"Vivir al sol" - Adolfo Bioy Casares - RADAR LIBROS - Página 12
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Domingo, 10 de abril de 2016
Adolfo Bioy Casares
VIVIR AL SOL
La figura de Adolfo Bioy Casares se fue consolidando en las últimas décadas, entre los
años finales de su vida y tras la muerta de Borges, y la suya propia, como una de las
más atractivas para reconstruir el corazón de la literatura argentina del siglo XX.
Bioygrafía, de Silvia Renée Arias —quien ya se había dedicado a entrevistar y rastrear a
Bioy en crónicas y memorias, autora de Bioy en privado y Los Bioy— se propone
recrear una historia completa de Bioy Casares, desde los orígenes familiares y los
libros primerizos hasta la amistad con Borges, el despegue con La invención de Morel,
la relación con los Ocampo, el matrimonio con Silvina y una larga serie de sucesos en
la vida de alguien que se consagró de lleno a la literatura, a la imaginación y las
mujeres, sin perder el humor y la elegancia.
Por Fernando Bogado
En esa rara colección de opiniones y anécdotas en forma de ensayo que
es De las cosas maravillosas, el último libro publicado en vida de Adolfo
Bioy Casares, no sorprende que se de cierre a toda una producción
literaria con un texto que lleva por título “El humor en la literatura y en la
vida”. No es extraño, decimos, porque si hay algo de lo que se ocupó
específicamente Bioy Casares es de entretener, persuadir, conquistar al
lector como si de un contrato amoroso se tratase. En ese ensayo final,
persiste la intención de encontrar una clave a la vida, pero no como una
despedida melancólica y abrumada por la rudeza de la muerte, sino
como un chiste ligero, una expresión del wit inglés que tiene algo de
humor de salón y mucho de la sutileza de una razón bien aplicada.
Como esa broma final que recupera del anecdotario de Italo Svevo,
famoso por ser amigo de Joyce y autor de la novela La conciencia de
Zeno, quien minutos antes de su muerte pide “un último cigarrillo”, pero no como deseo final, sino como una última
gracia en relación a sus frustrados intentos de dejar el tabaco, como si al pedirlo estuviese diciendo “no te
preocupes, te juro que este es el último”. En esa anécdota de Svevo, en ese ensayo final de Bioy, en toda su obra
y en su propia vida lo que se puede descubrir, en definitiva, es el intento de vivir intensamente, no por negar los
muchos dolores y sinsabores que se van a encontrar en el camino, sino por acompañarlos con una gracia
inteligente que hace a todo un poco más ligero, un poco más amable.
Ese humor, como él mismo reconoce, no es una forma de escapar de la realidad, sino de sumergirse en ella, como
sucede con sus libros, en donde lo fantástico emerge desde el reconocimiento de la fragilidad de la realidad pero,
aún así, de su carácter insoslayable. La invención de Morel (1940), el primer libro que Bioy reconoce como propio,
no es otra cosa que una prolija disposición de todos los elementos que van a darse en su obra: el aparente escape
de lo cotidiano, el cambio de algunas cosas supuestamente “reales” que, dispuestas en otro orden, resultan
oníricas, pesadillescas, y la obsesión amorosa como motor de cambio, como punto de atracción (otro de los
ensayos de De las cosas maravillosas tiene, no por nada, el explícito título de “Las mujeres en mis libros y en mi
vida”). Las mismas características de la propia existencia de Bioy, si seguimos sus muchos intentos biográficos:
Memorias, de 1994, y Descanso de caminantes, de 2001, editado póstumamente, sus crónicas de viajes (el breve
e íntimo Unos días en el Brasil, de 1991) y sus “fragmentos” de diarios, si es que podemos llamar una obra