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Mayra Alejandra Hernández Z
14/02/2013
2. Tabla de Contenido
Cartas inéditas: la génesis de 'Cien años de soledad'................................................................ 2
Buenos Aires para 'La siempreviva' ............................................................................................... 5
'Museo' de cómics en Bogotá ......................................................................................................... 7
3. Cartas inéditas: la génesis de 'Cien años de soledad'
Lea una de las misivas incluidas en el libro 'Gabo, cartas y recuerdos', de Plinio Apuleyo Mendoza.
Once cartas inéditas incluyó Plinio Apuleyo Mendoza en su nuevo libro 'Gabo, cartas y recuerdos', que llega
en los próximos días a las librerías. En esta que reproduce ELTIEMPO.COM, le cuenta a su amigo cómo
nació su obra cumbre.
22 de julio de 1967
Compadre:
Me ha dado una gran alegría lo que me dices del capítulo de Cien años de soledad. Por eso lo publiqué.
Cuando regresé de Colombia y leí lo que llevaba escrito, tuve de pronto la desmoralizante impresión de estar
metido en una aventura que lo mismo podría ser afortunada que catastrófica. Para saber cómo lo veían otros
ojos, le mandé entonces el capítulo a Guillermo Cano, y convoqué aquí a la gente más exigente, experta y
franca, y les leí otro. El resultado fue formidable, sobre todo porque el capítulo leído era el más peligroso: la
subida al cielo en cuerpo y alma de Remedios Buendía.
Ya con estos indicios de que no andaba descarrilado, seguí adelante. Ya les puse punto final a los originales,
pero me queda por delante un mes de trabajo duro con mecanógrafa, que está perdida en un fárrago de notas
marginales, anexos en el revés de la cuartilla, remiendos con cinta pegante, diálogos en esparadrapo, y
llamadas de atención en todos los colores para que no se enrede en cuatro abigarradas generaciones de José
Arcadios y Aurelianos.
Mi principal problema no era solo mantener el nivel del primer capítulo, sino subirlo todavía más en el final,
cosa que creo haber conseguido, pues la propia novela me fue enseñando a escribirla en el camino. Otro
problema era el tono: había que contar las barbaridades de las abuelas, con sus arcaísmos, localismos,
4. circunloquios e idiotismos, pero también con su lirismo natural y espontáneo y su patética seriedad de
documento histórico. Mi antiguo y frustrado deseo de escribir un larguísimo poema de la vida cotidiana, "la
novela donde ocurriera todo", de que tanto te hablé, está a punto de cumplirse. Ojalá no me haya equivocado.
Estoy tratando de contestar con estos párrafos, y sin ninguna modestia, a tu pregunta de cómo armo mis
mamotretos. En realidad, Cien años de soledad fue la primera novela que traté de escribir, a los 17 años, y
con el título de La casa, y que abandoné al poco tiempo porque me quedaba demasiado grande. Desde
entonces no dejé de pensar en ella, de tratar de verla mentalmente, de buscar la forma más eficaz de
contarla, y puedo decirte que el primer párrafo no tiene una coma más ni una coma menos que el primer
párrafo escrito hace veinte años. Saco de todo esto la conclusión de que cuando uno tiene un asunto que lo
persigue, se le va armando solo en la cabeza durante mucho tiempo, y el día que revienta hay que sentarse a
la máquina, o se corre el riesgo de ahorcar a la esposa.
Lo más difícil es el primer párrafo. Pero antes de intentarlo, hay que conocer la historia tan bien como si fuera
una novela que ya uno hubiera leído, y que es capaz de sintetizar en una cuartilla. No se me haría raro que se
durara un año en el primer párrafo, y tres meses en el resto, porque el arranque te da a ti mismo la totalidad
del tono, del estilo, y hasta de la posibilidad de calcular la longitud exacta del libro. Para el resto del trabajo no
tengo que decirte nada, porque ya Hemingway lo dijo en los consejos más útiles que he recibido en mi vida:
corta siempre hoy cuando sepas cómo vas a seguir mañana, no solo porque esto te permite seguir mañana,
no solo porque eso te permite seguir pensando toda la noche en el principio del día siguiente, sino porque los
atracones matinales son desmoralizadores, tóxicos y exasperantes, y parecen inventados por el diablo para
que uno se arrepienta de lo que está haciendo.
En cambio, los numerosos atracones que uno se encuentra a lo largo del camino, y que dan deseos de
suicidarse, son algo así como ganarse la lotería sin comprar billete, porque obligan a profundizar en lo que se
está haciendo, a buscar nuevos caminos, a examinar otra vez todo el conjunto, y casi siempre salen de ellos
las mejores cosas del libro.
Lo que me dices de "mi disciplina de hierro" es un cumplido inmerecido. La verdad es que la disciplina te la da
el propio tema.
Si lo que estás haciendo te importa de veras, si crees en él, si estás convencido de que es una buena historia,
no hay nada que te interese más en el mundo y te sientas a escribir porque es lo único que quieres hacer,
aunque te esté esperando Sofía Loren. Para mí, esta es la clave definitiva para saber qué es lo que estoy
haciendo: si me da flojera sentarme a escribir, es mejor olvidarse de eso y esperar a que aparezca una
historia mejor. Así he tirado a la basura muchas cosas empezadas, inclusive casi 300 páginas de la novela del
dictador, que ahora voy a empezar a escribir por otro lado, completa, y que estoy seguro de sacarla bien.
Yo creo que tú debes escribir la historia de las tías de Toca y todas las demás verdades que conoces. Por una
5. parte, pensando en política, el deber revolucionario de un escritor es escribir bien. Por otra, la única
posibilidad que se tiene de escribir bien es escribir las cosas que se han visto. Tengo muchos años de verte
atorado con tus historias ajenas, pero entonces no sabía qué era lo que te pasaba, entre otras cosas porque
yo andaba un poco en las mismas. Yo tenía atragantada esta historia donde las esteras vuelan, los muertos
resucitan, los curas levitan tomando tazas de chocolate, las bobas suben al cielo en cuerpo y alma, los
maricas se bañan en albercas de champaña, las muchachas aseguran a sus novios amarrándolos con un
dogal de seda como si fueran perritos, y mil barbaridades más de esas que constituyen el verdadero mundo
donde tú y yo nos criamos, y que es el único que conocemos, pero no podía contarlas, simplemente porque la
literatura positiva, el arte comprometido, la novela como fusil para tumbar gobiernos, es una especie de
aplanadora de tractor que no levanta una pluma a un centímetro del suelo. Y para colmo de vainas, ¡qué
vaina!, tampoco tumba ningún gobierno. Lo único que permite subir una señora en cuerpo y alma es la buena
poesía, que es precisamente el recurso del que disponían tus tías de Toca para hacerte creer, con una
seriedad así de grande, que a tus hermanitas las traían las cigüeñas de París.
Yo creo por todo esto que mi primera tentativa acertada fue La hojarasca y mi primera novela, Cien años de
soledad. Entre las dos, el tiempo se me fue en encontrar un idioma que no era el nuestro, un idioma prestado,
para tratar de conmover con la suerte de los desvalidos, o llamar la atención sobre la chambonería de los
curas, y otras cosas que son verdaderas, pero que sinceramente no me interesan para mi literatura. No es
completamente casual que cinco o seis escritores de distintos países latinoamericanos nos encontremos de
pronto, ahora, escribiendo en cierto modo tomos separados de una misma novela, liberados de cinturones de
castidad, de corsés doctrinarios, y atrapando al vuelo las verdades que nos andaban rondando, y a las cuales
les teníamos miedo; por una parte, porque nos regañaban los camaradas, y por otra parte, porque los
Gallegos, los Rivera, los Icaza, las habían manoseado mal y las habían malgastado y prostituido. Esas
verdades, a las cuales vamos a entrar ahora de frente, y tú también, son el sentimentalismo, la truculencia, el
melodramatismo, las supersticiones, la mojigatería, la retórica delirante, pero también la buena poesía y el
sentido del humor que constituyen nuestra vida de todos los días.
Un gran abrazo.
Gabo
Ediciones B
"El libro es una reedición revisada de 'Aquellos tiempos con Gabo', al cual por primera vez se le han agregado
cartas suyas inéditas", le contó el autor a este diario.
6. Buenos Aires para 'La siempreviva'
Por el tema, la obra de teatro sobre uno de los desaparecidos del Palacio de Justicia fue bien recibida en
Argentina.
Foto: Néstor Barbitta
La obra se presentó en el Centro Cultural San Martín de la capital argentina en el marco de 'Colombia
Cultural en Buenos Aires'.
La historia de los desaparecidos del Palacio de Justicia de Colombia se confrontó, durante varios días en
Buenos Aires, con la de las víctimas de la dictadura argentina, con el teatro como puente.
En un lado del escenario, el grupo de actores de La siempreviva, la emblemática obra colombiana que
encarna la vida de los habitantes de un inquilinato y la desaparición de Julieta, una de sus vecinas; y en el
otro, varios argentinos, muchos de ellos con familiares desaparecidos, veían que se trataba de una realidad
compartida.
Beatriz Beratz, crítica de cine y cuyo hermano fue asesinado durante esa época por denunciar una
operación conocida como ‘peces al mar’, en la que lanzaban a los detenidos desde aviones, se sorprendió al
saber que la obra estaba basada en una historia real como la suya, en la de Cristina del Pilar Guarín, que
fue llevada a la Casa del Florero de Bogotá y no apareció más.
“A pesar de nuestras distancias, sentí que era la misma historia, la misma espera de mi madre por su hijo,
la misma discusión sobre si debíamos recibir o no una indemnización por el asesinato de mi hermano, como
lo muestra La siempreviva”, dijo Beratz, quien vio la obra en el Centro Cultural San Martín de la capital
argentina, en el marco del ciclo ‘Colombia cultural en Buenos Aires’, que presentó obras de teatro, de cine y
musicales.
Por eso, la obra, que es dirigida por el dramaturgo Miguel Torres, tuvo un recibimiento especial, más
cuando Argentina celebra los 30 años del fin de la dictadura.
“La siempreviva nos da un remedio contra el olvido. Nos permite ver que no son realidades ajenas y
conocer la expresión de los pueblos hermanos a través del arte”, dijo el ministro de Cultura de Buenos Aires,
Hernán Lombardi.
En el mismo centro cultural también se presentó la obra Mujeres en la guerra, de Carlota Llano.
7. En realidad, no existía mucha diferencia entre las madres de la plaza de Mayo y las colombianas que se
tomaban el parque Santander de Bogotá pidiendo claridad sobre sus desaparecidos, y las historias de
posibles indemnizaciones, y la decisión de que la vida no se paga con dinero.
A pesar de que toda su historia ha sido tan retratada en el cine argentino, en el teatro no existe una obra
que reúna tal poética del horror, como se ha llamado a las expresiones artísticas sobre temas de conflicto.
Eso asegura la crítica de teatro Beatriz Iacoviello, quien también vio La Siempreviva en una de sus dos
funciones.
“No tenemos algo parecido. En los años 80 tuvimos algo llamado Teatro Abierto, donde presentábamos
obras de identidad, pero por la época tenía un lenguaje muy metafórico”, dijo.
Para ella, la obra plantea muy bien la existencia de un ‘personaje borroso’, que es el que han dejado las
desapariciones en América Latina y que también debe aparecer en el teatro.
Publicado El
13 de febrero de 2013
Buenos Aires
Catalina Oquendo B.
Enviada especial EL TIEMPO
8. 'Museo' de cómics en Bogotá
Un humilde rancho de 1,50 metros en el centro de Bogotá despierta nostalgia entre los transeúntes al ver
colgadas historietas de personajes como Kalimán, El Santo o Memín, además de fotonovelas, cuentos del
lejano Oeste e historias eróticas.
Desde que tenía 9 años, Juan de Jesús Páez comenzó a armar su colección de historietas. “Al frente de mi
escuela había una cuentería, a donde íbamos con mis compañeros a leer historietas que nos alquilaban por
5 centavos”, recuerda a sus 56 años de edad.
Durante años, Páez invirtió todos sus ahorros en la colección, visitaba el mercado de las pulgas en busca de
alguna ‘joya’, pero hace solo cuatro años tuvo la idea de montar un local dedicado a su pasión.
“Aparte de ser el único que tiene esta colección, también soy el único que los cuida, porque los plastifico”,
explica. A menudo, es difícil el tráfico por esta calle, porque los conductores paran a echar un vistazo al local
o los padres exploran con sus hijos este ‘museo’.
Tampoco faltan los clientes fieles, aquellos que llegan con sus libros en busca de nuevas aventuras. “Cada
15 días me dan descanso en el trabajo y aprovecho para venir porque me encanta conocer más del
extranjero”, dice Wilson Buenaventura, un amante de las viñetas que lleva más de 20 años alquilando
cómics.
Ahora, Páez sueña con que su ‘museo’ se convierta en patrimonio o tenga el apoyo de alguna casa de la
cultura, y así, como en su infancia, se les pueda enseñar a leer a los niños por medio de las viñetas.
Publicado El
12 de febrero de 2013
Reportería de Mauricio González
Cultura y Entretenimiento