El documento discute la importancia de ver las "travesuras" de los niños no como malas conductas sino como manifestaciones de su curiosidad e interés por el conocimiento. Propone definir las travesuras como el espacio entre la curiosidad infantil y la conducta esperada, y orientarlas para fomentar el pensamiento científico. También analiza cómo el sistema educativo mexicano no se ha adaptado a la sociedad del conocimiento, centrándose demasiado en la memorización en lugar de promover el pensamiento crítico y la solución de problemas.