La reforma del Estado busca transformar las instituciones y normas aplicadas a las relaciones sociales para suceder a una época de dominación autoritaria. La reforma requiere la aceptación de la pluralidad social y la reconstrucción de identidades políticas y sociales que permitan a los ciudadanos participar a través de sus singularidades. Los ciudadanos contribuyen a la reforma a través de sus acciones cotidianas que valoran la política como centro de la vida social, aunque sean críticos, y especulan sobre la eficiencia del cambio aunque objeten
3. La reforma del Estado es un proceso político y social, pero también cultural, que busca suceder a una larga época
de dominación y centralismo autoritario. Se trata de transformar a las instituciones y la normatividad aplicable a
relaciones sociales específicas. Como acuerdo entre distintas fuerzas sociales, la reforma apunta interrogantes
ineludibles, tanto por su naturaleza social como por su temporalidad.
Un aspecto relevante de la dinámica que antecede a dicho acuerdo es la aceptación de la pluralidad extendida a
todos los órdenes de la vida social; asimismo, la aceptación de la reconstrucción de las identidades sociales y
políticas, que actúan como aparatos de organización y pertenencia y que permiten al ciudadano asumir una
posición respecto de otras fuerzas representativas.
De esta manera, la vida política adquiere su fisonomía cuando vislumbra los diversos móviles de participación
ciudadana a través de distintas singularidades.
Aunque la reforma del Estado está depositada en los espacios formales de la política, la ciudadanía contribuye
desde la naturalidad de sus acciones en la vida cotidiana; éstas son muy diversas, pero todas concurren en la
valoración de la política como el centro organizador de la vida social, aun cuando sean muy críticas o agnósticas.
En la cotidianidad la ciudadanía se percata de las fuerzas del mercado cuando es emplazada a asumir varios
dilemas; uno de ellos es el despliegue de críticas a las acciones del Estado y de la autoridad política. Para esto,
especula sobre la eficiencia como el procedimiento para el cambio, pero objeta que la dinámica humana sea sólo un
cándido intercambio de bienes y servicios. Su búsqueda y las relaciones cotidianas que asume le demandan un
sentido inconfundible en la vida social con un significado distintivo en su inserción en los grupos sociales, en el de
su nación y en el de su cultura.
La reflexión que presentamos examina algunas prácticas, directas e indirectas, que el ciudadano realiza de cara a lo
que significa la reforma del Estado y las relaciones que establece con la política. Las exigencias son diversas y se
encuentran tanto en lo individual como en lo colectivo; igualmente en los heterogéneos ámbitos en que se
manifiesta la dinámica ciudadana, dada la pluralidad de la que somos signo en esta época.