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CRÍTICAS DE CINE
(y deportivas)
(1959-2001)
Manuel Alcántara
Edición:
Julio Tamayo
cinelacion@yahoo.es
2
3
ÍNDICE
CINE
1- EL LÍDER (“F. I. S. T.”)……………………………………………………….5
2- ASÍ NO PUDO EMPEZAR HOLLYWOOD (“Nickelodeon”)…………..…...6
3- DICHOSO EL HUMILDE ESTADO (“Diario erótico de un leñador”)…...….7
4- PERDER EL PARAÍSO (“El pecado del padre Mouret”)……….………..…..8
5- UN TESTIMONIO ESTREMECEDOR (“El coraje del pueblo”)…………....9
6- TRAVOLTAS DE TERCERA REGIONAL (“Nunca en horas de clase”)…...10
7- MOTORIZAR EL “WESTERN” (“Infierno en Florida”)………………..…..11
8- SONREÍR POR NADA (“Alegrías de un viudo”)………….……..……...….12
9- EL MISMO, EL OTRO (“Sucedió entre las doce y las tres”)………………..13
10- EL QUE HA CAMBIADO ES CHUMY
(“¿Pero no vas a cambiar nunca, Margarita?”)…………..………….…………..14
11- ALGO MÁS QUE UNA VENGANZA (“El Casanova”)…………………...15
12- DEL ROSAAL ROSA (“El hombre que yo quiero”)………………...……..16
13- GAFE ENORME, OIGA (“La maldición de Damién”)……..…….………..17
14- APOTEOSIS FINAL (“La batalla de Berlín”)…………..…….………...….18
15- EL CORAZÓN DE LA ESTATUA (“Play-mate”)……….…..……….…….19
16- CANTINFLAS, SIEMPRE (“Patrullero 777”)………….……..…………...20
17- AGUIJONEAR EL MIEDO (“El enjambre”)………..….………..…….…..21
18- UN BROMAZO (“Esa gente tan divertida”)………..…….…..…………....22
19- VUELVE EL ESCUALO (“Tiburón 2”)……….…….…..…….………..….23
20- DOBLE O NADA (“Hooper, el increíble”)…………………………….…...24
BOXEO
1- Dos títulos se dilucidaron anoche en Las Ventas…………………………......25
2- Una historia de barro…………..……….……..……..……….…………..…..27
3- Guizani Rezgui derrota ampliamente a los puntos a Galiana………………...29
4- Clay y Vietnam………..…..…….……..……..…………..……………...…...31
5- Un negro llamado Joe………………………………………………….……..33
4
TOROS
1- Al toro que es una mona……………………………………………………...35
2- Toros en Suráfrica……………..………..……………….……………….......37
3- Happening taurino………………………………………………………...….39
FÚTBOL
1- El nivel de fútbol…………………………………………………………..…41
2- El fútbol, no apto para menores…………………..………………………......44
3- Esplendor sobre la hierba…………………….………………………………46
4- Como niños……………………………………………………………...……48
CICLISMO
- Una vuelta por Italia………………………………………………………...…49
AUTOMOVILISMO
- Niki Lauda en la segunda vuelta…………………………………………...….51
5
EL LÍDER
(“F. I. S. T.”)
Un puño. El sindicato era un puño y sus afiliados estaban llenos de
razón y hasta les sobraba, que no está bien hacer horas extras sin
cobrarlas y carecer de Seguridad Social. Así eran las luchas obreras,
hace cuarenta años, en Norteamérica. Lo malo es que los sindicalistas,
en vez de partir de una teoría de Hegel, como Marx, partían del mango
de un hacha.
La película, muy lineal y muy directa, sin alegorías, se sigue bien.
Sylvester Stallone —más que Sylvester es “rusticus”— lleva todo el
peso y nos hace la merced de no exhibir los convincentes bíceps de
Rocky. Con sus ojos de Dolorosa y su torso de titán, cae bien al
público, “impacta de noble”, que dicen por allá. Progresa. Es un líder
nato, tiene un amigo decente y una mujer buena, pero se sale de su
barrio, amplía el territorio y pacta. Por lo tanto se mancha. Pasa del
fango a la moqueta, del garaje a la sala de convenciones. Lástima,
porque las Comisiones Obreras de Cleveland, incluso las de Chicago,
confiaban en él. Era un buen tipo, sin duda, mucho mejor que los
empresarios, cuya radical maldad les caricaturiza en la cinta. No hay
por dónde cogerlos. La patronal sale muy mal parada en FIST.
Uno, que sabe de cine aproximadamente lo mismo que el lector
medio de este diario, debe confesar que no se aburrió. La acreditada
fórmula de mezclar sexo y violencia ha sido utilizada sólo a medias:
no hay un solo culo a la vista, pero hay palos para un sombrajo. Bien
rodados, verosímiles, para los honrados obreros, para los repugnantes
esquiroles, para los pobres policías, para todos. La gente aplaude
cuando les zumban a los malos. En Vallecas aplaudirán más. Del film
se deduce que los sindicalistas no han sido nunca ángeles y que la
base, eso que ahora se llama base, no ha sido nunca feliz. Recomiendo
la película a toda clase de públicos, en especial a Marcelino Camacho
y Nicolás Redondo.
28 de octubre de 1978
FIST (símbolo de fuerza). Dirección: Norman Jewison. Argumento: Joe
Eszterhas. Guión: Joe Eszterhas y Silvester Stallone. Fotogralía: Laszlo
Kovacs. Música: Bill Conti. Intérpretes: Sylvester Stallone, Rod Steiger,
Peter Boyle, Melinda Dillon, Davio Hoffman, Kevin Conway y Tony lo
Bianco.
6
ASÍ NO PUDO EMPEZAR HOLLYWOOD
(“Nickelodeon”)
Si ustedes no han visto “Nickelodeon”, disponen de una posibilidad
admirable de la que yo, desdichadamente, carezco: no ir a ver
“Nickelodeon”. Los esfuerzos del director Peter Bogdanovich y los no
menos denodados de Ryan O’Neal y Tatum O’Neal —cosas de familia—
por hacernos reír son penosos. Yo sabía hace mucho que la gracia que
se quiere tener perjudica a la que, se tiene, pero no sabía que hubiera
alguien con tan poca gracia.
La nostalgia, que también está al alcance de los menos, se degrada,
y el Hollywood de Scott Fitzgerald parece del Bombero Torero. La
melancolía se resuelve en Batacazos, en maletas equivocadas y en
trajes a cuadros, espléndidamente fotografiados, y lo que podía haber
limitado con la épica es fronterizo de la subnormalidad. ¿Qué hago yo
aquí, teniendo tantos libros que leer?, me pregunté en la desasistida
penumbra. De seguir en esto, de opinar sobre películas, tengo que
meditar muy seriamente sobre indemnizaciones. Lloroso, Gran Vía
arriba, me fui a mi casa.
29 de octubre de 1978
NICKELODEON (“Así empezó Hollywood”). Dirección: Peter
Bogdanovich. Argumento y guión: W. D. Richter y Peter Bogdanovich.
Fotografía: Laszlo Kovacs. Intérpretes: Stelia Stevens y John Ritter.
Producción: Americana. Local: Imperial y Salamanca.
7
DICHOSO EL HUMILDE ESTADO
(“Diario erótico de un leñador”)
El título es la primera estafa, ya que en la película no hay un
alzkolari que disfrute de obsesiones sexuales, sino unos señores ricos,
que hacen un camping clandestino, amenizado por una muchedumbre
de señoritas serviciales. No hay más leño que el director.
La segunda estafa estriba en la indigencia mental del guionista,
que supera incluso la de otros guionistas de películas clasificadas S.
No puede darse menos. Un sabio, minutos antes de serle concedido el
Nobel, decide abdicar de todo convencionalismo y se retira a un bello
paraje, lleno de cabañas y lleno de mujeres. Una especie de paraíso de
Mahoma. El bosque se anima. Todo él es como un inmenso colchón.
Sin trama y sin motivo, por las buenas, todo el mundo se dedica a lo
mismo. No hay proceso. Aquí te pillo y aquí te mato. Eso es todo.
Hay algunas muchachas de buen ver, pero lo que pudiera haber
sido estimulante es grotesco. Entre otras cosas, porque, como muy
bien decía mi inolvidable amigo Tono, el cuerpo humano son habas
contadas. Si el pornógrafo de turno no tiene talento, como es el caso,
sobreviene el hastío, y los espectadores acaban estragados,
empachados de carne cruda. Lo más interesante del film o de lo que
sea me parecieron precisamente los espectadores. Había muchas
parejas, que acaso estaban haciendo lo mismo que los futbolistas antes
de saltar al terreno: ejercicios de calentamiento. Gente muy joven en
general. Había también otros señores solitarios, un poco menos
jóvenes, ojerosos y de mirada huidiza. Pienso yo que debían de ser
sobrinos de Onán, y digo sobrinos porque es de suponer que Onán no
fuera padre de familia numerosa.
1 de noviembre de 1978
“LE JOURNAL EROTIQUE D’UN BU-CHERON” (“Diario erótico de un
leñador”): Dirección: Jean-Marie Pallardy. Guión: J. Enserment. Música:
Doria Warner. Intérpretes: Willike van Ameldoy y Jean-Marie Pallardy.
Local: Felipe II. Película: “S”.
8
PERDER EL PARAÍSO
(“El pecado del padre Mouret”)
No me arrepiento de haber visto esta película discutible, desigual y
moderadamente ambiciosa. Encontré demasiado obvios algunos
simbolismos y, en ciertas fases, algo moroso el estilo. La historia de
Zola, una historia muy siglo XIX, está bien llevada, aunque una cierta
frialdad empañe la belleza plástica de algunas escenas. Su minoritario
director, que intentó precisamente con este film llegar a más amplios
sectores, según tengo entendido, hace verosímil el enfrentamiento
secular entre el placer de vivir y el gusto por atormentarse. Entre los
impulsos que pudiéramos llamar sanos y el macabro masoquismo.
La interpretación me parece buena, en especial la del cura malvado
y cerril. Ya en tiempos de Zola existía el recelo, más bien el temor, a
que la Iglesia aflojara las riendas. Se conoce que ya había sacerdotes
que creían que Dios no es políglota y consideraban una catástrofe que
llegara algún día en que las misas se dijeran en las lenguas vernáculas.
La feliz amnesia del atormentado cura joven le permite una
restringida estancia en el paraíso, junto a una Eva rubia como un
tesoro, pura como ella sola, que además tiene una boca residencial.
(Sólo por ver la boca de esta actriz vale la pena la película.) En esta
ocasión, la penumbra cerrada de la sacristía se impone al infinito
jardín, pero el espectador no se aburre con intensidad en ningún
momento y lo pasa bien a ratos, aunque el clima de la historia sea más
bien tenebroso. Como mi criterio es forzosamente comparativo debo
decir que esta película tiene más interés que casi todas las que están
proyectándose actualmente. A algunos les gustará más y a otros
menos, pero se trata de un intento serio. Creo yo.
2 de noviembre de 1978
“EL PECADO DEL PADRE MOURET” (“La faute de l’Abbé Morel”).
Dirección: Georges Franju. Fotografía: Marcel Fradetál. Música: Jean
Wiener. Intérpretes: Francis Huster, Gillian Milis y André Lacombe.
Distribución: V. O. Films. Género: Drama religioso. Fecha de estreno: 30 de
octubre. Local: Gayarre. Película: Dieciocho años.
9
UN TESTIMONIO ESTREMECEDOR
(“El coraje del pueblo”)
No es una película para divertirse, sino para enterarse, un
documento que pone los pelos de punta y encoge el corazón al mismo
tiempo que estira la admiración por el “Che” Guevara, que se fue
precisamente a morir allí, del mismo modo que otros se van a
pronunciar discursos. Las “masacres” del pobre pueblo boliviano, el
genocidio de las poblaciones mineras, la degradante existencia de los
trabajadores y el poco precio de la vida de los humildes son la
temática de esta película que nos zarandea en la butaca y de algún
modo nos acusa. El espectador sabe que se narran hechos verídicos y
que esta miseria y esta sangre no están inventadas. De un modo sobrio
y terrible, Sanjinés nos muestra, a la vez, el límite de la pobreza y la
frontera de la crueldad, el desamparo de Bolivia y el imperialismo
yanqui. También y a pesar de todo, la esperanza y el coraje del pueblo
del altiplano.
Para contar vidas y muertes se ha valido Sanjinés de mujeres y
hombres que acaso no sabían, hasta que él llegó, lo que era una
cámara. Con estos actores naturales, que mascan coca y a veces dicen
palabras en quechua, se ha edificado el escalofriante testimonio. Con
nombres y apellidos se acusa a los oligarcas, a los dueños del estaño y
a sus generales servidores. No hay demagogia, sino estadística.
Está bien, después de tanta chorrada y tanto porno, meterse en un
cine chico y ver en una pequeña pantalla, entre el silencio sagrado de
los espectadores, este relato patético. Aunque uno sueñe unas cuentas
noches con la sangre en los arenales, con las torturas, con el ciego
instrumento que son aquí los soldados disparando sobre sus hermanos
aún más pobres. Aunque uno se desvele pensando que eso ha pasado,
que eso sigue pesando en la América nuestra.
7 de noviembre de 1978
“El coraje del pueblo” (“La noche de San Juan”). Dirección: Jorge Sanjinés.
Guión: Osear Soria. Fotografía: Antonio Eguino. Música: Roberto Lar.
Intérpretes: Federico Vallejo, Felicidad Coca, Domitila Chungara y Eusebio
Gironda. Película: 18 años. Local: Pequeño Cine Estudio.
10
TRAVOLTAS DE TERCERA REGIONAL
(“Nunca en horas de clase”)
Nunca, con tan escasos medios, se ha logrado menos. La película
es la inanidad pura, la vaciedad aderezada con argot pero de un modo
tan abusivo, tan propuesto, que en algunos momentos dudamos si los
personajes hablaban algún idioma conocido. Hay tal acumulación de
troncos, de rollos, de pasta gansa, de “jos”, de machos, de tío, de
palizas y de demasiés, que pierden toda su eficacia. La momentánea
germanía, que dentro de poco tiempo será relevada, pasa de ser un
esbozo carcelario y un lenguaje en clave a ser una tabarra insufrible.
Excesivo y apócrifo ejercicio de color local, que diría Borges. Pero lo
más perdonable de la película es la expresión. La conducta de los
personajes más inverosímil que su lenguaje, en el que hay incluso
ñoñismos, como decir “de pura madre”, en vez de hablar como Dios
manda.
Unas adolescentes, cuya única vocación consiste en sacarle dinero
a algunos señores entrados en años, pero eludiendo la contraprestación
—todas más puras que las gallinas— se apoyan, nunca mejor dicho,
en su minoría de edad. Eso es todo. Y como además se mezcla con un
travoltismo para pobres, lo que pudiera haber sido sociología es
epilepsia.
Las niñas, todas muy monas y todas de familias adineradas,
montan en sus motos, van a las discotecas y dicen cosas. Todas andan
obsesionadas con el virgo, que es la palabra que más se reitera a lo
largo del film, y alguna contagia esa preocupación al muy carroza de
su padre. De los intérpretes el que actúa con mayor naturalidad es, a
mucha distancia, el perro de Xavier Cugat. No quiero hablar del
director: no soy rencoroso. En cambio quiero decir que la actriz, mejor
dicho, la muchacha que hace de Angélica, me gustó mucho. Cantidubi.
8 de noviembre de 1978
“Nunca en horas de clase”. Dirección: José Antonio de la Loma. Guión: José
Antonio de la Loma Fotografía: Juan Gelpi. Música: New Trolls.
Intérpretes: Inma de Santi, Nadia Windell y Carlos Ballesteros. Película: 18
años. Local: Español.
11
MOTORIZAR EL “WESTERN”
(“Infierno en Florida”)
El centauro armado de Colt del 45 sigue siendo insustituible. Desde
el momento en que se reemplaza el caballo por el Chevrolet, aunque
se siga la pauta y el cliché de las películas del Oeste, todo varía. Las
libres praderas son autopistas y los malvados cuatreros, “gangsters”
corrientes. Por otra parte, la épica —que hizo alguna vez que Gary
Cooper fuera Amadís de Gaula— no soporta el humor. Claro que, a su
vez, el humor no soporta la mala sombra.
Éste es el caso del engendro que nos ocupa. Se quiere hacer gracia
constantemente, en un redundante intento de frivolizar lo que ya es
frívolo. Sólo dejé de bostezar durante algunas espectaculares
persecuciones y no gracias a la emoción, ya que da igual que los cojan
o que no los cojan, sino a la pericia de los conductores. Este aspecto
circense es lo único salvable del film, que parte de idénticos
postulados que “Convoy”, de hacer conductor de primera al vaquero,
pero que no consigue la cierta calidad de esa película.
Los ingredientes son los de tantas y tantas ocasiones: novio audaz
y golfante, chica boba, padre sinvergüenza, peleas y puñetazos. Por no
faltar no falta el típico viejecito de película del Oeste, que en este caso
son dos. Uno de ellos, además, toca el violín. Con estos mimbres se ha
construido la historia de falsificadores de whisky depravado, capaz de
matar lejanos negros de un solo sorbo.
El protagonista masculino, famoso por su reincidencia televisiva
haciendo de Kun-Fu, no se resigna a que el público ignore su
habilidad para dar coces. No sé si en Carradine se habrá perdido un
actor, pero estoy seguro que se ha malogrado un delantero centro.
Puede que la película guste a los que ostenten el eventual privilegio
de tener menos de doce años. Puede que también guste a los
subnormales profundos.
10 de noviembre de 1978
“Infierno en Florida”. Realización: Corey Alien. Guión: William Hjortsberg.
Fotografía: James Pérgola. Intérpretes: David Carradine y Kate Jackson.
Género: Comedia.
12
SONREÍR POR NADA
(“Alegrías de un viudo”)
Se trata del colmo de la trivialidad, de la pura pamplina amable,
pero de pronto se agradecen productos así, tan bobos, tan poco
testimoniales, sin guarradas, que se extinguen diez minutos después de
acabar y no dejan más memoria que la de haber pasado un rato casi
entretenido. El mérito de esta película son las otras.
Un doctor maduro enviuda y decide poner en práctica el consejo de
Lope para olvidar a una mujer: tomar la posta en otras. Claro que este
doctor no necesita olvidar a la difunta, ni
leer al clásico. Quiere divertirse. Eso es el guión y hasta ahí llega el
esfuerzo de su autor y su capacidad fabuladora. El director Howard
Zieff no ha querido innovar nada y la historia fluye con naturalidad,
apoyado todo en la calidad de los actores: una Glenda Jackson que
habla hasta con los pómulos y un Walter Matthau, ya veterano para
hacer de maduro, que le saca mucho partido a su gracioso gesto de
pingüino feliz. El diálogo abunda en hallazgos de ingenio en tono
menor que consiguen evitar el tedio y logran que la gente lo pase bien.
Una comedia ligera como un vilano, del linaje de tantas y tantas
películas americanas que pretenden y consiguen divertir dentro de la
banalidad. De la estirpe de aquellos filme del año catapún que solían
hacer Mirna Loy y William Powell o Cary Grant y cualquier actriz
mono y con oficio.
Una película tolerada y tolerable, que tiene incluso música de los
Beatles y que nos hace sonreír por nada. Si el espectador se ha tragado
los bodrios que afligen las carteleras en abrumadora proporción,
estima que cosas así son preferibles. Y no hacen daño a nadie.
17 de noviembre de 1978
“House Calls”. Titulo en España: “Alegrías de un viudo”. Realización:
Howard Zieff. Guión: Max Shulman, Julius J. Epstéin, Alan Mandel y
Charles Shyer. Fotografía: David M. Walsh. Intérpretes: Walter Matthau,
Glenda Jackson, Art Carney, Richard Benjamín, Cahdice Azzara y Dick
O’Nell. Género: Comedia. Local de estreno: Palafox.
13
EL MISMO, EL OTRO
(“Sucedió entre las doce y las tres”)
La historia que ha escrito y dirigido Frank D. Gilroy parece una
colaboración entre Zane Grey y Lamartine. Junta el Colt del 45 con el
guardapelo, la cabalgadura con la taquicardia amorosa, la violeta con
el cactus.
Tres horas de la vida de una viuda consolable son la base de la
historia. Su amor por un pistolero de segunda regional es súbito, pero
el pistolero es un golfo. Se le da por muerto y no muere. La leyenda de
su sacrificio, que no lo es, crece y crece. Ella, la creadora, se convence
más que nadie. Y la rápida Julieta, que en la película se llama
Amanda, prefiere ser como la ven los demás a como es. Rechaza la
realidad y se queda a vivir en la leyenda.
Aunque existan desigualdades y fallos de ritmo, la película no me
aburrió en exceso. Sin llegar a pasarlo bien, no lo pasé mal. Quizá
porque Charles Bronson, con su rostro mixto de mandarín y boxeador,
me parece siempre un actor interesante. Él es lo más destacado del
film, junto a la buena fotografía. Lo demás es vulgarísimo y el
guionista y autor ha desaprovechado una oportunidad de trascender su
relato. Si el protagonista hubiera comprendido, como el Lázaro del
poema de Cernuda, “el error de estar vivo”, lo que aquí es pura
trivialidad podría haber cobrado otros matices. Pero quizá sea
demasiado pedir para estos “westerns”.
22 de noviembre de 1978
“Sucedió entre las doce y las tres” Director: Frank D. Gilroy. Intérpretes:
Charles Bronson y Jim Ireland. Película: 18 y 14 ac. Local: Carlton y
Lucharía.
14
EL QUE HA CAMBIADO ES CHUMY
(“¿Pero no vas a cambiar nunca, Margarita?”)
¿Cómo me ha hecho esto un amigo Chumy-Chúmez es el
humorista de mi generación, que no es ni tan silenciosa ni tan
reprimida, si bien se mira. ¿Cuántas veces, en la alta madrugada de
Ignacio Aldecoa, nos hemos contados unos a otros historias gráficas
de Chumy? Hasta hicimos un adjetivo, y lo “chunyesco” fue vocablo
nuestro, cómo lo barojiano o lo solanesco o lo “heminguayano”. Y
ahora esta cosa de Margarita y: su familia.
Creo que el genial dibujante ha partido de un error, de un desfase,
de algo que jamás le ha ocurrido con el lápiz. Hay una falta de sintonía
con el tiempo actual, un perder comba que se nota hasta en el
lenguaje. La inconsciente y hermosa Margarita se contrapone a la
sórdida, hipócrita y malvada familia abulense. La muchacha se saca
una de sus dos tetas —¿o son más?— sin ton ni son, a las primeras de
cambio, pero aparte de esa manía, se produce con naturalidad de
animalito bello. Los demás son malísimos. Interesados y guarros. Por
si no estuviera claro, la chica echa una obvia parrafada diciéndonos
que es la única decente de la película.
El reiterado incesto no estremece a nadie y, lo que es peor, no hace
reír. Ni siquiera cuando el hermano burro quiere violar a la hermana
muerta. No se llega a Sófocles, pero tampoco a Alfonso Paso. Del
pegote final es más piadoso no hablar. En fin, que no sé qué le ha
pasado a un chico tan listo. Quizá ocurra que no sea fácil ser
Leonardo. Dibujante, narrador, decorador, novelista, guionista,
director, cinematográfico… Renuncio a Chumy da Vinci y me quedo
con Chumy-Chúmez, con el de siempre, que es un fenómeno, un tipo
cruel y tierno, lleno de amor y de distancia, de buena y de mala
intención. No con el Chumy de esta historia con Garisa, que es, por
cierto, el único actor que sabe dónde tiene la cara, paseando en
calzoncillos, a ver si alguien se desternilla. En fin, no soy rencoroso.
Chumy es Chumy. Aquí no ha pasado nada.
23 de noviembre de 1978
“¿Pero no vas a cambiar nunca, Margarita?”. Nacionalidad: Española.
Realización: Chumy-Chúmez. Guióñ: Chumy-Chumez. Fotografía: Carlos
Suárez. Intérpretes: Silvia Aguilar, Antonio Garisa, Fernando Nublo,
Josefina Calatalud y Francisco Vidal. Género: Comedia. Local: Bilbao.
Estreno: 13 de noviembre. Distribución: Daga Film, S. A.
15
ALGO MÁS QUE UNA VENGANZA
(“El Casanova”)
Puede que sea un error, pero es un error de Fellini, no de cualquiera
de esos centenares de hombres que dirigen películas. Tenebrosas,
barroca, abusiva, cruelísima, es ésta una historia voluntariamente
deformada, desquiciada por la peculiar óptica de F. F., al que se le nota
mucho que se le atragantó el proyecto. De todos conocidas las
peripecias que comportó el rodaje, estábamos menos al corriente del
asco del gran director italiano por la figura del fatuo conquistador
veneciano. La verdad es que leyendo las memorias del caballero
Casanova se percibe que no era un caballero, ni tampoco un escritor,
sino un tipo pululante, engreído y bastante embustero. En su prolijo
relato se aprecia que tenía un alto concepto de sí mismo y existen
pasajes mucho más inverosímiles que la cifra de sus eyaculaciones.
A Fellini le carga el personaje y lo destroza entre tisúes, orgías,
damascos y pelucas empolvadas. Una patética belleza se mezcla con el
gusto por lo fúnebre, mientras silba el viento. Hay pasajes que
despiden olor a crisantemos putrefactos y escenas donde se hace táctil
una especie de maldad corrupta, entre candelabros, obsesiones, nieve
sucia y decadencia irreparable. Pero todo tratado por Fellini. Exagera,
sin duda, y corrompe una biografía acaso banal llenándola de
significaciones y de símbolos. Casanova es un gimnasta del amor, un
robot siempre a punto, con ropa interior del doctor Rasurel. Está más
cerca de Blume que del eterno mito del burlador y, en vez de ir a
pecho descubierto como el Tenorio que resucita por estas fechas, lleva
una especie de chaleco antibalas. Mi teoría es que don Juan, más que
un seductor de mujeres es un seductor de ensayistas. Fellini ha hecho
su ensayo sobre el arquetipo. No sé si se ha equivocado, creo que sí,
pero tiene grandeza de manías, hay que reconocerlo. Y hasta su
porcentaje de estiércol está hecho a base de muertos ruiseñores.
26 de noviembre de 1978
“El Casanova”. Dirección: Federico Fellini. Guión: Federico Fellini y
Bernardino Zapponi. Fotografía: Giuseppe Rotunno. Música: Nino Rota.
Intérpretes: Donald Sutherland. Calificación: 18 años. Local: Urquijo.
16
DEL ROSAAL ROSA
(“El hombre que yo quiero”)
Rafael Pérez y Pérez, que no sé si descansa en paz, y Corín
Tellado, que no deja descansar a las imprentas, suspiran de gozo en su
octavo cielo. Parece que la fórmula del amor inconcluso, del amor que
no llega a serlo, de la infidelidad pasajera, del aquí no ha pasado nada
salvo una leve cicatriz en el corazón, sigue siendo vigente. Al menos
hasta que el Bachillerato sea obligatorio.
Estas películas pánfilas, voluntariamente banales, basadas sólo en
un episodio sentimental, tienen, en mi opinión, dos posibilidades de
salvarse: el ingenio del diálogo o la categoría de los intérpretes. No es
el caso. Lo que podía haber sido costumbrismo, retrato de un tiempo,
sociología en tono menor, se desvae y se difumina hasta quedarse en
nada. Los personajes no están psicológicamente terminados y aunque
sean verosímiles no son verídicos. Sobre todo, nos dan igual. Allá
ellos.
No se trata de repudiar la ligereza, que a uno le parece mucho
mejor que la trascendencia ficticia, sino de lamentar que no esté mejor
urdida. Es penoso el esfuerzo que se hace por tener gracia. El día que
yo fui la gente se rió mucho cuando ante el desmayo de su hijo le
hacen decir a Aurora Redondo que ha sufrido una “linotipia” en vez de
una lipotimia, como aclara el desmayado, que es culto. Ni en “El
orgullo de Albacete” se habían atrevido a tanto. Claro que el día en
que asistí a la proyección era sábado. La famosa fiebre del sábado, ¿no
será la que determina la meningitis? No lo sé, y ése sí que sería un
tema apasionante. A pesar de todo, la película tiene valores y Juan
José Porto, que irá a más, cuenta bien y no cae en chabacanerías ni en
pormenores de colchón. El final guarda una sorpresa agradable que
redime algunos errores y baches. Nos damos cuenta que “El hombre
que yo quiero” podía haber sido más.
29 de noviembre de 1978
“El hombre que yo quiero”. Dirección: Juan José Porto. Intérpretes: Arturo
Fernández y María Luisa San José. Clasificación: Dieciocho años. Local:
Callao y Vergara.
17
GAFE ENORME, OIGA
(“La maldición de Damién”)
El ángel malo se convierte en un mal ángel. Su única disculpa es
que asume un destino que él no escogió y es más que probable que, en
caso de ser consultado, este niño terrible hubiese preferido tener unos
padres normales en vez de ser engendrado por un chacal. La verdad es
que el muchacho asume con bastante dignidad su demoníaca sustancia
y aunque al principio le contrarió saberse diabólico, progresivamente
le va tomando el gusto a la cosa. Las catástrofes que determinan son
innumerables, al menos a mí no me dio tiempo a contarlas.
Cinematográficamente están muy logrados algunos desastres y son
angustiosos los accidentes en la nieve, el ascensor, la carretera, la
fábrica y otros etcéteras. Y es que el niño flor que toca se deshoja. Por
donde pasa no vuelve a crecer la hierba. De mucho cuidado el angelito
caído en el seno de una familia poderosa y bien organizada.
El pájaro negro, Aminadab, Satán adolescente, la reprobación, el
Enemigo con mayúscula, algo inscrito desde siempre en nuestra
cultura, que sigue intrigando a los contemporáneos. Como ayer Papini
y mañana Bergamín, Juan Pablo II acaba de hablar del demonio.
Satanás gusta del incógnito pero consigue que se hable mucho de él -
en Madrid tiene un monumento, que dicen que es único en el mundo-
y el cine no podía desaprovechar su fama. Incluso para los que
descreemos en él y el demonio nos parece un pobre diablo el asunto es
apasionante. La película quizá no lo sea, pero está bien hecha, bien
contada y bien interpretada. No aterroriza demasiado, pero tampoco
aburre. Estremecer, conseguir que se le pongan los pelos como
escarpias a los pobres espectadores es el noble deseo de Don Taylor,
que ha hecho la continuación de “La profecía”.
Los gafes, según una sutil matización andaluza, se subdividen en
sotanoides y manzanillos. El anti-Cristo de trece años que protagoniza
el film pertenece sin duda al último y odioso apartado.
30 de noviembre de 1978
“La maldición de Damién”. Dirección: Don Taylor. Intérpretes: Willian
Holden, Lee Grant y Jonathan Scott-Taylor. Clasificación: Dieciséis años.
Local: Paz y Richmon.
18
APOTEOSIS FINAL
(“La batalla de Berlín”)
La guerra que al hombre entigrece, la guerra odiada por las madres
y por todos los que la conocen, logra en esta película una verdadera
cumbre de realismo. Yusi Oserov nos ha contado, grandiosamente, los
días decisivos, el final wagneriano del III Reich. Más que un film es
un cantar de gesta, una épica fotografiada. La monstruosa guerra de
los seis años, la última mundial por ahora, encontró su desenlace en
los días terroríficos que fueron del 21 al 30 de abril del 45. A ellos se
circunscribe este espeluznante relato que combina el color con el
blanco y negro, la creación cinematográfica y el documental.
El famoso “¡Ay de los vencidos!”, que recorre no sólo la manera de
contar la historia, sino la historia, está bastante atenuado. No puede
hablarse de neutralización, porque la objetividad no existe, pero se
intenta un testimonio y aunque se cante en todo momento el heroísmo
de los combatientes rusos, jamás se empequeñece el heroísmo de los
combatientes alemanes. Se reconoce que se defendieron como leones,
casa a casa y ventana a ventana. Denigrar al enemigo, minimizarle, es
la forma más estúpida de devaluar la victoria. Sólo presentando unos
contrarios importantes se realza el éxito. Así lo ha entendido
sabiamente Oserov. Y ha hecho una película sobrecogedora.
La sangre, los escombros, los hierros retorcidos, el ruido de la
guerra, alcanzan momentos de puro escalofrío. Piensa uno que el
hombre está mal hecho, cosa que se sabe, pero que además no es
capaz de corregirse. Yalta, el ataque final a la Cancillería, las
asombrosas caracterizaciones de los máximos protagonistas -
literalmente increíble la de Stalin, soberbia la del Hitler derrotado
bélica y físicamente-, acreditan a un director. El alegato último no se
basa en la oratoria, sino en la estadística y esos cincuenta millones de
muertos, más o menos, que arroja el final balance podrían ser una
razón. A condición de que la Humanidad tuviera memoria y de que
atendiera a razones.
8 de diciembre de 1978
“La batalla de Berlín”. Dirección: Juri Oserov. Guión: Bordanev, Kurganov
y Oserov. Intérpretes: Mijail Ulianov, Vaslli Slukschin, Nicolai Olianin,
Larissa Goiubkina. Nacionalidad: Rusa. Cine: Luchana. Mayores de 14
años.
19
EL CORAZÓN DE LA ESTATUA
(“Play-mate”)
Hay películas que es imprescindible ver y otras que deploramos
haber visto. Las primeras son escasísimas y las segundas muy
numerosas, pero entre ambas zonas existe una franja: las películas
prescindibles, no necesarias ni enriquecedoras, que, sin embargo, no
lamentamos en absoluto haber presenciado. “Play-mate” pertenece, en
mi opinión, a esta última zona. Just Jaeckin conduce bien una historia
que se rompe de modo irreparable hacia la mitad, de tal modo que
puede hablarse de dos películas en una. Mucho mejor la primera, con
la novedad del planteamiento: búsqueda del “hombre-objeto” soñado,
que ha de elegir un Jurado de mujeres y homosexuales, y con el quizá
abusivo marco del mundo del circo, que se literaturiza incluso más
que otras veces. Con todo, hay ironía y buen gusto en esta primera
parte del film. Y el autor de “Emmanuelle” y de “Madame Claude” se
contiene bastante en un erotismo intencionado y suave, que no
renuncia, por supuesto, a algunos festejos horizontales.
En la segunda parte todo gira y hay una lección bucólica, una
pasión legítima y un regreso a lo rural que nos adoctrinan demasiado.
Menosprecio de la corte y alabanza no ya de la aldea, sino del parado
y el río. Los protagonistas cambian las luces de la ciudad por la
“madera dulce del establo”, los ruidos por el silencio, el reportaje por
la égloga. Y se van a un carromato, que era lo suyo en el caso del
hombre-objeto, de profesión domador de leones, pero no en el de ella,
intrépida periodista y preciosa criatura.
No me aburrí. No tuve que mirar el reloj constantemente, con la
esperanza de que se cumplieran los horarios, como me pasa muchas
veces, casi todas las veces: Quizá haya en la segunda parte un cierto
empacho romántico, pero es inexorable que se vuelva a un
neorromanticismo, después de tanto catre. Fernando Rey resuelve bien
su muy literario papel de jefe de la carpa. Dayle Haddon y Gerald
Tybalt hacen con naturalidad todo, el amor y las paces. La música es
muy agradable.
13 de diciembre de 1978
“Play-mate” (“Un hombre objeto”). Director: Just Jaeckin. Intérpretes:
Fernando Rey, Dayle Haddon, Gerard Tybalt. Local: Cid Campeador.
Mayores de dieciséis años.
20
CANTINFLAS, SIEMPRE
(“Patrullero 777”)
Puede con todo don Mario Moreno: con el vitalicio director de sus
películas, con sus impeorables compañeros, con las operaciones de
cirugía estética, con los guiones y con el tiempo. Puede con su propia
insistencia, con esa forma de personalidad que consiste en extremar el
amaneramiento. Puede conmigo, por supuesto, ya que nada más verle
dimito de cualquier actitud crítica. Cuando Cantinflas llama a una
puerta y pregunta si se puede compenetrar, yo estoy perdido.
El patrullero 777 es bueno como el pan y voluntarioso como él
solo. Se mete en los diversos y en las ocasiones en que no ayuda al
prójimo echa sermones. Casi siempre demagógicos, pero en ocasiones
teñidos de diatribas contrarios policías corruptos, contra la institución
de la “mordida” -no exclusivamente mejicana- y contra la impuesta
desigualdad de los hombres. Todo eso es lo de menos. Lo que importa
es él. Su especial modo de trabucarse, su limpieza dialéctica para
hacerse un lío. Como el puro pueblo al que representa, tiene más
buena intención que medios para imponerla y todas sus parrafadas
significan el esfuerzo expresivo porque se le conceda una parte de la
razón que le sobra. Si Charlot, que era más pobre que los proletarios,
se resiste a la proletarización y conserva el bombín y los modales,
Cantinflas acepta su tercermundismo. Es el “pelao” sin más armas que
la bondad.
Esta vez ha renunciado a todo menos a ser él mismo. Sin la
legendaria gabardina, el harapo que era como el banderín de los
muchos “hijos de Sánchez”, y sin los calzones caídos, aparece menos
circense pero igual de payaso. Y ser un buen payaso es algo muy serio.
No le veía a él, sino a mí, de pantalón corto, viéndole por primera vez,
hace muchos años. El tiempo es plano y Cantinflas no hace papeles, ni
representa más personajes que el de Cantinflas. Y yo, feliz.
20 de diciembre de 1978
“Patrullero 777”. Nacionalidad: Mejicana. Director: Miguel L. Delgado.
Intérpretes: Mario Moreno, Valeria Pañi y Ana Berta Lepe. Locales:
Cartago, Salamanca y Novedades. Tolerada para todos los públicos.
21
AGUIJONEAR EL MIEDO
(“El enjambre”)
El cine ha superado últimamente, tanto en número como en
intensidad, a las famosas plagas de Egipto y los guionistas —Stirling
Silliphant, en este caso— compiten en imaginar catástrofes, como si
no fueran suficientes las que provocan los hombres. Una madre
Naturaleza absolutamente desnaturalizada suele ser la causante de los
siniestros: terremotos, maremotos, inundaciones, huracanes, rayos y
centellas. Después de mostrarnos que, en ocasiones, la Naturaleza
tiene gustos contra natura, los guionistas acudieron a los animales. El
sentimental macro-gorila King-Kong fue el pionero de los tiburones y
las pirañas que nos aterran ahora. El pánico vende, ya que hay muchas
personas que sólo lo pasan en grande cuando tiemblan, y sufrimos una
larga racha de films cuya finalidad única es estremecer al espectador.
Lo que sucede es que eso no es tan fácil.
En esta ocasión son las abejas, las doradas abejas que, en vez de
fabricar blanco lino y dulce miel, atacan al hombre. Unas abejas, tan
laboriosas como siempre, organizadas militarmente, que con estrategia
muy hábil toman por un panal un centro atómico y una tranquila
ciudad provinciana. No les importa en su táctica el número de bajas.
Las abejas —que tienen una leche de avispa— atacan y atacan. Son
abejas africanas, por más señas, y con cuatro que le piquen a cualquier
persona esa persona pasa a la indiferencia. Pero el fracaso de Irwin
Alien, director y productor de la película, es que el miedo y los
aspavientos de los protagonistas no se transmiten al espectador. Y no
por culpa de los intérpretes —un verdadero cementerio de elefantes es
el reparto—, ya que todos se muestran duchos y creíbles, sino porque
la conducción de la historia no lleva al escalofrío. Ni siquiera se
consigue con la acumulación de bajas, incluso entre la población civil.
Al final, son derrotadas las malditas abejas. No por los militares,
que querían combatirlas a cañonazos, sino por los científicos. Pero nos
da lo mismo.
22 de diciembre de 1978
“El enjambre”. Dirección: Irwin Alien. Intérpretes: Michael Calne,
Katharine Roso, Richard Widmark, Olivia de Havilland, Henry Fonda, Fred
MacMurray. Autorizada para mayores de catorce años. Local: Albeniz,
Roxy B.
22
UN BROMAZO
(“Esa gente tan divertida”)
No se trata de una película, sino de un florilegio de cabronadas.
Algunas graciosas, sobre todo si se tiene en cuenta que se las hacen a
otros. Se ha puesto de moda eso de instalar cámaras, ocultarlas
cuidadosamente donde la víctima no pueda descubrirlas y perpetrar
alguna faena para ver cómo reacciona el actor natural, o sea, el pobre
ciudadano que ha tenido la mala suerte de caer en la trampa. Hasta ahí
el asunto es casi tolerable, pero lo grave empieza cuando se quiere
extraer la conclusión única de que la gente es buena. Confundir la
bondad, que acaso sea la consecuencia última de la inteligencia, con la
memez, es ofensivo. Cuando a alguien le dicen que sostenga un
sombrero contra la pared, como si tuviese una mariposa capturada, y
que aguante así, que ahora dentro de un rato volverá el dueño del
sombrero, es alarmante que acepte. Pero si además se pega en esa
postura diez minutos no cabe la menor vacilación: se trata de un
subnormal profundo.
Todo el film son distintas secuencias de bromas en diferentes
ámbitos. En ocasiones se ríe uno, por supuesto, pero es del grado de
estupidez que alcanzan algunos seres humanos. En otros casos nos da
lástima, ya que no es precisamente gracioso ver cómo un negro de
Sudáfrica que quiere ganarse un jornal como pastelero lucha con las
tartas, qué salen a enorme velocidad, ya que el genial director a
estropeado el mecanismo. Porque esa es otra: ni siquiera podemos
extraer valores sociológicos que nos sirvan, ya que el film está rodado
en latitudes muy distantes.
Una conclusión sí saqué del antológico recuento de bromas
propuestas que hace Jamie Uys: la exigua capacidad de invención de
los que surten de ideas al programa de Iñigo, ya que las bromas o
como quiera llamárseles están aquí, Son las de siempre. Está claro que
el caudal inventivo es tan escaso como el oro en los ríos.
Creo que era Ibsen el que decía que la barca del mundo se hundiría
por el peso de los Imbéciles. Quizá.
28 de diciembre de 1978
“Esa gente ten divertida”. Director: Jamie Uys. Género: Comedia-reportaje.
Producción sudafricana. Cines: California y Aluche. Tolerada para todos los
públicos.
23
VUELVE EL ESCUALO
(“Tiburón 2”)
Sólo veremos un bicho peor cuando se decidan a rodar “Tiburón
3”. Entonces los mercaderes de miedo se verán precisados a idear algo
de superior voracidad, de mayor rapidez y de peor intención, si es que
para esas fechas el público no se ha hastiado de orangutanes, pirañas,
abejas y extraterrestres que atacan al hombre. Pero la verdad es que
nadie puede quejarse del rendimiento malévolo de este segundo
tiburón: deglute hombres-rana, adolescentes bronceadas y ágiles,
muchachos de General Básica, pilotos de helicóptero y hasta trozos de
helicóptero despilotado. Es insaciable el maldito escualo.
Ronda las playas de azúcar de la paradisíaca isla donde se divierten
los ricos. Es la amenaza para los satisfechos miembros de la clase
dirigente que se tuestan al sol, hacen esquí acuático y le compran
preciosos balandros a sus hijos, El tiburón viene a ser Lenin, y el
único que insiste en que el peligro está ahí, el afanoso policía de costa,
representa al Pentágono. Los demás se dedican a la frivolidad o al
negocio y a nadie le interesa arruinar el espléndido conjunto hotelero
tomando en serio la amenaza del tiburón. Hay síntomas de que su
existencia es real, indicios racionales y sospechas ciertas, pero como
el tiburón ha venido a amargarles la vida suntuosa a los potentados y
como el verano es corto, se intenta soslayar el enojoso dato de que en
verdad existe. El policía sí que cree en él, tanto que acaba matándolo
al volapié, en la secuencia más irreal de la película.
Nunca segundas partes fueron buenas, salvo la segunda parte del
Quijote, pero además ocurre que la primera parte de “Tiburón”
tampoco lo era. ¿Qué decir de ésta? Constituye un descarado abuso
del sadomasoquismo del espectador, que espera y teme las reiteradas
apariciones del terrible depredador acuático, mixto de obús y dragón,
con más dientes que apetito. Ni la verosimilitud del ingenio mecánico,
ni la pericia del director, ni el buen oficio de los intérpretes salvan la
película. La verdad es que se salvan muy pocos. El tiburón come
como una lima.
28 de diciembre de 1978
“Tiburón 2”. Nacionalidad: Norteamericana. Director: Jeannot Szwar.
Interpretes: Roy Schneider, Lorraine Gary y Murray Marmitón. Cines:
Lope de Vega y Palafox. Mayores de 14 años.
24
DOBLE O NADA
(“Hooper, el increíble”)
Todo batacazo, todo accidente automovilístico, todo aterrizaje
forzoso, toda caída de un caballo, de un puente o de un quinto piso
tienen aquí su sede. La película está construida exclusivamente de
secuencias espectaculares y el espectáculo es inaguantable. Una
debilísima trama argumental apoya insuficientemente las hazañas de
Hooper, el increíble, que es un doble especializado en escenas
peligrosas. Su profesión es el riesgo, pero ocurre que el increíble
Hooper está viejo y maltrecho. Tiene la espalda hecha cisco, aunque
trate de disimularlo, y además teme a la nueva ola de dobles.
Si el director, Hal Needham, hubiera sido más ambicioso creo que
se podría haber sacado partido a este asunto trágico de ser un anónimo
famoso. Un doble que se la juega una y otra vez para que se luzca el
actor de turno y que no conoce al público, aunque sea el ídolo de la
afición dentro de los estudios. Lo que el guión apenas esboza -el temor
a que los años y la columna vertebral le desplacen- también hubiera
podido desarrollarse de otro modo. Pero también se desperdicia una
cosa tan atractiva como es siempre la decadencia en su primer grado.
En cambio, se nos fatiga con innecesarias peleas y con trastazos sin
cuento. Todo el film es una antología de efectos especiales, y
comprenderán ustedes que cansa un poco eso de que no haya en hora y
media ningún efecto que no sea especial.
Lo que pudiera haber tenido interés -un espectáculo dentro de otro
espectáculo-, se chafa por exceso de espectacularidad, precisamente. Y
tampoco se nos revela nada nuevo acerca de eso que siempre se ha
llamado “el cine por dentro”. Aquí no hay nada dentro, y lo de fuera es
sólo circo. La fotografía es buena, y ese apócrifo Marión Brando que
es Burt Reynolds da bastante bien el papel del increíble Hooper. Jean
Michel Vicenty Brian Keit hacen lo que pueden, que es bastante
menos increíble que lo que hace Hooper. En fin, que no hay efecto
especial como el talento.
29 de diciembre de 1978
“Hooper, el increíble”. Nacionalidad: Norteamericana. Director: Hal
Needman. Intérpretes: Burt Reynolds, Jean Michel Vicent, Brian Keit. Cine:
Luchana. Tolerada.
25
BOXEO
DOS TÍTULOS NACIONALES SE DILUCIDARON
ANOCHE EN LAS VENTAS
Luis Gómez se proclamó campeón de Los moscas
y Ben Buker II conserva su cetro de Los “welters”
En la pelea de fondo, Manolo García venció al francés Signet por
abandono en el tercer asalto.
Poco más de media plaza, con muchos claros en los tendidos de
luna. Sobre la arena brava de las Ventas se alzó el tingladillo
cuadrado, la barraca resinosa del golpe y la esquiva. La cosa prometía
en un principio. El señor Herrero había montado una interesante
reunión, aunque luego resultara todo un tanto monótono y desvaído.
El primera serie francés Marcel Signet, adversario de Manolo
García, es rubio, calvo, sonrosado. Tiene pinta de buen marinero del
norte, de personaje de segunda fila de Simenon. Apenas se establecen
las primeras fintas nos damos cuenta que Signet ha venido para un
rato, para capear como pueda el temporal que desencadena Manolo
García, que basculando el torso le acorraló una y otra vez en las
cuerdas, pegando arriba y abajo, a gusto. Combate sin historia que
decepciona a la fiel clientela y que no sirve para conjeturar las
posibilidades del español ni su forma actual después de su brillante
balance criollo. En el tercer asalto, después de una caída del francés,
voló sobre el ring la aliviadora toalla del abandono.
Ben Buker, segundo en la dinastía de su nombre, sabio de recursos
y experto en toda suerte de estrategias boxísticas, hizo combate nulo
con Diego Infantes, aspirante con pocas aspiraciones. El “viejo”
defendió la diadema ante un boxeador indudablemente poderoso y
joven, que, sin embargo, muestra extraordinario recelo combativo y
escasa imaginación golpeadora. Un repetido ataque, distanciado y
moderado, a base de directos de izquierda y una suprema indecisión
en los momentos cruciales. En el quinto asalto se tambalea el morito,
pero Infantes no persiste en su ataque. Ahí, creemos, desaprovechó la
ocasión de ganar el Campeonato. Luego, paulatinamente se va
imponiendo Buker II, más hábil y curtido. El fallo nulo deja el
Campeonato en las mismas manos, justamente, pues el aspirante no
tenía más posibilidades de victoria que imponer la franca batalla y, en
cambio, la rehuyó, aferrándose a un boxeo en línea que está muy lejos
de dominar.
26
Luis Gómez y “Ratón” Osuna, rápidos y vivaces, entablan una
pelea erizada de dificultades técnicas, donde cada uno quiere imponer
el planteamiento que más le conviene. “Ratón” es un pegador,
increíblemente pesado de piernas para un hombre de su peso. Gómez
es muy rápido de reflejos, domina bien la media distancia y sus puños
se cuelan certeros, aunque posean escasa capacidad dormitiva. En un
principio, el combate toma unos claros derroteros: la pegada, mejor
dicho, la amenaza de la pegada de Osuna se impone; pero poco a
poco, la incisiva movilidad de Gómez va remontando la lucha, que
termina siéndole claramente favorable. Al final de los doce asaltos es
proclamado vencedor y nuevo campeón de España en la ingrávida
categoría de las moscas.
Acaso la pelea con más color de la noche la realizaran los
“teloneros” Folledo y Ben Hamida, aunque distara mucho de ser un
combate enardecedor de esos que añora mi maestro y amigo
Fernanado Vadillo. Folledo, flaco, espiritado, cauteloso, puede ser un
boxeador. Domina una sola distancia y no posee un surtido variado de
golpes, pero está bien en el “ring” y mete a tiempo ambas manos.
Gana holgadamente, acentuando su dominio a medida que transcurren
los asaltos, desbordando una y otra vez la guardia invertida del
negrito, que recibió un serio castigo.
Ahora, a esperar la reaparición de Frod Galiana, “toreador” y
“puncher”, que, entre guiños y sonrisas, saludó, a la afición en un
intermedio pacífico.
24 de Julio de 1959
27
UNA HISTORIA DE BARRO
El cuadrado país del sudor y la resina le fue propicio. Él había
salido de la calle y poco a poco, contrando de derecha al hosco
semblante de la vida, fue subiendo escalones. Los gimnasios le vieron
curtirse y acerarse, Sombra, saco, guantes. Ray Famechon quería ser
boxeador, un gran boxeador.
Los carteles murales de la fama que anda pegada por las esquinas
decían su nombre en letras grandes. Los anuncios luminosos lo
aireaban en colores. Ídolo de París. Campeón de Francia. Campeón de
Europa. Ray Famechon era una figura, un gladiador liviano y
agresivo, que llenaba las salas y se cotizaba bien. El mundo era suyo.
Fulgía su estrella peleadora deslumbrando a los mismos focos. Sus
adversarios iban cayendo. Ray Famechon tenía una izquierda
fulgurante, una precisa derecha y una esgrima que desconcertaba a sus
enemigos. Ganó mucho dinero, muchos cientos de miles de billetes.
Pero Ray Famechon no era invencible y dos veces fue derrotado en
combates trascendentales, cuando aspiraba a alcanzar el más alto trono
deportivo: el Campeonato mundial. Dicen que estas derrotas
destruyeron su fe en sí mismo, su estirpe gladiadora. Lo cierto es que
Ray Famechon al que vimos un día por Madrid noquear en tres asaltos
a su oponentes, fue cayendo poco a poco y sin remedio.
Ya no es campeón. Ya no tira el dinero y se retrata para las portadas
de las revistas deportivas al lado de hermosos perros de caza. Ya no
tiene mujeres ni amigos que le palmeen las anchas espaldas. Su rostro
de moneda antigua desenterrada al cabo de los siglos, muestra las
marcas del oficio: los pómulos abultados, los ojos como dos
hendiduras, la nariz, de estatua caída…
El ex campeón vuelve a la calle. ¿Dónde la resina y las ovaciones?
¿Dónde las noches de triunfo? ¿En qué sitio el k. o. y los contratos?
Ray Famechon no acaba de explicárselo. Su golpeado cerebro jamás
habría pensado en otoños ni eclipses del músculo.
28
Rueda el ex campeón. Cuesta abajo del “crochet”, vertical
derrumbe de la esquiva, a Femechon no le contrata nadie; nadie quiere
verle entre las doce cuerdas. Es un hombre acabado, “sonado” en el
argot. Le vieron los mercados y las callejas como loco, deshecho,
derrotado a los puntos por la existencia. Un mal día, ayer, el gran Ray
Famechon, “ídolo de la afición”, robó. Robó una pobre cantidad a una
pobre mujer.
La cárcel también es cuadrada. Ray Femechon, aturdido, con el
cerebro machacado busca los focos por el techo y espera que suene, el
gong.
9 de Agosto de 1959
29
GUIZANI REZGUI DERROTAAMPLIAMENTE
A LOS PUNTOS A GALIANA
Luis Folledo y Luis Gómez triunfaron sobre sus respectivos
contrincantes.
Es de Toledo y se llama Exuperanoio. Ex campeón de Europa y
hombre “taquillero” por más señas. Nos traía su espléndido balance
pampero: veinte combates o así sin conocer la derrota. Cuando
pusieron su nombre en las esquinas, la gente empezó a desfilar por las
taquillas. Galiana, dado a la tauromaquia, llenó la plaza hasta la
bandera. Un “No hay billetes” de corrida grande, de Beneficencia.
Hasta aquí, todo bien. Gozo de vísperas, expectación. Pero sucede
que Guizani Rezgui, un tunecino sobrio y concreto, bien dotado y bien
preparado, le ganó a Fred (recuerdo un chiste de Mingote en el que se
decía, hablando de Fred y de Young, que gracias a los boxeadores
estaban sonando nombres españoles en el mundo). Contaba que el
tunecino le ganó la pelea a nuestro compatriota de punta a punta, de
cabo a rabo, del principio al final. Al principio estuvimos a punto de
creer que Galiana se reservaba y media terrenos para tomar
posiciones. Su impavidez, su desprecio parecían indicarlo. Pero el
combate fue desarrollándose y el morito acumuló puntos como para ir
dejando uno en cada kilómetro de aquí a La Meca. Galiana se mostró
lento de reflejos, falto de esgrima, impreciso. Parece que sigue
conservando el “punch”, a juzgar por algún zurdazo que conectó en el
hígado de Rezgui y que éste acusó ostensiblemente; pero no puede
bastar la pegada con oponentes hábiles, escurridizos, expertos y
buenos encajadores, por añadidura. La victoria de Guizani Rezgui fue
terminante. Un solo asalto ganó el toledano en nuestra particular
contabilidad; los demás salvo el inicial, de tanteo, correspondieron a
su adversario, que llegó una y otra vez con la izquierda, que se cubrió
con enorme eficacia, que hasta llegó a fajarse en el último asalto…
Esta es la verdad de la historia: un hombre que buscó el K. O. y otro,
que ganó la pelea. En el semifondo, apenas cruzados los primeros
golpes entre Jack Subero y Luisito Folledo, un mutuo cabezazo nos
dejo sin combate. El negro salió peor parado, con una profunda herida
en la ceja izquierda, y abandonó de una extraña manera, bastante
confusa, mitad debido a su actitud y la otra mitad debida a las
vacilaciones del árbitro. Una lástima de desenlace, porque el combate
prometía ser bonito.
30
Luis Gómez, nuestro mínimo y agresivo campeón mosca, estrenaba
su reciente entorchado y salió al ring con una bandera española sobre
el calzón, del tamaño aproximado de las colgaduras que ponen en los
balcones. El chico es valiente, rápido, codicioso y, aunque tiene
mucho que aprender todavía, hay que darle un dilatado margen de
confianza. Boxea a ráfagas, como enrabietado súbitamente, y precisa
muy poco, pero está constantemente encima del adversario, sin darle
un momento de respiro. Lo que se dice una promesa en tono menor en
una categoría a extinguir fisiológicamente. Su contrincante, Moncel
Fehri, trató de contenerle a base de directos y «jab» de izquierda,
retrocediendo siempre y rehuyendo la franca batalla a pesar de su
estimable ventaja de peso. Luis Gómez ganó ampliamente, por
abrumador tanteo.
El combate preliminar entre Gayo y Merayo fue, desde un punto de
vista espectacular, el más armónico. Arabos son vivaces y alegres,
ambos fintan y esquivan bien, los dos son jóvenes y valientes. Casi
toda la pelea se desarrolló en la media distancia, con constantes
cambios de golpes que fueron ovacionados largamente por los
veinticinco mil espectadores que se congregaron en la redonda
aglomeración de las Ventas. Gayo precisó algo más y se llevó la pelea
justamente, a pesar de las protestas del público cuando se dio a
conocer el veredicto.
13 de Agosto de 1959
31
CLAY Y VIETNAM
Cassius Clay, menos conocido por Mohamed Alí, defenderá
mañana en Houston allá en Tejas, su titulo mundial de los pesos
pesados. Por su parte, su adversario, Ernie Terrell defenderá otro título
mundial de idéntica categoría: el que le reconoce la World Boxing
Association. El boxeo yanqui está dividido y existen dos campeones
mundiales. Los dos, negros, que aclararán las cosas el lunes en et
Astródromo de Houston.
Está demostrada la supremacía de la raza oscura en el “ring”.
Sobre el resinoso prado son ellos los que discriminan a los blancos,
una vez tendidos a sus pies, con el sueño cronometrado y obligatorio
del K. O. Dicen los fisiólogos que los negros son más arduos de
noquear porque tienen el cerebro más chico. También afirman que el
hecho de haber tenido antepasados esclavos les otorga cierta atávica
resistencia al castigo. Como contrapartida, la vieja paremiología del
cuadrilátero dice que “no hay negro que no sea blando de estómago”.
Femando Vadillo y yo hemos hablado mucho de este tema en el “ring-
side” y en los mostradores —cuando el acudía a los mostradores— y
nos hemos enriquecido mutuamente. Desde el ciclope Jack Johnson
hasta el bien llamado “Bombero de Detroit”, Joe Louis, pasando por
una larga nómina de gladiadores de agresivo betún —”Charol”,
“Chocolate”, “Gavilán”, “Tunero”, todos con su Kid; Ray “Sugar”
Robinson y otros etcéteras inscritos para siempre en la historia
cuadrada del “ring”—, los negros han piafado con gloria sobre el
pasto de soga y de madera.
El último negro con corona y “gancho” de multitudes, no sólo de
derecha y de izquierda, es Cassius Clay. Los estanques verticales de
los televisores han metido en el cuarto de estar a esta armónica
pantera, capaz de conectar “jab” y “upercutt” en la mandíbula
contrincante con la celeridad de una metralleta. Un púgil apenas
“marcado” por el oficio que junta a su clase un sentido
propagandístico que no lo mejora Dalí. Ahora arde su nombre en el
candelero de la fama, y no solo porque boxee el lunes con Terrell, un
individuo de mucho cuidado, con dos metros justos de estatura y
noventa y ocho kilos de músculos. Cassius Clay ocupa las
conversaciones por otra razón: su negativa terca a ir a la guerra del
Vietnam, Dice que sus convicciones le impiden matar vietnamitas y
que su secta de los “Musulmanes Negros” le prohíbe odiar al prójimo.
32
Por todo esto, el campean se considera en Norteamérica un mal
ejemplo. Al parecer, está desanimando a los futuros reemplazos y su
actitud les quita fuerza moral para morir, lo que con ser grave, no lo es
tanto como el hecho de que también les quita fuerza moral para matar.
(Como se sabe, un buen soldado no es el que está dispuesto a morir
por su patria, sino el que está dispuesto a que el enemigo muera por la
suya.) Siguiendo el ejemplo de Cassius Clay, muchos jóvenes
americanos sienten “escrúpulos morales” para participar en la guerra
vietnamita y están pasándose al Canadá. Hay una verdadera
emigración juvenil huyendo de la chamusquina de la jungla.
Sin haberlo leído, Clay, que es aproximadamente analfabeto,
coincide con Cicerón: “Vale más la mala paz del mundo que la mejor
guerra”. Los militaristas americanos no se explican cómo un hombre
tan valiente en el “ring” no esté dispuesto a serlo en el Vietcong. Le
llaman ‘”cobarde” los titulares de los periódicos. No ceja el campeón:
“Esta guerra es ilícita, como todas”. Parece que piensa algo el chico, a
pesar de su escasa instrucción, y habla, como Antonio Machado, de
“la guerra odiada por las madres”, de la guerra que “entigrece al
hombre”. Como todavía no ha hecho cien combates —un hombre con
cien combates en el cuerpo jamás vuelve a ser un hombre normal, dice
un viejo adagio boxístico— su cerebro funciona y no cumple los
requisitos que, según un proverbio alemán, debe tener todo buen
soldado: “pensar sólo en tres cosas: primera, en el rey; segunda, en
Dios; tercera, en nada”.
A un pobre negro, aunque sea campeón mundial de los pesados, no
le gusta la guerra vietnamita. No le gusta que llamen a los pobres
negros sólo para Corea o el Vietnam, mientras no les dejan votar ni
entrar en ciertos restaurantes. Un mal ejemplo el de “el loco de
Louisville”, el único antimilitarista que se gana la vida combatiendo y
no quiere perderla en combates colectivos.
5 de Febrero de 1967
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UN NEGRO LLAMADO JOE
El ring puede ser un cadalso o el tingladillo de una farsa. Con
guantes de crin, bajo la constelación de los focos, los púgiles son la
versión actual de los gladiadores. Sangre, sudor y golpes. Poco a poco
los boxeadores van adquiriendo el perfil de las monedas desenterradas
y van hablando con mayor dificultad, como si les rebotasen las sílabas
en el paladar y no se acordasen muy bien que acaban de contarnos lo
mismo hace sólo un momento. Para ellos el ring ha sido un cadalso.
En cambio, para los que luchan sin guantes de seis onzas, el drama se
vuelve comedia. Son muy fuertes, muy ágiles, muy espectaculares, y
saben dar trechas como en el circo y quejarse muy bien, pero no
acaban balbuceando y pueden luchar dos veces por semana. Para ellos
el ring es el tinglado de una farsa todo lo meritoria y atlética que se
quiera, pero farsa. Los luchadores pueden romperse un hueso sin
querer, porque todos son muy amigos y forman una gran familia, pero
no precisan que se les practique un encefalograma.
Bajo los focos hay un hombre que vuela y, esperándole con los pies
bien asentados en la lona impregnada de resina, un hombre que está
dispuesto a hacerle más dura la caída. El primero es como un ángel
rebelde y violento y el segundo como un forzudo de barraca, pero
ninguno de los dos nos interesa. Nos importa sólo el tercer hombre.
Un negro llamado Joe…
Fue desde los campos algodoneros de Alabama a la cúspide del
boxeo. Joe Louis Barrow conquistó, en mayor medida que ningún otro
boxeador, la gloria cuadrada del ring. Doce años campeón mundial.
Veinticuatro defensas del título. Avionetas, castillos, divorcios, yates,
dólares, miles y miles de dólares. ¿Quién podía resistirle? «El
bombardero de Detroit», con su cara de poker y sus músculos de
goma, fue el rey del k. o. A sus pies cayeron todos los boxeadores de
su época, todas las esperanzas blancas, todos los aspirantes al trono. Y
Harlem era una fiesta.
34
El tiempo. Sólo el tiempo le pudo ganar por puntos. Luego
vinieron los «managers», los «gansters», los acuerdos privados, los
repartos dictados por el jefe del clan. Más tarde fue el Fisco. Quiso
volver al cuadrilátero cuando era sólo su propio fantasma, la caricatura
de aquella estatua de brea invulnerable. Volvió para pagar a sus
deudores, pero eran demasiados y el viejo bombardero reclamaba su
urgente desguace. Total: Joe Louis ha vuelto a ser un negro pobre.
Réquiem por un peso pesado.
Ahora es fácil verle por los cabarets de Norteamérica, en una
tarima que se parece al ring y bajo un foco que también se parece a
aquellos que iluminaron sus victorias. El público, entre número y
número, le pregunta cosas de sus tiempos. Que si se acuerda de
cuando noqueó a Camera o a Baer, que cómo fue la revancha con
Schmeling, que qué hubiera pasado si se enfrenta a Marciano teniendo
veinticinco años, y otras cosas así, siempre las mismas. El público le
sigue queriendo y con esas «actuaciones» él va ganando algunas
monedas. A veces le cuesta trabajo recordar y balbucea un poco, pero
la gente no va a oír a un orador, sino a mirar de cerca al viejo
campeón…
Ahora Joe Louis se ha hecho árbitro de lucha libre. La vida es muy
dura y nadie puede vivir de antiguas glorias y álbumes de recortes
amarillentos. Y Joe Louis, ¿quién se lo iba a decir?, ha vuelto a subir
al ring del Madison Square Garden.
25 de Julio de 1973
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TOROS
AL TORO QUE ES UNA MONA
No sé si “con cinturas de plata fina”, pero los torerillos habían
llegado —los capotes remendados, prestadas las zapatillas— para
torear lo que les echarán en la plaza cuadrada del pueblo.
Antonio Ruíz Villegas, de Granada; Antonio Rosales Vega y
Bonifacio Plazas Pozo, de Antequera, los tres nuevos en esta plaza de
madera improvisada y equilibrista expectación que se alza cada año en
Roquetas, por tierras de Tarragona. Los tres muchachos, de quince
años uno y los otros dos de dieciséis, formaban el cartel que no se fijó,
ni fue nunca “yedra cuadrangular de las esquinas”. Los tres en busca
de suerte o la muerte. Los tres.
Sucedió que antes del susto de doble y buida empuñadura y antes
de bajar las manos y abrir el compás en la lenta verónica soñada tantas
veces, una mona, una mona inocente y viajera, que acababa de llegar
con su pareja de la Guinea española, traía de cabeza al pueblo entero,
“acaparando la atención”, como diría un cronista de sucesos. La mona,
sin que nadie supiera cómo ni por dónde, se había escapado. Los
vecinos la vieron en lo más alto de un árbol oteando las fiestas,
vigilando la trilla. Del árbol pasó la mona, sin querer, a las aguas de
un canal “Mira cómo se la lleva el río”. En esto, los tres torerillos
fueron tres hombres al agua que rescataron viva a la tal monita.
Hasta aquí la verídica historia. Cuentan los periódicos que los
aspirantes a matadores de reses bravas fueron cumplidamente
agasajados y hubo comilonas en su honor y dinero sobre el percal
almidonado, de las capas toreadoras. Es curioso como la reacción
sentimental de las gentes puede cambiar el signo previsto de las cosas.
Los torerillos que andan por los pueblos son una extirpe a extinguir.
Resulta mucho más conveniente agenciarse un mecenas aficionado o
naturales que pague al empresario con tal de que actúe la llamada
joven promesa. A los torerillos que van por los pueblos se les recibe
con un ambiente hostil, propicio a la burrada y a la salvajada. No sé lo
que pasará en Roquetas, pero en otros sitios sí lo sé varas alzadas
desde los carros, mozos amenazantes, alcohol y algodones en la
enfermería, machismo ibérico.
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Esta vez todo ha sido distinto. Alegría y homenajes. Nada más
abrirse de capa sonaban las ovaciones. Habían salvado la famosa
mona, y el público estaba con ellos. No les hizo falta coger al toro por
los cuernos. El pueblo es sentimental y estaba contento porque se
había salvado la mona. “Pan y monas”. Pasodoble.
2 de Agosto de 1959
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TOROS EN SURÁRICA
Recuerdo a Johannesburgo desde el avión: sus diez mil piscinas
componían una vidriera añil y menta entre el polvillo de oro de la
ciudad. Recuerdo sus calles largas y de edificios bajos. En las aceras
pujaba la flor celeste del jacarandá, gruesa y compacta, y en las plazas
se perpetuaban las imágenes de militares y tribunos en bronce
verdeante. Recuerdo también la cara que puso un caballero inglés al
verme fotografiar, en el andén de una estación, un banco de hierro
forjado con un letrero que decía: «Sólo para blancos». Estuvo a punto
de intervenir, vaciló un poco y luego optó por no hacerlo. Aunque
tenía a su favor el factor campo, yo estaba acompañado y él estaba
solo. Creo que esa circunstancia influyó de modo decisivo para que se
impusiera la acreditada flema inglesa.
Pasar una semana en Suráfrica no da para hacer sociología, pero
sirve para acrecer las filas de esos recuerdos guerrilleros que vienen de
pronto y vuelven o se van cuando menos se espera. He aprendido en
estos viajes rápidos a buscar más el aroma que la erudición, y ahora
me vuelve el perfume pesado de aquella tierra caliente al leer una
noticia de agencia: «Un grupo de hombres de negocios ha solicitado
del Gobierno de Pretoria la autorización para celebrar corridas de
toros en el país y dentro de muy poco se iniciará la construcción de
una plaza en Johannesburgo.»
Los lingotes de oro de las minas de Witwatersrand cederán unos
gramos para el fulgor de las taleguillas y empezará la exportación de
«los flébiles, heridos girasoles». Habrá danzas «ngomas» en los
tendidos y los espectadores llevaran en la solapa la flor nacional
llamada protea. Cuesta trabajo imaginarse uno de estos cráteres
hispánicos que son las plazas de toros al borde de la mar índica por
donde cruzaron su aventura Vasco de Gama y sir Francis Drake. Los
toros son, sobre todo, un ambiente. Todo lo que no sea la cuarteada
piel del tótem no es ya territorio suyo, exceptuando algunos países de
la América hereditaria. Los ensayos que se han hecho hasta ahora para
trasladar la llamada «fiesta» han sido penosos. Pueden salir —y
salen— toreros chinos y yanquis, pero no se producen aficionados
yanquis ni chinos. La Sociedad Protectora de Animales pone el grito
en el cielo y su clamor no es precisamente un bisílabo y acompasado
«ole».
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Hay siempre alguien que saca a relucir aquella definición de Pitigrilli
de que el torero es «un matarife vestido de vicetiple». Las autoridades,
que habían dicho que si, dicen luego que no. Los empresarios, ya
metidos en gastos, argumentan que mayor crueldad existe en el tiro al
pinchón, el boxeo y las carreras de automóviles. La Sociedad
Protectora de Animales vuelve a la carga franciscana. Total, que la
corrida se acaba dando, pero sin «suerte suprema» lo que constituye
una suprema suerte para el toro, y con una variante: que el «afeitado»
de los cuernos, operación tantas veces clandestina, se confiesa
abiertamente en los carteles. Todo eso favorece al turismo español. El
que quiera ver toros que venga a la Feria de San Isidro.
Recuerdo a Johannesburgo con colinas de oro y «apartheid». Niños
negros, que supongo que no podrán sacar una andanada de sol si no se
les designa un sitio especialmente, seguían el coche para ofrecer
collares y pájaros de madera. Tenían los pies descalzos y sonreían a
todo trance. Ahora verán por las calles céntricas los carteles de toros,
la «yedro cuadrangular de las esquinas», que anuncian tres toreros, los
tres nuevos en esta plaza nueva. Johannesburgo es una de las ciudades
más ricas del mundo. Tiene oro y diamantes como para parar un tren.
Hasta el llamado «tren del progreso» de la raza negra, que también se
pondrá en marcha un día, poquito a poco, hasta llegar a esa estación
no sé si utópica o simplemente hermosa de la «antropogénesis final»
en la que creyó Tehilard de Chardin.
Johannesburgo es una ciudad tan rica que quiere tener hasta
corridas de toros. En el Parque Kruger no hay y habrá que llevarlos.
Se alegrarán las impalas disneyanas, las jirafas de dos en dos, los
rinocerontes burriciegos, el león que si es tan fiero como lo pintan, los
tigres de elástico traicionero, el elefante que es en verdad el rey de la
selva y hasta los repugnantes hipopótamos de betún. Si la cosa cuaja
—que no creemos, pero nunca se sabe— habrá un día en que un
novillero bantú diga eso de «¡eh, toro!». Un novillero bantú, ya sin
«apartheid», nuevo en la vieja plaza de Johannesburgo.
31 de Marzo de 1967
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HAPPENING TAURINO
Los erales esos que sueñan verónicas florales, los chotos que
cornean los tréboles adolescentes, y hasta los toros hechos y derechos
al bulto, astifinos ellos y bragados cualquiera que sea su pelaje, se
conmueven en la dehesa. Algo va a cambiar en sus muertes. La
llamada “fiesta”, por una vez, variará su ceremonial de raso y ahilados
metales preciosos. ¡Si Pedro Romero, el de Ronda la ronca, levantara
la cabeza enredada! Si Pedro Romero —más de mil toros vio muertos
a sus pies, sin que ni una sola vez se levantaran sus pies del suelo—.
Si Pedro Romero levantara la cabeza, acaso la volvería a agachar con
respeto. Porque Pedro Romero, ¡arza y viva Ronda!, y la vitoreada
madre que lo trajo al mundo, y los picadores, empresarios,
banderilleros y aficionados están hartos de tanta y tanta monotonía. De
tanto cliché y tanta manivela.
Un “happening” taurino se prepara, de aquí a un mes, en la plaza
de Vista Alegre. Me entero por Carlos de Rojas y una gran alegría me
recorre los tendidos de dentro. Se trata de un intento, no sé si único, de
subvertir la “fiesta”, y en él están complicados muchos amigos:
Manolo Viola, que pintará un mapa mundi en el litoral redondo del
coso, y Carlos Oroza, que dirá versos y hablará con el público desde
ese sitio del aire que tradicionalmente ocupaba la Virgen de los
Caireles. Dos artistas auténticos que colaborarán en el “ensayo
revolucionario” y que acaso logren abrir ventanas y airear la
enrarecida y concéntrica atmósfera. Todo está previsto: el matador
único, Diego Bardón; el montador, Manuel Vidal, y Cerecedo, “que
aporta la teoría”. Los caballos de los picadores, a los que tanto partido
les sacó Zuloaga, andarán libres por el ruedo como andan en la
Pampa. Los caballos de los picadores —según Ramón Gómez de la
Serna les duelen las muelas en el ojo— se liberarán del macizo
guerrero de barba cerrada que les cabalga y hasta del edredón que
arropa las cornadas más ciertas. Los trajes taraceados serán sustituidos
por otros de “llenos de partes móviles”. Trajes cinéticos con alambres
y anclas. Se suprimirá el ritual marchoso del paseíllo, donde el torero
parece que viene ya de enterrar al toro, y los artistas estarán entre el
público y bajarán al ruedo cuando les parezca oportuno. Por su parte,
la clientela podrá bajar al mismísimo centro del cráter hispánico
cuando le parezca, y, por la suya, el toro podrá salir pintado de colores
llamativos.
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La flor de la maravilla, ésa que florecía en la décima de Gerardo
Diego, se abrirá en abril y en Vista Alegre. Que nadie tome a broma
estos intentos de renovación. Sería rechazar todos los humanos
avances. Equivaldría a pretender, como ciertos escritores
costumbristas, que donde se ponga un botijo debe quitarse una nevera
eléctrica, ignorando que si se quita la nevera sobra mucho sitio para
botijos y no hay problema de espacio vital.
Curiosamente, nosotros, que no somos tradicionalistas en casi
nada, lo somos frenéticamente en dos asuntos: los toros y el cante.
Hay quien repudia cualquier innovación en el son de una malagueña,
sin pensar que si hubiera tenido el mismo escrúpulo Juan Breva su
nombre no hubiera pasado a la restringida historia sonora del
flamenco fetén. Hay también quienes, sin haber visto a Cuchares,
hablan del arte de Cuchares, y sin saber lo que son los cánones hablan
casi constantemente de que conviene torear “como mandan los
cánones”. La observancia de las normas clásicas han empobrecido y
recortado el “ballet” de suerte y muerte. Lo ha limitado hasta extremos
insufribles no sólo para el toro. Salvo a cuatro toreros, ni los más
aficionados pueden reconocerlos en una fotografía de espaldas. Todos
tienen la misma receta y aplican idénticas fórmulas. ¿Cómo no
alegrarse ante un proyecto renovador de semejante calibre? Hay cosas
con las que no se debe jugar, pero el toreo es una profesión bastante
segura —sólo dos matadores de toros han muerto desde el año
cuarenta para acá— y está bien hacer experimentos. Por lo menos, el
dibujo de Viola será bueno y los versos de Carlos Oroza serán
hermosos y sorprendentes, y quién sabe si no queda bien el toro
pintado de celeste.
11 de Marzo de 1970
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FÚTBOL
EL NIVEL DE FÚTBOL
Manuel Alcántara, escritor y poeta de talla y renombre nacionales,
ha querido asomarse —porque le gusta, porque lo siente y porque lo
entiende— al más popular de nuestros deportes: el fútbol. MARCA se
complace en acogerle en sus páginas, ofrecerle el debut y si se tercia,
darle la alternativa como comentarista deportivo. Tema, el encuentro
Real Madrid-Wiener. Día, ayer. Lugar. Estadio Santiago Bernabéu.
Localidad, el foso de los fotógrafos.
He aquí las tres cuartillas del debutante:
Vistas desde abajo, las dobles hileras laterales de luces semejan una
constelación disciplinada, ordenada, estática. Verdes, morados y
amarillos, los dos escudos del Madrid son astros mayores.
Formo parte de una larga fila de fotógrafos atentos, dispuestos a
capturar el segundo fugitivo del gol. Al lado de ellos pienso que no se
notará mucho el hecho de no llevar maquina. Veremos.
Junto a la portería, la tierra del Estadio está húmeda, demasiado
húmeda. Lo noto en el sitio donde la espalda pierde su honesto
nombre. Es una tierra oscura sobre la que crecen diminutas florecillas,
tronchadas casi todas, naturalmente; se conoce que estos territorios
fronterizos no se cuidan tanto como el césped sobre el cual ha de
desarrollarse el juego, y el campo recupera su misión de crecimiento
impulsando los tallos breves. Cuando salen los equipos se alborota la
clientela y oigo el fenomenal estrépito que forman a mi espalda una
serie de gargantas jaleadoras. Es algo horroroso, así de espaldas.
—¿Aquí se puede fumar, pastor?
—Hombre, claro.
El portero de los vieneses —bonito titulo para una ópera deportiva—
, que es el protagonista que tengo más cerca, tiene un suéter amarillo
con un letrero en el pecho, como esos que llevan los repartidores de
Coca-Cola, unos guantes negros y unas medias rojas. Sus diez
compañeros visten de rojo, con los calzones blancos.
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Al primer avance indígena, la feroz parroquia clama
atronadoramente. Todos están de acuerdo, con sorprendente
unanimidad: «¡Hala, Madrid»!», «¡Hala, Madrid!», «¡Hala, Madrid!»,
y venga y dale y más «¡Hala, Madrid!».
Gento, vertiginoso, se acerca al banderín de córner y centra
templado y certero. El guardameta vienés despeja la situación con su
enguantado puño. La gente chilla más que antes, en admirable
superación. De pronto, se movilizan los camilleros, unos soldados con
gorros planos donde figura, en papel, el distintivo de la Cruz Roja.
—El muerto de turno —dice alguien a mi lado.
Di Stéfano, que es un sabio, pone un balón en los pies de Gento, y
éste, como una bala, se acerca a donde estoy, en unión de veinticuatro
fotógrafos, veinticuatro, se dispone a chutar y… me tiro al suelo,
protegiéndome en la primera espalda que encuentro. Cuando vuelvo a
mi primitiva posición el griterío ha crecido y yo tengo en la boca unas
leves briznas de hierba húmeda. La primavera ha venido.
Por lo que veo la jugada se resolvió en un córner, que se dispone a
sacar el mismo acelerado jugador.
—Yo me quito, ¡estaría bueno! —dice a mi lado un fotógrafo—.
Un tipo de estos te parte la cara y la máquina.
—Te van a pagar igual por una placa más o menos —le contesta
otro, con aire comprensivo.
Cuidadosamente, apago el resto de mi cigarro, apretándolo en la
hierba. «Un incendio aquí sería un espectáculo», pienso sin querer. El
campo, visto a su nivel y bajo los focos tiene algo de caramelo de
menta gigantesco, de piscina enorme. Es un verde hermoso,
tranquilizador, bucólico y apacible. El campo iluminado estaría bonito
también sin fútbol, sin espectadores, sin nadie.
Cuando marca Mateos, mis pobres oídos atraviesan un mal trance.
En cambio, cuando empatan los forasteros, se establece un grato
silencio. Cosas. Hay una zancadilla a Kopa. Y otro gol aborigen.
En el descanso hay música y eclipse. Hay también traslado de
portería. Suena un altavoz: «Los niños del Colegio de Montserrat, de
Lérida, cuando acabe el partido, que pasen por los vestuarios de
jugadores.» Observo que cuando los micrófonos reclaman atención la
gente obedece y se hace un súbito silencio. Me informo y me entero
que desean conocer el resultado del partido que juega el Atlético.
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De nuevo el ballet del balón. Ha empezado el segundo tiempo y el
Madrid se impone. Vienen los goles —la tira—, los abrazos, los gritos
entre los jugadores. Dicen: «¡tuya!», «¡venga!», «¡ánimo!» y otras
palabras de castellanísima estirpe que no es correcto, hoy día, escribir.
Los vieneses, por su parte, gritan lo suyo, dándose ineficaces
consignas de contención. Sobre todo, el tan vulnerado portero. Hay un
momento en que el número dos se disgusta con él por un
malentendido que les cuesta un tanto y ambos se llaman cosas en su
idioma.
—¡Baile, baile, queremos baile! —dice la multitud.
Un sargento de la Policía Armada para con enorme habilidad
poniendo la suela de la bota, un balón que sale rozando el poste, y se
gana una ovación. La ovación se repite cuando los altavoces dan o
conocer el lejano empate del Atlético. Se conoce que en esto del fútbol
funcionamos bien.
—¡Grande, que eres grande! —le dice Mateos a Di Stéfano cuando
el delantero centro hace una delineada entrega a Kopa. Caen más
goles. El último, en el minuto postrero, cuando se iniciaba el desfile
de los espectadores menos amantes del codazo y la manada.
A la salida, entre la baraúnda fenomenal, un hombre al que le faltan
las dos piernas, manipulando su carrito de inválido, comenta:
—Ha habido ratos de fuego muy juego muy lento; parecía como si
estuvieran dormidos.
19 de Marzo de 1959
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EL FÚTBOL, NO APTO PARA MENORES
Mi afición, que es moderada y que sólo abdica de su ecuanimidad
en La Rosaleda, o bien cuando el Málaga juega fuera, ha estado a
punto de costarme graves disgustos varias veces. Una vez me
quemaron los pantalones. (No enteros, claro. Un pequeño fragmento,
el más cercano al tobillo izquierdo. Fue en la cancha del River, allá en
mi Buenos Aires querido, en un partido River-lndependiente, en el que
uno era estrictamente neutral.) En señal de euforia, algunos adictos
encienden hogueras en los graderíos y tuve la mala fortuna de que
fuesen pirómanos los espectadores de las localidades contiguas. Otras
veces, en mi primera adolescencia, he sido arrollado sin mayores
destrozos orgánicos. Por eso ya me va pasando lo que a mucha gente:
prefiero el estadio vertical de la pantalla de televisión. Salvo cuando
juega el Málaga, que ahora va el tercero, aunque no se lo crean ni
siquiera los suplentes. Bien. El fútbol resulta un espectáculo tan
excitante para la mayoría de los que acuden a verlo que al secretario
de la Federación Inglesa se le acaba de ocurrir el remedio: no dejar
que lo vean. Y quiere prohibir la entrada a los menores de dieciocho
años.
La estadística, dice el federativo británico, demuestra que la mayor
parte de los hinchas que provocan disturbios son jóvenes menores de
dieciocho años de edad. ¿Cómo impedir esos disturbios? Haciendo del
fútbol un espectáculo no apto para menores. Ampliando la ñoña
geometría de los tres rombos a las fachadas de los estadios. La idea ha
sido acogida con enorme interés en los medios futbolísticos ingleses.
Todos hemos visto desgañitarse, insultar y arrojar almohadillas a
hombres maduros y de sosegado talante. No se aprende así como así a
indignarse y rara vez saben hacerlo los mozalbetes. Para dar un
escándalo gordo se requiere práctica y eso sólo se consigue con los
años. No eran menores de edad todos los vándalos que arrasaron el
Nou Camp, ni las catorce personas que se suicidaron cuando Brasil no
ganó unos Mundiales. Los estados de enloquecimiento puede que sean
más habituales entre los jóvenes, pero ellos no tienen, de ningún
modo, la exclusiva. Anda por ahí mucho alocado anciano. Y no sólo
en los países latinos, a los que de alguna manera disculpa la acreditada
temperatura sanguínea, sino entre los teóricamente gélidos sajones.
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Además, aquí los espectadores llevan bufandas coloreadas con la
sacrosanta gama de las camisolas respectivas, pero allí llevan
trompetas, que hacen bastante más ruido.
¿Qué es más caro, educar al público o impedirle la entrada?
Puestos a eludir conflictos la solución ideal sería suprimir los partidos
(me refiero a los de fútbol) y así, evitando le ocasión, evitar el peligro.
Lo malo es que el sistema evita cambien que una persona lo sea.
Sería preferible una dura legislación contra el gamberrismo
futbolístico a esta medida paternal y generalizadora. La existencia de
un solo muchacho formal sería suficiente para invalidar la legitimidad
del proyecto, pero hay una cuestión mucho más grave y que resulta
demasiado trascendente para abordarla en este trivial artículo, que sólo
aspira al viento necesario para mover un banderín de «córner»: con
dieciocho años ya no se es un niño. Hay que adelantar las mayorías de
edad y los criterios sobre «menores». El mundo anda ahora bastante
más aprisa que cuando se establecieron esas fronteras y la aceleración
del cambio las ha dejado aproximadamente inservibles.
A la juventud, tan halagada en nuestra época, y diríamos que tan
temida, se le quiere perpetrar un atentado en el país que inventó el
fútbol y la minifalda. Ahora que tanto se habla de «un estilo joven» se
les quiere prohibir la entrada a los estadios, sin duda para que su estilo
no se deforme. A ellos que han patentado el hermoso grito de
‘prohibido prohibir». Lo que no es apto para menores es la vejez.
30 de Noviembre de 1972
46
ESPLENDOR SOBRE LA HIERBA
Más difícil todavía. Mucho más que cuando estaba en activo y le
saludaba el viento que agita los banderines del córner. Mucho más que
cuando hacía florecer en las solapas de los ‘hinchas’ las insignias de
su club. Más difícil, pero todavía posible…
Tiene sesenta y cuatro años. Esa es la gracia. Y no se ha caído
desde sus tiempos, ni le ha puesto una artera zancadilla el fantasma de
algún viejo defensa central. Simplemente ha querido demostrarle a los
hijos de los padres que le aplaudieron tanto, que quien tuvo y retuvo
sigue teniendo, y ha realizado una exhibición durante quince minutos
justos, en el intermedio de un partido, para comprobar que el balón le
sigue obedeciendo y que es capaz de poner los calendarios patas arriba
y moverse así, con él entre los pies, camino de la desguarnecida
portería contraria.
El viejo verde del fútbol es coreano, cosa que acaso explique su
terca buena forma física, ya que el tiempo tiene en Oriente otra
manera de transcurrir y de demorarse. Se llama Kim Yong-Sik y fue,
al parecer, un ‘ídolo de la afición’. La edad no hace al tiempo, pero lo
deshace. Aunque se diga eso tan confortador de que quien es joven lo
es para toda la vida y los poetas aseguren que existe una íntima
correspondencia entre la juventud de dentro y la de fuera. La verdad es
que a los sesenta y cuatro años no es habitual que un ex jugador tenga
ganas de andar jugando y se dedique a demostrar que los años pasan
en balde, con los pies para arriba —y el balón adicto entre ellos— y la
cabeza abajo, como si buscara por el césped el divino tesoro que no
acabó de perder.
Los deportistas tienen un calendario muy restringido y pasan en
muy poco tiempo de ser unas glorias a ser unas viejas glorias. A la
edad en que alguien puede ser un prometedor novelista, por ejemplo,
se es un deportista veteranísimo, y es ésta una de las escasas
superioridades que ostenta el primer oficio sobre el segundo. Ocurre
que las cosas que los años van otorgando, como la reflexión, el
equilibrio y la prudencia, no hacen ninguna falta para penetrar en el
área enemiga o para batir un record de motorismo. La brevedad del
plazo es especialmente cruel para ellos y por eso los deportistas llevan
tan mal el prefijo ‘ex’ como los políticos que dimiten de modo
involuntario y adquieren la melancólica calificación de ‘salientes’. Sin
embargo, los deportistas suelen moverse menos para reincidir y, salvo
raros casos, no vuelven a las andadas.
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El llamado Kim Yong-Sik es un fenómeno de vigencia física y un
extremado ejemplo de orgullo. No conforme con estar en plena forma,
lo demuestra ante miles de espectadores, no tanto para humillar a los
de su generación como para solicitar admiraciones. Creo que era
Sthendal el que decía que no se puede envejecer sin un poco de gloria
o un poco de dinero. Ninguna de las dos cosas le viene mal a nadie,
pero lo que necesita quien ha sido un joven triunfador es admiración.
Y no aprende a vivir sin ella, sea torero o futbolista, y por eso insisten
muchos en darnos la tabarra hablando de sus tiempos.
Para este coreano intemporal, sus tiempos son también éstos. Hay
gente que está muy bien para su edad y otra que está bien,
simplemente, que es lo bueno. A él los años no le han dejado en orsay.
20 de Julio de 1973
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COMO NIÑOS
Estamos en el epílogo de una victoria memorable y ojalá que en el
prólogo de otra que nunca podremos olvidar. Se habla más de Puyol
que de Ripoll. El primero es un león en la selva domesticada de los
campos de fútbol y el otro aún no sabemos si es un zorro, un lagarto o
una blanca paloma. El juez le imputó delitos de cohecho y fraude; el
fiscal pidió para él prisión o fianza de 500.000 euros, pero ha quedado
en libertad. Se deduce que el deporte, con todos sus factores de azar,
es menos aleatorio que la política y los árbitros, aunque se
equivoquen, inspiran más confianza que los jueces, aunque hayan
dejado de vestir de luto, como ellos, pero sin puñetas.
Los griegos de la antigüedad, o sea, los que siguen siendo
contemporáneos nuestros, constituían un país de hinchas, según
Montanelli. Cuando llegaban las Olimpiadas suspendían las guerras.
Lo primero es lo primero y ya habrá tiempo para matarse defendiendo
cada uno a su bandera. Ahora la que más se ve es la nuestra, quiero
decir la de siempre. Las tiendas de los chinos han hecho un gran
negocio. Hay más banderas que balcones, ya que el patriotismo se ha
abaratado mucho. Apenas por dos euros se puede animar a distancia a
nuestra selección. La cosa tiene tela, pero hay que reconocer que a
muchos nos gusta. El único que lo lamenta es Carod-Rovira, que dice
que acabará habiendo más banderas españolas que ‘senyeras’. Que
Dios le oiga, incluso después de la final.
El fútbol quizá no haya logrado devolvernos la infancia, pero nos
ha infantilizado. Se habla del pulpo adivino y del ogro verde, el
llamado Shrek, que por cierto se jubila pronto. Hay que tener una
cierta dosis de candor, que no es sinónimo de ingenuidad, para que las
diversiones nos aparten de las cuitas diarias. El fútbol nos ha hecho
como niños. Yo estoy a punto de pedirle a mis nietas que me compren
un álbum para pegar los cromos de nuestros futbolistas. Si ganan
mañana.
12 de Julio de 2010
49
CICLISMO
UNA VUELTA POR ITALIA
Con un pie en el estribo y con las ansias de la muerte debo ser yo el
que justifique el cambio de aire en la vela de papel. La fragata
tipográfica se tornará velocípedo, pero en Italia, cosa que siempre
consuela. Le nacerán ruedas, quiera Dios que de la fortuna, bajo los
escálamos de las radas. Veintitantos días viendo de cerca embrocadas,
afeitadas, terribles piernas de los ciclistas y, de lejos, el cielo y alguna
que otra habitación de hotel de la «divina península». Procuraré
compensarlo, a la vuelta de la Vuelta, asistiendo a espectáculos de
revista y leyendo la «Guía de Italia», Masoliver, y la «Melodía
italiana», de Eugenio Montes, entre otras cosas.
Para mí más fácil, mucho más fácil, esto de ser marinero en tierra
que surcar día a día, sin más asunto que el «contenido del corazón», el
recorrido de una crónica. (Creo que puedo hacer tantas entrevistas
como horas del día esté despierto y creo que estoy dotado para
fabricar tantos reportajes como me encarguen. Eso representa un
trabajo, pero no un consumo interior, a poco engranaje expresivo que
la experiencia nos haya ido otorgando. Lo que no puedo hacer es
escribir dos folios sobre abstracciones diariamente: la amistad, el
amor, la duda, la nostalgia… Todo lo que he observado y meditado en
mi vida sobre cada una de esas cosas cabe en un folio.).
Voy a Italia para hablar de «ambiente», Doctores tiene el ciclismo
que informarán con toda cronometría del esfuerzo de los atletas y su
repercusión en la tabla de clasificaciones. Yo a lo mío: a mirar lo
buenamente visible y curar mi añoranza italiana, de paso que les
intento contar a ustedes las peripecias de los «seguidores», el
comportamiento de los muchachos del Kas y la conducta del campo
italiano en primavera.
50
Los viajes, en principio, no me producen alegría. No considero los
sitios «lindos para marcharse» y estoy más cerca de aquel otro verso,
dedicado a una mujer: «Entristeces de pronto, lo mismo que un viaje.»
A mí me gusta quedarme, pero como también me gusta volver, no
tengo más remedio que irme primero. Es el único procedimiento que
conozco para conseguir un gozoso regreso. Por otra parte, hoy he visto
una noticia de agencia que disipa mis residuales recelos: un anciano de
ochenta años, en La Solana, por tierras de Ciudad Real, ha subido en
bicicleta la calle del Asilo. Se trata de la mayor cuesta de la población
y constituye una proeza coronaría a cualquier edad. El anciano no
estaba movido por intereses deportivos: simplemente se terció una
apuesta y dijo allá voy. Yo no he hecho apuestas, pero lo mismo digo.
De la ermita de San Antonio al «duomo» de Milán. Allí empieza el
Giro y el de los acontecimientos relatables.
—Es un palizón de muerte—me dicen los que siempre animan al
prójimo como a sí mismos.
—Me lo figuro.
¿Cómo decirles que sí, que es una paliza, pero en Italia? Y yo amo
a Italia, aunque deteste las palizas. Vaya lo uno por lo otro y vayan los
puertos de mar por los puertos de montaña. Los árabes deseaban a los
viajeros que sus pies pisaran «caminos derechos» y yo, que debo tener
algún moro remoto en la sangre, me doy unas palmadas en el hombro
y también me lo deseo.
20 de Febrero de 1967
51
AUTOMOVILISMO
NIKI LAUDA EN LA SEGUNDA VUELTA
Niki Lauda tiene una mujer muy guapa, un «Rolls», unos cuantos
millones y una cita con su propio destino, aún no precisada, en
cualquier curva de cualquier circuito internacional. El austríaco creyó
que acudía a ella hace unos meses, pero no. Se trataba de una falsa
alarma o de una alarma verdadera, o de un último aviso, cualquiera
sabe. Lo que sí supo Niki Lauda es que aquello fue un ensayo general
con casi todo. Algunos dijeron que no se salvaría y otros, los más
optimistas, que no volvería a correr.
Un día infernal en el circuito de Mont Fuji. Lluvia y viento. Niki
Lauda en su bólido, en su ataúd vertiginoso (Piensa que el volante es
una ruleta donde puede pararse la bolita negra de la muerte. Piensa
que si al volante le pusieran flores muy bien podría ser la corona de
los corredores difuntos.). Dicen las crónicas japonesas que la pista
brillaba como un río en la madrugada, y que su «Ferrari», que llegó a
estar el primero durante la vuelta inicial, parecía una canoa. De
pronto, Niki Lauda, el resurrecto, el héroe, el hombre que oficialmente
está más cerca de la muerte de entre todos los eventuales vivos que
poblamos la tierra, se orilló y dijo que no seguía. Los titulares de las
secciones deportivas de todos los diarios del mundo han dicho:
«Lauda abandonó en la segunda vuelta». Él, al bajarse de su féretro
«312 7-2», dijo algo que le honra:
—Tengo miedo.
De repente se ha humanizado el robot. Hemos comprendido que
los pilotos de carreras no son unos locos capaces de elegir una
profesión que es incluso más peligrosa que la de periodista, sino unos
seres humanos en los que todavía funciona el instinto de conservación.
Unos seres humanos en los que aún no mandan de modo
incuestionables los instintos de destrucción, cuya existencia explica
cosas tan irracionales como el alcoholismo, la velocidad y el uso de
las drogas. Niki Lauda ha tenido miedo, por una vez en su vida, y
además ha sido capaz de confesarlo. No es sólo una pieza
imprescindible para que su marca obtenga premios, sino una persona
capaz de desfallecimientos.
52
Los expertos han dicho que Lauda no estaba psíquicamente
preparado para el Gran Premio de Japón. El italo-americano Andretti
ganó la prueba, y el británico James Hunt se ha proclamado, de rebote,
campeón mundial, aunque llegó el tercero (Niki Lauda pensó, durante
un instante, cuando iba el primero, que correr así en busca de la
muerte era una impaciencia. Que la muerte vendrá, está viniendo, «sin
parar un punto». Fue sólo cosa de un segundo, pero eso bastó para que
se orillara. «Lauda abandonó», han dicho todos los periódicos. «Tengo
miedo».)
Dijo un torero de los de época que el valor consiste en aguantarse
el miedo, y todos sabemos que hay muchos héroes que en realidad
sólo hacen una cosa: huir hacia adelante, ¿Se habrá perdido para
siempre un gran corredor?, ¿qué puesta a punto psicológica ensayarán
con él sus entrenadores para que esto no ocurra?
Niki Lauda, el hombre que abandonó en la segunda vuelta en el
circuito de Mont Fuji, sabe que tiene una cita con el destino. Como
Gagarin, que después de rondar todas las constelaciones murió durante
una exhibición. Como Antonio Bienvenida, que después de matar
muchos toros fue a morir a traición, corneado por una vaquilla. Niki
Lauda volverá a las pistas. Tiene una cita.
26 de Octubre de 1976
53

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CRÍTICAS DE CINE (y deportivas) (1959-2001) Manuel Alcántara

  • 1. CRÍTICAS DE CINE (y deportivas) (1959-2001) Manuel Alcántara Edición: Julio Tamayo cinelacion@yahoo.es
  • 2. 2
  • 3. 3 ÍNDICE CINE 1- EL LÍDER (“F. I. S. T.”)……………………………………………………….5 2- ASÍ NO PUDO EMPEZAR HOLLYWOOD (“Nickelodeon”)…………..…...6 3- DICHOSO EL HUMILDE ESTADO (“Diario erótico de un leñador”)…...….7 4- PERDER EL PARAÍSO (“El pecado del padre Mouret”)……….………..…..8 5- UN TESTIMONIO ESTREMECEDOR (“El coraje del pueblo”)…………....9 6- TRAVOLTAS DE TERCERA REGIONAL (“Nunca en horas de clase”)…...10 7- MOTORIZAR EL “WESTERN” (“Infierno en Florida”)………………..…..11 8- SONREÍR POR NADA (“Alegrías de un viudo”)………….……..……...….12 9- EL MISMO, EL OTRO (“Sucedió entre las doce y las tres”)………………..13 10- EL QUE HA CAMBIADO ES CHUMY (“¿Pero no vas a cambiar nunca, Margarita?”)…………..………….…………..14 11- ALGO MÁS QUE UNA VENGANZA (“El Casanova”)…………………...15 12- DEL ROSAAL ROSA (“El hombre que yo quiero”)………………...……..16 13- GAFE ENORME, OIGA (“La maldición de Damién”)……..…….………..17 14- APOTEOSIS FINAL (“La batalla de Berlín”)…………..…….………...….18 15- EL CORAZÓN DE LA ESTATUA (“Play-mate”)……….…..……….…….19 16- CANTINFLAS, SIEMPRE (“Patrullero 777”)………….……..…………...20 17- AGUIJONEAR EL MIEDO (“El enjambre”)………..….………..…….…..21 18- UN BROMAZO (“Esa gente tan divertida”)………..…….…..…………....22 19- VUELVE EL ESCUALO (“Tiburón 2”)……….…….…..…….………..….23 20- DOBLE O NADA (“Hooper, el increíble”)…………………………….…...24 BOXEO 1- Dos títulos se dilucidaron anoche en Las Ventas…………………………......25 2- Una historia de barro…………..……….……..……..……….…………..…..27 3- Guizani Rezgui derrota ampliamente a los puntos a Galiana………………...29 4- Clay y Vietnam………..…..…….……..……..…………..……………...…...31 5- Un negro llamado Joe………………………………………………….……..33
  • 4. 4 TOROS 1- Al toro que es una mona……………………………………………………...35 2- Toros en Suráfrica……………..………..……………….……………….......37 3- Happening taurino………………………………………………………...….39 FÚTBOL 1- El nivel de fútbol…………………………………………………………..…41 2- El fútbol, no apto para menores…………………..………………………......44 3- Esplendor sobre la hierba…………………….………………………………46 4- Como niños……………………………………………………………...……48 CICLISMO - Una vuelta por Italia………………………………………………………...…49 AUTOMOVILISMO - Niki Lauda en la segunda vuelta…………………………………………...….51
  • 5. 5 EL LÍDER (“F. I. S. T.”) Un puño. El sindicato era un puño y sus afiliados estaban llenos de razón y hasta les sobraba, que no está bien hacer horas extras sin cobrarlas y carecer de Seguridad Social. Así eran las luchas obreras, hace cuarenta años, en Norteamérica. Lo malo es que los sindicalistas, en vez de partir de una teoría de Hegel, como Marx, partían del mango de un hacha. La película, muy lineal y muy directa, sin alegorías, se sigue bien. Sylvester Stallone —más que Sylvester es “rusticus”— lleva todo el peso y nos hace la merced de no exhibir los convincentes bíceps de Rocky. Con sus ojos de Dolorosa y su torso de titán, cae bien al público, “impacta de noble”, que dicen por allá. Progresa. Es un líder nato, tiene un amigo decente y una mujer buena, pero se sale de su barrio, amplía el territorio y pacta. Por lo tanto se mancha. Pasa del fango a la moqueta, del garaje a la sala de convenciones. Lástima, porque las Comisiones Obreras de Cleveland, incluso las de Chicago, confiaban en él. Era un buen tipo, sin duda, mucho mejor que los empresarios, cuya radical maldad les caricaturiza en la cinta. No hay por dónde cogerlos. La patronal sale muy mal parada en FIST. Uno, que sabe de cine aproximadamente lo mismo que el lector medio de este diario, debe confesar que no se aburrió. La acreditada fórmula de mezclar sexo y violencia ha sido utilizada sólo a medias: no hay un solo culo a la vista, pero hay palos para un sombrajo. Bien rodados, verosímiles, para los honrados obreros, para los repugnantes esquiroles, para los pobres policías, para todos. La gente aplaude cuando les zumban a los malos. En Vallecas aplaudirán más. Del film se deduce que los sindicalistas no han sido nunca ángeles y que la base, eso que ahora se llama base, no ha sido nunca feliz. Recomiendo la película a toda clase de públicos, en especial a Marcelino Camacho y Nicolás Redondo. 28 de octubre de 1978 FIST (símbolo de fuerza). Dirección: Norman Jewison. Argumento: Joe Eszterhas. Guión: Joe Eszterhas y Silvester Stallone. Fotogralía: Laszlo Kovacs. Música: Bill Conti. Intérpretes: Sylvester Stallone, Rod Steiger, Peter Boyle, Melinda Dillon, Davio Hoffman, Kevin Conway y Tony lo Bianco.
  • 6. 6 ASÍ NO PUDO EMPEZAR HOLLYWOOD (“Nickelodeon”) Si ustedes no han visto “Nickelodeon”, disponen de una posibilidad admirable de la que yo, desdichadamente, carezco: no ir a ver “Nickelodeon”. Los esfuerzos del director Peter Bogdanovich y los no menos denodados de Ryan O’Neal y Tatum O’Neal —cosas de familia— por hacernos reír son penosos. Yo sabía hace mucho que la gracia que se quiere tener perjudica a la que, se tiene, pero no sabía que hubiera alguien con tan poca gracia. La nostalgia, que también está al alcance de los menos, se degrada, y el Hollywood de Scott Fitzgerald parece del Bombero Torero. La melancolía se resuelve en Batacazos, en maletas equivocadas y en trajes a cuadros, espléndidamente fotografiados, y lo que podía haber limitado con la épica es fronterizo de la subnormalidad. ¿Qué hago yo aquí, teniendo tantos libros que leer?, me pregunté en la desasistida penumbra. De seguir en esto, de opinar sobre películas, tengo que meditar muy seriamente sobre indemnizaciones. Lloroso, Gran Vía arriba, me fui a mi casa. 29 de octubre de 1978 NICKELODEON (“Así empezó Hollywood”). Dirección: Peter Bogdanovich. Argumento y guión: W. D. Richter y Peter Bogdanovich. Fotografía: Laszlo Kovacs. Intérpretes: Stelia Stevens y John Ritter. Producción: Americana. Local: Imperial y Salamanca.
  • 7. 7 DICHOSO EL HUMILDE ESTADO (“Diario erótico de un leñador”) El título es la primera estafa, ya que en la película no hay un alzkolari que disfrute de obsesiones sexuales, sino unos señores ricos, que hacen un camping clandestino, amenizado por una muchedumbre de señoritas serviciales. No hay más leño que el director. La segunda estafa estriba en la indigencia mental del guionista, que supera incluso la de otros guionistas de películas clasificadas S. No puede darse menos. Un sabio, minutos antes de serle concedido el Nobel, decide abdicar de todo convencionalismo y se retira a un bello paraje, lleno de cabañas y lleno de mujeres. Una especie de paraíso de Mahoma. El bosque se anima. Todo él es como un inmenso colchón. Sin trama y sin motivo, por las buenas, todo el mundo se dedica a lo mismo. No hay proceso. Aquí te pillo y aquí te mato. Eso es todo. Hay algunas muchachas de buen ver, pero lo que pudiera haber sido estimulante es grotesco. Entre otras cosas, porque, como muy bien decía mi inolvidable amigo Tono, el cuerpo humano son habas contadas. Si el pornógrafo de turno no tiene talento, como es el caso, sobreviene el hastío, y los espectadores acaban estragados, empachados de carne cruda. Lo más interesante del film o de lo que sea me parecieron precisamente los espectadores. Había muchas parejas, que acaso estaban haciendo lo mismo que los futbolistas antes de saltar al terreno: ejercicios de calentamiento. Gente muy joven en general. Había también otros señores solitarios, un poco menos jóvenes, ojerosos y de mirada huidiza. Pienso yo que debían de ser sobrinos de Onán, y digo sobrinos porque es de suponer que Onán no fuera padre de familia numerosa. 1 de noviembre de 1978 “LE JOURNAL EROTIQUE D’UN BU-CHERON” (“Diario erótico de un leñador”): Dirección: Jean-Marie Pallardy. Guión: J. Enserment. Música: Doria Warner. Intérpretes: Willike van Ameldoy y Jean-Marie Pallardy. Local: Felipe II. Película: “S”.
  • 8. 8 PERDER EL PARAÍSO (“El pecado del padre Mouret”) No me arrepiento de haber visto esta película discutible, desigual y moderadamente ambiciosa. Encontré demasiado obvios algunos simbolismos y, en ciertas fases, algo moroso el estilo. La historia de Zola, una historia muy siglo XIX, está bien llevada, aunque una cierta frialdad empañe la belleza plástica de algunas escenas. Su minoritario director, que intentó precisamente con este film llegar a más amplios sectores, según tengo entendido, hace verosímil el enfrentamiento secular entre el placer de vivir y el gusto por atormentarse. Entre los impulsos que pudiéramos llamar sanos y el macabro masoquismo. La interpretación me parece buena, en especial la del cura malvado y cerril. Ya en tiempos de Zola existía el recelo, más bien el temor, a que la Iglesia aflojara las riendas. Se conoce que ya había sacerdotes que creían que Dios no es políglota y consideraban una catástrofe que llegara algún día en que las misas se dijeran en las lenguas vernáculas. La feliz amnesia del atormentado cura joven le permite una restringida estancia en el paraíso, junto a una Eva rubia como un tesoro, pura como ella sola, que además tiene una boca residencial. (Sólo por ver la boca de esta actriz vale la pena la película.) En esta ocasión, la penumbra cerrada de la sacristía se impone al infinito jardín, pero el espectador no se aburre con intensidad en ningún momento y lo pasa bien a ratos, aunque el clima de la historia sea más bien tenebroso. Como mi criterio es forzosamente comparativo debo decir que esta película tiene más interés que casi todas las que están proyectándose actualmente. A algunos les gustará más y a otros menos, pero se trata de un intento serio. Creo yo. 2 de noviembre de 1978 “EL PECADO DEL PADRE MOURET” (“La faute de l’Abbé Morel”). Dirección: Georges Franju. Fotografía: Marcel Fradetál. Música: Jean Wiener. Intérpretes: Francis Huster, Gillian Milis y André Lacombe. Distribución: V. O. Films. Género: Drama religioso. Fecha de estreno: 30 de octubre. Local: Gayarre. Película: Dieciocho años.
  • 9. 9 UN TESTIMONIO ESTREMECEDOR (“El coraje del pueblo”) No es una película para divertirse, sino para enterarse, un documento que pone los pelos de punta y encoge el corazón al mismo tiempo que estira la admiración por el “Che” Guevara, que se fue precisamente a morir allí, del mismo modo que otros se van a pronunciar discursos. Las “masacres” del pobre pueblo boliviano, el genocidio de las poblaciones mineras, la degradante existencia de los trabajadores y el poco precio de la vida de los humildes son la temática de esta película que nos zarandea en la butaca y de algún modo nos acusa. El espectador sabe que se narran hechos verídicos y que esta miseria y esta sangre no están inventadas. De un modo sobrio y terrible, Sanjinés nos muestra, a la vez, el límite de la pobreza y la frontera de la crueldad, el desamparo de Bolivia y el imperialismo yanqui. También y a pesar de todo, la esperanza y el coraje del pueblo del altiplano. Para contar vidas y muertes se ha valido Sanjinés de mujeres y hombres que acaso no sabían, hasta que él llegó, lo que era una cámara. Con estos actores naturales, que mascan coca y a veces dicen palabras en quechua, se ha edificado el escalofriante testimonio. Con nombres y apellidos se acusa a los oligarcas, a los dueños del estaño y a sus generales servidores. No hay demagogia, sino estadística. Está bien, después de tanta chorrada y tanto porno, meterse en un cine chico y ver en una pequeña pantalla, entre el silencio sagrado de los espectadores, este relato patético. Aunque uno sueñe unas cuentas noches con la sangre en los arenales, con las torturas, con el ciego instrumento que son aquí los soldados disparando sobre sus hermanos aún más pobres. Aunque uno se desvele pensando que eso ha pasado, que eso sigue pesando en la América nuestra. 7 de noviembre de 1978 “El coraje del pueblo” (“La noche de San Juan”). Dirección: Jorge Sanjinés. Guión: Osear Soria. Fotografía: Antonio Eguino. Música: Roberto Lar. Intérpretes: Federico Vallejo, Felicidad Coca, Domitila Chungara y Eusebio Gironda. Película: 18 años. Local: Pequeño Cine Estudio.
  • 10. 10 TRAVOLTAS DE TERCERA REGIONAL (“Nunca en horas de clase”) Nunca, con tan escasos medios, se ha logrado menos. La película es la inanidad pura, la vaciedad aderezada con argot pero de un modo tan abusivo, tan propuesto, que en algunos momentos dudamos si los personajes hablaban algún idioma conocido. Hay tal acumulación de troncos, de rollos, de pasta gansa, de “jos”, de machos, de tío, de palizas y de demasiés, que pierden toda su eficacia. La momentánea germanía, que dentro de poco tiempo será relevada, pasa de ser un esbozo carcelario y un lenguaje en clave a ser una tabarra insufrible. Excesivo y apócrifo ejercicio de color local, que diría Borges. Pero lo más perdonable de la película es la expresión. La conducta de los personajes más inverosímil que su lenguaje, en el que hay incluso ñoñismos, como decir “de pura madre”, en vez de hablar como Dios manda. Unas adolescentes, cuya única vocación consiste en sacarle dinero a algunos señores entrados en años, pero eludiendo la contraprestación —todas más puras que las gallinas— se apoyan, nunca mejor dicho, en su minoría de edad. Eso es todo. Y como además se mezcla con un travoltismo para pobres, lo que pudiera haber sido sociología es epilepsia. Las niñas, todas muy monas y todas de familias adineradas, montan en sus motos, van a las discotecas y dicen cosas. Todas andan obsesionadas con el virgo, que es la palabra que más se reitera a lo largo del film, y alguna contagia esa preocupación al muy carroza de su padre. De los intérpretes el que actúa con mayor naturalidad es, a mucha distancia, el perro de Xavier Cugat. No quiero hablar del director: no soy rencoroso. En cambio quiero decir que la actriz, mejor dicho, la muchacha que hace de Angélica, me gustó mucho. Cantidubi. 8 de noviembre de 1978 “Nunca en horas de clase”. Dirección: José Antonio de la Loma. Guión: José Antonio de la Loma Fotografía: Juan Gelpi. Música: New Trolls. Intérpretes: Inma de Santi, Nadia Windell y Carlos Ballesteros. Película: 18 años. Local: Español.
  • 11. 11 MOTORIZAR EL “WESTERN” (“Infierno en Florida”) El centauro armado de Colt del 45 sigue siendo insustituible. Desde el momento en que se reemplaza el caballo por el Chevrolet, aunque se siga la pauta y el cliché de las películas del Oeste, todo varía. Las libres praderas son autopistas y los malvados cuatreros, “gangsters” corrientes. Por otra parte, la épica —que hizo alguna vez que Gary Cooper fuera Amadís de Gaula— no soporta el humor. Claro que, a su vez, el humor no soporta la mala sombra. Éste es el caso del engendro que nos ocupa. Se quiere hacer gracia constantemente, en un redundante intento de frivolizar lo que ya es frívolo. Sólo dejé de bostezar durante algunas espectaculares persecuciones y no gracias a la emoción, ya que da igual que los cojan o que no los cojan, sino a la pericia de los conductores. Este aspecto circense es lo único salvable del film, que parte de idénticos postulados que “Convoy”, de hacer conductor de primera al vaquero, pero que no consigue la cierta calidad de esa película. Los ingredientes son los de tantas y tantas ocasiones: novio audaz y golfante, chica boba, padre sinvergüenza, peleas y puñetazos. Por no faltar no falta el típico viejecito de película del Oeste, que en este caso son dos. Uno de ellos, además, toca el violín. Con estos mimbres se ha construido la historia de falsificadores de whisky depravado, capaz de matar lejanos negros de un solo sorbo. El protagonista masculino, famoso por su reincidencia televisiva haciendo de Kun-Fu, no se resigna a que el público ignore su habilidad para dar coces. No sé si en Carradine se habrá perdido un actor, pero estoy seguro que se ha malogrado un delantero centro. Puede que la película guste a los que ostenten el eventual privilegio de tener menos de doce años. Puede que también guste a los subnormales profundos. 10 de noviembre de 1978 “Infierno en Florida”. Realización: Corey Alien. Guión: William Hjortsberg. Fotografía: James Pérgola. Intérpretes: David Carradine y Kate Jackson. Género: Comedia.
  • 12. 12 SONREÍR POR NADA (“Alegrías de un viudo”) Se trata del colmo de la trivialidad, de la pura pamplina amable, pero de pronto se agradecen productos así, tan bobos, tan poco testimoniales, sin guarradas, que se extinguen diez minutos después de acabar y no dejan más memoria que la de haber pasado un rato casi entretenido. El mérito de esta película son las otras. Un doctor maduro enviuda y decide poner en práctica el consejo de Lope para olvidar a una mujer: tomar la posta en otras. Claro que este doctor no necesita olvidar a la difunta, ni leer al clásico. Quiere divertirse. Eso es el guión y hasta ahí llega el esfuerzo de su autor y su capacidad fabuladora. El director Howard Zieff no ha querido innovar nada y la historia fluye con naturalidad, apoyado todo en la calidad de los actores: una Glenda Jackson que habla hasta con los pómulos y un Walter Matthau, ya veterano para hacer de maduro, que le saca mucho partido a su gracioso gesto de pingüino feliz. El diálogo abunda en hallazgos de ingenio en tono menor que consiguen evitar el tedio y logran que la gente lo pase bien. Una comedia ligera como un vilano, del linaje de tantas y tantas películas americanas que pretenden y consiguen divertir dentro de la banalidad. De la estirpe de aquellos filme del año catapún que solían hacer Mirna Loy y William Powell o Cary Grant y cualquier actriz mono y con oficio. Una película tolerada y tolerable, que tiene incluso música de los Beatles y que nos hace sonreír por nada. Si el espectador se ha tragado los bodrios que afligen las carteleras en abrumadora proporción, estima que cosas así son preferibles. Y no hacen daño a nadie. 17 de noviembre de 1978 “House Calls”. Titulo en España: “Alegrías de un viudo”. Realización: Howard Zieff. Guión: Max Shulman, Julius J. Epstéin, Alan Mandel y Charles Shyer. Fotografía: David M. Walsh. Intérpretes: Walter Matthau, Glenda Jackson, Art Carney, Richard Benjamín, Cahdice Azzara y Dick O’Nell. Género: Comedia. Local de estreno: Palafox.
  • 13. 13 EL MISMO, EL OTRO (“Sucedió entre las doce y las tres”) La historia que ha escrito y dirigido Frank D. Gilroy parece una colaboración entre Zane Grey y Lamartine. Junta el Colt del 45 con el guardapelo, la cabalgadura con la taquicardia amorosa, la violeta con el cactus. Tres horas de la vida de una viuda consolable son la base de la historia. Su amor por un pistolero de segunda regional es súbito, pero el pistolero es un golfo. Se le da por muerto y no muere. La leyenda de su sacrificio, que no lo es, crece y crece. Ella, la creadora, se convence más que nadie. Y la rápida Julieta, que en la película se llama Amanda, prefiere ser como la ven los demás a como es. Rechaza la realidad y se queda a vivir en la leyenda. Aunque existan desigualdades y fallos de ritmo, la película no me aburrió en exceso. Sin llegar a pasarlo bien, no lo pasé mal. Quizá porque Charles Bronson, con su rostro mixto de mandarín y boxeador, me parece siempre un actor interesante. Él es lo más destacado del film, junto a la buena fotografía. Lo demás es vulgarísimo y el guionista y autor ha desaprovechado una oportunidad de trascender su relato. Si el protagonista hubiera comprendido, como el Lázaro del poema de Cernuda, “el error de estar vivo”, lo que aquí es pura trivialidad podría haber cobrado otros matices. Pero quizá sea demasiado pedir para estos “westerns”. 22 de noviembre de 1978 “Sucedió entre las doce y las tres” Director: Frank D. Gilroy. Intérpretes: Charles Bronson y Jim Ireland. Película: 18 y 14 ac. Local: Carlton y Lucharía.
  • 14. 14 EL QUE HA CAMBIADO ES CHUMY (“¿Pero no vas a cambiar nunca, Margarita?”) ¿Cómo me ha hecho esto un amigo Chumy-Chúmez es el humorista de mi generación, que no es ni tan silenciosa ni tan reprimida, si bien se mira. ¿Cuántas veces, en la alta madrugada de Ignacio Aldecoa, nos hemos contados unos a otros historias gráficas de Chumy? Hasta hicimos un adjetivo, y lo “chunyesco” fue vocablo nuestro, cómo lo barojiano o lo solanesco o lo “heminguayano”. Y ahora esta cosa de Margarita y: su familia. Creo que el genial dibujante ha partido de un error, de un desfase, de algo que jamás le ha ocurrido con el lápiz. Hay una falta de sintonía con el tiempo actual, un perder comba que se nota hasta en el lenguaje. La inconsciente y hermosa Margarita se contrapone a la sórdida, hipócrita y malvada familia abulense. La muchacha se saca una de sus dos tetas —¿o son más?— sin ton ni son, a las primeras de cambio, pero aparte de esa manía, se produce con naturalidad de animalito bello. Los demás son malísimos. Interesados y guarros. Por si no estuviera claro, la chica echa una obvia parrafada diciéndonos que es la única decente de la película. El reiterado incesto no estremece a nadie y, lo que es peor, no hace reír. Ni siquiera cuando el hermano burro quiere violar a la hermana muerta. No se llega a Sófocles, pero tampoco a Alfonso Paso. Del pegote final es más piadoso no hablar. En fin, que no sé qué le ha pasado a un chico tan listo. Quizá ocurra que no sea fácil ser Leonardo. Dibujante, narrador, decorador, novelista, guionista, director, cinematográfico… Renuncio a Chumy da Vinci y me quedo con Chumy-Chúmez, con el de siempre, que es un fenómeno, un tipo cruel y tierno, lleno de amor y de distancia, de buena y de mala intención. No con el Chumy de esta historia con Garisa, que es, por cierto, el único actor que sabe dónde tiene la cara, paseando en calzoncillos, a ver si alguien se desternilla. En fin, no soy rencoroso. Chumy es Chumy. Aquí no ha pasado nada. 23 de noviembre de 1978 “¿Pero no vas a cambiar nunca, Margarita?”. Nacionalidad: Española. Realización: Chumy-Chúmez. Guióñ: Chumy-Chumez. Fotografía: Carlos Suárez. Intérpretes: Silvia Aguilar, Antonio Garisa, Fernando Nublo, Josefina Calatalud y Francisco Vidal. Género: Comedia. Local: Bilbao. Estreno: 13 de noviembre. Distribución: Daga Film, S. A.
  • 15. 15 ALGO MÁS QUE UNA VENGANZA (“El Casanova”) Puede que sea un error, pero es un error de Fellini, no de cualquiera de esos centenares de hombres que dirigen películas. Tenebrosas, barroca, abusiva, cruelísima, es ésta una historia voluntariamente deformada, desquiciada por la peculiar óptica de F. F., al que se le nota mucho que se le atragantó el proyecto. De todos conocidas las peripecias que comportó el rodaje, estábamos menos al corriente del asco del gran director italiano por la figura del fatuo conquistador veneciano. La verdad es que leyendo las memorias del caballero Casanova se percibe que no era un caballero, ni tampoco un escritor, sino un tipo pululante, engreído y bastante embustero. En su prolijo relato se aprecia que tenía un alto concepto de sí mismo y existen pasajes mucho más inverosímiles que la cifra de sus eyaculaciones. A Fellini le carga el personaje y lo destroza entre tisúes, orgías, damascos y pelucas empolvadas. Una patética belleza se mezcla con el gusto por lo fúnebre, mientras silba el viento. Hay pasajes que despiden olor a crisantemos putrefactos y escenas donde se hace táctil una especie de maldad corrupta, entre candelabros, obsesiones, nieve sucia y decadencia irreparable. Pero todo tratado por Fellini. Exagera, sin duda, y corrompe una biografía acaso banal llenándola de significaciones y de símbolos. Casanova es un gimnasta del amor, un robot siempre a punto, con ropa interior del doctor Rasurel. Está más cerca de Blume que del eterno mito del burlador y, en vez de ir a pecho descubierto como el Tenorio que resucita por estas fechas, lleva una especie de chaleco antibalas. Mi teoría es que don Juan, más que un seductor de mujeres es un seductor de ensayistas. Fellini ha hecho su ensayo sobre el arquetipo. No sé si se ha equivocado, creo que sí, pero tiene grandeza de manías, hay que reconocerlo. Y hasta su porcentaje de estiércol está hecho a base de muertos ruiseñores. 26 de noviembre de 1978 “El Casanova”. Dirección: Federico Fellini. Guión: Federico Fellini y Bernardino Zapponi. Fotografía: Giuseppe Rotunno. Música: Nino Rota. Intérpretes: Donald Sutherland. Calificación: 18 años. Local: Urquijo.
  • 16. 16 DEL ROSAAL ROSA (“El hombre que yo quiero”) Rafael Pérez y Pérez, que no sé si descansa en paz, y Corín Tellado, que no deja descansar a las imprentas, suspiran de gozo en su octavo cielo. Parece que la fórmula del amor inconcluso, del amor que no llega a serlo, de la infidelidad pasajera, del aquí no ha pasado nada salvo una leve cicatriz en el corazón, sigue siendo vigente. Al menos hasta que el Bachillerato sea obligatorio. Estas películas pánfilas, voluntariamente banales, basadas sólo en un episodio sentimental, tienen, en mi opinión, dos posibilidades de salvarse: el ingenio del diálogo o la categoría de los intérpretes. No es el caso. Lo que podía haber sido costumbrismo, retrato de un tiempo, sociología en tono menor, se desvae y se difumina hasta quedarse en nada. Los personajes no están psicológicamente terminados y aunque sean verosímiles no son verídicos. Sobre todo, nos dan igual. Allá ellos. No se trata de repudiar la ligereza, que a uno le parece mucho mejor que la trascendencia ficticia, sino de lamentar que no esté mejor urdida. Es penoso el esfuerzo que se hace por tener gracia. El día que yo fui la gente se rió mucho cuando ante el desmayo de su hijo le hacen decir a Aurora Redondo que ha sufrido una “linotipia” en vez de una lipotimia, como aclara el desmayado, que es culto. Ni en “El orgullo de Albacete” se habían atrevido a tanto. Claro que el día en que asistí a la proyección era sábado. La famosa fiebre del sábado, ¿no será la que determina la meningitis? No lo sé, y ése sí que sería un tema apasionante. A pesar de todo, la película tiene valores y Juan José Porto, que irá a más, cuenta bien y no cae en chabacanerías ni en pormenores de colchón. El final guarda una sorpresa agradable que redime algunos errores y baches. Nos damos cuenta que “El hombre que yo quiero” podía haber sido más. 29 de noviembre de 1978 “El hombre que yo quiero”. Dirección: Juan José Porto. Intérpretes: Arturo Fernández y María Luisa San José. Clasificación: Dieciocho años. Local: Callao y Vergara.
  • 17. 17 GAFE ENORME, OIGA (“La maldición de Damién”) El ángel malo se convierte en un mal ángel. Su única disculpa es que asume un destino que él no escogió y es más que probable que, en caso de ser consultado, este niño terrible hubiese preferido tener unos padres normales en vez de ser engendrado por un chacal. La verdad es que el muchacho asume con bastante dignidad su demoníaca sustancia y aunque al principio le contrarió saberse diabólico, progresivamente le va tomando el gusto a la cosa. Las catástrofes que determinan son innumerables, al menos a mí no me dio tiempo a contarlas. Cinematográficamente están muy logrados algunos desastres y son angustiosos los accidentes en la nieve, el ascensor, la carretera, la fábrica y otros etcéteras. Y es que el niño flor que toca se deshoja. Por donde pasa no vuelve a crecer la hierba. De mucho cuidado el angelito caído en el seno de una familia poderosa y bien organizada. El pájaro negro, Aminadab, Satán adolescente, la reprobación, el Enemigo con mayúscula, algo inscrito desde siempre en nuestra cultura, que sigue intrigando a los contemporáneos. Como ayer Papini y mañana Bergamín, Juan Pablo II acaba de hablar del demonio. Satanás gusta del incógnito pero consigue que se hable mucho de él - en Madrid tiene un monumento, que dicen que es único en el mundo- y el cine no podía desaprovechar su fama. Incluso para los que descreemos en él y el demonio nos parece un pobre diablo el asunto es apasionante. La película quizá no lo sea, pero está bien hecha, bien contada y bien interpretada. No aterroriza demasiado, pero tampoco aburre. Estremecer, conseguir que se le pongan los pelos como escarpias a los pobres espectadores es el noble deseo de Don Taylor, que ha hecho la continuación de “La profecía”. Los gafes, según una sutil matización andaluza, se subdividen en sotanoides y manzanillos. El anti-Cristo de trece años que protagoniza el film pertenece sin duda al último y odioso apartado. 30 de noviembre de 1978 “La maldición de Damién”. Dirección: Don Taylor. Intérpretes: Willian Holden, Lee Grant y Jonathan Scott-Taylor. Clasificación: Dieciséis años. Local: Paz y Richmon.
  • 18. 18 APOTEOSIS FINAL (“La batalla de Berlín”) La guerra que al hombre entigrece, la guerra odiada por las madres y por todos los que la conocen, logra en esta película una verdadera cumbre de realismo. Yusi Oserov nos ha contado, grandiosamente, los días decisivos, el final wagneriano del III Reich. Más que un film es un cantar de gesta, una épica fotografiada. La monstruosa guerra de los seis años, la última mundial por ahora, encontró su desenlace en los días terroríficos que fueron del 21 al 30 de abril del 45. A ellos se circunscribe este espeluznante relato que combina el color con el blanco y negro, la creación cinematográfica y el documental. El famoso “¡Ay de los vencidos!”, que recorre no sólo la manera de contar la historia, sino la historia, está bastante atenuado. No puede hablarse de neutralización, porque la objetividad no existe, pero se intenta un testimonio y aunque se cante en todo momento el heroísmo de los combatientes rusos, jamás se empequeñece el heroísmo de los combatientes alemanes. Se reconoce que se defendieron como leones, casa a casa y ventana a ventana. Denigrar al enemigo, minimizarle, es la forma más estúpida de devaluar la victoria. Sólo presentando unos contrarios importantes se realza el éxito. Así lo ha entendido sabiamente Oserov. Y ha hecho una película sobrecogedora. La sangre, los escombros, los hierros retorcidos, el ruido de la guerra, alcanzan momentos de puro escalofrío. Piensa uno que el hombre está mal hecho, cosa que se sabe, pero que además no es capaz de corregirse. Yalta, el ataque final a la Cancillería, las asombrosas caracterizaciones de los máximos protagonistas - literalmente increíble la de Stalin, soberbia la del Hitler derrotado bélica y físicamente-, acreditan a un director. El alegato último no se basa en la oratoria, sino en la estadística y esos cincuenta millones de muertos, más o menos, que arroja el final balance podrían ser una razón. A condición de que la Humanidad tuviera memoria y de que atendiera a razones. 8 de diciembre de 1978 “La batalla de Berlín”. Dirección: Juri Oserov. Guión: Bordanev, Kurganov y Oserov. Intérpretes: Mijail Ulianov, Vaslli Slukschin, Nicolai Olianin, Larissa Goiubkina. Nacionalidad: Rusa. Cine: Luchana. Mayores de 14 años.
  • 19. 19 EL CORAZÓN DE LA ESTATUA (“Play-mate”) Hay películas que es imprescindible ver y otras que deploramos haber visto. Las primeras son escasísimas y las segundas muy numerosas, pero entre ambas zonas existe una franja: las películas prescindibles, no necesarias ni enriquecedoras, que, sin embargo, no lamentamos en absoluto haber presenciado. “Play-mate” pertenece, en mi opinión, a esta última zona. Just Jaeckin conduce bien una historia que se rompe de modo irreparable hacia la mitad, de tal modo que puede hablarse de dos películas en una. Mucho mejor la primera, con la novedad del planteamiento: búsqueda del “hombre-objeto” soñado, que ha de elegir un Jurado de mujeres y homosexuales, y con el quizá abusivo marco del mundo del circo, que se literaturiza incluso más que otras veces. Con todo, hay ironía y buen gusto en esta primera parte del film. Y el autor de “Emmanuelle” y de “Madame Claude” se contiene bastante en un erotismo intencionado y suave, que no renuncia, por supuesto, a algunos festejos horizontales. En la segunda parte todo gira y hay una lección bucólica, una pasión legítima y un regreso a lo rural que nos adoctrinan demasiado. Menosprecio de la corte y alabanza no ya de la aldea, sino del parado y el río. Los protagonistas cambian las luces de la ciudad por la “madera dulce del establo”, los ruidos por el silencio, el reportaje por la égloga. Y se van a un carromato, que era lo suyo en el caso del hombre-objeto, de profesión domador de leones, pero no en el de ella, intrépida periodista y preciosa criatura. No me aburrí. No tuve que mirar el reloj constantemente, con la esperanza de que se cumplieran los horarios, como me pasa muchas veces, casi todas las veces: Quizá haya en la segunda parte un cierto empacho romántico, pero es inexorable que se vuelva a un neorromanticismo, después de tanto catre. Fernando Rey resuelve bien su muy literario papel de jefe de la carpa. Dayle Haddon y Gerald Tybalt hacen con naturalidad todo, el amor y las paces. La música es muy agradable. 13 de diciembre de 1978 “Play-mate” (“Un hombre objeto”). Director: Just Jaeckin. Intérpretes: Fernando Rey, Dayle Haddon, Gerard Tybalt. Local: Cid Campeador. Mayores de dieciséis años.
  • 20. 20 CANTINFLAS, SIEMPRE (“Patrullero 777”) Puede con todo don Mario Moreno: con el vitalicio director de sus películas, con sus impeorables compañeros, con las operaciones de cirugía estética, con los guiones y con el tiempo. Puede con su propia insistencia, con esa forma de personalidad que consiste en extremar el amaneramiento. Puede conmigo, por supuesto, ya que nada más verle dimito de cualquier actitud crítica. Cuando Cantinflas llama a una puerta y pregunta si se puede compenetrar, yo estoy perdido. El patrullero 777 es bueno como el pan y voluntarioso como él solo. Se mete en los diversos y en las ocasiones en que no ayuda al prójimo echa sermones. Casi siempre demagógicos, pero en ocasiones teñidos de diatribas contrarios policías corruptos, contra la institución de la “mordida” -no exclusivamente mejicana- y contra la impuesta desigualdad de los hombres. Todo eso es lo de menos. Lo que importa es él. Su especial modo de trabucarse, su limpieza dialéctica para hacerse un lío. Como el puro pueblo al que representa, tiene más buena intención que medios para imponerla y todas sus parrafadas significan el esfuerzo expresivo porque se le conceda una parte de la razón que le sobra. Si Charlot, que era más pobre que los proletarios, se resiste a la proletarización y conserva el bombín y los modales, Cantinflas acepta su tercermundismo. Es el “pelao” sin más armas que la bondad. Esta vez ha renunciado a todo menos a ser él mismo. Sin la legendaria gabardina, el harapo que era como el banderín de los muchos “hijos de Sánchez”, y sin los calzones caídos, aparece menos circense pero igual de payaso. Y ser un buen payaso es algo muy serio. No le veía a él, sino a mí, de pantalón corto, viéndole por primera vez, hace muchos años. El tiempo es plano y Cantinflas no hace papeles, ni representa más personajes que el de Cantinflas. Y yo, feliz. 20 de diciembre de 1978 “Patrullero 777”. Nacionalidad: Mejicana. Director: Miguel L. Delgado. Intérpretes: Mario Moreno, Valeria Pañi y Ana Berta Lepe. Locales: Cartago, Salamanca y Novedades. Tolerada para todos los públicos.
  • 21. 21 AGUIJONEAR EL MIEDO (“El enjambre”) El cine ha superado últimamente, tanto en número como en intensidad, a las famosas plagas de Egipto y los guionistas —Stirling Silliphant, en este caso— compiten en imaginar catástrofes, como si no fueran suficientes las que provocan los hombres. Una madre Naturaleza absolutamente desnaturalizada suele ser la causante de los siniestros: terremotos, maremotos, inundaciones, huracanes, rayos y centellas. Después de mostrarnos que, en ocasiones, la Naturaleza tiene gustos contra natura, los guionistas acudieron a los animales. El sentimental macro-gorila King-Kong fue el pionero de los tiburones y las pirañas que nos aterran ahora. El pánico vende, ya que hay muchas personas que sólo lo pasan en grande cuando tiemblan, y sufrimos una larga racha de films cuya finalidad única es estremecer al espectador. Lo que sucede es que eso no es tan fácil. En esta ocasión son las abejas, las doradas abejas que, en vez de fabricar blanco lino y dulce miel, atacan al hombre. Unas abejas, tan laboriosas como siempre, organizadas militarmente, que con estrategia muy hábil toman por un panal un centro atómico y una tranquila ciudad provinciana. No les importa en su táctica el número de bajas. Las abejas —que tienen una leche de avispa— atacan y atacan. Son abejas africanas, por más señas, y con cuatro que le piquen a cualquier persona esa persona pasa a la indiferencia. Pero el fracaso de Irwin Alien, director y productor de la película, es que el miedo y los aspavientos de los protagonistas no se transmiten al espectador. Y no por culpa de los intérpretes —un verdadero cementerio de elefantes es el reparto—, ya que todos se muestran duchos y creíbles, sino porque la conducción de la historia no lleva al escalofrío. Ni siquiera se consigue con la acumulación de bajas, incluso entre la población civil. Al final, son derrotadas las malditas abejas. No por los militares, que querían combatirlas a cañonazos, sino por los científicos. Pero nos da lo mismo. 22 de diciembre de 1978 “El enjambre”. Dirección: Irwin Alien. Intérpretes: Michael Calne, Katharine Roso, Richard Widmark, Olivia de Havilland, Henry Fonda, Fred MacMurray. Autorizada para mayores de catorce años. Local: Albeniz, Roxy B.
  • 22. 22 UN BROMAZO (“Esa gente tan divertida”) No se trata de una película, sino de un florilegio de cabronadas. Algunas graciosas, sobre todo si se tiene en cuenta que se las hacen a otros. Se ha puesto de moda eso de instalar cámaras, ocultarlas cuidadosamente donde la víctima no pueda descubrirlas y perpetrar alguna faena para ver cómo reacciona el actor natural, o sea, el pobre ciudadano que ha tenido la mala suerte de caer en la trampa. Hasta ahí el asunto es casi tolerable, pero lo grave empieza cuando se quiere extraer la conclusión única de que la gente es buena. Confundir la bondad, que acaso sea la consecuencia última de la inteligencia, con la memez, es ofensivo. Cuando a alguien le dicen que sostenga un sombrero contra la pared, como si tuviese una mariposa capturada, y que aguante así, que ahora dentro de un rato volverá el dueño del sombrero, es alarmante que acepte. Pero si además se pega en esa postura diez minutos no cabe la menor vacilación: se trata de un subnormal profundo. Todo el film son distintas secuencias de bromas en diferentes ámbitos. En ocasiones se ríe uno, por supuesto, pero es del grado de estupidez que alcanzan algunos seres humanos. En otros casos nos da lástima, ya que no es precisamente gracioso ver cómo un negro de Sudáfrica que quiere ganarse un jornal como pastelero lucha con las tartas, qué salen a enorme velocidad, ya que el genial director a estropeado el mecanismo. Porque esa es otra: ni siquiera podemos extraer valores sociológicos que nos sirvan, ya que el film está rodado en latitudes muy distantes. Una conclusión sí saqué del antológico recuento de bromas propuestas que hace Jamie Uys: la exigua capacidad de invención de los que surten de ideas al programa de Iñigo, ya que las bromas o como quiera llamárseles están aquí, Son las de siempre. Está claro que el caudal inventivo es tan escaso como el oro en los ríos. Creo que era Ibsen el que decía que la barca del mundo se hundiría por el peso de los Imbéciles. Quizá. 28 de diciembre de 1978 “Esa gente ten divertida”. Director: Jamie Uys. Género: Comedia-reportaje. Producción sudafricana. Cines: California y Aluche. Tolerada para todos los públicos.
  • 23. 23 VUELVE EL ESCUALO (“Tiburón 2”) Sólo veremos un bicho peor cuando se decidan a rodar “Tiburón 3”. Entonces los mercaderes de miedo se verán precisados a idear algo de superior voracidad, de mayor rapidez y de peor intención, si es que para esas fechas el público no se ha hastiado de orangutanes, pirañas, abejas y extraterrestres que atacan al hombre. Pero la verdad es que nadie puede quejarse del rendimiento malévolo de este segundo tiburón: deglute hombres-rana, adolescentes bronceadas y ágiles, muchachos de General Básica, pilotos de helicóptero y hasta trozos de helicóptero despilotado. Es insaciable el maldito escualo. Ronda las playas de azúcar de la paradisíaca isla donde se divierten los ricos. Es la amenaza para los satisfechos miembros de la clase dirigente que se tuestan al sol, hacen esquí acuático y le compran preciosos balandros a sus hijos, El tiburón viene a ser Lenin, y el único que insiste en que el peligro está ahí, el afanoso policía de costa, representa al Pentágono. Los demás se dedican a la frivolidad o al negocio y a nadie le interesa arruinar el espléndido conjunto hotelero tomando en serio la amenaza del tiburón. Hay síntomas de que su existencia es real, indicios racionales y sospechas ciertas, pero como el tiburón ha venido a amargarles la vida suntuosa a los potentados y como el verano es corto, se intenta soslayar el enojoso dato de que en verdad existe. El policía sí que cree en él, tanto que acaba matándolo al volapié, en la secuencia más irreal de la película. Nunca segundas partes fueron buenas, salvo la segunda parte del Quijote, pero además ocurre que la primera parte de “Tiburón” tampoco lo era. ¿Qué decir de ésta? Constituye un descarado abuso del sadomasoquismo del espectador, que espera y teme las reiteradas apariciones del terrible depredador acuático, mixto de obús y dragón, con más dientes que apetito. Ni la verosimilitud del ingenio mecánico, ni la pericia del director, ni el buen oficio de los intérpretes salvan la película. La verdad es que se salvan muy pocos. El tiburón come como una lima. 28 de diciembre de 1978 “Tiburón 2”. Nacionalidad: Norteamericana. Director: Jeannot Szwar. Interpretes: Roy Schneider, Lorraine Gary y Murray Marmitón. Cines: Lope de Vega y Palafox. Mayores de 14 años.
  • 24. 24 DOBLE O NADA (“Hooper, el increíble”) Todo batacazo, todo accidente automovilístico, todo aterrizaje forzoso, toda caída de un caballo, de un puente o de un quinto piso tienen aquí su sede. La película está construida exclusivamente de secuencias espectaculares y el espectáculo es inaguantable. Una debilísima trama argumental apoya insuficientemente las hazañas de Hooper, el increíble, que es un doble especializado en escenas peligrosas. Su profesión es el riesgo, pero ocurre que el increíble Hooper está viejo y maltrecho. Tiene la espalda hecha cisco, aunque trate de disimularlo, y además teme a la nueva ola de dobles. Si el director, Hal Needham, hubiera sido más ambicioso creo que se podría haber sacado partido a este asunto trágico de ser un anónimo famoso. Un doble que se la juega una y otra vez para que se luzca el actor de turno y que no conoce al público, aunque sea el ídolo de la afición dentro de los estudios. Lo que el guión apenas esboza -el temor a que los años y la columna vertebral le desplacen- también hubiera podido desarrollarse de otro modo. Pero también se desperdicia una cosa tan atractiva como es siempre la decadencia en su primer grado. En cambio, se nos fatiga con innecesarias peleas y con trastazos sin cuento. Todo el film es una antología de efectos especiales, y comprenderán ustedes que cansa un poco eso de que no haya en hora y media ningún efecto que no sea especial. Lo que pudiera haber tenido interés -un espectáculo dentro de otro espectáculo-, se chafa por exceso de espectacularidad, precisamente. Y tampoco se nos revela nada nuevo acerca de eso que siempre se ha llamado “el cine por dentro”. Aquí no hay nada dentro, y lo de fuera es sólo circo. La fotografía es buena, y ese apócrifo Marión Brando que es Burt Reynolds da bastante bien el papel del increíble Hooper. Jean Michel Vicenty Brian Keit hacen lo que pueden, que es bastante menos increíble que lo que hace Hooper. En fin, que no hay efecto especial como el talento. 29 de diciembre de 1978 “Hooper, el increíble”. Nacionalidad: Norteamericana. Director: Hal Needman. Intérpretes: Burt Reynolds, Jean Michel Vicent, Brian Keit. Cine: Luchana. Tolerada.
  • 25. 25 BOXEO DOS TÍTULOS NACIONALES SE DILUCIDARON ANOCHE EN LAS VENTAS Luis Gómez se proclamó campeón de Los moscas y Ben Buker II conserva su cetro de Los “welters” En la pelea de fondo, Manolo García venció al francés Signet por abandono en el tercer asalto. Poco más de media plaza, con muchos claros en los tendidos de luna. Sobre la arena brava de las Ventas se alzó el tingladillo cuadrado, la barraca resinosa del golpe y la esquiva. La cosa prometía en un principio. El señor Herrero había montado una interesante reunión, aunque luego resultara todo un tanto monótono y desvaído. El primera serie francés Marcel Signet, adversario de Manolo García, es rubio, calvo, sonrosado. Tiene pinta de buen marinero del norte, de personaje de segunda fila de Simenon. Apenas se establecen las primeras fintas nos damos cuenta que Signet ha venido para un rato, para capear como pueda el temporal que desencadena Manolo García, que basculando el torso le acorraló una y otra vez en las cuerdas, pegando arriba y abajo, a gusto. Combate sin historia que decepciona a la fiel clientela y que no sirve para conjeturar las posibilidades del español ni su forma actual después de su brillante balance criollo. En el tercer asalto, después de una caída del francés, voló sobre el ring la aliviadora toalla del abandono. Ben Buker, segundo en la dinastía de su nombre, sabio de recursos y experto en toda suerte de estrategias boxísticas, hizo combate nulo con Diego Infantes, aspirante con pocas aspiraciones. El “viejo” defendió la diadema ante un boxeador indudablemente poderoso y joven, que, sin embargo, muestra extraordinario recelo combativo y escasa imaginación golpeadora. Un repetido ataque, distanciado y moderado, a base de directos de izquierda y una suprema indecisión en los momentos cruciales. En el quinto asalto se tambalea el morito, pero Infantes no persiste en su ataque. Ahí, creemos, desaprovechó la ocasión de ganar el Campeonato. Luego, paulatinamente se va imponiendo Buker II, más hábil y curtido. El fallo nulo deja el Campeonato en las mismas manos, justamente, pues el aspirante no tenía más posibilidades de victoria que imponer la franca batalla y, en cambio, la rehuyó, aferrándose a un boxeo en línea que está muy lejos de dominar.
  • 26. 26 Luis Gómez y “Ratón” Osuna, rápidos y vivaces, entablan una pelea erizada de dificultades técnicas, donde cada uno quiere imponer el planteamiento que más le conviene. “Ratón” es un pegador, increíblemente pesado de piernas para un hombre de su peso. Gómez es muy rápido de reflejos, domina bien la media distancia y sus puños se cuelan certeros, aunque posean escasa capacidad dormitiva. En un principio, el combate toma unos claros derroteros: la pegada, mejor dicho, la amenaza de la pegada de Osuna se impone; pero poco a poco, la incisiva movilidad de Gómez va remontando la lucha, que termina siéndole claramente favorable. Al final de los doce asaltos es proclamado vencedor y nuevo campeón de España en la ingrávida categoría de las moscas. Acaso la pelea con más color de la noche la realizaran los “teloneros” Folledo y Ben Hamida, aunque distara mucho de ser un combate enardecedor de esos que añora mi maestro y amigo Fernanado Vadillo. Folledo, flaco, espiritado, cauteloso, puede ser un boxeador. Domina una sola distancia y no posee un surtido variado de golpes, pero está bien en el “ring” y mete a tiempo ambas manos. Gana holgadamente, acentuando su dominio a medida que transcurren los asaltos, desbordando una y otra vez la guardia invertida del negrito, que recibió un serio castigo. Ahora, a esperar la reaparición de Frod Galiana, “toreador” y “puncher”, que, entre guiños y sonrisas, saludó, a la afición en un intermedio pacífico. 24 de Julio de 1959
  • 27. 27 UNA HISTORIA DE BARRO El cuadrado país del sudor y la resina le fue propicio. Él había salido de la calle y poco a poco, contrando de derecha al hosco semblante de la vida, fue subiendo escalones. Los gimnasios le vieron curtirse y acerarse, Sombra, saco, guantes. Ray Famechon quería ser boxeador, un gran boxeador. Los carteles murales de la fama que anda pegada por las esquinas decían su nombre en letras grandes. Los anuncios luminosos lo aireaban en colores. Ídolo de París. Campeón de Francia. Campeón de Europa. Ray Famechon era una figura, un gladiador liviano y agresivo, que llenaba las salas y se cotizaba bien. El mundo era suyo. Fulgía su estrella peleadora deslumbrando a los mismos focos. Sus adversarios iban cayendo. Ray Famechon tenía una izquierda fulgurante, una precisa derecha y una esgrima que desconcertaba a sus enemigos. Ganó mucho dinero, muchos cientos de miles de billetes. Pero Ray Famechon no era invencible y dos veces fue derrotado en combates trascendentales, cuando aspiraba a alcanzar el más alto trono deportivo: el Campeonato mundial. Dicen que estas derrotas destruyeron su fe en sí mismo, su estirpe gladiadora. Lo cierto es que Ray Famechon al que vimos un día por Madrid noquear en tres asaltos a su oponentes, fue cayendo poco a poco y sin remedio. Ya no es campeón. Ya no tira el dinero y se retrata para las portadas de las revistas deportivas al lado de hermosos perros de caza. Ya no tiene mujeres ni amigos que le palmeen las anchas espaldas. Su rostro de moneda antigua desenterrada al cabo de los siglos, muestra las marcas del oficio: los pómulos abultados, los ojos como dos hendiduras, la nariz, de estatua caída… El ex campeón vuelve a la calle. ¿Dónde la resina y las ovaciones? ¿Dónde las noches de triunfo? ¿En qué sitio el k. o. y los contratos? Ray Famechon no acaba de explicárselo. Su golpeado cerebro jamás habría pensado en otoños ni eclipses del músculo.
  • 28. 28 Rueda el ex campeón. Cuesta abajo del “crochet”, vertical derrumbe de la esquiva, a Femechon no le contrata nadie; nadie quiere verle entre las doce cuerdas. Es un hombre acabado, “sonado” en el argot. Le vieron los mercados y las callejas como loco, deshecho, derrotado a los puntos por la existencia. Un mal día, ayer, el gran Ray Famechon, “ídolo de la afición”, robó. Robó una pobre cantidad a una pobre mujer. La cárcel también es cuadrada. Ray Femechon, aturdido, con el cerebro machacado busca los focos por el techo y espera que suene, el gong. 9 de Agosto de 1959
  • 29. 29 GUIZANI REZGUI DERROTAAMPLIAMENTE A LOS PUNTOS A GALIANA Luis Folledo y Luis Gómez triunfaron sobre sus respectivos contrincantes. Es de Toledo y se llama Exuperanoio. Ex campeón de Europa y hombre “taquillero” por más señas. Nos traía su espléndido balance pampero: veinte combates o así sin conocer la derrota. Cuando pusieron su nombre en las esquinas, la gente empezó a desfilar por las taquillas. Galiana, dado a la tauromaquia, llenó la plaza hasta la bandera. Un “No hay billetes” de corrida grande, de Beneficencia. Hasta aquí, todo bien. Gozo de vísperas, expectación. Pero sucede que Guizani Rezgui, un tunecino sobrio y concreto, bien dotado y bien preparado, le ganó a Fred (recuerdo un chiste de Mingote en el que se decía, hablando de Fred y de Young, que gracias a los boxeadores estaban sonando nombres españoles en el mundo). Contaba que el tunecino le ganó la pelea a nuestro compatriota de punta a punta, de cabo a rabo, del principio al final. Al principio estuvimos a punto de creer que Galiana se reservaba y media terrenos para tomar posiciones. Su impavidez, su desprecio parecían indicarlo. Pero el combate fue desarrollándose y el morito acumuló puntos como para ir dejando uno en cada kilómetro de aquí a La Meca. Galiana se mostró lento de reflejos, falto de esgrima, impreciso. Parece que sigue conservando el “punch”, a juzgar por algún zurdazo que conectó en el hígado de Rezgui y que éste acusó ostensiblemente; pero no puede bastar la pegada con oponentes hábiles, escurridizos, expertos y buenos encajadores, por añadidura. La victoria de Guizani Rezgui fue terminante. Un solo asalto ganó el toledano en nuestra particular contabilidad; los demás salvo el inicial, de tanteo, correspondieron a su adversario, que llegó una y otra vez con la izquierda, que se cubrió con enorme eficacia, que hasta llegó a fajarse en el último asalto… Esta es la verdad de la historia: un hombre que buscó el K. O. y otro, que ganó la pelea. En el semifondo, apenas cruzados los primeros golpes entre Jack Subero y Luisito Folledo, un mutuo cabezazo nos dejo sin combate. El negro salió peor parado, con una profunda herida en la ceja izquierda, y abandonó de una extraña manera, bastante confusa, mitad debido a su actitud y la otra mitad debida a las vacilaciones del árbitro. Una lástima de desenlace, porque el combate prometía ser bonito.
  • 30. 30 Luis Gómez, nuestro mínimo y agresivo campeón mosca, estrenaba su reciente entorchado y salió al ring con una bandera española sobre el calzón, del tamaño aproximado de las colgaduras que ponen en los balcones. El chico es valiente, rápido, codicioso y, aunque tiene mucho que aprender todavía, hay que darle un dilatado margen de confianza. Boxea a ráfagas, como enrabietado súbitamente, y precisa muy poco, pero está constantemente encima del adversario, sin darle un momento de respiro. Lo que se dice una promesa en tono menor en una categoría a extinguir fisiológicamente. Su contrincante, Moncel Fehri, trató de contenerle a base de directos y «jab» de izquierda, retrocediendo siempre y rehuyendo la franca batalla a pesar de su estimable ventaja de peso. Luis Gómez ganó ampliamente, por abrumador tanteo. El combate preliminar entre Gayo y Merayo fue, desde un punto de vista espectacular, el más armónico. Arabos son vivaces y alegres, ambos fintan y esquivan bien, los dos son jóvenes y valientes. Casi toda la pelea se desarrolló en la media distancia, con constantes cambios de golpes que fueron ovacionados largamente por los veinticinco mil espectadores que se congregaron en la redonda aglomeración de las Ventas. Gayo precisó algo más y se llevó la pelea justamente, a pesar de las protestas del público cuando se dio a conocer el veredicto. 13 de Agosto de 1959
  • 31. 31 CLAY Y VIETNAM Cassius Clay, menos conocido por Mohamed Alí, defenderá mañana en Houston allá en Tejas, su titulo mundial de los pesos pesados. Por su parte, su adversario, Ernie Terrell defenderá otro título mundial de idéntica categoría: el que le reconoce la World Boxing Association. El boxeo yanqui está dividido y existen dos campeones mundiales. Los dos, negros, que aclararán las cosas el lunes en et Astródromo de Houston. Está demostrada la supremacía de la raza oscura en el “ring”. Sobre el resinoso prado son ellos los que discriminan a los blancos, una vez tendidos a sus pies, con el sueño cronometrado y obligatorio del K. O. Dicen los fisiólogos que los negros son más arduos de noquear porque tienen el cerebro más chico. También afirman que el hecho de haber tenido antepasados esclavos les otorga cierta atávica resistencia al castigo. Como contrapartida, la vieja paremiología del cuadrilátero dice que “no hay negro que no sea blando de estómago”. Femando Vadillo y yo hemos hablado mucho de este tema en el “ring- side” y en los mostradores —cuando el acudía a los mostradores— y nos hemos enriquecido mutuamente. Desde el ciclope Jack Johnson hasta el bien llamado “Bombero de Detroit”, Joe Louis, pasando por una larga nómina de gladiadores de agresivo betún —”Charol”, “Chocolate”, “Gavilán”, “Tunero”, todos con su Kid; Ray “Sugar” Robinson y otros etcéteras inscritos para siempre en la historia cuadrada del “ring”—, los negros han piafado con gloria sobre el pasto de soga y de madera. El último negro con corona y “gancho” de multitudes, no sólo de derecha y de izquierda, es Cassius Clay. Los estanques verticales de los televisores han metido en el cuarto de estar a esta armónica pantera, capaz de conectar “jab” y “upercutt” en la mandíbula contrincante con la celeridad de una metralleta. Un púgil apenas “marcado” por el oficio que junta a su clase un sentido propagandístico que no lo mejora Dalí. Ahora arde su nombre en el candelero de la fama, y no solo porque boxee el lunes con Terrell, un individuo de mucho cuidado, con dos metros justos de estatura y noventa y ocho kilos de músculos. Cassius Clay ocupa las conversaciones por otra razón: su negativa terca a ir a la guerra del Vietnam, Dice que sus convicciones le impiden matar vietnamitas y que su secta de los “Musulmanes Negros” le prohíbe odiar al prójimo.
  • 32. 32 Por todo esto, el campean se considera en Norteamérica un mal ejemplo. Al parecer, está desanimando a los futuros reemplazos y su actitud les quita fuerza moral para morir, lo que con ser grave, no lo es tanto como el hecho de que también les quita fuerza moral para matar. (Como se sabe, un buen soldado no es el que está dispuesto a morir por su patria, sino el que está dispuesto a que el enemigo muera por la suya.) Siguiendo el ejemplo de Cassius Clay, muchos jóvenes americanos sienten “escrúpulos morales” para participar en la guerra vietnamita y están pasándose al Canadá. Hay una verdadera emigración juvenil huyendo de la chamusquina de la jungla. Sin haberlo leído, Clay, que es aproximadamente analfabeto, coincide con Cicerón: “Vale más la mala paz del mundo que la mejor guerra”. Los militaristas americanos no se explican cómo un hombre tan valiente en el “ring” no esté dispuesto a serlo en el Vietcong. Le llaman ‘”cobarde” los titulares de los periódicos. No ceja el campeón: “Esta guerra es ilícita, como todas”. Parece que piensa algo el chico, a pesar de su escasa instrucción, y habla, como Antonio Machado, de “la guerra odiada por las madres”, de la guerra que “entigrece al hombre”. Como todavía no ha hecho cien combates —un hombre con cien combates en el cuerpo jamás vuelve a ser un hombre normal, dice un viejo adagio boxístico— su cerebro funciona y no cumple los requisitos que, según un proverbio alemán, debe tener todo buen soldado: “pensar sólo en tres cosas: primera, en el rey; segunda, en Dios; tercera, en nada”. A un pobre negro, aunque sea campeón mundial de los pesados, no le gusta la guerra vietnamita. No le gusta que llamen a los pobres negros sólo para Corea o el Vietnam, mientras no les dejan votar ni entrar en ciertos restaurantes. Un mal ejemplo el de “el loco de Louisville”, el único antimilitarista que se gana la vida combatiendo y no quiere perderla en combates colectivos. 5 de Febrero de 1967
  • 33. 33 UN NEGRO LLAMADO JOE El ring puede ser un cadalso o el tingladillo de una farsa. Con guantes de crin, bajo la constelación de los focos, los púgiles son la versión actual de los gladiadores. Sangre, sudor y golpes. Poco a poco los boxeadores van adquiriendo el perfil de las monedas desenterradas y van hablando con mayor dificultad, como si les rebotasen las sílabas en el paladar y no se acordasen muy bien que acaban de contarnos lo mismo hace sólo un momento. Para ellos el ring ha sido un cadalso. En cambio, para los que luchan sin guantes de seis onzas, el drama se vuelve comedia. Son muy fuertes, muy ágiles, muy espectaculares, y saben dar trechas como en el circo y quejarse muy bien, pero no acaban balbuceando y pueden luchar dos veces por semana. Para ellos el ring es el tinglado de una farsa todo lo meritoria y atlética que se quiera, pero farsa. Los luchadores pueden romperse un hueso sin querer, porque todos son muy amigos y forman una gran familia, pero no precisan que se les practique un encefalograma. Bajo los focos hay un hombre que vuela y, esperándole con los pies bien asentados en la lona impregnada de resina, un hombre que está dispuesto a hacerle más dura la caída. El primero es como un ángel rebelde y violento y el segundo como un forzudo de barraca, pero ninguno de los dos nos interesa. Nos importa sólo el tercer hombre. Un negro llamado Joe… Fue desde los campos algodoneros de Alabama a la cúspide del boxeo. Joe Louis Barrow conquistó, en mayor medida que ningún otro boxeador, la gloria cuadrada del ring. Doce años campeón mundial. Veinticuatro defensas del título. Avionetas, castillos, divorcios, yates, dólares, miles y miles de dólares. ¿Quién podía resistirle? «El bombardero de Detroit», con su cara de poker y sus músculos de goma, fue el rey del k. o. A sus pies cayeron todos los boxeadores de su época, todas las esperanzas blancas, todos los aspirantes al trono. Y Harlem era una fiesta.
  • 34. 34 El tiempo. Sólo el tiempo le pudo ganar por puntos. Luego vinieron los «managers», los «gansters», los acuerdos privados, los repartos dictados por el jefe del clan. Más tarde fue el Fisco. Quiso volver al cuadrilátero cuando era sólo su propio fantasma, la caricatura de aquella estatua de brea invulnerable. Volvió para pagar a sus deudores, pero eran demasiados y el viejo bombardero reclamaba su urgente desguace. Total: Joe Louis ha vuelto a ser un negro pobre. Réquiem por un peso pesado. Ahora es fácil verle por los cabarets de Norteamérica, en una tarima que se parece al ring y bajo un foco que también se parece a aquellos que iluminaron sus victorias. El público, entre número y número, le pregunta cosas de sus tiempos. Que si se acuerda de cuando noqueó a Camera o a Baer, que cómo fue la revancha con Schmeling, que qué hubiera pasado si se enfrenta a Marciano teniendo veinticinco años, y otras cosas así, siempre las mismas. El público le sigue queriendo y con esas «actuaciones» él va ganando algunas monedas. A veces le cuesta trabajo recordar y balbucea un poco, pero la gente no va a oír a un orador, sino a mirar de cerca al viejo campeón… Ahora Joe Louis se ha hecho árbitro de lucha libre. La vida es muy dura y nadie puede vivir de antiguas glorias y álbumes de recortes amarillentos. Y Joe Louis, ¿quién se lo iba a decir?, ha vuelto a subir al ring del Madison Square Garden. 25 de Julio de 1973
  • 35. 35 TOROS AL TORO QUE ES UNA MONA No sé si “con cinturas de plata fina”, pero los torerillos habían llegado —los capotes remendados, prestadas las zapatillas— para torear lo que les echarán en la plaza cuadrada del pueblo. Antonio Ruíz Villegas, de Granada; Antonio Rosales Vega y Bonifacio Plazas Pozo, de Antequera, los tres nuevos en esta plaza de madera improvisada y equilibrista expectación que se alza cada año en Roquetas, por tierras de Tarragona. Los tres muchachos, de quince años uno y los otros dos de dieciséis, formaban el cartel que no se fijó, ni fue nunca “yedra cuadrangular de las esquinas”. Los tres en busca de suerte o la muerte. Los tres. Sucedió que antes del susto de doble y buida empuñadura y antes de bajar las manos y abrir el compás en la lenta verónica soñada tantas veces, una mona, una mona inocente y viajera, que acababa de llegar con su pareja de la Guinea española, traía de cabeza al pueblo entero, “acaparando la atención”, como diría un cronista de sucesos. La mona, sin que nadie supiera cómo ni por dónde, se había escapado. Los vecinos la vieron en lo más alto de un árbol oteando las fiestas, vigilando la trilla. Del árbol pasó la mona, sin querer, a las aguas de un canal “Mira cómo se la lleva el río”. En esto, los tres torerillos fueron tres hombres al agua que rescataron viva a la tal monita. Hasta aquí la verídica historia. Cuentan los periódicos que los aspirantes a matadores de reses bravas fueron cumplidamente agasajados y hubo comilonas en su honor y dinero sobre el percal almidonado, de las capas toreadoras. Es curioso como la reacción sentimental de las gentes puede cambiar el signo previsto de las cosas. Los torerillos que andan por los pueblos son una extirpe a extinguir. Resulta mucho más conveniente agenciarse un mecenas aficionado o naturales que pague al empresario con tal de que actúe la llamada joven promesa. A los torerillos que van por los pueblos se les recibe con un ambiente hostil, propicio a la burrada y a la salvajada. No sé lo que pasará en Roquetas, pero en otros sitios sí lo sé varas alzadas desde los carros, mozos amenazantes, alcohol y algodones en la enfermería, machismo ibérico.
  • 36. 36 Esta vez todo ha sido distinto. Alegría y homenajes. Nada más abrirse de capa sonaban las ovaciones. Habían salvado la famosa mona, y el público estaba con ellos. No les hizo falta coger al toro por los cuernos. El pueblo es sentimental y estaba contento porque se había salvado la mona. “Pan y monas”. Pasodoble. 2 de Agosto de 1959
  • 37. 37 TOROS EN SURÁRICA Recuerdo a Johannesburgo desde el avión: sus diez mil piscinas componían una vidriera añil y menta entre el polvillo de oro de la ciudad. Recuerdo sus calles largas y de edificios bajos. En las aceras pujaba la flor celeste del jacarandá, gruesa y compacta, y en las plazas se perpetuaban las imágenes de militares y tribunos en bronce verdeante. Recuerdo también la cara que puso un caballero inglés al verme fotografiar, en el andén de una estación, un banco de hierro forjado con un letrero que decía: «Sólo para blancos». Estuvo a punto de intervenir, vaciló un poco y luego optó por no hacerlo. Aunque tenía a su favor el factor campo, yo estaba acompañado y él estaba solo. Creo que esa circunstancia influyó de modo decisivo para que se impusiera la acreditada flema inglesa. Pasar una semana en Suráfrica no da para hacer sociología, pero sirve para acrecer las filas de esos recuerdos guerrilleros que vienen de pronto y vuelven o se van cuando menos se espera. He aprendido en estos viajes rápidos a buscar más el aroma que la erudición, y ahora me vuelve el perfume pesado de aquella tierra caliente al leer una noticia de agencia: «Un grupo de hombres de negocios ha solicitado del Gobierno de Pretoria la autorización para celebrar corridas de toros en el país y dentro de muy poco se iniciará la construcción de una plaza en Johannesburgo.» Los lingotes de oro de las minas de Witwatersrand cederán unos gramos para el fulgor de las taleguillas y empezará la exportación de «los flébiles, heridos girasoles». Habrá danzas «ngomas» en los tendidos y los espectadores llevaran en la solapa la flor nacional llamada protea. Cuesta trabajo imaginarse uno de estos cráteres hispánicos que son las plazas de toros al borde de la mar índica por donde cruzaron su aventura Vasco de Gama y sir Francis Drake. Los toros son, sobre todo, un ambiente. Todo lo que no sea la cuarteada piel del tótem no es ya territorio suyo, exceptuando algunos países de la América hereditaria. Los ensayos que se han hecho hasta ahora para trasladar la llamada «fiesta» han sido penosos. Pueden salir —y salen— toreros chinos y yanquis, pero no se producen aficionados yanquis ni chinos. La Sociedad Protectora de Animales pone el grito en el cielo y su clamor no es precisamente un bisílabo y acompasado «ole».
  • 38. 38 Hay siempre alguien que saca a relucir aquella definición de Pitigrilli de que el torero es «un matarife vestido de vicetiple». Las autoridades, que habían dicho que si, dicen luego que no. Los empresarios, ya metidos en gastos, argumentan que mayor crueldad existe en el tiro al pinchón, el boxeo y las carreras de automóviles. La Sociedad Protectora de Animales vuelve a la carga franciscana. Total, que la corrida se acaba dando, pero sin «suerte suprema» lo que constituye una suprema suerte para el toro, y con una variante: que el «afeitado» de los cuernos, operación tantas veces clandestina, se confiesa abiertamente en los carteles. Todo eso favorece al turismo español. El que quiera ver toros que venga a la Feria de San Isidro. Recuerdo a Johannesburgo con colinas de oro y «apartheid». Niños negros, que supongo que no podrán sacar una andanada de sol si no se les designa un sitio especialmente, seguían el coche para ofrecer collares y pájaros de madera. Tenían los pies descalzos y sonreían a todo trance. Ahora verán por las calles céntricas los carteles de toros, la «yedro cuadrangular de las esquinas», que anuncian tres toreros, los tres nuevos en esta plaza nueva. Johannesburgo es una de las ciudades más ricas del mundo. Tiene oro y diamantes como para parar un tren. Hasta el llamado «tren del progreso» de la raza negra, que también se pondrá en marcha un día, poquito a poco, hasta llegar a esa estación no sé si utópica o simplemente hermosa de la «antropogénesis final» en la que creyó Tehilard de Chardin. Johannesburgo es una ciudad tan rica que quiere tener hasta corridas de toros. En el Parque Kruger no hay y habrá que llevarlos. Se alegrarán las impalas disneyanas, las jirafas de dos en dos, los rinocerontes burriciegos, el león que si es tan fiero como lo pintan, los tigres de elástico traicionero, el elefante que es en verdad el rey de la selva y hasta los repugnantes hipopótamos de betún. Si la cosa cuaja —que no creemos, pero nunca se sabe— habrá un día en que un novillero bantú diga eso de «¡eh, toro!». Un novillero bantú, ya sin «apartheid», nuevo en la vieja plaza de Johannesburgo. 31 de Marzo de 1967
  • 39. 39 HAPPENING TAURINO Los erales esos que sueñan verónicas florales, los chotos que cornean los tréboles adolescentes, y hasta los toros hechos y derechos al bulto, astifinos ellos y bragados cualquiera que sea su pelaje, se conmueven en la dehesa. Algo va a cambiar en sus muertes. La llamada “fiesta”, por una vez, variará su ceremonial de raso y ahilados metales preciosos. ¡Si Pedro Romero, el de Ronda la ronca, levantara la cabeza enredada! Si Pedro Romero —más de mil toros vio muertos a sus pies, sin que ni una sola vez se levantaran sus pies del suelo—. Si Pedro Romero levantara la cabeza, acaso la volvería a agachar con respeto. Porque Pedro Romero, ¡arza y viva Ronda!, y la vitoreada madre que lo trajo al mundo, y los picadores, empresarios, banderilleros y aficionados están hartos de tanta y tanta monotonía. De tanto cliché y tanta manivela. Un “happening” taurino se prepara, de aquí a un mes, en la plaza de Vista Alegre. Me entero por Carlos de Rojas y una gran alegría me recorre los tendidos de dentro. Se trata de un intento, no sé si único, de subvertir la “fiesta”, y en él están complicados muchos amigos: Manolo Viola, que pintará un mapa mundi en el litoral redondo del coso, y Carlos Oroza, que dirá versos y hablará con el público desde ese sitio del aire que tradicionalmente ocupaba la Virgen de los Caireles. Dos artistas auténticos que colaborarán en el “ensayo revolucionario” y que acaso logren abrir ventanas y airear la enrarecida y concéntrica atmósfera. Todo está previsto: el matador único, Diego Bardón; el montador, Manuel Vidal, y Cerecedo, “que aporta la teoría”. Los caballos de los picadores, a los que tanto partido les sacó Zuloaga, andarán libres por el ruedo como andan en la Pampa. Los caballos de los picadores —según Ramón Gómez de la Serna les duelen las muelas en el ojo— se liberarán del macizo guerrero de barba cerrada que les cabalga y hasta del edredón que arropa las cornadas más ciertas. Los trajes taraceados serán sustituidos por otros de “llenos de partes móviles”. Trajes cinéticos con alambres y anclas. Se suprimirá el ritual marchoso del paseíllo, donde el torero parece que viene ya de enterrar al toro, y los artistas estarán entre el público y bajarán al ruedo cuando les parezca oportuno. Por su parte, la clientela podrá bajar al mismísimo centro del cráter hispánico cuando le parezca, y, por la suya, el toro podrá salir pintado de colores llamativos.
  • 40. 40 La flor de la maravilla, ésa que florecía en la décima de Gerardo Diego, se abrirá en abril y en Vista Alegre. Que nadie tome a broma estos intentos de renovación. Sería rechazar todos los humanos avances. Equivaldría a pretender, como ciertos escritores costumbristas, que donde se ponga un botijo debe quitarse una nevera eléctrica, ignorando que si se quita la nevera sobra mucho sitio para botijos y no hay problema de espacio vital. Curiosamente, nosotros, que no somos tradicionalistas en casi nada, lo somos frenéticamente en dos asuntos: los toros y el cante. Hay quien repudia cualquier innovación en el son de una malagueña, sin pensar que si hubiera tenido el mismo escrúpulo Juan Breva su nombre no hubiera pasado a la restringida historia sonora del flamenco fetén. Hay también quienes, sin haber visto a Cuchares, hablan del arte de Cuchares, y sin saber lo que son los cánones hablan casi constantemente de que conviene torear “como mandan los cánones”. La observancia de las normas clásicas han empobrecido y recortado el “ballet” de suerte y muerte. Lo ha limitado hasta extremos insufribles no sólo para el toro. Salvo a cuatro toreros, ni los más aficionados pueden reconocerlos en una fotografía de espaldas. Todos tienen la misma receta y aplican idénticas fórmulas. ¿Cómo no alegrarse ante un proyecto renovador de semejante calibre? Hay cosas con las que no se debe jugar, pero el toreo es una profesión bastante segura —sólo dos matadores de toros han muerto desde el año cuarenta para acá— y está bien hacer experimentos. Por lo menos, el dibujo de Viola será bueno y los versos de Carlos Oroza serán hermosos y sorprendentes, y quién sabe si no queda bien el toro pintado de celeste. 11 de Marzo de 1970
  • 41. 41 FÚTBOL EL NIVEL DE FÚTBOL Manuel Alcántara, escritor y poeta de talla y renombre nacionales, ha querido asomarse —porque le gusta, porque lo siente y porque lo entiende— al más popular de nuestros deportes: el fútbol. MARCA se complace en acogerle en sus páginas, ofrecerle el debut y si se tercia, darle la alternativa como comentarista deportivo. Tema, el encuentro Real Madrid-Wiener. Día, ayer. Lugar. Estadio Santiago Bernabéu. Localidad, el foso de los fotógrafos. He aquí las tres cuartillas del debutante: Vistas desde abajo, las dobles hileras laterales de luces semejan una constelación disciplinada, ordenada, estática. Verdes, morados y amarillos, los dos escudos del Madrid son astros mayores. Formo parte de una larga fila de fotógrafos atentos, dispuestos a capturar el segundo fugitivo del gol. Al lado de ellos pienso que no se notará mucho el hecho de no llevar maquina. Veremos. Junto a la portería, la tierra del Estadio está húmeda, demasiado húmeda. Lo noto en el sitio donde la espalda pierde su honesto nombre. Es una tierra oscura sobre la que crecen diminutas florecillas, tronchadas casi todas, naturalmente; se conoce que estos territorios fronterizos no se cuidan tanto como el césped sobre el cual ha de desarrollarse el juego, y el campo recupera su misión de crecimiento impulsando los tallos breves. Cuando salen los equipos se alborota la clientela y oigo el fenomenal estrépito que forman a mi espalda una serie de gargantas jaleadoras. Es algo horroroso, así de espaldas. —¿Aquí se puede fumar, pastor? —Hombre, claro. El portero de los vieneses —bonito titulo para una ópera deportiva— , que es el protagonista que tengo más cerca, tiene un suéter amarillo con un letrero en el pecho, como esos que llevan los repartidores de Coca-Cola, unos guantes negros y unas medias rojas. Sus diez compañeros visten de rojo, con los calzones blancos.
  • 42. 42 Al primer avance indígena, la feroz parroquia clama atronadoramente. Todos están de acuerdo, con sorprendente unanimidad: «¡Hala, Madrid»!», «¡Hala, Madrid!», «¡Hala, Madrid!», y venga y dale y más «¡Hala, Madrid!». Gento, vertiginoso, se acerca al banderín de córner y centra templado y certero. El guardameta vienés despeja la situación con su enguantado puño. La gente chilla más que antes, en admirable superación. De pronto, se movilizan los camilleros, unos soldados con gorros planos donde figura, en papel, el distintivo de la Cruz Roja. —El muerto de turno —dice alguien a mi lado. Di Stéfano, que es un sabio, pone un balón en los pies de Gento, y éste, como una bala, se acerca a donde estoy, en unión de veinticuatro fotógrafos, veinticuatro, se dispone a chutar y… me tiro al suelo, protegiéndome en la primera espalda que encuentro. Cuando vuelvo a mi primitiva posición el griterío ha crecido y yo tengo en la boca unas leves briznas de hierba húmeda. La primavera ha venido. Por lo que veo la jugada se resolvió en un córner, que se dispone a sacar el mismo acelerado jugador. —Yo me quito, ¡estaría bueno! —dice a mi lado un fotógrafo—. Un tipo de estos te parte la cara y la máquina. —Te van a pagar igual por una placa más o menos —le contesta otro, con aire comprensivo. Cuidadosamente, apago el resto de mi cigarro, apretándolo en la hierba. «Un incendio aquí sería un espectáculo», pienso sin querer. El campo, visto a su nivel y bajo los focos tiene algo de caramelo de menta gigantesco, de piscina enorme. Es un verde hermoso, tranquilizador, bucólico y apacible. El campo iluminado estaría bonito también sin fútbol, sin espectadores, sin nadie. Cuando marca Mateos, mis pobres oídos atraviesan un mal trance. En cambio, cuando empatan los forasteros, se establece un grato silencio. Cosas. Hay una zancadilla a Kopa. Y otro gol aborigen. En el descanso hay música y eclipse. Hay también traslado de portería. Suena un altavoz: «Los niños del Colegio de Montserrat, de Lérida, cuando acabe el partido, que pasen por los vestuarios de jugadores.» Observo que cuando los micrófonos reclaman atención la gente obedece y se hace un súbito silencio. Me informo y me entero que desean conocer el resultado del partido que juega el Atlético.
  • 43. 43 De nuevo el ballet del balón. Ha empezado el segundo tiempo y el Madrid se impone. Vienen los goles —la tira—, los abrazos, los gritos entre los jugadores. Dicen: «¡tuya!», «¡venga!», «¡ánimo!» y otras palabras de castellanísima estirpe que no es correcto, hoy día, escribir. Los vieneses, por su parte, gritan lo suyo, dándose ineficaces consignas de contención. Sobre todo, el tan vulnerado portero. Hay un momento en que el número dos se disgusta con él por un malentendido que les cuesta un tanto y ambos se llaman cosas en su idioma. —¡Baile, baile, queremos baile! —dice la multitud. Un sargento de la Policía Armada para con enorme habilidad poniendo la suela de la bota, un balón que sale rozando el poste, y se gana una ovación. La ovación se repite cuando los altavoces dan o conocer el lejano empate del Atlético. Se conoce que en esto del fútbol funcionamos bien. —¡Grande, que eres grande! —le dice Mateos a Di Stéfano cuando el delantero centro hace una delineada entrega a Kopa. Caen más goles. El último, en el minuto postrero, cuando se iniciaba el desfile de los espectadores menos amantes del codazo y la manada. A la salida, entre la baraúnda fenomenal, un hombre al que le faltan las dos piernas, manipulando su carrito de inválido, comenta: —Ha habido ratos de fuego muy juego muy lento; parecía como si estuvieran dormidos. 19 de Marzo de 1959
  • 44. 44 EL FÚTBOL, NO APTO PARA MENORES Mi afición, que es moderada y que sólo abdica de su ecuanimidad en La Rosaleda, o bien cuando el Málaga juega fuera, ha estado a punto de costarme graves disgustos varias veces. Una vez me quemaron los pantalones. (No enteros, claro. Un pequeño fragmento, el más cercano al tobillo izquierdo. Fue en la cancha del River, allá en mi Buenos Aires querido, en un partido River-lndependiente, en el que uno era estrictamente neutral.) En señal de euforia, algunos adictos encienden hogueras en los graderíos y tuve la mala fortuna de que fuesen pirómanos los espectadores de las localidades contiguas. Otras veces, en mi primera adolescencia, he sido arrollado sin mayores destrozos orgánicos. Por eso ya me va pasando lo que a mucha gente: prefiero el estadio vertical de la pantalla de televisión. Salvo cuando juega el Málaga, que ahora va el tercero, aunque no se lo crean ni siquiera los suplentes. Bien. El fútbol resulta un espectáculo tan excitante para la mayoría de los que acuden a verlo que al secretario de la Federación Inglesa se le acaba de ocurrir el remedio: no dejar que lo vean. Y quiere prohibir la entrada a los menores de dieciocho años. La estadística, dice el federativo británico, demuestra que la mayor parte de los hinchas que provocan disturbios son jóvenes menores de dieciocho años de edad. ¿Cómo impedir esos disturbios? Haciendo del fútbol un espectáculo no apto para menores. Ampliando la ñoña geometría de los tres rombos a las fachadas de los estadios. La idea ha sido acogida con enorme interés en los medios futbolísticos ingleses. Todos hemos visto desgañitarse, insultar y arrojar almohadillas a hombres maduros y de sosegado talante. No se aprende así como así a indignarse y rara vez saben hacerlo los mozalbetes. Para dar un escándalo gordo se requiere práctica y eso sólo se consigue con los años. No eran menores de edad todos los vándalos que arrasaron el Nou Camp, ni las catorce personas que se suicidaron cuando Brasil no ganó unos Mundiales. Los estados de enloquecimiento puede que sean más habituales entre los jóvenes, pero ellos no tienen, de ningún modo, la exclusiva. Anda por ahí mucho alocado anciano. Y no sólo en los países latinos, a los que de alguna manera disculpa la acreditada temperatura sanguínea, sino entre los teóricamente gélidos sajones.
  • 45. 45 Además, aquí los espectadores llevan bufandas coloreadas con la sacrosanta gama de las camisolas respectivas, pero allí llevan trompetas, que hacen bastante más ruido. ¿Qué es más caro, educar al público o impedirle la entrada? Puestos a eludir conflictos la solución ideal sería suprimir los partidos (me refiero a los de fútbol) y así, evitando le ocasión, evitar el peligro. Lo malo es que el sistema evita cambien que una persona lo sea. Sería preferible una dura legislación contra el gamberrismo futbolístico a esta medida paternal y generalizadora. La existencia de un solo muchacho formal sería suficiente para invalidar la legitimidad del proyecto, pero hay una cuestión mucho más grave y que resulta demasiado trascendente para abordarla en este trivial artículo, que sólo aspira al viento necesario para mover un banderín de «córner»: con dieciocho años ya no se es un niño. Hay que adelantar las mayorías de edad y los criterios sobre «menores». El mundo anda ahora bastante más aprisa que cuando se establecieron esas fronteras y la aceleración del cambio las ha dejado aproximadamente inservibles. A la juventud, tan halagada en nuestra época, y diríamos que tan temida, se le quiere perpetrar un atentado en el país que inventó el fútbol y la minifalda. Ahora que tanto se habla de «un estilo joven» se les quiere prohibir la entrada a los estadios, sin duda para que su estilo no se deforme. A ellos que han patentado el hermoso grito de ‘prohibido prohibir». Lo que no es apto para menores es la vejez. 30 de Noviembre de 1972
  • 46. 46 ESPLENDOR SOBRE LA HIERBA Más difícil todavía. Mucho más que cuando estaba en activo y le saludaba el viento que agita los banderines del córner. Mucho más que cuando hacía florecer en las solapas de los ‘hinchas’ las insignias de su club. Más difícil, pero todavía posible… Tiene sesenta y cuatro años. Esa es la gracia. Y no se ha caído desde sus tiempos, ni le ha puesto una artera zancadilla el fantasma de algún viejo defensa central. Simplemente ha querido demostrarle a los hijos de los padres que le aplaudieron tanto, que quien tuvo y retuvo sigue teniendo, y ha realizado una exhibición durante quince minutos justos, en el intermedio de un partido, para comprobar que el balón le sigue obedeciendo y que es capaz de poner los calendarios patas arriba y moverse así, con él entre los pies, camino de la desguarnecida portería contraria. El viejo verde del fútbol es coreano, cosa que acaso explique su terca buena forma física, ya que el tiempo tiene en Oriente otra manera de transcurrir y de demorarse. Se llama Kim Yong-Sik y fue, al parecer, un ‘ídolo de la afición’. La edad no hace al tiempo, pero lo deshace. Aunque se diga eso tan confortador de que quien es joven lo es para toda la vida y los poetas aseguren que existe una íntima correspondencia entre la juventud de dentro y la de fuera. La verdad es que a los sesenta y cuatro años no es habitual que un ex jugador tenga ganas de andar jugando y se dedique a demostrar que los años pasan en balde, con los pies para arriba —y el balón adicto entre ellos— y la cabeza abajo, como si buscara por el césped el divino tesoro que no acabó de perder. Los deportistas tienen un calendario muy restringido y pasan en muy poco tiempo de ser unas glorias a ser unas viejas glorias. A la edad en que alguien puede ser un prometedor novelista, por ejemplo, se es un deportista veteranísimo, y es ésta una de las escasas superioridades que ostenta el primer oficio sobre el segundo. Ocurre que las cosas que los años van otorgando, como la reflexión, el equilibrio y la prudencia, no hacen ninguna falta para penetrar en el área enemiga o para batir un record de motorismo. La brevedad del plazo es especialmente cruel para ellos y por eso los deportistas llevan tan mal el prefijo ‘ex’ como los políticos que dimiten de modo involuntario y adquieren la melancólica calificación de ‘salientes’. Sin embargo, los deportistas suelen moverse menos para reincidir y, salvo raros casos, no vuelven a las andadas.
  • 47. 47 El llamado Kim Yong-Sik es un fenómeno de vigencia física y un extremado ejemplo de orgullo. No conforme con estar en plena forma, lo demuestra ante miles de espectadores, no tanto para humillar a los de su generación como para solicitar admiraciones. Creo que era Sthendal el que decía que no se puede envejecer sin un poco de gloria o un poco de dinero. Ninguna de las dos cosas le viene mal a nadie, pero lo que necesita quien ha sido un joven triunfador es admiración. Y no aprende a vivir sin ella, sea torero o futbolista, y por eso insisten muchos en darnos la tabarra hablando de sus tiempos. Para este coreano intemporal, sus tiempos son también éstos. Hay gente que está muy bien para su edad y otra que está bien, simplemente, que es lo bueno. A él los años no le han dejado en orsay. 20 de Julio de 1973
  • 48. 48 COMO NIÑOS Estamos en el epílogo de una victoria memorable y ojalá que en el prólogo de otra que nunca podremos olvidar. Se habla más de Puyol que de Ripoll. El primero es un león en la selva domesticada de los campos de fútbol y el otro aún no sabemos si es un zorro, un lagarto o una blanca paloma. El juez le imputó delitos de cohecho y fraude; el fiscal pidió para él prisión o fianza de 500.000 euros, pero ha quedado en libertad. Se deduce que el deporte, con todos sus factores de azar, es menos aleatorio que la política y los árbitros, aunque se equivoquen, inspiran más confianza que los jueces, aunque hayan dejado de vestir de luto, como ellos, pero sin puñetas. Los griegos de la antigüedad, o sea, los que siguen siendo contemporáneos nuestros, constituían un país de hinchas, según Montanelli. Cuando llegaban las Olimpiadas suspendían las guerras. Lo primero es lo primero y ya habrá tiempo para matarse defendiendo cada uno a su bandera. Ahora la que más se ve es la nuestra, quiero decir la de siempre. Las tiendas de los chinos han hecho un gran negocio. Hay más banderas que balcones, ya que el patriotismo se ha abaratado mucho. Apenas por dos euros se puede animar a distancia a nuestra selección. La cosa tiene tela, pero hay que reconocer que a muchos nos gusta. El único que lo lamenta es Carod-Rovira, que dice que acabará habiendo más banderas españolas que ‘senyeras’. Que Dios le oiga, incluso después de la final. El fútbol quizá no haya logrado devolvernos la infancia, pero nos ha infantilizado. Se habla del pulpo adivino y del ogro verde, el llamado Shrek, que por cierto se jubila pronto. Hay que tener una cierta dosis de candor, que no es sinónimo de ingenuidad, para que las diversiones nos aparten de las cuitas diarias. El fútbol nos ha hecho como niños. Yo estoy a punto de pedirle a mis nietas que me compren un álbum para pegar los cromos de nuestros futbolistas. Si ganan mañana. 12 de Julio de 2010
  • 49. 49 CICLISMO UNA VUELTA POR ITALIA Con un pie en el estribo y con las ansias de la muerte debo ser yo el que justifique el cambio de aire en la vela de papel. La fragata tipográfica se tornará velocípedo, pero en Italia, cosa que siempre consuela. Le nacerán ruedas, quiera Dios que de la fortuna, bajo los escálamos de las radas. Veintitantos días viendo de cerca embrocadas, afeitadas, terribles piernas de los ciclistas y, de lejos, el cielo y alguna que otra habitación de hotel de la «divina península». Procuraré compensarlo, a la vuelta de la Vuelta, asistiendo a espectáculos de revista y leyendo la «Guía de Italia», Masoliver, y la «Melodía italiana», de Eugenio Montes, entre otras cosas. Para mí más fácil, mucho más fácil, esto de ser marinero en tierra que surcar día a día, sin más asunto que el «contenido del corazón», el recorrido de una crónica. (Creo que puedo hacer tantas entrevistas como horas del día esté despierto y creo que estoy dotado para fabricar tantos reportajes como me encarguen. Eso representa un trabajo, pero no un consumo interior, a poco engranaje expresivo que la experiencia nos haya ido otorgando. Lo que no puedo hacer es escribir dos folios sobre abstracciones diariamente: la amistad, el amor, la duda, la nostalgia… Todo lo que he observado y meditado en mi vida sobre cada una de esas cosas cabe en un folio.). Voy a Italia para hablar de «ambiente», Doctores tiene el ciclismo que informarán con toda cronometría del esfuerzo de los atletas y su repercusión en la tabla de clasificaciones. Yo a lo mío: a mirar lo buenamente visible y curar mi añoranza italiana, de paso que les intento contar a ustedes las peripecias de los «seguidores», el comportamiento de los muchachos del Kas y la conducta del campo italiano en primavera.
  • 50. 50 Los viajes, en principio, no me producen alegría. No considero los sitios «lindos para marcharse» y estoy más cerca de aquel otro verso, dedicado a una mujer: «Entristeces de pronto, lo mismo que un viaje.» A mí me gusta quedarme, pero como también me gusta volver, no tengo más remedio que irme primero. Es el único procedimiento que conozco para conseguir un gozoso regreso. Por otra parte, hoy he visto una noticia de agencia que disipa mis residuales recelos: un anciano de ochenta años, en La Solana, por tierras de Ciudad Real, ha subido en bicicleta la calle del Asilo. Se trata de la mayor cuesta de la población y constituye una proeza coronaría a cualquier edad. El anciano no estaba movido por intereses deportivos: simplemente se terció una apuesta y dijo allá voy. Yo no he hecho apuestas, pero lo mismo digo. De la ermita de San Antonio al «duomo» de Milán. Allí empieza el Giro y el de los acontecimientos relatables. —Es un palizón de muerte—me dicen los que siempre animan al prójimo como a sí mismos. —Me lo figuro. ¿Cómo decirles que sí, que es una paliza, pero en Italia? Y yo amo a Italia, aunque deteste las palizas. Vaya lo uno por lo otro y vayan los puertos de mar por los puertos de montaña. Los árabes deseaban a los viajeros que sus pies pisaran «caminos derechos» y yo, que debo tener algún moro remoto en la sangre, me doy unas palmadas en el hombro y también me lo deseo. 20 de Febrero de 1967
  • 51. 51 AUTOMOVILISMO NIKI LAUDA EN LA SEGUNDA VUELTA Niki Lauda tiene una mujer muy guapa, un «Rolls», unos cuantos millones y una cita con su propio destino, aún no precisada, en cualquier curva de cualquier circuito internacional. El austríaco creyó que acudía a ella hace unos meses, pero no. Se trataba de una falsa alarma o de una alarma verdadera, o de un último aviso, cualquiera sabe. Lo que sí supo Niki Lauda es que aquello fue un ensayo general con casi todo. Algunos dijeron que no se salvaría y otros, los más optimistas, que no volvería a correr. Un día infernal en el circuito de Mont Fuji. Lluvia y viento. Niki Lauda en su bólido, en su ataúd vertiginoso (Piensa que el volante es una ruleta donde puede pararse la bolita negra de la muerte. Piensa que si al volante le pusieran flores muy bien podría ser la corona de los corredores difuntos.). Dicen las crónicas japonesas que la pista brillaba como un río en la madrugada, y que su «Ferrari», que llegó a estar el primero durante la vuelta inicial, parecía una canoa. De pronto, Niki Lauda, el resurrecto, el héroe, el hombre que oficialmente está más cerca de la muerte de entre todos los eventuales vivos que poblamos la tierra, se orilló y dijo que no seguía. Los titulares de las secciones deportivas de todos los diarios del mundo han dicho: «Lauda abandonó en la segunda vuelta». Él, al bajarse de su féretro «312 7-2», dijo algo que le honra: —Tengo miedo. De repente se ha humanizado el robot. Hemos comprendido que los pilotos de carreras no son unos locos capaces de elegir una profesión que es incluso más peligrosa que la de periodista, sino unos seres humanos en los que todavía funciona el instinto de conservación. Unos seres humanos en los que aún no mandan de modo incuestionables los instintos de destrucción, cuya existencia explica cosas tan irracionales como el alcoholismo, la velocidad y el uso de las drogas. Niki Lauda ha tenido miedo, por una vez en su vida, y además ha sido capaz de confesarlo. No es sólo una pieza imprescindible para que su marca obtenga premios, sino una persona capaz de desfallecimientos.
  • 52. 52 Los expertos han dicho que Lauda no estaba psíquicamente preparado para el Gran Premio de Japón. El italo-americano Andretti ganó la prueba, y el británico James Hunt se ha proclamado, de rebote, campeón mundial, aunque llegó el tercero (Niki Lauda pensó, durante un instante, cuando iba el primero, que correr así en busca de la muerte era una impaciencia. Que la muerte vendrá, está viniendo, «sin parar un punto». Fue sólo cosa de un segundo, pero eso bastó para que se orillara. «Lauda abandonó», han dicho todos los periódicos. «Tengo miedo».) Dijo un torero de los de época que el valor consiste en aguantarse el miedo, y todos sabemos que hay muchos héroes que en realidad sólo hacen una cosa: huir hacia adelante, ¿Se habrá perdido para siempre un gran corredor?, ¿qué puesta a punto psicológica ensayarán con él sus entrenadores para que esto no ocurra? Niki Lauda, el hombre que abandonó en la segunda vuelta en el circuito de Mont Fuji, sabe que tiene una cita con el destino. Como Gagarin, que después de rondar todas las constelaciones murió durante una exhibición. Como Antonio Bienvenida, que después de matar muchos toros fue a morir a traición, corneado por una vaquilla. Niki Lauda volverá a las pistas. Tiene una cita. 26 de Octubre de 1976
  • 53. 53