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Derechos de autor registrados en
2016 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado (Edición).
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
A Jesús Sacramentado por María Recién Nacida por Federico Salvador Ramón
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com
` ´, `
´
Ediciónde
María DoloresMirayGómezdeMercado
AntonioGarcíaMegía
Se recopilan aquí los artículos que, en la sección “Para un capítulo de un libro”,
publica el Padre Federico Salvador Ramón, bajo el seudónimo de Ínfimo, en la revista
mariana Esclava y Reina a lo largo de los años 1917 y 1918, que, por entonces tiene sus
talleres de impresión en la localidad de Instinción, de Almería (España).
La serie comienza en el primer número de la publicación, con una introducción
titulada “Alma Mater”, y prosigue de manera habitual, mes a mes, hasta el número 20.
Solo en los números 11, 13 y 17, falta Ínfimo a esta cita.
Sigue, pues, completo, el libro que el ilustre presbítero dio a conocer en diecisiete
entregas.
En esta edición se ha querido respetar escrupulosamente lenguaje y organización
original para no desvirtuar el mensaje trasmitido. No obstante, en aras a una mejor
comprensión del lector de hoy, se han separado párrafos para clarificar la estructura
argumentativa, introducido sangrados para diferenciar citas, anidadas frecuentemente en
el texto y con voces o pensamientos ajenos intercalados, y corregido errores tipográficos
y olvidos del cajista, interrogaciones, comillas…
Especial atención se ha prestado al uso abusivo del punto y coma, habitual en la
época, pero que hoy podría hacer confusa la interpretación correcta del párrafo. También
se han unificado diversas variantes de un mismo término o expresión en aquella
estadísticamente más relevante en el discurso. A título de ejemplo, “María recién
Nacida” “María Recién Nacida”
Los capítulos y apartados son los que aparecen en la revista, corregidos el IV,
Porta Coeli, que aparece como VI en el número 5, y renumerados correctamente a partir
del VI, que el original omite.
MaríaDoloresMirayGómezdeMercado
Antonio GarcíaMegía
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A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
11
.;
Alma Mater
INTRODUCCIÓN
Sorpresa grande causa, sin duda, la inteligencia deducir, como verdad palmaria,
que María no es suficientemente conocida, después de veinte siglos de existencia. Es
corredentora, es madre, es maestra, es causa de todas nuestras alegrías, y' sin embargo,
no es conocida de los hombres.
Y no fuera tanta nuestra extrañeza, si tal ignorancia fuera sólo patrimonio de
los enemigos de la Iglesia Católica, pero no son éstos solamente los que desconocen
a la Madre de nuestro Salvador, los mismos católicos, aunque piadosos, no tienen de
ella el conocimiento preciso para honrarla como es debido.
Se conoce a María, por lo general, entre los hijos de la Iglesia, como son
conocidas las Purísimas de Murillo, cual ricos ejemplares de belleza; pero qué pocos
son los que saben determinar los rasgos de su hermosura. Se la conoce vagamente; y
cuan escaso es el número de los que saben en qué consiste la fuerza salvadora de
María en nuestros tiempos y las virtudes principales en que la debemos fielmente
imitar, para preservarnos de los vicios modernos y regenerar nuestras extraviadas
sociedades.
No hemos de tratar ahora del conocimiento puramente intelectual de la Virgen,
pues bajo este punto de vista ni los querubines la comprenden, y por eso asombrados
exclaman ante ella:
¿Quién es ésta?
Y bien sabido es de todos, que los hombres más sabios erraron en cuanto al
conocimiento de las incomparables prerrogativas con que fue adornada nuestra excelsa
Corredentora. Sólo Dios nos la puede dar a conocer de modo exacto, pero Él fue
servido en que nosotros, movidos por el amor, procurásemos penetrar, con todo ahínco
en ese abismo de la humana santidad, sabiduría y belleza; pero son tan inexhausto y
preciosos los tesoros que encierra, que fue imposible al hombre conocerla en toda su
perfección. La mente humana por su deficiencia natural, es incapaz de conocer lo que
de algún modo alcanza la plenitud y María es gratia plena.
De otra parte, es imposible que la humana inteligencia alcance los más
delicados encantos de la gracia divina, habidos en María, cuando apenas alcanza a
vislumbrar qué sea este ser divino.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
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¿Cómo llegará o conocer el hombre los ápices de la gracia que elevan a María
hasta tocar los linderos de la divinidad? Si el humano entendimiento no llega a definir
la belleza de las más vulgares criaturas ¿cómo llegará a penetrar los encantos de la que
es toda hermosa? Si el hombre no comprende su propio espíritu, si no sabe decir de un
modo cabal cual es la esencia del más ínfimo de los seres, ¿comprenderá alguna vez a
la Reina de todas las criaturas?
Mas no siendo nuestro intento tratar ahora esta verdad, afirmamos que María
es incomprensible en el orden de la intención divina, de la ejecución, de la gloria y de
sus privilegios1
.
Nuestro empeño en este trabajo es eminentemente práctico, y por eso, más
que en el estudio especulativo de los encantos de María, hemos de ocuparnos en las
«aplicaciones que, del conocimiento y amor de las gracias y virtudes de la soberana
Reina deben hacerse a los individuos, a las familias y, en general, a las sociedades
modernas para restaurarlas en Cristo».
Por lo que toca a los individuos los estimula el muy piadoso Padre Fáber2
a la
verdadera devoción de María diciendo:
«Muchos se lamentan de no amar a Dios más; todos los buenos cristianos desean algo que
contribuya a la gloria divina, la propagación de alguna obra buena, la venida de tiempos mejores, el
triunfo de Jesucristo y de su Iglesia; aquel ha hecho todo lo que ha podido durante muchos años
para vencer un defecto particular, y no lo ha logrado».
Y refiriéndose después a la influencia de María en la familia añade:
«Este ha rogado con lágrimas la conversión de sus parientes y de sus amigos, y se extraña
de que, a pesar de sus lágrimas, sean tan pocos los que se hayan convertido a la fe; el otro se
desespera de no tener bastante devoción, o se entristece de tener que cargar con una cruz que
encuentra demasiado pesada para su debilidad; mientras que un tercero lucha en su familia con
disgustos y desgracias domésticas, que le parecen incompatibles con la obra de su salvación».
Y, por último, pregunta, ¿cuál es el remedio de que carecen?, ¿cuál es el auxilio
indicado por Dios mismo?, y él da la respuesta con estas palabras:
«Si nos atenemos a las revelaciones de los santos, lo que les falta es la verdadera
devoción a la santísima Virgen».
Y por lo que respecta a la influencia de María en las naciones, leamos lo que
el mismo apóstol inglés dice de su madre patria:
«Aquí, en Inglaterra, apenas si se predica bastante a María. La devoción que se le tiene
es exigua, pobre; está desviada de su camino por la mofa que de ella ha hecho la herejía.
Dominada por el respeto humano y por la prudencia carnal, ha querido hacer de la verdadera
María, una María tan raquítica, que los protestantes pudieran transigir con nosotros y· con
Ella»
1
Véase: Del Culto de la Inmaculada. Esta obra se vende en la administración de esta Revista.
2
En su Prefacio a la obra intitulada La Verdadera devoción a la Virgen del Beato de Grignión.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
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 No se conoce a Jesús porque a María se la tiene en olvido; millares de
almas perecen, porque María está alejada de ellas. A esta sombra indigna y miserable
es a la que nos atrevemos a dar el nombre de devoción a la santísima Virgen, y ésta
es la causa de todas las miserias, de todas las obscuridades, de todos los males, de todas
las dudas en la fe y de todo el relajamiento moral.
 ¡Oh! si María fuese más conocida, desde luego que no habría tanta frialdad
para Jesús. ¡Oh¡, si se conociese más a María, cuanto más fuerte seria nuestra fe y
cuanto más fervorosas serían nuestras Comuniones. ¡Oh!, si se conociese más a María,
cuánto más felices, cuánto más santos, cuánto menos mundanos seriamos, y con cuanta
mayor facilidad nos asemejaríamos a la imagen viva de toda santidad, nuestro Señor y
Salvador, su muy querido y divinísimo Hijo.
El desconocimiento de María en el orden práctico no puede estar más
evidentemente manifestado por el Padre Fáber.
Demasiado celoso era tan insigne religioso para dejar de señalar el remedio
de tan aciaga ignorancia. «No creo dice el fervoroso autor de Todo por Jesús,
que haya un modo más eficaz para conseguir el más perfecto conocimiento de María,
que la simple propagación de la preciosa obra La verdadera devoción a la Virgen del
Beato Grignión de Montfort».
¿Quién no alcanzara a deducir de las solas palabras que anteceden, cuanta es
la importancia que tiene la propagación del espíritu del Beato Grignión en el mundo?
Y si este espíritu se manifiesta especialmente en la obra que acabarnos de citar, ¿a
quién se le ocultará cuan to nos importa la predicación de las doctrinas allí
contenidas? Alléguese a esto que en el cuestionario de todos los Congresos Marianos,
y muy particularmente el último, se ha pedido el estudio del espíritu del Beato Grignión
y el de los medios para infundirlo en las almas, y se entenderá mejor como es la
Iglesia la que desea que tal espíritu informe las sociedades modernas.
Mas no se crea que el estudio de las doctrinas del Beato Grignión ha sido
propuesto por el Congreso de Tréveris, como uno de tantos puntos dignos de más o
menos consideración, pues en el proyecto del programa de estudios para el VI Congreso
Mariano Internacional se dicen estas palabras:
«Idea predominante del programa. I. Es necesario cooperar a la realización del programa
de Pio X  Restaurarlo todo en Jesucristo , aplicando el método del Beato de Grignión de
Montfort expresado con estas palabras: “Ut ad venial regnum Christi, adveniat regnum Mariae”, “para
que venga el reino de Jesús, ha de venir antes el reino de María”».
La idea capital del Congreso Mariano fue, el estudio de la doctrina que nos
ocupa. Y si añadimos, corno dice el Padre Nazario Pérez, S. J., fervoroso propagandista
de las doctrinas del Beato de Grignión, que en la Verdadera Devoción se inspiró nuestro
Santísimo Padre Pio X, según él mismo se complace en reconocerlo, para escribir su
sabia y devotísima encíclica Ad diem illum, donde enseña que para restaurar todas las
cosas en Cristo no hay camino más cierto y fácil que la devoción a nuestra Señora; y
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
14
que, pues, así lo quiso la divina Providencia, «no hay absolutamente más medio que
recibir a Cristo de manos de María», nos convenceremos una vez más de que la obra
del B. Grignión, tantas veces citada, es, evidentemente, un manantial en donde se bebe
la pura doctrina mariana que nos ha de llevar a Cristo para que todas las cosas sean
restauradas en Él; pues de no ser así, el Papa no hubiera acudido a ese precioso libro,
para ensenar al mundo la verdadera devoción a María Inmaculada; y mucho menos lo
declarara, moviendo a los católicos con su ejemplo a saciar en esa rica fuente la
ardiente sed de los amores marianos que abrasa a los buenos hijos de la Reina
Inmaculada.
¡Gloria a Dios!, que sí hace sentir a los hombres la necesidad que tiene de
conocer a María para bien conocer a Jesús, también lo es, que de antemano dispuso
al nuevo Moisés que había de guiarlos, haciendo prodigios con la misteriosa vara de
la sublime a la par que muy profunda y sencillísima doctrina, con la que había de ser
iluminada y fortalecida la humanidad, para conocer los vicios de esta época y las
virtudes a ellos opuestas, y llevando éstas a la práctica aprender a soportar las grandes
pesadumbres de la vida por amor de Dios y adquirir la abnegación suficiente para
apartarse de los tabernáculos de los pecadores y vivir siempre en el redil de Cristo,
formando así un solo rebaño con un solo pastor, hasta lograr hacernos una sola cosa
con Él, para de tal modo grabar su imagen en nuestras almas, que, transformándonos
en Él, hagamos cierta nuestra predestinación y vocación a la gloria.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
15
I
De cómo los hombres hemos de ser semejantes a
Cristo para salvarnos
I
El Verbo Divino imagen substancial del Eterno Padre
«El fin próximo de todo agente es comunicar la semejanza de su forma a otro
ser»3
.
Dejar grabada nuestra imagen en otros seres; he aquí la más íntima ley de
la humana naturaleza. Y si el que ha dado al hombre y a los demás agentes la facultad
de imprimir la propia imagen en otros seres, ha sido el Hacedor Supremo, ¿cómo
tendrá Él en sí mismo esta facultad?
Siendo Él agente infinito, perfectísimamente ha debido grabar su imagen en
otro que sea infinito como Él, Dios con Él, «esplendor de la gloria divina y figura
de su substancia»4
, «el candor de la luz eterna, el espejo sin mancha de la majestad
de Dios»5
.
De esta perfectísima imagen de Dios nos habla el Evangelista S. Juan,
cuando, como verdadera águila de los cielos, se remontó hasta el seno de la infinita
esencia, y, arrebatado en alas de una sabiduría toda divina, exclamó: «En el principio
era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios»6
.
Nuestra santa madre la Iglesia en el Concilio Niceno nos enseñó a decir, que
es el Verbo «el Hijo Unigénito de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos,
Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no hecho, consubstancial al Padre».
Página sublime que supera toda humana sabiduría y ante la cual reverentemente nos
postramos para adorar al Verbo de Dios, elevando al mismo tiempo en lo más íntimo
de nuestra alma el himno, jamás interrumpido, de acción de gracias a este Divino
3
Sum. 2-2 re, 123,7, 8
4
Heb.-1.
5
Sab.-7.-26.
6
S. Juan, -1.-1.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
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Verbo, porque todas las cosas por Él fueron hechas, y nada de lo que existe fue hecho
sin Él7
.
II
De cual sea la semejanza del hombre con Dios
Conviene que distingamos los conceptos de imagen y semejanza, ya que
de esos dos modos, según la sagrada Escritura, hemos recibido de Dios el sello de
nuestro divino origen.
El angélico Doctor dice a este propósito:
«El hombre es imagen de Dios según su naturaleza intelectual, por cuanto ésta
puede imitar a Dios en que Él se conoce y ama a sí mismo.
De tres modos puede considerarse la imagen de Dios en el hombre:
1. En cuanto que éste tiene aptitud natural para conocer y amar a
Dios; esta aptitud consiste en la misma naturaleza de la mente, que es común a
todos los hombres.
2. También está la imagen de Dios en el hombre en cuanto éste,
en acto o habitualmente, conoce y ama a Dios, pero imperfectamente.
3. El tercer modo de estar la imagen de Dios en el hombre es,
cuando éste en todo momento conoce y ama a Dios perfectamente, o según la
semejanza que se adquiere de Dios en la gloria. De aquí, que exponiendo
aquellas palabras del salmo cuarto, Signatum est super nos lumen vultus tui, Domine.
La glosa ordinaria distingue tres maneras de estar la imagen de Dios en el hombre,
a saber: de creación, de redención y de semejanza. La primera,  continúa el
santo Doctor, se halla en todos los hombres; la segunda o sea· la de redención
o recreación, es propia de sólo los justos; la tercera es la imagen que tienen
de Dios los bienaventurados»8
.
A poco que se reflexiona, fácilmente se comprende que la imagen de
creación, es natural y, por lo tanto, inamisible y común a todos los hombres.
III
En Cristo, como hombre, y en María está la más perfecta
semejanza de Dios, y de ellos hemos de recibirla todos los
hombres
Mas el Verbo de Dios, por la salvación de los hombres, descendió del Cielo
y se hizo carne y habitó entre nosotros9
»; porque «Dios después de hablarnos mediante
7
S. Juan, 1.-3.
8
Sum.-1.-93 -4.-c.
9
S. Juan, -1.-14.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
17
los patriarcas y profetas, quiso manifestar senos en su propio Hijo, a quien constituyó
heredero de todas las cosas10
». «Él es la imagen perfecta de Dios invisible, el
Primogénito de toda criatura11
», «en él vive corporalmente toda la plenitud de la
Divinidad12
», y en él de tal manera ha puesto Dios su propia imagen, que el Verbo
Encarnado pudo decir de sí mismo a uno de sus apóstoles: «El que me ve a mí
ve también a mi Padre13
».
Por este motivo, el mismo Dios nos ha hecho saber que en Cristo tiene todas
sus complacencias.
Y es así porque la naturaleza de Cristo, Dios y Hombre, lleva en sí natural
exigencia de ser el más perfecto de los seres; la unión hipostática eleva a Cristo a la
más íntima unión con la Divinidad, y, la más o menos estrecha unión con Dios
determina el grado de perfectibilidad de las criaturas.
Por otra parte, Él es el que tiene, por naturaleza, la plenitud de toda gracia
y verdad y por eso su gloria es como la del Unigénito del Padre, y sobre El descansó
el Espíritu del Señor al decir de Isaías.
Y para no tener que volver sobre esta razones, repitiéndolas, por lo que se
refiere a María, como la perfectísima imagen de Dios, que resplandece en pura criatura,
recordaremos que lo que se dice de Cristo por naturaleza, se dice de María por gracia;
que ella, por la unión maternal, es la más íntimamente unida a Dios, después de Cristo;
que ella es el conjunto de todas las gracias merecidas por su Hijo; y que esta perfecta
imagen, le corresponde, en fin, por razón de su oficio de Madre de Dios.
«Y lo conveniente era  dice la madre Agreda , que todos los divinos atributos
se estrenasen en ella, sin que se le negase alguno en lo que ella era capaz de
recibir· para ser sólo inferior a Cristo nuestro Señor, y superior en grados de
gracia incomparables a todo el resto de las criaturas capaces de gracia y dones».
La misma madre Agreda hace el resumen de lo anteriormente dicho, con
estas palabras:
«La primera y más admirable imagen de la mente de Dios, después de la eterna
generación, fue la de Cristo, y luego la de su Madre».
Réstanos traer a la memoria la evidente doctrina, consecuencia de lo ya dicho,
de que los hombres hallaremos toda nuestra perfección imitando a Cristo y a su
santísima Madre.
El mismo Jesús nos dice, que Él solo es el Maestro y que de su ejemplo
debemos todos aprender, desde lo ínfimo de la humildad hasta lo supremo de la caridad.
10
Heb. -1.-l.
11
Colos.-1.-15.
12
Colos.-2.-9.
13
S. Juan.-14.-9.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
18
Él invita a todos los hombres a que lo sigan, negándose a sí mismos y tomando la
cruz. Él llama a los que están atribulados y cansados.
El Apóstol decía a los romanos, que todos los predestinados habían de
conformarse a la imagen del Unigénito del Padre. Y, como si quisiera exp1icar estas
anteriores palabras, dijo a los de Éfeso:
«En la escuela de Jesucristo hemos de aprender a desnudarnos del hombre viejo
y a renovar el interior de nuestras almas, revistiéndonos del Hombre nuevo
que ha sido criado conforme a la imagen de Dios en justicia y santidad verdadera,
hasta que, como dice en otro lugar de este mismo capítulo, arribemos todos a la
unidad de la misma fe y de un mismo conocimiento del Hijo de Dios, al estado
de un varón perfecto, a la medida de la edad perfecta, según la cual Cristo se
ha de formar místicamente en nosotros».
Y para dar por terminada esta parte de los prenotandos que exige la materia
que hemos de tratar en los capítulos de este libro, recordaremos algunas frases del
Beato Grignión de Montfort, ya que toda su obra se reduce a enseñarnos el modo de
grabar en los hombres la imagen de Cristo, conformándolos a Él en el seno de María.
He aquí las palabras de nuestro vidente:
«No trabajamos, como dice el Apóstol, más que por hacer perfecto a todo
hombre en Jesucristo [...] Dios no ha puesto otro fundamento de nuestra
salvación, de nuestra perfección y de nuestra gloria que a Jesucristo».
[... ]«Si, pues, nos entregamos a la hermosa devoción hacia la Virgen Santísima
es sólo para establecer más perfectamente el amor de Jesucristo ... pues esta
devoción nos es necesaria para hallar a Jesús perfectamente».
[...] «Dios Espíritu Santo quiere formarse en Marra, y formar por ella a los
elegidos».
Imitando, pues, a Cristo y a María hallará la Humanidad la perfección que
tanto anhela, y que busca por sendas tanto más torcidas, cuanto está más apartada del
que es el camino, la verdad y la vida, y de la que es perfectísimo ejemplar de toda
belleza, porque la ha hecho grande el que es todopoderoso.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
19
Ii
El hombre caído, solo por Cristo recupera la
semejanza de Dios, y mediante la verdadera
Iglesia la conserva
I
Cristo corona los deseos de perfección del paganismo, de
los patriarcas y de los profetas
Creados los hombres a imagen y semejanza de Dios, hicieron cuanto estuvo
de parte de ellos, mediante las inteligencias más preclaras y las más firmes voluntades,
habidas en los siglos paganos, con el fin de perfeccionar, con sus facultades naturales,
la semejanza de Dios en las almas. Muchos filósofos anteriores a Cristo batieron con
ingente esfuerzo las alas de su inteligencia y de su voluntad para remontarse a la
contemplación de la Verdad suprema y a la imitación del Bien sumo, pero en vano;
extraviada la mente en la nebulosa senda de los errores paganos y hundida la voluntad
en la inmensa ciénaga de los vicios politeistas.er a imposible contemplar la verdad a
través de tanta niebla, y más dificultoso aun remontar el vuelo y verse libre de la
cenagosa charca en que la Humanidad había sumergido sus espirituales alas,
aherrojadas por las fuerzas corruptoras de la sensualidad sin freno. Impotencia que
declaraba aquel discípulo del divino Platón, que hacía hablar a Sócrates y Alcibíades
con estas palabras:
«Sócrates  En mi opinión, el mejor partido que podemos tomar es esperar con
paciencia, hasta que venga alguno a enseñarnos cómo nos hemos de portar
relativamente a los dioses y a los hombres.
Alcibíades  ¿Cuándo vendrá? ¿Y quién es ese que nos enseñará estas cosas?,
pues me parece que siento un deseo ardiente de conocer a tal personaje […].
Venga pues, y disipe cuando quiera estas tinieblas. Estoy dispuesto a hacer
cuanto él guste prescribirme, con tal que pueda llegar a ser mejor de lo que
soy».
Estas ansias del hombre anterior a Cristo eran la expresión de la esperanza
dada por Dios al hombre en el Paraíso, de un Libertador que había de luchar siempre
con Satanás.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
20
Veinte siglos lo añoraron los Patriarcas y otros tantos cantaron las excelencias
de su venida los Profetas, y las nubes por fin llovieron al justo y vino, por fin, al
mundo el Deseado de todas las gentes, y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros,
y fue la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, y fue camino, verdad
y vida, y por doquiera pasó haciendo bien, y habló palabra sobre toda sabiduría,
aquel a quien únicamente hemos de llamar Maestro sobre la tierra, que es Cristo, el
cual desea que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad,
proporcionando el entendimiento y la voluntad al infinito saber y querer, según la
imagen del que es el único perfecto mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo,
que se dio a sí mismo por la redención de todos, al decir de San Pablo.
Y así había de ser, pues hablando con palabras de Santo Tomás:
«Solo de Cristo es propio unir perfectivamente a los hombres con Dios, pues sólo
por Jesús el hombre es reconciliado con el Altísimo; porque Dios era el que
reconciliaba consigo al mundo en Jesucristo14
».
«Que murió por todos para que los que viven no vivan ya para sí, sino para
el que murió y resucitó por ellos[...] Por tanto si alguno está en Jesucristo, ya
es una criatura nueva15
».
Este es uno de los motivos, el principal sin duda, por el cual el Verbo divino
se hizo hombre, pues en cuanto al bien obrar Cristo había de mostrar senos como
modelo.
El mismo divino Maestro se nos muestra corno ejemplar impulsando a sus
apóstoles a que le imitasen: «ut quo emadmodum ego feci ita et vos faciatis». Y tan
perfecta imagen de Dios que si lo imitáramos, realizaríase en nosotros aquella sentencia
de San Agustín: «Factus est Deus homo, ut homo fieret Deus».
Y bien sabido nos es que los especialmente previstos por Dios para que fuesen
santos, fueron los predestinados para que se hiciesen conformes a la imagen de su
Hijo Jesucristo.
Él es el Salvador de todos los hombres y propiciación de los pecados de todo
el mundo, y, como dijo San Pedro a la faz de todos los hombres, fuera del nombre
de Jesús no hay que buscar la salvación en otro alguno, pues no se ha dado otro
nombre debajo del cielo, por el cual debemos salvarnos16
.
Luego Jesucristo es el ideal suspirado por la Humanidad durante cuarenta
siglos.
14
Sum. 3ª. 26-1-c.
15
Sum. 3ª. 1-2- c
16
Cor.-5. 15 y 17.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
21
II
La Iglesia continuadora de Cristo
Pero Él quiso mor ir y ascender a los cielos cuando hubo consumado todas
las obediencias que había recibido de su Eterno Padre y, sin embargo, no quiso
dejarnos huérfanos.
Él quiso que sus enseñanzas y ejemplos se perpetuasen entre los hombres,
hasta la consumación de los siglos; misión que concedió a sus discípulos, invocando
toda la fuerza de su divina autoridad con estas palabras:
«A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra».
«Id, pues, e instruid a todas las naciones en el camino de la perfección;
bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo;
enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad ciertos
que yo mismo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos17
».
Con la misma potestad divina había dicho antes el Fundador de la Iglesia a
San Pedro aquellas dulcísimas palabras:
«Bienaventurado eres Simón, hijo de Juan, porque no te ha revelado eso la
carne y sangre, ni hombre alguno, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo
te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las
puertas o poder del infierno no prevalecerán contra ella; y a ti te daré las llaves
del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra, será también atado
en los cielos, y todo lo que desatares sobre la tierra será también desatado en
los cielos18
».(6)
Esta Iglesia, fundada por Cristo, es en todo semejante a su divino Fundador,
y por eso es santa e inmaculada, columna y fundamento de la verdad, y ella es la
única arca salvadora de la humanidad, y lo mismo que fuera de Cristo no podemos
buscar otro mediador, tampoco fuera de la Iglesia Católica encontraremos la salvación,
o, lo que es lo mismo, nuestro perfeccionamiento temporal y eterno.
Consciente de la Divina misión que guarda en su seno maternal la Iglesia
Católica, única verdadera, ha dado en todos los siglos de su existencia testimonios
fehacientes de los supremos esfuerzos que ha llevado a efecto para mantener a los
hombres en la imitación de Cristo, sacrificándose siempre y dejándose sacrificar por
todos, como el Cristo, hijo de Dios vivo, para la resurrección de todos. Apenas había
exhalado Jesús el último suspiro, cuando San Pablo daba gracias a Dios porque la fe de
Cristo era celebrada por todo el mundo. San Pedro in Montorio y las Tres Fontanas
dan testimonio del modo empleado por San Pedro y San Pablo para constituir en Roma
la sede principal del mundo católico.
17
Mat. 28-18 y sig. hasta el fin.
18
Mat. 16-17, 18 y 19
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
22
Las catacumbas y el circo romano son los venerandos relicarios de los millones
de héroes cristianos, que dieron su vida por confesar la divinidad de Cristo en los tres
primeros siglos de la Iglesia; y desde entonces, jamás han faltado millares de hombres,
que, llenos de amor vehemente, se hayan consagrado, sin otra mira que la de agradar
a Dios, a sostener, defender y propagar la doctrina del Crucificado, como la única que
lleva al hombre a la verdadera civilización y a la eterna gloria.
Rico el divino Maestro en medios y en modos de ayudar a los hombres para
inducirlos amorosamente a reconocer las vías de perfección que Él había enseñado, hizo
colmenas de riquísimas mieles de santidad las catacumbas, de las que fueron reyes
admirables una pléyade de mártires, que tienen por corona a San Sebastián y por
graciosa joya a San Tarcisio; convirtió el Crucificado el circo de Roma en crisol de
héroes, en el que las ansias de vida eterna vencieron en la más cruenta lucha a los
horrores de la muerte temporal; más de tres siglos contemplaron el admirable
espectáculo de víctimas, como Santa Inés, Santa Agueda, Santa Eulalia...; los desiertos
viéronse poblados de asombrosos penitentes como los Hilariones, Antonios y Estilitas;
los monjes en apartados nidos llenaron los campos y las afueras de las ciudades con
los cánticos sagrados y fueron relicarios de la antigua ciencia y emporios del futuro
saber, acariciados con los suaves suspiros de célicas nostalgias exhalados por Benitos
y Bernardos; como nuevos jueces del pueblo de Dios, aparecieron en medio del mundo
los dos hermanos San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán, pobre, y
padre de pobres el primero, hizo arder en las naciones, desde su Porciúncula de la
Umbría, el fuego del amor que había traído Jesús al mundo; y querubín de las divinas
ciencias el segundo, fue desde Polonia el potente faro que iluminó y sirvió de guía
a los siglos medioevales, resplandeciendo con inusitados fulgores en San Vicente Ferrer
y en Santo Tomás de Aquino.
Formado por el Altísimo, a la medida de su corazón, cual otro David, surgió
el heroico capitán Ignacio de Loyola, que armado de la honda de su gigante obra, la
Compañía de Jesús, y con la piedra de su voto de obediencia al Papa, en el nombre
del Señor, lanzose con los suyos a la más ingente lucha intelectual, moral y religiosa,
que han presenciado los siglos; y, arma al brazo, y siempre vigilante, y en su puesto,
lucha hace más de tres siglos en contra de Lutero y todos sus secuaces, aguardando, a
no dudarlo, los días presentidos por Pio X, en que serán relevados de la vanguardia
de los católicos ejércitos, por los nuevos heraldos de la restauración de todas las
cosas en Cristo, y por los cuales podremos repetir en breve «El Señor ha hecho
pedazos el cetro de los impíos[…] Toda la tierra está en silencio y en paz y se huelga
y regocija».
Así, salvo mejor parecer, cuando el espíritu del Beato Grignión de Montfor
informe las sociedades, habrán encontrado el modernismo y el anarquismo su
apropiado debelador; como en San Ignacio lo tuvo Lutero y en Santo Domingo los
albigenses y en San Francisco los enamorados de las cosas terrenas y en San Bernardo
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
23
y en San Benito los desenfrenos carnales y los incendiarios de las bibliotecas antiguas,
y en los solitarios de los desiertos halló sus últimos despreciadores el mundo pagano.
Con tales armas y elementos, civilizaron los hijos de la Iglesia Católica al
mundo romano e hicieron surgir de su seno las múltiples naciones educadoras de los
Bárbaros del Norte, deteniendo los ímpetus destructores de éstos con la decrépita mano
de San León, e iluminando sus mentes, sacándolas de los errores del arrianismo,
mediante San Isidoro y San Leonardo.
Discípulos verdaderos de Cristo fueron los que opusieron sus pechos
generosos a las invasiones de la avalancha agarena en Covadonga, en Francia, en
Austria y en Lepanto; humildes servidores de Cristo fueron los descubridores y
civilizadores del Nuevo y del Novísimo Mundo, y en toda la edad moderna, hasta
nuestros días, se ha venido sosteniendo titánica lucha entre los hijos del catolicismo
y los fautores del protestantismo, para que en el corazón de las naciones aliente el
verdadero espíritu de la caridad cristiana y no las falsas y engañadoras doctrinas de la
soberbia protestante.
Y para conseguir este fin, la Iglesia verdadera, continuadora de la obra de
Cristo, en el mundo, ora sufre los horribles tormentos del tiempo de las persecuciones,
ora se lanza a los campos de batalla, ora sufre los más violentos despojos, ora tolera los
más amargos desprecios, y siempre, en fin, abrazada a la cruz y en pos de Cristo,
perfecta imitadora de él, lo mismo vive en Belén que en Nazaret que en el Cenáculo,
y donde quiera y como quiera, ya entre las glorias de la entrada en Jerusalén, ya entre
las ignominias del Calvario, siempre clama como Jesús diciendo «SITIO», porque cuanto
sufre parécele siempre escaso y cuanto beneficia lo tiene en poco.
Y así la Iglesia ha llevado, y llevará, el nombre de Cristo a través de todos
los tiempos y de todos los países, enseñando a los hombres las doctrinas del que es
único Salvador y Maestro de la humanidad prevaricadora.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
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25
IIi
Jesús Sacramentado modelo y guía de las
sociedades modernas
I
Jesucristo modelo de los hombres bajo distintos aspectos
No siempre las luchas son iguales en la Iglesia, porque no siempre son las
mismas las enfermedades sociales y, por ende, no han de ser idénticos. los modos
empleados por Cristo para destruir los errores y vicios que la impiedad enseña; aunque
siempre persevera el tener que asemejarse a Jesús, para acreditar que se vive según
Dios. El mismo Cristo no quiso manifestársenos siempre de la misma forma para
atraernos hacia Él y servirnos de modelo.
En las catacumbas y en los primeros siglos de la Iglesia se muestra como
Divino Pastor y como Maestro de los apóstoles, que le escuchan absortos. Más tarde
el crucificado es el objeto de todas las miradas, y la Cruz redentora corona todas las
maravillas humanas, sirve de guía en las más legendarias empresas e impulsa a realizar
gigantes epopeyas a los hombres, que forjan sus almas en el fuego de la Pasión de
Cristo; otro día alboreó, en el luminoso horizonte de la Iglesia, la imagen de Jesús,
mostrando a los hombres los divinos y amorosos incendios de su Corazón Sacratísimo,
y el Corazón que tanto ha amado a los hombres salió del Sagrario radiante de luz y
de hermosura para mostrarnos que allí estaba para nosotros el modelo especial que
debíamos seguir; y hace ya siglos que nos llamó Jesús de un modo especial al Sagrario,
mediante la Beata Margarita María de Alacoque, y hoy es ya tan manifiesto su querer,
que no habrá católico que dude que Jesús Sacramentado es centro de la vida social,
no sólo porque es Sacramento de vida, sí que también como modelo que imitar e
imán que nos ha de atraer para conducirnos a la victoria en la terrible lucha que tienen
empeñada contra Él las potestades del averno en estos tiempos de suprema indiferencia.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
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26
II
La Eucaristía centro de la vida espiritual en todo tiempo
No querernos decir con lo anteriormente expuesto que Jesús en su vida
eucarística no haya sido honrado en todo tiempo por la Iglesia; lejos de nosotros tamaña
impiedad. La naciente Iglesia se reunía en las Catacumbas, continuadoras del Cenáculo,
para estrechar más los lazos de la misma fe, del mismo espíritu y del mismo amor a
Jesucristo, recibiendo a Este real, verdadera y substancialmente presente en el
Santísimo Sacramento del Altar.
Los mártires que salían de aquellos subterráneos con el alma enrojecida por el
fuego del amor divino, que aspiraban en la Sagrada Comunión, eran delante de los
tiranos y de los verdugos, en las cárceles y en el anfiteatro verdaderas maravillas de
valor cristiano, que se imponía a las más sanguinarias fieras, que anonadaba a los
emperadores, que hacían blando el acero, que dejaba sin acción las hogueras y que
siempre daba fortaleza a los Cristiferos para dar su vida heroicamente, antes que
apartarse del amor fiel a Jesús Sacramentado.
Y cuando la Iglesia triunfó del mundo pagano a costa de propios sacrificios, en
los que tantas veces la sangre de sus hijos era el precio del triunfo a la cabeza de ella,
como Divino Fundador, se levantó Jesús Sacramentado.
Y en las terribles luchas sostenidas después en contra de los hijos de Mahoma,
los combatientes cristianos, robustecidos con el Pan bajado del Cielo, lanzábanse a
los combates y admiraron al mundo en las tantas veces repetidas victorias de las Navas
y Lepanto, y en aquellos aguerridos tiempos de la edad media no faltaron a la Iglesia
santos y sabios, a cuya cabeza figura, sin duda, el Doctor Angélico, que legaron al
mundo sublimes monumentos eucarísticos, como el Oficio del Santísimo Sacramento,
que es verdadera sorpresa, por lo admirable, para el mismo humano ingenio que lo ha
trazado.
III
Jesús Sacramentado modelo peculiar de las almas de
nuestros tiempos
Mas, si bien es verdad, que jamás han faltado verdaderos amantes de Jesús
Sacramentado desde San Tarsicio, niño mártir del amor a la Eucaristía, hasta Sta.
Catalina de Sena y Sta. Teresa de Jesús, también lo es que muchos santos, tan
puros como San Luis Gonzaga, empleaban media semana en prepararse para comulgar y
otra media en dar gracias por haber comulgado; y los mismos fundadores de Ordenes
y Congregaciones Religiosas no preceptuaron 1a comunión diaria, con lo que bien a
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
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27
las claras se manifiesta que el respeto más profundo al Augusto Sacramento del
Altar se imponía, como nota característica, en la Iglesia.
A este respeto, que conservaba a Jesús Sacramentado adorado y reverenciado
en todos los sagrarios del mundo, ha seguido un espíritu de ardentísimo amor que no se
satisface con tener a Jesús en el Copón y lo manifiesta a toda hora en la Custodia,
porque el amante desea contemplar sin tregua al objeto de sus amores, y ni con mirarlo
incesantemente se siente satisfecho. Quiere más, porque el amante aspira a unirse del
modo más íntimo con el amado hasta hacerse una sola cosa con él, si fuera posible,
transformándose en él del modo más perfecto. Unión y transformación que se verifica
con Jesús del modo más consumado en esta vida, cuando se recibe la Sagrada
Comunión, por la que el hombre hospeda en sí a Cristo, comiendo la carne y bebiendo
la sangre de Él y viviendo de la vida de Él mismo, hasta el punto que, si nosotros con
verdadero amor lo recibimos, podemos decir con San Pablo: «La vida que yo vivo
no es vida mía, es vida de Cristo que vive en mí».
Y porque esta nota es característica de nuestros tiempos, jamás, como ahora,
se practicó el culto y unión con Jesús Sacramentado, como si con esta práctica quisiera
enseñarnos la Iglesia, que, según la vida eucarística, quiere que el mundo sea restaurado
en Cristo.
Todo en la Iglesia respira hoy espíritu eucarístico, desde lo más perfecto hasta
lo más ordinario de la vida piadosa.
Las congregaciones religiosas creadas con el capitalísimo fin de salvar las
almas honrando a Jesús Sacramentado, coronadas por la incesante labor de los
congresos Eucarísticos y por las paternales instancias del eucarístico Papa Pío X para
acercar el mundo católico en torno de la Custodia y llevarlo a la Comunión diaria, son
testimonios más que suficientes para convencernos de tan consoladora verdad.
Sin temor de equivocarnos podemos decir que el siglo pasado forjó en sus
entrañas los riquísimos materiales que habían de dar en estos tiempos, como ejemplar
y medicina, a Jesús Sacramentado. ·
Fundáronse en Roma, y extendiéronse después por todo el mundo, las
congregaciones eucarísticas: la Adoración Perpetua y la Adoración Nocturna. En la
primera década del siglo XIX, empezose a infundir en las almas un espíritu tal de amor
al Divino Rey de la Eucaristía, que personificándose en el bienaventurado Padre Pedro
Julián Eyrnard, hizo surgir la Congregación del Santísimo Sacramento para hombres
y la de Esclavas del Santísimo Sacramento para señoras, en la que no cupo poca parte
al otro también bienaventurado, Juan B. Vianney, párroco de Ars.
De tan hermoso árbol brotaron las ligas eucarísticas y la Confraternidad de
Sacerdotes Adoradores del Santísimo Sacramento para estimular a la Comunión
diaria. De estas raíces brotaron llenas de lozanía la Congregación de María Reparadora,
fundada al mediar el pasado siglo, las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, nacidas
en Sevilla en el último tercio de la misma centuria, las Adoratrices, los Sacerdotes
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
28
Reparadores del Sagrado Corazón de Jesús y tantas otras fraguadas en los pechos
caldeados por el amor eucarístico, que son pruebas más que suficientes de nuestro
aserto.
Por lo que podemos concluir que la Iglesia Católica vive y exhala por doquiera
espíritu de Cristo, pero cómo se manifiesta en el Augusto Sacramento del Altar.
Para concluir este asunto, por lo que hace a nuestro propósito, bástanos decir
que el siglo del triunfo de la Inmaculada en el dogma preparaba con divina sabiduría
el siglo del triunfo de la Inmaculada en las costumbres, y éste había de ser el siglo de
la Eucaristía, porque hasta tanto que la fe y las costumbres no se rehabiliten, según los
fundamentos del dogma de la Concepción Inmaculada, no estarán las almas
verdaderamente dispuestas para ser fieles soldados del Rey de la Eucaristía.
IV
Vida gloriosa del siglo XX
Siglo venturoso, siglo de eterna gloria y bienandanza, sí. Como es de esperar,
cae de hinojos ante el Rey, Sacramentado por amor de todo el mundo.
Es el triunfo segundo de Jesucristo sobre las almas. Antes reinó desde la Cruz,
regnavit a ligno Deus, hoy, desde la Custodia, desde el Copón, desde el Sagrario.
Y este segundo reinado de Jesús sobre la Humanidad será gloriosísimo, pues el
hombre alcanzará la mayor perfección posible con el trato constante e íntimo de Jesús
Sacramentado, y, sobre todo, con la Comunión frecuente, pues en la vida de Cristo y
la de los que comulgan dignamente, en cuanto puede ser, son una misma vida; Cristo y
el que lo recibe permanecen el uno en el otro, y así corno Jesús vive de la vida de su
Eterno Padre, así también el que comulga vive por Cristo. De donde fácilmente se
deduce que el modo más acertado para imprimir en nosotros la imagen de Jesús es la
sagrada Comunión. Y por ser así, nos enseña el mismo Jesús, que, si no comemos su
carne y bebemos su sangre no habrá en nosotros la vida de la gracia que Él nos vino a
traer con toda abundancia y sin la cual no alcanzaremos la vida eterna.
Por este motivo, los niños, en el acto de ser bautizados, cuando no tienen
uso de razón reciben la Sagrada Eucaristía en la intención o deseo de la Iglesia, y
los adultos, o mejor dicho, todos los que tienen uso de razón, inmediatamente después
del santo bautismo reciben sacramentalmente el Cuerpo y Sangre de Cristo, prenda
segura de la futura gloria.
Venturoso siglo XX, si en él, como firmemente creemos, se realiza la
conversión de las naciones a Cristo, sellando estas gloriosas alianzas con la Hostia de
salud que abre las puertas del cielo. Bienaventurado siglo en el que los hombres serán
alimentados con el pan de la vida. Y de la inteligencia, con el Pan vivo que han bajado
del Cielo, con el Pan de los ángeles; y al juntarse para comer los hombres todos en la
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
29
misma mesa, serán iguales, y por ser la mesa del mismo Padre, serán hermanos, y por
ser todos ajenos al viejo fermento de la malicia y a las ligaduras del pecado, gozarán
de la libertad sublime de los hijos de Dios. Rendidos todos entonces para ofrecer al
Dios eterno de 1a caridad la purísima oblación del Cuerpo y Sangre del Divino Verbo
Humano, será el mundo todo un redil de un solo rebano con un solo Pastor.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
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31
IV
Porta Coeli
I
Por Maria a Jesús
Nuestro soberano Rey quiere que lo sigamos; pero si como dice San Mateo
con un acento de admiración, extraño en las Sagradas Escrituras, «!Oh, qué angosta
es la puerta y cuan estrecha la senda que conduce a la vida eterna! ¡Y qué pocos los
que atinan con ella!», gran misericordia es del Señor habernos dejado un guía experto
y amante, que nos haga suave el yugo de Él y ligera la carga que nos impone con
sus preceptos.
Y así debe ser, pues si el fin de todo el orden de la santidad es caminar en pos
de Cristo, llevando nuestra cruz, en extremo nos es conveniente un medio que nos
estimule y fortalezca para perseverar hasta el fin en esta vida de amargura; y si cuanto
más pronto y más perfectamente lleguemos a Jesucristo, mayor será nuestro mérito y
gloria, mucho nos importa poner ese medio que nos ayude para conseguir tan necesario
y excelso fin.
¿Y podríamos acaso hallar otra mano más hábil, blanda y poderosa que la
suavísima de nuestra misericordiosa Madre, la Inmaculada Madre de Dios?
¡Imposible! Y tan plenamente convencidas de esta verdad se hallan las almas de
los santos y sabios católicos de todos los tiempos, que ha venido a ser consagrado,
como principio evidente, el que se expresa en estas dulcísimas palabras: Por María a
Jesús.
Y para que inmediatamente entremos en materia, sigamos como expone esta
consoladora doctrina el amadísimo Beato Grignión de Montfort, que, con su habitual
sencillez, hablando de cómo es María el medio más adecuado para ir a Jesús, dice:
«Siendo el medio seguro, y el camino recto e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarlo
perfectamente, por Ella deben buscarlo las almas que deban resplandecer en santidad.
Quien halle a María, alcanzará la vida, es decir a Jesucristo, que es el camino,
la verdad y la vida. El mismo bienaventurado encarece la necesidad que tenemos de
acudir a María para llegar a Jesucristo, con estas palabras:
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
32
«Es preciso convenir en que siendo la Santísima Virgen necesaria a Dios, con
una necesidad que se llama hipotética, esto es, con una necesidad que es
consiguiente a los planes y voluntad de Dios, es mucho más necesaria a los
hombres, para que estos lleguen a conseguir su último fin. No debe, pues,
confundirse la devoción a la Santísima Virgen con las devociones a los demás
santos, como si no fuese más necesaria que las demás devociones y se tratase
de una supererogación, y no de una necesidad».
Y en otro lugar dice:
«Excediéndose a sí mismo San Agustín afirma que para que todos los predestinados
se asemejen a la imagen del Hijo de Dios, están en este mundo ocultos en el
seno de la Santísima Virgen, en donde esta buena Madre los guarda, alimenta,
conserva y desarrolla hasta tanto que los da a luz en la gloria.»
Y para más expresar la íntima relación que hay entre Jesucristo y los
predestinados en el seno de María, dice, en otra parte:
«El Espíritu Santo que no produce otra Persona Divina, se ha hecho fecundo por
María con quien se ha desposado. Con Ella, en Ella y de Ella ha producido su
obra maestra, que es un Dios hecho Hombre; y produce todos los días, y
producirá hasta el fin del mundo los predestinados, que son los miembros del
cuerpo de esa cabeza adorable; por eso, cuanto más encuentra a María, su
cara e indisoluble Esposa, en un alma, tanto más deseoso y decidido se muestra
a producir a Jesucristo en esa alma, y a esa alma en Jesucristo».
Y para que entendamos bien que vivir en María es prenda de gracias de santidad
extraordinaria, añade:
«Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la encuentra en el alma, vuela allí, entra
en ella de lleno y se comunica abundantemente con esa alma; y una de las
grandes razones por las cuales el Espíritu Santo no hace ahora maravillas
asombrosas en las almas, es, porque no encuentra en ellas una unión bastante
grande con su fiel e indisoluble Esposa, María».
Concluiremos, por último, haciendo notar con el mismo autor, que en el seno
de María se adquiere la semejanza de Dios, no sólo más pronta y perfectamente, sí
que también con más facilidad. He aquí las hermosas palabras del bienaventurado:
«Observad, si os place, que digo que los santos se amoldan a María. Hay una gran
diferencia entre construir una figura en relieve a golpe de martillo y de cincel,
y hacerla por medio de molde; los escultores y estatuarios trabajan mucho en
construir figuras del primer modo y emplean mucho tiempo, pero de la segunda
manera trabajan poco y hacen mucho en corto tiempo. San Agustín llama a la
Virgen forma Dei, el molde de Dios  Si formam Dei te appellem, digna existis ,
el molde propio para formar y modelar santos. El que es echado en este molde
divino, bien pronto es formado y modelado en Jesucristo y Jesucristo en él, a
poca costa y en poco tiempo llegará a ser semejante a Dios, toda vez que ha
sido echado en el mismo molde en que se formó un Dios hecho Hombre.»
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
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33
No hay para qué insistir más en este asunto, que, aunque sea de tanta
importancia, es tan evidente en la Teología Católica y tan consolador a los hijos
amantes de la Iglesia, por excelencia Mariana, como terrible para aquellos que no dan
a la Virgen Inmaculada Madre de Cristo, el lugar que Dios le ha señalado en el camino
de la salvación de las almas, y por este motivo al Beato de Grignon le basta saber la
estima que las almas hacen de la Santísima Virgen, para colocarlas entre las que
tienen la semejanza de Dios o la de Satanás.
«La señal más infalible, dice, y más indudable para distinguir un hereje, un
hombre de mala doctrina, un réprobo, de un predestinado, está, en que tanto el
hereje como el réprobo no tienen sino menosprecio o indiferencia para con la
Santísima Virgen, cuyo culto y amor tratan de amenguar por medio de sus
palabras y ejemplo, ora abierta ora ocultamente, y a veces con pretextos
ingeniosos. Por eso ha dicho Dios Padre a María que no habitase en ellos porque
son falsos como Esaú».
No cabe duda, pues, el que se forma en el seno amoroso de María es el que
más ama a Cristo y en el que Cristo vive con mayor plenitud, pues como el mismo
bienaventurado enseña:
«Si la devoción a María es necesaria a todos los hombres, simplemente para
alcanzar la salvación, es aún, más necesaria a los que son llamados a una
perfección particular; y no creo que una persona pueda adquirir una unión íntima
con Nuestro Señor y una fidelidad perfecta al Espíritu Santo, sin una unión
grandísima con la Santísima Virgen y una gran dependencia de su socorro».
Y con esto damos por terminado este asunto, convencidos de que para ir a
Jesús tenemos que ir guiados por la mano cariñosa de la singular criatura que Dios
formó para que fuera Madre suya y Madre nuestra.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
35
V
María Inmaculada
I
Modelo y guía de las sociedades modernas
Cuanto hasta aquí hemos dicho en esta sección, la más amada y característica
de nuestra Revista, siquiera sea la más humilde, ha sido como preámbulo a lo que desde
ahora pensamos decir con la ayuda soberana de nuestra Reina, la Divina Infantita.
Que Jesús, nuestro único Salvador, es el modelo que hemos de imitar para
santificarnos, y que Él ha querido valerse de María, su Madre, para que mejor nos
conformemos con Él, son verdades evidentes, pero también hemos demostrado que
Jesús quiere manifestársenos y, de un modo especial, ser honrado en nuestros días en
su vida eucarística.
Y ahora, para empezar a concretar cómo quiere Dios que María sea especial
mente conocida y amada en estos tiempos para llevarnos a Jesús Sacramentado,
demostraremos una proposición, ya demostrada en la obrita Del culto de la Inmaculada,
de la que entresacaremos lo que nos parezca más conducente a nuestro fin, y la cual
expresaremos en estos términos: «El culto de María Inmaculada es característico de
nuestros tiempos».
¿Quién no verá una providencia admirable en no haber sido declarado dogma
la Concepción Inmaculada de María hasta la mitad del siglo pasado, e indicio bastante
para indicarnos que hasta esta época no ha querido Dios que María sea especialmente
honrada por tal concepto? Y esta sencillísima consideración, ¿no sería bastante a
demostrar la verdad de nuestro aserto?
Dios ha reservado para nuestros tiempos la definición de este dogma de la
Concepción Inmaculada porque Él ha querido que María, honrada por este privilegio
principalmente, sea la salvadora de la Iglesia. Y como nadie puede ser en esto
testimonio más autorizado que el amadísimo Pío IX, leamos sus palabras:
«Nuestro corazón se llena de gozo, y nuestra lengua de júbilo, y damos y daremos
siempre las más humildes y altas gracias a Nuestro Señor Jesucristo, porque se ha
dignado por especial beneficio concedernos, no mereciéndolo, decretar y ofrecer
esta honra, gloria y alabanza a su Santísima Madre.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
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Y alimentamos una esperanza certísima y la mayor confianza de que esta Virgen,
que toda hermosa e Inmaculada pisó la cabeza venenosa de la cruel serpiente y
trajo la salud al mundo […], se digne prestar su eficaz patrocinio para que la santa
madre Iglesia Católica, removidas todas la dificultades y desbaratados todos los
errores, se robustezca más y más cada día en todas las naciones y lugares, y
florezca y reine del uno al otro mar y desde el principio hasta los confines del
orbe, y se goce de completa paz, tranquilidad y libertad […], y para que todos
los que yerran, apartada la ofuscación de la mente, vuelvan al sendero de la
verdad y de la justicia y haya un solo redil y un solo Pastor»(l).
Y esta esperanza vive todavía en el seno de la Iglesia tanto más sonriente y
halagadora, cuanto que el amabilísimo Pío X afirma que ya empezó a realizarse y que
no tardará en ser manifiesto a todos el triunfo universal de la Iglesia mediante la
Inmaculada:
«Mas no queremos callar que este nuestro deseo (de que la Inmaculada sea
honrada por modo extraordinario en el quincuagésimo aniversario de la
definición), se haya estimulado por cierto secreto presentimiento de Nuestra alma,
de que se cumplirán en un porvenir no lejano las esperanzas, de ningún modo
temerarias, que hizo concebir a Nuestro predecesor Pío IX y a todo el Episcopado
del mundo la solemne definición del dogma de la Concepción Inmaculada de
María».
Muchos hay, a decir verdad, que se lamentan de que hasta hoy no se hayan
cumplido sus esperanzas, y que una y otra vez repiten estas palabras de Jeremías:
«Aguardando estamos la paz y este bien no viene; y que llegue el tiempo de nuestro
remedio y sólo vemos terror».
¿Quién habrá que no reprenda por hombres de poca fe a los que tal dicen y
no ponen el pensamiento en conocer las obras de Dios, o en considerarlas a su verdadera
luz?
Y, en efecto, ¿quién podría enumerar los secretos dones de gracia que, por
intercesión de la Virgen, durante todo este tiempo, ha derramado Dios sobre su Iglesia?
Y aun cuando se omita la cuenta de estos dones, ¿qué no habrá que decir
del Concilio Vaticano con tanta oportunidad reunido o de la infalibilidad pontificia,
proclamada tan a punto contra los errores que iban a levantar cabeza, o, finalmente,
del nuevo y nunca visto fervor de piedad con que los fieles de toda clase y de toda
nación acuden en persona a venerar al Vicario de Jesucristo?
¿Y acaso no aparece admirable la providencia de Dios en dos de nuestros
predecesores, a saber, Pío IX y León XIII, que en tiempos turbulentísimos rigieron
santamente la Iglesia con longevidad de Pontificado a nadie antes que a ellos otorgada?
Añádase que apenas proclamado por Pío IX como dogma de fe católica que
María fue preservada de toda mancha original, en tierra de Lourdes comenzó la Virgen
misma sus apariciones maravillosas en memoria de las cuales, con magnífico y
grandioso esfuerzo de la piedad, se edificaron dos templos a la Inmaculada, donde los
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
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37
prodigios que diariamente se obran por intercesión de la Divina Madre, son espléndidos
argumentos contra la incredulidad de la época presente.
Tantos y tan grandes beneficios concedidos por Dios, mediante la
bienhechora intercesión de la Virgen en estos cincuenta años que pronto van a
cumplirse, ¿por qué no han de convencernos de que la hora de nuestra salud está más
cercana de cuanto hasta aquí creíamos?
Tanto más, cuanto mejor sabernos, por experiencia, que la Providencia divina
nunca pone el extremo del mal lejos del remedio. «Próximo a llegar está su tiempo y
sus días no son remotos. Porque el Señor tendrá compasión de Jacob y todavía
escogerá alguno de Israel», de suerte que abrigamos la esperanza de que también
nosotros podremos repetir en breve, «El Señor ha hecho pedazos el cetro de los impíos
[...], toda la tierra está en silencio y en paz, y se huelga y regocija […]»
«Mas, la razón principalísima, Venerables Hermanos, de que el quincuagésimo
aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada debe excitar un
singular fervor en el ánimo cristiano consiste para Nos, en lo que ya dijimos en
Nuestra primera carta Encíclica, conviene a saber en la restauración de todas las
cosas en Cristo. Porque, ¿quién no verá que no hay camino más seguro y
expedito que María para llegar a Cristo y unirse a Él y obtener por su medio
la perfecta adopción de hijos, de manera que seamos santos e inmaculados a
los ojos de Dios»
Luego no cabe duda, el culto dado a María, considerada especialmente como
Inmaculada, es característico de nuestros tiempos.
Con este evidente sentir de la Iglesia no puede menos que estar conforme el
del Beato de Grignon de Montfort, ya que éste, según se desprende de las mismas
enseñanzas y prácticas de la Iglesia, es el que nos manifiesta, cómo ha de ser María
honrada en estos tiempos.
Y en efecto es así. Oigamos al P. Faber que hablando del gran vidente de los
triunfos de la Inmaculada, dice:
«Se adelanta cual otro Vicente Ferrer, y, como si se hallase en los días próximos
al juicio final, proclama que de parte de Dios trae el mensaje auténtico de un
honor mayor, de un conocimiento más extenso y de un amor más ardiente por
María, así como también la íntima relación que tendrá Ella con el segundo
advenimiento de su Hijo».
Que el Beato de Grignión habla de María por el hecho de ser Inmaculada,
nadie lo podrá dudar, porque semejantes afirmaciones no podrían hacerse por razón de
ser María Madre de Dios, pues bajo este respecto, no era posible conocerla más ni
honrarla más.
A la Madre de Dios sólo se la podía conocer mejor cuando un decreto
dogmático diera por verdad cierta y universal a la Iglesia, que aquella había sido
concebida en gracia y, entonces, por esta nueva prerrogativa, así conocida de todos, se
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
38
ampliaba el conocimiento de la santidad extraordinaria de María hasta el primer
instante de su ser Inmaculado y en los hombres aumentaba también este conocimiento
de María, porque tal verdad les sería conocida con la seguridad de la fe que supera
a toda certeza y todos estarían obligados a creer esta verdad, como, por dicha nuestra,
acontece desde el año cincuenta y cuatro de1 siglo XIX.
Y siendo reconocida más extensa santidad en la vida de María, se sigue
inmediatamente el honor mayor, pues sabido es que éste se debe a la santidad, y
ahora se lo tributamos como nunca a María, en el instante mismo de ser concebida,
y a ello están obligados todos los católicos.
Y si crece el conocimiento, teniendo a María por más santa, por el hecho de
haber sido desde el primer instante de su ser Inmaculada, cierto es que también debe
ser amada con amor más ardiente y, por este mismo concepto, servida con mayor
perfección.
He aquí las palabras textuales, según se leen en la vigésima segunda edición
de La Vraie Devotion:
«No ha sido aun suficientemente alabada, exaltada, honrada, amada y servida
María. Merece todavía más alabanzas, respeto, amor y servicios.
Y tenemos que decir con el Espíritu Santo: Omnis gloria ejus Filiae Regis ab intus.
Toda la gloria de la Hija del Rey está en el interior, como si toda la gloria
exterior que le dan a porfía el cielo y la tierra no fuese nada, en comparación
de la que interiormente recibe del Criador, y que no es conocida por las
pequeñas criaturas, que no pueden penetrar el secreto de los secretos del Rey».
En otro lugar dice nuestro Vidente:
«Dios quiere descubrir y manifestar a María como la más perfecta obra de sus
manos, en estos últimos tiempos […] Es menester, pues, que María sea más
conocida que nunca para mayor conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad».
Luego María ha de ser en estos tiempos honrada especialmente como
Inmaculada.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
39
vI
María Inmaculada (continuación)
I
María debe ser honrada, especialmente en nuestros
tiempos, en el periodo de su vida anterior a la maternidad
Después de haber demostrado en el número anterior que María Inmaculada
es modelo y guía de las sociedades modernas, tócanos estudiar ahora, a cual periodo
de la vida de María corresponden especialmente las manifestaciones de sus gracias por
ser Inmaculada, pues, si no se concreta el modelo que hemos de seguir, mal podrá ser
perfectamente imitado.
Advertimos, antes de probar la tesis que nos proponemos, que el ser María
Inmaculada puede entenderse de tres maneras:
1. En cuanto al acto de recibir este privilegio.
2. En cuanto que en este acto comienza el estado dispositivo para la Divina
Maternidad.
3. Como principio de la santidad que resplandeció en María toda su vida.
En el primer concepto María debe ser honrada en el primer instante de su
existencia; en el segundo desde su Concepción hasta la Encarnación y en el tercero, en
cualquier edad y circunstancia de su vida.
Esto presupuesto, demostraremos que «La singularísima santidad de la
Concepción Inmaculada de María se manifiesta principalmente en el periodo de tiempo
comprendido desde el primer instante de su ser hasta la Encarnación del Divino
Verbo».
Santo Tomás confirma nuestra tesis de una manera irrefutable:
«En la Bienaventurada Virgen hay triple perfección de gracia; la primera, que
es como dispositiva, por la que se hace idónea para ser Madre de Cristo; la segunda
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
40
perfección de gracia que hubo en María fue efecto de la presencia del Hijo de Dios
Encarnado en su seno, y la tercera es la perfección del fin que tiene en la gloria19
».
Evidentemente la gracia primera o dispositiva. empieza en la primera
santificación de María y termina con la presencia del Verbo Divino en el seno de
su Madre. Luego nuestra proposición es cierta.
El hecho mismo de que al tratar de la santidad de María todos los teólogos
distingan la primera y la segunda santificación, entendiendo por la primera la que recibió
en el instante primero de ser santificada, y por la segunda, la que recibió en la
Encarnación, es palmaria confirmación de nuestro aserto.
Y evidentemente es así, pues si un ser está sujeto a órdenes distintos es
racional, que cese el uno cuando empieza el otro. Es así que en la Santísima Virgen
hay tres órdenes, el de la ejecución, el de la intención y el de la gloria, luego donde
empieza el segundo debe terminar el primero. El orden de la intención empieza con la
Maternidad, luego aquí acaba, estrictamente hablando, el de la ejecución, que empieza
en el primer instante del ser de María.
Y para que no sirva de dificultad a nuestro, aserto la afirmación de que
María siempre fue Inmaculada y, por lo tanto, que siempre permaneció en Ella esta
perfección, decimos, que así es en efecto; pero que, sin dejar de ser Inmaculada,
recibió perfección de gracia distinta, o como cierta consumación de aquella gracia que
era dispositiva de la Divina Maternidad, pues, como dice Suárez, la segunda
santificación o de presencia es respecto de la primera, «Sicut forma perfectior est
suis proprietatibus et perfectionibus»20
.
Y así, en cuanto que tiene la santificación primera todos los elementos de
santidad que había de perfeccionar la santificación segunda, se dice que la primera
está en la segunda. Como también se dice que la segunda está en la primera por ser
causa o motivo de ella; pues, al decir del Eximio, la segunda santificación, en un
sentido amplio, abraza todo el tiempo de la vida de María. «Sed nos latius secundam
santificationem vocamus totum tempus vitae»21
.
Luego la santidad que recibió María en el primer instante de su ser se
manifiesta en sentido estricto en el periodo de tiempo ya dicho.
Además, todos los teólogos reconocen singularísima gracia en la Santísima
Virgen en cualquier periodo de su vida, por lo tanto, debe haber en cualquiera de ellos
motivos particularísimos y especiales que la den esa singularidad.
¿Y cuál será la nota característica de tal singularidad en el periodo de la vida
de la Santísima Virgen anterior a su Maternidad Divina?
19
3. 37. 5.
20
2.ª In 3.ª q. 27, disp. 3.A
21
2º in 3.ª q. 27, disp. 1.ª sect, 2.ª
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
41
Indudablemente que es el ser Inmaculada, porque no podía tener diferente
gracia de los demás santos, pues la gracia de todos es específicamente la misma.
Tampoco podría diferenciarse por razón del tiempo de la santificación, pues en el
supuesto de ser santificada antes de nacer, y no Inmaculada, quedaba semejante a San
Juan Bautista e inferior a los ángeles y a nuestros primeros padres en este respecto de
la gracia.
Todavía hay más, y es que si en María no admitiéramos otra cosa más que
la santidad sin mancha desde el primer instante de su ser, quedaría aún semejante a los
ángeles buenos en su modo de ser, respecto de la gracia, a lo menos hasta el momento
de ser Ella la Madre de Dios, por cuyo motivo, si hemos de ver en María una criatura
singular en el orden de la gracia, antes de ser Madre de Dios, no puede ser otra,
aparte del más y el menos común a todos los santos, la razón de esta singularidad que
el privilegio solamente concedido a Ella y constantemente retenido desde el primer
momento de su ser, por el cual,
«En la Santísima Virgen, la virtualidad de la gracia no se ciñó a dotarla de un
corazón puro con pureza original. a hacerle connatural el sentimiento del bien,
sino que lo dispuso y constituyó de tal modo que le fuera imposible todo
movimiento, toda emoción que contrariase en lo más mínimo las sublimes
aspiraciones del alma santa»22
.
Esta singularidad, a ninguna otra criatura concedida en el orden de la gracia,
es la que caracteriza a la Santísima Virgen, distinguiéndola de todos los ángeles y
santos en el periodo de la vida de Ella anterior a la Encarnación. Luego desde el
primer instante del ser de María hasta la Maternidad divina resplandece especialmente
la gracia de la Concepción Inmaculada.
Que el periodo de la vida de María de que venimos hablando corresponde la
manifestación especial de su ser inmaculado, lo prueba, también clarísimamente, la
representación que de Ella se ha hecho siempre por escultores y pintores en armonía
con el sentir de la Iglesia.
Las imágenes de la Inmaculada son de la Virgen jovencita, sola, como para
indicarnos que todavía no es Madre. Corno excepción se podrá citar alguna que otra
imagen de la Inmaculada con el Niño Jesús en los brazos.
Delante de innumerables imágenes de María Inmaculada se postran hoy las
jóvenes del mundo católico para honrar a María en tan encantador misterio, y todas esas
imágenes son el emblema de las hermosuras y gracias de la juventud santificadas en
María hasta el grado más alto.
La imagen de María Inmaculada retratada en la Medalla Milagrosa, según se
le apareció a la felicísima Hija de la Caridad, Catalina Laboure, es la imagen de una
niña resplandeciente de luz divina.
22
El Corazón de María y el corazón humano, P. Marcelino Gutiérrez.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
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42
Y cuando no hubiera otro testimonio nos bastaría el que para este caso
pudiéramos llamar testimonio por excelencia: la aparición de la Inmaculada en
Lourdes, «Yo soy la Inmaculada Concepción», dijo Ella misma a la Bernardita que,
absorta, la contempló tantas veces. Y según el testimonio de la dichosa pastorcita
aceptado y repetido por la Iglesia, «Inmaculata Virgo juvenili ac benigno videbatur
aspectu».
Así dicen las lecciones del Breviario en el día de la Inmaculada.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
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43
·~
vIi
María Recién Nacida
I
María Recién Nacida es el objeto material del culto debido a
María como Inmaculada
Si venimos a considerar a María en el acto mismo de ser concebida, que es
la razón formal del culto que se le debe, por el concepto de haber sido concebida
sin mancha, entonces nos convenceremos más y más de que el culto que se ha de
dar a María como Inmaculada es honrándola en el periodo dicho de su vida; y lo que
es más aun, que será tanto más propiamente honrada por tal concepto, cuanto más la
consideremos en lo ínfimo de su pequeñez.
En efecto. Para estudiar el culto interno especial que hemos de dar a Dios
por el hecho de la Concepción Inmaculada de María, no hay necesidad de referirse,
ni indirectamente, a otro tiempo de la vida de la Santísima Virgen que al primer
instante de su ser, luego si el culto externo ha de estar en perfecta harmonía con el
interno y la razón formal del culto con el objeto material del mismo, es evidente que
María, considerada en el primer momento de su existencia es, en el más estricto sentido,
el objeto material del culto como la santidad que en ese instante recibe es su razón
formal.
Luego cuando la honramos, según existió en el seno de Santa Ana, en el primer
momento de ser concebida, es cuando más estrictamente le damos el culto que merece
por el privilegio de su Concepción Inmaculada.
Ahora bien, tratándose del objeto material del culto que consiste en la
determinación sensible de la cosa o persona que hemos de honrar en relación con el
objeto formal que originan el culto, y siendo cierto que no es usado entre los hombres
representar sensiblemente a sus semejantes antes de nacer, no es de extrañar que el arte,
cuando llegó a representar a la Inmaculada en su más sublime expresión, nos mostrara
más bien un ser ideal que real, pero, con todo eso, no pudo sustraerse a la idea de
niñez que debía representarse en María concebida sin pecado, y del pincel del inspirado
Murillo brotó un cuadro de la Inmaculada que se conoce con el nombre de La Niña.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
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Y si con más ciencia que arte la hubieran querido representar, y del modo
más conforme al sentir de la teología, nos la hubieran retratado en el instante de nacer
conformándose de este modo con el sentir de la Iglesia Oriental, inmediatamente
posterior al Concilio de Éfeso, que con el más acertado espíritu teológico, celebraba
en una sola las fiestas de la Concepción y de la Natividad de nuestra Madre y Señora.
Brillante testimonio de esta verdad nos da el Padre Juan Mir, de la Compañía
de Jesús en estas palabras:
«Digna de advertencia es la particular costumbre de las iglesias orientales. Como
después del Concilio de Éfeso se acrecentase la devoción a la Virgen juntamente
con su Natividad, celebraban su Concepción, porque ambos misterios se
completan entre sí, puesto que el Nacimiento cabal y cumplido está cifrado en 1a
formación de la Virgen desde el primer instante de su Concepción hasta el tiempo
de salir a luz.
Por eso miraban la Concepción como el Nacimiento incoado, según lo vemos
en el autor del libro De Parturitione Vírginis,  que hemos atribuido a San
Ildefonso.
El día en que se dio principio a la feliz Natividad de María, se tiene por dichoso y
se celebra religiosamente. Así el día de la Concepción llamose Natividad.
Más claro lo puso Jorge de Nicomedia en el sermón 3º  Oratio in Conceptionem
ac Nativitatem Santissimae Dominae Nostrae Dei Genitricis . De igual manera se
expresó León el Sabio en el discurso de Nativitate,  ¡Oh Concepción y Parto y
Niña que quitaron las fuerzas al desastroso parto del pecado y dieron a conocer la
prole de salud! 
En el Cretense, en San Damasceno, en San Germán, hallamos sermones dedicados
a entrambas fiestas, que solemnizan el Nacimiento en las entrañas y de las entrañas
maternas, así como solemnizamos en el día de Reyes el Bautismo del Salvador,
el Milagro de Caná y la adoración de los Magos»23
.
Luego en el más estricto sentido el objeto material del culto que se debe a
María, por el privilegio de su concepción Inmaculada, está representado en María
recién nacida.
Mas no pensemos que a lo que acabamos de decir se opongan las apariciones
de la Inmaculada en Lourdes, porque allí se apareciera jovencita y no recién nacida,
pues Dios, que todo lo hace con sapientísimo consejo, quiso que así fuera, para
disponer las cosas más suavemente al fin que Él se proponía.
Y así, haciendo que la Inmaculada empezara a mostrarse en su edad más
inmediata a la Maternidad Divina, lograba que los hombres fueran insensiblemente
pasando del concepto de María, Madre de Dios, al de María adolescente, niña, infante,
recién nacida, y más pequeña aún, si queremos, para aquellos que necesitando menos
de las imágenes exteriores para juzgar de las cosas puedan penetrar en la virtud
23
La Inmaculada Concepción, Cap. 4º.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
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íntima de ellas y así gozar de los raudales de luz y de amor, que para iluminar y
establecer entre los hombres el orden de la gracia, ha dado Dios a María en el primer
instante de su ser en el seno de Santa Ana.
Ni queremos decir con esto que para la generalidad de los fieles no sea más
a propósito el culto de la Inmaculada tal y cómo se ha mostrado Ella misma en
Lourdes, pero esto en nada se opone a nuestra afirmación, pues no es propio de la
generalidad de los hombres recibir en sus conceptos más cabales y propios el
conocimiento de las cosas, sobre todo a los principios, siendo de ordinario conveniente
revestirlas de formas exteriores las más aptas, para que se hagan asequibles al común
de las gentes, como en este caso ha hecho nuestra Reina.
Luego, evidentemente, en María, a contar desde el primer momento de su
ser hasta la Encarnación se manifiestan de un modo estricto las gracias de su primera
santificación y de un modo estrictísimo en María Recién Nacida.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
47
VIII
A Jesús Sacramentado por María Recién Nacida
Prenotandos
En el artículo anterior, publicado en la revista correspondiente al mes de
Agosto, referente a estos asuntos marianos que tenemos como de eminente actualidad,
demostramos que María Recién nacida es el objeto material más apropiado del culto
debido a María Inmaculada, y como es tan evidente que María por ser Inmaculada
debe ser honrada especialmente en estos tiempos, como ya hemos demostrado también,
para que las sociedades vuelvan al Reinado de Cristo, dedúcese que en María Recién
nacida hemos de tener el más perfecto modelo que imitar para destruir en nosotros y
en las modernas sociedades los vicios contrarios al triunfo de Jesús en el mundo, y las
virtudes que hemos de practicar para conseguir la posesión del espíritu ver dadero de
Dios en nuestras almas y en el seno de las sociedades todas. Así lo daba a entender
bien claramente nuestro Santísimo Padre de feliz memoria Pio X, cuando en su
Encíclica Ad diem no tuvo inconveniente en decir a los Obispos todos del mundo:
«Mas, la razón principalísima, Venerables Hermanos, de que el quincuagésimo
aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada deba excitar un
singular fervor en el ánimo cristiano, consiste para Nos en lo que ya dijimos en
nuestra primera Carta Encíclica, conviene a saber, en la restauración de todas las
cosas en Cristo»
Y si, como es evidente y ya demostramos también, a Jesús lo hemos de
imitar hoy de un modo especialísimo en su vida Eucarística, dedúcese que para restaurar
todas las cosas en Jesús Sacramentado, siendo preciso restaurarlas antes en María, es
preciso informar a los hombres según el modo en que se nos muestre la Santísima
Virgen más a propósito para llevarnos a la vida eucarística.
Conforme a estos sencillos y fundamentales prenotandos, vamos a demostrar
en este artículo que María Recién nacida es el modelo más apto para aprender el modo
de ser de Cristo en el Santísimo Sacramento, o que es el camino más corto y fácil para
ir a Jesús Sacramentado.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
48
Y como quiera que la relación habida entre la Santísima Virgen y el Prisionero
del Sagrario puede ser estudiada de muy diversos modos, la consideraremos ahora en
el orden puramente físico.
I
Vida gloriosa del siglo XX. Se relacionan Jesús
Sacramentado y María Recién Nacida en orden físico
El Rey divino ha querido empequeñecerse en el Augusto Sacramento hasta el
punto que si San Pablo dijo que en la Encarnación el Verbo Divino se había anonadado
en la infinita distancia que hay de Dios a hombre, a este anonadamiento del Verbo a
Cristo hay que añadir ahora el de Cristo a Pan Consagrado. Allí se esconde la persona
y naturaleza Divina, aquí la divina y la humana naturaleza y todo movimiento que
indique vida divina y humana y hasta cuanto puede ser indicio de vida animal y
vegetativa.
Cristo en la Eucaristía es la menor cantidad de una criatura física, animada
con la mayor cantidad de divina sabiduría y omnipotencia, pero este concepto no
entra en el orden físico y por eso sólo hemos de relacionar ahora al Rey divino que
vive en la mínima partícula desprendida de una Hostia Consagrada, con la pura
criatura que nace Reina.
Por este concepto de la extensión, la más perfecta relación existe entre Jesús
en el momento que acaba de ser consagrado en las manos del sacerdote y María en el
primer instante de su ser inmaculado, pero tratándose de que sirva de modelo que
imitar, es preciso ver el ejemplar, hacerlo sensible y por eso el más perfecto modelo
sensible es María Reina en el momento de nacer.
Ni Jesús ha podido hacerse más pequeño en su realeza ni María puede
manifestársenos más chiquita para exigir de nosotros los honores de Reina. Por eso
es suavísima gradación la que se establece en el alma de los hombres entre María
Reina al nacer y Jesús Sacramentado, a lo menos siempre serán Jesús y María así
considerados los dos seres de mayor grandeza manifiestos del modo más pequeño
imaginable a la humana sabiduría.
Téngase en cuenta, y así se excluye todo otro término racional, que no podremos
encontrar otros ejemplares, que puedan hacer de algún modo el mismo efecto que María
Recién nacida en relación con el Santísimo Sacramento, pues, aunque haya habido santos
que nacieron santificados son tan inferiores, por lo que afecta al concepto de realeza,
a la Inmaculada, que la comparación supondría grande injuria para María. De tales
santos, por otra parte, no puede decirse que nacen reyes, y nosotros tratamos de la
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
49
relación entre el Rey divino y la Reina Celestial, relación que ha de traer a los hombres
el Reinado de Cristo mediante el de María.
Mas como pudiera juzgar alguno esta pequeñez signo evidente por cualquiera
concepto físico, intelectual o moral de mengua para nuestros Divinos Reyes, conviene
tener en cuenta que por parte de Jesús esta pequeñez supone gran acrecentamiento de
la sabiduría y poder de Dios y de Cristo, y que por parte de María es tanto más
admirable su realeza, por ser concebida en gracia, cuanto menos capaz es, al aparecer
el sujeto en que se sustenta tanta realeza, según tendremos ocasión de ver cuando se
estudie ésta relación bajo tales respectos. Ni por lo que mira a los altísimos fines que
han de llevar a efecto Jesús Sacramentado y María Inmaculada.
Esta verdad que nos importa dejar terminada hoy de un modo indubitable,
nos la demuestra Santo Tomás en su opúsculo de Venerabile Sacramento Altaris, con
la sencillez, profundidad y claridad que le son características con estas palabras:
«El fin del Sacramento es alimentar al alma espiritualmente y confortarla en
contra del mal y para hacer todo bien. La causa eficiente de este fin es el Cuerpo
de Cristo, y éste puede estar tan plenamente en una partícula de pan como en
una hostia, porque tanto a la pequeña como a la especie grande de pan está
igualmente unida Dios, del cual nace toda virtud en el Sacramento. Por muy
pequeña que sea la especie de pan, allí está todo el Cuerpo de Cristo por
conversión, toda la Sangre por conexión, el alma por conjunción, y la Divinidad
íntegra por unión. De donde se deduce que es cierto que el venerable
Sacramento del Altar, independientemente del tamaño, tiene plena virtud de
alimentar y de confortar el alma espiritualmente».
Esta doctrina la confirma después el Angélico con estas dos sentencias
tornadas de las Sagradas Escrituras y de la Tradición, respectivamente, «El que había
cogido menos maná, no tuvo menos, que el que había cogido más»24
.
Refiriéndose a estas palabras San Hilario dice:
«Donde está parte del cuerpo, esto es, la mínima parte del Sacramento, allí está
todo el Cuerpo. La misma razón hay para el Cuerpo del Señor, que para el
maná que era figura de aquel, y de él se dice, Qui plus collegit non habuit amplius;
neque qui minus panaverat, habuit minus, pues no se ha de estimar la cuantidad
por lo que se ve, sino por la virtud espiritual. De aquí que el que consagra
mucho o poco pan no tiene más ni menos que el Cuerpo de Cristo para su
salvación»
Luego, evidentemente, la mayor o menor extensión del Sacramento no supone
el más insignificante menoscabo en la realeza de Jesucristo.
Por lo que toca al otro término de la relación, que es nuestra Reina Inmaculada,
acaece otro tanto que lo ya visto en el augusto ser de Jesús Sacramentado, pues María
no es más Inmaculada porque su cuerpo sea mayor o menor. La razón suprema de la
realeza de la Virgen, en esta gracia que consideramos, es la de no haber sido tocada
24
Exod. 16. 18
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
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por el pecado primero, y es claro que esta gracia por ningún concepto mira a la cuantidad
corporal de la criatura a quien Dios generoso la quiso conceder. Tan Inmaculada es
María en el primer instante de su ser, como en su gloriosa Asunción a los cielos.
Luego el tamaño corporal ni añade ni quita realeza a la Virgen sin mancilla.
Toda esa gracia de ser María Inmaculada, con toda su virtud de alimentar al
alma con la más pura fe, vida del justo, confortándole para evitar el mal y hacer el
bien, hállase cimentada en que Dios por su infinita misericordia, prevista la muerte de
su Unigénito, dio en María a Cristo un trono digno en que hacerse carne y virtud para
que nosotros, por su intercesión, fuésemos purificados y salvos, y todo esto lo concedió
el Omnipotente a María en la Concepción Inmaculada de ésta, luego radicalmente, en
el primer instante de su ser y sensiblemente en el momento de nacer, tiene María
Inmaculada la causa suficiente para traernos a Cristo y llevarnos a nosotros hacia Él.
No desmerece, por consiguiente, lo más pequeño la realeza de María
Inmaculada, aunque la consideremos Recién nacida. Esta, como Jesús Sacramentado, es
sublime en su pequeñez, por eso dijo Santo Tomás de Villanueva, (frase insustituible)
de la Reina al nacer que era parva per humilit atem, alias enim magna erat, si pequeña
por lo humilde, grande por todo otro concepto.
Existe, pues, en el orden físico perfecta conformidad entre Jesús Sacramentado
y María Inmaculada Recién nacida, sin que haya razón alguna que se oponga a esta
sublime relación. Que cosas más en armonía que un Rey divinamente pequeño
relacionado con una Reina también pequeña, cuanto es posible concebir en una
criatura humana y esto hecho por una gracia la más singular concedida a pura criatura.
Luego podemos nosotros concluir con esta precisa sentencia atendida la
perfecta conformidad que hay entre nuestros divinos Reyes en el orden físico.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
II
Se relacionan Jesús Sacramentado y María Recién Nacida
en orden estético
Si Dios Guardó para estos nuestros tiempos, como es evidente y notorio por la
ya demostrado en esta sección de nuestra Revista, el culto a Jesús Sacramentado y a
María Inmaculada, es razón ésta más que suficiente, para que nosotros fundemos en
Ella la perfecta relación de estos dos cultos, pues Dios que todo lo hace con número,
peso y medida, y que llega a sus fines con suavidad de medios, si quiere este fin de
establecer en el mundo el Reinado de Jesús Sacramentado mediante el de María
Inmaculada, nada ha de haber dejado imprevisto, ni cosa alguna podrá tocarse que a
este propósito encamine que no esté perfectamente relacionada con los términos que
deben intervenir en la consecución del fin propuesto.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
51

.
..
Pero, como es altamente grato para la inteligencia y la voluntad ver
confirmadas las verdades generales en todos los órdenes especulativos a que puedan ser
aplicadas, no estará demás considerar hoy la perfecta consonancia que existe entre
Jesús Sacramentado y María Inmaculada en el orden estético.
En efecto, tratando santo Tomás de las tres cosas más admirables que se
pueden considerar en la posesión del Cuerpo de Cristo dice:
«El primer signo admirable es magna res, a saber, que el Cuerpo del Señor esté
contenido bajo una especie tan pequeña de pan. Más, esto se hace por tres
motivos. El primero es para demostrar la infinita sabiduría del artífice de Obra
tan admirable, cual es el Espíritu Santo, pues todos vemos que los artífices
cuanto son más peritos en el arte de esculpir, tanto más se distinguen en
esculpir estatuas más pequeñas y delicadas, y de aquí que si a un artista poco
hábil se le presenta un pedacito de metal o una piedra muy pequeña y se le
ruega que en ellos esculpa una imagen, responderá que no puede hacerla. Por
esta razón el Espíritu Santo demuestra su sabiduría haciendo facilísimamente
que esté todo el Cuerpo de Cristo bajo la mínima especie del Sacramento. De
aquí que en el libro de la Sabiduría, capítulo 7°. v. 22, se diga que el Espíritu
Santo es sutil. Y lo es en efecto, pues nadie pondrá sobre el altar una partícula
de pan, por sutil que sea, que Él no pueda y sepa convertir en el verdadero Cuerpo
de Cristo».
Hermosa consideración que San Juan Damasceno confirma escribiendo estas
graciosas palabras:
« ¿Cómo se hará esto, dice la Virgen, si no conozco varón? Se le responde: El
Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te hará sombra. ¿Y tú
buscas cómo el pan se hace Cuerpo de Cristo? Pues yo te respondo que el
Espíritu Santo vendrá sobre el pan y Él hará todas las cosas que son sobre la
naturaleza y sobre la inteligencia».
Que la Eucaristía es la obra más sublime de Dios, es verdad que rebosan los
libros de los santos.
«Es el mayor de todos los milagros», dice el Angélico. «Ningún hombre podrá
explicar su dignidad», dice el Kempis. Y como si quisiera hacer exclusión de toda
obra divina que pueda exceder a la Eucaristía, exclama San Agustín, «Me atrevo a decir
que Dios, con ser omnipotente, no pudo darnos más, y en su omnisciencia no supo
darnos más, y siendo riquísimo no tuvo más que darnos». Y porque es tan excelso el
don y está tan por encima de toda gracia posible, dice San Lorenzo Justiniano «que
no hubiera habido jamás quien se hubiera atrevido a pedir tanto, ni siquiera a pensarlo».
La Eucaristía, dice el Ángel de las Escuelas, «es la consumación de toda vida espiritual
y el fin de todos los sacramentos».
Es, en resumen, la Eucaristía la más excelente obra de Dios manifestada del
modo más pequeño.
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
52
Y después de contemplar con Blosio a la Trinidad Augusta habitando en el
Cuerpo de Cristo, y encerrado en la mínima especie de pan el Sacrosanto Cuerpo,
¿adónde podemos volver nuestros ojos para hallar un término que de algún modo pueda
relacionarse con la obra suprema del divino Artífice, manifestada en lo supremo de
la pequeñez, en la más pequeña partícula? ¿Y por qué no dar inmediatamente la
respuesta?
¿Habrá acaso después de las maravillas de Cristo, otra más admirable que la
realizada en María, pura criatura? ¿No es el mismo divino Artífice el que la hizo
singularísima obra de sus manos?
Oigamos al Padre Nieremberg cuando dice:
«No cesemos, pues, de admirar esta estupenda grandeza y suma perfección de
la persona de María, de este milagro de milagros y primor del omnipotente brazo
de Dios que procuró sacar una obra digna de sí».
Y después añade:
«Dios para tomar a María puso en Ella lo mejor que hay en toda la naturaleza
y la gracia y lo mejor que hay en todos los santos y en los coros de los ángeles».
Tan hermosa escultura hizo Dios en María que San Agustín dice: «Sí te
llamara rostro de Dios, digna eres de este nombre», y a San Dionisio Areopagita,
como testigo de vista, le pareció así.
«No es persona divina María», dice el Padre Nieremberg, «pero es tal que si
no es persona divina nadie es mejor que María y nadie la aventaja».
Para darnos a entender cuál sea la belleza de esta nuestra Reina Soberana, el
Padre Rivadeneira dice:
«cuando el real profeta David habló a los príncipes del pueblo de Israel,
exhortándoles a labrar un templo magnífico, suntuoso, al Señor, les dijo,
Opus grande est; neque enim homini preparatur sed Deo, esta es una
grande obra porque no tratamos de hacer un palacio para un Rey y
hombre mortal, sino un templo en que more y habite Dios». ·
Hablando de esta misma fábrica admirable que Dios hizo en María, dice el
dulcísimo S. Alfonso Mª de Ligorio:
«Si estuviese en manos de un excelente pintor dar a su esposa facciones a medida
de su deseo, ¿qué esmero no pondría en agraciarla con toda la hermosura que
le fuese posible?¿Y qué diremos del Espíritu Santo?¿Cómo será creíble que
habiendo podido producir una Esposa adornada con toda la belleza y gracia
correspondiente, lo dejase de hacer? No, que fue tan pura y linda como la
dignidad del Esposo merecía, y así el mismo Señor le dice alabándola: Toda eres
hermosa, amiga mía, y no hay mancilla en ti, cuyas palabras se entienden
propiamente de esta Virgen purísima, como sostienen San Ildefonso y Santo
Tomas, y en particular de su Inmaculada Concepción, como enseña San
Bernardino de Sena y San Lorenzo Justiniano».
A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA
Federico Salvador Ramón
53
..
Y si por este camino hubiéramos de seguir, nos haríamos interminables, pues
tales son las alabanzas que todos los Santos Padres y doctores hacen de María;
bástenos saber, y seamos suficientes para ello, los testimonios aducidos.
Que la Santísima Virgen es, después de Cristo, la obra maestra de las manos de
Dios. Y que toda su perfección resplandece en el primer instante de su ser inmaculado,
esto es en el momento en que más pequeña puede considerarse una criatura humana,
es indudable, y así nosotros podemos decir con la venerable madre Agreda:
«Mira verdadera arca del testamento fabricada, enriquecida y colocada en el
templo de una madre estéril con más gloria que la figurativa en casa de
Obededon y de David, y en tiempos de Salomón. Veo formado el altar en el Sancta
Sanctorum donde se ha de ofrecer el primer sacrificio que ha de vencer y aplacar
a Dios, y veo salir de su orden a la naturaleza para ser ordenada y que se establecen
nuevas leyes contra el pecado, no guardando las comunes, ni de la culpa, ni de
la naturaleza, ni de la misma gracia; y que se comienzan a formar otra nueva
tierra y cielos nuevos, siendo el primero el de una humildísima mujer a quien
atiende la Santísima Trinidad y asisten innumerables cortesanos del antiguo cielo,
y se destinan mil ángeles para hacer custodia del tesoro de su cuerpecito animado
de la cuantidad de una abejita».
Lo que es en la Eucaristía la mínima especie en que vive verdadera, real y
sustancialmente el Cuerpo de Cristo, es en la Inmaculada, el cuerpecito animado de la
cuantidad de una abejita. Allí se manifiesta el Rey en lo sumo de la pequeñez, como la
más admirable obra del Altísimo.
Aquí se nos muestra la Reina más singular de la Naturaleza y de la gracia en el
momento primero en que fue concebida como criatura humana.
La pequeñísima piedra preciosa en que el Espíritu Santo, como divino Artífice,
esculpe la más preciosa escultura de su poder y de su sabiduría es una pequeñísima
partícula de pan a o de vino consagrado, el pedacito de metal en que labra la obra bellísima
de la Inmaculada, es un cuerpecito de la cuantidad de una abejita.
Para el más hermoso Rey, la Reina más hermosa, manifestados, para mayor
gloria del soberano Artífice que los forma, de la manera más sutil y delicada.
Y como quiera, según ya tenemos anotado, que para representarnos a María
Inmaculada del modo más natural y apropiado, es contemplarla en el momento en que
nace, pues si en el primer instante de sus ser era la obra prodigiosa de la mano del
Altísimo, no era menos en el instante de nacer del que dice la madre Agreda:
«Nació pura, limpia, hermosa y llena toda de gracias, publicando en ellas que
venía libre de la ley tributo del pecado. Y aunque nació corno los demás hijos
de Adán, en la substancia, pero con tales condiciones y accidentes de gracias,
que hicieron este nacimiento milagroso y admirable para toda la naturaleza, y
alabanza eterna del Autor».
Se tú misma, Niña Divina, la que reduzcas, a los hombres con las bellezas de
tu encantadora niñez, ya que el Altísimo supremo se complace tanto en tu hermosura,
A Jesús Sacramentado por María Recién Nacida
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  • 2. Derechos de autor registrados en 2016 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado (Edición). Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña A Jesús Sacramentado por María Recién Nacida por Federico Salvador Ramón Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La Inmaculada Niña. http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com
  • 3. ` ´, ` ´ Ediciónde María DoloresMirayGómezdeMercado AntonioGarcíaMegía
  • 4.
  • 5. Se recopilan aquí los artículos que, en la sección “Para un capítulo de un libro”, publica el Padre Federico Salvador Ramón, bajo el seudónimo de Ínfimo, en la revista mariana Esclava y Reina a lo largo de los años 1917 y 1918, que, por entonces tiene sus talleres de impresión en la localidad de Instinción, de Almería (España). La serie comienza en el primer número de la publicación, con una introducción titulada “Alma Mater”, y prosigue de manera habitual, mes a mes, hasta el número 20. Solo en los números 11, 13 y 17, falta Ínfimo a esta cita. Sigue, pues, completo, el libro que el ilustre presbítero dio a conocer en diecisiete entregas. En esta edición se ha querido respetar escrupulosamente lenguaje y organización original para no desvirtuar el mensaje trasmitido. No obstante, en aras a una mejor comprensión del lector de hoy, se han separado párrafos para clarificar la estructura argumentativa, introducido sangrados para diferenciar citas, anidadas frecuentemente en el texto y con voces o pensamientos ajenos intercalados, y corregido errores tipográficos y olvidos del cajista, interrogaciones, comillas… Especial atención se ha prestado al uso abusivo del punto y coma, habitual en la época, pero que hoy podría hacer confusa la interpretación correcta del párrafo. También se han unificado diversas variantes de un mismo término o expresión en aquella estadísticamente más relevante en el discurso. A título de ejemplo, “María recién Nacida” “María Recién Nacida” Los capítulos y apartados son los que aparecen en la revista, corregidos el IV, Porta Coeli, que aparece como VI en el número 5, y renumerados correctamente a partir del VI, que el original omite. MaríaDoloresMirayGómezdeMercado Antonio GarcíaMegía
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  • 7. · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·
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  • 11. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 11 .; Alma Mater INTRODUCCIÓN Sorpresa grande causa, sin duda, la inteligencia deducir, como verdad palmaria, que María no es suficientemente conocida, después de veinte siglos de existencia. Es corredentora, es madre, es maestra, es causa de todas nuestras alegrías, y' sin embargo, no es conocida de los hombres. Y no fuera tanta nuestra extrañeza, si tal ignorancia fuera sólo patrimonio de los enemigos de la Iglesia Católica, pero no son éstos solamente los que desconocen a la Madre de nuestro Salvador, los mismos católicos, aunque piadosos, no tienen de ella el conocimiento preciso para honrarla como es debido. Se conoce a María, por lo general, entre los hijos de la Iglesia, como son conocidas las Purísimas de Murillo, cual ricos ejemplares de belleza; pero qué pocos son los que saben determinar los rasgos de su hermosura. Se la conoce vagamente; y cuan escaso es el número de los que saben en qué consiste la fuerza salvadora de María en nuestros tiempos y las virtudes principales en que la debemos fielmente imitar, para preservarnos de los vicios modernos y regenerar nuestras extraviadas sociedades. No hemos de tratar ahora del conocimiento puramente intelectual de la Virgen, pues bajo este punto de vista ni los querubines la comprenden, y por eso asombrados exclaman ante ella: ¿Quién es ésta? Y bien sabido es de todos, que los hombres más sabios erraron en cuanto al conocimiento de las incomparables prerrogativas con que fue adornada nuestra excelsa Corredentora. Sólo Dios nos la puede dar a conocer de modo exacto, pero Él fue servido en que nosotros, movidos por el amor, procurásemos penetrar, con todo ahínco en ese abismo de la humana santidad, sabiduría y belleza; pero son tan inexhausto y preciosos los tesoros que encierra, que fue imposible al hombre conocerla en toda su perfección. La mente humana por su deficiencia natural, es incapaz de conocer lo que de algún modo alcanza la plenitud y María es gratia plena. De otra parte, es imposible que la humana inteligencia alcance los más delicados encantos de la gracia divina, habidos en María, cuando apenas alcanza a vislumbrar qué sea este ser divino.
  • 12. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 12 ¿Cómo llegará o conocer el hombre los ápices de la gracia que elevan a María hasta tocar los linderos de la divinidad? Si el humano entendimiento no llega a definir la belleza de las más vulgares criaturas ¿cómo llegará a penetrar los encantos de la que es toda hermosa? Si el hombre no comprende su propio espíritu, si no sabe decir de un modo cabal cual es la esencia del más ínfimo de los seres, ¿comprenderá alguna vez a la Reina de todas las criaturas? Mas no siendo nuestro intento tratar ahora esta verdad, afirmamos que María es incomprensible en el orden de la intención divina, de la ejecución, de la gloria y de sus privilegios1 . Nuestro empeño en este trabajo es eminentemente práctico, y por eso, más que en el estudio especulativo de los encantos de María, hemos de ocuparnos en las «aplicaciones que, del conocimiento y amor de las gracias y virtudes de la soberana Reina deben hacerse a los individuos, a las familias y, en general, a las sociedades modernas para restaurarlas en Cristo». Por lo que toca a los individuos los estimula el muy piadoso Padre Fáber2 a la verdadera devoción de María diciendo: «Muchos se lamentan de no amar a Dios más; todos los buenos cristianos desean algo que contribuya a la gloria divina, la propagación de alguna obra buena, la venida de tiempos mejores, el triunfo de Jesucristo y de su Iglesia; aquel ha hecho todo lo que ha podido durante muchos años para vencer un defecto particular, y no lo ha logrado». Y refiriéndose después a la influencia de María en la familia añade: «Este ha rogado con lágrimas la conversión de sus parientes y de sus amigos, y se extraña de que, a pesar de sus lágrimas, sean tan pocos los que se hayan convertido a la fe; el otro se desespera de no tener bastante devoción, o se entristece de tener que cargar con una cruz que encuentra demasiado pesada para su debilidad; mientras que un tercero lucha en su familia con disgustos y desgracias domésticas, que le parecen incompatibles con la obra de su salvación». Y, por último, pregunta, ¿cuál es el remedio de que carecen?, ¿cuál es el auxilio indicado por Dios mismo?, y él da la respuesta con estas palabras: «Si nos atenemos a las revelaciones de los santos, lo que les falta es la verdadera devoción a la santísima Virgen». Y por lo que respecta a la influencia de María en las naciones, leamos lo que el mismo apóstol inglés dice de su madre patria: «Aquí, en Inglaterra, apenas si se predica bastante a María. La devoción que se le tiene es exigua, pobre; está desviada de su camino por la mofa que de ella ha hecho la herejía. Dominada por el respeto humano y por la prudencia carnal, ha querido hacer de la verdadera María, una María tan raquítica, que los protestantes pudieran transigir con nosotros y· con Ella» 1 Véase: Del Culto de la Inmaculada. Esta obra se vende en la administración de esta Revista. 2 En su Prefacio a la obra intitulada La Verdadera devoción a la Virgen del Beato de Grignión.
  • 13. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 13  No se conoce a Jesús porque a María se la tiene en olvido; millares de almas perecen, porque María está alejada de ellas. A esta sombra indigna y miserable es a la que nos atrevemos a dar el nombre de devoción a la santísima Virgen, y ésta es la causa de todas las miserias, de todas las obscuridades, de todos los males, de todas las dudas en la fe y de todo el relajamiento moral.  ¡Oh! si María fuese más conocida, desde luego que no habría tanta frialdad para Jesús. ¡Oh¡, si se conociese más a María, cuanto más fuerte seria nuestra fe y cuanto más fervorosas serían nuestras Comuniones. ¡Oh!, si se conociese más a María, cuánto más felices, cuánto más santos, cuánto menos mundanos seriamos, y con cuanta mayor facilidad nos asemejaríamos a la imagen viva de toda santidad, nuestro Señor y Salvador, su muy querido y divinísimo Hijo. El desconocimiento de María en el orden práctico no puede estar más evidentemente manifestado por el Padre Fáber. Demasiado celoso era tan insigne religioso para dejar de señalar el remedio de tan aciaga ignorancia. «No creo dice el fervoroso autor de Todo por Jesús, que haya un modo más eficaz para conseguir el más perfecto conocimiento de María, que la simple propagación de la preciosa obra La verdadera devoción a la Virgen del Beato Grignión de Montfort». ¿Quién no alcanzara a deducir de las solas palabras que anteceden, cuanta es la importancia que tiene la propagación del espíritu del Beato Grignión en el mundo? Y si este espíritu se manifiesta especialmente en la obra que acabarnos de citar, ¿a quién se le ocultará cuan to nos importa la predicación de las doctrinas allí contenidas? Alléguese a esto que en el cuestionario de todos los Congresos Marianos, y muy particularmente el último, se ha pedido el estudio del espíritu del Beato Grignión y el de los medios para infundirlo en las almas, y se entenderá mejor como es la Iglesia la que desea que tal espíritu informe las sociedades modernas. Mas no se crea que el estudio de las doctrinas del Beato Grignión ha sido propuesto por el Congreso de Tréveris, como uno de tantos puntos dignos de más o menos consideración, pues en el proyecto del programa de estudios para el VI Congreso Mariano Internacional se dicen estas palabras: «Idea predominante del programa. I. Es necesario cooperar a la realización del programa de Pio X  Restaurarlo todo en Jesucristo , aplicando el método del Beato de Grignión de Montfort expresado con estas palabras: “Ut ad venial regnum Christi, adveniat regnum Mariae”, “para que venga el reino de Jesús, ha de venir antes el reino de María”». La idea capital del Congreso Mariano fue, el estudio de la doctrina que nos ocupa. Y si añadimos, corno dice el Padre Nazario Pérez, S. J., fervoroso propagandista de las doctrinas del Beato de Grignión, que en la Verdadera Devoción se inspiró nuestro Santísimo Padre Pio X, según él mismo se complace en reconocerlo, para escribir su sabia y devotísima encíclica Ad diem illum, donde enseña que para restaurar todas las cosas en Cristo no hay camino más cierto y fácil que la devoción a nuestra Señora; y
  • 14. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 14 que, pues, así lo quiso la divina Providencia, «no hay absolutamente más medio que recibir a Cristo de manos de María», nos convenceremos una vez más de que la obra del B. Grignión, tantas veces citada, es, evidentemente, un manantial en donde se bebe la pura doctrina mariana que nos ha de llevar a Cristo para que todas las cosas sean restauradas en Él; pues de no ser así, el Papa no hubiera acudido a ese precioso libro, para ensenar al mundo la verdadera devoción a María Inmaculada; y mucho menos lo declarara, moviendo a los católicos con su ejemplo a saciar en esa rica fuente la ardiente sed de los amores marianos que abrasa a los buenos hijos de la Reina Inmaculada. ¡Gloria a Dios!, que sí hace sentir a los hombres la necesidad que tiene de conocer a María para bien conocer a Jesús, también lo es, que de antemano dispuso al nuevo Moisés que había de guiarlos, haciendo prodigios con la misteriosa vara de la sublime a la par que muy profunda y sencillísima doctrina, con la que había de ser iluminada y fortalecida la humanidad, para conocer los vicios de esta época y las virtudes a ellos opuestas, y llevando éstas a la práctica aprender a soportar las grandes pesadumbres de la vida por amor de Dios y adquirir la abnegación suficiente para apartarse de los tabernáculos de los pecadores y vivir siempre en el redil de Cristo, formando así un solo rebaño con un solo pastor, hasta lograr hacernos una sola cosa con Él, para de tal modo grabar su imagen en nuestras almas, que, transformándonos en Él, hagamos cierta nuestra predestinación y vocación a la gloria.
  • 15. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 15 I De cómo los hombres hemos de ser semejantes a Cristo para salvarnos I El Verbo Divino imagen substancial del Eterno Padre «El fin próximo de todo agente es comunicar la semejanza de su forma a otro ser»3 . Dejar grabada nuestra imagen en otros seres; he aquí la más íntima ley de la humana naturaleza. Y si el que ha dado al hombre y a los demás agentes la facultad de imprimir la propia imagen en otros seres, ha sido el Hacedor Supremo, ¿cómo tendrá Él en sí mismo esta facultad? Siendo Él agente infinito, perfectísimamente ha debido grabar su imagen en otro que sea infinito como Él, Dios con Él, «esplendor de la gloria divina y figura de su substancia»4 , «el candor de la luz eterna, el espejo sin mancha de la majestad de Dios»5 . De esta perfectísima imagen de Dios nos habla el Evangelista S. Juan, cuando, como verdadera águila de los cielos, se remontó hasta el seno de la infinita esencia, y, arrebatado en alas de una sabiduría toda divina, exclamó: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios»6 . Nuestra santa madre la Iglesia en el Concilio Niceno nos enseñó a decir, que es el Verbo «el Hijo Unigénito de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no hecho, consubstancial al Padre». Página sublime que supera toda humana sabiduría y ante la cual reverentemente nos postramos para adorar al Verbo de Dios, elevando al mismo tiempo en lo más íntimo de nuestra alma el himno, jamás interrumpido, de acción de gracias a este Divino 3 Sum. 2-2 re, 123,7, 8 4 Heb.-1. 5 Sab.-7.-26. 6 S. Juan, -1.-1.
  • 16. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 16 Verbo, porque todas las cosas por Él fueron hechas, y nada de lo que existe fue hecho sin Él7 . II De cual sea la semejanza del hombre con Dios Conviene que distingamos los conceptos de imagen y semejanza, ya que de esos dos modos, según la sagrada Escritura, hemos recibido de Dios el sello de nuestro divino origen. El angélico Doctor dice a este propósito: «El hombre es imagen de Dios según su naturaleza intelectual, por cuanto ésta puede imitar a Dios en que Él se conoce y ama a sí mismo. De tres modos puede considerarse la imagen de Dios en el hombre: 1. En cuanto que éste tiene aptitud natural para conocer y amar a Dios; esta aptitud consiste en la misma naturaleza de la mente, que es común a todos los hombres. 2. También está la imagen de Dios en el hombre en cuanto éste, en acto o habitualmente, conoce y ama a Dios, pero imperfectamente. 3. El tercer modo de estar la imagen de Dios en el hombre es, cuando éste en todo momento conoce y ama a Dios perfectamente, o según la semejanza que se adquiere de Dios en la gloria. De aquí, que exponiendo aquellas palabras del salmo cuarto, Signatum est super nos lumen vultus tui, Domine. La glosa ordinaria distingue tres maneras de estar la imagen de Dios en el hombre, a saber: de creación, de redención y de semejanza. La primera,  continúa el santo Doctor, se halla en todos los hombres; la segunda o sea· la de redención o recreación, es propia de sólo los justos; la tercera es la imagen que tienen de Dios los bienaventurados»8 . A poco que se reflexiona, fácilmente se comprende que la imagen de creación, es natural y, por lo tanto, inamisible y común a todos los hombres. III En Cristo, como hombre, y en María está la más perfecta semejanza de Dios, y de ellos hemos de recibirla todos los hombres Mas el Verbo de Dios, por la salvación de los hombres, descendió del Cielo y se hizo carne y habitó entre nosotros9 »; porque «Dios después de hablarnos mediante 7 S. Juan, 1.-3. 8 Sum.-1.-93 -4.-c. 9 S. Juan, -1.-14.
  • 17. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 17 los patriarcas y profetas, quiso manifestar senos en su propio Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas10 ». «Él es la imagen perfecta de Dios invisible, el Primogénito de toda criatura11 », «en él vive corporalmente toda la plenitud de la Divinidad12 », y en él de tal manera ha puesto Dios su propia imagen, que el Verbo Encarnado pudo decir de sí mismo a uno de sus apóstoles: «El que me ve a mí ve también a mi Padre13 ». Por este motivo, el mismo Dios nos ha hecho saber que en Cristo tiene todas sus complacencias. Y es así porque la naturaleza de Cristo, Dios y Hombre, lleva en sí natural exigencia de ser el más perfecto de los seres; la unión hipostática eleva a Cristo a la más íntima unión con la Divinidad, y, la más o menos estrecha unión con Dios determina el grado de perfectibilidad de las criaturas. Por otra parte, Él es el que tiene, por naturaleza, la plenitud de toda gracia y verdad y por eso su gloria es como la del Unigénito del Padre, y sobre El descansó el Espíritu del Señor al decir de Isaías. Y para no tener que volver sobre esta razones, repitiéndolas, por lo que se refiere a María, como la perfectísima imagen de Dios, que resplandece en pura criatura, recordaremos que lo que se dice de Cristo por naturaleza, se dice de María por gracia; que ella, por la unión maternal, es la más íntimamente unida a Dios, después de Cristo; que ella es el conjunto de todas las gracias merecidas por su Hijo; y que esta perfecta imagen, le corresponde, en fin, por razón de su oficio de Madre de Dios. «Y lo conveniente era  dice la madre Agreda , que todos los divinos atributos se estrenasen en ella, sin que se le negase alguno en lo que ella era capaz de recibir· para ser sólo inferior a Cristo nuestro Señor, y superior en grados de gracia incomparables a todo el resto de las criaturas capaces de gracia y dones». La misma madre Agreda hace el resumen de lo anteriormente dicho, con estas palabras: «La primera y más admirable imagen de la mente de Dios, después de la eterna generación, fue la de Cristo, y luego la de su Madre». Réstanos traer a la memoria la evidente doctrina, consecuencia de lo ya dicho, de que los hombres hallaremos toda nuestra perfección imitando a Cristo y a su santísima Madre. El mismo Jesús nos dice, que Él solo es el Maestro y que de su ejemplo debemos todos aprender, desde lo ínfimo de la humildad hasta lo supremo de la caridad. 10 Heb. -1.-l. 11 Colos.-1.-15. 12 Colos.-2.-9. 13 S. Juan.-14.-9.
  • 18. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 18 Él invita a todos los hombres a que lo sigan, negándose a sí mismos y tomando la cruz. Él llama a los que están atribulados y cansados. El Apóstol decía a los romanos, que todos los predestinados habían de conformarse a la imagen del Unigénito del Padre. Y, como si quisiera exp1icar estas anteriores palabras, dijo a los de Éfeso: «En la escuela de Jesucristo hemos de aprender a desnudarnos del hombre viejo y a renovar el interior de nuestras almas, revistiéndonos del Hombre nuevo que ha sido criado conforme a la imagen de Dios en justicia y santidad verdadera, hasta que, como dice en otro lugar de este mismo capítulo, arribemos todos a la unidad de la misma fe y de un mismo conocimiento del Hijo de Dios, al estado de un varón perfecto, a la medida de la edad perfecta, según la cual Cristo se ha de formar místicamente en nosotros». Y para dar por terminada esta parte de los prenotandos que exige la materia que hemos de tratar en los capítulos de este libro, recordaremos algunas frases del Beato Grignión de Montfort, ya que toda su obra se reduce a enseñarnos el modo de grabar en los hombres la imagen de Cristo, conformándolos a Él en el seno de María. He aquí las palabras de nuestro vidente: «No trabajamos, como dice el Apóstol, más que por hacer perfecto a todo hombre en Jesucristo [...] Dios no ha puesto otro fundamento de nuestra salvación, de nuestra perfección y de nuestra gloria que a Jesucristo». [... ]«Si, pues, nos entregamos a la hermosa devoción hacia la Virgen Santísima es sólo para establecer más perfectamente el amor de Jesucristo ... pues esta devoción nos es necesaria para hallar a Jesús perfectamente». [...] «Dios Espíritu Santo quiere formarse en Marra, y formar por ella a los elegidos». Imitando, pues, a Cristo y a María hallará la Humanidad la perfección que tanto anhela, y que busca por sendas tanto más torcidas, cuanto está más apartada del que es el camino, la verdad y la vida, y de la que es perfectísimo ejemplar de toda belleza, porque la ha hecho grande el que es todopoderoso.
  • 19. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 19 Ii El hombre caído, solo por Cristo recupera la semejanza de Dios, y mediante la verdadera Iglesia la conserva I Cristo corona los deseos de perfección del paganismo, de los patriarcas y de los profetas Creados los hombres a imagen y semejanza de Dios, hicieron cuanto estuvo de parte de ellos, mediante las inteligencias más preclaras y las más firmes voluntades, habidas en los siglos paganos, con el fin de perfeccionar, con sus facultades naturales, la semejanza de Dios en las almas. Muchos filósofos anteriores a Cristo batieron con ingente esfuerzo las alas de su inteligencia y de su voluntad para remontarse a la contemplación de la Verdad suprema y a la imitación del Bien sumo, pero en vano; extraviada la mente en la nebulosa senda de los errores paganos y hundida la voluntad en la inmensa ciénaga de los vicios politeistas.er a imposible contemplar la verdad a través de tanta niebla, y más dificultoso aun remontar el vuelo y verse libre de la cenagosa charca en que la Humanidad había sumergido sus espirituales alas, aherrojadas por las fuerzas corruptoras de la sensualidad sin freno. Impotencia que declaraba aquel discípulo del divino Platón, que hacía hablar a Sócrates y Alcibíades con estas palabras: «Sócrates  En mi opinión, el mejor partido que podemos tomar es esperar con paciencia, hasta que venga alguno a enseñarnos cómo nos hemos de portar relativamente a los dioses y a los hombres. Alcibíades  ¿Cuándo vendrá? ¿Y quién es ese que nos enseñará estas cosas?, pues me parece que siento un deseo ardiente de conocer a tal personaje […]. Venga pues, y disipe cuando quiera estas tinieblas. Estoy dispuesto a hacer cuanto él guste prescribirme, con tal que pueda llegar a ser mejor de lo que soy». Estas ansias del hombre anterior a Cristo eran la expresión de la esperanza dada por Dios al hombre en el Paraíso, de un Libertador que había de luchar siempre con Satanás.
  • 20. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 20 Veinte siglos lo añoraron los Patriarcas y otros tantos cantaron las excelencias de su venida los Profetas, y las nubes por fin llovieron al justo y vino, por fin, al mundo el Deseado de todas las gentes, y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y fue la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, y fue camino, verdad y vida, y por doquiera pasó haciendo bien, y habló palabra sobre toda sabiduría, aquel a quien únicamente hemos de llamar Maestro sobre la tierra, que es Cristo, el cual desea que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, proporcionando el entendimiento y la voluntad al infinito saber y querer, según la imagen del que es el único perfecto mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo, que se dio a sí mismo por la redención de todos, al decir de San Pablo. Y así había de ser, pues hablando con palabras de Santo Tomás: «Solo de Cristo es propio unir perfectivamente a los hombres con Dios, pues sólo por Jesús el hombre es reconciliado con el Altísimo; porque Dios era el que reconciliaba consigo al mundo en Jesucristo14 ». «Que murió por todos para que los que viven no vivan ya para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos[...] Por tanto si alguno está en Jesucristo, ya es una criatura nueva15 ». Este es uno de los motivos, el principal sin duda, por el cual el Verbo divino se hizo hombre, pues en cuanto al bien obrar Cristo había de mostrar senos como modelo. El mismo divino Maestro se nos muestra corno ejemplar impulsando a sus apóstoles a que le imitasen: «ut quo emadmodum ego feci ita et vos faciatis». Y tan perfecta imagen de Dios que si lo imitáramos, realizaríase en nosotros aquella sentencia de San Agustín: «Factus est Deus homo, ut homo fieret Deus». Y bien sabido nos es que los especialmente previstos por Dios para que fuesen santos, fueron los predestinados para que se hiciesen conformes a la imagen de su Hijo Jesucristo. Él es el Salvador de todos los hombres y propiciación de los pecados de todo el mundo, y, como dijo San Pedro a la faz de todos los hombres, fuera del nombre de Jesús no hay que buscar la salvación en otro alguno, pues no se ha dado otro nombre debajo del cielo, por el cual debemos salvarnos16 . Luego Jesucristo es el ideal suspirado por la Humanidad durante cuarenta siglos. 14 Sum. 3ª. 26-1-c. 15 Sum. 3ª. 1-2- c 16 Cor.-5. 15 y 17.
  • 21. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 21 II La Iglesia continuadora de Cristo Pero Él quiso mor ir y ascender a los cielos cuando hubo consumado todas las obediencias que había recibido de su Eterno Padre y, sin embargo, no quiso dejarnos huérfanos. Él quiso que sus enseñanzas y ejemplos se perpetuasen entre los hombres, hasta la consumación de los siglos; misión que concedió a sus discípulos, invocando toda la fuerza de su divina autoridad con estas palabras: «A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra». «Id, pues, e instruid a todas las naciones en el camino de la perfección; bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad ciertos que yo mismo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos17 ». Con la misma potestad divina había dicho antes el Fundador de la Iglesia a San Pedro aquellas dulcísimas palabras: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Juan, porque no te ha revelado eso la carne y sangre, ni hombre alguno, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas o poder del infierno no prevalecerán contra ella; y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra, será también atado en los cielos, y todo lo que desatares sobre la tierra será también desatado en los cielos18 ».(6) Esta Iglesia, fundada por Cristo, es en todo semejante a su divino Fundador, y por eso es santa e inmaculada, columna y fundamento de la verdad, y ella es la única arca salvadora de la humanidad, y lo mismo que fuera de Cristo no podemos buscar otro mediador, tampoco fuera de la Iglesia Católica encontraremos la salvación, o, lo que es lo mismo, nuestro perfeccionamiento temporal y eterno. Consciente de la Divina misión que guarda en su seno maternal la Iglesia Católica, única verdadera, ha dado en todos los siglos de su existencia testimonios fehacientes de los supremos esfuerzos que ha llevado a efecto para mantener a los hombres en la imitación de Cristo, sacrificándose siempre y dejándose sacrificar por todos, como el Cristo, hijo de Dios vivo, para la resurrección de todos. Apenas había exhalado Jesús el último suspiro, cuando San Pablo daba gracias a Dios porque la fe de Cristo era celebrada por todo el mundo. San Pedro in Montorio y las Tres Fontanas dan testimonio del modo empleado por San Pedro y San Pablo para constituir en Roma la sede principal del mundo católico. 17 Mat. 28-18 y sig. hasta el fin. 18 Mat. 16-17, 18 y 19
  • 22. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 22 Las catacumbas y el circo romano son los venerandos relicarios de los millones de héroes cristianos, que dieron su vida por confesar la divinidad de Cristo en los tres primeros siglos de la Iglesia; y desde entonces, jamás han faltado millares de hombres, que, llenos de amor vehemente, se hayan consagrado, sin otra mira que la de agradar a Dios, a sostener, defender y propagar la doctrina del Crucificado, como la única que lleva al hombre a la verdadera civilización y a la eterna gloria. Rico el divino Maestro en medios y en modos de ayudar a los hombres para inducirlos amorosamente a reconocer las vías de perfección que Él había enseñado, hizo colmenas de riquísimas mieles de santidad las catacumbas, de las que fueron reyes admirables una pléyade de mártires, que tienen por corona a San Sebastián y por graciosa joya a San Tarcisio; convirtió el Crucificado el circo de Roma en crisol de héroes, en el que las ansias de vida eterna vencieron en la más cruenta lucha a los horrores de la muerte temporal; más de tres siglos contemplaron el admirable espectáculo de víctimas, como Santa Inés, Santa Agueda, Santa Eulalia...; los desiertos viéronse poblados de asombrosos penitentes como los Hilariones, Antonios y Estilitas; los monjes en apartados nidos llenaron los campos y las afueras de las ciudades con los cánticos sagrados y fueron relicarios de la antigua ciencia y emporios del futuro saber, acariciados con los suaves suspiros de célicas nostalgias exhalados por Benitos y Bernardos; como nuevos jueces del pueblo de Dios, aparecieron en medio del mundo los dos hermanos San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán, pobre, y padre de pobres el primero, hizo arder en las naciones, desde su Porciúncula de la Umbría, el fuego del amor que había traído Jesús al mundo; y querubín de las divinas ciencias el segundo, fue desde Polonia el potente faro que iluminó y sirvió de guía a los siglos medioevales, resplandeciendo con inusitados fulgores en San Vicente Ferrer y en Santo Tomás de Aquino. Formado por el Altísimo, a la medida de su corazón, cual otro David, surgió el heroico capitán Ignacio de Loyola, que armado de la honda de su gigante obra, la Compañía de Jesús, y con la piedra de su voto de obediencia al Papa, en el nombre del Señor, lanzose con los suyos a la más ingente lucha intelectual, moral y religiosa, que han presenciado los siglos; y, arma al brazo, y siempre vigilante, y en su puesto, lucha hace más de tres siglos en contra de Lutero y todos sus secuaces, aguardando, a no dudarlo, los días presentidos por Pio X, en que serán relevados de la vanguardia de los católicos ejércitos, por los nuevos heraldos de la restauración de todas las cosas en Cristo, y por los cuales podremos repetir en breve «El Señor ha hecho pedazos el cetro de los impíos[…] Toda la tierra está en silencio y en paz y se huelga y regocija». Así, salvo mejor parecer, cuando el espíritu del Beato Grignión de Montfor informe las sociedades, habrán encontrado el modernismo y el anarquismo su apropiado debelador; como en San Ignacio lo tuvo Lutero y en Santo Domingo los albigenses y en San Francisco los enamorados de las cosas terrenas y en San Bernardo
  • 23. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 23 y en San Benito los desenfrenos carnales y los incendiarios de las bibliotecas antiguas, y en los solitarios de los desiertos halló sus últimos despreciadores el mundo pagano. Con tales armas y elementos, civilizaron los hijos de la Iglesia Católica al mundo romano e hicieron surgir de su seno las múltiples naciones educadoras de los Bárbaros del Norte, deteniendo los ímpetus destructores de éstos con la decrépita mano de San León, e iluminando sus mentes, sacándolas de los errores del arrianismo, mediante San Isidoro y San Leonardo. Discípulos verdaderos de Cristo fueron los que opusieron sus pechos generosos a las invasiones de la avalancha agarena en Covadonga, en Francia, en Austria y en Lepanto; humildes servidores de Cristo fueron los descubridores y civilizadores del Nuevo y del Novísimo Mundo, y en toda la edad moderna, hasta nuestros días, se ha venido sosteniendo titánica lucha entre los hijos del catolicismo y los fautores del protestantismo, para que en el corazón de las naciones aliente el verdadero espíritu de la caridad cristiana y no las falsas y engañadoras doctrinas de la soberbia protestante. Y para conseguir este fin, la Iglesia verdadera, continuadora de la obra de Cristo, en el mundo, ora sufre los horribles tormentos del tiempo de las persecuciones, ora se lanza a los campos de batalla, ora sufre los más violentos despojos, ora tolera los más amargos desprecios, y siempre, en fin, abrazada a la cruz y en pos de Cristo, perfecta imitadora de él, lo mismo vive en Belén que en Nazaret que en el Cenáculo, y donde quiera y como quiera, ya entre las glorias de la entrada en Jerusalén, ya entre las ignominias del Calvario, siempre clama como Jesús diciendo «SITIO», porque cuanto sufre parécele siempre escaso y cuanto beneficia lo tiene en poco. Y así la Iglesia ha llevado, y llevará, el nombre de Cristo a través de todos los tiempos y de todos los países, enseñando a los hombres las doctrinas del que es único Salvador y Maestro de la humanidad prevaricadora.
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  • 25. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 25 IIi Jesús Sacramentado modelo y guía de las sociedades modernas I Jesucristo modelo de los hombres bajo distintos aspectos No siempre las luchas son iguales en la Iglesia, porque no siempre son las mismas las enfermedades sociales y, por ende, no han de ser idénticos. los modos empleados por Cristo para destruir los errores y vicios que la impiedad enseña; aunque siempre persevera el tener que asemejarse a Jesús, para acreditar que se vive según Dios. El mismo Cristo no quiso manifestársenos siempre de la misma forma para atraernos hacia Él y servirnos de modelo. En las catacumbas y en los primeros siglos de la Iglesia se muestra como Divino Pastor y como Maestro de los apóstoles, que le escuchan absortos. Más tarde el crucificado es el objeto de todas las miradas, y la Cruz redentora corona todas las maravillas humanas, sirve de guía en las más legendarias empresas e impulsa a realizar gigantes epopeyas a los hombres, que forjan sus almas en el fuego de la Pasión de Cristo; otro día alboreó, en el luminoso horizonte de la Iglesia, la imagen de Jesús, mostrando a los hombres los divinos y amorosos incendios de su Corazón Sacratísimo, y el Corazón que tanto ha amado a los hombres salió del Sagrario radiante de luz y de hermosura para mostrarnos que allí estaba para nosotros el modelo especial que debíamos seguir; y hace ya siglos que nos llamó Jesús de un modo especial al Sagrario, mediante la Beata Margarita María de Alacoque, y hoy es ya tan manifiesto su querer, que no habrá católico que dude que Jesús Sacramentado es centro de la vida social, no sólo porque es Sacramento de vida, sí que también como modelo que imitar e imán que nos ha de atraer para conducirnos a la victoria en la terrible lucha que tienen empeñada contra Él las potestades del averno en estos tiempos de suprema indiferencia.
  • 26. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 26 II La Eucaristía centro de la vida espiritual en todo tiempo No querernos decir con lo anteriormente expuesto que Jesús en su vida eucarística no haya sido honrado en todo tiempo por la Iglesia; lejos de nosotros tamaña impiedad. La naciente Iglesia se reunía en las Catacumbas, continuadoras del Cenáculo, para estrechar más los lazos de la misma fe, del mismo espíritu y del mismo amor a Jesucristo, recibiendo a Este real, verdadera y substancialmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Los mártires que salían de aquellos subterráneos con el alma enrojecida por el fuego del amor divino, que aspiraban en la Sagrada Comunión, eran delante de los tiranos y de los verdugos, en las cárceles y en el anfiteatro verdaderas maravillas de valor cristiano, que se imponía a las más sanguinarias fieras, que anonadaba a los emperadores, que hacían blando el acero, que dejaba sin acción las hogueras y que siempre daba fortaleza a los Cristiferos para dar su vida heroicamente, antes que apartarse del amor fiel a Jesús Sacramentado. Y cuando la Iglesia triunfó del mundo pagano a costa de propios sacrificios, en los que tantas veces la sangre de sus hijos era el precio del triunfo a la cabeza de ella, como Divino Fundador, se levantó Jesús Sacramentado. Y en las terribles luchas sostenidas después en contra de los hijos de Mahoma, los combatientes cristianos, robustecidos con el Pan bajado del Cielo, lanzábanse a los combates y admiraron al mundo en las tantas veces repetidas victorias de las Navas y Lepanto, y en aquellos aguerridos tiempos de la edad media no faltaron a la Iglesia santos y sabios, a cuya cabeza figura, sin duda, el Doctor Angélico, que legaron al mundo sublimes monumentos eucarísticos, como el Oficio del Santísimo Sacramento, que es verdadera sorpresa, por lo admirable, para el mismo humano ingenio que lo ha trazado. III Jesús Sacramentado modelo peculiar de las almas de nuestros tiempos Mas, si bien es verdad, que jamás han faltado verdaderos amantes de Jesús Sacramentado desde San Tarsicio, niño mártir del amor a la Eucaristía, hasta Sta. Catalina de Sena y Sta. Teresa de Jesús, también lo es que muchos santos, tan puros como San Luis Gonzaga, empleaban media semana en prepararse para comulgar y otra media en dar gracias por haber comulgado; y los mismos fundadores de Ordenes y Congregaciones Religiosas no preceptuaron 1a comunión diaria, con lo que bien a
  • 27. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 27 las claras se manifiesta que el respeto más profundo al Augusto Sacramento del Altar se imponía, como nota característica, en la Iglesia. A este respeto, que conservaba a Jesús Sacramentado adorado y reverenciado en todos los sagrarios del mundo, ha seguido un espíritu de ardentísimo amor que no se satisface con tener a Jesús en el Copón y lo manifiesta a toda hora en la Custodia, porque el amante desea contemplar sin tregua al objeto de sus amores, y ni con mirarlo incesantemente se siente satisfecho. Quiere más, porque el amante aspira a unirse del modo más íntimo con el amado hasta hacerse una sola cosa con él, si fuera posible, transformándose en él del modo más perfecto. Unión y transformación que se verifica con Jesús del modo más consumado en esta vida, cuando se recibe la Sagrada Comunión, por la que el hombre hospeda en sí a Cristo, comiendo la carne y bebiendo la sangre de Él y viviendo de la vida de Él mismo, hasta el punto que, si nosotros con verdadero amor lo recibimos, podemos decir con San Pablo: «La vida que yo vivo no es vida mía, es vida de Cristo que vive en mí». Y porque esta nota es característica de nuestros tiempos, jamás, como ahora, se practicó el culto y unión con Jesús Sacramentado, como si con esta práctica quisiera enseñarnos la Iglesia, que, según la vida eucarística, quiere que el mundo sea restaurado en Cristo. Todo en la Iglesia respira hoy espíritu eucarístico, desde lo más perfecto hasta lo más ordinario de la vida piadosa. Las congregaciones religiosas creadas con el capitalísimo fin de salvar las almas honrando a Jesús Sacramentado, coronadas por la incesante labor de los congresos Eucarísticos y por las paternales instancias del eucarístico Papa Pío X para acercar el mundo católico en torno de la Custodia y llevarlo a la Comunión diaria, son testimonios más que suficientes para convencernos de tan consoladora verdad. Sin temor de equivocarnos podemos decir que el siglo pasado forjó en sus entrañas los riquísimos materiales que habían de dar en estos tiempos, como ejemplar y medicina, a Jesús Sacramentado. · Fundáronse en Roma, y extendiéronse después por todo el mundo, las congregaciones eucarísticas: la Adoración Perpetua y la Adoración Nocturna. En la primera década del siglo XIX, empezose a infundir en las almas un espíritu tal de amor al Divino Rey de la Eucaristía, que personificándose en el bienaventurado Padre Pedro Julián Eyrnard, hizo surgir la Congregación del Santísimo Sacramento para hombres y la de Esclavas del Santísimo Sacramento para señoras, en la que no cupo poca parte al otro también bienaventurado, Juan B. Vianney, párroco de Ars. De tan hermoso árbol brotaron las ligas eucarísticas y la Confraternidad de Sacerdotes Adoradores del Santísimo Sacramento para estimular a la Comunión diaria. De estas raíces brotaron llenas de lozanía la Congregación de María Reparadora, fundada al mediar el pasado siglo, las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, nacidas en Sevilla en el último tercio de la misma centuria, las Adoratrices, los Sacerdotes
  • 28. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 28 Reparadores del Sagrado Corazón de Jesús y tantas otras fraguadas en los pechos caldeados por el amor eucarístico, que son pruebas más que suficientes de nuestro aserto. Por lo que podemos concluir que la Iglesia Católica vive y exhala por doquiera espíritu de Cristo, pero cómo se manifiesta en el Augusto Sacramento del Altar. Para concluir este asunto, por lo que hace a nuestro propósito, bástanos decir que el siglo del triunfo de la Inmaculada en el dogma preparaba con divina sabiduría el siglo del triunfo de la Inmaculada en las costumbres, y éste había de ser el siglo de la Eucaristía, porque hasta tanto que la fe y las costumbres no se rehabiliten, según los fundamentos del dogma de la Concepción Inmaculada, no estarán las almas verdaderamente dispuestas para ser fieles soldados del Rey de la Eucaristía. IV Vida gloriosa del siglo XX Siglo venturoso, siglo de eterna gloria y bienandanza, sí. Como es de esperar, cae de hinojos ante el Rey, Sacramentado por amor de todo el mundo. Es el triunfo segundo de Jesucristo sobre las almas. Antes reinó desde la Cruz, regnavit a ligno Deus, hoy, desde la Custodia, desde el Copón, desde el Sagrario. Y este segundo reinado de Jesús sobre la Humanidad será gloriosísimo, pues el hombre alcanzará la mayor perfección posible con el trato constante e íntimo de Jesús Sacramentado, y, sobre todo, con la Comunión frecuente, pues en la vida de Cristo y la de los que comulgan dignamente, en cuanto puede ser, son una misma vida; Cristo y el que lo recibe permanecen el uno en el otro, y así corno Jesús vive de la vida de su Eterno Padre, así también el que comulga vive por Cristo. De donde fácilmente se deduce que el modo más acertado para imprimir en nosotros la imagen de Jesús es la sagrada Comunión. Y por ser así, nos enseña el mismo Jesús, que, si no comemos su carne y bebemos su sangre no habrá en nosotros la vida de la gracia que Él nos vino a traer con toda abundancia y sin la cual no alcanzaremos la vida eterna. Por este motivo, los niños, en el acto de ser bautizados, cuando no tienen uso de razón reciben la Sagrada Eucaristía en la intención o deseo de la Iglesia, y los adultos, o mejor dicho, todos los que tienen uso de razón, inmediatamente después del santo bautismo reciben sacramentalmente el Cuerpo y Sangre de Cristo, prenda segura de la futura gloria. Venturoso siglo XX, si en él, como firmemente creemos, se realiza la conversión de las naciones a Cristo, sellando estas gloriosas alianzas con la Hostia de salud que abre las puertas del cielo. Bienaventurado siglo en el que los hombres serán alimentados con el pan de la vida. Y de la inteligencia, con el Pan vivo que han bajado del Cielo, con el Pan de los ángeles; y al juntarse para comer los hombres todos en la
  • 29. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 29 misma mesa, serán iguales, y por ser la mesa del mismo Padre, serán hermanos, y por ser todos ajenos al viejo fermento de la malicia y a las ligaduras del pecado, gozarán de la libertad sublime de los hijos de Dios. Rendidos todos entonces para ofrecer al Dios eterno de 1a caridad la purísima oblación del Cuerpo y Sangre del Divino Verbo Humano, será el mundo todo un redil de un solo rebano con un solo Pastor.
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  • 31. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 31 IV Porta Coeli I Por Maria a Jesús Nuestro soberano Rey quiere que lo sigamos; pero si como dice San Mateo con un acento de admiración, extraño en las Sagradas Escrituras, «!Oh, qué angosta es la puerta y cuan estrecha la senda que conduce a la vida eterna! ¡Y qué pocos los que atinan con ella!», gran misericordia es del Señor habernos dejado un guía experto y amante, que nos haga suave el yugo de Él y ligera la carga que nos impone con sus preceptos. Y así debe ser, pues si el fin de todo el orden de la santidad es caminar en pos de Cristo, llevando nuestra cruz, en extremo nos es conveniente un medio que nos estimule y fortalezca para perseverar hasta el fin en esta vida de amargura; y si cuanto más pronto y más perfectamente lleguemos a Jesucristo, mayor será nuestro mérito y gloria, mucho nos importa poner ese medio que nos ayude para conseguir tan necesario y excelso fin. ¿Y podríamos acaso hallar otra mano más hábil, blanda y poderosa que la suavísima de nuestra misericordiosa Madre, la Inmaculada Madre de Dios? ¡Imposible! Y tan plenamente convencidas de esta verdad se hallan las almas de los santos y sabios católicos de todos los tiempos, que ha venido a ser consagrado, como principio evidente, el que se expresa en estas dulcísimas palabras: Por María a Jesús. Y para que inmediatamente entremos en materia, sigamos como expone esta consoladora doctrina el amadísimo Beato Grignión de Montfort, que, con su habitual sencillez, hablando de cómo es María el medio más adecuado para ir a Jesús, dice: «Siendo el medio seguro, y el camino recto e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarlo perfectamente, por Ella deben buscarlo las almas que deban resplandecer en santidad. Quien halle a María, alcanzará la vida, es decir a Jesucristo, que es el camino, la verdad y la vida. El mismo bienaventurado encarece la necesidad que tenemos de acudir a María para llegar a Jesucristo, con estas palabras:
  • 32. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 32 «Es preciso convenir en que siendo la Santísima Virgen necesaria a Dios, con una necesidad que se llama hipotética, esto es, con una necesidad que es consiguiente a los planes y voluntad de Dios, es mucho más necesaria a los hombres, para que estos lleguen a conseguir su último fin. No debe, pues, confundirse la devoción a la Santísima Virgen con las devociones a los demás santos, como si no fuese más necesaria que las demás devociones y se tratase de una supererogación, y no de una necesidad». Y en otro lugar dice: «Excediéndose a sí mismo San Agustín afirma que para que todos los predestinados se asemejen a la imagen del Hijo de Dios, están en este mundo ocultos en el seno de la Santísima Virgen, en donde esta buena Madre los guarda, alimenta, conserva y desarrolla hasta tanto que los da a luz en la gloria.» Y para más expresar la íntima relación que hay entre Jesucristo y los predestinados en el seno de María, dice, en otra parte: «El Espíritu Santo que no produce otra Persona Divina, se ha hecho fecundo por María con quien se ha desposado. Con Ella, en Ella y de Ella ha producido su obra maestra, que es un Dios hecho Hombre; y produce todos los días, y producirá hasta el fin del mundo los predestinados, que son los miembros del cuerpo de esa cabeza adorable; por eso, cuanto más encuentra a María, su cara e indisoluble Esposa, en un alma, tanto más deseoso y decidido se muestra a producir a Jesucristo en esa alma, y a esa alma en Jesucristo». Y para que entendamos bien que vivir en María es prenda de gracias de santidad extraordinaria, añade: «Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la encuentra en el alma, vuela allí, entra en ella de lleno y se comunica abundantemente con esa alma; y una de las grandes razones por las cuales el Espíritu Santo no hace ahora maravillas asombrosas en las almas, es, porque no encuentra en ellas una unión bastante grande con su fiel e indisoluble Esposa, María». Concluiremos, por último, haciendo notar con el mismo autor, que en el seno de María se adquiere la semejanza de Dios, no sólo más pronta y perfectamente, sí que también con más facilidad. He aquí las hermosas palabras del bienaventurado: «Observad, si os place, que digo que los santos se amoldan a María. Hay una gran diferencia entre construir una figura en relieve a golpe de martillo y de cincel, y hacerla por medio de molde; los escultores y estatuarios trabajan mucho en construir figuras del primer modo y emplean mucho tiempo, pero de la segunda manera trabajan poco y hacen mucho en corto tiempo. San Agustín llama a la Virgen forma Dei, el molde de Dios  Si formam Dei te appellem, digna existis , el molde propio para formar y modelar santos. El que es echado en este molde divino, bien pronto es formado y modelado en Jesucristo y Jesucristo en él, a poca costa y en poco tiempo llegará a ser semejante a Dios, toda vez que ha sido echado en el mismo molde en que se formó un Dios hecho Hombre.»
  • 33. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 33 No hay para qué insistir más en este asunto, que, aunque sea de tanta importancia, es tan evidente en la Teología Católica y tan consolador a los hijos amantes de la Iglesia, por excelencia Mariana, como terrible para aquellos que no dan a la Virgen Inmaculada Madre de Cristo, el lugar que Dios le ha señalado en el camino de la salvación de las almas, y por este motivo al Beato de Grignon le basta saber la estima que las almas hacen de la Santísima Virgen, para colocarlas entre las que tienen la semejanza de Dios o la de Satanás. «La señal más infalible, dice, y más indudable para distinguir un hereje, un hombre de mala doctrina, un réprobo, de un predestinado, está, en que tanto el hereje como el réprobo no tienen sino menosprecio o indiferencia para con la Santísima Virgen, cuyo culto y amor tratan de amenguar por medio de sus palabras y ejemplo, ora abierta ora ocultamente, y a veces con pretextos ingeniosos. Por eso ha dicho Dios Padre a María que no habitase en ellos porque son falsos como Esaú». No cabe duda, pues, el que se forma en el seno amoroso de María es el que más ama a Cristo y en el que Cristo vive con mayor plenitud, pues como el mismo bienaventurado enseña: «Si la devoción a María es necesaria a todos los hombres, simplemente para alcanzar la salvación, es aún, más necesaria a los que son llamados a una perfección particular; y no creo que una persona pueda adquirir una unión íntima con Nuestro Señor y una fidelidad perfecta al Espíritu Santo, sin una unión grandísima con la Santísima Virgen y una gran dependencia de su socorro». Y con esto damos por terminado este asunto, convencidos de que para ir a Jesús tenemos que ir guiados por la mano cariñosa de la singular criatura que Dios formó para que fuera Madre suya y Madre nuestra.
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  • 35. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 35 V María Inmaculada I Modelo y guía de las sociedades modernas Cuanto hasta aquí hemos dicho en esta sección, la más amada y característica de nuestra Revista, siquiera sea la más humilde, ha sido como preámbulo a lo que desde ahora pensamos decir con la ayuda soberana de nuestra Reina, la Divina Infantita. Que Jesús, nuestro único Salvador, es el modelo que hemos de imitar para santificarnos, y que Él ha querido valerse de María, su Madre, para que mejor nos conformemos con Él, son verdades evidentes, pero también hemos demostrado que Jesús quiere manifestársenos y, de un modo especial, ser honrado en nuestros días en su vida eucarística. Y ahora, para empezar a concretar cómo quiere Dios que María sea especial mente conocida y amada en estos tiempos para llevarnos a Jesús Sacramentado, demostraremos una proposición, ya demostrada en la obrita Del culto de la Inmaculada, de la que entresacaremos lo que nos parezca más conducente a nuestro fin, y la cual expresaremos en estos términos: «El culto de María Inmaculada es característico de nuestros tiempos». ¿Quién no verá una providencia admirable en no haber sido declarado dogma la Concepción Inmaculada de María hasta la mitad del siglo pasado, e indicio bastante para indicarnos que hasta esta época no ha querido Dios que María sea especialmente honrada por tal concepto? Y esta sencillísima consideración, ¿no sería bastante a demostrar la verdad de nuestro aserto? Dios ha reservado para nuestros tiempos la definición de este dogma de la Concepción Inmaculada porque Él ha querido que María, honrada por este privilegio principalmente, sea la salvadora de la Iglesia. Y como nadie puede ser en esto testimonio más autorizado que el amadísimo Pío IX, leamos sus palabras: «Nuestro corazón se llena de gozo, y nuestra lengua de júbilo, y damos y daremos siempre las más humildes y altas gracias a Nuestro Señor Jesucristo, porque se ha dignado por especial beneficio concedernos, no mereciéndolo, decretar y ofrecer esta honra, gloria y alabanza a su Santísima Madre.
  • 36. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 36 Y alimentamos una esperanza certísima y la mayor confianza de que esta Virgen, que toda hermosa e Inmaculada pisó la cabeza venenosa de la cruel serpiente y trajo la salud al mundo […], se digne prestar su eficaz patrocinio para que la santa madre Iglesia Católica, removidas todas la dificultades y desbaratados todos los errores, se robustezca más y más cada día en todas las naciones y lugares, y florezca y reine del uno al otro mar y desde el principio hasta los confines del orbe, y se goce de completa paz, tranquilidad y libertad […], y para que todos los que yerran, apartada la ofuscación de la mente, vuelvan al sendero de la verdad y de la justicia y haya un solo redil y un solo Pastor»(l). Y esta esperanza vive todavía en el seno de la Iglesia tanto más sonriente y halagadora, cuanto que el amabilísimo Pío X afirma que ya empezó a realizarse y que no tardará en ser manifiesto a todos el triunfo universal de la Iglesia mediante la Inmaculada: «Mas no queremos callar que este nuestro deseo (de que la Inmaculada sea honrada por modo extraordinario en el quincuagésimo aniversario de la definición), se haya estimulado por cierto secreto presentimiento de Nuestra alma, de que se cumplirán en un porvenir no lejano las esperanzas, de ningún modo temerarias, que hizo concebir a Nuestro predecesor Pío IX y a todo el Episcopado del mundo la solemne definición del dogma de la Concepción Inmaculada de María». Muchos hay, a decir verdad, que se lamentan de que hasta hoy no se hayan cumplido sus esperanzas, y que una y otra vez repiten estas palabras de Jeremías: «Aguardando estamos la paz y este bien no viene; y que llegue el tiempo de nuestro remedio y sólo vemos terror». ¿Quién habrá que no reprenda por hombres de poca fe a los que tal dicen y no ponen el pensamiento en conocer las obras de Dios, o en considerarlas a su verdadera luz? Y, en efecto, ¿quién podría enumerar los secretos dones de gracia que, por intercesión de la Virgen, durante todo este tiempo, ha derramado Dios sobre su Iglesia? Y aun cuando se omita la cuenta de estos dones, ¿qué no habrá que decir del Concilio Vaticano con tanta oportunidad reunido o de la infalibilidad pontificia, proclamada tan a punto contra los errores que iban a levantar cabeza, o, finalmente, del nuevo y nunca visto fervor de piedad con que los fieles de toda clase y de toda nación acuden en persona a venerar al Vicario de Jesucristo? ¿Y acaso no aparece admirable la providencia de Dios en dos de nuestros predecesores, a saber, Pío IX y León XIII, que en tiempos turbulentísimos rigieron santamente la Iglesia con longevidad de Pontificado a nadie antes que a ellos otorgada? Añádase que apenas proclamado por Pío IX como dogma de fe católica que María fue preservada de toda mancha original, en tierra de Lourdes comenzó la Virgen misma sus apariciones maravillosas en memoria de las cuales, con magnífico y grandioso esfuerzo de la piedad, se edificaron dos templos a la Inmaculada, donde los
  • 37. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 37 prodigios que diariamente se obran por intercesión de la Divina Madre, son espléndidos argumentos contra la incredulidad de la época presente. Tantos y tan grandes beneficios concedidos por Dios, mediante la bienhechora intercesión de la Virgen en estos cincuenta años que pronto van a cumplirse, ¿por qué no han de convencernos de que la hora de nuestra salud está más cercana de cuanto hasta aquí creíamos? Tanto más, cuanto mejor sabernos, por experiencia, que la Providencia divina nunca pone el extremo del mal lejos del remedio. «Próximo a llegar está su tiempo y sus días no son remotos. Porque el Señor tendrá compasión de Jacob y todavía escogerá alguno de Israel», de suerte que abrigamos la esperanza de que también nosotros podremos repetir en breve, «El Señor ha hecho pedazos el cetro de los impíos [...], toda la tierra está en silencio y en paz, y se huelga y regocija […]» «Mas, la razón principalísima, Venerables Hermanos, de que el quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada debe excitar un singular fervor en el ánimo cristiano consiste para Nos, en lo que ya dijimos en Nuestra primera carta Encíclica, conviene a saber en la restauración de todas las cosas en Cristo. Porque, ¿quién no verá que no hay camino más seguro y expedito que María para llegar a Cristo y unirse a Él y obtener por su medio la perfecta adopción de hijos, de manera que seamos santos e inmaculados a los ojos de Dios» Luego no cabe duda, el culto dado a María, considerada especialmente como Inmaculada, es característico de nuestros tiempos. Con este evidente sentir de la Iglesia no puede menos que estar conforme el del Beato de Grignon de Montfort, ya que éste, según se desprende de las mismas enseñanzas y prácticas de la Iglesia, es el que nos manifiesta, cómo ha de ser María honrada en estos tiempos. Y en efecto es así. Oigamos al P. Faber que hablando del gran vidente de los triunfos de la Inmaculada, dice: «Se adelanta cual otro Vicente Ferrer, y, como si se hallase en los días próximos al juicio final, proclama que de parte de Dios trae el mensaje auténtico de un honor mayor, de un conocimiento más extenso y de un amor más ardiente por María, así como también la íntima relación que tendrá Ella con el segundo advenimiento de su Hijo». Que el Beato de Grignión habla de María por el hecho de ser Inmaculada, nadie lo podrá dudar, porque semejantes afirmaciones no podrían hacerse por razón de ser María Madre de Dios, pues bajo este respecto, no era posible conocerla más ni honrarla más. A la Madre de Dios sólo se la podía conocer mejor cuando un decreto dogmático diera por verdad cierta y universal a la Iglesia, que aquella había sido concebida en gracia y, entonces, por esta nueva prerrogativa, así conocida de todos, se
  • 38. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 38 ampliaba el conocimiento de la santidad extraordinaria de María hasta el primer instante de su ser Inmaculado y en los hombres aumentaba también este conocimiento de María, porque tal verdad les sería conocida con la seguridad de la fe que supera a toda certeza y todos estarían obligados a creer esta verdad, como, por dicha nuestra, acontece desde el año cincuenta y cuatro de1 siglo XIX. Y siendo reconocida más extensa santidad en la vida de María, se sigue inmediatamente el honor mayor, pues sabido es que éste se debe a la santidad, y ahora se lo tributamos como nunca a María, en el instante mismo de ser concebida, y a ello están obligados todos los católicos. Y si crece el conocimiento, teniendo a María por más santa, por el hecho de haber sido desde el primer instante de su ser Inmaculada, cierto es que también debe ser amada con amor más ardiente y, por este mismo concepto, servida con mayor perfección. He aquí las palabras textuales, según se leen en la vigésima segunda edición de La Vraie Devotion: «No ha sido aun suficientemente alabada, exaltada, honrada, amada y servida María. Merece todavía más alabanzas, respeto, amor y servicios. Y tenemos que decir con el Espíritu Santo: Omnis gloria ejus Filiae Regis ab intus. Toda la gloria de la Hija del Rey está en el interior, como si toda la gloria exterior que le dan a porfía el cielo y la tierra no fuese nada, en comparación de la que interiormente recibe del Criador, y que no es conocida por las pequeñas criaturas, que no pueden penetrar el secreto de los secretos del Rey». En otro lugar dice nuestro Vidente: «Dios quiere descubrir y manifestar a María como la más perfecta obra de sus manos, en estos últimos tiempos […] Es menester, pues, que María sea más conocida que nunca para mayor conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad». Luego María ha de ser en estos tiempos honrada especialmente como Inmaculada.
  • 39. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 39 vI María Inmaculada (continuación) I María debe ser honrada, especialmente en nuestros tiempos, en el periodo de su vida anterior a la maternidad Después de haber demostrado en el número anterior que María Inmaculada es modelo y guía de las sociedades modernas, tócanos estudiar ahora, a cual periodo de la vida de María corresponden especialmente las manifestaciones de sus gracias por ser Inmaculada, pues, si no se concreta el modelo que hemos de seguir, mal podrá ser perfectamente imitado. Advertimos, antes de probar la tesis que nos proponemos, que el ser María Inmaculada puede entenderse de tres maneras: 1. En cuanto al acto de recibir este privilegio. 2. En cuanto que en este acto comienza el estado dispositivo para la Divina Maternidad. 3. Como principio de la santidad que resplandeció en María toda su vida. En el primer concepto María debe ser honrada en el primer instante de su existencia; en el segundo desde su Concepción hasta la Encarnación y en el tercero, en cualquier edad y circunstancia de su vida. Esto presupuesto, demostraremos que «La singularísima santidad de la Concepción Inmaculada de María se manifiesta principalmente en el periodo de tiempo comprendido desde el primer instante de su ser hasta la Encarnación del Divino Verbo». Santo Tomás confirma nuestra tesis de una manera irrefutable: «En la Bienaventurada Virgen hay triple perfección de gracia; la primera, que es como dispositiva, por la que se hace idónea para ser Madre de Cristo; la segunda
  • 40. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 40 perfección de gracia que hubo en María fue efecto de la presencia del Hijo de Dios Encarnado en su seno, y la tercera es la perfección del fin que tiene en la gloria19 ». Evidentemente la gracia primera o dispositiva. empieza en la primera santificación de María y termina con la presencia del Verbo Divino en el seno de su Madre. Luego nuestra proposición es cierta. El hecho mismo de que al tratar de la santidad de María todos los teólogos distingan la primera y la segunda santificación, entendiendo por la primera la que recibió en el instante primero de ser santificada, y por la segunda, la que recibió en la Encarnación, es palmaria confirmación de nuestro aserto. Y evidentemente es así, pues si un ser está sujeto a órdenes distintos es racional, que cese el uno cuando empieza el otro. Es así que en la Santísima Virgen hay tres órdenes, el de la ejecución, el de la intención y el de la gloria, luego donde empieza el segundo debe terminar el primero. El orden de la intención empieza con la Maternidad, luego aquí acaba, estrictamente hablando, el de la ejecución, que empieza en el primer instante del ser de María. Y para que no sirva de dificultad a nuestro, aserto la afirmación de que María siempre fue Inmaculada y, por lo tanto, que siempre permaneció en Ella esta perfección, decimos, que así es en efecto; pero que, sin dejar de ser Inmaculada, recibió perfección de gracia distinta, o como cierta consumación de aquella gracia que era dispositiva de la Divina Maternidad, pues, como dice Suárez, la segunda santificación o de presencia es respecto de la primera, «Sicut forma perfectior est suis proprietatibus et perfectionibus»20 . Y así, en cuanto que tiene la santificación primera todos los elementos de santidad que había de perfeccionar la santificación segunda, se dice que la primera está en la segunda. Como también se dice que la segunda está en la primera por ser causa o motivo de ella; pues, al decir del Eximio, la segunda santificación, en un sentido amplio, abraza todo el tiempo de la vida de María. «Sed nos latius secundam santificationem vocamus totum tempus vitae»21 . Luego la santidad que recibió María en el primer instante de su ser se manifiesta en sentido estricto en el periodo de tiempo ya dicho. Además, todos los teólogos reconocen singularísima gracia en la Santísima Virgen en cualquier periodo de su vida, por lo tanto, debe haber en cualquiera de ellos motivos particularísimos y especiales que la den esa singularidad. ¿Y cuál será la nota característica de tal singularidad en el periodo de la vida de la Santísima Virgen anterior a su Maternidad Divina? 19 3. 37. 5. 20 2.ª In 3.ª q. 27, disp. 3.A 21 2º in 3.ª q. 27, disp. 1.ª sect, 2.ª
  • 41. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 41 Indudablemente que es el ser Inmaculada, porque no podía tener diferente gracia de los demás santos, pues la gracia de todos es específicamente la misma. Tampoco podría diferenciarse por razón del tiempo de la santificación, pues en el supuesto de ser santificada antes de nacer, y no Inmaculada, quedaba semejante a San Juan Bautista e inferior a los ángeles y a nuestros primeros padres en este respecto de la gracia. Todavía hay más, y es que si en María no admitiéramos otra cosa más que la santidad sin mancha desde el primer instante de su ser, quedaría aún semejante a los ángeles buenos en su modo de ser, respecto de la gracia, a lo menos hasta el momento de ser Ella la Madre de Dios, por cuyo motivo, si hemos de ver en María una criatura singular en el orden de la gracia, antes de ser Madre de Dios, no puede ser otra, aparte del más y el menos común a todos los santos, la razón de esta singularidad que el privilegio solamente concedido a Ella y constantemente retenido desde el primer momento de su ser, por el cual, «En la Santísima Virgen, la virtualidad de la gracia no se ciñó a dotarla de un corazón puro con pureza original. a hacerle connatural el sentimiento del bien, sino que lo dispuso y constituyó de tal modo que le fuera imposible todo movimiento, toda emoción que contrariase en lo más mínimo las sublimes aspiraciones del alma santa»22 . Esta singularidad, a ninguna otra criatura concedida en el orden de la gracia, es la que caracteriza a la Santísima Virgen, distinguiéndola de todos los ángeles y santos en el periodo de la vida de Ella anterior a la Encarnación. Luego desde el primer instante del ser de María hasta la Maternidad divina resplandece especialmente la gracia de la Concepción Inmaculada. Que el periodo de la vida de María de que venimos hablando corresponde la manifestación especial de su ser inmaculado, lo prueba, también clarísimamente, la representación que de Ella se ha hecho siempre por escultores y pintores en armonía con el sentir de la Iglesia. Las imágenes de la Inmaculada son de la Virgen jovencita, sola, como para indicarnos que todavía no es Madre. Corno excepción se podrá citar alguna que otra imagen de la Inmaculada con el Niño Jesús en los brazos. Delante de innumerables imágenes de María Inmaculada se postran hoy las jóvenes del mundo católico para honrar a María en tan encantador misterio, y todas esas imágenes son el emblema de las hermosuras y gracias de la juventud santificadas en María hasta el grado más alto. La imagen de María Inmaculada retratada en la Medalla Milagrosa, según se le apareció a la felicísima Hija de la Caridad, Catalina Laboure, es la imagen de una niña resplandeciente de luz divina. 22 El Corazón de María y el corazón humano, P. Marcelino Gutiérrez.
  • 42. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 42 Y cuando no hubiera otro testimonio nos bastaría el que para este caso pudiéramos llamar testimonio por excelencia: la aparición de la Inmaculada en Lourdes, «Yo soy la Inmaculada Concepción», dijo Ella misma a la Bernardita que, absorta, la contempló tantas veces. Y según el testimonio de la dichosa pastorcita aceptado y repetido por la Iglesia, «Inmaculata Virgo juvenili ac benigno videbatur aspectu». Así dicen las lecciones del Breviario en el día de la Inmaculada.
  • 43. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 43 ·~ vIi María Recién Nacida I María Recién Nacida es el objeto material del culto debido a María como Inmaculada Si venimos a considerar a María en el acto mismo de ser concebida, que es la razón formal del culto que se le debe, por el concepto de haber sido concebida sin mancha, entonces nos convenceremos más y más de que el culto que se ha de dar a María como Inmaculada es honrándola en el periodo dicho de su vida; y lo que es más aun, que será tanto más propiamente honrada por tal concepto, cuanto más la consideremos en lo ínfimo de su pequeñez. En efecto. Para estudiar el culto interno especial que hemos de dar a Dios por el hecho de la Concepción Inmaculada de María, no hay necesidad de referirse, ni indirectamente, a otro tiempo de la vida de la Santísima Virgen que al primer instante de su ser, luego si el culto externo ha de estar en perfecta harmonía con el interno y la razón formal del culto con el objeto material del mismo, es evidente que María, considerada en el primer momento de su existencia es, en el más estricto sentido, el objeto material del culto como la santidad que en ese instante recibe es su razón formal. Luego cuando la honramos, según existió en el seno de Santa Ana, en el primer momento de ser concebida, es cuando más estrictamente le damos el culto que merece por el privilegio de su Concepción Inmaculada. Ahora bien, tratándose del objeto material del culto que consiste en la determinación sensible de la cosa o persona que hemos de honrar en relación con el objeto formal que originan el culto, y siendo cierto que no es usado entre los hombres representar sensiblemente a sus semejantes antes de nacer, no es de extrañar que el arte, cuando llegó a representar a la Inmaculada en su más sublime expresión, nos mostrara más bien un ser ideal que real, pero, con todo eso, no pudo sustraerse a la idea de niñez que debía representarse en María concebida sin pecado, y del pincel del inspirado Murillo brotó un cuadro de la Inmaculada que se conoce con el nombre de La Niña.
  • 44. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 44 Y si con más ciencia que arte la hubieran querido representar, y del modo más conforme al sentir de la teología, nos la hubieran retratado en el instante de nacer conformándose de este modo con el sentir de la Iglesia Oriental, inmediatamente posterior al Concilio de Éfeso, que con el más acertado espíritu teológico, celebraba en una sola las fiestas de la Concepción y de la Natividad de nuestra Madre y Señora. Brillante testimonio de esta verdad nos da el Padre Juan Mir, de la Compañía de Jesús en estas palabras: «Digna de advertencia es la particular costumbre de las iglesias orientales. Como después del Concilio de Éfeso se acrecentase la devoción a la Virgen juntamente con su Natividad, celebraban su Concepción, porque ambos misterios se completan entre sí, puesto que el Nacimiento cabal y cumplido está cifrado en 1a formación de la Virgen desde el primer instante de su Concepción hasta el tiempo de salir a luz. Por eso miraban la Concepción como el Nacimiento incoado, según lo vemos en el autor del libro De Parturitione Vírginis,  que hemos atribuido a San Ildefonso. El día en que se dio principio a la feliz Natividad de María, se tiene por dichoso y se celebra religiosamente. Así el día de la Concepción llamose Natividad. Más claro lo puso Jorge de Nicomedia en el sermón 3º  Oratio in Conceptionem ac Nativitatem Santissimae Dominae Nostrae Dei Genitricis . De igual manera se expresó León el Sabio en el discurso de Nativitate,  ¡Oh Concepción y Parto y Niña que quitaron las fuerzas al desastroso parto del pecado y dieron a conocer la prole de salud!  En el Cretense, en San Damasceno, en San Germán, hallamos sermones dedicados a entrambas fiestas, que solemnizan el Nacimiento en las entrañas y de las entrañas maternas, así como solemnizamos en el día de Reyes el Bautismo del Salvador, el Milagro de Caná y la adoración de los Magos»23 . Luego en el más estricto sentido el objeto material del culto que se debe a María, por el privilegio de su concepción Inmaculada, está representado en María recién nacida. Mas no pensemos que a lo que acabamos de decir se opongan las apariciones de la Inmaculada en Lourdes, porque allí se apareciera jovencita y no recién nacida, pues Dios, que todo lo hace con sapientísimo consejo, quiso que así fuera, para disponer las cosas más suavemente al fin que Él se proponía. Y así, haciendo que la Inmaculada empezara a mostrarse en su edad más inmediata a la Maternidad Divina, lograba que los hombres fueran insensiblemente pasando del concepto de María, Madre de Dios, al de María adolescente, niña, infante, recién nacida, y más pequeña aún, si queremos, para aquellos que necesitando menos de las imágenes exteriores para juzgar de las cosas puedan penetrar en la virtud 23 La Inmaculada Concepción, Cap. 4º.
  • 45. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 45 íntima de ellas y así gozar de los raudales de luz y de amor, que para iluminar y establecer entre los hombres el orden de la gracia, ha dado Dios a María en el primer instante de su ser en el seno de Santa Ana. Ni queremos decir con esto que para la generalidad de los fieles no sea más a propósito el culto de la Inmaculada tal y cómo se ha mostrado Ella misma en Lourdes, pero esto en nada se opone a nuestra afirmación, pues no es propio de la generalidad de los hombres recibir en sus conceptos más cabales y propios el conocimiento de las cosas, sobre todo a los principios, siendo de ordinario conveniente revestirlas de formas exteriores las más aptas, para que se hagan asequibles al común de las gentes, como en este caso ha hecho nuestra Reina. Luego, evidentemente, en María, a contar desde el primer momento de su ser hasta la Encarnación se manifiestan de un modo estricto las gracias de su primera santificación y de un modo estrictísimo en María Recién Nacida.
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  • 47. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 47 VIII A Jesús Sacramentado por María Recién Nacida Prenotandos En el artículo anterior, publicado en la revista correspondiente al mes de Agosto, referente a estos asuntos marianos que tenemos como de eminente actualidad, demostramos que María Recién nacida es el objeto material más apropiado del culto debido a María Inmaculada, y como es tan evidente que María por ser Inmaculada debe ser honrada especialmente en estos tiempos, como ya hemos demostrado también, para que las sociedades vuelvan al Reinado de Cristo, dedúcese que en María Recién nacida hemos de tener el más perfecto modelo que imitar para destruir en nosotros y en las modernas sociedades los vicios contrarios al triunfo de Jesús en el mundo, y las virtudes que hemos de practicar para conseguir la posesión del espíritu ver dadero de Dios en nuestras almas y en el seno de las sociedades todas. Así lo daba a entender bien claramente nuestro Santísimo Padre de feliz memoria Pio X, cuando en su Encíclica Ad diem no tuvo inconveniente en decir a los Obispos todos del mundo: «Mas, la razón principalísima, Venerables Hermanos, de que el quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada deba excitar un singular fervor en el ánimo cristiano, consiste para Nos en lo que ya dijimos en nuestra primera Carta Encíclica, conviene a saber, en la restauración de todas las cosas en Cristo» Y si, como es evidente y ya demostramos también, a Jesús lo hemos de imitar hoy de un modo especialísimo en su vida Eucarística, dedúcese que para restaurar todas las cosas en Jesús Sacramentado, siendo preciso restaurarlas antes en María, es preciso informar a los hombres según el modo en que se nos muestre la Santísima Virgen más a propósito para llevarnos a la vida eucarística. Conforme a estos sencillos y fundamentales prenotandos, vamos a demostrar en este artículo que María Recién nacida es el modelo más apto para aprender el modo de ser de Cristo en el Santísimo Sacramento, o que es el camino más corto y fácil para ir a Jesús Sacramentado.
  • 48. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 48 Y como quiera que la relación habida entre la Santísima Virgen y el Prisionero del Sagrario puede ser estudiada de muy diversos modos, la consideraremos ahora en el orden puramente físico. I Vida gloriosa del siglo XX. Se relacionan Jesús Sacramentado y María Recién Nacida en orden físico El Rey divino ha querido empequeñecerse en el Augusto Sacramento hasta el punto que si San Pablo dijo que en la Encarnación el Verbo Divino se había anonadado en la infinita distancia que hay de Dios a hombre, a este anonadamiento del Verbo a Cristo hay que añadir ahora el de Cristo a Pan Consagrado. Allí se esconde la persona y naturaleza Divina, aquí la divina y la humana naturaleza y todo movimiento que indique vida divina y humana y hasta cuanto puede ser indicio de vida animal y vegetativa. Cristo en la Eucaristía es la menor cantidad de una criatura física, animada con la mayor cantidad de divina sabiduría y omnipotencia, pero este concepto no entra en el orden físico y por eso sólo hemos de relacionar ahora al Rey divino que vive en la mínima partícula desprendida de una Hostia Consagrada, con la pura criatura que nace Reina. Por este concepto de la extensión, la más perfecta relación existe entre Jesús en el momento que acaba de ser consagrado en las manos del sacerdote y María en el primer instante de su ser inmaculado, pero tratándose de que sirva de modelo que imitar, es preciso ver el ejemplar, hacerlo sensible y por eso el más perfecto modelo sensible es María Reina en el momento de nacer. Ni Jesús ha podido hacerse más pequeño en su realeza ni María puede manifestársenos más chiquita para exigir de nosotros los honores de Reina. Por eso es suavísima gradación la que se establece en el alma de los hombres entre María Reina al nacer y Jesús Sacramentado, a lo menos siempre serán Jesús y María así considerados los dos seres de mayor grandeza manifiestos del modo más pequeño imaginable a la humana sabiduría. Téngase en cuenta, y así se excluye todo otro término racional, que no podremos encontrar otros ejemplares, que puedan hacer de algún modo el mismo efecto que María Recién nacida en relación con el Santísimo Sacramento, pues, aunque haya habido santos que nacieron santificados son tan inferiores, por lo que afecta al concepto de realeza, a la Inmaculada, que la comparación supondría grande injuria para María. De tales santos, por otra parte, no puede decirse que nacen reyes, y nosotros tratamos de la
  • 49. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 49 relación entre el Rey divino y la Reina Celestial, relación que ha de traer a los hombres el Reinado de Cristo mediante el de María. Mas como pudiera juzgar alguno esta pequeñez signo evidente por cualquiera concepto físico, intelectual o moral de mengua para nuestros Divinos Reyes, conviene tener en cuenta que por parte de Jesús esta pequeñez supone gran acrecentamiento de la sabiduría y poder de Dios y de Cristo, y que por parte de María es tanto más admirable su realeza, por ser concebida en gracia, cuanto menos capaz es, al aparecer el sujeto en que se sustenta tanta realeza, según tendremos ocasión de ver cuando se estudie ésta relación bajo tales respectos. Ni por lo que mira a los altísimos fines que han de llevar a efecto Jesús Sacramentado y María Inmaculada. Esta verdad que nos importa dejar terminada hoy de un modo indubitable, nos la demuestra Santo Tomás en su opúsculo de Venerabile Sacramento Altaris, con la sencillez, profundidad y claridad que le son características con estas palabras: «El fin del Sacramento es alimentar al alma espiritualmente y confortarla en contra del mal y para hacer todo bien. La causa eficiente de este fin es el Cuerpo de Cristo, y éste puede estar tan plenamente en una partícula de pan como en una hostia, porque tanto a la pequeña como a la especie grande de pan está igualmente unida Dios, del cual nace toda virtud en el Sacramento. Por muy pequeña que sea la especie de pan, allí está todo el Cuerpo de Cristo por conversión, toda la Sangre por conexión, el alma por conjunción, y la Divinidad íntegra por unión. De donde se deduce que es cierto que el venerable Sacramento del Altar, independientemente del tamaño, tiene plena virtud de alimentar y de confortar el alma espiritualmente». Esta doctrina la confirma después el Angélico con estas dos sentencias tornadas de las Sagradas Escrituras y de la Tradición, respectivamente, «El que había cogido menos maná, no tuvo menos, que el que había cogido más»24 . Refiriéndose a estas palabras San Hilario dice: «Donde está parte del cuerpo, esto es, la mínima parte del Sacramento, allí está todo el Cuerpo. La misma razón hay para el Cuerpo del Señor, que para el maná que era figura de aquel, y de él se dice, Qui plus collegit non habuit amplius; neque qui minus panaverat, habuit minus, pues no se ha de estimar la cuantidad por lo que se ve, sino por la virtud espiritual. De aquí que el que consagra mucho o poco pan no tiene más ni menos que el Cuerpo de Cristo para su salvación» Luego, evidentemente, la mayor o menor extensión del Sacramento no supone el más insignificante menoscabo en la realeza de Jesucristo. Por lo que toca al otro término de la relación, que es nuestra Reina Inmaculada, acaece otro tanto que lo ya visto en el augusto ser de Jesús Sacramentado, pues María no es más Inmaculada porque su cuerpo sea mayor o menor. La razón suprema de la realeza de la Virgen, en esta gracia que consideramos, es la de no haber sido tocada 24 Exod. 16. 18
  • 50. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 50 por el pecado primero, y es claro que esta gracia por ningún concepto mira a la cuantidad corporal de la criatura a quien Dios generoso la quiso conceder. Tan Inmaculada es María en el primer instante de su ser, como en su gloriosa Asunción a los cielos. Luego el tamaño corporal ni añade ni quita realeza a la Virgen sin mancilla. Toda esa gracia de ser María Inmaculada, con toda su virtud de alimentar al alma con la más pura fe, vida del justo, confortándole para evitar el mal y hacer el bien, hállase cimentada en que Dios por su infinita misericordia, prevista la muerte de su Unigénito, dio en María a Cristo un trono digno en que hacerse carne y virtud para que nosotros, por su intercesión, fuésemos purificados y salvos, y todo esto lo concedió el Omnipotente a María en la Concepción Inmaculada de ésta, luego radicalmente, en el primer instante de su ser y sensiblemente en el momento de nacer, tiene María Inmaculada la causa suficiente para traernos a Cristo y llevarnos a nosotros hacia Él. No desmerece, por consiguiente, lo más pequeño la realeza de María Inmaculada, aunque la consideremos Recién nacida. Esta, como Jesús Sacramentado, es sublime en su pequeñez, por eso dijo Santo Tomás de Villanueva, (frase insustituible) de la Reina al nacer que era parva per humilit atem, alias enim magna erat, si pequeña por lo humilde, grande por todo otro concepto. Existe, pues, en el orden físico perfecta conformidad entre Jesús Sacramentado y María Inmaculada Recién nacida, sin que haya razón alguna que se oponga a esta sublime relación. Que cosas más en armonía que un Rey divinamente pequeño relacionado con una Reina también pequeña, cuanto es posible concebir en una criatura humana y esto hecho por una gracia la más singular concedida a pura criatura. Luego podemos nosotros concluir con esta precisa sentencia atendida la perfecta conformidad que hay entre nuestros divinos Reyes en el orden físico. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA II Se relacionan Jesús Sacramentado y María Recién Nacida en orden estético Si Dios Guardó para estos nuestros tiempos, como es evidente y notorio por la ya demostrado en esta sección de nuestra Revista, el culto a Jesús Sacramentado y a María Inmaculada, es razón ésta más que suficiente, para que nosotros fundemos en Ella la perfecta relación de estos dos cultos, pues Dios que todo lo hace con número, peso y medida, y que llega a sus fines con suavidad de medios, si quiere este fin de establecer en el mundo el Reinado de Jesús Sacramentado mediante el de María Inmaculada, nada ha de haber dejado imprevisto, ni cosa alguna podrá tocarse que a este propósito encamine que no esté perfectamente relacionada con los términos que deben intervenir en la consecución del fin propuesto.
  • 51. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 51 . .. Pero, como es altamente grato para la inteligencia y la voluntad ver confirmadas las verdades generales en todos los órdenes especulativos a que puedan ser aplicadas, no estará demás considerar hoy la perfecta consonancia que existe entre Jesús Sacramentado y María Inmaculada en el orden estético. En efecto, tratando santo Tomás de las tres cosas más admirables que se pueden considerar en la posesión del Cuerpo de Cristo dice: «El primer signo admirable es magna res, a saber, que el Cuerpo del Señor esté contenido bajo una especie tan pequeña de pan. Más, esto se hace por tres motivos. El primero es para demostrar la infinita sabiduría del artífice de Obra tan admirable, cual es el Espíritu Santo, pues todos vemos que los artífices cuanto son más peritos en el arte de esculpir, tanto más se distinguen en esculpir estatuas más pequeñas y delicadas, y de aquí que si a un artista poco hábil se le presenta un pedacito de metal o una piedra muy pequeña y se le ruega que en ellos esculpa una imagen, responderá que no puede hacerla. Por esta razón el Espíritu Santo demuestra su sabiduría haciendo facilísimamente que esté todo el Cuerpo de Cristo bajo la mínima especie del Sacramento. De aquí que en el libro de la Sabiduría, capítulo 7°. v. 22, se diga que el Espíritu Santo es sutil. Y lo es en efecto, pues nadie pondrá sobre el altar una partícula de pan, por sutil que sea, que Él no pueda y sepa convertir en el verdadero Cuerpo de Cristo». Hermosa consideración que San Juan Damasceno confirma escribiendo estas graciosas palabras: « ¿Cómo se hará esto, dice la Virgen, si no conozco varón? Se le responde: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te hará sombra. ¿Y tú buscas cómo el pan se hace Cuerpo de Cristo? Pues yo te respondo que el Espíritu Santo vendrá sobre el pan y Él hará todas las cosas que son sobre la naturaleza y sobre la inteligencia». Que la Eucaristía es la obra más sublime de Dios, es verdad que rebosan los libros de los santos. «Es el mayor de todos los milagros», dice el Angélico. «Ningún hombre podrá explicar su dignidad», dice el Kempis. Y como si quisiera hacer exclusión de toda obra divina que pueda exceder a la Eucaristía, exclama San Agustín, «Me atrevo a decir que Dios, con ser omnipotente, no pudo darnos más, y en su omnisciencia no supo darnos más, y siendo riquísimo no tuvo más que darnos». Y porque es tan excelso el don y está tan por encima de toda gracia posible, dice San Lorenzo Justiniano «que no hubiera habido jamás quien se hubiera atrevido a pedir tanto, ni siquiera a pensarlo». La Eucaristía, dice el Ángel de las Escuelas, «es la consumación de toda vida espiritual y el fin de todos los sacramentos». Es, en resumen, la Eucaristía la más excelente obra de Dios manifestada del modo más pequeño.
  • 52. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 52 Y después de contemplar con Blosio a la Trinidad Augusta habitando en el Cuerpo de Cristo, y encerrado en la mínima especie de pan el Sacrosanto Cuerpo, ¿adónde podemos volver nuestros ojos para hallar un término que de algún modo pueda relacionarse con la obra suprema del divino Artífice, manifestada en lo supremo de la pequeñez, en la más pequeña partícula? ¿Y por qué no dar inmediatamente la respuesta? ¿Habrá acaso después de las maravillas de Cristo, otra más admirable que la realizada en María, pura criatura? ¿No es el mismo divino Artífice el que la hizo singularísima obra de sus manos? Oigamos al Padre Nieremberg cuando dice: «No cesemos, pues, de admirar esta estupenda grandeza y suma perfección de la persona de María, de este milagro de milagros y primor del omnipotente brazo de Dios que procuró sacar una obra digna de sí». Y después añade: «Dios para tomar a María puso en Ella lo mejor que hay en toda la naturaleza y la gracia y lo mejor que hay en todos los santos y en los coros de los ángeles». Tan hermosa escultura hizo Dios en María que San Agustín dice: «Sí te llamara rostro de Dios, digna eres de este nombre», y a San Dionisio Areopagita, como testigo de vista, le pareció así. «No es persona divina María», dice el Padre Nieremberg, «pero es tal que si no es persona divina nadie es mejor que María y nadie la aventaja». Para darnos a entender cuál sea la belleza de esta nuestra Reina Soberana, el Padre Rivadeneira dice: «cuando el real profeta David habló a los príncipes del pueblo de Israel, exhortándoles a labrar un templo magnífico, suntuoso, al Señor, les dijo, Opus grande est; neque enim homini preparatur sed Deo, esta es una grande obra porque no tratamos de hacer un palacio para un Rey y hombre mortal, sino un templo en que more y habite Dios». · Hablando de esta misma fábrica admirable que Dios hizo en María, dice el dulcísimo S. Alfonso Mª de Ligorio: «Si estuviese en manos de un excelente pintor dar a su esposa facciones a medida de su deseo, ¿qué esmero no pondría en agraciarla con toda la hermosura que le fuese posible?¿Y qué diremos del Espíritu Santo?¿Cómo será creíble que habiendo podido producir una Esposa adornada con toda la belleza y gracia correspondiente, lo dejase de hacer? No, que fue tan pura y linda como la dignidad del Esposo merecía, y así el mismo Señor le dice alabándola: Toda eres hermosa, amiga mía, y no hay mancilla en ti, cuyas palabras se entienden propiamente de esta Virgen purísima, como sostienen San Ildefonso y Santo Tomas, y en particular de su Inmaculada Concepción, como enseña San Bernardino de Sena y San Lorenzo Justiniano».
  • 53. A JESÚS SACRAMENTADO POR MARÍA RECIÉN NACIDA Federico Salvador Ramón 53 .. Y si por este camino hubiéramos de seguir, nos haríamos interminables, pues tales son las alabanzas que todos los Santos Padres y doctores hacen de María; bástenos saber, y seamos suficientes para ello, los testimonios aducidos. Que la Santísima Virgen es, después de Cristo, la obra maestra de las manos de Dios. Y que toda su perfección resplandece en el primer instante de su ser inmaculado, esto es en el momento en que más pequeña puede considerarse una criatura humana, es indudable, y así nosotros podemos decir con la venerable madre Agreda: «Mira verdadera arca del testamento fabricada, enriquecida y colocada en el templo de una madre estéril con más gloria que la figurativa en casa de Obededon y de David, y en tiempos de Salomón. Veo formado el altar en el Sancta Sanctorum donde se ha de ofrecer el primer sacrificio que ha de vencer y aplacar a Dios, y veo salir de su orden a la naturaleza para ser ordenada y que se establecen nuevas leyes contra el pecado, no guardando las comunes, ni de la culpa, ni de la naturaleza, ni de la misma gracia; y que se comienzan a formar otra nueva tierra y cielos nuevos, siendo el primero el de una humildísima mujer a quien atiende la Santísima Trinidad y asisten innumerables cortesanos del antiguo cielo, y se destinan mil ángeles para hacer custodia del tesoro de su cuerpecito animado de la cuantidad de una abejita». Lo que es en la Eucaristía la mínima especie en que vive verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo de Cristo, es en la Inmaculada, el cuerpecito animado de la cuantidad de una abejita. Allí se manifiesta el Rey en lo sumo de la pequeñez, como la más admirable obra del Altísimo. Aquí se nos muestra la Reina más singular de la Naturaleza y de la gracia en el momento primero en que fue concebida como criatura humana. La pequeñísima piedra preciosa en que el Espíritu Santo, como divino Artífice, esculpe la más preciosa escultura de su poder y de su sabiduría es una pequeñísima partícula de pan a o de vino consagrado, el pedacito de metal en que labra la obra bellísima de la Inmaculada, es un cuerpecito de la cuantidad de una abejita. Para el más hermoso Rey, la Reina más hermosa, manifestados, para mayor gloria del soberano Artífice que los forma, de la manera más sutil y delicada. Y como quiera, según ya tenemos anotado, que para representarnos a María Inmaculada del modo más natural y apropiado, es contemplarla en el momento en que nace, pues si en el primer instante de sus ser era la obra prodigiosa de la mano del Altísimo, no era menos en el instante de nacer del que dice la madre Agreda: «Nació pura, limpia, hermosa y llena toda de gracias, publicando en ellas que venía libre de la ley tributo del pecado. Y aunque nació corno los demás hijos de Adán, en la substancia, pero con tales condiciones y accidentes de gracias, que hicieron este nacimiento milagroso y admirable para toda la naturaleza, y alabanza eterna del Autor». Se tú misma, Niña Divina, la que reduzcas, a los hombres con las bellezas de tu encantadora niñez, ya que el Altísimo supremo se complace tanto en tu hermosura,