El cuerpo que danza, canta, comunica y se adorna es percibido por todos los sentidos corporales, tanto de aquellas que incorporan como de aquellas que reciben el axé de los dioses encarnados que se movimentan en el espacio.
PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pdf
El cuerpo y la comunicación entre hombres y orixás.
1. El cuerpo y la comunicación entre hombres y orixás.
Según la cosmovisión nagô, el mundo estaría compuesto de dos partes, el orum, el
cielo o el mundo de los orixás, y el aiê, la tierra, el mundo de los seres humanos. Al comienzo
de todo, estos dos mundos formaban uno solo, que llegó a separarse por causa de una
prohibición no respetada:
En una época antigua, cuando el orum lo
“desconocido”, se limitaba directamente con el aiyé, el
'mundo', un ser humano tocó indebidamente el orum
con sus manos, lo que provocó la irritación de Olorum,
entidad suprema. Este sopló, interponiendo su òfurufu,
aliento divino, que, convirtiéndose en atmosfera,
constituyó, el cielo. (SANTOS: 1977: 55)
Con el orum separado del aiê, los seres humanos no podían ir al orum a visitar a los
orixás y ni estos podían venir a la tierra a visitar a los humanos, como hacían antes. Y la
solución encontrada para que hombres y orixás pudiesen reencontrarse estaba en el cuerpo:
Así, el Orum se separó del mundo de los hombres y
ningún hombre podía ir al Orum y volver de allá con
vida. Y los orixás tampoco podían venir a la tierra con
sus cuerpos. Ahora existía el mundo de los hombres y
de los orixás, separados.
Aislados de los humanos habitantes del Aiê, las
divinidades entristecieron. Los orixás anhelaban sus
aventuras entre los humanos y andaban tristes y
malhumorados. Fueron a quejarse con Olodumare, que
terminó consintiendo que los orixás, de vez en cuando,
regresen a la Tierra.
Para eso, sin embargo, tendrían que tomar el cuerpo
material de sus devotos. Fue la condición impuesta por
Olodumare. (PRANDI, 200:526)
Para Verger (2002), el orixá, un ancestral divinizado, seria:
[...] una fuerza pura, axé inmaterial que solo se vuelve
perceptible a los seres humanos incorporándose en
uno de ellos. Ese ser escogido, el poseído por el orixá,
uno de sus descendientes, es llamado su elegum,
aquel que tiene el privilegio de ser " montado", gùn, por
él. Se vuelve el vehículo que permite al orixá volver a
la tierra para saludar y recibir las pruebas de respeto
de sus descendientes que lo evocaron. (VERGER,
2002:19)
2. Prandi (2000) dice además que Olodumare dió a los orixás la incumbencia de crear y
gobernar el mundo, recibiendo cada uno de ellos la responsabilidad de algunos aspectos de la
naturaleza y ciertas dimensiones de la vida en sociedad y de las condiciones humanas. Cada
persona es hija de un orixá, del cual hereda características físicas, psicológicas y místicas.
Son ellos quienes rigen los acontecimientos de la vida de sus hijos, sobre una lógica armónica
entre las personas y sus destinos o caminos.
Hay una continuidad existente entre el mundo de los hombres y el mundo de los
dioses, que se funden materialmente en el cuerpo. Se encuentran como partes inter ligadas
de un todo, lo divino y lo humano, lo sagrado y lo profano, lo material y lo inmaterial, o aquello
que algunas religiones y corrientes filosóficas llaman de cuerpo y espíritu o alma.
El axé es fuerza inmaterial, una energía sagrada que fluye en todas las cosas, plantas,
animales, seres humanos (BÁRBARA, 2004: 39). Los ritos sirven para adquirir, mantener,
transportar y acrecentar el axé, puesto en equilibrio y emanado por los orixás al danzar
durante el Xirê.
Aunque actualmente podamos apuntar a la creciente colección literaria sobre el
candomblé, permanece todavía como una religión bastante marcada por la tradición oral en
sus prácticas rituales. Las enseñanzas religiosas son pasadas por los “más viejos de santo”, a
la medida que van escalando los pasos de aprendizaje en cada obligación, como son
llamados los rituales del ciclo de iniciación.
Los procesos ritualistico son calzados en el cuerpo y sus percepciones, llevando a la
construcción gradual de un conocimiento, por otra parte, pensado en la experiencia corporal.
El cuerpo es vivido como divino, como sagrado, en comunicación continua con los dioses, la
naturaleza y los propios hombres (BÁRBARA, 2004).
En lo cotidiano, el cuerpo asume posturas específicas de tratamiento y
comportamiento dentro de la familia-de-santo. No es solo en la esfera divina que el cuerpo se
presenta como un elemento fundamental. En el día-a-día religioso es a través de ello que los
fieles se comunican entre si.
Hay toda una gama de posturas pertinentes al grupo que deben ser aprendidas.
Dentro de ellas citamos el “batir cabeza” para saludar al pai o mãe-de-santo o también al
orixá, un saludo que demuestra respeto y humildad delante de uno más viejo o de algo
3. sagrado. Esta postura humilde y respetuosa también debe ser adoptada por aquellos no
iniciados, los abiãs. Un proceso de aprendizaje cuerpo-creencia, que revela un conocimiento
encarnado, interiorizados por aquellos que integran el grupo.
Como toda práctica religiosa, el candomblé revela su dimensión cultural, que lleva las
posturas y comportamientos característicos del grupo.
Para Bourdieu (1977) la sociedad impregna al cuerpo de principios fundamentales de
la cultura a través de medios sutiles, como trajes, comportamientos verbales, corporales, etc.
Sin embargo, estos principios no son incorporados conscientemente, sino a través de un
esquema práctico de percepción y apreciación que existe en un nivel infra-lingüístico.
Nada parece ser menos inefable, menos incomunicable,
menos inimitable y, por eso, más precioso que los valores
transmitidos al cuerpo, hechos cuerpo por la
transubstanciación adquirida por la persuasión escondida de
una pedagogía implícita, capaz de respirar toda una
cosmología, una ética, una metafísica, una filosofía política, a
través de mandamientos insignificantes como ‘no tome la
faca con la mano izquierda’ (BOURDIEU, 1987:94)
Así, el cuerpo también puede ser apuntado como un cuerpo colectivo, social, en el y
con el cual son inscriptos a las leyes y comportamientos referentes al grupo. El cuerpo es
marcado, carimbado, creando cicatrices que revelan una memoria personal y social,
volviéndose el lugar en que se inscribe y son manifestadas varias dimensiones de la vida.
En el candomblé, este cuerpo después de adornado y entrenado es literalmente
marcado con cicatrices, las llamadas curas, incisiones hechas durante la iniciación. Estas
incisiones funcionan como una alianza entre el orixá y el iniciado, identificándolo al grupo al
cual pertenece.
La sabiduría es almacenada y enraizada corporalmente a lo largo de un proceso que
pasa en él y con el cuerpo. Las danzas de transe son una síntesis de este proceso religioso.
Después de ser cuidado, preparado, adornado y sacralizado, el cuerpo está preparado para
ponerse en movimiento en forma de orixá.
Los orixás son llamados a la incorporación por medio del canto y de la danza. Los
dioses incorporados son adornados y vestidos para danzar cuando sus fieles cantan en
homenaje a ellos.
4. Según Roger Bastide (2001), las danzas de los orixás evocan y recrean episodios
míticos, son fragmentos de episodios de la historia de esos dioses. Otros investigadores de
las religiones afro-brasileras, como Nina Rodrigues (1935), Pierre Verger (2002) y Raul Lody
(2001) relatan la centralidad de la danza y atribuyen a ella el carácter narrativo. Gisele
Cossard (2007) dirá que la danza reproduce en movimientos y gestos la historia y los hechos
de los Orixás cultados por la comunidad.
El carácter comunicativo del cuerpo aparece también en la danza ritual. Esta
comunicación se da a través de elementos visuales y sonoros que siguen un patrón estético
propio del Candomblé. Estos elementos crean una especie de imagen total, compuesta por
las curas, por los trajes litúrgicos, por las danzas y por la música, que actúan directamente
sobre los sentidos y a través de ellos comunican, celebrando saberes y memorias.
El cuerpo, en este sentido, cae bajo la perspectiva pragmática de las dicotomías entre
sujeto- objeto, razón- emoción, o un sujeto-objeto. Pero se configura como una experiencia
sensorial total, sinestésica, participando de la cognición y percepción con las cuales el hombre
elabora conceptos que actúan en el universo simbólico.
No se puede considerar el cuerpo solo como un texto,
a ser leído y analizado, pues tal postura sustrae del
cuerpo sus olores, tactos, texturas, gustos, y, en
pocas palabras, su sensualidad, punto fundamental
de su experiencia en el mundo. No existe, así, la
separación cuerpo-mente, sino mas bien su unión en
una experiencia total (BARBARA, 2002:60).
El cuerpo que danza, canta, comunica y se adorna es percibido por todos los sentidos
corporales, tanto de aquellas que incorporan como de aquellas que reciben el axé de los
dioses encarnados que se movimentan en el espacio. Una sinestesia a través de la cual se da
el conocimiento.
Traducción: Nicolás Rodríguez.
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- COSTA DE PAIVA, Kate Lane; O CONHECIMENTO ENCORPORADO: ASPECTOS DA
DANÇA DOS ORIXÁS NO CANDOMBLÉ; Rio de Janeiro; 2009