hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los
seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras
odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo
subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido?
¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses
llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos,
Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo
incorruptible. Por eso, corriges poco a poco a los que
caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que
se conviertan y crean en ti, Señor.
22. Se nos dice que Dios
muestra su poder
usando su misericordia.
Los humanos nos
equivocamos cuando
pensamos que el poder
se muestra con el
enfado, la prepotencia y
con el ir contra los
demás. Eso es signo de
debilidad. El poder se
muestra por los grados
de misericordia que
muestra hacia quien ha
hecho el mal.
23. La historia de la humanidad va paralela a la historia de la
misericordia de Dios, que realiza el encuentro. El primer
paso fue la creación, signo del amor de Dios: “Si Dios
hubiera odiado algo, no lo hubiera creado”. Dios, al ver
las cosas creadas, vio que todo era bueno.
24. Cuando muchos en la
humanidad usaron mal
la libertad, Dios da otro
paso muy importante
para un nuevo
encuentro. El momento
culminante fue la
Encarnación: fue el acto
supremo y definitivo de
acercamiento de Dios al
hombre. Y vivió en
solidaridad con
nosotros.
25. Hoy sigue Dios
buscando el encuentro
con cada uno de
nosotros. Alguno piensa
que debería ser alguien
especial, quizá como
Zaqueo; pero ni él mismo
ni los demás pensaban
que era una persona
especial. Dios, con su
gran misericordia, como
a Zaqueo, nos dice: Hoy
quiero hospedarme en tu
casa.
35. El hombre sólo
es rico en la
pobreza,
recibe cuanto
da su corazón.
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36. Dios es el
primero que
propicia ese
encuentro, que
nos dará la plena
felicidad. Pero
nosotros
también
debemos hacer
algo: Como
Zaqueo debemos
subirnos al árbol.
Esto significa ser valientes y quitar prejuicios.
Es querer sentir la compasión de Dios, que debe
ir invadiendo nuestra vida.
37. Subirse al árbol es quitar los egoísmos, buscando el bien
de todos, pues no puede haber un verdadero encuentro
con Dios, si no le hay también con el hermano. Y, como ya
decía el Concilio Vat. II, no hay un verdadero encuentro
con Dios, si no lo deseamos también para los otros.
38. Subirse al árbol es
“romper muros” o
“romper barreras”, que
nos impidan el
encuentro. Estas
pueden ser hasta los
mismos adelantos
materiales en cuanto
que nos impulsan a
tener más y más:
dinero, comodidades,
etc. Barrera puede ser la
ignorancia sobre la
bondad y la
misericordia de Dios.
39. Una barrera
puede ser el
miedo a Dios, a lo
que me pueda
pedir en un
verdadero
encuentro. Dios
es bondad y sólo
puede querer
nuestro bien.
40. Zaqueo, que sólo deseaba ver pasar a Jesús, encuentra la
oportunidad no sólo de verlo de cerca, sino de intimar con
Él, poder conversar reposadamente en la intimidad de su
propio hogar, sin preocuparse de las críticas de la gente.
41. No sabemos de qué
trataron en aquella
conversación; pero
sí conocemos los
resultados. Jesús
aprovechó la buena
acogida de Zaqueo
para llevar la
conversación por
los cauces de una
conversión.
42. El hecho es que Zaqueo, después del encuentro con
Jesús, era otro hombre distinto del que había subido al
árbol. Dicen que cuando la conversión llega al bolsillo o
la cartera, es una buena conversión.
Estaba
dispuesto a
dar la mitad
de sus bienes
a los pobres,
y a los que
había
estafado,
devolverles 4
veces más.
43. Aquel encuentro de
Jesús con Zaqueo
produjo una especie
de milagro de amor.
Hoy le pedimos que
también haga ese
milagro en nosotros
para que le
acojamos en nuestra
casa y nuestro
corazón con todo
amor.