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HABLO A LAS PARJ<:PE
''Hablo a las paredes", di ce L 11 •u11 , y 1 ~'"
quiere decir: "Ni a ustedes, ni ul (.l t'll 11 llt t"
Hablo solo. Esto precisament tlH lu 'JI''' 1
...
concierne. Interprétenme ustedes".
Las paredes son las de la capilla d ui nt t'  1111•
Lacan reencuentra ahí su juventud co mo w~i ol t· l1t• ,J.
psiquiatría. Se divierte, improvisa, se tlt ju lln111 1"
intención es polémica: sus mejot'OH ul1 t11111u
cautivados por la idea de que el psico n Ji i l1111, 1111
vacío de todo saber previo, levantan la buntl••tt• ti• 1 1111
saber, sacada de Bataille. "No", dit:o J.¡¡, '" ' , 1
psicoanálisis proviene de un saber IIJil'''"'" 11 tl1 1
inconsciente. Se accede a él por la vía d1• In 11 ttl tlcl (1 1
analizante se esfuerza en decir cruda mcult' l11 '1'" 1 l1
pasa por la cabeza) cuando esta condu•·•• ul W" 1 (, 1
analista interpreta los dichos de l nn¡tl 1n111lo 111
términos de libido) ".
En cam bio, otras dos vías cierran 1 ll('l'l'~" ni 1111•11111
la ignorancia (entregarse a ella co n p u~ i11u ""JIIIt ''
siempre consolidar el saber establecido) "1 I'"'J, 1 !111
pasión por el dominio oblitera lo qUc tl''rltt ..1 111 tu
fallido). El psicoanálisis enseña lttS vittnclt • 1lr 1
impotencia : ella al menos respeta lo ronl.
Lección de sabiduría para una 6poou, In 11111 • Ir 1 1111
ve cómo la burocracia, de la mano do l11 • · 1~ · 111 tn, • 111 ñ11
con cambiar lo más profundo qu til' tH• 1
•l hotrttl•t• 1'"'
medio de la propaganda, de la muni¡11 tl 111 "'" tllt" ht
del cerebro, de la hiotecnologfa y lt '"' '' olt 1 '" iul
engineering. Antes, por cierto, no H
•• 1 ln lttl lttttt 1'' 1 t
mañana podría ser peor.
ISBN 978·950·12·3655·2
Jll~l~llliJlllll~ lllflill~
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JACQUES LACA N
HABLO A
LAS PAREDES
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HABLO A LAS
PAREDES
PARADOJAS D LA AN
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ningún t1'o •tmlno, ul pm l.t t·u~r u.u11.1, 11 pt r nin-
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y alguna~ dr IIH 1 u11Nr1 111'111 ••••~ 1Hr nu lo pr •gnn-
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l •11 ml~jo. Pero tam-
biéu cHt. 11 11 1 oulr11 lltlt-1•, "" " • tth ·vi las, sus obras
impr visad.t , duml httlu" 11111 t 111:1 •· pitl . S trata
de SOI'Jtt·ttrln lt oplnlunr 1'•11•1 • rllH rla m :jor.
Esto es lo qu • ll.tu~omu' 11 ¡•,,,,,,,,1
¿Qui ~ti habla? ll 111 1 "" 11 ele- ••1hh"11 ' • p ' 1'0 de
una sabiduría sin t CHÍI{IlU Ión, ltlt.t .n11 .th rhu ', sar-
cástica, sardónica. Cada uno ·~ lihll' 1h• h .11.11 • una
conducta según su par · ·1·.
Esta serie, primero consag .ttht 1 111 ti t') , pttt 1Í<'a-
rá a continuación fragmentos s ogldos ct la obra.
JACQUES LACAN
HABLO A LAS
PAREDES
,
PAIDOS
Buenos Aires - Barcelona - México
Titulo orlglndh }1 jJI/rlt 1111 "11m. lililrrtlmJ dt In ~lflf161l~ d~ Sninu-Anne,
deJn qu 1L ~:111
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Tr~cluc lót1: Dur~ li•tuk•
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Tirnd : .000 J m¡lur
ISBN 978-950-1 J655 l
Índice
Nota sobre el texto........................................... . 9
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE.......... 11
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS ...... 47
HABLO A LAS PAREDES.................................. 85
Anexo ............................................................. 121
Nota sobre el texto
Invitado a dictar una serie de seminarios mensuales en el
hospital Sainte-Anne destinados a los residentes de psiquia-
tría, Lacan eligió corno título "El saber del psicoanalista".
Algunos de sus alumnos, tal vez inspirados en la lectura de
Bataille, enarbolaban en aquella época la bandera del "no
saber".
Si bien las tres primeras de esas "charlas': como las llamó
Lacan, respondieron más o menos a su idea inicial, las cua-
tro siguientes, en cambio, gimron alrededor de las cuestiones
que se discutían en el gran seminario que impartía en la
plaza del Panteón, en las aulas de la Facultad de Derecho,
con el título de "... o peor".
Respeté esa separación incluyendo esas cuatro "charlas "
en orden cronológico en el libro XIX del seminario, donde se
notaria su falta si no estuvieran. Las tres primeras, por el
contrario, desviarían la atención. Son las que reuní en este
pequeño volumen.
Fueron pronunciadas en la capilla del hospital el 4 de
noviembre de 1971, el 2 de diciembre del mismo año y el 6 de
enero de 1972.
Jacques-Alain Miller
9
Saber, ignorancia,
verdad y goce
A
l volver a hablar en Sainte-Anne espe-
raba que hubiera residentes; en mi
época se los llamaba "residentes de
los asilos", que en la actualidad son los hospi-
tales psiquiátricos, dejando de lado los demás.
Al volver a Sainte-Anne apuntaba a este
público. Tenía la esperanza de que alguno de
ellos se hubiera tomado la molestia de venir. Si
hay algunos aquí -me refiero a residentes en
actividad-, ¿me harían el favor de levantar la
mano? Es una aplastante minoría, pero en fin,
me basta ampliamente.
A partir de ahora y en la medida en que
pueda sostener el aliento, voy a intentar decir-
les algunas palabras.
Estas palabras, como siempre, son impro-
visadas, lo que no quiere decir que no tenga
algunas anotaciones. Son improvisadas desde
13
JACQUES LACAN
esta mañana porque trab<úo mucho. No se
sientan obligados a hacer lo mismo.
He insistido sobre la distancia que existe
entre el trab<úo y el saber. No nos olvidemos
de que esta noche lo que les anuncio se refie-
re al saber; por lo tanto, no hace falta que se
cansen. Verán por qué, algunos lo sospechan
ya por haber asistido a eso que se llama mi
seminario.
Para volver al saber, yo había señalado, en
un tiempo ya lejano, que la ignorancia, en el
budismo, puede ser considerada como una
pasión. Es un hecho que se justifica con un
poco de meditación. Pero como la meditación
no es nuestro fuerte, solo contamos con una
experiencia para hacerlo conocer.
Es una experiencia memorable que tuve
hace mucho tiempo, en la sala de guardia,
porque hace una pila de aüos que frecuento
estas murallas, aunque no eran especialmen-
te estas en aquella época. Esto se remonta a
1925-1926. En aquella época, los residen-
tes -no hablo de lo que son ahora-, en lo
que concierne a la ignorancia, no andaban
lejos. Se trataba sin duda de un efecto de
14
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
grupo. Podemos considerar que aquel era
un momento de la medicina al que tuvo que
seguir necesariamente la vacilación actual.
Acabo de decir que la ignorancia es una
pasión. No es para mí una minusvalía, ni tam-
poco es un déficit. Es otra cosa. La ignorancia
está ligada al saber. Es una manera de estable-
cer el saber, de hacer de él un saber estable-
cido. Por ejemplo, cuando alguien quería ser
médico en aquel tiempo, que era con seguri-
dad el final de una época, pues bien, era nor-
mal que quisiera manifestar una ignorancia -si
me permiten- consolidada.
Después de lo que acabo de decirles sobre la
ignorancia, no se sorprenderán de que les haga
notar que cierto cardenal, en tiempos en que el
título no era un certificado de ignorancia, lla-
maba "docta ignorancia" al saber más elevado.
Para recordarlo de paso, era Nicolás de Cusa.
De este modo, debemos partir de la correlación
entre la ignorancia y el saber. Si la ignorancia, a
partir de cierto momento, en cierta zona, lleva
el saber a su nivel más bajo, no es por culpa de
la ignorancia sino más bien lo contrario.
Desde hace cierto tiempo, la ignorancia
no es lo suficientemente docta en la medid-
15
JACQUES LACAN
na como para que esta sobreviva por otra dosa
que no sea la superstición. Sobre el sentido de
este término, y precisamente, llegado el caso,
en lo que respecta a la medicina, volveré luego
si tengo tiempo. Pero, para señalar un hecho
que proviene de esta experiencia de la cual
me interesa mucho retomar el hilo después de
cerca de cuarenta y cinco atl.os de frecuentar
estas murallas (no es para vanagloriarme, pero
después que entregué algunos de mis escri-
tos a la poubellication1 todo el mundo conoce
mi edad, es uno de los inconvenientes del
asunto), debo decir que es mejor no evocar el
grado de ignorancia apasionada que reinaba
entonces en la sala de guardia de Sainte-Anne.
Es verdad que se trataba de gente que tenía
vocación y, en aquel momento, tener vocación
por el asilo era algo bastante particular.
A esta misma sala de guardia llegaron al
mismo tiempo cuatro personas cuyos nombres
no me parece desde1iable volver a recordar,
puesto que soy una de ellas. La otra, que me
l. Neologismo a partir de poubelle [tacho de basura] y
publication [publicación]. [N. de la T.]
16
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
complazco en hacer resurgir esta noche, era
Henri Ey.
Se puede decir, con el espacio de tiempo
transcurrido, que de esta ignorancia, Ey fue
el civilizador. Rindo homenaje a su trabajo.
Como lo hizo notar Freud, la civilización no
nos desembaraza de ningún malestar, sino
todo lo contrario -das Unbehagen, el no bien-
estar- pero, en fin, esto tiene un aspecto
valioso.
Si creen que hay una mínima ironía en lo
que acabo de decir, se equivocan seriamente,
pero no pueden más que equivocarse, por-
que no pueden imaginar lo que era la igno-
rancia en el ambiente asilar antes de que Ey
metiera las manos allí. Era algo absolutamen-
te increíble.
Actualmente la historia avanzó, y acabo de
recibir una circular que señala la inquietud
que existe en cierta zona de dicho ambiente
en relación con ese movimiento que prome-
te todo tipo de chispas, llamado antipsiquia-
tría. Pretenden que yo tome partido en este
asunto.
¿Se puede tomar partido en algo que ya es
una oposición? Sin dudas sería conveniente
17
JACQUES LACAN
que sobre este asunto haga algunas observa-
ciones inspiradas en mi antigua expe!"iencia,
la que acabo de evocar, diferenciando en esta
oportunidad la psiquiatría y la psiquiatrerta.
La cuestión de los enfermos mentales o,
para decirlo mejor, de las psicosis no es resuel-
ta en absoluto por la antipsiquiatría, cuales-
quiera que sean las ilusiones que mantienen
al respecto algunos emprendimientos locales.
Me atrevo a expresar que la antipsiquiatría es
un movimiento cuyo sentido es la liberación
del psiquiatra, y es seguro que no está bien
encaminado.
No está bien encaminado debido a que
hay una característica que después de todo
no habría que olvidar en aquello que se llama
revoluciones, y es que este término está admi-
rablemente elegido, puesto que quiere decir
retorno al punto de partida. El alcance de todo
esto ya era conocido, pero está ampliamente
demostrado en el libro titulado Historia de la
locura, de Michel Foucault. En efecto, el psi-
quiatra cumple un servicio social. Es una crea-
ción de cierto giro histórico. El que estamos
atravesando no va a aliviar esta carga ni a redu-
cir su lugar, es lo menos que se puede decir, y
18
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
esto deja las cuestiones de la antipsiquiatría un
poco fuera de lugar.
Esta es una indicación introductoria, pero
quisiera destacar que, en lo que respecta a las
salas de guardia, hay algo que es sin embar-
go sorprendente y que a mi juicio constituye
una continuidad entre las antiguas y las más
recientes: se trata de comprobar hasta qué
punto, en relación con el sesgo que allí toman
los saberes, el psicoanálisis no hizo ninguna
mejora.
El psicoanalista -planteé la cuestión en los
años 1967-1968 cuando introduje la noción
del psicoanalista precedido por el artículo
definido, artículo definido cuyo valor lógico
intentaba recordar ante un auditorio bastante
amplio-, el psicoanalista no parece haber cam-
biado nada en cierto soporte del saber.
Todo esto tiene una regularidad. No suce-
de de un día para ou·o que se cambie el sopm'-
te del saber. El porvenir está en manos de
Dios, como se dice, esto es, en la buena suer-
te, la buena suerte de aquellos que tuvieron la
buena inspiración de seguirme. Algo surgirá
de ellos si los chanchítos no se los comen. Esto
es lo que llamo buena suerte. Para los otros,
19
JACQUES LACAN
no es cuestión de buena suerte. Su asunto será
resuelto por el automatismo, que es lo contra-
rio de la suerte, buena o mala.
Para aquellos a quienes el psicoanalista al
que recurren no les deja ninguna chance, qui-
siera esta noche evitar un malentendido que
podría instalarse en nombre de algo que es
efecto de la buena voluntad de algunos de los
que me siguen.
Estos escucharon bastante bien -en fin,
como pueden- lo que dije acerca del saber
como correlato de la ignorancia, y eso los ator-
mentó un poco. A algunos de ellos no sé qué
mosca les picó, una mosca literaria por supues-
to, algunas cositas que circulan en los escritos
de Georges Bataille, por ejemplo, porque de
otro modo no creo que se les hubiera ocurri-
do. Se trata del no saber.
Georges Bataille pronunció un día una
conferencia sobre el no saber, y eso circula tal
vez en dos o tres rincones de sus escritos. Pero
sabe Dios que no se estaba burlando. Muy
especialmente, el día de su conferencia en la
Sala de geografía de Saint-Germain-des-Prés,
que ustedes conocen muy bien porque es un
sitio de la cultura, no dijo ni una palabra, lo
20
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
que no era una mala manera de hacer ostenta-
ción del no saber.
Se le rieron y se equivocaron, porque ahora
resulta chic el no saber. Es algo que circula un
poco por todas partes entre los místicos, ¿no
es cierto?, incluso nos llega de ellos, incluso es
entre ellos donde esto tiene un sentido. Ade-
más, es sabido que insistí sobre la diferencia
entre saber y verdad. Por lo tanto, si la verdad
no es el saber, es el no saber. Lógica aristotéli-
ca: todo lo que no es negro es no negro.
Como articulé que el discurso analítico se
sostiene en la frontera sensible entre la verdad
y el saber, pues entonces, levantar la bande-
ra del no saber es un buen camino. No es un
mal estandarte. Puede servir como convocato-
ria para aquello que no resulta excesivamen-
te raro reclutar como clientela, la ignorancia
crasa, por ejemplo. Eso también existe pero,
en fin, es cada vez más raro.
Sin embargo, hay otras cosas, otras vertien-
tes, la pereza por ejemplo, de la que hablo
desde hace mucho tiempo. Yademás hay algu-
nas formas de institucionalización -"campos
de concentración de Dios", como se dijo en
otra época- dentro de la Universidad, donde
21
JACQUES LACAN
esas cosas son bien recibidas porque eso es
chic. En síntesis, se dedican a toda una panto-
mima: "Pase usted primero, señora Verdad, el
agujero está ahí, ese es su lugar".
En fin, este no saber es un hallazgo. No
hay nada mejor para introducir una confusión
definitiva en un tema delicado, el punto en
cuestión para el psicoanálisis, eso que llamé la
frontera sensible entre verdad y saber.
Diez años antes habían hecho otro hallaz-
go que tampoco estaba nada mal respecto
a lo que bien debo llamar mi discurso. Lo
había comenzado diciendo que el inconsciente
está estructurado como un lenguaje. Encontraron
una cosa formidable; a los dos tipos que mejor
habrían podido trabajar en esta línea, hilar
este hilo, les encomendaron un flor de traba-
jo, un diccionario de filosofía. ¿Qué dije? Dic-
cionario de psicoanálisis. Vean el lapsus. En
fin, esto bien vale el Lalande.2
Alguien pregunta: ¿Lalangue [lalengua]?
2. Nombre de un conocido diccionario de filosofia.
[N. de la T.]
22
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
No, no es gue, es de. Lalengua, tal como
la escribo ahora, en una sola palabra, es otra
cosa. ¡Miren que cultivados son!
No dije que el inconsciente esté estructu-
rado como !alengua, sino como un lenguaje,
voy a retomar esto más tarde. Pero cuando se
encargó a los "responsivos"3 que mencioné
recién la tarea de un vocabulario de psicoanáli-
sis, fue evidentemente porque yo había puesto
a la orden del día ese término saussureano, la
lengua, que, lo repito, voy a escribir de ahora
en más en una sola palabra, y voy a justificar
por qué. Pues bien, lalengua no tiene nada
que ver con el diccionario, cualquiera que sea.
El diccionario tiene que ver con la dicción,
es decir, por ejemplo, con la poesía y con la
retórica. No es poca cosa, ¿eh? Eso va desde la
invención hasta la persuasión. Es muy impor-
tante, salvo que no es este aspecto justamente
el que tiene que ver con el inconsciente. Con-
3. En el uso irónico del término responsifs [responsi-
vos] también se puede escuchar una condensación entre
m ponsables [responsables] y poncifs [triviales, banales].
[N. de la T.]
23
JACQUES LACAN
trariamente a lo que piensa la masa de asis-
tentes, el inconsciente tiene que ver ante todo
con la gramática. De todos modos, una parte
importante ya lo sabe si escuchó esos pocos
términos con los cuales intento hacer pasar lo
que digo del inconsciente. Este también tiene
un poco que ver, mucho que ver, todo que ver,
con la repetición, es decir, la vertiente total-
mente contraria a aquello para lo que sirve un
diccionario. De modo que poner a confeccio-
nar un diccionario a quienes habrían podido
en aquel momento ayudarme a hacer mi cami-
no fue una manera bastante buena de des-
viarlos. La gramática y la repetición son una
vertiente totalmente diferente a la que recién
señalaba como invención, que sin duda no es
poca cosa, y tampoco lo es la persuasión.
Contrariamente a lo que todavía no sé por
qué está muy difundido, la vertiente útil en la
función de !alengua -útil para nosotros, psi-
coanalistas, para aquellos que se las tienen que
ver con el inconsciente- es la lógica.
Este es un pequeño paréntesis que se conec-
ta con el riesgo de pérdida que conlleva la pro-
moción absolutamente improvisada y endeble
del no saber, a la que en verdad no di jamás
24
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
ninguna ocasión de error. ¿Es necesario demos-
trar que en el psicoanálisis, de manera funda-
mental y primera, está el saber? Sin embargo,
es lo que voy a tener que demostrarles.
Tomemos por una punta este carácter pri-
mero, macizo, de la primacía del saber en el
psicoanálisis.
Hace falta recordarles que, cuando Freud
intenta dar cuenta de las dificultades que hay
para el avance del psicoanálisis, publica en
/mago, en 1917 si recuerdo bien, un artículo
que fue traducido y publicado en el primer
número del International journal of Psycho-
Analysis con el título "Una dificultad del psi-
coanálisis". Ocurre que el saber que está en
juego no es aceptado con facilidad. Freud lo
explica como puede, ypor eso mismo se pres-
ta al malentendido.
No es casual ese famoso término resistencia,
con el que creo haber logrado que ya no nos
taladren los oídos, al menos en cierto sector.
Pero es cierto que hay uno, no lo dudo, donde
todavía florece este término, que es para el
psicoanalista una aprensión permanente. ¿Por
qué no atreverse a decirlo? Todos tenemos
25
JACQUES LACAN
nuestros deslices y sobre todo son las resis-
tencias las que los favorecen. Se lo descubrirá
dentro de un tiempo en lo que yo digo... aun-
que después de todo no es algo tan seguro.
En resumen, Freud incurre en un desacier-
to. Cree que contra la resistencia solo hay una
cosa para hacer: la revolución. Pero entonces
resulta que él encubre completamente aque-
llo que está enjuego, a saber, la dificultad muy
específica que hay para hacer intervenir cier-
ta función del saber. La confunde con aquello
que se señala como revolución en el saber.
En ese pequeño artículo -lo retomará des-
pués en "El malestar en la cultura"- está el
primer gran fragmento acerca de la revolu-
ción copernicana. Era algo trillado en el saber
universitario de la época. Copérnico -pobre
Copérnico- había hecho la revolución. Fue él
-como dicen en los manuales- quien ubicó al
Sol en el centro y a la Tierra girando alrededor.
Queda totalmente claro que a pesar del
esquema que muestra muy bien esto, efectiva-
mente, en De revolutionibus, etc., Copérnico no
había tomado absolutamente ningún partido
en el tema, y nadie hubiera pensado en fasti-
diarlo por eso.
26
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
Pero, en fin, es un hecho, en efecto, que
pasamos del geo al heliocentrismo, y se supo-
ne que esto asestó un golpe, un blow, como se
expresa el texto inglés, a vaya a saber qué pre-
tendido narcisismo cosmológico.
El segundo blow es biológico. Freud nos
lo evoca en el nivel de Darwin, con el pretex-
to de que, en lo que concierne a la Tierra, la
gente tardó cierto tiempo en reponerse de la
novedad que ubicaba al hombre en relación de
parentesco con los primates modernos. Freud
explica la resistencia al psicoanálisis por lo
siguiente: lo que está afectado es esa consisten-
cia del saber que hace que, cuando uno sabe
algo, lo mínimo que se puede decir es que uno
sabe que lo sabe. Ese es el nudo de la cuestión.
Alrededor de eso se hizo un pintarrajo en
forma de yo. Hay que saber que el que sabe
que sabe, pues bien, soy yo. Está claro que esta
referencia al yo es segunda en relación con lo
siguiente: que un saber se sabe, y que la nove-
dad que revela el psicoanálisis es que es un
saber no sabido para sí mismo. Pero, les pre-
gunto ¿qué habría ahí de novedoso, capaz de
provocar resistencia, si este saber fuera natural?
En todo el mundo animal, nadie puede sor-
27
}ACQUES LACAN
prenderse de que el animal sepa grosso modo lo
que le hace falta. Si se trata de un animal de
vida terrestre, no va a ir a sumergirse en el agua
más que un tiempo limitado, sabe que eso no
le vale de nada. Si el inconsciente es algo sor-
prendente, se debe a que ese saber es diferen-
te. De ese saber tenemos desde siempre una
idea, muy infundada por otra parte, porque
fueron evocados la inspiración, el entusiasmo.
El saber no sabido del que se trata en el psicoa-
nálisis es un saber que efectivamente se articu-
la, que está estructurado como un lengu~e.
Resulta de este modo que la revolución
argumentada por Freud tiende a encubrir lo
que está en juego. Eso que no es aceptado,
revolución o no, es una subversión que se pro-
duce en la función, en la estructura del saber.
En verdad, fuera de las molestias que oca-
sionaba a algunos doctores de la Iglesia, no
puede decirse que la revolución cosmológica
estuviera encaminada a que el hombre, como
se dice, se sienta de ningún modo humillado.
Si el uso del término revolución es tan poco
convincente, es po1'que el hecho mismo de que
haya habido revolución en ese punto es más
bien exaltante en lo que atañe al narcisismo.
28
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
Lo mismo ocurre en cuanto al darwinismo.
No hay ninguna doctrina que encumbre más
la producción del ser humano que el evolucio-
nismo.
Tanto en un caso como en el otro, cosmo-
lógico o biológico, todas esas revoluciones
mantienen al hombre en el lugar de la flor y
nata de la creación.
Por esto mismo esta referencia de Freud
está realmente mal inspirada. Tal vez sea que
está hecha justamente para encubrir y hacer
pasar lo que está en juego, a saber, que este
nuevo estatus del saber debe generar un tipo
de discurso completamente nuevo, el cual no
es fácil de sostener y que hasta cierto punto
todavía no ha comenzado.
Dije que el inconsciente está estructurado
como un lenguaje. ¿Pero cuál? ¿Y por qué dije
un lenguaje?
En cuestión de lenguaje empezamos a
conocer un poco. Se habla de lenguaje-obje-
to en la lógica, matemática o no. Se habla de
metalenguaje. Incluso se habla de lenguaje,
desde hace cierto tiempo, en el nivel de la bio-
logía. Se habla de lenguaje a tontas y a locas.
Para empezar, diría que si hablo de lengua-
29
JACQUES LACAN
je es porque se trata de rasgos comunes que se
encuentran en !alengua. Aunque esta misma
está sujeta a una gran variedad, sin embar-
go tiene constantes. El lengu~e en cuestión,
tal como me tomé el tiempo, el cuidado, la
preocupación y la paciencia de articula!~ es el
lenguaje en el que se puede diferenciar, entre
otras cosas, del mensaje, el código. Sin esta
distinción mínima, no hay lugar para la pala-
bra. Por eso cuando introduzco estos términos
titulo "Función y campo de la palabra -es la
función- y del lenguaje" -es el campo-.
La palabra define el lugar de aquello que
se llama la verdad. Lo que señalo desde su
entrada, por el uso que quiero hacer de ella,
es su estructura de ficción, es decir, también
de engaño. En verdad, viene al caso decirlo,
la verdad solo dice la verdad, y no a medias,
en un solo caso: cuando dice miento. Este es
el único caso en el que estamos seguros de
que no miente, porque se supone que ella lo
sabe. Pero de Otro modo [Autrement],4 con
4. Hay homofonía entre autrernent [de otro modo] y
Autre ment [Otro miente]. [N. de la T.]
30
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
A mayúscula, es muy probable que diga pese
a todo la verdad sin saberlo. Esto es lo que
intenté indicar con mi S mayúscula, parén-
tesis, A mayúscula, donde dicha A está pre-
cisamente tachada S(.q.). En todo caso, aque-
llos que me siguen no podrán decir que esto,
al menos esto, no es un saber y que no debe
tenerse en cuenta para guiarse, aunque más no
sea en el día a día. Este es el primer punto del
inconsciente estruch1rado como un lenguaje.
El segundo, no me esperaron a mí para
saberlo -hablo a los psicoanalistas- puesto que
es el principio mismo de lo que ustedes hacen
cuando interpretan.
No hay una sola interpretación que no con-
cierna -en lo que ustedes escuchan- al lazo
que se manifiesta entre la palabra y el goce.
Puede ser que ustedes lo hagan de manera
inocente, sin que nunca se hayan dado cuenta
·.
.de que nunca una interpretación quiere decir
otra cosa, pero en fin, una interpretación ana-
lítica siempre es eso. El beneficio, ya sea pri-
mario o secundario, es un beneficio de goce.
La cosa surgió de la pluma de Freud pero
no de manera inmediata, puesto que hay una
etapa, la del principio de placer. Pero queda
31
jACQUES LACAN
claro que un día lo sorprendió que, hagan lo
que hagan, inocente o no, lo que se formula,
hagan lo que hagan con eso, es algo que se
repite.
Dije: "La instancia de la letra", y si utilizo
instancia tengo mis razones, como para todos
los usos que hago de las palabras. Instancia
resuena tanto en el nivel de la jurisdicción
como en el de la insistencia, donde hace sur-
gir ese módulo que definí como el instante, en
el nivel de cierta lógica.
Freud descubre el más allá del principio
de placer en la repetición. Solo que, si hay
un más allá, no hablemos más de principio.
Un principio donde hay un más allá ya no
es un principio. De paso, dejemos de lado
el principio de realidad. Todo esto debe ser
revisado. Después de todo, no hay dos clases
de seres hablantes, aquellos que se rigen por
el principio de placer y el principio de reali-
dad, y aquellos que están más allá del prin-
cipio de placer, sobre todo porque, como se
dice, clínicamente -reconozcámoslo- son los
mismos.
El proceso primario se explica en un pri-
mer tiempo mediante esta aproximación que
32
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
es la bipolaridad principio de placer/princi-
pio de realidad. Este esbozo es insostenible y
está hecho para que estos primeros enuncia-
dos sean digeridos como puedan por los oídos
contemporáneos, que son oídos burgueses
-no quiero abusar de este término-, esto es,
que no tienen ni la menor idea de qué es el
principio de placer.
El principio de placer es una referencia a
la moral antigua. En la moral antigua, el prin-
cipio de placer, que consiste precisamente en
hacer lo menos posible, otiurn cum dignitate, es
una ascesis. Podría decirse que confluye con
la de los puercos, pero de ningún modo en
el sentido en que se los entiende. El término
puerco en la Antigüedad no significaba que se
fuera cochino. Quería decir que se lindaba
con la sabiduría animal. Era una apreciación,
un toque, una nota, dada desde el exterior por
gerite que no comprendía de qué se trataba
ese último refinamiento de la moral del amo.
¿Qué puede tener esto que ver con la idea que
se hace el burgués acerca del placer y, además,
de la realidad?
Sea como fuere, de la insistencia con la que
el inconsciente nos entrega lo que formula,
33
JACQUES LACAN
resulta lo siguiente: si acaso nuestra interpre-
tación solo tiene como sentido hacer notar
lo que el sujeto encuentra, entonces, ¿qué
encuentra? Nada que no deba catalogarse en
el registro del goce. Este es el tercer punto.
Cuarto punto. ¿Dónde yace el goce? ¿Qué
hace falta ahí? Un cuerpo. Para gozar hace
falta un cuerpo. Hasta aquellos que hacen una
promesa de Beatitudes eternas solo pueden
hacerlo suponiendo que el cuerpo es su sopor-
te. Glorioso o no, ahí debe estar. Hace falta un
cuerpo. ¿Por qué? Porque la dimensión del
goce para el cuerpo es la dimensión del des-
censo hacia la muerte.
Por otra parte, es en esto en lo que el
principio de placer anuncia que desde aquel
momento Freud sabía bien lo que decía. Si lo
leen con cuidado, verán allí que el principio
de placer no tiene nada que ver con el hedo-
nismo, aunque nos haya sido legado por la
más antigua tradición. En verdad, es el ptinci-
pio de displace!~ a punto tal que al enunciarlo,
Freud derrapa a cada paso. Nos dice: ¿en qué
consiste el placer?, y responde: en bajar la ten-
sión. Pero al contrario, ¿por qué se goza si no
es porque se produce una tensión? Este es el
34
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
principio mismo de todo lo que tiene el nom-
bre de goce.
Por eso, mientras recorre el camino de
Jenseits des Lustprinzips, del "Más allá del prin-
cipio de placer", ¿qué nos enuncia Freud en
el "Malestar en la cultura" si no es que, muy
probablemente, mucho más allá de la llamada
represión social, debe haber una represión -lo
escribe textualmente- orgánica?
Es una lástima que haya que tomarse tanto
trabajo para cosas que resultan tan evidentes.
La dimensión en la cual el ser hablante se dis-
tingue del animal es ciertamente que hay en
él ese hiato por donde se perdería, por donde
le estaría permitido operar sobre el o los cuer-
pos, sea el suyo o el de sus semejantes, o el de
los animales que lo rodean, para hacer surgir,
en su propio beneficio o en el de ellos, lo que
se llama, para hablar con propiedad, el goce.
Los encaminamientos que acabo de subra-
yar, que van desde la descripción sofisticada
del principio de placer hasta el reconocimien-
to abierto de lo que concierne al goce fun-
damental, vuelven aún más extraño ver que
Freud recurre en aquel momento a eso que
designa como instinto de muerte. No es que
35
JACQUES LACAN
esto sea falso, pero que sea dicho así, de una
manera tan sabia, es precisamente lo que no
pueden tragarse de ningún modo los sabios
que él engendró con el nombre de psicoana-
listas.
La institución psicoahalítica internacio-
nal se caracteriza por una larga cogitación,
una rumia alrededor del instinto de muerte.
Observen si no esos interminables dédalos,
la manera que tiene de partirse, de dividirse,
de repartirse -lo admite, no lo admite, llego hasta
aquí, no lo sigo hasta allá-. Antes bien que uti-
lizar un término que parece elegido para dar
la ilusión de que algo fue descubierto en ese
campo que puede considerarse análogo a lo
que en lógica se llama una paradoja, resulta
sorprendente que Freud, si se tiene en cuenta
el camino que ya había trazado, no haya creí-
do necesario señalar de una manera pura y
simple el goce. En el orden de la erotología,
este está verdaderamente al alcance de cual-
quiera. Es verdad que en aquel tiempo las
publicaciones del Marqués de Sade estaban
menos difundidas. Por esto mismo, creí que
debía marcar en algún lugar de mis Escritos
-para poner una fecha- la relación de Kant
36
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
con Sade. ¿Por qué Freud procedió así? Creo
que después de todo hay una respuesta. No es
obligatorio que él, no más que cualquiera de
nosotros, haya sabido todo lo que decía. Pero
en lugar de contar tonterías sobre el instin-
to de muerte primitivo, venido del exterior o
venido del interior, o retornando del exterior
hacia el interior, y más tarde volcándose en
la agresividad y en la pelea, tal vez se habría
podido leer en el instinto de muerte de Freud
aquello que conduce a decir que, en suma, el
único acto -si hubiera uno que fuera un acto
logrado- sería, si pudiera serlo, el suicidio.
Entiéndase bien que hablo de un acto que
fuera logrado como el año pasado hablaba de
un discurso que no fuera del semblante. Tanto
en un caso como en el otro, no hay ni un tal
discurso ni un tal acto.
Esto es lo que Freud nos dice. No nos lo
dice así, en crudo, en claro, tal como podemos
decirlo ahora, una vez que la doctrina despe-
jó un poquito el camino, y sabemos que no
hay más acto que el fracasado e incluso que
esta es la única condición para un semblan-
te de logro. Por esto mismo el suicidio mere-
ce una objeción. No es necesario que quede
37
JACQUES LACAN
como tentativa para que de todos modos sea
fracasado, completamente fracasado desde el
punto de vista del goce. Quizás no sea así para
los budistas con sus bidones de nafta, porque
están a la orden del día.
No sabemos nada al respecto porque no
vuelven para dar testimonio.
El texto de Freud es un lindo texto. No
por nada nos trae el soma y el germen. Él sien-
te, presiente, que ahí hay algo para profundi-
zar. En efecto, lo que se debe profundizar es
el quinto punto que enuncio este año en mi
seminario de este modo: no hay relación sexual.
Esto puede sonar un poco chiflado. Bas-
taría con echarse un buen polvo para demos-
trarme lo contrario. Lamentablemente, eso
es algo que no demuestra en absoluto nada
semejante porque la noción de relación no
coincide del todo con el uso metafórico que
se hace de este término a secas, relación, tuvie-
ron relaciones. No es del todo eso. Se puede
hablar seriamente de relación no solo cuando
un discurso establece la relación sino cuando
además se enuncia la relación. Lo real está ahí
antes de que lo pensemos, pero la relación, en
cambio, es mucho más incierta. No solo hay
38
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
que pensarla, sino también escribirla. Si no
son capaces de escribirla, no hay relación.
Sería quizá muy destacable si durante bas-
tante tiempo, como para que eso comience a
dilucidarse un poco, se verificara que es impo-
sible escribir lo que sería la relación sexual.
La cosa tiene su importancia porque justa-
mente, a través del progreso de lo que llama-
mos la ciencia, estamos llevando muy lejos un
montón de pequeños asuntos que se sitúan en
el nivel del gameto, del gen, ele cierto número
de elecciones, de selecciones, llámenselas como
se quiera, meiosis u otra cosa, y que parecen
esclarecer realmente algo que sucede a nivel
del hecho de que la reproducción, al menos
en cierto sector de la vida, es sexuada. Pero
esto no tiene nada que ver con lo que atañe a
la relación sexual, por cuanto es muy cierto que
hay en el ser hablante, en torno a esta relación
en tanto basada en el goce, un abanico con un
despliegue absolutamente admirable.
Dos cosas fueron puestas de manifiesto por
Freud y por el discurso analítico.
Por una parte, está toda la gama del goce.
Todo lo que se pueda hacer cuando se trata
de manera conveniente un cuerpo, incluso el
39
JACQUES LACAN
propio cuerpo, participa en cierto grado del
goce sexual. Solo que el goce sexual mismo,
cuando quieren ponerle la mano encima -si
puedo expresarme así-, ya no es para nada
sexual, sino que se pierde.
En segundo lugar entra en juego todo lo
que se elabora con el término falo. El mismo
designa cierto significado, el significado de
cierto significante totalmente evanescente,
porque en cuanto a definir qué es el hombre
o la mujer, el psicoanálisis nos muestra que
eso es imposible. Hasta cierto grado nada indi-
ca especialmente que sea hacia el partenaire
del otro sexo hacia donde deba dirigirse ~1
goce, aun si se lo considera, por un instante,
como el guía de la función de reproducción.
Nos encontramos ante el estallido de la
noción -digamos- de sexualidad. Sin duda algu-
na la sexualidad se encuentra en el centro de
todo lo que sucede en el inconsciente. Pero está
en el centro por cuanto es una falta. Es decir
que, en el lugar de sea lo que fuere que pudie-
ra escribirse de la relación sexual como tal, en
sustitución están los impasses engendrados por
la función del goce sexual, en la medida en
que este aparece como el punto de espejismo
40
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
que Freud mismo pone como ejemplo del goce
absoluto. Yes tan verdadero como no absoluto.
No lo es en ningún sentido, en primer
lugar, porque como tal está destinado a esas
diferentes formas de fracaso que constituyen
para el goce masculino la castración, y para el
femenino la división. Por otra parte, aquello
a lo que lleva el goce no tiene absolutamente
nada que ver con la copulación, en la medida
en que esta es el modo usual -digámoslo así,
aunque eso va a cambiar- por el cual se realiza
la reproducción'en la especie del ser hablante.
En otros términos, hay una tesis: no hay
relación sexual, estoy hablando del ser hablan-
te. Hay una antítesis, que es la reproducción
de la vida. Este es un tema muy conocido y es
la bandera actual de la Iglesia católica, en lo
cual hay que reconocer su valentía. La Iglesia
católica afirma que hay una relación sexual,
aquella que culmina haciendo niiiitos. Se trata
de una afirmación muy aceptable, solo que es
indemostrable. Ningún discurso puede soste-
nerla, salvo el discurso religioso, en la medida
en que él define la separación estricta que hay
entre la verdad y el saber. En tercer lugar, no
hay síntesis, a menos que ustedes llamen sínte-
41
JACQUES LACAN
sis a esta observación de que el único goce que
hay es el de morir.
Tales son los puntos de verdad y de saber
en los que importa acentuar lo que atañe al
saber del psicoanalista, con la salvedad de que
no hay ni un solo psicoanalista para quien esto
no sea letra muerta. En cuanto a la síntesis,
podemos confiar en ellos para sostener los
términos y verlos en un lugar completamen-
te diferente del instinto de muerte. Como se
dice: Chassez le naturel, il revient au galop.s
De todos modos, convendría darle su ver-
dadero sentido a esta vit:ja fórmula proverbial.
Hablemos de "lo natural", que es todó lo
que se recubre con las vestiduras del saber,
y sabe Dios que eso no falta. El discurso uni-
versitario está hecho únicamente para que el
saber sea una vestidura. El ropaje del que se
5. La expresión francesa cltassez le naturel, il revient au
galop significa que nunca se pierden las malas costum-
bres, las tendencias naturales. Su traducción aproximada
al castellano es "genio yfigura hasta la sepultura". [N. de
la T.]
42
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
trata es la idea de naturaleza. No va a desa-
parecer así nomás de la escena. No es que yo
intente sustituirla por otra. No se imaginen
que soy de aquellos que oponen la cultura a
la naturaleza, aunque más no sea porque la
naturaleza es precisamente fruto de la cultura.
Pero, en fin, para esta relación: saber/verdad, o
verdad/saber, como ustedes prefieran, ni siquie-
ra hemos empezado a tener ni el más mínimo
principio de adhesión, como tampoco para lo
que decimos sobre la medicina, la psiquiatría y
un montón de otros problemas.
Dentro de poco tiempo, antes de cuatro o
cinco años, vamos a estar sumergidos en proble-
mas segregativos a los que estigmatizaremos con
el término racismo. Todos esos problemas resul-
tan del control de lo que sucede en el nivel de la
reproducción de la vida en seres que, en razón
de que hablan, se encuentran con todo tipo ele
problemas de conciencia. Es inaudito que toda-
vía no se hayan dado cuenta de que los proble-
mas ele conciencia son problemas de goce.
Pero, en fin, estos problemas recién esta-
mos empezando a poder decirlos. No hay nin-
guna seguridad de que esto tenga la menor
consecuencia, puesto que sabemos que la
43
JACQUES LACAN
interpretación requiere, para ser recibida, eso
que al comienzo llamé un trabajo. El saber es
del orden del goce. No vemos en absoluto por
qué cambiaría de lecho. Si la gente denuncia
eso que llaman intelectualización es simple-
mente porque está acostumbrada, por expe-
riencia, a darse cuenta de que no es en abso-
luto necesario ni en absoluto suficiente com-
prender algo para que algo cambie.
La cuestión del saber del psicoanalista no
es de ningún modo saber si eso se articula o
no, sino saber en qué lugar hay que estar para
sostenerlo. A este respecto, intentaré darles
una indicación a la que no sé si voy a lograr
dar una formulación transmisible.
La cuestión es saber lo que la ciencia -a la
que el psicoanálisis, así como en la época de
Freud, no puede más que escoltar- llega a
alcanzar de aquello que concierne a lo real.
La potencia de lo simbólico no necesita ser
demostrada, porque es la potencia misma. No
hay en el mundo ninguna huella de poten-
cia anterior a la aparición del lenguaje. En
lo que Freud bosqueja de la época anterior a
Copérnico, él se imagina que el hombre era
muy feliz por estar en el centro del universo
44
SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE
y creerse el rey del mismo. Esto es una ilusión
absolutamente extraordinaria. Si el hombre
tenía alguna idea sobre las esferas celestes
era precisamente porque allí se encontraba la
última palabra del saber. ¿Quién sabe algo en
el mundo? Las esferas etéreas. Ellas sí saben.
Hizo falta tiempo para que eso fuera supera-
do. Por eso el saber está asociado desde los
orígenes a la idea de poder.
La pequeña nota que se encuentra en el
dorso del grueso volumen de mis Escritos invoca
las Luces. ¿Por qué no admitirlo?, soy yo quien
la escribió. ¿Quién otro sino yo hubiera podi-
do hacerlo? Se reconoce mi estilo, y está muy
bien escrita. Las Luces tardaron cierto tiempo
en elucidarse. En un primer tiempo, fallaron su
intento. Pero en fin, así como el Infierno, esta-
ban sembradas de buenas intenciones.
Contrariamente a todo lo que se dijo, las
Luces tenían como finalidad enunciar un
saber que no fuera un homenaje a ningún
poder. Sin embargo, lamentamos tener que
constatar que aquellos que se dedicaron a esta
tarea se encontraban un poco demasiado en
posición de lacayos con respecto a cierto tipo
de amos, los nobles de la época -debo decir
45
JACQUES LACAN
que bastante felices y prósperos-, como para
poder desembocar de cualquier manera en
algo diferente de la famosa Revolución Fran-
cesa, que tuvo el resultado que ustedes cono-
cen, a saber, la instauración de una raza de
amos más feroz que todo lo que se había visto
en acción hasta entonces.
Desde cierta perspectiva, que no califica-
ría como progresista, el psicoanalista podría
transportar un saber que nada puede hacer, el
saber de la impotencia.
Para ponernos a tono con la huella en la
que espero continuar mi discurso este año,
les voy a dar la primicia -para que se les haga
agua la boca- del título del seminario que vóy
a dictar en el mismo lugar que el año pasado,
gracias a algunas personas que se ocuparon de
preservárnoslo.
Se escribe así: para empezar, tres puntos.
Luego una o y una u. En el lugar de los tres
puntos pongan lo que quieran, lo dejo librado
a su meditación. Este ou [o] es lo que se llama
velo aut en latín. Se le agrega pire [peor]. Yde
esto resulta ... ou pire [o peor].
4 de noviembre de 1971
46
De la incomprensión
y otros temas
L
o que hago con ustedes esta noche evi-
dentemente no es lo que me propuse
dar este año como paso siguiente de
mi seminario. Será, como la última vez, una
charla.
Todos saben, aunque muchos lo ignoren,
de la insistencia que pongo en las entrevistas
preliminares al análisis, ante aquellos que me
piden consejo. No hay entrada posible en el
análisis sin entrevistas preliminares. Esto acer-
ca la relación que existe entre esas entrevistas
y lo que voy a decirles este año en mi semina-
rio, salvo que, dado que soy yo quien habla,
soy yo quien se encuentra aquí en la posición
de analizante.
Podría haber tomado muchos otros sesgos
pero, a fin de cuentas, siempre es a último
momento cuando sé qué elUo decir.
49
JACQUES LACAN
Para la charla de hoy, me pareció una oca-
sión propicia una pregunta que me fue plan-
teada ayer por alguien de mi Escuela, una de
esas personas que se toman un poco a pecho
su posición. La voy a repetir textualmente: ¿la
incomprensión de Lacan es un síntoma?
Esta pregunta tiene para mí la ventaja de
hacerme entrar de inmediato en el meollo del
tema, lo que me ocurre rara vez, porque en
general me acerco con pasos prudentes.
Le perdono fácilmente a esta persona que
haya puesto mi nombre -lo que se explica por
el hecho de que estaba frente a mí- en lugar
de lo que hubiera correspondido, esto es~ mi
discurso. Como verán, no me escabu1lo, lo
llamo mi. Veremos luego si este mi merece
ser mantenido. ¿Qué importa? Lo esencial es
saber si la incomprensión de la que se trata,
así la llamen de un modo o de otro, es un sín-
toma.
Yo no lo pienso así. No lo pienso, primero,
porque no puede decirse que mi palabra, que
después de todo tiene cierta relación con mi
discurso aunque no se confunda con él, sea
absolutamente incomprendida. Puede decirse,
50
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
de un modo preciso, que la presencia numero-
sa de ustedes es una prueba de ello. Si mi pala-
bra fuera incomprensible, no veo muy bien
por qué serían ustedes tan numerosos, tanto
más cuanto que esta cantidad está constituida
en gran parte por gente que vuelve.
En lo que respecta al muestreo de opinio-
nes que me llegan, hay algunas personas que
se expresan de esta manera: no siempre com-
prenden bien o, al menos, tienen la impresión
de no comprender. Según uno de los últi-
mos testimonios que me llegaron, la persona
en cuestión, a pesar de que tenía un poco la
impresión de no captar, encontraba una ayuda
para orientarse en sus propias ideas, para acla-
rarse a sí misma en algunos puntos. Se puede
decir, entonces, que al menos en lo que con-
cierne a mi palabra, que evidentemente se
debe distinguir del discurso, no hay lo que se
dice, en sentido estricto, incomprensión.
Aclaro de inmediato que esta palabra es
una palabra de enseñanza. En este caso, dife-
rencio la palabra del discurso. Como estoy
hablando en Sainte-Anne -y tal vez a través
de lo que dije la última vez se puede percibir
lo que esto significa para mí- elegí tomar el
51
JACQUES LACAN
asunto en un nivel, digamos, elemental. Esto
es algo completamente arbitrario, pero es una
elección.
Cuando fui a la Sociedad de Filosofía para
presentar una comunicación sobre lo que
llamaba en esa época mi enseñanza, tomé el
mismo partido. Hablé como si me dirigiera a
gente muy rezagada. No lo estaban más que
ustedes, pero sobre todo se debía a la idea que
tengo de la filosofía. Y no soy el único. Uno
de mis muy buenos amigos que hizo reciente-
mente una comunicación en la Sociedad de
Filosofía me acercó un artículo sobre el fun-
damento de las matemáticas sobre el que le
hice notar que era de un nivel diez o veinte
veces más elevado que lo que él había dicho
en esa Sociedad. Me respondió que no debía
sorprenderme, dadas las respuestas que había
obtenido. Como yo había recibido respuestas
del mismo tenor en el mismo lugar, eso fue lo
que me tranquilizó por haber articulado, en el
mismo nivel, algunas cosas que pueden encon-
trar en mis Escritos.
Por lo tanto, en algunos contextos, hay una
elección menos arbitraria que la que yo sos-
tengo aquí. La sostengo aquí en función de
52
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
elementos memorables relacionados con esto
que voy a decirles. Si en cierto nivel mi discur-
so permanece aún incomprendido, digamos
que se debe a que durante mucho tiempo, en
cierto sector, estuvo prohibido. No prohibido
escucharlo, lo que habría estado al alcance
de muchos, como lo demostró la experiencia,
sino prohibido venir a escucharlo. Esto es lo
que nos va a permitir diferenciar esta incom-
prensión de algunas otras. Existía una prohi-
bición y, a fe mía, que esta prohibición provi-
niera de una institución analítica es con segu-
ridad significativo.
¿Qué quiere decir significativo? No dije de
ningún modo significante. Hay una gran dife-
rencia entre la relación significante/signifi-
cado y la significación. La significación es un
signo. Un signo no tiene nada que ver con un
significante. Un signo -desarrollo esto en un
rincón, en algún lado del último número de
mi revista Scilicet-, un signo es siempre, pense-
mos lo que pensemos, el signo de un sujeto.
¿Que se dirige a qué? Esto también está escrito
en ese Scilicet. No puedo extenderme ahora al
respecto, pero ese signo de prohibición pro-
venía con seguridad de verdaderos sujetos,
53
JACQUES LACAN
en todos los sentidos de la palabra, de st~etos
que obedecen, en todo caso. Que se trate de
un signo proveniente de una institución analí-
tica es apropiado para permitirnos dar el paso
siguiente.
Si la pregunta me fue planteada en esta
forma es en función de lo siguiente: la incom-
prensión en psicoanálisis es considerada como
un síntoma. Esto es algo reconocido en el psi-
coanálisis, y también admitido generalmente.
Lo es a tal punto que ha pasado a la concien-
cia común. Cuando digo que es algo admiti-
do generalmente, es más allá del psicoanáli-
sis, quiero decir del acto psicoanalítico. En la
modalidad de la conciencia común las cosas
llegaron a tal punto que se oye decir Anda a
psicoanalizarte cuando la persona que lo dice
considera que la conducta de ustedes, o sus
palabras, son síntomas, como diría el señor
Perogrullo.
Les haré notar que, de todas maneras, en
este nivel, por este sesgo, síntoma tiene el senti-
do de valor de verdad. En esto, lo que pasó a la
conciencia común es más preciso, por desgra-
cia, que la idea que llegan a hacerse muchos
psicoanalistas. Digamos que son demasiado
54
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
pocos los que saben la equivalencia de síntoma
con valor de verdad.
Esto tiene una correspondencia histórica
que demuestra que el sentido del término sín-
toma fue descubierto, denunciado, antes de
que el psicoanálisis entrara en juego. Como
lo subrayo con frecuencia, esta equivalencia
es el paso esencial dado por el pensamiento
marxista.
Para traducir el síntoma en un valor de
verdad debemos palpar lo que supone como
saber en el psicoanalista el hecho de que haga
falta que sea a sabiendas como él interprete.
Para abrir un paréntesis, señalo que este
saber le es presupuesto al analista, si puedo
decirlo así. Es lo que recalqué con el sujeto
supuesto saber como fundamento de los fenó-
menos de transferencia. Siempre puse de
relieve que esto no entraña ninguna certeza
en el sujeto analizante de que su analista sepa
mucho, bien lejos de esto. Lo que es perfec-
tamente compatible con el hecho de que el
saber del analista sea considerado por el ana-
lizante como muy dudoso, lo que por otra
parte, con frecuencia, es el caso por razones
muy objetivas. En suma, los analistas no siem-
55
JACQUES LACAN
pre saben todo lo que deberían por la simple
razón de que a menudo no hacen demasiado
esfuerzo. Esto no cambia en absoluto el hecho
de que el saber es supuesto a la función del
analista y que sobre esto reposan los fenóme-
nos de transferencia.
Cierro el paréntesis. Tenemos entonces el sín-
toma con su traducción como valor de verdad.
El síntoma es valor de verdad; lo recíproco
no es verdadero, el valor de verdad no es un
síntoma. Es bueno señalarlo en este punto en
razón de que la verdad no es algo cuya fun-
ción yo sostenga como aislable. Su función, y
especialmente allí donde se ubica, en la pala-
bra, es relativa. No es aislable de otras fun-
ciones de la palabra. Razón de más para que
insista en esto: aun reduciéndola al valor, la
verdad no se confunde en ningún caso con el
síntoma.
Los primeros tiempos de mi enseñan-
za giraron en torno a qué es el síntoma. En
efecto, los analistas estaban en tal nebulosa
en este punto que el síntoma se articulaba en
sus bocas como el rechazo de dicho valor de
verdad. Después de todo, tal vez se deba a mi
enseñanza que esto no se despliegue ya tan
56
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
fácilmente. Pero la verdad no tiene ninguna
relación con la equivalencia, en un único sen-
tido, del síntoma con un valor de verdad. La
verdad hace entrar en juego el ser del ente.
Lo llamo así porque estamos entre nosotros
y porque dije que era una charla. Lo llamo así
sin más, sin preocuparme de que los términos
que impulso ya sean utilizados en lo más avan-
zado de la filosofía.
Digo el ser porque desde los tiempos en que
la filosofía viene dando vueltas en torno a cier-
tos puntos, creo que ya se da por sentado que
el ser hablante es por ser hablante -discúlpen-
me por el primer ser- como llega al ser, en fin,
al menos tiene el sentimiento de ello. Natural-
mente, no llega, falla. Pero podemos decir que
esta dimensión del ser, que se abre de repen-
te, durante un buen tiempo sacó de quicio al
menos a los filósofos.
Sería un error ironizar, porque si sacó de
quicio a los filósofos es porque ellos sacan de
quicio a todo el mundo. Esto es lo que se seña-
la en la denuncia que hacen los analistas de
eso que llaman resistencia.
Si yo batallé durante toda una etapa de mi
enseñanza, de lo cual hay huellas en mis Escri-
57
JACQUES LACAN
tos, fue efectivamente para interrogarlos sobre
qué sabían de lo que hacían cuando introdu-
cían el ser de ese bendito ente del que hablan,
no del todo a tontas y a locas. De vez en cuan-
do llaman a esto el hombre, pero lo llaman así
cada vez menos desde que estoy entre aquellos
que emiten algunas reservas al respecto. Este
ser no tiene con respecto a la verdad ningún
tropismo especial. No digamos nada más.
Por lo tanto, el síntoma es valor de verdad.
Esta es la función que resulta cuando se intro-
duce, en cierto momento histórico que he
fechado suficientemente, la noción de síntoma.
El síntoma no se cura del mismo modo en
la dialéctica marxista que en el psicoanálisis.
En el psicoanálisis se las tiene que ver con algo
que es la traducción en palabra de su valor de
verdad. Que esto suscite en el analista lo que
es sentido como un ser de rechazo no permite
en absoluto zanjar si ese sentimiento merece
de algún modo ser contenido, porque además,
en otros registros, precisamente el que evocaba
hace un rato, es por procedimientos completa-
mente diferentes como d be ceder el síntoma.
No le estoy dando preferencia a ninguno
de esos procedimientos, y esto menos aún
58
DE LA INCOMPRENS I ÓN Y OTROS TEMAS
cuando quiero hacerles entender que hay otra
dialéctica que la que se imputa a la historia.
Entre las preguntas: ¿la incomprensión psi-
coanalítica es un síntoma? y ¿la incomprensión de
Lacan es un síntoma?, voy a ubicar una tercera:
¿la incomprensión matemática es un síntoma? Hay
gente, incluso jóvenes -porque esto solo tiene
interés entre losjóvenes-, en quienes existe esta
dimensión de la incomprensión matemática.
Cuando nos interesamos en sujetos que
manifiestan incomprensión matemática, bas-
tante difundida todavía en nuestro tiempo, se
tiene el sentimiento -utilizo el término senti-
miento exactamente como lo hice recién para
aquello que los analistas denominan resisten-
cia- de que esta proviene de algo así como
una insatisfacción, como un desfase, algo
experimentado por el sujeto precisamente en
el manejo del valor de verdad.
Los sllietos que sufren de incomprensión
matemática esperan de la verdad más que
la reducción a esos valores que se llaman
deductivos, al menos en los primeros pasos
de la matemática. Las articulaciones llamadas
demostrativas parecen para ellos carentes de
algo que se sitúa precisamente en el nivel de
59
JACQUES LACAN
una exigencia de verdad. La bivalencia verda-
dero o falso los deja sin duda desconcertados,
y, digámoslo, con razón. Hasta cierto punto,
puede decirse que existe cierta distancia entre
la verdad y lo que podemos llamar la cifra.
La cifra no es otra cosa que lo escrito, lo
escrito de su valor. Que la bivalencia se expre-
se, según los casos, ya sea por Oy l o por V y F,
el resultado es el mismo en razón de algo que
parece exigible para ciertos sujetos.
Habrán escuchado que hace un rato no
hablé para nada de algo que fuera un conte-
nido. ¿En nombre de qué se lo llamaría con
este término? Puesto que contenido no quiere
decir nada mientras no se pueda decir de qué
se trata. Una verdad no tiene contenido. Una
verdad que se dice tal es verdad o bien es sem-
blante, diferenciación que no tiene nada que
ver con la oposición de lo verdadero ylo falso,
puesto que si es semblante, es precisamente
semblante de verdad.
La incomprensión matemática procede
justamente de la cu slión de saber si verdad
o semblante no son un . P rmítanme que lo
plantee así, lo retomaré más profundamente
en otro contexto.
60
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
En todo caso, en este punto, no es por
cierto la elaboración lógica que se hizo de las
matemáticas la que vendrá a oponerse. Ber-
trand Russell, por otra parte, se preocupó por
decir en sus propios términos que la mate-
mática se ocupa de enunciados de los que
resulta imposible decir si tienen una verdad,
ni siquiera si tienen algún significado. Es un
modo un poco exagerado de decir que toda la
preocupación que dedicó al rigor de la puesta
en forma de la deducción matemática segura-
mente se dirige a algo diferente de la verdad,
pero tiene una vertiente que sin embargo
guarda relación con ella, sin lo cual no sería
necesario separarla de un modo tan contun-
dente.
Es seguro que, de manera no idéntica a
la matemática, la lógica se esfuerza precisa-
mente en justificar la articulación matemáti-
ca con respecto a la verdad. En nuestra época
se afianza en una lógica proposicional que
sostiene -la verdad está planteada como un
valor que es la denotación de una proposi-
ción dada- que una proposición verdadera no
podría engendrar sino otra proposición verda-
dera.
61
JACQUES LACAN
Lo menos que se puede decir es que esto
parece muy extraño. De esta extraña genea-
logía de la implicación resulta, en efecto, que
lo verdadero, una vez alcanzado, de ningún
modo podría volverse falso por nada de lo que
él implica. Por mínimas que sean las probabi-
lidades de que una proposición falsa engen-
dre una proposición verdadera -lo que por el
contrario está totalmente admitido-, una vez
que se propone en esta vía, que según nos dicen
es sin retorno, no debería haber desde hace
mucho tiempo más que proposiciones verda-
deras.
A decir verdad, semejante enunciado no
puede sostenerse ni un instante más que en
razón de la existencia de las matemáticas
independientemente de la lógica. En algu-
na parte aquí hay un embrollo. Los mismos
matemáticos se sienten tan poco tranquilos
con respecto a esto que todo lo que estimuló
efectivamente la investigación lógica relativa a
las matemáticas partió de la idea de que la no
contradicción no bastaría para fundamentar la
verdad. Esto no quiere decir que la no conu·a-
dicción no sea algo esperable y hasta exigible.
Pero lo seguro es que no es suficiente.
62
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
Pero no avancemos más en el tema por esta
noche, puesto que solo se trata de una char-
la introductoria a un manejo del que precisa-
mente me propongo mostrarles el camino en
mi seminario.
Este embrollo se presta a hacernos pensar
que el síntoma de la incomprensión matemáti-
ca, en suma, está condicionado por el amor de
la verdad hacia ella misma, si puedo decirlo así.
Esto es algo diferente de ese rechazo del
que hablaba hace un rato, incluso es lo con-
trario. Es un tropismo positivo para la verdad,
si puedo decirlo así, mientras que cierto modo
de exponer las matemáticas escamotea total-
mente lo patético de la verdad. La presentan
de una manera práctica, común, simple y ele-
mental, sin ninguna introducción lógica, de
manera tal que la evidencia, como se dice,
permite escamotear muchos pasos. Los fenó-
menos de incomprensión se producen en los
jóvenes sin duda en razón de cierto vacío sen-
tido en lo que respecta a lo verídico de aque-
llo que se articula.
Estaríamos muy equivocados si pensáse-
mos que la matemática logró vaciar de pate-
tismo todo lo que concierne a la relación con
63
JACQUES LACAN
la verdad. No hay solo matemática elemental.
Conocemos bastante de historia para saber
la pena y el dolor que engendraron, cuando
fueron excogitados, los términos y las funcio-
nes del cálculo infinitesimal, e incluso poste-
riormente la regularización, la ratificación,
la logificación de esos mismos términos y de
esos mismos métodos, hasta la introducción
de un número cada vez más elevado, cada vez
más elaborado, de lo que en ese nivel corres-
ponde llamar maternas. Dichos maternas no
implican en absoluto una genealogía retrógra-
da, no implican ningún planteo posible para
el que hubiera que emplear el término "his-
tórico".
La matemática griega, por ejemplo, mues-
tra muy bien los puntos en los que, aun cuan-
do gracias a los procedimientos llamados
exhaustivos tuvo la posibilidad de acercarse a
lo que se produjo en el momento del surgi-
miento del cálculo infinitesimal, sin embargo
no lo alcanzó, no franqueó el paso.
Si a partir del cálculo infinitesimal o, para
decirlo mejor, de su reducción perfecta, resul-
ta fácil ubicar y clasificar, pero a posteriori, en
qué estaban los procedimi ntos de demos-
64
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
tración de la matemática griega y a la vez los
impasses que encontraban de entrada, no se
justifica en absoluto hablar del materna como
de algo que estaría separado de la exigencia
de verdad.
Innumerables debates, debates de palabras,
el surgimiento de nuevos maternas en cada
momento de la historia. Hablé implícitamente
de Leibniz y de Newton, pero pienso también
en aquellos que los precedieron con una auda-
cia increíble, en no sé qué factor de encuentro
o de aventura a propósito del cual se evoca el
término proeza o golpe de suerte, como un
Isaac Barrow, por ejemplo.
Esto se renovó en un tiempo muy cercano
a nosotros con la efracción cantoriana, donde
nada está hecho para disminuir lo que hace
un rato llamé la dimensión patética, que en
Cantor llegó hasta la amenaza de locura. Tam-
poco creo que baste con decirnos que se debió
a las decepciones en su carrera, a la oposición,
incluso a las injurias que el susodicho Cantor
recibió de parte de los universitarios que rei-
naban en su época. No tenemos la costumbre
de considerar que la locura esté motivada por
persecuciones objetivas.
65
JACQUES LACAN
Por lo tanto, la incomprensión matemática
debe ser algo muy diferente de una exigencia
que resultaría de un vacío formal. Ajuzgar por
lo que ocurre en la historia de las matemáti-
cas, no es seguro que la incomprensión no se
genere en alguna relación entre el materna,
así sea el más elemental, con una dimensión
de verdad. Quizás sean los más sensibles quie-
nes menos comprenden.
Tenemos ya una indicación de esto en el
nivel de los diálogos socráticos -me refiero a
lo que nos queda de ellos, a lo que de ellos
podemos suponer-. Después de todo, tal
vez haya gente para quien el encuentro con
la verdad desempeñe el papel que dichos
griegos tomaban de una metáfora, tenga el
mismo efecto que el encuentro con el pez
torpedo: los aletargue. Esta idea proviene del
aporte, sin duda confuso, de una metáfora,
pero para esto sirve una metáfora, para hacer
surgir un sentido que sobrepasa en mucho
los medios. El pez torpedo, y luego quien lo
toca y se cae redondo, es evidentemente, sin
que se lo sepa todavía en el momento en que
se hizo la metáfora, el encuentro entre dos
campos no acordes entre sí, campo está toma-
66
DE LA INCOMPRENS I ÚN Y OTROS TEMAS
do aquí en el sentido propio de campo magné-
tico.
Les haré notar que lo que acabamos de
abordar desemboca en el término campo, y
este es el término que utilicé cuando dije
"Función y campo de la palabra y del len-
guaje". El campo está constituido por lo que
llamé el otro día /alengua. Considerar que este
campo constituye la clave de la incomprensión
es precisamente lo que nos permite excluir
cualquier psicología.
Los campos de los que se trata están consti-
tuidos por lo real, tan real como el pez torpe-
do y el dedo del inocente que acaba de tocar-
lo. El materna, aunque lo abordemos por las
vías de lo simbólico, no deja de ser real.
La verdad en juego en el psicoanálisis es lo
que por medio del lenguaje, quiero decir, por
la función de la palabra, toca un real.
Sin embargo, se trata de una perspectiva
que no es en modo alguno de conocimiento,
sino más bien, diría, de algo como la induc-
ción, en el sentido que tiene este término en
la constitución de un campo. Se trata de la
inducción de algo que es totalmente real, aun-
67
JACQUES LACAN
que nosotros no podamos hablar de eso sino
como de significantes, quiero decir que no
tiene otra existencia más que significante.
¿De qué estoy hablando? Pues bien, de nin-
guna otra cosa sino de lo que se llama en len-
guaje corriente los hombres y las mujeres. No
sabemos nada real sobre esos hombres y esas
mujeres como tales.
No se trata de perros ni de perras. Se trata
de qué son realmente quienes pertenecen a
cada uno de los sexos a partir del ser hablan-
te. No hay aquí ni una sombra de psicología.
Hombres y mtBeres, eso es real. Pero no somos
capaces de articular en !alengua ni lo más
mínimo que tenga la menor relación con este
real. El psicoanálisis no deja de machacarlo.
Esto es lo que enuncio cuando digo que no
hay relación sexual para los seres que hablan.
¿Por qué? Porque su palabra, tal como esta
funciona, depende, está condicionada como
palabra por lo siguiente: le está precisamen-
te prohibido funcionar de cualquier manera
como palabra que le permita dar cuenta de
esa relación sexual.
En esta correlación no le estoy dando pri-
macía a nada. No digo que la palabra exista
68
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
porque no hay relación sexual, sería totalmen-
te absurdo. Tampoco digo que no hay relación
sexual porque la palabra esté ahí. Pero cierta-
mente no hay relación sexual porque la pala-
bra funciona en un nivel cuya preeminencia el
discurso psicoanalítico descubrió como siendo
específico del ser hablante en todo lo que con-
cierne al orden del sexo, a saber, el semblan-
te. Semblantes de hombres (bonshommes] y de
m1.Ueres [bonnes femmes],1 como se decía des-
pués de la última guerra. No las llamaban de
otro modo: bonnes femmes. Como no soy exis-
tencialista, no lo diría exactamente así.
Sea como fuere, el hecho es que el ente
que mencionaba anteriormente habla, y el
goce, aquel que llamamos sexual, solo pro-
viene de la palabra, y debe distinguirse de la
relación sexual. Solo él determina en el ente
. del que hablo aquello que se trata de obtener,
esto es, el acoplamiento. El psicoanálisis nos
l. El término bonhomme designa de manera familiar
"un hombre"; bonne femme, manera también familiar de
referirse a una mujer, puede tener una connotación lige-
ramente despectiva. [N. de la T.]
69
JACQUES LACAN
confronta con esto, que todo depende de este
punto pivote llamado goce sexual.
Sin embargo, resulta que este no se puede
articular en un acoplamiento un poco fre-
cuente, o incluso fugaz, si no encuentra lacas-
tración, cuya única dimensión es la de !alen-
gua. Lo único que nos permite afirmarlo son
las palabras que recogemos en la experiencia
analítica.
La articulación de ese núcleo opaco llama-
do goce sexual en ese registro por explorar
llamado castración solo data de la emergencia
históricamente reciente del discurso psicoa-
nalítico. Así pues, me parece que esto es algo
cuyo materna merece que nos dediquemos
a formular. Querríamos que esto se pudiera
demostrar de otro modo que como algo pade-
cido, padecido como una especie de secreto
vergonzoso que, aunque haya sido publicado
por el psicoanálisis, sigue siendo tan vergon-
zoso, tan sin salida. Parecería que nadie se dio
cuenta de que la cuestión se encuentra en el
nivel de la dimensión cabal del goce, esto es, la
relación del ser hablante con su cuerpo, pues-
to que no hay otra definición posible del goce.
En la especie animal, ¿quién goza de su
70
DE LA INCOMPRENSIÚN Y OTROS TEMAS
cuerpo, y de qué manera? Encontramos hue-
llas de esto en nuestros primos los chimpan-
cés, que se despiojan uno al otro dando señas
de un vivo interés. ¿A qué se debe que en el
ser hablante la relación con el goce sea mucho
más elaborada? El psicoanálisis descubrió que
eso se debe a que el goce sexual emerge antes
que la maduración del mismo nombre. Esto
parece alcanzar para que sea infantil todo lo
que concierne al abanico, reducido sin duda,
pero variado, de los goces calificados como
perversos.
Esto tiene estrecha relación con ese enig-
ma que hace que no sea posible proceder con
aquello que parece directamente vinculado a
la operación a la que supuestamente apunta el
goce sexual y embarcarse en la vía de la copula-
ción, cuyos caminos sostiene la palabra, sin que
esta se articule como castración. No fue antes
de un... -no quiero decir un intento, porque
como Picasso decía No busco, encuentro, yo No
intento, concluyo- cuando concluí que el punto
clave, el punto nodal, era !alengua y, en el
campo de !alengua, la operación de la palabra.
No existe una interpretación analítica que
no esté dirigida a atribuir a cualquier propo-
71
JACQUES LACAN
sición que encontramos su relación con un
goce. ¿Qué quiere decir el psicoanálisis? Que
en esta relación con el goce la palabra es la
que garantiza la dimensión de verdad. Pero
además, nada es menos seguro que el hecho
de que la palabra pueda decirla completa-
mente. No puede más que mediodecir esta
relación, como me expreso, e inventar un
semblante, el semblante de lo que se llama un
hombre o una mujer.
Se hace algo con eso, pero no se puede de-
cir casi nada. Según parece, no se puede decir
mucho sobre el tipo.
Hará unos dos años, en la vía que intento
trazar, llegué a articular lo que concierne a los
cuatro discursos.
Esos discursos no son discursos históricos,
no se trata de mitología, de la nostalgia de
Rousseau, o incluso del neolítico. Esas son
cosas que solo interesan al discurso universi-
tario. Este discurso nunca está tan bien como
en el nivel de los saberes que ya no quieren
decir nada para nadie, porque el discurso uni-
versitario se constituye haciendo del saber un
semblante.
72
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
Estos cuatro discursos constituyen de
manera tangible algo real. En esa relación de
frontera entre lo simbólico y lo real, ahí vivi-
mos, viene al caso decirlo.
El discurso del amo se mantiene todavía y
más aún. Ustedes lo pueden ver con suficiente
claridad como para que no me sea necesario
indicarles lo que habría podido hacer si eso
me hubiera divertido, esto es, si yo buscara la
popularidad.
Les habría mostrado la pequeña vueltita
que en alguna parte lo convierte en el discur-
so del capitalista. Es exactamente el mismo
asunto, con la salvedad de que está mejor
hecho, funciona mejor, los embauca más. De
todos modos, ustedes ni se dan cuenta. Pasa lo
mismo con el discurso universitario, están ahí
metidos hasta el cuello creyendo que provo-
can la conmoción de mayo.2
Ni hablemos del discurso histérico, es el
propio discurso científico. Es muy importante
2. L'émoi de Mai, expresión en la que resuena la homo-
fonía entre l'émoi [conmoción], U! mois [el mes], U!s mois
[los yoes]. Referencia al mayo francés del '68. [N. de la T.]
73
JACQUES LACAN
conocerlo para hacer pequeños pronósticos.
Esto no disminuye en nada los méritos del dis-
curso científico.
Si hay algo seguro es que pude articular
estos tres discursos en una especie de materna
solo porque surgió el discurso analítico. Cuan-
do hablo del discurso analítico no les estoy
hablando de algo del orden del conocimiento.
Hace mucho tiempo que se podría haber visto
que el discurso del conocimiento es una metá-
fora sexual y haberle atribuido su consecuen-
cia, a saber, que, puesto que no hay relación
sexual, tampoco hay conocimiento. Hemos
vivido durante siglos con una mitología sexual
y, por supuesto, una buena parte de los analis-
tas no quiere más que deleitarse con esos esti-
mados recuerdos de una época inconsistente.
Pero no se trata de eso. "Lo dicho, dicho está",
escribí en la primera frase de algo que estoy
excogitando para entregárselo más adelante.
Lo que está dicho es de hecho, del hecho de
decirlo.
Pero hay un escollo. Todo el escollo está
ahí, todo sale de ahí. Es eso que llamo l'hacosa
[l'hachose] -puse una hache delante para que
vean que hay un apóstrofo, pero no debería
74
DE LA INCOMPRENSIÚN Y OTROS TEMAS
ponerla, debería llamarse l'acosa [l'achose]-. En
síntesis, el objeto a.
El objeto a por cierto es un objeto, pero
solamente en el sentido de que sustituye defi-
nitivamente a toda noción de objeto como sos-
tenida por un sujeto. No se trata de la relación
llamada de conocimiento. Cuando se lo estu-
dia en detalle, resulta bastante sorprendente
observar que en esa relación de conocimiento
se las arreglaron de modo tal que uno de los
términos, el sujeto en cuestión, no fuera más
que la sombra de una sombra, un reflejo eva-
nescente. El objeto a solo es un objeto en el
sentido de que está ahí para afirmar que nada
en el orden del saber deja de producirlo. Esto
es algo completamente diferente a conocerlo.
Para que haya alguna chance de analis-
ta hace falta que cierta operación que llama-
mos experiencia analítica haya hecho llegar
el objeto a al lugar del semblante. No podría
ocupar este lugar si los otros elementos reduc-
tibles en una cadena significante no ocuparan
los otros. Si el sujeto, y lo que llamo el signi-
ficante amo, y lo que designo como cuerpo y
como saber, no estuvieran repartidos en las
cuatro puntas de un tetraedro -que para tran-
75
JACQUES LACAN
quilidad de ustedes dibujé en el pizarrón con
la forma de vectores que se cruzan en el inte-
rior de un cuadrado al que le falta un lado-,
resulta evidente que no habría en absoluto dis-
curso.
Digo que lo que define un discurso, lo que
lo opone a la palabra, en la perspectiva del
hablante, es que lo determina lo real. Esto es
el materna. El real del que hablo es absoluta-
mente inabordable salvo por una vía matemá-
tica. Para situarlo no hay otro camino más que
el último en llegar de los cuatro discursos, el
que defino como el discurso analítico. De una
manera de la que sería excesivo decir que es
consistente, puesto que se trata por el contra-
rio de una brecha, y particularmente la que se
expresa en la temática de la castración, ese dis-
curso permite ver dónde se afirma el real del
que se sostiene como discurso.
76
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
En conformidad con todo lo que es admiti-
do en el análisis, el real del que hablo es que
nada de lo que parece ser la finalidad del goce
sexual, esto es, la copulación, está garantizado
sin esos pasos percibidos muy confusamente
pero jamás despejados en una estructura com-
parable a la de una lógica, que constituyen lo
que se llama la castración.
Precisamente en esto el esfuerzo lógico de-
be ser un modelo para nosotros, incluso una
guía. Y no me hagan hablar de isomorfismo.
Que haya un buen pícaro en la universidad
que encuentre que mis enunciados acerca de
la verdad, el semblante, el goce y el plus-de-
gozar serían formalistas, y hasta hermenéuti-
cos, ¿por qué no? Se trata más bien de lo que
se llama en matemáticas -es un hallazgo- una
operación generatriz.
Intentaremos este año, y en otro lugar que
aquí, acercarnos prudentemente, de lejos y
paso a paso, a aquello de lo que se trata. No
hay que esperar demasiado que se produzcan
destellos, pero eso ya va a venir.
El objeto a del que les hablé hace un rato
no es un objeto, es lo que permite hacer un
tetraedro con esos cuatro discursos, cada uno
77
JACQUES LACAN
a su manera. Lo sorprendente es que los ana-
listas no puedan ver que el objeto a no es un
punto que se localiza en alguna parte en los
cuatro discursos que ellos forman juntos; es
la construcción, es el materna que permite
que esos cuatro discursos se construyan como
tetraedros.
La pregunta pues es esta: ¿Dónde los seres
acósicos, los a encarnados que somos todos por
diversos motivos, están más a merced de la
incomprensión de mi discurso? La pregunta
puede ser planteada. Que esta incomprensión
sea un síntoma o que no lo sea es un asunto
secundario. Pero es muy cierto que, teórica-
mente, es en el nivel del psicoanalista donde
debe dominar la incomprensión de mi discur-
so, justamente porque es el discurso analítico.
Tal vez no sea el privilegio del discurso ana-
lítico. Después de todo, quien llevó más lejos
el discurso del amo antes de que yo trajera al
mundo el objeto a, y que por supuesto se equi-
vocó porque no conocía el objeto a, es Hegel,
para nombrarlo. Hegel siempre nos dijo que
si había alguien que no entendía nada del dis-
curso del amo era el amo. En lo cual se man-
tiene en la psicología, porque no hay amo,
78
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
hay significante amo, y el amo lo sigue como
puede. Esto no favorece en absoluto la com-
prensión del discurso del amo por parte del
amo. En este sentido la psicología de Hegel es
exacta.
Igualmente, sería muy dificil sostener que la
histérica, en el punto en que se sitúa, es decir,
en el nivel del semblante, esté en el mejor
lugar para comprender su discurso, si no, sería
innecesario el viraje del análisis. Ni hablemos
de los universitarios. Nunca nadie creyó que
tuvieran el atrevimiento de mantener una coar-
tada tan prodigiosamente manifiesta como lo
es todo el discurso universitario.
Entonces, ¿por qué los analistas tendrían el
privilegio de estar abiertos a lo que es el mate-
rna de su discurso? Al contrario, existen todas
las razones para que ellos se instalen en un
estatus del que sería interesante demostrar lo
que resulta en esas increíbles elucubraciones
teóricas que llenan las revistas del mundo psi-
coanalítico. Demostrarlo no es algo que pueda
hacerse en un día, pero voy a intentar decirles
en qué puede residir ese interés.
Hay que agotar nuestro tetraedro en todos
sus aspectos. Acabo de dar la indicación de
79
JACQUES LACAN
lo que podría ser el estatus del analista en el
nivel del semblante. No es menos importante
articularlo en su relación con la verdad. Y lo
más interesante -viene al caso decirlo, es uno
de los únicos sentidos que puede darse al tér-
mino interés- es su relación con el goce, que
sostiene este discurso, que lo condiciona, que
lojustifica.
No quisiera terminar dándoles la impre-
sión de que yo sé lo que es el hombre. Segu-
ramente hay gente que necesita que les arroje
este pescadito. Después de todo, se lo puedo
arrojar porque esto no connota ningún tipo de
promesa de progreso ...o peor. Puedo decirles
que, muy probablemente, lo que especifica a
esta especie animal es una relación totalmente
anómala y extraña con su goce.
Eso podría tener algunas pequeñas prolon-
gaciones del lado de la biología, ¿por qué no?
Pero constato simplemente que los analistas
no le hicieron hacer el menor progreso a la
referencia biologizante del análisis.
En cambio, del lado de los biólogos se vio
que sostenían una cosa increíble, en nombre
de lo siguiente: ese goce rengo y tan ampu-
80
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
tado, la castración misma, parece tener en el
hombre cierta relación con la copulación, con
eso que biológicamente culmina en la conjun-
ción de los sexos, pero sin que esto condicione
absolutamente nada en el semblante. Hubo
entonces biólogos que extendieron este punto
anómalo, esta relación totalmente problemáti-
ca, a las especies animales y nos expusieron en
ellas la perversión. Hicieron un libraco sobre
esto que recibió enseguida el patrocinio favo-
rable de mi querido colega Henri Ey, de quien
les hablé la vez anterior con la simpatía que
habrán podido apreciar.
La perversión en las especies animales, ¿en
nombre de qué? Las especies animales copu-
lan, ¿pero qué nos prueba que lo hagan en
nombre de un goce cualquiera, perverso o no?
Sin duda hay que ser hombre para creer que
copular hace gozar. Hay volúmenes enteros
que explican que algunos lo hacen con pin-
zas, con sus patitas, y también están los que
mandan el esperma al interior de la cavidad
central, como la chinche, creo, y entonces nos
admiramos de cómo deben gozar con seme-
jantes cosas. Si nosotros nos hiciéramos eso
con una jeringa en el peritoneo, sería algo
81
JACQUES LACAN
voluptuoso. Con eso creen que construyen
cosas correctas, mientras que la primera cosa
palpable es precisamente la disociación del
goce sexual.
Resulta evidente que la cuestión es saber
de qué manera lalengua, de la que por el
momento podemos decir que es correlativa de
la disyunción del goce sexual, tiene una rela-
ción evidente con algo real. Pero partiendo de
ahí, ¿cómo llegar a maternas que nos permitan
construir la ciencia? Esta es verdaderamente la
cuestión, la única cuestión. ¿Qué tal si observa-
mos un poco más de cerca cómo está armada
la ciencia?
Intenten hacerlo, aunque sea una vez, con
una pequeilísima aproximación: mi escrito
titulado "La ciencia y la verdad".
Había un pobre tipo, del que yo era hués-
ped en ese momento, que se puso como loco
cuando me escuchó hablar sobre el tema; des-
pués de todo ahí se ve bien que mi discurso
es comprendido. Fue el único que se molestó
mucho. Es un hombre que demostró de mil
maneras que no era alguien muy dotado. Yo
no tengo ningún tipo de pasión por los débi-
les mentales, en eso me diferencio de mi que-
82
DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS
rida amiga Maud Mannoni. Pero como tam-
bién se encuentran débiles mentales en el Ins-
tituto, no veo por qué me conmovería.
En fin, "La ciencia y la verdad" intentaba
una pequeila aproximación a algo así. Des-
pués de todo, tal vez esta afamada ciencia esté
hecha con casi nada, en cuyo caso nos expli-
caríamos mejor có~o la apariencia, tan condi-
cionada como }alengua por un déficit, puede
llevar derecho a eso.
Pues bien, estas son las cuestiones que pro-
bablemente abordaré este ailo. En fin, trataré
de hacer lo mejor, ...o peor.
2 de diciem!Jre de 1971
83
Hablo a las paredes
N
o se sabe si la serie es el principio de
lo serio. No obstante, me encuentro
frente a esta cuestión. Se me pre-
senta por el hecho de que evidentemente no
puedo continuar aquí lo que en otro lugar se
define como mi enseñanza, lo que se llama
mi seminario, aunque más no sea porque no
todos están advertidos de que yo manten-
go aquí una pequeña conversación por mes.
Como hay gente que se desplaza a veces desde
bastante lejos para seguir lo que digo en otro
lado bajo ese título de seminario, no sería
correcto continuar aquí.
Se trata de saber qué estoy haciendo aquí.
Esto no es realmente lo que yo esperaba. Me
ha hecho cambiar de posición esta concu-
rrencia, que motiva que aquellos a quienes
en realidad convoqué para algo que se lla-
87
JACQUES LACAN
maba "El saber del psicoanalista" no estén
del todo ausentes aquí, pero sí un poco per-
didos. No sé si al hacer alusión a mi semina-
rio hablo de algo que conozcan quienes están
aquí presentes.
Es necesario que consideren el hecho de
que, precisamente, después de la última vez
abrí ese seminario. Lo abrí, y si se está un
poco atento y se es riguroso, no es posible
decir que eso pueda hacerse de una sola vez.
Efectivamente hubo dos veces. Por eso mismo
puedo decir que lo abrí, porque si no hubie-
ra habido una segunda vez no habría una pri-
mera.
Esto tiene su interés para recordar algo que
introduje hace cierto tiempo con respecto a lo
que se llama repetición.
La repetición, evidentemente, no puede
comenzar más que la segunda vez, que por lo
tanto resulta ser la que inaugura la repetición.
Es la historia del cero y del uno. Con el uno
solamente no puede haber repetición, de tal
modo que para que haya repetición, para que
esto no quede abierto, tiene que haber una
tercera vez.
88
HABLO A LAS PAREDES
Es lo que aparentemente se percibió a pro-
pósito de Dios. Él recién empieza con tres.
Llevó un tiempo darse cuenta, o bien se lo
sabía desde siempre pero no fue advertido
porque después de todo, en este sentido, no
se puede estar seguro de nada. Pero, en fin,
mi querido amigo Kojeve insistía mucho en la
cuestión de la Trinidad cristiana.
Sea como fuere, desde el punto de vista de
lo que nos interesa -y lo que nos interesa es
analítico- evidentemente hay un mundo entre
la segunda vez y lo que consideré que debía
subrayar con el término Nachtrag, el a posteriori
[apres-coup].
Son cosas que voy a intentar retomar este
año en mi seminario. En esto hay un mundo
entre lo que aporta el psicoanálisis y lo que
aportó cierta tradición filosófica, que por cier-
to no es desdeñable, sobre todo cuando se
trata de Platón, que subrayó bien el valor de
la díada. Quiero decir que a partir de ella todo
se viene abajo. ¿Qué se viene abajo? Él debía
saber qué era, pero no lo dijo.
De todos modos, el segundo tiempo no
tiene nada que ver con el Nachtrag analítico.
En cuanto al tercero, cuya importancia acabo
89
JACQUES LACAN
de destacar, la cobra no solo para nosotros,
sino para Dios mismo.
Hace un tiempo insistí vivamente para que
todos fueran a ver cierta tapicería que estaba
expuesta en el museo de Artes Decorativos
y que era muy linda. Se veía allí al Padre, al
Hijo y al Espíritu Santo representados estric-
tamente en una misma figura, la de un perso-
naje bastante noble y barbudo. Eran tres que
se miraban entre sí. Eso causa más impresión
que ver a alguien frente a su imagen. A partir
de tres, empieza a causar cierto efecto.
Desde nuestro punto de vista de sujetos,
¿qué podría empezar con tres para el mismo
Dios? Se trata de una vieja pregunta que plan-
teé tempranamente cuando comencé mi ense-
ñanza y después no retomé. Les diré de inme-
diato la respuesta: recién a partir de tres él
puede creer en sí mismo.
Resulta bastante curioso que la pregunta
siguiente no haya sido nunca planteada, que
yo sepa: ¿cree Dios en sí mismo? Sería sin
embargo un buen ejemplo para nosotros. Es
absolutamente sorprendente que esta pregun-
ta que planteé bastante temprano, y que no
creo vana, no haya provocado aparentemente
90
HABLO A LAS PAREDES
ninguna inquietud, al menos entre mis corre-
ligionarios, quiero decir, en aquellos que se
formaron a la sombra de la Trinidad. Entien-
do que a los otros eso no les haya sorprendido,
pero estos verdaderamente son incorrelig;iona-
bles.1 No hay nada que hacer con eso.
Sin embargo, había ahí algunas personas
destacadas de la jerarquía llamada cristiana.
La cuestión que se plantea es la de saber si es
porque están dentro por lo que no entienden
nada -me cuesta creerlo- o, lo que es mucho
más probable, si profesan un ateísmo bastante
integral como para que esta pregunta no les
haga ningún efecto. Esta es la solución por la
que me inclino.
No se puede decir que esto sea lo que
llamé recién una garantía de seriedad, por-
que este ateísmo puede no ser más que som-
nolencia, que es algo bastante extendido. En
otras palabras, no tienen ni la menor idea de
l. El término en francés es incoreligionnibles, en el que,
a modo de una "palabra-valija", se pueden encontrar:
inccmigible [incorregible], religion [religión] y coreligionnai-
re [correligionario]. [N. de la T.]
91
JACQUES LACAN
la dimensión del medio en el cual hay que
nadar. Se mantienen a flote, que no es lo
mismo, gracias al hecho de que se tienen de
la mano. Hay un poema de Paul Fort que es
de ese estilo: Si todas las chicas del mundo se die-
ran la mano, etc., podrían dar la vuelta al mundo.
Es una idea loca porque, en realidad, las chi-
cas del mundo nunca pensaron en eso, pero
en cambio los muchachos, de los que también
habla, en esto sí se entienden. Se tienen todos
de la mano, más aún cuando, si no se tuvieran
de la mano, cada uno debería enfrentarse solo
con la chica, y eso no les gusta. Hace falta que
se tengan de la mano. En cuanto a las chicas,
es otro asunto. Ellas se entrenan para eso en
el contexto de ciertos ritos sociales -remítan-
se a Les Danses et Légendes de la Chine ancienne
[Danzas y leyendas de la China antigua]-. Eso
es chic, incluso Che King -no shocking-. Ese
libro fue escrito por alguien llamado Granet,
que poseía una clase de genio que no tenía
absolutamente nada que ver con la etnología
-era indiscutiblemente etnólogo- ni con la
sinología -era indiscutiblemente sinólogo-.
Planteaba entonces que, en la China antigua,
las chicas y los muchachos se enfrentaban en
92
HABLO A LAS PAREDES
igual número. ¿Por qué no creerle? En la prác-
tica, por lo que sabemos en nuestros días, los
muchachos se juntan en cierto número, más
allá de la decena, por la razón que les expuse
hace un rato, porque encontrarse solo, cada
cual frente a su cada cuala -ya se los expli-
qué-, conlleva demasiados riesgos.
Para las chicas es diferente. Como ya no
estamos en la época del Che King, se agrupan
de a dos, hacen migas con una amiga hasta
que logran arrancar a un chico de su banda.
Sí señores. Piensen lo que piensen, y por más
superficiales que les parezcan estas ideas, tie-
nen fundamento, fundamento en mi expe-
riencia de analista. Cuando lograron apartar
a un muchacho de su banda, naturalmente
dejan de lado a la amiga, que por otra parte
no se las arregla tan mal con esto.
Me dejé llevar un poco. ¡Pero dónde creo
que estoy! Esto se me fue presentando así,
poco a poco, a causa de Granet y esa historia
sorprendente acerca de la alternancia en los
poemas del Che King, del coro de muchachos
enfrentado al coro de chicas. Fue así como me
dejé llevar a hablar de mi experiencia analíti-
ca, sobre la que presenté un flash. Este no es
93
}ACQUES LACAN
el fondo de las cosas. No es aquí donde expon-
go el fondo de las cosas. Pero, ¿dónde estoy,
quién me creo que soy para hablar del fondo
de las cosas? Casi creería que estoy con seres
humanos, o incluso "hechos a mano".2 Sin
embargo, me dirijo a ellos de este modo.
En el fondo, lo que me motivó fue hablar
de mi seminario. Como quizás ustedes sean los
mismos, hablé como si les hablara a ellos, lo
que me llevó a hablar como si hablara de uste-
des, y, quién sabe, eso me llevó a hablar como
si les hablara a ustedes.
No era en absoluto mi intención, porque
si vine a hablar a Sainte-Anne füe para hablar
a los psiquiatras, y de manera manifiesta uste-
des no son evidentemente todos psiquiatras.
Pero, en fin, lo seguro es que se trata de un
acto fallido. Es un acto fallido que por lo tanto
en cualquier momento corre el riesgo de
2. Cousehurnains. Juego de palabras a partir de etres
humains [seres humanos] y "coum rnain" [textualmente:
cosido a mano], expresión de la lengua francesa que se
refiere a algo hecho con habilidad y perfección. (N. de
la T.]
94
HABLO A LAS PAREDES
ser logrado, es decir que podría ocurrir que
pese a todo le hable a alguien. ¿Cómo saber
a quién hablo? Sobre todo porque, a fin de
cuentas, ustedes cuentan en el asunto, por
más que me esfuerce en hacer abstracción de
cuántos son. Cuentan al menos por cuanto
no estoy hablando donde contaba con hablar,
puesto que contaba con hablar en el anfitea-
tro Magnan y estoy hablando en la capilla.
[Ruido de petardos.}
¡Qué lío! ¿Escucharon?
¿Escucharon? Le hablo a la capilla. Esta es
la respuesta. Hablo a la capilla, es decir, a las
paredes.3 Cada vez más logrado, el acto falli-
do. Ahora sé a quién le vine a hablar, a lo que
siempre hablé en Sainte-Anne, a los muros.
Hace una pila de años. De tanto en tanto
volví con algún pequeño título de conferencia
3. En francés, Parler aux murs equivale a la expresión
"hablar a las paredes". En adelante se conserva el término
"muro" para mantener la coherencia con lo que sigue de
la charla. [N. de la T.]
95
JACQUES LACAN
acerca de lo que enseiio, y algunos otros, no
les voy a hacer la lista. Siempre les hablé a los
muros.
¿Quién tiene algo que decir?
Alguien del público: Deberíamos salir todos si
usted quiere hablarles a los muros.
¿Quién me habla? Ahora voy a poder
comentar lo siguiente: cuando hablo a los
muros se interesan algunas personas. Por esto
mismo pregunté recién quién hablaba. Es
cierto que en lo que se denominaba un asilo,
en una época en que se era honesto, "el asilo
clínico", como se decía, los muros, de todos
modos, no eran cualquier cosa.
Diré más: me parece que esta capilla es un
lugar extremadamente bien hecho para que
captemos de qué se trata cuando hablo de los
muros. Esta especie de concesión de la laici-
dad a los internados, una capilla con su guar-
nición de capellanes, no es que sea formidable
desde el punto de vista arquitectónico pero,
en fin, es una capilla con la disposición que
se espera de ella. Se olvida demasiado que el
arquitecto, por más esfuerzo que haga para
96
HABLO A LAS PAREDES
huirles, está hecho para eso, para construir
muros. Y los muros, a fe mía -a partir de lo
que hablaba hace un rato, tal vez el cristianis-
mo tiende demasiado hacia el hegelianismo-,
están hechos para rodear un vacío.
¿Cómo imaginar lo que llenaba los muros
del Partenón y de algunas otras bagatelas por
el estilo, de las que nos quedan algunos muros
derruidos? Es difícil saberlo. Lo cierto es que
de eso no tenemos absolutamente ningún tes-
timonio. Tenemos la impresión de que duran-
te todo ese período al que designamos con el
rótulo moderno de paganismo, había cosas
que sucedían en diversas fiestas de las que se
conservó el nombre porque había anales que
fechaban las cosas así: Fue en las grandes Panate-
neas donde Adirnanto y Glaucón, etc., encontraron
al llamado Céfalo. ¿Qué pasaba ahí? Es absoluta-
mente increíble que no tengamos ni la menor
idea.
Por el contrario, en lo que respecta al
vacío, sí tenemos una y grande, porque todo
lo que nos fue legado por una tradición a la
que se llama filosófica le hace un gran lugar al
vacío. Hay incluso un tal Platón que hizo girar
en torno de esto su idea del mundo, viene al
97
JACQUES LACAN
caso decirlo. Fue él quien inventó la caverna.
Hizo de ella una cámara oscura. Algo sucedía
en el exterior y todo eso, al pasar por un agu-
jerito, producía sombras. Tal vez tengamos ahí
un pequeño hilo, una pequeña huella. Mani-
fiestamente es una teoría que nos permite pal-
par de qué se trata el objeto a.
Supongan que la caverna de Platón sean
estos muros en los que se hace oír mi voz. Es
evidente que los muros me hacen gozar. Y en
esto gozan todos y cada uno de ustedes, por
participación. Verme hablando a los muros
es algo que no puede dejarlos indiferentes.
Reflexionen, supongan que Platón hubiera
sido estructuralista, se habría dado cuenta de
qué se trataba la caverna, a saber, que sin duda
es allí donde nació el lenguaje.
Hay que dar vuelta el asunto. Hace mucho
tiempo que el hombre da vagidos como cual-
quier animalito que chilla para obtener la
leche materna, pero necesita cierto tiempo
para darse cuenta de que es capaz de hacer
algo que, por supuesto, entiende desde hace
mucho, porque todo se produce en el parlo-
teo, en el balbuceo. Para elegir, tuvo que darse
cuenta de que las k resuenan mejor desde el
98
HABLO A LAS PAREDES
fondo, desde el fondo de la caverna, desde el
último muro, y que las by las psurgen mejor a
la entrada, es ahí donde escuchó su resonancia.
Esta noche me dejo llevar porque les hablo
a los muros. No vayan a creer que esto que les
digo quiere decir que no obtuve otra cosa de
Sainte-Anne.
A Sainte-Anne no llegué a hablar sino muy
tarde, quiero decir que no se me había ocu-
rrido antes, salvo para cumplir algunas tareas
menores cuando era jefe de clínica. Relataba
algunas historias a los practicantes y fue inclu-
so ahí donde aprendí a ser cuidadoso con
las historias que cuento. Un día relaté la his-
toria de la madre de un paciente, un encan-
tador homosexual al que yo analizaba, y que,
no pudiendo evitar lo que se veía venir, había
dado este grito: ¡Yyo que creía que él era impoten-
te! Cuento la historia y diez personas de la asis-
tencia -no había solo practicantes- la recono-
cen de inmediato. No podía ser otra más que
ella. Se dan cuenta ustedes de lo que es una
persona mundana. Fue toda una historia natu-
ralmente, porque me lo reprocharon, cuando
yo no había contado absolutamente nada más
que ese grito sensacional. Desde entonces, eso
99
JACQUES LACAN
me inspira mucha prudencia para la comuni-
cación de casos. Pero, en fin, es otra vez una
pequeña digresión, retomemos el hilo.
Hice muchas otras cosas en Sainte-Anne
antes de venir a hablar aquí, aunque más no
fuese venir a cumplir mi función, y en lo que
respecta a mi discurso, todo parte de ahí.
Si bien les hablo a los muros, empecé tarde.
Mucho antes de escuchar lo que ellos me
devuelven, esto es, mi propia voz predicando
en el desierto - esta es una respuesta a la perso-
na que hablaba de partir-, escuché cosas total-
mente decisivas, o al menos lo fueron para mí.
Pero este es mi asunto personal. Quiero decir
que la gente que está aquí, entre los muros, es
plenamente capaz de hacerse oír a condición
de que haya orejas apropiadas.
En resumen, para rendirle un homenaje
por algo a lo que ella personalmente es ajena,
todos saben que fue por esta enferma a la que
designé con el nombre de Aimée, que por
supuesto no era el suyo, por la que fui atraído
por el psicoanálisis.
Por supuesto que no fue ella solamente.
Hubo algunos otros antes, y además hay toda-
vía unos cuantos a quienes dejo la palabra. En
100
HABLO A LAS PAREDES
eso consiste lo que se llama mi presentación
de enfermos, esta especie de ejercicio que
consiste en escuchar a los pacientes, algo que
evidentemente no les ocurre con mucha fre-
cuencia. Cuando lo hablo después con algunas
personas que estaban allí para acompañarme
y captar lo que podían, me ocurre que de eso
aprendo. Después, no de inmediato. Evidente-
mente, hace falta armonizar la voz para reen-
viarla a los muros.
Lo que intentaré cuestionar este año en
mi seminario va a girar en torno a la relación
del psicoanálisis con la lógica, a la que otorgo
mucha importancia.
Aprendí muy temprano que la lógica podía
volver a la gente odiosa. Era en una época en
la que tenía afición por cierto Abelardo, atraí-
do sabe Dios por qué. No puedo decir que
la lógica me haya vuelto a mí absolutamente
odioso para nadie, salvo para algunos psicoa-
nalistas. Quizá sea porque logro limitar seria-
mente su sentido
Llego a eso tanto más fácilmente que no
creo en absoluto en el sentido común. Hay
sentido, pero no lo hay en común. Probable-
101
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  • 1. HABLO A LAS PARJ<:PE ''Hablo a las paredes", di ce L 11 •u11 , y 1 ~'" quiere decir: "Ni a ustedes, ni ul (.l t'll 11 llt t" Hablo solo. Esto precisament tlH lu 'JI''' 1 ... concierne. Interprétenme ustedes". Las paredes son las de la capilla d ui nt t' 1111• Lacan reencuentra ahí su juventud co mo w~i ol t· l1t• ,J. psiquiatría. Se divierte, improvisa, se tlt ju lln111 1" intención es polémica: sus mejot'OH ul1 t11111u cautivados por la idea de que el psico n Ji i l1111, 1111 vacío de todo saber previo, levantan la buntl••tt• ti• 1 1111 saber, sacada de Bataille. "No", dit:o J.¡¡, '" ' , 1 psicoanálisis proviene de un saber IIJil'''"'" 11 tl1 1 inconsciente. Se accede a él por la vía d1• In 11 ttl tlcl (1 1 analizante se esfuerza en decir cruda mcult' l11 '1'" 1 l1 pasa por la cabeza) cuando esta condu•·•• ul W" 1 (, 1 analista interpreta los dichos de l nn¡tl 1n111lo 111 términos de libido) ". En cam bio, otras dos vías cierran 1 ll('l'l'~" ni 1111•11111 la ignorancia (entregarse a ella co n p u~ i11u ""JIIIt '' siempre consolidar el saber establecido) "1 I'"'J, 1 !111 pasión por el dominio oblitera lo qUc tl''rltt ..1 111 tu fallido). El psicoanálisis enseña lttS vittnclt • 1lr 1 impotencia : ella al menos respeta lo ronl. Lección de sabiduría para una 6poou, In 11111 • Ir 1 1111 ve cómo la burocracia, de la mano do l11 • · 1~ · 111 tn, • 111 ñ11 con cambiar lo más profundo qu til' tH• 1 •l hotrttl•t• 1'"' medio de la propaganda, de la muni¡11 tl 111 "'" tllt" ht del cerebro, de la hiotecnologfa y lt '"' '' olt 1 '" iul engineering. Antes, por cierto, no H •• 1 ln lttl lttttt 1'' 1 t mañana podría ser peor. ISBN 978·950·12·3655·2 Jll~l~llliJlllll~ lllflill~ ./nNJIII' 1/otlll 1¡// 1 www.pi 11 11Pfll,l•·hlttull 1 utu WVw. p u l, l u•~·~· 1illl111 • utn { 1 JACQUES LACA N HABLO A LAS PAREDES Pa1dó
  • 3. PARADOJAS D LA AN Lo que lt·s t'llllrllt 1111 w.tlt 1 1111 ,. ubl t•Ht ¡vr ningún t1'o •tmlno, ul pm l.t t·u~r u.u11.1, 11 pt r nin- gún otro "j 1rldu t'HJillltt.tl ,· uo, ip.HoltJII tV ría? ¿Esto N lgnlnct qu~' h.1y q11r ',,11,11 • "' ".1h Jil l'tll' muy parlicul;u q11t Mt·.l tlr t.ul.t ttllu, ¡ un lt.tln , lmum de ens •t1arlo, d · lr ,111 1111111 pu1 In~ 1111 IIIIH u• pdn ipios y alguna~ dr IIH 1 u11Nr1 111'111 ••••~ 1Hr nu lo pr •gnn- t6 y 1' •¡¡p ll ho clf' tli"lilllil~ IIIHIII'I,I , Eu HU Seminario, argum 111.1 1 u N .1111 ht-1• l•11 11 htTilus, pretende d ·m Ir u, y ,llrumrnln tu lt tt ,, o l •11 ml~jo. Pero tam- biéu cHt. 11 11 1 oulr11 lltlt-1•, "" " • tth ·vi las, sus obras impr visad.t , duml httlu" 11111 t 111:1 •· pitl . S trata de SOI'Jtt·ttrln lt oplnlunr 1'•11•1 • rllH rla m :jor. Esto es lo qu • ll.tu~omu' 11 ¡•,,,,,,,,1 ¿Qui ~ti habla? ll 111 1 "" 11 ele- ••1hh"11 ' • p ' 1'0 de una sabiduría sin t CHÍI{IlU Ión, ltlt.t .n11 .th rhu ', sar- cástica, sardónica. Cada uno ·~ lihll' 1h• h .11.11 • una conducta según su par · ·1·. Esta serie, primero consag .ttht 1 111 ti t') , pttt 1Í<'a- rá a continuación fragmentos s ogldos ct la obra. JACQUES LACAN HABLO A LAS PAREDES , PAIDOS Buenos Aires - Barcelona - México
  • 4. Titulo orlglndh }1 jJI/rlt 1111 "11m. lililrrtlmJ dt In ~lflf161l~ d~ Sninu-Anne, deJn qu 1L ~:111 .11J1Lion du , rull, l>od umpo Pt mlltuu. <.ulnd<'>11 ,Jid"l.liiJ"" }11<¡ur Al"ln Mili r yJudich Miller Tr~cluc lót1: Dur~ li•tuk• Revisión: tll 1In lltmllt.y l e n, .1 .qunu N 1:!/tJ ¡¡ /14/I J'IIItl</1111 , . 1111 . IIIIIIIIIIM "".." l'llh lf•~•• (:) t, ' 1 ~11 Jil • 111 1f 1111 '1rntht ltltJ pttt llutll rtht•lyll h1tu~11 1 IIN 1/11 Llf11l 1 llllifi V 1. l ulnlluuln 1 llltlkil, 1111111 l~lllolyll, hottl 11 lllii1r1 (j J u Tirnd : .000 J m¡lur ISBN 978-950-1 J655 l Índice Nota sobre el texto........................................... . 9 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE.......... 11 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS ...... 47 HABLO A LAS PAREDES.................................. 85 Anexo ............................................................. 121
  • 5. Nota sobre el texto Invitado a dictar una serie de seminarios mensuales en el hospital Sainte-Anne destinados a los residentes de psiquia- tría, Lacan eligió corno título "El saber del psicoanalista". Algunos de sus alumnos, tal vez inspirados en la lectura de Bataille, enarbolaban en aquella época la bandera del "no saber". Si bien las tres primeras de esas "charlas': como las llamó Lacan, respondieron más o menos a su idea inicial, las cua- tro siguientes, en cambio, gimron alrededor de las cuestiones que se discutían en el gran seminario que impartía en la plaza del Panteón, en las aulas de la Facultad de Derecho, con el título de "... o peor". Respeté esa separación incluyendo esas cuatro "charlas " en orden cronológico en el libro XIX del seminario, donde se notaria su falta si no estuvieran. Las tres primeras, por el contrario, desviarían la atención. Son las que reuní en este pequeño volumen. Fueron pronunciadas en la capilla del hospital el 4 de noviembre de 1971, el 2 de diciembre del mismo año y el 6 de enero de 1972. Jacques-Alain Miller 9
  • 7. A l volver a hablar en Sainte-Anne espe- raba que hubiera residentes; en mi época se los llamaba "residentes de los asilos", que en la actualidad son los hospi- tales psiquiátricos, dejando de lado los demás. Al volver a Sainte-Anne apuntaba a este público. Tenía la esperanza de que alguno de ellos se hubiera tomado la molestia de venir. Si hay algunos aquí -me refiero a residentes en actividad-, ¿me harían el favor de levantar la mano? Es una aplastante minoría, pero en fin, me basta ampliamente. A partir de ahora y en la medida en que pueda sostener el aliento, voy a intentar decir- les algunas palabras. Estas palabras, como siempre, son impro- visadas, lo que no quiere decir que no tenga algunas anotaciones. Son improvisadas desde 13
  • 8. JACQUES LACAN esta mañana porque trab<úo mucho. No se sientan obligados a hacer lo mismo. He insistido sobre la distancia que existe entre el trab<úo y el saber. No nos olvidemos de que esta noche lo que les anuncio se refie- re al saber; por lo tanto, no hace falta que se cansen. Verán por qué, algunos lo sospechan ya por haber asistido a eso que se llama mi seminario. Para volver al saber, yo había señalado, en un tiempo ya lejano, que la ignorancia, en el budismo, puede ser considerada como una pasión. Es un hecho que se justifica con un poco de meditación. Pero como la meditación no es nuestro fuerte, solo contamos con una experiencia para hacerlo conocer. Es una experiencia memorable que tuve hace mucho tiempo, en la sala de guardia, porque hace una pila de aüos que frecuento estas murallas, aunque no eran especialmen- te estas en aquella época. Esto se remonta a 1925-1926. En aquella época, los residen- tes -no hablo de lo que son ahora-, en lo que concierne a la ignorancia, no andaban lejos. Se trataba sin duda de un efecto de 14 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE grupo. Podemos considerar que aquel era un momento de la medicina al que tuvo que seguir necesariamente la vacilación actual. Acabo de decir que la ignorancia es una pasión. No es para mí una minusvalía, ni tam- poco es un déficit. Es otra cosa. La ignorancia está ligada al saber. Es una manera de estable- cer el saber, de hacer de él un saber estable- cido. Por ejemplo, cuando alguien quería ser médico en aquel tiempo, que era con seguri- dad el final de una época, pues bien, era nor- mal que quisiera manifestar una ignorancia -si me permiten- consolidada. Después de lo que acabo de decirles sobre la ignorancia, no se sorprenderán de que les haga notar que cierto cardenal, en tiempos en que el título no era un certificado de ignorancia, lla- maba "docta ignorancia" al saber más elevado. Para recordarlo de paso, era Nicolás de Cusa. De este modo, debemos partir de la correlación entre la ignorancia y el saber. Si la ignorancia, a partir de cierto momento, en cierta zona, lleva el saber a su nivel más bajo, no es por culpa de la ignorancia sino más bien lo contrario. Desde hace cierto tiempo, la ignorancia no es lo suficientemente docta en la medid- 15
  • 9. JACQUES LACAN na como para que esta sobreviva por otra dosa que no sea la superstición. Sobre el sentido de este término, y precisamente, llegado el caso, en lo que respecta a la medicina, volveré luego si tengo tiempo. Pero, para señalar un hecho que proviene de esta experiencia de la cual me interesa mucho retomar el hilo después de cerca de cuarenta y cinco atl.os de frecuentar estas murallas (no es para vanagloriarme, pero después que entregué algunos de mis escri- tos a la poubellication1 todo el mundo conoce mi edad, es uno de los inconvenientes del asunto), debo decir que es mejor no evocar el grado de ignorancia apasionada que reinaba entonces en la sala de guardia de Sainte-Anne. Es verdad que se trataba de gente que tenía vocación y, en aquel momento, tener vocación por el asilo era algo bastante particular. A esta misma sala de guardia llegaron al mismo tiempo cuatro personas cuyos nombres no me parece desde1iable volver a recordar, puesto que soy una de ellas. La otra, que me l. Neologismo a partir de poubelle [tacho de basura] y publication [publicación]. [N. de la T.] 16 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE complazco en hacer resurgir esta noche, era Henri Ey. Se puede decir, con el espacio de tiempo transcurrido, que de esta ignorancia, Ey fue el civilizador. Rindo homenaje a su trabajo. Como lo hizo notar Freud, la civilización no nos desembaraza de ningún malestar, sino todo lo contrario -das Unbehagen, el no bien- estar- pero, en fin, esto tiene un aspecto valioso. Si creen que hay una mínima ironía en lo que acabo de decir, se equivocan seriamente, pero no pueden más que equivocarse, por- que no pueden imaginar lo que era la igno- rancia en el ambiente asilar antes de que Ey metiera las manos allí. Era algo absolutamen- te increíble. Actualmente la historia avanzó, y acabo de recibir una circular que señala la inquietud que existe en cierta zona de dicho ambiente en relación con ese movimiento que prome- te todo tipo de chispas, llamado antipsiquia- tría. Pretenden que yo tome partido en este asunto. ¿Se puede tomar partido en algo que ya es una oposición? Sin dudas sería conveniente 17
  • 10. JACQUES LACAN que sobre este asunto haga algunas observa- ciones inspiradas en mi antigua expe!"iencia, la que acabo de evocar, diferenciando en esta oportunidad la psiquiatría y la psiquiatrerta. La cuestión de los enfermos mentales o, para decirlo mejor, de las psicosis no es resuel- ta en absoluto por la antipsiquiatría, cuales- quiera que sean las ilusiones que mantienen al respecto algunos emprendimientos locales. Me atrevo a expresar que la antipsiquiatría es un movimiento cuyo sentido es la liberación del psiquiatra, y es seguro que no está bien encaminado. No está bien encaminado debido a que hay una característica que después de todo no habría que olvidar en aquello que se llama revoluciones, y es que este término está admi- rablemente elegido, puesto que quiere decir retorno al punto de partida. El alcance de todo esto ya era conocido, pero está ampliamente demostrado en el libro titulado Historia de la locura, de Michel Foucault. En efecto, el psi- quiatra cumple un servicio social. Es una crea- ción de cierto giro histórico. El que estamos atravesando no va a aliviar esta carga ni a redu- cir su lugar, es lo menos que se puede decir, y 18 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE esto deja las cuestiones de la antipsiquiatría un poco fuera de lugar. Esta es una indicación introductoria, pero quisiera destacar que, en lo que respecta a las salas de guardia, hay algo que es sin embar- go sorprendente y que a mi juicio constituye una continuidad entre las antiguas y las más recientes: se trata de comprobar hasta qué punto, en relación con el sesgo que allí toman los saberes, el psicoanálisis no hizo ninguna mejora. El psicoanalista -planteé la cuestión en los años 1967-1968 cuando introduje la noción del psicoanalista precedido por el artículo definido, artículo definido cuyo valor lógico intentaba recordar ante un auditorio bastante amplio-, el psicoanalista no parece haber cam- biado nada en cierto soporte del saber. Todo esto tiene una regularidad. No suce- de de un día para ou·o que se cambie el sopm'- te del saber. El porvenir está en manos de Dios, como se dice, esto es, en la buena suer- te, la buena suerte de aquellos que tuvieron la buena inspiración de seguirme. Algo surgirá de ellos si los chanchítos no se los comen. Esto es lo que llamo buena suerte. Para los otros, 19
  • 11. JACQUES LACAN no es cuestión de buena suerte. Su asunto será resuelto por el automatismo, que es lo contra- rio de la suerte, buena o mala. Para aquellos a quienes el psicoanalista al que recurren no les deja ninguna chance, qui- siera esta noche evitar un malentendido que podría instalarse en nombre de algo que es efecto de la buena voluntad de algunos de los que me siguen. Estos escucharon bastante bien -en fin, como pueden- lo que dije acerca del saber como correlato de la ignorancia, y eso los ator- mentó un poco. A algunos de ellos no sé qué mosca les picó, una mosca literaria por supues- to, algunas cositas que circulan en los escritos de Georges Bataille, por ejemplo, porque de otro modo no creo que se les hubiera ocurri- do. Se trata del no saber. Georges Bataille pronunció un día una conferencia sobre el no saber, y eso circula tal vez en dos o tres rincones de sus escritos. Pero sabe Dios que no se estaba burlando. Muy especialmente, el día de su conferencia en la Sala de geografía de Saint-Germain-des-Prés, que ustedes conocen muy bien porque es un sitio de la cultura, no dijo ni una palabra, lo 20 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE que no era una mala manera de hacer ostenta- ción del no saber. Se le rieron y se equivocaron, porque ahora resulta chic el no saber. Es algo que circula un poco por todas partes entre los místicos, ¿no es cierto?, incluso nos llega de ellos, incluso es entre ellos donde esto tiene un sentido. Ade- más, es sabido que insistí sobre la diferencia entre saber y verdad. Por lo tanto, si la verdad no es el saber, es el no saber. Lógica aristotéli- ca: todo lo que no es negro es no negro. Como articulé que el discurso analítico se sostiene en la frontera sensible entre la verdad y el saber, pues entonces, levantar la bande- ra del no saber es un buen camino. No es un mal estandarte. Puede servir como convocato- ria para aquello que no resulta excesivamen- te raro reclutar como clientela, la ignorancia crasa, por ejemplo. Eso también existe pero, en fin, es cada vez más raro. Sin embargo, hay otras cosas, otras vertien- tes, la pereza por ejemplo, de la que hablo desde hace mucho tiempo. Yademás hay algu- nas formas de institucionalización -"campos de concentración de Dios", como se dijo en otra época- dentro de la Universidad, donde 21
  • 12. JACQUES LACAN esas cosas son bien recibidas porque eso es chic. En síntesis, se dedican a toda una panto- mima: "Pase usted primero, señora Verdad, el agujero está ahí, ese es su lugar". En fin, este no saber es un hallazgo. No hay nada mejor para introducir una confusión definitiva en un tema delicado, el punto en cuestión para el psicoanálisis, eso que llamé la frontera sensible entre verdad y saber. Diez años antes habían hecho otro hallaz- go que tampoco estaba nada mal respecto a lo que bien debo llamar mi discurso. Lo había comenzado diciendo que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Encontraron una cosa formidable; a los dos tipos que mejor habrían podido trabajar en esta línea, hilar este hilo, les encomendaron un flor de traba- jo, un diccionario de filosofía. ¿Qué dije? Dic- cionario de psicoanálisis. Vean el lapsus. En fin, esto bien vale el Lalande.2 Alguien pregunta: ¿Lalangue [lalengua]? 2. Nombre de un conocido diccionario de filosofia. [N. de la T.] 22 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE No, no es gue, es de. Lalengua, tal como la escribo ahora, en una sola palabra, es otra cosa. ¡Miren que cultivados son! No dije que el inconsciente esté estructu- rado como !alengua, sino como un lenguaje, voy a retomar esto más tarde. Pero cuando se encargó a los "responsivos"3 que mencioné recién la tarea de un vocabulario de psicoanáli- sis, fue evidentemente porque yo había puesto a la orden del día ese término saussureano, la lengua, que, lo repito, voy a escribir de ahora en más en una sola palabra, y voy a justificar por qué. Pues bien, lalengua no tiene nada que ver con el diccionario, cualquiera que sea. El diccionario tiene que ver con la dicción, es decir, por ejemplo, con la poesía y con la retórica. No es poca cosa, ¿eh? Eso va desde la invención hasta la persuasión. Es muy impor- tante, salvo que no es este aspecto justamente el que tiene que ver con el inconsciente. Con- 3. En el uso irónico del término responsifs [responsi- vos] también se puede escuchar una condensación entre m ponsables [responsables] y poncifs [triviales, banales]. [N. de la T.] 23
  • 13. JACQUES LACAN trariamente a lo que piensa la masa de asis- tentes, el inconsciente tiene que ver ante todo con la gramática. De todos modos, una parte importante ya lo sabe si escuchó esos pocos términos con los cuales intento hacer pasar lo que digo del inconsciente. Este también tiene un poco que ver, mucho que ver, todo que ver, con la repetición, es decir, la vertiente total- mente contraria a aquello para lo que sirve un diccionario. De modo que poner a confeccio- nar un diccionario a quienes habrían podido en aquel momento ayudarme a hacer mi cami- no fue una manera bastante buena de des- viarlos. La gramática y la repetición son una vertiente totalmente diferente a la que recién señalaba como invención, que sin duda no es poca cosa, y tampoco lo es la persuasión. Contrariamente a lo que todavía no sé por qué está muy difundido, la vertiente útil en la función de !alengua -útil para nosotros, psi- coanalistas, para aquellos que se las tienen que ver con el inconsciente- es la lógica. Este es un pequeño paréntesis que se conec- ta con el riesgo de pérdida que conlleva la pro- moción absolutamente improvisada y endeble del no saber, a la que en verdad no di jamás 24 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE ninguna ocasión de error. ¿Es necesario demos- trar que en el psicoanálisis, de manera funda- mental y primera, está el saber? Sin embargo, es lo que voy a tener que demostrarles. Tomemos por una punta este carácter pri- mero, macizo, de la primacía del saber en el psicoanálisis. Hace falta recordarles que, cuando Freud intenta dar cuenta de las dificultades que hay para el avance del psicoanálisis, publica en /mago, en 1917 si recuerdo bien, un artículo que fue traducido y publicado en el primer número del International journal of Psycho- Analysis con el título "Una dificultad del psi- coanálisis". Ocurre que el saber que está en juego no es aceptado con facilidad. Freud lo explica como puede, ypor eso mismo se pres- ta al malentendido. No es casual ese famoso término resistencia, con el que creo haber logrado que ya no nos taladren los oídos, al menos en cierto sector. Pero es cierto que hay uno, no lo dudo, donde todavía florece este término, que es para el psicoanalista una aprensión permanente. ¿Por qué no atreverse a decirlo? Todos tenemos 25
  • 14. JACQUES LACAN nuestros deslices y sobre todo son las resis- tencias las que los favorecen. Se lo descubrirá dentro de un tiempo en lo que yo digo... aun- que después de todo no es algo tan seguro. En resumen, Freud incurre en un desacier- to. Cree que contra la resistencia solo hay una cosa para hacer: la revolución. Pero entonces resulta que él encubre completamente aque- llo que está enjuego, a saber, la dificultad muy específica que hay para hacer intervenir cier- ta función del saber. La confunde con aquello que se señala como revolución en el saber. En ese pequeño artículo -lo retomará des- pués en "El malestar en la cultura"- está el primer gran fragmento acerca de la revolu- ción copernicana. Era algo trillado en el saber universitario de la época. Copérnico -pobre Copérnico- había hecho la revolución. Fue él -como dicen en los manuales- quien ubicó al Sol en el centro y a la Tierra girando alrededor. Queda totalmente claro que a pesar del esquema que muestra muy bien esto, efectiva- mente, en De revolutionibus, etc., Copérnico no había tomado absolutamente ningún partido en el tema, y nadie hubiera pensado en fasti- diarlo por eso. 26 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE Pero, en fin, es un hecho, en efecto, que pasamos del geo al heliocentrismo, y se supo- ne que esto asestó un golpe, un blow, como se expresa el texto inglés, a vaya a saber qué pre- tendido narcisismo cosmológico. El segundo blow es biológico. Freud nos lo evoca en el nivel de Darwin, con el pretex- to de que, en lo que concierne a la Tierra, la gente tardó cierto tiempo en reponerse de la novedad que ubicaba al hombre en relación de parentesco con los primates modernos. Freud explica la resistencia al psicoanálisis por lo siguiente: lo que está afectado es esa consisten- cia del saber que hace que, cuando uno sabe algo, lo mínimo que se puede decir es que uno sabe que lo sabe. Ese es el nudo de la cuestión. Alrededor de eso se hizo un pintarrajo en forma de yo. Hay que saber que el que sabe que sabe, pues bien, soy yo. Está claro que esta referencia al yo es segunda en relación con lo siguiente: que un saber se sabe, y que la nove- dad que revela el psicoanálisis es que es un saber no sabido para sí mismo. Pero, les pre- gunto ¿qué habría ahí de novedoso, capaz de provocar resistencia, si este saber fuera natural? En todo el mundo animal, nadie puede sor- 27
  • 15. }ACQUES LACAN prenderse de que el animal sepa grosso modo lo que le hace falta. Si se trata de un animal de vida terrestre, no va a ir a sumergirse en el agua más que un tiempo limitado, sabe que eso no le vale de nada. Si el inconsciente es algo sor- prendente, se debe a que ese saber es diferen- te. De ese saber tenemos desde siempre una idea, muy infundada por otra parte, porque fueron evocados la inspiración, el entusiasmo. El saber no sabido del que se trata en el psicoa- nálisis es un saber que efectivamente se articu- la, que está estructurado como un lengu~e. Resulta de este modo que la revolución argumentada por Freud tiende a encubrir lo que está en juego. Eso que no es aceptado, revolución o no, es una subversión que se pro- duce en la función, en la estructura del saber. En verdad, fuera de las molestias que oca- sionaba a algunos doctores de la Iglesia, no puede decirse que la revolución cosmológica estuviera encaminada a que el hombre, como se dice, se sienta de ningún modo humillado. Si el uso del término revolución es tan poco convincente, es po1'que el hecho mismo de que haya habido revolución en ese punto es más bien exaltante en lo que atañe al narcisismo. 28 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE Lo mismo ocurre en cuanto al darwinismo. No hay ninguna doctrina que encumbre más la producción del ser humano que el evolucio- nismo. Tanto en un caso como en el otro, cosmo- lógico o biológico, todas esas revoluciones mantienen al hombre en el lugar de la flor y nata de la creación. Por esto mismo esta referencia de Freud está realmente mal inspirada. Tal vez sea que está hecha justamente para encubrir y hacer pasar lo que está en juego, a saber, que este nuevo estatus del saber debe generar un tipo de discurso completamente nuevo, el cual no es fácil de sostener y que hasta cierto punto todavía no ha comenzado. Dije que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. ¿Pero cuál? ¿Y por qué dije un lenguaje? En cuestión de lenguaje empezamos a conocer un poco. Se habla de lenguaje-obje- to en la lógica, matemática o no. Se habla de metalenguaje. Incluso se habla de lenguaje, desde hace cierto tiempo, en el nivel de la bio- logía. Se habla de lenguaje a tontas y a locas. Para empezar, diría que si hablo de lengua- 29
  • 16. JACQUES LACAN je es porque se trata de rasgos comunes que se encuentran en !alengua. Aunque esta misma está sujeta a una gran variedad, sin embar- go tiene constantes. El lengu~e en cuestión, tal como me tomé el tiempo, el cuidado, la preocupación y la paciencia de articula!~ es el lenguaje en el que se puede diferenciar, entre otras cosas, del mensaje, el código. Sin esta distinción mínima, no hay lugar para la pala- bra. Por eso cuando introduzco estos términos titulo "Función y campo de la palabra -es la función- y del lenguaje" -es el campo-. La palabra define el lugar de aquello que se llama la verdad. Lo que señalo desde su entrada, por el uso que quiero hacer de ella, es su estructura de ficción, es decir, también de engaño. En verdad, viene al caso decirlo, la verdad solo dice la verdad, y no a medias, en un solo caso: cuando dice miento. Este es el único caso en el que estamos seguros de que no miente, porque se supone que ella lo sabe. Pero de Otro modo [Autrement],4 con 4. Hay homofonía entre autrernent [de otro modo] y Autre ment [Otro miente]. [N. de la T.] 30 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE A mayúscula, es muy probable que diga pese a todo la verdad sin saberlo. Esto es lo que intenté indicar con mi S mayúscula, parén- tesis, A mayúscula, donde dicha A está pre- cisamente tachada S(.q.). En todo caso, aque- llos que me siguen no podrán decir que esto, al menos esto, no es un saber y que no debe tenerse en cuenta para guiarse, aunque más no sea en el día a día. Este es el primer punto del inconsciente estruch1rado como un lenguaje. El segundo, no me esperaron a mí para saberlo -hablo a los psicoanalistas- puesto que es el principio mismo de lo que ustedes hacen cuando interpretan. No hay una sola interpretación que no con- cierna -en lo que ustedes escuchan- al lazo que se manifiesta entre la palabra y el goce. Puede ser que ustedes lo hagan de manera inocente, sin que nunca se hayan dado cuenta ·. .de que nunca una interpretación quiere decir otra cosa, pero en fin, una interpretación ana- lítica siempre es eso. El beneficio, ya sea pri- mario o secundario, es un beneficio de goce. La cosa surgió de la pluma de Freud pero no de manera inmediata, puesto que hay una etapa, la del principio de placer. Pero queda 31
  • 17. jACQUES LACAN claro que un día lo sorprendió que, hagan lo que hagan, inocente o no, lo que se formula, hagan lo que hagan con eso, es algo que se repite. Dije: "La instancia de la letra", y si utilizo instancia tengo mis razones, como para todos los usos que hago de las palabras. Instancia resuena tanto en el nivel de la jurisdicción como en el de la insistencia, donde hace sur- gir ese módulo que definí como el instante, en el nivel de cierta lógica. Freud descubre el más allá del principio de placer en la repetición. Solo que, si hay un más allá, no hablemos más de principio. Un principio donde hay un más allá ya no es un principio. De paso, dejemos de lado el principio de realidad. Todo esto debe ser revisado. Después de todo, no hay dos clases de seres hablantes, aquellos que se rigen por el principio de placer y el principio de reali- dad, y aquellos que están más allá del prin- cipio de placer, sobre todo porque, como se dice, clínicamente -reconozcámoslo- son los mismos. El proceso primario se explica en un pri- mer tiempo mediante esta aproximación que 32 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE es la bipolaridad principio de placer/princi- pio de realidad. Este esbozo es insostenible y está hecho para que estos primeros enuncia- dos sean digeridos como puedan por los oídos contemporáneos, que son oídos burgueses -no quiero abusar de este término-, esto es, que no tienen ni la menor idea de qué es el principio de placer. El principio de placer es una referencia a la moral antigua. En la moral antigua, el prin- cipio de placer, que consiste precisamente en hacer lo menos posible, otiurn cum dignitate, es una ascesis. Podría decirse que confluye con la de los puercos, pero de ningún modo en el sentido en que se los entiende. El término puerco en la Antigüedad no significaba que se fuera cochino. Quería decir que se lindaba con la sabiduría animal. Era una apreciación, un toque, una nota, dada desde el exterior por gerite que no comprendía de qué se trataba ese último refinamiento de la moral del amo. ¿Qué puede tener esto que ver con la idea que se hace el burgués acerca del placer y, además, de la realidad? Sea como fuere, de la insistencia con la que el inconsciente nos entrega lo que formula, 33
  • 18. JACQUES LACAN resulta lo siguiente: si acaso nuestra interpre- tación solo tiene como sentido hacer notar lo que el sujeto encuentra, entonces, ¿qué encuentra? Nada que no deba catalogarse en el registro del goce. Este es el tercer punto. Cuarto punto. ¿Dónde yace el goce? ¿Qué hace falta ahí? Un cuerpo. Para gozar hace falta un cuerpo. Hasta aquellos que hacen una promesa de Beatitudes eternas solo pueden hacerlo suponiendo que el cuerpo es su sopor- te. Glorioso o no, ahí debe estar. Hace falta un cuerpo. ¿Por qué? Porque la dimensión del goce para el cuerpo es la dimensión del des- censo hacia la muerte. Por otra parte, es en esto en lo que el principio de placer anuncia que desde aquel momento Freud sabía bien lo que decía. Si lo leen con cuidado, verán allí que el principio de placer no tiene nada que ver con el hedo- nismo, aunque nos haya sido legado por la más antigua tradición. En verdad, es el ptinci- pio de displace!~ a punto tal que al enunciarlo, Freud derrapa a cada paso. Nos dice: ¿en qué consiste el placer?, y responde: en bajar la ten- sión. Pero al contrario, ¿por qué se goza si no es porque se produce una tensión? Este es el 34 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE principio mismo de todo lo que tiene el nom- bre de goce. Por eso, mientras recorre el camino de Jenseits des Lustprinzips, del "Más allá del prin- cipio de placer", ¿qué nos enuncia Freud en el "Malestar en la cultura" si no es que, muy probablemente, mucho más allá de la llamada represión social, debe haber una represión -lo escribe textualmente- orgánica? Es una lástima que haya que tomarse tanto trabajo para cosas que resultan tan evidentes. La dimensión en la cual el ser hablante se dis- tingue del animal es ciertamente que hay en él ese hiato por donde se perdería, por donde le estaría permitido operar sobre el o los cuer- pos, sea el suyo o el de sus semejantes, o el de los animales que lo rodean, para hacer surgir, en su propio beneficio o en el de ellos, lo que se llama, para hablar con propiedad, el goce. Los encaminamientos que acabo de subra- yar, que van desde la descripción sofisticada del principio de placer hasta el reconocimien- to abierto de lo que concierne al goce fun- damental, vuelven aún más extraño ver que Freud recurre en aquel momento a eso que designa como instinto de muerte. No es que 35
  • 19. JACQUES LACAN esto sea falso, pero que sea dicho así, de una manera tan sabia, es precisamente lo que no pueden tragarse de ningún modo los sabios que él engendró con el nombre de psicoana- listas. La institución psicoahalítica internacio- nal se caracteriza por una larga cogitación, una rumia alrededor del instinto de muerte. Observen si no esos interminables dédalos, la manera que tiene de partirse, de dividirse, de repartirse -lo admite, no lo admite, llego hasta aquí, no lo sigo hasta allá-. Antes bien que uti- lizar un término que parece elegido para dar la ilusión de que algo fue descubierto en ese campo que puede considerarse análogo a lo que en lógica se llama una paradoja, resulta sorprendente que Freud, si se tiene en cuenta el camino que ya había trazado, no haya creí- do necesario señalar de una manera pura y simple el goce. En el orden de la erotología, este está verdaderamente al alcance de cual- quiera. Es verdad que en aquel tiempo las publicaciones del Marqués de Sade estaban menos difundidas. Por esto mismo, creí que debía marcar en algún lugar de mis Escritos -para poner una fecha- la relación de Kant 36 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE con Sade. ¿Por qué Freud procedió así? Creo que después de todo hay una respuesta. No es obligatorio que él, no más que cualquiera de nosotros, haya sabido todo lo que decía. Pero en lugar de contar tonterías sobre el instin- to de muerte primitivo, venido del exterior o venido del interior, o retornando del exterior hacia el interior, y más tarde volcándose en la agresividad y en la pelea, tal vez se habría podido leer en el instinto de muerte de Freud aquello que conduce a decir que, en suma, el único acto -si hubiera uno que fuera un acto logrado- sería, si pudiera serlo, el suicidio. Entiéndase bien que hablo de un acto que fuera logrado como el año pasado hablaba de un discurso que no fuera del semblante. Tanto en un caso como en el otro, no hay ni un tal discurso ni un tal acto. Esto es lo que Freud nos dice. No nos lo dice así, en crudo, en claro, tal como podemos decirlo ahora, una vez que la doctrina despe- jó un poquito el camino, y sabemos que no hay más acto que el fracasado e incluso que esta es la única condición para un semblan- te de logro. Por esto mismo el suicidio mere- ce una objeción. No es necesario que quede 37
  • 20. JACQUES LACAN como tentativa para que de todos modos sea fracasado, completamente fracasado desde el punto de vista del goce. Quizás no sea así para los budistas con sus bidones de nafta, porque están a la orden del día. No sabemos nada al respecto porque no vuelven para dar testimonio. El texto de Freud es un lindo texto. No por nada nos trae el soma y el germen. Él sien- te, presiente, que ahí hay algo para profundi- zar. En efecto, lo que se debe profundizar es el quinto punto que enuncio este año en mi seminario de este modo: no hay relación sexual. Esto puede sonar un poco chiflado. Bas- taría con echarse un buen polvo para demos- trarme lo contrario. Lamentablemente, eso es algo que no demuestra en absoluto nada semejante porque la noción de relación no coincide del todo con el uso metafórico que se hace de este término a secas, relación, tuvie- ron relaciones. No es del todo eso. Se puede hablar seriamente de relación no solo cuando un discurso establece la relación sino cuando además se enuncia la relación. Lo real está ahí antes de que lo pensemos, pero la relación, en cambio, es mucho más incierta. No solo hay 38 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE que pensarla, sino también escribirla. Si no son capaces de escribirla, no hay relación. Sería quizá muy destacable si durante bas- tante tiempo, como para que eso comience a dilucidarse un poco, se verificara que es impo- sible escribir lo que sería la relación sexual. La cosa tiene su importancia porque justa- mente, a través del progreso de lo que llama- mos la ciencia, estamos llevando muy lejos un montón de pequeños asuntos que se sitúan en el nivel del gameto, del gen, ele cierto número de elecciones, de selecciones, llámenselas como se quiera, meiosis u otra cosa, y que parecen esclarecer realmente algo que sucede a nivel del hecho de que la reproducción, al menos en cierto sector de la vida, es sexuada. Pero esto no tiene nada que ver con lo que atañe a la relación sexual, por cuanto es muy cierto que hay en el ser hablante, en torno a esta relación en tanto basada en el goce, un abanico con un despliegue absolutamente admirable. Dos cosas fueron puestas de manifiesto por Freud y por el discurso analítico. Por una parte, está toda la gama del goce. Todo lo que se pueda hacer cuando se trata de manera conveniente un cuerpo, incluso el 39
  • 21. JACQUES LACAN propio cuerpo, participa en cierto grado del goce sexual. Solo que el goce sexual mismo, cuando quieren ponerle la mano encima -si puedo expresarme así-, ya no es para nada sexual, sino que se pierde. En segundo lugar entra en juego todo lo que se elabora con el término falo. El mismo designa cierto significado, el significado de cierto significante totalmente evanescente, porque en cuanto a definir qué es el hombre o la mujer, el psicoanálisis nos muestra que eso es imposible. Hasta cierto grado nada indi- ca especialmente que sea hacia el partenaire del otro sexo hacia donde deba dirigirse ~1 goce, aun si se lo considera, por un instante, como el guía de la función de reproducción. Nos encontramos ante el estallido de la noción -digamos- de sexualidad. Sin duda algu- na la sexualidad se encuentra en el centro de todo lo que sucede en el inconsciente. Pero está en el centro por cuanto es una falta. Es decir que, en el lugar de sea lo que fuere que pudie- ra escribirse de la relación sexual como tal, en sustitución están los impasses engendrados por la función del goce sexual, en la medida en que este aparece como el punto de espejismo 40 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE que Freud mismo pone como ejemplo del goce absoluto. Yes tan verdadero como no absoluto. No lo es en ningún sentido, en primer lugar, porque como tal está destinado a esas diferentes formas de fracaso que constituyen para el goce masculino la castración, y para el femenino la división. Por otra parte, aquello a lo que lleva el goce no tiene absolutamente nada que ver con la copulación, en la medida en que esta es el modo usual -digámoslo así, aunque eso va a cambiar- por el cual se realiza la reproducción'en la especie del ser hablante. En otros términos, hay una tesis: no hay relación sexual, estoy hablando del ser hablan- te. Hay una antítesis, que es la reproducción de la vida. Este es un tema muy conocido y es la bandera actual de la Iglesia católica, en lo cual hay que reconocer su valentía. La Iglesia católica afirma que hay una relación sexual, aquella que culmina haciendo niiiitos. Se trata de una afirmación muy aceptable, solo que es indemostrable. Ningún discurso puede soste- nerla, salvo el discurso religioso, en la medida en que él define la separación estricta que hay entre la verdad y el saber. En tercer lugar, no hay síntesis, a menos que ustedes llamen sínte- 41
  • 22. JACQUES LACAN sis a esta observación de que el único goce que hay es el de morir. Tales son los puntos de verdad y de saber en los que importa acentuar lo que atañe al saber del psicoanalista, con la salvedad de que no hay ni un solo psicoanalista para quien esto no sea letra muerta. En cuanto a la síntesis, podemos confiar en ellos para sostener los términos y verlos en un lugar completamen- te diferente del instinto de muerte. Como se dice: Chassez le naturel, il revient au galop.s De todos modos, convendría darle su ver- dadero sentido a esta vit:ja fórmula proverbial. Hablemos de "lo natural", que es todó lo que se recubre con las vestiduras del saber, y sabe Dios que eso no falta. El discurso uni- versitario está hecho únicamente para que el saber sea una vestidura. El ropaje del que se 5. La expresión francesa cltassez le naturel, il revient au galop significa que nunca se pierden las malas costum- bres, las tendencias naturales. Su traducción aproximada al castellano es "genio yfigura hasta la sepultura". [N. de la T.] 42 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE trata es la idea de naturaleza. No va a desa- parecer así nomás de la escena. No es que yo intente sustituirla por otra. No se imaginen que soy de aquellos que oponen la cultura a la naturaleza, aunque más no sea porque la naturaleza es precisamente fruto de la cultura. Pero, en fin, para esta relación: saber/verdad, o verdad/saber, como ustedes prefieran, ni siquie- ra hemos empezado a tener ni el más mínimo principio de adhesión, como tampoco para lo que decimos sobre la medicina, la psiquiatría y un montón de otros problemas. Dentro de poco tiempo, antes de cuatro o cinco años, vamos a estar sumergidos en proble- mas segregativos a los que estigmatizaremos con el término racismo. Todos esos problemas resul- tan del control de lo que sucede en el nivel de la reproducción de la vida en seres que, en razón de que hablan, se encuentran con todo tipo ele problemas de conciencia. Es inaudito que toda- vía no se hayan dado cuenta de que los proble- mas ele conciencia son problemas de goce. Pero, en fin, estos problemas recién esta- mos empezando a poder decirlos. No hay nin- guna seguridad de que esto tenga la menor consecuencia, puesto que sabemos que la 43
  • 23. JACQUES LACAN interpretación requiere, para ser recibida, eso que al comienzo llamé un trabajo. El saber es del orden del goce. No vemos en absoluto por qué cambiaría de lecho. Si la gente denuncia eso que llaman intelectualización es simple- mente porque está acostumbrada, por expe- riencia, a darse cuenta de que no es en abso- luto necesario ni en absoluto suficiente com- prender algo para que algo cambie. La cuestión del saber del psicoanalista no es de ningún modo saber si eso se articula o no, sino saber en qué lugar hay que estar para sostenerlo. A este respecto, intentaré darles una indicación a la que no sé si voy a lograr dar una formulación transmisible. La cuestión es saber lo que la ciencia -a la que el psicoanálisis, así como en la época de Freud, no puede más que escoltar- llega a alcanzar de aquello que concierne a lo real. La potencia de lo simbólico no necesita ser demostrada, porque es la potencia misma. No hay en el mundo ninguna huella de poten- cia anterior a la aparición del lenguaje. En lo que Freud bosqueja de la época anterior a Copérnico, él se imagina que el hombre era muy feliz por estar en el centro del universo 44 SABER, IGNORANCIA, VERDAD Y GOCE y creerse el rey del mismo. Esto es una ilusión absolutamente extraordinaria. Si el hombre tenía alguna idea sobre las esferas celestes era precisamente porque allí se encontraba la última palabra del saber. ¿Quién sabe algo en el mundo? Las esferas etéreas. Ellas sí saben. Hizo falta tiempo para que eso fuera supera- do. Por eso el saber está asociado desde los orígenes a la idea de poder. La pequeña nota que se encuentra en el dorso del grueso volumen de mis Escritos invoca las Luces. ¿Por qué no admitirlo?, soy yo quien la escribió. ¿Quién otro sino yo hubiera podi- do hacerlo? Se reconoce mi estilo, y está muy bien escrita. Las Luces tardaron cierto tiempo en elucidarse. En un primer tiempo, fallaron su intento. Pero en fin, así como el Infierno, esta- ban sembradas de buenas intenciones. Contrariamente a todo lo que se dijo, las Luces tenían como finalidad enunciar un saber que no fuera un homenaje a ningún poder. Sin embargo, lamentamos tener que constatar que aquellos que se dedicaron a esta tarea se encontraban un poco demasiado en posición de lacayos con respecto a cierto tipo de amos, los nobles de la época -debo decir 45
  • 24. JACQUES LACAN que bastante felices y prósperos-, como para poder desembocar de cualquier manera en algo diferente de la famosa Revolución Fran- cesa, que tuvo el resultado que ustedes cono- cen, a saber, la instauración de una raza de amos más feroz que todo lo que se había visto en acción hasta entonces. Desde cierta perspectiva, que no califica- ría como progresista, el psicoanalista podría transportar un saber que nada puede hacer, el saber de la impotencia. Para ponernos a tono con la huella en la que espero continuar mi discurso este año, les voy a dar la primicia -para que se les haga agua la boca- del título del seminario que vóy a dictar en el mismo lugar que el año pasado, gracias a algunas personas que se ocuparon de preservárnoslo. Se escribe así: para empezar, tres puntos. Luego una o y una u. En el lugar de los tres puntos pongan lo que quieran, lo dejo librado a su meditación. Este ou [o] es lo que se llama velo aut en latín. Se le agrega pire [peor]. Yde esto resulta ... ou pire [o peor]. 4 de noviembre de 1971 46 De la incomprensión y otros temas
  • 25. L o que hago con ustedes esta noche evi- dentemente no es lo que me propuse dar este año como paso siguiente de mi seminario. Será, como la última vez, una charla. Todos saben, aunque muchos lo ignoren, de la insistencia que pongo en las entrevistas preliminares al análisis, ante aquellos que me piden consejo. No hay entrada posible en el análisis sin entrevistas preliminares. Esto acer- ca la relación que existe entre esas entrevistas y lo que voy a decirles este año en mi semina- rio, salvo que, dado que soy yo quien habla, soy yo quien se encuentra aquí en la posición de analizante. Podría haber tomado muchos otros sesgos pero, a fin de cuentas, siempre es a último momento cuando sé qué elUo decir. 49
  • 26. JACQUES LACAN Para la charla de hoy, me pareció una oca- sión propicia una pregunta que me fue plan- teada ayer por alguien de mi Escuela, una de esas personas que se toman un poco a pecho su posición. La voy a repetir textualmente: ¿la incomprensión de Lacan es un síntoma? Esta pregunta tiene para mí la ventaja de hacerme entrar de inmediato en el meollo del tema, lo que me ocurre rara vez, porque en general me acerco con pasos prudentes. Le perdono fácilmente a esta persona que haya puesto mi nombre -lo que se explica por el hecho de que estaba frente a mí- en lugar de lo que hubiera correspondido, esto es~ mi discurso. Como verán, no me escabu1lo, lo llamo mi. Veremos luego si este mi merece ser mantenido. ¿Qué importa? Lo esencial es saber si la incomprensión de la que se trata, así la llamen de un modo o de otro, es un sín- toma. Yo no lo pienso así. No lo pienso, primero, porque no puede decirse que mi palabra, que después de todo tiene cierta relación con mi discurso aunque no se confunda con él, sea absolutamente incomprendida. Puede decirse, 50 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS de un modo preciso, que la presencia numero- sa de ustedes es una prueba de ello. Si mi pala- bra fuera incomprensible, no veo muy bien por qué serían ustedes tan numerosos, tanto más cuanto que esta cantidad está constituida en gran parte por gente que vuelve. En lo que respecta al muestreo de opinio- nes que me llegan, hay algunas personas que se expresan de esta manera: no siempre com- prenden bien o, al menos, tienen la impresión de no comprender. Según uno de los últi- mos testimonios que me llegaron, la persona en cuestión, a pesar de que tenía un poco la impresión de no captar, encontraba una ayuda para orientarse en sus propias ideas, para acla- rarse a sí misma en algunos puntos. Se puede decir, entonces, que al menos en lo que con- cierne a mi palabra, que evidentemente se debe distinguir del discurso, no hay lo que se dice, en sentido estricto, incomprensión. Aclaro de inmediato que esta palabra es una palabra de enseñanza. En este caso, dife- rencio la palabra del discurso. Como estoy hablando en Sainte-Anne -y tal vez a través de lo que dije la última vez se puede percibir lo que esto significa para mí- elegí tomar el 51
  • 27. JACQUES LACAN asunto en un nivel, digamos, elemental. Esto es algo completamente arbitrario, pero es una elección. Cuando fui a la Sociedad de Filosofía para presentar una comunicación sobre lo que llamaba en esa época mi enseñanza, tomé el mismo partido. Hablé como si me dirigiera a gente muy rezagada. No lo estaban más que ustedes, pero sobre todo se debía a la idea que tengo de la filosofía. Y no soy el único. Uno de mis muy buenos amigos que hizo reciente- mente una comunicación en la Sociedad de Filosofía me acercó un artículo sobre el fun- damento de las matemáticas sobre el que le hice notar que era de un nivel diez o veinte veces más elevado que lo que él había dicho en esa Sociedad. Me respondió que no debía sorprenderme, dadas las respuestas que había obtenido. Como yo había recibido respuestas del mismo tenor en el mismo lugar, eso fue lo que me tranquilizó por haber articulado, en el mismo nivel, algunas cosas que pueden encon- trar en mis Escritos. Por lo tanto, en algunos contextos, hay una elección menos arbitraria que la que yo sos- tengo aquí. La sostengo aquí en función de 52 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS elementos memorables relacionados con esto que voy a decirles. Si en cierto nivel mi discur- so permanece aún incomprendido, digamos que se debe a que durante mucho tiempo, en cierto sector, estuvo prohibido. No prohibido escucharlo, lo que habría estado al alcance de muchos, como lo demostró la experiencia, sino prohibido venir a escucharlo. Esto es lo que nos va a permitir diferenciar esta incom- prensión de algunas otras. Existía una prohi- bición y, a fe mía, que esta prohibición provi- niera de una institución analítica es con segu- ridad significativo. ¿Qué quiere decir significativo? No dije de ningún modo significante. Hay una gran dife- rencia entre la relación significante/signifi- cado y la significación. La significación es un signo. Un signo no tiene nada que ver con un significante. Un signo -desarrollo esto en un rincón, en algún lado del último número de mi revista Scilicet-, un signo es siempre, pense- mos lo que pensemos, el signo de un sujeto. ¿Que se dirige a qué? Esto también está escrito en ese Scilicet. No puedo extenderme ahora al respecto, pero ese signo de prohibición pro- venía con seguridad de verdaderos sujetos, 53
  • 28. JACQUES LACAN en todos los sentidos de la palabra, de st~etos que obedecen, en todo caso. Que se trate de un signo proveniente de una institución analí- tica es apropiado para permitirnos dar el paso siguiente. Si la pregunta me fue planteada en esta forma es en función de lo siguiente: la incom- prensión en psicoanálisis es considerada como un síntoma. Esto es algo reconocido en el psi- coanálisis, y también admitido generalmente. Lo es a tal punto que ha pasado a la concien- cia común. Cuando digo que es algo admiti- do generalmente, es más allá del psicoanáli- sis, quiero decir del acto psicoanalítico. En la modalidad de la conciencia común las cosas llegaron a tal punto que se oye decir Anda a psicoanalizarte cuando la persona que lo dice considera que la conducta de ustedes, o sus palabras, son síntomas, como diría el señor Perogrullo. Les haré notar que, de todas maneras, en este nivel, por este sesgo, síntoma tiene el senti- do de valor de verdad. En esto, lo que pasó a la conciencia común es más preciso, por desgra- cia, que la idea que llegan a hacerse muchos psicoanalistas. Digamos que son demasiado 54 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS pocos los que saben la equivalencia de síntoma con valor de verdad. Esto tiene una correspondencia histórica que demuestra que el sentido del término sín- toma fue descubierto, denunciado, antes de que el psicoanálisis entrara en juego. Como lo subrayo con frecuencia, esta equivalencia es el paso esencial dado por el pensamiento marxista. Para traducir el síntoma en un valor de verdad debemos palpar lo que supone como saber en el psicoanalista el hecho de que haga falta que sea a sabiendas como él interprete. Para abrir un paréntesis, señalo que este saber le es presupuesto al analista, si puedo decirlo así. Es lo que recalqué con el sujeto supuesto saber como fundamento de los fenó- menos de transferencia. Siempre puse de relieve que esto no entraña ninguna certeza en el sujeto analizante de que su analista sepa mucho, bien lejos de esto. Lo que es perfec- tamente compatible con el hecho de que el saber del analista sea considerado por el ana- lizante como muy dudoso, lo que por otra parte, con frecuencia, es el caso por razones muy objetivas. En suma, los analistas no siem- 55
  • 29. JACQUES LACAN pre saben todo lo que deberían por la simple razón de que a menudo no hacen demasiado esfuerzo. Esto no cambia en absoluto el hecho de que el saber es supuesto a la función del analista y que sobre esto reposan los fenóme- nos de transferencia. Cierro el paréntesis. Tenemos entonces el sín- toma con su traducción como valor de verdad. El síntoma es valor de verdad; lo recíproco no es verdadero, el valor de verdad no es un síntoma. Es bueno señalarlo en este punto en razón de que la verdad no es algo cuya fun- ción yo sostenga como aislable. Su función, y especialmente allí donde se ubica, en la pala- bra, es relativa. No es aislable de otras fun- ciones de la palabra. Razón de más para que insista en esto: aun reduciéndola al valor, la verdad no se confunde en ningún caso con el síntoma. Los primeros tiempos de mi enseñan- za giraron en torno a qué es el síntoma. En efecto, los analistas estaban en tal nebulosa en este punto que el síntoma se articulaba en sus bocas como el rechazo de dicho valor de verdad. Después de todo, tal vez se deba a mi enseñanza que esto no se despliegue ya tan 56 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS fácilmente. Pero la verdad no tiene ninguna relación con la equivalencia, en un único sen- tido, del síntoma con un valor de verdad. La verdad hace entrar en juego el ser del ente. Lo llamo así porque estamos entre nosotros y porque dije que era una charla. Lo llamo así sin más, sin preocuparme de que los términos que impulso ya sean utilizados en lo más avan- zado de la filosofía. Digo el ser porque desde los tiempos en que la filosofía viene dando vueltas en torno a cier- tos puntos, creo que ya se da por sentado que el ser hablante es por ser hablante -discúlpen- me por el primer ser- como llega al ser, en fin, al menos tiene el sentimiento de ello. Natural- mente, no llega, falla. Pero podemos decir que esta dimensión del ser, que se abre de repen- te, durante un buen tiempo sacó de quicio al menos a los filósofos. Sería un error ironizar, porque si sacó de quicio a los filósofos es porque ellos sacan de quicio a todo el mundo. Esto es lo que se seña- la en la denuncia que hacen los analistas de eso que llaman resistencia. Si yo batallé durante toda una etapa de mi enseñanza, de lo cual hay huellas en mis Escri- 57
  • 30. JACQUES LACAN tos, fue efectivamente para interrogarlos sobre qué sabían de lo que hacían cuando introdu- cían el ser de ese bendito ente del que hablan, no del todo a tontas y a locas. De vez en cuan- do llaman a esto el hombre, pero lo llaman así cada vez menos desde que estoy entre aquellos que emiten algunas reservas al respecto. Este ser no tiene con respecto a la verdad ningún tropismo especial. No digamos nada más. Por lo tanto, el síntoma es valor de verdad. Esta es la función que resulta cuando se intro- duce, en cierto momento histórico que he fechado suficientemente, la noción de síntoma. El síntoma no se cura del mismo modo en la dialéctica marxista que en el psicoanálisis. En el psicoanálisis se las tiene que ver con algo que es la traducción en palabra de su valor de verdad. Que esto suscite en el analista lo que es sentido como un ser de rechazo no permite en absoluto zanjar si ese sentimiento merece de algún modo ser contenido, porque además, en otros registros, precisamente el que evocaba hace un rato, es por procedimientos completa- mente diferentes como d be ceder el síntoma. No le estoy dando preferencia a ninguno de esos procedimientos, y esto menos aún 58 DE LA INCOMPRENS I ÓN Y OTROS TEMAS cuando quiero hacerles entender que hay otra dialéctica que la que se imputa a la historia. Entre las preguntas: ¿la incomprensión psi- coanalítica es un síntoma? y ¿la incomprensión de Lacan es un síntoma?, voy a ubicar una tercera: ¿la incomprensión matemática es un síntoma? Hay gente, incluso jóvenes -porque esto solo tiene interés entre losjóvenes-, en quienes existe esta dimensión de la incomprensión matemática. Cuando nos interesamos en sujetos que manifiestan incomprensión matemática, bas- tante difundida todavía en nuestro tiempo, se tiene el sentimiento -utilizo el término senti- miento exactamente como lo hice recién para aquello que los analistas denominan resisten- cia- de que esta proviene de algo así como una insatisfacción, como un desfase, algo experimentado por el sujeto precisamente en el manejo del valor de verdad. Los sllietos que sufren de incomprensión matemática esperan de la verdad más que la reducción a esos valores que se llaman deductivos, al menos en los primeros pasos de la matemática. Las articulaciones llamadas demostrativas parecen para ellos carentes de algo que se sitúa precisamente en el nivel de 59
  • 31. JACQUES LACAN una exigencia de verdad. La bivalencia verda- dero o falso los deja sin duda desconcertados, y, digámoslo, con razón. Hasta cierto punto, puede decirse que existe cierta distancia entre la verdad y lo que podemos llamar la cifra. La cifra no es otra cosa que lo escrito, lo escrito de su valor. Que la bivalencia se expre- se, según los casos, ya sea por Oy l o por V y F, el resultado es el mismo en razón de algo que parece exigible para ciertos sujetos. Habrán escuchado que hace un rato no hablé para nada de algo que fuera un conte- nido. ¿En nombre de qué se lo llamaría con este término? Puesto que contenido no quiere decir nada mientras no se pueda decir de qué se trata. Una verdad no tiene contenido. Una verdad que se dice tal es verdad o bien es sem- blante, diferenciación que no tiene nada que ver con la oposición de lo verdadero ylo falso, puesto que si es semblante, es precisamente semblante de verdad. La incomprensión matemática procede justamente de la cu slión de saber si verdad o semblante no son un . P rmítanme que lo plantee así, lo retomaré más profundamente en otro contexto. 60 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS En todo caso, en este punto, no es por cierto la elaboración lógica que se hizo de las matemáticas la que vendrá a oponerse. Ber- trand Russell, por otra parte, se preocupó por decir en sus propios términos que la mate- mática se ocupa de enunciados de los que resulta imposible decir si tienen una verdad, ni siquiera si tienen algún significado. Es un modo un poco exagerado de decir que toda la preocupación que dedicó al rigor de la puesta en forma de la deducción matemática segura- mente se dirige a algo diferente de la verdad, pero tiene una vertiente que sin embargo guarda relación con ella, sin lo cual no sería necesario separarla de un modo tan contun- dente. Es seguro que, de manera no idéntica a la matemática, la lógica se esfuerza precisa- mente en justificar la articulación matemáti- ca con respecto a la verdad. En nuestra época se afianza en una lógica proposicional que sostiene -la verdad está planteada como un valor que es la denotación de una proposi- ción dada- que una proposición verdadera no podría engendrar sino otra proposición verda- dera. 61
  • 32. JACQUES LACAN Lo menos que se puede decir es que esto parece muy extraño. De esta extraña genea- logía de la implicación resulta, en efecto, que lo verdadero, una vez alcanzado, de ningún modo podría volverse falso por nada de lo que él implica. Por mínimas que sean las probabi- lidades de que una proposición falsa engen- dre una proposición verdadera -lo que por el contrario está totalmente admitido-, una vez que se propone en esta vía, que según nos dicen es sin retorno, no debería haber desde hace mucho tiempo más que proposiciones verda- deras. A decir verdad, semejante enunciado no puede sostenerse ni un instante más que en razón de la existencia de las matemáticas independientemente de la lógica. En algu- na parte aquí hay un embrollo. Los mismos matemáticos se sienten tan poco tranquilos con respecto a esto que todo lo que estimuló efectivamente la investigación lógica relativa a las matemáticas partió de la idea de que la no contradicción no bastaría para fundamentar la verdad. Esto no quiere decir que la no conu·a- dicción no sea algo esperable y hasta exigible. Pero lo seguro es que no es suficiente. 62 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS Pero no avancemos más en el tema por esta noche, puesto que solo se trata de una char- la introductoria a un manejo del que precisa- mente me propongo mostrarles el camino en mi seminario. Este embrollo se presta a hacernos pensar que el síntoma de la incomprensión matemáti- ca, en suma, está condicionado por el amor de la verdad hacia ella misma, si puedo decirlo así. Esto es algo diferente de ese rechazo del que hablaba hace un rato, incluso es lo con- trario. Es un tropismo positivo para la verdad, si puedo decirlo así, mientras que cierto modo de exponer las matemáticas escamotea total- mente lo patético de la verdad. La presentan de una manera práctica, común, simple y ele- mental, sin ninguna introducción lógica, de manera tal que la evidencia, como se dice, permite escamotear muchos pasos. Los fenó- menos de incomprensión se producen en los jóvenes sin duda en razón de cierto vacío sen- tido en lo que respecta a lo verídico de aque- llo que se articula. Estaríamos muy equivocados si pensáse- mos que la matemática logró vaciar de pate- tismo todo lo que concierne a la relación con 63
  • 33. JACQUES LACAN la verdad. No hay solo matemática elemental. Conocemos bastante de historia para saber la pena y el dolor que engendraron, cuando fueron excogitados, los términos y las funcio- nes del cálculo infinitesimal, e incluso poste- riormente la regularización, la ratificación, la logificación de esos mismos términos y de esos mismos métodos, hasta la introducción de un número cada vez más elevado, cada vez más elaborado, de lo que en ese nivel corres- ponde llamar maternas. Dichos maternas no implican en absoluto una genealogía retrógra- da, no implican ningún planteo posible para el que hubiera que emplear el término "his- tórico". La matemática griega, por ejemplo, mues- tra muy bien los puntos en los que, aun cuan- do gracias a los procedimientos llamados exhaustivos tuvo la posibilidad de acercarse a lo que se produjo en el momento del surgi- miento del cálculo infinitesimal, sin embargo no lo alcanzó, no franqueó el paso. Si a partir del cálculo infinitesimal o, para decirlo mejor, de su reducción perfecta, resul- ta fácil ubicar y clasificar, pero a posteriori, en qué estaban los procedimi ntos de demos- 64 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS tración de la matemática griega y a la vez los impasses que encontraban de entrada, no se justifica en absoluto hablar del materna como de algo que estaría separado de la exigencia de verdad. Innumerables debates, debates de palabras, el surgimiento de nuevos maternas en cada momento de la historia. Hablé implícitamente de Leibniz y de Newton, pero pienso también en aquellos que los precedieron con una auda- cia increíble, en no sé qué factor de encuentro o de aventura a propósito del cual se evoca el término proeza o golpe de suerte, como un Isaac Barrow, por ejemplo. Esto se renovó en un tiempo muy cercano a nosotros con la efracción cantoriana, donde nada está hecho para disminuir lo que hace un rato llamé la dimensión patética, que en Cantor llegó hasta la amenaza de locura. Tam- poco creo que baste con decirnos que se debió a las decepciones en su carrera, a la oposición, incluso a las injurias que el susodicho Cantor recibió de parte de los universitarios que rei- naban en su época. No tenemos la costumbre de considerar que la locura esté motivada por persecuciones objetivas. 65
  • 34. JACQUES LACAN Por lo tanto, la incomprensión matemática debe ser algo muy diferente de una exigencia que resultaría de un vacío formal. Ajuzgar por lo que ocurre en la historia de las matemáti- cas, no es seguro que la incomprensión no se genere en alguna relación entre el materna, así sea el más elemental, con una dimensión de verdad. Quizás sean los más sensibles quie- nes menos comprenden. Tenemos ya una indicación de esto en el nivel de los diálogos socráticos -me refiero a lo que nos queda de ellos, a lo que de ellos podemos suponer-. Después de todo, tal vez haya gente para quien el encuentro con la verdad desempeñe el papel que dichos griegos tomaban de una metáfora, tenga el mismo efecto que el encuentro con el pez torpedo: los aletargue. Esta idea proviene del aporte, sin duda confuso, de una metáfora, pero para esto sirve una metáfora, para hacer surgir un sentido que sobrepasa en mucho los medios. El pez torpedo, y luego quien lo toca y se cae redondo, es evidentemente, sin que se lo sepa todavía en el momento en que se hizo la metáfora, el encuentro entre dos campos no acordes entre sí, campo está toma- 66 DE LA INCOMPRENS I ÚN Y OTROS TEMAS do aquí en el sentido propio de campo magné- tico. Les haré notar que lo que acabamos de abordar desemboca en el término campo, y este es el término que utilicé cuando dije "Función y campo de la palabra y del len- guaje". El campo está constituido por lo que llamé el otro día /alengua. Considerar que este campo constituye la clave de la incomprensión es precisamente lo que nos permite excluir cualquier psicología. Los campos de los que se trata están consti- tuidos por lo real, tan real como el pez torpe- do y el dedo del inocente que acaba de tocar- lo. El materna, aunque lo abordemos por las vías de lo simbólico, no deja de ser real. La verdad en juego en el psicoanálisis es lo que por medio del lenguaje, quiero decir, por la función de la palabra, toca un real. Sin embargo, se trata de una perspectiva que no es en modo alguno de conocimiento, sino más bien, diría, de algo como la induc- ción, en el sentido que tiene este término en la constitución de un campo. Se trata de la inducción de algo que es totalmente real, aun- 67
  • 35. JACQUES LACAN que nosotros no podamos hablar de eso sino como de significantes, quiero decir que no tiene otra existencia más que significante. ¿De qué estoy hablando? Pues bien, de nin- guna otra cosa sino de lo que se llama en len- guaje corriente los hombres y las mujeres. No sabemos nada real sobre esos hombres y esas mujeres como tales. No se trata de perros ni de perras. Se trata de qué son realmente quienes pertenecen a cada uno de los sexos a partir del ser hablan- te. No hay aquí ni una sombra de psicología. Hombres y mtBeres, eso es real. Pero no somos capaces de articular en !alengua ni lo más mínimo que tenga la menor relación con este real. El psicoanálisis no deja de machacarlo. Esto es lo que enuncio cuando digo que no hay relación sexual para los seres que hablan. ¿Por qué? Porque su palabra, tal como esta funciona, depende, está condicionada como palabra por lo siguiente: le está precisamen- te prohibido funcionar de cualquier manera como palabra que le permita dar cuenta de esa relación sexual. En esta correlación no le estoy dando pri- macía a nada. No digo que la palabra exista 68 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS porque no hay relación sexual, sería totalmen- te absurdo. Tampoco digo que no hay relación sexual porque la palabra esté ahí. Pero cierta- mente no hay relación sexual porque la pala- bra funciona en un nivel cuya preeminencia el discurso psicoanalítico descubrió como siendo específico del ser hablante en todo lo que con- cierne al orden del sexo, a saber, el semblan- te. Semblantes de hombres (bonshommes] y de m1.Ueres [bonnes femmes],1 como se decía des- pués de la última guerra. No las llamaban de otro modo: bonnes femmes. Como no soy exis- tencialista, no lo diría exactamente así. Sea como fuere, el hecho es que el ente que mencionaba anteriormente habla, y el goce, aquel que llamamos sexual, solo pro- viene de la palabra, y debe distinguirse de la relación sexual. Solo él determina en el ente . del que hablo aquello que se trata de obtener, esto es, el acoplamiento. El psicoanálisis nos l. El término bonhomme designa de manera familiar "un hombre"; bonne femme, manera también familiar de referirse a una mujer, puede tener una connotación lige- ramente despectiva. [N. de la T.] 69
  • 36. JACQUES LACAN confronta con esto, que todo depende de este punto pivote llamado goce sexual. Sin embargo, resulta que este no se puede articular en un acoplamiento un poco fre- cuente, o incluso fugaz, si no encuentra lacas- tración, cuya única dimensión es la de !alen- gua. Lo único que nos permite afirmarlo son las palabras que recogemos en la experiencia analítica. La articulación de ese núcleo opaco llama- do goce sexual en ese registro por explorar llamado castración solo data de la emergencia históricamente reciente del discurso psicoa- nalítico. Así pues, me parece que esto es algo cuyo materna merece que nos dediquemos a formular. Querríamos que esto se pudiera demostrar de otro modo que como algo pade- cido, padecido como una especie de secreto vergonzoso que, aunque haya sido publicado por el psicoanálisis, sigue siendo tan vergon- zoso, tan sin salida. Parecería que nadie se dio cuenta de que la cuestión se encuentra en el nivel de la dimensión cabal del goce, esto es, la relación del ser hablante con su cuerpo, pues- to que no hay otra definición posible del goce. En la especie animal, ¿quién goza de su 70 DE LA INCOMPRENSIÚN Y OTROS TEMAS cuerpo, y de qué manera? Encontramos hue- llas de esto en nuestros primos los chimpan- cés, que se despiojan uno al otro dando señas de un vivo interés. ¿A qué se debe que en el ser hablante la relación con el goce sea mucho más elaborada? El psicoanálisis descubrió que eso se debe a que el goce sexual emerge antes que la maduración del mismo nombre. Esto parece alcanzar para que sea infantil todo lo que concierne al abanico, reducido sin duda, pero variado, de los goces calificados como perversos. Esto tiene estrecha relación con ese enig- ma que hace que no sea posible proceder con aquello que parece directamente vinculado a la operación a la que supuestamente apunta el goce sexual y embarcarse en la vía de la copula- ción, cuyos caminos sostiene la palabra, sin que esta se articule como castración. No fue antes de un... -no quiero decir un intento, porque como Picasso decía No busco, encuentro, yo No intento, concluyo- cuando concluí que el punto clave, el punto nodal, era !alengua y, en el campo de !alengua, la operación de la palabra. No existe una interpretación analítica que no esté dirigida a atribuir a cualquier propo- 71
  • 37. JACQUES LACAN sición que encontramos su relación con un goce. ¿Qué quiere decir el psicoanálisis? Que en esta relación con el goce la palabra es la que garantiza la dimensión de verdad. Pero además, nada es menos seguro que el hecho de que la palabra pueda decirla completa- mente. No puede más que mediodecir esta relación, como me expreso, e inventar un semblante, el semblante de lo que se llama un hombre o una mujer. Se hace algo con eso, pero no se puede de- cir casi nada. Según parece, no se puede decir mucho sobre el tipo. Hará unos dos años, en la vía que intento trazar, llegué a articular lo que concierne a los cuatro discursos. Esos discursos no son discursos históricos, no se trata de mitología, de la nostalgia de Rousseau, o incluso del neolítico. Esas son cosas que solo interesan al discurso universi- tario. Este discurso nunca está tan bien como en el nivel de los saberes que ya no quieren decir nada para nadie, porque el discurso uni- versitario se constituye haciendo del saber un semblante. 72 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS Estos cuatro discursos constituyen de manera tangible algo real. En esa relación de frontera entre lo simbólico y lo real, ahí vivi- mos, viene al caso decirlo. El discurso del amo se mantiene todavía y más aún. Ustedes lo pueden ver con suficiente claridad como para que no me sea necesario indicarles lo que habría podido hacer si eso me hubiera divertido, esto es, si yo buscara la popularidad. Les habría mostrado la pequeña vueltita que en alguna parte lo convierte en el discur- so del capitalista. Es exactamente el mismo asunto, con la salvedad de que está mejor hecho, funciona mejor, los embauca más. De todos modos, ustedes ni se dan cuenta. Pasa lo mismo con el discurso universitario, están ahí metidos hasta el cuello creyendo que provo- can la conmoción de mayo.2 Ni hablemos del discurso histérico, es el propio discurso científico. Es muy importante 2. L'émoi de Mai, expresión en la que resuena la homo- fonía entre l'émoi [conmoción], U! mois [el mes], U!s mois [los yoes]. Referencia al mayo francés del '68. [N. de la T.] 73
  • 38. JACQUES LACAN conocerlo para hacer pequeños pronósticos. Esto no disminuye en nada los méritos del dis- curso científico. Si hay algo seguro es que pude articular estos tres discursos en una especie de materna solo porque surgió el discurso analítico. Cuan- do hablo del discurso analítico no les estoy hablando de algo del orden del conocimiento. Hace mucho tiempo que se podría haber visto que el discurso del conocimiento es una metá- fora sexual y haberle atribuido su consecuen- cia, a saber, que, puesto que no hay relación sexual, tampoco hay conocimiento. Hemos vivido durante siglos con una mitología sexual y, por supuesto, una buena parte de los analis- tas no quiere más que deleitarse con esos esti- mados recuerdos de una época inconsistente. Pero no se trata de eso. "Lo dicho, dicho está", escribí en la primera frase de algo que estoy excogitando para entregárselo más adelante. Lo que está dicho es de hecho, del hecho de decirlo. Pero hay un escollo. Todo el escollo está ahí, todo sale de ahí. Es eso que llamo l'hacosa [l'hachose] -puse una hache delante para que vean que hay un apóstrofo, pero no debería 74 DE LA INCOMPRENSIÚN Y OTROS TEMAS ponerla, debería llamarse l'acosa [l'achose]-. En síntesis, el objeto a. El objeto a por cierto es un objeto, pero solamente en el sentido de que sustituye defi- nitivamente a toda noción de objeto como sos- tenida por un sujeto. No se trata de la relación llamada de conocimiento. Cuando se lo estu- dia en detalle, resulta bastante sorprendente observar que en esa relación de conocimiento se las arreglaron de modo tal que uno de los términos, el sujeto en cuestión, no fuera más que la sombra de una sombra, un reflejo eva- nescente. El objeto a solo es un objeto en el sentido de que está ahí para afirmar que nada en el orden del saber deja de producirlo. Esto es algo completamente diferente a conocerlo. Para que haya alguna chance de analis- ta hace falta que cierta operación que llama- mos experiencia analítica haya hecho llegar el objeto a al lugar del semblante. No podría ocupar este lugar si los otros elementos reduc- tibles en una cadena significante no ocuparan los otros. Si el sujeto, y lo que llamo el signi- ficante amo, y lo que designo como cuerpo y como saber, no estuvieran repartidos en las cuatro puntas de un tetraedro -que para tran- 75
  • 39. JACQUES LACAN quilidad de ustedes dibujé en el pizarrón con la forma de vectores que se cruzan en el inte- rior de un cuadrado al que le falta un lado-, resulta evidente que no habría en absoluto dis- curso. Digo que lo que define un discurso, lo que lo opone a la palabra, en la perspectiva del hablante, es que lo determina lo real. Esto es el materna. El real del que hablo es absoluta- mente inabordable salvo por una vía matemá- tica. Para situarlo no hay otro camino más que el último en llegar de los cuatro discursos, el que defino como el discurso analítico. De una manera de la que sería excesivo decir que es consistente, puesto que se trata por el contra- rio de una brecha, y particularmente la que se expresa en la temática de la castración, ese dis- curso permite ver dónde se afirma el real del que se sostiene como discurso. 76 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS En conformidad con todo lo que es admiti- do en el análisis, el real del que hablo es que nada de lo que parece ser la finalidad del goce sexual, esto es, la copulación, está garantizado sin esos pasos percibidos muy confusamente pero jamás despejados en una estructura com- parable a la de una lógica, que constituyen lo que se llama la castración. Precisamente en esto el esfuerzo lógico de- be ser un modelo para nosotros, incluso una guía. Y no me hagan hablar de isomorfismo. Que haya un buen pícaro en la universidad que encuentre que mis enunciados acerca de la verdad, el semblante, el goce y el plus-de- gozar serían formalistas, y hasta hermenéuti- cos, ¿por qué no? Se trata más bien de lo que se llama en matemáticas -es un hallazgo- una operación generatriz. Intentaremos este año, y en otro lugar que aquí, acercarnos prudentemente, de lejos y paso a paso, a aquello de lo que se trata. No hay que esperar demasiado que se produzcan destellos, pero eso ya va a venir. El objeto a del que les hablé hace un rato no es un objeto, es lo que permite hacer un tetraedro con esos cuatro discursos, cada uno 77
  • 40. JACQUES LACAN a su manera. Lo sorprendente es que los ana- listas no puedan ver que el objeto a no es un punto que se localiza en alguna parte en los cuatro discursos que ellos forman juntos; es la construcción, es el materna que permite que esos cuatro discursos se construyan como tetraedros. La pregunta pues es esta: ¿Dónde los seres acósicos, los a encarnados que somos todos por diversos motivos, están más a merced de la incomprensión de mi discurso? La pregunta puede ser planteada. Que esta incomprensión sea un síntoma o que no lo sea es un asunto secundario. Pero es muy cierto que, teórica- mente, es en el nivel del psicoanalista donde debe dominar la incomprensión de mi discur- so, justamente porque es el discurso analítico. Tal vez no sea el privilegio del discurso ana- lítico. Después de todo, quien llevó más lejos el discurso del amo antes de que yo trajera al mundo el objeto a, y que por supuesto se equi- vocó porque no conocía el objeto a, es Hegel, para nombrarlo. Hegel siempre nos dijo que si había alguien que no entendía nada del dis- curso del amo era el amo. En lo cual se man- tiene en la psicología, porque no hay amo, 78 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS hay significante amo, y el amo lo sigue como puede. Esto no favorece en absoluto la com- prensión del discurso del amo por parte del amo. En este sentido la psicología de Hegel es exacta. Igualmente, sería muy dificil sostener que la histérica, en el punto en que se sitúa, es decir, en el nivel del semblante, esté en el mejor lugar para comprender su discurso, si no, sería innecesario el viraje del análisis. Ni hablemos de los universitarios. Nunca nadie creyó que tuvieran el atrevimiento de mantener una coar- tada tan prodigiosamente manifiesta como lo es todo el discurso universitario. Entonces, ¿por qué los analistas tendrían el privilegio de estar abiertos a lo que es el mate- rna de su discurso? Al contrario, existen todas las razones para que ellos se instalen en un estatus del que sería interesante demostrar lo que resulta en esas increíbles elucubraciones teóricas que llenan las revistas del mundo psi- coanalítico. Demostrarlo no es algo que pueda hacerse en un día, pero voy a intentar decirles en qué puede residir ese interés. Hay que agotar nuestro tetraedro en todos sus aspectos. Acabo de dar la indicación de 79
  • 41. JACQUES LACAN lo que podría ser el estatus del analista en el nivel del semblante. No es menos importante articularlo en su relación con la verdad. Y lo más interesante -viene al caso decirlo, es uno de los únicos sentidos que puede darse al tér- mino interés- es su relación con el goce, que sostiene este discurso, que lo condiciona, que lojustifica. No quisiera terminar dándoles la impre- sión de que yo sé lo que es el hombre. Segu- ramente hay gente que necesita que les arroje este pescadito. Después de todo, se lo puedo arrojar porque esto no connota ningún tipo de promesa de progreso ...o peor. Puedo decirles que, muy probablemente, lo que especifica a esta especie animal es una relación totalmente anómala y extraña con su goce. Eso podría tener algunas pequeñas prolon- gaciones del lado de la biología, ¿por qué no? Pero constato simplemente que los analistas no le hicieron hacer el menor progreso a la referencia biologizante del análisis. En cambio, del lado de los biólogos se vio que sostenían una cosa increíble, en nombre de lo siguiente: ese goce rengo y tan ampu- 80 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS tado, la castración misma, parece tener en el hombre cierta relación con la copulación, con eso que biológicamente culmina en la conjun- ción de los sexos, pero sin que esto condicione absolutamente nada en el semblante. Hubo entonces biólogos que extendieron este punto anómalo, esta relación totalmente problemáti- ca, a las especies animales y nos expusieron en ellas la perversión. Hicieron un libraco sobre esto que recibió enseguida el patrocinio favo- rable de mi querido colega Henri Ey, de quien les hablé la vez anterior con la simpatía que habrán podido apreciar. La perversión en las especies animales, ¿en nombre de qué? Las especies animales copu- lan, ¿pero qué nos prueba que lo hagan en nombre de un goce cualquiera, perverso o no? Sin duda hay que ser hombre para creer que copular hace gozar. Hay volúmenes enteros que explican que algunos lo hacen con pin- zas, con sus patitas, y también están los que mandan el esperma al interior de la cavidad central, como la chinche, creo, y entonces nos admiramos de cómo deben gozar con seme- jantes cosas. Si nosotros nos hiciéramos eso con una jeringa en el peritoneo, sería algo 81
  • 42. JACQUES LACAN voluptuoso. Con eso creen que construyen cosas correctas, mientras que la primera cosa palpable es precisamente la disociación del goce sexual. Resulta evidente que la cuestión es saber de qué manera lalengua, de la que por el momento podemos decir que es correlativa de la disyunción del goce sexual, tiene una rela- ción evidente con algo real. Pero partiendo de ahí, ¿cómo llegar a maternas que nos permitan construir la ciencia? Esta es verdaderamente la cuestión, la única cuestión. ¿Qué tal si observa- mos un poco más de cerca cómo está armada la ciencia? Intenten hacerlo, aunque sea una vez, con una pequeilísima aproximación: mi escrito titulado "La ciencia y la verdad". Había un pobre tipo, del que yo era hués- ped en ese momento, que se puso como loco cuando me escuchó hablar sobre el tema; des- pués de todo ahí se ve bien que mi discurso es comprendido. Fue el único que se molestó mucho. Es un hombre que demostró de mil maneras que no era alguien muy dotado. Yo no tengo ningún tipo de pasión por los débi- les mentales, en eso me diferencio de mi que- 82 DE LA INCOMPRENSIÓN Y OTROS TEMAS rida amiga Maud Mannoni. Pero como tam- bién se encuentran débiles mentales en el Ins- tituto, no veo por qué me conmovería. En fin, "La ciencia y la verdad" intentaba una pequeila aproximación a algo así. Des- pués de todo, tal vez esta afamada ciencia esté hecha con casi nada, en cuyo caso nos expli- caríamos mejor có~o la apariencia, tan condi- cionada como }alengua por un déficit, puede llevar derecho a eso. Pues bien, estas son las cuestiones que pro- bablemente abordaré este ailo. En fin, trataré de hacer lo mejor, ...o peor. 2 de diciem!Jre de 1971 83
  • 43. Hablo a las paredes
  • 44. N o se sabe si la serie es el principio de lo serio. No obstante, me encuentro frente a esta cuestión. Se me pre- senta por el hecho de que evidentemente no puedo continuar aquí lo que en otro lugar se define como mi enseñanza, lo que se llama mi seminario, aunque más no sea porque no todos están advertidos de que yo manten- go aquí una pequeña conversación por mes. Como hay gente que se desplaza a veces desde bastante lejos para seguir lo que digo en otro lado bajo ese título de seminario, no sería correcto continuar aquí. Se trata de saber qué estoy haciendo aquí. Esto no es realmente lo que yo esperaba. Me ha hecho cambiar de posición esta concu- rrencia, que motiva que aquellos a quienes en realidad convoqué para algo que se lla- 87
  • 45. JACQUES LACAN maba "El saber del psicoanalista" no estén del todo ausentes aquí, pero sí un poco per- didos. No sé si al hacer alusión a mi semina- rio hablo de algo que conozcan quienes están aquí presentes. Es necesario que consideren el hecho de que, precisamente, después de la última vez abrí ese seminario. Lo abrí, y si se está un poco atento y se es riguroso, no es posible decir que eso pueda hacerse de una sola vez. Efectivamente hubo dos veces. Por eso mismo puedo decir que lo abrí, porque si no hubie- ra habido una segunda vez no habría una pri- mera. Esto tiene su interés para recordar algo que introduje hace cierto tiempo con respecto a lo que se llama repetición. La repetición, evidentemente, no puede comenzar más que la segunda vez, que por lo tanto resulta ser la que inaugura la repetición. Es la historia del cero y del uno. Con el uno solamente no puede haber repetición, de tal modo que para que haya repetición, para que esto no quede abierto, tiene que haber una tercera vez. 88 HABLO A LAS PAREDES Es lo que aparentemente se percibió a pro- pósito de Dios. Él recién empieza con tres. Llevó un tiempo darse cuenta, o bien se lo sabía desde siempre pero no fue advertido porque después de todo, en este sentido, no se puede estar seguro de nada. Pero, en fin, mi querido amigo Kojeve insistía mucho en la cuestión de la Trinidad cristiana. Sea como fuere, desde el punto de vista de lo que nos interesa -y lo que nos interesa es analítico- evidentemente hay un mundo entre la segunda vez y lo que consideré que debía subrayar con el término Nachtrag, el a posteriori [apres-coup]. Son cosas que voy a intentar retomar este año en mi seminario. En esto hay un mundo entre lo que aporta el psicoanálisis y lo que aportó cierta tradición filosófica, que por cier- to no es desdeñable, sobre todo cuando se trata de Platón, que subrayó bien el valor de la díada. Quiero decir que a partir de ella todo se viene abajo. ¿Qué se viene abajo? Él debía saber qué era, pero no lo dijo. De todos modos, el segundo tiempo no tiene nada que ver con el Nachtrag analítico. En cuanto al tercero, cuya importancia acabo 89
  • 46. JACQUES LACAN de destacar, la cobra no solo para nosotros, sino para Dios mismo. Hace un tiempo insistí vivamente para que todos fueran a ver cierta tapicería que estaba expuesta en el museo de Artes Decorativos y que era muy linda. Se veía allí al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo representados estric- tamente en una misma figura, la de un perso- naje bastante noble y barbudo. Eran tres que se miraban entre sí. Eso causa más impresión que ver a alguien frente a su imagen. A partir de tres, empieza a causar cierto efecto. Desde nuestro punto de vista de sujetos, ¿qué podría empezar con tres para el mismo Dios? Se trata de una vieja pregunta que plan- teé tempranamente cuando comencé mi ense- ñanza y después no retomé. Les diré de inme- diato la respuesta: recién a partir de tres él puede creer en sí mismo. Resulta bastante curioso que la pregunta siguiente no haya sido nunca planteada, que yo sepa: ¿cree Dios en sí mismo? Sería sin embargo un buen ejemplo para nosotros. Es absolutamente sorprendente que esta pregun- ta que planteé bastante temprano, y que no creo vana, no haya provocado aparentemente 90 HABLO A LAS PAREDES ninguna inquietud, al menos entre mis corre- ligionarios, quiero decir, en aquellos que se formaron a la sombra de la Trinidad. Entien- do que a los otros eso no les haya sorprendido, pero estos verdaderamente son incorrelig;iona- bles.1 No hay nada que hacer con eso. Sin embargo, había ahí algunas personas destacadas de la jerarquía llamada cristiana. La cuestión que se plantea es la de saber si es porque están dentro por lo que no entienden nada -me cuesta creerlo- o, lo que es mucho más probable, si profesan un ateísmo bastante integral como para que esta pregunta no les haga ningún efecto. Esta es la solución por la que me inclino. No se puede decir que esto sea lo que llamé recién una garantía de seriedad, por- que este ateísmo puede no ser más que som- nolencia, que es algo bastante extendido. En otras palabras, no tienen ni la menor idea de l. El término en francés es incoreligionnibles, en el que, a modo de una "palabra-valija", se pueden encontrar: inccmigible [incorregible], religion [religión] y coreligionnai- re [correligionario]. [N. de la T.] 91
  • 47. JACQUES LACAN la dimensión del medio en el cual hay que nadar. Se mantienen a flote, que no es lo mismo, gracias al hecho de que se tienen de la mano. Hay un poema de Paul Fort que es de ese estilo: Si todas las chicas del mundo se die- ran la mano, etc., podrían dar la vuelta al mundo. Es una idea loca porque, en realidad, las chi- cas del mundo nunca pensaron en eso, pero en cambio los muchachos, de los que también habla, en esto sí se entienden. Se tienen todos de la mano, más aún cuando, si no se tuvieran de la mano, cada uno debería enfrentarse solo con la chica, y eso no les gusta. Hace falta que se tengan de la mano. En cuanto a las chicas, es otro asunto. Ellas se entrenan para eso en el contexto de ciertos ritos sociales -remítan- se a Les Danses et Légendes de la Chine ancienne [Danzas y leyendas de la China antigua]-. Eso es chic, incluso Che King -no shocking-. Ese libro fue escrito por alguien llamado Granet, que poseía una clase de genio que no tenía absolutamente nada que ver con la etnología -era indiscutiblemente etnólogo- ni con la sinología -era indiscutiblemente sinólogo-. Planteaba entonces que, en la China antigua, las chicas y los muchachos se enfrentaban en 92 HABLO A LAS PAREDES igual número. ¿Por qué no creerle? En la prác- tica, por lo que sabemos en nuestros días, los muchachos se juntan en cierto número, más allá de la decena, por la razón que les expuse hace un rato, porque encontrarse solo, cada cual frente a su cada cuala -ya se los expli- qué-, conlleva demasiados riesgos. Para las chicas es diferente. Como ya no estamos en la época del Che King, se agrupan de a dos, hacen migas con una amiga hasta que logran arrancar a un chico de su banda. Sí señores. Piensen lo que piensen, y por más superficiales que les parezcan estas ideas, tie- nen fundamento, fundamento en mi expe- riencia de analista. Cuando lograron apartar a un muchacho de su banda, naturalmente dejan de lado a la amiga, que por otra parte no se las arregla tan mal con esto. Me dejé llevar un poco. ¡Pero dónde creo que estoy! Esto se me fue presentando así, poco a poco, a causa de Granet y esa historia sorprendente acerca de la alternancia en los poemas del Che King, del coro de muchachos enfrentado al coro de chicas. Fue así como me dejé llevar a hablar de mi experiencia analíti- ca, sobre la que presenté un flash. Este no es 93
  • 48. }ACQUES LACAN el fondo de las cosas. No es aquí donde expon- go el fondo de las cosas. Pero, ¿dónde estoy, quién me creo que soy para hablar del fondo de las cosas? Casi creería que estoy con seres humanos, o incluso "hechos a mano".2 Sin embargo, me dirijo a ellos de este modo. En el fondo, lo que me motivó fue hablar de mi seminario. Como quizás ustedes sean los mismos, hablé como si les hablara a ellos, lo que me llevó a hablar como si hablara de uste- des, y, quién sabe, eso me llevó a hablar como si les hablara a ustedes. No era en absoluto mi intención, porque si vine a hablar a Sainte-Anne füe para hablar a los psiquiatras, y de manera manifiesta uste- des no son evidentemente todos psiquiatras. Pero, en fin, lo seguro es que se trata de un acto fallido. Es un acto fallido que por lo tanto en cualquier momento corre el riesgo de 2. Cousehurnains. Juego de palabras a partir de etres humains [seres humanos] y "coum rnain" [textualmente: cosido a mano], expresión de la lengua francesa que se refiere a algo hecho con habilidad y perfección. (N. de la T.] 94 HABLO A LAS PAREDES ser logrado, es decir que podría ocurrir que pese a todo le hable a alguien. ¿Cómo saber a quién hablo? Sobre todo porque, a fin de cuentas, ustedes cuentan en el asunto, por más que me esfuerce en hacer abstracción de cuántos son. Cuentan al menos por cuanto no estoy hablando donde contaba con hablar, puesto que contaba con hablar en el anfitea- tro Magnan y estoy hablando en la capilla. [Ruido de petardos.} ¡Qué lío! ¿Escucharon? ¿Escucharon? Le hablo a la capilla. Esta es la respuesta. Hablo a la capilla, es decir, a las paredes.3 Cada vez más logrado, el acto falli- do. Ahora sé a quién le vine a hablar, a lo que siempre hablé en Sainte-Anne, a los muros. Hace una pila de años. De tanto en tanto volví con algún pequeño título de conferencia 3. En francés, Parler aux murs equivale a la expresión "hablar a las paredes". En adelante se conserva el término "muro" para mantener la coherencia con lo que sigue de la charla. [N. de la T.] 95
  • 49. JACQUES LACAN acerca de lo que enseiio, y algunos otros, no les voy a hacer la lista. Siempre les hablé a los muros. ¿Quién tiene algo que decir? Alguien del público: Deberíamos salir todos si usted quiere hablarles a los muros. ¿Quién me habla? Ahora voy a poder comentar lo siguiente: cuando hablo a los muros se interesan algunas personas. Por esto mismo pregunté recién quién hablaba. Es cierto que en lo que se denominaba un asilo, en una época en que se era honesto, "el asilo clínico", como se decía, los muros, de todos modos, no eran cualquier cosa. Diré más: me parece que esta capilla es un lugar extremadamente bien hecho para que captemos de qué se trata cuando hablo de los muros. Esta especie de concesión de la laici- dad a los internados, una capilla con su guar- nición de capellanes, no es que sea formidable desde el punto de vista arquitectónico pero, en fin, es una capilla con la disposición que se espera de ella. Se olvida demasiado que el arquitecto, por más esfuerzo que haga para 96 HABLO A LAS PAREDES huirles, está hecho para eso, para construir muros. Y los muros, a fe mía -a partir de lo que hablaba hace un rato, tal vez el cristianis- mo tiende demasiado hacia el hegelianismo-, están hechos para rodear un vacío. ¿Cómo imaginar lo que llenaba los muros del Partenón y de algunas otras bagatelas por el estilo, de las que nos quedan algunos muros derruidos? Es difícil saberlo. Lo cierto es que de eso no tenemos absolutamente ningún tes- timonio. Tenemos la impresión de que duran- te todo ese período al que designamos con el rótulo moderno de paganismo, había cosas que sucedían en diversas fiestas de las que se conservó el nombre porque había anales que fechaban las cosas así: Fue en las grandes Panate- neas donde Adirnanto y Glaucón, etc., encontraron al llamado Céfalo. ¿Qué pasaba ahí? Es absoluta- mente increíble que no tengamos ni la menor idea. Por el contrario, en lo que respecta al vacío, sí tenemos una y grande, porque todo lo que nos fue legado por una tradición a la que se llama filosófica le hace un gran lugar al vacío. Hay incluso un tal Platón que hizo girar en torno de esto su idea del mundo, viene al 97
  • 50. JACQUES LACAN caso decirlo. Fue él quien inventó la caverna. Hizo de ella una cámara oscura. Algo sucedía en el exterior y todo eso, al pasar por un agu- jerito, producía sombras. Tal vez tengamos ahí un pequeño hilo, una pequeña huella. Mani- fiestamente es una teoría que nos permite pal- par de qué se trata el objeto a. Supongan que la caverna de Platón sean estos muros en los que se hace oír mi voz. Es evidente que los muros me hacen gozar. Y en esto gozan todos y cada uno de ustedes, por participación. Verme hablando a los muros es algo que no puede dejarlos indiferentes. Reflexionen, supongan que Platón hubiera sido estructuralista, se habría dado cuenta de qué se trataba la caverna, a saber, que sin duda es allí donde nació el lenguaje. Hay que dar vuelta el asunto. Hace mucho tiempo que el hombre da vagidos como cual- quier animalito que chilla para obtener la leche materna, pero necesita cierto tiempo para darse cuenta de que es capaz de hacer algo que, por supuesto, entiende desde hace mucho, porque todo se produce en el parlo- teo, en el balbuceo. Para elegir, tuvo que darse cuenta de que las k resuenan mejor desde el 98 HABLO A LAS PAREDES fondo, desde el fondo de la caverna, desde el último muro, y que las by las psurgen mejor a la entrada, es ahí donde escuchó su resonancia. Esta noche me dejo llevar porque les hablo a los muros. No vayan a creer que esto que les digo quiere decir que no obtuve otra cosa de Sainte-Anne. A Sainte-Anne no llegué a hablar sino muy tarde, quiero decir que no se me había ocu- rrido antes, salvo para cumplir algunas tareas menores cuando era jefe de clínica. Relataba algunas historias a los practicantes y fue inclu- so ahí donde aprendí a ser cuidadoso con las historias que cuento. Un día relaté la his- toria de la madre de un paciente, un encan- tador homosexual al que yo analizaba, y que, no pudiendo evitar lo que se veía venir, había dado este grito: ¡Yyo que creía que él era impoten- te! Cuento la historia y diez personas de la asis- tencia -no había solo practicantes- la recono- cen de inmediato. No podía ser otra más que ella. Se dan cuenta ustedes de lo que es una persona mundana. Fue toda una historia natu- ralmente, porque me lo reprocharon, cuando yo no había contado absolutamente nada más que ese grito sensacional. Desde entonces, eso 99
  • 51. JACQUES LACAN me inspira mucha prudencia para la comuni- cación de casos. Pero, en fin, es otra vez una pequeña digresión, retomemos el hilo. Hice muchas otras cosas en Sainte-Anne antes de venir a hablar aquí, aunque más no fuese venir a cumplir mi función, y en lo que respecta a mi discurso, todo parte de ahí. Si bien les hablo a los muros, empecé tarde. Mucho antes de escuchar lo que ellos me devuelven, esto es, mi propia voz predicando en el desierto - esta es una respuesta a la perso- na que hablaba de partir-, escuché cosas total- mente decisivas, o al menos lo fueron para mí. Pero este es mi asunto personal. Quiero decir que la gente que está aquí, entre los muros, es plenamente capaz de hacerse oír a condición de que haya orejas apropiadas. En resumen, para rendirle un homenaje por algo a lo que ella personalmente es ajena, todos saben que fue por esta enferma a la que designé con el nombre de Aimée, que por supuesto no era el suyo, por la que fui atraído por el psicoanálisis. Por supuesto que no fue ella solamente. Hubo algunos otros antes, y además hay toda- vía unos cuantos a quienes dejo la palabra. En 100 HABLO A LAS PAREDES eso consiste lo que se llama mi presentación de enfermos, esta especie de ejercicio que consiste en escuchar a los pacientes, algo que evidentemente no les ocurre con mucha fre- cuencia. Cuando lo hablo después con algunas personas que estaban allí para acompañarme y captar lo que podían, me ocurre que de eso aprendo. Después, no de inmediato. Evidente- mente, hace falta armonizar la voz para reen- viarla a los muros. Lo que intentaré cuestionar este año en mi seminario va a girar en torno a la relación del psicoanálisis con la lógica, a la que otorgo mucha importancia. Aprendí muy temprano que la lógica podía volver a la gente odiosa. Era en una época en la que tenía afición por cierto Abelardo, atraí- do sabe Dios por qué. No puedo decir que la lógica me haya vuelto a mí absolutamente odioso para nadie, salvo para algunos psicoa- nalistas. Quizá sea porque logro limitar seria- mente su sentido Llego a eso tanto más fácilmente que no creo en absoluto en el sentido común. Hay sentido, pero no lo hay en común. Probable- 101