6. Además se desarrolló un proceso de concentración de la población en áreas urbanas. En 1950 sólo existían en todo el mundo dos “megaciudades” que sobrepasaban los 8 millones de habitantes: NuevaYork y Londres. Al final del siglo XX se contaban ya 25 aglomerados de esta índole, 5 de ellos en América Latina, siendo la ZMVM junto con la zona conurbada de Sao Paulo, las más pobladas de la región. Para el año 2003 el 48% de la población mundial vivía en áreas urbanas. A pesar de que las zonas urbanas en el mundo no representan más de 2% de la superficie terrestre, sus impactos directos e indirectos sobre los ecosistemas que los rodean son muy significativos. La ciudad requiere agua para sostener las necesidades básicas de su población e industria, alimentos y energéticos para sostener sus procesos. La mayor parte de los recursos se obtiene de sitios frecuentemente distantes de los límites de la ciudad. Aunado a ello, las ciudades generan residuos sólidos y líquidos, además de contaminantes de la atmósfera, que afectan ecosistemas cercanos o distantes.
7. Las actividades humanas también han alterado la composición de la atmósfera global. Desde la Revolución Industrial se incrementó el uso de combustibles fósiles y, con ello, la emisión de contaminantes a la atmósfera. En la actualidad sólo por la quema de combustibles fósiles o por la destrucción de vegetación, se emiten cada año más de 8 gigatoneladas (1012 kg) de carbono.