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VI Congreso Chileno de Antropología. Colegio de Antropólogos de Chile A. G,
Valdivia, 2007.
Algunas Consideraciones en
torno al Concepto de Oralidad
y su Aplicación en el Análisis
de Textos Coloniales.
Paula Martínez Sagredo.
Cita:
Paula Martínez Sagredo (2007). Algunas Consideraciones en torno al
Concepto de Oralidad y su Aplicación en el Análisis de Textos
Coloniales. VI Congreso Chileno de Antropología. Colegio de
Antropólogos de Chile A. G, Valdivia.
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1970 Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia
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skeletons. Journal of Human Evolution 9: 517 – 549.
Resumen
En esta presentación se pretende revisar brevemente
los planteamientos teóricos que hasta el momento han
hecho lingüistas y antropólogos sobre la posibilidad de
aproximarse a la cultura oral indígena colonial a través
de los documentos hispánicos de la época.
De esta manera, será necesario abordar conceptos
básicos como oralidad, literatura oral, soportes
comunicacionales y otros que teórica y prácticamente
han sido vinculados a este tema.
Finalmente, se verá la posibilidad de reflexionar sobre
el sentido de plasmar ciertos mecanismos orales en
los textos como una estrategia discursiva.
Abstract
In this paper we intend to review briefly current linguistic
and anthropological theories on possible approaches
towards oral culture of LatinAmerican indigenous people
in the Colonial period, through Spanish language written
documentation of that time.
It has been necessary to take account of basic concepts
such as orality, oral literature, communication resources
and some other related topics.
Algunas Consideraciones en torno al
Concepto de Oralidad y su Aplicación en el
Análisis de Textos Coloniales1
Paula Martínez Sagredo
The possibility of observing certain mechanisms parallel
to orality in such texts, as a discourse strategy, was also
considered.
Un hecho innegable de nuestra realidad americana es
que solo podemos acceder a lo oral indígena a través
de la documentación y que la mayor parte de esta fue
producida por europeos (españoles, mayoritariamente)
y, en menor grado, por mestizos2
. Esta situación nos
ubica inmediatamente en una problemática que debe
asumir dos realidades lingüísticas: la oralidad y la es-
critura.
Antecedentes
En la historia del estudio de la oralidad o de lo oral hay
algunos antecedentes que es necesario tener en cuen-
ta. Havelock identifica algunos de ellos, entre los cua-
les encontramos a Milman Parry, que en El epíteto tra-
dicional en Homero (1928) sienta la piedra basal en la
teoría moderna sobre la oralidad y da origen a una di-
cotomía que aún hoy es sujeto de reflexión: oralidad-
Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia 1971
escritura3
; Harold Innis, que publica en 1951 The Bias
of communication; McLuhan, que en 1962 publica La
galaxia Gutenberg; Lévi-Strauss4
, que publica El pen-
samiento salvaje (1962); Jack goody e Ian Watt que
publican el artículo «Las consecuencias de la cultura
escrita» (1963) y el propio Eric Havelock (Prefacio a
Platón, 1963)5
.
Torres Guerra (1994: 259) establece que, al presente,
la teoría oralista tiene dos carencias fundamentales y
que, a mi modo de ver, se relacionan básicamente con
la falta de delimitación del objeto de estudio. Estas son,
primero, la necesidad de un estudio de mínimos que
valore lo aportado por cada una de las formulaciones
del oralismo y asiente una versión aceptada y standard
de la teoría y, segundo, la necesidad de enfocar prácti-
camente el análisis detallado de las características ora-
les de los textos. Ahora bien, Torres Guerra tiene en
mente un concepto de oralismo o de oralidad que bus-
ca identificar las «peculiaridades de estilo de las que
puede suponerse que se serviría un aedo para facilitar
una ágil composición de su canto»6
, mientras que otros
investigadores han enfocado sus miradas hacia la trans-
misión de un conocimiento amplio, no necesariamente
sistematizado ni formularizado, a través de un meca-
nismo oral. Otros, han relacionado el concepto de
oralidad con el sistema cultural de poblaciones que no
usaban la escritura, llegando incluso a identificarlo con
el concepto de literatura oral, por lo que toda realiza-
ción lingüística debiera ser oral, aunque no toda forma
comunicativa lo era.
Sobre la oralidad
La oralidad, así como la escritura7
, son facetas del ha-
bla, son distintas formas de uso del lenguaje. Su carac-
terización es independiente de lo que suceda con otros
sistemas comunicativos en tanto sea autosuficiente y
funcional. La interdependencia en las definiciones de
estos dos conceptos ha sido provocada, principalmen-
te, por la confusión de dos nociones: la oralidad como
un sistema completamente autosuficiente y omnirrefe-
rencial y la oralidad de grupos desventajados frente a
estratos cultos en una sociedad donde ambos siste-
mas son enseñados socialmente desde las primeras
etapas de desarrollo.
La oralidad a la que me referiré, como primer foco, es
la que apunta a la primera noción, como un sistema
que no requiere de otros para su perfecta funcionalidad8
y que evolucionó, como sistema comunicacional, de
forma absolutamente independiente del sistema
escriturario hispánico. Me refiero a la lengua indígena
previo a la llegada de los españoles a América.
Oralidad y escritura en términos
lingüísticos
Niko Besnier (1988: 707-708) identifica una serie de
factores que han entorpecido una aproximación más
científica a la dicotomía oralidad / escritura. En primer
lugar comenta que hasta la fecha, los estudios de las
relaciones entre lo hablado y lo escrito se han enfoca-
do básicamente en datos proporcionados por textos
orales y escritos producidos por una élite intelectual,
proyectando las conclusiones como representativas de
la oralidad y de la escritura como fenómenos genera-
les. Así, investigadores no lingüistas han tomado la
universalidad de estos resultados como garantía y los
han usado en discusiones del efecto de la literalidad a
través culturas y contextos, y da como ejemplo de esta
situación los estudios realizados por Goody (1987:II) y
Cicourel (1985).
Otro obstáculo ha sido que los primeros acercamientos
a esta problemática asumieron que los modos orales y
escritos eran entidades monolíticas en la variación
sociolingüística ensombreciendo así la posibilidad de
identificar diferentes tipos de oralidad y diferentes tipos
de escritura, al punto de que solo recientemente algu-
nos lingüistas han sido capaces de demostrar que la
distinción estructural entre la lengua escrita y la oral no
es tan clara como se ha asumido9
, y que la variación
estructural entre el modo oral y el escrito es demasiado
amplia como para garantizar las categorías oral v/s
escrito. Así, es posible plantear que la dicotomía oral/
escrito en realidad representa los dos extremos de un
eje en donde se despliegan distintos tipos de realiza-
ciones, algunas más orales que otras, algunas más
escriturales que otras10
.
Un tercer aspecto que Besnier considera imprescindi-
ble de tener en cuenta en esta problemática es que la
relación oral/escrito debe ser explicada en términos fí-
sicos y psicológicos, es decir, cómo, por qué, dónde y
por quiénes es producido el discurso dándole especial
relevancia a las normas de comunicación que juegan
en cada contexto de producción11
.
Los estudios realizados por Besnier han demostrado
que las características estructurales de cada registro
no dependen de si son producidos oral o escritu-
ralmente, sino que están estrechamente relacionadas
con las normas comunicativas asociadas a cada regis-
tro, de tal manera que las distinciones clásicas entre
1972 Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia
oral y escrito no tienen asidero, sino que las caracterís-
ticas de uno y otro modo comunicativo dependen del
tipo de oralidad y de escritura al que nos estamos en-
frentando.
Indudablemente existe la necesidad de establecer teó-
ricamente las formas de relación entre aspectos orales
y escritos que sostienen distintas culturas en contacto
y conflicto (especialmente para el periodo consignado
en la tercera etapa aquí propuesta). Al respecto son
destacables los aportes de Olson, Hildyard y Torrance
(1985: 14) quienes logran distinguir algunos aspectos
fundamentales. Para ellos
Los efectos de la cultura escrita en el cambio in-
telectual y social no son directos… es engañoso
concebir la cultura escrita en términos de conse-
cuencias. Lo que importa es lo que hace la gente
con la escritura, y no lo que la escritura le hace a
la gente. La cultura escrita no origina un nuevo
modo de pensar, pero el hecho de contar con un
registro escrito posiblemente le permite a la gen-
te hacer algo que antes no podía hacer: revisar,
reinterpretar y demás. Análogamente, la cultura
escrita no origina el cambio social, la moderniza-
ción ni la industrialización. Pero la capacidad de
leer y escribir posiblemente sea vital para des-
empeñar ciertos roles en una sociedad industrial
y totalmente irrelevante en lo que respecta a otros
roles en una sociedad tradicional: alcanzar sus
objetivos o vislumbrar objetivos nuevos.
En términos cognitivos existen, según Peter Denny, al-
gunas diferencias entre sociedades con escritura y sin
ella. Denny (Olson y Torrance, 1995: 15-16) «conside-
ra que el pensamiento occidental tiene una propiedad
distintiva, ausente en las sociedades de cazadores-
recolectores y casi ausente en las sociedades agríco-
las, que es la mayor tendencia a la descontex-
tualización». Denny utiliza este concepto apuntando a
la capacidad de la mente de aislar unidades de infor-
mación. Si bien Denny lo aplica básicamente en un
análisis del componente gramatical, quizás no sería
descabellado plantear la posibilidad de que la
descontextualización actuara en un proceso comuni-
cativo más amplio y complejo como, por ejemplo, la
recolección de información que culminó en el manus-
crito de Huarochirí.
La oralidad en los documentos
coloniales12
Por un lado, los primeros decenios de la llegada de los
españoles, una separación casi tajante se irguió distin-
guiendo a los indígenas/orales de los españoles/escri-
bientes. Sin embargo, con el surgimiento de nuevas
razas, la llegada de nuevos contingentes peninsulares
y la apropiación por parte de algunos indígenas del
código escrito, la distinción entre oral/inculto, oral/ple-
no, escribiente/inculto y escribiente/pleno, pasa a
posicionarse transversalmente en ambos grupos
étnicos, aunque la aplicación de estas categorías pare-
ce seguir funcionando desde la escritura hispánica y
no desde la omnifuncionalidad de las lenguas indíge-
nas.
Aun así, hay que diferenciar al menos tres etapas en
las cuales la dinámica de la función del concepto de
oralidad ha cumplido distintos roles:
Primera etapa: corresponde a una oralidad, entendida
en su más lato sentido, que existía como modo comuni-
cacional primario, es decir, -y aunque es una noción
peligrosa- sin escritura. La dicotomía oralidad / escritu-
ra no tiene ninguna relevancia en este período. Esta
etapa puede ser establecida, cuidadosamente hasta el
comienzo de la conquista, sin embargo, la fecha será
relativa según el avance de las huestes en las distintas
regiones americanas. En esta etapa, para el cono sur
de América, no hay testimonios escritos.
Segunda etapa: corresponde al primer momento
confrontacional, donde hablantes de lenguas amerin-
dias y hablantes hispánicos se encuentran y se comien-
zan a generar instancias de intercambio cultural, so-
cial, económico, etc. En esta etapa, solo los hispano-
hablantes presentan la dicotomía oral / escrito, en un
sistema donde aquel que no escribía generalmente
pertenecía a un grupo sociocultural de menor rango que
aquel que sí lo hacía. De más está aquí consignar que
esta diferencia era aún mayor entre hablantes hombres
y hablantes mujeres. Aquí, algunos europeos comien-
zan a aprender las lenguas amerindias con propósitos
religiosos y de conquista. En términos generales, esta
etapa abarcaría desde comienzos del siglo XVI hasta
el año 165013
, período en que en «gran parte de las
regiones americanas, la lengua había superado ya la
etapa inicial que se caracterizaba por un fuerte
Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia 1973
multidialectismo determinado por la afluencia de colo-
nizadores procedentes de las diversas regiones penin-
sulares»14
. En esta etapa comienzan a producirse los
procesos de koinización15
que, en la práctica, afectan
mayormente a los mestizos que a los indígenas, aun-
que estos últimos no quedan excluidos de su influen-
cia.
En esta etapa puede ser incluido el texto que analizaré
en este artículo, Manuscrito de Huarochirí16
(MH), fe-
chado en 1608.
Tercera etapa: los hablantes de lenguas amerindias
comienzan a aprender el castellano escrito y hablado,
forman parte de procesos históricos, judiciales, litera-
rios, etc. Es solo en esta etapa que podemos catalogar
a los indígenas como hablantes que presentan la dico-
tomía oral / escrito. Este período abarcaría desde mita-
des del siglo XVII en adelante.
Esta primera aproximación17
requiere de algunas pre-
cisiones necesarias para el estudio de la oralidad indí-
gena en textos coloniales. En primer lugar, sería nece-
sario relacionar estas etapas con el grado de mestizaje
y con la producción textual. Por otra parte, se requiere
una contextualización con la Teoría de las Ondas de
Johannes Schmidt18
y con los procesos de koineización
y de estandarización de las lenguas española e indíge-
nas19
.
Lejos de lo que pudiera pensarse, las prácticas
discursivas y comunicacionales de los indígenas
incursionaron en el mundo de la escritura y se apropia-
ron de ella para transmitir su cultura. Sin embargo, este
proceso fue lento y gradual. En estrecha relación con
las etapas propuestas más arriba, es posible estable-
cer que los indígenas accedieron dificultosamente a la
transmisión escrita. Elena Rojas señala, al respecto,
que para la zona del Río de la Plata los indígenas apa-
recen en los textos solamente como personajes con-
sultados, mientras que para el siglo XVII comienzan a
intervenir directamente aunque por medio de intérpre-
tes, ya que aún no manejaban bien el español20
.
Independientemente de la categorización que otras dis-
ciplinas hagan de los textos españoles, mestizos o in-
dígenas, y de las esperanzas históricas o literarias que
en ellos hayan cifrado, la posiblidad de rescatar formas
orales y realidades orales indígenas en estos textos
existe. Sin embargo, será una oralidad que abarque
varios aspectos y probablemente ninguno de ellos dé
cuenta exhaustiva de la situación comunicacional ori-
ginaria.
De cualquier forma, es imprescindible mantener siem-
pre en vistas que estas aproximaciones pretenden dis-
tinguir un elemento oral amplio, lo cual contempla las
intenciones de los amanuenses, cronistas y traducto-
res, las de los relatores e informantes, y la formalización
de estas realidades en una estructura que muestra, de
alguna manera, ciertas características orales.
La oralidad indígena en los textos
coloniales
Para estudiar la oralidad en América Latina durante la
época colonial, retomaré ideas postuladas por Ostria y
Denny.
Según Ostria (2001), hay que distinguir cuatro aspec-
tos generales: la creación verbal en una cultura tradi-
cional no letrada, las manifestaciones orales propias
de culturas tradicionales en el marco de una cultura
letrada dominante, las relaciones entre aspectos ora-
les y escritos de los textos literarios y las diversas for-
mas de imitación de la oralidad en textos escritos lite-
rarios.
El concepto de contextualización/descontextualización21
propuesto por Denny (1995: 113) será tomado aquí
como parámetro distinguidor de un individuo con escri-
tura frente a un informante oral22
.
A mi parecer, los dos primeros propuestos por Ostria
son de índole general y pueden o no manifestarse for-
malmente en un texto, mientras que los restantes pue-
den ser abordados en conjunto bajo una temática ge-
neral: la oralidad y su manifestación textual y permiten
establecer ciertos márgenes metodológicos para acer-
carse a la oralidad en los textos. En cuanto a lo pro-
puesto por Denny, tal como se explicó más arriba, la
aplicación de este concepto se hará en un parámetro
textual más amplio que el gramatical, intentando incor-
porar el componente pragmalingüístico.
1. El problema de la creación verbal en
una cultura tradicional no letrada
Estrechamente relacionado con la periodización que se
postula al comienzo de este artículo, se encuentra el
problema de la creación verbal en una cultura tradicio-
nal no letrada. Esta situación parece generar un siste-
ma de representación y de recuperación de las tradi-
ciones y discursos orales que, a priori, puede ser ca-
racterizado por la necesidad de un proceso de traduc-
ción entre el o los informantes y el sistema o institución
hispánica que buscaba recuperar una relación cultural
que le permitiera sustentar la empresa conquistadora.
1974 Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia
Así, las condiciones de esta dinámica implican, por un
lado, la intención hispánica y por otro el requerimiento
al indígena de establecer un relato en términos occi-
dentales. Es posible, en este sentido, que esta tensión
se manifestara, cuando se producía incomprensión por
alguna de las dos partes, en fenómenos escriturales.
2. El problema las manifestaciones
orales propias de culturas tradicionales
en el marco de una cultura letrada
dominante
Esta situación afecta a todo el sistema cultural. En tér-
minos tan obvios como que antes de la llegada de los
españoles no había escritura, todo quedaría englobado
bajo el concepto de oralidad. Sin embargo, como ya se
vio más arriba, esta es una reducción teórica tremen-
damente peligrosa. El hecho de que no existiera escri-
tura no significaba que todo fuera oral: muchas mani-
festaciones se plasmaron a través de distintos tipos de
soportes, cerámicas, representaciones rituales, teatro
y tejidos, arquitectura, urbanismo, etc.
3. La oralidad y su manifestación textual
Para Ostria
los textos literarios en sus procesos ficcionales
suelen «reproducir» diversas modalidades de la
lengua oral. […] Esas formas no son exactamen-
te expresiones orales sino representaciones, fi-
guras de oralidad y, por lo tanto, oralidad ficticia.
De manera que todo elemento propiamente so-
noro (timbre, duración, entonación, intensidad,
altura) aparecerá traspuesto en caracteres gráfi-
cos, descrito, contado, sugerido, pero jamás en
su propia realidad sustancial.
Así, aquella fuente de información oral se transforma
en un código escrito que expresa, con los recursos que
una lengua histórica le permite, reflejar e imitar la lectu-
ra que de la emisión hace el auditor y escriba. Es un
doble proceso interpretativo y de traducción:
Informante(s) oral(es) Æ
Æ
Æ
Æ
Æ Auditor o escriba Æ
Æ
Æ
Æ
ÆTexto
En el Manuscrito de Huarochirí encontramos innume-
rables ejemplos de representación de oralidad:
29. Entonces Cuniraya Huiracocha dijo: «¡Ahora
sí me va a amar!» y se vistió con un traje de oro y
empezó a seguirla; al verlo todos los huacas loca-
les se asustaron mucho. «Hermana Cahuillaca»
la llamó, «¡mira aquí! Ahora soy muy hermoso» y
se enderezó iluminando la tierra.
34. «Hermano, ¿dónde te encontraste con esa
mujer?»23
le preguntó. «Aquí cerca está, ya casi
la vas a alcanzar» respondió el cóndor. Enton-
ces, [Cuniraya] le dijo: «Siempre vivirás [alimen-
tándote] con todos los animales de la puna; cuan-
do mueran, ya sean guanacos, vicuñas o cual-
quier otro [animal], tú solo te los comerás; y, si
alguien te mata, él también morirá a su vez». (MH:
5).
En esta dinámica, hay un concepto global de oralidad,
que rodea la situación: la mayor parte de la informa-
ción recopilada por los españoles lo era en términos
orales o vocales, mientras que a lo que a puntaba la
intención europea era a recopilar una tradición oral, ya
que habían pocas otras formas de contar una Historia
de América24
.
Ostria coincide en sus planteamientos con Domínguez
Caparrós (Montaner, 1989: 183) quien establece que
las observaciones que tienen que ver con la oralidad
en el estudio de la literatura pueden ser agrupadas en
tres grandes grupos:
En el primero incluiría lo que se relaciona con el
estudio de las manifestaciones orales de distin-
tos géneros literarios. En el segundo apartado
entraría la serie de observaciones que tienen que
ver con la manera en que la literatura imita distin-
tas manifestaciones orales del lenguaje. En un
tercer apartado tendría su lugar el estudio de la
oralidad y lo que se relaciona con ella (la voz y
entonación) como tema de la literatura».
Una interrogante interesante que se abre en este pun-
to es el sentido de la representación de la oralidad en
un texto que era escrito con una finalidad determinada
y, por lo general, con un destinatario determinado. Fossa
(2006: 23 y ss) ha establecido algunos criterios intere-
santes sobre la tipología textual de la época y que, en
mi opinión, es fundamental como contexto para comen-
zar a entender el uso del elemento oral en un texto:
Considero que el rubro «documentos manuscri-
tos coloniales» es lo suficientemente general
como para albergar a todo tipo de documentos
identificados hasta ahora: crónicas, relaciones,
cartas y otros. La clasificación propuesta se basa
tanto en la forma (organización, lengua utilizada,
estilo, extensión) y en el contenido (temática,
coherencia, cohesión), como en la función25
y el
objetivo, explicitados a partir de la identificación
del eje destinador/destinatario. (…) El destinador
Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia 1975
lo tiene [al destinatario] constantemente presen-
te al redactar el documento. La identificación de
la motivación que guía la elaboración del texto
contribuye a establecer qué tipo de documento
es, puesto que ese objetivo modela tanto la for-
ma de expresión (organización temática, selec-
ción léxica) como el contenido del mismo.
Fossa reconoce como principales géneros histórico-li-
terarios cultivados en Latinoamérica las crónicas, rela-
ciones y cartas. La primeras pretenderían preservar y
documentar los hechos históricos que la memoria occi-
dental no podría almacenar. El principal autor de este
tipo de textos era el cronista, funcionario oficial de la
corte que escribía por encargo. En América Latina, este
rol se vio desempeñado por soldados, sacerdotes, fun-
cionarios, etc. En términos comparativos, la crónica
cubre un espacio y tiempo mayor que la relación. La
relación es un texto que responde a una solicitud de
información directa del rey26
. La carta, en tanto, entre-
ga información «como parte de un vínculo de depen-
dencia de quien tiene que dar cuenta de sus acciones
a otra persona de más rango o jerarquía»:
Las cartas en la época colonial tienen unas ca-
racterísticas que hoy nos pueden parecer sorpren-
dentes, especialmente en su extensión y sus con-
tenidos. Especialmente su extensión y sus con-
tenidos. (…) Cartas extensas, de cien folios o
más, no eran raras en esa época, si considera-
mos que era el único medio, aparte del de viva
voz, de comunicarse con otras personas a dis-
tancia (Fossa, 2006: 27-28).
Por sus características estructurales, aunque no son
mencionadas explícitamente por Fossa, las cartas per-
sonales eran las que mejor se prestaban para expresar
la oralidad, en términos de que permiten, por su conte-
nido y objetivos, mostrar ampliamente la intimidad del
autor. Sin embargo, y siguiendo los datos proporciona-
dos por Rojas, los indígenas accedieron tardíamente a
este modelo textual, primero por no necesitarlo y, se-
gundo, por no haber aprendido el español..
4. Contextualización/
descontextualización
La situación referencial y la
pragmalingüística
Si bien la literatura hispanoamericana busca testimo-
niar una realidad difícil de aprehender, a menudo esta
situación repercute en los componentes lingüísticos de
los textos.
Las formas más elementales parecen ser las que
aparentan una simple reproducción, con inten-
ción realista, de sonidos, vocablos o expresiones
(decires, refranes, etc.). este tipo de reproduc-
ción aparece generalmente en los diálogos de
los personajes. Determinadas fórmulas intro-
ductorias o caracterizadoras de personajes pue-
den incluir, en el discurso del narrador, observa-
ciones acerca de las peculiaridades del habla de
aquellos. (Ostria, 2001).
En la reproducción del diálogo y de la situación infor-
mativa que va dando forma a la relación o crónica, apa-
rece un fenómeno interesante. En el Manuscrito de
Huarochirí vemos como una y otra vez los recopila-
dores27
modifican la forma de relatar del informante en
pro de una narrativa historicista occidental:
11. En aquel tiempo, los pájaros eran todos muy
hermosos, los loros y los caquis [deslumbrantes
de] amarillo y rojo.
12. Cuando más tarde apareció otro huaca lla-
mado Pariacaca, esos [pájaros] fueron expulsa-
dos, junto con todas [las demás] obras [de
Huallallo Carhuincho] hacia [la región] de los antis.
13. Narraremos más adelante la lucha que hubo
[entre estos dos] y el origen de Pariacaca. (MH:
I).
En otro capítulo se lee:
1. Aquí vamos a volver a los que se contaba so-
bre los hombres muy antiguos.
2. He aquí este relato. (MH: 3).
Y más adelante:
23. «Lo que está bien está bien» le contestó el
otro, «aunque un señor, un huillca de Anchicocha,
que finge ser un gran sabio, un dios, se ha enfer-
mado. Por esto, todos los adivinos hacen sortile-
gios para descubrir el origen de una enfermedad
tan grave, pero nadie llaga a saberlo. He aquí
por qué se enfermó. Un grano de maíz de varios
colores saltó del tiesto donde su mujer estaba
tostando y tocó sus vergüenzas; después, ella lo
recogió y se lo dio de comer a otro hombre. Este
acto ha establecido una relación culpable entre
ella y el hombre que comió maíz. Por eso, ahora
se la considera adúltera. Por esta culpa una ser-
piente vive encima de aquella casa tan hermosa
y se los está comiendo. Hay también un sapo con
dos cabezas que se encuentra debajo de su
batán. Y nadie sospecha ahora que son éstos
quienes se los están comiendo». Después de
haber contado esto al zorro que venía de abajo,
1976 Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia
24. El de arriba le preguntó sobre los hombres
de la huillca de abajo.
25. Entonces, el otro a su vez le contestó: «hay
una mujer –la hija de ese gran señor- que, acausa
de un pene, casi se muere».
26. (Este cuento, hasta el restablecimiento de la
mujer, es muy largo. Lo transcribiremos después.
Ahora vamos a volver al relato anterior). (MH: 5).
Los ejemplos siguen y siguen. Al parecer la situación
dialogal también correspondía a un requerimiento del
funcionario real quien «preguntaba» a los informantes
sobre tal o cual asunto. Este aspecto puede ser anali-
zado en términos de la pragmalingüística histórica, que
rescata la influencia que tiene el contexto sociocultural
en la toma de actitudes personales y colectivas, a tal
punto que es un determinante fundamental de las rea-
lizaciones lingüísticas. «El emisor elegirá el tipo de tex-
to y de registro que le convenga emplear en cada cir-
cunstancia, siempre condicionado por sus conocimien-
tos previamente adquiridos y el contexto en el que se
actúa»28
. Según Beatriz Lavandera (1992: 16):
lo característico de subdisciplinas como la prag-
mática, el análisis del discurso y el análisis de la
conversación es conceder prioridad al contexto
interpersonal o «interaccional» antes que al con-
texto social. [...] El contexto que se considera
esencial para la comprensión de los enunciados
o textos intercambiados incluye elementos pro-
pios de la psicolingüística, como son las inten-
ciones, las creencias y los razonamientos. Cuan-
do se evocan factores sociales como el «poder»
y el «status» en estas subdisciplinas (v.g. Brown
y Levinson, 1978), se integran en el análisis a
través de la configuración psicológica del indivi-
duo.
Creo que el último párrafo (MH: 5:26) ejemplifica muy
bien las intenciones lingüísticas e ideológicas de los
españoles. Lo que pretenden es una transcripción, casi
a modo de juicio, del relato indígena. Para Ostria resul-
ta más interesante «la presencia de figuras de oralidad
en el discurso del narrador29
, ya sea en relatos subordi-
nados o en el relato principal, pues esta situación afec-
ta no solo a los niveles de la historia contada sino al
propio discurso evocado en el texto». Podemos eviden-
ciar esta intención en MH claramente desde el princi-
pio:
1. Si en los tiempos antiguos, los antepasados
de los hombres llamados indios hubieran conoci-
do la escritura, entonces todas sus tradiciones
no se habrían ido perdiendo, como ha ocurrido
hasta ahora.
2. Más bien se habrían conservado como se con-
servan las tradiciones y ([el recuerdo de]) la va-
lentía antigua de los huiracochas que aun hoy
son visibles.
3. Pero como es así, y hasta ahora no se las ha
puesto por escrito, voy a relatar aquí las tradicio-
nes de los antiguos hombres de Huarochirí, to-
dos protegidos por el mismo padre, la fe que ob-
servan y las costumbres que siguen hasta nues-
tros días.
4. En seguida, en cada comunidad serán
transcritas las tradiciones que se conservan des-
de su origen. (MH: Introducción).
Conclusiones
La posibilidad de identificar ciertos rasgos orales indí-
genas en los textos coloniales existe, sin embargo, ha
sido necesario, primero, revisar la discusión sobre el
concepto y reorganizarla en torno a ciertos ejes.
1. Existe una oralidad indígena colonial, entendida
como realización vocal, como acto de habla. En
términos disciplinarios puede ser analizada por
etnofonólogos y etnofonetistas y debe contem-
plar, en lo posible, la mayor cantidad de textos
del mismo autor, de tal manera que la compara-
ción sea efectiva.
2. En términos de lo propuesto por Parry, es posi-
ble estudiar ciertos rasgos de transmisión oral de
conocimientos, aunque un estudio basado en un
codex unicus –cuyos casos son mayoritarios en
América Latina- no permitiría establecer una real
proporción de, por ejemplo, lo formulaico y reite-
rativo.
3. Los fenómenos orales que pueden ser estudia-
dos en los documentos coloniales se refieren bá-
sicamente a tres aspectos de la oralidad:
a) la oralidad como instancia comunicativa pri-
maria de los grupos indígenas prehispánicos.
b) las manifestaciones textuales de la oralidad:
oralidad ficticia.
c) la contextualización/descontextulización enfo-
cada al diálogo situacional.
Por lo tanto, el status de la información obtenida
o de las interpretaciones hechas sobre la base
de la lectura de estos documentos debe consi-
derar todas estas posibilidades e interacciones
entre los actantes de la situación lingüística.
4. Un estudio sobre este fenómeno en la época co-
lonial debe considerar etapas y distribución geo-
Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia 1977
gráfica del mismo, ya que las condiciones de len-
guas en contacto y en conflicto fueron diferentes
en cada espacio de América Latina.
5. Finalmente cabe destacar la importancia de de-
dicar esfuerzos teóricos al estudio de la intencion-
alidad de la recuperación del testimonio oral en
los documentos coloniales como una estrategia
discursiva y de validación.
Notas
1
Este artículo forma parte del proyecto Fondecyt
1061279.
2
Para más información sobre la llegada de los contin-
genteseuropeosaAmérica,véaseBoyd-Bowman,Peter
(1985).
3
Parry ponderó la sistematicidad en la lengua homérica,
obteniendo con ello la conclusión de que aquellas
magnas obras épicas, La Ilíada y La Odisea, habían
sidocompuestasoralmente.Aestetextolesigue Studies
in the epic technique of oral verse-making (1930-1932)
donde avanza sus hipótesis hasta llegar a plantear la
noción de carácter oral en la poesía homérica.
4
«Para Lévi-Strauss, el foco de atención eran los mitos
del pasado, no las tecnologías del presente, y a menu-
do tendía a utilizar términos textuales, y no orales, para
describir las estructuras bipolares que advertía en los
mitos tribales, con lo que inducía a sus lectores a perci-
bir una conciencia casi literaria en funcionamiento bajo
condiciones puramente orales. Pero la palabra «salva-
je» en el título de Lévi-Strauss en el título de su libro es
reveladora. Delata la profunda convicción de Lévi-
Straussdequelospatronesdepensamientospercibidos
en estas mitologías eran primitivos, es decir, previos a
la cultura escrita. La implicación está allí, aunque no
sea un factor en el que el autor haga hincapié». (Olson
y Torrance, 1995: 26-27).
5
La historia de esta reflexión es, por lo tanto, brevísi-
ma. Aun más, en el ámbito hispánico han sido escasos
los aportes en esta materia, por lo que un estudio como
este, que pretende abordar una doble perspectiva oral
–indígena e hispánica- queda expuesto a un sin fin de
apreciaciones futuras. Más adelante, sin embargo, re-
visaré brevemente algunos artículos que, desde la lin-
güística histórica y desde la pragmalingüística permi-
ten un acercamiento teórico bastante más específico y
focalizado.
6
Torres Guerra 1994: 260. Así, serían indicios de
oralidad en un texto las siguientes características: a)
redundancia en el uso de sonidos (rimas, aliteraciones,
asonancias y fenómenos métricos); b) la repetición fre-
cuente de ciertas expresiones; c) el encabalgamiento;
d) la aparición de motivos narrativos recurrentes, pro-
pios de las tradiciones épicas orales; e) la regularidad
en la estructura de los segmentos del texto.
7
Considerando el contexto de divulgación de este artí-
culo, me referiré brevemente a estas características.
Para más detalles ver Álvarez Muro, Alexandra (2001).
En términos lingüísticos generales, la oralidad se dife-
rencia de la escritura en: la relación emisor-texto (au-
sencia del lector, presencia del oyente), el grado de pla-
nificación del texto o, mejor dicho, de reconstrucción,
la adquisición de ambos modos de habla, la codifica-
ción (oral: fonema, escrito: grafema), estrategias
suprasegmentales, la velocidad de percepción (sería
mayor en el texto escrito), el contexto, la perduración
de la memoria (Álvarez, 2001: 1.2).
8
El hablar de una lengua totalmente funcional no ex-
cluye el hecho de que haya otros sistemas
comunicacionales y simbólicos de representación de la
realidad y de transmisión de conocimientos. Más ade-
lante retomaré esta idea. D.P. Pattanayak señala que
en las sociedades orales hay textos fijados a través de
la memorización; instituciones tales como contextos ri-
tuales y oratorios en los que se emplean esos textos;
procedimientos para inculcar a los miembros el uso de
esos textos y formas para comentar, explicar y mencio-
nar esos textos». (Olson y Torrance, 1995:16).
9
Esta referencia es específica para la lengua en la que
se realizaron los estudios, esto es, el inglés. Sin em-
bargo, la puerta teórica que queda abierta es lo sufi-
cientemente amplia como para proyectar algunas hipó-
tesis.
10
De esta manera, por ejemplo, una conferencia es un
texto escrito cuya producción requiere de la realización
oral. Por otra parte, una transmisión radial o un discur-
so público pueden tener un alto grado de planificación,
por lo que la espontaneidad, elemento característico
de la oralidad, estaría presente en un bajísimo porcen-
taje.
11
Probablemente sea este el enfoque que acoge más
favorablemente los aportes del Análisis Crítico del Dis-
curso, aunque su aplicación debe presentar un estre-
cho diálogo con una previa identificación formal y de
contenido de las unidades lingüísticas del discurso. En
este punto coincide con Lydia Fossa, quien considera
que, para poder clasificar los textos producidos duran-
te este período, es primordial identificar el destinador,
lo que permitirá establecer el objetivo y motivación del
documento, ya que estos son elementos que modelan
tanto la forma de expresión como el contenido (Fossa
2006: 25).
12
Me referiré, por el momento, solo a la oralidad indíge-
na, ya que sobre la peninsular existen extensos y
acuciosos tratados.
13
Lydia Fossa establece una periodización distinta: «La
denominación documentos iniciales designa los prime-
ros informes que escriben los europeos cuando «des-
cubren» el continente insospechado y todo lo que él
contiene: los habitantes inesperados, la naturaleza exu-
berante y, especialmente: las evidentes riquezas. Esos
1978 Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia
textos constituyen los primeros registros de las imáge-
nes, poco nítidas aún (…) Posteriormente, cuando di-
versos tipos de funcionarios se instalan en poblaciones
españolas en América para llevar adelante la consoli-
dación de su presencia allí, procediendo a la coloniza-
ción y evangelización propiamente dichas, es cuando
surgen los documentos informativos que detallan las
actividades de españoles en Indias. Ya se dan relacio-
nes de convivencia entre naturales y foráneos, no sólo
de agresión armada y conquista. Esta convivencia está
marcada por la opresión y el dominio, sí, pero hay in-
tentos por comprender y explicar lo que se está contro-
lando y lo que se está explicando. Este lapso entre 1550
y 1575, que he llamado temprano, es el que más me
interesa.» (Fossa, 2006: 23).
14
Fontanella (1992: 2).
15
«koiné «es el resultado estabilizado de la mezcla de
subsistemas lingüísticos, tales como dialectos regiona-
les o literarios» (1985: 363). Estos procesos, de acuer-
do con los estudios y descripciones de los últimos años,
son particularmente característicos de las situaciones
en las que inmigrantes procedentes de distintas regio-
nes dialectales confluyen en nuevos territorios (Hock,
1984: 128) tal como ocurrió en las distintas zonas ame-
ricanas». Asimismo, «Siegel extrae los siguientes ras-
gos como característicos de estos procesos: confluen-
cias de distintas variedades de una misma lengua aun-
que se base primordialmente en una variedad, reduc-
ción y simplificación de rasgos, uso como lingua franca
regional, surgimiento de hablantes nativos y
estandarización. Todos estos procesos se habían dado
ya hacia 1650 en el español de la mayor parte de las
regiones americanas, con excepción de la
estandarización que, si bien en algunas regiones de
temprano desarrollo político y cultural, como México,
se da muy rápidamente, en otras como el Río de la
Plata o Paraguay es tardía» (Fontanella 1992: 2).
16
La edición utilizada es la de Taylor, Gerald (1987).
17
Será necesario, también, correlacionar la factibilidad
de esta periodización con datos de otras disciplinas
como la lingüística histórica, la geografía lingüística, la
dialectología y la literatura histórica.
18
La Teoría de las Ondas, o Wellentheorie, fue conce-
bida por Johannes Schmidt para explicar las conver-
genciasentrelenguasgeográficamentevecinas.Enesta
perspectiva, las innovaciones se expanden progresiva-
mente a partir de ciertos centros que se benefician de
la preponderancia política o social. Los cambios se
transmiten progresivamente y de a poco hasta donde
alcance la influencia del punto originario. Los cambios
políticos o sociales explican que cada innovación ten-
ga su área de extensión específica. (Dubois et al. 1973:
354-346).
19
Al respecto, véase Fontanella de Weinberg 1992.
20
Rojas (1997: 54).
21
Siguiendo los planteamientos de este autor, los con-
ceptos contextualización y descontextualización no
deben ser tomados como una dicotomía que identifi-
que unívocamente a indígenas y españoles, respecti-
vamente, sino más bien, que un grado mayor de
descontextualización –textual, en este caso- sería tes-
timonio de una mente escritural.
22
«Goody (1977), por ejemplo, aborda los efectos de la
actividad de leer y escribir en el Cercano Oriente en lo
que respecta a producir nuevas estructuras de infor-
mación como la lista, la fórmula y el cuadro; todas ellas,
explica, son descontextualizadas porque separan la
información de su contexto en la situación cotidiana.
(…) De manera similar, el trabajo de Havelock (1963)
enfoca el carácter descontextualizador del pensamien-
to propio de la cultura escrita griega, al que por lo gene-
ral denomina «abstracción».
23
Taylor anota que «conforme a la lógica del estilo oral,
al preguntarle al cóndor sobre Cahuillaca presupone
que éste sabe de quién se trata y que, efectivamente,
se encontró con ella» (1987: 63*).
24
En un análisis detallado de este aspecto es primor-
dial contar con una excelente edición crítica,
paleográfica y, en lo posible, facsimilar del documento,
ya que ellas permiten establecer ciertos elementos que
denotarían extrañeza, acotaciones y otro tipo de reac-
ciones del autor o amanuense. Para el caso de MH solo
contamos con las dos primeras.
25
«Una función determinada (científica, técnica, perio-
dística, oficial, cotidiana) y unas condiciones determi-
nadas, específicas para cada esfera de la comunica-
ción discursiva, generan determinados géneros, es
decir, unos tipos temáticos, composicionales y
estilísticos de enunciados determinados y relativamen-
te estables» (Bakhtin, 1982: 252).
26
«Aunque un autor [de relaciones] considere que la
sucesión cronológica de hechos contribuye a aclarar
sus esfuerzos descriptivos, ese único factor no convierte
al documento en crónica. Una manera de expresar el
transcurso del tiempo en la cultura occidental es narrar
algo desde sus orígenes, llegando a lo más reciente, el
momento presente» (Fossa, 2006: 26).
27
Para un estudio pormenorizado sobre los autores y
amanuenses del manuscrito, véase Taylor (1987: Intro-
ducción).
28
Rojas (2000: 2).
29
«El hecho de que exista un autor, explícito o no, nos
invita a pensar en la existencia de una narrativa. La
perspectiva del autor hace que ese relato sea arbitrario
en varios órdenes de cosas: la selección del hecho his-
tórico depende del interés que despierte en el autor,
quien establece cuándo se inicia la sucesión de hechos
que anteceden al principal y decide cuál es el momento
final de su narrativa.Además, esta sucesión de hechos,
presentados como eslabones de una serie de relacio-
Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia 1979
nes causa-efecto, es una convención del autor a la que
se recurre para presentar en secuencias lo que suce-
dió en un momento dado: los acontecimientos no apa-
recen así cuando se les vive sino sólo cuando se les
narra» (Fossa, 2006: 26)
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<http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext
&pid=S0071-17132001003600005&lng=es&nrm=iso>.
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  • 1. VI Congreso Chileno de Antropología. Colegio de Antropólogos de Chile A. G, Valdivia, 2007. Algunas Consideraciones en torno al Concepto de Oralidad y su Aplicación en el Análisis de Textos Coloniales. Paula Martínez Sagredo. Cita: Paula Martínez Sagredo (2007). Algunas Consideraciones en torno al Concepto de Oralidad y su Aplicación en el Análisis de Textos Coloniales. VI Congreso Chileno de Antropología. Colegio de Antropólogos de Chile A. G, Valdivia. Dirección estable: https://www.aacademica.org/vi.congreso.chileno.de.antropologia/186 ARK: https://n2t.net/ark:/13683/eCzH/pTg Acta Académica es un proyecto académico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa de acceso abierto. Acta Académica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir su producción académica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite: https://www.aacademica.org.
  • 2. 1970 Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia LARSEN, Clark Spencer. 1997. Bioarchaeology: interpreting behavior from the human skeleton. Cambridge University Press. ________, Bioarchaology: the lives aand lifestyle of past people. Journal of Archaeological Research, 2: 10. LOVELL, Nancy. 1997. Trauma analysis in paleopathology. Yearbook of Physical Anthropology 40:139–170. MERBS, Charles. 1983. Patterns of activity-induced pathology in a Canadian inuit population. Archaeological survey of Canada paper nº 119, Mercury Series. RODRÍGUEZ, Jorge y ÁVALOS, Hernán. 1994. «Los Coiles 136: evidencias de contactos entre poblaciones alfareras del Norte Chico y Chile Central». Boletín Mu- seo Regional de la Araucanía n° 5. STANDEN, Vivien y ARRIAZA, Bernardo. 2000. Trau- ma in the preceramic coastal populations of northern Chile: violence or occupational hazards? American Journal of Physical Anthropology 112:239–249. TORRES-ROUFF, Christina, COSTA-JUNQUEIRA, María A. y LLAGOSTERA, Agustín. 2005. Violence in times of change: the Late Intermediate Period in San Pedro de Atacama. Chungará, 37 (1): 75-7853. TURNER, Christy G. NICHOL, Christian R., SCOTT, G. Richard. 1991. Scoring procedures for the key morphological traits of the permanent dentition: the Arizona State University Dental Anthropology System. Advances in dental anthropology. Willey–Liss. UBELAKER, Douglas. 1984. Human skeletal remains. Excavation, analysis, interpretation. Revised Edition. Smithsonian Institution. Taraxacum, Washington. WALKER, Phillip L. 2001. «A bioarchaeological perspective on the history on violence». Annu. Rev. Anthropol. 30:573–96. WORKSHOP of European Anthropologists. 1980. Recommendations for age and sex diagnoses of skeletons. Journal of Human Evolution 9: 517 – 549. Resumen En esta presentación se pretende revisar brevemente los planteamientos teóricos que hasta el momento han hecho lingüistas y antropólogos sobre la posibilidad de aproximarse a la cultura oral indígena colonial a través de los documentos hispánicos de la época. De esta manera, será necesario abordar conceptos básicos como oralidad, literatura oral, soportes comunicacionales y otros que teórica y prácticamente han sido vinculados a este tema. Finalmente, se verá la posibilidad de reflexionar sobre el sentido de plasmar ciertos mecanismos orales en los textos como una estrategia discursiva. Abstract In this paper we intend to review briefly current linguistic and anthropological theories on possible approaches towards oral culture of LatinAmerican indigenous people in the Colonial period, through Spanish language written documentation of that time. It has been necessary to take account of basic concepts such as orality, oral literature, communication resources and some other related topics. Algunas Consideraciones en torno al Concepto de Oralidad y su Aplicación en el Análisis de Textos Coloniales1 Paula Martínez Sagredo The possibility of observing certain mechanisms parallel to orality in such texts, as a discourse strategy, was also considered. Un hecho innegable de nuestra realidad americana es que solo podemos acceder a lo oral indígena a través de la documentación y que la mayor parte de esta fue producida por europeos (españoles, mayoritariamente) y, en menor grado, por mestizos2 . Esta situación nos ubica inmediatamente en una problemática que debe asumir dos realidades lingüísticas: la oralidad y la es- critura. Antecedentes En la historia del estudio de la oralidad o de lo oral hay algunos antecedentes que es necesario tener en cuen- ta. Havelock identifica algunos de ellos, entre los cua- les encontramos a Milman Parry, que en El epíteto tra- dicional en Homero (1928) sienta la piedra basal en la teoría moderna sobre la oralidad y da origen a una di- cotomía que aún hoy es sujeto de reflexión: oralidad-
  • 3. Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia 1971 escritura3 ; Harold Innis, que publica en 1951 The Bias of communication; McLuhan, que en 1962 publica La galaxia Gutenberg; Lévi-Strauss4 , que publica El pen- samiento salvaje (1962); Jack goody e Ian Watt que publican el artículo «Las consecuencias de la cultura escrita» (1963) y el propio Eric Havelock (Prefacio a Platón, 1963)5 . Torres Guerra (1994: 259) establece que, al presente, la teoría oralista tiene dos carencias fundamentales y que, a mi modo de ver, se relacionan básicamente con la falta de delimitación del objeto de estudio. Estas son, primero, la necesidad de un estudio de mínimos que valore lo aportado por cada una de las formulaciones del oralismo y asiente una versión aceptada y standard de la teoría y, segundo, la necesidad de enfocar prácti- camente el análisis detallado de las características ora- les de los textos. Ahora bien, Torres Guerra tiene en mente un concepto de oralismo o de oralidad que bus- ca identificar las «peculiaridades de estilo de las que puede suponerse que se serviría un aedo para facilitar una ágil composición de su canto»6 , mientras que otros investigadores han enfocado sus miradas hacia la trans- misión de un conocimiento amplio, no necesariamente sistematizado ni formularizado, a través de un meca- nismo oral. Otros, han relacionado el concepto de oralidad con el sistema cultural de poblaciones que no usaban la escritura, llegando incluso a identificarlo con el concepto de literatura oral, por lo que toda realiza- ción lingüística debiera ser oral, aunque no toda forma comunicativa lo era. Sobre la oralidad La oralidad, así como la escritura7 , son facetas del ha- bla, son distintas formas de uso del lenguaje. Su carac- terización es independiente de lo que suceda con otros sistemas comunicativos en tanto sea autosuficiente y funcional. La interdependencia en las definiciones de estos dos conceptos ha sido provocada, principalmen- te, por la confusión de dos nociones: la oralidad como un sistema completamente autosuficiente y omnirrefe- rencial y la oralidad de grupos desventajados frente a estratos cultos en una sociedad donde ambos siste- mas son enseñados socialmente desde las primeras etapas de desarrollo. La oralidad a la que me referiré, como primer foco, es la que apunta a la primera noción, como un sistema que no requiere de otros para su perfecta funcionalidad8 y que evolucionó, como sistema comunicacional, de forma absolutamente independiente del sistema escriturario hispánico. Me refiero a la lengua indígena previo a la llegada de los españoles a América. Oralidad y escritura en términos lingüísticos Niko Besnier (1988: 707-708) identifica una serie de factores que han entorpecido una aproximación más científica a la dicotomía oralidad / escritura. En primer lugar comenta que hasta la fecha, los estudios de las relaciones entre lo hablado y lo escrito se han enfoca- do básicamente en datos proporcionados por textos orales y escritos producidos por una élite intelectual, proyectando las conclusiones como representativas de la oralidad y de la escritura como fenómenos genera- les. Así, investigadores no lingüistas han tomado la universalidad de estos resultados como garantía y los han usado en discusiones del efecto de la literalidad a través culturas y contextos, y da como ejemplo de esta situación los estudios realizados por Goody (1987:II) y Cicourel (1985). Otro obstáculo ha sido que los primeros acercamientos a esta problemática asumieron que los modos orales y escritos eran entidades monolíticas en la variación sociolingüística ensombreciendo así la posibilidad de identificar diferentes tipos de oralidad y diferentes tipos de escritura, al punto de que solo recientemente algu- nos lingüistas han sido capaces de demostrar que la distinción estructural entre la lengua escrita y la oral no es tan clara como se ha asumido9 , y que la variación estructural entre el modo oral y el escrito es demasiado amplia como para garantizar las categorías oral v/s escrito. Así, es posible plantear que la dicotomía oral/ escrito en realidad representa los dos extremos de un eje en donde se despliegan distintos tipos de realiza- ciones, algunas más orales que otras, algunas más escriturales que otras10 . Un tercer aspecto que Besnier considera imprescindi- ble de tener en cuenta en esta problemática es que la relación oral/escrito debe ser explicada en términos fí- sicos y psicológicos, es decir, cómo, por qué, dónde y por quiénes es producido el discurso dándole especial relevancia a las normas de comunicación que juegan en cada contexto de producción11 . Los estudios realizados por Besnier han demostrado que las características estructurales de cada registro no dependen de si son producidos oral o escritu- ralmente, sino que están estrechamente relacionadas con las normas comunicativas asociadas a cada regis- tro, de tal manera que las distinciones clásicas entre
  • 4. 1972 Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia oral y escrito no tienen asidero, sino que las caracterís- ticas de uno y otro modo comunicativo dependen del tipo de oralidad y de escritura al que nos estamos en- frentando. Indudablemente existe la necesidad de establecer teó- ricamente las formas de relación entre aspectos orales y escritos que sostienen distintas culturas en contacto y conflicto (especialmente para el periodo consignado en la tercera etapa aquí propuesta). Al respecto son destacables los aportes de Olson, Hildyard y Torrance (1985: 14) quienes logran distinguir algunos aspectos fundamentales. Para ellos Los efectos de la cultura escrita en el cambio in- telectual y social no son directos… es engañoso concebir la cultura escrita en términos de conse- cuencias. Lo que importa es lo que hace la gente con la escritura, y no lo que la escritura le hace a la gente. La cultura escrita no origina un nuevo modo de pensar, pero el hecho de contar con un registro escrito posiblemente le permite a la gen- te hacer algo que antes no podía hacer: revisar, reinterpretar y demás. Análogamente, la cultura escrita no origina el cambio social, la moderniza- ción ni la industrialización. Pero la capacidad de leer y escribir posiblemente sea vital para des- empeñar ciertos roles en una sociedad industrial y totalmente irrelevante en lo que respecta a otros roles en una sociedad tradicional: alcanzar sus objetivos o vislumbrar objetivos nuevos. En términos cognitivos existen, según Peter Denny, al- gunas diferencias entre sociedades con escritura y sin ella. Denny (Olson y Torrance, 1995: 15-16) «conside- ra que el pensamiento occidental tiene una propiedad distintiva, ausente en las sociedades de cazadores- recolectores y casi ausente en las sociedades agríco- las, que es la mayor tendencia a la descontex- tualización». Denny utiliza este concepto apuntando a la capacidad de la mente de aislar unidades de infor- mación. Si bien Denny lo aplica básicamente en un análisis del componente gramatical, quizás no sería descabellado plantear la posibilidad de que la descontextualización actuara en un proceso comuni- cativo más amplio y complejo como, por ejemplo, la recolección de información que culminó en el manus- crito de Huarochirí. La oralidad en los documentos coloniales12 Por un lado, los primeros decenios de la llegada de los españoles, una separación casi tajante se irguió distin- guiendo a los indígenas/orales de los españoles/escri- bientes. Sin embargo, con el surgimiento de nuevas razas, la llegada de nuevos contingentes peninsulares y la apropiación por parte de algunos indígenas del código escrito, la distinción entre oral/inculto, oral/ple- no, escribiente/inculto y escribiente/pleno, pasa a posicionarse transversalmente en ambos grupos étnicos, aunque la aplicación de estas categorías pare- ce seguir funcionando desde la escritura hispánica y no desde la omnifuncionalidad de las lenguas indíge- nas. Aun así, hay que diferenciar al menos tres etapas en las cuales la dinámica de la función del concepto de oralidad ha cumplido distintos roles: Primera etapa: corresponde a una oralidad, entendida en su más lato sentido, que existía como modo comuni- cacional primario, es decir, -y aunque es una noción peligrosa- sin escritura. La dicotomía oralidad / escritu- ra no tiene ninguna relevancia en este período. Esta etapa puede ser establecida, cuidadosamente hasta el comienzo de la conquista, sin embargo, la fecha será relativa según el avance de las huestes en las distintas regiones americanas. En esta etapa, para el cono sur de América, no hay testimonios escritos. Segunda etapa: corresponde al primer momento confrontacional, donde hablantes de lenguas amerin- dias y hablantes hispánicos se encuentran y se comien- zan a generar instancias de intercambio cultural, so- cial, económico, etc. En esta etapa, solo los hispano- hablantes presentan la dicotomía oral / escrito, en un sistema donde aquel que no escribía generalmente pertenecía a un grupo sociocultural de menor rango que aquel que sí lo hacía. De más está aquí consignar que esta diferencia era aún mayor entre hablantes hombres y hablantes mujeres. Aquí, algunos europeos comien- zan a aprender las lenguas amerindias con propósitos religiosos y de conquista. En términos generales, esta etapa abarcaría desde comienzos del siglo XVI hasta el año 165013 , período en que en «gran parte de las regiones americanas, la lengua había superado ya la etapa inicial que se caracterizaba por un fuerte
  • 5. Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia 1973 multidialectismo determinado por la afluencia de colo- nizadores procedentes de las diversas regiones penin- sulares»14 . En esta etapa comienzan a producirse los procesos de koinización15 que, en la práctica, afectan mayormente a los mestizos que a los indígenas, aun- que estos últimos no quedan excluidos de su influen- cia. En esta etapa puede ser incluido el texto que analizaré en este artículo, Manuscrito de Huarochirí16 (MH), fe- chado en 1608. Tercera etapa: los hablantes de lenguas amerindias comienzan a aprender el castellano escrito y hablado, forman parte de procesos históricos, judiciales, litera- rios, etc. Es solo en esta etapa que podemos catalogar a los indígenas como hablantes que presentan la dico- tomía oral / escrito. Este período abarcaría desde mita- des del siglo XVII en adelante. Esta primera aproximación17 requiere de algunas pre- cisiones necesarias para el estudio de la oralidad indí- gena en textos coloniales. En primer lugar, sería nece- sario relacionar estas etapas con el grado de mestizaje y con la producción textual. Por otra parte, se requiere una contextualización con la Teoría de las Ondas de Johannes Schmidt18 y con los procesos de koineización y de estandarización de las lenguas española e indíge- nas19 . Lejos de lo que pudiera pensarse, las prácticas discursivas y comunicacionales de los indígenas incursionaron en el mundo de la escritura y se apropia- ron de ella para transmitir su cultura. Sin embargo, este proceso fue lento y gradual. En estrecha relación con las etapas propuestas más arriba, es posible estable- cer que los indígenas accedieron dificultosamente a la transmisión escrita. Elena Rojas señala, al respecto, que para la zona del Río de la Plata los indígenas apa- recen en los textos solamente como personajes con- sultados, mientras que para el siglo XVII comienzan a intervenir directamente aunque por medio de intérpre- tes, ya que aún no manejaban bien el español20 . Independientemente de la categorización que otras dis- ciplinas hagan de los textos españoles, mestizos o in- dígenas, y de las esperanzas históricas o literarias que en ellos hayan cifrado, la posiblidad de rescatar formas orales y realidades orales indígenas en estos textos existe. Sin embargo, será una oralidad que abarque varios aspectos y probablemente ninguno de ellos dé cuenta exhaustiva de la situación comunicacional ori- ginaria. De cualquier forma, es imprescindible mantener siem- pre en vistas que estas aproximaciones pretenden dis- tinguir un elemento oral amplio, lo cual contempla las intenciones de los amanuenses, cronistas y traducto- res, las de los relatores e informantes, y la formalización de estas realidades en una estructura que muestra, de alguna manera, ciertas características orales. La oralidad indígena en los textos coloniales Para estudiar la oralidad en América Latina durante la época colonial, retomaré ideas postuladas por Ostria y Denny. Según Ostria (2001), hay que distinguir cuatro aspec- tos generales: la creación verbal en una cultura tradi- cional no letrada, las manifestaciones orales propias de culturas tradicionales en el marco de una cultura letrada dominante, las relaciones entre aspectos ora- les y escritos de los textos literarios y las diversas for- mas de imitación de la oralidad en textos escritos lite- rarios. El concepto de contextualización/descontextualización21 propuesto por Denny (1995: 113) será tomado aquí como parámetro distinguidor de un individuo con escri- tura frente a un informante oral22 . A mi parecer, los dos primeros propuestos por Ostria son de índole general y pueden o no manifestarse for- malmente en un texto, mientras que los restantes pue- den ser abordados en conjunto bajo una temática ge- neral: la oralidad y su manifestación textual y permiten establecer ciertos márgenes metodológicos para acer- carse a la oralidad en los textos. En cuanto a lo pro- puesto por Denny, tal como se explicó más arriba, la aplicación de este concepto se hará en un parámetro textual más amplio que el gramatical, intentando incor- porar el componente pragmalingüístico. 1. El problema de la creación verbal en una cultura tradicional no letrada Estrechamente relacionado con la periodización que se postula al comienzo de este artículo, se encuentra el problema de la creación verbal en una cultura tradicio- nal no letrada. Esta situación parece generar un siste- ma de representación y de recuperación de las tradi- ciones y discursos orales que, a priori, puede ser ca- racterizado por la necesidad de un proceso de traduc- ción entre el o los informantes y el sistema o institución hispánica que buscaba recuperar una relación cultural que le permitiera sustentar la empresa conquistadora.
  • 6. 1974 Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia Así, las condiciones de esta dinámica implican, por un lado, la intención hispánica y por otro el requerimiento al indígena de establecer un relato en términos occi- dentales. Es posible, en este sentido, que esta tensión se manifestara, cuando se producía incomprensión por alguna de las dos partes, en fenómenos escriturales. 2. El problema las manifestaciones orales propias de culturas tradicionales en el marco de una cultura letrada dominante Esta situación afecta a todo el sistema cultural. En tér- minos tan obvios como que antes de la llegada de los españoles no había escritura, todo quedaría englobado bajo el concepto de oralidad. Sin embargo, como ya se vio más arriba, esta es una reducción teórica tremen- damente peligrosa. El hecho de que no existiera escri- tura no significaba que todo fuera oral: muchas mani- festaciones se plasmaron a través de distintos tipos de soportes, cerámicas, representaciones rituales, teatro y tejidos, arquitectura, urbanismo, etc. 3. La oralidad y su manifestación textual Para Ostria los textos literarios en sus procesos ficcionales suelen «reproducir» diversas modalidades de la lengua oral. […] Esas formas no son exactamen- te expresiones orales sino representaciones, fi- guras de oralidad y, por lo tanto, oralidad ficticia. De manera que todo elemento propiamente so- noro (timbre, duración, entonación, intensidad, altura) aparecerá traspuesto en caracteres gráfi- cos, descrito, contado, sugerido, pero jamás en su propia realidad sustancial. Así, aquella fuente de información oral se transforma en un código escrito que expresa, con los recursos que una lengua histórica le permite, reflejar e imitar la lectu- ra que de la emisión hace el auditor y escriba. Es un doble proceso interpretativo y de traducción: Informante(s) oral(es) Æ Æ Æ Æ Æ Auditor o escriba Æ Æ Æ Æ ÆTexto En el Manuscrito de Huarochirí encontramos innume- rables ejemplos de representación de oralidad: 29. Entonces Cuniraya Huiracocha dijo: «¡Ahora sí me va a amar!» y se vistió con un traje de oro y empezó a seguirla; al verlo todos los huacas loca- les se asustaron mucho. «Hermana Cahuillaca» la llamó, «¡mira aquí! Ahora soy muy hermoso» y se enderezó iluminando la tierra. 34. «Hermano, ¿dónde te encontraste con esa mujer?»23 le preguntó. «Aquí cerca está, ya casi la vas a alcanzar» respondió el cóndor. Enton- ces, [Cuniraya] le dijo: «Siempre vivirás [alimen- tándote] con todos los animales de la puna; cuan- do mueran, ya sean guanacos, vicuñas o cual- quier otro [animal], tú solo te los comerás; y, si alguien te mata, él también morirá a su vez». (MH: 5). En esta dinámica, hay un concepto global de oralidad, que rodea la situación: la mayor parte de la informa- ción recopilada por los españoles lo era en términos orales o vocales, mientras que a lo que a puntaba la intención europea era a recopilar una tradición oral, ya que habían pocas otras formas de contar una Historia de América24 . Ostria coincide en sus planteamientos con Domínguez Caparrós (Montaner, 1989: 183) quien establece que las observaciones que tienen que ver con la oralidad en el estudio de la literatura pueden ser agrupadas en tres grandes grupos: En el primero incluiría lo que se relaciona con el estudio de las manifestaciones orales de distin- tos géneros literarios. En el segundo apartado entraría la serie de observaciones que tienen que ver con la manera en que la literatura imita distin- tas manifestaciones orales del lenguaje. En un tercer apartado tendría su lugar el estudio de la oralidad y lo que se relaciona con ella (la voz y entonación) como tema de la literatura». Una interrogante interesante que se abre en este pun- to es el sentido de la representación de la oralidad en un texto que era escrito con una finalidad determinada y, por lo general, con un destinatario determinado. Fossa (2006: 23 y ss) ha establecido algunos criterios intere- santes sobre la tipología textual de la época y que, en mi opinión, es fundamental como contexto para comen- zar a entender el uso del elemento oral en un texto: Considero que el rubro «documentos manuscri- tos coloniales» es lo suficientemente general como para albergar a todo tipo de documentos identificados hasta ahora: crónicas, relaciones, cartas y otros. La clasificación propuesta se basa tanto en la forma (organización, lengua utilizada, estilo, extensión) y en el contenido (temática, coherencia, cohesión), como en la función25 y el objetivo, explicitados a partir de la identificación del eje destinador/destinatario. (…) El destinador
  • 7. Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia 1975 lo tiene [al destinatario] constantemente presen- te al redactar el documento. La identificación de la motivación que guía la elaboración del texto contribuye a establecer qué tipo de documento es, puesto que ese objetivo modela tanto la for- ma de expresión (organización temática, selec- ción léxica) como el contenido del mismo. Fossa reconoce como principales géneros histórico-li- terarios cultivados en Latinoamérica las crónicas, rela- ciones y cartas. La primeras pretenderían preservar y documentar los hechos históricos que la memoria occi- dental no podría almacenar. El principal autor de este tipo de textos era el cronista, funcionario oficial de la corte que escribía por encargo. En América Latina, este rol se vio desempeñado por soldados, sacerdotes, fun- cionarios, etc. En términos comparativos, la crónica cubre un espacio y tiempo mayor que la relación. La relación es un texto que responde a una solicitud de información directa del rey26 . La carta, en tanto, entre- ga información «como parte de un vínculo de depen- dencia de quien tiene que dar cuenta de sus acciones a otra persona de más rango o jerarquía»: Las cartas en la época colonial tienen unas ca- racterísticas que hoy nos pueden parecer sorpren- dentes, especialmente en su extensión y sus con- tenidos. Especialmente su extensión y sus con- tenidos. (…) Cartas extensas, de cien folios o más, no eran raras en esa época, si considera- mos que era el único medio, aparte del de viva voz, de comunicarse con otras personas a dis- tancia (Fossa, 2006: 27-28). Por sus características estructurales, aunque no son mencionadas explícitamente por Fossa, las cartas per- sonales eran las que mejor se prestaban para expresar la oralidad, en términos de que permiten, por su conte- nido y objetivos, mostrar ampliamente la intimidad del autor. Sin embargo, y siguiendo los datos proporciona- dos por Rojas, los indígenas accedieron tardíamente a este modelo textual, primero por no necesitarlo y, se- gundo, por no haber aprendido el español.. 4. Contextualización/ descontextualización La situación referencial y la pragmalingüística Si bien la literatura hispanoamericana busca testimo- niar una realidad difícil de aprehender, a menudo esta situación repercute en los componentes lingüísticos de los textos. Las formas más elementales parecen ser las que aparentan una simple reproducción, con inten- ción realista, de sonidos, vocablos o expresiones (decires, refranes, etc.). este tipo de reproduc- ción aparece generalmente en los diálogos de los personajes. Determinadas fórmulas intro- ductorias o caracterizadoras de personajes pue- den incluir, en el discurso del narrador, observa- ciones acerca de las peculiaridades del habla de aquellos. (Ostria, 2001). En la reproducción del diálogo y de la situación infor- mativa que va dando forma a la relación o crónica, apa- rece un fenómeno interesante. En el Manuscrito de Huarochirí vemos como una y otra vez los recopila- dores27 modifican la forma de relatar del informante en pro de una narrativa historicista occidental: 11. En aquel tiempo, los pájaros eran todos muy hermosos, los loros y los caquis [deslumbrantes de] amarillo y rojo. 12. Cuando más tarde apareció otro huaca lla- mado Pariacaca, esos [pájaros] fueron expulsa- dos, junto con todas [las demás] obras [de Huallallo Carhuincho] hacia [la región] de los antis. 13. Narraremos más adelante la lucha que hubo [entre estos dos] y el origen de Pariacaca. (MH: I). En otro capítulo se lee: 1. Aquí vamos a volver a los que se contaba so- bre los hombres muy antiguos. 2. He aquí este relato. (MH: 3). Y más adelante: 23. «Lo que está bien está bien» le contestó el otro, «aunque un señor, un huillca de Anchicocha, que finge ser un gran sabio, un dios, se ha enfer- mado. Por esto, todos los adivinos hacen sortile- gios para descubrir el origen de una enfermedad tan grave, pero nadie llaga a saberlo. He aquí por qué se enfermó. Un grano de maíz de varios colores saltó del tiesto donde su mujer estaba tostando y tocó sus vergüenzas; después, ella lo recogió y se lo dio de comer a otro hombre. Este acto ha establecido una relación culpable entre ella y el hombre que comió maíz. Por eso, ahora se la considera adúltera. Por esta culpa una ser- piente vive encima de aquella casa tan hermosa y se los está comiendo. Hay también un sapo con dos cabezas que se encuentra debajo de su batán. Y nadie sospecha ahora que son éstos quienes se los están comiendo». Después de haber contado esto al zorro que venía de abajo,
  • 8. 1976 Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia 24. El de arriba le preguntó sobre los hombres de la huillca de abajo. 25. Entonces, el otro a su vez le contestó: «hay una mujer –la hija de ese gran señor- que, acausa de un pene, casi se muere». 26. (Este cuento, hasta el restablecimiento de la mujer, es muy largo. Lo transcribiremos después. Ahora vamos a volver al relato anterior). (MH: 5). Los ejemplos siguen y siguen. Al parecer la situación dialogal también correspondía a un requerimiento del funcionario real quien «preguntaba» a los informantes sobre tal o cual asunto. Este aspecto puede ser anali- zado en términos de la pragmalingüística histórica, que rescata la influencia que tiene el contexto sociocultural en la toma de actitudes personales y colectivas, a tal punto que es un determinante fundamental de las rea- lizaciones lingüísticas. «El emisor elegirá el tipo de tex- to y de registro que le convenga emplear en cada cir- cunstancia, siempre condicionado por sus conocimien- tos previamente adquiridos y el contexto en el que se actúa»28 . Según Beatriz Lavandera (1992: 16): lo característico de subdisciplinas como la prag- mática, el análisis del discurso y el análisis de la conversación es conceder prioridad al contexto interpersonal o «interaccional» antes que al con- texto social. [...] El contexto que se considera esencial para la comprensión de los enunciados o textos intercambiados incluye elementos pro- pios de la psicolingüística, como son las inten- ciones, las creencias y los razonamientos. Cuan- do se evocan factores sociales como el «poder» y el «status» en estas subdisciplinas (v.g. Brown y Levinson, 1978), se integran en el análisis a través de la configuración psicológica del indivi- duo. Creo que el último párrafo (MH: 5:26) ejemplifica muy bien las intenciones lingüísticas e ideológicas de los españoles. Lo que pretenden es una transcripción, casi a modo de juicio, del relato indígena. Para Ostria resul- ta más interesante «la presencia de figuras de oralidad en el discurso del narrador29 , ya sea en relatos subordi- nados o en el relato principal, pues esta situación afec- ta no solo a los niveles de la historia contada sino al propio discurso evocado en el texto». Podemos eviden- ciar esta intención en MH claramente desde el princi- pio: 1. Si en los tiempos antiguos, los antepasados de los hombres llamados indios hubieran conoci- do la escritura, entonces todas sus tradiciones no se habrían ido perdiendo, como ha ocurrido hasta ahora. 2. Más bien se habrían conservado como se con- servan las tradiciones y ([el recuerdo de]) la va- lentía antigua de los huiracochas que aun hoy son visibles. 3. Pero como es así, y hasta ahora no se las ha puesto por escrito, voy a relatar aquí las tradicio- nes de los antiguos hombres de Huarochirí, to- dos protegidos por el mismo padre, la fe que ob- servan y las costumbres que siguen hasta nues- tros días. 4. En seguida, en cada comunidad serán transcritas las tradiciones que se conservan des- de su origen. (MH: Introducción). Conclusiones La posibilidad de identificar ciertos rasgos orales indí- genas en los textos coloniales existe, sin embargo, ha sido necesario, primero, revisar la discusión sobre el concepto y reorganizarla en torno a ciertos ejes. 1. Existe una oralidad indígena colonial, entendida como realización vocal, como acto de habla. En términos disciplinarios puede ser analizada por etnofonólogos y etnofonetistas y debe contem- plar, en lo posible, la mayor cantidad de textos del mismo autor, de tal manera que la compara- ción sea efectiva. 2. En términos de lo propuesto por Parry, es posi- ble estudiar ciertos rasgos de transmisión oral de conocimientos, aunque un estudio basado en un codex unicus –cuyos casos son mayoritarios en América Latina- no permitiría establecer una real proporción de, por ejemplo, lo formulaico y reite- rativo. 3. Los fenómenos orales que pueden ser estudia- dos en los documentos coloniales se refieren bá- sicamente a tres aspectos de la oralidad: a) la oralidad como instancia comunicativa pri- maria de los grupos indígenas prehispánicos. b) las manifestaciones textuales de la oralidad: oralidad ficticia. c) la contextualización/descontextulización enfo- cada al diálogo situacional. Por lo tanto, el status de la información obtenida o de las interpretaciones hechas sobre la base de la lectura de estos documentos debe consi- derar todas estas posibilidades e interacciones entre los actantes de la situación lingüística. 4. Un estudio sobre este fenómeno en la época co- lonial debe considerar etapas y distribución geo-
  • 9. Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia 1977 gráfica del mismo, ya que las condiciones de len- guas en contacto y en conflicto fueron diferentes en cada espacio de América Latina. 5. Finalmente cabe destacar la importancia de de- dicar esfuerzos teóricos al estudio de la intencion- alidad de la recuperación del testimonio oral en los documentos coloniales como una estrategia discursiva y de validación. Notas 1 Este artículo forma parte del proyecto Fondecyt 1061279. 2 Para más información sobre la llegada de los contin- genteseuropeosaAmérica,véaseBoyd-Bowman,Peter (1985). 3 Parry ponderó la sistematicidad en la lengua homérica, obteniendo con ello la conclusión de que aquellas magnas obras épicas, La Ilíada y La Odisea, habían sidocompuestasoralmente.Aestetextolesigue Studies in the epic technique of oral verse-making (1930-1932) donde avanza sus hipótesis hasta llegar a plantear la noción de carácter oral en la poesía homérica. 4 «Para Lévi-Strauss, el foco de atención eran los mitos del pasado, no las tecnologías del presente, y a menu- do tendía a utilizar términos textuales, y no orales, para describir las estructuras bipolares que advertía en los mitos tribales, con lo que inducía a sus lectores a perci- bir una conciencia casi literaria en funcionamiento bajo condiciones puramente orales. Pero la palabra «salva- je» en el título de Lévi-Strauss en el título de su libro es reveladora. Delata la profunda convicción de Lévi- Straussdequelospatronesdepensamientospercibidos en estas mitologías eran primitivos, es decir, previos a la cultura escrita. La implicación está allí, aunque no sea un factor en el que el autor haga hincapié». (Olson y Torrance, 1995: 26-27). 5 La historia de esta reflexión es, por lo tanto, brevísi- ma. Aun más, en el ámbito hispánico han sido escasos los aportes en esta materia, por lo que un estudio como este, que pretende abordar una doble perspectiva oral –indígena e hispánica- queda expuesto a un sin fin de apreciaciones futuras. Más adelante, sin embargo, re- visaré brevemente algunos artículos que, desde la lin- güística histórica y desde la pragmalingüística permi- ten un acercamiento teórico bastante más específico y focalizado. 6 Torres Guerra 1994: 260. Así, serían indicios de oralidad en un texto las siguientes características: a) redundancia en el uso de sonidos (rimas, aliteraciones, asonancias y fenómenos métricos); b) la repetición fre- cuente de ciertas expresiones; c) el encabalgamiento; d) la aparición de motivos narrativos recurrentes, pro- pios de las tradiciones épicas orales; e) la regularidad en la estructura de los segmentos del texto. 7 Considerando el contexto de divulgación de este artí- culo, me referiré brevemente a estas características. Para más detalles ver Álvarez Muro, Alexandra (2001). En términos lingüísticos generales, la oralidad se dife- rencia de la escritura en: la relación emisor-texto (au- sencia del lector, presencia del oyente), el grado de pla- nificación del texto o, mejor dicho, de reconstrucción, la adquisición de ambos modos de habla, la codifica- ción (oral: fonema, escrito: grafema), estrategias suprasegmentales, la velocidad de percepción (sería mayor en el texto escrito), el contexto, la perduración de la memoria (Álvarez, 2001: 1.2). 8 El hablar de una lengua totalmente funcional no ex- cluye el hecho de que haya otros sistemas comunicacionales y simbólicos de representación de la realidad y de transmisión de conocimientos. Más ade- lante retomaré esta idea. D.P. Pattanayak señala que en las sociedades orales hay textos fijados a través de la memorización; instituciones tales como contextos ri- tuales y oratorios en los que se emplean esos textos; procedimientos para inculcar a los miembros el uso de esos textos y formas para comentar, explicar y mencio- nar esos textos». (Olson y Torrance, 1995:16). 9 Esta referencia es específica para la lengua en la que se realizaron los estudios, esto es, el inglés. Sin em- bargo, la puerta teórica que queda abierta es lo sufi- cientemente amplia como para proyectar algunas hipó- tesis. 10 De esta manera, por ejemplo, una conferencia es un texto escrito cuya producción requiere de la realización oral. Por otra parte, una transmisión radial o un discur- so público pueden tener un alto grado de planificación, por lo que la espontaneidad, elemento característico de la oralidad, estaría presente en un bajísimo porcen- taje. 11 Probablemente sea este el enfoque que acoge más favorablemente los aportes del Análisis Crítico del Dis- curso, aunque su aplicación debe presentar un estre- cho diálogo con una previa identificación formal y de contenido de las unidades lingüísticas del discurso. En este punto coincide con Lydia Fossa, quien considera que, para poder clasificar los textos producidos duran- te este período, es primordial identificar el destinador, lo que permitirá establecer el objetivo y motivación del documento, ya que estos son elementos que modelan tanto la forma de expresión como el contenido (Fossa 2006: 25). 12 Me referiré, por el momento, solo a la oralidad indíge- na, ya que sobre la peninsular existen extensos y acuciosos tratados. 13 Lydia Fossa establece una periodización distinta: «La denominación documentos iniciales designa los prime- ros informes que escriben los europeos cuando «des- cubren» el continente insospechado y todo lo que él contiene: los habitantes inesperados, la naturaleza exu- berante y, especialmente: las evidentes riquezas. Esos
  • 10. 1978 Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia textos constituyen los primeros registros de las imáge- nes, poco nítidas aún (…) Posteriormente, cuando di- versos tipos de funcionarios se instalan en poblaciones españolas en América para llevar adelante la consoli- dación de su presencia allí, procediendo a la coloniza- ción y evangelización propiamente dichas, es cuando surgen los documentos informativos que detallan las actividades de españoles en Indias. Ya se dan relacio- nes de convivencia entre naturales y foráneos, no sólo de agresión armada y conquista. Esta convivencia está marcada por la opresión y el dominio, sí, pero hay in- tentos por comprender y explicar lo que se está contro- lando y lo que se está explicando. Este lapso entre 1550 y 1575, que he llamado temprano, es el que más me interesa.» (Fossa, 2006: 23). 14 Fontanella (1992: 2). 15 «koiné «es el resultado estabilizado de la mezcla de subsistemas lingüísticos, tales como dialectos regiona- les o literarios» (1985: 363). Estos procesos, de acuer- do con los estudios y descripciones de los últimos años, son particularmente característicos de las situaciones en las que inmigrantes procedentes de distintas regio- nes dialectales confluyen en nuevos territorios (Hock, 1984: 128) tal como ocurrió en las distintas zonas ame- ricanas». Asimismo, «Siegel extrae los siguientes ras- gos como característicos de estos procesos: confluen- cias de distintas variedades de una misma lengua aun- que se base primordialmente en una variedad, reduc- ción y simplificación de rasgos, uso como lingua franca regional, surgimiento de hablantes nativos y estandarización. Todos estos procesos se habían dado ya hacia 1650 en el español de la mayor parte de las regiones americanas, con excepción de la estandarización que, si bien en algunas regiones de temprano desarrollo político y cultural, como México, se da muy rápidamente, en otras como el Río de la Plata o Paraguay es tardía» (Fontanella 1992: 2). 16 La edición utilizada es la de Taylor, Gerald (1987). 17 Será necesario, también, correlacionar la factibilidad de esta periodización con datos de otras disciplinas como la lingüística histórica, la geografía lingüística, la dialectología y la literatura histórica. 18 La Teoría de las Ondas, o Wellentheorie, fue conce- bida por Johannes Schmidt para explicar las conver- genciasentrelenguasgeográficamentevecinas.Enesta perspectiva, las innovaciones se expanden progresiva- mente a partir de ciertos centros que se benefician de la preponderancia política o social. Los cambios se transmiten progresivamente y de a poco hasta donde alcance la influencia del punto originario. Los cambios políticos o sociales explican que cada innovación ten- ga su área de extensión específica. (Dubois et al. 1973: 354-346). 19 Al respecto, véase Fontanella de Weinberg 1992. 20 Rojas (1997: 54). 21 Siguiendo los planteamientos de este autor, los con- ceptos contextualización y descontextualización no deben ser tomados como una dicotomía que identifi- que unívocamente a indígenas y españoles, respecti- vamente, sino más bien, que un grado mayor de descontextualización –textual, en este caso- sería tes- timonio de una mente escritural. 22 «Goody (1977), por ejemplo, aborda los efectos de la actividad de leer y escribir en el Cercano Oriente en lo que respecta a producir nuevas estructuras de infor- mación como la lista, la fórmula y el cuadro; todas ellas, explica, son descontextualizadas porque separan la información de su contexto en la situación cotidiana. (…) De manera similar, el trabajo de Havelock (1963) enfoca el carácter descontextualizador del pensamien- to propio de la cultura escrita griega, al que por lo gene- ral denomina «abstracción». 23 Taylor anota que «conforme a la lógica del estilo oral, al preguntarle al cóndor sobre Cahuillaca presupone que éste sabe de quién se trata y que, efectivamente, se encontró con ella» (1987: 63*). 24 En un análisis detallado de este aspecto es primor- dial contar con una excelente edición crítica, paleográfica y, en lo posible, facsimilar del documento, ya que ellas permiten establecer ciertos elementos que denotarían extrañeza, acotaciones y otro tipo de reac- ciones del autor o amanuense. Para el caso de MH solo contamos con las dos primeras. 25 «Una función determinada (científica, técnica, perio- dística, oficial, cotidiana) y unas condiciones determi- nadas, específicas para cada esfera de la comunica- ción discursiva, generan determinados géneros, es decir, unos tipos temáticos, composicionales y estilísticos de enunciados determinados y relativamen- te estables» (Bakhtin, 1982: 252). 26 «Aunque un autor [de relaciones] considere que la sucesión cronológica de hechos contribuye a aclarar sus esfuerzos descriptivos, ese único factor no convierte al documento en crónica. Una manera de expresar el transcurso del tiempo en la cultura occidental es narrar algo desde sus orígenes, llegando a lo más reciente, el momento presente» (Fossa, 2006: 26). 27 Para un estudio pormenorizado sobre los autores y amanuenses del manuscrito, véase Taylor (1987: Intro- ducción). 28 Rojas (2000: 2). 29 «El hecho de que exista un autor, explícito o no, nos invita a pensar en la existencia de una narrativa. La perspectiva del autor hace que ese relato sea arbitrario en varios órdenes de cosas: la selección del hecho his- tórico depende del interés que despierte en el autor, quien establece cuándo se inicia la sucesión de hechos que anteceden al principal y decide cuál es el momento final de su narrativa.Además, esta sucesión de hechos, presentados como eslabones de una serie de relacio-
  • 11. Tomo II Actas del 6º Congreso Chileno de Antropología Simposio Arqueología, Antropología e Historia 1979 nes causa-efecto, es una convención del autor a la que se recurre para presentar en secuencias lo que suce- dió en un momento dado: los acontecimientos no apa- recen así cuando se les vive sino sólo cuando se les narra» (Fossa, 2006: 26) Bibliografía BOYD-BOWMAN, Peter (1985). Indice Geobiográfico de más de 56. mil Pobladores de la América Hispánica. FCE, México. TAYLOR,Gerald.1987. RitosytradicionesdeHuarochiri del siglo XVII. IEP, Lima. BESNIER, Niko (1988). «The lingüistic relationships of spoken and written nukulaelae registers». Language64: 707-736). Yale University. DENNY, Peter. 1995. «El pensamiento racional en la cultura oral y la descontextualización escrita». Olson, David,Torrance, Nancy. 1995. Cultura escrita y oralidad. Barcelona, Gedisa. DUBOIS, Jean, et al. 1973. Dictionnaire de lingüistique. París, Larousse. FONTANELLA, Beatriz. 1992. «El español de América a partir de 1650». Lengua española, unidad y diversi- dad. Congreso de Sevilla. FOSSA, Lydia. 2006. Narrativas problemáticas. Los inkas bajo la pluma española. IEP, Lima. HAVELOCK, Eric. 1995. «La ecuación oral-escrito: una fórmula para la mentalidad moderna». Olson, David, Torrance, Nancy. 1995. Cultura escrita y oralidad. Bar- celona, Gedisa. LAVANDERA, Beatríz. 1992. «El estudio del lenguaje en su contexto sociocultural». Panorama de la lingüís- tica moderna, de la universidad de Cambridge, T-IV: 15-29. Madrid. MONTANER, Alberto. 1989. «El concepto de oralidad y su aplicación a la literatura española de los siglos XVI y XVII». Criticón 45: 183-198. La Rioja. OLSON, Hildyard y TORRANCE. 1985. Literacy, language, and learning: the nature and consequences of reading and writing. Cambridge University Press. OLSON, David, TORRANCE, Nancy. 1995. Cultura es- crita y oralidad. Barcelona, Gedisa. OSTRIA, Mauricio. 2001. «Literatura oral y Oralidad fic- ticia». Estud. filol. [online]. 2001, no.36 [citado 25 Octu- bre 2007], p.71-80. Disponible en la World Wide Web: <http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext &pid=S0071-17132001003600005&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0071-1713. PATTANAYAK, D.P. 1995. «La cultura escrita: un ins- trumento de opresión». Olson, David, Torrance, Nancy. 1995. Cultura escrita y oralidad. Barcelona, Gedisa. ROJAS, Elena. 1997. «Las marcas del diálogo en los documentos hispanoamericanos del siglo XVI al XVIII. Valencia, Universidad de Valencia. ________. 2000. «Actitudes pragmalingüísticas en los documentos coloniales del Río de la Plata». Mar del Plata, Universidad Mar del Plata. TAYLOR,Gerald.1987. RitosytradicionesdeHuarochirí del siglo XVII. Lima, IEP. TORRES GUERRA, José. 1994. «Teoría oralista y aná- lisis oral». Cuadernos de filología clásica (Estudios grie- gos e indoeuropeos), vol. 4, 257-277. Universidad Complutense de Madrid.