1. SIRENAS EN EL RIO
Esta historia que contaré, no sé si será cierto o producto de la
imaginación, mi padre me la contó en aquellas noches de tierna
tertulia cuando sentados en la mesa solía contarnos acompañado del
vaivén de las llamas de los mecheros.
José como todos los niños del campo, salía casi lindando el medio día
junto a sus cabras que debía pastar. Muy temprano ya había dejado
los porongos de leche en el mercado donde su abuela vendía
desayuno. Debía regresar para tomar su ulpada, unas papas
sancochas y huevos que su abuela había dejado preparado.
En su chuspa, debía provisionarse de cancha recién tostado su
kankacho de charki, y su botella de chicha recién fermentadita. Era
más que suficiente para aplacar su hambre de medio día.
Casi a las diez de la mañana salía arreando sus diez cabras: dos
machos, seis hembras y dos crías, era todos los animales que
estaban bajo su responsabilidad.
Esa mañana José, había decidido ir río abajo, le habían comentado
que entre la confluencia de los ríos Colkaki y Aymas, ahí donde se
juntan para dar origen al Rio Mariño, había pasto tierno y verde en
abundancia, además podía cazar algunas cuculíes o loritos.
Pues, era cierto, el pasto era enorme y abundante, el escenario era de
ensueño, enormes pisonaes, eucaliptos, molles dominaban el
paisaje, algunas enredaderas, cirakas maduritas, trepaban por los
gruesos troncos, suculentos aguaymantos se mostraban. Un
ensueño el paisaje.
2. Las actividades habían dejado algo cansado a José que se sentó
sobre una piedra enorme y desde ese trono comenzó a contemplar el
paisaje, como las confluencias de ambos ríos formaban enromes
pozas naturales listas para refrescarse. Estaba tan ensimismado
contemplando la danza de la correntada, cuando una melodía
hermosa y tierna sacó de sus cavilaciones. José buscó
frenéticamente de donde provenía tan bella melodía, un canto de
ángeles, buscó con la mirada hacia los árboles, hacia los matorrales,
no lo ubicó. Nuevamente la melodía surgió, esta vez acompañados de
leves chapoteos, fue cuando dirigió la mirada hacia el rio. No lo podía
creer, una bella mujer emergía de entre las correntadas, una larga
cabellera rubia se contorneaba por sus hombros que resplandecía
con los fulgores del sol.
Se acercó lo más que pudo, como espantada con la presencia de José
la mujer desapareció entre la correntada. El muchacho retrocedió y
se escondió tras las charamoscas, estuvo silente con los ojos bien
abiertos esperando que la mujer nuevamente apareciera.
Ya cuando estaba a punto de dejar su escondite, la mujer nuevamente
salió entonando la hermosa melodía, movió ligeramente la dócil
cabellera despidiendo gruesas gotas de agua, tenia una piel blanca,
José no salía de su asombro, la bella mujer nadó hacia una piedra
cercano a uno de los remansos que el rio había formado, subió a la
roca, para disfrutar del sol y la brisa, José desde su escondite no
dejaba de ver a la bella mujer, cuando terminó de salir del rio, José
quedó ofuscado por la impresión que le dio la mujer, tenía medio
cuerpo cubierto de escamas, como si fuera un pez, -¿que sería eso?-
se preguntó el muchacho.
3. Atrapado por el pánico y la impresión, José quiso acercarse aún más,
lo que produjo un ruido entre las ramas, esto, espanto a la mujer que
se zambulló entre las correntadas para desaparecer y para siempre.