1. Los Apóstoles en la
transmisión de la
Revelación
Fuente: Teología Fundamental, César Izquierdo Urbina,
Universidad de Navarra
2. El papel fundamental de los Apóstoles en la constitución y transmisión de la
revelación lo describe el Concilio Vaticano II con estas palabras: «Dios quiso
benignamente que lo que había revelado para salvación de todos los pueblos se
conservara para siempre íntegro y fuera transmitido a todas las edades. Por eso
Cristo Señor, en quien se consuma la revelación total del Dios, mandó a los
Apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio» (DV 7). Los Apóstoles son el
eslabón esencial entre Cristo y la Iglesia de todos los tiempos, y su predicación
constituye la normade la fe para los creyentes.
3. Los términos específicos con los que en el Nuevo Testamento son designados los
Apóstoles son dos: «Los Doce» y «Apóstoles». En el uso neotestamentario, «apóstol»
tiene un significado más amplio que «los Doce» (excepto en San Lucas, para quien
son sinónimos). Así San Pablo era apóstol pero no de los doce. Al comienzo de su vida
pública, Jesús «subió a un monte y llamando a los que quiso vinieron a Él, y designó a
doce...» (Mc 3, 13). Y San Lucas narra: «Cuando llegó el día llamó a sí a los discípulos y
escogió a doce de ellos a quienes dio el nombre de Apóstoles» (Lc 6, 13)4.
4. Al elegir doce discípulos Cristo establece una ruptura y una continuidad, a la vez, con el
pueblo de Israel. Doce habían sido los patriarcas y doce las tribus descendientes de ellos,
que formaban el pueblo. Por eso, el número «doce» era signo de plenitud. Del tiempo
mesiánico se esperaba la restauración de las doce tribus de Israel. Al elegir a doce
discípulos, Cristo está diciendo implícitamente que ha llegado el tiempo del nuevo Israel,
el Israel del espíritu profetizado por Isaías y Jeremías. «Los Doce», por tanto, simbolizan
y a la vez son el comienzo y fundamento del nuevo Pueblo de Dios que descansa sobre
ellos como sobre sus cimientos.
5. Cristo es el centro y plenitud de la revelación, y esta revelación es el resultado de una intervención de
Dios en la historia, intervención que culmina en la muerte y resurrección del mismo Cristo. Si la
revelación hubiera consistido en una doctrina filosófica como, por ejemplo, la sabiduría estoica en la
edad helenística, lo único que se necesitaría para propagarla serían algunos maestros y predicadores
formados en esa doctrina. Pero para anunciar a los hombres el mensaje de que han sido salvados, no por
una doctrina intemporal, sino por el mismo Dios que ha intervenido en la historia, a través de hechos
que tuvieron lugar una sola vez, en un momento y lugar determinados, se requieren testigos: hombres
que hubieran presenciado esos hechos. La revelación cristiana implica, por tanto, la obra redentora de
Cristo y a la vez el testimonio que dan de Cristo unos hombres que han sido sus testigos. En este sentido
se puede afirmar que la Iglesia está fundada sobre la obra de Cristo y sobre el testimonio de los
Apóstoles.
6. Ahora bien, aunque los testigos de la vida, de la enseñanza y de las obras
de Jesús fueron muchos y en este sentido el término testigos se aplica en
ocasiones a todos los discípulos, en sentido estricto son «testigos»
solamente «los Doce». Su testimonio no es el de los testigos comunes, sino
un testimonio específico y autorizado. Ellos son los «testigos elegidos de
antemano» (Hch 10,41), que han visto la majestad del Señor Jesucristo con
sus propios ojos (2 Pe 1, 16).
7. Los Apóstoles son, por tanto, los testigos privilegiados, elegidos y «separados» (Rm 1,1) para ser «ministros de
la palabra» (Lc 1, 2) y «fundamento» de la Iglesia (Ef 2, 20-21). Cristo los llamó, los convocó, para que
estuvieran con él, para que fueran sus compañeros de viaje, los oyentes de su palabra, los testigos de sus
acciones. Y los Apóstoles le siguieron (Mt 19, 29); permanecieron con él en las tentaciones (Lc 22, 28), cuando
otros le abandonaban (Jn 6. 66). Cristo, Hijo del Padre, les enseñó todo lo que había aprendido en el seno del
Padre (Jn 15, 15). Les manifestó el nombre del Padre, les comunicó las palabras y la doctrina del Padre (Jn 17,
6.8.14). Les envió a predicar, a expulsar demonios (Me 3, 13-15) y a curar toda enfermedad (Mt 10, 1), de la
misma manera que él, enviado por el Padre, predicó, expulsó demonios, curó enfermos. El mismo, antes de
entregarse a la muerte, se entregó a los suyos en su verdad y realidad, en la palabra y en el sacramento6. Deallí
que quien recibe a los Apóstoles, recibe a Cristoy al Padre que lo envió (Mt 10, 40-41; Le 10, 16).
8. En resumen, la especificidad del testimonio apostólico depende de tres rasgos
característicos que afectan no sólo a su testimonio, sino a la entera persona de
los Doce. Ellos son fundamento de la Iglesia y testigos de Jesucristo en un
sentido único porque:
1) han sido elegidos por Dios;
2) han convivido con Cristo siendo testigos de su vida pública y después de la
resurrección; y
3) han recibido la misión.