Es menester compararnos como nación en el relato económico mundial. Comparar a España con los países más eficientes y evolucionados. Investigando las razones y causas de los resultados, para optar por lo mejor, y desechar lo menos adecuado. He ahí la quintaesencia de la economía.
1. 1
EL MILAGRO ECONOMICO IRLANDES.
Manfred Nolte
En su inspirador poema ‘Desiderata’, Walt Whitman nos exhorta a no hacer
comparaciones. “Si te comparas con los demás te sentirás permanentemente
deprimido o presuntuoso, porque siempre habrá mejores y peores que tu”. La
recomendación del humanista estadounidense puede valer en la esfera
individual, ya que nos enseñaron que debemos ser nosotros mismos y no otros,
aunque tampoco se desdeñe con esa máxima el afán por la superación. El citado
consejo se equipara a aquel otro de origen bíblico que nos insta a no juzgar: “no
juzguéis”. Pero está claro que no se puede vivir sin juzgar. Debemos juzgar entre
lo bueno y lo malo, con quién concertar una vida en común y con quien no hacerlo,
a quien contratar y a quien despedir. Así centenares de veces, a diario. No juzgar
y no comparar nos conduciría a una indiferencia patológica, anulando nuestra
capacidad de resolución.
Por eso también es menester compararnos como nación en el relato económico
mundial. Comparar a España con los países más eficientes y evolucionados.
Investigando las razones y causas de los resultados, para optar por lo mejor, y
desechar lo menos adecuado. He ahí la quintaesencia de la economía.
Viene esto a cuento de Irlanda, un país sin recursos naturales, cuya renta per
cápita ha alcanzado los 98.260 euros en 2022, frente a los 27.870 de los
españoles, menos de la tercera parte, no obstante haber registrado niveles
similares de renta en los años setenta. Nos comparamos y resulta innegable que
nos comparamos muy mal en renta per cápita con la república de Irlanda.
Confrontarnos con Irlanda es hacerlo con uno de los mejores: se trata de una
economía abierta, tercera en el Índice de Libertad Económica y primera en flujos
de inversión extranjera directa de alto valor. En PIB per cápita, Irlanda ocupa el
segundo lugar en Europa, detrás de Luxemburgo y el tercer lugar de 192 países
en la tabla del FMI. Irlanda creció incluso durante la pandemia, un 6,2%,
mientras nosotros nos hundíamos. En 2021 ellos aumentaron el PIB un 13,6%, y
un 12% en 2022, mientras que España sigue sin recuperar la producción de
finales de 2019.
En 1970 España e Irlanda eran dos economías similares que discurrían por la
zona media de la liga de naciones. Dos países con conflictos terroristas: ETA en
España y el IRA en Irlanda. Con instituciones desgastadas, en el caso de Irlanda
por sus pugnas con el Reino Unido y en el caso de España por las insidias entre
facciones políticas viejas y emergentes que precedieron a la muerte del general
2. 2
Franco. En 2010, como consecuencia de la gran crisis financiera, Irlanda precisó
de un rescate internacional para sostener su deuda. En España ocurrió dos años
después. Sendas paralelas. Pero cincuenta años más tarde ¿cómo es posible que
Irlanda haya hecho crecer su PIB per cápita más de tres veces el de España?
La población irlandesa (5,1 MM) es muy inferior a la española (47,6 MM) pero en
otros índices, el tigre céltico casi siempre sale ganador. El parámetro español se
consignará en segundo lugar entre paréntesis. Así en la menor deuda en
porcentaje de PIB, 44,7% (113,20%); menor déficit fiscal sobre PIB, -1,6% (-
4,81%); menor ratio de desempleo, 3,9% (12,8%); rating internacional más
favorable, Aa3 (Baa1); salario medio muy superior, 54.649 euros (28.360 euros);
o inferior coste del bono a 10 años, 2,77% (3,395).
¿Por qué crece Irlanda de una forma tan vigorosa? Mucho se ha achacado a las
ayudas de la Unión Europea. Pero las razones básicas hay que encontrarlas en la
pujanza de su sector industrial que representa el 41% del PIB, (15,3% en España),
orientado en un 80% a las exportaciones y empleando en él un 28% de la fuerza
laboral. Las exportaciones totales, un componente esencial de la demanda
agregada representa un 40,48% del PIB, (29,9% en España). De hecho, Irlanda
es uno de los mayores exportadores de bienes y servicios relacionados con el
software en el mundo. El sector servicios en Irlanda (56% del PIB) supone el
72,48% del empleo y el 56,15% de las exportaciones totales. Adicionalmente la
economía irlandesa está siendo beneficiada por un consumo pujante y unas
inversiones sostenidas en el sector de la construcción. Por último, no pueden
obviarse factores como la educación y el talento humano. Irlanda ha invertido en
su sistema educativo y ha fomentado el desarrollo de habilidades y talento en
áreas como la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas. Una fuerza
laboral altamente calificada y educada ha atraído inversiones y ha impulsado la
productividad y la innovación en el país.
Pero con ser todo lo citado de gran importancia, la razón principal de la pujanza
de la economia de la Isla Esmeralda reside en el hecho de que, durante años,
atraídas en gran parte por los bajos tipos del impuesto de sociedades, -el 12,5%-
3. 3
un buen número de grandes corporaciones multinacionales ha reubicado en ella
sus actividades económicas y, más específicamente, la sede de su propiedad
intelectual. Con sordina o sin ella, debido al trabajo diplomático desarrollado por
sus funcionarios ante Bruselas, la isla se ha erigido en líder indiscutible de una
fiscalidad amable.
Gracias a dicha fiscalidad, más de 1.700 empresas multinacionales, la mitad
norteamericanas, con sede fiscal en Irlanda representan el 50% de su PIB y, con
275.000 empleados, casi el 11% de la población activa, aunque en algunos
aspectos produzca una rentabilidad más aparente que real. Adicionalmente
muchas empresas de software se filtran en la República para sacar ventajas
fiscales sobre los ‘copyright’. La presencia de esas multinacionales es crucial para
las finanzas públicas del país. Suponen el 82% de la recaudación por impuesto de
sociedades y el 33% por impuesto sobre la renta. Más de la mitad de los ingresos
por impuesto de sociedades proceden de diez empresas, entre ellas Apple,
Amazon, Google, Intel, Meta y Pfizer. Irlanda es también la base de operaciones
de un gran número de multinacionales farmacéuticas y compañías dedicadas al
alquiler de aviones.
Irlanda, con una presión fiscal ‘amable’ sobre PIB del 20,8% adelanta por la
izquierda y la derecha a la ratio española del 38,4%. Sus líderes han ganado la
apuesta por reducir el tamaño del estado.
Mirando al espejo de dicha fiscalidad algunos países han reducido la suya, como
ha sido el caso de Alemania. Otros muchos han frenado sus planes. Pero en un
alarde de clarividencia España ha escalado al puesto número 1 de la OCDE en
crecimiento de su presión fiscal durante la última década. El gobierno de Madrid
aspira a subirla aún más, como se recoge en el ‘Programa de estabilidad 2023’
remitido a Bruselas. Y ello sin olvidar que teniendo en cuenta la diferencia en los
niveles de renta relativos de los distintos países, el llamado ‘esfuerzo fiscal’,
España supera en un 52,8% superior al de la Unión Europea.
Esta estrategia compartida por los tres partidos del Ejecutivo, junto a la ley de
vivienda y otras medidas contraproducentes y colectivistas son un pésimo
presagio para nuestra competitividad y por tanto para nuestro crecimiento y
nuestro empleo. La globalización de nuestro entorno nos obliga a estudiar la
incidencia de los movimientos fiscales y los flagrantes ataques a la propiedad
privada para evitar la deslocalización de inversiones y la fuga de contribuyentes.
El Índice de Competitividad Fiscal (ICF) permite comparar el nivel de inteligencia
de las normas tributarias de las economías desarrolladas. Así, en el ICF, España
se sitúa en 2022 en la posición 34 del total de los 38 países de la OCDE, once
puestos más abajo que la posición 23 que ocupaba en 2019. Dentro del índice,
Irlanda presenta la cuarta mejor posición en el Impuesto de Sociedades.
Pocos gobernantes recuerdan que las alzas tributarias desincentivan la inversión
y provocan la fuga del capital físico y humano. Pero luego se sorprenden de que
Irlanda gane la carrera de la eficiencia, el crecimiento y la productividad con
absoluta holgura. Irlanda se erige en un argumento práctico de como una mayor
libertad económica, con respeto a la iniciativa empresarial y en ausencia de
presiones estatales confiscatorias conduce, de forma natural, al éxito económico.