El documento resume la vida y logros del médico peruano Daniel Alcides Carrión, quien se inoculó voluntariamente con la sangre de un paciente infectado con la verruga peruana para probar que era la causa de la fiebre de la Oroya, sacrificando su vida por el avance de la ciencia médica en el Perú.
Análisis de la Implementación de los Servicios Locales de Educación Pública p...
CARRION DE GUADALUPE A SAN FERNANDO: EN EL DIA DE LA MEDICINA
1. Zaguán de Oro Puquio 06.10.2013
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DE GUADALUPE A SAN FERNANDO: EN EL DIA DE LA MEDICINA
…”Aún no he muerto, amigos
míos, ahora les toca a ustedes
terminar la obra ya comenzada,
siguiendo el camino que les he
trazado", fueron las últimas
palabras que, Daniel Alcides
Carrión García, dio a sus
colegas, desde la cama N°5, de
la Sala Nuestra Señora de las
Mercedes del Hospital Dos de
Mayo, el 5 de octubre de 1885 para después morir, luego de 39 días desde
que se inoculara sangre recién extraída de un tumor verrucoso rojo, de la
paciente de 16 años Carmen Paredes, el 27 de agosto de 1885, con la ayuda
del Dr. Evaristo Chávez .
En homenaje a ese sacrificio que representaba el paradigma de la
investigación, unido a la preocupación de las enfermedades nacionales, es
que se ha designado el día de la Medicina Peruana los 5 de octubre.
Cuando murió, Carrión, el pequeño “carrioncito”,
como lo llamaban, tenía tan solo 28 años. Nació en
Cerro de Pasco, el 13 de agosto de 1857, sus padres
fueron don Baltazar Carrión, abogado y medico
ecuatoriano graduado en la Universidad de
Guayaquil, y su madre la huancaína señora Dolores
García. A los ocho años queda huérfano por la muerte
accidental de su padre al disparársele una escopeta,
en Huariaca. Estudió primaria en la escuela municipal
de Cerro de Pasco, y tres años en la Escuela Fiscal de
Tarma, donde concluye sus estudios primarios, y es
allí también donde realiza sus primeros dos años de
Educación Secundaria. Luego a los 16 años, en 1873,
producto de su habilidad al estudio fue becado para
estudiar en el primer colegio nacional Nuestra Señora de Guadalupe, donde
terminó la secundaria, entre 1873 y 1877. La primera casa donde se alojó fue
la de su madrina en la calle Ayacucho.
Concluidos sus estudios secundarios
en 1877, ingresa en la facultad de
Ciencias de la Universidad de San
Marcos, en una etapa de reorganización
y ordenamiento de la Educación
Superior. Era Decano de la facultad
Vladislao Folkierski, erudito hombre de
ciencia polaco, y Vice Decano, Martín
Dulanto. Fueron sus maestros Pedro Le
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Blanc (francés) de Química; J.H.B Martinet (francés) y Sebastián Barranca,
de Botánica y Zoología; Antonio Raimondi (italiano) de Historia Natural,
Química Analítica y Mineralogía, entre otros destacados científicos
El 12 de abril de 1880, en plena guerra del
pacífico, ingresa en la Facultad de
Medicina de la Universidad Mayor de San
Marcos donde fue un excelente alumno.
Hizo sus prácticas clínicas en los mejores
hospitales de Lima. Fue externo en el
Hospital de Santa Ana, de la Mesón de
Santé y de Lázaro de Guía, e interno de los
Hospitales San Bartolomé y Dos de Mayo
inaugurado en 1875 y considerado como
uno de los más completos y mejor
dotados de América del Sur.
Posteriormente, en 1884 empezaron sus
prácticas en clínicas, y su interés
científico lo llevó a adentrarse en el
estudio de los pacientes verrucosos. En
agosto de ese año fue designado por concurso para realizar las prácticas de
internado en el Hospital de San Bartolomé.
La Fiebre de La Oroya continuaba
matando a los obreros que construían el
tren en la región central del Perú, por lo
que Carrión decidió tomar el toro por las
astas, profundizando sus pesquisas
sobre la enfermedad.
Entre junio y julio de 1885, la Academia
Libre de Medicina convocó un concurso
sobre la etiología y la anatomía
patológica de la verruga peruana. Fue
una oportunidad que el acucioso estudiante no dejaría pasar. Armado con
sus conocimientos, y bastante coraje, Carrión decidió indagar en la
intimidad del enemigo, estudiándolo desde sus síntomas.
Esto significaba que
debía entrar en
contacto directo con el
agente infeccioso que
producía la
enfermedad: había que
inocularse. Este
método le permitiría
resolver más
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rápidamente las dudas que se tenían sobre la verruga peruana y establecer
qué relación tenía con las altas fiebres que consumían a los obreros.
Decidido a hacerlo. El 27 de agosto de 1885, llegó hasta la sala de Nuestra
Señora de las Mercedes del hospital Dos de Mayo. Sus compañeros y el
doctor Leonardo Villar trataron de disuadirle, pero fue inútil
Dos días después,
en su edición del 29
de agosto de 1885, El
Comercio informaba
que, “el estudiante
de medicina señor
Daniel Carrión, el
cual tiene trabajos
adelantados sobre la
enfermedad llamada
verruga, se ha hecho
inocular la sangre de
un verrucoso para
observar por sí
mismo los efectos de
la inoculación y
resultados ulteriores de esta enfermedad indígena del Perú, que tanto
preocupa la atención de los hombres de ciencia en Europa”.
Bitácora en mano Carrión fue un paciente y meticuloso escribidor de su
propia agonía. No cedió fácilmente a los síntomas y pudo, durante muchos
días, llevar un correcto y acucioso relato de los efectos que la infección
producía en su cuerpo.
Tres semanas más tarde, el 17 de
setiembre, el joven estudiante percibió
los primeros malestares y dolores. En los
5 días siguientes presentó fiebre,
escalofríos, malestar general y dolores
osteomusculares. Para el 26 se
encontraba pálido y débil, por lo que dejó
de tomar apuntes sobre los síntomas,
encargando la tarea a sus compañeros
más cercanos. “Carrioncito” había
empezado a ceder ante la violencia de la
enfermedad.
El 2 de octubre su cuaderno de apuntes
señala que “hasta hoy había creído que me encontraba tan solo en la
invasión de la verruga, como consecuencia de mi inoculación, es decir en
aquel período anemizante que precede a la erupción; pero ahora me
encuentro firmemente persuadido de que estoy atacado de la fiebre de que
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murió nuestro amigo Orihuela: he aquí la prueba palpable de que la Fiebre de
la Oroya y la verruga reconocen el mismo origen”.
El 5 de octubre el decano dice “el
estudiante de medicina señor Carrión, que
según anunciamos en días pasados se
hizo inocular el virus de la verruga,
después de haber pasado el primer
período, en el segundo ha sido acometido
por la Fiebre de la Oroya y se encuentra
bastante grave. Deseamos se restablezca”.
Ese mismo día Carrión caía en estado de
coma.
Finalmente, batido por la fiereza de la
infección, falleció a las 11:30 de la noche.
El 6 de octubre El Comercio publica una
nota titulada “Daniel Carrión”, donde informa que “a causa de haberle
acometido la terrible fiebre llamada de La Oroya, hoy tenemos que pasar por
el dolor de comunicar que ha muerto”.
Asimismo, explica que “en efecto, del experimento realizado por Carrión en
su propia persona, parece deducirse que la causa que produce las verrugas
es la misma que la que origina las fiebres de La Oroya...”.
Mientras eso ocurría, es importante recordar el contexto en el que vivía el
Perú, estábamos atravesando la ocupación chilena, y estos invasores, se
ensañaron con destruir la inteligencia nacional. Estudiosos como Murillo y
Avendaño, recuerdan que en esos años Carrión estudiaba Medicina en San
Fernando:
“En esa mansión del saber
donde los nombres queridos
de Unanue y Heredia eran
reputados como ángeles
tutelares, allí en esa casa
sagrada como un tabernáculo,
se extremó la perfidia del
invasor, y la piqueta
demoledora destruyó en un
momento la paciente labor de
largos años, que habían
acumulado muchos y muy valiosos elementos de estudio, cual no los tenía
en ese entonces, escuela médica de la América Latina. Los magníficos
laboratorios de química y farmacia, el espléndido gabinete de física, el
riquísimo Museo de Anatomía Patológica, la valiosísima colección de piezas
de cera, el bien montado Museo de Historia Natural (que contenía ejemplares
que aún no han podido reemplazarse) y la gran biblioteca, la primera en su
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género en Sud América, que encerraba inestimables joyas y rarísimos
ejemplares, todo, todo desapareció por completo. Los instrumentos y los
útiles fueron destrozados, los frascos y las piezas de cera arrojados por las
barandas del patio, los pergaminos seculares reducidos a cenizas, los libros
ruinmente negociados en las tiendas de comestibles y el local convertido en
escombros en un espantable cuadro de desolación y de ruina”.
Este contexto es importante
para destacar, el esfuerzo de
Carrión, por devolverle moral
al pueblo, y esa moral, debía
nacer desde peruanos
nacidos en las alturas, o en
lugares postergados por la
capital. Carrión sabía que
entre los que decían que la
verruga y la fiebre eran
cosas distintas, estaba un
médico chileno, por ello con
su sacrificio, recuperó
valentía y sabiduría, y demostró el triunfo de la ciencia positivista peruana,
“el juez supremo de la verdad es el experimento”. Esa gesta de amor a la
ciencia y a la patria agredida estaba en el interior de este joven provinciano.
Salvando las distancias pero con el
recorrido similar, el niño Marco Zúñiga
Gamarra vino becado desde Chiquián,
por ser el mejor alumno de la Escuela
primaria 378, hacia el mismo gran
Colegio Nacional Nuestra Señora de
Guadalupe. Fue traído a Lima a los 11
años, por su padre don Antonio Zuñiga,
quién como maestro, sabía de la valía de
la inteligencia, de la primacía nacional de
este gran colegio, y el legado mas
preciado que se puede dejar a un hijo, la
educación. Allí en esa mansión del saber
peruano, se forjó el médico provinciano
disciplinado, estudioso y responsable.
Terminó secundaria en 1968.
Poco después, y cumpliendo los
vaticinios de sus tíos Fernando y Juan, y
el de su Director don Fabián Cano, quien
subiéndolo en sus brazos cuando
visitaba su casa, y felicitándola le decía a su madre, “este tuquito será un
gran médico”, ingresó en 1969 a la Universidad de San Marcos a medicina, al
histórico San Fernando, símbolo de la escuela médica peruana: basada en la
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búsqueda científica de las dolencias, en las causas, explicables, repetibles y
modelables. Pero también escuela del desprendimiento, del amor al más
necesitado, del servicio antes que la exhibición.
Pero en la formación de un niño y joven no solo
está el amor y ejemplo de sus padres, sino
también, el contexto en el que construyó su
niñez, no solo sus maestros, sino también la
vida que le imprimió su querido Chiquián, el frió
de las noches, el rocío en las mañanas de los
alfalfares, los alimentos logrados con el
esfuerzo de sus padres, la leche dulce de las
vaquitas y las abundantes frutas de
Huayllacayán, junto a ello están las alegrías de
las fiestas de agosto, los encuentros y cariño
de los amigos de infancia, sinceros en la
amistad invalorable.
Hoy cuando veo a los médicos
trajinar por las calles, con
banderolas y gritos reclamando
mejor trato, mejor salario,
siento que son humillados por
gobernantes, insensibles al
conocimiento y sometidos al
capital, destructores de la moral
alta que Carrión dejó a los
médicos, a pesar de todo
siguen sacrificándose
diariamente, por mejorar la
salud pública. La salud de
aquellos que no pueden pagar
el alto costo de las clínicas privadas.
Para finalizar querido hermano recibe en representación de todos los
médicos de Chiquián y de la provincia de Bolognesi nuestros saludos de
reconocimiento a vuestros esfuerzos y preocupación permanente de servicio
para todos los residentes en la capital, cuando requerimos alguna atención,
o consulta siempre oportuna y desinteresada.
Feliz día médicos.
Viva Daniel Alcides Carrión
Viva Chiquián
Viva el Perú.
La Pluma del Viento
Lima, 6 de octubre de 2013