Cuando vi las pinturas de Chauvet, sentí que me moría
1. «Cuando vi las pinturas, sentí que me moría»
WERNER HERZOG Director
Durante seis días, a
razón de cuatro horas
diarias, Werner Herzog
(Múnich, 1942) y su equipo
trabajaron literalmente
enterrándose en una cueva a la
orilla del río Ardèche en el
sur de Francia. Ahí donde,
antes del descubrimiento de El
Castillo, se registraron las
primeras pinturas rupestres de
la humanidad. La idea no era
otra que conseguir un
documento único. “La cueva de los sueños olvidados” es el título del testimonio
excepcional y sobrecogedor que se estrena el próximo viernes 15 de junio. Por primera, y
quizá última, vez una cámara de cine (en 3D) entra en el santuario en el que el hombre
empezó a ser hombre. Hablamos de Chauvet.
Pregunta.- ¿Qué hace tan diferente a la cueva de Chauvet?
Respuesta.- Es un regalo de Dios. Lo único que podemos hacer es postrarnos de rodillas y
agradecérselo a la providencia. El hallazgo de las pinturas fue el resultado de una
casualidad. Podrían haber pasado otros 28.000 años sin que supiéramos nada de ellas. Un
cataclismo selló la entrada e hizo de esta cueva una cápsula perfecta de tiempo.
P.- ¿Y qué hace tan diferentes a las pinturas?
R.- La primera vez que estuve en Madrid corrí al Prado a ver las pinturas negras de Goya y
los cuadros de El Bosco y Durero. Las pinturas de Chauvet, tanto técnica como
artísticamente, no han sido superadas. Ni por los citados ni por Picasso ni por nadie en la
historia de la Humanidad. Para hacernos una idea, hay menos distancia en tiempo entre
las pinturas de Lascaux y nosotros, que entre Lascaux y Chauvet. Ahí está formulado por
primera vez lo que es el hombre moderno.
P.- Compara y equipara la pintura del toro de la cueva con Picasso...
R.- Los dos son fragmentos de una memoria colectiva que han estado flotando todo este
tiempo entre nosotros. Lo mismo que vemos en la cueva lo veremos miles de años después
de forma misteriosa en el cuadro de Picasso La mujer y el minotauro. Picasso no conoció
las cuevas y reproduce el mismo motivo.
P.- Empezó a interesarse por la paleontología cuando era un adolescente. ¿Qué sintió al
entrar a un sitio al que no han accedido muchos de los más prestigiosos especialistas?
R.- En el momento en que vi los caballos, mi corazón se paró, sentí que me moría. Mi única
preocupación era no caerme fuera del estrecho sendero que recorre la cueva. Morir ahí no
me preocupaba, pero sí hacerlo con estilo (se ríe).
2. P.- ¿Qué es lo que despertó su interés cuando tenía 13 años?
R.- Es algo inexplicable. Lo que sí puedo decir es que las pasiones que descubres a esa edad
te persiguen toda la vida. Recuerdo que en una tienda había un libro de arte rupestre que
no me podía permitir comprar. Todas las semanas iba a mirar el escaparate para
comprobar que todavía estaba ahí.
P.- Esta película retoma una vieja obsesión de su filmografía, la relación del hombre y la
naturaleza...
R.- No limite mi cine a una sola frase (se ríe). Esta película es una mirada vertical y muy
profunda al fondo del alma humana.
P.- Otra de las constantes es explorar sus propios límites como cineasta. Ahora, rueda en
3D, en el interior de una cueva...
R.- Es algo natural. No es mi intención esa insensatez de los alpinistas de ser el primero en
llegar a ningún lado sin oxígeno y con no sé qué impedimentos. Ése no es mi negocio. Lo
más difícil no tiene que ver con cuestiones técnicas, sino con la responsabilidad de enseñar
al público mi experiencia en Chauvet de forma intacta. Probablemente esta película sea el
único documento filmado que se hará nunca en este sitio, para la memoria de la raza
humana.
P.- ¿Cuánto de aventura tiene su cine?
R.- El concepto de aventura ha degenerado completamente. Ahora puedes reservar unas
vacaciones con las tribus reductoras de cabezas. La aventura ha dejado de existir. El día
que se inició esa estúpida carrera por ser el primero en llegar a los polos Norte y Sur acabó
para siempre el placer de la aventura.
LUIS MARTÍNEZ MADRID
15/06/2012 EM2 CIENCIA