El documento describe la vida y logros del médico peruano Daniel Alcides Carrión. Explica que Carrión estudió medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y se dedicó a investigar la fiebre de la Oroya que afectaba a los trabajadores del ferrocarril. Para resolver las dudas sobre esta enfermedad, Carrión decidió inocularse voluntariamente con sangre de un paciente infectado. Desarrolló los síntomas de la enfermedad y falleció a los 28 años, confirmando que la verruga peruana
1. tre otros destacados científi-
cos
El 12 de abril de 1880, en
plena guerra del pacífico,
ingresa en la Facultad de
Medicina de la Universidad
Mayor de San Marcos donde
fue un excelente alumno.
Hizo sus prácticas clínicas
en los mejores hospitales de
Lima. Fue externo en el
Hospital de Santa Ana, de la
Mesón de Santé y de Lázaro
de Guía, e interno de los
Hospitales San Bartolomé y
Dos de Mayo inaugurado en
1875 y considerado como
uno de los más completos y
mejor dotados de América
del Sur.
Posteriormente, en 1884
empezaron sus prácticas en
clínicas, y su interés científi-
co lo llevó a adentrarse en el
estudio de los pacientes ve-
rrugosos. En agosto de ese
año fue designado por con-
curso para realizar las prác-
ticas de internado en el Hos-
pital de San Bartolomé.
La Fiebre de La Oroya conti-
nuaba matando a los obre-
ros que construían el tren en
la región central del Perú,
por lo que Carrión decidió
tomar el toro por las astas,
profundizando sus pesquisas
sobre la enfermedad.
Entre junio y julio de 1885,
la Academia Libre de Medi-
cina convocó un concurso
sobre la etiología y la anato-
mía patológica de la verruga
peruana. Fue una oportuni-
dad que el acucioso estu-
diante no dejaría pasar. Ar-
A
un no he muerto,
amigos míos, ahora
les toca a ustedes
terminar la obra ya comen-
zada, siguiendo el camino
que les he trazado", fueron
las últimas palabras
que Daniel Alcides Carrión
García dio a sus colegas,
desde la cama N°5, de la
Sala Nuestra Señora de las
Mercedes del Hospital Dos
de Mayo, el 5 de octubre de
1885 para después morir;
luego de 39 días desde que
se inoculara sangre recién
extraída de un tumor verru-
goso rojo, de la paciente de
16 años Carmen Paredes, el
27 de agosto de 1885, con la
ayuda del Dr. Evaristo Chá-
vez .
En homenaje a ese sacrificio
que representaba el paradig-
ma de la investigación, uni-
do a la preocupación de las
enfermedades nacionales, es
que se ha designado el día de
la Medicina Peruana los 5 de
octubre.
Cuando murió, Carrión, el
pequeño “carrioncito”, como
lo llamaban, tenía tan solo
28 años. Nació en Cerro de
Pasco, el 13 de agosto de
1857, sus padres fueron don
Baltazar Carrión, abogado y
medico ecuatoriano gradua-
do en la Universidad de
Guayaquil, y su madre la
huancaína señora Dolores
García. A los ocho años que-
da huérfano por la muerte
accidental de su padre al
disparársele una escopeta,
en Huariaca. Estudió prima-
ria en la escuela municipal
de Cerro de Pasco, y tres
años en la Escuela Fiscal de
Tarma, donde concluye sus
estudios primarios, y es allí
también donde realiza sus
primeros dos años de Edu-
cación Secundaria. Luego a
los 16 años, en 1873, produc-
to de su habilidad al estudio
fue becado para estudiar en
el primer colegio nacional
Nuestra Señora de Guadalu-
pe, donde terminó la secun-
daria, entre 1873 y 1877. La
primera casa donde se alojó
fue la de su madrina en la
calle Ayacucho.
Concluidos sus estudios se-
cundarios en 1877, ingresa
en la facultad de Ciencias de
la Universidad de San Mar-
cos, en una etapa de reorga-
nización y ordenamiento de
la Educación Superior. Era
Decano de la facultad Vladi-
slao Folkierski, erudito hom-
bre de ciencia polaco, y Vice
Decano, Martín Dulanto.
Fueron sus maestros Pedro
Le Blanc (francés) de Quími-
ca; J.H.B Martinet (francés)
y Sebastián Barranca, de
Botánica y Zoología; Anto-
nio Raimondi (italiano) de
Historia Natural, Química
Analítica y Mineralogía, en-
DE GUADALUPE A SAN FERNANDO: EN
EL DIA DE LA MEDICINA
Página 4 EL ZAGUÁN DE ORO PUQUIO
“Aun no he
muerto, amigos
míos, ahora les
toca a ustedes
terminar la obra
ya comenzada,
siguiendo el
camino que les
he trazado"
2. Página 5Volumen 2 nº 10
dice “el estudiante de medi-
cina señor Carrión, que se-
gún anunciamos en días
pasados se hizo inocular el
virus de la verruga, después
de haber pasado el primer
período, en el segundo ha
sido acometido por la Fiebre
de la Oroya y se encuentra
bastante grave. Deseamos se
restablezca”. Ese mismo día
Carrión caía en estado de
coma.
Finalmente, batido por la
fiereza de la infección, falle-
ció a las 11:30 de la noche. El
6 de octubre El Comercio
publica una nota titulada
“Daniel Carrión”, donde
informa que “a causa de
haberle acometido la terrible
fiebre llamada de La Oroya,
hoy tenemos que pasar por
el dolor de comunicar que
ha muerto”.
Asimismo, explica que “en
efecto, del experimento rea-
lizado por Carrión en su
propia persona, parece de-
ducirse que la causa que
produce las verrugas es la
misma que la que origina las
fiebres de La Oroya...”.
Mientras eso ocurría, es
importante recordar el con-
texto en el que vivía el Perú,
estábamos atravesando la
ocupación chilena, y estos
invasores, se ensañaron con
mado con sus conocimien-
tos, y bastante coraje, Ca-
rrión decidió indagar en la
intimidad del enemigo, estu-
diándolo desde sus sínto-
mas.
Esto significaba que debía
entrar en contacto directo
con el agente infeccioso que
producía la enfermedad:
había que inocularse. Este
método le permitiría resol-
ver más rápidamente las
dudas que se tenían sobre la
verruga peruana y establecer
qué relación tenía con las
altas fiebres que consumían
a los obreros. Decidido a
hacerlo. El 27 de agosto de
1885, llegó hasta la sala de
Nuestra Señora de las Mer-
cedes del hospital Dos de
Mayo. Sus compañeros y el
doctor Leonardo Villar trata-
ron de disuadirle, pero fue
inútil
Dos días después, en su edi-
ción del 29 de agosto de
1885, El Comercio informa-
ba que, “el estudiante de
medicina señor Daniel Ca-
rrión, el cual tiene trabajos
adelantados sobre la enfer-
medad llamada verruga, se
ha hecho inocular la sangre
de un verrucoso para obser-
var por sí mismo los efectos
de la inoculación y resulta-
dos ulteriores de esta enfer-
medad indígena del Perú,
que tanto preocupa la aten-
ción de los hombres de cien-
cia en Europa”.
Bitácora en mano Carrión
fue un paciente y meticuloso
escribidor de su propia ago-
nía. No cedió fácilmente a
los síntomas y pudo, durante
muchos días, llevar un co-
rrecto y acucioso relato de
los efectos que la infección
producía en su cuerpo.
Tres semanas más tarde, el
17 de setiembre, el joven
estudiante percibió los pri-
meros malestares y dolores.
En los 5 días siguientes pre-
sentó fiebre, escalofríos,
malestar general y dolores
osteomusculares. Para el 26
se encontraba pálido y débil,
por lo que dejó
de tomar
apuntes sobre
los síntomas,
encargando la
tarea a sus
compañeros
más cercanos.
“Carrioncito”
había empeza-
do a ceder ante
la violencia de
la enfermedad.
El 2 de octubre su cuaderno
de apuntes señala que “hasta
hoy había creído que me
encontraba tan solo en la
invasión de la verruga, como
consecuencia de mi inocula-
ción, es decir en aquel perío-
do anemizante que precede
a la erupción; pero ahora me
encuentro firmemente per-
suadido de que estoy ataca-
do de la fiebre de que murió
nuestro amigo Orihuela: he
aquí la prueba palpable de
que la Fiebre de la Oroya y la
verruga reconocen el mismo
origen”.
El 5 de octubre el decano
“estoy atacado
de la fiebre del
que murió
nuestro amigo
Orihuela: he aquí
la prueba”
3. Página 6 EL ZAGUÁN DE ORO PUQUIO
“esa moral debía
nacer desde
peruanos nacidos
en las alturas, o en
lugares
postergados por la
capital”
gran colegio, y el legado mas
preciado que se puede dejar
a un hijo, la educación. Allí
en esa mansión del saber
peruano, se forjó el médico
provinciano disciplinado,
estudioso y responsable.
Terminó secundaria en
1968.
Poco después, y cum-
pliendo los vaticinios de
sus tíos Fernando y
Juan, y el de su Director
don Fabián Cano, quien
subiéndolo en sus brazos
cuando visitaba su casa,
y felicitándola le decía a
su madre, “este tuquito
será un gran médico”,
ingresó en 1969 a la Uni-
versidad de San Marcos a
medicina, al histórico San
Fernando, símbolo de la
escuela médica peruana:
basada en la búsqueda
científica de las dolencias,
en las causas, explicables,
repetibles y modelables.
Pero también escuela del
desprendimiento, del
amor al más necesitado,
del servicio antes que la
exhibición.
Pero en la formación de
un niño y joven no solo
está el amor y ejemplo de
sus padres, sino también,
el contexto en el que
destruir la inteligencia na-
cional. Estudiosos como
Murillo y Avendaño, recuer-
dan que en esos años Ca-
rrión estudiaba Medicina en
San Fernando:
“En esa mansión del saber
donde los nombres queridos
de Unanue y Heredia eran
reputados como ángeles
tutelares, allí en esa casa
sagrada como un tabernácu-
lo, se extremó la perfidia del
invasor, y la piqueta demole-
dora destruyó en un mo-
mento la paciente labor de
largos años, que habían
acumulado muchos y muy
valiosos elementos de estu-
dio, cual no los tenía en ese
entonces, escuela médica de
la América Latina. Los mag-
níficos laboratorios de quí-
mica y farmacia, el espléndi-
do gabinete de física, el ri-
quísimo Museo de Anatomía
Patológica, la valiosísima
colección de piezas de cera,
el bien montado Museo de
Historia Natural (que conte-
nía ejemplares que aún no
han podido reemplazarse) y
la gran biblioteca, la primera
en su género en Sud Améri-
ca, que encerraba inestima-
bles joyas y rarísimos ejem-
plares, todo, todo desapare-
ció por completo. Los instru-
mentos y los útiles fueron
destrozados, los frascos y las
piezas de cera arrojados por
las barandas del patio, los
pergaminos seculares redu-
cidos a cenizas, los libros
ruinmente negociados en las
tiendas de comestibles y el
local convertido en escom-
bros en un espantable cua-
dro de desolación y de rui-
na”.
Este contexto es importante
para destacar, el esfuerzo de
Carrión, por devolverle mo-
ral al pueblo, y esa moral,
debía nacer desde peruanos
nacidos en las alturas, o en
lugares postergados por la
capital. Carrión sabía que
entre los que decían que la
verruga y la fiebre eran co-
sas distintas, estaba un mé-
dico chileno, por ello con su
sacrificio, recuperó valentía
y sabiduría, y demostró el
triunfo de la ciencia positi-
vista peruana, “el juez supre-
mo de la verdad es el experi-
mento”. Esa gesta de amor a
la ciencia y a la patria agre-
dida estaba en el interior de
este joven provinciano.
Salvando las distancias pero
con el recorrido similar, el
niño Marco Zúñiga Gama-
rra vino becado desde Chi-
quián, por ser el mejor
alumno de la Escuela pri-
maria 378, hacia el mismo
gran Colegio Nacional Nues-
tra Señora de
Guadalupe. Fue
traído a Lima a
los 11 años, por
su padre don
Antonio Zuñiga,
quién como
maestro, sabía
de la valía de la
inteligencia, de
la primacía na-
cional de este
4. Página 7Volumen 2 nº 10
“gobernantes,
insensibles al
conocimiento y
sometidos al
capital,
destructores de
la moral alta que
Carrión dejó a
los médicos”
la provincia de Bolognesi
nuestros saludos de reco-
nocimiento a vuestros
esfuerzos y preocupación
permanente de servicio
para todos los residentes
en la capital, cuando re-
querimos alguna aten-
ción, o consulta siempre
oportuna y desinteresada.
Feliz día médicos.
Viva Daniel Alcides Ca-
rrión
Viva Chiquián
Viva el Perú.
La Pluma del Viento
Lima, 6 de octubre de
2013
El Dr. Marco Zúñiga Gamarra,
neurólogo del hospital Reba-
gliatti.
construyó su niñez, no
solo sus maestros, sino
también la vida que le
imprimió su querido Chi-
quián, el frió de las no-
ches, el rocío en las ma-
ñanas de los alfalfares, los
alimentos logrados con el
esfuerzo de sus padres, la
leche dulce de las vaqui-
tas y las abundantes fru-
tas de Huaylla-
cayán, junto a
ello están las
alegrías de las
fiestas de
agosto,
los encuentros
y cariño de los
amigos de in-
fancia, since-
ros en la amis-
tad invalorable.
Hoy cuando veo a los mé-
dicos trajinar por las ca-
lles, con banderolas y gri-
tos reclamando mejor
trato, mejor salario, sien-
to que son humillados
por gobernantes, insensi-
bles al conocimiento y
sometidos al capital, des-
tructores de la moral alta
que Carrión dejó a los
médicos, a pesar de todo
siguen sacrificándose dia-
riamente, por mejorar la
salud pública. La salud de
aquellos que no pueden
pagar el alto costo de las
clínicas privadas.
Para finalizar querido
hermano recibe en repre-
sentación de todos los
médicos de Chiquián y de
Don Antonio Zúñiga Alva, y
doña Luzmila Gamarra Cueva