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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
1 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 12 
HECHOS Y ROMANOS 
Capítulo 1 
Los hechos del Cristo resucitado 
El Libro de Hechos es el único libro inspirado de la historia 
de la iglesia del Nuevo Testamento. Conecta los cuatro Evangelios 
con las trece cartas de Pablo. Si no fuera por este libro de historia, al 
comenzar a leer las cartas de Pablo, usted se preguntaría: “¿Quién es 
este apóstol, llamado Pablo? No aparece en los Evangelios”. Si no 
estuviera el libro que vamos a estudiar ahora, faltaría un importante 
eslabón en el Nuevo Testamento. 
En cierto sentido, los cinco primeros libros del Nuevo 
Testamento son, todos, libros históricos. Si bien los Evangelios son 
básicamente biografías inspiradas de Jesús, son también libros 
históricos. Sin embargo, el Libro de Hechos se diferencia de los 
Evangelios en que es el libro de la historia de la iglesia del Nuevo 
Testamento. 
Este libro comienza así: “En el primer tratado, oh Teófilo, 
hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a 
enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber 
dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había 
escogido” (Hechos 1:1, 2). 
Estos primeros versículos de Hechos nos dicen que el autor 
de este libro es el mismo hombre que escribió el Evangelio de Lucas, 
y que dirige el Libro de Hechos al mismo hombre al que dirigió el 
tercer Evangelio. Teófilo, cuyo nombre significa ‘que ama a Dios’,
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
2 
aparentemente era un hombre al que Lucas consideró merecedor de 
recibir estos dos documentos vitalmente importantes. 
En Hechos, Lucas continúa la historia que comenzó en el 
Evangelio que lleva su nombre. Él escribe que, en su Evangelio, nos 
dio un relato histórico y preciso de todas las cosas que Jesús 
comenzó a hacer hasta su ascensión. Sin embargo, nos dice que, 
luego de su ascensión, Jesús continuó “haciendo y enseñando” a 
través de los apóstoles. Por lo tanto, muchas ediciones de la Biblia 
denominan a este libro “Los hechos de los apóstoles”. 
Cuando entendemos la importancia del día de Pentecostés, 
creemos que un título mejor podría ser: “Los hechos del Espíritu 
Santo a través de los apóstoles”. Dado que Pedro atribuye todas las 
señales y maravillas de Pentecostés al Cristo resucitado y vivo, un 
título aún mejor sería: “Los hechos del Cristo resucitado a través de 
los apóstoles” (ver 2:32, 33). 
Note que el Libro de Hechos no finaliza; simplemente se 
detiene. Algunos eruditos creen que esto se debe a que Lucas fue 
arrestado y no pudo terminar el libro. Otros creen que no finaliza 
porque es la historia de la iglesia, y usted y yo todavía estamos 
escribiendo esa historia. 
Qué buscar en el Libro de Hechos 
Dado que el Hechos es un libro de historia, debemos 
encararlo como hicimos con los doce libros históricos del Antiguo 
Testamento. Pablo escribió acerca de la historia hebrea: “Y estas 
cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para 
amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los 
siglos” (1 Corintios 10:11). Busque ejemplos y amonestaciones (o 
advertencias) cuando lea Hechos. 
El propósito de la iglesia 
Al leer este libro histórico, busque el propósito que se le dio a 
la iglesia. Cuando Jesús llegó al final de su tiempo con los apóstoles, 
les dio lo que llamamos “la Gran Comisión”. Usted encontrará la 
Gran Comisión al final de cada uno de los cuatro Evangelios. Según 
Mateo, estas fueron las últimas palabras de Jesús a sus discípulos: 
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, 
id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el 
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que 
guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con 
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:18- 
20). 
El libro histórico del Nuevo Testamento comienza de la 
misma forma en que finalizan los cuatro Evangelios, con la Gran 
Comisión. En realidad, la Gran Comisión tiene un imperativo o 
mandamiento, “haced discípulos”, seguido de tres participios que 
modifican el imperativo: “Haced discípulos yendo, predicando, 
bautizando y enseñando”. 
En Hechos, esto es exactamente lo que sucede. Los apóstoles 
hicieron discípulos yendo, predicando, bautizando y enseñando. El
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
3 
propósito que se le dio a la iglesia, desde su inicio mismo, es la Gran 
Comisión. Esa comisión es “el estatuto (el propósito escrito) de la 
iglesia”. Como toda organización, la iglesia debe cumplir los 
términos de su estatuto, porque si no, debería dejar de existir. 
La promesa dada a la iglesia 
En los primeros versículos de este libro se nos dice que, antes 
de ascender al cielo, Jesús dio mandamientos a los apóstoles. 
Además de la Gran Comisión, Jesús les ordenó que esperaran que se 
cumpliera la promesa del Padre (ver Hechos 1:4). Jesús les había 
prometido en el aposento alto que les enviaría el Espíritu Santo. 
Ahora, les está ordenando, básicamente, que no den el primer paso de 
obediencia en la Gran Comisión hasta que se cumpla esa promesa. 
La Biblia tiene mucho que decir acerca de esperar en el 
Señor. Isaías predicó uno de mis sermones favoritos sobre la espera: 
“Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas 
como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se 
fatigarán” (Isaías 40:31). 
Cuando Isaías dijo al pueblo de Dios que esperara como lo 
hace un águila, estaba compartiendo una verdad muy preciosa acerca 
de la fe. Hay veces que las águilas no vuelan. Cuando un águila ve 
que se aproxima una tormenta, se posa sobre el borde de su nido un 
tiempo muy largo –tal vez horas– y espera hasta que las corrientes de 
aire alcancen una gran velocidad. Luego da un salto de cinco metros, 
extiende sus magníficas alas y encuentra en ese viento poderoso la 
aerodinámica que necesita para sobrevolar la tormenta. 
Cuando lea el primer capítulo de Hechos, imagínese a la 
iglesia como un águila posada en el borde de su nido, esperando el 
viento del Espíritu que vendrá el día de Pentecostés. Cuando lea el 
segundo capítulo de este libro, imagine que el águila salta de su nido, 
confiando en que el viento le dará la aerodinámica para sobrevolar la 
adversidad que enfrenta. 
El poder dado a la iglesia 
El capítulo 2 describe la llegada del Espíritu Santo en el día 
de Pentecostés. Este es uno de los sucesos más importantes de la 
historia del pueblo de Dios, porque la iglesia simplemente no puede 
cumplir su propósito si no viene sobre ella el poder del Espíritu 
Santo. Esto se cumple también en el nivel individual. Cuando 
intentamos hacer un discípulo para Jesucristo, intentamos lo 
imposible sin el poder del Espíritu Santo. 
El desempeño que se le dio a la iglesia 
Tal vez recuerde que el énfasis de las enseñanzas de Jesús en 
el Sermón del Monte no era la profesión sino el desempeño (Mateo 5 
al 7). Según Jesús, lo importante no es lo que decimos, sino lo que 
hacemos. Él enfatizó ese valor cuando enseñó a los apóstoles. No 
deberíamos sorprendernos cuando leemos que el mundo del primer 
siglo se asombró por el desempeño de la iglesia.
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
4 
Hay muchas cosas que deberíamos notar acerca del 
desempeño de la iglesia. Primero, observe la predicación de los 
apóstoles. Se registran muchas grandes predicaciones en este libro 
histórico, y esas predicaciones comienzan el día de Pentecostés. El 
resultado más importante de Pentecostés fue que se hicieron tres mil 
discípulos gracias a la predicación de Pedro, y miles se convertían 
cada vez que Pedro predicaba sermones luego del día de Pentecostés. 
La predicación de los apóstoles en el Libro de Hechos es una 
predicación ungida. Con eso quiero decir que el Espíritu Santo de 
Dios viene sobre ellos mientras predican. Esto se llama “unción” en 
la Biblia, que significa la aplicación energizante del Espíritu Santo 
sobre la persona que está predicando o ministrando algunos de los 
dones que han llegado a conocerse como “los dones del Espíritu”. 
Considere cuidadosamente los sermones de Pedro registrados 
en el Libro de Hechos. No parece haber nada especial en ellos. Así 
que, ¿por qué se convertían miles de personas cada vez que predicaba 
Pedro? Había resultados sobrenaturales porque Pedro tenía la unción 
energizante del Espíritu Santo sobre él cuando predicaba. Se les 
acusó a los discípulos de Jesús de llenar todo Jerusalén con sus 
enseñanzas (ver 5:28). Hoy, a los que seguimos a Cristo, ¿alguna vez 
se nos acusa de esto y, si ocurriera, habría suficiente evidencia como 
para condenarnos? 
Entonces, ¿qué es una iglesia? 
Al leer el Libro de Hechos, note que aparecen unas cincuenta 
personas en este libro histórico de la iglesia del Nuevo Testamento. 
La palabra “iglesia”, en griego, es eclesia, que significa ‘asamblea’ o 
‘los llamados’. Esta palabra significa ‘una asamblea de personas que 
son llamadas fuera de este mundo para seguir al Cristo resucitado y 
vivo, que tienen comunión con Él y entre sí’. En el sentido más puro 
de la palabra, “iglesia” significa ‘personas’. 
Al leer este libro por primera vez, trate de familiarizarse con 
al menos cincuenta personas, aparte de Pedro y Pablo. El Libro de 
Hechos es la historia de personas muy comunes que hacen cosas muy 
fuera de lo común porque están ungidas y llenas del Espíritu Santo de 
Dios. Ese mismo Dios y ese mismo Poder están disponibles para 
usted o para mí, para que hagamos su obra hoy (ver Mateo 28:18-20). 
Cuando usted sirve al Señor hoy, ¿viene antes de ir? ¿Espera 
en su presencia para que la unción energizante del Espíritu Santo 
venga sobre usted, o simplemente va y trata de hacer el trabajo de 
Dios con sus propias fuerzas? Uno de los mensajes del Libro de 
Hechos es que, sin la ayuda de Dios, no podemos llevar a cabo la 
obra de Dios. Por lo tanto, debemos esperar el poder del Espíritu 
Santo antes de intentar hacer la obra del Cristo resucitado y vivo.
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
5 
Capítulo 2 
Las huellas digitales de la iglesia invisible 
El segundo capítulo comienza con el relato de lo sucedido el 
día de Pentecostés, que fue el día en que nació la iglesia (ver Hechos 
2:1-18). Cuando leemos el segundo capítulo de Hechos, es 
importante que nos demos cuenta de que el día de Pentecostés era un 
día sagrado judío. Esta era su celebración de la cosecha, un día de 
acción de gracias, en que el pueblo judío agradecía a Dios por la 
provisión de su cosecha. Hay una gran significación simbólica o 
alegórica aquí, porque estaba por comenzar una gran cosecha 
espiritual en ese día sagrado. En el día de Pentecostés, el Cristo 
resucitado comenzó a edificar la iglesia que evangelizaría el mundo 
con Él y para Él. 
Esto era posible ahora porque el Espíritu Santo descendió con 
gran poder ese día. Hubo señales y maravillas que acompañaron la 
llegada del Espíritu Santo. Hubo un sonido como de un viento 
poderoso y repentino. Hubo lenguas repartidas como fuego sobre las 
cabezas de quienes “profetizaban”. Luego esa misma gente “habló en 
otras lenguas”. 
Una pregunta y su respuesta nos ayudan a centrarnos en el 
significado de este suceso milagroso. La pregunta es: “¿Qué significa 
todo esto?”. Pedro contestó la pregunta en su sermón: ”Esto es lo 
dicho por el profeta Joel”. Joel había profetizado que, en los tiempos 
postreros, Dios derramaría su Espíritu sobre sus hijos e hijas, y éstos 
profetizarían (Joel 2:28, 29). 
En Pentecostés, el mensaje que surgió del milagro de estas 
lenguas se denomina “profecía”, es decir un mensaje de Dios que 
está dirigido a los oídos del pueblo. 
Pablo escribe acerca de un milagro que describe como “el don 
de lenguas”. Dice muy claramente que el don de lenguas del que 
habla es muy distinto de las lenguas que se hablaron el día de 
Pentecostés. Escribe: “Porque el que habla en lenguas no habla a los 
hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu 
habla misterios” (1 Corintios 14:2). 
Cuando un creyente está ejerciendo este don de lenguas, su 
mensaje no está dirigido a los oídos de los hombres. Está hablando a 
Dios. No está hablando a los hombres, como hicieron los que 
hablaron el día de Pentecostés. Está hablando a Dios. Pero las 
lenguas de las que leemos en Pentecostés comunicaban una profecía, 
un mensaje de Dios para los hombres. Estas lenguas fueron una de 
las muchas señales y maravillas que acompañaron la llegada del 
Espíritu Santo el día de Pentecostés. 
Se registra más de un “Pentecostés” en el Libro de Hechos. 
Primero, está el Pentecostés de Jerusalén. Luego, cuando los 
apóstoles van a Samaria –y varias veces, al cruzar al mundo no 
judío– experimentan un Pentecostés. Note que, cada vez que hay un 
Pentecostés, siempre está relacionado con el propósito dado a la 
iglesia en la Gran Comisión: “Pero recibiréis poder, cuando haya
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
6 
venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y [entonces] me seréis 
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de 
la tierra” (Hechos 1:8). 
Huellas digitales 
Hay varias cosas que usted debería tener en cuenta al leer el 
Libro de Hechos. Observe los patrones que surgen de la primera 
generación de la iglesia. Ante todo, observe el patrón de la iglesia 
misma. Podríamos llamar a este patrón “las huellas digitales visibles 
de la iglesia invisible”. Los teólogos hablan de la iglesia visible y la 
iglesia invisible, o de la iglesia universal y la iglesia en su expresión 
local. La comunidad de los creyentes de la cual usted forma parte en 
su comunidad debe ser una expresión local y visible de la iglesia 
invisible y universal que el Cristo resucitado está edificando en este 
mundo. 
¿Cómo sabemos que nuestra iglesia local es una expresión 
visible de la iglesia invisible y universal? Así como nuestras huellas 
digitales pueden identificar dónde hemos estado y lo que hemos 
tocado, la iglesia puede ser identificada por sus “huellas digitales”. 
Busque estas “huellas digitales” al estudiar la iglesia de la primera 
generación. La iglesia del Libro de Hechos tenía “huellas digitales”, 
expresiones visibles de la iglesia invisible, universal y verdadera. 
El evangelismo era la “huella del pulgar” de la iglesia que 
nació el día de Pentecostés. Los apóstoles entendieron que debían 
extenderse como misioneros y evangelistas. Tres mil personas se 
convirtieron solo el día de Pentecostés, y miles más se convirtieron 
más adelante, cuando los apóstoles y otros predicaban el evangelio. 
La enseñanza era la “huella del índice” de la iglesia. Leemos 
que los nuevos conversos perseveraban en la doctrina de los 
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y 
en las oraciones (Hechos 2:42). 
La “huella del dedo medio” visible de la iglesia invisible era 
la comunión. Los apóstoles creían que las personas que recibían su 
enseñanza debían interactuar con ellos. La palabra griega para 
“comunión” es koinonia. La palabra significa ‘estar en una relación 
que está fundada en un pacto de compromiso’. El pacto de 
compromiso de la primera generación de creyentes era, primero, con 
el Cristo resucitado y vivo y, solo después, entre sí. 
¿De dónde sacaron los apóstoles la idea de que quienes eran 
enseñados debían tener comunión con los que les estaban enseñando? 
Tal vez recuerde de nuestro estudio del Evangelio de Juan que, 
cuando algunos de ellos se encontraron con Jesús, le preguntaron 
dónde vivía (Juan 1:37-39). Jesús les contestó diciéndoles que fueran 
y vieran dónde vivía. Leemos que fueron y vieron dónde vivía, 
vivieron con Él, y vivieron y murieron por Él por lo que vieron 
cuando se comprometieron a ir a ver dónde y cómo vivía Él. 
Vivieron con Él tres años. Por eso no debemos sorprendernos al leer 
que las personas que se convirtieron el día de Pentecostés tuvieron 
una calidad de comunión especial con quienes los habían hecho 
discípulos.
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
7 
La “huella del dedo anular” era la adoración. Leemos que los 
conversos se dedicaban también al “partimiento del pan” con los 
apóstoles (Hechos 2:42). Eso significaba la Mesa de la Comunión. 
Cuando Jesús instituyó lo que llamamos “la Cena del Señor” y les 
indicó que tomaran de esa mesa hasta que Él volviera (1 Corintios 
11:26), estaba dando a los apóstoles su única instrucción acerca de 
cómo quería que adorara su iglesia (Lucas 22:14-19). Así que, 
cuando los primeros discípulos se reunían, adoraban observando la 
Mesa del Señor. 
Leemos, también, que continuaban con los apóstoles en la 
oración, la “huella del dedo meñique” visible del Cristo resucitado. 
Dado que no podemos hacer la obra del Cristo resucitado a menos 
que permanezcamos en Él, debemos orar continuamente para obtener 
poder del la Vid espiritual del Cristo resucitado y vivo (Juan 15:1- 
16). Jesús había enseñado a los apóstoles que pidieran, buscaran y 
golpearan a la puerta continuamente y con perseverancia, porque 
todo el que lo hiciera recibiría, encontraría y vería abrirse la puerta, y 
Dios les daría el Espíritu Santo (Lucas 11:9-13; Mateo 7:7-11). 
¿Dónde está Él? 
El Nuevo Testamento comienza con la pregunta que hacen 
los hombres sabios: “¿Dónde está Él?” (Mateo 2:2). Jesús nos dijo 
que edificaría su iglesia, y que todos los poderes del infierno no 
podrían impedir que Él la edificara (Mateo 16:18). El apóstol Juan 
registra la revelación o “apocalipsis” sobrenatural del Cristo 
resucitado y vivo que camina entre sus iglesias (Apocalipsis 1:13- 
2:1). Esa revelación contesta la pregunta de los sabios: Él está “en 
medio” de las iglesias. Es ahí donde está, y es lo que está haciendo 
hoy. Comenzó su obra milagrosa en el Libro de Hechos y sigue 
haciendo esa obra hoy. 
¿Cómo medimos la salud, o cómo medimos los “signos 
vitales” de nuestras iglesias locales hoy? Ante todo, debemos buscar 
evidencias de estas huellas digitales. Cuando vemos estas huellas 
digitales en nuestras iglesias, en una escala de uno a diez, debemos 
asignar un puntaje regularmente a los ministerios relacionados con el 
evangelismo, la enseñanza, la comunión, la adoración y la oración, y 
ver cómo se compara nuestra iglesia con la iglesia de la primera 
generación que encontramos en Hechos. 
Entonces tendremos una forma de medir el grado en que 
podemos decir que nuestra iglesia es una expresión visible de la 
iglesia que el Cristo resucitado y vivo está edificando en este mundo 
hoy.
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
8 
Capítulo 3 
Los patrones visibles de la iglesia invisible 
Casi inmediatamente, la iglesia del Nuevo Testamento 
encontró amenazas y desafíos. Al observar cómo los líderes de la 
iglesia enfrentan esos problemas –la persecución de afuera y los 
problemas de adentro–, comienzan a aparecer ciertos patrones. Estos 
patrones son algunos de esos ejemplos y advertencias que Pablo nos 
dice que tienen el propósito de instruirnos y advertirnos hoy cuando 
leemos la historia bíblica (ver 1 Corintios 10:11). 
Por ejemplo, el patrón de dar se establece muy temprano en la 
historia de la iglesia. Leemos que quienes tenían propiedades las 
vendieron y trajeron el producido de la venta a los apóstoles para que 
pudiera distribuirse de acuerdo con las necesidades de los creyentes. 
Daban más que el diezmo, una ofrenda o aun un sacrificio; daban 
todo lo que tenían. 
También observamos el patrón de la desobediencia civil. Este 
es un patrón interesante. Jesús dijo: “Dad, pues, a César lo que es de 
César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21). Dios no pedirá lo 
que es del César, pero hay veces en que el César pide lo que es de 
Dios. Cuando César pide lo que es de Dios, este ejemplo de la 
enseñanza del Nuevo Testamento de Jesús nos dice que no podemos 
dárselo. 
Jesús ordenó a los apóstoles que predicaran y enseñaran el 
nombre y el evangelio de Jesucristo. Pero las autoridades religiosas y 
civiles les ordenaron que no pronunciaran siquiera el nombre de 
Jesús (Hechos 4:18). La primera vez que ocurrió esto, los apóstoles 
contestaron a las autoridades, básicamente, que, como simples laicos, 
no estaban calificados para decir si estaba bien hacer caso a Dios o a 
sus gobernantes. Entonces tuvieron una reunión de oración. La 
próxima vez que las autoridades les prohibieron predicar el nombre y 
el evangelio de Cristo, contestaron inmediatamente: “Es necesario 
obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). ¡Esto es 
desobediencia civil! 
Hay momentos en que, para ser fieles a su llamado, los 
seguidores de Cristo deben sufrir las consecuencias de obedecer a 
Dios y a Cristo, antes que a los hombres. A lo largo de los siglos, y 
en todo el mundo hoy, hay creyentes que sufren esas amargas 
consecuencias. Han muerto más creyentes por su fe desde la década 
de 1940 y el final de la Segunda Guerra Mundial que en el resto de la 
historia de la iglesia. 
Vemos también surgir el patrón de la disciplina en la iglesia. 
Había un hombre y su esposa, llamados Ananías y Safira, que 
vendieron una propiedad y mintieron a los apóstoles en cuanto al 
precio de la venta. En esta historia, Pedro mostró un discernimiento 
asombroso. Preguntó: “Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón 
para que mintieses al Espíritu Santo, [...]? No has mentido a los 
hombres, sino a Dios” (Hechos 5:3, 4). Cuando fueron confrontados 
por separado con su pecado, ¡tanto Ananías como Safira cayeron 
muertos!
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
9 
Esta severa disciplina mantuvo pura a la iglesia, y puso un 
temor reverente y santo de Dios en los discípulos. Y la gente de la 
cultura secular de Jerusalén supo que era un asunto muy serio 
convertirse en un seguidor de Cristo y un miembro de la iglesia (ver 
5:11-13). 
En el capítulo 6 de Hechos, surge un patrón que debe ser 
aplicado cuando crece una iglesia. La iglesia crecía rápidamente y 
tenía muchas personas que vivían juntas en un sistema comunitario. 
Cuando miles de personas viven juntas y tienen que ser alimentadas 
varias veces al día, hace falta tener un programa de servicios de 
comida (6:1). Los apóstoles se vieron absorbidos por manejar este 
programa, y esto los estaba alejando de su ministerio de la Palabra de 
Dios. Así que convocaron una reunión de la gran multitud y le 
dijeron: “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para 
servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete 
varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, 
a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en 
la oración y en el ministerio de la palabra” (6:2-4). 
Cuando se hizo esto, los apóstoles comisionaron a los que 
habían sido escogidos para encargarse de esta tarea, y ellos se 
dedicaron por completo a la oración y al ministerio de la Palabra de 
Dios. Esta decisión fue muy bendecida por Dios, y dio como 
resultado una extensión dinámica del evangelio en la ciudad de 
Jerusalén. Este es el origen de lo que muchas iglesias denominan 
“diáconos” hoy. Era la responsabilidad de los diáconos elegidos 
ocuparse de los asuntos de la iglesia de modo que las personas con 
dones pastorales pudieran estar libres para dedicarse al ministerio 
pastoral. 
El precedente establecido por la iglesia en esta ocasión 
muestra el principio de que hay un lugar en el cuerpo de Cristo para 
todo discípulo. Todas las personas que tienen la unción energizante 
del Espíritu Santo tienen dones espirituales. Algunos de estos dones 
son pastorales, y algunos son dones espirituales prácticos. 
Los dones prácticos, que el Nuevo Testamento llama “de 
ayuda”, “de gobierno” o “de administrar”, son tan espirituales como 
los dones de la persona que predica, enseña o evangeliza. Sin 
embargo, todo discípulo debería ocupar su lugar y ejercer los dones 
que Dios le ha dado. Una iglesia que acepta y aplica este patrón serán 
bendecida y crecerá. 
¿Ha descubierto usted el patrón de su don espiritual? Una vez 
que lo haya hecho, entréguese por completo a los ministerios que sus 
dones espirituales lo equipan para hacer para el Señor. Este patrón 
implica, a veces, que un discípulo que es fiel en un ministerio 
práctico, luego pase al ministerio pastoral. El mártir Esteban, y 
Felipe, el evangelista, son ejemplos de este patrón de pasar de un 
ministerio a otro, ya que empezaron siendo fieles como diáconos y 
luego se convirtieron en evangelistas. 
Otro patrón que surge del Libro de Hechos es el martirio. Una 
famosa cita de los historiadores de la iglesia es: “La sangre de los 
mártires es la semilla que hace crecer a la iglesia”. Esteban perdió la
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
10 
vida a causa de un sermón (7:54-60). Cuando Esteban murió por su 
fe, un hombre llamado Saulo de Tarso estaba guardando la ropa de 
los que lo apedrearon. La conversión de este hombre, Saulo, tiene 
que haber sido influida por el martirio de Esteban. Eso es lo que 
quiere decir la cita anterior acerca de que la sangre de los mártires 
hace crecer la iglesia. 
Otro patrón obvio y hermoso en la iglesia es la sanidad. Hay 
un tremendo énfasis en la sanidad en la historia de Lucas de la 
iglesia, como ocurre también en su Evangelio. Según Lucas, el Cristo 
resucitado y vivo está obrando ahora a través de los apóstoles, para 
continuar su ministerio de sanación. 
Pedro y Juan se encuentran con un hombre sentado a la puerta 
del templo. Es un paralítico de cuarenta años. Durante toda su vida, 
alguien lo ha llevado a la puerta del templo para mendigar. Cuando 
Pedro y Juan están entrando en el templo, este hombre está ahí con su 
taza. Pedro le dice: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; 
en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (3:6). 
Leemos que el hombre no solo se levanta y camina. ¡Entra en 
el templo andando y saltando, y alabando a Dios! Un orgulloso y 
prestigioso líder de la iglesia señaló recientemente que la iglesia ya 
no puede decir: “No tengo plata ni oro”. Un humilde siervo del Señor 
respondió: “Tampoco puede decir la iglesia hoy: ‘En el nombre de 
Jesucristo de Nazaret, levántate y anda’”. 
Esta sanidad, como la que obró Jesús en el hombre del 
estanque de Betesda (Juan 5), da a los apóstoles una tremenda 
oportunidad para predicar el evangelio. Las autoridades religiosas 
quedan impactadas cuando ven a estos pescadores analfabetos 
predicando en su templo. Sin embargo, cuando arrestan a los 
apóstoles y les prohíben predicar, lo que no pueden negar es el hecho 
de que los apóstoles habían realizado este verdadero milagro de 
sanidad. 
En el fondo de este ministerio de sanidad hay algo todavía 
más fundamental. Es el carisma sobrenatural del Espíritu Santo en la 
iglesia del Nuevo Testamento. Observe este patrón en la iglesia de la 
primera generación: solo por el poder dado a la iglesia podemos ver 
el desempeño de la iglesia que no puede ser negado por el mundo. 
El patrón del martirio 
Esteban, que fue elegido como uno de los primeros diáconos, 
pasó de lo práctico a lo pastoral, y se convirtió en un gran predicador. 
Al predicar este magnífico sermón ante el Sanedrín, el consejo 
religioso que gobernaba a los judíos, Esteban está, obviamente, 
predicando en el poder del Espíritu Santo. La predicación no es solo 
cuestión de un estudio diligente y una presentación ingeniosa. La 
predicación es un don espiritual, y si no se practica con la unción del 
Espíritu Santo, no es verdaderamente la predicación ungida que 
vemos como modelo en este libro. 
En su sermón, Esteban da una reseña de los treinta y nueve 
libros del Antiguo Testamento. Demuestra tener una notable 
comprensión de las Escrituras. Comienza por Abraham, menciona a
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
11 
Isaac, Jacob, cubre los ministerios de José, Moisés, David y 
Salomón. Cubre toda la gama de la historia hebrea hasta la cautividad 
en Babilonia. 
El propósito del sermón de Esteban no es evangelístico, si 
bien termina siendo un sermón fructífero, como veremos pronto. El 
propósito del sermón de Esteban es decir a los líderes religiosos que 
ellos habían rechazado la gracia, el amor y la salvación de Dios. 
Habían rechazado todo lo bueno que Dios había intentado hacer por 
ellos jamás. El punto culminante de su rechazo fue rechazar al Señor 
de Esteban, Jesucristo, el Mesías. 
Mientras Esteban hace una reseña de la historia hebrea para 
estos líderes religiosos, lo que quiere demostrar es que ellos siempre 
habían rechazado la salvación de Dios. La respuesta que ellos dieron 
al sermón de Esteban fue predecible: 
“Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y 
crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, 
puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba 
a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo 
del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando 
grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y 
echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron 
sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. 
“Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor 
Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: 
Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, 
durmió” (7:54-60). 
Al morir a causa del sermón que predicó, Esteban muestra 
que está lleno del Espíritu Santo. Tiene una tremenda visión de Dios 
y de Cristo. Y muere como su Señor lo había inspirado para que 
muriera, pidiendo el perdón de quienes estaban quitándole la vida. 
En el apedreamiento de Esteban nos encontramos con el 
mayor misionero, el mayor plantador de iglesias, pastor, maestro y 
autor de la historia de la iglesia de Jesucristo. Cuando lo conocemos, 
está guardando la ropa de las personas que apedrearon a Esteban. Es 
Saulo de Tarso, que se convertiría en el apóstol Pablo. 
Cuando llegamos a conocer a ese joven llamado Saulo de 
Tarso, nos damos cuenta de cómo y por qué el sermón y el ejemplo 
de Esteban podrían haber impactado su vida tan dinámicamente. 
Saulo era un “fariseo de fariseos”, y estaba dedicado fanáticamente a 
la preservación de las doctrinas ortodoxas de la fe judía. Odiaba lo 
que consideraba que era una nueva secta que era una amenaza para el 
judaísmo. 
Sin embargo, además de estar impresionado por la forma de 
morir de Esteban por sus convicciones, como lo hizo Cristo, al ser un 
gran erudito judío ortodoxo de las Escrituras del Antiguo 
Testamento, sin duda, el resumen ungido y las aplicaciones 
ortodoxas de la historia hebrea que aparecen en el sermón de Esteban 
le provocaron admiración y convicción de pecado. 
¿Estaría usted dispuesto a morir por Jesucristo, como lo hizo
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
12 
Esteban? ¿Tendría usted la gracia para perdonar a sus enemigos? 
Tal vez la pregunta más difícil es: “¿Está usted dispuesto, o tiene la 
gracia, para vivir por Jesucristo?”. 
Capítulo 4 
¿Cómo se hace un discípulo? 
¿Cómo se hace un discípulo, precisamente? Hay una hermosa 
historia en el Libro de Hechos que nos contesta esa pregunta (Hechos 
8:26-40). Un hombre llamado Felipe que, como Esteban, fue uno de 
los primeros diáconos, se convierte en otro ejemplo de un creyente 
con un patrón de un don espiritual práctico que pasa a un patrón 
pastoral al convertirse en evangelista. Viaja a Samaria y tiene un 
ministerio evangelístico muy fructífero allí. 
Durante esta cruzada evangelística sumamente fructífera, el 
Señor le dice, a través de un ángel: “Levántate y ve hacia el sur, por 
el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto” 
(Hechos 8:26). Si bien los evangelistas suelen ir a las ciudades, 
Felipe obedeció y fue al desierto. 
Cuando llegó al desierto, vio una procesión real de carrozas. 
El Espíritu lo guió a una carroza específica. En el original griego el 
sentido es “esta carroza específica, distinta de las demás carrozas”. 
Es así como sabemos que había una caravana de carrozas. Cuando 
Felipe se acercó a esa carroza, ¡encontró al tesorero de Etiopía, que 
leía el capítulo 53 de Isaías en un rollo! 
Este etíope era un político, tesorero de Etiopía, y leía el rollo 
de Isaías. Aparentemente, había viajado de Etiopía a Jerusalén 
porque tenía hambre espiritual. Cuando llegó a Jerusalén, encontró la 
misma religión desamorada que confrontó tan severamente Jesús. No 
encontró realidad espiritual en Jerusalén, pero logró obtener una 
copia del rollo de Isaías, y en ese rollo estaba leyendo: “Todos 
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su 
camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 
53:6). 
Felipe le pregunta: “¿Entiendes lo que lees? El le dice: ¿Y 
cómo podré, si alguno no me enseñare?” (vv. 30, 31). Felipe se sube 
a la carroza y viajan juntos, y le explica al etíope cómo ese pasaje de 
Isaías proclama el evangelio de Jesucristo. 
Evidentemente, Felipe lleva su presentación del evangelio a 
un veredicto al decirle que la fe en Jesús se profesa mediante el 
bautismo en agua. Leemos que el etíope dice: “Aquí hay agua; ¿qué 
impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: “Si crees de todo corazón, 
bien puedes”. 
Este es el gran requisito previo para el bautismo en agua: 
creer de todo corazón. Llamamos a esto el “bautismo del creyente”. 
La iglesia está dividida en cuanto al método para bautizar a los 
creyentes. Sin embargo, el tema importante en el bautismo no es la 
forma sino el significado. La Gran Comisión debería decir: “Hagan
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
13 
discípulos, yendo, predicando, bautizando y enseñando a esos 
discípulos”. 
El bautismo es como una ceremonia de casamiento. Cuando 
un hombre pide a una mujer que se case con él, y ella accede, este es 
un momento muy sagrado para ellos. Cuando se casan, invitan a la 
familia y a sus amigos a una ceremonia que es un anuncio público de 
un compromiso que ya se ha hecho en privado. Cuando un hombre 
como el etíope cree, su compromiso privado se anuncia públicamente 
al bautizarse. 
Cuando Jesús hizo que el bautismo formara parte de la Gran 
Comisión, hizo que fuera imposible que alguien lo siguiera y 
mantuviera su profesión de fe como un secreto. ¿Cómo profesa uno 
su fe en Jesucristo? ¿Se hace miembro de una iglesia? ¿Responde a 
una invitación hecha por un evangelista? Es importante observar que 
el bautismo no nos salva, sino la confesión pública de la fe, que fue 
ordenada por Jesucristo. 
Una historia sobre Pedro 
Antes de considerar la conversión de Saulo de Tarso (capítulo 
9), debemos considerar una historia sobre Pedro (capítulo 10 y 11), 
que debe ser vista junto con la historia de Felipe, porque ambas nos 
muestran cómo hacer un discípulo. Mientras Pedro está haciendo la 
siesta en el techo, tiene una visión de una sábana atada en sus cuatro 
extremos. En la sábana hay muchos animales que los judíos tenían 
prohibido comer. Tres veces la voz dice a Pedro: “Levántate, Pedro, 
mata y come” (10:13). Cada vez, Pedro dice: “Señor, no; porque 
ninguna cosa común o inmunda he comido jamás”. 
Entonces alguien golpea la puerta abajo. El Espíritu Santo 
hace saber a Pedro que debe ir con los hombres que han llegado, sin 
hacer preguntas. Estos hombres son los sirvientes de un centurión 
romano llamado Cornelio. Explican que su amo tuvo una visión 
mientras oraba donde se le dijo que, si enviaba a sus sirvientes a la 
casa de Simón el curtidor y preguntaban por un hombre llamado 
Pedro, éste vendría y les diría a él y a su casa lo que debían hacer 
para ser salvos. 
Piense en los obstáculos de prejuicio que enfrentó Pedro. 
Cornelio no es solo un gentil. Es el enemigo de Pedro. Los judíos se 
referían a los gentiles como “perros”, porque creían que una persona 
que no era judía tenía la misma conciencia espiritual que un perro. 
De hecho, les estaba prohibido a los judíos siquiera entrar en la casa 
de un no judío. ¡Y ahora se le estaba indicando a Pedro que predicara 
la salvación en la casa de un centurión romano y gentil! 
Cuando Pedro va a la casa de Cornelio, encuentra que éste ha 
reunido a su casa para escucharlo predicar el evangelio. Pedro 
demuestra que ahora entiende el significado de la visión. Esos 
animales impuros eran personas impuras: los gentiles. Las primeras 
palabras de Pedro son: “A mí me ha mostrado Dios que a ningún 
hombre llame común o inmundo” (v. 28). 
Mientras Pedro está predicando el evangelio, hay un suceso 
que es similar el día de Pentecostés. Leemos: “Mientras aún hablaba
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
14 
Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían 
el discurso” (v. 44). En el capítulo siguiente, cuando Pedro describe a 
los apóstoles y demás creyentes cómo cayó el Espíritu Santo sobre la 
casa de Cornelio, agrega las palabras “como sobre nosotros al 
principio” (11:15). Es significativo que este “Pentecostés” ocurre 
cuando el Cristo resucitado está cruzando las barreras del prejuicio 
entre el mundo judío sectario y el mundo gentil, mientras edifica su 
iglesia. 
La cadena de tres eslabones 
En estas historias sobre Felipe y Pedro, encontramos una 
fórmula que nos muestra cómo hacer un discípulo. Estos inspirados 
ejemplos nos muestran que es como si hubiera una “cadena de tres 
eslabones” entre Dios y los perdidos. El primer eslabón es el Espíritu 
Santo. El segundo eslabón, la Palabra de Dios. Y el tercer eslabón es 
el siervo de Dios, el que hace discípulos. 
Para hacer un discípulo, el Espíritu Santo debe estar obrando 
en y a través del que hace discípulos, impulsándolo a presentar el 
evangelio de Jesucristo a una persona. El Espíritu Santo debe estar 
obrando también en esa persona perdida, creando un hambre 
espiritual, como ocurrió en el etíope y en el centurión romano. 
La Palabra de Dios, o el evangelio, es la herramienta que 
Dios promete usar para hacer un discípulo. Cuando la semilla de la 
Palabra de Dios es recibida en un corazón de fe, tiene lugar una 
concepción espiritual (1 Pedro 1:22, 23). 
Entonces el siervo del Señor, el que hace discípulos, debe 
estar en su lugar también. Un discipulador dispuesto y fiel –como 
Felipe y Pedro– es el tercer eslabón esencial en la cadena de tres 
eslabones entre Dios y los perdidos. Es apasionante y tremendo 
pensar que Dios escoge a personas como usted o yo para ser sus 
agentes para compartir las Buenas Nuevas con los perdidos. 
¿Cuáles son las evidencias de que el Espíritu Santo está 
obrando en las vidas de los perdidos que nunca han oído o aceptado 
el evangelio? En estos dos ejemplos que nos da Lucas, las evidencias 
de la actividad espiritual son muy obvias. Tal vez no sean tan 
evidentes en nuestra interacción con los perdidos, pero las veremos si 
oramos y buscamos tales evidencias. 
Una buena pregunta que podemos hacer para iniciar una 
conversación en la que podamos compartir el evangelio naturalmente 
es esta: “¿Está usted interesado en temas espirituales?”. Lo peor que 
puede ocurrir es que nos contesten: “No”. Si usted tiene la fe y la 
valentía para hacer esta pregunta, descubrirá que hay muchas 
personas interesadas en cosas espirituales. Los perdidos necesitan un 
siervo de Dios que esté dispuesto a “subirse a la carroza” con ellos y 
ayudarles a entender lo que tiene para decirles la Palabra de Dios, 
que está vitalmente relacionado con ellas en cuanto a su salvación 
eternal. Cuando usted ve evidencias del Espíritu Santo obrando en la 
vida de un perdido, y el Espíritu lo guía a compartir el evangelio con 
él, ¿está usted dispuesto a ser el tercer eslabón entre Dios y una 
persona perdida? Yo hice este compromiso con el Señor, pensando
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
15 
que no encontraría muchas personas como el centurión romano y el 
etíope. Me equivoqué. Desde que hice ese compromiso con el Señor, 
en 1957, he encontrado a muchas personas así, y he visto a muchas 
de ellas llegar a la fe en Cristo y experimentar el nuevo nacimiento. 
Yo era nuevo en la fe, y mi autoestima era muy baja cuando 
comencé a responder a la guía del Espíritu Santo para compartir el 
evangelio con las personas. Cuando entendí el concepto de lo que 
describo como una cadena de tres eslabones, me sentí muy alentado 
al darme cuenta y comprobar muchas veces que los primeros dos 
eslabones de esta cadena son tan fuertes que la salvación de la 
persona perdida no depende realmente de nuestra inteligencia, ni de 
nuestra capacidad de persuasión o de “ventas”. 
Somos, lejos, el eslabón más débil de esta cadena pero, por 
una razón que no comprendo, si bien Dios puede hacer este milagro 
sin nosotros, y a veces lo hace, ha escogido usar el débil eslabón de 
los seres humanos para llevar a los perdidos a la fe y a la salvación. 
El Cristo resucitado y vivo es una Vid que busca ramas a través de 
las cuales pueda producir “fruto que perdure” (Juan 15:16). 
¿Ha compartido alguna vez las buenas nuevas con otros? 
¿Está siendo obediente a la Gran Comisión que nos dio Cristo? Si no 
es así, lo desafío a pedir a Dios que le muestre cómo Él ya está 
obrando en las vidas de los que lo rodean. Luego pídale que le dé la 
osadía de Pedro y Felipe para compartir el mensaje de su gracia y 
misericordia con ellos. 
Al compartir el evangelio, usted experimentará el gozo de 
obedecer a Dios y ser usado por Él. Cuando proclamamos las buenas 
nuevas de Cristo entre los perdidos, estamos haciendo una diferencia 
eterna en la vida de ellos. Mi oración es que, al estudiar este Libro de 
Hechos, usted sea ungido con el poder del Espíritu Santo para 
compartir osadamente el evangelio, como Pedro, Felipe, Pablo y 
otros acerca de quienes estudiaremos. 
Capítulo 5 
El Pentecostés personal de Pablo 
“Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los 
discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas [o 
autorizaciones] para las sinagogas de Damasco, a fin de que si 
hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos 
a Jerusalén. 
“Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de 
Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y 
cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué 
me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a 
quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 
“El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo 
haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá 
lo que debes hacer” (Hechos 9:1-6).
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
16 
Estas palabras, muy conocidas para algunos, relatan la 
conversión de Saulo de Tarso, que suele llamarse la “experiencia del 
camino a Damasco”. Uno no puede explicar a este hombre sin la 
palabra “experiencia”. Como ya hemos visto, cuando nos 
encontramos con él, es una persona con un gran odio hacia Cristo, 
pero esta experiencia camino a Damasco es la primera entre varias 
experiencias que lo convierten en el mayor apóstol (o misionero) de 
la historia de la iglesia de Jesucristo. 
Hay varios lugares en el Libro de Hechos donde Pablo nos 
cuenta acerca de ésta, su primera experiencia. Ante multitudes 
hostiles, gobernadores romanos, un rey y una reina, en tribunales 
religiosos y en sus inspiradas cartas, Pablo continuamente nos dice: 
“Tuve una experiencia”. 
En realidad, Pablo nos cuenta tres experiencias que lo 
convirtieron en el apóstol más fructífero de la historia de la iglesia. 
Su primera experiencia fue su conversión, camino a Damasco. Tuvo 
una experiencia en el desierto de Arabia, que él explica vívidamente 
en su Carta a los Gálatas (1:11-2:10). También tuvo una experiencia 
celestial que afectó su vida profundamente. Él comparte esa 
experiencia con los corintios y con nosotros (2 Corintios 12:1-4). 
Esto pudo haber ocurrido cuando fue apedreado en Listra (Hechos 
14:19, 20). 
Su experiencia celestial convenció a Pablo de que no tenemos 
que esperar hasta morir para vivir en el cielo. El tema de su Carta a 
los Efesios es “en lugares celestiales”, con lo que quiso decir que 
podemos vivir en la dimensión celestial mientras vivimos nuestra 
vida aquí en la tierra (Efesios 1:3). No podemos explicar a este 
extraordinario apóstol fuera de estas tres experiencias. 
Hay algunas pocas e importantes observaciones que debemos 
hacer con relación a la primera experiencia de este aborrecedor de 
Cristo convertido. Primero, Saulo escucha una voz que lo llama por 
su nombre y le pregunta: “¿Por qué me persigues?”. Aquí vemos 
nuevamente que el Cristo resucitado está identificado 
inseparablemente con su iglesia. Saulo había estado persiguiendo a la 
iglesia, pero la pregunta del Cristo resucitado es: “¿Por qué me 
persigues?”. El mensaje claro es: “Estás persiguiéndome a mí cuando 
persigues a mi iglesia”. 
Saulo responde con la pregunta: “¿Quién eres, Señor?”. Ni 
siquiera sabía con quién hablaba, pero sabía que la persona con quien 
hablaba era su Señor. 
En la conversión de Saulo hay una metáfora que nos ayuda a 
entender el concepto de “mansedumbre”. De esta historia 
aprendemos que la “mansedumbre” es, en realidad, la “capacidad de 
ser amansado o domado”. Cuando un caballo es salvaje, y nunca ha 
tenido un bocado en su boca, ni una brida en su cabeza, ni una silla 
sobre su lomo, ese caballo tiene que ser domado. Cuando el caballo 
es domado, y llega al punto en que ya no tira del bocado, sino sigue 
la indicación del bocado y la brida, ese animal no es débil. Un animal 
domado es un animal manso.
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
17 
Cuando el Cristo resucitado dice a Saulo: “Dura cosa te es dar 
coces contra el aguijón”, quiere decir: “¿Por qué tiras del bocado? Te 
está destrozando la boca. Te está haciendo mal”. Esta metáfora 
sugiere que, antes de la experiencia en el camino a Damasco, el 
Espíritu Santo ya había comenzado a tratar con Saulo de Tarso, 
hablándole a través del testimonio de Esteban y otros creyentes que 
había perseguido. Saulo nos muestra que acepta el control del bocado 
y la brida –volverse manso– cuando pregunta: “Señor, ¿qué quieres 
que yo haga?” (v. 6). 
En sus cartas, Pablo nos dice, más que ninguna otra cosa, 
todo lo que Dios ha hecho por nosotros al darnos la salvación a 
través de Cristo. Pero, cuando se encuentra con Jesús, su pregunta no 
es: “¿Qué harás Tú por mí?”, sino que su pregunta básica es: “Señor, 
¿qué quieres que yo haga por Ti?”. 
Como resultado de su conversión, la visión de Pablo de la 
vida cambió dramáticamente. Entre otras cosas, cambió su nombre. 
El nombre Saulo, en hebreo, significaba ‘el poderoso’ o ‘el grande’. 
Cuando se convirtió, decidió usar su nombre romano, Pablo. 
Esto podría haber sido motivado por el hecho de que se le 
encomendó hacer creyentes no judíos en todo el imperio romano. 
Dado que había nacido como ciudadano romano, y quería ser todas 
las cosas para todos los hombres, podría haber sido una decisión 
estratégica que usara su nombre romano. Sin embargo, no podemos 
pasar por alto el hecho de que Saulo significaba ‘el poderoso’ o ‘el 
grande’, ¡mientras que Pablo significaba ‘el pequeño’ o ‘nadie’! 
Cuando Saulo se convirtió en Pablo, obviamente experimentó lo que 
significa ser “pobre en espíritu” (Mateo 5:3). 
Más adelante, dijo a los filipenses, básicamente: “Había 
ciertas cosas que yo realmente buscaba, cosas que significaban 
mucho para mí. Pero, cuando me encontré con Jesús, esas cosas 
pasaron a significar nada para mí. De hecho, llegaron a ser como 
excremento, en comparación con algunas cosas que no significaban 
nada para mí antes de conocer a Cristo en el camino a Damasco, 
como conocerlo a Él y averiguar lo que Él quería que hiciese, y estas 
cosas nuevas se convirtieron en mi magnífica obsesión” (ver 
Filipenses 3:1-11). 
El tema importante, cuando se trata de una experiencia, no 
son los detalles de nuestra experiencia. El tema principal es: ¿cuáles 
son los resultados de mi experiencia? La experiencia no es un fin 
sino un medio para un fin. La experiencia es meramente una puerta 
que atravesamos y que nos convierte en mejores siervos de Cristo. En 
el Libro de Hechos, Pablo nos cuenta los detalles de su experiencia 
camino a Damasco varias veces. Lo que escribe a los filipenses 
enfatiza los resultados de esta experiencia. 
Algunos creyentes son lo que yo llamo creyentes 
“utilitaristas”. Una utilidad es algo que usamos. Los creyentes 
pueden usar a Dios como usamos el agua, una vela, la electricidad, 
una bicicleta o un autobús. Sin darnos cuenta, podemos convertirnos 
en seguidores de Cristo porque creemos que Él resolverá todos 
nuestros problemas. Por supuesto, cuando seguimos a Cristo, Él
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
18 
soluciona nuestros problemas más serios. Pero déjeme hacerle una 
pregunta: Al seguir a Cristo, ¿le está preguntando qué hará Él por 
usted o, como Pablo, le está preguntando a su Señor y Salvador qué 
puede hacer usted por Él? 
Luego de la historia de la conversión de Pablo, leemos lo que 
podríamos llamar el “seguimiento” de su conversión. Dios va a un 
hombre anciano, llamado Ananías, y le dice: “Quiero que bautices a 
un hombre llamado Saulo de Tarso”. El nombre “Saulo de Tarso” 
causa terror en el corazón de este anciano. Le contesta: “Señor, he 
oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus 
santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales 
sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre” (Hechos 
9:13, 14). Dios ordena: “Ve, porque instrumento escogido me es éste, 
para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de 
los hijos de Israel” (v. 15). 
Hablando figurativamente, Dios desenrolla el pergamino y 
muestra a Ananías su plan para la vida de Saulo de Tarso. Note que 
Dios no hace lo mismo con Saulo. A él le dice, simplemente: 
“Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (v. 
6). La aplicación devocional para nosotros, aquí, es que Dios podría 
mostrarnos toda su voluntad para nosotros si lo quisiera hacer. Pero 
no suele hacerlo. Él revela su voluntad a nosotros como lo hizo con 
Saulo: de a un día y de una directiva por vez. 
Dos de las más hermosas palabras del Libro de Hechos son 
las que pronuncia Ananías cuando entra en la casa donde lo estaba 
esperando Saulo de Tarso. Apenas entiende Ananías que este gran 
enemigo de la iglesia se ha convertido, dice: “Hermano Saulo”. Lo 
que vemos aquí es de lo que se trata la iglesia de Jesucristo: ¡la gracia 
de Dios que cambia vidas! 
La experiencia de Pablo en el desierto 
Nos encontramos con un desafío cronológico al leer la 
historia de la experiencia de conversión de Pablo. Nos da la 
impresión de que, apenas se convirtió, Pablo comenzó a predicar 
osadamente en el nombre de Jesucristo, en Damasco y Jerusalén. Sin 
embargo, debemos insertar un gran paréntesis entre la conversión de 
Pablo y su ministerio de predicación. Debemos dar cuenta de lo que 
Pablo dice a los gálatas sobre su tiempo en Arabia luego de 
convertirse (Gálatas 1:11-21). 
Los estudiosos no se ponen de acuerdo en cuanto a la 
duración de la experiencia de Pablo en Arabia, pero la mayoría está 
de acuerdo en que estuvo allí un mínimo de tres años. Pablo dice que 
el Cristo resucitado pasó tres años con él y le enseñó todas las cosas 
que escribió en sus cartas, que constituyen la mitad del Nuevo 
Testamento. Luego, aparentemente, volvió a Damasco y finalmente a 
su pueblo natal, Tarso. 
Pablo nos dice que, catorce años después de su conversión, 
fue a Jerusalén y se encontró con los demás apóstoles por primera 
vez (Gálatas 2:1-10). Aparentemente, Pablo los convenció de que 
había estado con Jesús tres años, igual que ellos. Seguramente les
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
19 
dijo a los apóstoles cosas sobre Jesús que solo podría conocer alguien 
que había estado con Él. Fue entonces que decidieron que Pablo 
predicaría el evangelio al mundo gentil, y los demás apóstoles 
predicarían a los judíos. 
Yo no lo hubiera hecho así. Yo hubiera enviado a Pablo, el 
rabí y erudito convertido, a los judíos, y a los pescadores analfabetos, 
como Pedro, Santiago y Juan, a los bárbaros gentiles. Pero Dios no 
hace las cosas como las haríamos nosotros. Parece disfrutar de usar 
personas comunes para hacer cosas fuera de lo común. Envió al rabí 
y erudito convertido a los bárbaros gentiles, y a los apóstoles 
analfabetos a los rabíes y eruditos. 
Aproximadamente la primera mitad el Libro de Hechos 
presenta a Pedro como el principal apóstol, y el resto del libro relata 
la vida y el ministerio del apóstol Pablo. Al leer la historia de la 
conversión de Pablo en este libro de historia, asegúrese de hacer un 
desvío para leer sus afirmaciones sobre su experiencia en el desierto, 
en los dos primeros capítulos de su Carta a los Gálatas. Cuando dice 
esas cosas a los gálatas, nos lleva a un veredicto cuando dice “He 
aquí delante de Dios que no miento” (Gálatas 1:20). 
Usted debe tomar una decisión sobre Pablo. O es un 
mentiroso, o es un apóstol. Llega a decir que trabajó más 
fructíferamente que los demás apóstoles (1 Corintios 15:9, 10). La 
realidad innegable es que fue más fructífero que los demás apóstoles. 
Es autor de casi la mitad de los libros del Nuevo Testamento que 
estudiaremos al concluir el Libro de Hechos. Reserve su opinión 
sobre Pablo hasta haber leído y considerado seriamente el profundo 
contenido de sus inspiradas cartas. 
Comencé a leer la Biblia en 1949 por la segunda mitad del 
Libro de Hechos, en preparación para un estudio de todas las 
inspiradas cartas de Pablo. Me he convencido profundamente de que 
solo el Cristo resucitado pudo haber revelado a este sorprendente y 
extraordinario hombre de Dios la verdad sublime que he seguido 
encontrando a lo largo de varias décadas en las inspiradas cartas de 
Pablo. 
Conozcamos a Bernabé 
Lucas se centra principalmente en el ministerio de Pedro y de 
Pablo al escribir la historia de la primera generación de la iglesia. Sin 
embargo, además de estos dos grandes líderes, hay muchas otras 
personas que él considera que debemos conocer para apreciar el 
inicio de la iglesia del Cristo resucitado y vivo. Uno de ellos es un 
hombre llamado Bernabé, que significa ‘hijo de consolación’ 
(Hechos 4:36). 
De acuerdo con el ejemplo de Jesús, los apóstoles cambiaron 
su nombre, de José a Bernabé, que hace referencia a su don espiritual 
y su ministerio. Siempre lo encontraremos haciendo honor a su 
nombre, apoyando fielmente a los demás y alentándolos a hacer lo 
que su Señor resucitado los estaba llamando a hacer. Bernabé fue el 
hombre responsable de lanzar a Pablo a su milagroso ministerio 
misionero.
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
20 
Leemos que estaba trabajando en la iglesia de Antioquía, 
haciendo discípulos de los nuevos conversos. La iglesia había 
experimentado un tremendo crecimiento en la cantidad de creyentes, 
porque el Espíritu Santo estaba trabajando allí poderosamente. Había 
tantos nuevos conversos que Bernabé se dio cuenta de que esa iglesia 
necesitaba los dones de enseñanza únicos y extraordinarios del rabí 
convertido, Saulo de Tarso. Por lo tanto, fue a Tarso y buscó hasta 
encontrarlo, y luego lo llevó a Antioquía y lo instaló en ese 
ministerio de enseñanza. Leemos que Bernabé intercedió a favor del 
antiguo enemigo de la iglesia ante los demás creyentes que, 
comprensiblemente, eran escépticos en cuanto a llevar a Pablo a 
Antioquía (ver Hechos 9:26). 
Debemos recordar que nunca habría habido un apóstol Pedro 
si no hubiera sido por un hombre llamado Andrés. Fue éste quien 
llevó a su hermano Simón y se lo presentó a Jesús. Andrés aparece de 
nuevo trabajando de uno a uno, llevando a personas a Jesús, cuando 
descubre al niño que entrega su almuerzo de cinco galletas y dos 
sardinas para alimentar a la multitud hambrienta. De la misma forma, 
podemos decir que Pablo tal vez nunca hubiera sabido de su gran 
ministerio de no haber sido por este “hijo de consolación”, Bernabé. 
Pablo y Bernabé son comisionados y enviados por la iglesia 
de Antioquía para comenzar sus viajes misioneros sumamente 
fructíferos juntos (Hechos 13:1-3). Sin embargo, cuando están por 
comenzar su segundo viaje misionero, tienen un fuerte desacuerdo 
que pone fin a su ministerio como equipo de discípulos uncidos con 
Cristo y entre sí. Bernabé quiere llevar a su sobrino, Juan Marcos, 
con ellos en ese segundo viaje misionero. Juan Marcos había estado 
con ellos en su primer viaje misionero, pero los había abandonado 
cuando comenzó la persecución. Pablo no está de acuerdo en 
llevarlo. 
El desacuerdo entre Pablo y Bernabé es tan fuerte sobre este 
tema que se separan. Pablo toma a Silas y viaja en una dirección, y 
Bernabé toma a Juan Marcos y viaja en otra dirección. A lo largo de 
la historia de la iglesia, en cierto sentido, los mayores problemas de 
los misioneros han sido otros misioneros. El maligno sabe que no 
podemos ganar el mundo si nos perdemos unos a otros. Es por eso 
que Jesús hizo un énfasis tan grande en trabajar en las relaciones con 
nuestros hermanos (ver Mateo 5:23, 24; 18:15-17). 
Sin embargo, es importante leer algunas de las últimas 
palabras escritas por el apóstol Pablo desde un espantoso calabozo en 
la temible prisión mamertina, en Roma. Están dirigidas a Timoteo: 
“Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el 
ministerio” (2 Timoteo 4:11). ¿Cuál es la historia detrás de este 
hombre, que se volvió en “útil para el ministerio”? Los eruditos creen 
que la respuesta a esa pregunta está en que Bernabé siguió 
ministrando a Juan Marcos luego de que Pablo perdiera las 
esperanzas acerca de él. Juan Marcos se convierte en la persona que 
escribe el segundo Evangelio, gracias a que Bernabé fue el “hijo de 
consolación”.
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
21 
Siempre ha habido, hay ahora y siempre habrá muchas 
personas en la iglesia que necesitan a alguien que los aliente y les 
ministre en el contexto de una relación uno a uno. ¿Está usted 
dispuesto a ayudar a una persona así? Si usted es un joven creyente, 
usted necesita un Bernabé. Si es un creyente maduro, usted debería 
estar alentando y guiando personalmente a un “Juan Marcos”. A 
medida que tenga la oportunidad, y según lo dirija el Espíritu Santo, 
siempre siga el ejemplo de Bernabé y aliente a los que lo rodean – 
especialmente los nuevos creyentes– para ser todo lo que su Señor y 
Salvador quiere que sean. 
Capítulo 6 
Los patrones de Pentecostés para plantar la iglesia 
Según Lucas, hay disyuntivas cruciales en la extensión del 
evangelio. Vemos una de esas disyuntivas en el capítulo 16. Mientras 
Pablo realiza su segundo viaje misionero, quiere entrar en Asia para 
predicar el evangelio. Sin embargo, leemos que el Espíritu Santo les 
impidió a él y a sus compañeros ingresar a Asia. Durante la noche, en 
una visión, Pablo ve un hombre de Macedonia que le ruega diciendo: 
“Pasa a Macedonia y ayúdanos”. 
Luego de que Pablo viera la visión, sabemos que Lucas se 
unió al equipo misionero, porque leemos: “Cuando vio la visión, en 
seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que 
Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (Hechos 
16:10). Si bien Pablo y sus compañeros van a viajar a Asia pronto, es 
muy importante para el Espíritu que lleguen a Macedonia antes de 
llegar a Asia. 
Es en esta disyuntiva que Pablo tiene su primer ministerio a 
los gálatas. Cuando consideramos que Pablo escribió a los gálatas 
con relación a problemas de salud que estaba experimentando en ese 
momento, podemos suponer que el Espíritu Santo usó los problemas 
de salud de Pablo para impedirle entrar en Asia (Gálatas 4:13-15). 
Esto es algo especialmente razonable de suponer porque su amado 
médico, Lucas, se unió a ellos en este momento. 
La primera ciudad que visitan al entrar en Macedonia es 
Filipos. Uno pensaría que, dado que era un hombre el que rogaba, en 
la visión de Pablo: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”, el apóstol 
encontraría cientos de hombres esperando ansiosamente escuchar el 
evangelio. En cambio, encuentra un pequeño grupo de mujeres junto 
a un río que están teniendo una reunión de oración. Pablo comienza 
con lo que obviamente el Señor le ha dado, predicando a estas 
mujeres judías. 
Una de las mujeres era Lidia, una “vendedora de púrpura” (v. 
14). Esto significa que era una costurera que hacía ropa para familias 
reales. Leemos que, cuando Pablo abrió la Palabra de Dios, el Señor 
“abrió el corazón de ella” (v. 14). Entonces ella abrió su hogar a 
Pablo y a su equipo misionero. El hogar de Lidia se convirtió en la 
primera iglesia de Europa. Hay y ha habido miles de magníficos
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
22 
edificios de iglesias en Europa, pero, en el cielo, esta humilde 
costurera judía podrá decir que su hogar fue la primera iglesia de 
Europa. 
Es en la ciudad de Filipos que Pablo y Silas son arrestados, 
golpeados cruelmente y arrojados en la prisión (vv. 22-24). A pesar 
de este castigo, leemos que a la medianoche Pablo y Silas oran y 
cantan alabanzas al Señor, y que todos los prisioneros escuchan sus 
cantos. De pronto, a la medianoche, ¡hay un tremendo terremoto! Las 
cadenas de todos los presos se caen y se abren todas las puertas de la 
prisión. ¡Este es un terremoto bastante extraño! 
Cuando el carcelero se despierta en el medio de la noche y ve 
que las puertas de la cárcel están abiertas, saca su espada y está 
dispuesto a matarse, pero Pablo le dice: “No te hagas ningún mal, 
pues todos estamos aquí”. El carcelero les hace esa gran pregunta: 
“Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?”. Pablo entonces le 
contesta con esa gran respuesta: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás 
salvo, tú y tu casa” (ver vv. 28-31). 
Las palabras siguientes que leemos son: “Y le hablaron la 
palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, 
tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y 
en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, 
les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a 
Dios” (vv. 32-34). 
El camino de la salvación nunca fue expresado más 
claramente que en estas palabras: “Cree en el Señor Jesucristo, y 
serás salvo”. Yo fui salvo y me convertí en discípulo de Jesucristo en 
1949, cuando escuché predicar esas palabras por primera vez. Creo 
que Pablo se ha encontrado ahora con el hombre de la visión que lo 
dirigió hacia Macedonia. 
Luego de la conversión del carcelero, los magistrados 
ordenan que Pablo sea liberado y que se vaya de la ciudad (vv. 35, 
36). Sin embargo, Pablo se rehúsa a salir de esa forma y en ese 
momento. Como había sido golpeado, sin un juicio, y era ciudadano 
romano, exige que los magistrados vengan y lo escolten 
personalmente, a él y a Silas, fuera de la ciudad. Deja Filipos de la 
forma y en el momento que él escoge. 
Pablo no solo ha visto a Cristo trastornar la ciudad de Filipos. 
Su iglesia favorita ha sido establecida en la ciudad de Filipos. La 
iglesia es la base de apoyo que le permite a Pablo llegar a las iglesias 
en ciudades como Corinto, Éfeso y Tesalónica. Use los fieles 
patrones de mayordomía de los filipenses como modelo y ejemplo 
para las demás iglesias (2 Corintios 8 y 9). Pablo ejercía su oficio de 
fabricante de carpas en vez de aceptar el apoyo de creyentes que no 
eran lo suficientemente maduros en sus motivos, que cuestionaban su 
derecho de llamarse apóstol y no eran dignos de asociarse con él en 
su ministerio. 
Al leer la historia de Pablo en la ciudad de Filipos, nunca 
olvide esas grandes palabras: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás 
salvo, tú y tu casa”. Observe que estas palabras nos desafían a creer 
en el Señor Jesucristo. “Jesús” significa que creemos que Él es
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
23 
nuestro Salvador. “Cristo” significa que creemos que nuestro 
Salvador es el Mesías. “Señor” significa que hemos hecho de nuestro 
Mesías Salvador nuestro Señor y Amo. 
¿Cree usted personalmente que Jesús es su Salvador y 
Mesías? ¿Y lo ha hecho su Señor? Si nunca lo hecho antes, “Crea en 
el Señor Jesucristo y será salvo, usted y su casa”. 
Capítulo 7 
La predicación de Pablo 
Cuando Pablo llega a la ciudad de Atenas, su espíritu se 
conmueve profundamente al ver a la gente en todas partes adorando 
ídolos (Hechos 17:16). Un historiador escribió que era más fácil 
encontrar un ídolo que encontrar un hombre en la ciudad de Atenas 
que visitó Pablo. La adoración de ídolos preocupa profundamente a 
Pablo porque él sabe que estos ídolos no son dioses, y que estas 
personas no están llegando a conocer al verdadero Dios a través de 
estos ídolos. 
Pablo tenía una magnífica obsesión, que establecía el patrón 
de su estrategia evangelística en las ciudades que evangelizaba. 
Siempre iba primero a la sinagoga y proclamaba a los judíos que 
“Jesús es el Cristo”. Era un rabí, y tenía los títulos para probarlo. Así 
que solía ir a la sinagoga, conseguía permiso y luego predicaba y 
enseñaba el evangelio a los judíos. Esa era siempre la estrategia de 
Pablo: “Al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 
1:16). Si bien Pablo fue llamado a ministrar al mundo no judío, tenía 
una gran carga por el pueblo judío, y siempre predicaba primero a los 
judíos. Entendemos por qué siempre iba a los judíos primero cuando 
leemos la descripción que hace de su carga por los judíos en su Carta 
a los Romanos (9:1-5). 
La segunda parte de su estrategia era ir al mercado y 
compartir el evangelio con las personas que se reunían en grandes 
cantidades. Leemos: “Porque todos los atenienses y los extranjeros 
residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en 
oír algo nuevo” (Hechos 17:21). Los griegos eran filósofos. Les 
encantaba debatir y polemizar sobre profundos conceptos 
intelectuales, y les encantaba especialmente escuchar cosas nuevas. 
Así que Pablo iba al mercado todos los días y compartía el evangelio 
con las personas que quisieran oírlo. 
Una tercera dimensión de su estrategia era presentar el 
evangelio a líderes influyentes de la comunidad. Dado que Pablo era 
una de las mentes más brillantes de su generación, fue muy eficaz en 
alcanzar a estos líderes. Al implementar su estrategia en Atenas, 
terminó por ser invitado a un lugar hermoso y prestigioso en la cima 
de la colina de Marte, conocido como el Areópago. El Areópago era 
un lugar donde solo se invitaba a debatir a personas destacadas. Era 
usado también como tribunal, y dominaba la ciudad de Atenas. 
Cuando invitan a Pablo a hablar en el Areópago, en la colina de 
Marte, predica un sermón muy elocuente. Comienza diciendo:
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
24 
“Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; 
porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar 
en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al 
que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio” 
(Hechos 17:22, 23). 
Esto, en realidad, es muy astuto. Pablo elogia al pueblo de 
Atenas por el hecho de ser religiosos. Entonces, les dice, 
básicamente: “Vi que uno de sus dioses tenía una inscripción que 
significa que hay al menos un dios que ustedes reconocen no 
conocer. Este es el Dios de quien les voy a hablar”. 
Entonces Pablo predica diciendo que somos descendencia del 
Dios que creó los cielos y la tierra. Dios, por lo tanto, no puede estar 
hecho de oro, plata, piedra o madera. Cita a sus poetas griegos, 
porque aun sus propios poetas dicen que somos descendencia de 
Dios. Cita a sus filósofos y, al finalizar el sermón, proclama la 
muerte y la resurrección de Jesucristo. Cuando Pablo predica acerca 
de la resurrección, leemos: “Pero cuando oyeron lo de la resurrección 
de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos 
acerca de esto otra vez. Y así Pablo salió de en medio de ellos. Mas 
algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio 
el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos” (vv. 32- 
34). 
Los eruditos no están de acuerdo en la forma de evaluar el 
sermón de Pablo en la colina de Marte. Algunos creen que sucumbió 
a las presiones de la cultura intelectual griega cuando citó a sus 
filósofos y poetas, y que, por lo tanto, los resultados evangelísticos 
fueron magros. No hay ninguna “Carta de Pablo a los Atenienses”, ni 
hace ninguna referencia a una iglesia que fuera plantada en Atenas, 
como otras ciudades, como Corinto o Éfeso. Otros discrepan. 
Personalmente, estoy convencido de que Pablo creció en su filosofía 
de predicación evangelística como resultado de su experiencia en 
Atenas. 
El evangelio se dirige a Corinto 
Desde Atenas, Pablo viaja directamente a Corinto. Corinto 
era una ciudad moralmente decadente. En el mundo del primer siglo, 
llamar a alguien “corintio” era acusarlo de ser una persona 
moralmente decadente. Cuando Pablo contempló la posibilidad de 
predicar el evangelio en una ciudad como Corinto, se llenó de temor 
(ver 1 Corintios 2:3). Pero Dios tranquilizó a Pablo en una visión: 
“Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino 
habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti 
la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta 
ciudad” (Hechos 18:9, 10). 
Pablo tuvo un Pentecostés personal que lo preparó para su 
ministerio en Corinto. En un sentido, podemos decir que tuvo una 
experiencia que lo preparó para sus ministerios a los gálatas, los 
efesios, los filipenses y a los corintios. Estas experiencias eran 
intervenciones divinas que aseguraban a Pablo la realidad del Cristo 
resucitado y vivo, que estaba con él mientras difundía el evangelio a
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
25 
estas ciudades estratégicas. Las señales y maravillas del día de 
Pentecostés siguieron como ondas para energizar la proclamación 
inicial de evangelio que Jesús había encargado predicar a su iglesia. 
Los patrones de Pentecostés sirvieron para plantar la iglesia de la 
primera generación. 
La perspectiva que compartí con usted con relación a ese 
sermón que predicó Pablo en Atenas debe ser relacionada con la 
perspectiva que Pablo mismo comparte con los creyentes de Corinto. 
Él les escribe que, cuando llegó a Corinto, se propuso no usar 
palabras persuasivas de humana sabiduría, sino simplemente 
presentar “una demostración del Espíritu y de poder” (ver 1 Corintios 
2:1-5). Cuando Pablo predicó ese sermón en la colina de Marte, usó 
“palabras persuasivas de humana sabiduría”. Citó a sus poetas y a sus 
filósofos, y predicó un sermón muy brillante en ese lugar. 
La palabra griega que se traduce “predicar” significa, 
literalmente, ‘anunciar’, de la misma forma que se anunciaba un 
decreto de un rey a sus súbditos en las aldeas y pueblos de su reino. 
Al estudiar la predicación de Pablo, en los próximos seis capítulos de 
este inspirado libro de historia, note que lo que Pablo aprendió entre 
Atenas y Corinto fue un hito espiritual en la formación de su 
estrategia para predicar el evangelio. 
Estoy persuadido de que, entre su ministerio en Atenas y su 
ministerio en Corinto, Pablo experimentó una crisis que influyó 
profundamente en su estrategia para predicar el evangelio. Pablo se 
dio cuenta, sin lugar a dudas, de que la predicación era un ministerio 
espiritual, y todo lo que tenía que hacer era anunciar los hechos del 
evangelio relacionados con Jesucristo. Cierra su Carta a los Corintios 
con otra afirmación relacionada con el evangelio que predicó cuando 
llegó a su ciudad (1 Corintios 15:1-4). Escribe a los romanos: 
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque [el evangelio 
mismo] es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al 
judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). 
Luego de Atenas y Corinto, Pablo simplemente anuncia el 
mensaje del evangelio y frecuentemente cuenta su experiencia 
personal sobre cómo llegó a creer en ese evangelio. 
Pablo en Éfeso 
El gran ministerio de Pablo en la ciudad de Éfeso fue el 
cumplimiento de su deseo de alcanzar a Asia con el evangelio. En 
Éfeso, Pablo ingresa en un ministerio de plantación de iglesia muy 
fructífero. Los estudiosos creen que la iglesia plantada en Éfeso se 
convirtió en la iglesia madre de la cual nacieron seis iglesias más que 
se mencionan en el Libro de Apocalipsis. Las iglesias de Pérgamo, 
Tiatira, Esmirna, Filadelfia, Laodicea y Sardis posiblemente hayan 
sido iglesias satélites de la de Éfeso. La Carta de Pablo a los 
Colosenses puede haber sido dirigida a una iglesia que también era 
hija de la iglesia de Éfeso. 
Una de las razones por la que la iglesia plantada en Éfeso fue 
tan fructífera es que Pablo tuvo un “seminario” allí. Leemos que 
enseñó “en la escuela de uno llamado Tiranno” durante dos años (ver
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
26 
Hechos 19:9, 10). Un antiguo manuscrito nos dice que Pablo podía 
usar las instalaciones de esta escuela desde las 11 a.m. hasta las 5 
p.m. los días en que no se usaba la escuela. En esa parte del mundo, 
el día de trabajo se interrumpe varias horas durante la siesta, cuando 
hace demasiado calor como para trabajar o tener clases en la escuela. 
Pablo tal vez capacitó a pastores de estas iglesias satélites en 
esa escuela. Este “seminario” tal vez explique por qué Pablo se 
quedó en Éfeso más de tres años, que fue el tiempo más largo en que 
se quedó en cualquiera de las ciudades donde plantó iglesias. La 
iglesia de Éfeso recibió una enseñanza tan fuerte de su pastor y 
maestro que, en la primera mitad de la maravillosa carta que les 
escribe, los exhorta frecuentemente a “recordar” lo que les había 
enseñado. 
Una de las perspectivas más conmovedoras de Pablo y su 
ministerio, en este libro de historia, se encuentra en el capítulo 20. 
Va camino a Jerusalén, donde el Espíritu le ha hecho saber que será 
arrestado, atado y azotado (Hechos 20:22-24). Cuando llega a un 
lugar llamado Mileto, cerca de Éfeso, se da cuenta de que no volverá 
a estar más con esos creyentes en los que ha invertido tanto de su 
ministerio. Por lo tanto, llama a los ancianos de la iglesia y allí, en la 
playa de Mileto, les da su discurso de despedida. Las últimas 
palabras a estos ancianos son: “Y ahora, hermanos, os encomiendo a 
Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros 
y daros herencia con todos los santificados. Ni plata ni oro ni vestido 
de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha 
sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han 
servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a 
los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: 
Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:32-35). 
Dado que Pablo se había mantenido por su cuenta en Éfeso, 
nadie podía acusarlo de predicar y enseñar porque quisiera obtener 
regalos de ellos. De hecho, Pablo no sólo se mantenía a sí mismo, 
sino que mantenía a todo el grupo misionero, porque quería que 
aprendieran la verdad de las palabras de Jesús: “Más bienaventurado 
es dar que recibir”. Esa declaración de Jesús debería representar 
nuestra motivación para el trabajo duro. Si podemos trabajar duro y 
ganar dinero, tendremos algo que dar y, por lo tanto, podremos 
aprender esta “novena bienaventuranza” de Jesús. 
Cuando Pablo dijo a estos ancianos que no volverían a ver su 
rostro, “hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le 
besaban” (v. 37). Esta es una hermosa imagen de la koinonia, la 
íntima comunión que existía en la primera generación de la iglesia.
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
27 
Capítulo 8 
Los patrones de Pablo 
En el capítulo 21, leemos que Pablo llega a Jerusalén y 
comienza a predicar. En respuesta a su predicación, es atacado por 
una gran multitud (v. 27). En realidad, están por matarlo a golpes 
cuando llega un oficial romano con soldados y lo rescatan de la 
turba. Cuando los soldados llevan a Pablo por encima de sus cabezas 
al castillo donde será un prisionero de Roma, Pablo ruega al tribuno 
que lo baje y lo deje hablar, porque ve que esta es una gran 
oportunidad para predicar el evangelio. Da un magnífico sermón, que 
se registra en el capítulo siguiente. 
Este no es un sermón como el de la colina de Marte. Pablo no 
cita a poetas y filósofos, ni usa palabras persuasivas de humana 
sabiduría. Da testimonio de su propia experiencia de Jesucristo. La 
reacción no es variada. Leemos: “Le oyeron hasta esta palabra”, pero 
luego gritaron: “Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene 
que viva” (22:22). Cuando se despertó la furia de la turba 
nuevamente, Pablo fue llevado dentro del castillo. 
Cuando los romanos arrestaban a una persona, era costumbre 
encadenarla a un poste y azotarla. Lo llamaban “examen por azotes”. 
Cuando están a punto de encadenarlo para este examen, Pablo 
informa los soldados que es un ciudadano romano. Al enterarse de 
esto, le dicen al tribuno que no lo azote (v. 29). No puedo dejar de 
preguntarme por qué no reclamó su derecho de ciudadanía cuando él 
y Silas fueron arrestados y azotados en Filipos. Tal vez se permitió 
ser azotado allí porque quería usarlo luego como elemento de 
presión, cosa que hizo con los magistrados de esa ciudad. 
Cuando los romanos se dan cuenta de que no lo pueden 
azotar, lo ponen en prisión. Al día siguiente, deciden tener un juicio 
ante los principales sacerdotes y el Sanedrín. Los religiosos de esa 
multitud han acusado a Pablo, y son invitados a hacer sus 
acusaciones contra él en el tribunal. 
El registro de una larga serie de juicios que terminan con 
Pablo presentándose ante el César comienza en el capítulo 23. 
Vemos la humanidad de Pablo al comenzar este juicio. Mira la sala 
de audiencia y ve que aproximadamente la mitad son fariseos y la 
otra mitad, saduceos. Los fariseos eran judíos ortodoxos, y los 
saduceos, judíos liberales. Los saduceos no creían en la resurrección 
o en lo sobrenatural. Así que Pablo hace una afirmación astuta ante 
esta sala de audiencia dividida en partes iguales. Proclama 
solemnemente: “Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; 
acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me 
juzga” (Hechos 23:6). 
Cuando Pablo proclama astutamente la resurrección de los 
muertos, se precipita una acalorada discusión entre los fariseos y los 
saduceos, donde los primeros se ponen del lado de Pablo. Pablo sabía 
que estaba siendo llevado a un juicio injusto y simulado. Así que, 
simplemente, decidió trastornar la sala de audiencias, como hizo en
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
28 
la ciudad de Filipos. Nuevamente, los soldados tuvieron que 
rescatarlo y llevarlo de vuelta a la prisión para su propia protección. 
Cuarenta de estos judíos se unieron e hicieron un pacto de 
que no volverían a comer hasta que vieran a Pablo muerto. Su plan 
era hacerle una emboscada a Pablo y matarlo cuando fuera traído 
para seguir siendo interrogado (v. 12). El sobrino de Pablo se entera 
de este complot de los judíos, va a la prisión y se lo cuenta a Pablo. 
Luego el muchacho le dice al tribuno lo que estos cuarenta judíos 
están planeando hacer. 
El tribuno decide sacar a Pablo de en medio. No sabe lo que 
ha hecho, ni entiende el problema que tienen los judíos con Pablo, 
pero sí sabe que este hombre no le traerá más que problemas. “Y 
llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora 
tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos 
lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; y que preparasen 
cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el 
gobernador” (v. 23, 24). 
¿No es interesante esta escena? Oculto por la oscuridad, un 
pequeño y excéntrico judío, rodeado por cuatrocientos setenta 
soldados romanos, que lo sacan a escondidas de un castillo y lo 
escoltan a la costa mediterránea, de Jerusalén a Cesarea, en Palestina. 
Ante dos gobernadores 
Cuando Pablo llega a Cesarea, es entregado al gobernador, 
Félix. Éste convoca a los judíos para que vengan a acusar 
formalmente a Pablo por sus crímenes. Aquí, nuevamente, tenemos 
un gran mensaje dado por el apóstol Pablo. En esta oportunidad, 
cuando Pablo predica al gobernador y a su corte, cuenta su “historia 
con Dios”, es decir, vuelve a dar su testimonio. 
En respuesta a la presentación de Pablo, Félix llega a la 
conclusión de que, en realidad, no hay motivo para considerarlo un 
criminal. Sin embargo, decide mantener a Pablo arrestado hasta que 
pueda decidir qué debería hacer con este prisionero inusual (Hechos 
24:22, 23). 
El gobernador Félix, y su esposa Drusila, que es judía, están 
tan fascinados con Pablo que le piden una audiencia privada. Leemos 
que Pablo está muy contento de hacerlo, pero su mensaje es 
inquietante. “Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio 
propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; 
pero cuando tenga oportunidad te llamaré” (v. 25). 
Evidentemente, el gobernador fue tocado poderosamente por 
el Espíritu Santo cuando escuchó predicar a Pablo, tanto en público 
como en privado. Llamó a Pablo varias veces, pero se nos dice que es 
porque quería recibir dinero de él para liberarlo. También leemos que 
mantuvo a Pablo en prisión para congraciarse con los judíos. 
Luego de dos años, Félix murió y otro gobernador, llamado 
Festo, ocupó su lugar. Cuando el gobernador Festo descubre que 
tiene un prisionero religioso/político famoso en sus manos, realiza 
otro juicio. Pablo sabe que nunca obtendrá justicia en las cortes 
influenciadas por los judíos de Jerusalén. Por lo tanto, en ese juicio,
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
29 
Pablo exige una audiencia ante César, que es su derecho como 
ciudadano romano (Hechos 25:10). El gobernador le dice: “A César 
has apelado; a César irás” (v. 12). 
Ante el rey Agripa 
Mientras Pablo espera ser llevado a Roma, el gobernador 
Festo recibe una visita real: el rey Agripa y su esposa, Berenice. Al 
enterarse de Pablo, le dicen a Festo que les gustaría conocerlo (v. 
22). Recuerde que, cuando el Señor le contó a Ananías su plan para 
Pablo, le dijo: “Instrumento escogido me es éste, para llevar mi 
nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de 
Israel” (Hechos 9:15). Esa profecía se cumple cuando Pablo se 
encuentra con el rey Agripa. 
Pablo, al ser traído ante Agripa y Berenice, da otro magnífico 
sermón. Una vez más, cuenta su historia de cómo se convirtió en el 
camino a Damasco. Al llegar Pablo a la conclusión de su sermón, el 
gobernador estalla y dice: “Estás loco, Pablo; las muchas letras te 
vuelven loco” (Hechos 26:24). 
Esta expresión, “estás loco”, significa, en el griego original 
‘eres un excéntrico’ o ‘estás fuera del centro’. De hecho, Pablo era un 
excéntrico. Tenía otro centro alrededor del cual giraba su vida. Ese 
centro era el Cristo resucitado que había conocido camino a 
Damasco. Como Félix, el gobernador Festo queda impactado 
también por las palabras de Pablo. 
Entonces Pablo se vuelve hacia el rey. El rey Agripa es judío, 
así que Pablo le pregunta: “¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo 
sé que crees” (v. 27). Agripa le contesta: “Por poco me persuades a 
ser cristiano” (v. 28). 
Los estudiosos de la Biblia no se ponen de acuerdo sobre el 
significado de estos versículos. Algunos dicen que Agripa no hablaba 
sinceramente respecto de hacerse cristiano, sino que estaba, en 
realidad, haciendo un comentario sarcástico. Yo no estoy de acuerdo. 
Estoy persuadido de que Agripa estaba siendo sincero, porque la 
respuesta de Pablo a Agripa fue sincera. Le dijo: “¡Quisiera Dios que 
por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que 
hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas 
cadenas!” (v. 29). 
Otra razón por la que creo que Agripa fue sincero es lo que 
leemos acerca de la respuesta del rey, la reina y el gobernador luego 
de las palabras de Pablo: “Cuando había dicho estas cosas, se levantó 
el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con 
ellos; y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: 
Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre. 
Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no 
hubiera apelado a César” (vv. 30-32). 
El viaje de Pablo a Roma 
Una de las historias más emocionantes de este inspirado libro 
de historia es el relato de Lucas del viaje de Pablo por mar a Roma 
(Hechos 27). Pablo demuestra un extraordinario liderazgo y es un
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
30 
testigo milagroso para todos los que sobreviven a este viaje con él. Él 
recibe palabra del Señor de que, debido a las condiciones climáticas 
peligrosas, el barco no debería partir hacia Creta. Pero sus captores 
romanos no van a escuchar el consejo de un prisionero. 
Cuando la tormenta predicha por Pablo ocurre, luego de estar 
catorce día llevados por los feroces vientos, mareados y sin poder 
comer, Pablo predica a sus compañeros sobrevivientes, aterrorizados 
y cansados de la tormenta (vv. 20-26). Pablo asegura a toda la 
población del barco que Dios se le ha aparecido y le ha asegurado 
que, si bien el barco será destruido, todos los que están a bordo del 
barco se salvarán. 
Cuando esta palabra profética que recibe Pablo del Señor se 
cumple con exactitud, los sobrevivientes llegan a la isla de Malta. 
Hacen un fuego para calentar sus cuerpos mojados y congelados. 
Una víbora venenosa salta del fuego y se aferra a la mano de Pablo. 
Los que viven en Malta creen que Pablo debe de ser culpable de 
terribles crímenes, por lo que Dios seguramente lo está castigando 
ahora. Cuando Pablo, tranquilamente, sacude la víbora sobre el fuego 
y no muere por la picadura, llegan a la conclusión de que debe de ser 
un dios. 
Completado el viaje a Roma en otro navío, Lucas presenta un 
hermoso cuadro de la comunidad espiritual, la iglesia del Cristo 
resucitado y vivo, en Roma. Es conmovedor leer cómo los creyentes 
de Roma se enteran de alguna forma de la llegada de Pablo, y cómo 
consuela y alienta tremendamente su corazón que los creyentes 
vayan a recibirlo al entrar en la ciudad como prisionero de Roma. 
Cuando los prisioneros son entregados a las autoridades de la 
prisión romana, se le permite a Pablo vivir en una casa alquilada, 
donde queda bajo arresto domiciliario durante dos años. Se le 
permite invitar a los líderes religiosos judíos de Roma a este lugar 
donde, coherentemente con su estrategia de predicar primero a los 
judíos, les proclama el evangelio y su argumento de que Jesús es el 
Cristo. Algunos creen, pero la mayoría son hostiles hacia Pablo. 
En esta casa alquilada, Pablo escribe sus denominadas “cartas 
de la prisión” –Gálatas, Efesios, Filipenses y Filemón–, se le permite 
recibir invitados, y la última imagen que nos da Lucas de este amado 
apóstol es que está predicando sobre el reino de Dios a todos los que 
lo visitan y quieran escucharlo (28:30, 31). 
Aparte de lo que se nos dice en la última carta a Timoteo, 
debemos apoyarnos en la historia de la iglesia para completar la 
historia de la vida y el ministerio de Pablo. Los estudiosos están 
persuadidos de que Pablo tuvo su juicio ante César, fue liberado y 
fue apoyado por la iglesia de Roma para extender su gran ministerio 
misionero hacia España. 
Cuando Nerón incendió Roma y culpó a los cristianos, 
comenzó una terrible persecución contra la iglesia que duró tres 
siglos. Todos los creyentes eran odiados y se convirtieron en 
acérrimos enemigos del gobierno y del pueblo de Roma. Pedro y 
Pablo se convirtieron en las personas más odiadas. Pablo volvió a ser 
arrestado. Los estudiosos creen que fue puesto en la temible prisión
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
31 
mamertina, en Roma, donde escribió sus últimas palabras a Timoteo, 
antes de ser decapitado. 
¿Se está familiarizando con este gran y maravilloso apóstol? 
Es el autor de los próximos trece libros del Nuevo Testamento que 
estaremos estudiando. Todos necesitamos héroes y modelos de fe 
para imitar. Mi oración es que usted llegue a amar a Pablo como yo, 
desde que leí los capítulos del Libro de Hechos que acabamos de 
estudiar. 
A lo largo de los últimos capítulos de este libro de historia, 
tenemos la sensación de que se está creando un gran clímax con la 
visita de Pablo a la capital de Imperio Romano y su juicio ante César. 
Es deprimente y algo decepcionante cuando este libro simplemente 
termina, pero sin un final. Los estudiosos creen que la persecución 
podría ser la explicación de por qué este libro finaliza abruptamente. 
Si observa los verbos en plural en los últimos dos capítulos, parece 
obvio que Lucas estuvo con Pablo en ese tremendo viaje por el mar y 
cuando entró en Roma. Tal vez Lucas fue arrestado y no pudo 
completar su excelente historia de la primera generación de la iglesia. 
Como señalé al principio de este fascículo, podría ser que, por 
designio providencial, la historia de la iglesia no finaliza porque 
estamos ahora escribiendo el capítulo 29 de Hechos, desde el día de 
Pentecostés, cuando nació la iglesia del Cristo resucitado. 
Una breve reseña de la 
Carta de Pablo a los Romanos 
Capítulo 1 
La Carta de Pablo a los Romanos, a vuelo de pájaro 
El apóstol Pablo escribió trece de los veintisiete libros del 
Nuevo Testamento. El primero de estos libros es su Carta a los 
Romanos. Pablo no escribió sus cartas en el orden que aparecen en el 
Nuevo Testamento. Los estudiosos creen que esta carta fue escrita 
cerca del final de su ministerio, cuando estaba maduro y había 
desarrollado plenamente la teología del evangelio que predicaba por 
todo el mundo y que comparte con nosotros en esta profunda carta. 
Para dar a nuestros oyentes notas de los setenta y tres 
programas radiales en los que enseño la Carta de Pablo a los 
Romanos, versículo por versículo, escribí cuatro fascículos más. En 
este breve comentario de Romanos, presento algunas notas para 
quienes han escuchado nuestro resumen de esta inspirada carta de 
Pablo. Este fascículo es una breve reseña general de lo que Pablo 
enseña en esta amplia explicación del evangelio que proclamaba. 
La Carta de Pablo a los Romanos es su obra maestra 
teológica. El contenido de esta carta tiene muy poco que ver con la 
iglesia de Roma específicamente. Los estudiosos creen que Pablo
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
32 
dirigió esta profunda explicación del evangelio a los creyentes de 
Roma porque esa ciudad era la capital del mundo cuando escribió 
esta carta. 
Esta carta es, en realidad, una explicación integral de la 
palabra bíblica “justificado”. En la Parábola del Publicano y el 
Fariseo, Jesús declara la buena nueva de que todo hombre o mujer 
que haga la oración del pecador –una oración de arrepentimiento y fe 
en el poder salvador que se encuentra en la muerte, sepultura y 
resurrección de Jesucristo por nuestros pecados–, puede volver a su 
casa “justificado” (ver Lucas 18:14). Esta es la primera vez que 
encontramos esta hermosa palabra en el Nuevo Testamento. En esta 
Carta a los Romanos, Pablo explica cómo Dios realiza este 
maravilloso milagro de la justificación en el hombre o la mujer que 
son justificados. Esta carta es la declaración más integral acerca de la 
justificación que tenemos en la Biblia. 
Ser justificado significa más que simplemente ser perdonado; 
significa que Dios me considera como si nunca hubiera pecado, y que 
me ha declarado justo. David introduce proféticamente el concepto 
en su profundo salmo de confesión y arrepentimiento, cuando le pide 
a Dios, literalmente, que “despeque” su pecado (ver Salmos 51:1). 
Lea Romanos de un tirón y trate de determinar el argumento 
inspirado y lógico del libro. Le pido que haga esto porque la carta 
tiene un argumento coherente del principio al fin. Pida la ayuda del 
Espíritu Santo, y luego, concentrándose y sin interrupciones, trate de 
determinar el argumento de esta inspirada declaración del evangelio 
que Jesucristo encargó que sus discípulos predicaran a toda criatura, 
y en todas las naciones de la tierra (ver Marcos 16:15). 
Los primeros cuatro capítulos de esta carta muestran cómo la 
justificación se relaciona con el pecador. No estaremos interesados 
en saber cómo ser declarados justos si no estamos convencidos de 
que somos pecadores injustos. Por lo tanto, Pablo presenta un 
argumento muy convincente en el sentido de que todos somos 
pecadores. Luego de convencernos de la mala noticia de que todos 
somos pecadores, Pablo proclama la buena noticia de que Dios tiene 
un plan mediante el cual podemos ser justificados. 
El plan de justificación de Dios 
Según Pablo, la gracia es la fuente de nuestra justificación 
(3:24). La cruz de Cristo es la base de nuestra justificación, y la 
resurrección de Jesús, la garantía de que somos justificados (3:25; 
4:24, 25). Concluye esta parte de su argumento con estas palabras: 
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio 
de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). Así que la fe es el 
principio mediante el cual aplicamos este milagro a nuestro pecado y 
somos declarados justos por Dios. Más adelante en su argumento, 
nos dirá que Dios es el Autor de nuestra justificación (8:33). 
Debo señalar que hay una expresión que se encuentra unas 
ciento cincuenta veces en la Biblia cuando se enseña este concepto 
de ser justificados. Esta expresión es “a los ojos de”. Hay una 
dimensión vertical y una dimensión horizontal involucradas en la
Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 
33 
justificación. Si hemos cometido un asesinato, podemos ser 
declarados justos a los ojos de Dios por fe, confesión y 
arrepentimiento, pero no somos liberados de la cárcel, porque no 
estamos justificados a los ojos de la sociedad, es decir, la 
justificación horizontal ante el hombre. 
Cuando se realiza un juicio ante un juez, sin jurado, los 
asistentes podrán pensar que el acusado es una persona maravillosa 
pero, si el juez considera que es culpable, irá a la cárcel o perderá su 
vida. Las personas podrán pensar que el acusado es una persona 
terrible pero, si el juez cree que es inocente, quedará libre. De la 
misma forma, un día nos daremos cuenta de que lo que realmente 
importa es lo que el Juez de toda la tierra piensa acerca de nuestra 
culpabilidad o inocencia. Es por eso que es una muy buena noticia 
que se nos diga que podemos ser como si nunca hubiésemos pecado a 
los ojos de Dios. 
Los cuatro capítulos siguientes muestran cómo la 
justificación se relaciona con la persona, que es, de hecho, justificada 
por fe. Dios espera que arreglemos las cosas, que seamos correctos y 
que hagamos lo correcto cuando nos declara justos (ver 1 Juan 3:7). 
En los segundos cuatro capítulos de esta carta (del 5 al 8), Pablo 
habla de las luchas que aparecen cuando una persona que ha sido 
declarada justa encuentra en el Espíritu Santo el poder para vivir una 
vida justa. 
En los siguientes tres capítulos (del 9 al 11), Pablo muestra 
cómo la justificación se relaciona con todo el mundo y especialmente 
con Israel. Estos son tres de los capítulos más importantes de la 
Biblia sobre el tema de la profecía bíblica. En ellos, Pablo predice 
que Israel estará involucrado en lo que ocurrirá en el mundo. 
Según Pablo, el pueblo de Israel es el pueblo escogido de 
Dios. Son la mejor ilustración, en la Biblia, de la doctrina de la 
elección, la enseñanza de que Dios escoge a personas para la 
salvación. Sin embargo, en estos mismos tres capítulos, Pablo escribe 
que los judíos son, también, la mejor ilustración en la Biblia de que 
Dios ha creado al hombre para ser una criatura que puede elegir. 
Pablo presenta este argumento cuando nos dice que los judíos han 
escogido no ser escogidos. Han rechazado a Jesucristo y la salvación. 
Pablo escribe que, para castigar a los judíos por rechazar al 
Mesías, Dios se ha vuelto al mundo no judío y ha estado salvando a 
personas no judías desde que los judíos rechazaron a Jesucristo. 
Cuando haya salvado a la cantidad suficiente de gentiles como para 
castigar a Israel por ese rechazo, Dios volverá a los judíos 
nuevamente, y “todo Israel será salvo” (Romanos 11:26). 
Hemos visto el cumplimiento de la profecía del Antiguo 
Testamento, de que habrá un retorno de los judíos, de la dispersión 
en todo el mundo, a un lugar geográfico en la nación de Israel. Junto 
con los profetas del Antiguo Testamento, Pablo predice un retorno 
espiritual de los judíos a Dios. Claramente, ese retorno espiritual aún 
no ha ocurrido. En estos tres capítulos, Pablo nos muestra que, 
cuando experimenten ese retorno espiritual a Dios, Él realizará su 
plan de justificación a todo el mundo a través de Israel.
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  • 1. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 1 INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 12 HECHOS Y ROMANOS Capítulo 1 Los hechos del Cristo resucitado El Libro de Hechos es el único libro inspirado de la historia de la iglesia del Nuevo Testamento. Conecta los cuatro Evangelios con las trece cartas de Pablo. Si no fuera por este libro de historia, al comenzar a leer las cartas de Pablo, usted se preguntaría: “¿Quién es este apóstol, llamado Pablo? No aparece en los Evangelios”. Si no estuviera el libro que vamos a estudiar ahora, faltaría un importante eslabón en el Nuevo Testamento. En cierto sentido, los cinco primeros libros del Nuevo Testamento son, todos, libros históricos. Si bien los Evangelios son básicamente biografías inspiradas de Jesús, son también libros históricos. Sin embargo, el Libro de Hechos se diferencia de los Evangelios en que es el libro de la historia de la iglesia del Nuevo Testamento. Este libro comienza así: “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido” (Hechos 1:1, 2). Estos primeros versículos de Hechos nos dicen que el autor de este libro es el mismo hombre que escribió el Evangelio de Lucas, y que dirige el Libro de Hechos al mismo hombre al que dirigió el tercer Evangelio. Teófilo, cuyo nombre significa ‘que ama a Dios’,
  • 2. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 2 aparentemente era un hombre al que Lucas consideró merecedor de recibir estos dos documentos vitalmente importantes. En Hechos, Lucas continúa la historia que comenzó en el Evangelio que lleva su nombre. Él escribe que, en su Evangelio, nos dio un relato histórico y preciso de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer hasta su ascensión. Sin embargo, nos dice que, luego de su ascensión, Jesús continuó “haciendo y enseñando” a través de los apóstoles. Por lo tanto, muchas ediciones de la Biblia denominan a este libro “Los hechos de los apóstoles”. Cuando entendemos la importancia del día de Pentecostés, creemos que un título mejor podría ser: “Los hechos del Espíritu Santo a través de los apóstoles”. Dado que Pedro atribuye todas las señales y maravillas de Pentecostés al Cristo resucitado y vivo, un título aún mejor sería: “Los hechos del Cristo resucitado a través de los apóstoles” (ver 2:32, 33). Note que el Libro de Hechos no finaliza; simplemente se detiene. Algunos eruditos creen que esto se debe a que Lucas fue arrestado y no pudo terminar el libro. Otros creen que no finaliza porque es la historia de la iglesia, y usted y yo todavía estamos escribiendo esa historia. Qué buscar en el Libro de Hechos Dado que el Hechos es un libro de historia, debemos encararlo como hicimos con los doce libros históricos del Antiguo Testamento. Pablo escribió acerca de la historia hebrea: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11). Busque ejemplos y amonestaciones (o advertencias) cuando lea Hechos. El propósito de la iglesia Al leer este libro histórico, busque el propósito que se le dio a la iglesia. Cuando Jesús llegó al final de su tiempo con los apóstoles, les dio lo que llamamos “la Gran Comisión”. Usted encontrará la Gran Comisión al final de cada uno de los cuatro Evangelios. Según Mateo, estas fueron las últimas palabras de Jesús a sus discípulos: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:18- 20). El libro histórico del Nuevo Testamento comienza de la misma forma en que finalizan los cuatro Evangelios, con la Gran Comisión. En realidad, la Gran Comisión tiene un imperativo o mandamiento, “haced discípulos”, seguido de tres participios que modifican el imperativo: “Haced discípulos yendo, predicando, bautizando y enseñando”. En Hechos, esto es exactamente lo que sucede. Los apóstoles hicieron discípulos yendo, predicando, bautizando y enseñando. El
  • 3. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 3 propósito que se le dio a la iglesia, desde su inicio mismo, es la Gran Comisión. Esa comisión es “el estatuto (el propósito escrito) de la iglesia”. Como toda organización, la iglesia debe cumplir los términos de su estatuto, porque si no, debería dejar de existir. La promesa dada a la iglesia En los primeros versículos de este libro se nos dice que, antes de ascender al cielo, Jesús dio mandamientos a los apóstoles. Además de la Gran Comisión, Jesús les ordenó que esperaran que se cumpliera la promesa del Padre (ver Hechos 1:4). Jesús les había prometido en el aposento alto que les enviaría el Espíritu Santo. Ahora, les está ordenando, básicamente, que no den el primer paso de obediencia en la Gran Comisión hasta que se cumpla esa promesa. La Biblia tiene mucho que decir acerca de esperar en el Señor. Isaías predicó uno de mis sermones favoritos sobre la espera: “Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:31). Cuando Isaías dijo al pueblo de Dios que esperara como lo hace un águila, estaba compartiendo una verdad muy preciosa acerca de la fe. Hay veces que las águilas no vuelan. Cuando un águila ve que se aproxima una tormenta, se posa sobre el borde de su nido un tiempo muy largo –tal vez horas– y espera hasta que las corrientes de aire alcancen una gran velocidad. Luego da un salto de cinco metros, extiende sus magníficas alas y encuentra en ese viento poderoso la aerodinámica que necesita para sobrevolar la tormenta. Cuando lea el primer capítulo de Hechos, imagínese a la iglesia como un águila posada en el borde de su nido, esperando el viento del Espíritu que vendrá el día de Pentecostés. Cuando lea el segundo capítulo de este libro, imagine que el águila salta de su nido, confiando en que el viento le dará la aerodinámica para sobrevolar la adversidad que enfrenta. El poder dado a la iglesia El capítulo 2 describe la llegada del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Este es uno de los sucesos más importantes de la historia del pueblo de Dios, porque la iglesia simplemente no puede cumplir su propósito si no viene sobre ella el poder del Espíritu Santo. Esto se cumple también en el nivel individual. Cuando intentamos hacer un discípulo para Jesucristo, intentamos lo imposible sin el poder del Espíritu Santo. El desempeño que se le dio a la iglesia Tal vez recuerde que el énfasis de las enseñanzas de Jesús en el Sermón del Monte no era la profesión sino el desempeño (Mateo 5 al 7). Según Jesús, lo importante no es lo que decimos, sino lo que hacemos. Él enfatizó ese valor cuando enseñó a los apóstoles. No deberíamos sorprendernos cuando leemos que el mundo del primer siglo se asombró por el desempeño de la iglesia.
  • 4. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 4 Hay muchas cosas que deberíamos notar acerca del desempeño de la iglesia. Primero, observe la predicación de los apóstoles. Se registran muchas grandes predicaciones en este libro histórico, y esas predicaciones comienzan el día de Pentecostés. El resultado más importante de Pentecostés fue que se hicieron tres mil discípulos gracias a la predicación de Pedro, y miles se convertían cada vez que Pedro predicaba sermones luego del día de Pentecostés. La predicación de los apóstoles en el Libro de Hechos es una predicación ungida. Con eso quiero decir que el Espíritu Santo de Dios viene sobre ellos mientras predican. Esto se llama “unción” en la Biblia, que significa la aplicación energizante del Espíritu Santo sobre la persona que está predicando o ministrando algunos de los dones que han llegado a conocerse como “los dones del Espíritu”. Considere cuidadosamente los sermones de Pedro registrados en el Libro de Hechos. No parece haber nada especial en ellos. Así que, ¿por qué se convertían miles de personas cada vez que predicaba Pedro? Había resultados sobrenaturales porque Pedro tenía la unción energizante del Espíritu Santo sobre él cuando predicaba. Se les acusó a los discípulos de Jesús de llenar todo Jerusalén con sus enseñanzas (ver 5:28). Hoy, a los que seguimos a Cristo, ¿alguna vez se nos acusa de esto y, si ocurriera, habría suficiente evidencia como para condenarnos? Entonces, ¿qué es una iglesia? Al leer el Libro de Hechos, note que aparecen unas cincuenta personas en este libro histórico de la iglesia del Nuevo Testamento. La palabra “iglesia”, en griego, es eclesia, que significa ‘asamblea’ o ‘los llamados’. Esta palabra significa ‘una asamblea de personas que son llamadas fuera de este mundo para seguir al Cristo resucitado y vivo, que tienen comunión con Él y entre sí’. En el sentido más puro de la palabra, “iglesia” significa ‘personas’. Al leer este libro por primera vez, trate de familiarizarse con al menos cincuenta personas, aparte de Pedro y Pablo. El Libro de Hechos es la historia de personas muy comunes que hacen cosas muy fuera de lo común porque están ungidas y llenas del Espíritu Santo de Dios. Ese mismo Dios y ese mismo Poder están disponibles para usted o para mí, para que hagamos su obra hoy (ver Mateo 28:18-20). Cuando usted sirve al Señor hoy, ¿viene antes de ir? ¿Espera en su presencia para que la unción energizante del Espíritu Santo venga sobre usted, o simplemente va y trata de hacer el trabajo de Dios con sus propias fuerzas? Uno de los mensajes del Libro de Hechos es que, sin la ayuda de Dios, no podemos llevar a cabo la obra de Dios. Por lo tanto, debemos esperar el poder del Espíritu Santo antes de intentar hacer la obra del Cristo resucitado y vivo.
  • 5. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 5 Capítulo 2 Las huellas digitales de la iglesia invisible El segundo capítulo comienza con el relato de lo sucedido el día de Pentecostés, que fue el día en que nació la iglesia (ver Hechos 2:1-18). Cuando leemos el segundo capítulo de Hechos, es importante que nos demos cuenta de que el día de Pentecostés era un día sagrado judío. Esta era su celebración de la cosecha, un día de acción de gracias, en que el pueblo judío agradecía a Dios por la provisión de su cosecha. Hay una gran significación simbólica o alegórica aquí, porque estaba por comenzar una gran cosecha espiritual en ese día sagrado. En el día de Pentecostés, el Cristo resucitado comenzó a edificar la iglesia que evangelizaría el mundo con Él y para Él. Esto era posible ahora porque el Espíritu Santo descendió con gran poder ese día. Hubo señales y maravillas que acompañaron la llegada del Espíritu Santo. Hubo un sonido como de un viento poderoso y repentino. Hubo lenguas repartidas como fuego sobre las cabezas de quienes “profetizaban”. Luego esa misma gente “habló en otras lenguas”. Una pregunta y su respuesta nos ayudan a centrarnos en el significado de este suceso milagroso. La pregunta es: “¿Qué significa todo esto?”. Pedro contestó la pregunta en su sermón: ”Esto es lo dicho por el profeta Joel”. Joel había profetizado que, en los tiempos postreros, Dios derramaría su Espíritu sobre sus hijos e hijas, y éstos profetizarían (Joel 2:28, 29). En Pentecostés, el mensaje que surgió del milagro de estas lenguas se denomina “profecía”, es decir un mensaje de Dios que está dirigido a los oídos del pueblo. Pablo escribe acerca de un milagro que describe como “el don de lenguas”. Dice muy claramente que el don de lenguas del que habla es muy distinto de las lenguas que se hablaron el día de Pentecostés. Escribe: “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios” (1 Corintios 14:2). Cuando un creyente está ejerciendo este don de lenguas, su mensaje no está dirigido a los oídos de los hombres. Está hablando a Dios. No está hablando a los hombres, como hicieron los que hablaron el día de Pentecostés. Está hablando a Dios. Pero las lenguas de las que leemos en Pentecostés comunicaban una profecía, un mensaje de Dios para los hombres. Estas lenguas fueron una de las muchas señales y maravillas que acompañaron la llegada del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Se registra más de un “Pentecostés” en el Libro de Hechos. Primero, está el Pentecostés de Jerusalén. Luego, cuando los apóstoles van a Samaria –y varias veces, al cruzar al mundo no judío– experimentan un Pentecostés. Note que, cada vez que hay un Pentecostés, siempre está relacionado con el propósito dado a la iglesia en la Gran Comisión: “Pero recibiréis poder, cuando haya
  • 6. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 6 venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y [entonces] me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Huellas digitales Hay varias cosas que usted debería tener en cuenta al leer el Libro de Hechos. Observe los patrones que surgen de la primera generación de la iglesia. Ante todo, observe el patrón de la iglesia misma. Podríamos llamar a este patrón “las huellas digitales visibles de la iglesia invisible”. Los teólogos hablan de la iglesia visible y la iglesia invisible, o de la iglesia universal y la iglesia en su expresión local. La comunidad de los creyentes de la cual usted forma parte en su comunidad debe ser una expresión local y visible de la iglesia invisible y universal que el Cristo resucitado está edificando en este mundo. ¿Cómo sabemos que nuestra iglesia local es una expresión visible de la iglesia invisible y universal? Así como nuestras huellas digitales pueden identificar dónde hemos estado y lo que hemos tocado, la iglesia puede ser identificada por sus “huellas digitales”. Busque estas “huellas digitales” al estudiar la iglesia de la primera generación. La iglesia del Libro de Hechos tenía “huellas digitales”, expresiones visibles de la iglesia invisible, universal y verdadera. El evangelismo era la “huella del pulgar” de la iglesia que nació el día de Pentecostés. Los apóstoles entendieron que debían extenderse como misioneros y evangelistas. Tres mil personas se convirtieron solo el día de Pentecostés, y miles más se convirtieron más adelante, cuando los apóstoles y otros predicaban el evangelio. La enseñanza era la “huella del índice” de la iglesia. Leemos que los nuevos conversos perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones (Hechos 2:42). La “huella del dedo medio” visible de la iglesia invisible era la comunión. Los apóstoles creían que las personas que recibían su enseñanza debían interactuar con ellos. La palabra griega para “comunión” es koinonia. La palabra significa ‘estar en una relación que está fundada en un pacto de compromiso’. El pacto de compromiso de la primera generación de creyentes era, primero, con el Cristo resucitado y vivo y, solo después, entre sí. ¿De dónde sacaron los apóstoles la idea de que quienes eran enseñados debían tener comunión con los que les estaban enseñando? Tal vez recuerde de nuestro estudio del Evangelio de Juan que, cuando algunos de ellos se encontraron con Jesús, le preguntaron dónde vivía (Juan 1:37-39). Jesús les contestó diciéndoles que fueran y vieran dónde vivía. Leemos que fueron y vieron dónde vivía, vivieron con Él, y vivieron y murieron por Él por lo que vieron cuando se comprometieron a ir a ver dónde y cómo vivía Él. Vivieron con Él tres años. Por eso no debemos sorprendernos al leer que las personas que se convirtieron el día de Pentecostés tuvieron una calidad de comunión especial con quienes los habían hecho discípulos.
  • 7. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 7 La “huella del dedo anular” era la adoración. Leemos que los conversos se dedicaban también al “partimiento del pan” con los apóstoles (Hechos 2:42). Eso significaba la Mesa de la Comunión. Cuando Jesús instituyó lo que llamamos “la Cena del Señor” y les indicó que tomaran de esa mesa hasta que Él volviera (1 Corintios 11:26), estaba dando a los apóstoles su única instrucción acerca de cómo quería que adorara su iglesia (Lucas 22:14-19). Así que, cuando los primeros discípulos se reunían, adoraban observando la Mesa del Señor. Leemos, también, que continuaban con los apóstoles en la oración, la “huella del dedo meñique” visible del Cristo resucitado. Dado que no podemos hacer la obra del Cristo resucitado a menos que permanezcamos en Él, debemos orar continuamente para obtener poder del la Vid espiritual del Cristo resucitado y vivo (Juan 15:1- 16). Jesús había enseñado a los apóstoles que pidieran, buscaran y golpearan a la puerta continuamente y con perseverancia, porque todo el que lo hiciera recibiría, encontraría y vería abrirse la puerta, y Dios les daría el Espíritu Santo (Lucas 11:9-13; Mateo 7:7-11). ¿Dónde está Él? El Nuevo Testamento comienza con la pregunta que hacen los hombres sabios: “¿Dónde está Él?” (Mateo 2:2). Jesús nos dijo que edificaría su iglesia, y que todos los poderes del infierno no podrían impedir que Él la edificara (Mateo 16:18). El apóstol Juan registra la revelación o “apocalipsis” sobrenatural del Cristo resucitado y vivo que camina entre sus iglesias (Apocalipsis 1:13- 2:1). Esa revelación contesta la pregunta de los sabios: Él está “en medio” de las iglesias. Es ahí donde está, y es lo que está haciendo hoy. Comenzó su obra milagrosa en el Libro de Hechos y sigue haciendo esa obra hoy. ¿Cómo medimos la salud, o cómo medimos los “signos vitales” de nuestras iglesias locales hoy? Ante todo, debemos buscar evidencias de estas huellas digitales. Cuando vemos estas huellas digitales en nuestras iglesias, en una escala de uno a diez, debemos asignar un puntaje regularmente a los ministerios relacionados con el evangelismo, la enseñanza, la comunión, la adoración y la oración, y ver cómo se compara nuestra iglesia con la iglesia de la primera generación que encontramos en Hechos. Entonces tendremos una forma de medir el grado en que podemos decir que nuestra iglesia es una expresión visible de la iglesia que el Cristo resucitado y vivo está edificando en este mundo hoy.
  • 8. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 8 Capítulo 3 Los patrones visibles de la iglesia invisible Casi inmediatamente, la iglesia del Nuevo Testamento encontró amenazas y desafíos. Al observar cómo los líderes de la iglesia enfrentan esos problemas –la persecución de afuera y los problemas de adentro–, comienzan a aparecer ciertos patrones. Estos patrones son algunos de esos ejemplos y advertencias que Pablo nos dice que tienen el propósito de instruirnos y advertirnos hoy cuando leemos la historia bíblica (ver 1 Corintios 10:11). Por ejemplo, el patrón de dar se establece muy temprano en la historia de la iglesia. Leemos que quienes tenían propiedades las vendieron y trajeron el producido de la venta a los apóstoles para que pudiera distribuirse de acuerdo con las necesidades de los creyentes. Daban más que el diezmo, una ofrenda o aun un sacrificio; daban todo lo que tenían. También observamos el patrón de la desobediencia civil. Este es un patrón interesante. Jesús dijo: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21). Dios no pedirá lo que es del César, pero hay veces en que el César pide lo que es de Dios. Cuando César pide lo que es de Dios, este ejemplo de la enseñanza del Nuevo Testamento de Jesús nos dice que no podemos dárselo. Jesús ordenó a los apóstoles que predicaran y enseñaran el nombre y el evangelio de Jesucristo. Pero las autoridades religiosas y civiles les ordenaron que no pronunciaran siquiera el nombre de Jesús (Hechos 4:18). La primera vez que ocurrió esto, los apóstoles contestaron a las autoridades, básicamente, que, como simples laicos, no estaban calificados para decir si estaba bien hacer caso a Dios o a sus gobernantes. Entonces tuvieron una reunión de oración. La próxima vez que las autoridades les prohibieron predicar el nombre y el evangelio de Cristo, contestaron inmediatamente: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). ¡Esto es desobediencia civil! Hay momentos en que, para ser fieles a su llamado, los seguidores de Cristo deben sufrir las consecuencias de obedecer a Dios y a Cristo, antes que a los hombres. A lo largo de los siglos, y en todo el mundo hoy, hay creyentes que sufren esas amargas consecuencias. Han muerto más creyentes por su fe desde la década de 1940 y el final de la Segunda Guerra Mundial que en el resto de la historia de la iglesia. Vemos también surgir el patrón de la disciplina en la iglesia. Había un hombre y su esposa, llamados Ananías y Safira, que vendieron una propiedad y mintieron a los apóstoles en cuanto al precio de la venta. En esta historia, Pedro mostró un discernimiento asombroso. Preguntó: “Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, [...]? No has mentido a los hombres, sino a Dios” (Hechos 5:3, 4). Cuando fueron confrontados por separado con su pecado, ¡tanto Ananías como Safira cayeron muertos!
  • 9. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 9 Esta severa disciplina mantuvo pura a la iglesia, y puso un temor reverente y santo de Dios en los discípulos. Y la gente de la cultura secular de Jerusalén supo que era un asunto muy serio convertirse en un seguidor de Cristo y un miembro de la iglesia (ver 5:11-13). En el capítulo 6 de Hechos, surge un patrón que debe ser aplicado cuando crece una iglesia. La iglesia crecía rápidamente y tenía muchas personas que vivían juntas en un sistema comunitario. Cuando miles de personas viven juntas y tienen que ser alimentadas varias veces al día, hace falta tener un programa de servicios de comida (6:1). Los apóstoles se vieron absorbidos por manejar este programa, y esto los estaba alejando de su ministerio de la Palabra de Dios. Así que convocaron una reunión de la gran multitud y le dijeron: “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (6:2-4). Cuando se hizo esto, los apóstoles comisionaron a los que habían sido escogidos para encargarse de esta tarea, y ellos se dedicaron por completo a la oración y al ministerio de la Palabra de Dios. Esta decisión fue muy bendecida por Dios, y dio como resultado una extensión dinámica del evangelio en la ciudad de Jerusalén. Este es el origen de lo que muchas iglesias denominan “diáconos” hoy. Era la responsabilidad de los diáconos elegidos ocuparse de los asuntos de la iglesia de modo que las personas con dones pastorales pudieran estar libres para dedicarse al ministerio pastoral. El precedente establecido por la iglesia en esta ocasión muestra el principio de que hay un lugar en el cuerpo de Cristo para todo discípulo. Todas las personas que tienen la unción energizante del Espíritu Santo tienen dones espirituales. Algunos de estos dones son pastorales, y algunos son dones espirituales prácticos. Los dones prácticos, que el Nuevo Testamento llama “de ayuda”, “de gobierno” o “de administrar”, son tan espirituales como los dones de la persona que predica, enseña o evangeliza. Sin embargo, todo discípulo debería ocupar su lugar y ejercer los dones que Dios le ha dado. Una iglesia que acepta y aplica este patrón serán bendecida y crecerá. ¿Ha descubierto usted el patrón de su don espiritual? Una vez que lo haya hecho, entréguese por completo a los ministerios que sus dones espirituales lo equipan para hacer para el Señor. Este patrón implica, a veces, que un discípulo que es fiel en un ministerio práctico, luego pase al ministerio pastoral. El mártir Esteban, y Felipe, el evangelista, son ejemplos de este patrón de pasar de un ministerio a otro, ya que empezaron siendo fieles como diáconos y luego se convirtieron en evangelistas. Otro patrón que surge del Libro de Hechos es el martirio. Una famosa cita de los historiadores de la iglesia es: “La sangre de los mártires es la semilla que hace crecer a la iglesia”. Esteban perdió la
  • 10. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 10 vida a causa de un sermón (7:54-60). Cuando Esteban murió por su fe, un hombre llamado Saulo de Tarso estaba guardando la ropa de los que lo apedrearon. La conversión de este hombre, Saulo, tiene que haber sido influida por el martirio de Esteban. Eso es lo que quiere decir la cita anterior acerca de que la sangre de los mártires hace crecer la iglesia. Otro patrón obvio y hermoso en la iglesia es la sanidad. Hay un tremendo énfasis en la sanidad en la historia de Lucas de la iglesia, como ocurre también en su Evangelio. Según Lucas, el Cristo resucitado y vivo está obrando ahora a través de los apóstoles, para continuar su ministerio de sanación. Pedro y Juan se encuentran con un hombre sentado a la puerta del templo. Es un paralítico de cuarenta años. Durante toda su vida, alguien lo ha llevado a la puerta del templo para mendigar. Cuando Pedro y Juan están entrando en el templo, este hombre está ahí con su taza. Pedro le dice: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (3:6). Leemos que el hombre no solo se levanta y camina. ¡Entra en el templo andando y saltando, y alabando a Dios! Un orgulloso y prestigioso líder de la iglesia señaló recientemente que la iglesia ya no puede decir: “No tengo plata ni oro”. Un humilde siervo del Señor respondió: “Tampoco puede decir la iglesia hoy: ‘En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda’”. Esta sanidad, como la que obró Jesús en el hombre del estanque de Betesda (Juan 5), da a los apóstoles una tremenda oportunidad para predicar el evangelio. Las autoridades religiosas quedan impactadas cuando ven a estos pescadores analfabetos predicando en su templo. Sin embargo, cuando arrestan a los apóstoles y les prohíben predicar, lo que no pueden negar es el hecho de que los apóstoles habían realizado este verdadero milagro de sanidad. En el fondo de este ministerio de sanidad hay algo todavía más fundamental. Es el carisma sobrenatural del Espíritu Santo en la iglesia del Nuevo Testamento. Observe este patrón en la iglesia de la primera generación: solo por el poder dado a la iglesia podemos ver el desempeño de la iglesia que no puede ser negado por el mundo. El patrón del martirio Esteban, que fue elegido como uno de los primeros diáconos, pasó de lo práctico a lo pastoral, y se convirtió en un gran predicador. Al predicar este magnífico sermón ante el Sanedrín, el consejo religioso que gobernaba a los judíos, Esteban está, obviamente, predicando en el poder del Espíritu Santo. La predicación no es solo cuestión de un estudio diligente y una presentación ingeniosa. La predicación es un don espiritual, y si no se practica con la unción del Espíritu Santo, no es verdaderamente la predicación ungida que vemos como modelo en este libro. En su sermón, Esteban da una reseña de los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento. Demuestra tener una notable comprensión de las Escrituras. Comienza por Abraham, menciona a
  • 11. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 11 Isaac, Jacob, cubre los ministerios de José, Moisés, David y Salomón. Cubre toda la gama de la historia hebrea hasta la cautividad en Babilonia. El propósito del sermón de Esteban no es evangelístico, si bien termina siendo un sermón fructífero, como veremos pronto. El propósito del sermón de Esteban es decir a los líderes religiosos que ellos habían rechazado la gracia, el amor y la salvación de Dios. Habían rechazado todo lo bueno que Dios había intentado hacer por ellos jamás. El punto culminante de su rechazo fue rechazar al Señor de Esteban, Jesucristo, el Mesías. Mientras Esteban hace una reseña de la historia hebrea para estos líderes religiosos, lo que quiere demostrar es que ellos siempre habían rechazado la salvación de Dios. La respuesta que ellos dieron al sermón de Esteban fue predecible: “Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. “Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió” (7:54-60). Al morir a causa del sermón que predicó, Esteban muestra que está lleno del Espíritu Santo. Tiene una tremenda visión de Dios y de Cristo. Y muere como su Señor lo había inspirado para que muriera, pidiendo el perdón de quienes estaban quitándole la vida. En el apedreamiento de Esteban nos encontramos con el mayor misionero, el mayor plantador de iglesias, pastor, maestro y autor de la historia de la iglesia de Jesucristo. Cuando lo conocemos, está guardando la ropa de las personas que apedrearon a Esteban. Es Saulo de Tarso, que se convertiría en el apóstol Pablo. Cuando llegamos a conocer a ese joven llamado Saulo de Tarso, nos damos cuenta de cómo y por qué el sermón y el ejemplo de Esteban podrían haber impactado su vida tan dinámicamente. Saulo era un “fariseo de fariseos”, y estaba dedicado fanáticamente a la preservación de las doctrinas ortodoxas de la fe judía. Odiaba lo que consideraba que era una nueva secta que era una amenaza para el judaísmo. Sin embargo, además de estar impresionado por la forma de morir de Esteban por sus convicciones, como lo hizo Cristo, al ser un gran erudito judío ortodoxo de las Escrituras del Antiguo Testamento, sin duda, el resumen ungido y las aplicaciones ortodoxas de la historia hebrea que aparecen en el sermón de Esteban le provocaron admiración y convicción de pecado. ¿Estaría usted dispuesto a morir por Jesucristo, como lo hizo
  • 12. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 12 Esteban? ¿Tendría usted la gracia para perdonar a sus enemigos? Tal vez la pregunta más difícil es: “¿Está usted dispuesto, o tiene la gracia, para vivir por Jesucristo?”. Capítulo 4 ¿Cómo se hace un discípulo? ¿Cómo se hace un discípulo, precisamente? Hay una hermosa historia en el Libro de Hechos que nos contesta esa pregunta (Hechos 8:26-40). Un hombre llamado Felipe que, como Esteban, fue uno de los primeros diáconos, se convierte en otro ejemplo de un creyente con un patrón de un don espiritual práctico que pasa a un patrón pastoral al convertirse en evangelista. Viaja a Samaria y tiene un ministerio evangelístico muy fructífero allí. Durante esta cruzada evangelística sumamente fructífera, el Señor le dice, a través de un ángel: “Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto” (Hechos 8:26). Si bien los evangelistas suelen ir a las ciudades, Felipe obedeció y fue al desierto. Cuando llegó al desierto, vio una procesión real de carrozas. El Espíritu lo guió a una carroza específica. En el original griego el sentido es “esta carroza específica, distinta de las demás carrozas”. Es así como sabemos que había una caravana de carrozas. Cuando Felipe se acercó a esa carroza, ¡encontró al tesorero de Etiopía, que leía el capítulo 53 de Isaías en un rollo! Este etíope era un político, tesorero de Etiopía, y leía el rollo de Isaías. Aparentemente, había viajado de Etiopía a Jerusalén porque tenía hambre espiritual. Cuando llegó a Jerusalén, encontró la misma religión desamorada que confrontó tan severamente Jesús. No encontró realidad espiritual en Jerusalén, pero logró obtener una copia del rollo de Isaías, y en ese rollo estaba leyendo: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6). Felipe le pregunta: “¿Entiendes lo que lees? El le dice: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?” (vv. 30, 31). Felipe se sube a la carroza y viajan juntos, y le explica al etíope cómo ese pasaje de Isaías proclama el evangelio de Jesucristo. Evidentemente, Felipe lleva su presentación del evangelio a un veredicto al decirle que la fe en Jesús se profesa mediante el bautismo en agua. Leemos que el etíope dice: “Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: “Si crees de todo corazón, bien puedes”. Este es el gran requisito previo para el bautismo en agua: creer de todo corazón. Llamamos a esto el “bautismo del creyente”. La iglesia está dividida en cuanto al método para bautizar a los creyentes. Sin embargo, el tema importante en el bautismo no es la forma sino el significado. La Gran Comisión debería decir: “Hagan
  • 13. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 13 discípulos, yendo, predicando, bautizando y enseñando a esos discípulos”. El bautismo es como una ceremonia de casamiento. Cuando un hombre pide a una mujer que se case con él, y ella accede, este es un momento muy sagrado para ellos. Cuando se casan, invitan a la familia y a sus amigos a una ceremonia que es un anuncio público de un compromiso que ya se ha hecho en privado. Cuando un hombre como el etíope cree, su compromiso privado se anuncia públicamente al bautizarse. Cuando Jesús hizo que el bautismo formara parte de la Gran Comisión, hizo que fuera imposible que alguien lo siguiera y mantuviera su profesión de fe como un secreto. ¿Cómo profesa uno su fe en Jesucristo? ¿Se hace miembro de una iglesia? ¿Responde a una invitación hecha por un evangelista? Es importante observar que el bautismo no nos salva, sino la confesión pública de la fe, que fue ordenada por Jesucristo. Una historia sobre Pedro Antes de considerar la conversión de Saulo de Tarso (capítulo 9), debemos considerar una historia sobre Pedro (capítulo 10 y 11), que debe ser vista junto con la historia de Felipe, porque ambas nos muestran cómo hacer un discípulo. Mientras Pedro está haciendo la siesta en el techo, tiene una visión de una sábana atada en sus cuatro extremos. En la sábana hay muchos animales que los judíos tenían prohibido comer. Tres veces la voz dice a Pedro: “Levántate, Pedro, mata y come” (10:13). Cada vez, Pedro dice: “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás”. Entonces alguien golpea la puerta abajo. El Espíritu Santo hace saber a Pedro que debe ir con los hombres que han llegado, sin hacer preguntas. Estos hombres son los sirvientes de un centurión romano llamado Cornelio. Explican que su amo tuvo una visión mientras oraba donde se le dijo que, si enviaba a sus sirvientes a la casa de Simón el curtidor y preguntaban por un hombre llamado Pedro, éste vendría y les diría a él y a su casa lo que debían hacer para ser salvos. Piense en los obstáculos de prejuicio que enfrentó Pedro. Cornelio no es solo un gentil. Es el enemigo de Pedro. Los judíos se referían a los gentiles como “perros”, porque creían que una persona que no era judía tenía la misma conciencia espiritual que un perro. De hecho, les estaba prohibido a los judíos siquiera entrar en la casa de un no judío. ¡Y ahora se le estaba indicando a Pedro que predicara la salvación en la casa de un centurión romano y gentil! Cuando Pedro va a la casa de Cornelio, encuentra que éste ha reunido a su casa para escucharlo predicar el evangelio. Pedro demuestra que ahora entiende el significado de la visión. Esos animales impuros eran personas impuras: los gentiles. Las primeras palabras de Pedro son: “A mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (v. 28). Mientras Pedro está predicando el evangelio, hay un suceso que es similar el día de Pentecostés. Leemos: “Mientras aún hablaba
  • 14. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 14 Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso” (v. 44). En el capítulo siguiente, cuando Pedro describe a los apóstoles y demás creyentes cómo cayó el Espíritu Santo sobre la casa de Cornelio, agrega las palabras “como sobre nosotros al principio” (11:15). Es significativo que este “Pentecostés” ocurre cuando el Cristo resucitado está cruzando las barreras del prejuicio entre el mundo judío sectario y el mundo gentil, mientras edifica su iglesia. La cadena de tres eslabones En estas historias sobre Felipe y Pedro, encontramos una fórmula que nos muestra cómo hacer un discípulo. Estos inspirados ejemplos nos muestran que es como si hubiera una “cadena de tres eslabones” entre Dios y los perdidos. El primer eslabón es el Espíritu Santo. El segundo eslabón, la Palabra de Dios. Y el tercer eslabón es el siervo de Dios, el que hace discípulos. Para hacer un discípulo, el Espíritu Santo debe estar obrando en y a través del que hace discípulos, impulsándolo a presentar el evangelio de Jesucristo a una persona. El Espíritu Santo debe estar obrando también en esa persona perdida, creando un hambre espiritual, como ocurrió en el etíope y en el centurión romano. La Palabra de Dios, o el evangelio, es la herramienta que Dios promete usar para hacer un discípulo. Cuando la semilla de la Palabra de Dios es recibida en un corazón de fe, tiene lugar una concepción espiritual (1 Pedro 1:22, 23). Entonces el siervo del Señor, el que hace discípulos, debe estar en su lugar también. Un discipulador dispuesto y fiel –como Felipe y Pedro– es el tercer eslabón esencial en la cadena de tres eslabones entre Dios y los perdidos. Es apasionante y tremendo pensar que Dios escoge a personas como usted o yo para ser sus agentes para compartir las Buenas Nuevas con los perdidos. ¿Cuáles son las evidencias de que el Espíritu Santo está obrando en las vidas de los perdidos que nunca han oído o aceptado el evangelio? En estos dos ejemplos que nos da Lucas, las evidencias de la actividad espiritual son muy obvias. Tal vez no sean tan evidentes en nuestra interacción con los perdidos, pero las veremos si oramos y buscamos tales evidencias. Una buena pregunta que podemos hacer para iniciar una conversación en la que podamos compartir el evangelio naturalmente es esta: “¿Está usted interesado en temas espirituales?”. Lo peor que puede ocurrir es que nos contesten: “No”. Si usted tiene la fe y la valentía para hacer esta pregunta, descubrirá que hay muchas personas interesadas en cosas espirituales. Los perdidos necesitan un siervo de Dios que esté dispuesto a “subirse a la carroza” con ellos y ayudarles a entender lo que tiene para decirles la Palabra de Dios, que está vitalmente relacionado con ellas en cuanto a su salvación eternal. Cuando usted ve evidencias del Espíritu Santo obrando en la vida de un perdido, y el Espíritu lo guía a compartir el evangelio con él, ¿está usted dispuesto a ser el tercer eslabón entre Dios y una persona perdida? Yo hice este compromiso con el Señor, pensando
  • 15. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 15 que no encontraría muchas personas como el centurión romano y el etíope. Me equivoqué. Desde que hice ese compromiso con el Señor, en 1957, he encontrado a muchas personas así, y he visto a muchas de ellas llegar a la fe en Cristo y experimentar el nuevo nacimiento. Yo era nuevo en la fe, y mi autoestima era muy baja cuando comencé a responder a la guía del Espíritu Santo para compartir el evangelio con las personas. Cuando entendí el concepto de lo que describo como una cadena de tres eslabones, me sentí muy alentado al darme cuenta y comprobar muchas veces que los primeros dos eslabones de esta cadena son tan fuertes que la salvación de la persona perdida no depende realmente de nuestra inteligencia, ni de nuestra capacidad de persuasión o de “ventas”. Somos, lejos, el eslabón más débil de esta cadena pero, por una razón que no comprendo, si bien Dios puede hacer este milagro sin nosotros, y a veces lo hace, ha escogido usar el débil eslabón de los seres humanos para llevar a los perdidos a la fe y a la salvación. El Cristo resucitado y vivo es una Vid que busca ramas a través de las cuales pueda producir “fruto que perdure” (Juan 15:16). ¿Ha compartido alguna vez las buenas nuevas con otros? ¿Está siendo obediente a la Gran Comisión que nos dio Cristo? Si no es así, lo desafío a pedir a Dios que le muestre cómo Él ya está obrando en las vidas de los que lo rodean. Luego pídale que le dé la osadía de Pedro y Felipe para compartir el mensaje de su gracia y misericordia con ellos. Al compartir el evangelio, usted experimentará el gozo de obedecer a Dios y ser usado por Él. Cuando proclamamos las buenas nuevas de Cristo entre los perdidos, estamos haciendo una diferencia eterna en la vida de ellos. Mi oración es que, al estudiar este Libro de Hechos, usted sea ungido con el poder del Espíritu Santo para compartir osadamente el evangelio, como Pedro, Felipe, Pablo y otros acerca de quienes estudiaremos. Capítulo 5 El Pentecostés personal de Pablo “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas [o autorizaciones] para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. “Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. “El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 9:1-6).
  • 16. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 16 Estas palabras, muy conocidas para algunos, relatan la conversión de Saulo de Tarso, que suele llamarse la “experiencia del camino a Damasco”. Uno no puede explicar a este hombre sin la palabra “experiencia”. Como ya hemos visto, cuando nos encontramos con él, es una persona con un gran odio hacia Cristo, pero esta experiencia camino a Damasco es la primera entre varias experiencias que lo convierten en el mayor apóstol (o misionero) de la historia de la iglesia de Jesucristo. Hay varios lugares en el Libro de Hechos donde Pablo nos cuenta acerca de ésta, su primera experiencia. Ante multitudes hostiles, gobernadores romanos, un rey y una reina, en tribunales religiosos y en sus inspiradas cartas, Pablo continuamente nos dice: “Tuve una experiencia”. En realidad, Pablo nos cuenta tres experiencias que lo convirtieron en el apóstol más fructífero de la historia de la iglesia. Su primera experiencia fue su conversión, camino a Damasco. Tuvo una experiencia en el desierto de Arabia, que él explica vívidamente en su Carta a los Gálatas (1:11-2:10). También tuvo una experiencia celestial que afectó su vida profundamente. Él comparte esa experiencia con los corintios y con nosotros (2 Corintios 12:1-4). Esto pudo haber ocurrido cuando fue apedreado en Listra (Hechos 14:19, 20). Su experiencia celestial convenció a Pablo de que no tenemos que esperar hasta morir para vivir en el cielo. El tema de su Carta a los Efesios es “en lugares celestiales”, con lo que quiso decir que podemos vivir en la dimensión celestial mientras vivimos nuestra vida aquí en la tierra (Efesios 1:3). No podemos explicar a este extraordinario apóstol fuera de estas tres experiencias. Hay algunas pocas e importantes observaciones que debemos hacer con relación a la primera experiencia de este aborrecedor de Cristo convertido. Primero, Saulo escucha una voz que lo llama por su nombre y le pregunta: “¿Por qué me persigues?”. Aquí vemos nuevamente que el Cristo resucitado está identificado inseparablemente con su iglesia. Saulo había estado persiguiendo a la iglesia, pero la pregunta del Cristo resucitado es: “¿Por qué me persigues?”. El mensaje claro es: “Estás persiguiéndome a mí cuando persigues a mi iglesia”. Saulo responde con la pregunta: “¿Quién eres, Señor?”. Ni siquiera sabía con quién hablaba, pero sabía que la persona con quien hablaba era su Señor. En la conversión de Saulo hay una metáfora que nos ayuda a entender el concepto de “mansedumbre”. De esta historia aprendemos que la “mansedumbre” es, en realidad, la “capacidad de ser amansado o domado”. Cuando un caballo es salvaje, y nunca ha tenido un bocado en su boca, ni una brida en su cabeza, ni una silla sobre su lomo, ese caballo tiene que ser domado. Cuando el caballo es domado, y llega al punto en que ya no tira del bocado, sino sigue la indicación del bocado y la brida, ese animal no es débil. Un animal domado es un animal manso.
  • 17. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 17 Cuando el Cristo resucitado dice a Saulo: “Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”, quiere decir: “¿Por qué tiras del bocado? Te está destrozando la boca. Te está haciendo mal”. Esta metáfora sugiere que, antes de la experiencia en el camino a Damasco, el Espíritu Santo ya había comenzado a tratar con Saulo de Tarso, hablándole a través del testimonio de Esteban y otros creyentes que había perseguido. Saulo nos muestra que acepta el control del bocado y la brida –volverse manso– cuando pregunta: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (v. 6). En sus cartas, Pablo nos dice, más que ninguna otra cosa, todo lo que Dios ha hecho por nosotros al darnos la salvación a través de Cristo. Pero, cuando se encuentra con Jesús, su pregunta no es: “¿Qué harás Tú por mí?”, sino que su pregunta básica es: “Señor, ¿qué quieres que yo haga por Ti?”. Como resultado de su conversión, la visión de Pablo de la vida cambió dramáticamente. Entre otras cosas, cambió su nombre. El nombre Saulo, en hebreo, significaba ‘el poderoso’ o ‘el grande’. Cuando se convirtió, decidió usar su nombre romano, Pablo. Esto podría haber sido motivado por el hecho de que se le encomendó hacer creyentes no judíos en todo el imperio romano. Dado que había nacido como ciudadano romano, y quería ser todas las cosas para todos los hombres, podría haber sido una decisión estratégica que usara su nombre romano. Sin embargo, no podemos pasar por alto el hecho de que Saulo significaba ‘el poderoso’ o ‘el grande’, ¡mientras que Pablo significaba ‘el pequeño’ o ‘nadie’! Cuando Saulo se convirtió en Pablo, obviamente experimentó lo que significa ser “pobre en espíritu” (Mateo 5:3). Más adelante, dijo a los filipenses, básicamente: “Había ciertas cosas que yo realmente buscaba, cosas que significaban mucho para mí. Pero, cuando me encontré con Jesús, esas cosas pasaron a significar nada para mí. De hecho, llegaron a ser como excremento, en comparación con algunas cosas que no significaban nada para mí antes de conocer a Cristo en el camino a Damasco, como conocerlo a Él y averiguar lo que Él quería que hiciese, y estas cosas nuevas se convirtieron en mi magnífica obsesión” (ver Filipenses 3:1-11). El tema importante, cuando se trata de una experiencia, no son los detalles de nuestra experiencia. El tema principal es: ¿cuáles son los resultados de mi experiencia? La experiencia no es un fin sino un medio para un fin. La experiencia es meramente una puerta que atravesamos y que nos convierte en mejores siervos de Cristo. En el Libro de Hechos, Pablo nos cuenta los detalles de su experiencia camino a Damasco varias veces. Lo que escribe a los filipenses enfatiza los resultados de esta experiencia. Algunos creyentes son lo que yo llamo creyentes “utilitaristas”. Una utilidad es algo que usamos. Los creyentes pueden usar a Dios como usamos el agua, una vela, la electricidad, una bicicleta o un autobús. Sin darnos cuenta, podemos convertirnos en seguidores de Cristo porque creemos que Él resolverá todos nuestros problemas. Por supuesto, cuando seguimos a Cristo, Él
  • 18. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 18 soluciona nuestros problemas más serios. Pero déjeme hacerle una pregunta: Al seguir a Cristo, ¿le está preguntando qué hará Él por usted o, como Pablo, le está preguntando a su Señor y Salvador qué puede hacer usted por Él? Luego de la historia de la conversión de Pablo, leemos lo que podríamos llamar el “seguimiento” de su conversión. Dios va a un hombre anciano, llamado Ananías, y le dice: “Quiero que bautices a un hombre llamado Saulo de Tarso”. El nombre “Saulo de Tarso” causa terror en el corazón de este anciano. Le contesta: “Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre” (Hechos 9:13, 14). Dios ordena: “Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (v. 15). Hablando figurativamente, Dios desenrolla el pergamino y muestra a Ananías su plan para la vida de Saulo de Tarso. Note que Dios no hace lo mismo con Saulo. A él le dice, simplemente: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (v. 6). La aplicación devocional para nosotros, aquí, es que Dios podría mostrarnos toda su voluntad para nosotros si lo quisiera hacer. Pero no suele hacerlo. Él revela su voluntad a nosotros como lo hizo con Saulo: de a un día y de una directiva por vez. Dos de las más hermosas palabras del Libro de Hechos son las que pronuncia Ananías cuando entra en la casa donde lo estaba esperando Saulo de Tarso. Apenas entiende Ananías que este gran enemigo de la iglesia se ha convertido, dice: “Hermano Saulo”. Lo que vemos aquí es de lo que se trata la iglesia de Jesucristo: ¡la gracia de Dios que cambia vidas! La experiencia de Pablo en el desierto Nos encontramos con un desafío cronológico al leer la historia de la experiencia de conversión de Pablo. Nos da la impresión de que, apenas se convirtió, Pablo comenzó a predicar osadamente en el nombre de Jesucristo, en Damasco y Jerusalén. Sin embargo, debemos insertar un gran paréntesis entre la conversión de Pablo y su ministerio de predicación. Debemos dar cuenta de lo que Pablo dice a los gálatas sobre su tiempo en Arabia luego de convertirse (Gálatas 1:11-21). Los estudiosos no se ponen de acuerdo en cuanto a la duración de la experiencia de Pablo en Arabia, pero la mayoría está de acuerdo en que estuvo allí un mínimo de tres años. Pablo dice que el Cristo resucitado pasó tres años con él y le enseñó todas las cosas que escribió en sus cartas, que constituyen la mitad del Nuevo Testamento. Luego, aparentemente, volvió a Damasco y finalmente a su pueblo natal, Tarso. Pablo nos dice que, catorce años después de su conversión, fue a Jerusalén y se encontró con los demás apóstoles por primera vez (Gálatas 2:1-10). Aparentemente, Pablo los convenció de que había estado con Jesús tres años, igual que ellos. Seguramente les
  • 19. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 19 dijo a los apóstoles cosas sobre Jesús que solo podría conocer alguien que había estado con Él. Fue entonces que decidieron que Pablo predicaría el evangelio al mundo gentil, y los demás apóstoles predicarían a los judíos. Yo no lo hubiera hecho así. Yo hubiera enviado a Pablo, el rabí y erudito convertido, a los judíos, y a los pescadores analfabetos, como Pedro, Santiago y Juan, a los bárbaros gentiles. Pero Dios no hace las cosas como las haríamos nosotros. Parece disfrutar de usar personas comunes para hacer cosas fuera de lo común. Envió al rabí y erudito convertido a los bárbaros gentiles, y a los apóstoles analfabetos a los rabíes y eruditos. Aproximadamente la primera mitad el Libro de Hechos presenta a Pedro como el principal apóstol, y el resto del libro relata la vida y el ministerio del apóstol Pablo. Al leer la historia de la conversión de Pablo en este libro de historia, asegúrese de hacer un desvío para leer sus afirmaciones sobre su experiencia en el desierto, en los dos primeros capítulos de su Carta a los Gálatas. Cuando dice esas cosas a los gálatas, nos lleva a un veredicto cuando dice “He aquí delante de Dios que no miento” (Gálatas 1:20). Usted debe tomar una decisión sobre Pablo. O es un mentiroso, o es un apóstol. Llega a decir que trabajó más fructíferamente que los demás apóstoles (1 Corintios 15:9, 10). La realidad innegable es que fue más fructífero que los demás apóstoles. Es autor de casi la mitad de los libros del Nuevo Testamento que estudiaremos al concluir el Libro de Hechos. Reserve su opinión sobre Pablo hasta haber leído y considerado seriamente el profundo contenido de sus inspiradas cartas. Comencé a leer la Biblia en 1949 por la segunda mitad del Libro de Hechos, en preparación para un estudio de todas las inspiradas cartas de Pablo. Me he convencido profundamente de que solo el Cristo resucitado pudo haber revelado a este sorprendente y extraordinario hombre de Dios la verdad sublime que he seguido encontrando a lo largo de varias décadas en las inspiradas cartas de Pablo. Conozcamos a Bernabé Lucas se centra principalmente en el ministerio de Pedro y de Pablo al escribir la historia de la primera generación de la iglesia. Sin embargo, además de estos dos grandes líderes, hay muchas otras personas que él considera que debemos conocer para apreciar el inicio de la iglesia del Cristo resucitado y vivo. Uno de ellos es un hombre llamado Bernabé, que significa ‘hijo de consolación’ (Hechos 4:36). De acuerdo con el ejemplo de Jesús, los apóstoles cambiaron su nombre, de José a Bernabé, que hace referencia a su don espiritual y su ministerio. Siempre lo encontraremos haciendo honor a su nombre, apoyando fielmente a los demás y alentándolos a hacer lo que su Señor resucitado los estaba llamando a hacer. Bernabé fue el hombre responsable de lanzar a Pablo a su milagroso ministerio misionero.
  • 20. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 20 Leemos que estaba trabajando en la iglesia de Antioquía, haciendo discípulos de los nuevos conversos. La iglesia había experimentado un tremendo crecimiento en la cantidad de creyentes, porque el Espíritu Santo estaba trabajando allí poderosamente. Había tantos nuevos conversos que Bernabé se dio cuenta de que esa iglesia necesitaba los dones de enseñanza únicos y extraordinarios del rabí convertido, Saulo de Tarso. Por lo tanto, fue a Tarso y buscó hasta encontrarlo, y luego lo llevó a Antioquía y lo instaló en ese ministerio de enseñanza. Leemos que Bernabé intercedió a favor del antiguo enemigo de la iglesia ante los demás creyentes que, comprensiblemente, eran escépticos en cuanto a llevar a Pablo a Antioquía (ver Hechos 9:26). Debemos recordar que nunca habría habido un apóstol Pedro si no hubiera sido por un hombre llamado Andrés. Fue éste quien llevó a su hermano Simón y se lo presentó a Jesús. Andrés aparece de nuevo trabajando de uno a uno, llevando a personas a Jesús, cuando descubre al niño que entrega su almuerzo de cinco galletas y dos sardinas para alimentar a la multitud hambrienta. De la misma forma, podemos decir que Pablo tal vez nunca hubiera sabido de su gran ministerio de no haber sido por este “hijo de consolación”, Bernabé. Pablo y Bernabé son comisionados y enviados por la iglesia de Antioquía para comenzar sus viajes misioneros sumamente fructíferos juntos (Hechos 13:1-3). Sin embargo, cuando están por comenzar su segundo viaje misionero, tienen un fuerte desacuerdo que pone fin a su ministerio como equipo de discípulos uncidos con Cristo y entre sí. Bernabé quiere llevar a su sobrino, Juan Marcos, con ellos en ese segundo viaje misionero. Juan Marcos había estado con ellos en su primer viaje misionero, pero los había abandonado cuando comenzó la persecución. Pablo no está de acuerdo en llevarlo. El desacuerdo entre Pablo y Bernabé es tan fuerte sobre este tema que se separan. Pablo toma a Silas y viaja en una dirección, y Bernabé toma a Juan Marcos y viaja en otra dirección. A lo largo de la historia de la iglesia, en cierto sentido, los mayores problemas de los misioneros han sido otros misioneros. El maligno sabe que no podemos ganar el mundo si nos perdemos unos a otros. Es por eso que Jesús hizo un énfasis tan grande en trabajar en las relaciones con nuestros hermanos (ver Mateo 5:23, 24; 18:15-17). Sin embargo, es importante leer algunas de las últimas palabras escritas por el apóstol Pablo desde un espantoso calabozo en la temible prisión mamertina, en Roma. Están dirigidas a Timoteo: “Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio” (2 Timoteo 4:11). ¿Cuál es la historia detrás de este hombre, que se volvió en “útil para el ministerio”? Los eruditos creen que la respuesta a esa pregunta está en que Bernabé siguió ministrando a Juan Marcos luego de que Pablo perdiera las esperanzas acerca de él. Juan Marcos se convierte en la persona que escribe el segundo Evangelio, gracias a que Bernabé fue el “hijo de consolación”.
  • 21. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 21 Siempre ha habido, hay ahora y siempre habrá muchas personas en la iglesia que necesitan a alguien que los aliente y les ministre en el contexto de una relación uno a uno. ¿Está usted dispuesto a ayudar a una persona así? Si usted es un joven creyente, usted necesita un Bernabé. Si es un creyente maduro, usted debería estar alentando y guiando personalmente a un “Juan Marcos”. A medida que tenga la oportunidad, y según lo dirija el Espíritu Santo, siempre siga el ejemplo de Bernabé y aliente a los que lo rodean – especialmente los nuevos creyentes– para ser todo lo que su Señor y Salvador quiere que sean. Capítulo 6 Los patrones de Pentecostés para plantar la iglesia Según Lucas, hay disyuntivas cruciales en la extensión del evangelio. Vemos una de esas disyuntivas en el capítulo 16. Mientras Pablo realiza su segundo viaje misionero, quiere entrar en Asia para predicar el evangelio. Sin embargo, leemos que el Espíritu Santo les impidió a él y a sus compañeros ingresar a Asia. Durante la noche, en una visión, Pablo ve un hombre de Macedonia que le ruega diciendo: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. Luego de que Pablo viera la visión, sabemos que Lucas se unió al equipo misionero, porque leemos: “Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (Hechos 16:10). Si bien Pablo y sus compañeros van a viajar a Asia pronto, es muy importante para el Espíritu que lleguen a Macedonia antes de llegar a Asia. Es en esta disyuntiva que Pablo tiene su primer ministerio a los gálatas. Cuando consideramos que Pablo escribió a los gálatas con relación a problemas de salud que estaba experimentando en ese momento, podemos suponer que el Espíritu Santo usó los problemas de salud de Pablo para impedirle entrar en Asia (Gálatas 4:13-15). Esto es algo especialmente razonable de suponer porque su amado médico, Lucas, se unió a ellos en este momento. La primera ciudad que visitan al entrar en Macedonia es Filipos. Uno pensaría que, dado que era un hombre el que rogaba, en la visión de Pablo: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”, el apóstol encontraría cientos de hombres esperando ansiosamente escuchar el evangelio. En cambio, encuentra un pequeño grupo de mujeres junto a un río que están teniendo una reunión de oración. Pablo comienza con lo que obviamente el Señor le ha dado, predicando a estas mujeres judías. Una de las mujeres era Lidia, una “vendedora de púrpura” (v. 14). Esto significa que era una costurera que hacía ropa para familias reales. Leemos que, cuando Pablo abrió la Palabra de Dios, el Señor “abrió el corazón de ella” (v. 14). Entonces ella abrió su hogar a Pablo y a su equipo misionero. El hogar de Lidia se convirtió en la primera iglesia de Europa. Hay y ha habido miles de magníficos
  • 22. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 22 edificios de iglesias en Europa, pero, en el cielo, esta humilde costurera judía podrá decir que su hogar fue la primera iglesia de Europa. Es en la ciudad de Filipos que Pablo y Silas son arrestados, golpeados cruelmente y arrojados en la prisión (vv. 22-24). A pesar de este castigo, leemos que a la medianoche Pablo y Silas oran y cantan alabanzas al Señor, y que todos los prisioneros escuchan sus cantos. De pronto, a la medianoche, ¡hay un tremendo terremoto! Las cadenas de todos los presos se caen y se abren todas las puertas de la prisión. ¡Este es un terremoto bastante extraño! Cuando el carcelero se despierta en el medio de la noche y ve que las puertas de la cárcel están abiertas, saca su espada y está dispuesto a matarse, pero Pablo le dice: “No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí”. El carcelero les hace esa gran pregunta: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?”. Pablo entonces le contesta con esa gran respuesta: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (ver vv. 28-31). Las palabras siguientes que leemos son: “Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios” (vv. 32-34). El camino de la salvación nunca fue expresado más claramente que en estas palabras: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”. Yo fui salvo y me convertí en discípulo de Jesucristo en 1949, cuando escuché predicar esas palabras por primera vez. Creo que Pablo se ha encontrado ahora con el hombre de la visión que lo dirigió hacia Macedonia. Luego de la conversión del carcelero, los magistrados ordenan que Pablo sea liberado y que se vaya de la ciudad (vv. 35, 36). Sin embargo, Pablo se rehúsa a salir de esa forma y en ese momento. Como había sido golpeado, sin un juicio, y era ciudadano romano, exige que los magistrados vengan y lo escolten personalmente, a él y a Silas, fuera de la ciudad. Deja Filipos de la forma y en el momento que él escoge. Pablo no solo ha visto a Cristo trastornar la ciudad de Filipos. Su iglesia favorita ha sido establecida en la ciudad de Filipos. La iglesia es la base de apoyo que le permite a Pablo llegar a las iglesias en ciudades como Corinto, Éfeso y Tesalónica. Use los fieles patrones de mayordomía de los filipenses como modelo y ejemplo para las demás iglesias (2 Corintios 8 y 9). Pablo ejercía su oficio de fabricante de carpas en vez de aceptar el apoyo de creyentes que no eran lo suficientemente maduros en sus motivos, que cuestionaban su derecho de llamarse apóstol y no eran dignos de asociarse con él en su ministerio. Al leer la historia de Pablo en la ciudad de Filipos, nunca olvide esas grandes palabras: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. Observe que estas palabras nos desafían a creer en el Señor Jesucristo. “Jesús” significa que creemos que Él es
  • 23. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 23 nuestro Salvador. “Cristo” significa que creemos que nuestro Salvador es el Mesías. “Señor” significa que hemos hecho de nuestro Mesías Salvador nuestro Señor y Amo. ¿Cree usted personalmente que Jesús es su Salvador y Mesías? ¿Y lo ha hecho su Señor? Si nunca lo hecho antes, “Crea en el Señor Jesucristo y será salvo, usted y su casa”. Capítulo 7 La predicación de Pablo Cuando Pablo llega a la ciudad de Atenas, su espíritu se conmueve profundamente al ver a la gente en todas partes adorando ídolos (Hechos 17:16). Un historiador escribió que era más fácil encontrar un ídolo que encontrar un hombre en la ciudad de Atenas que visitó Pablo. La adoración de ídolos preocupa profundamente a Pablo porque él sabe que estos ídolos no son dioses, y que estas personas no están llegando a conocer al verdadero Dios a través de estos ídolos. Pablo tenía una magnífica obsesión, que establecía el patrón de su estrategia evangelística en las ciudades que evangelizaba. Siempre iba primero a la sinagoga y proclamaba a los judíos que “Jesús es el Cristo”. Era un rabí, y tenía los títulos para probarlo. Así que solía ir a la sinagoga, conseguía permiso y luego predicaba y enseñaba el evangelio a los judíos. Esa era siempre la estrategia de Pablo: “Al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). Si bien Pablo fue llamado a ministrar al mundo no judío, tenía una gran carga por el pueblo judío, y siempre predicaba primero a los judíos. Entendemos por qué siempre iba a los judíos primero cuando leemos la descripción que hace de su carga por los judíos en su Carta a los Romanos (9:1-5). La segunda parte de su estrategia era ir al mercado y compartir el evangelio con las personas que se reunían en grandes cantidades. Leemos: “Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo” (Hechos 17:21). Los griegos eran filósofos. Les encantaba debatir y polemizar sobre profundos conceptos intelectuales, y les encantaba especialmente escuchar cosas nuevas. Así que Pablo iba al mercado todos los días y compartía el evangelio con las personas que quisieran oírlo. Una tercera dimensión de su estrategia era presentar el evangelio a líderes influyentes de la comunidad. Dado que Pablo era una de las mentes más brillantes de su generación, fue muy eficaz en alcanzar a estos líderes. Al implementar su estrategia en Atenas, terminó por ser invitado a un lugar hermoso y prestigioso en la cima de la colina de Marte, conocido como el Areópago. El Areópago era un lugar donde solo se invitaba a debatir a personas destacadas. Era usado también como tribunal, y dominaba la ciudad de Atenas. Cuando invitan a Pablo a hablar en el Areópago, en la colina de Marte, predica un sermón muy elocuente. Comienza diciendo:
  • 24. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 24 “Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio” (Hechos 17:22, 23). Esto, en realidad, es muy astuto. Pablo elogia al pueblo de Atenas por el hecho de ser religiosos. Entonces, les dice, básicamente: “Vi que uno de sus dioses tenía una inscripción que significa que hay al menos un dios que ustedes reconocen no conocer. Este es el Dios de quien les voy a hablar”. Entonces Pablo predica diciendo que somos descendencia del Dios que creó los cielos y la tierra. Dios, por lo tanto, no puede estar hecho de oro, plata, piedra o madera. Cita a sus poetas griegos, porque aun sus propios poetas dicen que somos descendencia de Dios. Cita a sus filósofos y, al finalizar el sermón, proclama la muerte y la resurrección de Jesucristo. Cuando Pablo predica acerca de la resurrección, leemos: “Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. Y así Pablo salió de en medio de ellos. Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos” (vv. 32- 34). Los eruditos no están de acuerdo en la forma de evaluar el sermón de Pablo en la colina de Marte. Algunos creen que sucumbió a las presiones de la cultura intelectual griega cuando citó a sus filósofos y poetas, y que, por lo tanto, los resultados evangelísticos fueron magros. No hay ninguna “Carta de Pablo a los Atenienses”, ni hace ninguna referencia a una iglesia que fuera plantada en Atenas, como otras ciudades, como Corinto o Éfeso. Otros discrepan. Personalmente, estoy convencido de que Pablo creció en su filosofía de predicación evangelística como resultado de su experiencia en Atenas. El evangelio se dirige a Corinto Desde Atenas, Pablo viaja directamente a Corinto. Corinto era una ciudad moralmente decadente. En el mundo del primer siglo, llamar a alguien “corintio” era acusarlo de ser una persona moralmente decadente. Cuando Pablo contempló la posibilidad de predicar el evangelio en una ciudad como Corinto, se llenó de temor (ver 1 Corintios 2:3). Pero Dios tranquilizó a Pablo en una visión: “Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad” (Hechos 18:9, 10). Pablo tuvo un Pentecostés personal que lo preparó para su ministerio en Corinto. En un sentido, podemos decir que tuvo una experiencia que lo preparó para sus ministerios a los gálatas, los efesios, los filipenses y a los corintios. Estas experiencias eran intervenciones divinas que aseguraban a Pablo la realidad del Cristo resucitado y vivo, que estaba con él mientras difundía el evangelio a
  • 25. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 25 estas ciudades estratégicas. Las señales y maravillas del día de Pentecostés siguieron como ondas para energizar la proclamación inicial de evangelio que Jesús había encargado predicar a su iglesia. Los patrones de Pentecostés sirvieron para plantar la iglesia de la primera generación. La perspectiva que compartí con usted con relación a ese sermón que predicó Pablo en Atenas debe ser relacionada con la perspectiva que Pablo mismo comparte con los creyentes de Corinto. Él les escribe que, cuando llegó a Corinto, se propuso no usar palabras persuasivas de humana sabiduría, sino simplemente presentar “una demostración del Espíritu y de poder” (ver 1 Corintios 2:1-5). Cuando Pablo predicó ese sermón en la colina de Marte, usó “palabras persuasivas de humana sabiduría”. Citó a sus poetas y a sus filósofos, y predicó un sermón muy brillante en ese lugar. La palabra griega que se traduce “predicar” significa, literalmente, ‘anunciar’, de la misma forma que se anunciaba un decreto de un rey a sus súbditos en las aldeas y pueblos de su reino. Al estudiar la predicación de Pablo, en los próximos seis capítulos de este inspirado libro de historia, note que lo que Pablo aprendió entre Atenas y Corinto fue un hito espiritual en la formación de su estrategia para predicar el evangelio. Estoy persuadido de que, entre su ministerio en Atenas y su ministerio en Corinto, Pablo experimentó una crisis que influyó profundamente en su estrategia para predicar el evangelio. Pablo se dio cuenta, sin lugar a dudas, de que la predicación era un ministerio espiritual, y todo lo que tenía que hacer era anunciar los hechos del evangelio relacionados con Jesucristo. Cierra su Carta a los Corintios con otra afirmación relacionada con el evangelio que predicó cuando llegó a su ciudad (1 Corintios 15:1-4). Escribe a los romanos: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque [el evangelio mismo] es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). Luego de Atenas y Corinto, Pablo simplemente anuncia el mensaje del evangelio y frecuentemente cuenta su experiencia personal sobre cómo llegó a creer en ese evangelio. Pablo en Éfeso El gran ministerio de Pablo en la ciudad de Éfeso fue el cumplimiento de su deseo de alcanzar a Asia con el evangelio. En Éfeso, Pablo ingresa en un ministerio de plantación de iglesia muy fructífero. Los estudiosos creen que la iglesia plantada en Éfeso se convirtió en la iglesia madre de la cual nacieron seis iglesias más que se mencionan en el Libro de Apocalipsis. Las iglesias de Pérgamo, Tiatira, Esmirna, Filadelfia, Laodicea y Sardis posiblemente hayan sido iglesias satélites de la de Éfeso. La Carta de Pablo a los Colosenses puede haber sido dirigida a una iglesia que también era hija de la iglesia de Éfeso. Una de las razones por la que la iglesia plantada en Éfeso fue tan fructífera es que Pablo tuvo un “seminario” allí. Leemos que enseñó “en la escuela de uno llamado Tiranno” durante dos años (ver
  • 26. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 26 Hechos 19:9, 10). Un antiguo manuscrito nos dice que Pablo podía usar las instalaciones de esta escuela desde las 11 a.m. hasta las 5 p.m. los días en que no se usaba la escuela. En esa parte del mundo, el día de trabajo se interrumpe varias horas durante la siesta, cuando hace demasiado calor como para trabajar o tener clases en la escuela. Pablo tal vez capacitó a pastores de estas iglesias satélites en esa escuela. Este “seminario” tal vez explique por qué Pablo se quedó en Éfeso más de tres años, que fue el tiempo más largo en que se quedó en cualquiera de las ciudades donde plantó iglesias. La iglesia de Éfeso recibió una enseñanza tan fuerte de su pastor y maestro que, en la primera mitad de la maravillosa carta que les escribe, los exhorta frecuentemente a “recordar” lo que les había enseñado. Una de las perspectivas más conmovedoras de Pablo y su ministerio, en este libro de historia, se encuentra en el capítulo 20. Va camino a Jerusalén, donde el Espíritu le ha hecho saber que será arrestado, atado y azotado (Hechos 20:22-24). Cuando llega a un lugar llamado Mileto, cerca de Éfeso, se da cuenta de que no volverá a estar más con esos creyentes en los que ha invertido tanto de su ministerio. Por lo tanto, llama a los ancianos de la iglesia y allí, en la playa de Mileto, les da su discurso de despedida. Las últimas palabras a estos ancianos son: “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados. Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:32-35). Dado que Pablo se había mantenido por su cuenta en Éfeso, nadie podía acusarlo de predicar y enseñar porque quisiera obtener regalos de ellos. De hecho, Pablo no sólo se mantenía a sí mismo, sino que mantenía a todo el grupo misionero, porque quería que aprendieran la verdad de las palabras de Jesús: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Esa declaración de Jesús debería representar nuestra motivación para el trabajo duro. Si podemos trabajar duro y ganar dinero, tendremos algo que dar y, por lo tanto, podremos aprender esta “novena bienaventuranza” de Jesús. Cuando Pablo dijo a estos ancianos que no volverían a ver su rostro, “hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban” (v. 37). Esta es una hermosa imagen de la koinonia, la íntima comunión que existía en la primera generación de la iglesia.
  • 27. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 27 Capítulo 8 Los patrones de Pablo En el capítulo 21, leemos que Pablo llega a Jerusalén y comienza a predicar. En respuesta a su predicación, es atacado por una gran multitud (v. 27). En realidad, están por matarlo a golpes cuando llega un oficial romano con soldados y lo rescatan de la turba. Cuando los soldados llevan a Pablo por encima de sus cabezas al castillo donde será un prisionero de Roma, Pablo ruega al tribuno que lo baje y lo deje hablar, porque ve que esta es una gran oportunidad para predicar el evangelio. Da un magnífico sermón, que se registra en el capítulo siguiente. Este no es un sermón como el de la colina de Marte. Pablo no cita a poetas y filósofos, ni usa palabras persuasivas de humana sabiduría. Da testimonio de su propia experiencia de Jesucristo. La reacción no es variada. Leemos: “Le oyeron hasta esta palabra”, pero luego gritaron: “Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva” (22:22). Cuando se despertó la furia de la turba nuevamente, Pablo fue llevado dentro del castillo. Cuando los romanos arrestaban a una persona, era costumbre encadenarla a un poste y azotarla. Lo llamaban “examen por azotes”. Cuando están a punto de encadenarlo para este examen, Pablo informa los soldados que es un ciudadano romano. Al enterarse de esto, le dicen al tribuno que no lo azote (v. 29). No puedo dejar de preguntarme por qué no reclamó su derecho de ciudadanía cuando él y Silas fueron arrestados y azotados en Filipos. Tal vez se permitió ser azotado allí porque quería usarlo luego como elemento de presión, cosa que hizo con los magistrados de esa ciudad. Cuando los romanos se dan cuenta de que no lo pueden azotar, lo ponen en prisión. Al día siguiente, deciden tener un juicio ante los principales sacerdotes y el Sanedrín. Los religiosos de esa multitud han acusado a Pablo, y son invitados a hacer sus acusaciones contra él en el tribunal. El registro de una larga serie de juicios que terminan con Pablo presentándose ante el César comienza en el capítulo 23. Vemos la humanidad de Pablo al comenzar este juicio. Mira la sala de audiencia y ve que aproximadamente la mitad son fariseos y la otra mitad, saduceos. Los fariseos eran judíos ortodoxos, y los saduceos, judíos liberales. Los saduceos no creían en la resurrección o en lo sobrenatural. Así que Pablo hace una afirmación astuta ante esta sala de audiencia dividida en partes iguales. Proclama solemnemente: “Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga” (Hechos 23:6). Cuando Pablo proclama astutamente la resurrección de los muertos, se precipita una acalorada discusión entre los fariseos y los saduceos, donde los primeros se ponen del lado de Pablo. Pablo sabía que estaba siendo llevado a un juicio injusto y simulado. Así que, simplemente, decidió trastornar la sala de audiencias, como hizo en
  • 28. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 28 la ciudad de Filipos. Nuevamente, los soldados tuvieron que rescatarlo y llevarlo de vuelta a la prisión para su propia protección. Cuarenta de estos judíos se unieron e hicieron un pacto de que no volverían a comer hasta que vieran a Pablo muerto. Su plan era hacerle una emboscada a Pablo y matarlo cuando fuera traído para seguir siendo interrogado (v. 12). El sobrino de Pablo se entera de este complot de los judíos, va a la prisión y se lo cuenta a Pablo. Luego el muchacho le dice al tribuno lo que estos cuarenta judíos están planeando hacer. El tribuno decide sacar a Pablo de en medio. No sabe lo que ha hecho, ni entiende el problema que tienen los judíos con Pablo, pero sí sabe que este hombre no le traerá más que problemas. “Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador” (v. 23, 24). ¿No es interesante esta escena? Oculto por la oscuridad, un pequeño y excéntrico judío, rodeado por cuatrocientos setenta soldados romanos, que lo sacan a escondidas de un castillo y lo escoltan a la costa mediterránea, de Jerusalén a Cesarea, en Palestina. Ante dos gobernadores Cuando Pablo llega a Cesarea, es entregado al gobernador, Félix. Éste convoca a los judíos para que vengan a acusar formalmente a Pablo por sus crímenes. Aquí, nuevamente, tenemos un gran mensaje dado por el apóstol Pablo. En esta oportunidad, cuando Pablo predica al gobernador y a su corte, cuenta su “historia con Dios”, es decir, vuelve a dar su testimonio. En respuesta a la presentación de Pablo, Félix llega a la conclusión de que, en realidad, no hay motivo para considerarlo un criminal. Sin embargo, decide mantener a Pablo arrestado hasta que pueda decidir qué debería hacer con este prisionero inusual (Hechos 24:22, 23). El gobernador Félix, y su esposa Drusila, que es judía, están tan fascinados con Pablo que le piden una audiencia privada. Leemos que Pablo está muy contento de hacerlo, pero su mensaje es inquietante. “Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré” (v. 25). Evidentemente, el gobernador fue tocado poderosamente por el Espíritu Santo cuando escuchó predicar a Pablo, tanto en público como en privado. Llamó a Pablo varias veces, pero se nos dice que es porque quería recibir dinero de él para liberarlo. También leemos que mantuvo a Pablo en prisión para congraciarse con los judíos. Luego de dos años, Félix murió y otro gobernador, llamado Festo, ocupó su lugar. Cuando el gobernador Festo descubre que tiene un prisionero religioso/político famoso en sus manos, realiza otro juicio. Pablo sabe que nunca obtendrá justicia en las cortes influenciadas por los judíos de Jerusalén. Por lo tanto, en ese juicio,
  • 29. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 29 Pablo exige una audiencia ante César, que es su derecho como ciudadano romano (Hechos 25:10). El gobernador le dice: “A César has apelado; a César irás” (v. 12). Ante el rey Agripa Mientras Pablo espera ser llevado a Roma, el gobernador Festo recibe una visita real: el rey Agripa y su esposa, Berenice. Al enterarse de Pablo, le dicen a Festo que les gustaría conocerlo (v. 22). Recuerde que, cuando el Señor le contó a Ananías su plan para Pablo, le dijo: “Instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (Hechos 9:15). Esa profecía se cumple cuando Pablo se encuentra con el rey Agripa. Pablo, al ser traído ante Agripa y Berenice, da otro magnífico sermón. Una vez más, cuenta su historia de cómo se convirtió en el camino a Damasco. Al llegar Pablo a la conclusión de su sermón, el gobernador estalla y dice: “Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco” (Hechos 26:24). Esta expresión, “estás loco”, significa, en el griego original ‘eres un excéntrico’ o ‘estás fuera del centro’. De hecho, Pablo era un excéntrico. Tenía otro centro alrededor del cual giraba su vida. Ese centro era el Cristo resucitado que había conocido camino a Damasco. Como Félix, el gobernador Festo queda impactado también por las palabras de Pablo. Entonces Pablo se vuelve hacia el rey. El rey Agripa es judío, así que Pablo le pregunta: “¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees” (v. 27). Agripa le contesta: “Por poco me persuades a ser cristiano” (v. 28). Los estudiosos de la Biblia no se ponen de acuerdo sobre el significado de estos versículos. Algunos dicen que Agripa no hablaba sinceramente respecto de hacerse cristiano, sino que estaba, en realidad, haciendo un comentario sarcástico. Yo no estoy de acuerdo. Estoy persuadido de que Agripa estaba siendo sincero, porque la respuesta de Pablo a Agripa fue sincera. Le dijo: “¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!” (v. 29). Otra razón por la que creo que Agripa fue sincero es lo que leemos acerca de la respuesta del rey, la reina y el gobernador luego de las palabras de Pablo: “Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos; y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre. Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César” (vv. 30-32). El viaje de Pablo a Roma Una de las historias más emocionantes de este inspirado libro de historia es el relato de Lucas del viaje de Pablo por mar a Roma (Hechos 27). Pablo demuestra un extraordinario liderazgo y es un
  • 30. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 30 testigo milagroso para todos los que sobreviven a este viaje con él. Él recibe palabra del Señor de que, debido a las condiciones climáticas peligrosas, el barco no debería partir hacia Creta. Pero sus captores romanos no van a escuchar el consejo de un prisionero. Cuando la tormenta predicha por Pablo ocurre, luego de estar catorce día llevados por los feroces vientos, mareados y sin poder comer, Pablo predica a sus compañeros sobrevivientes, aterrorizados y cansados de la tormenta (vv. 20-26). Pablo asegura a toda la población del barco que Dios se le ha aparecido y le ha asegurado que, si bien el barco será destruido, todos los que están a bordo del barco se salvarán. Cuando esta palabra profética que recibe Pablo del Señor se cumple con exactitud, los sobrevivientes llegan a la isla de Malta. Hacen un fuego para calentar sus cuerpos mojados y congelados. Una víbora venenosa salta del fuego y se aferra a la mano de Pablo. Los que viven en Malta creen que Pablo debe de ser culpable de terribles crímenes, por lo que Dios seguramente lo está castigando ahora. Cuando Pablo, tranquilamente, sacude la víbora sobre el fuego y no muere por la picadura, llegan a la conclusión de que debe de ser un dios. Completado el viaje a Roma en otro navío, Lucas presenta un hermoso cuadro de la comunidad espiritual, la iglesia del Cristo resucitado y vivo, en Roma. Es conmovedor leer cómo los creyentes de Roma se enteran de alguna forma de la llegada de Pablo, y cómo consuela y alienta tremendamente su corazón que los creyentes vayan a recibirlo al entrar en la ciudad como prisionero de Roma. Cuando los prisioneros son entregados a las autoridades de la prisión romana, se le permite a Pablo vivir en una casa alquilada, donde queda bajo arresto domiciliario durante dos años. Se le permite invitar a los líderes religiosos judíos de Roma a este lugar donde, coherentemente con su estrategia de predicar primero a los judíos, les proclama el evangelio y su argumento de que Jesús es el Cristo. Algunos creen, pero la mayoría son hostiles hacia Pablo. En esta casa alquilada, Pablo escribe sus denominadas “cartas de la prisión” –Gálatas, Efesios, Filipenses y Filemón–, se le permite recibir invitados, y la última imagen que nos da Lucas de este amado apóstol es que está predicando sobre el reino de Dios a todos los que lo visitan y quieran escucharlo (28:30, 31). Aparte de lo que se nos dice en la última carta a Timoteo, debemos apoyarnos en la historia de la iglesia para completar la historia de la vida y el ministerio de Pablo. Los estudiosos están persuadidos de que Pablo tuvo su juicio ante César, fue liberado y fue apoyado por la iglesia de Roma para extender su gran ministerio misionero hacia España. Cuando Nerón incendió Roma y culpó a los cristianos, comenzó una terrible persecución contra la iglesia que duró tres siglos. Todos los creyentes eran odiados y se convirtieron en acérrimos enemigos del gobierno y del pueblo de Roma. Pedro y Pablo se convirtieron en las personas más odiadas. Pablo volvió a ser arrestado. Los estudiosos creen que fue puesto en la temible prisión
  • 31. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 31 mamertina, en Roma, donde escribió sus últimas palabras a Timoteo, antes de ser decapitado. ¿Se está familiarizando con este gran y maravilloso apóstol? Es el autor de los próximos trece libros del Nuevo Testamento que estaremos estudiando. Todos necesitamos héroes y modelos de fe para imitar. Mi oración es que usted llegue a amar a Pablo como yo, desde que leí los capítulos del Libro de Hechos que acabamos de estudiar. A lo largo de los últimos capítulos de este libro de historia, tenemos la sensación de que se está creando un gran clímax con la visita de Pablo a la capital de Imperio Romano y su juicio ante César. Es deprimente y algo decepcionante cuando este libro simplemente termina, pero sin un final. Los estudiosos creen que la persecución podría ser la explicación de por qué este libro finaliza abruptamente. Si observa los verbos en plural en los últimos dos capítulos, parece obvio que Lucas estuvo con Pablo en ese tremendo viaje por el mar y cuando entró en Roma. Tal vez Lucas fue arrestado y no pudo completar su excelente historia de la primera generación de la iglesia. Como señalé al principio de este fascículo, podría ser que, por designio providencial, la historia de la iglesia no finaliza porque estamos ahora escribiendo el capítulo 29 de Hechos, desde el día de Pentecostés, cuando nació la iglesia del Cristo resucitado. Una breve reseña de la Carta de Pablo a los Romanos Capítulo 1 La Carta de Pablo a los Romanos, a vuelo de pájaro El apóstol Pablo escribió trece de los veintisiete libros del Nuevo Testamento. El primero de estos libros es su Carta a los Romanos. Pablo no escribió sus cartas en el orden que aparecen en el Nuevo Testamento. Los estudiosos creen que esta carta fue escrita cerca del final de su ministerio, cuando estaba maduro y había desarrollado plenamente la teología del evangelio que predicaba por todo el mundo y que comparte con nosotros en esta profunda carta. Para dar a nuestros oyentes notas de los setenta y tres programas radiales en los que enseño la Carta de Pablo a los Romanos, versículo por versículo, escribí cuatro fascículos más. En este breve comentario de Romanos, presento algunas notas para quienes han escuchado nuestro resumen de esta inspirada carta de Pablo. Este fascículo es una breve reseña general de lo que Pablo enseña en esta amplia explicación del evangelio que proclamaba. La Carta de Pablo a los Romanos es su obra maestra teológica. El contenido de esta carta tiene muy poco que ver con la iglesia de Roma específicamente. Los estudiosos creen que Pablo
  • 32. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 32 dirigió esta profunda explicación del evangelio a los creyentes de Roma porque esa ciudad era la capital del mundo cuando escribió esta carta. Esta carta es, en realidad, una explicación integral de la palabra bíblica “justificado”. En la Parábola del Publicano y el Fariseo, Jesús declara la buena nueva de que todo hombre o mujer que haga la oración del pecador –una oración de arrepentimiento y fe en el poder salvador que se encuentra en la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo por nuestros pecados–, puede volver a su casa “justificado” (ver Lucas 18:14). Esta es la primera vez que encontramos esta hermosa palabra en el Nuevo Testamento. En esta Carta a los Romanos, Pablo explica cómo Dios realiza este maravilloso milagro de la justificación en el hombre o la mujer que son justificados. Esta carta es la declaración más integral acerca de la justificación que tenemos en la Biblia. Ser justificado significa más que simplemente ser perdonado; significa que Dios me considera como si nunca hubiera pecado, y que me ha declarado justo. David introduce proféticamente el concepto en su profundo salmo de confesión y arrepentimiento, cuando le pide a Dios, literalmente, que “despeque” su pecado (ver Salmos 51:1). Lea Romanos de un tirón y trate de determinar el argumento inspirado y lógico del libro. Le pido que haga esto porque la carta tiene un argumento coherente del principio al fin. Pida la ayuda del Espíritu Santo, y luego, concentrándose y sin interrupciones, trate de determinar el argumento de esta inspirada declaración del evangelio que Jesucristo encargó que sus discípulos predicaran a toda criatura, y en todas las naciones de la tierra (ver Marcos 16:15). Los primeros cuatro capítulos de esta carta muestran cómo la justificación se relaciona con el pecador. No estaremos interesados en saber cómo ser declarados justos si no estamos convencidos de que somos pecadores injustos. Por lo tanto, Pablo presenta un argumento muy convincente en el sentido de que todos somos pecadores. Luego de convencernos de la mala noticia de que todos somos pecadores, Pablo proclama la buena noticia de que Dios tiene un plan mediante el cual podemos ser justificados. El plan de justificación de Dios Según Pablo, la gracia es la fuente de nuestra justificación (3:24). La cruz de Cristo es la base de nuestra justificación, y la resurrección de Jesús, la garantía de que somos justificados (3:25; 4:24, 25). Concluye esta parte de su argumento con estas palabras: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). Así que la fe es el principio mediante el cual aplicamos este milagro a nuestro pecado y somos declarados justos por Dios. Más adelante en su argumento, nos dirá que Dios es el Autor de nuestra justificación (8:33). Debo señalar que hay una expresión que se encuentra unas ciento cincuenta veces en la Biblia cuando se enseña este concepto de ser justificados. Esta expresión es “a los ojos de”. Hay una dimensión vertical y una dimensión horizontal involucradas en la
  • 33. Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 33 justificación. Si hemos cometido un asesinato, podemos ser declarados justos a los ojos de Dios por fe, confesión y arrepentimiento, pero no somos liberados de la cárcel, porque no estamos justificados a los ojos de la sociedad, es decir, la justificación horizontal ante el hombre. Cuando se realiza un juicio ante un juez, sin jurado, los asistentes podrán pensar que el acusado es una persona maravillosa pero, si el juez considera que es culpable, irá a la cárcel o perderá su vida. Las personas podrán pensar que el acusado es una persona terrible pero, si el juez cree que es inocente, quedará libre. De la misma forma, un día nos daremos cuenta de que lo que realmente importa es lo que el Juez de toda la tierra piensa acerca de nuestra culpabilidad o inocencia. Es por eso que es una muy buena noticia que se nos diga que podemos ser como si nunca hubiésemos pecado a los ojos de Dios. Los cuatro capítulos siguientes muestran cómo la justificación se relaciona con la persona, que es, de hecho, justificada por fe. Dios espera que arreglemos las cosas, que seamos correctos y que hagamos lo correcto cuando nos declara justos (ver 1 Juan 3:7). En los segundos cuatro capítulos de esta carta (del 5 al 8), Pablo habla de las luchas que aparecen cuando una persona que ha sido declarada justa encuentra en el Espíritu Santo el poder para vivir una vida justa. En los siguientes tres capítulos (del 9 al 11), Pablo muestra cómo la justificación se relaciona con todo el mundo y especialmente con Israel. Estos son tres de los capítulos más importantes de la Biblia sobre el tema de la profecía bíblica. En ellos, Pablo predice que Israel estará involucrado en lo que ocurrirá en el mundo. Según Pablo, el pueblo de Israel es el pueblo escogido de Dios. Son la mejor ilustración, en la Biblia, de la doctrina de la elección, la enseñanza de que Dios escoge a personas para la salvación. Sin embargo, en estos mismos tres capítulos, Pablo escribe que los judíos son, también, la mejor ilustración en la Biblia de que Dios ha creado al hombre para ser una criatura que puede elegir. Pablo presenta este argumento cuando nos dice que los judíos han escogido no ser escogidos. Han rechazado a Jesucristo y la salvación. Pablo escribe que, para castigar a los judíos por rechazar al Mesías, Dios se ha vuelto al mundo no judío y ha estado salvando a personas no judías desde que los judíos rechazaron a Jesucristo. Cuando haya salvado a la cantidad suficiente de gentiles como para castigar a Israel por ese rechazo, Dios volverá a los judíos nuevamente, y “todo Israel será salvo” (Romanos 11:26). Hemos visto el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento, de que habrá un retorno de los judíos, de la dispersión en todo el mundo, a un lugar geográfico en la nación de Israel. Junto con los profetas del Antiguo Testamento, Pablo predice un retorno espiritual de los judíos a Dios. Claramente, ese retorno espiritual aún no ha ocurrido. En estos tres capítulos, Pablo nos muestra que, cuando experimenten ese retorno espiritual a Dios, Él realizará su plan de justificación a todo el mundo a través de Israel.