1. Las Danzas Sagradas
Las danzas del candomblé son una búsqueda de lo sagrado, hecha a
través de un largo aprendizaje y en silencio; ellas podrían ser equiparadas,
según Bourguignon (1976), a una meditación activa, porque después de
haber sido creado el vacío, surgió la forma, la esencia del orixá. La danza
de posesiones, por lo tanto, es la "exhibición en acción de aquello que es
evocado por la música". (Segato, 1995)
Las frases musicales tradicionales están estrechamente asociadas a
las frases coréuticas y sus ritmos exigen movimientos ordenados. Cada
orixá posee un toque que expresa la característica más profunda de su
personalidad, el saber: para Iemanjá es el jincá; para Oxum es el ijexá;
para Oiá-Iansã es el ilu y para Obá es el vassi. En las cantigas, son
relatados los diferentes acontecimientos y caminos de su vida. Pero los
orixás femeninos también danzan otros toques, junto con otros orixás o
solas.
Les pedí a las informantes que describieran los trazos que
identifican cada toque en referencia a los orixás. Teniendo otra
comprensión, diferente a la nuestra en relación a aquello que es la música
y la danza — no percibida como arte estética, sino como la esencia de lo
sagrado —, me respondían siempre hablando de las emociones y de los
humores que son despertados en ellas por la propia música o por la visión
de las danzas, hecho que lleva a una conversación repleta de mitos,
sueños, en fin, del mundo del candomblé.
Cada deidad tiene, un patrón de movimientos que representa su
identidad, a partir de un gesto que él repite mimética y repetidamente.
Según Segato (1995),
"Este patrón mímico incluye un componente figurativo,
donde la descripción focaliza los aspectos formales,
propiamente coreográficos, y un componente no figurativo,
donde lo que debe ser captado es la experiencia interna
de los procesos fisiológicos envueltos en la alternancia de
estados de tensión y relajación muscular y en su
localización".
Este hecho, el del aspecto no figurativo de la danza de posesión,
según Segato, se da en el modo peculiar en que el cuerpo concentra y
libera la tensión muscular, según el orixá del cual es el hijo-de-santo. Esa
relación, cuando relaciona a la respiración (aumento), demuestra la
personalidad de cada deidad, que transciende la danza de posesión para
impregnar también el comportamiento típico, la postura y lo gestual de las
2. hijas-de-santo en la vida cotidiana.
Para percibir más ese aspecto no figurativo adopté una idea de
Blacking (1977:5) que dice que: "el cuerpo del observador puede servir
como un instrumento de diagnóstico", y continuando:
"(…) experimentar los cuerpos de otros a través de nuestros propios
cuerpos y aprender más de los estados somáticos que nosotros
podemos entender, de los cuales poco sabemos más allá de
descripciones verbales inadecuadas…".
Así, siguiendo siempre las ideas de Segato (1995), recurrí a una
técnica que puede ser llamada de "imitación silenciosa" o de "movimiento
simpático interno", focalizando y repitiendo dentro de uno mismo los
movimientos de las deidades consideradas más "bonitas" o por los cuales
se tiene más simpatía.
La mera ejecución de las coreografías nos remite a una comprensión
más profunda de la danza de posesión, porque es difícil captar el estado
físico y emocional en el cual el movimiento tiene origen; lo que quiero, en
tanto, es llegar a entender las fuentes de los procesos fisiológicos que se
traducen en movimiento "cerrándose, así, el círculo de la comprensión de
lo que es la relación entre el orixá y la posesión por él". (Segato, 1995)
Creo que las danzas, así como los ritmos, tienen varias funciones,
como la de abrir y cerrar la fiesta, de ser uno de los medios para entrar en
transe, después de expresar las características de los orixás. Existen
movimientos que expresan los sentimientos, como el ijexá que expresa
alegría y fiesta; y los que identifican la honra y la realeza, como el jincá,
que consiste en un movimiento de los hombros.
Traducción: Nicolás Rodríguez.
_________
Bibliografia: - BARBARA, Rosamaria Susanna; A DANÇA DAS AIABÁS: Dança,
corpo e cotidiano das mulheres de candomblé; São Paulo; 2002.