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CENTRO EDUCACIONAL SANTA CLARA
Filosofía y Psicología
Prof. Susana Delgado S.

Filosofía y Psicología III°

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Medio
Guía de estudio 
IV Unidad: Individuo y Sexualidad
Curso:

Fecha de Recepción:

Selección de Texto:
Historia de la Sexualidad – 3. El cuidado de sí. Michel Foucault. Editorial Siglo XXI, España. 2006.
Capítulo II. El cultivo de sí
Se puede caracterizar brevemente ese "cultivo de Sí”, por el hecho de que el arte de la existencia -la
technêtoubiou bajo sus diferentes formas- se encuentra dominado aquí por el principio de que hay que "cuidar
de uno mismo"; es el principio de la inquietud de uno mismo el que funda su necesidad, gobierna su desarrollo
y organiza su práctica. Pero hay que precisar; la idea de que hay que aplicarse a uno mismo, ocuparse de uno
mismo (heautouepimeleisthai) es en efecto un tema muy antiguo en la cultura griega. Apareció muy pronto
como un imperativo ampliamente difundido. El Ciro del que Jenofonte pinta el retrato ideal no considera que
su existencia, al término de sus conquistas, esté por ello acabada; le falta -y es lo más precioso- ocuparse de sí
mismo: "No podemos reprochar a los dioses no haber realizado todos nuestros deseos -dice pensando en sus
victorias pasadas-, pero sí, porque ha cumplido uno grandes cosas, no puede uno ya ocuparse de sí mismo y
regocijarse con un amigo, es una dicha a la que digo adiós de buena gana”. Un aforismo lacedemonio, referido
por Plutarco, afirmaba que la razón por la que los cuidados de la tierra habían sido confiados a los ¡lotas es
que los ciudadanos de Esparta querían por su parte “ocuparse de sí mismos": sin duda era el entrenamiento
físico y guerrero lo que designaban con eso. Pero es en un sentido muy diferente como se utiliza la expresión en
el Alcibiades, donde constituye un tema esencial del diálogo: Sócrates muestra al joven ambicioso que es bien
presuntuoso de su parte querer tomar a su cargo la ciudad, darle consejos y entrar en rivalidad con los reyes de
Esparta o los soberanos de Persia, si no ha aprendido previamente lo que es necesario saber para gobernar: le
es preciso primero ocuparse de sí mismo -y en seguida, mientras es todavía joven, pues "a los cincuenta años
sería demasiado tarde". - Y en la Apología, es ciertamente en cuanto maestro del cuidado de sí como Sócrates
se presenta a sus jueces: el dios lo ha comisionado para recordar a los hombres que les es preciso preocuparse,
no de sus riquezas, no de su honor, sino de sí mismos, y de sus almas.
Ahora bien, es ese tema del cuidado de sí, consagrado por Sócrates, elque la filosofía ulterior reanudó y
terminó por colocar en el corazón de ese"arte de la existencia" que pretende ser. Es este tema el que,
desbordandosu marco de origen y separándose de sus significaciones filosóficas primeras,adquirió
progresivamente las dimensiones y las formas de un verdadero"cultivo de sí". Con esta frase hay que entender
que el principio de lainquietud de sí ha adquirido un alcance bastante general: el precepto de quehay que
ocuparse de uno mismo es en todo caso un imperativo que circula entrebuen número de doctrinas diferentes;
ha tomado también la forma de unaactitud, de una manera de comportarse, ha impregnado las formas de
vivir; seha desarrollado en procedimientos, en prácticas y en recetas que se meditan,se desarrollan, se
perfeccionan y se enseñan; ha constituido así una prácticasocial, dando lugar a relaciones interindividuales, a
intercambios ycomunicaciones y a veces incluso a instituciones; ha dado lugar finalmente acierto modo de
conocimiento y a la elaboración de un saber.
[…]
No hay pues edad para ocuparse de uno mismo. "No es nunca ni demasiadopronto ni demasiado tarde para
ocuparse de la propia alma", decía ya Epicuro:"Aquel que dice que el tiempo de filosofar no ha llegado
todavía o que hapasado ya es semejante a aquel que dice que el tiempo de la felicidad no hallegado todavía
o que ya no existe. De tal suerte que debenfilosofar el joven y el viejo, éste para que al envejecer sea joven en
bienespor la gratitud de las cosas que fueron, aquél para que, siendo joven, sea almismo tiempo un anciano
por su ausencia de temor al poi-venir." Aprender avivir toda la vida propia era un aforismo que cita Séneca y
que invita atransformar la existencia en una especie de ejercicio permanente y aun cuando es bueno empezar
pronto es importante no relajarse nunca. Aquellos a quienes Séneca o Plutarco proponen susconsejos no son ya
en efecto los adolescentes ávidos o tímidos a quienes elSócrates de Platón o el de Jenofonte incitaba a ocuparse
de sí mismos. Sonhombres. Sereno, a quien va dirigida la consulta del De tranquillitate(además del De
constantia y tal vez el De otio), es un joven parienteprotegido de Séneca: pero nada parecido a un muchacho
en curso de estudios;es, en la época del De tranquillitate, un provinciano que acaba de llegar aRoma, y que
vacila todavía sobre su carrera a la vez que sobre su modo devida, pero tiene ya tras sí cierto itinerario
filosófico: su azoro se refiereesencialmente a la manera de llevarla a término. En cuanto a Lucilio, sólotenía al
parecer unos años menos que Séneca. Es procurador en Sicilia cuandointercambian, a partir del año 62, la
correspondencia apretada en la que Séneca leexpone los principios y las prácticas de su sabiduría, le cuenta sus
propiasdebilidades y sus combates todavía inacabados, y le pide incluso a vecesayuda. Por lo demás, no se
ruboriza de decirle que a los sesenta añospasados ha ido él mismo a seguir la enseñanza de Metrónax. Son
también hombres maduros los corresponsales a quienes Plutarco dirige unostratados que no son simplemente
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Filosofía y Psicología
Prof. Susana Delgado S.

consideraciones generales sobre las virtudesy los defectos, sobre la felicidad del alma o los infortunios de
la vida,sino consejos de conducta y a menudo en función de situaciones biendeterminadas.
Este empeño de los adultos en ocuparse de su alma, su celo de escolares envejecidos al ir a buscar a los
filósofos para que les enseñen el camino de lafelicidad, irritaba a Luciano, y a muchos otros con él. Se burla
deHermótimo, al que seve por las calles farfullando las lecciones que no debe olvidar; es sinembargo bastante
mayor: desde hace ya veinte años, ha decidido no confundirmás su vida con la de los desdichados humanos, y
estima todavía en diez añoslargos el tiempo que necesita para llegar a la felicidad. Pero (lo indica élmismo un
poco más lejos) ha empezado a filosofar a los cuarenta años. Sonpues los cuarenta últimos años de su vida los
que habrá dedicado a velar porsí mismo, bajo la dirección de un maestro. Y su interlocutor Licino,
paradivertirse, finge descubrir que también para él ha llegado el momento deaprender la filosofía, puesto que
acaba justamente de cumplir cuarenta años:
"Sírveme de báculo", dice a Hermótimo, y "llévame de la mano". Como dice I.Hadot a propósito de Séneca,
toda esa actividad de dirección de conciencia esdel orden de la educación de los adultos -de la
Erwachsenerziehung.

Capítulo IV. El cuerpo
4. El trabajo del Alma
El régimen propuesto para los placeres sexuales parece estar todo él centradosobre el cuerpo: su estado, sus
equilibrios, sus afecciones, lasdisposiciones generales o pasajeras en que se encuentra aparecen como
lasvariables principales que deben determinar las conductas. Es el cuerpo encierto modo el que da su ley al
cuerpo. Y sin embargo el alma tiene su papelque desempeñar y los médicos la hacen intervenir: pues es ella la
que corresin cesar el riesgo de arrastrar al cuerpo más allá de su mecánica propia yde sus necesidades
elementales; es ella la que incita a escoger momentos que no son apropiados, a actuar en circunstancias
sospechosas, a contraponerse a las disposiciones naturales. Si los humanos necesitan un régimen que tenga en
cuenta, con tanta minucia, todos los elementos de la fisiología, la razón es que tienden sin cesar a apartarse de
ella por el efecto de sus imaginaciones, de sus pasiones y de sus amores. Hasta la edad deseable para instaurar
las relacionessexuales se encuentra emborronada tanto en las chicas como en los chicos: la educación yla
educación pueden hacer aparecer el deseo a contratiempo.
El alma razonabletiene pues un papel doble que desempeñar: le tocará fijar al cuerpo un régimen queesté
efectivamente determinado por su naturaleza propia, sus tensiones, el estado ylas circunstancias en que se
encuentra, pero no podrá fijárselo correctamentesino a condición de haber operado sobre sí misma todo un
trabajo: eliminadolos errores, reducido las imaginaciones, dominado los deseos que le hacendesconocer la
sobria ley del cuerpo. Ateneo –en quien la influencia estoicaes sensible– definede manera muy clara ese
trabajo del alma sobre sí mismacomo condición de un buen régimen somático: "Lo que conviene a los adultos
esun régimen completo a la vez del alma y del cuerpo... tratar de calmar laspropias pulsiones (horma¡) y de
hacer de suerte que nuestros deseos(prothymiai) no rebasen nuestras propias fuerzas." No se trata pues en
esterégimen de instaurar una lucha del alma contra el cuerpo, ni siquiera deestablecer medios con los que
pudiese defenderse frente a él; se trata másbien para el alma de corregirse a sí misma para poder conducir al
cuerposegún una ley que es la del cuerpo mismo.
Este trabajo es descrito por los médicos a propósito de tres elementos porlos cuales el sujeto podría verse
arrastrado más allá de las necesidadesactuales del organismo: el movimiento del deseo, la presencia de
lasimágenes, el apego al placer.
1. Ni siquiera se plantea, en el régimen médico, la eliminación del deseo.La naturaleza lo ha colocado ella
misma en todas las especies animales, comoun aguijón para excitar acada uno de los dos sexos y atraerlo hacia
el otro. Nada sería pues máscontrario a la naturaleza, nada más nocivo que querer hacer escapar
lasaphrodisia de la fuerza natural del deseo; nunca hay que intentar, porvoluntad de disipación o para
engañar al agotamiento de la edad, forzar a lanaturaleza. No tener relaciones sexuales aneuepithymein, sin
sentir deseo:tal es el consejo de Rufo en el tratado De la satiriasis. Pero ese deseo tiene dos caras: aparece en el
cuerpo y aparece en el alma. Y es en suexacta correlación donde se sitúa el problema del régimen. Hay que
hacer detal manera que, aquí y allá, sus movimientos estén coordenados y ajustadostan exactamente como
sea posible. Rufo tiene una fórmula notable: "Lo mejores que el hombre se dé a las relaciones sexuales cuando
está apremiado almismo tiempo por el deseo del alma y por la necesidad del cuerpo”.
Sucede que esa correlación natural se vea comprometida a causa del cuerpomismo. Éste se arrebata en cierto
modo solo. Nada en el alma corresponde asu excitación. Se entrega a una especie de desencadenamiento
puro. El actosexual se vuelve entonces enteramente "paroxístico", como dice Rufo. A esamisma excitación
puramente física es a la que el mismo Rufo parece referirsecuando alude a los horma¡ que acompañan a los
signos anunciadores de la maníao de la epilepsia. Es también ella la que se produce, pero bajo otra forma,en
la satiriasis o en la gonorrea: los órganos sexuales se inflaman solos, enla primera de esas enfermedades, y en la
otra, "sin acto, sin imagennocturna, una profusión de simiente sale con abundancia"; el enfermo,arrastrado por
la mecánica enloquecida de su cuerpo, se agota y "perece deconsunción al cabo de algún tiempo”.
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Pero el alma, inversamente, puede escapar de las formas y de los límites deldeseo que se manifiesta en
el cuerpo. El término que Rufo y Galeno utilizanpara designar este exceso es significativo: es doxa. El
alma, en lugar de nodirigir su atención sino a las necesidades y apremios de su cuerpo, se dejaarrastrar
por representaciones que le son propias y queno tienen ninguna correspondencia en el organismo.
Representaciones vanas yvacías (kenai). Así como el cuerpo no debe abalanzarse sin el correlativode un deseo
en el alma, ésta no debe ir más allá de lo que exige el cuerpo yde lo que dictan sus necesidades. Pero, en el
primer caso, se trata de unaenfermedad que ciertos remedios podrán tal vez corregir; en el segundo, essobre
todo un régimen moral lo que conviene aplicarse a uno mismo. Rufopropone la fórmula: "someter el alma y
hacerla obedecer al cuerpo".
Proposición paradójica, si se piensa en el tema tan tradicional de que elalma no debe dejarse arrastrar por las
solicitaciones del cuerpo. Pero hayque comprenderla en su contexto teórico y médico preciso, inspirado tal vez
por el estoicismo. La sumisión voluntaria al cuerpo debe entenderse como laescucha de una razón que ha
presidido el orden natural y dispuesto para susfines la mecánica del cuerpo. Es de esta razón natural de la que
los doxaicorren el riesgo de desviar al alma, y de suscitar deseos excedentes; haciaella es hacia donde el
régimen médico, razonable y fundado en verdad en elconocimiento de los seres vivos, debe volver la atención.
Por este concepto,el ejemplo animal que tan a menudo había servido para descalificar losapetitos del hombre
puede por el contrario constituir un modelo de conducta.Es que en su régimen sexual los animales siguen las
exigencias del cuerpo,pero nunca nada más ni nada diferente; lo que los lleva, explica Rufo, y porconsiguiente
debe guiar también a los humanos, no son los doxai, sino "lospreludios de la naturaleza que necesita
evacuación". Para Galeno, del mismomodo, los animales no se ven empujados a la unión sexual por "la
opinión"-doxa- de que "el goce es cosa buena"; no tienden a, las relaciones sexualessino "con vistas a expulsar el
esperma que los fatiga"; para ellos no haydiferencia entre lo que los incita a las relaciones sexuales y lo que "los
empuja a expulsar naturalmente ya sea los excrementos ya sea la orina".
El régimen médico propone pues una especie de animalización de laepithymia; hay que entender por eso una
subordinación tan estricta como sea posible del deseo del alma silas necesidades del cuerpo; una ética del
deseo que siga el modelo de unafísica de las excreciones, y la tendencia hacia un punto ideal, en que elalma,
purificada de todas sus representaciones vanas, no dirige ya laatención sino a la economía austera de las
evacuaciones orgánicas.
2. De ahí la desconfianza general de los médicos ante las "imágenes"(phantasiai). El tema retorna
regularmente en los tratamientos que proponen.Así Rufo a propósito de la satiriasis: la cura que sugiere tiene
dosaspectos; uno concierne a la alimentación, de la que deben excluirse todoslos alimentos que acaloran; la
otra concierne a los estímulos del alma: "Seevitarán los discursos, los pensamientos, las concupiscencias venéreas,
y porencima de todo se defenderá uno de lo que los ojos ven, sabiendo bien quetodas esas cosas, incluso en
sueños... excitan a la copulación, si se haabstenido uno del coito, después de haber comido platos suculentos y
enabundancia." Galeno, en el mismo espíritu, propuso una cura doblementecatártica a uno de sus amigos; éste
había renunciado a su actividad sexual,pero se encontraba en estado de perpetua excitación. Galeno le
aconseja enprimer lugar liberarse físicamente, excretando el esperma acumulado; despuésuna vez purificado
el cuerpo-, no dejar penetrar en el espíritu nada quepueda depositar imágenes en él: "abstenerse
completamente de espectáculos, depensamientos y de recuerdos capaces de excitar los deseos venéreos".
Esas imágenes temibles, y que suscitan en el alma deseos "vacuos", sincorrelación con las necesidades del
cuerpo, son de varios tipos. Están porsupuesto las imágenes del sueño, de las que los médicos parecen
preocuparsesobre todo cuando van acompañadas de poluciones: de ahí el consejo tan amenudo repetido de
no dormir de espaldas, de no beber ni comer demasiadoantes del sueño, de conservar el espíritu en reposo
cuando va uno a dormirse,Rufo de Éfeso hace de esto en todo caso un artículo importante en el régimende los
que están atacados de satiriasis: "Acostarse sobre el costado másbien que de espaldas…” Entre las imágenes
que han de evitarse, hayque colocar aquellas que sugieren la lectura, el canto, la música y la danzay que
vienen a insertarse en el espíritu sin que nada les corresponda enlas necesidades del cuerpo. Galeno pudo
observar así fenómenos de satiriasis en sujetos "que no apartan la idea de los placeres venéreos, como hacen
laspersonas naturalmente castas y que han practicado mucho tiempo semejantecontinencia, sino que llegan
por el contrario a representarse esos placeres aresultas de espectáculos capaces de excitarles o porque los
recuerdan. Ladiátesis que afecta al pene en esos individuos es enteramente contraria a la que se declara en las
gentes cuyo espíritu ni siquiera ha concebido la ideade los placeres venéreos." Pero hay que comprender
también, bajo estetérmino de phantasia, y conforme a un uso filosófico, las percepcionesvisuales. No sólo hay
peligro en imaginar o en rememorar las aphrodisia,sino también en percibirlas. Es un tema muy viejo del
pudor tradicional quelas aphrodisia debían desarrollarse más bien de noche y en la oscuridad queno en la
plena luz del día. Pero a este mismo precepto se le da también unvalor de régimen: al no ver, nos precavernos
contra las imágenes que podríangrabarse en el alma, permanecer en ella y regresar de manera
inoportuna.Plutarco evoca este problema a propósito del kairos, del momento de los actossexuales; entre las
razones para huir de la luz está, para él, la inquietudde evitar "las imágenes de placer" que "renuevan"
constantemente nuestrodeseo; "la noche, por el contrario, al hurtar a la vista lo que nuestrosactos pueden
comportar de deseo insaciable y de impulso frenético, desvía yadormece a la naturaleza y le impide dejarse
arrastrar por el espectáculohacia el escollo de la lujuria".
Podemos recordar aquí que la cuestión de las "imágenes" era muy debatida enla literatura amorosa. La
mirada era considerada como el vehículo más segurode la pasión; por ella se entraba en el corazón; a través
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de ella seconversaba. Propercio estima que "los escarceos de Venus pierden algo de sus encantos en
lastinieblas"; "la noche es la enemiga de Venus... Desnudo fue como Endimióndejó prendada a la
hermana de Apolo; desnuda fue también como la diosa descansó en sus brazos”. Por ello mismo, mirada,
luz, imagen seconsideraban peligrosas. Peligrosas para el rigor de las costumbres: elmismo Propercio piensa que
el impudor se propagó cuando fueron introducidaslas imágenes en las casas. Peligrosas también para el amor
mismo quepuede quedar herido por la falta de gracia de las imágenes. Ovidiorecomienda la prudencia a
quien quiera conservar el amor: "No dejes a la luzpenetrar por todas las ventanas de la alcoba; muchas partes
de nuestro cuerpoganan por no ser vistas a la plena luz." Y por este hecho mismo la imagencruel puede ser un
excelente medio de defenderse contra la pasión o inclusode desembarazarse de ella. Nada mejor, dice Ovidio
en los Remedia amoris,cuando quiere uno liberarse de un amor, que encender la luz en el momento dela
relación sexual: defectos del cuerpo, suciedades y máculas se imprimen enel espíritu y hacen nacer el asco. En la
mañana del despertar, es igualmentebueno sorprender el desorden del aseo cuando busca uno apartarse de
suamante. Hay toda una técnica de la imagen que organizar por y contra elamor. Por otra parte, uno de los
aspectos más constantes de la ética sexualdesde fines de la Antigüedad será la lucha contra las imágenes
intemas oexternas como condición y prenda de la buena conducta sexual.
3. Queda el placer del que se sabe que ha sido inscrito por la naturalezaen el proceso de las aphrodisia. ¿Puede
eliminárselo, o hacer de tal suerteque no se le sienta? Nada de eso, puesto que está ligado directamente a
losmovimientos del cuerpo y a los mecanismos de retención-erección. Sin embargoGaleno estima que puede
impedirse que ese placer seconvierta en principio de excesos en la economía de las aphrodisia. Elprocedimiento
que propone es claramente estoico: se trata de considerar queel placer no es nada más que el
acompañamiento del acto y que no hay quetomarlo nunca por una razón de cumplirlo. "Que el placer sea
algo bueno" es,como hemos visto, para Galeno, una doxa que los animales no tienen (lo cualasegura a su
comportamiento una mesura natural); en cambio, aquellos entrelos humanos que tienen semejante opinión se
exponen a buscar las aphrodisiapor el placer que proporcionan, a apegarse por consiguiente a ellas y adesear
renovarlas siempre.
Para un régimen razonable, la tarea es pues borrar el deseo como fin buscado:darse a las aphrodisia
independientemente de la atracción del placer y comosi no existiera. El único fin que la razón debe proponerse
es el que indicael estado del cuerpo, en función de sus necesidades propias de purgación."Es evidente que los
hombres castos (toussóphronas) no utilizan los placeresvenéreos por el goce que va ligado a ellos, sino para
curar una incomodidadcomo si en realidad no hubiese ningún goce." Tal es efectivamente lalección que Galeno
saca del gesto célebre de Diógenes: sin esperar siquiera ala prostituta a la que había pedido que viniese, el
filósofo se habíaliberado él mismo del humor que le estorbaba; al hacerlo así, quería, segúnGaleno, evacuar su
esperma "sin buscar el placer que acompaña a esaemisión."
Se puede observar de pasada el lugar muy discreto que ocupan la masturbacióny los placeres solitarios en esos
regímenes médicos –como de manera generalen toda la reflexión moral de los griegos y de los latinos sobre la
actividadsexual– . Cuando aparece, lo cual es bastante raro, es bajo una formapositiva: un gesto de despojo
natural que tiene valor a la vez de lecciónfilosófica y de remedio necesario. Pensemos en Dión de Prusa
refiriendo lamanera en que Diógenes, riendo, cantaba los loores del gesto que hacía enpúblico: gesto que,
hecho a su debido tiempo, hubiera hecho inútil la guerrade Troya; gesto que la naturaleza misma nos indica
en el ejemplo de lospeces; gesto razonable, pues no depende más que de nosotros mismos y nonecesitamos a
nadie para rascarnos lapierna; gesto finalmente cuya enseñanza debemos a los dioses -a Hermesprecisamente,
que dio su receta a Pan, enamorado sin esperanza de lainaccesible Eco; de Pan la habrían aprendido más
tarde los pastores. Es elgesto de la naturaleza misma, que responde, fuera de las pasiones o de losartificios y en
total independencia, a la estricta necesidad. En laliteratura occidental -a partir del monarquismo cristiano- la
masturbaciónqueda asociada a las quimeras de la imaginación y a sus peligros; es la formamisma del placer
fuera de la naturaleza que los humanos han inventado pararebasar los límites que les han sido asignados. En
una ética médicapreocupada, como la de los primeros siglos de nuestra era, de ajustar laactividad sobre las
necesidades elementales del cuerpo, el gesto de la purgasolitaria constituye la forma más estrictamente
despojada de la inutilidaddel deseo, de las imágenes y del placer.

Tarea:
1) Lee el documento entregado
2) Haz un vocabulario de todas las palabras que no entiendas y busca su significado.
3) Anota en tu cuaderno, al menos 15 preguntas de la lectura. (Cosas que no entiendas o preguntas
en general sobre la misma)
4) Vuelve a leer el documento.
5) Apunta al menos 5 ideas generales o conclusiones que obtengas del documento leído.

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  • 1. CENTRO EDUCACIONAL SANTA CLARA Filosofía y Psicología Prof. Susana Delgado S. Filosofía y Psicología III° Nombre: Medio Guía de estudio  IV Unidad: Individuo y Sexualidad Curso: Fecha de Recepción: Selección de Texto: Historia de la Sexualidad – 3. El cuidado de sí. Michel Foucault. Editorial Siglo XXI, España. 2006. Capítulo II. El cultivo de sí Se puede caracterizar brevemente ese "cultivo de Sí”, por el hecho de que el arte de la existencia -la technêtoubiou bajo sus diferentes formas- se encuentra dominado aquí por el principio de que hay que "cuidar de uno mismo"; es el principio de la inquietud de uno mismo el que funda su necesidad, gobierna su desarrollo y organiza su práctica. Pero hay que precisar; la idea de que hay que aplicarse a uno mismo, ocuparse de uno mismo (heautouepimeleisthai) es en efecto un tema muy antiguo en la cultura griega. Apareció muy pronto como un imperativo ampliamente difundido. El Ciro del que Jenofonte pinta el retrato ideal no considera que su existencia, al término de sus conquistas, esté por ello acabada; le falta -y es lo más precioso- ocuparse de sí mismo: "No podemos reprochar a los dioses no haber realizado todos nuestros deseos -dice pensando en sus victorias pasadas-, pero sí, porque ha cumplido uno grandes cosas, no puede uno ya ocuparse de sí mismo y regocijarse con un amigo, es una dicha a la que digo adiós de buena gana”. Un aforismo lacedemonio, referido por Plutarco, afirmaba que la razón por la que los cuidados de la tierra habían sido confiados a los ¡lotas es que los ciudadanos de Esparta querían por su parte “ocuparse de sí mismos": sin duda era el entrenamiento físico y guerrero lo que designaban con eso. Pero es en un sentido muy diferente como se utiliza la expresión en el Alcibiades, donde constituye un tema esencial del diálogo: Sócrates muestra al joven ambicioso que es bien presuntuoso de su parte querer tomar a su cargo la ciudad, darle consejos y entrar en rivalidad con los reyes de Esparta o los soberanos de Persia, si no ha aprendido previamente lo que es necesario saber para gobernar: le es preciso primero ocuparse de sí mismo -y en seguida, mientras es todavía joven, pues "a los cincuenta años sería demasiado tarde". - Y en la Apología, es ciertamente en cuanto maestro del cuidado de sí como Sócrates se presenta a sus jueces: el dios lo ha comisionado para recordar a los hombres que les es preciso preocuparse, no de sus riquezas, no de su honor, sino de sí mismos, y de sus almas. Ahora bien, es ese tema del cuidado de sí, consagrado por Sócrates, elque la filosofía ulterior reanudó y terminó por colocar en el corazón de ese"arte de la existencia" que pretende ser. Es este tema el que, desbordandosu marco de origen y separándose de sus significaciones filosóficas primeras,adquirió progresivamente las dimensiones y las formas de un verdadero"cultivo de sí". Con esta frase hay que entender que el principio de lainquietud de sí ha adquirido un alcance bastante general: el precepto de quehay que ocuparse de uno mismo es en todo caso un imperativo que circula entrebuen número de doctrinas diferentes; ha tomado también la forma de unaactitud, de una manera de comportarse, ha impregnado las formas de vivir; seha desarrollado en procedimientos, en prácticas y en recetas que se meditan,se desarrollan, se perfeccionan y se enseñan; ha constituido así una prácticasocial, dando lugar a relaciones interindividuales, a intercambios ycomunicaciones y a veces incluso a instituciones; ha dado lugar finalmente acierto modo de conocimiento y a la elaboración de un saber. […] No hay pues edad para ocuparse de uno mismo. "No es nunca ni demasiadopronto ni demasiado tarde para ocuparse de la propia alma", decía ya Epicuro:"Aquel que dice que el tiempo de filosofar no ha llegado todavía o que hapasado ya es semejante a aquel que dice que el tiempo de la felicidad no hallegado todavía o que ya no existe. De tal suerte que debenfilosofar el joven y el viejo, éste para que al envejecer sea joven en bienespor la gratitud de las cosas que fueron, aquél para que, siendo joven, sea almismo tiempo un anciano por su ausencia de temor al poi-venir." Aprender avivir toda la vida propia era un aforismo que cita Séneca y que invita atransformar la existencia en una especie de ejercicio permanente y aun cuando es bueno empezar pronto es importante no relajarse nunca. Aquellos a quienes Séneca o Plutarco proponen susconsejos no son ya en efecto los adolescentes ávidos o tímidos a quienes elSócrates de Platón o el de Jenofonte incitaba a ocuparse de sí mismos. Sonhombres. Sereno, a quien va dirigida la consulta del De tranquillitate(además del De constantia y tal vez el De otio), es un joven parienteprotegido de Séneca: pero nada parecido a un muchacho en curso de estudios;es, en la época del De tranquillitate, un provinciano que acaba de llegar aRoma, y que vacila todavía sobre su carrera a la vez que sobre su modo devida, pero tiene ya tras sí cierto itinerario filosófico: su azoro se refiereesencialmente a la manera de llevarla a término. En cuanto a Lucilio, sólotenía al parecer unos años menos que Séneca. Es procurador en Sicilia cuandointercambian, a partir del año 62, la correspondencia apretada en la que Séneca leexpone los principios y las prácticas de su sabiduría, le cuenta sus propiasdebilidades y sus combates todavía inacabados, y le pide incluso a vecesayuda. Por lo demás, no se ruboriza de decirle que a los sesenta añospasados ha ido él mismo a seguir la enseñanza de Metrónax. Son también hombres maduros los corresponsales a quienes Plutarco dirige unostratados que no son simplemente
  • 2. CENTRO EDUCACIONAL SANTA CLARA Filosofía y Psicología Prof. Susana Delgado S. consideraciones generales sobre las virtudesy los defectos, sobre la felicidad del alma o los infortunios de la vida,sino consejos de conducta y a menudo en función de situaciones biendeterminadas. Este empeño de los adultos en ocuparse de su alma, su celo de escolares envejecidos al ir a buscar a los filósofos para que les enseñen el camino de lafelicidad, irritaba a Luciano, y a muchos otros con él. Se burla deHermótimo, al que seve por las calles farfullando las lecciones que no debe olvidar; es sinembargo bastante mayor: desde hace ya veinte años, ha decidido no confundirmás su vida con la de los desdichados humanos, y estima todavía en diez añoslargos el tiempo que necesita para llegar a la felicidad. Pero (lo indica élmismo un poco más lejos) ha empezado a filosofar a los cuarenta años. Sonpues los cuarenta últimos años de su vida los que habrá dedicado a velar porsí mismo, bajo la dirección de un maestro. Y su interlocutor Licino, paradivertirse, finge descubrir que también para él ha llegado el momento deaprender la filosofía, puesto que acaba justamente de cumplir cuarenta años: "Sírveme de báculo", dice a Hermótimo, y "llévame de la mano". Como dice I.Hadot a propósito de Séneca, toda esa actividad de dirección de conciencia esdel orden de la educación de los adultos -de la Erwachsenerziehung. Capítulo IV. El cuerpo 4. El trabajo del Alma El régimen propuesto para los placeres sexuales parece estar todo él centradosobre el cuerpo: su estado, sus equilibrios, sus afecciones, lasdisposiciones generales o pasajeras en que se encuentra aparecen como lasvariables principales que deben determinar las conductas. Es el cuerpo encierto modo el que da su ley al cuerpo. Y sin embargo el alma tiene su papelque desempeñar y los médicos la hacen intervenir: pues es ella la que corresin cesar el riesgo de arrastrar al cuerpo más allá de su mecánica propia yde sus necesidades elementales; es ella la que incita a escoger momentos que no son apropiados, a actuar en circunstancias sospechosas, a contraponerse a las disposiciones naturales. Si los humanos necesitan un régimen que tenga en cuenta, con tanta minucia, todos los elementos de la fisiología, la razón es que tienden sin cesar a apartarse de ella por el efecto de sus imaginaciones, de sus pasiones y de sus amores. Hasta la edad deseable para instaurar las relacionessexuales se encuentra emborronada tanto en las chicas como en los chicos: la educación yla educación pueden hacer aparecer el deseo a contratiempo. El alma razonabletiene pues un papel doble que desempeñar: le tocará fijar al cuerpo un régimen queesté efectivamente determinado por su naturaleza propia, sus tensiones, el estado ylas circunstancias en que se encuentra, pero no podrá fijárselo correctamentesino a condición de haber operado sobre sí misma todo un trabajo: eliminadolos errores, reducido las imaginaciones, dominado los deseos que le hacendesconocer la sobria ley del cuerpo. Ateneo –en quien la influencia estoicaes sensible– definede manera muy clara ese trabajo del alma sobre sí mismacomo condición de un buen régimen somático: "Lo que conviene a los adultos esun régimen completo a la vez del alma y del cuerpo... tratar de calmar laspropias pulsiones (horma¡) y de hacer de suerte que nuestros deseos(prothymiai) no rebasen nuestras propias fuerzas." No se trata pues en esterégimen de instaurar una lucha del alma contra el cuerpo, ni siquiera deestablecer medios con los que pudiese defenderse frente a él; se trata másbien para el alma de corregirse a sí misma para poder conducir al cuerposegún una ley que es la del cuerpo mismo. Este trabajo es descrito por los médicos a propósito de tres elementos porlos cuales el sujeto podría verse arrastrado más allá de las necesidadesactuales del organismo: el movimiento del deseo, la presencia de lasimágenes, el apego al placer. 1. Ni siquiera se plantea, en el régimen médico, la eliminación del deseo.La naturaleza lo ha colocado ella misma en todas las especies animales, comoun aguijón para excitar acada uno de los dos sexos y atraerlo hacia el otro. Nada sería pues máscontrario a la naturaleza, nada más nocivo que querer hacer escapar lasaphrodisia de la fuerza natural del deseo; nunca hay que intentar, porvoluntad de disipación o para engañar al agotamiento de la edad, forzar a lanaturaleza. No tener relaciones sexuales aneuepithymein, sin sentir deseo:tal es el consejo de Rufo en el tratado De la satiriasis. Pero ese deseo tiene dos caras: aparece en el cuerpo y aparece en el alma. Y es en suexacta correlación donde se sitúa el problema del régimen. Hay que hacer detal manera que, aquí y allá, sus movimientos estén coordenados y ajustadostan exactamente como sea posible. Rufo tiene una fórmula notable: "Lo mejores que el hombre se dé a las relaciones sexuales cuando está apremiado almismo tiempo por el deseo del alma y por la necesidad del cuerpo”. Sucede que esa correlación natural se vea comprometida a causa del cuerpomismo. Éste se arrebata en cierto modo solo. Nada en el alma corresponde asu excitación. Se entrega a una especie de desencadenamiento puro. El actosexual se vuelve entonces enteramente "paroxístico", como dice Rufo. A esamisma excitación puramente física es a la que el mismo Rufo parece referirsecuando alude a los horma¡ que acompañan a los signos anunciadores de la maníao de la epilepsia. Es también ella la que se produce, pero bajo otra forma,en la satiriasis o en la gonorrea: los órganos sexuales se inflaman solos, enla primera de esas enfermedades, y en la otra, "sin acto, sin imagennocturna, una profusión de simiente sale con abundancia"; el enfermo,arrastrado por la mecánica enloquecida de su cuerpo, se agota y "perece deconsunción al cabo de algún tiempo”.
  • 3. CENTRO EDUCACIONAL SANTA CLARA Filosofía y Psicología Prof. Susana Delgado S. Pero el alma, inversamente, puede escapar de las formas y de los límites deldeseo que se manifiesta en el cuerpo. El término que Rufo y Galeno utilizanpara designar este exceso es significativo: es doxa. El alma, en lugar de nodirigir su atención sino a las necesidades y apremios de su cuerpo, se dejaarrastrar por representaciones que le son propias y queno tienen ninguna correspondencia en el organismo. Representaciones vanas yvacías (kenai). Así como el cuerpo no debe abalanzarse sin el correlativode un deseo en el alma, ésta no debe ir más allá de lo que exige el cuerpo yde lo que dictan sus necesidades. Pero, en el primer caso, se trata de unaenfermedad que ciertos remedios podrán tal vez corregir; en el segundo, essobre todo un régimen moral lo que conviene aplicarse a uno mismo. Rufopropone la fórmula: "someter el alma y hacerla obedecer al cuerpo". Proposición paradójica, si se piensa en el tema tan tradicional de que elalma no debe dejarse arrastrar por las solicitaciones del cuerpo. Pero hayque comprenderla en su contexto teórico y médico preciso, inspirado tal vez por el estoicismo. La sumisión voluntaria al cuerpo debe entenderse como laescucha de una razón que ha presidido el orden natural y dispuesto para susfines la mecánica del cuerpo. Es de esta razón natural de la que los doxaicorren el riesgo de desviar al alma, y de suscitar deseos excedentes; haciaella es hacia donde el régimen médico, razonable y fundado en verdad en elconocimiento de los seres vivos, debe volver la atención. Por este concepto,el ejemplo animal que tan a menudo había servido para descalificar losapetitos del hombre puede por el contrario constituir un modelo de conducta.Es que en su régimen sexual los animales siguen las exigencias del cuerpo,pero nunca nada más ni nada diferente; lo que los lleva, explica Rufo, y porconsiguiente debe guiar también a los humanos, no son los doxai, sino "lospreludios de la naturaleza que necesita evacuación". Para Galeno, del mismomodo, los animales no se ven empujados a la unión sexual por "la opinión"-doxa- de que "el goce es cosa buena"; no tienden a, las relaciones sexualessino "con vistas a expulsar el esperma que los fatiga"; para ellos no haydiferencia entre lo que los incita a las relaciones sexuales y lo que "los empuja a expulsar naturalmente ya sea los excrementos ya sea la orina". El régimen médico propone pues una especie de animalización de laepithymia; hay que entender por eso una subordinación tan estricta como sea posible del deseo del alma silas necesidades del cuerpo; una ética del deseo que siga el modelo de unafísica de las excreciones, y la tendencia hacia un punto ideal, en que elalma, purificada de todas sus representaciones vanas, no dirige ya laatención sino a la economía austera de las evacuaciones orgánicas. 2. De ahí la desconfianza general de los médicos ante las "imágenes"(phantasiai). El tema retorna regularmente en los tratamientos que proponen.Así Rufo a propósito de la satiriasis: la cura que sugiere tiene dosaspectos; uno concierne a la alimentación, de la que deben excluirse todoslos alimentos que acaloran; la otra concierne a los estímulos del alma: "Seevitarán los discursos, los pensamientos, las concupiscencias venéreas, y porencima de todo se defenderá uno de lo que los ojos ven, sabiendo bien quetodas esas cosas, incluso en sueños... excitan a la copulación, si se haabstenido uno del coito, después de haber comido platos suculentos y enabundancia." Galeno, en el mismo espíritu, propuso una cura doblementecatártica a uno de sus amigos; éste había renunciado a su actividad sexual,pero se encontraba en estado de perpetua excitación. Galeno le aconseja enprimer lugar liberarse físicamente, excretando el esperma acumulado; despuésuna vez purificado el cuerpo-, no dejar penetrar en el espíritu nada quepueda depositar imágenes en él: "abstenerse completamente de espectáculos, depensamientos y de recuerdos capaces de excitar los deseos venéreos". Esas imágenes temibles, y que suscitan en el alma deseos "vacuos", sincorrelación con las necesidades del cuerpo, son de varios tipos. Están porsupuesto las imágenes del sueño, de las que los médicos parecen preocuparsesobre todo cuando van acompañadas de poluciones: de ahí el consejo tan amenudo repetido de no dormir de espaldas, de no beber ni comer demasiadoantes del sueño, de conservar el espíritu en reposo cuando va uno a dormirse,Rufo de Éfeso hace de esto en todo caso un artículo importante en el régimende los que están atacados de satiriasis: "Acostarse sobre el costado másbien que de espaldas…” Entre las imágenes que han de evitarse, hayque colocar aquellas que sugieren la lectura, el canto, la música y la danzay que vienen a insertarse en el espíritu sin que nada les corresponda enlas necesidades del cuerpo. Galeno pudo observar así fenómenos de satiriasis en sujetos "que no apartan la idea de los placeres venéreos, como hacen laspersonas naturalmente castas y que han practicado mucho tiempo semejantecontinencia, sino que llegan por el contrario a representarse esos placeres aresultas de espectáculos capaces de excitarles o porque los recuerdan. Ladiátesis que afecta al pene en esos individuos es enteramente contraria a la que se declara en las gentes cuyo espíritu ni siquiera ha concebido la ideade los placeres venéreos." Pero hay que comprender también, bajo estetérmino de phantasia, y conforme a un uso filosófico, las percepcionesvisuales. No sólo hay peligro en imaginar o en rememorar las aphrodisia,sino también en percibirlas. Es un tema muy viejo del pudor tradicional quelas aphrodisia debían desarrollarse más bien de noche y en la oscuridad queno en la plena luz del día. Pero a este mismo precepto se le da también unvalor de régimen: al no ver, nos precavernos contra las imágenes que podríangrabarse en el alma, permanecer en ella y regresar de manera inoportuna.Plutarco evoca este problema a propósito del kairos, del momento de los actossexuales; entre las razones para huir de la luz está, para él, la inquietudde evitar "las imágenes de placer" que "renuevan" constantemente nuestrodeseo; "la noche, por el contrario, al hurtar a la vista lo que nuestrosactos pueden comportar de deseo insaciable y de impulso frenético, desvía yadormece a la naturaleza y le impide dejarse arrastrar por el espectáculohacia el escollo de la lujuria". Podemos recordar aquí que la cuestión de las "imágenes" era muy debatida enla literatura amorosa. La mirada era considerada como el vehículo más segurode la pasión; por ella se entraba en el corazón; a través
  • 4. CENTRO EDUCACIONAL SANTA CLARA Filosofía y Psicología Prof. Susana Delgado S. de ella seconversaba. Propercio estima que "los escarceos de Venus pierden algo de sus encantos en lastinieblas"; "la noche es la enemiga de Venus... Desnudo fue como Endimióndejó prendada a la hermana de Apolo; desnuda fue también como la diosa descansó en sus brazos”. Por ello mismo, mirada, luz, imagen seconsideraban peligrosas. Peligrosas para el rigor de las costumbres: elmismo Propercio piensa que el impudor se propagó cuando fueron introducidaslas imágenes en las casas. Peligrosas también para el amor mismo quepuede quedar herido por la falta de gracia de las imágenes. Ovidiorecomienda la prudencia a quien quiera conservar el amor: "No dejes a la luzpenetrar por todas las ventanas de la alcoba; muchas partes de nuestro cuerpoganan por no ser vistas a la plena luz." Y por este hecho mismo la imagencruel puede ser un excelente medio de defenderse contra la pasión o inclusode desembarazarse de ella. Nada mejor, dice Ovidio en los Remedia amoris,cuando quiere uno liberarse de un amor, que encender la luz en el momento dela relación sexual: defectos del cuerpo, suciedades y máculas se imprimen enel espíritu y hacen nacer el asco. En la mañana del despertar, es igualmentebueno sorprender el desorden del aseo cuando busca uno apartarse de suamante. Hay toda una técnica de la imagen que organizar por y contra elamor. Por otra parte, uno de los aspectos más constantes de la ética sexualdesde fines de la Antigüedad será la lucha contra las imágenes intemas oexternas como condición y prenda de la buena conducta sexual. 3. Queda el placer del que se sabe que ha sido inscrito por la naturalezaen el proceso de las aphrodisia. ¿Puede eliminárselo, o hacer de tal suerteque no se le sienta? Nada de eso, puesto que está ligado directamente a losmovimientos del cuerpo y a los mecanismos de retención-erección. Sin embargoGaleno estima que puede impedirse que ese placer seconvierta en principio de excesos en la economía de las aphrodisia. Elprocedimiento que propone es claramente estoico: se trata de considerar queel placer no es nada más que el acompañamiento del acto y que no hay quetomarlo nunca por una razón de cumplirlo. "Que el placer sea algo bueno" es,como hemos visto, para Galeno, una doxa que los animales no tienen (lo cualasegura a su comportamiento una mesura natural); en cambio, aquellos entrelos humanos que tienen semejante opinión se exponen a buscar las aphrodisiapor el placer que proporcionan, a apegarse por consiguiente a ellas y adesear renovarlas siempre. Para un régimen razonable, la tarea es pues borrar el deseo como fin buscado:darse a las aphrodisia independientemente de la atracción del placer y comosi no existiera. El único fin que la razón debe proponerse es el que indicael estado del cuerpo, en función de sus necesidades propias de purgación."Es evidente que los hombres castos (toussóphronas) no utilizan los placeresvenéreos por el goce que va ligado a ellos, sino para curar una incomodidadcomo si en realidad no hubiese ningún goce." Tal es efectivamente lalección que Galeno saca del gesto célebre de Diógenes: sin esperar siquiera ala prostituta a la que había pedido que viniese, el filósofo se habíaliberado él mismo del humor que le estorbaba; al hacerlo así, quería, segúnGaleno, evacuar su esperma "sin buscar el placer que acompaña a esaemisión." Se puede observar de pasada el lugar muy discreto que ocupan la masturbacióny los placeres solitarios en esos regímenes médicos –como de manera generalen toda la reflexión moral de los griegos y de los latinos sobre la actividadsexual– . Cuando aparece, lo cual es bastante raro, es bajo una formapositiva: un gesto de despojo natural que tiene valor a la vez de lecciónfilosófica y de remedio necesario. Pensemos en Dión de Prusa refiriendo lamanera en que Diógenes, riendo, cantaba los loores del gesto que hacía enpúblico: gesto que, hecho a su debido tiempo, hubiera hecho inútil la guerrade Troya; gesto que la naturaleza misma nos indica en el ejemplo de lospeces; gesto razonable, pues no depende más que de nosotros mismos y nonecesitamos a nadie para rascarnos lapierna; gesto finalmente cuya enseñanza debemos a los dioses -a Hermesprecisamente, que dio su receta a Pan, enamorado sin esperanza de lainaccesible Eco; de Pan la habrían aprendido más tarde los pastores. Es elgesto de la naturaleza misma, que responde, fuera de las pasiones o de losartificios y en total independencia, a la estricta necesidad. En laliteratura occidental -a partir del monarquismo cristiano- la masturbaciónqueda asociada a las quimeras de la imaginación y a sus peligros; es la formamisma del placer fuera de la naturaleza que los humanos han inventado pararebasar los límites que les han sido asignados. En una ética médicapreocupada, como la de los primeros siglos de nuestra era, de ajustar laactividad sobre las necesidades elementales del cuerpo, el gesto de la purgasolitaria constituye la forma más estrictamente despojada de la inutilidaddel deseo, de las imágenes y del placer. Tarea: 1) Lee el documento entregado 2) Haz un vocabulario de todas las palabras que no entiendas y busca su significado. 3) Anota en tu cuaderno, al menos 15 preguntas de la lectura. (Cosas que no entiendas o preguntas en general sobre la misma) 4) Vuelve a leer el documento. 5) Apunta al menos 5 ideas generales o conclusiones que obtengas del documento leído.