2. • El culto Guadalupano se pretende consolidar , autenticando la
existencia de un indio llamado Juan Diego, con la proclama de una
aparición que al paso de los siglos, se aparta de la realidad de un
evento sacro, y que de ser una obra celestial, ha sufrido
mutaciones, alteraciones y mejoras por su naturaleza material, las
misma que hoy pretenden justificar para que no se desvanezca el
culto Mariano, una de las mas grandes vetas de oro del romanismo
que según historiadores deja mucho que desear. por estas y otras
razones, es importante conocer el fondo histórico de un mito, que
dio entrada a un cisma interno, por los intereses económicos de un
Abad, monseñor Guillermo Schulenburg,y las ambiciones de un
Cardenal llamado Norberto Rivera Carrera, quien con golpes bajos
le desplazo, lucha interna que por necesidad nos invita al siguiente
análisis de una aparición sin sustento.
3. LAS MUTACIONES QUE SUFRIO,
HABLAN DE UNA OBRA TERRENA
• Emplear una imagen Guadalupana secundaria, la del coro, y
eliminar un importante detalle, como es el Niño, aunque
conservando el nombre tan venerado por los conquistadores, se
parece en todo a los intentos modernos por evadir una exitosa
marca registrada efectuando cambios que la clientela no distinga
mucho, pero ante un juez puedan ser valederos. "Observemos
todavía que uno de los antifonarios del coro de Guadalupe de
Extremadura, fechado en el siglo XV, está ilustrado con estampas
entre las cuales aparece una Inmaculada que habría podido servir
de modelo a la del Tepeyac", concluye el citado autor.
• A fin de cuentas, puede ser que ni siquiera haya sido necesario el
cambio, sino que el virrey Enríquez haya visto una Guadalupana
como la del coro de Guadalupe en Extremadura y no haya entrado
en detalles en su carta.
4. La "aparición" de la Noche Triste
• En 1576 se bendijo un suntuoso templo a la Virgen de
los Remedios en la capital de la Nueva España. La
Gaceta de septiembre de 1728 describe así lo ocurrido:
"Esta soberana imagen se presume ser la misma que
(...) es la propia que Juan Rodríguez de Villafuerte, uno
de los primeros conquistadores de este reino, trajo de
España, y la Noche Triste, por hallarse imposibilitado,
por las muchas heridas, de poderla cargar, la dejó en un
maguey, hasta que andando a caza, en el mismo cerro,
el venturoso indio Juan Diego Cequantizin, encontró con
el tesoro y muy contento se lo llevó a casa". Prosigue la
narración hasta el punto culminante en que la imagen le
pide a ese Juan Diego, ¿otro o el mismo?, que le
construya una iglesia.
5. 1648: Miguel Sánchez
• Algunos documentos comienzan a mencionar el milagro. Algunos
existen, otros sólo "fueron vistos" por alguno de los primeros
escritores que dan forma a las voces del pueblo. Entre tales
documentos sólo alguno menciona para la aparición la fecha ahora
establecida de 1531. Los Anales de Tlaxcala dan una fecha
absurda: 1510. Totalmente sin sentido porque según tales Anales la
Virgen se apareció antes de la Conquista y de la prédica
franciscana del cristianismo. El Diario del alguacil de Tlatelolco,
Juan Bautista, asienta: "En el año de 1555 se apareció Santa María
de Guadalupe en el Tepeyac". Los Anales de Chimalpain dan la
misma fecha: 1555. Los Anales de México la corren un año: "Año
1556, descendió la señora del Tepeyac". También son las fechas
que menciona el virrey Enríquez, no como de aparición alguna,
pero sí de que por "1555 ó 1556 estaba allí una ermitilla". Y éste
último es el año del furioso sermón antiguadalupano de fray
Francisco de Bustamante, provincial de los franciscanos.
6. • No es hasta 1648 en que el predicador Miguel Sánchez publica su
libro Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe,
milagrosamente aparecida en México, cuando quedan fijados los
detalles que dan forma a lo que fray Servando Teresa de Mier
llamaría, un siglo y medio después de esa publicación, y en otro
sermón famoso, "leyenda piadosa".
• Y no puede uno dejar de sorprenderse ante los nombres de algunos
de los sorprendidos. Uno de ellos es nada menos que el vicario de
la santa capilla de Guadalupe, Luis Lasso de la Vega, quien
después de leer el libro de Miguel Sánchez escribió:
• Yo y todos mis predecesores (vicarios de la capilla) hemos sido
Adanes dormidos poseyendo a esta Eva segunda en el Paraíso de
su Guadalupe mexicano. Mas agora me ha cabido ser el Adán que
ha despertado para que la vea en estampa y relación de su
Historia: formada, compuesta y compartida, en lo prodigioso del
milagro, en el suceso de su aparición; en los misterios que su
pintura significa.
7. • O sea que este sacerdote a cuyo cargo está, según sus palabras,
"la soberana reliquia de la imagen milagrosa de la Virgen María", no
supo, sino con la lectura del "evangelio guadalupano" del bachiller
Sánchez, que tenía a su cuidado algo más que una imagen
milagrosa, como lo son las de la Virgen de Zapopan, de San Juan
de los Lagos y de Charcas, todas ellas milagrosísimas si
atendemos a los informes de los peregrinos que las visitan. Pero el
vicario de Guadalupe ignoraba todo sobre el portentoso estampado
de la Virgen del Tepeyac, el milagro más grande de todos los
tiempos ya que sanados y hasta resucitados los hay a montones en
cada siglo, pero la imagen verdadera de la Madre de Cristo, tal y
como ella es en el Cielo, únicamente se ha plasmado una vez en
dos mil años: "Non fecit taliter omni nationi": "No hizo igual entre
todas las naciones". Y el vicario de la capilla de Guadalupe,
guardián de semejante prodigio... ¿no lo sabía antes de leer a
Sánchez?
8. • El entusiasmo del vicario lo llevó a subsanar su falta adaptando el difícil texto del
bachiller a lenguaje sencillo y traduciéndolo al náhuatl. El largo título comienza por
las palabras "Huei tlamahuizolyica", por el que se le menciona en ocasiones; pero de
las dos primeras palabras con que da inicio esta versión piadosa para uso de indios,
"Nican mopohua...", tomó su nombre más popular, como las encíclicas papales.
Retraducido al español, se le sigue conociendo por ese nombre.
• Dice Lasso acerca de su traducción al náhuatl: "Esto me ha animado a escribir en
idioma náhuatl tu maravillosa aparición, para que vean los naturales y sepan en su
lengua cuánto por amor a ellos hiciste y de qué manera aconteció lo que mucho se
había borrado por las circunstancias del tiempo".
• Quien De la Maza llama "el tercer evangelista", luego de Miguel Sánchez y Luis
Lasso, es Luis Becerra Tanco. Siendo físico, químico, lingüista y profesor de
matemáticas, intenta dar explicación "científica" al estampado de la imagen y la
atribuye a los rayos del sol. Su obra, publicada en 1675, y conocida por el título
recortado de Felicidad de México, comienza lamentando la falta de documentos "por
no haberse hallado en los archivos del Juzgado y Gobierno Eclesiástico escritos
auténticos que prueben la tradición que tenemos de tan insigne prodigio, el cual
había de sepultar la incuria y omisión en el túmulo del olvido, juzgué me corría la
obligación poner por escrito lo que sabía de memoria y que había leído y registrado".
9. • Así es como Becerra, que nació en el siglo siguiente a los hechos que
relata, compone su libro, cuando tenía setenta años, y no había encontrado
nada en los archivos eclesiásticos para justificar esa Felicidad de México.
• Pero es un científico, así que no puede menos de observar que los viajes
tradicionales de Juan Diego desde Cuautitlán a Tlatelolco, pasando por el
Tepeyac, no tienen sentido alguno, pues no se pasa por allí y "de una
plumada, el realista y lógico Becerra Tanco enmienda la tradición", comenta
De la Maza. Sencillamente pone a Juan Diego a vivir en Tulpetlac para que,
camino a la iglesia de Tlatelolco, pase por el Tepeyac y le ocurra lo que
debe ocurrir allí.
• Es también uno de los primeros en observar las numerosas deficiencias
técnicas de la imagen milagrosamente estampada y busca con angustia
darles una explicación. La encuentra en los pliegues que debió tener el
manto o tilma de Juan Diego en el momento en que los rayos del sol
imprimieron la imagen celestial. Y nos dice: "Por eso lo claro de la rodilla
izquierda de la imagen parece más corto de lo que pide la buena proporción
de un cuerpo delineado". Así prosigue, pero al final se da por vencido y
atribuye a la omnipotencia divina lo que las normas de pintura no justifican.
10. • Francisco de Florencia es un sacerdote jesuita que
escribe otra apología guadalupana de título tan largo
que lleva media cuartilla y se le conoce por La Estrella
del Norte de México. Es el "cuarto evangelista" y
también vivió y publicó más de un siglo después de
1531. Al padre Florencia se debe la adopción de la
famosa cita bíblica "atribuida falsamente a Benedicto
XIV del Non fecit taliter omni nationi", cita que ordenó
reproducir en las estampas que grabó de la
guadalupana, asegura De la Maza, quien se funda en un
sermón del predicador de Ita y Parra donde el empleo
de ese versículo de los Salmos se atribuye al padre
Florencia.
11. Primer intento de coronación
• Cien años después de estos cuatro autores en los que se funda la
tradición guadalupana, hacia mediados del siglo XVIII, un caballero
milanés, Lorenzo Boturini, se hizo el propósito de conseguir de la
Santa Sede autorización para coronar a la Virgen de Guadalupe. Al
parecer la obtuvo, pero cuando organizaba las colectas para llevar
a término su devoto proyecto, el virrey recién llegado lo hizo
encarcelar. Se le acusó, en resumen, de no tener autorización para
residir en la Nueva España, de haber organizado una colecta de
fondos sin autorización y de mezclarse en un asunto nacional. Fue
desterrado a España y su biblioteca quedó incautada.
• Pasaron otros 150 años y, hacia finales del siglo XIX, todo parecía
indicar que la imagen tendría su corona. Cuando surgió el más
imprevisto obstáculo
12. El obispo de Tamaulipas
• Para coronar a la Virgen de Guadalupe había un problema a fines del siglo pasado,
cuando el proyecto parecía correr con más suerte que en tiempos de Lorenzo
Boturini, un siglo antes: y es que la Virgen ya tenía corona. La imagen, como la
muestran todas las copias realizadas por centenares de pintores a lo largo de
trescientos años, tenía sobre la cabeza una corona de picos agudos. La respuesta
de las autoridades era predecible: no podía ser coronada porque ya lo había hecho el
mismo Cielo.
• Así que la corona pintada desapareció milagrosamente. Una carta del padre Antonio
Plancarte y Labastida (abad de la Basílica de Guadalupe) al obispo de Yucatán,
Carrillo y Ancona, relata así el momento del nuevo milagro: "El día que publicaron en
El Nacional (23 de enero de 1887) que no debía ser coronada la imagen porque Dios
ya la había coronado, estaba yo meditando en esta singular teoría, cuando llegó el
fotógrafo con las pruebas de las fotografías que había sacado tres días antes (20 de
enero) ante el cabildo, abierto el cristal". Fue entonces cuando el padre Plancarte
advirtió, en las fotografías, que faltaba la corona y corrió a decírselo al arzobispo. Al
día siguiente (24 de enero) fueron los dos a la colegiata (la Basílica) "y vimos que ni
rastros de la corona". Luego comenta que "el inimicus homo" (alude al padre Vicente
de Paul Andrade) y compañeros circularon la especie de que Pina (un pintor) y yo la
habíamos borrado".5