1. Así hacían de las suyas los búfalos apristas.
Era finales de los años 70 y las elecciones para el Centro Federado de Economía de la Universidad
Ricardo Palma habían sido pactadas para los siguientes días, cuando mi amigo y camarada Enrique
Picasso llegó al lugar donde estábamos reunidos y nos contó que el APRA, preparaba una acción de
fuerza para destruir las ánforas y quemar las papeletas de votación si salía perdedora y que estaba
trayendo gente de la Villarreal y la Garcilaso para imponerse.
Enrique nos pedía apoyo, que formáramos una fuerza lo más grande
posible con estudiantes de San Marcos, la Católica, la UNI, para
impedir el fraude. Estuvimos esa noche desde muy temprano, apenas
había acabado la votación. Y había efectivamente mucha gente que
era de otras universidades, junto a los grupos que lanzaban consignas
a favor de cada uno de los candidatos, el de la izquierda y el del
APRA.
La votación se alargó hasta después de las nueve de la noche. Y con
el paso de las horas la tensión fue creciendo. Los personeros de las
listas se acercaban cada tanto a coordinar con sus contactos de
afuera y entregarles el resultado de las mesas que se iban cerrando.
Así que cuando faltaban todavía dos mesas por contar ya supimos
que Picasso ganaba porque había sacado una ventaja insuperable.
Algunos empezaron a vivar, pero todavía no se había emitido el
resultado oficial y firmado las actas respectivas. Fue ahí que vimos
moverse a los del bando contrario que se iban coordinando y
agrupando fuerzas. De pronto, uno de ellos gritó: Abajo el fraude; Viva
el comunismo; Muera el APRA; y unas veinte personas empezaron a
trepar las rejas para asaltar el salón donde se estaba concluyendo el
escrutinio. Tratamos de correr sobre ellos para detenerlos y sonaron
disparos y empezaron a llover piedras. Una de ellas cayó en la cabeza
del candidato y lo hizo sangrar profusamente.
Al no saber lo que teníamos qué hacer, salimos corriendo en medio de
pedradas y tiros al aire, mientras los matones arrasaban con las
ánforas, quemaban los documentos y las cédulas de votación. Con
nuestro herido llegamos a un centro asistencial y con la cabeza cosida
lo llevamos a la televisión para hacer la denuncia. No nos hicieron
caso. El hecho es que los dos sectores se proclamaron ganadores de
una votación que no terminó de contarse. Por lo que sé, el Centro
Federado se volvió un fantasma, los bienes desaparecieron y los
estudiantes perdieron su organización gremial.
Esta historia está repetida en otras casas de estudios superiores con
diversos aditamentos. Se cuenta por ejemplo que García iba a la
2. Católica con un misterioso maletín cuyo contenido nunca se revelaba,
pero que un día se descubrió que llevaba armas para distribuir entre
sus compañeros.
El día de la juramentación de la Constituyente de 1978, en la que
había tres fuerzas relativamente equiparadas: APRA, izquierda y PPC,
se planteaba una prueba de fuego para el partido de Haya de la Torre
que había hecho varios pactos con la derecha en el pasado, en
nombre de las circunstancias y que había reclamado las reformas de
Velasco como ideas originales de su movimiento, y que ahora
aparecía como el “centro” en una Asamblea que rediseñaría el Estado
y fijaría las bases constitucionales del país de los siguientes años.
La izquierda iba a reclamarle a la Asamblea un gesto de soberanía
frente a la dictadura represiva y entreguista de Morales Bermúdez y el
PPC a evitar la “izquierdización” del nuevo ente democrático.
Atacó con su fuerza de choque a los simpatizantes de la izquierda que
ocupaban una parte de la Plaza Bolívar y convirtieron los alrededores
del Congreso en un campo de batalla. La crónica de ese episodio,
reseñado por la revista “Oiga” muestra a Alan García con su famosa
casaca de cuero negro, cuyas mangas le llegaban al antebrazo y no a
la muñeca, dando órdenes a los matones y entrando y saliendo del
local del Congreso donde se desarrollaba la instalación.
El APRA selló así una distancia brutal con los poco más de treinta
diputados izquierdistas y consagró una alianza con el partido de
Bedoya que fue básicamente colaboracionista con el régimen militar
en retirada y que les costaría perder ante Acción Popular (que no
participó de la Asamblea) en la elección de 1980.
Unos años antes, en el decisivo 1975, el APRA sacó sus grupos de
acción a las calles durante una huelga de policías y les dio la consigna
de incendiar los diarios y alentar los saqueos. Lograron quemar
Correo, que quedaba en la avenida Wilson, pero no pudieron con
Expreso, cuyos periodistas y trabajadores resistieron armando
trincheras en la calle con las bobinas de papel.
TIEMPO DESPUÉS
Los famosos búfalos del APRA eran parte de la estructura política y un
instrumento para disputar espacios sociales. Funcionaban en las
calles, en los sindicatos, en las universidades. Pero con el correr de
los años se decidió bajar su actividad al hacerse evidente que la
imagen de un partido violento era mal vista, como ocurrió con la
derrota de Armando Villanueva en la elección de 1980. El primer
3. gobierno de García recurrió a sistemas paramilitares como el
Comando Rodrigo Franco. Con los años, sin embargo, la bufalería
clásica que operaba detrás de objetivos del partido, se ha ido
quedando como un recuerdo más o menos borroso. Poco a poco lo
que se ha ido configurando es una especie de guardia personal del
actual jefe y eterno candidato de la estrella.
En las elecciones de 2006, se pudo ver en acción a la guardia de
corps de García masacrando a ciudadanos cusqueños. Tres personas
quedaron heridas de bala y varios otros sufrieron contusiones severas.
El grandote hizo como que no vio lo que pasaba. En el Hospital del
Seguro alguien lo llamó corrupto, y no fue la guardia presidencial, sino
sus hombres de confianza los que abollaron al espontáneo.
Y se podría seguir hasta llegar a la pandilla que el martes quiso
reventar el evento al que asistía Sergio Tejada, para discutir sobre los
avances del informe de la Megacomisión sobre delitos económicos
2006-2011, que involucran a Alan García.
Los que salieron esa noche a vociferar sobre la supuesta hija no
reconocida del congresista siguiendo lo dicho por su líder máximo y
que se proponían boicotear una reunión de debate político, tenían el
viejo rostro de los destructores y apanadores de otras épocas. Pero a
la vez se les veía como una fuerza procorrupción que actuaba por los
intereses muy particulares y discutibles de Alan García.
Pero fue Velásquez Quesquén el que dijo que este tipo de respuestas
se seguirán dando a sus enemigos. Estamos avisados.