PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pdf
INFLUYE LA OPINION DE LOS DEMÁS
1. ¿INFLUYE LA OPINIÓN DE LOS DEMÁS?
Queridos amigos: Hay momentos y situaciones que, (no sé si por arrogancia, por
ofuscación o por ignorancia) decimos:
¡A mí no me importa lo que digan, ni lo que piensen, ni lo que hagan los
demás!
Yo pienso, que la opinión de los demás sí que nos importa.
Otra cosa es, que influya más o menos en nuestro actuar, en nuestro quehacer y
en nuestro compromiso.
Jesucristo en el pasaje evangélico de hoy (Mc. 12, 38 – 44), nos presenta
diferentes situaciones en las que las personas reaccionan de modo distinto por la
influencia de los demás.
Los escribas se pasean con amplios ropajes por las plazas y buscan asientos de
honor.
Hay personas, que al verse observadas o enjuiciadas, echan más o menos dinero
o presumen más de generosidad que la que tienen.
Aparece una pobre viuda, “que echa los dos reales que tiene”.
Jesucristo aprovecha la ocasión para hacernos caer en la cuenta de que “no es lo
que se da, sino cómo se da lo que nos hace dichosos en la vida”.
El Señor, nos está diciendo que todos podemos dar y recibir. Todos tenemos
algo que aportar y algo que recoger de los demás. Para valorar esto, recordemos
pequeños detalles:
¡Qué gozo y alegría no supone una mirada tierna, una pequeña orientación, un
saludo, una palabra…, y hasta un silencio.
No es lo que se da, sino cómo y cuándo se da, lo que estimula y anima.
Las pequeñas cosas, gestos, y acciones son las que nos estimulan a regalar, a
compartir, a ofrecer y ayudar.
Pidamos al Señor, en esta Eucaristía, acoger lo que se nos ofrece con buena
cara.
Miradas de acogida, de cariño y de amor.
Palabras de ilusión, de ánimo y de esperanza.
Cesiones de valoración, de tolerancia y de respeto.
Ratos de presencia, de conversación, de compañía y de cuidado.
Esas pequeñas aportaciones que (aunque no solucionen los problemas) alivian
ansiedades, preocupaciones y desconfianzas.
Ofertas de tiempos gratuitos y generosos para acompañar, ayudar y estar con.
Pidamos al Señor, que nos ayude a ser generosos gratuitamente y sin cálculos.
Que seamos como la lluvia que cae para todos por igual, o como el agua del
manantial que mana gratuitamente, independientemente de quien o cómo se
aproveche de ella.
Ayúdanos, Señor, a descubrir el gozo de las pequeñas cosas. ¡Ahí está la
verdadera sabiduría!
“Alaba, alma mía, al Señor, porque sustenta al huérfano y a la viuda; da pan a
los hambrientos y liberta a los cautivos”. (Sal. 145, 7 – 10).
Gabriel.
32º. Domingo Ordinario. Ciclo. B. Madrid. 11 de Noviembre de 2012.