1. EL LENGUAJE: ENTRE LA CIENCIA Y LA EDUCACIÓN
Jimmy Triana
Licenciado en Lenguas Modernas
Como catedrático del lenguaje, nuestra ciencia es la lingüística. Así, de facto, reconozco mi
labor con posibilidades científicas, con alternatividad teorética y capacidad tecnológica para el
estudio y análisis de la convivencia humana. Por eso, la lingüística avanza tanto que hasta
sus campos de estudio están por convertirse en ciencias mismas, como es el caso del
“Análisis del Discurso”, el cual se propende en transformarse como ciencias del discurso.
Teniendo en cuenta este punto de partida, me atrevo a plantear que la lingüística puede
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considerarse una ciencia porque es un asunto que ha sido abordado por los filósofos clásicos
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hasta los intelectuales contemporáneos .
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] Véase en Diálogos de Platón los capítulos “Ion o de la poesía” y “Cratilo o del lenguaje”
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Véase la teoría habermasiana y los aportes a la ontología del lenguaje de Rafael Echeverría.
2. También se podría tomar en cuenta que la filología del siglo XVIII ingenió la lingüística
histórica, que Ferdinand de Saussure postuló el signo como unidad de análisis del lenguaje,
y finalmente Teun A. Van Dijk plantea una relación estrecha entre sociedad, lenguaje y
poder. En ese sentido, se podría decir que la lingüística ha tenido un desarrollo científico
vertiginoso en tan poco tiempo y en cada época ha redefinido su objeto de estudio, de tal
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forma que renueva constantemente sus aportes a las ciencias humanas y educativas .
Todo este espectro histórico demuestra el carácter complejo del estudio del lenguaje por sus
imbricaciones interdisciplinares y transdisciplinares, por lo dispendiosa construcción de sus
conjeturas, hipótesis y teorías, como también por sus implicaciones en el desarrollo de la
educación y la sociedad en general. En este último caso, el de la sociedad, obsérvese los
planteamientos de Marcuse y Habermas que alimentan la teoría crítica de la sociedad
destacando como elemento esencial el protagonismo del lenguaje como poder y como
ideología política.
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Para una visión panorámica necesaria de la historia de los estudios del lenguaje, véase
“Tres Momentos Estelares en Lingüística”, de Jaime Bernal Leongómez. Publicaciones del
Instituto Caro y Cuervo, Series Minor XXV. Bogotá, 1984. 294 págs.
3. Ahora, si lo que se discute es si estos estudios del lenguaje se asimilan dentro de las ciencias
duras ó de las ciencias blandas, me atrevería a decir que no estoy de acuerdo con esta
aproximación dicotómica. Pero dado el rótulo categórico que reciben por tradición las ciencias
sociales y humanas, entonces se admitiría que estos estudios pertenecen al terreno de las
ciencias blandas. Pero aun así, creo que las ciencias del lenguaje son capaces de la
rigurosidad científica que generan jactancia entre las ciencias duras. Véase por ejemplo, los
trabajos de la sociolingüística, de la filología comparada y la etnología para saber que el
lenguaje como objeto de estudio ha sido abordado con suficiente criterio científico.
En un principio, el lenguaje fue abordado con aire especulativo y meditativo por los antiguos
filósofos dentro de un marco dialógico. Luego, fue analizado con un matiz gramaticalista y
escolástico durante toda la edad media y en parte edad moderna. Y finalmente se presenta el
salto a una última fase de los estudios del lenguaje que se extienden como fenómenos para
entender lo que suceden dentro de la sociedad a partir del análisis discursivo.
4. En conclusión, esta facultad humana de la comunicación indudablemente es un objeto de
estudio científico que cada vez expande sus alcances intra, inter y transdisciplinarios para
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aportar al desarrollo de este modo de conocimiento en una civilización humana cada vez
más ávida de avances de mayor impacto en la calidad de vida y el desarrollo integral del
individuo, la comunidad y la sociedad en general.
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Así Joan-Carles Mèlich cataloga a la ciencia destacando que “no existe un sujeto
cognoscente por un lado y un objeto conocido por otro que entran en contacto. Entre ambos
siempre tiene lugar un ‘término medio’, la interpretación (…) jamás vivimos en la ‘pureza’
epistemológica. Así define a la religión, el arte, la filosofía y la ciencia como modos de
conocimiento del ser entendiéndolos como formas de aprehensión de la realidad (objetual).
Referencia del libro “Del extraño al cómplice: La educación en la vida cotidiana”. Pág. 22-23.
Editorial Anthropos. Barcelona, 1997.