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Introducción
A lo largo de nuestra vida acepta-
mos muchos cambios importantes:
el matrimonio, los hijos, las nuevas
tecnologías o los nuevos trabajos.
No obstante, algunos hábitos los
consideramos innegociables. Los
fumadores siguen fumando y los
niños siguen engordando demasia-
do.
Hay cambios fáciles y cambios difí-
ciles. Esto es así porque el corazón
y la mente están en conflicto. Por
una parte está el lado emocional,
nuestro lado instintivo, que siente
dolor y placer. Por otra, está el
racional o reflexivo, que delibera,
analiza y mira hacia el futuro. Uno
quiere un cuerpo escultural y
aprovechar el tiempo para apren-
der idiomas y el otro, comerse una
tarta y ver un rato la televisión. El
racional se opone con firmeza a
cualquier cambio de la rutina; el
emocional ansía tener siempre nue-
vos retos.
Nuestro lado emocional es un ele-
fante y el racional, su jinete.
Encaramado sobre el elefante, el
Título del Libro: Cambia el chip
Autor: Chip Heath y Dan Heath
Fecha de Publicación: 11 de Enero 2011
Editorial: Gestión 2000
Nº Páginas: 312
ISBN: 9788498750867
Contenido
Introducción.
Pag 1
Dirigir al jinete.
Pag 2
Motivar al elefante.
Pag 4
Allanar el camino.
Pag 5
Conclusión.
Pag 7
LOS AUTORES: Chip Heath es profesor de Comportamiento
Organizacional en la Graduate School of Business de la Universidad de
Stanford, ingeniero industrial por la Texas A&M University y doctor en
Psicología por la Universidad de Stanford. Columnista en la prestigiosa
revista Fast Company, asesora a empresas como Nike y Microsoft, y da
conferencias por todo el mundo.
Dan Heath trabaja en la Universidad de Duke asesorando a jóvenes
emprendedores. Fue fundador de Thinkwell, una innovadora editorial
de libros de texto multimedia, e investigador de la Harvard Business
School.
Los hermanos Heath son, asimismo, coautores del aclamado Made to
Stick, traducido a más de treinta lenguas y que estuvo durante 24 sema-
nas en las listas de los libros más vendidos de EE. UU.
Cambia el Chip
Leader Summaries © 2011. Resumen autorizado de: Cambia el chip por Chip Heath y Dan Heath, Gestión 2000 © 2011.
Cambia el chip
jinete sujeta las riendas y parece
ser el líder. Pero el control del jine-
te es precario, porque es muy
pequeño comparado con el elefan-
te.
El ansia del elefante por la gratifi-
cación inmediata es lo opuesto a la
fortaleza del jinete, que tiene
capacidad para ver a largo plazo,
planificar y pensar más allá del
momento. Pero el elefante también
tiene fortalezas enormes y el jine-
te, debilidades muy serias. El terri-
torio del primero son las emocio-
nes: el amor, la compasión, la sim-
patía y la lealtad o el instinto de
proteger a sus hijos. Para progresar
hacia un objetivo hay que contar
con la energía y la determinación
del elefante. El jinete, en cambio,
no deja de darles vueltas a las
cosas: tiende a analizar y pensar
excesivamente en ellas.
En el contexto de la gestión, si que-
remos que las cosas cambien, tene-
mos que apelar tanto al jinete como
al elefante. El primero aporta la
planificación y la dirección; y el
segundo, la energía. Por lo tanto, si
llegamos a los jinetes de nuestro
equipo pero no conseguimos llegar a
los elefantes, nuestro equipo ten-
drá comprensión sin motivación. Si
llegamos a los elefantes pero no a
sus jinetes, tendremos pasión sin
dirección. En ambos casos, los erro-
res pueden paralizar la ejecución.
Un elefante reticente y un jinete
que piense demasiado pueden hacer
que no se produzca ningún cambio.
Pero cuando van al unísono, el cam-
bio es fácil.
En este libro, Chip Heath y su her-
mano Dan, dos reconocidos especia-
listas en comportamiento organiza-
cional, nos explican cómo alinear el
jinete con el elefante para que los
cambios que emprendamos nos
resulten más placenteros y obten-
gamos mejores resultados.
Dirigir al jinete
Describir los movimientos críticos.
Nos sentimos más cómodos y tran-
quilos con menos opciones, cuando
nuestras rutinas nos hacen funcio-
nar en modo de piloto automático.
Pero, en momentos de cambio, el
piloto automático ya no sirve; de
repente las opciones proliferan y los
hábitos rutinarios se transforman en
decisiones con las que no estamos
familiarizados.
El cambio genera nuevas opciones y
ambigüedad, lo que paralizan nues-
tra capacidad de decisión. Elegir un
donut entre cien variedades de
sabores es igual de difícil que no
saber cuáles son las opciones dispo-
nibles.
La ambigüedad es mala. Cualquier
cambio exitoso requiere que tra-
duzcamos los objetivos ambiguos en
comportamientos concretos. Para
lograr un cambio tenemos que tener
un guion.
En 1995 se llevó a cabo la privati-
zación del sistema ferroviario brasi-
leño, que quedó dividido en siete
ramales, y sus derechos de gestión
salieron a subasta. Como era de
esperar, el caos fue considerable.
La mitad de los puentes de la red
necesitaba algún tipo de reparación
y el 20 % de ellos estaba al borde
del colapso.
Una empresa privada, GP
Investimentos Limited, pujó muy
alto por el ramal conocido como
“línea del sur”, que recorría los
estados meridionales de Brasil, y
obtuvo la concesión de su gestión.
Tras un periodo de dirección provi-
sional, la empresa decidió poner a
uno de sus propios ejecutivos, el
joven Alexandre Behring, al frente
de la nueva compañía, que pasó a
llamarse América Latina Logística
(ALL).
El sistema ferroviario que compró
GP era un caos y, cuando Behring y
su equipo asumieron el mando, con
personal y prioridades nuevas, el
caos resultó ser aún mayor. La pará-
lisis de decisión habría sido inevita-
ble si Behring no hubiera dejado
claro lo que había que hacer exac-
tamente. Su máxima prioridad era
salvar ALL de su precario y ruinoso
estado financiero. Para conseguirlo,
tanto él como su director financie-
ro, Duilio Carciolari, definieron cua-
tro reglas que iban a regir las deci-
siones de inversión de la compañía:
1. Únicamente se invertiría dinero
en proyectos que aumentaran los
ingresos de ALL a corto plazo.
2. La mejor solución a cualquier
problema era la que, en principio,
iba a costar menos dinero, incluso si
a largo plazo acababa costando
más, e incluso si era una solución de
menor calidad.
3. Se daría prioridad a las opciones
que permitieran resolver un proble-
ma con rapidez, sobre las opciones
más lentas que permitieran solucio-
nes mejores pero a más largo plazo.
4. Era mejor reutilizar o reciclar
materiales existentes que adquirir
materiales nuevos.
Behring no podía permitirse el lujo
de planificar a largo plazo.
Necesitaba que los suyos avanzaran
cuanto antes en una nueva direc-
ción, con la esperanza de que ALL
pudiera ganar el tiempo suficiente
para llevar a cabo una transforma-
ción total. Al concentrarse en los
movimientos más importantes, hizo
que para los suyos fuera más fácil
cambiar de dirección.
En 1998, por ejemplo, la compañía
tuvo que abandonar el negocio del
transporte de grano porque no tenía
suficientes locomotoras. De acuer-
do con los principios “más vale rápi-
do que mejor” y “minimizar el efec-
tivo a pagar por adelantado”, los
ingenieros de ALL trabajaban contra
reloj para reparar sus viejas loco-
motoras, mientras que sus competi-
dores estaban negociando la com-
pra de otras nuevas.
Además, los ingenieros de ALL des-
cubrieron cómo aumentar la capaci-
dad de combustible de las locomo-
toras para que pudieran operar más
tiempo sin necesidad de repostar.
Esto redujo el tiempo de inactividad
e incrementó el número de rutas
por locomotora; algo similar a lo
que hizo la compañía Southwest
Airlines cuando redujo su tiempo de
rotación en la puerta de embarque
(el tiempo que transcurre desde
que aterriza hasta que vuelve a des-
pegar).
Los ingenieros también encontraron
otra solución creativa para el pro-
blema persistente de las vías en mal
estado. En lugar de comprar nuevos
raíles de metal, que costaban 400
dólares por tonelada, aprovecharon
vías de estaciones abandonadas y
las instalaron en rutas activas.
Tres años después, la disciplina de
Behring empezó a dar frutos. Los
Cambia el chip
resultados de ALL pasaron de unas
pérdidas netas de 80 millones de
reales en 1998 a un beneficio neto
de 24 millones de reales en 2000. La
ambigüedad cansa y pone en peligro
los esfuerzos de cambio: el princi-
pal mérito de Behring fue eliminar-
la.
En 1995, el mismo año en que
comenzó la privatización del siste-
ma ferroviario en Brasil, un grupo
de alumnos de bachillerato de
Howard, Dakota del Sur, empezó a
pensar en un plan de recuperación
para su comunidad.
Howard y el resto del condado
Miner llevaban décadas de recesión.
Los puestos de trabajo en el campo
y la industria habían ido disminu-
yendo lentamente y no había nada
que los reemplazara. Esta situación
provocaba una parálisis de decisión.
El problema era, simplemente,
demasiado complejo para resolver-
lo, por más que no faltase la moti-
vación. El “elefante” de la comu-
nidad estaba dispuesto a moverse,
pero no sabía hacia dónde.
Los estudiantes analizaron la situa-
ción, hicieron una encuesta y des-
cubrieron, entre otras cosas, que la
mitad de los residentes compraba
fuera del condado. Estaba claro que
si el condado Miner tenía que rena-
cer, había que proporcionar un fuer-
te impulso a su economía. Los estu-
diantes descubrieron que había que
gastar el dinero de manera local y
así mantener los dólares de Miner
en el propio condado.
Para la presentación de sus conclu-
siones ante la comunidad los estu-
diantes, habían preparado una
impresionante cantidad de hojas de
cálculo, cuadros y gráficos. No obs-
tante, se preocuparon de simplifi-
car todos estos datos en un hecho
simple y sorprendente: habían cal-
culado que si los residentes de
Howard gastaban tan solo un 10%
más de sus ingresos localmente,
impulsarían la economía local en
siete millones de dólares.
La audiencia quedó impresionada y
la presentación fue mejor de lo que
todos esperaban. Los alumnos habí-
an redactado el primer movimiento
crítico y los residentes respondieron
inmediatamente, gastando más
dinero en el condado. Un año des-
pués, la cantidad de dinero gastada
en el condado excedió todas las
expectativas: se había más que
duplicado.
El cambio tuvo un efecto dominó.
De inmediato, como el condado
estaba recaudando más impuestos,
tenía más dinero para financiar las
otras propuestas que los grupos
locales habían considerado. El pue-
blo de Howard se convirtió en sede
de empresas del siglo XXI, como la
de un productor de carne orgánica o
una de reparación de turbinas eóli-
cas.
Para el jinete, un problema grande
o importante requiere una solución
grande. Pero si la solución es tan
compleja como el problema, no
cambiará nada. Hay que evitar que
el jinete caiga en la introspección y
darle un guion que le diga cómo
tiene que actuar. Los éxitos de los
ferrocarriles brasileños y del conda-
do de Miner tuvieron suerte de con-
tar con una dirección clara.
Apuntar al destino. Nuestro primer
instinto, en muchas situaciones de
cambio, es ofrecer datos al jinete:
decirle qué es lo que hay que cam-
biar y ofrecerle cuadros y gráficos
que lo demuestren. Esto le encanta
al jinete: empieza a repasar los
datos, a analizarlos, a buscar lagu-
nas y a debatir con nosotros las con-
clusiones que hayamos sacado. La
fase de análisis le resulta más grati-
ficante que la de puesta en prácti-
ca, y eso es peligroso para el cam-
bio.
Sin embargo, cuando apuntamos a
un destino atractivo, el jinete
empieza a usar sus fortalezas para
averiguar cómo llegar hasta allí. Las
postales de destino —imágenes de
un futuro que el trabajo duro puede
hacer posible— pueden ser tremen-
damente inspiradoras y tener una
gran resonancia emocional. Por
ejemplo, un objetivo general como
“llevar una vida más sana” tiene
que ser necesariamente impreciso y
esa ambigüedad hace que nos resul-
te fácil racionalizar el fracaso. Una
solución a ese problema es definir
objetivos emocionalmente atracti-
vos a la vez que inequívocos.
Para ver cómo funciona esto en la
práctica nos puede servir el caso de
la compañía British Petroleum (BP).
Hacia finales de los años ochenta,
los grandes descubrimientos de los
yacimientos empezaron a decaer. A
medida que el paisaje cambiaba, la
estrategia de BP iba evolucionando.
En 1989, sus líderes decidieron con-
centrarse únicamente en los gran-
des yacimientos y dejar de compe-
tir por los más pequeños, para evi-
tar así la competencia con cen-
tenares de competidores menores.
También decidieron atacar los cos-
tes, porque creían que se gastaba
demasiado en exploración.
Redujeron sus costes de 5 dólares a
1 dólar por barril. Para reducir cos-
tes de manera tan drástica, BP
tenía que minimizar el número de
“pozos secos” perforados. El por-
centaje de éxito histórico en la per-
foración de un pozo nuevo era apro-
ximadamente de uno de cada ocho,
pero el porcentaje de éxito de BP
era mucho más elevado: uno de
cada cinco. Sin embargo, para
reducir los costes de exploración,
no bastaba con tener un rendimien-
to nuevo, sino que se necesitaba
uno sin precedentes.
Los investigadores de BP empezaron
a estudiar exploraciones pasadas y
descubrieron que las predicciones
de los exploradores eran extraordi-
nariamente precisas. No obstante,
estos últimos tenían que venderse
ante los directivos para recibir luz
verde para perforar. Llegaron a la
conclusión de que, si realmente
querían perforar un pozo, no tenían
más que limitarse a manipular las
cifras en una hoja de cálculo.
Pensaban que, aunque tuvieran que
perforar muchos pozos secos, segu-
ramente encontrarían alguno con
petróleo para compensar.
Lo primero que tenía que hacer un
ejecutivo de BP que quisiera recor-
tar los costes de exploración en un
80% sería eliminar esa falsa sensa-
ción de comodidad y ambigüedad
en el objetivo que hacía que la jus-
tificación aumentase. Ian Vann,
director de exploración de BP en
aquel momento, descubrió una
forma de eliminar la posibilidad de
que sus exploradores escurriesen el
bulto. Anunció su nueva visión:
“prohibidos los pozos secos”.
Este objetivo fue muy eficaz para
acabar de raíz con dos tipos de jus-
tificaciones para las operaciones de
perforación mal diseñadas. Una era
Cambia el chip
la del “aprendizaje”, la noción de
que, incluso si no se localiza un
pozo en particular, el equipo apren-
derá tanto en el proceso que las
operaciones futuras serán más exi-
tosas. La otra justificación era que
ciertos pozos tenían “valor estraté-
gico”. Un pozo podría ser estratégi-
co o no, pero, a partir de ahora,
más valía que no estuviera seco.
La idea de eliminar los pozos secos
llevó a los exploradores a ser más
sistemáticos a la hora de elaborar
los mapas y agregar la información
disponible. Cuando BP no dejó
ningún espacio en el que esconder-
se, los empleados dejaron de inten-
tar hacerlo. Reforzaron sus análisis
y tomaron menos decisiones basa-
das en probabilidades.
Motivar al elefante
Identificar el sentimiento. En
muchas situaciones de cambio, los
directivos se centran en la estrate-
gia, la estructura, la cultura o los
sistemas, lo cual los lleva a obviar
lo más importante: cambiar el com-
portamiento. Este cambio se consi-
gue básicamente apelando a los
sentimientos. En esfuerzos de cam-
bio que han tenido éxito, la gente
encuentra la manera de ayudar a
los demás a ver los problemas o
soluciones no solo desde el punto de
vista racional, sino también emo-
cional. El cambio funciona porque
los líderes saben hablar tanto al
jinete como al elefante.
Una opinión muy extendida es que
el cambio se produce por este
orden: primero analizamos, luego
pensamos y después cambiamos. En
un entorno normal, cuando los
parámetros se conocen, las hipóte-
sis son mínimas y el futuro no es
incierto, este proceso funciona bas-
tante bien.
Pero en situaciones de grandes cam-
bios, los parámetros no se conocen
muy bien y el futuro es incierto.
Debido a la incertidumbre que
genera el cambio, el elefante es
reacio a moverse y los argumentos
analíticos son de poca ayuda. Por
ejemplo, si una persona no está
segura de casarse con su pareja,
será difícil convencerla hablándole
de las ventajas fiscales y de los
impuestos que puede ahorrarse.
En casi todos los esfuerzos de cam-
bio exitosos, la secuencia de cam-
bio no es analizar-pensar-cambiar,
sino ver-sentir-cambiar. Hay que
presentar pruebas que generen
algún tipo de sentimiento. Puede
tratarse de una visión molesta de un
problema o una esperanzadora de la
solución, o cualquier otra cosa que
afecte emocionalmente.
Para preparar las presentaciones
para sus colegas de Target, Robyn
Waters, directora de diseño de la
cadena, se basó en la filosofía ver-
sentir-cambiar. Waters necesitaba
que los responsables de compras se
emocionaran con el color, que iba a
ser la tendencia dominante para la
nueva temporada. Pero estos se
movían en función de los números,
revisaban las ventas de los años
anteriores y comprobaban que el
color no había vendido.
Por eso Waters tuvo que ser muy
creativa. Fue a la juguetería FAO
Schwarz, en la que se pueden
encontrar M&Ms de todos los colores
posibles, y compró unas bolsas
enormes llenas de M&Ms de colores
brillantes para sus primeras
reuniones. También llevó muestras
del recientemente lanzado iMac de
Apple —de color lima, fresa, verde y
naranja—, que causó una auténtica
sensación. En las reuniones, Waters
mostraba a un responsable de com-
pras la foto de una colección de
polos y decía: “ves, tienen tres de
color neutro, uno amarillo claro y
luego añaden el azul eléctrico para
destacar”. Después montaba una
exposición para que los responsa-
bles de compras pudieran ver por sí
mismos de qué manera destacaba el
azul. Y al poco tiempo, ese polo de
color azul eléctrico aparecía en la
tienda Target como parte de la
nueva colección.
Waters pensó detenidamente en lo
que verían sus colegas porque sabía
cómo quería que se sintieran:
dinamizados, esperanzados, cre-
ativos y competitivos; entusiasma-
dos de formar parte de la misma
tendencia que Steve Jobs y Apple.
Reducir la dimensión del cambio.
Motiva más haber recorrido una
parte de un camino largo que estar
al inicio de uno más corto. La
demostración de este hecho la
podemos ver en el siguiente experi-
mento que se realizó en un túnel de
lavado de coches. Un túnel de lava-
do local lanzó una promoción en la
que ofrecía tarjetas de fidelidad a
sus clientes. Cada vez que un clien-
te compraba un lavado, le ponían
un sello en su tarjeta y, cuando la
tarjeta estaba rellena con ocho
sellos, conseguía un lavado gratis.
Otros clientes del mismo túnel de
lavado recibieron una tarjeta de
fidelidad ligeramente diferente.
Para conseguir un lavado gratis
tenían que reunir diez sellos en
lugar de ocho, pero su punto de par-
tida era mejor que el de los otros:
cuando recibían sus tarjetas, ya
tenían dos sellos estampados en
ellas.
La finalidad era la misma para los
dos grupos de clientes: compra
ocho lavados y tendrás una recom-
pensa. Pero la psicología de cada
propuesta era diferente: en un
caso, los clientes ya tenían el 20%
del camino recorrido y, en el otro,
partían de cero. Unos meses des-
pués, únicamente el 19% de los
clientes que necesitaban ocho
sellos había conseguido un lavado
gratuito, frente al 34% del grupo
que había empezado con ventaja.
Una forma eficaz de motivar la
acción es hacer que la gente se
sienta como si estuviera más cerca
de la línea de meta de lo que cree.
Si nos enfrentamos a una tarea
ardua y nuestro instinto es evitarla,
lo más adecuado es fragmentarla o
reducir las dimensiones de cambio.
Se trata de hacer un cambio lo sufi-
cientemente pequeño para que
pueda contribuir a conseguir una
victoria. Cuando una persona limpia
una habitación o salda una deuda
pendiente, sus temores se disipan y
empieza a avanzar rápidamente,
como una bola de nieve.
Entonces, una manera de reducir el
cambio es, por tanto, limitar la
inversión requerida —solo cinco
minutos de limpieza, solo una
deuda pequeña—. Otra es conseguir
pequeñas victorias o hitos que sean
factibles.
Los objetivos pequeños llevan a
conseguir victorias pequeñas. Y las
victorias pequeñas suelen desenca-
Cambia el chip
denar una espiral de comporta-
mientos positivos. Los grandes cam-
bios proceden de una sucesión de
pequeños cambios. No importa que
estos últimos parezcan casi trivia-
les, lo importante es conseguir que
el elefante se mueva, aunque al
principio sea lento. Por ello, es pre-
ferible que le digamos a nuestra
pareja que pague la factura de la
luz en vez de que cancele su tarje-
ta de crédito, o a un alcohólico que
deje de beber durante las próximas
24 horas en vez de para siempre.
El elefante no tiene ningún proble-
ma para conquistar esos pequeños
hitos y, cuando lo hace, con cada
paso nuevo que da, se siente menos
asustado y reacio, porque las cosas
están funcionando. El camino que
empezó con pavor está evolucio-
nando, lentamente, hacia un sen-
timiento de confianza y orgullo. Y al
mismo tiempo que va disminuyendo
la dimensión del cambio, el ele-
fante va creciendo.
Hacer que se sientan orgullosos. A
la hora de elegir, tendemos a confi-
ar en uno o dos modelos de decisión
básicos: el modelo de las conse-
cuencias y el de identidad.
El modelo de las consecuencias sos-
tiene que cuando hemos de tomar
una decisión, sopesamos los pros y
los contras de nuestras opciones y
tomamos la decisión que maximiza
nuestra satisfacción.
En el modelo de identidad, cuando
hemos de tomar una decisión, nos
hacemos tres preguntas: ¿quién
soy?, ¿de qué tipo de situación se
trata?, ¿qué haría alguien como yo
en esta situación? En este modelo lo
que está ausente es el cálculo de
costes y beneficios. Un ejemplo clá-
sico son los votantes de los partidos
políticos que, por lo general, rara
vez actúan por interés propio y casi
siempre por la identificación que
sienten hacia uno u otro candidato
o formación política.
Las identidades son fundamentales
en el proceso de toma de decisiones
y cualquier cambio que viole la
identidad de una persona está con-
denado al fracaso. Por lo tanto, la
pregunta que debemos hacernos es
la siguiente: ¿cómo podemos conse-
guir que el cambio sea una cuestión
de identidad en lugar de una cues-
tión de consecuencias?
La identidad desempeña un papel
crucial en prácticamente todas las
situaciones de cambio. Para ver su
importancia en el contexto empre-
sarial, consideraremos una empresa
inventora de una identidad que
acabó convirtiéndose en el motor
de su éxito.
La empresa Brasilata, una compañía
manufacturera brasileña de 170
millones de dólares, se dedica a la
producción de latas de acero. Es
una industria madura, con poco cre-
cimiento y poca emoción, pero
Brasilata supo desafiar el
estereotipo de fabricante aburrido
y anclado en el pasado, y labrarse la
fama de ser la más innovadora de
América Latina.
El hecho de que un fabricante de
latas tenga fama de innovador se
debió al hecho de que los fun-
dadores de Brasilata se inspiraran
en la filosofía de los fabricantes de
coches japoneses como Honda y
Toyota, que daban autoridad a los
empleados de primera línea para
hacerse cargo de su propio trabajo.
Por ejemplo, en Toyota, si un
empleado localizaba un defecto,
podía interrumpir la línea de mon-
taje. Toyota y Honda, además, soli-
citaban activamente ideas innova-
doras a sus empleados. En 1987, los
fundadores de Brasilata lanzaron un
programa de innovación entre sus
empleados inspirado en las dos
empresas japonesas.
Una nueva identidad era el núcleo
del programa. Los empleados de
Brasilata empezaron a llamarse
“inventores” y, cuando se incor-
poraban, se les pedía que firmaran
un contrato de innovación. En él se
les animaba a estar atentos a cual-
quier innovación o idea potencial
para mejorar productos o procesos
de producción, y reducir los costes
del sistema. Los procedimientos
desarrollados en la empresa hicie-
ron que fuera muy fácil para los
inventores proponer sus ideas. El
programa tuvo tanto éxito que
superó todas las expectativas. En
2008, los empleados presentaron
una media de 145,2 ideas por inven-
tor. Esa cifra situaba a Brasilata al
mismo nivel que los marcadores de
tendencias japoneses que habían
inspirado el programa.
La identidad de “inventor” que creó
la empresa fue lo que ha impulsado
su éxito y la satisfacción de sus
empleados. Ningún empleado de
Brasilata había nacido “inventor”.
Les hablaron de la identidad y les
gustó. Parecía un reto que merecía
la pena aceptar. Ser inventor se
había convertido para ellos en una
fuente de orgullo y fortaleza.
Allanar el camino
Modificar el entorno. Si queremos
que alguien cambie, podemos pro-
porcionarle una dirección clara
(jinete) o aumentar su motivación y
determinación (elefante). Como
alternativa, podemos simplemente
facilitarle el viaje, dándole un
empujón, eliminado las fricciones
en el camino o poniendo muchas
señales para informarle de que se
está acercando: en definitiva, alla-
narle el camino.
Para ver de qué forma un camino
allanado puede cambiar el compor-
tamiento, hemos de tomar en con-
sideración las veces en que se modi-
fica nuestro entorno para modelar
nuestro comportamiento. Los inge-
nieros de tráfico querían que con-
dujéramos de forma predecible y
metódica, por lo que pintaron líne-
as en las carreteras e instalaron
semáforos y señales de tráfico. Los
encargados de las tiendas de ali-
mentación querían que pasáramos
más tiempo en su tienda, así que
colocaron los productos lácteos al
final de todo. El banco estaba harto
de que nos olvidáramos nuestra tar-
jeta en el cajero, por lo que diseñó
un sistema para que la retirada del
dinero fuese obligatoriamente pre-
cedida por la retirada de la tarjeta.
Modificar el entorno es hacer el
comportamiento adecuado un poco
más fácil y el comportamiento
inadecuado un poco más difícil.
Para verlo mejor, pensemos en el
sistema de pedidos de Amazon con
un solo clic. Con una décima parte
del esfuerzo que supondría hacer
una llamada telefónica, podemos
comprar un libro o un DVD. Los dise-
ñadores de la página web de
Amazon simplemente han hecho
que el comportamiento deseado —
Cambia el chip
que la gente gaste dinero en su
sitio— sea un poco más fácil y con
ello han generado millones de dóla-
res en ingresos adicionales.
Las oportunidades en este sentido
son infinitas. Hace unos años, una
empresa de consultoría tenía el pro-
blema de que sus empleados no pre-
sentaban sus hojas de horas de tra-
bajo a tiempo. Esto ralentizaba el
proceso de facturación de la empre-
sa, que facturaba a sus clientes en
función de las horas trabajadas de
sus empleados. Tradicionalmente,
los consultores presentaban sus
hojas de trabajo en papel y lo hací-
an bastante bien. Luego la empresa
introdujo una herramienta para
hacerlo on line, pero la inmensa
mayoría continuó haciéndolo en
papel.
Frustrados, los ejecutivos trataron
de hacer el uso del poder que les
otorgaba su cargo y anunciaron la
obligatoriedad de la nueva herra-
mienta. Esto únicamente funcionó
con la mitad de los empleados; el
resto simplemente lo ignoró. Ante
este reto, los ejecutivos intensifi-
caron el ataque: advirtieron de que
nadie cobraría la nómina a menos
que utilizara la herramienta. Pero
esta medida era claramente absur-
da y difícil de llevar a la práctica.
Fue entonces cuando los directivos
recurrieron a un consultor externo
para que descubriera la raíz del
problema e intentara poner reme-
dio a la situación. Cuando el consul-
tor hizo una encuesta a los emplea-
dos que presentaban sus hojas de
horas trabajadas en papel descubrió
que el problema era, irónicamente,
el tutorial de la herramienta on
line, que se había introducido con
la intención de ayudar a cumpli-
mentar la hoja. El tutorial era algo
parecido al molesto tipo en forma
de clip sujetapapeles de Microsoft
Office que aparentemente servía
para ayudarnos a escribir una carta.
Cuando los ejecutivos quitaron el
tutorial, ofreciendo así la posibili-
dad de pasar directamente al for-
mulario, las tasas de aceptación
aumentaron inmediatamente y, al
cabo de unas semanas, todo el
mundo estaba utilizando la herra-
mienta.
En la universidad nos enseñaron a
concentrarnos en los incentivos.
Nuestros padres nos decían: “¡Haz
esto o no te daré la paga!”. Pero
disponemos, en este sentido, de
más herramientas de las que cree-
mos. Si cambiamos el camino, cam-
biaremos el comportamiento.
Crear hábitos. El entorno puede
reforzar o debilitar nuestros hábi-
tos. Por ello, si queremos cambiar,
hemos de cambiar nuestro entorno.
Nuestros hábitos están profunda-
mente asociados a nuestro entorno.
Según un estudio sobre personas
que han hecho cambios en sus
vidas, el 36% de los cambios exito-
sos se asociaban a traslados a una
nueva ubicación, y únicamente el
13% de los cambios no exitosos
incluían un traslado.
Pero crear un hábito no solo tiene
que ver con el entorno, también es
mental. Sería muy difícil cambiar el
entorno de forma que nos obligara a
aprender a tocar el piano, por
ejemplo.
Para crear un hábito que favorezca
el cambio que estamos intentando
hacer, fundamentalmente tenemos
que tener presentes dos cosas: (1)
el hábito tiene que favorecer nues-
tra misión y (2) el hábito tiene que
ser fácil de adoptar.
El general William “Gus” Pagonis
dirigió la operación de logística en
la guerra del Golfo, bajo el mando
del presidente George H. W. Bush.
Pagonis era responsable de mover
550 000 tropas y su equipamiento
por todo el mundo: disponer de lo
necesario para servir 122 millones
de comidas, suministrar 4,9 billones
de litros de combustible y otras tan-
tas cosas por el estilo.
Una comunicación clara y eficiente
en este sentido fue esencial. Cada
mañana, el general Pagonis tenía
una reunión que empezaba a las
8.00 h de la mañana y terminaba a
las 8.30 h. Su innovación consistía
en introducir dos cambios importan-
tes en esta rutina. En primer lugar,
abrió la reunión a todo el mundo y
obligó a que hubiera, como mínimo,
un representante de cada grupo
funcional; de ese modo, se aseguró
un intercambio libre y abierto de
información por toda la organiza-
ción. En segundo lugar, obligó a
todos los presentes a permanecer
de pie durante toda la reunión,
pues descubrió que las cosas fluían
mucho más deprisa; cada uno decía
todo lo que tenía que decir y luego,
inmediatamente, pasaba el testigo
al siguiente. En rara ocasión, cuan-
do alguien empezaba a alargarse
demasiado, la presión del grupo era
tal que la conversación rápidamen-
te volvía a centrarse. Una reunión
de pie no garantizaba visión, clari-
dad y eficiencia en la ubicación de
medio millón de tropas, pero los
favorecía y era gratis.
Cuando el cambio es difícil de adop-
tar, crea su propio problema de
cambio independiente. Por ejem-
plo, si estamos intentando hacer
más ejercicio y decidimos crear el
hábito de ir al gimnasio, únicamen-
te estaremos cambiándole el nom-
bre al problema esencial. Sería más
productivo intentar empezar crean-
do un hábito más fácil, como prepa-
rarse la ropa de deporte antes de
acostarse o pedirle a un amigo que
realmente haga ejercicio que nos
recoja de camino al gimnasio.
Para allanar el camino hay dos
estrategias fundamentales: (1)
modificar el entorno y (2) crear
hábitos. Una herramienta que com-
bina perfectamente estos dos enfo-
ques es la humilde lista de tareas.
Utilizar una lista de tareas nos
puede parecer mundano, rutinario o
burocrático, pero es un instrumento
que puede cambiarlo todo, incluso
salvar vidas.
Los pacientes de la UCI suelen lle-
var vías intravenosas a través de las
cuales reciben la medicación que
necesitan. Si estas vías se infectan,
pueden surgir complicaciones
importantes. Frustrado por estas
infecciones de las vías, el Dr. Peter
Pronovost, del John Hopkins
University, elaboró una lista de tar-
eas para enfermeras que contenía
indicaciones muy claras: hay que
lavarse bien las manos antes de
insertar una vía, hay que desinfec-
tar la piel del paciente con antisép-
tico en el punto de inserción, etc.
La lista no tenía nada nuevo, ni
polémico, pero sus resultados fue-
ron sorprendentes: cuando se puso
en práctica en la UCI de varios hos-
pitales de Michigan durante un
periodo de 18 meses, las infeccio-
nes causadas por las vías desapare-
cieron casi por completo, lo que
Cambia el chip
ahorró a los hospitales unos 175 mil-
lones de dólares en el tratamiento
de las complicaciones asociadas.
Algo tan simple como las listas
puede tener un impacto muy fuerte
porque educan a las personas en lo
que es mejor, mostrándoles una
forma incuestionable de hacer las
cosas. Además, su cumplimiento
reduce la probabilidad de error.
Aprovechar la fuerza del grupo. La
presión del grupo es muy importan-
te. Hacemos las cosas porque vemos
que los demás las hacen. El com-
portamiento es contagioso.
Tenemos una tendencia especial a
imitar el comportamiento de nues-
tros semejantes cuando una situa-
ción es desconocida o ambigua,
como es el caso de la situación de
cambio. Por tanto, si queremos
cambiar algo, tendremos que pres-
tar mucha atención a las señales
sociales, que facilitan un esfuerzo
de cambio o lo condenan.
Cuando dirigimos a un elefante por
un camino desconocido, lo más pro-
bable es que siga al grupo, por lo
que es conveniente crear uno.
En el cuarto de baño de los hoteles
suele haber unas pequeñas tarjetas
que sugieren a los clientes que reu-
tilicen las toallas, normalmente
apelando a un objetivo a favor del
medio ambiente como el ahorro del
agua. Pero mucha gente no tiene
claro que debe reutilizar su toalla,
espera que se le mime un poco más
y se le dé una toalla limpia cada vez
que la necesita. No hay una norma
social obvia a la que se pueda remi-
tir, porque no puede entrar en el
cuarto de baño de los demás hués-
pedes.
Conscientes del poder del compor-
tamiento contagioso, un grupo de
psicólogos sociales convenció al
director de un hotel para que
pusiera a prueba una nueva tarjeta
en el baño del hotel. No hacía nin-
gún tipo de mención al medio
ambiente, sino que simplemente
decía: “La mayoría de los huéspe-
des del hotel reutilizan sus toallas
al menos una vez durante su estan-
cia”. El experimento funcionó: los
huéspedes que tenían la tarjeta en
su baño tenían un 26% más de pro-
babilidades de reutilizar sus toallas.
Siguieron el ejemplo de la mayoría.
Conclusión
Los grandes cambios pueden empe-
zar con pasos muy pequeños. Los
pequeños cambios tienden a ir
sumándose. Esto no significa que el
cambio sea fácil, pero tampoco
siempre es difícil. En ciertos senti-
dos, el cambio está en todas partes;
en otros, es poco probable.
Sin embargo, una cosa es cierta: por
lo general, cuando el cambio fun-
ciona, suele seguir un determinado
patrón. Cuando una persona cam-
bia, tiene una dirección clara,
mucha motivación y un entorno pro-
picio. En otras palabras, cuando el
cambio funciona, es porque el jine-
te, el elefante y el camino están
alineados en su apoyo.

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11. cambia el chip

  • 1. Introducción A lo largo de nuestra vida acepta- mos muchos cambios importantes: el matrimonio, los hijos, las nuevas tecnologías o los nuevos trabajos. No obstante, algunos hábitos los consideramos innegociables. Los fumadores siguen fumando y los niños siguen engordando demasia- do. Hay cambios fáciles y cambios difí- ciles. Esto es así porque el corazón y la mente están en conflicto. Por una parte está el lado emocional, nuestro lado instintivo, que siente dolor y placer. Por otra, está el racional o reflexivo, que delibera, analiza y mira hacia el futuro. Uno quiere un cuerpo escultural y aprovechar el tiempo para apren- der idiomas y el otro, comerse una tarta y ver un rato la televisión. El racional se opone con firmeza a cualquier cambio de la rutina; el emocional ansía tener siempre nue- vos retos. Nuestro lado emocional es un ele- fante y el racional, su jinete. Encaramado sobre el elefante, el Título del Libro: Cambia el chip Autor: Chip Heath y Dan Heath Fecha de Publicación: 11 de Enero 2011 Editorial: Gestión 2000 Nº Páginas: 312 ISBN: 9788498750867 Contenido Introducción. Pag 1 Dirigir al jinete. Pag 2 Motivar al elefante. Pag 4 Allanar el camino. Pag 5 Conclusión. Pag 7 LOS AUTORES: Chip Heath es profesor de Comportamiento Organizacional en la Graduate School of Business de la Universidad de Stanford, ingeniero industrial por la Texas A&M University y doctor en Psicología por la Universidad de Stanford. Columnista en la prestigiosa revista Fast Company, asesora a empresas como Nike y Microsoft, y da conferencias por todo el mundo. Dan Heath trabaja en la Universidad de Duke asesorando a jóvenes emprendedores. Fue fundador de Thinkwell, una innovadora editorial de libros de texto multimedia, e investigador de la Harvard Business School. Los hermanos Heath son, asimismo, coautores del aclamado Made to Stick, traducido a más de treinta lenguas y que estuvo durante 24 sema- nas en las listas de los libros más vendidos de EE. UU. Cambia el Chip Leader Summaries © 2011. Resumen autorizado de: Cambia el chip por Chip Heath y Dan Heath, Gestión 2000 © 2011.
  • 2. Cambia el chip jinete sujeta las riendas y parece ser el líder. Pero el control del jine- te es precario, porque es muy pequeño comparado con el elefan- te. El ansia del elefante por la gratifi- cación inmediata es lo opuesto a la fortaleza del jinete, que tiene capacidad para ver a largo plazo, planificar y pensar más allá del momento. Pero el elefante también tiene fortalezas enormes y el jine- te, debilidades muy serias. El terri- torio del primero son las emocio- nes: el amor, la compasión, la sim- patía y la lealtad o el instinto de proteger a sus hijos. Para progresar hacia un objetivo hay que contar con la energía y la determinación del elefante. El jinete, en cambio, no deja de darles vueltas a las cosas: tiende a analizar y pensar excesivamente en ellas. En el contexto de la gestión, si que- remos que las cosas cambien, tene- mos que apelar tanto al jinete como al elefante. El primero aporta la planificación y la dirección; y el segundo, la energía. Por lo tanto, si llegamos a los jinetes de nuestro equipo pero no conseguimos llegar a los elefantes, nuestro equipo ten- drá comprensión sin motivación. Si llegamos a los elefantes pero no a sus jinetes, tendremos pasión sin dirección. En ambos casos, los erro- res pueden paralizar la ejecución. Un elefante reticente y un jinete que piense demasiado pueden hacer que no se produzca ningún cambio. Pero cuando van al unísono, el cam- bio es fácil. En este libro, Chip Heath y su her- mano Dan, dos reconocidos especia- listas en comportamiento organiza- cional, nos explican cómo alinear el jinete con el elefante para que los cambios que emprendamos nos resulten más placenteros y obten- gamos mejores resultados. Dirigir al jinete Describir los movimientos críticos. Nos sentimos más cómodos y tran- quilos con menos opciones, cuando nuestras rutinas nos hacen funcio- nar en modo de piloto automático. Pero, en momentos de cambio, el piloto automático ya no sirve; de repente las opciones proliferan y los hábitos rutinarios se transforman en decisiones con las que no estamos familiarizados. El cambio genera nuevas opciones y ambigüedad, lo que paralizan nues- tra capacidad de decisión. Elegir un donut entre cien variedades de sabores es igual de difícil que no saber cuáles son las opciones dispo- nibles. La ambigüedad es mala. Cualquier cambio exitoso requiere que tra- duzcamos los objetivos ambiguos en comportamientos concretos. Para lograr un cambio tenemos que tener un guion. En 1995 se llevó a cabo la privati- zación del sistema ferroviario brasi- leño, que quedó dividido en siete ramales, y sus derechos de gestión salieron a subasta. Como era de esperar, el caos fue considerable. La mitad de los puentes de la red necesitaba algún tipo de reparación y el 20 % de ellos estaba al borde del colapso. Una empresa privada, GP Investimentos Limited, pujó muy alto por el ramal conocido como “línea del sur”, que recorría los estados meridionales de Brasil, y obtuvo la concesión de su gestión. Tras un periodo de dirección provi- sional, la empresa decidió poner a uno de sus propios ejecutivos, el joven Alexandre Behring, al frente de la nueva compañía, que pasó a llamarse América Latina Logística (ALL). El sistema ferroviario que compró GP era un caos y, cuando Behring y su equipo asumieron el mando, con personal y prioridades nuevas, el caos resultó ser aún mayor. La pará- lisis de decisión habría sido inevita- ble si Behring no hubiera dejado claro lo que había que hacer exac- tamente. Su máxima prioridad era salvar ALL de su precario y ruinoso estado financiero. Para conseguirlo, tanto él como su director financie- ro, Duilio Carciolari, definieron cua- tro reglas que iban a regir las deci- siones de inversión de la compañía: 1. Únicamente se invertiría dinero en proyectos que aumentaran los ingresos de ALL a corto plazo. 2. La mejor solución a cualquier problema era la que, en principio, iba a costar menos dinero, incluso si a largo plazo acababa costando más, e incluso si era una solución de menor calidad. 3. Se daría prioridad a las opciones que permitieran resolver un proble- ma con rapidez, sobre las opciones más lentas que permitieran solucio- nes mejores pero a más largo plazo. 4. Era mejor reutilizar o reciclar materiales existentes que adquirir materiales nuevos. Behring no podía permitirse el lujo de planificar a largo plazo. Necesitaba que los suyos avanzaran cuanto antes en una nueva direc- ción, con la esperanza de que ALL pudiera ganar el tiempo suficiente para llevar a cabo una transforma- ción total. Al concentrarse en los movimientos más importantes, hizo que para los suyos fuera más fácil cambiar de dirección. En 1998, por ejemplo, la compañía tuvo que abandonar el negocio del transporte de grano porque no tenía suficientes locomotoras. De acuer- do con los principios “más vale rápi- do que mejor” y “minimizar el efec- tivo a pagar por adelantado”, los ingenieros de ALL trabajaban contra reloj para reparar sus viejas loco- motoras, mientras que sus competi- dores estaban negociando la com- pra de otras nuevas. Además, los ingenieros de ALL des- cubrieron cómo aumentar la capaci- dad de combustible de las locomo- toras para que pudieran operar más tiempo sin necesidad de repostar. Esto redujo el tiempo de inactividad e incrementó el número de rutas por locomotora; algo similar a lo que hizo la compañía Southwest Airlines cuando redujo su tiempo de rotación en la puerta de embarque (el tiempo que transcurre desde que aterriza hasta que vuelve a des- pegar). Los ingenieros también encontraron otra solución creativa para el pro- blema persistente de las vías en mal estado. En lugar de comprar nuevos raíles de metal, que costaban 400 dólares por tonelada, aprovecharon vías de estaciones abandonadas y las instalaron en rutas activas. Tres años después, la disciplina de Behring empezó a dar frutos. Los
  • 3. Cambia el chip resultados de ALL pasaron de unas pérdidas netas de 80 millones de reales en 1998 a un beneficio neto de 24 millones de reales en 2000. La ambigüedad cansa y pone en peligro los esfuerzos de cambio: el princi- pal mérito de Behring fue eliminar- la. En 1995, el mismo año en que comenzó la privatización del siste- ma ferroviario en Brasil, un grupo de alumnos de bachillerato de Howard, Dakota del Sur, empezó a pensar en un plan de recuperación para su comunidad. Howard y el resto del condado Miner llevaban décadas de recesión. Los puestos de trabajo en el campo y la industria habían ido disminu- yendo lentamente y no había nada que los reemplazara. Esta situación provocaba una parálisis de decisión. El problema era, simplemente, demasiado complejo para resolver- lo, por más que no faltase la moti- vación. El “elefante” de la comu- nidad estaba dispuesto a moverse, pero no sabía hacia dónde. Los estudiantes analizaron la situa- ción, hicieron una encuesta y des- cubrieron, entre otras cosas, que la mitad de los residentes compraba fuera del condado. Estaba claro que si el condado Miner tenía que rena- cer, había que proporcionar un fuer- te impulso a su economía. Los estu- diantes descubrieron que había que gastar el dinero de manera local y así mantener los dólares de Miner en el propio condado. Para la presentación de sus conclu- siones ante la comunidad los estu- diantes, habían preparado una impresionante cantidad de hojas de cálculo, cuadros y gráficos. No obs- tante, se preocuparon de simplifi- car todos estos datos en un hecho simple y sorprendente: habían cal- culado que si los residentes de Howard gastaban tan solo un 10% más de sus ingresos localmente, impulsarían la economía local en siete millones de dólares. La audiencia quedó impresionada y la presentación fue mejor de lo que todos esperaban. Los alumnos habí- an redactado el primer movimiento crítico y los residentes respondieron inmediatamente, gastando más dinero en el condado. Un año des- pués, la cantidad de dinero gastada en el condado excedió todas las expectativas: se había más que duplicado. El cambio tuvo un efecto dominó. De inmediato, como el condado estaba recaudando más impuestos, tenía más dinero para financiar las otras propuestas que los grupos locales habían considerado. El pue- blo de Howard se convirtió en sede de empresas del siglo XXI, como la de un productor de carne orgánica o una de reparación de turbinas eóli- cas. Para el jinete, un problema grande o importante requiere una solución grande. Pero si la solución es tan compleja como el problema, no cambiará nada. Hay que evitar que el jinete caiga en la introspección y darle un guion que le diga cómo tiene que actuar. Los éxitos de los ferrocarriles brasileños y del conda- do de Miner tuvieron suerte de con- tar con una dirección clara. Apuntar al destino. Nuestro primer instinto, en muchas situaciones de cambio, es ofrecer datos al jinete: decirle qué es lo que hay que cam- biar y ofrecerle cuadros y gráficos que lo demuestren. Esto le encanta al jinete: empieza a repasar los datos, a analizarlos, a buscar lagu- nas y a debatir con nosotros las con- clusiones que hayamos sacado. La fase de análisis le resulta más grati- ficante que la de puesta en prácti- ca, y eso es peligroso para el cam- bio. Sin embargo, cuando apuntamos a un destino atractivo, el jinete empieza a usar sus fortalezas para averiguar cómo llegar hasta allí. Las postales de destino —imágenes de un futuro que el trabajo duro puede hacer posible— pueden ser tremen- damente inspiradoras y tener una gran resonancia emocional. Por ejemplo, un objetivo general como “llevar una vida más sana” tiene que ser necesariamente impreciso y esa ambigüedad hace que nos resul- te fácil racionalizar el fracaso. Una solución a ese problema es definir objetivos emocionalmente atracti- vos a la vez que inequívocos. Para ver cómo funciona esto en la práctica nos puede servir el caso de la compañía British Petroleum (BP). Hacia finales de los años ochenta, los grandes descubrimientos de los yacimientos empezaron a decaer. A medida que el paisaje cambiaba, la estrategia de BP iba evolucionando. En 1989, sus líderes decidieron con- centrarse únicamente en los gran- des yacimientos y dejar de compe- tir por los más pequeños, para evi- tar así la competencia con cen- tenares de competidores menores. También decidieron atacar los cos- tes, porque creían que se gastaba demasiado en exploración. Redujeron sus costes de 5 dólares a 1 dólar por barril. Para reducir cos- tes de manera tan drástica, BP tenía que minimizar el número de “pozos secos” perforados. El por- centaje de éxito histórico en la per- foración de un pozo nuevo era apro- ximadamente de uno de cada ocho, pero el porcentaje de éxito de BP era mucho más elevado: uno de cada cinco. Sin embargo, para reducir los costes de exploración, no bastaba con tener un rendimien- to nuevo, sino que se necesitaba uno sin precedentes. Los investigadores de BP empezaron a estudiar exploraciones pasadas y descubrieron que las predicciones de los exploradores eran extraordi- nariamente precisas. No obstante, estos últimos tenían que venderse ante los directivos para recibir luz verde para perforar. Llegaron a la conclusión de que, si realmente querían perforar un pozo, no tenían más que limitarse a manipular las cifras en una hoja de cálculo. Pensaban que, aunque tuvieran que perforar muchos pozos secos, segu- ramente encontrarían alguno con petróleo para compensar. Lo primero que tenía que hacer un ejecutivo de BP que quisiera recor- tar los costes de exploración en un 80% sería eliminar esa falsa sensa- ción de comodidad y ambigüedad en el objetivo que hacía que la jus- tificación aumentase. Ian Vann, director de exploración de BP en aquel momento, descubrió una forma de eliminar la posibilidad de que sus exploradores escurriesen el bulto. Anunció su nueva visión: “prohibidos los pozos secos”. Este objetivo fue muy eficaz para acabar de raíz con dos tipos de jus- tificaciones para las operaciones de perforación mal diseñadas. Una era
  • 4. Cambia el chip la del “aprendizaje”, la noción de que, incluso si no se localiza un pozo en particular, el equipo apren- derá tanto en el proceso que las operaciones futuras serán más exi- tosas. La otra justificación era que ciertos pozos tenían “valor estraté- gico”. Un pozo podría ser estratégi- co o no, pero, a partir de ahora, más valía que no estuviera seco. La idea de eliminar los pozos secos llevó a los exploradores a ser más sistemáticos a la hora de elaborar los mapas y agregar la información disponible. Cuando BP no dejó ningún espacio en el que esconder- se, los empleados dejaron de inten- tar hacerlo. Reforzaron sus análisis y tomaron menos decisiones basa- das en probabilidades. Motivar al elefante Identificar el sentimiento. En muchas situaciones de cambio, los directivos se centran en la estrate- gia, la estructura, la cultura o los sistemas, lo cual los lleva a obviar lo más importante: cambiar el com- portamiento. Este cambio se consi- gue básicamente apelando a los sentimientos. En esfuerzos de cam- bio que han tenido éxito, la gente encuentra la manera de ayudar a los demás a ver los problemas o soluciones no solo desde el punto de vista racional, sino también emo- cional. El cambio funciona porque los líderes saben hablar tanto al jinete como al elefante. Una opinión muy extendida es que el cambio se produce por este orden: primero analizamos, luego pensamos y después cambiamos. En un entorno normal, cuando los parámetros se conocen, las hipóte- sis son mínimas y el futuro no es incierto, este proceso funciona bas- tante bien. Pero en situaciones de grandes cam- bios, los parámetros no se conocen muy bien y el futuro es incierto. Debido a la incertidumbre que genera el cambio, el elefante es reacio a moverse y los argumentos analíticos son de poca ayuda. Por ejemplo, si una persona no está segura de casarse con su pareja, será difícil convencerla hablándole de las ventajas fiscales y de los impuestos que puede ahorrarse. En casi todos los esfuerzos de cam- bio exitosos, la secuencia de cam- bio no es analizar-pensar-cambiar, sino ver-sentir-cambiar. Hay que presentar pruebas que generen algún tipo de sentimiento. Puede tratarse de una visión molesta de un problema o una esperanzadora de la solución, o cualquier otra cosa que afecte emocionalmente. Para preparar las presentaciones para sus colegas de Target, Robyn Waters, directora de diseño de la cadena, se basó en la filosofía ver- sentir-cambiar. Waters necesitaba que los responsables de compras se emocionaran con el color, que iba a ser la tendencia dominante para la nueva temporada. Pero estos se movían en función de los números, revisaban las ventas de los años anteriores y comprobaban que el color no había vendido. Por eso Waters tuvo que ser muy creativa. Fue a la juguetería FAO Schwarz, en la que se pueden encontrar M&Ms de todos los colores posibles, y compró unas bolsas enormes llenas de M&Ms de colores brillantes para sus primeras reuniones. También llevó muestras del recientemente lanzado iMac de Apple —de color lima, fresa, verde y naranja—, que causó una auténtica sensación. En las reuniones, Waters mostraba a un responsable de com- pras la foto de una colección de polos y decía: “ves, tienen tres de color neutro, uno amarillo claro y luego añaden el azul eléctrico para destacar”. Después montaba una exposición para que los responsa- bles de compras pudieran ver por sí mismos de qué manera destacaba el azul. Y al poco tiempo, ese polo de color azul eléctrico aparecía en la tienda Target como parte de la nueva colección. Waters pensó detenidamente en lo que verían sus colegas porque sabía cómo quería que se sintieran: dinamizados, esperanzados, cre- ativos y competitivos; entusiasma- dos de formar parte de la misma tendencia que Steve Jobs y Apple. Reducir la dimensión del cambio. Motiva más haber recorrido una parte de un camino largo que estar al inicio de uno más corto. La demostración de este hecho la podemos ver en el siguiente experi- mento que se realizó en un túnel de lavado de coches. Un túnel de lava- do local lanzó una promoción en la que ofrecía tarjetas de fidelidad a sus clientes. Cada vez que un clien- te compraba un lavado, le ponían un sello en su tarjeta y, cuando la tarjeta estaba rellena con ocho sellos, conseguía un lavado gratis. Otros clientes del mismo túnel de lavado recibieron una tarjeta de fidelidad ligeramente diferente. Para conseguir un lavado gratis tenían que reunir diez sellos en lugar de ocho, pero su punto de par- tida era mejor que el de los otros: cuando recibían sus tarjetas, ya tenían dos sellos estampados en ellas. La finalidad era la misma para los dos grupos de clientes: compra ocho lavados y tendrás una recom- pensa. Pero la psicología de cada propuesta era diferente: en un caso, los clientes ya tenían el 20% del camino recorrido y, en el otro, partían de cero. Unos meses des- pués, únicamente el 19% de los clientes que necesitaban ocho sellos había conseguido un lavado gratuito, frente al 34% del grupo que había empezado con ventaja. Una forma eficaz de motivar la acción es hacer que la gente se sienta como si estuviera más cerca de la línea de meta de lo que cree. Si nos enfrentamos a una tarea ardua y nuestro instinto es evitarla, lo más adecuado es fragmentarla o reducir las dimensiones de cambio. Se trata de hacer un cambio lo sufi- cientemente pequeño para que pueda contribuir a conseguir una victoria. Cuando una persona limpia una habitación o salda una deuda pendiente, sus temores se disipan y empieza a avanzar rápidamente, como una bola de nieve. Entonces, una manera de reducir el cambio es, por tanto, limitar la inversión requerida —solo cinco minutos de limpieza, solo una deuda pequeña—. Otra es conseguir pequeñas victorias o hitos que sean factibles. Los objetivos pequeños llevan a conseguir victorias pequeñas. Y las victorias pequeñas suelen desenca-
  • 5. Cambia el chip denar una espiral de comporta- mientos positivos. Los grandes cam- bios proceden de una sucesión de pequeños cambios. No importa que estos últimos parezcan casi trivia- les, lo importante es conseguir que el elefante se mueva, aunque al principio sea lento. Por ello, es pre- ferible que le digamos a nuestra pareja que pague la factura de la luz en vez de que cancele su tarje- ta de crédito, o a un alcohólico que deje de beber durante las próximas 24 horas en vez de para siempre. El elefante no tiene ningún proble- ma para conquistar esos pequeños hitos y, cuando lo hace, con cada paso nuevo que da, se siente menos asustado y reacio, porque las cosas están funcionando. El camino que empezó con pavor está evolucio- nando, lentamente, hacia un sen- timiento de confianza y orgullo. Y al mismo tiempo que va disminuyendo la dimensión del cambio, el ele- fante va creciendo. Hacer que se sientan orgullosos. A la hora de elegir, tendemos a confi- ar en uno o dos modelos de decisión básicos: el modelo de las conse- cuencias y el de identidad. El modelo de las consecuencias sos- tiene que cuando hemos de tomar una decisión, sopesamos los pros y los contras de nuestras opciones y tomamos la decisión que maximiza nuestra satisfacción. En el modelo de identidad, cuando hemos de tomar una decisión, nos hacemos tres preguntas: ¿quién soy?, ¿de qué tipo de situación se trata?, ¿qué haría alguien como yo en esta situación? En este modelo lo que está ausente es el cálculo de costes y beneficios. Un ejemplo clá- sico son los votantes de los partidos políticos que, por lo general, rara vez actúan por interés propio y casi siempre por la identificación que sienten hacia uno u otro candidato o formación política. Las identidades son fundamentales en el proceso de toma de decisiones y cualquier cambio que viole la identidad de una persona está con- denado al fracaso. Por lo tanto, la pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿cómo podemos conse- guir que el cambio sea una cuestión de identidad en lugar de una cues- tión de consecuencias? La identidad desempeña un papel crucial en prácticamente todas las situaciones de cambio. Para ver su importancia en el contexto empre- sarial, consideraremos una empresa inventora de una identidad que acabó convirtiéndose en el motor de su éxito. La empresa Brasilata, una compañía manufacturera brasileña de 170 millones de dólares, se dedica a la producción de latas de acero. Es una industria madura, con poco cre- cimiento y poca emoción, pero Brasilata supo desafiar el estereotipo de fabricante aburrido y anclado en el pasado, y labrarse la fama de ser la más innovadora de América Latina. El hecho de que un fabricante de latas tenga fama de innovador se debió al hecho de que los fun- dadores de Brasilata se inspiraran en la filosofía de los fabricantes de coches japoneses como Honda y Toyota, que daban autoridad a los empleados de primera línea para hacerse cargo de su propio trabajo. Por ejemplo, en Toyota, si un empleado localizaba un defecto, podía interrumpir la línea de mon- taje. Toyota y Honda, además, soli- citaban activamente ideas innova- doras a sus empleados. En 1987, los fundadores de Brasilata lanzaron un programa de innovación entre sus empleados inspirado en las dos empresas japonesas. Una nueva identidad era el núcleo del programa. Los empleados de Brasilata empezaron a llamarse “inventores” y, cuando se incor- poraban, se les pedía que firmaran un contrato de innovación. En él se les animaba a estar atentos a cual- quier innovación o idea potencial para mejorar productos o procesos de producción, y reducir los costes del sistema. Los procedimientos desarrollados en la empresa hicie- ron que fuera muy fácil para los inventores proponer sus ideas. El programa tuvo tanto éxito que superó todas las expectativas. En 2008, los empleados presentaron una media de 145,2 ideas por inven- tor. Esa cifra situaba a Brasilata al mismo nivel que los marcadores de tendencias japoneses que habían inspirado el programa. La identidad de “inventor” que creó la empresa fue lo que ha impulsado su éxito y la satisfacción de sus empleados. Ningún empleado de Brasilata había nacido “inventor”. Les hablaron de la identidad y les gustó. Parecía un reto que merecía la pena aceptar. Ser inventor se había convertido para ellos en una fuente de orgullo y fortaleza. Allanar el camino Modificar el entorno. Si queremos que alguien cambie, podemos pro- porcionarle una dirección clara (jinete) o aumentar su motivación y determinación (elefante). Como alternativa, podemos simplemente facilitarle el viaje, dándole un empujón, eliminado las fricciones en el camino o poniendo muchas señales para informarle de que se está acercando: en definitiva, alla- narle el camino. Para ver de qué forma un camino allanado puede cambiar el compor- tamiento, hemos de tomar en con- sideración las veces en que se modi- fica nuestro entorno para modelar nuestro comportamiento. Los inge- nieros de tráfico querían que con- dujéramos de forma predecible y metódica, por lo que pintaron líne- as en las carreteras e instalaron semáforos y señales de tráfico. Los encargados de las tiendas de ali- mentación querían que pasáramos más tiempo en su tienda, así que colocaron los productos lácteos al final de todo. El banco estaba harto de que nos olvidáramos nuestra tar- jeta en el cajero, por lo que diseñó un sistema para que la retirada del dinero fuese obligatoriamente pre- cedida por la retirada de la tarjeta. Modificar el entorno es hacer el comportamiento adecuado un poco más fácil y el comportamiento inadecuado un poco más difícil. Para verlo mejor, pensemos en el sistema de pedidos de Amazon con un solo clic. Con una décima parte del esfuerzo que supondría hacer una llamada telefónica, podemos comprar un libro o un DVD. Los dise- ñadores de la página web de Amazon simplemente han hecho que el comportamiento deseado —
  • 6. Cambia el chip que la gente gaste dinero en su sitio— sea un poco más fácil y con ello han generado millones de dóla- res en ingresos adicionales. Las oportunidades en este sentido son infinitas. Hace unos años, una empresa de consultoría tenía el pro- blema de que sus empleados no pre- sentaban sus hojas de horas de tra- bajo a tiempo. Esto ralentizaba el proceso de facturación de la empre- sa, que facturaba a sus clientes en función de las horas trabajadas de sus empleados. Tradicionalmente, los consultores presentaban sus hojas de trabajo en papel y lo hací- an bastante bien. Luego la empresa introdujo una herramienta para hacerlo on line, pero la inmensa mayoría continuó haciéndolo en papel. Frustrados, los ejecutivos trataron de hacer el uso del poder que les otorgaba su cargo y anunciaron la obligatoriedad de la nueva herra- mienta. Esto únicamente funcionó con la mitad de los empleados; el resto simplemente lo ignoró. Ante este reto, los ejecutivos intensifi- caron el ataque: advirtieron de que nadie cobraría la nómina a menos que utilizara la herramienta. Pero esta medida era claramente absur- da y difícil de llevar a la práctica. Fue entonces cuando los directivos recurrieron a un consultor externo para que descubriera la raíz del problema e intentara poner reme- dio a la situación. Cuando el consul- tor hizo una encuesta a los emplea- dos que presentaban sus hojas de horas trabajadas en papel descubrió que el problema era, irónicamente, el tutorial de la herramienta on line, que se había introducido con la intención de ayudar a cumpli- mentar la hoja. El tutorial era algo parecido al molesto tipo en forma de clip sujetapapeles de Microsoft Office que aparentemente servía para ayudarnos a escribir una carta. Cuando los ejecutivos quitaron el tutorial, ofreciendo así la posibili- dad de pasar directamente al for- mulario, las tasas de aceptación aumentaron inmediatamente y, al cabo de unas semanas, todo el mundo estaba utilizando la herra- mienta. En la universidad nos enseñaron a concentrarnos en los incentivos. Nuestros padres nos decían: “¡Haz esto o no te daré la paga!”. Pero disponemos, en este sentido, de más herramientas de las que cree- mos. Si cambiamos el camino, cam- biaremos el comportamiento. Crear hábitos. El entorno puede reforzar o debilitar nuestros hábi- tos. Por ello, si queremos cambiar, hemos de cambiar nuestro entorno. Nuestros hábitos están profunda- mente asociados a nuestro entorno. Según un estudio sobre personas que han hecho cambios en sus vidas, el 36% de los cambios exito- sos se asociaban a traslados a una nueva ubicación, y únicamente el 13% de los cambios no exitosos incluían un traslado. Pero crear un hábito no solo tiene que ver con el entorno, también es mental. Sería muy difícil cambiar el entorno de forma que nos obligara a aprender a tocar el piano, por ejemplo. Para crear un hábito que favorezca el cambio que estamos intentando hacer, fundamentalmente tenemos que tener presentes dos cosas: (1) el hábito tiene que favorecer nues- tra misión y (2) el hábito tiene que ser fácil de adoptar. El general William “Gus” Pagonis dirigió la operación de logística en la guerra del Golfo, bajo el mando del presidente George H. W. Bush. Pagonis era responsable de mover 550 000 tropas y su equipamiento por todo el mundo: disponer de lo necesario para servir 122 millones de comidas, suministrar 4,9 billones de litros de combustible y otras tan- tas cosas por el estilo. Una comunicación clara y eficiente en este sentido fue esencial. Cada mañana, el general Pagonis tenía una reunión que empezaba a las 8.00 h de la mañana y terminaba a las 8.30 h. Su innovación consistía en introducir dos cambios importan- tes en esta rutina. En primer lugar, abrió la reunión a todo el mundo y obligó a que hubiera, como mínimo, un representante de cada grupo funcional; de ese modo, se aseguró un intercambio libre y abierto de información por toda la organiza- ción. En segundo lugar, obligó a todos los presentes a permanecer de pie durante toda la reunión, pues descubrió que las cosas fluían mucho más deprisa; cada uno decía todo lo que tenía que decir y luego, inmediatamente, pasaba el testigo al siguiente. En rara ocasión, cuan- do alguien empezaba a alargarse demasiado, la presión del grupo era tal que la conversación rápidamen- te volvía a centrarse. Una reunión de pie no garantizaba visión, clari- dad y eficiencia en la ubicación de medio millón de tropas, pero los favorecía y era gratis. Cuando el cambio es difícil de adop- tar, crea su propio problema de cambio independiente. Por ejem- plo, si estamos intentando hacer más ejercicio y decidimos crear el hábito de ir al gimnasio, únicamen- te estaremos cambiándole el nom- bre al problema esencial. Sería más productivo intentar empezar crean- do un hábito más fácil, como prepa- rarse la ropa de deporte antes de acostarse o pedirle a un amigo que realmente haga ejercicio que nos recoja de camino al gimnasio. Para allanar el camino hay dos estrategias fundamentales: (1) modificar el entorno y (2) crear hábitos. Una herramienta que com- bina perfectamente estos dos enfo- ques es la humilde lista de tareas. Utilizar una lista de tareas nos puede parecer mundano, rutinario o burocrático, pero es un instrumento que puede cambiarlo todo, incluso salvar vidas. Los pacientes de la UCI suelen lle- var vías intravenosas a través de las cuales reciben la medicación que necesitan. Si estas vías se infectan, pueden surgir complicaciones importantes. Frustrado por estas infecciones de las vías, el Dr. Peter Pronovost, del John Hopkins University, elaboró una lista de tar- eas para enfermeras que contenía indicaciones muy claras: hay que lavarse bien las manos antes de insertar una vía, hay que desinfec- tar la piel del paciente con antisép- tico en el punto de inserción, etc. La lista no tenía nada nuevo, ni polémico, pero sus resultados fue- ron sorprendentes: cuando se puso en práctica en la UCI de varios hos- pitales de Michigan durante un periodo de 18 meses, las infeccio- nes causadas por las vías desapare- cieron casi por completo, lo que
  • 7. Cambia el chip ahorró a los hospitales unos 175 mil- lones de dólares en el tratamiento de las complicaciones asociadas. Algo tan simple como las listas puede tener un impacto muy fuerte porque educan a las personas en lo que es mejor, mostrándoles una forma incuestionable de hacer las cosas. Además, su cumplimiento reduce la probabilidad de error. Aprovechar la fuerza del grupo. La presión del grupo es muy importan- te. Hacemos las cosas porque vemos que los demás las hacen. El com- portamiento es contagioso. Tenemos una tendencia especial a imitar el comportamiento de nues- tros semejantes cuando una situa- ción es desconocida o ambigua, como es el caso de la situación de cambio. Por tanto, si queremos cambiar algo, tendremos que pres- tar mucha atención a las señales sociales, que facilitan un esfuerzo de cambio o lo condenan. Cuando dirigimos a un elefante por un camino desconocido, lo más pro- bable es que siga al grupo, por lo que es conveniente crear uno. En el cuarto de baño de los hoteles suele haber unas pequeñas tarjetas que sugieren a los clientes que reu- tilicen las toallas, normalmente apelando a un objetivo a favor del medio ambiente como el ahorro del agua. Pero mucha gente no tiene claro que debe reutilizar su toalla, espera que se le mime un poco más y se le dé una toalla limpia cada vez que la necesita. No hay una norma social obvia a la que se pueda remi- tir, porque no puede entrar en el cuarto de baño de los demás hués- pedes. Conscientes del poder del compor- tamiento contagioso, un grupo de psicólogos sociales convenció al director de un hotel para que pusiera a prueba una nueva tarjeta en el baño del hotel. No hacía nin- gún tipo de mención al medio ambiente, sino que simplemente decía: “La mayoría de los huéspe- des del hotel reutilizan sus toallas al menos una vez durante su estan- cia”. El experimento funcionó: los huéspedes que tenían la tarjeta en su baño tenían un 26% más de pro- babilidades de reutilizar sus toallas. Siguieron el ejemplo de la mayoría. Conclusión Los grandes cambios pueden empe- zar con pasos muy pequeños. Los pequeños cambios tienden a ir sumándose. Esto no significa que el cambio sea fácil, pero tampoco siempre es difícil. En ciertos senti- dos, el cambio está en todas partes; en otros, es poco probable. Sin embargo, una cosa es cierta: por lo general, cuando el cambio fun- ciona, suele seguir un determinado patrón. Cuando una persona cam- bia, tiene una dirección clara, mucha motivación y un entorno pro- picio. En otras palabras, cuando el cambio funciona, es porque el jine- te, el elefante y el camino están alineados en su apoyo.