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2018 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado.
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
Nuestro Venerado Padre Fundador. Cuadernos de José Sirvent Marín – Edición actualizada
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
http://angarmegia.com - angarmegia@gmail.com
JOSÉ SIRVENT MARÍN
Datos biográficos de Nuestro Venerado Padre Fundador,
escritos por el Rvdo. Padre Don José Sirvent Marín,
Párroco de Zurgena (Almería).
Quien convivió, trató íntimamente y quiso mucho a N.V.P. Fundador Don Federico
Salvador Ramón
A. I. I. V. - P. M. A. J.
Contenido
Contenido
GALERÍA DE IMÁGENES ..........................................................................................................11
EDICIÓN: CRITERIOS...............................................................................................................19
CUADERNOS...........................................................................................................................29
1. POR QUÉ FUI YO MUY AMIGO DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN .....................31
2. NACIMIENTO O VENIDA A ESTE MUNDO DEL VIRTUOSO SACERDOTE D. FEDERICO
SALVADOR RAMÓN....................................................................................................33
3. DON FEDERICO SALVADOR COMO ESTUDIANTE DE BACHILLER, ESTUDIANTE DE
CURA, PROFESOR DEL SEMINARIO. TONSURA Y ÓRDENES MENORES. ÓRDENES
SAGRADAS Y SACERDOCIO. .......................................................................................35
4. PRIMERA MISA DEL PRESBÍTERO DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN, CELEBRADA EN
EL MES DE DICIEMBRE DE 1891. SACERDOTES QUE ESTUVIERON EN ESTA MISA Y
SEÑOR PREDICADOR EN TAN SOLEMNE ACTO RELIGIOSO. .......................................39
5. PREDICACIÓN DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN ..............................................41
6. DESTINOS DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN....................................................47
7. ALGO DE PIEDAD Y AMOR QUE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN TENÍA A SUS
HIJOS ESPIRITUALES...................................................................................................49
8. 8 - DON FEDERICO SALVADOR, SECRETARIO Y ALMA DE LA PEREGRINACIÓN DE
OBREROS A ROMA EN EL AÑO 1894. EN ESTA PEREGRINACIÓN FUE ÉL Y SU PADRE,
CON UN TOTAL DE OCHENTA Y DOS OBREROS, EN CLASE TERCERA. .......................51
9. UN CUASI MILAGRO DE DON FEDERICO. LA VIRTUD DE SU BENDICIÓN. LA ESCALILLA
DÉBIL. ........................................................................................................................53
10. ALGO DE VISOS PROFÉTICOS DE DON FEDERICO......................................................57
11. RASGOS DE HUMILDAD DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN ...............................59
12. DETALLES Y NARRACIONES DE LA SANTA VIRTUD DE LA PUREZA, VIVIDA Y
PRACTICADA POR EL PIADOSO SACERDOTE CATÓLICO DON FEDERICO SALVADOR
RAMÓN ......................................................................................................................63
13. ALGUNOS DETALLES DE LA VIDA POBRE Y LIMPIA DE D. FEDERICO SALVADOR Y
PARTICULARIDADES DE ALGUNAS LIMOSNAS............................................................69
14. DEL AMOR MARIANO DE D. FEDERICO SALVADOR RAMÓN, VIRTUOSÍSIMO
SACERDOTE Y ESCLAVO DE AMOR A LA REINA DEL CIELO ........................................77
15. DICHOS Y HECHOS DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN, EL MÁS PIADOSO
SACERDOTE QUE YO HE CONOCIDO EN TODA MI VIDA............................................83
16. CONTINÚA DICHOS Y HECHOS DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN, EL MÁS
PIADOSO SACERDOTE QUE YO HE CONOCIDO EN TODA MI VIDA. .........................101
17. PRIMERA PARTE DEL TRATADO DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN CATEQUISTA Y
EDUCADOR. .............................................................................................................113
18. SEGUNDA PARTE DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN CATEQUISTA..................137
GALERÍA DE IMÁGENES
GALERÍA DE IMÁGENES
Los cuadernos
1Panorámica general
2Ejemplo de portada
GALERÍA DE IMÁGENES
Los cuadernos
3Detalle
4Detalle
GALERÍA DE IMÁGENES
Los cuadernos
5Detalle
6Detalle
GALERÍA DE IMÁGENES
Los cuadernos
7Detalle
8Jurado y firmado
GALERÍA DE IMÁGENES
Los cuadernos
9 Altar de la Iglesia de Santo
Domingo, de Almería, en la
época del joven Federico
Salvador.
10Camarín de la Santísima Virgen
del Mar, Patrona de Almería, en la
época del joven Federico Salvador.
GALERÍA DE IMÁGENES
Los cuadernos
11Casa natal de Federico Salvador.
Boceto del padre José Sirven incluido
en sus Cuadernos.
12Fotografía actual de la que
fue casa natal de Federico
Salvador. (N. E.)
EDICIÓN: CRITERIOS
Edición: Criterios
21
EDICIÓN
«Y esto lo escribo en mi modo humano de hablar y en mi expresión limitada,
sin más extensión que hasta donde yo puedo llegar en mi decir en el orden
privado, con todo el entusiasmo y veracidad que puedo y debo, y siendo yo
solo turíbulo donde, echado el incienso de su virtud, huelan sus hechos y
vida a santidad, como para mí olían así todos y cada uno de los detalles de
su vida.»
EL TEXTO
Estas son las palabras con las que el padre José Sirvent Marín finaliza el último de sus
Cuadernos. Con ellas da por concluida la obra que ahora tenemos el privilegio de presentar.
Después, su habitual despedida:
«Jurado y firmado. José Sirvent Marín».
El párrafo sintetiza de manera magistral el sentido, la finalidad y el tono de los dieciocho
cuadernos que aquel anciano sacerdote se impuso como deber escribir.
Para los responsables de esta edición de los manuscritos, primera que se hace pública, en
contra de lo que podía esperarse de su fecha, mediados los años sesenta, temática y formación del
autor, no ha resultado tarea fácil transitar y dar forma a los textos que ahora sacamos a la luz. Y
ello se justifica por el intento de trabajar con dos objetivos claros:
1. Respetar al máximo el valor documental de su contenido minimizando todo lo posible
las alteraciones derivadas de la transcripción al nuevo formato, toda vez que, para la
Orden de la Esclavas de la Inmaculada Niña, en modo especial, y para todos aquellos
otros interesados, cualesquiera que fueren sus motivos, en la figura de Federico
Salvador, los escritos del Padre Sirvent son un testimonio histórico clave, habida cuenta
la proximidad física y afectiva que durante muchos años compartieron ambos
personajes, cercanía que el autor se cuida de subrayar certificando, mediante juramento,
y firmando todos y cada uno de los cuadernos. José Sirvent no duda en resaltarlo en
numerosas ocasiones con afirmaciones como estas:
«En los años a que me he referido de mi amistad con D. Federico, yo era en
cierta manera como su secretario particular y como su testigo de vista, lo cual
digo yo aquí porque él, un día de broma y verás, me dijo «eres mi testigo». Y
no sé si aquello fue como visión profética para que yo dijera ahora lo que sé de
Edición: Criterios
22
él. Y no sé si aquello fue por pura casualidad, pero el caso concreto es que me
dijo que yo era su testigo. Y tal vez Dios, en su altísima providencia, permitiera
esta compañía y amistad con D. Federico para que yo ahora os comunique, en
espíritu de verdad, las cosas buenas y santas que sé de él y que vosotros, sus
entusiastas, desconocéis y estáis ansiosos siempre de conocer hechos y
detalles de su vida santa y apostólica».
«Y nadie sabía nada de esto, solo yo, por ser confidencial».
«Y, así, estas noticias biográficas son de D. Federico viviente a quien
contempláis a través de sus dichos y hechos, en estas mal trazadas cuartillas
escritas por un sacerdote anciano que está ya en el dintel de la muerte
esperando la llamada de Dios, pero que antes de que esta llamada llegue, he
querido y debo manifestar a Vds. estas cosas que yo sé de nuestro inolvidable
y piadosísimo sacerdote y canónigo D. Federico Salvador Ramón, que Dios trajo
a esta vida en la ciudad de Almería, de la luciente y diáfana Costa del Sol».
«Y, como ya he dicho antes varias veces, yo que era su confidente y, dicho en
frase castiza, su perrito faldero, iba muy cerca de él, como gozando de su
presencia y aspirando muy de cerca sus virtudes, porque para mí en él todo
era virtuoso y lleno de enseñanzas».
2. Difundir entre los miembros de la Orden y el mundo, en general, una biografía del Padre
Federico hasta ahora restringida solo a determinados historiadores con capacidad para
desplazarse de manera presencial hasta el Archivos General de la Congregación donde
se conservan los manuscritos que, por su fragilidad, deber ser cuidadosamente
protegidos.
Así lo reclama el autor de los cuadernos:
«Sabed, hermanos, que yo, con mucha satisfacción de mi alma, os comunico
estos dichos y hechos de D. Federico para que aprendáis en ellos lo que era
aquel santo sacerdote, que vio los días y luz del siglo XIX y del siglo XX. Y él ya
gozará de Dios en premio de sus virtudes y nosotros tenemos la incertidumbre
de poder salvarnos».
«D. Federico fue entonces un santo anónimo y desconocido, y aún sigue
siéndolo porque él, por él, siempre ocultó sus grandes virtudes tapadas por su
profunda humildad y, porque hasta la fecha, ningún contemporáneo suyo tuvo
fuerzas y valor para pregonar alto la virtud del héroe colosal de santidad».
«Yo, que tuve la dicha de conocer y tratar a D. Federico, sé hasta dónde llegaban
sus locuras de amor divino y cuánto sufría su alma cuando él no podía
remediar estos males morales. Y yo, en nombre de él y conocidos sus deseos
ardentísimos referente a esto, os diré que secundéis sus deseos y procuréis por
todos los medios […]».
La delimitación de unos criterios de edición capaces de armonizar ambos propósitos ha
constituido, sin duda, una gran dificultad. El texto fue escrito «a vuela pluma» y después no parece
haber sido revisado con detenimiento en su redacción ni en su estructura. El autor es consciente
de ello. Y no lo hace por negligencia o descuido. Él se responsabiliza del contenido, otros deberán
hacerlo de la forma:
Edición: Criterios
23
«Sé yo que esto que pongo en Dichos y hechos de D. Federico más bien
pertenece a D. Federico limosnero o en otro lugar, pero ya lo pondrán Vds.
cuando hagan una biografía en forma. Yo pongo los hechos conforme se iban
sucediendo y están en mi memoria».
El Padre Sirvent escribe, efectivamente, «en su modo humano de hablar» y con su
«expresión limitada». En consecuencia, no se busque aquí un discurso ajustado a los estándares,
modelos y cánones académicos, en cuanto a elocuencia, estructura y coherencia argumentativa.
La emoción desbordante a que responden sus palabras no se deja encorsetar por las reglas al uso.
Subraya, por ejemplo, aquella idea que para él es esencial por el procedimiento de insistir una y
otra vez sobre el mismo pensamiento y casi en los mismos términos. Y es consciente del hecho,
pero no vuelve atrás, no corrige, a lo sumo deja constancia de que lo sabe y añade: «repito».
«Para tan simpática y solemnísima fiesta se llevaron para adornar el altar
mayor de este templo de la Patrona de Almería, la Stma. Virgen del Mar,
también nombrado entonces iglesia de Santo Domingo, se llevaron para
adornar este expresado templo, repito, las colgaduras celestes de la capilla del
Seminario, que eran unas telas, que yo conocí […]».
«Así que viajaba como un verdadero pobre, sin pedir nada ni exigir nada, y en
plena mortificación y austeridad, repito que ni un refresco, ni una cerveza, en
él todo era mortificación y ejemplaridad».
Su decir, casi siempre en clave de registro más coloquial que formal, se ve salpicado con
los matices propios de los usos y costumbres comunicativas de la tierra en la que nace y ejercita
su ministerio: Almería, Granada… Así, no son infrecuentes los diminutivos en «ito» o «ico», tan
característicos de la zona, «aquel niñito tan bueno», «siendo yo muy jovencito», «viscerica
estomacal mía», «aceitunicas»…, o las expresiones castizas del tipo «aquello era una verdadera
birria», son ejemplo de ello.
La elección de los conectores que, en el manuscrito, enlazan párrafos, argumentos e ideas
es más propia de un discurso oral, efímero, que de un texto escrito, fijo y permanente. Igual sucede
con las preposiciones. Se abusa de la conjunción «y», muchas veces de manera innecesaria, y
demasiadas secuencias narrativas comienzan con el adverbio «entonces».
Sí cuida bastante el Padre Sirvent no sobrepasar en su relato ciertos límites para no
incurrir en el riesgo de perjudicar aquello que tanto desea ensalzar: «sin más extensión que
hasta donde yo puedo llegar en mi decir en el orden privado». La Iglesia suele ser muy
estricta en la aplicación de determinados calificativos a sus hombres popularmente
significados. Sólo ella tiene la potestad de admitir el uso formalizado de atributos como
venerable o santo. Y el autor es muy consciente de ello. No obstante, a veces, no puede evitar
que afloren expresiones del tipo «¡Gloria y honor a la santa memoria de tan santo y virtuoso
sacerdote!», pero que, casi siempre, arropa y medio oculta en el seno de un diálogo o entorno
familiar.
Resulta curiosa, cuando menos, la preocupación que muestra por ocultar determinadas
identidades detrás de misteriosas «X ». Cuidado que, las más de las veces, no alcanza más allá
de tres renglones. Entonces desparece la incógnita y se muestra en plenitud el nombre que aquellas
encubrían.
«Bueno, mañana por la mañana te marchas otra vez a Almería y ves a los
señores XX, y les hablas otra vez de la conveniencia del arreglo de esas letras,
porque ahora no tenemos dinero. Les dices que yo estoy en cama y que por eso
Edición: Criterios
24
no voy a verlos, pero tan pronto mejore iré, y tú vendrás conmigo de secretario
[…]. Cuando llegué a Almería y vi a los señores Romeros, me dijeron: Si lo ha
mandado D. Federico, se hace, pues aquí en esta casa bancaria se hace lo que
diga D. Federico y bastase que él lo diga para que se haga, márchese V. y diga a
D. Federico, que haremos las cosas tal como él dice y ordena […]».
«Con todo el entusiasmo y veracidad que puedo y debo», y certifica mediante
juramento y firma cada uno de los peculiares Cuadernos. Intuye que, un día, su testimonio tendrá
peso de prueba ante quienes, por uno u otro motivo, juzguen el valor y la trascendencia de la
personalidad y magisterio del Padre Federico. Se erige a sí mismo, pues, en notario fidedigno
sin más interés personal que acreditar y dar fe de sus cualidades en grado heroico. José Sirvent,
de alguna manera desaparece:
«[…] siendo yo solo turíbulo donde, echado el incienso de su virtud, huelan
sus hechos y vida a santidad, como para mí olían así todos y cada uno de los
detalles de su vida».
Pero, antes, aclara meridianamente las razones de su obra:
«Escribir estas líneas es para mí homenaje de amor y admiración con gratitud».
«A mí me ha tocado en suerte el cumplimiento del deber de decir a las
posteridades futuras y a las falanges de sus hijos lo que yo vi y aprecié en aquel
sacerdote santo, que hasta ahora va pasando anónimo, después de los treinta
y un años de su muerte y tránsito feliz de la tierra de las espinas al cielo de los
goces eternos».
«Yo, grandemente entusiasta de D. Federico, quisiera que para vosotros, sus
hijos del alma, llegara pronto el día feliz en que vierais a vuestro padre
fundador ceñida en sus sienes la corona, a que en mi concepto, le hicieron
merecedor sus virtudes, que serán heroicas cuando lo diga nuestra Sta. Madre
la Iglesia Católica, Apostólica y Romana».
¡Y no quiere seguir esta andadura solo! Por eso grita:
«¡Señores! ¡Vosotros, los que habéis conocido y tratado a D. Federico! ¡Debéis
manifestar cuanto bueno conozcáis de él para gloria de Dios y nuestro solaz,
sabiendo y conociendo al detalle su vida santa y beneficiosa!»
«Yo sé estas cosas de D. Federico que son hazañas espirituales suyas, pero,
¡cuántas cosas que yo no conozco quedarán enterradas en el anónimo y no
conocidas!»
«Decid y pregonad fuerte que D. Federico fue el hombre extraordinario de su
época, capaz de haber gobernado acertadamente seminarios, diócesis y
patriarcados, porque todo lo hacía bien y con singular acierto, sazonado por el
amor y la caridad. Hubiera sido un gran obispo y querido de sus diocesanos,
como era querido con frenesí por los que le trataban algo. Él todo lo sabía
perdonar y en todo sabía transigir, que es gran diplomacia espiritual y luz de
cielo para tratar a las almas».
«¡Mil veces daré vivas a aquel santo sacerdote almeriense que está gozando de
Dios! Y todos los que hemos tenido la dicha de conocer a D. Federico Salvador
Edición: Criterios
25
y admirar sus virtudes, tenemos que hablar alto, y estamos en la obligación de
hacerlo, para que las generaciones futuras conozcan por nuestras letras el
grado de santidad de aquel varón de Dios y sacerdote del Señor, que pasó por
la tierra haciendo bien. D. Federico, que vivió en la última parte del siglo
pasado y en la primera de este siglo, no cabe duda que vivirá con plenitud de
vida en la Congregación Mariana que él estableció. Cada día que viví cerca de
él fui testigo de sus virtudes y percibí el olor de su santidad».
«Y me digo a mí mismo que tenemos obligación de mirar por nuestro finado
D. Federico para que no se pierda la memoria de su ejemplar vida.
¡Preocupémonos de traer a colación aquel modo santo de vivir que era espejo
y acicate para que otros, y nosotros, vivamos santamente! ¡Trabajen los suyos
por esclarecer sus virtudes para gloria de Dios y gloria de su Congregación, y
tengan los congregantes el honor de tener un fundador santo, y así, como se
preocuparon de él en vida, se preocupen de él ya muerto y gozando de Dios en
el cielo!»
Realmente todo el documento es un canto de alabanza cargado de afecto hacia la figura
de Federico Salvador, el maestro, con quien el autor se identifica tanto que resulta, en ocasiones,
difícil separar la parte del discurso que corresponde a uno y otro. También es consciente de ello
D. José, y lo advierte en numerosas ocasiones:
«Y exactamente dijo esto, con estas o parecidas palabras, en sus locuras de
amor divino, porque […]».
«Tal vez en mi expresión y léxico no cite las mismísimas palabras, pero sí todo
el exacto ideal. Las ideas sí están bien grabadas en mi mente y son indelebles
mientras yo tenga la luz y lucidez en mi cerebro, que aunque ya viejo, no olvido
el argumento y casi las mismas palabras de aquellas conversaciones».
EL SOPORTE
Sorpresa. La reacción primera que provoca la visión de los Cuadernos del Padre Sirvent
es de sorpresa. En la tradición escritural europea, desde los siglos XV y XVI, es muy frecuente el
aprovechamiento de papel ya utilizado, como soporte para nuevos manuscritos. También se da la
situación inversa, es decir, la utilización de márgenes y espacios en blanco de libros impresos
para anotaciones cotidianas como puede ser una lista de la compra o los gastos del mes. No
obstante, que el hecho se dé muy avanzada la segunda mitad del siglo XX, cuando ya no es
norma habitual, genera la sorpresa.
Los Cuadernos, hasta un total de dieciocho, se construyen reutilizando hojas de diferentes
tamaños y procedencias: cartas, impresos, fichas, carteles, hojas de calendario… de los que se
aprovecha el reverso. Son pocos los folios que tienen cara y dorso. Las imágenes que preceden a
estas líneas muestran en detalle su disposición.
Cosidos, no grapados, han sido paginados posteriormente a mano. Los cuadernos uno y
dos mantienen la secuencia numérica, de la página uno a la diez el primero, y de la once a la
dieciséis el segundo. Los siguientes, hasta el diecisiete, inician y terminan cada uno su propia su
seriación. El llamado Tratado de D. Federico Salvador catequista y educador, partes primera y
segunda, diecisiete y dieciocho, últimos del conjunto, de nuevo, cuentan con paginación
independiente.
Edición: Criterios
26
Todo lo expuesto refuerza la impresión de que el Padre Sirvent no tiene la intención de
redactar un documento finalista sino que actúa como el estudiante aplicado que, sin cuidar
demasiado el dónde y el cómo, toma notas y apuntes rápidos sobre determinados aspectos
esenciales, y construye así un primer boceto o estado de la cuestión que más adelante, revisado y
enriquecido con otras fuentes de información, sentará las bases para un escrito definitivo.
La responsabilidad de ese trabajo final debería ser asumida por los hijos de la
Congregación de Esclavos y Esclavas creada por D. Federico, como este espera. En tal sentido se
podría interpretar el siguiente diálogo entre los dos personajes principales:
«Yo le dije:
V. se preocupa de todos, pero nada se preocupa V. de V. mismo
Y me contestó:
Los niños se preocuparán de mí vivo o muerto, porque mis hijos no
pueden dejar a su padre».
CRITERIOS BÁSICOS DE EDICIÓN
Dicho queda el propósito de esta edición: Acercar el mensaje del Padre Sirvent al público
general haciendo más comprensible y fácil su lectura, pero manteniendo la mayor fidelidad
posible respecto al documento original por respeto a las personas que lo protagonizan y las ideas
y valores que defienden y representan. Se enumeran a continuación, de manera esquemática, las
convenciones y reglas aplicadas con esta intención.
 Número de página en el original, recto y vuelto.
Se identifica mediante una barra vertical seguida del número de página.
|10
Amaneció… Comienza la página 10 recto (cara).
|5v
Alonso Vela… Comienza la página 5 vuelto (dorso).
 Supresiones:
o Conjunciones copulativas innecesarias en algunas series y enumeraciones.
o Adverbio entonces, que encabeza muchas secuencias narrativas en el
manuscrito cuando se ha considerado irrelevante.
o Palabras repetidas.
 Añadidos:
Figuran entre corchetes [a]. Sin ellos la frase carecería de sentido o sería
incorrecta.
 Unificaciones:
Abreviaturas, uso de mayúsculas en términos religiosos, meses…
 Cambios y reestructuraciones:
Mínimos. Justificados en la mejor comprensión del mensaje. Siempre una nota a
pie de página reconstruye la versión original.
 Resaltado de cita textual. Estructura dialogal. Visualización de voces.
o No existe en el manuscrito.
o Necesario, en ocasiones, para discriminar entre narrador y personaje.
 Signos de puntuación.
Muy trabajados. Imprescindible para:
o Adecuar el texto a los usos contemporáneos.
Edición: Criterios
27
o Precisar el mensaje.
o Resaltar emociones y sentimientos.
 Notas de edición: N. E.
o Informan de cambios efectuado en relación con el original.
o Aclaran, justifican o complementan.
María Dolores Mira Gómez de Mercado
Antonio García Megía
Nuestro agradecimiento a la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña, en especial a las
hermanas responsables del Archivo General de la Orden en Madrid, Raquel Fuentes y Lourdes
Colunga, por las facilidades y ayuda prestadas. Sin su colaboración y empeño estos Cuadernos del
Padre Sirvent seguirían, ¡Dios sabe por cuánto tiempo aún!, solo amorosamente conservados entre el
silencio de sus vitrinas.
Cuadernos
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
31
|1
Cuaderno 1
POR QUÉ FUI YO MUY AMIGO DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN
|1
Eran los años del Señor [de] 1918, cuando aquella gripe maligna con la que el Señor,
justo, castigó a los pueblos de Europa y principalmente a nuestra España del Sagrado Corazón de
Jesús y de la Virgen del Pilar, que también España era pecadora y se olvidaba, y se olvida, de
Dios, haciendo caso omiso de su Santa Ley y, así, por este apartamiento que las criaturas hacen
de Dios y por el desenfreno en las diversiones corrompidas e ilícitas antes y ahora, y por las
guerras europeas del año 1914 al 1918 donde los hombres fueron tan fratrici|2
das unos con otros,
tuvo el Dios justísimo que castigar duramente a sus díscolos y desmandados hijos, y por tal
motivo, envió Dios el terrible azote de la peste cruel con el entonces nombre de gripe. Terrible
enfermedad que descompuso hogares y asoló pueblos, llenando de pena y lágrimas todas las
localidades.
Era yo un jovencito estudiante de Teología en el Seminario Conciliar de San Indalecio de
Almería y caí gravemente enfermo, atacado de la cruel enfermedad que se llevó muchos cuerpos
jóvenes y vigorosos a la tierra y muchas almas de este mundo al otro para ser premia|3
das o
castigadas en los altísimos juicios de Dios.
Yo convalecí de esta enfermedad que se llevó mi robusta salud de joven fuerte y me dejó
para siempre una pequeña dosis de vida, siempre desde entonces precaria en extremo. Así quedó
mi vida y así es desde hace tantos años y ya tengo bien cumplidos sesenta y cinco; pues en aquellos
entonces, era virtuoso y santo Obispo de Almería el Ilmo. Sr. D. Vicente Casanova y Marzol,
Obispo que me distinguía y quería mucho, a pesar de mi poquedad, y se preocupaba de mi salud
y mi vida, teniendo especial |4
cuidado de mí, niño huérfano sin más protección y amparo que el
de este buen obispo tan caritativo. Al finalizar este año 1918, no sé por qué, D. Federico fue a
Almería y visitó a D. Vicente, mi Obispo, y con motivo de aquella entrevista y visita, después del
tema propio de la visita y conversación, dijo mi Obispo a D. Federico:
«Tengo que dar a V. un encargo especial para el Sr. Obispo de Guadix, y es que diga
V. al Sr. Obispo que tengo un jovencito teólogo que a consecuencia de la gripe que
padeció está muy delicado de salud, y aconsejan los médicos que este chico en Guadix
estará muy |5
bien y recobrará la salud, que actualmente le es muy precaria y por esta
causa y razón, deseo mandarle al Seminario de Guadix, pagando yo toda la pensión y
gastos de este estudiante, y me escribe V. unas letras con lo que diga y determine el Sr.
Obispo».
Oído el encargo y mandato de mi Sr. Obispo D. Vicente Casanova, contestó sonriente y
bondadoso D. Federico:
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
32
«Sr. Obispo, no hace falta que V. S. pida este favor estudiantil, porque yo me llevo a
mi colegio a este jovencito y le cuidaré bien, atendiendo su encargo y él a la vez me hará
buen papel en mi |6
Colegio de Bachilleres y le aseguro que lo pasará bien allí y será bien
mirado y bien cuidado, cual requiere su delicada salud».
El Sr. Obispo se alegró mucho de este generoso ofrecimiento y le dio las más expresivas
gracias a D. Federico, y así quedó acordada mi ida a Guadix al Colegio de Bachilleres de la Divina
Infantita. Seguidamente fue mi Sr. Obispo y me dijo con mucho amor:
«Mira chico, te voy a enviar a Guadix a un Colegio de Bachilleres, donde el Director
es muy bueno y un sacerdote lleno de virtud y santidad, del cual aprenderás virtud y
ciencia a la vez que adquieras salud. Me ha dicho este señor canónigo de la Catedral de
Guadix que allí estarás muy bien y no te faltará de nada y tendrás |7
todo lo necesario,
además darás clases con él de algunas asignaturas, y de otras asignaturas irás al
Seminario, que creo que está muy cerca y te servirá de paseo y expansión, así que
prepárate que cuando empiece el curso te marcharás. Yo te daré los gastos del viaje y
algo más, y ya me escribirás cómo te va de salud porque de lo demás te garantizo que
te irá muy bien».
Transcurrió todo el mes de diciembre de 1918 y el día 6 de enero de 1919, en el correo
de la tarde, llegué yo al Colegio de la Divina Infantita de Guadix, donde me recibieron con mucho
amor en el crepúsculo vespertino. |8
Decía D. Federico: «Los Santos Reyes nos han traído un buen
amigo», me dio a besar sus veneradas y consagradas manos sacerdotales, y entablamos amena
conversación de cosas almerienses, cenando juntos en la misma mesa que con mucho amor y
esmero nos sirvieron sus monjitas.
Se hizo bastante tarde y, antes de despedirnos, entró D. Federico a su habitación y,
sacando una hermosísima medalla de plata con el relieve de la Divina Infantita, me dio aquella
bonita medalla, que |9
yo conservé en mucha estima y aprecio hasta 1936 en que desapareció, tal
vez profanada, con todas mis cosas, por el marxismo cruel y antirreligioso.
Yo recibí la bendita medalla con mucho agrado y la besé con mucha veneración. Y
habiéndola después besado cinco veces, por las cinco letras del nombre de María, la puse debajo
de la almohada y dormí feliz en [el] confortable lecho que me habían preparado en abrigada
habitación, con el sueño tranquilo y largo de un joven que entonces estaba en gracia de Dios.
|10
Amaneció el 7 de enero de 1919 frío y despejado y, muy temprano, le ayudé a la santa
misa en su oratorio y, luego de haber desayunado, fui con él a la Catedral, y pasé muy bien el día,
a pesar del gran frío que yo experimentaba con el cambio de clima.
A través de estos mis escritos noticiarios manifestaré detalles de la vida de D. Federico
Salvador Ramón altamente virtuoso, cuyas singulares virtudes aprendí en mi convivencia y trato
con él, y percibí el olor espiritual de la santidad de su vida en este intervalo de tiempo.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
33
|11Cuaderno 2
|12
NACIMIENTO O VENIDA A ESTE MUNDO DEL VIRTUOSO SACERDOTE D. FEDERICO
SALVADOR RAMÓN
|12
Debió nacer nuestro amado D. Federico por los años 18681
en la ciudad de Almería, en
el sitio y calle que se dirá después.
Si, efectivamente, D. Federico nació en el 1868 no es cosa cierta, porque no está su
nacimiento inscrito en el Registro Civil de Almería, pues el Registro Civil empezó sus funciones
en el 1870. Lo que sí sé cierto, es que fue bautizado en la Parroquia de S. Sebastián de Almería,
pues como sé ciertamente que nació en la calle de Regocijos, en la acera de la |12v
derecha subiendo
desde la Puerta de Purchena, es cierto que recibió las aguas regeneradoras del bautismo en la
citada parroquia de S. Sebastián, pues de esta calle de Regocijos, la acera de la izquierda,
subiendo, era y pertenecía a la parroquia de Santiago, y la de la derecha, como ya se ha
mencionado, a S. Sebastián.
La partida bautismal de D. Federico no debe existir en el Archivo Parroquial2
de esta
populosa parroquia, pues todo el archivo fue incendiado en el 1936 por las hordas rojas, pero
puede haber ocurrido que en el expediente del nom|13
bramiento de canónigo de la Catedral de
Guadix se tuviera la partida bautismal y se conserve en el archivo de dicha Catedral o en el de la
Curia del Obispado.
Hago constar que los sacerdotes que ocupaban los cargos parroquiales en dicha parroquia
de Extramuros de Almería, denominada de San Sebastián, eran los señores siguientes:
 Párroco: D. Juan Francisco Cañizares.
 Coadjutores: D. Joaquín Cañizares Martínez, D. Francisco Cañizares Góngora, D.
Ramón Román Salinas.
 Beneficiado: D. Miguel Jiménez Torres.
Alguno de estos sacerdotes debió ser el ministro del Sto. Bautismo, y no está mal que yo
concrete en tinta estos datos para el futuro, si no aparece por ninguna |13v
parte la partida bautismal
de nuestro amado sacerdote y padre D. Federico Salvador, que nació en la calle de Regocijos de
Almería, que oí de sus mismos labios, porque un día que íbamos ambos de paseo por aquella
1
N. E. La fecha confirmada del nacimiento del Padre Federico es la de 9 de marzo de 1867.
2
N. E. Según se afirma en nota del Padre Tapia Garrido incluida en la página 204 de su libro Almería
hombre a hombre, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Almería, 1979, consta en el Archivo Parroquial
de San Sebastián, de Almería, que Federico Salvador fue bautizado en esta iglesia el día 12 de marzo de
1867 estando inscrito en el Libro 58 de Bautismos fol. 128.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
34
calle, me dijo él: «En esa casa nací yo». Y nos paramos enfrente. Y rezamos un padrenuestro y
avemaría al Santo Ángel de la Guarda.
Yo miré y remiré aquél sitio y aquella casa. Y su silueta quedó grabada en mi alma y
fotografiado en mi mente aquel |14
edificio humilde de casa de barrio. Esta casa creo que hoy tiene
el número setenta y dos y vive en ella una piadosa señora, Dña. Dolores, que tiene un estanco3
.
Es casa de planta baja, esto es, de una planta y único piso. D. Federico nació en las
habitaciones que tienen ventanas pequeñas y altas, y estas ventanas dan a la calle del Magistral
Domínguez.
Estas noticias las oí de sus propios labios en el verano de 1919; por esta calle de Regocijos
he pasado multitud de veces cuando era yo beneficiado de S. I. Catedral y párroco del Sagrario
de la expresada |15
Catedral y vivía yo en la calle de las Memorias, que se puede decir que es
continuación de las calles de Regocijos y Magistral Domínguez, y por estas citadas razones, varias
veces al día pasaba por esta calle para el desempeño de mi cargo. Mi primer tránsito por esta calle
de Regocijos era como a las seis de la mañana todos los días y el último tránsito como a las nueve
de la noche, y siempre que pasaba por aquél sitio rezaba por D. Federico y a él me encomendaba,
y me encomiendo aún4
.
3
N. E. El estanco, según se aprecia en la fotografía reciente incluida en la sección «IMÁGENES» de este
documento, sigue existiendo a día de hoy.
4
N. E. La página siguiente, número dieciséis, corresponde a un croquis dibujado por el Padre Sirvent que
sitúa la casa donde nació Federico Salvador Ramón. Se incorpora en la sección «IMÁGENES».
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
35
|1
Cuaderno 3
DON FEDERICO SALVADOR COMO ESTUDIANTE DE BACHILLER, ESTUDIANTE DE CURA,
PROFESOR DEL SEMINARIO. TONSURA Y ÓRDENES MENORES. ÓRDENES SAGRADAS Y
SACERDOCIO.
EN 20 DE DICIEMBRE DE 1890
El padre de D. Federico Salvador Ramón se llamaba D. Federico Salvador Alex, era
natural del pueblo de Instinción, en la provincia de Almería, y era camarero del Café Liceo5
, cuyo
edificio existe aún y está en pie conservando su sabor antiguo, edificio grandote y viejo detrás del
Sto. Hospital de Almería, en su parte este.
A este edificio y café es donde Federico Salvador Ra|2
món asistió algunas veces para
ayudar a su padre en aquel oficio de camarero, y gustaba mucho a aquellos señorones de entonces,
que fumaban puros, tocados de levita y chistera, que un niño tan inteligente y simpático, con
gracia natural y golpes oportunos de sal andaluza, les sirviera el oloroso café de diez céntimos y
cinco céntimos de propina, digna de los ricachones almerienses. El banquero Roda, los Viva, |3
los
Orozco, etc. eran tan ricos como cristianos, y todos hombres de cultura y moralidad a quienes
coreaban los doctores Torello y Balboa con los también jovencitos Gómez, Rosendo y Torres.
A este Liceo de buen porte y moralidad, asistía con asidua frecuencia el Sr. Deán de la
Catedral y Vicario General del Obispado Dr. D. Francisco de Paula Gómez, tan santo como culto
y bondadoso, que estaba encantado con aquel niñito tan bueno.
|4
Oí de los mismos labios de D. Federico que, estudiando él el grado de Bachiller en el
Instituto de Almería, el Arcipreste de la Catedral y Rector del Seminario, D. Modesto Badal
Romero, en cierta visita que hizo a aquel centro docente, puso sus ojos en la persona de nuestro
idolatrado D. Federico y le dijo:
5
N. E. Para sacar a su familia adelante con dignidad, D. Salvador Ramón Alex ejercía también otros oficios.
Además de repartir sus periódicos, era el hombre de confianza del diario almeriense La Crónica Meridional
y encargado de cobrar las cuotas a sus suscriptores. Aunque así lo afirman algunos biógrafos del Padre
Federico, no consta que trabajase con las imprentas. Sí, y así aparece publicado en varias ocasiones por el
citado diario, crecieron entre sus máquinas los dos hermanos Salvador Ramón. De ahí la vocación por la
prensa que siempre demostró el Padre Fundador. Información y documentación en línea sobre este tema en
GARCÍA MEGÍA, Antonio. Crónica publicada de vida y obra de Federico Salvador Ramón en Almería.
2016. En: http://angarmegia-publicaciones.wikidot.com/cronica-publicada-de-la-vida-y-obra-de-federico-
salvador y en la Biblioteca Digital de Federico Salvador Ramón.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
36
«Chico, piensa que has de ir al Seminario y estudiar para sacerdote, porque nosotros
queremos listos y buenos y tú tienes ojos de inteligente y me pareces un niño bien
educado».
|5
D. Federico hizo su Grado de Bachiller en Almería, como se puede averiguar y probar
en los libros antiguos de matrículas de aquel centro docente6
. Y es cierto que nuestro D. Federico,
un día, sintió la vocación y oyó la voz de Dios y, consultada su vocación con el joven sacerdote
y después canónigo, D. José María Navarro Darax, se decidió a ingresar en el Seminario Conciliar
de San Indalecio en Almería, donde amplió los años de Latín y Filosofía Escolástica.
|6
Fueron amigos íntimos de D. Federico en aquella Santa Casa del Seminario, D. Joaquín
Peralta Valdivia, laureado poeta y después canónigo de la Catedral de Almería, y aprovechado
estudiante, y D. José Sáez, después párroco propio de Lucainena de las Torres.
Prescindiendo de anteriores estudios eclesiásticos, manifiesto que, en el Curso de 1887 a
1888, estudió D. Federico Segundo de Teología, con la honorable calificación de Meritissimus
So|6v
bresaliente.
En este año recibió la clerical tonsura y Ordenes Menores y vistió sotana, que es la librea
y traje digno de los hijos escogidos de Dios, y me dijo él, emocionado, que su primera salida
vestido de cura fue al templo Santuario de la Stma. Virgen del Mar, Patrona de Almería. Y, puesto
de rodillas para ofrecerse y consagrarse a la Stma. Virgen María y ser su esclavo de amor, le
pareció que le sonreía la Stma. Virgen. Y él subió al camarín y |7
dio un beso muy fervoroso en el
manto verde mar de la Santísima Virgen, y salió de su recinto sagrado muy consolado y rebosante
su corazón de amor mariano.
En este verano se dedicó a ir por los arrabales de Almería, la Chanca, el Hospicio Viejo
y el Hoyo del Quemadero, a dar a los rapaces y golfillos de Almería, como se decía entonces,
Doctrina Cristiana. Y también daba Doctrina a los esparteros |7v
de la Ermita de San Antón y calle
del Socorro, en sus fábricas de pacas de esparto.
Desde el curso académico 1888 a 1889, fue nombrado profesor de Aritmética y Álgebra,
Geometría y Trigonometría en el Seminario de San Indalecio de Almería. Así, a la vez que alumno
y seminarista, era profesor, y se codeaba dignamente con los señores profesores de aquel centro
docente, de grato recuerdo para todos los que pasamos por él en nuestros hermosos años de niñez
|8
candorosa y sensata y piadosa Juventus. En el día tres de octubre de 1893 pronunció D. Federico
el discurso de apertura de curso, y el Boletín Eclesiástico Nº 16, en la página 243, dice así:
«El Catedrático de Matemáticas D. Federico Salvador y Ramón, leyó un discurso,
profundamente pensado y bien escrito, acerca |9
del estudio y de la importancia de las
Ciencias Exactas en estos tiempos, quedando el ilustrado auditorio sumamente
satisfecho de la amenidad y vigorosa argumentación con que el joven profesor desarrolló
su tema de manera nueva e interesante».
Sé que todavía se acordaban, en mis tiempos, sacerdotes viejos de aquel elocuente y bien
preparado discurso de nuestro D. Federico.
D. Federico se ordenó de la Sagrada Orden de Subdiácono o Epístola, como se decía
antes, el Sábado Santo de 1890 que fue el día7
... |10
No se cita el lugar sagrado, pero es casi cierto
6
N. E. En el Anexo de la obra citada Crónica publicada de la vida y obra de Federico Salvador en Almería,
se reproduce algún expediente académico de aquellos estudios donde consta, además, las ayudas
económicas que le fueron concedidas como premio a su aprovechamiento.
7
N. E. El manuscrito deja en blanco el espacio que debería ocupar la fecha.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
37
que fue en la Virgen del Mar, pues el Obispo D. Santos, en los comienzos de su pontificado,
administraba el Sagrado Orden en este lugar bendito y santo de la iglesia de la Patrona de Almería.
Nuestro D. Federico se ordenó de Diácono o Evangelios en la iglesia de la Stma. Virgen
del Mar el 18 de Mayo de 1890 (Boletín E. P. 149 Nº. 9). El Ilustrísimo D. Santos Zárate Martínez,
dignísimo Obispo de Almería, ordenó de Presbítero a nuestro queridísimo D. Federico, el 20 de
Diciembre de 1890 en la iglesia de la Patrona, |11
la Stma. Virgen del Mar (B. E. Nº 1 de 1891 p.
6).
En este año 1891, D. Federico estudió en el Seminario de San Indalecio el Quinto año de
Teología y obtuvo la máxima calificación Meritissimus Sobresaliente. D. Federico es gloria y
prez del Seminario de Almería y fue después ejemplo y modelo de sacerdotes piadosos, que
honraba los hábitos clericales y era alegría y consuelo de los que le trataban.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
39
|1
Cuaderno 4
PRIMERA MISA DEL PRESBÍTERO DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN, CELEBRADA EN
EL MES DE DICIEMBRE DE 1891. SACERDOTES QUE ESTUVIERON EN ESTA MISA Y
SEÑOR PREDICADOR EN TAN SOLEMNE ACTO RELIGIOSO.
|1
Nuestro D. Federico cantó y celebró su Primera Misa, estudiando el curso quinto de
Teología en cuyo curso terminado obtuvo la calificación de Meritissimus como también mereció
esta honrosa calificación en el curso sexto de Teología, que cursó siendo ya sacerdote. (B. E. 1892
p. 186).
|2
Este idolatrado sacerdote de santa memoria, cantó su Primera Misa en los últimos días
de diciembre de 1891 en el templo Santuario de la Stma. Virgen del Mar, lo cual sé con toda
certeza y detalles porque él mismo me refirió varias veces en mi vida este importante
acontecimiento espiritualísimo. Lo que no recuerdo |3
ciertamente es el día, fecha de este
solemnísimo acto, pero me parece que me dijo el ya difunto D. Federico, que esta singularísima
fiesta se celebró el día 28 de diciembre. También puedo afirmar, sine periculo errandi, que cuando
cantó misa vivía en la Calle Casinello, de la ciudad de Almería, que es transversal de la Plaza de
Pavía a la Calle de Hernández.
Para tan simpática y solemnísima fiesta se llevaron para adornar el altar mayor de este
templo de la Patrona de Almería, la Stma. Virgen del Mar, también nombrado entonces iglesia de
Santo Domingo, |4
se llevaron para adornar este expresado templo, repito, las colgaduras celestes
de la capilla del Seminario, que eran unas telas, que yo conocí, de algodón con unos ramos de
seda tejidos en la misma tela, de color celeste muy bonito, y eran unos paños de cuatro metros
por dos. Eran ocho paños que suman en total de diez y seis metros. En mis tiempos todavía existían
éstas.
|5
El altar mayor estilo barroco de la iglesia de la Patrona desapareció, incendiado por la
furia diabólica de los marxistas, en julio de 1936, pero como yo conservo una foto del antiguo
auténtico altar, uno esta foto a estas memorias para que en el futuro haya constancia del primitivo
altar de la Virgen tal y como era, y estaba, cuando cantó su Primera Misa nuestro D. Federico8
.
Sé con toda certeza que en esta solemnísima misa del novel sacerdote se revistieron de
diácono y subdiácono, D. Juan |5v
Alonso Vela, que después fue canónigo del Sacromonte de
Granada, y falleció de muerte natural en avanzada edad en su pueblo natal de Sierro, y de
subdiácono D. José Álvarez Benavides de la Torre, que después fue deán de la Santa Iglesia
Catedral de Almería y falleció martirizado en agosto de 1939. No sé quién fue presbítero asistente
8
N. E. Incorporada en la sección «IMÁGENES».
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
40
en la primera y solemne misa de D. Federico, pero sí sé, con toda evidencia, que predicó el joven
diácono D. José González Sáez, cuyo novel orador lo hizo a las mil maravillas y fue muy
aplaudido. |6
Este joven ordenando, era natural de Chercos y falleció en edad avanzada de muerte
natural en Uleila del Campo y era párroco propio de Lucainena de las Torres. D. José González
Sáez estudiaba un año menos que D. Federico y era alumno aventajado del Cuarto de Teología
cuando predicó el sermón de esta Misa Nueva de nuestro inolvidable D. Federico, de santa
memoria.
Era capellán del templo de la Stma. Virgen del Mar, cuando D. Federico celebró su
Primera Misa, |7
D. Trinidad García López, virtuosísimo sacerdote que después fue Maestro de
Ceremonias de la S. I. Catedral de Almería y quería mucho a D. Federico y hablaba de él con
admiración, ponderando sobremanera las virtudes de que estaba adornado.
Fue turiferario, persona que lleva la naveta del incienso, en la Primera Misa de D.
Federico, su hermano D. Francisco, que entonces era aventajado alumno del curso Segundo de
Sagrada Teología. Y fueron acólitos en el Altar del Señor, los que después fueron sacerdotes del
Altísimo: D. Pedro Rodríguez Zea y D. Francisco Romero Ortega, asesinado en 1936.
|8
También estuvo en esta misa su condiscípulo D. Diego Martínez Torres, y cantó la misa
el Coro del Seminario Conciliar de S. Indalecio de Almería.
No sé el sitio del refresco, pero es de suponer que fue en la casa de la madrina Dña. Josefa
Sánchez, señora rica y piadosísima que vivía en la Puerta de Purchena. Me parece que D. Federico
me dijo en cierta ocasión que esta señora fue su madrina.
D. Federico cantó su Primera Misa en el templo de la Virgen Patrona porque es tradicional
en la capital de Almería que los misa|9
cantanos que son de Almería, celebren su Primera Misa en
este santo templo porque siendo el Instituto de Segunda Enseñanza de Almería el antiguo
convento de dominicos, pared por medio del bendito Santuario a cuyo sagrado recinto acudía D.
Federico diariamente antes y después de clase, es natural que tomara mucho cariño y devoción a
este sagrado recinto de gratos recuerdos, por ser donde tantas veces |10
había acompañado a su
buena madre a los Rosarios de la Aurora de la Misa del Alba, cuya estrofa él cantaba emocionado
como buen almeriense, como yo: «Almería, quien te viera y tus calles paseara y a Santo Domingo
fuera para oír la Misa del Alba9
»
¡Gloria y honor a la santa memoria de tan santo y virtuoso sacerdote!
9
N. E. Se alude a un antiguo fandango tradicional almeriense versionado, con muy ligeras variantes, por
diversos intérpretes a lo lago de los años. En la dirección http://angarmegia.wikidot.com/musica, se ofrecen
tres audios, los números diecisiete, dieciocho y diecinueve, que recogen diferentes tratamientos de aquella
popular canción.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
41
|1
Cuaderno 5
PREDICACIÓN DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN
1. Sermón de apertura de Curso en el Seminario.
2. Santa Misión en el pueblo de Fines.
3. Sermones en el Convento de las Puras.
4. Sermón de la Divina Infantita.
5. Sermones en la Catedral de Guadix.
6. Sermón de la Purísima en la iglesia de Sta. Ana.
7. Sermón de la Obediencia, admirable.
8. Novena de la Virgen del Carmen en Cantoria.
Además de aquél gran discurso que pronunció D. Federico ante el Excmo. Sr. Obispo y
el Claustro de Profesores del Seminario Conciliar de S. Indalecio en Almería, siendo él profesor
de Matemáticas en aquel centro docente, donde se han formado al correr de los tiempos santos y
sabios sacerdotes que, con su ciencia y virtud, honraron a la provincia y Diócesis de nuestra
amadísima Almería, que aunque pobre y seca, nos es muy estimada, pues además, |2
digo, de aquel
memorable discurso de apertura, es digno de mención y de recordar, anotando para futuras
generaciones, que el 26 de diciembre de 1893, siendo sacerdote muy joven, predicó con gran
elocuencia en la S. I. Catedral de Almería en la solemne Misa Pontifical y, por consiguiente, ante
el Cabildo Catedral[icio] y Sres. beneficiados, el Sermón oficial de la Reconquista, es decir, de la
toma de Almería por los Reyes Católicos, a cuya gran función cívico-religiosa, asiste multitud de
fieles y el Consejo |3
y Cabildo Municipal en pleno, y cuyo estipendio del sermón abonaba, y
abona, la Corporación Municipal.
Para predicar este sermón notable siempre se buscaba al mejor predicador de la época y
el de más fama oratoria, por lo que se deduce que, nuestro D. Federico, estaba conceptuado como
el mejor predicador de entonces a pesar de su juventud10
. Sé estos detalles de preponderancia de
este Sermón de la Reconquista por haber sido yo bene|4
ficiado de la S. I. Catedral de Almería.
Que D. Federico predicó este sermón en tan relumbrante fiesta, consta en la tabla de sermones de
aquel año que se habían de predicar en aquella Santa y Apostólica Iglesia Almeriense, en este
expresado año de 1892 (B. E. Nº 18 p. 362).
10
N. E. La gestación del modo cómo es designado D. Federico para esa responsabilidad y la enorme
repercusión que tuvo entre quienes le escucharon, fue ampliamente comentada en la prensa almeriense de
la época, incluso por periódicos de talante fuertemente anticlerical. Pueden leerse varias de esas reseñas en
la obra citada anteriormente GARCÍA MEGÍA, Antonio. Crónica publicada de la vida y obra de Federico
Salvador Ramón en Almería.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
42
En el año 1898, según consta en el B. E. de ese mismo año y en la página 223, a su regreso
de Roma para ir a México, pues cierto y bien sabido es que D. Federico Salvador por sus
excepcionales dotes de gobierno, ciencia y gran virtud, |5
fue Operario Diocesano en el Colegio
Español de Roma, se paró en el pueblo de Fines, de la Diócesis de Almería, donde era coadjutor
su hermano D. Francisco, y allí predicó y dio una extraordinaria Misión y, copio al pie de la letra
lo que entonces publicó el Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Almería, mi Diócesis amada:
«Movimiento Religioso en Fines. Sabido es que desde hace año y medio se |6
viene
notando un gran cambio en la villa de Fines, viéndose el templo lleno de fieles,
erigiéndose cofradías, trayéndose imágenes, fomentándose la instrucción y celebrándose
toda clase de cultos, en los que puestos de acuerdo el señor cura y su celoso coadjutor,
D. Francisco Salvador Ramón, nunca faltan las predicaciones y la instrucción
catequística, tan recomendadas, la una para enseñar y la otra para mover. Pues bien,
una nueva prueba, y bien elocuente por cierto, acaba de dar esta católica [diócesis], |7
de
su religiosidad, llenando de gozo el corazón de nuestro Ilustrísimo Prelado.
»Procedente de Roma y para despedirse de su familia, porque la obediencia le llama a
Méjico, vino a Fines a ver a sus padres y hermano D. Federico Salvador Ramón,
sacerdote de esta Diócesis y hoy miembro celoso de la Hermandad de Operarios
Diocesanos Josefinos. Y he aquí lo que con este motivo nos dice el señor cura párroco de
Fines:
»Excmo. e Ilustrísimo Señor Obispo: Además de otras consideraciones me
|8
mueve a dirigirme hoy a S. S. I. el gran consuelo que ha de proporcionarle la
presente.
»Enterado de que D. Federico Salvador Ramón vendría a pasar en ésta unos
días con su familia, pensé en proporcionar a estos fieles un medio extraordinario
de santificación y un estímulo más para que de una vez y por completo, eleven
sus almas a Dios.
»Mis deseos bien pronto se vieron cumplidos, pues sólo una ligera indicación
bastó para que el señor Salvador, movido de su gran celo por la salvación de
las almas, del espíritu de trabajo que sabe dar la Her|9
mandad de Sacerdotes
Operarios y por unos de los fines de su institución, que les manda trabajar por
el fomento de la piedad en la Diócesis donde residan, comenzaron en esta
parroquia los ejercicios de Santa Misión una hora después de su llegada.
»Apenas las campanas hicieron señal con un repique, la iglesia que siempre ha
sido más que suficiente para el pueblo, se llenó por completo de fieles que
acudieron, con religioso silencio que inspira el lugar santo, a oír la plática
preparatoria que, llena de |10
unción y de espíritu apostólico, hizo el Sr.
Salvador.
»En el rosario que se ha recitado todos los días de Santa Misión, en la santa
misa que a continuación se celebraba, en la plática que seguía a ésta, y en la
conferencia que después se daba a las Hermandades, no ha escaseado la
concurrencia, pero en la plática y sermón de la noche, ha sido tal, que si la
segunda noche antes de empezar los ejercicios no se hubiera dispuesto hacerlos
en la anchurosa plaza, por miedo al calor a fortiori, hubiéramos tenido que
hacerlos por la insuficiencia del templo ante |11
tanto personal. Pero es muy de
notar que a pesar de tanta afluencia de fieles, de que la calle servía de templo
y que se estaba bajo las impresiones de las consideraciones sociales, ni del santo
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
43
temor que inspirara la Iglesia por la presencia de Jesús Sacramentado, ni que
nace por respeto a las autoridades humanas que asistían como simples fieles.
Sin embargo, el orden ha sido completo. Sólo suspiros se oían de cuando en
cuando y sólo nos hubiera distraído algo de las altas consideraciones a que nos
elevaba la palabra de D. Federico, el murmullo de lágrimas de contrición y
penitencia que derramaba|12
mos si este hubiera podido percibirse.
»Con tales disposiciones en estos fieles no podía menos de cogerse el abundante
fruto de que ya creo tiene S. S. I. conocimiento perfecto y detallado. Pero aquí
conviene observar:
»Primero lo poco que la estación presente favorece los ejercicios de piedad,
principalmente en los pueblos que sólo tienen agricultura como elemento de
vida y riqueza.
»Lo segundo, la calidad de los penitentes, que si es verdad que son buenos
naturalmente y honrados en lo civil, también es cierto que hacía años que
resistían la inspiración de Dios y, engañados, rehusaban la penitencia.
»La última noche de Misión |13
en la que se sacaron en procesión las imágenes
de la Virgen Inmaculada y la del Sagrado Corazón de Jesús, se hizo tal
manifestación de piedad que hará época en la historia religiosa de este pueblo.
»Yo tenía mis inconvenientes en decirlo, pero seis sacerdotes que nos han
ayudado en esta Santa Misión, han manifestado entusiasmados, que Fines
habrá sido piedra de escándalo, pero hoy con su ejemplo y lágrimas, pide
perdón a los pueblos escandalizados y los excita a la verdadera penitencia.
»¡Bendito sea Dios que de tal manera muda los corazones de los hombres y los
hace santos y sus más íntimos amigos! Y aunque éstos lo |14
hayan perseguido
como San Pablo, en buena hora vino este D. Federico Salvador Ramón que ha
confirmado a muchos en la piedad y sacado a otros de su indiferentismo. Sólo
tengo un motivo de tristeza al comunicar a S. S. I. las noticias que anteceden,
que todavía quedan algunos en pecado que no han atendido la voz de Dios.
»Fines 4 de septiembre de 1893».
Ahora manifiesto que, por haber sido yo cura de Fines siete años, sé detalles de aquella
gran misión que dio D. Federico por espacio de ocho días, que se pasaba en aquellos días, todo el
día dentro de la iglesia en rezos y oraciones, y que |15
su ayuno fue completo, que a pesar de los
días calurosos de entonces, siempre estaba ante el sagrario en profunda y recogida meditación, en
estática postura, o sentado muy cerca del Altar Mayor, y siempre con luces o velas encendidas.
Fueron muy |16
amigos de la familia de D. Federico en Fines, el tío José María Tripianilla
y la tía María Jesús, matrimonio muy piadoso y cristiano, cuyos consortes fallecieron en avanzada
edad por los años 1941, pero, como yo fui cura de Fines desde 1928 al 1934, ellos, |17
en sus visitas
nocturnas, me contaron detalladamente lo extraordinario de esta Santa Misión de tanto fruto y de
tantas confesiones y, aún en mis tiempos, siendo yo párroco tan joven, se recordaba con
entusiasmo y lágrimas la extraordinaria misión |18
predicada y dada por D. Federico, que, decían
los nacidos, no se había visto otra, ni igual ni parecida a esta misión.
Acudían a oír a D. Federico los curas de los pueblos limítrofes: Cantoria, Olula del Río,
Purchena y Partaloa, y estaban todos |20
pendientes de la elocuencia y fervor del joven misionero
tan rebosante de gracia y lleno de Dios.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
44
El anciano sacerdote y párroco de Cuevas del Almanzora, D. Leonardo López Miras, que
asistió a esta Misión, dijo que nunca había oído más |21
elocuencia, ni más devoción y piedad en
el decir y que lloraban hasta las piedras.
Los sermones de la noche los predicaba el fervoroso misionero D. Federico desde el
balcón central de la casa del Excmo. Sr. D. Rosendo García, |22
señor de mucha piedad y
cristianismo, que después de haber sido gobernados de Almería se había retirado a descansar en
su casa solariega de Fines, que verdaderamente era casa señorial y estaba en plena Plaza de la
Iglesia, mirando |23
a sol saliente. Esta casa, púlpito y cátedra sagrada de los sermones nocturnos
de la misión de D. Federico, está tal y conforme era y estaba en aquella época. Los más de los
días, este cristiano y hacendado señor D. Rosendo García, convi|24
daba a comer en su mesa al
padre misionero y a los demás sacerdotes de Fines. Había hecho mucha amistad con el hermano
de D. Federico, D. Francisco, coadjutor de allí, y con sus padres.
Todas las referencias que desde hace años tengo |25
de esta Santa Misión finense, es, sobre
toda ponderación, digna de recuerdo y amor a nuestro queridísimo D. Federico que tanto se
sacrificaba en todas partes por la gloria de Dios y salvación de las almas.
|26
Es cierto que, entre los varios sermones que predicó D. Federico siendo capellán del
Convento de las Puras en Almería, me decía la Rvda. Madre Jesús que falleció muy anciana,
aquellos elocuentes y fervorosos sermones de D. Federico, hubo uno que hizo raya y fue como el
rey de los sermones. En él habló del amor de Dios y del amor al prójimo, y sobre todo del pobre
necesitado y menesteroso, y habló tan bien y tan elocuentemente, que inyectó el amor cristiano
en el auditorio y todos quedaron convencidos de la necesidad de este amor y la gran utilidad para
atraer a la Iglesia |27
a los necesitados y, por su miseria social, alejados.
Y él, después, confirmó prácticamente este caritativo sermón. Se presentó un pobre a
pedir limosna a la portería del convento y le dieron las monjitas un plato con comida a este
pordiosero de estado y visión repugnante. Y nuestro D. Federico comió en el mismo plato con el
pobre, y todos los que se enteraron de este heroico hecho de caridad decían: «Es muy verdad lo
que predica, puesto que lo confirma con el ejemplo».
|28
Esto me lo contó la expresada Madre Jesús siendo yo cura párroco de San Roque, en la
capital de Almería, y en los ratos de expansión espiritual [que] tenía yo con esta culta y piadosa
monjita que quería mucho a D. Federico, y a mí también me estimaba mucho.
Esta religiosa me contaba con suma devoción estas cosas piadosas que tenían relación
con su convento y con su historia monacal.
La primera vez que yo oí predicar a nuestro amado D. Federico fue |29
en el Convento de
las Puras, el 8 de septiembre de 1918, a las diez de la mañana, que predicó el sermón de la Divina
Infantita en este día, y a cuyo sermón yo fui por casualidad. Y fue tan elocuente D. Federico, que
yo quedé pendiente de sus labios marianos y fervorosos e inyectó en mí amor a la Virgen Niña, y
conservo la estampa que él me dio de la Divina Infantita cuando entré a la sacristía para saludarle.
Era yo ordenando y estudiante de Sagrada Teología en el Seminario de Almería.
|30
En el día último de mayo de 1919, estando yo en su Colegio de Bachilleres de Guadix,
como dije de cómo conocí yo a D. Federico, le oí, desde la primera palabra hasta la última, en la
parroquia de Santa Ana de la ciudad de Guadix, el sermón que predicó a las Hijas de María de
aquella parroquia. En este sermón puso de relieve los ideales desastrosos del comunismo de Rusia
para destrozar y arrancar la pureza del corazón joven de la mujer, y habló de los avances que haría
el comunismo aun en nuestra propia España, |31
y los desastres que España y la Iglesia pudieran
sufrir en nuestro suelo patrio.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
45
Aquello fue como una profecía que yo entonces no supe apreciar y comprender, pero
después de muchos años, en las amarguras de mi vida, en los años del marxismo en España,
muchas veces tuve que decir: ¡Oh, Dios Mío! ¡Cómo se cumple al pie de la letra todo lo que dijo
D. Federico en aquel memorable sermón de mayo a la Virgen Inmaculada!
|32
Varios sermones oí predicar al muy Ilustre Sr. D. Federico Salvador Ramón en la S. I.
Catedral de Guadix, y siempre el último me parecía el mejor. Todos eran para mí elocuentes y,
aunque yo era muy joven, de veinte años, los oía todos con religiosa atención y con algo de fruto
para mi vida, entonces, de joven piadoso.
Yo no perdía un sermón de D. Federico que predicaba muy frecuente en dicha Catedral,
y luego, cuando yo en la intimidad le aplaudía, se sonreía bondadosamente y me decía: «Aprende
|33
a ser de Dios y a predicar de Dios, para que luego no te salgas de los cauces y moldes de la
predicación cristiana».
Pero, entre todos sus sermones, quedé prendado de uno en que predicó de la obediencia
y dijo cosas tan bonitas, y tan bien dichas, que nunca había yo oído ni leído. Me acuerdo que dijo
que la obediencia no necesita ley, sino amor, y desde entonces siempre he tenido presente esta
norma en toda mi vida sacerdotal y han resonado en mis oídos el eco de las pala|34
bras de D.
Federico en aquel memorable sermón, tan altamente provechoso para mí.
Estaba en su trono de la Catedral, aquella mañana el Sr. Obispo de entonces, D. Timoteo,
y tengo entendido que le llamó y le felicitó por tan acertada y oportuna predicación |35
en
circunstancias en que, creo, hacía falta tan prudente sermón.
Yo, con gran entusiasmo, recuerdo esta teológica y piadosa predicación de tan celoso
sacerdote. A mí sí me hacían mucho provecho estos sermones, que más bien que sermones de
tabla eran |36
verdaderas meditaciones rebosantes de unción y espiritualidad.
Hoy, en estos tiempos de corrupción moderna y diabólica, hace falta que resucitara
nuestro D. Federico que tantas veces predicó y predicaba a lo Bto. de Ávila, y tan edificados
quedábamos los que tuvimos la gran dicha de oírle y aprender sus sacras lecciones.
Predicó también admirablemente en Cantoria la Novena de la Virgen del Carmen en el
año 1924 y fue en plan misional, con gran provecho espiritual de aquella feligresía, y hubo muchas
confesiones.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
47
|1
Cuaderno 6
DESTINOS DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN
1. Capellán de las Puras.
2. Coadjutor de S. Pedro.
3. Canónigo.
4. Capellán de Las Isabeles, Granada
D. Federico Salvador Ramón fue nombrado capellán de las monjas concepcionistas, en
octubre de 1891, convento que está contiguo y pared por medio del Seminario Conciliar de San
Indalecio de donde era profesor el expresado D. Federico (B. E. 1891 Nº 15 p. 296).
|2
Sustituyó en el cargo a mi entrañable amigo D. José Álvarez Benavides de las Torres,
que pasó a ser Vice-Rector del Seminario. Siendo D. Federico capellán de este convento marchó
a Roma en 1892 para ser Operario Diocesano en aquel gran Colegio Español
|3
D. Federico fue nombrado coadjutor de la Parroquia de San Pedro Apóstol de Almería
en el año de 1910, siendo párroco de aquella iglesia el Licenciado D. Antonio Amat Mazo, para
sustituir al difunto coadjutor D. Ramón Sánchez López.
El expresado párroco |4
a pesar de ser muy bueno y muy piadoso, recibió a su cooperador,
D. Federico, con cierta prevención y algo osco. Una mañana, detrás del altar mayor y del esbelto
manifestador, cerca de la puerta que da al corredor de la sacristía y da acceso al |5
salón de
conferencias, dijo el señor cura a D. Federico:
«Tú habrás venido aquí mandado para observarme y ser mi espía y controlar mi
labor parroquial para denunciarme cruelmente».
D. Federico, en aquel mismo momento y sitio, se puso de rodillas y dijo con profunda
humildad, que le daba aspecto de santo, con voz clara y firme:
«Yo he venido aquí por obediencia al Sr. Obispo y por la necesidad que tiene la Sta.
Iglesia de sacerdotes. Ahora mismo y ante Jesús Sacramentado hago a V. |6
voto de
obediencia y le obedeceré en todo como a verdadero superior, en todas las cosas que se
refieran a gloria de Dios y salvación de las almas y seré su cooperador aunque sea a
costa de grandes sacrificios personales de mi parte. Todas las mañanas al entrar en este
santo templo dejaré en la puerta mi humana voluntad y amor propio».
Así me lo contó el citado párroco y me lo confirmó D. Federico una noche de verano
dando un paseíto en |7
el patio de su casa de Guadix.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
48
En el cumplimiento del deber en este cargo parroquial, el piadoso D. Federico se
levantaba todos los días muy temprano y al clarear el día ya estaba sentado en el confesonario,
ocurriendo varias mañanas que, como era tan temprano, tenía que esperar paciente que el anciano
sacristán abriese la puerta del templo a pesar de que él le había advertido y suplicado que el templo
se abriese temprano. En invierno a las seis |8
y en verano a las cinco, ya estaba en el recinto sagrado
el ejemplar Ministro del Señor sentado en el confesonario que era más cercano a la capilla del
Sagrario, la de los Remedios, pues a esta celestial Madre, Ntra. Señora de los Remedios, en
aquella parroquia se le tiene gran devoción. El confesonario estaba en la columna que mira al altar
mayor y al lado de la epístola.
¡Cuántas conciencias limpió D. Federico en aquel santo lugar! ¡Y ofició de penitenciario!
¡Y |8v
cuántas lágrimas enjugó con sus acertados y caritativos consejos! Todos creían que D.
Federico era un padre jesuita lleno de celo, amor y discreción, pero no era ni más ni menos que
un virtuosísimo sacerdote que Dios había llevado a aquella parroquia para consuelo de las almas
que lloraban cubiertas con el manto negro de la pena. D. Federico fue allí generosísimo en dar y
socorrer.
|9
Cuando D. Federico fue coadjutor de la parroquia de San Pedro vivía en su casa de la
Calle de Beloy11
y era director del periódico católico de Almería llamado La Independencia.
D. Federico era tan sacrificado en este cargo de coadjutor que lo atendía todo con esmero
y exactitud y, sobre todo, era vigilante y cuidadoso con los enfermos a los que buscaba e iba a
salvar a donde quiera que estaban. Una vez entró |10
en determinada casa de mala nota para
confesar a una enfermita, y su visita allí fue ejemplar y provechosa, pues les hizo una plática de
circunstancias en la que hubo lágrimas y suspiros, enmiendas de vida y retirada del pecado.
Se debía de decir y contar todo el anecdotario de este su sagrado ministerio, y nos serviría
de modelo y ejemplo para muchos sacerdotes comodones que olvidan la obligación sagrada.
|11
Paso por alto el que D. Federico fue canónigo de la Catedral de Guadix, porque todo lo
referente a este destino lo conocerán al detalle sus esclavitas, y podrán adquirir toda clase de
noticias.
Pero un buen día se le ocurrió a D. Federico renunciar este dignatario cargo, dejar todos
los colorines y reducirse a ser simple sacerdote católico del Señor. Se fue a Granada y allí fue
nombrado capellán de las Monjas Isabeles en el Albaicín. Yo fui allí a saludarle y a estarme dos
días con él, |12
y aprecié de cerca su labor entre aquellos pobres del Albaicín de Granada, entonces,
en 1925, muy pobres.
Él se instaló en la mala casa del capellán y desarrolló una labor social digna de encomio
y alabanzas. Trataba con toda la pobretería y, para coger a los obreros, iba de noche a las
peluquerías del barrio para enseñarles y predicarles la Doctrina Cristiana, labor que le costaba
mucho dinero, que no sé de dónde lo sacaba, y sacaba para tanto.
Su lema era: «Pan y catecismo».
¡Qué labor |13
tan encantadora llevaba allí a cabo! Tengo entendido que el Sr. Cardenal de
Granada quiso nombrarle canónigo de la Metropolitana y él no aceptó, para así, como simple
sacerdote y sin más cargas, trabajar a velas desplegadas por la salvación de las almas de aquellos
pobres granatenses del Albaicín. Aún estaba D. Federico de buena edad y trabajaba sin descanso
a pesar de que, yo creo, tenía entonces más de sesenta años, pero bien conservado al parecer.
11
N. E. En la actualidad Padre Luque.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
49
|1
Cuaderno 7
ALGO DE PIEDAD Y AMOR QUE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN TENÍA A SUS HIJOS
ESPIRITUALES
D. Federico era muy amante de sus hijos espirituales y tenía por ellos mucha estima y
consideración, distinguiéndolos mucho de los demás. A él se le ensanchaba el corazón cuando
convivía con sus hijos del alma y rebosaba alegría por todo su ser. Siempre que podía los ponía a
su derecha y cuando éstos, sus hijos espirituales, comían con él en la mesa, los colocaba a su
derecha y charlaba con ellos amigablemente.
Y me decía una vez que le gustaban las fotos que formaban parte en el grupo sus amados
hijos |2
espirituales, que para él esto era una verdadera satisfacción y ellos eran sus verdaderos
amigos distinguidos de su alma sacerdotal inundada de amor santo.
Referente a las fotos me decía que no era su objeto que sus hijos le tuvieran a él, sino él
tener a sus hijos, no en el recuerdo mental solamente, sino a la vista, para pedir por ellos con
mucho amor.
|2v
También me decía que su comida era insípida cuando no comía acompañado de sus
hijos, y era suculenta y sabrosa cuando en su comida le acompañaban sus hijos del alma, en cuya
compañía se gozaba grandemente, y todo era júbilo y armonía.
Siempre que tenía tiempo libre lo utilizaba en charlas espirituales |3
y amenas, de verdadera
alegría espiritual, y, si quieren ustedes, con chistes y bromas totalmente en orden y
espiritualizadas, con el fin principal de terminar aquellos coloquios y charlas en verdaderas
meditaciones de amor de Dios y purísimamente mariano.
Tenía siempre en labios cuando nos poníamos a la mesa esta frase evangélica: «Desiderio
desideravi manducare vobiscum». Se leía algo espiritual y se sacaban con|3v
secuencias de
purísima vida espiritual y, como él era graciosísimo en el decir y muy andaluz, todo el rato
manducatorio era de solaz y bienestar, a la vez que se tomaba el necesario sustento del cuerpo.
Nunca dijo «esto no me gusta», y cuando veía o entendía que tal comida no estaba muy
bien sazonada, decía: «Conviene mortificarnos algo ya que estamos tan carentes de este requisito
espiritual, pues la mortificación purifica».
|4
Después de comer, visitaba con mucho fervor a Jesús Sacramentado con rezos breves y
fervorosos que él dirigía, y luego el rato de solaz continuaba quince minutos que se pasaban como
un fugaz relámpago dejándonos con la miel en los labios.
Varias veces oí decir de sus labios esta frase: «el verdadero amor engendra la amistad de
los hijos de Dios» y, ¡qué querer más puro y desinteresado!
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
50
Siempre que trataba a los suyos hablaba con sonrisa salida del alma que contenía un
atractivo extraordinario, con algo espiritualísimo que fascinaba |5
y unía con soldadura de amor
cristiano y a lo Cristo.
Él decía muchas veces que el mundo y los del mundo le cargaban y le hastiaban
enormemente, y que su verdadera alegría era estar y convivir con los suyos en santa hermandad
y compañía, siendo todo para todos en servicio y amor.
Cuando estaba en estos espiritualísimos ratos de solaz con los suyos, le molestaban las
visitas extrañas y decía:
«En los ratos de cielo no debía haber mundo impertinente, |6
y viene el mundo a
robarnos lo que tanto necesita mi alma, la convivencia con los míos, con los escogidos
de mi alma, en lo que todos somos uno, en amarnos y tratarnos a lo cristiano y angélico,
donde no hay nota de mundo ni egoísmo. ¡Oh qué agradable es vivir en esta unión que
tanto necesito, ya que tan aguijoneado estoy de extraños y caprichosos exigentes del
mundo vacío de Dios y de confraterno amor divino, pues donde no hay gracia, no hay
amor cristiano y así están los del mundo actual!».
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
51
|1
Cuaderno 8
DON FEDERICO SALVADOR, SECRETARIO Y ALMA DE LA PEREGRINACIÓN DE
OBREROS A ROMA EN EL AÑO 1894. EN ESTA PEREGRINACIÓN FUE ÉL Y SU PADRE,
CON UN TOTAL DE OCHENTA Y DOS OBREROS, EN CLASE TERCERA.
Mi amado D. Federico Salvador, en la parroquia de San Sebastián, en la luciente ciudad
de Almería, fue secretario de la Junta Parroquial para todo lo referente a la Peregrinación de
Obreros a Roma, en tiempos y convivencia del inmortal Pontífice de santa memoria, el Papa León
XIII, y en su puesto de secretario nuestro D. Federico trabajó denodadamente y sin descanso de
día y |2
de noche, hasta que no se cerraba, en horas de la noche, la mencionada parroquia donde
tenía las oficinas de este su puesto de secretario.
Y fue incansable en estos trabajos y sumamente amable con los obreros con los que tenía
singular dulzura y extremada paciencia. Esto me lo refería con lágrimas en los ojos, el sacerdote
contemporáneo a él, el muy Rvdo. Sr. D. José Muñoz Díaz. Y me decía que nunca había visto un
sacerdote tan |3
amable y cariñoso con los obreros almerienses.
Que nuestro queridísimo D. Federico fue secretario de esta peregrinación a Roma, consta
en el Boletín Eclesiástico de la Provincia del Obispado de Almería del año 1894, p. 81.
Yo que conocí bien a este sacerdote |4
apóstol y lo traté tan de cerca, digo que daría gusto
verle en este particular empleo, tratando bien a los obreros de entonces, generalmente algo
postergados. ¡Cuántas veces saldrían aquellos obreros, piadosos unos, y otros no, diciendo: «este
sacerdote joven, tan simpático, es un ángel del cielo», «vaya cura en el mundo, tan bueno y tan
educado, que con tanto amor |5
nos trata y nos ofrece asiento!»
Pues yo sé con toda certeza, porque lo he visto después, que era todo dulzura para los
trabajadores. Y su mirada sonriente los atraía y rebosaba amor y caridad en sus ojos, en sus
palabras y por todos los poros de su cuerpo, y sus benditas manos sacerdotales se extendían con
verdadera caridad cristiana para tomar las callosas manos del obrero.
Como sé bien quién era y cómo era nuestro D. Federico, creo que muchas veces hubiera
sido capaz de besar con sus labios, enardecidos de |6
amor paterno, las manos de aquellos
trabajadores de antaño. Un día me dijo D. Federico:
«José, trata con mucho cariño al trabajador para que no nos miren con aversión y
ojeriza, además, son hijos muy amados de Dios. Debemos nosotros, y todos los
sacerdotes, ser muy deferentes, cariñosos y finos con estos que son cristianos y hermanos
nuestros. El trabajo es una maldición justa, pero también es un mérito de condigno».
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
52
Poco más o menos me dijo esto una tarde estival en que íbamos para el templo de la
Ermita Nueva de Guadix, él a predicar y yo a rezar |7
el Sto. rosario.
Otra vez en que unos obreros que arreglaban el tejado del Colegio de la Divina Infantita,
me decía con mucho interés:
«José, ten especial cuidado con esta buena gente, cuando pase una hora, llámales que
fumen y descansen, son dignos de que les tratemos bien y con mucho amor, y ellos
conocerán por nuestro buen porte que somos discípulos de Jesús, de aquel Jesús tan
bueno que tanto hizo por ellos y por nosotros».
|8
En la Peregrinación de que he hecho mención y cita, fue a Roma D. Federico y le
acompañó su padre, D. Federico Salvador Alex. Fueron ambos por mar y embarcados. A la sazón
el padre de nuestro D. Federico era camarero de un café y le costeó este viaje la piadosa
Hermandad, o Cofradía, de Adoración y Vela del Santísimo, como consta en la p. 136 del Boletín
Eclesiástico de 1894, y ambos, padre e hijo viajaron en tercera clase. En |9
esta expedición iban
ochenta y dos peregrinos, y fue el costo total de todos siete mil ciento treinta y ocho pesetas. D.
Federico, aunque tenía derecho a ir en el total de peregrinos, quiso él costearse su viaje a la Ciudad
Eterna, y fue su costo de ochenta y seis pesetas.
Con alegría y regocijo espiritual, fue el ángel de todos los peregrinos obreros y atendiendo
a cada uno tanto como podía. Él, D. Federico, me dijo que pasaba gran parte del día enseñando
algunos cantos piadosos a estos peregrinos, pues es sabido, y si ustedes no lo saben, yo se lo digo,
que D. Federico cantaba muy bien y tenía una voz viril muy bonita. Yo me deleitaba sobremanera
oyéndole |10
cantar tan primorosamente.
En este viaje de peregrinación a Roma, D. Federico trabó muy buena amistad con el
sacerdote operario D. Remigio Abiol, que era muy bueno.
D. Federico, que en su vida me contó muchos detalles de ella, me decía con lágrimas en
sus ojos, que gozó extraordinariamente en esta primera vez que vio al Papa y que le dio la
sensación de ver a un santo penitente en el desierto, que habló con él, y D. Federico besó aquellas
veneradas manos, y que lloraba |11
como un niño. Y, efectivamente, entonces D. Federico era un
jovencito rebosante de alegría, un niño angelical, con porte y palabras de ángel terreno.
El plazo para inscripción en la peregrinación terminó el 20 de marzo. Que D. Federico
viajó en tercera clase consta en el B. E. p. 135. |12
Le acompañó su amigo D. Joaquín Peralta.
También iba en segunda D. José Benavides. Aunque fueron ochenta y dos los viajeros de tercera
el total de peregrinos en las tres clases fue de ciento dieciséis.
La peregrinación salió del puerto de Almería el 9 de abril en los vapores de la
Trasatlántica, el Rabat y el Baldomero Iglesias. Embarcaron a las diez de la noche de este día 9
de abril de 1894. El coste de cada pasaporte o boleto, era de ochenta y seis pesetas. La Asociación
de Adoración y Vela que costeó a D. Federico Salvador Alex y quiso costear a nuestro D.
Federico, radicaba en la iglesia de la Virgen del Mar, Patrona de Almería.
Regresó de Roma esta peregrinación el 26 de abril a las ocho y media de la noche.
Desembarcaron en Almería y cantaron un Te Deum en el templo de la Patrona. Además del coste
|12v
de su viaje, donó D. Federico más de cien pesetas para los gastos generales que esta
peregrinación tuvo.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
53
|1
Cuaderno 9
UN CUASI MILAGRO DE DON FEDERICO. LA VIRTUD DE SU BENDICIÓN. LA ESCALILLA
DÉBIL.
Siendo yo jovencito, era yo muy aficionado a la carpintería, y sigo siéndolo en mi ya
avanzada edad. Como D. Federico conocía mi particular afición de este género, me complacía
comprándome herramientas ad hoc.
Era la primavera de 1919. En un día de esta juvenil primavera de mi vida, alegre y risueña,
de gratísimos recuerdos de los tiempos que ya pasaron para no volver. En ese día de que hago
men|2
ción, me dijo D. Federico sonriente y jocoso, lleno de alegría en su rostro sacerdotal:
«Oye, José, ya sabes que el Domingo del Buen Pastor queremos celebrar en este
Colegio de la Divina Infantita una hermosa velada para obsequiar y agasajar al Sr.
Obispo en este día señalado. Tú, que tan aficionado eres a la carpintería, vas a hacer
unas gradas en el fondo del salón comedor que hemos |3
de utilizar como sala de este
acto literario. Yo tengo gran interés en que resulte todo lo mejor posible para que el
Excmo. Sr. Obispo, y todos los que asistan, queden satisfechos y contentos, y sirva ello
en alabanza a Dios y a la idolatrada Divina Infantita, Reina de Amor, de quien soy
incondicional esclavo. En esta escalinata que harás, y |4
yo bendeciré, colocaremos a los
estudiantes espectadores que no tomen parte activa en este acto literario y obsequioso a
nuestro Prelado»
Y dicho esto por tan virtuoso sacerdote, que hacía de superior mío, yo puse manos a la
obra con más miedo que vergüenza. Él me autorizó para comprar las maderas que yo necesitara
para construir aquellas célebres gradas, o escalinata, |5
que me servirían de miedo descomunal y
permanente temblor, pensando en aquellas débiles tabluchas en que se habían de colocar cien
inquietos y bullangueros estudiantes de bachiller que, de por sí, eran díscolos y poco sosegados,
con el beneplácito de nuestro amadísimo e idolatrado D. Federico, que con tanto gozo de mi alma
recuerdo como sacerdote ejemplar y virtuoso.
Con estas tablas compradas |6
en la estación de Guadix, ayudado por algún estudiante
fámulo, [formé] una feísima y debilísima escalinata que no tenía ninguna fortaleza, y en mi
concepto de antes y de ahora era una verdadera birria, donde se habían de subir y patalear un
centenar de jóvenes, algunos bien nutridos y de buen peso.
Por fin, después de ocho días de trabajo, terminé el artilugio |7
de tan débil fortaleza.
Cuando mi amado D. Federico vio terminada mi obra maestra, única en la historia de mi vida, él,
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
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sonriente, la miraba de arriba abajo y, después de mirar y remirar estas feísimas gradas, y que él
no sabía lo que había por dentro de poca fortaleza y resistencia, riendo a carcajadas decía gracioso:
«José, ¡y de siete pisos! ¡Vaya torre de Babel! ¡Y de siete planos! Pero, en fin, |8
siete
son los dones del Espíritu Santo, siete las virtudes que hemos de tener, siete los santos
sacramentos y siete las Horas Canónicas…»
Y yo dije a mi D. Federico temblando de pies a cabeza:
«¡D. Federico, mi padre espiritual, no es sólo lo feísimas que son estas gradas de
toscas tablas, sino lo débiles que son para el fin a que |9
las vamos a destinar! Hace falta
un casi milagro para que se suban ahí la caterva de estudiantes que tenemos aquí en
número de un centenar, cuando estas tablas, por sí, no serían capaces de sostener a
cinco chicos de los nuestros, que todo son dinamismo e inquietud, y, con estos sólo cinco,
vendrían abajo estas débiles tablas clavadas con púas».
D. Federico me miraba y sonreía amablemente. Yo no sé cómo yo tendría mi cara, pero
es de suponer que estaría variado de color y nerviosismo en extremo. |10
Mi opinión era que estaba
en malísimas y pésimas condiciones referente a la fortaleza resistente de aquellas tablas de álamo,
y esperaba, con cierta evidencia futura, que en medio de la solemnidad y alegría de aquella
velada… Pues aquellos pies derechos de tablas de dos centímetros, clavadas con púas y débiles
travesaños, mi opinión sincera era que, en el rato de solaz de aquella graciosa velada, ocurriría
una dolorosa heca|10v
tombe de derrumbamiento donde habría muchos heridos y hasta algunos
muertos.
Este pensamiento macabro me llenaba de miedo y estupor, y, cuando yo medio temblando
decía a mi D. Federico estas cosas y mis fundados temores, él se reía graciosa y amablemente y
me decía con cierto empate y autoridad:
«No seas cobarde, hombre de poca fe, y se reía y se reía. Y dijo después: |11
esto
se arregla con una bendición, ¡anda, trae la estola y agua bendita y le echaremos a estas
tablas una buena bendición y les daremos vigor y valentía y Dios lo hará todo!»
Y en mí presencia y ayudado por mí, levantó sus manos santas y blancas y dio una
particular bendición a aquellas tablas y me dijo:
«¡Ea! Ya puedes estar tranquilo».
Yo, a pesar de ello, seguí en mi gran miedo |11v
y temor por la debilidad de las tablas y de
mi genial obra. Y más se aumentó mi pánico y temor cuando vi que un centenar de niños díscolos
trepaban por aquellas tablas como monos saltadores. Las gradas temblaban ante aquel peso y yo
más que las tablas en cuestión, y temblando rezaba yo a la Divina Infantita y más temblaba y más
rezaba. Y cuando veía y oía patalear sobre las tablas a tantos |12
chicos tan inquietos y movedizos,
creía yo oír a cada instante el crujir de las tablas de mis gradas y los ayes y lamentos de los chicos,
heridos y doloridos, y la suspensión repentina de aquella velada tan armoniosa y solaz, a la que
yo apenas atendía por tener otro pensamiento más principal y tristón. Para mí, aquellas horas
fueron de profunda amargura y se me hacía el tiempo inter|12v
minable.
Pero hubo para mí un instante de alegría, pues D. Federico de mi alma, se acercó a mí en
un intervalo de entreacto y me dijo:
«No estés triste José, no ocurre nada».
Respiré. Aquello fue para mí una inyección de vida. Todavía recuerdo en mis oídos
aquellas alentadoras palabras: «no ocurriría nada».
Cuando acabó todo, D. Federico me miró otra vez y otra vez, se sonrió y me dijo:
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
55
«Ves |13
cómo no ha ocurrido nada, de lo que está bendito huye el maldito»…
Yo creo, y afirmaría, que aquello fue un verdadero milagro. Y que, nuestro D. Federico,
comunicó un vigor y fortaleza especial a aquellas tablas y mal construidas gradas.
Yo me ponía las manos en la cabeza y decía:
«Señor, qué favor tan grande y tan especial me has hecho por virtud de tu gran siervo,
mi director espiritual; que yo sea tan santo como él es y dadme fe en sus palabras».
Cuando yo desarmé aquel tinglado, más me convencía a cada tabla que desclavaba, de
que el |13v
no derrumbarse había sido un verdadero milagro, pues aquello no es para decirlo, sino
para haberlo visto y analizado tan al detalle como yo lo conocía en mi intimidad constructiva.
Y desde aquél momento tomé tal veneración y cariño a D. Federico que, a pesar de haber
transcurrido muchos años, este afecto y amor santo no se ha evaporado de mi alma.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
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|1
Cuaderno 10
ALGO DE VISOS PROFÉTICOS DE DON FEDERICO
|1
Dos casi profecías recuerdo de D. Federico, y lo recuerdo perfectamente. En el sermón
que predicó en la parroquia de Santa Ana del que ya he hecho mención en su predicación, en
aquel célebre sermón dijo D. Federico:
«Yo moriré, como es natural, antes que ustedes y no veré la gran catástrofe de España,
y cómo el comunismo derramará a torrentes la sangre bendita de sus sacerdotes, y todos
los templos católicos de nuestra España serán incendiados por la team antirreligioso del
marxismo. |2
Y dichosísimos aquellos que se libren de este azote de Dios, mejor dicho,
permitido por Dios. Aquí, nuestra ciudad de Guadix, será enlutada con los crespones de
la tristeza, y los sacerdotes de ésta, con su jefe, serán víctimas de las garras de la fiera
atea que por algunos años capeará triunfante en castigo de vuestra dureza de corazones
sucios que serán ablandados y lavados con la sangre virgen de tantos virtuosos
sacerdotes como perderán la vida, a quienes yo desde aquí, desde este púlpito pido al
Señor |3
les dé fe y fortaleza para triunfar en su corona de mártires. Y vosotros, sacerdotes
jóvenes que me oís, vivid vida santa para haceros dignos de la gran gracia del futuro
martirio»
Poco más o menos, esto es lo dijo D. Federico y cuyas palabras, y casi profecía, yo recordé
muchas veces en mis tres años de cautiverio en las tierras andaluzas que cayeron en las garras del
marxismo, tal como lo dijo |4
D. Federico en aquel sermón que yo oí con tanta atención y
veneración…
Una vez escribió D. Federico una carta a D. Diego Ventaja, canónigo del Sacromonte. D.
Diego no abrió esta carta en su cúmulo de trabajo y, sin darse cuenta, la metió en un libro que
tenía |5
en las manos. Esta carta quedó olvidada allí, en aquel libro. Y transcurrieron varios años y
en aquel empolvado libro se mantuvo la carta. Pero ocurrió que D. Diego fue nombrado Obispo
de Almería, y cuando estaba arreglando sus libros en sus estantes del Palacio Episco|6
pal de
Almería, se abrió aquel libro y apareció la carta de D. Federico, hacía varios años [guardada].
Entonces D. Diego tomó la carta y la abrió. Y decía así:
«Para cuando seas obispo, de antemano y con tiempo, te regala este amigo un amito,
Dios, para entonces te dé fortaleza y vigor».
Esta carta nos la leyó D. Diego al Sr. Vicario, D. Rafael Ortega, y a mí. Y me decía D.
Diego: «Esta carta es profética».
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
58
Y cuando D. Diego estaba preso en el barco del carbón, un día antes de su martirio, me
acordaba yo de la frase de D. Federico y rezaba yo: «Dios |7
dé al Obispo preso, fortaleza y vigor
para confesar la fe en su martirio». Y así fue, como se puede ver en mis memorias, el martirio del
Obispo Ventaja en la Ramblilla del Chisme, en la jurisdicción Parroquial de Vícar, y a cuatro
kilómetros de Roquetas de Mar.
En algunos ratos de meditación me acuerdo mucho de muchas cosas que D. Federico me
dijo a mí, entre otras: «Prepárate para, cuando seas cura joven, soportar la irreligiosidad de Fines,
que se apartó y dejó sus buenos propósitos». A D. Juan Antonio le dijo |7v
un día: «Tú eres de los
predestinados», y D. Juan Antonio López Pérez fue mártir en la persecución marxista en su mismo
pueblo natal.
Una vez tenía yo una pulmonía y D. Federico fue a verme y me dijo: «No, en esta ocasión
no te mueres, tienes que ver muchas cosas». Esto fue el año 1927, en junio y ciertamente el 9 de
junio.
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
59
|1
Cuaderno 11
RASGOS DE HUMILDAD DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN
|1
En el día de Santo Tomás de Aquino, se celebraba una velada en el Seminario de Guadix
en que se expuso el Oficio y Misa del Santísimo Sacramento en forma de drama. A esta velada
asistió el Sr. Obispo, varios canónigos, D. Federico también era canónigo, profesores,
beneficiados, y toda la comunidad del Seminario.
Terminada la velada, el Sr. Obispo hizo el resumen y dirigió su autorizada palabra a la
concurrencia. Terminado todo, y mientras salían los asistentes, el seminario en pleno empezó a
dar vivas a D. Federico, y él con esto sufrió horriblemente |2
pues aquellos vivas lastimaban su
profundísima humildad, y luego, con nosotros, sus amigos, se quejaba amargamente del incidente.
Y tanto sufrió en estos vivas y aplausos que se puso enfermo y estuvo dos días en cama. Y decía
que aquellos vivas y aplausos eran de arte diabólico e improcedentes, y decía: «Señor, nada somos
ni nada merecemos y ha venido el demonio a turbar la paz de mi alma».
Yo me atrevía a decirle que tanto lo querían los seminaristas que pusieron de relieve su
amor hacia él y su valor real. Y me contestó en tono seco y duro:
«¿Con que tú también te vas a convertir en diablillo adulador, para mí que nada
merezco…? Sí, merezco castigo de Dios».
Y yo contesté lleno de venera|2v
ción:
«¡Eso no, castigo no!»
En todo daba D. Federico ejemplo de humildad y en su vida particular así era en todo. Un
día me dijo, tocando las telas moradas de su hábito coral:
«Estos paños dan por sí soberbia. Estoy deseando dejarlos y vivir mi humildad de hábito
talar negro, que da aspecto de clérigo pobre. Quiero, en todo, vivir a los Jesús».
D. Federico era de por sí humilde y no le gustaba que le tributaran lisonjas. Cuando algo
parecido ocurría, y yo oía estas cosas, luego que se iba el lisonjeador y adulador, me decía:
«¿Ves? Ya ha estado aquí el demonio con sus caricias infernales, ¿por qué vendrán estas
gentes a decirme tantas tonterías? Son |3
propias de los inconscientes del mundo, nada
somos, ni nada valemos en la presencia del Señor».
Recuerdo un día, en una tarde de verano, que un señor de Instinción, sentado en el patio
y trepado en una silla, mil tonterías decía a D. Federico y, en una vez de las que yo pasé, me miró
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
60
entristecido por tantas flechas de alabanzas humanas y, luego que se fue el importuno adulador,
me dijo:
«¿Lo ves, José, lo ves? El demonio se mete hasta en los gordinflones y los hace
instrumentos de su locuacidad diabólica. ¡Vaya con el ricachón, qué rato me ha dado!
|4
Menos mal que yo estaba pensando en los azotes que Jesús recibió por mí y en su
anonadamiento hasta revestirse de la condición de siervo y enormemente anonadado en
toda su Divina y Sacrosanta Pasión».
Como yo entonces tenía la memoria fresca e impresionable, recuerdo bien todos estos
detalles que ahora me sirven de meditación, transcurridos tantos años.
Cuando daban algún mal consejo, decía:
«Mal hace este con ser tan mal aconsejador, bien podía pensar |5
en [la] nada y
poquedad que todos somos en la presencia de Dios tan grande. Y de su grandeza nos
dio Él el supremo don de la gracia que nos ilumina y sostiene para no pecar».
|6
Un día dije yo a D. Federico:
«¿Por qué no anota V. los hechos y facetas de su vida sacerdotal tan entregada a
Dios?»
Él conoció mi intención, que era tener conocimiento de su vida en el futuro, y me dijo:
«¿Qué voy a anotar, pecados e infidelidades? Soy |7
gran pecador en la presencia de
Dios…»
Dije yo:
«Pues así será, pero debe V. escribir sus memorias».
Y me dijo:
«Bueno, anda con Dios y déjame en paz».
Entonces no pensé yo, ni he pensado nunca hasta ahora, que testigos de vista y de oídos
los guardaba |8
Dios para decir ahora lo que vi y lo que oí, en pro de las virtudes de aquel gran
sacerdote del Señor que yo conocí, y ahora, con conocimiento de causa, admiro y a pesar de haber
transcurrido ya casi cincuenta años, están estas cosas en mi memoria con todo su atrayente
colorido y con el perfume de entonces, que aún no se ha evaporado y, en mi edad avanzada y
cabeza bien canosa, conservo bien y en todo su vigor aquellas cosas ejemplares de tan virtuoso
sacerdote.
|8v
D. Federico viajaba siempre en tercera clase como un clérigo pobre. Esto lo sé
ciertamente porque con él hice varios viajes en trenes de esta clase, y siempre ocupaba casi todo
el viaje en rezar el breviario y lecturas espirituales.
D. Federico jamás dijo que era canónigo y siempre se daba a conocer como sacerdote
humilde. Además, no llevaba nunca distintivos |9
morados que le dieran a conocer su categoría de
canónigo, ni imprudentemente decía nada de su cargo catedralicio.
Una vez fue a predicar a Cantoria y llevó el capillo de canónigo, porque yo se lo dije y
|10
se lo supliqué con gran interés por razones que no son del caso referir.
Dios que, dice la gente en teología popular, escribe derecho por renglones torcidos, sabe
lo que hace en sus inescrutables designios y altísima |11
Providencia, y así, cuando yo decía a D.
Federico que escribiera sus memorias, Dios decía muy bajito sin que yo lo oyera, «otro se
encargará con el tiempo de decir las verdades y las cosas necesarias». Y, sin saberlo ni pensarlo,
Cuadernos del Padre José Sirvent Marín
61
determinó este Dios tan bueno y veraz, |12
que yo, en las postrimerías de mi vida, dijera lo que
había visto y aprendido de aquel virtuoso sacerdote, nuestro D. Federico. Y así lo hago
obedeciendo a los impulsos de mi corazón, y digo y narro, con toda certeza, las virtudes que vi
en D. Federico.
Y como tratamos de humildad, tengo que narrar dos casos que yo vi y presencié. Siendo
yo ordenando, fui con él a la droguería de Bustos en Almería, o mejor, nos bajamos de un coche
de caballos en que íbamos y dijo: «Ven, vamos a casa de Bustos y compraremos algunas pinturas
para que este verano te entretengas en algo».
Y pasamos a dicha droguería. D. Federico compró lo que le pareció bien y yo le dije.
Entonces, |13
D. Federico dio al dependiente para que cobrara tres monedas en plata de cinco
pesetas cada una. Hagamos la aclaración de que, en este verano del 1919, la moneda española era
de un valor extraordinario. El dependiente, después de echar en el cajón del mostrador estas
monedas, porfiaba que solo le había dado dos y se entabló la correspondiente discusión, por parte
de D. Federico con toda paciencia y educación. Pero el dependiente de la droguería de Bustos se
subió de tono y de palabras, y fue muy ligero e inconsiderado en el hablar y discutir, de tal modo
que acudió el dueño de la droguería y otros dependientes. Pero a este dependiente soez y grosero
no había quien le callara en |14
su atrevido lenguaje, y, tan ebrio se puso, que hasta quiso saltar el
mostrador para arremeter a nuestro D. Federico. Por fin terminó el ineducado dependiente, pero
a condición de perder D. Federico sus derechos y diciendo con toda humildad: «pues me habré
equivocado, tal vez este hombre furibundo lleve razón».
D. Federico no se había equivocado. Yo |15
había visto con mis propios ojos que D.
Federico había dado tres duros. Yo estaba edificado de ver la paciencia y humildad de D. Federico
y qué gran vencimiento se haría a sí mismo para no faltar y ofender a aquel insolente que dijo lo
que quiso, pero D. Federico fue todo humildad y dulzura y nos dio a los presentes la gran lección
de virtud.
Luego, me dijo en el coche: «Gran ocasión nos ha dado el Señor de |16
obtener méritos.
¡Gracias Señor porque he sabido ser sacerdote y he sabido vencer y vencerme a mí mismo…!»
Otra vez me contó D. Federico un altercado injusto que un canónigo poco paciente, y sí
muy encorajinado, había tenido con él, porque esperaba ciertas lisonjas y adulaciones que D.
Federico no le dio por creerlas indignas e improcedentes. Estando en esta conversación llegó otro
canónigo y le dijo a D. Federico:
«¿Cómo ha sido V. capaz de aguantar tanto como nuestro compañero ha vomitado
por su boca descompuesta?».
|17
Y contestó D. Federico con mansedumbre ejemplar:
«He cumplido con mi deber de silencio y oír tantos improperios como si fuera estatua
de piedra; el mérito está en callar y no defenderse. Además, para predicar, antes hay
que dar ejemplo»
Y dicho esto empezó a reír y bromear como si tal cosa, y, terminado este distraído
coloquio de bromas, nos fuimos a comer; yo le observaba para ver si perdía el buen humor, pero
se mantuvo jocoso todo el rato sin perder la paz.
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Nuestro Venerado Padre Fundador: Federico Salvador Ramón

  • 1.
  • 2. Derechos de autor registrados 2018 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado. Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña Nuestro Venerado Padre Fundador. Cuadernos de José Sirvent Marín – Edición actualizada Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La Inmaculada Niña. http://angarmegia.com - angarmegia@gmail.com
  • 3. JOSÉ SIRVENT MARÍN Datos biográficos de Nuestro Venerado Padre Fundador, escritos por el Rvdo. Padre Don José Sirvent Marín, Párroco de Zurgena (Almería). Quien convivió, trató íntimamente y quiso mucho a N.V.P. Fundador Don Federico Salvador Ramón A. I. I. V. - P. M. A. J.
  • 4.
  • 5.
  • 6.
  • 8.
  • 9. Contenido GALERÍA DE IMÁGENES ..........................................................................................................11 EDICIÓN: CRITERIOS...............................................................................................................19 CUADERNOS...........................................................................................................................29 1. POR QUÉ FUI YO MUY AMIGO DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN .....................31 2. NACIMIENTO O VENIDA A ESTE MUNDO DEL VIRTUOSO SACERDOTE D. FEDERICO SALVADOR RAMÓN....................................................................................................33 3. DON FEDERICO SALVADOR COMO ESTUDIANTE DE BACHILLER, ESTUDIANTE DE CURA, PROFESOR DEL SEMINARIO. TONSURA Y ÓRDENES MENORES. ÓRDENES SAGRADAS Y SACERDOCIO. .......................................................................................35 4. PRIMERA MISA DEL PRESBÍTERO DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN, CELEBRADA EN EL MES DE DICIEMBRE DE 1891. SACERDOTES QUE ESTUVIERON EN ESTA MISA Y SEÑOR PREDICADOR EN TAN SOLEMNE ACTO RELIGIOSO. .......................................39 5. PREDICACIÓN DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN ..............................................41 6. DESTINOS DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN....................................................47 7. ALGO DE PIEDAD Y AMOR QUE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN TENÍA A SUS HIJOS ESPIRITUALES...................................................................................................49 8. 8 - DON FEDERICO SALVADOR, SECRETARIO Y ALMA DE LA PEREGRINACIÓN DE OBREROS A ROMA EN EL AÑO 1894. EN ESTA PEREGRINACIÓN FUE ÉL Y SU PADRE, CON UN TOTAL DE OCHENTA Y DOS OBREROS, EN CLASE TERCERA. .......................51 9. UN CUASI MILAGRO DE DON FEDERICO. LA VIRTUD DE SU BENDICIÓN. LA ESCALILLA DÉBIL. ........................................................................................................................53 10. ALGO DE VISOS PROFÉTICOS DE DON FEDERICO......................................................57 11. RASGOS DE HUMILDAD DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN ...............................59 12. DETALLES Y NARRACIONES DE LA SANTA VIRTUD DE LA PUREZA, VIVIDA Y PRACTICADA POR EL PIADOSO SACERDOTE CATÓLICO DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN ......................................................................................................................63
  • 10. 13. ALGUNOS DETALLES DE LA VIDA POBRE Y LIMPIA DE D. FEDERICO SALVADOR Y PARTICULARIDADES DE ALGUNAS LIMOSNAS............................................................69 14. DEL AMOR MARIANO DE D. FEDERICO SALVADOR RAMÓN, VIRTUOSÍSIMO SACERDOTE Y ESCLAVO DE AMOR A LA REINA DEL CIELO ........................................77 15. DICHOS Y HECHOS DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN, EL MÁS PIADOSO SACERDOTE QUE YO HE CONOCIDO EN TODA MI VIDA............................................83 16. CONTINÚA DICHOS Y HECHOS DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN, EL MÁS PIADOSO SACERDOTE QUE YO HE CONOCIDO EN TODA MI VIDA. .........................101 17. PRIMERA PARTE DEL TRATADO DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN CATEQUISTA Y EDUCADOR. .............................................................................................................113 18. SEGUNDA PARTE DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN CATEQUISTA..................137
  • 12.
  • 13. GALERÍA DE IMÁGENES Los cuadernos 1Panorámica general 2Ejemplo de portada
  • 14. GALERÍA DE IMÁGENES Los cuadernos 3Detalle 4Detalle
  • 15. GALERÍA DE IMÁGENES Los cuadernos 5Detalle 6Detalle
  • 16. GALERÍA DE IMÁGENES Los cuadernos 7Detalle 8Jurado y firmado
  • 17. GALERÍA DE IMÁGENES Los cuadernos 9 Altar de la Iglesia de Santo Domingo, de Almería, en la época del joven Federico Salvador. 10Camarín de la Santísima Virgen del Mar, Patrona de Almería, en la época del joven Federico Salvador.
  • 18. GALERÍA DE IMÁGENES Los cuadernos 11Casa natal de Federico Salvador. Boceto del padre José Sirven incluido en sus Cuadernos. 12Fotografía actual de la que fue casa natal de Federico Salvador. (N. E.)
  • 20.
  • 21. Edición: Criterios 21 EDICIÓN «Y esto lo escribo en mi modo humano de hablar y en mi expresión limitada, sin más extensión que hasta donde yo puedo llegar en mi decir en el orden privado, con todo el entusiasmo y veracidad que puedo y debo, y siendo yo solo turíbulo donde, echado el incienso de su virtud, huelan sus hechos y vida a santidad, como para mí olían así todos y cada uno de los detalles de su vida.» EL TEXTO Estas son las palabras con las que el padre José Sirvent Marín finaliza el último de sus Cuadernos. Con ellas da por concluida la obra que ahora tenemos el privilegio de presentar. Después, su habitual despedida: «Jurado y firmado. José Sirvent Marín». El párrafo sintetiza de manera magistral el sentido, la finalidad y el tono de los dieciocho cuadernos que aquel anciano sacerdote se impuso como deber escribir. Para los responsables de esta edición de los manuscritos, primera que se hace pública, en contra de lo que podía esperarse de su fecha, mediados los años sesenta, temática y formación del autor, no ha resultado tarea fácil transitar y dar forma a los textos que ahora sacamos a la luz. Y ello se justifica por el intento de trabajar con dos objetivos claros: 1. Respetar al máximo el valor documental de su contenido minimizando todo lo posible las alteraciones derivadas de la transcripción al nuevo formato, toda vez que, para la Orden de la Esclavas de la Inmaculada Niña, en modo especial, y para todos aquellos otros interesados, cualesquiera que fueren sus motivos, en la figura de Federico Salvador, los escritos del Padre Sirvent son un testimonio histórico clave, habida cuenta la proximidad física y afectiva que durante muchos años compartieron ambos personajes, cercanía que el autor se cuida de subrayar certificando, mediante juramento, y firmando todos y cada uno de los cuadernos. José Sirvent no duda en resaltarlo en numerosas ocasiones con afirmaciones como estas: «En los años a que me he referido de mi amistad con D. Federico, yo era en cierta manera como su secretario particular y como su testigo de vista, lo cual digo yo aquí porque él, un día de broma y verás, me dijo «eres mi testigo». Y no sé si aquello fue como visión profética para que yo dijera ahora lo que sé de
  • 22. Edición: Criterios 22 él. Y no sé si aquello fue por pura casualidad, pero el caso concreto es que me dijo que yo era su testigo. Y tal vez Dios, en su altísima providencia, permitiera esta compañía y amistad con D. Federico para que yo ahora os comunique, en espíritu de verdad, las cosas buenas y santas que sé de él y que vosotros, sus entusiastas, desconocéis y estáis ansiosos siempre de conocer hechos y detalles de su vida santa y apostólica». «Y nadie sabía nada de esto, solo yo, por ser confidencial». «Y, así, estas noticias biográficas son de D. Federico viviente a quien contempláis a través de sus dichos y hechos, en estas mal trazadas cuartillas escritas por un sacerdote anciano que está ya en el dintel de la muerte esperando la llamada de Dios, pero que antes de que esta llamada llegue, he querido y debo manifestar a Vds. estas cosas que yo sé de nuestro inolvidable y piadosísimo sacerdote y canónigo D. Federico Salvador Ramón, que Dios trajo a esta vida en la ciudad de Almería, de la luciente y diáfana Costa del Sol». «Y, como ya he dicho antes varias veces, yo que era su confidente y, dicho en frase castiza, su perrito faldero, iba muy cerca de él, como gozando de su presencia y aspirando muy de cerca sus virtudes, porque para mí en él todo era virtuoso y lleno de enseñanzas». 2. Difundir entre los miembros de la Orden y el mundo, en general, una biografía del Padre Federico hasta ahora restringida solo a determinados historiadores con capacidad para desplazarse de manera presencial hasta el Archivos General de la Congregación donde se conservan los manuscritos que, por su fragilidad, deber ser cuidadosamente protegidos. Así lo reclama el autor de los cuadernos: «Sabed, hermanos, que yo, con mucha satisfacción de mi alma, os comunico estos dichos y hechos de D. Federico para que aprendáis en ellos lo que era aquel santo sacerdote, que vio los días y luz del siglo XIX y del siglo XX. Y él ya gozará de Dios en premio de sus virtudes y nosotros tenemos la incertidumbre de poder salvarnos». «D. Federico fue entonces un santo anónimo y desconocido, y aún sigue siéndolo porque él, por él, siempre ocultó sus grandes virtudes tapadas por su profunda humildad y, porque hasta la fecha, ningún contemporáneo suyo tuvo fuerzas y valor para pregonar alto la virtud del héroe colosal de santidad». «Yo, que tuve la dicha de conocer y tratar a D. Federico, sé hasta dónde llegaban sus locuras de amor divino y cuánto sufría su alma cuando él no podía remediar estos males morales. Y yo, en nombre de él y conocidos sus deseos ardentísimos referente a esto, os diré que secundéis sus deseos y procuréis por todos los medios […]». La delimitación de unos criterios de edición capaces de armonizar ambos propósitos ha constituido, sin duda, una gran dificultad. El texto fue escrito «a vuela pluma» y después no parece haber sido revisado con detenimiento en su redacción ni en su estructura. El autor es consciente de ello. Y no lo hace por negligencia o descuido. Él se responsabiliza del contenido, otros deberán hacerlo de la forma:
  • 23. Edición: Criterios 23 «Sé yo que esto que pongo en Dichos y hechos de D. Federico más bien pertenece a D. Federico limosnero o en otro lugar, pero ya lo pondrán Vds. cuando hagan una biografía en forma. Yo pongo los hechos conforme se iban sucediendo y están en mi memoria». El Padre Sirvent escribe, efectivamente, «en su modo humano de hablar» y con su «expresión limitada». En consecuencia, no se busque aquí un discurso ajustado a los estándares, modelos y cánones académicos, en cuanto a elocuencia, estructura y coherencia argumentativa. La emoción desbordante a que responden sus palabras no se deja encorsetar por las reglas al uso. Subraya, por ejemplo, aquella idea que para él es esencial por el procedimiento de insistir una y otra vez sobre el mismo pensamiento y casi en los mismos términos. Y es consciente del hecho, pero no vuelve atrás, no corrige, a lo sumo deja constancia de que lo sabe y añade: «repito». «Para tan simpática y solemnísima fiesta se llevaron para adornar el altar mayor de este templo de la Patrona de Almería, la Stma. Virgen del Mar, también nombrado entonces iglesia de Santo Domingo, se llevaron para adornar este expresado templo, repito, las colgaduras celestes de la capilla del Seminario, que eran unas telas, que yo conocí […]». «Así que viajaba como un verdadero pobre, sin pedir nada ni exigir nada, y en plena mortificación y austeridad, repito que ni un refresco, ni una cerveza, en él todo era mortificación y ejemplaridad». Su decir, casi siempre en clave de registro más coloquial que formal, se ve salpicado con los matices propios de los usos y costumbres comunicativas de la tierra en la que nace y ejercita su ministerio: Almería, Granada… Así, no son infrecuentes los diminutivos en «ito» o «ico», tan característicos de la zona, «aquel niñito tan bueno», «siendo yo muy jovencito», «viscerica estomacal mía», «aceitunicas»…, o las expresiones castizas del tipo «aquello era una verdadera birria», son ejemplo de ello. La elección de los conectores que, en el manuscrito, enlazan párrafos, argumentos e ideas es más propia de un discurso oral, efímero, que de un texto escrito, fijo y permanente. Igual sucede con las preposiciones. Se abusa de la conjunción «y», muchas veces de manera innecesaria, y demasiadas secuencias narrativas comienzan con el adverbio «entonces». Sí cuida bastante el Padre Sirvent no sobrepasar en su relato ciertos límites para no incurrir en el riesgo de perjudicar aquello que tanto desea ensalzar: «sin más extensión que hasta donde yo puedo llegar en mi decir en el orden privado». La Iglesia suele ser muy estricta en la aplicación de determinados calificativos a sus hombres popularmente significados. Sólo ella tiene la potestad de admitir el uso formalizado de atributos como venerable o santo. Y el autor es muy consciente de ello. No obstante, a veces, no puede evitar que afloren expresiones del tipo «¡Gloria y honor a la santa memoria de tan santo y virtuoso sacerdote!», pero que, casi siempre, arropa y medio oculta en el seno de un diálogo o entorno familiar. Resulta curiosa, cuando menos, la preocupación que muestra por ocultar determinadas identidades detrás de misteriosas «X ». Cuidado que, las más de las veces, no alcanza más allá de tres renglones. Entonces desparece la incógnita y se muestra en plenitud el nombre que aquellas encubrían. «Bueno, mañana por la mañana te marchas otra vez a Almería y ves a los señores XX, y les hablas otra vez de la conveniencia del arreglo de esas letras, porque ahora no tenemos dinero. Les dices que yo estoy en cama y que por eso
  • 24. Edición: Criterios 24 no voy a verlos, pero tan pronto mejore iré, y tú vendrás conmigo de secretario […]. Cuando llegué a Almería y vi a los señores Romeros, me dijeron: Si lo ha mandado D. Federico, se hace, pues aquí en esta casa bancaria se hace lo que diga D. Federico y bastase que él lo diga para que se haga, márchese V. y diga a D. Federico, que haremos las cosas tal como él dice y ordena […]». «Con todo el entusiasmo y veracidad que puedo y debo», y certifica mediante juramento y firma cada uno de los peculiares Cuadernos. Intuye que, un día, su testimonio tendrá peso de prueba ante quienes, por uno u otro motivo, juzguen el valor y la trascendencia de la personalidad y magisterio del Padre Federico. Se erige a sí mismo, pues, en notario fidedigno sin más interés personal que acreditar y dar fe de sus cualidades en grado heroico. José Sirvent, de alguna manera desaparece: «[…] siendo yo solo turíbulo donde, echado el incienso de su virtud, huelan sus hechos y vida a santidad, como para mí olían así todos y cada uno de los detalles de su vida». Pero, antes, aclara meridianamente las razones de su obra: «Escribir estas líneas es para mí homenaje de amor y admiración con gratitud». «A mí me ha tocado en suerte el cumplimiento del deber de decir a las posteridades futuras y a las falanges de sus hijos lo que yo vi y aprecié en aquel sacerdote santo, que hasta ahora va pasando anónimo, después de los treinta y un años de su muerte y tránsito feliz de la tierra de las espinas al cielo de los goces eternos». «Yo, grandemente entusiasta de D. Federico, quisiera que para vosotros, sus hijos del alma, llegara pronto el día feliz en que vierais a vuestro padre fundador ceñida en sus sienes la corona, a que en mi concepto, le hicieron merecedor sus virtudes, que serán heroicas cuando lo diga nuestra Sta. Madre la Iglesia Católica, Apostólica y Romana». ¡Y no quiere seguir esta andadura solo! Por eso grita: «¡Señores! ¡Vosotros, los que habéis conocido y tratado a D. Federico! ¡Debéis manifestar cuanto bueno conozcáis de él para gloria de Dios y nuestro solaz, sabiendo y conociendo al detalle su vida santa y beneficiosa!» «Yo sé estas cosas de D. Federico que son hazañas espirituales suyas, pero, ¡cuántas cosas que yo no conozco quedarán enterradas en el anónimo y no conocidas!» «Decid y pregonad fuerte que D. Federico fue el hombre extraordinario de su época, capaz de haber gobernado acertadamente seminarios, diócesis y patriarcados, porque todo lo hacía bien y con singular acierto, sazonado por el amor y la caridad. Hubiera sido un gran obispo y querido de sus diocesanos, como era querido con frenesí por los que le trataban algo. Él todo lo sabía perdonar y en todo sabía transigir, que es gran diplomacia espiritual y luz de cielo para tratar a las almas». «¡Mil veces daré vivas a aquel santo sacerdote almeriense que está gozando de Dios! Y todos los que hemos tenido la dicha de conocer a D. Federico Salvador
  • 25. Edición: Criterios 25 y admirar sus virtudes, tenemos que hablar alto, y estamos en la obligación de hacerlo, para que las generaciones futuras conozcan por nuestras letras el grado de santidad de aquel varón de Dios y sacerdote del Señor, que pasó por la tierra haciendo bien. D. Federico, que vivió en la última parte del siglo pasado y en la primera de este siglo, no cabe duda que vivirá con plenitud de vida en la Congregación Mariana que él estableció. Cada día que viví cerca de él fui testigo de sus virtudes y percibí el olor de su santidad». «Y me digo a mí mismo que tenemos obligación de mirar por nuestro finado D. Federico para que no se pierda la memoria de su ejemplar vida. ¡Preocupémonos de traer a colación aquel modo santo de vivir que era espejo y acicate para que otros, y nosotros, vivamos santamente! ¡Trabajen los suyos por esclarecer sus virtudes para gloria de Dios y gloria de su Congregación, y tengan los congregantes el honor de tener un fundador santo, y así, como se preocuparon de él en vida, se preocupen de él ya muerto y gozando de Dios en el cielo!» Realmente todo el documento es un canto de alabanza cargado de afecto hacia la figura de Federico Salvador, el maestro, con quien el autor se identifica tanto que resulta, en ocasiones, difícil separar la parte del discurso que corresponde a uno y otro. También es consciente de ello D. José, y lo advierte en numerosas ocasiones: «Y exactamente dijo esto, con estas o parecidas palabras, en sus locuras de amor divino, porque […]». «Tal vez en mi expresión y léxico no cite las mismísimas palabras, pero sí todo el exacto ideal. Las ideas sí están bien grabadas en mi mente y son indelebles mientras yo tenga la luz y lucidez en mi cerebro, que aunque ya viejo, no olvido el argumento y casi las mismas palabras de aquellas conversaciones». EL SOPORTE Sorpresa. La reacción primera que provoca la visión de los Cuadernos del Padre Sirvent es de sorpresa. En la tradición escritural europea, desde los siglos XV y XVI, es muy frecuente el aprovechamiento de papel ya utilizado, como soporte para nuevos manuscritos. También se da la situación inversa, es decir, la utilización de márgenes y espacios en blanco de libros impresos para anotaciones cotidianas como puede ser una lista de la compra o los gastos del mes. No obstante, que el hecho se dé muy avanzada la segunda mitad del siglo XX, cuando ya no es norma habitual, genera la sorpresa. Los Cuadernos, hasta un total de dieciocho, se construyen reutilizando hojas de diferentes tamaños y procedencias: cartas, impresos, fichas, carteles, hojas de calendario… de los que se aprovecha el reverso. Son pocos los folios que tienen cara y dorso. Las imágenes que preceden a estas líneas muestran en detalle su disposición. Cosidos, no grapados, han sido paginados posteriormente a mano. Los cuadernos uno y dos mantienen la secuencia numérica, de la página uno a la diez el primero, y de la once a la dieciséis el segundo. Los siguientes, hasta el diecisiete, inician y terminan cada uno su propia su seriación. El llamado Tratado de D. Federico Salvador catequista y educador, partes primera y segunda, diecisiete y dieciocho, últimos del conjunto, de nuevo, cuentan con paginación independiente.
  • 26. Edición: Criterios 26 Todo lo expuesto refuerza la impresión de que el Padre Sirvent no tiene la intención de redactar un documento finalista sino que actúa como el estudiante aplicado que, sin cuidar demasiado el dónde y el cómo, toma notas y apuntes rápidos sobre determinados aspectos esenciales, y construye así un primer boceto o estado de la cuestión que más adelante, revisado y enriquecido con otras fuentes de información, sentará las bases para un escrito definitivo. La responsabilidad de ese trabajo final debería ser asumida por los hijos de la Congregación de Esclavos y Esclavas creada por D. Federico, como este espera. En tal sentido se podría interpretar el siguiente diálogo entre los dos personajes principales: «Yo le dije: V. se preocupa de todos, pero nada se preocupa V. de V. mismo Y me contestó: Los niños se preocuparán de mí vivo o muerto, porque mis hijos no pueden dejar a su padre». CRITERIOS BÁSICOS DE EDICIÓN Dicho queda el propósito de esta edición: Acercar el mensaje del Padre Sirvent al público general haciendo más comprensible y fácil su lectura, pero manteniendo la mayor fidelidad posible respecto al documento original por respeto a las personas que lo protagonizan y las ideas y valores que defienden y representan. Se enumeran a continuación, de manera esquemática, las convenciones y reglas aplicadas con esta intención.  Número de página en el original, recto y vuelto. Se identifica mediante una barra vertical seguida del número de página. |10 Amaneció… Comienza la página 10 recto (cara). |5v Alonso Vela… Comienza la página 5 vuelto (dorso).  Supresiones: o Conjunciones copulativas innecesarias en algunas series y enumeraciones. o Adverbio entonces, que encabeza muchas secuencias narrativas en el manuscrito cuando se ha considerado irrelevante. o Palabras repetidas.  Añadidos: Figuran entre corchetes [a]. Sin ellos la frase carecería de sentido o sería incorrecta.  Unificaciones: Abreviaturas, uso de mayúsculas en términos religiosos, meses…  Cambios y reestructuraciones: Mínimos. Justificados en la mejor comprensión del mensaje. Siempre una nota a pie de página reconstruye la versión original.  Resaltado de cita textual. Estructura dialogal. Visualización de voces. o No existe en el manuscrito. o Necesario, en ocasiones, para discriminar entre narrador y personaje.  Signos de puntuación. Muy trabajados. Imprescindible para: o Adecuar el texto a los usos contemporáneos.
  • 27. Edición: Criterios 27 o Precisar el mensaje. o Resaltar emociones y sentimientos.  Notas de edición: N. E. o Informan de cambios efectuado en relación con el original. o Aclaran, justifican o complementan. María Dolores Mira Gómez de Mercado Antonio García Megía Nuestro agradecimiento a la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña, en especial a las hermanas responsables del Archivo General de la Orden en Madrid, Raquel Fuentes y Lourdes Colunga, por las facilidades y ayuda prestadas. Sin su colaboración y empeño estos Cuadernos del Padre Sirvent seguirían, ¡Dios sabe por cuánto tiempo aún!, solo amorosamente conservados entre el silencio de sus vitrinas.
  • 28.
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  • 31. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 31 |1 Cuaderno 1 POR QUÉ FUI YO MUY AMIGO DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN |1 Eran los años del Señor [de] 1918, cuando aquella gripe maligna con la que el Señor, justo, castigó a los pueblos de Europa y principalmente a nuestra España del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen del Pilar, que también España era pecadora y se olvidaba, y se olvida, de Dios, haciendo caso omiso de su Santa Ley y, así, por este apartamiento que las criaturas hacen de Dios y por el desenfreno en las diversiones corrompidas e ilícitas antes y ahora, y por las guerras europeas del año 1914 al 1918 donde los hombres fueron tan fratrici|2 das unos con otros, tuvo el Dios justísimo que castigar duramente a sus díscolos y desmandados hijos, y por tal motivo, envió Dios el terrible azote de la peste cruel con el entonces nombre de gripe. Terrible enfermedad que descompuso hogares y asoló pueblos, llenando de pena y lágrimas todas las localidades. Era yo un jovencito estudiante de Teología en el Seminario Conciliar de San Indalecio de Almería y caí gravemente enfermo, atacado de la cruel enfermedad que se llevó muchos cuerpos jóvenes y vigorosos a la tierra y muchas almas de este mundo al otro para ser premia|3 das o castigadas en los altísimos juicios de Dios. Yo convalecí de esta enfermedad que se llevó mi robusta salud de joven fuerte y me dejó para siempre una pequeña dosis de vida, siempre desde entonces precaria en extremo. Así quedó mi vida y así es desde hace tantos años y ya tengo bien cumplidos sesenta y cinco; pues en aquellos entonces, era virtuoso y santo Obispo de Almería el Ilmo. Sr. D. Vicente Casanova y Marzol, Obispo que me distinguía y quería mucho, a pesar de mi poquedad, y se preocupaba de mi salud y mi vida, teniendo especial |4 cuidado de mí, niño huérfano sin más protección y amparo que el de este buen obispo tan caritativo. Al finalizar este año 1918, no sé por qué, D. Federico fue a Almería y visitó a D. Vicente, mi Obispo, y con motivo de aquella entrevista y visita, después del tema propio de la visita y conversación, dijo mi Obispo a D. Federico: «Tengo que dar a V. un encargo especial para el Sr. Obispo de Guadix, y es que diga V. al Sr. Obispo que tengo un jovencito teólogo que a consecuencia de la gripe que padeció está muy delicado de salud, y aconsejan los médicos que este chico en Guadix estará muy |5 bien y recobrará la salud, que actualmente le es muy precaria y por esta causa y razón, deseo mandarle al Seminario de Guadix, pagando yo toda la pensión y gastos de este estudiante, y me escribe V. unas letras con lo que diga y determine el Sr. Obispo». Oído el encargo y mandato de mi Sr. Obispo D. Vicente Casanova, contestó sonriente y bondadoso D. Federico:
  • 32. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 32 «Sr. Obispo, no hace falta que V. S. pida este favor estudiantil, porque yo me llevo a mi colegio a este jovencito y le cuidaré bien, atendiendo su encargo y él a la vez me hará buen papel en mi |6 Colegio de Bachilleres y le aseguro que lo pasará bien allí y será bien mirado y bien cuidado, cual requiere su delicada salud». El Sr. Obispo se alegró mucho de este generoso ofrecimiento y le dio las más expresivas gracias a D. Federico, y así quedó acordada mi ida a Guadix al Colegio de Bachilleres de la Divina Infantita. Seguidamente fue mi Sr. Obispo y me dijo con mucho amor: «Mira chico, te voy a enviar a Guadix a un Colegio de Bachilleres, donde el Director es muy bueno y un sacerdote lleno de virtud y santidad, del cual aprenderás virtud y ciencia a la vez que adquieras salud. Me ha dicho este señor canónigo de la Catedral de Guadix que allí estarás muy bien y no te faltará de nada y tendrás |7 todo lo necesario, además darás clases con él de algunas asignaturas, y de otras asignaturas irás al Seminario, que creo que está muy cerca y te servirá de paseo y expansión, así que prepárate que cuando empiece el curso te marcharás. Yo te daré los gastos del viaje y algo más, y ya me escribirás cómo te va de salud porque de lo demás te garantizo que te irá muy bien». Transcurrió todo el mes de diciembre de 1918 y el día 6 de enero de 1919, en el correo de la tarde, llegué yo al Colegio de la Divina Infantita de Guadix, donde me recibieron con mucho amor en el crepúsculo vespertino. |8 Decía D. Federico: «Los Santos Reyes nos han traído un buen amigo», me dio a besar sus veneradas y consagradas manos sacerdotales, y entablamos amena conversación de cosas almerienses, cenando juntos en la misma mesa que con mucho amor y esmero nos sirvieron sus monjitas. Se hizo bastante tarde y, antes de despedirnos, entró D. Federico a su habitación y, sacando una hermosísima medalla de plata con el relieve de la Divina Infantita, me dio aquella bonita medalla, que |9 yo conservé en mucha estima y aprecio hasta 1936 en que desapareció, tal vez profanada, con todas mis cosas, por el marxismo cruel y antirreligioso. Yo recibí la bendita medalla con mucho agrado y la besé con mucha veneración. Y habiéndola después besado cinco veces, por las cinco letras del nombre de María, la puse debajo de la almohada y dormí feliz en [el] confortable lecho que me habían preparado en abrigada habitación, con el sueño tranquilo y largo de un joven que entonces estaba en gracia de Dios. |10 Amaneció el 7 de enero de 1919 frío y despejado y, muy temprano, le ayudé a la santa misa en su oratorio y, luego de haber desayunado, fui con él a la Catedral, y pasé muy bien el día, a pesar del gran frío que yo experimentaba con el cambio de clima. A través de estos mis escritos noticiarios manifestaré detalles de la vida de D. Federico Salvador Ramón altamente virtuoso, cuyas singulares virtudes aprendí en mi convivencia y trato con él, y percibí el olor espiritual de la santidad de su vida en este intervalo de tiempo.
  • 33. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 33 |11Cuaderno 2 |12 NACIMIENTO O VENIDA A ESTE MUNDO DEL VIRTUOSO SACERDOTE D. FEDERICO SALVADOR RAMÓN |12 Debió nacer nuestro amado D. Federico por los años 18681 en la ciudad de Almería, en el sitio y calle que se dirá después. Si, efectivamente, D. Federico nació en el 1868 no es cosa cierta, porque no está su nacimiento inscrito en el Registro Civil de Almería, pues el Registro Civil empezó sus funciones en el 1870. Lo que sí sé cierto, es que fue bautizado en la Parroquia de S. Sebastián de Almería, pues como sé ciertamente que nació en la calle de Regocijos, en la acera de la |12v derecha subiendo desde la Puerta de Purchena, es cierto que recibió las aguas regeneradoras del bautismo en la citada parroquia de S. Sebastián, pues de esta calle de Regocijos, la acera de la izquierda, subiendo, era y pertenecía a la parroquia de Santiago, y la de la derecha, como ya se ha mencionado, a S. Sebastián. La partida bautismal de D. Federico no debe existir en el Archivo Parroquial2 de esta populosa parroquia, pues todo el archivo fue incendiado en el 1936 por las hordas rojas, pero puede haber ocurrido que en el expediente del nom|13 bramiento de canónigo de la Catedral de Guadix se tuviera la partida bautismal y se conserve en el archivo de dicha Catedral o en el de la Curia del Obispado. Hago constar que los sacerdotes que ocupaban los cargos parroquiales en dicha parroquia de Extramuros de Almería, denominada de San Sebastián, eran los señores siguientes:  Párroco: D. Juan Francisco Cañizares.  Coadjutores: D. Joaquín Cañizares Martínez, D. Francisco Cañizares Góngora, D. Ramón Román Salinas.  Beneficiado: D. Miguel Jiménez Torres. Alguno de estos sacerdotes debió ser el ministro del Sto. Bautismo, y no está mal que yo concrete en tinta estos datos para el futuro, si no aparece por ninguna |13v parte la partida bautismal de nuestro amado sacerdote y padre D. Federico Salvador, que nació en la calle de Regocijos de Almería, que oí de sus mismos labios, porque un día que íbamos ambos de paseo por aquella 1 N. E. La fecha confirmada del nacimiento del Padre Federico es la de 9 de marzo de 1867. 2 N. E. Según se afirma en nota del Padre Tapia Garrido incluida en la página 204 de su libro Almería hombre a hombre, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Almería, 1979, consta en el Archivo Parroquial de San Sebastián, de Almería, que Federico Salvador fue bautizado en esta iglesia el día 12 de marzo de 1867 estando inscrito en el Libro 58 de Bautismos fol. 128.
  • 34. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 34 calle, me dijo él: «En esa casa nací yo». Y nos paramos enfrente. Y rezamos un padrenuestro y avemaría al Santo Ángel de la Guarda. Yo miré y remiré aquél sitio y aquella casa. Y su silueta quedó grabada en mi alma y fotografiado en mi mente aquel |14 edificio humilde de casa de barrio. Esta casa creo que hoy tiene el número setenta y dos y vive en ella una piadosa señora, Dña. Dolores, que tiene un estanco3 . Es casa de planta baja, esto es, de una planta y único piso. D. Federico nació en las habitaciones que tienen ventanas pequeñas y altas, y estas ventanas dan a la calle del Magistral Domínguez. Estas noticias las oí de sus propios labios en el verano de 1919; por esta calle de Regocijos he pasado multitud de veces cuando era yo beneficiado de S. I. Catedral y párroco del Sagrario de la expresada |15 Catedral y vivía yo en la calle de las Memorias, que se puede decir que es continuación de las calles de Regocijos y Magistral Domínguez, y por estas citadas razones, varias veces al día pasaba por esta calle para el desempeño de mi cargo. Mi primer tránsito por esta calle de Regocijos era como a las seis de la mañana todos los días y el último tránsito como a las nueve de la noche, y siempre que pasaba por aquél sitio rezaba por D. Federico y a él me encomendaba, y me encomiendo aún4 . 3 N. E. El estanco, según se aprecia en la fotografía reciente incluida en la sección «IMÁGENES» de este documento, sigue existiendo a día de hoy. 4 N. E. La página siguiente, número dieciséis, corresponde a un croquis dibujado por el Padre Sirvent que sitúa la casa donde nació Federico Salvador Ramón. Se incorpora en la sección «IMÁGENES».
  • 35. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 35 |1 Cuaderno 3 DON FEDERICO SALVADOR COMO ESTUDIANTE DE BACHILLER, ESTUDIANTE DE CURA, PROFESOR DEL SEMINARIO. TONSURA Y ÓRDENES MENORES. ÓRDENES SAGRADAS Y SACERDOCIO. EN 20 DE DICIEMBRE DE 1890 El padre de D. Federico Salvador Ramón se llamaba D. Federico Salvador Alex, era natural del pueblo de Instinción, en la provincia de Almería, y era camarero del Café Liceo5 , cuyo edificio existe aún y está en pie conservando su sabor antiguo, edificio grandote y viejo detrás del Sto. Hospital de Almería, en su parte este. A este edificio y café es donde Federico Salvador Ra|2 món asistió algunas veces para ayudar a su padre en aquel oficio de camarero, y gustaba mucho a aquellos señorones de entonces, que fumaban puros, tocados de levita y chistera, que un niño tan inteligente y simpático, con gracia natural y golpes oportunos de sal andaluza, les sirviera el oloroso café de diez céntimos y cinco céntimos de propina, digna de los ricachones almerienses. El banquero Roda, los Viva, |3 los Orozco, etc. eran tan ricos como cristianos, y todos hombres de cultura y moralidad a quienes coreaban los doctores Torello y Balboa con los también jovencitos Gómez, Rosendo y Torres. A este Liceo de buen porte y moralidad, asistía con asidua frecuencia el Sr. Deán de la Catedral y Vicario General del Obispado Dr. D. Francisco de Paula Gómez, tan santo como culto y bondadoso, que estaba encantado con aquel niñito tan bueno. |4 Oí de los mismos labios de D. Federico que, estudiando él el grado de Bachiller en el Instituto de Almería, el Arcipreste de la Catedral y Rector del Seminario, D. Modesto Badal Romero, en cierta visita que hizo a aquel centro docente, puso sus ojos en la persona de nuestro idolatrado D. Federico y le dijo: 5 N. E. Para sacar a su familia adelante con dignidad, D. Salvador Ramón Alex ejercía también otros oficios. Además de repartir sus periódicos, era el hombre de confianza del diario almeriense La Crónica Meridional y encargado de cobrar las cuotas a sus suscriptores. Aunque así lo afirman algunos biógrafos del Padre Federico, no consta que trabajase con las imprentas. Sí, y así aparece publicado en varias ocasiones por el citado diario, crecieron entre sus máquinas los dos hermanos Salvador Ramón. De ahí la vocación por la prensa que siempre demostró el Padre Fundador. Información y documentación en línea sobre este tema en GARCÍA MEGÍA, Antonio. Crónica publicada de vida y obra de Federico Salvador Ramón en Almería. 2016. En: http://angarmegia-publicaciones.wikidot.com/cronica-publicada-de-la-vida-y-obra-de-federico- salvador y en la Biblioteca Digital de Federico Salvador Ramón.
  • 36. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 36 «Chico, piensa que has de ir al Seminario y estudiar para sacerdote, porque nosotros queremos listos y buenos y tú tienes ojos de inteligente y me pareces un niño bien educado». |5 D. Federico hizo su Grado de Bachiller en Almería, como se puede averiguar y probar en los libros antiguos de matrículas de aquel centro docente6 . Y es cierto que nuestro D. Federico, un día, sintió la vocación y oyó la voz de Dios y, consultada su vocación con el joven sacerdote y después canónigo, D. José María Navarro Darax, se decidió a ingresar en el Seminario Conciliar de San Indalecio en Almería, donde amplió los años de Latín y Filosofía Escolástica. |6 Fueron amigos íntimos de D. Federico en aquella Santa Casa del Seminario, D. Joaquín Peralta Valdivia, laureado poeta y después canónigo de la Catedral de Almería, y aprovechado estudiante, y D. José Sáez, después párroco propio de Lucainena de las Torres. Prescindiendo de anteriores estudios eclesiásticos, manifiesto que, en el Curso de 1887 a 1888, estudió D. Federico Segundo de Teología, con la honorable calificación de Meritissimus So|6v bresaliente. En este año recibió la clerical tonsura y Ordenes Menores y vistió sotana, que es la librea y traje digno de los hijos escogidos de Dios, y me dijo él, emocionado, que su primera salida vestido de cura fue al templo Santuario de la Stma. Virgen del Mar, Patrona de Almería. Y, puesto de rodillas para ofrecerse y consagrarse a la Stma. Virgen María y ser su esclavo de amor, le pareció que le sonreía la Stma. Virgen. Y él subió al camarín y |7 dio un beso muy fervoroso en el manto verde mar de la Santísima Virgen, y salió de su recinto sagrado muy consolado y rebosante su corazón de amor mariano. En este verano se dedicó a ir por los arrabales de Almería, la Chanca, el Hospicio Viejo y el Hoyo del Quemadero, a dar a los rapaces y golfillos de Almería, como se decía entonces, Doctrina Cristiana. Y también daba Doctrina a los esparteros |7v de la Ermita de San Antón y calle del Socorro, en sus fábricas de pacas de esparto. Desde el curso académico 1888 a 1889, fue nombrado profesor de Aritmética y Álgebra, Geometría y Trigonometría en el Seminario de San Indalecio de Almería. Así, a la vez que alumno y seminarista, era profesor, y se codeaba dignamente con los señores profesores de aquel centro docente, de grato recuerdo para todos los que pasamos por él en nuestros hermosos años de niñez |8 candorosa y sensata y piadosa Juventus. En el día tres de octubre de 1893 pronunció D. Federico el discurso de apertura de curso, y el Boletín Eclesiástico Nº 16, en la página 243, dice así: «El Catedrático de Matemáticas D. Federico Salvador y Ramón, leyó un discurso, profundamente pensado y bien escrito, acerca |9 del estudio y de la importancia de las Ciencias Exactas en estos tiempos, quedando el ilustrado auditorio sumamente satisfecho de la amenidad y vigorosa argumentación con que el joven profesor desarrolló su tema de manera nueva e interesante». Sé que todavía se acordaban, en mis tiempos, sacerdotes viejos de aquel elocuente y bien preparado discurso de nuestro D. Federico. D. Federico se ordenó de la Sagrada Orden de Subdiácono o Epístola, como se decía antes, el Sábado Santo de 1890 que fue el día7 ... |10 No se cita el lugar sagrado, pero es casi cierto 6 N. E. En el Anexo de la obra citada Crónica publicada de la vida y obra de Federico Salvador en Almería, se reproduce algún expediente académico de aquellos estudios donde consta, además, las ayudas económicas que le fueron concedidas como premio a su aprovechamiento. 7 N. E. El manuscrito deja en blanco el espacio que debería ocupar la fecha.
  • 37. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 37 que fue en la Virgen del Mar, pues el Obispo D. Santos, en los comienzos de su pontificado, administraba el Sagrado Orden en este lugar bendito y santo de la iglesia de la Patrona de Almería. Nuestro D. Federico se ordenó de Diácono o Evangelios en la iglesia de la Stma. Virgen del Mar el 18 de Mayo de 1890 (Boletín E. P. 149 Nº. 9). El Ilustrísimo D. Santos Zárate Martínez, dignísimo Obispo de Almería, ordenó de Presbítero a nuestro queridísimo D. Federico, el 20 de Diciembre de 1890 en la iglesia de la Patrona, |11 la Stma. Virgen del Mar (B. E. Nº 1 de 1891 p. 6). En este año 1891, D. Federico estudió en el Seminario de San Indalecio el Quinto año de Teología y obtuvo la máxima calificación Meritissimus Sobresaliente. D. Federico es gloria y prez del Seminario de Almería y fue después ejemplo y modelo de sacerdotes piadosos, que honraba los hábitos clericales y era alegría y consuelo de los que le trataban.
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  • 39. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 39 |1 Cuaderno 4 PRIMERA MISA DEL PRESBÍTERO DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN, CELEBRADA EN EL MES DE DICIEMBRE DE 1891. SACERDOTES QUE ESTUVIERON EN ESTA MISA Y SEÑOR PREDICADOR EN TAN SOLEMNE ACTO RELIGIOSO. |1 Nuestro D. Federico cantó y celebró su Primera Misa, estudiando el curso quinto de Teología en cuyo curso terminado obtuvo la calificación de Meritissimus como también mereció esta honrosa calificación en el curso sexto de Teología, que cursó siendo ya sacerdote. (B. E. 1892 p. 186). |2 Este idolatrado sacerdote de santa memoria, cantó su Primera Misa en los últimos días de diciembre de 1891 en el templo Santuario de la Stma. Virgen del Mar, lo cual sé con toda certeza y detalles porque él mismo me refirió varias veces en mi vida este importante acontecimiento espiritualísimo. Lo que no recuerdo |3 ciertamente es el día, fecha de este solemnísimo acto, pero me parece que me dijo el ya difunto D. Federico, que esta singularísima fiesta se celebró el día 28 de diciembre. También puedo afirmar, sine periculo errandi, que cuando cantó misa vivía en la Calle Casinello, de la ciudad de Almería, que es transversal de la Plaza de Pavía a la Calle de Hernández. Para tan simpática y solemnísima fiesta se llevaron para adornar el altar mayor de este templo de la Patrona de Almería, la Stma. Virgen del Mar, también nombrado entonces iglesia de Santo Domingo, |4 se llevaron para adornar este expresado templo, repito, las colgaduras celestes de la capilla del Seminario, que eran unas telas, que yo conocí, de algodón con unos ramos de seda tejidos en la misma tela, de color celeste muy bonito, y eran unos paños de cuatro metros por dos. Eran ocho paños que suman en total de diez y seis metros. En mis tiempos todavía existían éstas. |5 El altar mayor estilo barroco de la iglesia de la Patrona desapareció, incendiado por la furia diabólica de los marxistas, en julio de 1936, pero como yo conservo una foto del antiguo auténtico altar, uno esta foto a estas memorias para que en el futuro haya constancia del primitivo altar de la Virgen tal y como era, y estaba, cuando cantó su Primera Misa nuestro D. Federico8 . Sé con toda certeza que en esta solemnísima misa del novel sacerdote se revistieron de diácono y subdiácono, D. Juan |5v Alonso Vela, que después fue canónigo del Sacromonte de Granada, y falleció de muerte natural en avanzada edad en su pueblo natal de Sierro, y de subdiácono D. José Álvarez Benavides de la Torre, que después fue deán de la Santa Iglesia Catedral de Almería y falleció martirizado en agosto de 1939. No sé quién fue presbítero asistente 8 N. E. Incorporada en la sección «IMÁGENES».
  • 40. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 40 en la primera y solemne misa de D. Federico, pero sí sé, con toda evidencia, que predicó el joven diácono D. José González Sáez, cuyo novel orador lo hizo a las mil maravillas y fue muy aplaudido. |6 Este joven ordenando, era natural de Chercos y falleció en edad avanzada de muerte natural en Uleila del Campo y era párroco propio de Lucainena de las Torres. D. José González Sáez estudiaba un año menos que D. Federico y era alumno aventajado del Cuarto de Teología cuando predicó el sermón de esta Misa Nueva de nuestro inolvidable D. Federico, de santa memoria. Era capellán del templo de la Stma. Virgen del Mar, cuando D. Federico celebró su Primera Misa, |7 D. Trinidad García López, virtuosísimo sacerdote que después fue Maestro de Ceremonias de la S. I. Catedral de Almería y quería mucho a D. Federico y hablaba de él con admiración, ponderando sobremanera las virtudes de que estaba adornado. Fue turiferario, persona que lleva la naveta del incienso, en la Primera Misa de D. Federico, su hermano D. Francisco, que entonces era aventajado alumno del curso Segundo de Sagrada Teología. Y fueron acólitos en el Altar del Señor, los que después fueron sacerdotes del Altísimo: D. Pedro Rodríguez Zea y D. Francisco Romero Ortega, asesinado en 1936. |8 También estuvo en esta misa su condiscípulo D. Diego Martínez Torres, y cantó la misa el Coro del Seminario Conciliar de S. Indalecio de Almería. No sé el sitio del refresco, pero es de suponer que fue en la casa de la madrina Dña. Josefa Sánchez, señora rica y piadosísima que vivía en la Puerta de Purchena. Me parece que D. Federico me dijo en cierta ocasión que esta señora fue su madrina. D. Federico cantó su Primera Misa en el templo de la Virgen Patrona porque es tradicional en la capital de Almería que los misa|9 cantanos que son de Almería, celebren su Primera Misa en este santo templo porque siendo el Instituto de Segunda Enseñanza de Almería el antiguo convento de dominicos, pared por medio del bendito Santuario a cuyo sagrado recinto acudía D. Federico diariamente antes y después de clase, es natural que tomara mucho cariño y devoción a este sagrado recinto de gratos recuerdos, por ser donde tantas veces |10 había acompañado a su buena madre a los Rosarios de la Aurora de la Misa del Alba, cuya estrofa él cantaba emocionado como buen almeriense, como yo: «Almería, quien te viera y tus calles paseara y a Santo Domingo fuera para oír la Misa del Alba9 » ¡Gloria y honor a la santa memoria de tan santo y virtuoso sacerdote! 9 N. E. Se alude a un antiguo fandango tradicional almeriense versionado, con muy ligeras variantes, por diversos intérpretes a lo lago de los años. En la dirección http://angarmegia.wikidot.com/musica, se ofrecen tres audios, los números diecisiete, dieciocho y diecinueve, que recogen diferentes tratamientos de aquella popular canción.
  • 41. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 41 |1 Cuaderno 5 PREDICACIÓN DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN 1. Sermón de apertura de Curso en el Seminario. 2. Santa Misión en el pueblo de Fines. 3. Sermones en el Convento de las Puras. 4. Sermón de la Divina Infantita. 5. Sermones en la Catedral de Guadix. 6. Sermón de la Purísima en la iglesia de Sta. Ana. 7. Sermón de la Obediencia, admirable. 8. Novena de la Virgen del Carmen en Cantoria. Además de aquél gran discurso que pronunció D. Federico ante el Excmo. Sr. Obispo y el Claustro de Profesores del Seminario Conciliar de S. Indalecio en Almería, siendo él profesor de Matemáticas en aquel centro docente, donde se han formado al correr de los tiempos santos y sabios sacerdotes que, con su ciencia y virtud, honraron a la provincia y Diócesis de nuestra amadísima Almería, que aunque pobre y seca, nos es muy estimada, pues además, |2 digo, de aquel memorable discurso de apertura, es digno de mención y de recordar, anotando para futuras generaciones, que el 26 de diciembre de 1893, siendo sacerdote muy joven, predicó con gran elocuencia en la S. I. Catedral de Almería en la solemne Misa Pontifical y, por consiguiente, ante el Cabildo Catedral[icio] y Sres. beneficiados, el Sermón oficial de la Reconquista, es decir, de la toma de Almería por los Reyes Católicos, a cuya gran función cívico-religiosa, asiste multitud de fieles y el Consejo |3 y Cabildo Municipal en pleno, y cuyo estipendio del sermón abonaba, y abona, la Corporación Municipal. Para predicar este sermón notable siempre se buscaba al mejor predicador de la época y el de más fama oratoria, por lo que se deduce que, nuestro D. Federico, estaba conceptuado como el mejor predicador de entonces a pesar de su juventud10 . Sé estos detalles de preponderancia de este Sermón de la Reconquista por haber sido yo bene|4 ficiado de la S. I. Catedral de Almería. Que D. Federico predicó este sermón en tan relumbrante fiesta, consta en la tabla de sermones de aquel año que se habían de predicar en aquella Santa y Apostólica Iglesia Almeriense, en este expresado año de 1892 (B. E. Nº 18 p. 362). 10 N. E. La gestación del modo cómo es designado D. Federico para esa responsabilidad y la enorme repercusión que tuvo entre quienes le escucharon, fue ampliamente comentada en la prensa almeriense de la época, incluso por periódicos de talante fuertemente anticlerical. Pueden leerse varias de esas reseñas en la obra citada anteriormente GARCÍA MEGÍA, Antonio. Crónica publicada de la vida y obra de Federico Salvador Ramón en Almería.
  • 42. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 42 En el año 1898, según consta en el B. E. de ese mismo año y en la página 223, a su regreso de Roma para ir a México, pues cierto y bien sabido es que D. Federico Salvador por sus excepcionales dotes de gobierno, ciencia y gran virtud, |5 fue Operario Diocesano en el Colegio Español de Roma, se paró en el pueblo de Fines, de la Diócesis de Almería, donde era coadjutor su hermano D. Francisco, y allí predicó y dio una extraordinaria Misión y, copio al pie de la letra lo que entonces publicó el Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Almería, mi Diócesis amada: «Movimiento Religioso en Fines. Sabido es que desde hace año y medio se |6 viene notando un gran cambio en la villa de Fines, viéndose el templo lleno de fieles, erigiéndose cofradías, trayéndose imágenes, fomentándose la instrucción y celebrándose toda clase de cultos, en los que puestos de acuerdo el señor cura y su celoso coadjutor, D. Francisco Salvador Ramón, nunca faltan las predicaciones y la instrucción catequística, tan recomendadas, la una para enseñar y la otra para mover. Pues bien, una nueva prueba, y bien elocuente por cierto, acaba de dar esta católica [diócesis], |7 de su religiosidad, llenando de gozo el corazón de nuestro Ilustrísimo Prelado. »Procedente de Roma y para despedirse de su familia, porque la obediencia le llama a Méjico, vino a Fines a ver a sus padres y hermano D. Federico Salvador Ramón, sacerdote de esta Diócesis y hoy miembro celoso de la Hermandad de Operarios Diocesanos Josefinos. Y he aquí lo que con este motivo nos dice el señor cura párroco de Fines: »Excmo. e Ilustrísimo Señor Obispo: Además de otras consideraciones me |8 mueve a dirigirme hoy a S. S. I. el gran consuelo que ha de proporcionarle la presente. »Enterado de que D. Federico Salvador Ramón vendría a pasar en ésta unos días con su familia, pensé en proporcionar a estos fieles un medio extraordinario de santificación y un estímulo más para que de una vez y por completo, eleven sus almas a Dios. »Mis deseos bien pronto se vieron cumplidos, pues sólo una ligera indicación bastó para que el señor Salvador, movido de su gran celo por la salvación de las almas, del espíritu de trabajo que sabe dar la Her|9 mandad de Sacerdotes Operarios y por unos de los fines de su institución, que les manda trabajar por el fomento de la piedad en la Diócesis donde residan, comenzaron en esta parroquia los ejercicios de Santa Misión una hora después de su llegada. »Apenas las campanas hicieron señal con un repique, la iglesia que siempre ha sido más que suficiente para el pueblo, se llenó por completo de fieles que acudieron, con religioso silencio que inspira el lugar santo, a oír la plática preparatoria que, llena de |10 unción y de espíritu apostólico, hizo el Sr. Salvador. »En el rosario que se ha recitado todos los días de Santa Misión, en la santa misa que a continuación se celebraba, en la plática que seguía a ésta, y en la conferencia que después se daba a las Hermandades, no ha escaseado la concurrencia, pero en la plática y sermón de la noche, ha sido tal, que si la segunda noche antes de empezar los ejercicios no se hubiera dispuesto hacerlos en la anchurosa plaza, por miedo al calor a fortiori, hubiéramos tenido que hacerlos por la insuficiencia del templo ante |11 tanto personal. Pero es muy de notar que a pesar de tanta afluencia de fieles, de que la calle servía de templo y que se estaba bajo las impresiones de las consideraciones sociales, ni del santo
  • 43. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 43 temor que inspirara la Iglesia por la presencia de Jesús Sacramentado, ni que nace por respeto a las autoridades humanas que asistían como simples fieles. Sin embargo, el orden ha sido completo. Sólo suspiros se oían de cuando en cuando y sólo nos hubiera distraído algo de las altas consideraciones a que nos elevaba la palabra de D. Federico, el murmullo de lágrimas de contrición y penitencia que derramaba|12 mos si este hubiera podido percibirse. »Con tales disposiciones en estos fieles no podía menos de cogerse el abundante fruto de que ya creo tiene S. S. I. conocimiento perfecto y detallado. Pero aquí conviene observar: »Primero lo poco que la estación presente favorece los ejercicios de piedad, principalmente en los pueblos que sólo tienen agricultura como elemento de vida y riqueza. »Lo segundo, la calidad de los penitentes, que si es verdad que son buenos naturalmente y honrados en lo civil, también es cierto que hacía años que resistían la inspiración de Dios y, engañados, rehusaban la penitencia. »La última noche de Misión |13 en la que se sacaron en procesión las imágenes de la Virgen Inmaculada y la del Sagrado Corazón de Jesús, se hizo tal manifestación de piedad que hará época en la historia religiosa de este pueblo. »Yo tenía mis inconvenientes en decirlo, pero seis sacerdotes que nos han ayudado en esta Santa Misión, han manifestado entusiasmados, que Fines habrá sido piedra de escándalo, pero hoy con su ejemplo y lágrimas, pide perdón a los pueblos escandalizados y los excita a la verdadera penitencia. »¡Bendito sea Dios que de tal manera muda los corazones de los hombres y los hace santos y sus más íntimos amigos! Y aunque éstos lo |14 hayan perseguido como San Pablo, en buena hora vino este D. Federico Salvador Ramón que ha confirmado a muchos en la piedad y sacado a otros de su indiferentismo. Sólo tengo un motivo de tristeza al comunicar a S. S. I. las noticias que anteceden, que todavía quedan algunos en pecado que no han atendido la voz de Dios. »Fines 4 de septiembre de 1893». Ahora manifiesto que, por haber sido yo cura de Fines siete años, sé detalles de aquella gran misión que dio D. Federico por espacio de ocho días, que se pasaba en aquellos días, todo el día dentro de la iglesia en rezos y oraciones, y que |15 su ayuno fue completo, que a pesar de los días calurosos de entonces, siempre estaba ante el sagrario en profunda y recogida meditación, en estática postura, o sentado muy cerca del Altar Mayor, y siempre con luces o velas encendidas. Fueron muy |16 amigos de la familia de D. Federico en Fines, el tío José María Tripianilla y la tía María Jesús, matrimonio muy piadoso y cristiano, cuyos consortes fallecieron en avanzada edad por los años 1941, pero, como yo fui cura de Fines desde 1928 al 1934, ellos, |17 en sus visitas nocturnas, me contaron detalladamente lo extraordinario de esta Santa Misión de tanto fruto y de tantas confesiones y, aún en mis tiempos, siendo yo párroco tan joven, se recordaba con entusiasmo y lágrimas la extraordinaria misión |18 predicada y dada por D. Federico, que, decían los nacidos, no se había visto otra, ni igual ni parecida a esta misión. Acudían a oír a D. Federico los curas de los pueblos limítrofes: Cantoria, Olula del Río, Purchena y Partaloa, y estaban todos |20 pendientes de la elocuencia y fervor del joven misionero tan rebosante de gracia y lleno de Dios.
  • 44. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 44 El anciano sacerdote y párroco de Cuevas del Almanzora, D. Leonardo López Miras, que asistió a esta Misión, dijo que nunca había oído más |21 elocuencia, ni más devoción y piedad en el decir y que lloraban hasta las piedras. Los sermones de la noche los predicaba el fervoroso misionero D. Federico desde el balcón central de la casa del Excmo. Sr. D. Rosendo García, |22 señor de mucha piedad y cristianismo, que después de haber sido gobernados de Almería se había retirado a descansar en su casa solariega de Fines, que verdaderamente era casa señorial y estaba en plena Plaza de la Iglesia, mirando |23 a sol saliente. Esta casa, púlpito y cátedra sagrada de los sermones nocturnos de la misión de D. Federico, está tal y conforme era y estaba en aquella época. Los más de los días, este cristiano y hacendado señor D. Rosendo García, convi|24 daba a comer en su mesa al padre misionero y a los demás sacerdotes de Fines. Había hecho mucha amistad con el hermano de D. Federico, D. Francisco, coadjutor de allí, y con sus padres. Todas las referencias que desde hace años tengo |25 de esta Santa Misión finense, es, sobre toda ponderación, digna de recuerdo y amor a nuestro queridísimo D. Federico que tanto se sacrificaba en todas partes por la gloria de Dios y salvación de las almas. |26 Es cierto que, entre los varios sermones que predicó D. Federico siendo capellán del Convento de las Puras en Almería, me decía la Rvda. Madre Jesús que falleció muy anciana, aquellos elocuentes y fervorosos sermones de D. Federico, hubo uno que hizo raya y fue como el rey de los sermones. En él habló del amor de Dios y del amor al prójimo, y sobre todo del pobre necesitado y menesteroso, y habló tan bien y tan elocuentemente, que inyectó el amor cristiano en el auditorio y todos quedaron convencidos de la necesidad de este amor y la gran utilidad para atraer a la Iglesia |27 a los necesitados y, por su miseria social, alejados. Y él, después, confirmó prácticamente este caritativo sermón. Se presentó un pobre a pedir limosna a la portería del convento y le dieron las monjitas un plato con comida a este pordiosero de estado y visión repugnante. Y nuestro D. Federico comió en el mismo plato con el pobre, y todos los que se enteraron de este heroico hecho de caridad decían: «Es muy verdad lo que predica, puesto que lo confirma con el ejemplo». |28 Esto me lo contó la expresada Madre Jesús siendo yo cura párroco de San Roque, en la capital de Almería, y en los ratos de expansión espiritual [que] tenía yo con esta culta y piadosa monjita que quería mucho a D. Federico, y a mí también me estimaba mucho. Esta religiosa me contaba con suma devoción estas cosas piadosas que tenían relación con su convento y con su historia monacal. La primera vez que yo oí predicar a nuestro amado D. Federico fue |29 en el Convento de las Puras, el 8 de septiembre de 1918, a las diez de la mañana, que predicó el sermón de la Divina Infantita en este día, y a cuyo sermón yo fui por casualidad. Y fue tan elocuente D. Federico, que yo quedé pendiente de sus labios marianos y fervorosos e inyectó en mí amor a la Virgen Niña, y conservo la estampa que él me dio de la Divina Infantita cuando entré a la sacristía para saludarle. Era yo ordenando y estudiante de Sagrada Teología en el Seminario de Almería. |30 En el día último de mayo de 1919, estando yo en su Colegio de Bachilleres de Guadix, como dije de cómo conocí yo a D. Federico, le oí, desde la primera palabra hasta la última, en la parroquia de Santa Ana de la ciudad de Guadix, el sermón que predicó a las Hijas de María de aquella parroquia. En este sermón puso de relieve los ideales desastrosos del comunismo de Rusia para destrozar y arrancar la pureza del corazón joven de la mujer, y habló de los avances que haría el comunismo aun en nuestra propia España, |31 y los desastres que España y la Iglesia pudieran sufrir en nuestro suelo patrio.
  • 45. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 45 Aquello fue como una profecía que yo entonces no supe apreciar y comprender, pero después de muchos años, en las amarguras de mi vida, en los años del marxismo en España, muchas veces tuve que decir: ¡Oh, Dios Mío! ¡Cómo se cumple al pie de la letra todo lo que dijo D. Federico en aquel memorable sermón de mayo a la Virgen Inmaculada! |32 Varios sermones oí predicar al muy Ilustre Sr. D. Federico Salvador Ramón en la S. I. Catedral de Guadix, y siempre el último me parecía el mejor. Todos eran para mí elocuentes y, aunque yo era muy joven, de veinte años, los oía todos con religiosa atención y con algo de fruto para mi vida, entonces, de joven piadoso. Yo no perdía un sermón de D. Federico que predicaba muy frecuente en dicha Catedral, y luego, cuando yo en la intimidad le aplaudía, se sonreía bondadosamente y me decía: «Aprende |33 a ser de Dios y a predicar de Dios, para que luego no te salgas de los cauces y moldes de la predicación cristiana». Pero, entre todos sus sermones, quedé prendado de uno en que predicó de la obediencia y dijo cosas tan bonitas, y tan bien dichas, que nunca había yo oído ni leído. Me acuerdo que dijo que la obediencia no necesita ley, sino amor, y desde entonces siempre he tenido presente esta norma en toda mi vida sacerdotal y han resonado en mis oídos el eco de las pala|34 bras de D. Federico en aquel memorable sermón, tan altamente provechoso para mí. Estaba en su trono de la Catedral, aquella mañana el Sr. Obispo de entonces, D. Timoteo, y tengo entendido que le llamó y le felicitó por tan acertada y oportuna predicación |35 en circunstancias en que, creo, hacía falta tan prudente sermón. Yo, con gran entusiasmo, recuerdo esta teológica y piadosa predicación de tan celoso sacerdote. A mí sí me hacían mucho provecho estos sermones, que más bien que sermones de tabla eran |36 verdaderas meditaciones rebosantes de unción y espiritualidad. Hoy, en estos tiempos de corrupción moderna y diabólica, hace falta que resucitara nuestro D. Federico que tantas veces predicó y predicaba a lo Bto. de Ávila, y tan edificados quedábamos los que tuvimos la gran dicha de oírle y aprender sus sacras lecciones. Predicó también admirablemente en Cantoria la Novena de la Virgen del Carmen en el año 1924 y fue en plan misional, con gran provecho espiritual de aquella feligresía, y hubo muchas confesiones.
  • 46.
  • 47. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 47 |1 Cuaderno 6 DESTINOS DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN 1. Capellán de las Puras. 2. Coadjutor de S. Pedro. 3. Canónigo. 4. Capellán de Las Isabeles, Granada D. Federico Salvador Ramón fue nombrado capellán de las monjas concepcionistas, en octubre de 1891, convento que está contiguo y pared por medio del Seminario Conciliar de San Indalecio de donde era profesor el expresado D. Federico (B. E. 1891 Nº 15 p. 296). |2 Sustituyó en el cargo a mi entrañable amigo D. José Álvarez Benavides de las Torres, que pasó a ser Vice-Rector del Seminario. Siendo D. Federico capellán de este convento marchó a Roma en 1892 para ser Operario Diocesano en aquel gran Colegio Español |3 D. Federico fue nombrado coadjutor de la Parroquia de San Pedro Apóstol de Almería en el año de 1910, siendo párroco de aquella iglesia el Licenciado D. Antonio Amat Mazo, para sustituir al difunto coadjutor D. Ramón Sánchez López. El expresado párroco |4 a pesar de ser muy bueno y muy piadoso, recibió a su cooperador, D. Federico, con cierta prevención y algo osco. Una mañana, detrás del altar mayor y del esbelto manifestador, cerca de la puerta que da al corredor de la sacristía y da acceso al |5 salón de conferencias, dijo el señor cura a D. Federico: «Tú habrás venido aquí mandado para observarme y ser mi espía y controlar mi labor parroquial para denunciarme cruelmente». D. Federico, en aquel mismo momento y sitio, se puso de rodillas y dijo con profunda humildad, que le daba aspecto de santo, con voz clara y firme: «Yo he venido aquí por obediencia al Sr. Obispo y por la necesidad que tiene la Sta. Iglesia de sacerdotes. Ahora mismo y ante Jesús Sacramentado hago a V. |6 voto de obediencia y le obedeceré en todo como a verdadero superior, en todas las cosas que se refieran a gloria de Dios y salvación de las almas y seré su cooperador aunque sea a costa de grandes sacrificios personales de mi parte. Todas las mañanas al entrar en este santo templo dejaré en la puerta mi humana voluntad y amor propio». Así me lo contó el citado párroco y me lo confirmó D. Federico una noche de verano dando un paseíto en |7 el patio de su casa de Guadix.
  • 48. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 48 En el cumplimiento del deber en este cargo parroquial, el piadoso D. Federico se levantaba todos los días muy temprano y al clarear el día ya estaba sentado en el confesonario, ocurriendo varias mañanas que, como era tan temprano, tenía que esperar paciente que el anciano sacristán abriese la puerta del templo a pesar de que él le había advertido y suplicado que el templo se abriese temprano. En invierno a las seis |8 y en verano a las cinco, ya estaba en el recinto sagrado el ejemplar Ministro del Señor sentado en el confesonario que era más cercano a la capilla del Sagrario, la de los Remedios, pues a esta celestial Madre, Ntra. Señora de los Remedios, en aquella parroquia se le tiene gran devoción. El confesonario estaba en la columna que mira al altar mayor y al lado de la epístola. ¡Cuántas conciencias limpió D. Federico en aquel santo lugar! ¡Y ofició de penitenciario! ¡Y |8v cuántas lágrimas enjugó con sus acertados y caritativos consejos! Todos creían que D. Federico era un padre jesuita lleno de celo, amor y discreción, pero no era ni más ni menos que un virtuosísimo sacerdote que Dios había llevado a aquella parroquia para consuelo de las almas que lloraban cubiertas con el manto negro de la pena. D. Federico fue allí generosísimo en dar y socorrer. |9 Cuando D. Federico fue coadjutor de la parroquia de San Pedro vivía en su casa de la Calle de Beloy11 y era director del periódico católico de Almería llamado La Independencia. D. Federico era tan sacrificado en este cargo de coadjutor que lo atendía todo con esmero y exactitud y, sobre todo, era vigilante y cuidadoso con los enfermos a los que buscaba e iba a salvar a donde quiera que estaban. Una vez entró |10 en determinada casa de mala nota para confesar a una enfermita, y su visita allí fue ejemplar y provechosa, pues les hizo una plática de circunstancias en la que hubo lágrimas y suspiros, enmiendas de vida y retirada del pecado. Se debía de decir y contar todo el anecdotario de este su sagrado ministerio, y nos serviría de modelo y ejemplo para muchos sacerdotes comodones que olvidan la obligación sagrada. |11 Paso por alto el que D. Federico fue canónigo de la Catedral de Guadix, porque todo lo referente a este destino lo conocerán al detalle sus esclavitas, y podrán adquirir toda clase de noticias. Pero un buen día se le ocurrió a D. Federico renunciar este dignatario cargo, dejar todos los colorines y reducirse a ser simple sacerdote católico del Señor. Se fue a Granada y allí fue nombrado capellán de las Monjas Isabeles en el Albaicín. Yo fui allí a saludarle y a estarme dos días con él, |12 y aprecié de cerca su labor entre aquellos pobres del Albaicín de Granada, entonces, en 1925, muy pobres. Él se instaló en la mala casa del capellán y desarrolló una labor social digna de encomio y alabanzas. Trataba con toda la pobretería y, para coger a los obreros, iba de noche a las peluquerías del barrio para enseñarles y predicarles la Doctrina Cristiana, labor que le costaba mucho dinero, que no sé de dónde lo sacaba, y sacaba para tanto. Su lema era: «Pan y catecismo». ¡Qué labor |13 tan encantadora llevaba allí a cabo! Tengo entendido que el Sr. Cardenal de Granada quiso nombrarle canónigo de la Metropolitana y él no aceptó, para así, como simple sacerdote y sin más cargas, trabajar a velas desplegadas por la salvación de las almas de aquellos pobres granatenses del Albaicín. Aún estaba D. Federico de buena edad y trabajaba sin descanso a pesar de que, yo creo, tenía entonces más de sesenta años, pero bien conservado al parecer. 11 N. E. En la actualidad Padre Luque.
  • 49. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 49 |1 Cuaderno 7 ALGO DE PIEDAD Y AMOR QUE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN TENÍA A SUS HIJOS ESPIRITUALES D. Federico era muy amante de sus hijos espirituales y tenía por ellos mucha estima y consideración, distinguiéndolos mucho de los demás. A él se le ensanchaba el corazón cuando convivía con sus hijos del alma y rebosaba alegría por todo su ser. Siempre que podía los ponía a su derecha y cuando éstos, sus hijos espirituales, comían con él en la mesa, los colocaba a su derecha y charlaba con ellos amigablemente. Y me decía una vez que le gustaban las fotos que formaban parte en el grupo sus amados hijos |2 espirituales, que para él esto era una verdadera satisfacción y ellos eran sus verdaderos amigos distinguidos de su alma sacerdotal inundada de amor santo. Referente a las fotos me decía que no era su objeto que sus hijos le tuvieran a él, sino él tener a sus hijos, no en el recuerdo mental solamente, sino a la vista, para pedir por ellos con mucho amor. |2v También me decía que su comida era insípida cuando no comía acompañado de sus hijos, y era suculenta y sabrosa cuando en su comida le acompañaban sus hijos del alma, en cuya compañía se gozaba grandemente, y todo era júbilo y armonía. Siempre que tenía tiempo libre lo utilizaba en charlas espirituales |3 y amenas, de verdadera alegría espiritual, y, si quieren ustedes, con chistes y bromas totalmente en orden y espiritualizadas, con el fin principal de terminar aquellos coloquios y charlas en verdaderas meditaciones de amor de Dios y purísimamente mariano. Tenía siempre en labios cuando nos poníamos a la mesa esta frase evangélica: «Desiderio desideravi manducare vobiscum». Se leía algo espiritual y se sacaban con|3v secuencias de purísima vida espiritual y, como él era graciosísimo en el decir y muy andaluz, todo el rato manducatorio era de solaz y bienestar, a la vez que se tomaba el necesario sustento del cuerpo. Nunca dijo «esto no me gusta», y cuando veía o entendía que tal comida no estaba muy bien sazonada, decía: «Conviene mortificarnos algo ya que estamos tan carentes de este requisito espiritual, pues la mortificación purifica». |4 Después de comer, visitaba con mucho fervor a Jesús Sacramentado con rezos breves y fervorosos que él dirigía, y luego el rato de solaz continuaba quince minutos que se pasaban como un fugaz relámpago dejándonos con la miel en los labios. Varias veces oí decir de sus labios esta frase: «el verdadero amor engendra la amistad de los hijos de Dios» y, ¡qué querer más puro y desinteresado!
  • 50. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 50 Siempre que trataba a los suyos hablaba con sonrisa salida del alma que contenía un atractivo extraordinario, con algo espiritualísimo que fascinaba |5 y unía con soldadura de amor cristiano y a lo Cristo. Él decía muchas veces que el mundo y los del mundo le cargaban y le hastiaban enormemente, y que su verdadera alegría era estar y convivir con los suyos en santa hermandad y compañía, siendo todo para todos en servicio y amor. Cuando estaba en estos espiritualísimos ratos de solaz con los suyos, le molestaban las visitas extrañas y decía: «En los ratos de cielo no debía haber mundo impertinente, |6 y viene el mundo a robarnos lo que tanto necesita mi alma, la convivencia con los míos, con los escogidos de mi alma, en lo que todos somos uno, en amarnos y tratarnos a lo cristiano y angélico, donde no hay nota de mundo ni egoísmo. ¡Oh qué agradable es vivir en esta unión que tanto necesito, ya que tan aguijoneado estoy de extraños y caprichosos exigentes del mundo vacío de Dios y de confraterno amor divino, pues donde no hay gracia, no hay amor cristiano y así están los del mundo actual!».
  • 51. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 51 |1 Cuaderno 8 DON FEDERICO SALVADOR, SECRETARIO Y ALMA DE LA PEREGRINACIÓN DE OBREROS A ROMA EN EL AÑO 1894. EN ESTA PEREGRINACIÓN FUE ÉL Y SU PADRE, CON UN TOTAL DE OCHENTA Y DOS OBREROS, EN CLASE TERCERA. Mi amado D. Federico Salvador, en la parroquia de San Sebastián, en la luciente ciudad de Almería, fue secretario de la Junta Parroquial para todo lo referente a la Peregrinación de Obreros a Roma, en tiempos y convivencia del inmortal Pontífice de santa memoria, el Papa León XIII, y en su puesto de secretario nuestro D. Federico trabajó denodadamente y sin descanso de día y |2 de noche, hasta que no se cerraba, en horas de la noche, la mencionada parroquia donde tenía las oficinas de este su puesto de secretario. Y fue incansable en estos trabajos y sumamente amable con los obreros con los que tenía singular dulzura y extremada paciencia. Esto me lo refería con lágrimas en los ojos, el sacerdote contemporáneo a él, el muy Rvdo. Sr. D. José Muñoz Díaz. Y me decía que nunca había visto un sacerdote tan |3 amable y cariñoso con los obreros almerienses. Que nuestro queridísimo D. Federico fue secretario de esta peregrinación a Roma, consta en el Boletín Eclesiástico de la Provincia del Obispado de Almería del año 1894, p. 81. Yo que conocí bien a este sacerdote |4 apóstol y lo traté tan de cerca, digo que daría gusto verle en este particular empleo, tratando bien a los obreros de entonces, generalmente algo postergados. ¡Cuántas veces saldrían aquellos obreros, piadosos unos, y otros no, diciendo: «este sacerdote joven, tan simpático, es un ángel del cielo», «vaya cura en el mundo, tan bueno y tan educado, que con tanto amor |5 nos trata y nos ofrece asiento!» Pues yo sé con toda certeza, porque lo he visto después, que era todo dulzura para los trabajadores. Y su mirada sonriente los atraía y rebosaba amor y caridad en sus ojos, en sus palabras y por todos los poros de su cuerpo, y sus benditas manos sacerdotales se extendían con verdadera caridad cristiana para tomar las callosas manos del obrero. Como sé bien quién era y cómo era nuestro D. Federico, creo que muchas veces hubiera sido capaz de besar con sus labios, enardecidos de |6 amor paterno, las manos de aquellos trabajadores de antaño. Un día me dijo D. Federico: «José, trata con mucho cariño al trabajador para que no nos miren con aversión y ojeriza, además, son hijos muy amados de Dios. Debemos nosotros, y todos los sacerdotes, ser muy deferentes, cariñosos y finos con estos que son cristianos y hermanos nuestros. El trabajo es una maldición justa, pero también es un mérito de condigno».
  • 52. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 52 Poco más o menos me dijo esto una tarde estival en que íbamos para el templo de la Ermita Nueva de Guadix, él a predicar y yo a rezar |7 el Sto. rosario. Otra vez en que unos obreros que arreglaban el tejado del Colegio de la Divina Infantita, me decía con mucho interés: «José, ten especial cuidado con esta buena gente, cuando pase una hora, llámales que fumen y descansen, son dignos de que les tratemos bien y con mucho amor, y ellos conocerán por nuestro buen porte que somos discípulos de Jesús, de aquel Jesús tan bueno que tanto hizo por ellos y por nosotros». |8 En la Peregrinación de que he hecho mención y cita, fue a Roma D. Federico y le acompañó su padre, D. Federico Salvador Alex. Fueron ambos por mar y embarcados. A la sazón el padre de nuestro D. Federico era camarero de un café y le costeó este viaje la piadosa Hermandad, o Cofradía, de Adoración y Vela del Santísimo, como consta en la p. 136 del Boletín Eclesiástico de 1894, y ambos, padre e hijo viajaron en tercera clase. En |9 esta expedición iban ochenta y dos peregrinos, y fue el costo total de todos siete mil ciento treinta y ocho pesetas. D. Federico, aunque tenía derecho a ir en el total de peregrinos, quiso él costearse su viaje a la Ciudad Eterna, y fue su costo de ochenta y seis pesetas. Con alegría y regocijo espiritual, fue el ángel de todos los peregrinos obreros y atendiendo a cada uno tanto como podía. Él, D. Federico, me dijo que pasaba gran parte del día enseñando algunos cantos piadosos a estos peregrinos, pues es sabido, y si ustedes no lo saben, yo se lo digo, que D. Federico cantaba muy bien y tenía una voz viril muy bonita. Yo me deleitaba sobremanera oyéndole |10 cantar tan primorosamente. En este viaje de peregrinación a Roma, D. Federico trabó muy buena amistad con el sacerdote operario D. Remigio Abiol, que era muy bueno. D. Federico, que en su vida me contó muchos detalles de ella, me decía con lágrimas en sus ojos, que gozó extraordinariamente en esta primera vez que vio al Papa y que le dio la sensación de ver a un santo penitente en el desierto, que habló con él, y D. Federico besó aquellas veneradas manos, y que lloraba |11 como un niño. Y, efectivamente, entonces D. Federico era un jovencito rebosante de alegría, un niño angelical, con porte y palabras de ángel terreno. El plazo para inscripción en la peregrinación terminó el 20 de marzo. Que D. Federico viajó en tercera clase consta en el B. E. p. 135. |12 Le acompañó su amigo D. Joaquín Peralta. También iba en segunda D. José Benavides. Aunque fueron ochenta y dos los viajeros de tercera el total de peregrinos en las tres clases fue de ciento dieciséis. La peregrinación salió del puerto de Almería el 9 de abril en los vapores de la Trasatlántica, el Rabat y el Baldomero Iglesias. Embarcaron a las diez de la noche de este día 9 de abril de 1894. El coste de cada pasaporte o boleto, era de ochenta y seis pesetas. La Asociación de Adoración y Vela que costeó a D. Federico Salvador Alex y quiso costear a nuestro D. Federico, radicaba en la iglesia de la Virgen del Mar, Patrona de Almería. Regresó de Roma esta peregrinación el 26 de abril a las ocho y media de la noche. Desembarcaron en Almería y cantaron un Te Deum en el templo de la Patrona. Además del coste |12v de su viaje, donó D. Federico más de cien pesetas para los gastos generales que esta peregrinación tuvo.
  • 53. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 53 |1 Cuaderno 9 UN CUASI MILAGRO DE DON FEDERICO. LA VIRTUD DE SU BENDICIÓN. LA ESCALILLA DÉBIL. Siendo yo jovencito, era yo muy aficionado a la carpintería, y sigo siéndolo en mi ya avanzada edad. Como D. Federico conocía mi particular afición de este género, me complacía comprándome herramientas ad hoc. Era la primavera de 1919. En un día de esta juvenil primavera de mi vida, alegre y risueña, de gratísimos recuerdos de los tiempos que ya pasaron para no volver. En ese día de que hago men|2 ción, me dijo D. Federico sonriente y jocoso, lleno de alegría en su rostro sacerdotal: «Oye, José, ya sabes que el Domingo del Buen Pastor queremos celebrar en este Colegio de la Divina Infantita una hermosa velada para obsequiar y agasajar al Sr. Obispo en este día señalado. Tú, que tan aficionado eres a la carpintería, vas a hacer unas gradas en el fondo del salón comedor que hemos |3 de utilizar como sala de este acto literario. Yo tengo gran interés en que resulte todo lo mejor posible para que el Excmo. Sr. Obispo, y todos los que asistan, queden satisfechos y contentos, y sirva ello en alabanza a Dios y a la idolatrada Divina Infantita, Reina de Amor, de quien soy incondicional esclavo. En esta escalinata que harás, y |4 yo bendeciré, colocaremos a los estudiantes espectadores que no tomen parte activa en este acto literario y obsequioso a nuestro Prelado» Y dicho esto por tan virtuoso sacerdote, que hacía de superior mío, yo puse manos a la obra con más miedo que vergüenza. Él me autorizó para comprar las maderas que yo necesitara para construir aquellas célebres gradas, o escalinata, |5 que me servirían de miedo descomunal y permanente temblor, pensando en aquellas débiles tabluchas en que se habían de colocar cien inquietos y bullangueros estudiantes de bachiller que, de por sí, eran díscolos y poco sosegados, con el beneplácito de nuestro amadísimo e idolatrado D. Federico, que con tanto gozo de mi alma recuerdo como sacerdote ejemplar y virtuoso. Con estas tablas compradas |6 en la estación de Guadix, ayudado por algún estudiante fámulo, [formé] una feísima y debilísima escalinata que no tenía ninguna fortaleza, y en mi concepto de antes y de ahora era una verdadera birria, donde se habían de subir y patalear un centenar de jóvenes, algunos bien nutridos y de buen peso. Por fin, después de ocho días de trabajo, terminé el artilugio |7 de tan débil fortaleza. Cuando mi amado D. Federico vio terminada mi obra maestra, única en la historia de mi vida, él,
  • 54. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 54 sonriente, la miraba de arriba abajo y, después de mirar y remirar estas feísimas gradas, y que él no sabía lo que había por dentro de poca fortaleza y resistencia, riendo a carcajadas decía gracioso: «José, ¡y de siete pisos! ¡Vaya torre de Babel! ¡Y de siete planos! Pero, en fin, |8 siete son los dones del Espíritu Santo, siete las virtudes que hemos de tener, siete los santos sacramentos y siete las Horas Canónicas…» Y yo dije a mi D. Federico temblando de pies a cabeza: «¡D. Federico, mi padre espiritual, no es sólo lo feísimas que son estas gradas de toscas tablas, sino lo débiles que son para el fin a que |9 las vamos a destinar! Hace falta un casi milagro para que se suban ahí la caterva de estudiantes que tenemos aquí en número de un centenar, cuando estas tablas, por sí, no serían capaces de sostener a cinco chicos de los nuestros, que todo son dinamismo e inquietud, y, con estos sólo cinco, vendrían abajo estas débiles tablas clavadas con púas». D. Federico me miraba y sonreía amablemente. Yo no sé cómo yo tendría mi cara, pero es de suponer que estaría variado de color y nerviosismo en extremo. |10 Mi opinión era que estaba en malísimas y pésimas condiciones referente a la fortaleza resistente de aquellas tablas de álamo, y esperaba, con cierta evidencia futura, que en medio de la solemnidad y alegría de aquella velada… Pues aquellos pies derechos de tablas de dos centímetros, clavadas con púas y débiles travesaños, mi opinión sincera era que, en el rato de solaz de aquella graciosa velada, ocurriría una dolorosa heca|10v tombe de derrumbamiento donde habría muchos heridos y hasta algunos muertos. Este pensamiento macabro me llenaba de miedo y estupor, y, cuando yo medio temblando decía a mi D. Federico estas cosas y mis fundados temores, él se reía graciosa y amablemente y me decía con cierto empate y autoridad: «No seas cobarde, hombre de poca fe, y se reía y se reía. Y dijo después: |11 esto se arregla con una bendición, ¡anda, trae la estola y agua bendita y le echaremos a estas tablas una buena bendición y les daremos vigor y valentía y Dios lo hará todo!» Y en mí presencia y ayudado por mí, levantó sus manos santas y blancas y dio una particular bendición a aquellas tablas y me dijo: «¡Ea! Ya puedes estar tranquilo». Yo, a pesar de ello, seguí en mi gran miedo |11v y temor por la debilidad de las tablas y de mi genial obra. Y más se aumentó mi pánico y temor cuando vi que un centenar de niños díscolos trepaban por aquellas tablas como monos saltadores. Las gradas temblaban ante aquel peso y yo más que las tablas en cuestión, y temblando rezaba yo a la Divina Infantita y más temblaba y más rezaba. Y cuando veía y oía patalear sobre las tablas a tantos |12 chicos tan inquietos y movedizos, creía yo oír a cada instante el crujir de las tablas de mis gradas y los ayes y lamentos de los chicos, heridos y doloridos, y la suspensión repentina de aquella velada tan armoniosa y solaz, a la que yo apenas atendía por tener otro pensamiento más principal y tristón. Para mí, aquellas horas fueron de profunda amargura y se me hacía el tiempo inter|12v minable. Pero hubo para mí un instante de alegría, pues D. Federico de mi alma, se acercó a mí en un intervalo de entreacto y me dijo: «No estés triste José, no ocurre nada». Respiré. Aquello fue para mí una inyección de vida. Todavía recuerdo en mis oídos aquellas alentadoras palabras: «no ocurriría nada». Cuando acabó todo, D. Federico me miró otra vez y otra vez, se sonrió y me dijo:
  • 55. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 55 «Ves |13 cómo no ha ocurrido nada, de lo que está bendito huye el maldito»… Yo creo, y afirmaría, que aquello fue un verdadero milagro. Y que, nuestro D. Federico, comunicó un vigor y fortaleza especial a aquellas tablas y mal construidas gradas. Yo me ponía las manos en la cabeza y decía: «Señor, qué favor tan grande y tan especial me has hecho por virtud de tu gran siervo, mi director espiritual; que yo sea tan santo como él es y dadme fe en sus palabras». Cuando yo desarmé aquel tinglado, más me convencía a cada tabla que desclavaba, de que el |13v no derrumbarse había sido un verdadero milagro, pues aquello no es para decirlo, sino para haberlo visto y analizado tan al detalle como yo lo conocía en mi intimidad constructiva. Y desde aquél momento tomé tal veneración y cariño a D. Federico que, a pesar de haber transcurrido muchos años, este afecto y amor santo no se ha evaporado de mi alma.
  • 56.
  • 57. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 57 |1 Cuaderno 10 ALGO DE VISOS PROFÉTICOS DE DON FEDERICO |1 Dos casi profecías recuerdo de D. Federico, y lo recuerdo perfectamente. En el sermón que predicó en la parroquia de Santa Ana del que ya he hecho mención en su predicación, en aquel célebre sermón dijo D. Federico: «Yo moriré, como es natural, antes que ustedes y no veré la gran catástrofe de España, y cómo el comunismo derramará a torrentes la sangre bendita de sus sacerdotes, y todos los templos católicos de nuestra España serán incendiados por la team antirreligioso del marxismo. |2 Y dichosísimos aquellos que se libren de este azote de Dios, mejor dicho, permitido por Dios. Aquí, nuestra ciudad de Guadix, será enlutada con los crespones de la tristeza, y los sacerdotes de ésta, con su jefe, serán víctimas de las garras de la fiera atea que por algunos años capeará triunfante en castigo de vuestra dureza de corazones sucios que serán ablandados y lavados con la sangre virgen de tantos virtuosos sacerdotes como perderán la vida, a quienes yo desde aquí, desde este púlpito pido al Señor |3 les dé fe y fortaleza para triunfar en su corona de mártires. Y vosotros, sacerdotes jóvenes que me oís, vivid vida santa para haceros dignos de la gran gracia del futuro martirio» Poco más o menos, esto es lo dijo D. Federico y cuyas palabras, y casi profecía, yo recordé muchas veces en mis tres años de cautiverio en las tierras andaluzas que cayeron en las garras del marxismo, tal como lo dijo |4 D. Federico en aquel sermón que yo oí con tanta atención y veneración… Una vez escribió D. Federico una carta a D. Diego Ventaja, canónigo del Sacromonte. D. Diego no abrió esta carta en su cúmulo de trabajo y, sin darse cuenta, la metió en un libro que tenía |5 en las manos. Esta carta quedó olvidada allí, en aquel libro. Y transcurrieron varios años y en aquel empolvado libro se mantuvo la carta. Pero ocurrió que D. Diego fue nombrado Obispo de Almería, y cuando estaba arreglando sus libros en sus estantes del Palacio Episco|6 pal de Almería, se abrió aquel libro y apareció la carta de D. Federico, hacía varios años [guardada]. Entonces D. Diego tomó la carta y la abrió. Y decía así: «Para cuando seas obispo, de antemano y con tiempo, te regala este amigo un amito, Dios, para entonces te dé fortaleza y vigor». Esta carta nos la leyó D. Diego al Sr. Vicario, D. Rafael Ortega, y a mí. Y me decía D. Diego: «Esta carta es profética».
  • 58. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 58 Y cuando D. Diego estaba preso en el barco del carbón, un día antes de su martirio, me acordaba yo de la frase de D. Federico y rezaba yo: «Dios |7 dé al Obispo preso, fortaleza y vigor para confesar la fe en su martirio». Y así fue, como se puede ver en mis memorias, el martirio del Obispo Ventaja en la Ramblilla del Chisme, en la jurisdicción Parroquial de Vícar, y a cuatro kilómetros de Roquetas de Mar. En algunos ratos de meditación me acuerdo mucho de muchas cosas que D. Federico me dijo a mí, entre otras: «Prepárate para, cuando seas cura joven, soportar la irreligiosidad de Fines, que se apartó y dejó sus buenos propósitos». A D. Juan Antonio le dijo |7v un día: «Tú eres de los predestinados», y D. Juan Antonio López Pérez fue mártir en la persecución marxista en su mismo pueblo natal. Una vez tenía yo una pulmonía y D. Federico fue a verme y me dijo: «No, en esta ocasión no te mueres, tienes que ver muchas cosas». Esto fue el año 1927, en junio y ciertamente el 9 de junio.
  • 59. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 59 |1 Cuaderno 11 RASGOS DE HUMILDAD DE DON FEDERICO SALVADOR RAMÓN |1 En el día de Santo Tomás de Aquino, se celebraba una velada en el Seminario de Guadix en que se expuso el Oficio y Misa del Santísimo Sacramento en forma de drama. A esta velada asistió el Sr. Obispo, varios canónigos, D. Federico también era canónigo, profesores, beneficiados, y toda la comunidad del Seminario. Terminada la velada, el Sr. Obispo hizo el resumen y dirigió su autorizada palabra a la concurrencia. Terminado todo, y mientras salían los asistentes, el seminario en pleno empezó a dar vivas a D. Federico, y él con esto sufrió horriblemente |2 pues aquellos vivas lastimaban su profundísima humildad, y luego, con nosotros, sus amigos, se quejaba amargamente del incidente. Y tanto sufrió en estos vivas y aplausos que se puso enfermo y estuvo dos días en cama. Y decía que aquellos vivas y aplausos eran de arte diabólico e improcedentes, y decía: «Señor, nada somos ni nada merecemos y ha venido el demonio a turbar la paz de mi alma». Yo me atrevía a decirle que tanto lo querían los seminaristas que pusieron de relieve su amor hacia él y su valor real. Y me contestó en tono seco y duro: «¿Con que tú también te vas a convertir en diablillo adulador, para mí que nada merezco…? Sí, merezco castigo de Dios». Y yo contesté lleno de venera|2v ción: «¡Eso no, castigo no!» En todo daba D. Federico ejemplo de humildad y en su vida particular así era en todo. Un día me dijo, tocando las telas moradas de su hábito coral: «Estos paños dan por sí soberbia. Estoy deseando dejarlos y vivir mi humildad de hábito talar negro, que da aspecto de clérigo pobre. Quiero, en todo, vivir a los Jesús». D. Federico era de por sí humilde y no le gustaba que le tributaran lisonjas. Cuando algo parecido ocurría, y yo oía estas cosas, luego que se iba el lisonjeador y adulador, me decía: «¿Ves? Ya ha estado aquí el demonio con sus caricias infernales, ¿por qué vendrán estas gentes a decirme tantas tonterías? Son |3 propias de los inconscientes del mundo, nada somos, ni nada valemos en la presencia del Señor». Recuerdo un día, en una tarde de verano, que un señor de Instinción, sentado en el patio y trepado en una silla, mil tonterías decía a D. Federico y, en una vez de las que yo pasé, me miró
  • 60. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 60 entristecido por tantas flechas de alabanzas humanas y, luego que se fue el importuno adulador, me dijo: «¿Lo ves, José, lo ves? El demonio se mete hasta en los gordinflones y los hace instrumentos de su locuacidad diabólica. ¡Vaya con el ricachón, qué rato me ha dado! |4 Menos mal que yo estaba pensando en los azotes que Jesús recibió por mí y en su anonadamiento hasta revestirse de la condición de siervo y enormemente anonadado en toda su Divina y Sacrosanta Pasión». Como yo entonces tenía la memoria fresca e impresionable, recuerdo bien todos estos detalles que ahora me sirven de meditación, transcurridos tantos años. Cuando daban algún mal consejo, decía: «Mal hace este con ser tan mal aconsejador, bien podía pensar |5 en [la] nada y poquedad que todos somos en la presencia de Dios tan grande. Y de su grandeza nos dio Él el supremo don de la gracia que nos ilumina y sostiene para no pecar». |6 Un día dije yo a D. Federico: «¿Por qué no anota V. los hechos y facetas de su vida sacerdotal tan entregada a Dios?» Él conoció mi intención, que era tener conocimiento de su vida en el futuro, y me dijo: «¿Qué voy a anotar, pecados e infidelidades? Soy |7 gran pecador en la presencia de Dios…» Dije yo: «Pues así será, pero debe V. escribir sus memorias». Y me dijo: «Bueno, anda con Dios y déjame en paz». Entonces no pensé yo, ni he pensado nunca hasta ahora, que testigos de vista y de oídos los guardaba |8 Dios para decir ahora lo que vi y lo que oí, en pro de las virtudes de aquel gran sacerdote del Señor que yo conocí, y ahora, con conocimiento de causa, admiro y a pesar de haber transcurrido ya casi cincuenta años, están estas cosas en mi memoria con todo su atrayente colorido y con el perfume de entonces, que aún no se ha evaporado y, en mi edad avanzada y cabeza bien canosa, conservo bien y en todo su vigor aquellas cosas ejemplares de tan virtuoso sacerdote. |8v D. Federico viajaba siempre en tercera clase como un clérigo pobre. Esto lo sé ciertamente porque con él hice varios viajes en trenes de esta clase, y siempre ocupaba casi todo el viaje en rezar el breviario y lecturas espirituales. D. Federico jamás dijo que era canónigo y siempre se daba a conocer como sacerdote humilde. Además, no llevaba nunca distintivos |9 morados que le dieran a conocer su categoría de canónigo, ni imprudentemente decía nada de su cargo catedralicio. Una vez fue a predicar a Cantoria y llevó el capillo de canónigo, porque yo se lo dije y |10 se lo supliqué con gran interés por razones que no son del caso referir. Dios que, dice la gente en teología popular, escribe derecho por renglones torcidos, sabe lo que hace en sus inescrutables designios y altísima |11 Providencia, y así, cuando yo decía a D. Federico que escribiera sus memorias, Dios decía muy bajito sin que yo lo oyera, «otro se encargará con el tiempo de decir las verdades y las cosas necesarias». Y, sin saberlo ni pensarlo,
  • 61. Cuadernos del Padre José Sirvent Marín 61 determinó este Dios tan bueno y veraz, |12 que yo, en las postrimerías de mi vida, dijera lo que había visto y aprendido de aquel virtuoso sacerdote, nuestro D. Federico. Y así lo hago obedeciendo a los impulsos de mi corazón, y digo y narro, con toda certeza, las virtudes que vi en D. Federico. Y como tratamos de humildad, tengo que narrar dos casos que yo vi y presencié. Siendo yo ordenando, fui con él a la droguería de Bustos en Almería, o mejor, nos bajamos de un coche de caballos en que íbamos y dijo: «Ven, vamos a casa de Bustos y compraremos algunas pinturas para que este verano te entretengas en algo». Y pasamos a dicha droguería. D. Federico compró lo que le pareció bien y yo le dije. Entonces, |13 D. Federico dio al dependiente para que cobrara tres monedas en plata de cinco pesetas cada una. Hagamos la aclaración de que, en este verano del 1919, la moneda española era de un valor extraordinario. El dependiente, después de echar en el cajón del mostrador estas monedas, porfiaba que solo le había dado dos y se entabló la correspondiente discusión, por parte de D. Federico con toda paciencia y educación. Pero el dependiente de la droguería de Bustos se subió de tono y de palabras, y fue muy ligero e inconsiderado en el hablar y discutir, de tal modo que acudió el dueño de la droguería y otros dependientes. Pero a este dependiente soez y grosero no había quien le callara en |14 su atrevido lenguaje, y, tan ebrio se puso, que hasta quiso saltar el mostrador para arremeter a nuestro D. Federico. Por fin terminó el ineducado dependiente, pero a condición de perder D. Federico sus derechos y diciendo con toda humildad: «pues me habré equivocado, tal vez este hombre furibundo lleve razón». D. Federico no se había equivocado. Yo |15 había visto con mis propios ojos que D. Federico había dado tres duros. Yo estaba edificado de ver la paciencia y humildad de D. Federico y qué gran vencimiento se haría a sí mismo para no faltar y ofender a aquel insolente que dijo lo que quiso, pero D. Federico fue todo humildad y dulzura y nos dio a los presentes la gran lección de virtud. Luego, me dijo en el coche: «Gran ocasión nos ha dado el Señor de |16 obtener méritos. ¡Gracias Señor porque he sabido ser sacerdote y he sabido vencer y vencerme a mí mismo…!» Otra vez me contó D. Federico un altercado injusto que un canónigo poco paciente, y sí muy encorajinado, había tenido con él, porque esperaba ciertas lisonjas y adulaciones que D. Federico no le dio por creerlas indignas e improcedentes. Estando en esta conversación llegó otro canónigo y le dijo a D. Federico: «¿Cómo ha sido V. capaz de aguantar tanto como nuestro compañero ha vomitado por su boca descompuesta?». |17 Y contestó D. Federico con mansedumbre ejemplar: «He cumplido con mi deber de silencio y oír tantos improperios como si fuera estatua de piedra; el mérito está en callar y no defenderse. Además, para predicar, antes hay que dar ejemplo» Y dicho esto empezó a reír y bromear como si tal cosa, y, terminado este distraído coloquio de bromas, nos fuimos a comer; yo le observaba para ver si perdía el buen humor, pero se mantuvo jocoso todo el rato sin perder la paz.