Las danzas son ejecutadas con coreografías en el xirê o durante la incorporación. Ellas son muy diversas, porque existe una variedad enorme de coreografías para cada orixá, sin embargo algunas formas se repiten para todas las divinidades.
La primera de todas es la forma de la roda, la antigua roda sagrada, que puede ser encontrada en varias culturas del mundo. De hecho, en muchas danzas estáticas, los danzarines ruedan en torno a un centro que representa el principio, el corazón del mundo (Guénon, 1992).
1. Las Formas sagradas
Las danzas son ejecutadas con coreografías en el xirê o durante la
incorporación. Ellas son muy diversas, porque existe una variedad enorme de
coreografías para cada orixá, sin embargo algunas formas se repiten para todas las
divinidades.
La primera de todas es la forma de la roda, la antigua roda sagrada, que puede
ser encontrada en varias culturas del mundo. De hecho, en muchas danzas estáticas,
los danzarines ruedan en torno a un centro que representa el principio, el corazón del
mundo (Guénon, 1992). Este punto representa el continuum de la existencia que tiene
su orden en sí mismo. Sin forma, él no puede ser observado directamente ni la razón
puede conocerlo; su dinamismo, en tanto, se manifiesta en imágenes. La manera de
adoptarlo es a través de las prácticas de la experiencia estética y de la mística.
(Marchianó, 1977). Podemos entender eso también en el candomblé, porque las
sacerdotisas ruedan alredor de un centro en el cual es colocado el fundamento de la
casa, que es el comienzo, es principio de las fuerzas de aquella casa. La forma del
círculo tiene una gran importancia, porque según Neumann (1981),
"(…) la Gran Madre es simbolizada como un gran círculo que contiene la
totalidad del universo, expresa un ideal de perfección, de inmutabilidad,
pero también de transformación, porque en sí contiene los elementos
masculinos y femeninos".
Otro aspecto a ser destacado es que esas danzas comienzan en un gran y lento
círculo que va aumentado de volocidad a lo largo del ritual con giros, hechos durante
las incorporaciones. Otra forma, encontrada en otras coreografías, es la del espiral que
se muestra sea en el movimiento de la incorporación, sea en la bella danza de Exu. Así
como el círculo es un símbolo antiquísimo — encontrado en casi todas las culturas y
también en la naturaleza, incluyéndose la molécula del ADN—, también el espiral lo es y
aparece en las rotaciones que las hijas-de-santo hacen sobre si mismas, cuando
incorporan a lo largo de la "performance".
El espiral es símbolo de la comunicación (Santos: 1977; Pelosini: 1994) y de ese
modo, cuando el orixá posee el cuerpo de la hija-de-santo, se realiza una comunicación
entre el hombre y la divinidad. En cuanto al cuerpo material gira sobre si mismo, la
energía del orixá penetra, girando del otro lado y entra en el cuerpo, formando un doble
espiral, como me han explicado. No es casualidad que Exu, la divinidad de la
comunicación, gire de ese modo, dependiendo de las danzas cuando se transforma,
porque el es la propia "comunicación". El espiral expresa el movimiento circular que, al
salir del punto de origen, se mueve al infinito, organizando el caos, como dicen los
derviches. Ella expresa la evolución a partir de un centro, simboliza la vida, porque
indica el movimiento en una unidad de orden o, al inverso, la permanencia del ser en la
movilidad. Durand (1972) sugiere que simboliza la permanencia del ser, a través de las
fluctuaciones del cambio de la vida. Segundo Pelosini (1994:181):
"(…) la función simbólica de las rotaciones helicoidales seria la de
2. acercar, por etapas, el hombre al infinito y juntar la tierra con el
cielo". Esas interrelaciones, entre el cuerpo humano (microcosmo) y
el universo (macrocosmo), entre lo infinitamente pequeño
(microcosmo) y el espacio interestelar infinitamente grande
(macrocosmo), ya eran, en muchos casos, conocidas o percibidas por
civilizaciones del pasado, que las tenían codificadas en mitos y
símbolos de espiral".
El espiral podría simbolizar, todavía, la búsqueda del propio espíritu a lo largo del
difícil camino espiritual. Partiendo de un punto firme, alcanza, muchas vueltas
después, el mundo del sagrado. La misma forma se encuentra en la doble hélice del
ADN, que es responsable no solo por la programación de la actividad celular, sino
también por la herencia de las características genéticas y de la propia evolución de los
vivientes: es la verdadera quintaesencia de la vida, es el eterno que se transmite
siempre. Esa molécula es el "mensajero" de la herencia biológica y de las
características hereditarias, del mismo modo que Exu es el mensajero entre los
hombres y las divinidades. No es casual que en el candomblé el espiral se encuentre
en el ocóto, asociado a Exu, orixá que expresa la dinámica de la vida, el movimiento del
alma en la creación y en la expansión del mundo. Según Santos (1977),
"El ocóto es una especie de caracol y aparece en los motivos de las esculturas y
como emblema entre los que forman parte del culto a Exu. Él consiste en una
concha cónica cuya base es abierta, utilizada como un pivote. El ocóto
representa la historia osificada del desenvolvimiento del caracol y refleja la
regla, según la cual, se dio el proceso de crecimiento espiritual; un crecimiento
constante y proporcional, una continuidad evolutiva de ritmo regular. El ocóto
simboliza un proceso de crecimiento. Es el pivote que, apoyado en la punta del
cono, con un solo pié, un único punto de apoyo, rola, "espiraladamente", se abre
en cada revolución más y más, hasta convertirse en una circunferencia abierta
hacia el infinito".
Exu es el principio dinámico de la evolución, siendo un dios fálico cultor de la
vida y el mensajero entre el hombre y la divinidad, sin él, nada puede ser cumplido.
Traducción: Nicolás Rodríguez.
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Bibliografia: - BARBARA, Rosamaria Susanna; A DANÇA DAS AIABÁS: Dança, corpo e
cotidiano das mulheres de candomblé; São Paulo; 2002.