El documento describe cómo diversos animales como insectos, aves y gusanos se orientan utilizando el campo magnético terrestre. Explica que las termitas, las moscas de la fruta y las abejas tienen sensores magnéticos formados por proteínas o cristales de magnetita que les permiten orientarse. También menciona que las palomas y posiblemente los humanos podrían tener esta capacidad y que los petirrojos usan el entrelazamiento cuántico entre electrones para migrar.
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LA CIENCIA QUE NOS UNE
15 de marzo de 2018
SIN PERDER EL NORTE
Las estrellas y el norte magnético han servido de guía al hombre desde la antigüedad. Los
egipcios se guiaban por las estrellas imperecederas o circumpolares (que nunca desaparecen
bajo el horizonte, debido a su proximidad a uno de los polos celestes), y su relación con el
resto de constelaciones, para prever la subida del río Nilo, determinar el tiempo con un
calendario de 365 días absolutamente regular, y orientar sus templos y forma de vida.
El uso de herramientas o instrumentación como el astrolabio, que se cita ya desde la
antigua Alejandría, permitía determinar la posición y altura de las estrellas sobre la bóveda
celeste, lo que era muy útil para navegar, calcular la latitud, la hora, o la distancia.
La increíble brújula solar vikinga o piedra solar, formada por un cristal de un tipo de
calcita llamado Silfurberg o Espato, que tiene la propiedad de la birrefringencia (o doble
refracción) permitía calcular la posición del sol, incluso cuando éste se acababa de poner o
estaba nublado. Y no podemos olvidar, entre otros inventos y avances técnicos, la brújula
magnética inventada en China (aproximadamente siglo IX), que consistía en una aguja
imantada flotando en un recipiente con agua, y que permitía navegar en mar abierto.
Una vez más, en estos avances técnicos, de los que la humanidad "presume", la naturaleza, la
evolución, nos lleva millones de años de ventaja. Este es el caso de muchos insectos y aves que
han integrado en su comportamiento vital la interpretación natural de la bóveda celeste y del
campo magnético terrestre.
De hecho, los escarabajos peloteros (Scarabaeus satyrus) se guían por el resplandor de
la Vía Láctea y los cielos estrellados, para mover más rápido en la noche sus bolas de estiércol
hacia su destino.
En el Parque Nacional de Litchfield (Australia), se encuentran unas termitas
"magnéticas" que construyen sus montículos termiteros, de hasta 3 metros de altura,
alineándolos con el campo magnético de la Tierra; todos en la misma dirección con sus
bordes más delgados hacia el norte y el sur, como la aguja de una brújula. En el norte de
Australia hace mucho calor durante el día y fresco por la noche; se cree que las termitas han
aprovechado estratégicamente el magnetismo terrestre para orientar sus hogares de forma que
estos sean más confortables frente a estos cambios de temperatura.
El gusano Caenorhabditis elegans es un nematodo que vive en el suelo y posee una
antena magnética, acoplada a unas neuronas llamadas AFD (serían unas neuronas con
función magnetosensible), que le permite orientarse mientras excavan en el suelo para buscar
alimento. Así, los gusanos de Texas excavan hacia abajo, en vertical en busca de alimento. Si
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estos gusanos se llevan a otros lugares del planeta, como Inglaterra, Hawái o Australia, lo
hacen en un ángulo respecto al campo magnético que correspondería a lo que sería hacia
abajo si estuvieran en Texas.
La magnetita (óxido de hierro) es un imán natural que también se encuentra,
formando pequeños cristales, en insectos como las abejas (Apis mellifera) y las hormigas
(Solenopsis sp. y Pachycondyla marginata); esto podría ser importante en el fenómeno de
orientación por el sentido de las líneas del campo magnético.
Las pequeñas moscas de la fruta poseen unos minúsculos sensores de campo
magnético, formados por varillas de agregados de proteínas, que se comportan como
diminutas brújulas biológicas. Las moscas de la fruta tienen un excelente sentido de la
orientación gracias a que estas brújulas-varillas se orientan con las líneas del campo
geomagnético de la Tierra, mandando información al sistema nervioso, creando un
mecanismo más complejo del sentido de orientación, durante sus trayectos de vuelo.
Ilustración SciArt3D-FabLabULL. La naturaleza nos lleva millones de años de ventaja respecto a la
interpretación geoespacial del entorno. Los avances técnicos de los que el hombre tanto presume no resistirían
una comparativa con los mecanismos naturales que ha generado la evolución. Muchos insectos y aves han
integrado en su comportamiento vital la interpretación del campo magnético terrestre.
Curiosamente, ahora se está viendo que estas brújulas proteicas se encuentran también en
mariposas, en las células de la retina en los ojos de paloma, en roedores, en ballenas y en
células humanas. Ya se investiga si en los humanos estas brújulas naturales están o no
atrofiadas, y si tienen algo que ver con lo bien o lo mal que muchas personas se orientan.
Curiosamente, la proteína humana de la retina llamada criptocromo es capaz de guiar la
orientación magnética de las moscas, cuando a éstas se les elimina la suya y se reemplaza por
la nuestra. En las palomas también son proteínas claves para su orientación; de hecho, se cree
que muchas aves podrían llegar a ver las líneas de campo magnético terrestre, gracias a una
región cerebral denominada ‘Clúster N’ que se relaciona con los centros visuales. La región de
la visión albergaría, por tanto, esta brújula.
La ciencia y la tecnología, correctamente empleadas, nos permitirán encontrar el
norte para solventar los retos a los que la humanidad se enfrenta, en un planeta que nosotros
mismos no sabemos observar ni sentir, ni, en definitiva, entender cómo es.
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¿Sabías que ...?
El Premio Nobel Erwin Schrödinger, en su libro "¿Qué es la vida?", sugirió que el orden
macroscópico de la vida se basa en el orden cuántico, a nivel de las moléculas y átomos que
conforman cada componente de nuestras células y tejidos. Finalmente resulta que esto podría
ser cierto, cada año en otoño miles de petirrojos europeos escapan del duro invierno
escandinavo viajando hacia el sur, a las costas mediterráneas más cálidas. Para encontrar su
camino sin error en este largo viaje, detectan pequeñas variaciones en la dirección del campo
magnético de la Tierra por modificaciones del entrelazamiento cuántico establecido
energéticamente entre pares de electrones a distancia, gracias a unas proteínas situadas en las
corneas de los ojos y que, en conjunto, formarían un sensor de orientación cuántico. Esto ha
dado un impulso enérgico a una nueva disciplina llamada biología cuántica, que busca en los
fundamentos de la mecánica cuántica el porqué de los comportamientos macroscópicos de los
seres vivos. Este es el caso de uno de los procesos más conocidos e importantes para la vida en
la Tierra, la fotosíntesis de las plantas y de algunas bacterias…