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Boletín Nº 1- Agosto de 2015
La historia de la lucha de nuestro pueblo
Producido por el gabinete de historia de Puel mapu
Pu Lof en Resistencia – Cushamen
Kiñe rakizuam kiñe weichan
Introducción
A fin de hacer conocer a nuestros hermanos y hermanas del pueblo
mapuche –tewelche y a la comunidad en general los sucesos
judicializados por haber recuperado una porción de nuestro territorio
ancestral alambrado por la multinacional Benetton en 2005, nos
vemos en la necesidad de narrar nuestra visión sobre la llamada
“Conquista del desierto”, la masacre de nuestros pueblos y el
posterior reparto de la tierra a los ricos, a los militares de rango y a los
extranjeros; en oposición a todo lo que se ha construido en el
imaginario popular a través de textos escolares y de historia
académica utilizados para enterrar nuestro pensamiento y nuestra
cultura. Para intentar cambiar ese imaginario dominante impuesto
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desde la escuela, la iglesia, las leyes y la represión, debimos-de un
modo insoslayable- acudir a los textos de los vencedores, a sus
diarios de guerra y a frases racistas históricas- que aún predominan en
el pensamiento de jueces y fiscales que persiguen y criminalizan
nuestras acciones de recuperación de territorios ancestrales, por
derecho propio y aún por sus propias leyes que dictan y declaman los
políticos en sus campañas proselitistas y que después “cajonean” u
ocultan para seguir siendo funcionales al poder dominante.
Sobre nuestro primer longko
Ñankuche Nawelkir fue
nuestro primer longko. Él,
como tantos otros longkos
vencidos por las tropas de
Roca, sufrió junto a sus peñi,
lamuen y reiñma, el abuso del
vencedor, el desarraigo y el
confinamiento, lejos de donde
tenían su territorio ancestral.
La historia del wingka nos ha
querido entregar la imagen de
un longko débil y amigo de sus
represores luego de la prisión
que sufrió con toda su gente
durante siete años por su lucha contra los invasores. También lo
califican como “indio chileno”, imponiéndole una nacionalidad que
no le pertenece a él, ni a ningún mapuche de Ngulu mapu o de Puel
mapu que ha luchado contra la invasión del wingka: No somos
argentinos ni chilenos: Somos gente de la tierra. Esa fue una consigna
de los militares de la época, de los historiadores de antaño y de los
actuales, utilizada para ocultar la verdadera invasión de terrateniente
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extranjeros, europeos, gringos y de la provincia de Buenos Aires que
aún antes de que se nos arrebatara la tierra, ya tenían listas sus leyes y
los títulos para regalar nuestra tierra a los ingleses.
El invasor
Con el avance de las
tropas de Conrado
Villegas- el sucesor de
Roca en el avance
hacia las tierras de
nuestros abuelos- la
resistencia de los
antiguos longkos se
hacía cada vez más difícil debido a que los wingka venían armados
con fusiles remington de largo alcance y cañones. Por otra parte, los
invasores sabían que luego de más de tres siglos de lucha, nuestra
población en Patagonia se había reducido a menos de 50.000
habitantes, que era de donde provenían los brazos que luchaban con
lanza y boleadoras contra el fuego de los fusiles y los cañones. Los
wingka en cambio, tenían ya una población de millones de habitantes
gracias a la inmigración europea fomentada por el gobierno de Buenos
Aires y algunas provincias como Santa Fe, Entre Ríos, y Córdoba. De
allí y del gauchaje pobre, sacaban los soldados para atacarnos en tanto
que, si no lo hacían por su voluntad, eran obligados por sus leyes de
leva. A pesar de su ventaja, la resistencia ofrecida por nuestros
antiguos fue más fuerte de la que ellos esperaban y “No fue un
paseo”-según los han expresado ellos mismos. Uno de sus héroes
nacionales que fue el primer presidente de la Nación Argentina en
1862, dijo que “la lucha contra los crinudos” iba a durar al menos
300 años. Y no se equivocó porque aquí estamos, todavía de pie
resistiendo.
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Las primeras grandes pérdidas
Ya en 1878, un año antes de que se iniciara la gran invasión llamada
“conquista del desierto”, Roca había logrado vencer a muchos
grandes longkos como Epugner y Pincén, logrando que Namunkurá y
Baigorrita tomaran el camino del exilio hacia las tierras del Longko
Sayweke- hijo de Chokorí.
La campaña de Villegas contra nuestro territorio se inició en marzo de
1881, con tres divisiones integradas por 1.650 hombres armados de
fusiles de repetición. Estas fuerzas de represión buscaban capturar o
matar a los longkos Rewke Kurá, Namunkurá, Albarito Rewmay,
Leupú, Zúñiga, Udalman, Baigorrita y Sayweke. Bajo la autoridad de
Sayweke estaban los longkos que después de derrotados,
encarcelados, torturados y obligados a trabajar en la construcción de
fortines y casas de los wingka, fueron arrojados, con lo que les quedó
de su hacienda y parientes que sobrevivieron a la esclavitud y a la
masacre, a los lugares más fríos, más inhóspitos y menos productivos
de Neuquén, Kurru Leufu y Chubut. Entre ellos estaban Ñankucheu;
Fogyel; Inakayal; Puelman; Purrán; Nawelpan; Shailfutian y nuestro
primer longko…
Ñankuche Nawelkir
Nuestro primer longko cayó
prisionero en 1883 junto a su
hermano Facundo y toda la gente
que lo seguía. Estuvieron
prisioneros hasta 1890. Los winka
lo han querido mostrar como
“amigo de los invasores” y
destacan el hecho de que fue
bautizado en 1887- a cuatro años de
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su derrota y cautiverio- sin considerar que esas decisiones eran
tomadas en conjunto con los ancianos, la familia y los weichafe
prisioneros y era, básicamente, una estrategia de sobrevivencia para
proteger a la familia. ¿O acaso no saben que el cacique Martín
Platero, desde que salió de la provincia de Buenos Aires con toda su
familia se dejó bautizar tres veces por los misioneros que venían con
las tropas de Roca? Este cacique se les escapó siempre con su astucia
e inteligencia, a todos los milicos que lo tomaban prisioneros. La
última vez que lo hizo, fue aquí en Chubut, cuando El Coronel
Fontana y los Rifleros lo apresaron con toda su familia y lo obligaron
a guiarlos para llegar al Río Senguer y a los lagos cordilleranos que
después los invasores bautizaron con sus nombres. Esta estrategia de
presunta sumisión fue la que salvó a cientos de comunidades de
nuestro pueblo que hoy empiezan a despertar para reclamar lo que les
fue robado.
La
prisión
Los propios
historiadores
wingkas se
conduelen de
las condiciones de cautiverio de Ñankuche y su gente: “Se los
hacinaba en campos de concentración en Valcheta, Conesa y
Carmen de Patagones (…) dividiendo a las familias (…) se repartían
los niños y las mujeres como esclavos y a los hombres se los enviaba
a trabajar como mano de obra esclava a los ingenios azucareros de
Tucumán o a las fuerzas armadas” (Roca y su familia eran de
Tucumán) “ En Río Negro (Kurru Leufu) Ñankuche y su gente
fueron obligados a construir un canal de riego a pico y pala, que
aún se conoce como “canal de los milicos”
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El robo de ganado a nuestros abuelos
La historia y la literatura del wingka han folklorizado y popularizado
la idea de que la única ocupación de nuestra gente antigua, fue el
“robo de su ganado”. Nunca han reconocido que el ganado cimarrón
de las pampas y Patagonia, era de quien pudiera domesticarlo. ¿O
acaso fueron ellos los que nos enseñaron a comunicarnos con los
animales? ¿O acaso han descubierto cómo fue que nuestros ancestros
se acercaron por primera vez a un potro en plena pampa y lo
domesticaron sin necesidad de castrarlo, hasta convertirlo en su
compañero más fiel? ¡Y sin necesidad de maltratarlos con espuelas ni
rebencazos!
También nos han estigmatizado como cuatreros cuando llevábamos
arreos de más de 500.000 vacas avanzando por las rastrilladas de la
pampa para negociar con los chilenos. ¿Acaso los wingkas de Buenos
Aires permitieron alguna vez que un arriero de Mendoza o de otra
provincia llevara ganado para sacar por el único puerto que existía y
que estaba en poder de ellos? Si no se los permitía a los wingkas,
menos iba a permitírselo a nuestros ancestros ganaderos. Ellos nos han
acusado de robar las vacas que pastaban en todo el territorio desde
1540. En un sencillo estudio hecho con sus partes de guerra en 1881,
producidos por Villegas, vamos a demostrarles cuánto nos robaron en
menos de dos meses de campaña.
Los números
Apenas iniciada la campaña contra los territorios patagónicos,
Villegas informa en junio de 1881, que en el primer ataque “ha
tomado 187 vacas; 25 caballos y 1.100 ovejas” Preste atención peñi,
lamuen, como el militar cambia el verbo wingka “robar” por el verbo
“tomar”. Como verá, ellos nunca robaban sino que “tomaban” o
“repatriaban”, como si los animales tuvieran nacionalidad.
Seguimos: En abril de ese mismo año, la segunda Brigada militar
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había robado “4.000 ovejas; 800 vacas y 800 yeguarizos”. La tercera
Brigada, por su parte, robó “730 vacas; 1.500 yeguarizos y 1.476
ovejas”. En Caleufú, el mismo mes robaron, después de haber matado
a más de cien personas: “2.325 yeguarizos; 1.717 vacunos y 6.576
ovejas”. ¡En total en menos de un mes robaron 20.130 animales que
pertenecían a nuestros abuelos!
Orgullo nacional
El robo a nuestros ancestros
era considerado un orgullo
por parte de los militares
wingka invasores. Villegas le
escribe a su jefe Victorica,
jactándose de cómo había
recuperado las pérdidas del
dinero público invertido para
llevar a cabo su conquista; decía: “Toda esta operación ha costado a
la Nación la pérdida de 8.490 pesos fuertes (…) la economía por
carne “tomada” a los indios y animales yeguarizos “repatriados”
representan un valor de 37.007, 12 pesos fuertes (…) quedan a favor
del tesoro nacional 28.517 pesos fuertes”. Después explica el reparto
realizado entre los jefes, oficiales y los hombres de tropa, algunos de
cuyos nombres pasaron a integrar las listas de ganaderos en los
territorios ancestrales e integraron sus oligárquicas Sociedades
Rurales. Todo a costa de los animales y del territorio de nuestros
abuelos. Dice en un párrafo: “En esta economía no se cuentan los
650 caballos dados a los jefes, oficiales y tropa (…) la hacienda
vacuna y caballar no consumida, ha sido distribuida entre gefes y
oficiales por mi autorización…” ¡Por lo tanto tenemos que sumar al
número de animales robados los 650 caballos, con lo que tendríamos
la suma de 20.780 animales robadas a nuestras antiguas familias!
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Recomendación final
¡Peñi, lamuen: guarde este boletín y vaya sumando el robo al que han
sometido a nuestro pueblo desde que el wingka pisó Wall Mapu. Verá
al final del recuento que el propio archivo histórico del invasor nos
aporta, estaremos en condiciones de revertir la carga de la prueba y de
levantarnos con dignidad para exigir el reclamo de todo el territorio
ancestral, más la hacienda que nos deben!
Boletín producido por el
Gabinete de Investigación
histórica del Puel Mapu
Pu Lof en resistencia del
Departamento Cushamen