Este documento presenta las opiniones de varios teólogos e historiadores cristianos a través de los siglos sobre el cesacionismo, la posición de que los dones milagrosos del Espíritu Santo como lenguas, profecía y sanidades dejaron de practicarse después del primer siglo. Figuras como Juan Crisóstomo, Agustín de Hipona, Teodoreto de Ciro, Martín Lutero, Juan Calvino, John Owen y Charles Spurgeon apoyaron la idea de que estos dones extraordinarios cesaron una vez que la iglesia pri
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El Cesacionismo y la Historia de la Iglesia.
El Cesacionismo viene de la palabra “cesar.” Es la posición que afirma que los dones milagrosos del
Espíritu Santo (como lenguas, profecía y sanidades) dejaron de ser practicados en algún momento
después del primer siglo. Los Cesacionistas creen que el fin de la era apostólica y la terminación del
Nuevo Testamento provocaron el cese de los milagros asociados a esa edad.
Es importante señalar que el Cesacionismo no niega la posibilidad de que Dios pueda sanar a personas o
hacer milagros hoy en día (en un sentido general) como un acto especial de Su providencia divina. Sino
más bien enseña que el Espíritu Santo ya no utiliza a individuos para realizar señales milagrosas como lo
hizo en los tiempos de Jesús y los Apóstoles.
Aunque se puede probar bíblicamente la veracidad de esta posición, el propósito de este artículo es
mostrar que el Cesacionismo ha sido afirmado por muchos cristianos a través de toda la historia de la
Iglesia.
Si bien la Biblia debe ser siempre la única autoridad del cristiano en cuanto a la fe y la práctica es
importante conocer como el Espíritu Santo iluminó el entendimiento de lo que la Biblia dice sobre este
tema a aquellos que vivieron antes que nosotros.
Juan Crisóstomo (344–407)
Todo este lugar [hablando de 1 Corintios 12] es muy oscuro: pero la oscuridad es producida por nuestra
ignorancia de los hechos mencionados y por su cesación, siendo tal como entonces solía ocurrir, pero
que ahora ya no se llevan a cabo.
(Homilías sobre 1 Corintios, 36,7. Crisóstomo comenta en 1 Corintios 12:1-2 e introduce todo el capítulo.
Citado de 1-2 Corintios, en la Antigua Serie de Comentarios Cristiana, 146)
Agustín de Hipona (354–430)
En los tiempos más antiguos, el Espíritu Santo descendió sobre los que creyeron y hablaron en lenguas,
que no habían aprendido, según el Espíritu les daba que hablasen. Estas fueron señales adaptadas para
ese tiempo. Porque había esta proclamación del Espíritu Santo en todas las lenguas [idiomas] para
mostrar que el evangelio de Dios iba a ser comunicado a través de todas las lenguas sobre toda la tierra.
Esto se hizo por señal y terminó. (Homilías de la Primera Epístola de Juan, 6.10. Cf. Schaff, NPNF, Primeras
Series, 7:497–98)
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Teodoreto de Ciro (393–466)
En otros tiempos los que aceptaron la predicación divina y que fueron bautizados por su salvación se les
dio señales visibles de la gracia del Espíritu Santo que actuó en ellos. Algunos hablaron en lenguas que
no conocían, y que nadie les había enseñado, mientras que otros realizaron milagros o profetizaron. Los
corintios también hicieron estas cosas, pero no utilizaron los dones como debieron haber hecho. Estaban
más interesados en presumir que en usarlos para la edificación de la iglesia. …Incluso en nuestro tiempo
de gracia se otorga a los que son considerados dignos del santo bautismo, pero no podría tomar la
misma forma que tomó en aquellos días.
(Comentario de la Primera Epístola a los Corintios, 240-43; en referencia a 1 Cor. 12:1, 7. Citado de 1–2
Corintios, ACCS, 117)
Martín Lutero (1483–1546)
En la Iglesia primitiva, el Espíritu Santo fue enviado en forma visible. Él descendió sobre Cristo en la
forma de una paloma (Mateo 3:16), y en semejanza de fuego sobre los apóstoles y otros creyentes.
(Hechos 2:3). Este derramamiento visible del Espíritu Santo era necesario para el establecimiento de la
iglesia primitiva, como lo fueron también los milagros que acompañaron el don del Espíritu Santo. Pablo
explicó el propósito de estos dones milagrosos del Espíritu en 1 de Corintios 14:22, “Las lenguas son por
señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos.” Una vez que la iglesia se había establecido y anunciado
debidamente por estos milagros, el aspecto visible del Espíritu Santo cesó.
(Comentario de Gálatas 4, 150-172. Extraído de los comentarios de Lutero sobre Gal. 4:6)
Cada vez que escuches a alguien presumir que tiene algo por inspiración del Espíritu Santo, y que no
tiene ningún fundamento en la Palabra de Dios, no importa lo que sea, dile que es obra del diablo.
(Obras de Lutero, 23:173-74)
Juan Calvino (1509–1564)
Aunque Cristo no dice expresamente si tiene la intención de que este don [de los milagros] sea temporal,
o que permanezca perpetuamente en la iglesia, sin embargo, es más probable que los milagros fueron
prometidos sólo por un tiempo, a fin de dar realce al evangelio mientras que era nuevo o estaba en un
estado de oscuridad.
(Comentario sobre los Evangelios Sinópticos, 3:389)
El don de sanidad, al igual que el resto de los milagros, que el Señor quiso producir por un tiempo, se ha
desvanecido con el fin de hacer maravillosa la predicación del Evangelio para siempre.
(Institutos de la Religión Cristiana, 159)
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John Owen (1616–1683)
Los dones que en su propia naturaleza exceden la plenitud del poder de todas nuestras facultades, esa
dispensación del Espíritu hace ya mucho tiempo cesó y dondequiera que alguien hoy tenga pretensión a
lo mismo, tal pretensión justamente puede ser sospechada como un engaño farsante.
(Obras, 4:518)
Thomas Watson (1620–1686)
Claro, hay tanta necesidad de la ordenación hoy como en la época de Cristo y en el tiempo de los
apóstoles, habiendo allí entonces dones extraordinarios en la iglesia que ahora cesaron.
(Las Bienaventuranzas, 140)
Matthew Henry (1662–1714)
Lo que estos dones fueron en general es contado en el cuerpo del capítulo [1 Corintios 12], a saber, los
oficios y los poderes extraordinarios, otorgados a los ministros y cristianos en las primeras épocas para
la convicción de los incrédulos, y la propagación del evangelio.
(Comentario Completo de Matthew Henry, en referencia a 1 Corintios 12)
El don de lenguas fue un nuevo producto del espíritu de profecía y era otorgado por una razón particular,
para que, la empalizada judía habiendo sido removida, todas las naciones pudieran ser incluidas en la
iglesia. Estos y otros dones de profecía, siendo una señal, hace mucho cesaron y han sido puestos a un
lado, y no tenemos motivo alguno para esperar que resurjan; sino al contrario se nos manda llamar a las
Escrituras la palabra profética más segura, más segura que voces del cielo; y a ellas es que se nos
exhorta a estar atentos, escudriñarlas y retenerlas, 2 Pedro 1:19.
(Matthew Henry, Prefacio del Vol. IV de su Exposición del AT & NT, vii)
John Gill (1697–1771)
Ahora bien, estos dones fueron otorgados en común, por el Espíritu, en apóstoles, profetas, pastores o
ancianos de la iglesia, en aquellos primeros tiempos: la copia de Alejandría, y la versión de la Vulgata
latina, leen, “por un solo Espíritu.”
(Comentario de John Gill de 1 Corintios 12:9)
No; cuando estos dones estaban en existencia, no todos los tenían. Cuando la unción con aceite, con el
fin de curar a los enfermos, estaba en uso, sólo se llevó a cabo por los ancianos de la iglesia, no por los
miembros comunes de la misma, quienes iban a ser enviados por los enfermos, en esta ocasión.
(Comentario de John Gill de 1 Corintios 12:30)
Jonathan Edwards (1703–1758)
En el día de su [de Jesús] encarnación, sus discípulos tenían una medida de los dones milagrosos del
Espíritu, y por lo tanto habilitados para enseñar y hacer milagros. Pero después de la resurrección y
ascensión, fue el derramamiento más completo y extraordinario del Espíritu en sus dones milagrosos
como nunca se llevó a cabo, a partir del día de Pentecostés, después de que Cristo había resucitado y
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ascendido al cielo. Y en consecuencia de esto, no sólo aquí y allá, una persona extraordinaria fue dotada
con los dones extraordinarios, pero que eran comunes en la iglesia, y así continuaron durante toda la
vida de los apóstoles, o hasta la muerte del último de ellos, aun el apóstol Juan, que tomó lugar unos cien
años desde el nacimiento de Cristo, para que los primeros cien años de la era cristiana, o el primer siglo,
fuese la época de los milagros.
Pero poco después de que el canon de las Escrituras se completó cuando el apóstol Juan escribió el libro
del Apocalipsis, que él no escribió mucho antes de su muerte, estos dones milagrosos ya no continuaron
en la iglesia. Porque ahora estaba completa una revelación establecida por escrito de la mente y la
voluntad de Dios, donde Dios había grabado totalmente una norma permanente y suficiente para Su
iglesia en todas las edades. Y la iglesia y la nación judía siendo derrocada, y la iglesia cristiana y la última
dispensación de la iglesia de Dios siendo establecida, los dones milagrosos del Espíritu ya no eran
necesarios, y por lo tanto cesaron, porque a pesar de que habían continuado en la iglesia durante tantos
siglos, sin embargo terminaron y Dios hizo que terminaran, porque no había más motivo para ellos. Y así
se cumplió lo que dice el texto, “pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia
acabará.” Y ahora parece que hay un fin a tales frutos del Espíritu como estos, y no tenemos ninguna
razón en esperarlos nunca más.
(La Caridad y sus Frutos, 447-49)
Los dones extraordinarios del Espíritu, como el don de lenguas, de milagros, de profecía, etc., son
llamados extraordinarios, debido a que tales no se dan en el curso ordinario de la providencia de Dios.
No se otorgan en las forma de la providencia ordinaria de Dios con sus hijos, pero sólo en ocasiones
extraordinarias, ya que fueron otorgados a los profetas y apóstoles para capacitarlos para revelar la
mente y la voluntad de Dios antes de que el canon de las Escrituras fuera completado, y así en la Iglesia
primitiva, con el fin de la creación y el establecimiento de la misma en el mundo. Pero ya que el canon de
la Escritura ha sido completado, y la Iglesia Cristiana plenamente fundada y establecida, estos dones
extraordinarios cesaron.
(La Caridad y sus Frutos, 42-43)
George Whitefield (1714-1770)
Los carismas, los dones milagrosos conferidos a la iglesia primitiva…desde hace mucho tiempo que
cesaron.
(Segunda Carta al Obispo de Londres, Obras, 4:167)
¿Qué necesidad hay de milagros, tales como sanar cuerpos enfermos y devolver la vista a los ciegos,
cuando vemos más milagros hacerse cada día por el poder de la Palabra de Dios?
(George Whitefield: La Vida y los Tiempos del Gran Evangelista del Avivamiento del Siglo 18, 1:348)
James Buchanan (1804-1870)
Los dones milagrosos del Espíritu hace mucho que fueron retirados. Fueron usados para cumplir con un
propósito temporal. Fueron usados como un andamiaje que Dios empleó para la construcción de un
templo espiritual. Cuando el andamio no se necesitó más, fue removido pero el templo permanece en
pie aún, y es habitado por el Espíritu; porque“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de
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Dios mora en vosotros? (1 Cor. 3:16).”
(El Oficio y la Obra del Espíritu Santo, 67)
Robert L. Dabney (1820-1898)
Luego de que la iglesia primitiva fue establecida, ya no existía la misma necesidad de “señales”
sobrenaturales, y Dios, que no acostumbra derrochar sus expedientes, las descontinuó. Desde entonces,
la Iglesia tendrá que conquistar la fe del mundo mediante su ejemplo y enseñanzas solamente,
vigorizada por la iluminación del Espíritu Santo. Finalmente, los milagros, si se volvieran de común
ocurrencia, dejarían de ser milagros, y serían considerados por los hombres como ley corriente.”
(La Prelacía, un error, Discusiones Evangélicas y Teológicas, 2:236-37).
Charles Spurgeon (1834-1892)
Querido hermano, honra al Espíritu de Dios como honrarías a Jesucristo si Él estuviera presente. Si
Jesucristo morara en tu casa tú no le ignorarías, no seguirías con tus asuntos como si no estuviera allí. No
ignores la presencia del Espíritu Santo en tu alma. Te ruego, no vivas como si no hubieras oído si hay un
Espíritu Santo. A Él dale tus adoraciones constantes. Da reverencia al prestigioso Huésped que ha tenido
a bien hacer de tu cuerpo su morada sagrada. Amalo, obedécele, adórale!
Ten cuidado de no imputar las vanas imaginaciones de tus fantasías a Él. He visto al Espíritu de Dios
vergonzosamente deshonrado por personas – espero que estaban locos – que han dicho que han tenido
esto y aquello revelado a ellos. No ha pasado sobre mi cabeza, desde hace algunos años, una sola
semana en la que no me han molestado con las revelaciones de hipócritas o maniacos. Semi-lunáticos
son muy aficionados a venir con los mensajes del Señor para mí y puede salvarles de algunos problemas
si les digo de una vez por todas que no voy a poner atención a ninguno de sus mensajes estúpidos.
… Nunca sueñes que eventos se revelan a ti desde el Cielo, o puedes llegar a ser como esos idiotas que
se atreven a imputar sus locuras flagrantes al Espíritu Santo. Si sientes que tu lengua te pica para decir
tonterías, sígueles su rastro al diablo, no al Espíritu de Dios. Lo que ha de ser revelado por el Espíritu
para que cualquiera de nosotros ya está en la Palabra de Dios – Él no añade nada a la Biblia, y nunca lo
hará. Que las personas que tienen revelaciones de esto, aquello y lo otro, vayan a la cama y vuelvan en sí.
Sólo me gustaría que sigan el consejo y ya no insulten al Espíritu Santo colocando sus tonterías ante Su
puerta.
(Sermón titulado, “El Paracleto,” El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, 1872, 18:563)
Habían alcanzado la cumbre de la piedad. Habían recibido “los poderes del siglo venidero.” No dones
milagrosos, que nos son negados en estos días, pero todos esos poderes con los que el Espíritu Santo
dota a un cristiano.
(Sermón titulado, “La Perseverancia Final,” El Púlpito de New Park, 1872, 2:171)
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Aquellas obras del Espíritu Santo que son concedidas en nuestra época a la Iglesia de Dios, son en todo
sentido tan valiosas como los dones milagrosos iniciales que ya no están con nosotros. La obra del
Espíritu Santo, por medio de la cual los hombres son resucitados de su muerte en el pecado, no es
inferior al poder que llevó a los hombres a hablar en lenguas.”
(Sermón titulado, “Recibiendo el Espíritu Santo,” El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, 1884, 30:386)
Como resultado de la ascensión de Cristo al cielo, la iglesia recibió apóstoles, los hombres que fueron
seleccionados como testigos porque habían visto personalmente al Salvador, un oficio que
necesariamente se extinguió, y con razón, porque el poder milagroso también es retirado. Fueron
necesarios de manera temporal, y fueron dados por el Señor ascendido como opción legada. Profetas,
también, estaban en la iglesia primitiva.
(Sermón titulado, “La Ascensión de Cristo,” El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, 1871, 17:178)
Debemos tener a los paganos convertidos, Dios tiene millares de Sus elegidos entre ellos, debemos ir y
buscar por ellos de alguna manera u otra. Muchas dificultades están eliminadas ahora, todos los países
están abiertos para nosotros, y la distancia es casi aniquilada. Es cierto que no tenemos las lenguas
pentecostales, pero las lenguas son ahora fácilmente adquiridas, mientras que el arte de la imprenta es
un equivalente completo por el don perdido.
(“Adelante,” en Un Ministerio en Todo, 55-57)
George Smeaton (1814-1889)
Los dones sobrenaturales o extraordinarios fueron temporales, y destinados a desaparecer cuando la
iglesia debió ser fundada y el canon inspirado de la Escritura cerrado, porque eran una prueba externa
de una inspiración.
(La Doctrina del Espíritu Santo, 51)
Abraham Kuyper (1837-1920)
Por tanto, los carismas deben ser considerados en un sentido económico. La Iglesia es una gran familia
con muchas necesidades, una institución que se ha hecho eficiente por medio de muchas cosas. Ellos
son a la Iglesia lo que la luz y el combustible son al hogar, no existen para sí mismos, sino para la familia,
y para ser puestos a un lado cuando los días son largos y cálidos. Esto se aplica directamente a los
carismas, muchos de los cuales, dados a la Iglesia apostólica, no están al servicio de la Iglesia de nuestros
días.
(La Obra del Espíritu Santo, 182)
William G. T. Shedd (1820-1894)
Los dones sobrenaturales de inspiración y milagros que poseyeron los apóstoles no fueron continuados
para sus sucesores ministeriales, puesto que ya no eran más necesarios. Todas las doctrinas del
Cristianismo habían sido reveladas a los apóstoles, y habían sido entregadas a la iglesia en forma escrita.
No había más necesidad de una posterior inspiración infalible. Y las credenciales y autoridad dadas a los
primeros predicadores del Cristianismo en actos milagrosos, no requerían repetición continua de una
edad a otra. Una edad de milagros debidamente autenticados es suficiente para establecer el origen
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divino del evangelio. En un tribunal humano, no es necesaria una serie indefinida de testigos. “Por boca
de dos o tres testigos,” los hechos se establecen. El caso que ha sido cerrado no volverá a abrirse.
(Teología Dogmática, 2:369)
Benjamin Warfield (1887- 1921)
Estos dones… eran parte de las credenciales de los Apóstoles como los agentes autorizados de Dios en la
fundación de la iglesia. Su función por lo tanto se limita distintivamente a la iglesia apostólica y ellos
necesariamente terminaron con ella.
(Milagros Falsos, 6)
Arthur Pink (1886-1952)
Así como hubo oficios extraordinarios (apóstoles y profetas) en el comienzo de nuestra dispensación,
también hubo dones extraordinarios; y como no hubo sucesores designados para estos oficios
extraordinarios, tampoco hubo intención de continuar esos dones extraordinarios. Los dones dependían
de los oficios. No tenemos más a los apóstoles con nosotros, y por consiguiente los dones
sobrenaturales, la comunicación de los cuales constituyó parte esencial de las señales de un apóstol (2
Cor. 12:12), están ausentes.
(Estudios en las Escrituras, 9:319)
Martyn Lloyd Jones (1899-1981)
Pero una vez que estos documentos del Nuevo Testamento fueron escritos el oficio de profeta ya no era
necesario. De ahí que en las epístolas pastorales que se aplican a una etapa posterior en la historia de la
Iglesia, cuando las cosas se habían vuelto más establecidas y fijas, no hay ninguna mención de profetas.
Está claro que incluso para entonces el oficio de profeta ya no era necesario, y el llamado era para los
maestros y pastores y otros, para exponer las Escrituras y transmitir el conocimiento de la verdad.
Una vez más, debemos señalar que a menudo en la historia de la Iglesia el problema había surgido
porque la gente pensaba que eran profetas en el sentido del Nuevo Testamento, y que habían recibido
revelaciones especiales de la verdad. La respuesta a eso es que en vista de las Escrituras del Nuevo
Testamento no hay necesidad de verdad adicional. Esa es una proposición absoluta. Tenemos toda la
verdad en el Nuevo Testamento, y no hay necesidad de revelaciones adicionales. Todo ha sido dado,
todo lo que es necesario para nosotros está disponible. Por lo tanto, si un hombre asegura haber
recibido una revelación de una verdad nueva debemos sospechar de él de inmediato…
La respuesta a todo esto es que la necesidad de profetas termina una vez que tenemos el canon del
Nuevo Testamento. Ya no necesitamos revelaciones directas de la verdad, la verdad está en la Biblia.
Nunca debemos separar el Espíritu y la Palabra. El Espíritu nos habla a través de la Palabra, de modo que
siempre hay que poner en dudar y cuestionar cualquier supuesta revelación que no es totalmente
coherente con la Palabra de Dios. De hecho, la esencia de la sabiduría es rechazar por completo el
término “revelación” en la medida que a nosotros respecta, y hablar sólo de “iluminación.” La revelación
ha sido dada una vez por todas, y lo que necesitamos y lo que por la gracia de Dios podemos tener, y
tenemos, es la iluminación por el Espíritu para entender la Palabra.
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Pregunta: “¿Es bíblico el cesasionismo?”
Respuesta: El cesasionismo es la creencia de que los “dones milagrosos” de las lenguas y la sanidad ya
han cesado – que el fin de la era apostólica marcó el fin de los milagros asociados con esa era. La
mayoría de los cesasionistas creen que, mientras que Dios puede y aún realiza milagros hoy en día, el
Espíritu Santo ya no utiliza a individuos para llevar a cabo señales milagrosas.
Los registros bíblicos muestran que los milagros se produjeron durante determinados períodos
específicos con el propósito de autentificar un nuevo mensaje de Dios. A Moisés se le concedió realizar
milagros para autentificar su ministerio ante el faraón (Éxodo 4:1-8). Elías realizó milagros para
autentificar su ministerio ante Acáb (1 Reyes 17:1;18:24). Los apóstoles realizaron milagros para
autentificar su ministerio ante Israel (Hechos 4:10, 16).
El ministerio de Jesús también fue marcado por milagros, a los que el apóstol Juan llama “señales” (Juan
2:11). Lo que Juan quería decir es que los milagros eran la prueba de la autenticidad del mensaje de
Jesús.
Después de la resurrección de Jesús, mientras la Iglesia se establecía y el Nuevo Testamento estaba
siendo escrito, los apóstoles lo demostraban con “señales” tales como las lenguas y el poder para sanar.
“Así que las lenguas son una señal, no para los que creen, sino para los incrédulos.” (1 Corintios 14:22, un
verso que dice claramente que el don nunca fue para edificar a la iglesia).
El apóstol Pablo predijo que el don de lenguas acabaría (1 Corintios 13:8). Aquí exponemos seis pruebas
de que ya han cesado:
1) Los apóstoles, a través de quienes vinieron las lenguas, fueron únicos en la historia de la iglesia. Una
vez que su ministerio fue concluido, la necesidad de señales que lo autentificaran dejó de existir.
2) Los dones de milagros (o señales) solo son mencionados en las primeras epístolas, tales como 1
Corintios. Los libros posteriores, tales como Efesios y Romanos, contienen pasajes detallados sobre los
dones del Espíritu, pero los dones de milagros ya no son mencionados, aunque Romanos menciona el
don de la profecía. La palabra griega traducida como “profecía” significa “declarar” y no necesariamente
incluye la predicción del futuro.
3) El don de lenguas era una señal para el Israel incrédulo de que la salvación de Dios ahora estaba
disponible para otras naciones. Ver 1 Corintios 14:21-22 e Isaías 28:11-12.
4) El don de lenguas era inferior al de la profecía (predicar). Predicar la Palabra de Dios edifica a los
creyentes, mientras que las lenguas no lo hacen. Se les dice a los creyentes que procuren profetizar más
que hablar en lenguas (1 Corintios 14:1-3).
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5) La historia indica que las lenguas cesaron. Las lenguas ya no son mencionadas en absoluto por los
Padres Post-apostólicos. Otros escritores tales como Justino Mártir, Orígenes, Crisóstomo y Agustín,
consideraron que las lenguas fueron algo que sucedió solo en los primeros días de la Iglesia.
6) Observaciones actuales confirman que el milagro de las lenguas ha cesado. Si el don estuviera aún
vigente, no habría necesidad de que los misioneros asistieran a escuelas de idiomas. Los misioneros
podrían viajar a cualquier país y hablar cualquier lenguaje fluidamente, así como los apóstoles fueron
capaces de hacerlo en Hechos 2. Respecto al don de sanidad, vemos en las Escrituras que la sanidad
estaba asociada con el ministerio de Jesús y los apóstoles (Lucas 9:1-2). Y vemos que al finalizar de la era
apostólica, la sanidad, al igual que las lenguas se volvieron menos frecuentes. El apóstol Pablo, quien
resucitó a Eútico (Hechos 20:9-12), no sanó a Epafrodito (Filipenses 2:25-27), ni a Trófimo (2 Timoteo
4:20), ni a Timoteo (1 Timoteo 5:23), ni aún a sí mismo (2 Corintios 12:7-9). Las causas del “fracaso en
sanar” de Pablo son: 1) el don nunca tuvo como propósito sanar a todo cristiano, sino el autentificar el
apostolado; y 2) la autoridad de los apóstoles ya había sido probada suficientemente, no habiendo ya
más necesidad de milagros posteriores.
Las razones arriba expuestas son la evidencia para elcesasionismo. De acuerdo a 1 Corintios 13:13-14,
haríamos bien en “seguir el amor,” el mejor de todos los dones. Si debiéramos desear dones, hemos de
desear declarar la Palabra de Dios, para que todos sean edificados.