3. Redentor. 1ª de Pedro 1:18-19.
La pasión. 1ª de Pedro 2:21-25.
La resurrección. 1ª de Pedro 1:3-4, 21; 3:21.
Mesías [Cristo]. 1ª de Pedro 1:11.
Dios. 2ª de Pedro 1:1.
Pedro conocía por experiencia
a Jesús y su capacidad para
transformar vidas. Por ello,
sus epístolas están llenas de
referencias a Él.
¿Quién era Jesús para Pedro?
4. “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana
manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres,
no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con
la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación” (1ª de Pedro 1:18-19)
El Antiguo Testamento nos habla de aquello que podía ser rescatado (redimido):
El primogénito del
asno y del hombre
(Éxodo 34: 19-20).
Lo que se había
vendido a causa de la
pobreza
(Levítico 25:25-26).
La libertad de un
esclavo
(Levítico 25:47-49).
Esta redención podía hacerse con sangre (animal sustitutivo,
1er caso), o con dinero (en el resto de los casos).
Pedro nos informa del coste de nuestra redención: “la sangre
preciosa de Cristo”. No hay nada que nosotros tengamos o
podamos hacer para pagar nuestra redención.
5. ¿Cómo eran rescatadas (redimidas) las personas que vivieron antes de Jesús?
El pecador traía un
animal sin mancha
al Santuario
(Levítico 4:32).
Colocaba sus
manos sobre el
animal,
confesando sus
pecados (v. 33 pp).
Degollaba al
animal (v. 33 up).
Se colocaba parte
de la sangre sobre
los cuernos del
altar y el resto era
derramada bajo el
altar (v. 34).
“sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana
manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres,
no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con
la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación” (1ª de Pedro 1:18-19)
De esta manera, el animal moría en lugar del pecador. Jesús nos redimió de nuestra
antigua vida de pecado muriendo en la cruz en nuestro lugar. Su vida por mi vida.
6. “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos
a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1ª de Pedro 2:24)
Citando Isaías 53:5, Pedro recuerda la
pasión de Jesús, sus sufrimientos y la
forma en que se comportó.
Desde la entrada triunfal hasta su
muerte, Jesús vivió los momentos más
intensos de su vida.
Tal como fue profetizado por Isaías, fue
despreciado, quebrantado, abandonado,
azotado, castigado, herido… y, a pesar de
todo esto, se entregó voluntariamente
para morir por nosotros. ¡Gracias, Jesús!
Pedro nos recuerda que lo hizo también
“dejándonos ejemplo, para que sigáis
sus pisadas” (1P. 2:21). No se nos pide
que muramos como Jesús, pero sí que
vivamos como Él vivió.
7. LA RESURRECCIÓN DE JESÚS
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según
su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva,
por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1ª de Pedro 1:3)
A diferencia de los animales que morían en el
Santuario, la muerte no pudo retener al Redentor.
Su resurrección nos asegura nuestra resurrección,
y nos da la esperanza de “una herencia
incorruptible … reservada en los cielos” para
nosotros (1P. 1:4).
Cuando Jesús regrese, aquellos que ahora
descansan en el sueño de la muerte
resucitarán a una vida gloriosa que jamás
nos será arrebatada (porque los que
vivamos entonces también seremos
glorificados).
Para vivir allí, tan solo tienes que aceptar Su
muerte por ti y creer en Su resurrección.
8. “escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo
que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos
de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (1ª de Pedro 1:11)
Jesús es el Ungido (en hebreo, Mesías; en
griego, Cristo).
En el pueblo de Israel, se ungían con aceite a
reyes, a sacerdotes y a profetas (Éxodo 28:41; 1ª
de Reyes 19:16). Pero su esperanza se centraba
en la venida del Ungido (con mayúsculas): el
“Mesías Príncipe” (Daniel 9:25).
Desde que conoció a Jesús, Pedro estuvo
convencido de que Él era el Cristo, el
Mesías esperado. Pero esperaba (como
todos) que fuese un libertador político.
Con el tiempo, comprendió el alcance y la
plenitud de la misión de Cristo, y quiso
presentárnoslo con detalle en sus cartas.
9. “Simón Pedro, siervo y apóstol de
Jesucristo, a los que habéis alcanzado,
por la justicia de nuestro Dios y Salvador
Jesucristo, una fe igualmente preciosa
que la nuestra” (2ª de Pedro 1:1)
En el Nuevo Testamento no se usa el
nombre de Dios (YHVH), sino que se
sustituye por la palabra “Señor” (Hch. 4:26;
Sal. 2:2).
Pedro usa repetidamente esta expresión
para referirse a Jesús (1P. 1:3; 2P. 1:2, 8, 11,
14, 16; 2:20; 3:18).
En otras ocasiones, tanto él, como Juan o
Pablo, hablan directamente de Jesús como
plenamente Dios (2P. 1:1; Jn. 1:1; Tito 2:13).
En sus epístolas, Pedro habla de tres
personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu (1P.
1:3; 2P. 1:1; 1P. 1:12).
Un único Dios en tres Personas. Todos ellos
involucrados profundamente en nuestra
redención. ¡Gloria a Dios!
10. “Cuando Satanás acude a decirte que eres un gran
pecador, alza los ojos a tu Redentor y habla de sus
méritos. Lo que te ayudará será mirar su luz. Reconoce
tu pecado, pero di al enemigo que “Cristo Jesús vino al
mundo para salvar a los pecadores,” y que puedes ser
salvo por su incomparable amor. […] Los méritos de su
sacrificio son suficientes para presentarlos al Padre en
nuestro favor. […] Cuanto más plenamente
comprendemos el amor de Dios, mejor nos percatamos
de la pecaminosidad del pecado. Cuando vemos cuán
larga es la cadena que se nos arrojó para rescatarnos,
cuando entendemos algo del sacrificio infinito que
Cristo hizo en nuestro favor, nuestro corazón se derrite
de ternura y contrición”
E.G.W. (El camino a Cristo, pg. 35)
11. Te invito a bajar y estudiar
cada una de las 13
lecciones que tratan sobre
el tema:
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