Este documento presenta el prólogo del libro "Musarañas. Programa de intervención con niños de la calle". En él, los autores resumen su experiencia de 10 años implementando un nuevo enfoque educativo con niños de la calle en Bogotá, Colombia. Explican que su modelo se basa en principios de libertad, ambiente acogedor y trabajo productivo, en contraste con los modelos tradicionales represivos. Además, ven el problema de los niños de la calle como resultado de factores socioeconómicos estructurales más que de pat
Musarañas - Programa de intervencion con niños de la calle
1.
2.
3. M u s a r a ñ a s
P r o g r a m a d e i n t e r v e n c i ó n
c o n n i ñ o s d e l a c a l l e
4.
5. Javier De Nicoló,
Irenarco Ardila, Camilo Castrellón y Germán Mariño
M u s a r a ñ a s
P r o g r a m a d e i n t e r v e n c i ó n
c o n n i ñ o s d e l a c a l l e
8. El contenido del texto es responsabilidad
exclusiva de los autores y no representa
necesariamente el pensamiento de la
Fundación Servicio Juvenil, del Fondo de
las Naciones Unidas para la Infancia o del
Instituto Distrital para la Protección de la
Niñez y la Juventud.
Todos los derechos reservados. Esta
publicación no puede ser reproducida
total o parcialmente por cualquier medio
o procedimiento sin previa autorización
escrita de los titulares.
10. Ta b l a d e c o n t e n i d o
Nota editorial 9
Tabla de contenido 10
Libro primero
Musarañas 13
Prólogo 17
Primera Parte. Los muchachos de la calle 23
I Los gamines 24
II Las causas 25
III El proceso de gaminización 26
Segunda Parte. Nuestra respuesta 29
I ¿Qué es el programa? 30
II El Programa frente a los sistemas de
educación especial 32
III Descripción general del programa 34
Tercera Parte. Recorriendo el Programa 39
I La calle-calle y Operación Amistad 40
II La Once 70
III Liberia 83
IV Bosconia 100
V Chibchalá 135
11. VI La Arcadia 145
VII La Florida 161
VIII La Industria Juvenil 238
IX Un nuevo comienzo 244
Cuarta parte. Rupturas y consignas 259
I Rupturas respecto a los modelos clásicos de reeducación 260
II Consignas del Programa Bosconia-La Florida 297
Libro segundo
El niño de la calle, ¿qué hacer? Musarañas II 315
Prólogo 318
Historias de Javier 320
Introducción 322
I Un sueño. Lo que debes hacer 324
II Etiología del problema callejero 331
III Droga y otros problemas callejeros 338
IV Criterios filosóficos y pedagógicos del
Programa Bosconia 345
V El tren de los cinco vagones 358
VI La escalera de los seis peldaños 361
VII Logros y resultados 378
VIII Consideraciones finales 382
IX Testimonios 385
Anexos 403
I Argot de los niños de la calle 404
II Apodos más corrientes entre niños
de la calle 426
Bibliografía 431
15. A nuestros estupendos muchachos que nos han aceptado
como educadores, a los abnegados colaboradores y a todos los
bogotanos que se esfuerzan por comprender y ayudar a los
traviesos muchachos de la calle.
16. Nota:
Los autores queremos destacar que hemos programado y vivido intensamente la experiencia
educativa que se presenta en esta obra.
17. 17
P r ó l o g o
Con profunda alegría vemos que nuestros planteamientos educativos de hace
diez años han ido desfondando las puertas de los reformatorios y se han vuelto
casi “consignas oficiales”. No se trata de petulancia, sino de presentar sobre todo a
quienes están seriamente empeñados en el advenimiento de la “educación nueva”,
un ejemplo de lo que puede una experiencia innovadora, por más modesta que sea.
Consideremos que esta estrategia de la causa ejemplar es válida pese a las resistencias
que engendra, como es lógico que ocurra siempre que aparece un intento de cambio.
En noviembre de 1979 participamos en Bombay, India, en un seminario sobre
“muchachos socialmente desamparados”, organizado por el Bureau International
Catholique de l´enfance. Allí se presentaron tres experiencias que eran muestras de
una nueva concepción educativa en la recuperación del muchacho callejero: Unaugu
de Nairobi, África; Snehasadan de Bombay, Asia y el Programa Bosconia-La Florida
de Bogotá. Curiosamente, como si hubiera existido un acuerdo previo, en tres
continentes distintos, tres experiencias educativas reconocidas por muchos como
válidas, presentaban las mismas consignas de libertad, trabajo y ambiente acogedor.
Los hechos anteriores, una década de trabajo y el Año Internacional del Niño
(1979), han alentado la decisión de divulgar, mediante una publicación, nuestro
trabajo con los muchachos de la calle para tratar de replantear el fenómeno del
“gaminismo” en su etiología, prevención y tratamiento.
Nos parece que hay ya cierto consenso comunitario que el gaminismo es un
problema estructural, socioeconómico, muy relacionado por lo tanto, con el
desempleo, los bajos salarios, la falta de vivienda, de salud, de educación, el desarraigo
producido por la migración rural, etc.
Así se desprende fácilmente un nuevo concepto de prevención: sólo un digno nivel
de vida que dé a la juventud oportunidad de llegar al matrimonio con educación,
afecto y empleo, puede impedir la proliferación de parejas que sigan arrojando
gamines.
Esta consideración hasta hace poco no era tan obvia. Muchos explicaban el
fenómeno del gaminismo únicamente en términos de patología cerebral y hormonal,
de herencia biológica, de irresponsabilidad de los padres.
No desconocemos que como causas próximas del fenómeno gaminismo pueden
aparecer éstos y otros factores parecidos. Inclusive, reconocemos en esta etiología
18. 18
todas las infecciones de nuestra época con sus medios de comunicación al servicio de
la explotación, con sus “criminales de cuello blanco” como diría Tomás Moro, con
sus conflictos de culturas; en fin, con su explícita ideología criminógena.
Pero que los factores anotados representen las causas profundas, no. Lo que está
en la base es la enorme indigencia económica y cultural, propia de una sociedad
injusta.
Por otra parte, queremos también cuestionar lo que nuestra sociedad ha
considerado atención “curativa” al muchacho desadaptado. Hoy más que nunca
resulta evidente que no se puede educar allí donde falta la libertad.
¿Hasta qué punto los reformatorios, con su estructura autoritaria represiva,
garantizan la libertad a la que tiene derecho todo ser humano, y más un niño? ¿Hasta
qué punto las obras tradicionales salvan el componente afectivo que debe tener todo
proceso de educación?
Nuestro punto de vista es que para educar se necesita libertad, un ambiente
excepcionalmente acogedor y trabajo productivo.
Siempre hemos descreído de los equipos técnicos y los aparatos terapéuticos
que pretenden hacer labor eficaz en los represivos, sórdidos y mustios ambientes de
reformatorio. ¿En un lugar en donde a un niño no se le permite vivir su libre, sana y
alegre vida de niño, no es acaso cinismo ofrecerle tratamiento terapéutico?
El ambiente puede tanto como la herencia. Nuestro muchacho, a pesar de su triste
historia, sigue siendo un ser emergente siempre que haya una adecuada interacción
afectiva con el ambiente que lo rodea.
Esto supone desmasificar, crear pequeños grupos, constituir los elementos de
una casa-familia. Y no se trata de hacerle creer que vamos a reconstruir la familia
propiamente dicha. Sencillamente es hacerle entender que lo que han perdido es
importante y que con su colaboración podemos crear una situación igualmente
válida: vivir en un pequeño grupo de coetáneos, libremente aceptado.
La enfermedad de la no relación, que es la de nuestro muchacho, no se cura
creando una relación artificial y mistificada, sino valorizando las otras relaciones
posibles en este período, pues el sentido de la propia identidad sólo se adquiere en la
espontaneidad de la relación con los demás.
Lo importante es hacerle entender que llegamos a ser personas gracias al favor del
otro: si el otro me determina, me habla, me promueve, me ama.
Y el adulto, ¿qué papel desempeñaría en este grupo? El más adecuado de acuerdo
con sus aptitudes y personalidad. Lo importante es que su acción no signifique
represión sino amistad, servicio, liberación. De él depende, sobre todo, que el grupo
se presente como muy simpático, alegre, valioso y no como un ghetto o clínica de
subvalorados, humillados, estigmatizados.
Creemos además que la salvación social de nuestros muchachos depende en muy
buena parte de los mismos muchachos. La situación histórica lo exige. La juventud
19. 19
ha sido conducida por los mayores a un callejón sin salida y desconfía de la escala de
valores que le ofrecen, porque no están en condiciones de justificarla.
Dejemos que los jóvenes se lancen a la búsqueda. Ellos aceptan nuestra
colaboración si ven que nuestra oferta es sincera y humilde.
Con satisfacción hacemos notar que es precisamente en Bogotá, una ciudad
famosa por el fenómeno del gaminismo, la que está promoviendo experiencias
educativas como ésta del Programa Bosconia-La Florida, que supone una seria puesta
al día en el campo pedagógico.
Sobra decir que en forma indiscutible merece un reconocimiento el Gobierno
Distrital de Bogotá porque no sólo ha facilitado los recursos económicos, sino
porque se ha puesto en la singular tarea de favorecer, con todos los medios posibles,
la investigación científica acerca del gaminismo y el nacimiento de una respuesta que
por sus consistencia puede ser aprovechada también por otras ciudades.
Agradecemos al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, a Unicef, a
la Fundación Interamericana y a muchos amigos que han hecho posible la
publicación de este libro y presentarlo como merecen nuestros muchachos, quienes
desafortunadamente parece que no tuvieran derecho a nada digno, ni siquiera en la
prensa que habla de ellos.
Intencionalmente hemos buscado una presentación que pudiera suscitar interés y
simpatía por el tema del muchacho callejero. Creemos que así estamos colaborando
en lo fundamental: una nueva concepción y una nueva actitud frente a este problema.
Queremos hacer notar que para nosotros lo más valioso no son tanto las opiniones
que este libro ofrece cuanto la experiencia que lo sustenta. En ese sentido son autores
del mismo, todos los educadores que integran el equipo del Programa. Desde
luego, con distinta categoría; los de mayor mérito son los que pueden aducir mayor
abnegación, búsqueda y eficiencia educativa.
Terminamoshaciendonotarquegraciasanuestradecididaconsignadeautogestión
a todo nivel, el libro es fruto de la reflexión comunitaria de un grupo de personas
muy empeñadas en el cambio. Con ellos hemos trabajado y reflexionado sobre el
muchacho callejero y sobre el Programa Bosconia-La Florida. De allí nacieron estas
páginas que expresan nuestra labor educativa.
Javier De Nicoló
20.
21. Los muchachos de la calle viven en una fiesta permanente.
El programa pretende continuarla.
22.
23. P r i m e r a p a r t e
L o s m u c h a c h o s d e l a c a l l e
24. 24
Capítulo I
Los gamines
Son aquellos muchachos que pasan las 24 horas del día en la calle vagabundeando,
pidiendo limosna o robando. Apeñuscados a la intemperie, cubiertos con cartones y
periódicos, buscan resolver el problema del frío. Vagan en grupos llamados galladas
y se caracterizan por el argot o jerga que usan.
Generalmente llevan ropa ancha y andrajosa; en ella esconden lo que roban, y con
ella provocan la caridad pública. Son muchachos sin familia, pues aunque tengan
en algún lugar a sus padres es como si no los tuvieran. No conocen su apoyo ni
económico, ni moral, ni afectivo.
El gamín es un muchacho que trata de dar una respuesta a la situación de pobreza
y desamparo afectivo en que ha vivido, independizándose. En el fondo es éste un
gesto de superación.
Entre una miseria sin libertad como la que vivía en su seudohogar y una miseria
con libertad, como se vive en la calle, el muchacho ha optado por la segunda.
25. 25
Capítulo II
Las causas
El fenómeno del muchacho de la calle ha sido objeto de muchos estudios. Es un
problema social que se presta, como tantos otros, a la especulación y a la elaboración
de tesis de grado. En nuestra sociedad la misma pobreza se ha convertido en una
mercancía, tanto a nivel de estudios como de “soluciones”.
El muchacho de la calle es temática de comentarios no sólo en ambientes académicos
y políticos sino en reuniones sociales. Temática tan obligada como la del mal tiempo,
la de alza en el costo de la vida, la de la inseguridad.
Y sin embargo, a pesar de tantos discursos, sólo se ha llegado a estereotipos y a
ideas vagas sobre la verdadera naturaleza del problema:
“Los gamines son producto de la explosión demográfica”.
“Decir gamín es decir irresponsabilidad de los padres”.
“Echar hijos al mundo es fruto de la ignorancia y la bebedera del
pueblo”.
“A eso llega la prostitución en las ciudades”.
“¿Gamines? Enfermos mentales”.
“Miren lo que hace el éxodo campesino y el contagio urbano”.
“Estos niños nos dicen que nuestra sociedad no es cristiana y que la
ley es ineficaz frente a la delincuencia”.
“Sin duda la doble jornada escolar es la causa del gaminismo”.
Creemos que el gaminismo tiene como causa aparente la descomposición de la
familia pero que la causa determinante es la estructura social. Es decir, que no podemos
resolver el problema del gaminismo mientras no hayan resuelto los problemas del
desempleo, desnutrición, insalubridad, falta de vivienda y de educación.
Tal vez se piense que con este planteamiento no se llega a ninguna parte y que lo
único válido es luchar por el cambio del sistema vigente. Entonces vendría la pregunta:
¿qué hacer con el muchacho concreto que te roba, que se ve obligado a mendigar a
las salidas de cine, que vaga desprotegido e insidiante? ¿Mirarlo despreocupadamente
prometiéndole un lejano paraíso socialista?
26. 26
Capítulo III
El proceso de gaminización
Hay diferentes momentos en el hacerse gamín. Un muchacho no se hace gamín
de un día para otro. Hay hitos del proceso: el pregamín, el gamín de barrio, el gamín
de “olla”, el predelincuente.
Pregamín
Es aquel muchacho que por la mañana va a la escuela y por la tarde se dedica a
rondar por el sector en compañía de sus amigos y sólo por la noche regresa a casa.
En muchos casos la mamá se va a trabajar, por ejemplo a lavar ropa o a prestar otros
servicios domésticos y deja cerrada la pieza en que viven, de modo que el muchacho
tiene que permanecer forzosamente en la calle. Es también pregamín el muchacho
que, por desavenencia con sus padres o con sus hermanos se vuela periódicamente de
su casa; permanece por fuera dos o tres días, ronda por la ciudad y se relaciona con
muchachos que están en sus mismas condiciones. Este tipo de muchacho comienza a
hacer sus primeras incursiones afuera pero sin romper definitivamente con el vínculo
familiar.
El gamín de barrio
Es el muchacho que vive ya en la calle pero que aún no ha dejado su barrio. Con
frecuencia visita a la mamá y regresa de cuando en cuando. Este muchacho es todavía
muy tímido para enrolarse en el “gran mundo” de la calle en el cual vive el gamín
de olla. A medida que la relación familiar se vuelve más precaria, los contactos son
más esporádicos hasta llegar a la escisión definitiva. Fenómeno propio de los barrios
populares de la capital como son San Carlos, Santa Lucía, Tunjuelito, las Ferias,
Lucero.
El gamín de olla
Es el auténtico gamín. Ha abandonado la casa y tiene como morada
permanentemente la calle. Este muchacho es más malicioso que el gamín de barrio y
tienen mucho de mafioso; es muy hábil y seguro en sus actividades de robo; es más
lanzado y atrevido. Después de dos o tres años fácilmente llega a la predelincuencia.
El predelincuente
Oscila entre los 14 y los 18 años. Vive exclusivamente del robo; de un robo
organizado y bien calculado que le permite, normalmente, tener algún dinero en el
bolsillo, vestir bien cuando lo quiere, pagar hotel, dormir con mujeres e inclusive,
27. 27
tener sus paseos fuera de Bogotá con el fin de conocer el mundo y probar fortuna en
otros lugares.
En general, cuando el muchacho de la calle llega a los 15 ó 18 años, sigue uno
de estos dos caminos: o se ocupa de cualquier actividad marginal, como lotero,
carguero, embolador, vendedor ambulante, etc., o se dedica exclusivamente al robo
organizado.
Es preciso anotar que las anteriores clasificaciones tratan sólo de diferenciar a los
muchachos de la calle, pero obviamente, es imposible establecer linderos tajantes
entre gamín y gamín, y situación y situación.
28.
29. S e g u n d a p a r t e
N u e s t r a r e s p u e s t a
30. 30
Capítulo I
¿Qué es el Programa?
Es una entidad empeñada en ayudar a salir de su estado de abandono a los
muchachos de la calle, mediante un sistema educativo que respeta su libertad y está
íntimamente ligado al trabajo productivo.
Existen obras asistenciales que atienden al niño pobre, pero obras que se dediquen
de manera exclusiva al muchacho callejero hay muy pocas.
IDIPRON es, precisamente, un Programa del Distrito de Bogotá que
específicamente atiende este problema.
Su eficiencia se pone a prueba mediante “casas de puertas abiertas”, pues es sabido
que el “legítimo gamín” después de la frustración objetiva experimentada en su
familia, prefiere el vagabundeo y rechaza las tradicionales obras “proteccionstas” que
pretenden ser su segundo hogar. Él las conoce todas por haber pasado algún tiempo
en ellas o por el relato de sus compañeros. Todo gamín tiene una historia que contar
del periodo pasado en alguna obra asistencial; desafortunadamente casi todas las
historias terminan con el relato de una fuga.
Huye siempre porque en definitiva no ha encontrado respuesta a su necesidad de
afecto y libertad.
Es curioso ver cómo la sociedad resuelve este fenómeno cerrando las puertas de la
institución y haciendo de cada muchacho un prisionero.
La pretensión, en cambio, del Programa es atender la educación del gamín con
instituciones de puertas abiertas y con un sistema no represivo. Quiere ser una
respuesta de confianza a la búsqueda de libertad del muchacho.
La mayoría de éstos, en verdad, al encontrar una acogida adecuada, principalmente
a su carencia afectiva, dejan su vida errante y aceptan integrarse al Programa.
Algunos criterios son fundamentales en la orientación del proceso educativo y
constituyen las características mismas de la labor desarrollada por el Programa:
– Busca atender con exclusividad a los muchachos de la calle, y especialmente a
los más necesitados. Una única excepción se le impone, la de los muchachos con
grave trastorno mental, debido a la carencia de los indispensables recursos técnicos
especializados que exige su asistencia.
– Considera que el gamín no es un muchacho anormal. En consecuencia, el muchacho
no tiene necesidad de una clínica siquiátrica sino de una educación que lo forme en
un medio de libertad para una vida libre.
– Promueve un ambiente excepcionalmente motivante y acogedor como uno de los
grandes recursos terapéuticos.
– Basa su terapia en el trabajo socioproductivo y en la amistad.
– Practica la reflexión en la acción como fundamental método de trabajo.
31. 31
– Está contra la masificación, que es despersonalizante, y promueve todos los
dinamismos positivos de los pequeños grupos.
– Pide al educador que esté en una continua actitud de compartir el máximo de su
tiempo con el muchacho.
– Favorece un ambiente festivo y una intensa actividad artística.
– Procede gradualmente orientando al muchacho hacia el autogobierno y hacia la
organización de un proyecto educativo autofinanciado.
– Es una labor inspirada en el Evangelio y en la pedagogía del don Bosco.
32. 32
Capítulo II
El programa frente a los sistemas de
educación especial
Nuestra filosofía de la educación tiene muchos puntos de contacto con lo que en
la historia de la educación especial de los últimos años se ha venido llamando sistema
sociopedagógico o psicosocial, o de autogobierno. El sistema sociopedagógico
consiste en llevar a los muchachos a constituirse en sociedad: en una sociedad en la
cual ellos mismos se gobiernan ejerciendo los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
Esta filosofía ha hecho nacer decenas de “Ciudadelas del niño” como la de
Makarenko en Rusia, Flanagan en Estados Unidos, Rivola en Italia, Américo en
Portugal.
Nuestro trabajo de reflexión nos ha llevado a conclusiones que riñen con muchos
de los planteamientos de la educación especial tradicional. Creemos que el hombre
es un ser emergente, que siempre tiende a ser más, que está dotado de una gran dosis
de positividad y de bondad; por esa razón nos resistimos a encasillar al muchacho
dentro de los moldes de la psiquiatría clásica y sociología tradicional.
Nos parece una falta de respeto y de fe en el muchacho y además un desperdicio de
recursos humanos y económicos, darle a la portería de las instituciones que atienden
al muchacho de la calle, el carácter de clínica para enfermos mentales. Ciertamente
no tomamos esta actitud con nuestros hijos cuando nacen, poniendo junto a la
partera un psiquiatra porque, pese a las posibles anomalías, creemos en el niño que
llega al mundo.
Nos parece apenas lógico que lo primero que se deba brindar a un niño es afecto,
alimento, higiene y demás elementos propios de un ambiente normal, propicio
al desarrollo del ser humano. Sólo en un clima de naturalidad podemos apreciar
válidamente los comportamientos.
Si a los tres o cuatro meses, pese a la normalidad de los estímulos, persisten
respuestas inadecuadas, cariñosa y prudentemente se inicia el tratamiento que se
juzgue más indicado.
Nuestra experiencia nos dice que el número de muchachos de la calle que
necesitan esa atención especial no excede el diez por ciento.
En lo que se refiere al respeto de la libertad nos hemos propuesto eliminar fórmulas
simplistas e ineficaces que atenten contra la dignidad del muchacho y contra sus
derechos, por más pobre y travieso que sea.
Muchas personas creen encontrar la solución al gaminismo en reclusiones, sean
internados o colonias agrícolas, continuando de esta manera la serie de atropellos de
que ha sido objeto el muchacho de la calle.
33. 33
El gamín posee un gran tesoro en su libertad. Todo sistema educativo que tienda a
eliminar la libertad está destinado al fracaso. La historia de la educación lo demuestra
claramente. El contexto de inseguridad social parecería una venganza inconsciente
de los atropellos que contra su libertad cometió la sociedad cuando él era pequeño.
Tampoco el campo es siempre terapia adecuada. Pretender hacer del muchacho
de la calle un agricultor a toda costa, es negarle el derecho a optar. El educarlo no
consiste tampoco en instaurar en el muchacho reflejos condicionados, domesticarlo,
darle consejos manipuladores o volverlo dócil a un sistema autoritario, sino en
suscitar en él la eclosión de su interioridad; en hacer que él se enseñe, juzgue y decida;
en ayudarlo a que sienta el intenso deseo de ser más y lo sea.
34. 34
Capítulo III
Descripción general del programa
El programa de atención al muchacho callejero se realiza mediante dos entidades:
una de carácter oficial y otra de carácter privado.
La primera está financiada por el gobierno: es el Instituto Distrital para la
Protección de la Niñez y de la Juventud, que tiene como meta llevar al muchacho a
un buen grado de personalización y socialización. La segunda es una Fundación que
se propone introducir al joven en el mundo del trabajo productivo.
La primera es la llamada propiamente “Programa Bosconia-La Florida”, la
segunda es “Fundación servicio Juvenil”.
Bosconia-La Florida (Programa Distrital IDIPRON)
Esta parte del Programa se propone sacar al muchacho del mundo de la calle y
emprender con él un proceso educativo.
Se concibe como un ascenso que va desde la gallada, hasta la Ciudadela La Florida
en la cual realiza una experiencia de autogobierno. Comprende fundamentalmente
varios pasos: amistad, motivación, personalización, socialización.
Operación Amistad
El primer paso es precisamente la “Operación Amistad” que se cumple en la calle.
El Programa sale a la calle a hacerse amigo del muchacho. Se organizan periódicamente
visitas a las camadas, paseos, excursiones, fogatas a media noche, meriendas, etc. A
estas actividades se las ha llamado “Clubes Callejeros”. El educador del Programa va
a los sitios frecuentados por el muchacho para hacerse primeramente su amigo; luego
sí será su educador. Más tarde lo invitará al club llamado Patio de la Once.
En el patio se les proporciona oportunidad de recreación, atención médica y
odontológica, ducha de agua caliente, lavado de ropa y peluquería. Gracias a esta
“Operación Amistad” son pocos los muchachos de la calle que no han entrado en
contacto con el Programa.
Liberia
La etapa de motivación se hace en Liberia, casa de la libertad, situada a espaldas
de la Iglesia del Voto Nacional. Allí además de comida, recreación, servicios de salud
y aseo, el muchacho encuentra un dormitorio donde puede pasar la noche.
En esta etapa, a través del juego y actividades grupales, empieza el proceso de
motivación. Allí puede permanecer por espacio de 30 noches, al término de las cuales
se le hace regresar nuevamente a la calle para que pueda confrontar las dos realidades:
la calle y el Programa.
36. 36
Trascurridos tres días, los que espontáneamente quieran, hacen solicitud para
ingresar a la siguiente etapa del Programa, o sea, a Bosconia.
A través de un proceso lento y sin forzar jamás la libertad del muchacho, se busca
la comunicación con su familia.
Algunos buscan a sus padres con el fin de obtener datos que les permitan conseguir
sus documentos de identidad o simplemente para visitarlos y contarles que están
saliendo del mundo de la calle.
Sin embargo, algunos también se muestran reticentes pues no quieren saber nada
de los suyos. En pocos casos se ha logrado que el muchacho vuelva a su casa. Para
ellos sirve frecuentemente el hecho de que ya ha desaparecido la causa inmediata de
su salida que puede ser, por ejemplo, la presencia de los padrastros o el mal trato de
alguno de los mayores.
El Patio de La Once y la casa de Liberia se encuentran ubicados en un sector de
hampa, marihuana y prostitución. Para el muchacho estos sectores de la olla han
llegado a ser un ambiente normal, pues en ellos puede huir fácilmente de la policía,
encuentra amigos que lo defienden y sitios en los cuales puede vender fácilmente los
objetos robados.
Como se ve, los primeros pasos del Programa se llevan a cabo en el propio medio
del muchacho. No lo llevamos a nuestro mundo sino que vamos al de ellos en un
intento de convivencia formativa.
Bosconia
El tercer paso se inicia en Bosconia que también se encuentra situada en la “olla”.
Así empieza la etapa de personalización.
El objetivo es claro: procurar que el muchacho se encuentre a sí mismo, como
persona, a través de una vivienda digna y un proceso de alfabetización y trabajo.
Alfabetización y trabajo son el hallazgo de un sentido en la vida y el comienzo de un
camino. Cuando el muchacho del Programa se halla preparado para ser “ciudadano”
de La Florida, se realiza un curso de capacitación intensiva en filosofía del Programa
y liderazgo comunitario, durante un mes, en la casa llamada “Camarín”.
La Florida
Es el cuarto paso del Programa, la República de los muchachos. En un ambiente con
gran énfasis en la creatividad y responsabilidad, los muchachos organizan, dirigen
y evalúan, con la asesoría de su educador, las actividades. Construyen su propio
gobierno, hacen sus leyes, administran parte de los dineros de la comunidad, juzgan
a los infractores de las normas, se forman críticamente. Allí, además del aprendizaje
técnico, existe el bachillerato integral para los que lo desean.
37. 37
Fundación Servicio Juvenil
El programa quedaría en cierta forma sin salida si no poseyera una etapa que
permite al muchacho integrarse plenamente al mundo laboral. Esta función la
cumple la Industria Juvenil Bosconia y el proyecto agropecuario que está a punto de
volverse una realidad.
La Fundación es un proyecto privado, independiente de la financiación Distrital.
En la industria Juvenil Bosconia, los muchachos son trabajadores y socios. Allí
“terminan” su capacitación técnica, al mismo tiempo que producen. Ésta es una
etapa que no sólo se autofinancia sino que permitirá inyectar ayuda en la medida de
las necesidades en las primeras fases del proceso. Algo análogo sucede con la parte
agrícola.
La infraestructura de las dos obras ya existe y se espera que a finales del año 1981
operen de forma completa.
Es importante observar que el antiguo muchacho de la calle encuentra resistencias
y desconfianzas en el medio ocupacional. Por esta razón es conveniente que esté
empleado desde antes y así no pase de una institución asistencial al mundo del
trabajo sino que se transfiera de un puesto de trabajo, con alta capacitación, a otro,
sin molestias ni perjuicios respecto de él. Entonces sí, el ciudadano del Programa será
un ciudadano del medio social y un agente constructivo del mundo del trabajo en
donde se haga presente.
38.
39. Te r c e r a p a r t e
R e c o r r i e n d o e l P r o g r a m a
40. 40
Capítulo I
La calle-calle y Operación Amistad
Nos hemos reunido en la oficina central, de acuerdo con lo
previsto, el director y tres educadores de La Once. Esperamos
a un grupo de amigos que a través de una carta han solicitado
nuestra colaboración para conocer el Programa Bosconia-La
Florida.
¿De quién es la iniciativa?
La iniciativa proviene de unos profesionales que quieren conocer el ambiente
callejero y el Programa. Lo más indicado es empezar por un recorrido a la calle
durante el día. Esta noche, o mañana, si ellos aceptan, visitaremos algunas camadas.
De acuerdo. Si se trata de acercarse, así sea mínimamente, al programa del
gaminismo, no hay otro camino posible.
¡Aquí están ya!
¡Buenos días!
Bienvenidos ¡Los esperábamos!
Un amistoso intercambio de saludos y presentaciones para
recibir a María Clara, a Luis y a Carlos; personas muy interesadas
en la educación.
De manera que ...
¡A sus órdenes! Si en algo podemos servir.
No saben cuánto nos interesa ver lo que ustedes están realizando.
Desde hace un tiempo estábamos interesados en conocer personalmente el
Programa.
¡No hay como ver para creer!
¡Sin duda!
De veras nos sentimos muy honrados con su visita. Espero que las impresiones
que podamos intercambiar a lo largo de nuestra conversación puedan satisfacer la
inquietud que los ha traído. Cuenten con toda nuestra disponibilidad para conocer
la obra que estamos adelantando con el ánimo de dar respuesta, en parte, al problema
del muchacho desamparado de Bogotá. Quisiéramos, eso sí, que nos manifestaran
41. 41
libremente sus puntos de vista y sus opiniones a propósito de los diferentes aspectos
que veamos.
Es una mutua invitación a la espontaneidad, que me parece muy oportuna.
¿Cómo vamos a proceder?
Nuestra propuesta es empezar por la calle, haciendo un recorrido por algunas
vías que son así mismo el territorio de acción de los muchachos callejeros del centro.
Podemos hacerlo a pie; nos llevará una hora y media o máximo dos si lo hacemos
despacio, tomándonos el tiempo necesario para observar y comentar.
Me parece excelente idea, el día está espléndido. ¿Cuáles son esos lugares?
Podemos hacerlo a partir de la calle 6a con carrera 10a para llegar a los puentes
de la calle 26. Si nos repartimos, un grupo puede venir por la Caracas también;
como nos acompañan educadores ya veteranos en la labor, habrá oportunidad de
recorrer no sólo estas dos arterias, la 10a y la Caracas, sino además algunas otras vías
muy importantes para nuestro propósito: la carrera 11 en algunos sectores, la zona
de estación de flotas próximas al Parque de los Mártires, San Victorino, parte de la
avenida 19 y sobre todo el sector de las calles 20 a 24 desde la carrera 13 hasta la
carera 5 a
.
Me entusiasma la experiencia. ¡Manos a la obra!
Son las 10:30 a.m... Podemos ir lentamente con la intención de volver a reunirnos
dentro de dos horas para almorzar.
¿Qué les parece la Rebeca como sitio de encuentro?
Aceptado ¿Y cómo nos repartimos?
Bueno, por la calle es mejor ir en grupos pequeños. ¿Les parece bien que vayamos
dos parejas y un grupo de tres? Pienso que es más fácil desplazarse y podríamos al
final recoger un mayor número de impresiones.
Encuentro acertadísimo el reparto. ¡Vamos, pues!
La camioneta de Javier nos condujo hasta la calle 6a
. De allí
partimos tomando carreras distintas unos y otros. La intención
era apreciar el ambiente del muchacho callejero lo más cerca
posible. Con María Clara y un educador tomamos la carrera 10a
hacia el norte.
Desviemos hacia la carrera 11 para cambiar de panorama y conocer una olla.
42. 42
¿Qué son las ollas?
Son los sectores en donde confluyen prostitución, hampa, expendios de droga,
compra y venta de objetos robados, residencias de cuarta y quinta clase, en fin... los
ambientes más sórdidos de la ciudad.
¡Es un lugar céntrico!
Mucho. A pocas cuadras de la plaza de Bolívar. Recuerdo a un visitante que hacía
una observación parecida a un grupito de muchachos. Les decía: La olla está cerca de
la Presidencia, ¿no es cierto? –“¡Cual cierto!, si es al contrario” –le respondieron– “es
la Presidencia la que está en la olla”.
Son ágiles en la respuesta.
Y en verdad, en pleno centro se halla este submundo de suciedad y abandono. La
carrera 11 causa miedo. De las 3 p.m. en adelante sobre la misma 10a
la imagen que
ofrece la prostitución es deplorable.
Nunca había venido por aquí, ¿no hay peligro?
Siempre hay peligro, como en todas partes.
Un poco más.
Admito que es cierto, pero creo que saldremos con bien al otro lado.
Nos vinimos por la carrera 11 hasta salir a la calle 9a
; volvimos a
la carrera 10a
; la dejamos para hacer una pequeña incursión en
San Victorino, regresamos de nuevo a la carrera 10a
para avanzar
hasta la calle 19.
Los nombres de los cafetines y residencias son dicientes; Edén, Éxtasis,
Arabia, Delicias...
Ya ha podido percibir que es una zona muy fuerte.
Sí, sí. Claro que no sólo ocurre en Bogotá y en las ciudades colombianas;
también en Europa y el resto de América.
¡Indudablemente! Nuestra idea al hacer la caminata de hoy es recoger alguna
impresión de las calles más transitadas por los muchachos bogotanos del centro de
la ciudad.
¿Usted quiere insinuar que hay gamines en otros lugares?
Es un hecho; los hay en barrios como San Fernando, el Restrepo, Chapinero, Siete
de Agosto, Kennedy, el Lago... por decir algunos. Sin embargo, son los muchachos
43. 43
que actúan en la zona céntrica los más conocidos y en cierta forma los que más
incomodan.
¡Con razón! están más a la vista. Yo pregunto si existen diferencias entre el
gamín de barrio y el de sectores céntricos.
Sí, las hay. El muchacho que viene al centro siente la influencia de zonas como
la que estamos recorriendo. El sólo hecho de tener compraventas a diestra y siniestra
facilita que él se “descargue” rápidamente de los objetos robados. No ocurre lo mismo
en los barrios. El gamín de centro es más agresivo, más peligroso si se quiere.
Las razones saltan a la vista.
Ocurre que el mismo muchacho callejero de los barrios le teme al del centro. Lo
considera más atrevido.
Creo que también el hecho del elevado número de peatones que transita
por la zona centro favorece en gran manera la actividad de robo que ejercen los
muchachos.
Sin duda.
A mí me robaron el reloj en una ocasión.
Son muy hábiles en la técnica del raponazo.
Me imagino que perfeccionan sus técnicas y evolucionan.
Con relativa frecuencia renuevan en parte el vocabulario, las actividades, los
mismos lugares de reunión; en algunos aspectos el muchacho callejero de hoy no es
el mismo de hace uno o dos años atrás. Cambia y permanece el fenómeno porque
hay rasgos tan firmes hoy como ayer.
¿Puede indicarme algunos?
La camada, la gallada, las tradiciones del “pormis” y la “calurosa”, la ley del
silencio, el raponazo y el “abataneo”, la ropa grande, la jerga típica... en fin, es en
opinión de ellos mismos un “pueblito” organizado a su manera.
A decir verdad no alcanzo a entender el sentido de algunas palabras entre las
que usted mencionó.
De ello iremos hablando un poco. Pero vamos ya sobre la carrera 10a
que es la
arteria principal del mundo gamín en la zona céntrica, así tendremos oportunidad
de ver cómo se pone a prueba la creatividad del muchacho para desempeñarse en
su “trabajo” o, como ellos dicen, para trabajarle a “don roberto”. Mucho se podría
escribir sobre las técnicas del robo; el peatón las conoce en buena parte pero siempre
lo cogen desprevenido.
44. 44
Ya nada vale para defenderse. A un amigo mío lo robaron la semana pasada
precisamente cerca al edificio de Avianca en la carrera 7a
. Había aprendido de
los taxistas a llevar el reloj en la mano derecha y por eso viajaba en su automóvil
confiado, con el vidrio bajo. Era medio día y el tráfico avanzaba muy lento;
estaba distraído esperando el cambio de semáforo cuando al sentir un pinchazo
en la mano izquierda instintivamente movió la derecha para protegerse, en el
mismo instante vino el raponazo. Malhumorado e incómodo tuvo que reconocer
el ingenio de los “chinos” de la calle: se habían llevado el reloj.
Otra técnica semejante es quemar a los conductores en la mano con un cigarrillo
encendido.
Yo veo la cosa muy compleja. A veces nosotros los transeúntes de cualquier
acera no colaboramos ni mucho ni poco. Con mis propios ojos lo vi en la
calle 22 con carrera 7a
. Un muchacho había robado unas empanadas de una
venta callejera; en ese momento corría para atravesar la calle sin importarle los
automóviles que venían a buena velocidad. La persona que lo perseguía también
cruzó la calle y, más ágil, agarró al muchacho. Él ya no tenía absolutamente
nada, cosa que convirtió la furia de aquel caballero en puños y patadas. Los
curiosos de siempre nos acercamos para reclamar: ¡no se aproveche, suéltelo!
Hoy no sé decir cuál sería la mejor actitud porque el muchacho salió triunfante
y feliz. Un poco más adelante lo esperaba un compañerito junto al cual se sentó
tranquilo a compartir las empanadas.
En casos concretos es difícil decir cuál debería ser la actitud adecuada.
Lo más indignante para mí es el robo de los aretes cuando la pobre muchacha
queda sangrando con una herida en la oreja desagarrada.
Sí, la verdad es que los muchachos no se fijan en las consecuencias posteriores,
tanto más que algunos, tímidos y poco hábiles, fuman marihuana antes de iniciar su
actividad.
¿Alguien les enseña a robar?
El mismo grupo y la práctica. Al principio emprenden acciones menos arriesgadas
como la del muchacho que se hace el distraído y se estrella con una persona para
estudiar su reacción. Si la persona no se ha dado por enterada, su compañero que
viene atrás entiende que las circunstancias son favorables para un raponazo sobre la
cartera, o el reloj o algún paquete.
Son acciones pienso yo, con un gran sentimiento de venganza y desprecio por
la sociedad que no tiene consideración ninguna por ellos.
En cierta forma, el robo de un limpiabrisas o una cartera es como un “impuesto”
que cobran los muchachos.
45. 45
Sin fijarse a quién se lo cobran y sin destino previsto.
Ellos lo utilizan para subsistir.
¿Sólo para subsistir?
Para pasarla bien en la calle.
En caso de un robo como el de un reloj, ¿qué hacen?
¡Lo venden!
¿A quién?
Existen compraventas que los conocen; allí les reciben lo robado a un precio
conveniente.
¿No son estafados?
El reducidor siempre tiene la ventaja. Un reloj de $3.0001
puede venderse en
$600 o algo así. Existe, sin embargo, un cierto convenio que tampoco el mayor
puede violar porque entonces el muchacho no le vuelve a traer objetos robados. Es
su recurso de defensa.
El dinero robado de un raponazo, ¿lo reparten?
Para ello existe la ley del pormis que significa “por mitad”. O sea, robamos y
repartimos. Puede corresponderles bastante en la repartición. Hasta metódicos
se vuelven cuando la necesidad lo impone. No sé si han reparado en las antiguas
casas que bordean la carrera 10a con calles 3a y 4a; ya son varias las que han ido
demoliendo. Son antiguos caserones con solar, según costumbre de la colonia. Pues
cuando iniciaron la demolición, por aquellos lados dormía una camada de medianitos
cuyo jefe era “Moisa”. No sé como se les vino a la cabeza la idea de vender las tejas
de la demolición. Cada noche como gatos trepaban al tejado y bajaban unas cuantas;
al día siguiente las vendían. Más de dos semanas les llevó el desmonte, y más de
mil tejas bajaron de las casas del sector. En un almacén de construcción que se las
compraba les daban un peso por cada teja en buen estado. Dígame usted si no es ése
un trabajo hecho con ingenio y colaboración.
Del ingenio no dudo un instante.
Hechos que pueden probarlo conocemos muchísimos. Hace como un mes supe
de uno que me causó hasta risa al ver que la víctima no lograba salir de su asombro.
Cerca de un parqueadero de la calle 16 con carrera 9a
había estacionado su
camioneta; de pronto un “chino” de unos 10 años se acercó muy comedido para
1
Las referencias específicas a valores en dinero se conservaron para preservar el contenido original. No
obstante, valga señalar que pudimos estimar que (COP) $1 de 1979 equivale aproximadamente a (COP) $130
a finales de septiembre de 2009.
46. 46
decirle al dueño: “oiga señor, se le rompió algo allí en el tanque porque se está saliendo
la gasolina“. El niño lo acompañó para mostrarle. Efectivamente allí había un charco.
Mientras observaban, su compañero con mucha propiedad sacaba dos paquetes
de la cabina. Los muchachos estaban de acuerdo y uno de ellos se había orinado en
el automóvil para dar la impresión del escape de gasolina.
Los niños que crecen en familia no pueden competir en sagacidad con los
muchachos callejeros; la calle es una escuela de capacitación práctica muy
especializada.
Si uno se empeña en observar bien, puede descubrir escenas a cada momento.
En los buses ocurre con frecuencia también el robo.
Sí, los buses son escenarios de actividades variadísimas. Muchachos que abren
con cuidado la cartera de la señora e introducen una o varias veces la mano hasta
encontrar algo que pueda servir, el monedero generalmente. Es lo que en el lenguaje
de la calle se llama “lanciar”.
Ahora recuerdo una aventura que vino a terminar en risas y comentarios.
Ocurrió con un caballero de unos 45 años muy serio y compuesto. Ya había
llamado la atención porque de continuo hablaba en voz alta reclamando por la
lentitud con la cual avanzaba el vehículo. En una de las paradas un gamín se
coló por la puerta de atrás; el señor que viajaba al fondo protestaba ahora más
indignado, y con el pie empujaba al muchacho exigiéndole que se saliera.
Éste,ofendido,almomentoencontrólarespuestaaladificultad.Rápidamente
se colgó del caballero y se bajó triunfante con un zapato en la mano. Nunca
había visto más confundida a una persona; ya no tuvo palabras ante la sonrisa
complaciente de los pasajeros que habíamos seguido la escena.
No faltan conductores de buses que en forma agresiva responden a los muchachos
arrancando intempestivamente cuando ellos están subiendo. Es un procedimiento
que ha llegado a ocasionar muertes.
Pero son hechos que no se conocen.
Es natural, van a dar al anfiteatro y nadie se interesa por ellos; son los muertos
N.N. que pasan a la fosa común.
Y todo por pequeñeces, porque creo que el gamín es un ladronzuelo que se
dedica a robos de menor cuantía.
En general sí. No falta sin embargo, el caso del muchacho que cumple una función
de apoyo en una incursión de mayor precio y riesgo, aunque no es lo corriente porque
ya son acciones propias de delincuentes.
47. 47
La acción en los buses tiene su aspecto simpático por la picardía que revela.
Algunas anécdotas ocurridas precisamente en los buses vienen a propósito para
ilustrar la picardía que usted menciona.
En los buses trabajan cantando; es lo ordinario. Un rapazuelo de algo más de siete
años acababa de entonar una canción de moda “que no me alcanza y que no y que
no, con lo poquito que gano yo”. Como lo hacen siempre, pidió una contribución.
Después de recoger a lo largo y ancho del bus, sin inmutarse volvió a la carga para
decir: “a los señores y señoras que no tengan una monedita, también les puedo recibir
un billetico”.
Llego a creer que por la misma ocurrencia algunos le dieron unas monedas.
Y hasta el billetico. Nunca les falta el ingenio para lograrlo. Día a día saltan al
ruedo, como ellos dicen, nuevos grupos de muchachos y nuevas ocurrencias aparecen
también.
Un compañero me comentaba una de ayer nada más. Dos pequeñines se colaron
en un bus y vino la eterna historia: “señoras y señores, vamos a cantarles una canción
para que nos colaboren con una monedita”. Cantaron, y muy comedidos recogieron
la contribución espontánea de los pasajeros. Al notar que ésta era demasiado
insignificante volvieron a intervenir: “los que no han dado nada preparen su
monedita que aquí les va la ñapa”. Y vino la segunda canción. De nuevo recogieron
las monedas que les ofrecieron, las contaron, y el más pequeño en voz alta explicó:
“los que todavía no han dado váyanse decidiendo porque mi ñero va a recoger por
última vez; ya no hay más ñapas”.
El hambre vuelve recursivo a cualquiera. Recuerdo a una parejita de
pequeñines que incluso llegó a decir: “a los que no colaboren los espero en la
puerta y ya verán”.
Es una afirmación muy cierta. Escuche una última historia de buses.
Conocí personalmente hace apenas una semana una nueva modalidad de trabajo.
Subió un muchacho sucio y decidido; dijo: “yo no les vengo a cantar como hacen
todos por que ustedes ya saben las canciones y están cansados de escucharlas. Yo les
voy a contar un chiste”.
Despertaron interés las palabras y la mayoría de personas estuvo alerta. “Era la
época en que los elefantes volaban de flor en flor cuando pude ver a un cojo salir
corriendo y a un ciego leer un periódico sin letras...”. Los pasajeros escuchaban con
atención pues no aparecía el desenlace. El “chino” seguía hablando: “un carro sin
ruedas iba a gran velocidad por una carretera que no existía y un muerto pidió la
hora! Señoras y señores, aquí termina el chiste”. Ante conclusión tan redonda hubo
una carcajada general y me consta que hizo una buena colecta.
48. 48
Entre unas y otras, en cuanto a dinero no la deben pasar tan mal.
Pueden disponer de $100 o más diariamente.
Entonces, ¿por qué van tan andrajosos?
Porque es una condición de su modo de vida; pueden vestir mejor, pero para
ser gamín lo más conveniente es vestir mal. Se puede decir que los andrajos son
el uniforme o distintivo dentro del mundo de la gaminería. El vestido descuidado
ayuda a provocar la caridad pública; además los pantalones y sacos anchos permiten
esconder con facilidad lo que han robado.
¿Y cuando se les acaba la ropa del todo?
Compran de segunda. La Plaza España es una de los mayores comercios de
vestidos usados; un gamín con $100 tiene para conseguir una buena “mecha”.
Los más grandes ya se exigen. Visten mejor, me parece.
Sí, el muchacho de la calle cambia. Cuando va saliendo del mundo del gaminismo
porque es mayor de 14 o 15 años comprende que ya no puede atraer la caridad
pública como un niño pequeño, entonces, como dicen, “se abre” y empieza otro
camino, el de la predelincuencia donde ya se viste bien y los compromisos son más
serios.
¿Pero sigue viviendo en la calle?
El predelincuente ya tiene modo de pagar hotel y ve con cierto desprecio a los
gamines llamándolos “cascareros”. Aunque también hay mayorcitos que gobiernan
una gallada a manera de auténticos explotadores. Caso que se da también en ocasiones
con los parientes. Esto sí que es lamentable. Viene el padrastro a reclamar a su hijo
porque “lo necesita”. Uno entiende que el niño le sirve de “llave” para robar. No es
raro que el muchacho llore y se resista porque conoce muy bien de qué se trata.
He leído historias parecidas pero a propósito de cárceles. Son situaciones
extremas siempre.
Inicialmente creíamos que estableciendo una relación con la familia del muchacho
se podía encontrar solución al problema. Y no siempre es así.
Estábamos en la carrera 10a
con avenida 19. Era el último
trayecto antes de llegar al sitio convenido de encuentro. Un
grupo de muchachos muy pequeños que avanzaba entretenido
en el reparto de unas frutas, dio ocasión al nuevo diálogo.
49. 49
Me impresiona ver un grupo así, son tan niños todavía.
Es un hecho que manifiesta cómo el gaminismo adquiere cada vez aspectos más
dramáticos. Hoy es frecuente hallar galladas de “chinches”, todos ellos de siete, ocho
y nueve años.
Yo pienso que los transeúntes los ayudan con facilidad porque los reconocen
más desvalidos y necesitados.
Indudablemente despiertan más la compasión.
En ese sentido los pequeños, en principio, no acuden al robo para subsistir; ellos
piden.
¡Deben comer muy mal!
Sí y no. El fruto de un buen “abataneo” lo reparten entre ellos. La comida en
algunas ocasiones es un buen pollo asado o frutas; otras veces es “repele”.
¿Repele?
Así llaman los muchachos de la calle los sobrados de un restaurante que consiguen
comprados o como regalo. Lo reciben en una bolsa o talego; viene de todo: papa,
arroz, huesos, palillos, servilletas, colillas...
¿Es corriente obtener repele?
Es el pan de cada día. Hay restaurantes que ya tienen organizado el sistema. Y el
motivo es muy claro: los dueños necesitan ganarse la amistad del grupo si no quieren
que les roben.
También con este sistema se evita que los muchachos estén molestando a la
clientela pidiéndole las sobras.
Algunas personas creen que el problema de la comida es una de los más graves
para el muchacho de la calle. Y no es cierto. Él consigue comida aunque sea sucia. Lo
sucio no representa ningún problema. En el trato con los muchachos el factor más
importante no es ni la comida ni el vestido sino el afecto.
Con el gaminismo ocurre como con todos los problemas sociales; si se mira
superficialmente siempre se da una imagen equivocada. Es un asunto que
requiere, para iniciar su solución, además de buena voluntad, una buena dosis
de investigación.
¡Tiene razón!
Conste que al ir ahora con ustedes es la primera vez que no los esquivo al
verlos venir. Confieso que les tengo miedo.
Sí, a veces son peligrosos.
50. 50
¡Siempre!
Las muchachas suelen ser las víctimas de preferencia. Y no sólo para robarlas.
A una amiga la siguió un grupito exaltado de gamines silbándola y rodeándola
como si fueran a agarrarla. Ella subió al primer bus que se detuvo.
Es un campo donde las invenciones son de no acabar, porque cuando despierta
en el muchacho la inquietud, como nos decía un pequeñín que sacaba silbando las
palabras por entre el hueco de los tres dientes delanteros que le faltaban: “es que uno
no se aguanta”.
El público mismo y los transeúntes gozan también cuando ocurren escenas
parecidas.
Galladas en plan de ataque cuando se encuentran sacudidas por esa onda son
de temer. Se alegran si ven venir una muchacha, pasan corriendo y le levantan las
faldas, se tiran al suelo como dormidos y al cruzar la señorita ruedan hasta quedarle
enredados entre las piernas, se divierten atacando a las damas al descuido para tocarles
los senos. Una niña, tendría los 16 años, se sintió ofendida y le dijo al muchacho que
se reía adelante después de una travesura: “¡mocoso, vaya a una escuela y aprenda
educación!”. “¡Bueno, hembrita, pero si usted es mi maestra!”. Respuestas así
terminan cualquier diálogo.
Estábamos ya en la Rebeca, un sitio típico de la gamineria
bogotana en pleno sector internacional de Bogotá. Tres
muchachos, felices, se bañaban desnudos aprovechando el calor
delmediodía.Connuestrosamigosdecidimosiraunrestaurante
a almorzar; allí continuaríamos nuestra conversación.
¿Cansados?
Un poco. Pudimos observar y comentar muchos detalles. Recorro con frecuencia
algunos trechos de las avenidas que transitamos hoy pero nunca lo había hecho con
la atención debida hacia el fenómeno gaminismo.
Además, el compañero es un verdadero técnico de la calle; los muchachos lo
reconocen y lo aprecian.
Cada día ellos están en plena comunicación con las camadas a través de las
actividades que organizan en la calle como trabajo del Club de Externos.
Se nota al instante. Nosotros venimos también satisfechos. Hasta logramos grabar
algunos diálogos con varios grupos. Por qué no los escuchamos; ¡los encuentro muy
significativos!
51. 51
¿Encontraron resistencia de parte de los muchachos para realizar la grabación?
Un poco, al principio; pero se tranquilizaron con las palabras de Jorge Moyano,
quien les explicó que éramos amigos de Bosconia y que podían hablar con confianza.
El grupo se cerró en torno a la pequeña grabadora que empezaba
a entregarnos opiniones de los muchachos en su lenguaje
característico. Escuchábamos atentos.
¿Está enfermo?
“Hace un año me cogieron; en una tumbada me jodieron los artículos, usted
entiende, no? Las bolas que decimos nosotros... Pero nosotros nos pisamos; un
policía me alcanzó a agarrar, yo le di un cacharrazo y me le pisé.
Claro que a la tarde estaba todo tembleque. Como el robo fue grande, eso la
policía tiraba tiros a lo loco, pero corrimos y coronamos. El tuerto, que era el ‘perro’
de la gallada, nos felicitó... yo tuve que ir a un hospital... allá duré como ocho días”.
¿Se sufre en la calle?
“A veces sí, a veces no... uno tiene que cuidar su organismo... pelear con muecos.
Yo he tenido que probar finura”.
¿Pero el grupo lo defiende?
“Cada gallada tiene su idea, si llega uno nuevo lo prueban a ver si es sapo o
serio... a ver si le da culillo... yo una vez coroné $2.000.Esa vez fue un policía, yo iba
pa´l´España. Me fue cogiendo. Yo le dije:
–Me suelta y tiene media tabla.
–¡Este güevón también le jala al soborno! –dijo el tombo.
–¿Cuál... una tabla...tampoco? –dije.
–Ándele desgraciado.
–¡Dos gambas! –ahí se estrompó el tombo.
–Camine allí detrás de aquel carro. A ver, démelas.
Le di la plata y me fue soltando”.
¡Los policías reciben plata!
“!Claro! Un tombo que le decimos “mariquita” porque se mueve así todo raro...
uy, el otro día yo tenía el delicioso en la mano y vino a pedirnos... que plata... que a
ver chinos... ¿tienen mosca?... nosotros: no, no tenemos... y así lo cogen a uno y le
dan una mano de leñazos”.
52. 52
¿Cuántos son en la camada?
“Somos nueve”.
¿Hay niñas también?
“NosotrosbuscamoschinasperonodeesasgrandesqueselapasanenlosMártires...
por que ésas lo dejan a uno pailo... hay chinas que son toros, son chupasangre... yo
llevé un día una a la camada... y allá, pues ... que tome un granito, que dos o tres...
chupe p´adentro, bien, ¿no?... ¿come d´esa? ... ella dice: bueno y entonces, claro...
uno la va contentando... pero hay chinas que cosquillean a lo loco... yo estuve con
una allá en los huecos de la 26... ahora taparon todo... hay chinas que le paran el
brinco a uno... espere que se lo coja, dicen... unas son garroteras, y eso a uno le da la
arrecherra... uno le da amor, la cultiva... y la hembra se va contentando... si uno es
asiado no se le van... claro que a veces la pelaa se va... es que hay unos muy sucios...
tienen granos y, claro, la hembra le pega el brinco... Una vez, el año pasado yo llegué
a dormir y al rato sentí llorar a un niño... pero chiquito, eso el llanto uno lo distingue
porque lloran raro... el que yo vi era muy chinche... ni siquiera tenía el ombligo
puesto... después como que lo llevaron a la Hortúa... no me arrecuerdo”.
¿Hoy tienen buena plata?
“Nada... si tuviera me compraría una buen mecha... como esos que se les ve la
escama... ve estos zapatos, me costaron tres puntos”.
¿No ha “trabajado” en la mañana?
“Sí, pero estaba embombao y m´esvalijaron”.
¿Y el almuerzo?
“Pailo... cuando uno tiene plata compra una bandejita... compra un repele de
pega... y es bueno, le sale de todo...”.
¿No le gustaría ir a Bosconia?
“Pues sí... a veces digo: me voy a ajuiciar y me voy a pagar pieza a los hoteles... hay
algunos mal asiados y uno prefiere irse a la camada... acostumbrado a los grupitos,
uno quiere su gallada y a uno no le gusta sacarle el culo... eso de los hoteles está caro...
a mí el último me costó $35...”.
¿Hace mucho tiempo está en la camada?
“Hace poco... ya no había vuelto porque me les caí para la 30 allá la gente se pone
rabona por cualquier cosa... yo tenía pistiada la forma de salir y a la final aquí estoy”.
53. 53
Termina el diálogo con uno de los grupos. Nuestros amigos
habían seguido cada giro de la conversación con vivísimo interés.
Qué riqueza de expresiones tan propias de su mundo. Hubo momentos en
los cuales perdía yo la noción del argumento que se venía tratando.
Se pudo recoger una conversación representativa.
Así es. Las otras son más breves pero también vale la pena escucharlas.
Veamos:
¡Hola muchachos!
“¡Entonces qué!”
¿Cómo les va?
“Ahí lo ve; camellando... ustedes sí vacano, ¿no?... como no les toca tirar
andén...¿Tiene un peche?”
¡Si, tome!
“¡Gracias... sabe que estoy todo llevado!”
¿Qué pasa?
“Me dio las siete luchas... de malas que estoy... un cirilo que me la prendió... le
gusta este bobo”.
¿De quién es?
“De un mancito que esta mañana quedó todo sano”.
¿De un man?
“¡Seguro Me orino en los calzones si no es cierto!”.
¿Y aquél, qué le pasa?
“Le hicieron la maldad. Se metió con una gallada de la 22... se cansaron de la
china que tenían, la sacaron y se la montaron al pelao...”.
Todavía teníamos grabada una última conversación con un
grupo de mayorcitos, muy breve, también. El grupo atento,
continuó escuchando.
¿Y los gamines?
“El gamín no se hace; lo hacen”.
54. 54
¿Por qué dice eso?
“Porque a uno se lo desprecian... la gente lo mira como a un perro... claro que uno
llega a la edad y empieza a razonar como buen animal... pero eso es una tochada... a
la fija a uno le va mal”.
¡No siempre!
“¡Claro que siempre! ...ah, la verraca vida... con sus pormenores y sus pormayores...
uno se quiebra una pata y después siempre mira al suelo buscando el próximo hueco
para no caer... claro que uno aprende”.
Si te dan la oportunidad de salir adelante, ¿la aceptas?
“Sí, claro... hay que tener la moral en alto... el gamín no se siente inferior... es un
resentido social y moral. Si me dan la oportunidad la recibo”. “¿Se fija en el chino
pobre?, ése siente hambre y se aguanta, en cambio el gamín se rebusca porque es
firme en sus ganas... pero, qué va, ahí voy yo andando yo como un loco... ”.
Fue todo lo que pudimos grabar. ¿Qué opinan?
Muy interesante.
En la última grabación se refleja un muchacho ansioso de progresar, con
deseos de superar su situación callejera.
En general, el muchacho que ha sufrido los golpes de la calle desea salir del
gaminismo.
Son ocasiones magníficas para ayudarlo porque parte de él mismo es el deseo
del cambio.
Muy cierto.
Una obra educativa que sepa captar este deseo puede obtener resultados
espléndidos. Claro que los pequeños son víctimas felices en la calle; el hecho
mismo de hacer lo que les viene en gana, a su edad, es un gusto que no todos
tuvimos. Como decía un amigo: “La única frustración seria que me conozco es
no haber sido gamín”.
Alguna vez en una gallada del centro, al preguntarles si eran felices, uno de ellos
respondió: “Pues muy felices. No ve que somos libres como los pájaros”.
Ya estaba bien entrada la tarde cuando nuestros amigos se
despidieron de nosotros. Habíamos convenido encontrarnos
la noche del día siguiente para hacer una visita nocturna a
las camadas. Estaban resueltos a aproximarse a la realidad del
gaminismo en todo el sentido de la palabra.
55. 55
Eran las 10 p.m. cuando nos encontramos. Esta vez, venía con
ellos Luis Felipe, un amigo interesado también en la educación.
Tras las presentaciones y saludos de rigor, partimos. Nuestra
intención era hacer un recorrido por la zona céntrica de la
ciudad. El vehículo nos condujo rápidamente.
Siempre están en grupo los muchachos.
Sí, casi nunca están solos, aunque se dan casos. Y es muy comprensible que de
ordinario obren como grupo; es más fácil defenderse y eventualmente atacar.
¿Qué cosa podemos ofrecerles al ir a las camadas, dulces tal vez?
Es preferible ofrecer cigarrillos. A propósito recuerdo una anécdota que nos
ocurrió con unos visitantes. Al llegar a la camada el educador se acercó animoso a
despertar a los muchachos. Fueron apareciendo las cabezas, una tras otra; algunos
continuaron durmiendo.
Una de las visitantes, animada también por el gesto del educador, invitó a uno
de los que dormían: “hola”, dijo ella ofreciéndole unos caramelos al muchacho. Él se
incorporó y al ver la oferta que le hacía: “no joda, ¿y para unos dulces me despierta...?
Es oportuna la aclaración, entonces.
Aquí hay ya una camada. Descendamos...
A propósito usted habla de “camada” y de otra palabra...
Tal vez “gallada”.
¡Sí, sí! ¿Significan lo mismo?
Camada es el grupo que se reúne en un lugar para dormir. Gallada en cambio es
el grupito de muchachos que se reúne en el día para trabajar y defenderse.
Una camada puede subdividirse, para las actividades del día, en varias galladas.
Donde se tiene mayor cohesión de grupo es en la camada; allí el muchacho además
de dormir prepara chocolate, agua de panela, sopa..., la vida de la camada los hace
casi hermanos y da origen a una cierta dinámica grupal que tiene aspectos muy
positivos que posteriormente tratamos de aprovechar en el Programa.
¡La visita de esta noche es a camadas!
¡Sí!, pero es la gallada la que hace al gamín; le da nombre. Cuando a un muchacho
de la calle se le pregunta de qué grupo es, él casi siempre responde haciendo referencia
a su gallada.
Éstas se denominan por alguna referencia al lugar, o por alguna característica en
común, así hay las galladas de la 22, de la 19, del Bolivariano, de tonelada y media,
del jep, “El Cartucho”, etc.
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¿Son estables las galladas?
Son relativamente estables si bien su dinámica interna no es muy fuerte.
Supongo que cada gallada tendrá su jefe.
Sí, generalmente es el perro. Algunos prefieren decir que no hay jefe; aunque
si uno observa con detenimiento, puede darse cuenta de que poco a poco, en la
conversación, va apareciendo el que manda, el punto de referencia del grupo.
¿Suele ser el más grande?
No siempre. Es cierto que puede ser un factor decisivo en algunos casos pero se da
también el caso de jefes que con referencia al grupo no son los mayores, en cambio
son los más decididos o los más capaces de iniciativa.
De todas formas existe una jerarquía.
Muy clara. En todas las galladas existen figuras curiosas. Los “largos” son los más
viejos, los más grandes; los chinches son los pequeños, que cumplen una función muy
importante porque se prestan más fácilmente para pedir limosna o para intervenir
en un robo sin ser notados. El “coico” es el recién llegado y que, como tal, tiene que
cumplir determinadas tareas como la de mantener aseado el lugar, traer cartones, leña
o agua. Se da el caso de “chinches” que son jefes de gallada porque el “largo” es un
“jilipo” o tonto.
¿Alguna ley interna, también?
Obviamente, la ley fundamental es la del silencio, que es la protección comunitaria
para todas las actividades de la gallada. La consigna es defenderse. Si en algún caso
alguien cae en manos de un perro o de un policía, debe mantener silencio sobre lo
que ocurre en la gallada porque ser considerado “sapo” es una humillación para el
miembro de una gallada; en castigo es sometido a sanciones de carácter violento y
sexual; incluso puede llegar a ser expulsado.
¡En definitiva, la gallada posee su organización!
Algunas galladas por ejemplo valoran mucho las consecuencias que derivan de
las “pepas”, y así, aceptan que se fume marihuana pero de ninguna manera que se
ingieran drogas.
Son precavidos, además. Yo he leído acerca de los animales que tienen en las
camadas; se dice que los adiestran para la defensa.
En algunos casos ocurre como usted dice.
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Estábamosjuntoaungrupodemuchachos;bajamosdelvehículo
y nos acercamos. Se protegían del frío unos contra otros y se
cubrían con cartones. A primera vista sólo había cuatro en el
grupo, luego fueron saliendo los otros.
Buenas noches. Hola, qué tal.
“Buenas noches”.
¿Qué haces?
“Por ahí vendiendo el mayor de la Bogotá”. Ya no queda nada... los papeles no
más, el paro, ¡usted sabe!”.
¿Es cierto que la otra noche los detuvo la policía?
“Sí, nos llevaron, qué se podía hacer... ¡A ver, muchachos!, tenemos visita... Sabe,
es que los pelados están trasnochados porque anoche hicieron recogida; algunos
estuvieron en la Estación dizque porque estaban durmiendo en mala parte y ¡el man
del garage llamó a la policía!”.
¿Aquí no molesta la policía?
“No, aquí dejan dormir”.
¿Sí ganas algo con la lotería?
“A veces alcanza pa´l hotel... hasta donde se puede porque no hay que pedir canoa
a nadie”.
¿Y al Patio de la Once, vas?
“¡No!, allá asisten manes muy cachorros. Sabe, necesitamos jabón para los piojos.
Hay unos que están bien metidos, y mucha liendra... a veces pasa la Cruz Roja...
le dan drogas a los chinos, los calvean, y les hacen tratamientos a los que tienen
algunas enfermedades...”.
¿Vienen de noche?
“Ahora rato vinieron... A mí me toca poner la cara por ellos... porque yo animo la
camada haciendo respetar los pelados”.
¿Montándosela?
“No, ni montándosela. Porque un muchacho que le vaya a pegar a un chinche me
tiene que pegar primero a mí; yo siento lo que a ellos les hagan”.
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Pero a ti te pegan fácilmente.
“Ay, le pegan... pequeño de estatura pero no sabe de corazón... no, los pelados
están progresando... ahora yo vengo los domingos y les traigo periódicos. Un chinche
se va con diez, otro con ocho y así...”.
¿Y estas cobijas dónde las guardan?
“¿Las cobijas? En el alcantarillado”.
¿Tienen perros?
“¡Sí!, teníamos cinco perritos, se robaron dos y vendimos tres; la perra grande se
fue toda aburrida por los perros”.
¿Dormían con ustedes?
“Conmigo no, pero con los otros sí. Los cargaban pidiendo comida para la perrita
que crió. Se vendieron tres por necesidad de plata”.
¿Cuánto les dieron por ellos?
“Por uno, $100; por otro, $80, y por el otro, $150. Todo eso fue para ropa en la
España. Allá dimos $200 por toda la ropa para los chinches”.
¿Pero la lotería no te da suficiente para vivir?
“Es que a veces da y a veces no”.
¿Y ahora qué se puede hacer por ti?
“Me ayudaron para la arenera”.
¿Y no quisiste ir?
“Pues sí, iba a ir, pero no cumplí la cita...”.
¿Y por qué no cumpliste?
“Me cogieron para la Estación... no tenía papeles... de manera que pailo”.
¿Quién te da la lotería?
“Un señor que me conoce. Me da veinte o treinta pedazos, y no me como la
plata... ¡Soy honrado!”.
¿Cuántos vendes al día?
“Yo vendo todo. A veces vendo 10 pedazos, cuando me pongo a correr por las
calles”.
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¿Qué ganancia te da?
“La lotería, si uno la vende toda, más o menos le da para vivir. Todo sale por
unos pesos. Cuando está buena la venta se venden hasta treinta o cuarenta pedazos,
pero como no le dan a uno sino veinte... porque dicen que de pronto se va uno con
miles...”.
Como quien dice, ¡es poquito!
“Ahí apenas... como uno no fuma cigarrillo, ni nada ¡Claro!, con $30, agua de
panela y pan al desayuno, y de almuerzo sopita no más..., ahí se pasa... mientras no
se le tumbe la cabeza al presidente...”
Todavía conversamos un rato con el grupo; nuestros amigos
repartieron cigarrillos y algunas galletas que llevaban. Después
devencidoslosprimerostemores,lacamadadenuevemuchachos
se expresaba franca y espontáneamente respondiendo a cuanta
pregunta se le dirigía. Aprovechamos la ocasión y los invitamos
a visitar el Club de Externos. Nos despedimos deseándoles
“una noche feliz”, palabras que al pronunciarlas las sentíamos
cargadas de ironía.
¿Pelean con frecuencia?
¡Sí, muchísimo!
En su escala de valores, la fuerza física, la violencia y la agresividad ocupan
un lugar destacado. Y me parece normal: cuando el hombre se siente postrado
prevalecen en él los instintos de la agresividad en su forma más primitiva, y el
sexo en sus manifestaciones deshumanizantes.
Es correcta su observación.
La camada que visitamos nos recibió bien. ¿Es siempre así?
No, ellos toman sus precauciones; no quieren ser sorprendidos. Su escondite a
veces es una choza de cartones, una casa semidestruida, un lote baldío... Siempre hay
el temor de un “tira” o un “gofia”. Cuando duermen más al descubierto como las
camadas que están en las avenidas, lo menos que puede sucederte es que te despisten
con una información falsa o se burlen de ti.
Es comprensible. La desconfianza del muchacho es muy grande; el ser
humano no le inspira ninguna seguridad.
Las primeras veces cuando hacíamos las visitas nocturnas teníamos contratiempos
serios; ahora no lo es tanto, ya nos conocen.
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Son muy suspicaces.
La suspicacia deriva también del hecho de que en las camadas se cumplen escenas
escabrosas o violentas en las cuales inclusive han muerto algunos muchachos. Es
el caso de los “pipos”, por ejemplo. El pipo es una bebida hecha con ingredientes
variados: cerveza, leche, aguardiente, diasepán, gaseosa, gasolina...
¿Toman semejante explosivo?
Lo toman.
¡Qué barbaridad!
En los grupos se dan situaciones extremas, inaceptables para nosotros; es parte de
su mundo y de su imperiosa necesidad de sobrevivir. Esta anécdota puede parecerle
extraña, pero es un hecho auténtico. Nos ocurrió en la calle 22 con carrera 8a
, a las
siete de la mañana. Un repartidor, en un movimiento torpe, dejó caer varias botellas
de leche al suelo; se quebraron y el líquido empezó a correr al borde de la calle junto
al andén. Un chinche, al ver la escena, dudó un instante... pero sólo un instante;
decidido, dos metros más abajo esperó el charquito de líquido que bajaba y de bruces
en el suelo se entregó a sorber con delicia...
–Oye, ¡está sucia!, ¡te hace daño! –le dijimos nosotros.
–!Cuál sucia!, no la ve venirtoda blanquita –y continuó sin
inmutarse en su tarea.
Otra camada; de nuevo el saludo, los cigarrillos y el diálogo
con los “ñeros”. Al comienzo lento y difícil, luego más abierto y
sereno. Estábamos en San Victorino.
¿Los otros?
“Por allá colándose en los buses...”.
¿Y a qué hora se acuestan?
“Por ahí de dos a tres”.
¿Todas las noches?
“A veces trasnochan”.
¿Pero de aquí a las 7 a.m. los sacan corriendo?
“No, a las 7 a.m. se levantan de aquí. O a las 6 a.m. Claro que ahora más tarde
los peladitos empiezan a jugar bolas ahí en el poste y a pedir plata a los borrachos que
salen de los cafés. Hay unos que regalan plata; uno les dice: “Va a regalar un pesito
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para el tintico, llave?”, y se lo regala. A veces se le pide un peso y le dan a uno diez.
Pero yo soy honrado, pa´qué”.
Dime, ¿tú qué haces?
“Por ahí camellando. Desde que salí de Bosconia la cosa se ha puesto dura”.
¿Cuánto tiempo estuviste en el programa?
“Yo no duré sino unos seis meses”.
¿Por qué te saliste?
“Vainas... usted sabe...”.
¿Tienes buenos recuerdos?
“Sí, claro que toda la vida llevo con gusto en mi corazón a Bosconia”.
¿Cuál es el más grato recuerdo que tienes de Bosconia?
“Los consejos que le dan uno... Uno se sale porque le gusta más la calle...”.
¿La calle es sabrosa, no?
“No, ahora en la calle uno tiene la boca como una polvera, en cambio en Bosconia
permanecía con la tripa llena”.
¿Y tú, cómo te llamas?
“Yo me llamo como me puso el cura, con una papa en la mula...”.
No, el cura no te dio ese nombre.
“¿Sabe cómo me llamo yo? Neftalí Arturo Gómez Pinilla, alias el marranito”.
¿No será una “chapa”?
“No, a mí no me gusta ponerme chapa en ninguna parte. Así me llamo, de veras”.
¿Y ésta quién es?
“Maria de Jesús Gómez Pinilla, alias la marranita”.
¿Cuántos marranitos son?
“Por todos somos ocho”.
¿Dónde están los otros marranitos?
“Ahora están roncando...”.
Bueno, ¿y qué tal los otros compañeros?
“Esos sí duermen”.
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¿Quién es ese que está contra la pared?
“Es el tuerto... Hola, despierten que está la gallada de Bosconia... parecen tapias
durmiendo... ya comienzan a estirar las piernas... ¡qué tan mal educados!... Hola,
ñero, a saludar...”.
¿Qué tal muchachos?... ¡buenas noches!... ¿Quién quiere cigarrillos?
“Venga para acá se lo hacemos oler y ahí mismo se levanta a chupar. Hola Mocos,
¡arriba hermano! Es a fumar Pielroja. Ese está muy trabado!”.
¿Y quién huele gasolina?
“Todo el pueblo menos yo con ese frío que hace... miren, por fin se despertaron”.
¿Qué hubo, Carlitos?
“Ahí lo puede ver... y qué más... ¿cómo va la cosa por allá en Bosconia?”.
¡Pues lo estamos esperando!
“¡Ustedes son esquineros... luego voy por allá y nada!”.
¿Por qué no vas mañana?
“¿Palabra?”
¡Seguro!... Y qué, ¿estuviste chupando gasolina?
“¡Qué se va a hacer! Aquí todo el mundo le jala a eso, hasta la Magdalena”.
¿Dónde está Magdalena?
“Es ésa de allá, la del trapo rojo; ese trapo rojo está lleno de gasolina”.
¡Mentiras, ella no!
“¿Que no?... Lo que pasa es que ustedes no creen”.
¿Y de dónde vino Magdalena?
“Despertémosla; que hable ella misma... ¡hola! Ya se despierta; con esa gasolina
quién sabe”.
Magdalena, somos de Bosconia... ¿quieres caramelos?
“Cuál caramelos...¡dele pielroja!”.
¿De dónde viniste, Magdalena?
“De la Victoria”.
¿Y tus padres?
“Por ahí andan... ¡yo no sé!”.
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¿Qué hiciste hoy?
“Cantar en los buses... eso ahora pagan muy mal... en la tarde no hice sino
veinticinco pesos... eso pa´qué... tuve que darle la mitad a mi mamá”.
¿Y por qué?
“Porque ella los necesita”.
¿Dónde vive tu mamá?
“Por allá”.
¿Y tu papá?
“Sabrá el diablo...Oiga, ¿por qué no reciben mujeres en Bosconia? Por ahí hay
muchas peladas... sería bueno...”.
Lo vamos a intentar.
“Siempre dicen lo mismo... y nada”.
Repartimos dulces y cigarrillos a cada uno; los saludamos de
nuevo y nos despedimos.Todavía queríamos visitar otra camada.
Cada grupo trae una sorpresa diferente. Aquí las niñas... qué tristeza ¡Siempre
son las víctimas más indefensas!... ¿Son muchas las niñas gaminas?
El número es bastante inferior al de los muchachos. Además su vida gamín es
corta porque rápidamente ingresan al mundo de la prostitución.
Lo cual ya es un problema más complejo... ¿Hacia dónde vamos ahora?
Hacia un lugar conocido como “El Cartucho”, bastante sórdido y peligroso; es el
sitio donde quizá se ingiere más “pipo”.
A propósito, una pregunta que quería hacer hace un rato: ¿son frecuentes los
casos de intoxicación etílica entre esta clase de muchachos?
Muy frecuentes no son, pero no faltan. En repetidas ocasiones hemos hallado
muchachos en estado avanzado de intoxicación o en un letargo absoluto. Todavía
tenemos pendientes algunos problemas en juzgados por muchachos que hemos
llevado a hospitales y que han muerto después de tres o cuatro días.
Cerca de aquí, en la Plaza España recogimos hace poco a un muchacho de unos
15 años en un estado lamentable; lo llevamos a la Hortúa, pero murió a los dos días.
En otra ocasión, en la calle 9a
con carrera 4a
encontramos un adolescente que había
muerto a consecuencia de un “pipo”. Posteriormente supimos que sus compañeros
lo habían agarrado a puntapiés pensando que se trataba de una borrachera normal.
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Estábamos en “El Cartucho”, plena zona negra de Bogotá. Una
calle estrecha, rincón de piperos, hampa y gamines. El grupo
de muchachos todavía jugaba cuando llegamos. Nos recibieron
con la frase “entonces qué, ñero”, la típica manera de decir algo
cuando no quieren decir nada.
“¡Entonces qué, ñero!”
Bien, ¿y ustedes?
“Como siempre...”.
¿Cómo así?
“Jodidos, pero nadie cede... Como ustedes no lo reciben a uno...”.
¡No hay cupos! ¿Fuman?
“No será ‘pielroja’, como le dan a los pelados de la 23 y del ‘Chochal’”.
¡Tenemos “Imperial”!
“¡Ah, eso es otra cosa! ¡Que se vean pues!
¡Hola, Sangreyuca, venga ñero! A la mula no le den que viene trabao”.
¿Trabado?
“Mire como habla... mejor dicho, no puede ni hablar... se traba casi todos los
días... pero eso le sirve para trabajar...¿usted comprende, no?”.
¿Y el “trabajo” de hoy?
“Está mal.., A ése le robaron la caja de embolar. Ahora le va a tocar una en
arriendo”.
¿Dónde la perdiste?
“¡Por la 24... pero yo sé quién me la peló!”.
¿Vas a vengarte?
“Por ahora busco la caja... lo demás se verá... ese ‘culoemico’ ”.
¿Y cómo te robaron?
“Mientras le vendía ‘El espacio’ a una vieja”.
¿Viste quién fue?
“No, pero ya se sabe... el otro día le robó una caja a un pelado de San Victorino...
mejor dicho... él no se la robó pero él es el que manda”. “Pero conmigo no...”.
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¿Es mayor?
“Sí... ese ‘culoemico’ es peligroso. No es como uno que está una vez con la lotería,
otra vez con la cajita, otra vez en el bus pero siempre honradamente... Aquí nos
encontrará usted siempre con la frente alta”.
¡Caramba!
“Sí, la verdá se dice. Haber cigarrillos para mi ñero”.
¿De dónde venían?
“¡De lucha!”.
¿Estuvo buena hoy?
“¡Buena! fue máscara contra cabellera. Le robaron la pelea a Rayo de Plata. Al
Médico Asesino le rompieron la columna”.
¿Cómo?
“¡Sí!”.
¿Que le rompieron la columna?
“Ahí quedó botado. Esta vez sí lo jodieron”.
¿Hubo más peleas?
“La Bestia del Pantano contra el Ciclón Chino. La última pelea estuvo ‘barro’”.
¿Y se vinieron a pie desde allá?
“No, eso está muy lejos... en bus... nunca falta dónde colarse uno... nos íbamos
demorando un poco y ya hace mucho sueño”.
¿Nadie más duerme con ustedes?
“Falta Marco; ahora más tarde viene”.
Nosotros nos vamos... aquí hay otros cigarrillos.
“Gracias... ¿Vuelven?”.
Sí, otra noche.
“¿Y qué? ¿No más paseos?”.
Estamos organizándolos. Ya veremos.
“Pero que sea como el de la otra vez”.
¡O mejor!... ¡Hasta pronto!
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Nos retiramos de la camada ya bien entrada la noche para tomar
un café en un restaurante y hacer los últimos comentarios antes
de despedirnos.
Hablan con entusiasmo de la lucha. Yo tengo entendido que es una payasada;
pura farsa.
Es una ficción. La gente lo sabe y la mayoría de los muchachos también. Para ellos
lo importante es meterse en el espectáculo, vivirlo.
El que lo observa con sentido crítico no lo puede disfrutar.
Es lo mismo que sucede, aunque a otro nivel, con el cine. En la lucha cada
llave o cada puño podría ser mortal para una persona corriente, no para ellos;
está calculado...
La pelea se ensaya como puede serlo una pieza de teatro. No faltan los golpes
fuertes de verdad, aunque el luchador sabe hasta qué punto puede utilizar cada
llave.
El mérito de la lucha está en la coordinación y la fuerza.
De cualquier modo, son atletas que hacen su trabajo con acuerdo y maestría.
Y ganan sus pesos.
Cambiando de tema y para satisfacer una curiosidad: ¿ustedes hacen con
frecuencia lo de esta noche, visitar camadas?
Sí, porque es el trabajo básico; nosotros lo llamamos Operación Amistad. Se trata
de buscar al muchacho en su mundo, de establecer relación con él, así como es.
¿Es una actividad que requiere un equipo especial?
Es el equipo del Club de Externos. Al frente de él está un grupo de educadores de
lo más selecto, ya que su actuación exige mucho sacrificio y entrega. Lo que hicimos
anteayer y esta noche es el inicio de la Operación Amistad.
Hemos ido por el principio. Me alegra.
Las fogatas son típicas. Se hace correr la voz: “¡hay fogata!”. Normalmente es bien
recibida la noticia porque ellos saben que habrá chocolatada, alegría, cantos; suelen
colaborar consiguiendo llantas y leña para la hoguera.
No se me habría ocurrido a mí una operación tan curiosa.
Es un estímulo que provoca respuestas espontáneas. Allí mismo en torno al fuego
se puede apreciar una gama de actitudes; los muchachos cordiales y entradores, como
decimos; los perros, que vienen con intención de robar o de hacer desorden; los
simples curiosos...
67. 67
Me agradaría participar con ustedes en una fogata nocturna.
Las realizamos con alguna frecuencia; lugares excelentes los hay al pie de
Monserrate o en algún barrio periférico. Es el momento de invitarlos al Patio de La
Once.
¿Y vienen?
Muchos vienen. No es la única forma de invitarlos. Un recurso eficaz es una
tarde deportiva también, en un parque como el Tunal. Pese al poco tiempo que lleva
el Programa casi no hay barrio en el cual no tengamos un amigo a través del cual
lleguemos a un amplio grupo.
Una pandillita sí debe ser peligrosa.
La presencia del educador es definitiva, porque pueden ser un centenar; número
suficiente para atraer a la policía; en efecto, nos llegan de pronto radiopatrullas. Pero
al darse cuenta de que somos del Programa, se retiran.
Veo muy importante la Operación Amistad. Me parece la forma más
razonable de enfrentar una verdadera educación. Por experiencia sé que en los
reformatorios se obra de distinta manera; los muchachos van llevados por la
policía.
Con las actividades del primer paso del Programa, pretendemos entrar en amistad
con el muchacho, mostrarle la obra para que sea él mismo quien decida entrar, y aun,
el que insista. Así llega a un lugar que aprecia y que él mismo ha buscado.
Es una empresa agotadora.
Sin duda, pero es tan importante que la venimos haciendo desde el inicio pese
a las dificultades que comporta. Es extenuante el hecho de salir de noche, de lidiar
muchachos groseros habituados a la pelea, huraños.
En principio puede parecer alcahuetería. Se necesita penetrar el sentido de
la amistad con los pequeños raponeritos para no caer en la tolerancia por la
tolerancia.
Ha captado usted el meollo del asunto.
Lo digo porque no siempre deben ser salidas color de rosa, ¡con gamines!,
caray...
Cierto, cierto.
Recuerdo una escena en un bus. Fui uno de los peatones testigos del caso.
Una galladita venía por la calle jugando; se detenían, volvían a correr... alguien
tuvo una idea más feliz; decidieron esperar un bus. Cuando llegó, a la fuerza
lograron abrir la puerta trasera y el más grandecito, un mono carirredondo, se
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acomodó en la escalerilla de bajada impidiendo que se pudiera cerrar; al cambio
del semáforo estuvo listo para saltar al suelo al mismo tiempo que lanzaba una
enorme rata dentro del bus, que iba como es corriente en Bogotá, con cupo
y sobrecupo de pasajeros. Las señoras que viajaban atrás y alcanzaron a ver
la acción del muchacho, gritaron al tiempo. El grito debió generalizarse más
adelante al conocer el resto de pasajeros el motivo y no poder moverse del sitio.
Mal podría alguno de los ocupantes del bus aquél dejar de reconocer la gracia, a
veces cruel, de los gamines cuando les viene en gana hacer diabluras.
La organización del grupo en las salidas es una de las dificultades, y no la
menor, me parece. Eso de que vayan con alguien así como así me parece cuesta
arriba. Son muchachos sin obligación con nadie, además desconocidos en
algunos casos.
Nos ocurre con los paseos. Una mañana cualquiera se pasa la voz, la visita a
camadas la noche anterior sirve para citarlos en un lugar determinado, que puede ser
San Victorino; allí se les recoge, se les lleva al Club de Externos y se les proporciona
baño y desayuno y ... comienza la jornada.
¿Van con su ropa de calle?
Sí, sí, es inevitable. Son paseos supremamente ruidosos. Nosotros, sabedores de
las dificultades, tomamos precauciones.
Se requieren educadores excelentes, en extremos recursivos.
Con las piscinas en los paseos sucede que el muchacho por su misma presentación
se delata como gamín. Un kilómetro antes del sitio escogido para el baño se les da
una pantaloneta, se les hace cambiar en el bus y se organiza una maratón. Así son
aceptados en cualquier sitio porque dan la idea de un grupo de jóvenes que cumple
una competencia.
Nunca se me hubiera ocurrido.
El primer paseo, en los inicios del Programa, lo hicimos con algo más de 200
muchachos a Pozos Colorados, un lugar cerca de Santa Marta en donde había
antiguamente unas salinas. Fuimos en tren. Las primeras veces fue en extremo difícil;
hoy en día ya nos beneficiamos de la experiencia y de los muchachos mayores que
nos colaboran.
El tema es inagotable, lo veo; sin embargo, ya es un poco tarde y debemos
partir. Pero créame que volveremos para continuar; nos gusta la experiencia.
Pues estamos dispuestos a acompañarlos, con gusto.
69. 69
Cuando nos despedimos eran las primeras horas de la
madrugada; también a nosotros, el compartir con los muchachos
la Operación Amistad, nos había hecho más amigos.
70. 70
Capítulo II
La Once
Veníamos de la Avenida Caracas por la calle 10a
, y ahora
estábamos recorriendo la carrera 11 hacia el Patio de La Once.
Después de la pequeña incursión en la calle y las camadas,
íbamos al patio para completar nuestra imagen de la primera
etapa del Programa: la Operación Amistad, o sea las labores del
Club de Externos de Bosconia.
Les cuento que son lugares en los cuales nunca había estado. Todo inspira
temor: las calles estrechas, los rostros de las personas, la excesiva suciedad y la
sordidez del ambiente.
Evidentemente es un sector peligroso. Suele suceder que mueran una o dos
personas semanalmente en incidentes callejeros. Así es el mundo del muchacho de
la calle. Y conste que estamos en pleno día, son las 10:30 a.m. Ya pueden imaginar
cómo serán estos mismos lugares después de las 7 p.m.
Muy activos, supongo.
Ésa es la palabra, por decir lo menos: muy activos.
Es otra ciudad dentro de la ciudad.
Sí, es cierto.
Nos decía usted que el lugar que vamos a visitar se llama, ¿La Once?
Es el nombre popular, y le viene de estar situado sobre la carrera 11. Aquí estamos.
Golpeamos en la puerta. Al instante el educador responsable de
la entrada acude para invitarnos a seguir. Ya adentro, vemos el
gran patio, lleno hoy de muchachos que corretean de aquí y allí.
El saludo a Javier y a la pareja que lo acompaña es tumultoso
y alegre. Con dificultad continuamos el diálogo, entrecortado
por intervenciones que piden a gritos: “me recibe”, “me sube”.
Los dos amigos vacilan un tanto al comienzo, luego se animan
a dar la mano sin temor a los muchachos, sucios y andrajosos.
Caray, veo que la presencia de ustedes es casi una fiesta aquí.
Ojalá lo fuera. Será el mejor logro de nuestro trabajo.
71. 71
No entiendo por qué lo dice con tanto énfasis.
Es la clave de la actividad inicial. Y en especial en La Once. Estamos en la
Operación Amistad.
No entiendo mucho.
Pues mire: a un muchachito atrevido, ladronzuelo y sucio como es el clásico gamín
bogotano, pocos se le acercan en plan de amistad. Y las razones son naturalmente
diversas. Nosotros por nuestra parte queremos ser sus amigos. Nuestra actitud y el
patio que ve son un ejemplo concreto.
Veo que insiste en la amistad.
Es la definición misma de esta etapa del Programa.
Ustedes inician el trabajo lanzando algo así como una red a los muchachos,
para atraerlos.
Es exacto.
Esa red está formada por paseos, excursiones, fogatas... lo que hicimos en
días anteriores: la visita a camadas, y al final las actividades del patio.
El proceso es como usted lo describe. Y lo llamamos: Operación Amistad o
actividades del Club de Externos.
Mi primera observación es decirles que lo hallo un inicio diferente a cuanto
yo conozco, y me parece fundamentado en el buen criterio y en la libertad. Aquí
no entran policías, supongo.
No, no entran. Por las razones que usted expresa. Estaría en contradicción con la
actitud de espontaneidad anotada antes.
Pero vamos por partes para hacer claridad. Un muchacho... cualquiera de los
que vemos aquí, ¿cómo llegó hoy?
Ya somos conocidos suyos; lo hemos visitado allá donde él vive, en su camada
una y otra vez. Cuando ya nos “distingue” le proponemos que venga a visitarnos. Le
comentamos del lugar, de los servicios que tenemos, le damos la dirección. Así van
llegando. Además, la noticia se riega y muchos más van conociendo La Once.
¿Cuántos serán? Unos 80.
Sí. El número varía siempre. En algunas ocasiones llegan a ser hasta 120 y más.
¿Cuáles son las actividades aquí?
Se tienen los servicios básicos: atención médica y odontológica, duchas de agua
caliente, lavado de ropa, algo de comida, recreación, peluquería...
72. 72
Ellos pueden recibir el servicio que quieran, ¿verdad?
Así es... Y lo que interesa es la amistad. Fíjese en aquel morenito que está jugando.
Su apodo es ‘tombo loco’.
Vaya nombre.
Pues ahí donde usted lo ve es un marihuanero de tiempo completo. Él siente la
amistad cuando con la cara sucia llega y le dice a la Hermana Cecilia que dirige el
patio: “guárdeme esto”. Ella recibe el paquete de marihuana mientras el ‘tombo loco’
va a bañarse con agua caliente. Al salir, “encaleta” de nuevo el paquete, juega un rato
y después del medio día se va. Aquel otro muchacho por ejemplo: el saco largo que
lleva le permite esconder hasta limpiabrisas. No tiene nada de raro que ahora lo saque
y le diga al educador: “guárdemelo mientras me baño”.
¿Y el educador se los devuelve?
Desde luego. En La Once los educadores no toman la actitud de decidir si es
bueno o es malo un comportamiento. Su misión es tomar actitudes que afiancen
la amistad; no manifiestan sospecha ni mucho menos indagan o moralizan. El
educador es un amigo y su actitud en el Programa es diferente a la de un policía o
la de un profesor corriente; quiere ganar la confianza del muchacho. Hay exigencias
mínimas; por ejemplo, no fumar la marihuana en el patio. En algunos casos llegamos
hasta a comprársela y la quemamos; sin embargo, no siempre tenemos los recursos
económicos para eso.
Me atrevería a decir que ustedes son demasiados permisivos.
Yo diría más bien que tenemos planes a largo plazo. Todo el trabajo de la calle, los
Clubes Callejeros y La Once, está enmarcado dentro de esa gran consigna que hemos
convenido en llamar Operación Amistad.
Es una etapa previa en la cual buscamos una primera relación con el muchacho,
vamos hacia él; más tarde, conociéndonos y estimándonos él se acercará a nosotros
para pedir ayuda, entonces sí podremos con verdadera razón empezar a plantear el
cambio porque es él quien pide, y lo hace a una persona que él acepta y aprecia.
¿No es ir muy despacio?
Yo diría que el edificio educativo, como cualquier construcción, es tanto más
resistente cuanto más fuertes son los cimientos. Si nosotros logramos en la primera
parte del Programa ganar la amistad del muchacho, que sea él quien pida entrar,
entonces hemos colocado bases serias y firmes. Esto es válido todavía si pensamos
en los lazos familiares que no existen o, si físicamente existen, no representan nada
para él.
73. 73
¿La Once se entiende como la base del Programa?
Exactamente. La actitud de los educadores en el patio va dando frutos en los pasos
superiores de Bosconia y La Florida. Es todo un trabajo de equipo.
Volviendo a la actividad misma de La Once, ¿cómo se desarrolla?
A las 8 a.m. se abre la puerta y se cierra a las 4:30 p.m. Los muchachos van
llegando por grupos. En la mañana suelen venir en mayor número porque es más
difícil el repele; los restaurantes están cerrados y en los lugares donde suelen pedir,
todavía no hay nada.
Me manifestaba usted que el número de los asistentes es variable.
El número que frecuenta La Once depende de algunas actividades o espectáculos:
encuentros deportivos, lucha libre, batidas de la policía, etc.También puede depender
de la aparición de ciertos personajes de la calle, muy desafiantes, que infunden miedo
y destierran de un sector a los más débiles.
¿Conocen ustedes a esos personajes?
Sí, los conocemos, aunque no siempre es fácil descubrir y contrarrestar este tipo
de elementos negativos.
¿Hasta qué hora permanecen los muchachos? los que están hoy por ejemplo.
Salen a diferentes horas. La mayoría después del almuerzo se va a “trabajar”.
¿A trabajar?
Sí. En lenguaje callejero no se dice robar sino trabajar.
O sea, mientras están aquí no trabajan. Dicho de otra manera, vienen a
prepararse para luego salir a robar. ¿Ofendo con esa afirmación?
En absoluto. Algunas personas nos han reprochado con expresiones semejantes
afirmando que los enviamos a robar. Y es sólo porque no se mira el Programa en
conjunto. Al salir de La Once el muchacho se dedica, por fuerza, a sus actividades
callejeras.
Mientras el muchacho tiene su residencia permanente en la calle, roba para
subsistir. Lo que nosotros hacemos es irlo sacando poco a poco de la calle para
plantearle un proyecto de vida diferente. La labor del patio es el inicio de esa tarea.
Cada aspecto está previsto de manera intencional... ¿Cuál es el sentido por
ejemplo de frases como “me recibe” “me sube”?
Los servicios del patio llevan a despertar un sentimiento de dignidad que en boca
del muchacho es “¿me recibe?” y que traducido a nuestro lenguaje viene a corresponde
a la expresión “yo quiero cambiar”, “yo quiero progresar”.
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Vuelvo a pensar que es un proceso lento.
Volviendo a la comparación de antes, son los cimientos de la construcción, del
cambio. Por que es un cambio en el sentido más denso de la palabra. Se necesita no
correr más de lo necesario.
Pasando a un tema diferente, ¿vienen muchos enfermos?
Con todos, la primera atención es brindarles la ducha caliente con jabón desinfectante.
La suciedad en que vienen favorece el desarrollo de enfermedades. Uno de los grandes
combates, por ejemplo, es contra los piojos y las liendres, ellos lo llaman “carangas”.
Es un problemita tan difícil de combatir que por consejo de la enfermera en algunas
ocasiones el único remedio es rapar completamente.
Veo que ustedes se mueven con mucha tranquilidad en estos ambientes.
El riesgo de infecciones y contagios siempre existe. Las enfermedades de la piel,
la tisis, los casos de venéreas son bastantes frecuentes aun entre muchos pequeños.
¿Entre pequeños dice usted?
Sí; pocas veces las personas reflexionan en ello. Muchachos de 12 años y menores
tienen estos problemas.
El puesto de salud los atiende; es como un pequeño hospital a donde acuden en
casos urgentes que, dada la situación de la calle, podrían llevar a complicaciones de
gravedad.
Algunos muchachos heridos por robos no quieren ir a hospitales porque allá
deben dar razón de la herida y de los hechos; prefieren venir a nuestro centro con la
esperanza de ser atendidos.
Las enfermedades más frecuentes.
Son muy frecuentes las venéreas; y en general enfermedades de tipo infeccioso;
heridas hechas con navajas o “fierros” ocasionadas por disputas entre ellos mismos. A
veces, heridas a bala cuando son sorprendidos robando. Algunos son casos graves. En
días pasados un muchacho recibió un balazo que le atravesó el labio.
Quizá es uno de los servicios que más agradecen, ¿verdad?
Indudablemente. Aquí llegan muchachos con quemaduras hasta de tercer grado;
deben permanecer 15 o 20 días en tratamiento.
¿Muchas anécdotas?
De todos los colores. El patio por sí mismo constituye un riesgo y una aventura
permanente.
Ocurren historias curiosas. Ésta por ejemplo. Estábamos con un grupo de
visitantes de varios países en La Once. Comentábamos de todo un poco. Un