CARMELO DE TERESA: Septima Semana de Pascua, Fr Julio César González Carretti ocd.

1. SEPTIMA SEMANA DE PASCUA
(Año Impar. Ciclo B)
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Jornada Mundial de los Medios de Comunicación Social
DOMINGO
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 1,1-11: Jesús se elevó a la vista de ellos.
El libro de los Hechos se abre con dos secciones: el discurso de
despedida de Jesús a los suyos y su Ascensión a la diestra del Padre
(vv.1-2). La mención que hace Lucas, de los cuarenta días de las
apariciones del Resucitado a los suyos, tiene un fin pedagógico:
afianzar el dato de la resurrección y recordarles la misión de predicar
el Reino de Dios (v.3). Desde otra perspectiva, el dato de los cuarenta
días viene a confirmar la continuidad entre el Jesús histórico y el Cristo
pos-pascual. Los discípulos no deben alejarse de Jerusalén, porque
para Lucas, la predicación del Evangelio debe iniciarse, precisamente,
donde todo había comenzado, es decir, en Jerusalén (v. 5). La espera
tiene un fin: el cumplimiento de la promesa del Padre, la efusión del
Espíritu, que Jesús había prometido (cfr. Hch.11, 16), garantía de su
presencia cercana para los momentos en que dar testimonio del
evangelio era fundamental (cfr. Lc. 21,15; Mc.13, 11). La mención del
bautismo de Juan, apunta a comprenderlo como una preparación al
bautismo del Espíritu, que tendría lugar una vez que Jesús regrese

2. junto al Padre (cfr. Lc. 3, 16; Jn. 7,37-39). La pregunta que hacen los
discípulos Jesús, habla de lo poco que habían comprendido acerca
del reino de Dios, entendido por ellos, como la restauración de la
dinastía davídica (v.6; cfr. Mt. 4,17). La efusión del Espíritu, suponía
estar viviendo los últimos tiempos, lo que dio origen a pensar que la
parusía era inmediata. La respuesta de Jesús es categórica: sólo el
Padre sabe cuándo llegará el momento fijado por su autoridad para
culminar la historia que ÉL mismo inició. Mientras tanto, hay que
predicar el evangelio a toda la creación comenzando en Jerusalén, por
lo tanto queda claro, que el Reino de Dios no se limitará sólo a Israel,
sino hasta los confines de la tierra (vv.7-8; cfr. Mt.16,27; 24,30; 25,31;
1Ts.4,16; 2Ts.1,7). Para cumplir esta misión, los apóstoles recibirán la
fuerza de lo alto por medio del Espíritu Santo, para ser sus testigos.
Promesa y mandato que se cumple en la Iglesia, que desde su
génesis es misionera. Un segundo momento, lo fija el hecho mismo de
la Ascensión. La sobriedad en nombrar algunos elementos
fundamentales dentro de una epifanía como las del AT: la nube de
gran significado en el simbolismo bíblico, la mención del cielo, los
hombres de ropajes blancos que identificamos con ángeles, y su
mensaje, caracterizan el relato del regreso de Jesús al seno del Padre
(vv.9-10). El mensaje de los dos varones de blanco, una vez que
Jesús ha subido a los cielos, es una palabra sobre el sentido que tiene
la Ascensión y el tiempo que va hasta la parusía o regreso del Señor
Jesús. Más que especular sobre el “cuando”, vendrá la idea se centra
en no perderla de vista esta Ascensión al cielo: ese Jesús que subió a
los cielos… volverá. Lo que Lucas pretende al narrarnos este
acontecimiento, es presentarnos el camino de Jesús en su regreso al
Padre, el mismo que debemos recorremos hoy, para alcanzar a Jesús,
y entrar para siempre en la Casa del Padre.
b.- Ef. 1,17-23: El Padre le sentó a su derecha en el cielo.
Una vez que ha presentado la economía de la salvación, proyectada
por el Padre, llevada a cabo por el Hijo y el Espíritu Santo que la
actualiza en el tiempo (cfr. Ef. 1, 3-14), el apóstol se dirige al Padre,
para agradecerle la fe y la caridad de los efesios (cfr. Ef.1,15), y le

3. pide les haga comprender la grandeza de la esperanza cristiana, que
no falla, porque se apoya en el poder de Dios, manifestado en Cristo
Jesús (vv.19-23). Con lo que el apóstol coloca las tres virtudes
teologales, como cimiento de toda la vida cristiana (cfr. Ef.1,15-18;
Rm.5,1-5; 1 Cor.13,13; Gál. 5,5-6; 1,4-5; 1 Tes.5,8). La expresión:
“Dios de Jesucristo y Padre de la gloria” (v.17; 2Cor.1,3), vienen a
significar, el profundo conocimiento íntimo de Dios y de sus planes de
salvación, que el hombre puede conocer por su intimidad divina con
Cristo, lo que más tarde desarrolla, con el término esperanza cristiana,
objetivo de este conocimiento, con lo que designa el cúmulo de bienes
de gracia y de gloria a los que el cristiano está llamado a heredar una
vez alcanzada la dignidad de hijos de Dios. Toda esta riqueza de
bienes, es obra del poder de Dios, cuya eficacia se contempla en lo
realizado en Cristo Jesús (vv.19-23). Constituido por sobre todo poder,
esta exaltación de Cristo, culmina con la idea de Cristo, Cabeza de la
Iglesia. En la mente de Pablo, esta dignidad es muy superior a ser
considerado soberano sobre los ángeles, y tener sujetas a Sí todas las
cosas, es que entre la Cabeza, y el cuerpo no hay separación, y Cristo
está más unido a los fieles que con los ángeles, hasta que en cierto
modo la Iglesia, es elevada a la misma comunión trinitaria.
“Sentándole a su diestra” (v. 20), es una expresión, que designa el
máximo honor concedido a Cristo por el Padre, no concedido a nadie,
ni en el cielo ni en la tierra (vv. 21-22; cfr. Sal.110, 1). Las relaciones
entre Cristo y la Iglesia, manifiestan la complementariedad, porque no
pueden existir el uno sin el otro: Cristo necesita de la Iglesia para
llevar a delante la evangelización de todos los pueblos, la Iglesia no se
entiende sino desde el misterio de Cristo Jesús y su obra salvífica.
c.- Mc. 16,15-20: Ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
El evangelio nos habla de una tercera aparición de Jesús resucitado y
el envío de los discípulos a predicar el Evangelio. Jesús envía a sus
discípulos como misioneros, les asegura la eficacia de su obra, es el
término de su ministerio terrenal, pero su obra y presencia, está
asegurada por el trabajo de evangelizar de sus discípulos (vv.17-20).
En estas páginas conclusivas del evangelio de Marco, queda claro,

4. que el anuncio de la salvación, se constituye en un deber esencial, lo
que compromete a todo cristiano llamado por Jesucristo a ser su
discípulo. Todo ser humano, es destinatario de este anuncio
evangélico; la universalidad está expresada por los términos, “por todo
el mundo”, “toda criatura” (v.15; cfr. Rm.1,8; Col.1,23). La predicación
es fundamental para que se pueda creer, entendiendo por creer la
adhesión plena a Cristo Jesús. Luego se da la orden de bautizar. El
primer encuentro lo tiene el hombre con Cristo, precisamente por el
Bautismo, principio y causa de salvación (cfr. Tit. 3,5; 1Pe. 3,21).
Adhesión o rechazo de Cristo y su evangelio, determinan su destino
eterno, salvación o condena determinan la urgencia de la predicación,
la tarea misionera, y la respuesta de los destinatarios, su decisión. Los
signos que acompañan a la predicación, constituyen la ayuda que
ofrece el Señor para decidirse por creer. No son los milagros, lo
esencial del evangelio, pero para los hombres son importantes, abren
sus corazones a la fe (v.17; cfr. Mt 10,1; 28,16-20; Lc 10:19). Lo
esencial de este pasaje evangélico está en la Ascensión de Jesús a
los cielos: Jesús de Nazaret, se presenta ahora como, el Señor Jesús,
el Resucitado (v.19; cfr. 2Re. 2,4). Más que un alejamiento, se trata de
un nuevo modo de presencia de Jesús, y a una comunión más real
con ÉL, y su Iglesia. La proclamación de su gloria se expresa diciendo
que está “sentado a la diestra de Dios.” (Sal.110,1), es decir, entró en
la esfera divina, participando de sus poderes. “Señor Jesús” en la
Iglesia primitiva, es confesión de su divinidad (v.19; cfr. Lc. 24, 3;
Mc.1,1). El final del evangelio, reconoce la obra misionera de los
apóstoles y la confirmación de ella que Cristo les hacía con milagros.
Es ya la predicación y extensión de la fe, vista desde la perspectiva
histórica de la Iglesia, habla de la nueva conciencia que posee la
propia comunidad creyente tiene de sí misma, de su relación con la
Cabeza, que es Cristo y su apertura misionera. Ambas realidades
favorecen la comprensión del hombre que van a evangelizar; tara que
hizo la comunidad de Marcos y tarea también para nuestro tiempo.
LUNES
Lecturas bíblicas:

5. a.- Hch. 19,1-8: Pablo bautiza en Efeso.
Este capítulo se abre con un hecho por lo menos oscuro en lo
teológico y pastoral, pero sobre todo por las afirmaciones que
escuchamos a los discípulos que Pablo encontró en Éfeso. Ellos
afirman no haber recibido el Espíritu Santo, y sólo tener el bautismo de
Juan, el Bautista. Pero en su relato, Lucas, deja en claro otro caso, el
de Apolo, que fue instruido por Áquila y Priscila, quienes completaron
su formación (cfr. Hch.18, 23-28), de quien nos dice, que sólo había
recibido el bautismo de Juan. En cambio, este grupo de hombres, no
dependía de la sinagoga del lugar, ni tampoco estaban en los planes
de Pablo, ni de la comunidad cristiana, en resumen estaban solos, se
encontró con ellos (cfr. Hch.18, 8. 27). El apóstol Pablo, este
encuentro lo ve providencial para bautizarles en el nombre del Señor
Jesús, reciben el Espíritu Santo (vv.5-7). Todos estos detalles nos
hablan, de cómo muchos eran discípulos de Juan y también de Jesús,
o al menos creían en Jesús. La predicación de Juan el Bautista, había
trascendido las fronteras de Israel, he hizo de muchos discípulos en la
diáspora, pero una vez muerto el Precursor, oyeron hablar de Jesús y
lo aceptaron como el Mesías, que el mismo Juan había anunciado;
pero les faltaba una mayor información sobre su mensaje evangélico,
es decir, la doctrina y exigencias del Maestro de Nazaret. Eran
discípulos de Jesús, pero les faltaba completar su formación inicial con
el bautismo de Jesús, recibir el don del Espíritu y quedar insertos en la
comunidad con pleno derecho en Éfeso. Es interesante saber, que el
bautismo de Juan, era un bautismo de penitencia, de conversión, pero
Pablo, lo ve en referencia a Jesús, por lo tanto, la conversión auténtica
implica la aceptación de Jesús, hacerse cristianos. Recibido el
bautismo, desciende el Espíritu Santo, con la imposición de manos. Se
repite la escena de Samaría, donde Pedro y Juan, imponen las manos
a los recién convertidos (cfr. Hch. 8,17). Con estos datos, Lucas deja
en claro, que las tareas de Pablo, están al mismo nivel que las de
Pedro, pero, si bien Pablo posee la misma categoría que los apóstoles
en este sentido, Lucas, no le da nunca en Hechos ese título, que
reserva sólo a los Doce. Esos doce hombres reciben los dones y

6. carismas asociados a Pentecostés, el hablar en lenguas y profecía (v.
6). Pablo evangeliza en Éfeso comenzando por la sinagoga, dos años
estuvo ahí hablando tanto a judíos como griegos, aunque la
obstinación de los primeros le obliga a Pablo a formar grupo aparte
(cfr. Hch.19,9-10).
b.- Jn. 16,29-33: ¡Ánimo! Yo he vencido al mundo.
El evangelio nos narra la aceptación definitiva de los apóstoles que
reconocen a Jesús como venido del Padre (v.30). Alaban que Jesús
hable con claridad, pasó el tiempo de hablar en parábola, creen
poseer un conocimiento y fe auténtica acerca de Jesús: conoce todo y
no necesite que nadie le pregunte (v.30). El tiempo de los
interrogantes y de respuestas que manifiestan incredulidad, son cosa
del pasado (cfr. Jn.5, 12.18; 6,5-52; 7,3-51; 8,13-53; 9,40; 10,6-33;
16,19). Afirman los discípulos ahora que Jesús lo conoce todo,
reconocen que ÉL es el revelador de Dios, venido de Dios. Ahora bien,
el tema de la partida de Jesús al Padre, sobre pasa la capacidad de
comprender desde la fe esta realidad todavía, le creen con una fe
parcial que retorna al Padre, así como aceptan que vino de Dios en su
Encarnación (cfr.Jn.16, 17-19.28). Las palabras de los discípulos,
Jesús las pone a prueba: “¿Ahora creéis” (v.31; Jn.11,26-27). Llegó la
hora crítica en que los discípulos lo abandonarán, se dispersarán cada
uno por su lado, herido el pastor, las ovejas se dispersan, lo dejarán
sólo (v.32; cfr. Zac.13,7; Mc.14,27). Jesús puede ser abandonado, en
su hora, pero en realidad no está sólo, la unidad entre el Padre y
Jesús, no desaparece con la entrega del Hijo, se hará mayor
precisamente en esa su hora (v.32). Los acontecimientos dramáticos
que sucederán son un anuncio para que cuando sucedan, tengan paz
en ÉL (v.33). Como discípulos de Jesús, en medio del sufrimiento,
deben tener ánimo, pues su Maestro saldrá victorioso de los
momentos de mayor abandono y soledad, como es la muerte en cruz.
Es la unidad de vida y amor entre el Padre y Jesús que garantiza la
victoria de Jesús, ante la aparente victoria de sus adversarios que
terminan con su vida. Desde la perspectiva del Padre, Jesús ha
vencido al mundo, victoria que le permite hablar de paz para sus

7. discípulos en el momento de la prueba, revelación patente del Padre,
partícipes ellos de la comunión entre el Padre y el Hijo (v.33; Jn.16,
25-27). Paz y victoria que se garantiza a los discípulos que creen y
aman a ÉL, aunque por el momento les cueste comprender su partida
(vv.29-30). Es un llamado a unirse a Jesús, al designio del Padre, no
al mundo, si quieren ser partícipes de su victoria. En todo este
momento de tensión y oscuridad, hay motivos más que suficientes
para tener ánimo y mantener la fe en Jesús. Es el triunfo del cristiano
sobre el mundo y sus mentiras, el triunfo comienza en la propia vida y
termina revelándose en la sociedad donde Dios continua haciendo su
obra.
MARTES
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 20, 17-27: Despedida de los Efesios.
La primera lectura, es una gran síntesis de la actividad evangelizadora
de Pablo que nos proporciona Lucas, antes de narrar el último capítulo
de su vida. En su recorrido Pablo se refiere a lo que hizo en Éfeso,
luego su presente en Mileto, luego mira su futuro, que ya de alguna
manera vislumbra por la mociones que el Espíritu le muestra, sufrirá
en Jerusalén y el de la Iglesia, con la introducción de doctrinas
erróneas, por ello les encarga velar por el rebaño a ellos confiados (vv.
29-31). Es de notar, la acentuación de la ejemplaridad de Pablo, cuyo
testimonio los presbíteros conocían, todo el celo desplegado en la
tarea de evangelizar a los gentiles (cfr.1Cor. 4,16; 11,1; Gál. 4,12; 2
Cor. 3,1). Lucas, nos presenta la figura de Pablo, en su última etapa
de apostolado en libertad, Mileto es efectivamente su última estadía en
Asia. Cuando el autor piensa la figura del apóstol de los gentiles,
trasmite lo que recibió de la tradición: dirigente ejemplar, misionero
ideal, el mejor representante del evangelizador de la primera
generación de cristianos. ¿Qué caracteriza a Pablo? Lo primero es un
servicio excepcional al Señor Jesús que lo escogió para evangelizar a
los paganos (cfr. Gál.1,10; Flp.4,12; 2,22); su humildad y continua
preocupación por sus comunidades (cfr.2Cor.2,4; Gál.4,19-20), lleva

8. en sí las señales de la pasión de Cristo en medio de las persecuciones
de los judíos (cfr. 2Cor.1,5ss; Col.1,24). Apóstol incansable, el centro
de su predicación era, que los gentiles se convirtieran a Dios y
creyeran en Jesucristo (v.21; cfr. Hch.17, 30-31; 26,20; 1 Ts. 1,9-10; 1
Cor. 8, 4-6). Todo ello por fidelidad al ministerio recibido: dar
testimonio del evangelio de la gracia de Dios (v.24). La despedida del
apóstol por parte de los presbíteros, si bien cargada de lágrimas por
su partida, es también vivida en esperanza de los frutos que Pablo
sembró en sus mentes y corazones y que la gracia hizo fructificar en
bien de esos cristianos. De este modo, Pablo no sólo fue modelo
excelso de apóstol, sino también de testigo y mártir, por la predicación
del evangelio, entregando la vida a cada paso que el Espíritu le
inspiraba dar en esos horizontes de la primitiva evangelización.
b.- Jn. 17,1-11: Oración sacerdotal de Jesús.
El evangelio es el comienzo de la llamada Oración Sacerdotal de
Jesús. El contexto es la última Cena, que es seguida por los discursos
del Maestro (cfr. Jn. 15-16-17), el momento de mayor intimidad que
tienen sus discípulos antes de la despedida. Dicha Cena termina con
una larga oración de Jesús, para luego encaminarse hacia la Pasión.
Mientras los Sinópticos, resaltan la tristeza de Jesús y la toma de
conciencia de lo que se le viene la pasión, que pase de ÉL ese cáliz
amargo, y el rechazo interno de todo ello, Juan destaca no la tristeza,
sino la gloria y ser glorificado, la vida eterna, todos temas enseñados
por el Maestro durante su ministerio (cfr. Mc.14, 32s; Mt. 26,36s;
Lc.22, 40s). La oración sacerdotal de Cristo, es una gran síntesis de
toda la actividad de Jesús, su misión entre los hombres, que Juan nos
presenta. La hora del Hijo, es la hora de su pasión, pide al Padre, le
conceda la gloria que le permita glorificarlo, para que los hombres le
reconozcan (v.1). El poder recibido por el Hijo, la gloria, es autoridad
sobre todas las cosas, que quedará demostrado en la vida eterna que
quiere compartir con todos los que crean en ÉL (v.2). La vida eterna,
consiste en conocer a Dios Padre, y a su enviado Jesucristo (v.3). Su
gloria, consiste en haber hecho todo cuanto el Padre le pidió que
hiciera, es la hora de la glorificación del Hijo. Todo cuanto debía

9. anunciar, ya está comunicado, y los hombres lo han aceptado, como
venido del Padre, porque también creen todo cuanto les ha
comunicado Jesucristo. Si hasta ahora la revelación estaba ligada a la
Ley de Moisés, ahora la revelación viene por Cristo Jesús. Todo su
ministerio terreno, ha consistido en glorificar al Padre, por medio de su
obediencia, a la misión que le confió; ahora pide, que en el momento
crucial de entregar la vida, lo siga glorificando, que el Padre le
devuelva la gloria que tuvo desde el principio (v.4; Jn.1, 14). La
glorificación que ha hecho del Padre, ha consistido en dar a conocer,
todos los hombres que ÉL le ha dado, les ha comunicado su
naturaleza, origen y propósito de su venida a este mundo (v. 6). Han
reconocido por la palabra que les ha confiado, que su enseñanza
procede del Padre (vv.7-8). Jesús, ruega por los discípulos, no por el
mundo, que el Padre los cuide como propiedad suya, porque lo son
por la fe, que tiene en ÉL. No rogar por el mundo, no significa
exclusión, sino que Jesús está pensando en la misión que los
discípulos llevarán a cabo en el mundo, la evangelización. Ruega por
los que están en el mundo, como ÉL estuvo, pero que no le
pertenecen; estando en este mundo, pertenecen al Padre, es decir, a
la vida eterna, al cielo (vv.9-10). Finalmente, pide a su Padre, por sus
discípulos, que los proteja porque están en el mundo, para que
conserven la unidad, la misma que el Padre y el Hijo poseen desde
siempre (v.11). Esta oración de Jesús, posee la unción de ser una
apertura de su vida interior a los discípulos, y a quienes crean en el
futuro. Las promesas que ahí encontramos, son una realidad siempre
viva para el creyente, como saber: en qué consiste la vida eterna,
destinados a la gloria y la más importante, conocer las palabras que el
Padre quiere que conozcamos, es decir, el evangelio de la gracia, por
la cual, creemos en su amor de Padre y en la salvación que nos
comunica Jesucristo.
MIERCOLES
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 20,28-38: Despedida de los efesios.

10. La primera lectura, es continuación del discurso de despedida de
Pablo a los presbíteros de Éfeso. A ellos se les pide celo, humildad y
renuncia al propio egoísmo. Son tres años de trabajo pastoral que ha
realizado y luego de haber hablado de la propia responsabilidad y
ejemplaridad en la fundación y conducción de las Iglesias; ahora les
quiere delegar esta responsabilidad a ellos. Dios los ha puesto para
apacentar el rebaño, el mismo que Dios ha adquirido para acrecentar
su Iglesia. Ellos son los vigilantes puestos por el Espíritu Santo, es
decir, obispos, presbíteros, para cuidar el rebaño. Es el Espíritu quien
guía a la Iglesia, y quien vela en la elección de aquellos que estarán al
frente de la comunidad (cfr. Hch.13,1). Imagen recurrente la del pastor
y el rebaño, tanto en el AT, como en el Nuevo, sólo que aquí Israel
(cfr. Is. 40,11; Jr.2,8; Ez. 34,2; Zac.10,3; Sal.23,1-4), es representado
por la comunidad cristiana, y Jesucristo, es el Pastor (cfr. Lc.15,4ss;
Jn.10; 1 Pe.2,25). Los dirigentes o pastores, deben gobernar como
propiedad de Dios que les ha sido confiada, adquirida a precio de la
sangre de Cristo, no es propiedad personal. Esta afirmación, es
importante, para confirmar que es la pasión y muerte de Cristo, es la
causa de la redención y del origen de la Iglesia. Respecto a lo peligros
que acechan a la comunidad, una vez que Pablo se marche, se refiere
a peligros externos provenientes de los judíos e internos como la
doctrina de los gnósticos que primero se infiltró en el judaísmo y luego
en el cristianismo. Pablo que representa a la Iglesia apostólica, en la
mente de Lucas, no es responsable de esa doctrina, porque de día y
de noche, les amonestaba en la sana doctrina del evangelio de la
gracia. Se ganó el pan con su trabajo humilde, sin dejar de evangelizar
en forma pública, como privada en las casas, con lo que el autor,
quiere recalcar que Pablo, puede invocar la autoridad apostólica, cosa
que no podían hacer de ningún modo los gnósticos. Pablo es
presentado como modelo de apóstol a imitar por los presbíteros de la
Iglesia: permaneciendo al frente de las comunidades, cuidando de
ellas, enfrentar los peligros, velando (vv. 28-31); presbíteros que con
su ciencia, detengan el avance de doctrinas extrañas, heréticas, que
tergiversen el evangelio. La Iglesia si bien es confiada a los dirigentes,
es encomendada a Dios, y su palabra de gracia, son las que han de

11. continuar la obra comenzada por Cristo. Es ella, la Palabra, que
actualizada por el Espíritu la que edifica la Iglesia y al cristiano.
Santificados, son los herederos, los cristianos que permaneciendo en
la Iglesia, tienen derecho a la herencia prometida por Dios (cfr.
Dt.33,3-4). Termina Pablo su discurso con palabras de Jesús, que los
evangelios no mencionan pero sí la tradición en la línea de las
bienaventuranzas. Quien hace el bien sólo por amor, está viviendo la
nueva creación, cuenta con la aprobación de Dios para bien del
prójimo.
b.- Jn. 17,6.11-19: Conságralos en la verdad: tu palabra es la
verdad.
El evangelio nos presenta el corazón de la oración sacerdotal de
Jesús. Le pide al Padre que cuide a los que les ha dado, es decir, los
que creen en ÉL ahora y en el futuro (v.11). Pide les proteja, en el
sufrimiento o en la muerte, pero sobre todo lo que pueda afectar su fe,
como la renuncia a ella o abandonar la nueva vida de cara a Dios. El
Nombre de Dios, hace referencia a la manifestación que ha hecho del
Nombre de Dios Padre, esta manifestación es la de su amor salvador,
realidad muy enraizada en el AT, es más, hizo habitar su Santo
Nombre en el templo de Jerusalén; ahora es Jesús, es sinónimo de
dicha presencia y del poder de su Nombre en la tierra. El Maestro
pide, que el poder de ese Nombre proteja a sus discípulos de los
peligros que pueda sufrir su fe. Si hemos dicho que la manifestación
del Nombre de Dios es amor, Jesús, lo pide para que sus discípulos
permanezcan unidos, en el amor mutuo, porque este amor los hace
participar a su vez en el amor que el Padre tiene por el Hijo y el Hijo
por el Padre. Dicha unidad, es garantía de la unidad de la Iglesia, de
los creyentes entre sí, debe ser manifestación de dicha unión (v.12).
Durante su ministerio terreno, Jesús protegió a los que el Padre le
encomendó, y ninguno se perdió, excepto el “hijo de la perdición”
(v.12), es decir, Judas Iscariote, frase que usa Juan, más bien como
personificación del mal, en la mentalidad judía del tiempo, para
designar, a quien no respondió a lo encomendado. Se acentúa en este
evangelio que Judas, obró como instrumento de Satanás (cfr. Jn.

12. 13,18; 2 Tes. 2,3). Jesús va al Padre, con lo que alude al ministerio
terreno posterior a ÉL, es decir, el de los discípulos, que tendrá que
estar caracterizado, no por la tristeza, sino por la alegría que ÉL les
comunica, y la quiere perfecta, es decir, plena. Esto lo conseguirán los
discípulos, si han comprendido o testimoniado que Jesús es el
Enviado del Padre, su Revelador, el que ha comunicado su Palabra de
vida. Es esta Palabra la que ha hecho de los creyentes hombres
nuevos, distintos en sus valores y opciones, motivo por el cual, son
causa de odio por los que no creen en Dios. Si bien el mundo queda
excluido de la oración de Jesús, se mitiga todo ello, cuando habla de
la necesidad que los discípulos tienen de permanecer en el mundo
para dar frutos con su testimonio a favor de Jesús. Deberán aprender
a vivir en el mundo, pero sin perder el sentido de trascendencia, en
una realidad, dominada por el mal, que evidentemente encierra un
peligro para todo cristiano. Por ello, Jesús insiste en su oración al
Padre, que les libre de la acción del mal. “Santifícalos en la verdad”
(v.17). Santificar es sinónimo de consagrarles, para que cumplan su
misión de cara a la sociedad, al mundo. Pero esta tarea no la pueden
realizar, sin la revelación que Jesús les ha comunicado de parte del
Padre, por ello, pide sean consagrados en la verdad de su Palabra. La
santificación de Jesús para el discípulo, culmina con su muerte de cruz
y resurrección, y el fruto de dicha consagración, es la misión que
Jesús encomienda a sus discípulos, de anunciar que ha resucitado
para dar vida al mundo.
JUEVES
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 22, 30; 23, 6-11: Pablo ante el Sanedrín.
El apóstol se encuentra en Jerusalén. El tribuno detiene a Pablo, pero
no sabe por qué, pero en lugar de averiguar la causa, confía el asunto
al Sanedrín, que no había presenciado lo acontecido en el templo, es
decir, introducir unos griegos que habían abrazado la fe (cfr. Hch. 21,
27-40). Pareciera, que el tribuno estuviera a las órdenes del Sanedrín,
lo que parece inaudito, porque para ellos, el tribuno era un pagano, un

13. impuro, con quien no debía tenerse relaciones. Pablo, comienza su
defensa diciendo, que siempre actuó con rectitud de conciencia ante
Dios (v.1), el Sumo sacerdote, le manda abofetear, Pablo le desea que
Dios lo castigue del mismo modo, pero cuando se entera que la orden
viene del Sumo sacerdote, el acusado se disculpa con palabras de la
Escritura (vv. 4-5). Las diferencias entre saduceos, clase aristocrática,
conservadores y con gran poder en Jerusalén, que aceptaban solo la
ley de Moisés, por ello no admitían la resurrección; los fariseos, en
cambio, eran los doctores de la Ley, más abiertos, y aceptaban en
principio la resurrección, con suficiente apoyo en la Escritura. Pablo,
hábilmente presenta la causa de su prisión: “por la esperanza en la
resurrección de los muertos me juzgan” (v.6). Esto provoca una gran
discusión y griterío en la asamblea, los fariseos, declaran no encontrar
culpa en Pablo, puesto que se ponen de su lado. Pablo es devuelto a
la cárcel, salva su vida. Con este relato Lucas, quiere personificar en
Pablo la justificación del cristianismo, y el sinsentido del judaísmo del
momento. Es de hacer notar que Lucas, trata de dar razones no
abstractas, sino tomadas de la vida de los testigos de la fe; Pablo es
acusado injustamente ante las autoridades judías. Otra lectura que
nos presenta Lucas, se refiere a que entre judaísmo y cristianismo los
lazos no se han cortado en forma definitiva, mantienen un contenido
de fe común, pero también de distancia, aunque aquí el autor quiere
destacar sin más la fe en la resurrección de los muertos de fariseos y
cristianos. Pero el error de los judíos está, en no ser consecuentes con
este principio, al rechazar la resurrección de Jesús, atestiguada por los
testigos de ella, como era Pablo, por su encuentro con el Resucitado
camino de Damasco. Si la resurrección y la mesianidad de Jesús no
son contrarias a la fe común de los judíos, son inconsecuentes con su
fe, al no aceptar ambas realidades en Jesús de Nazaret, el Señor. Por
la noche, lo visita del Señor Jesús a Pablo, es para reconfortarlo por
ese testimonio en Jerusalén, pero que deberá darlo también en Roma.
Estamos ante uno de los grandes testimonios de fe de la primitiva
Iglesia, como fue el de Pablo un compromiso con la fe que abrazó el
día que se puso a disposición de Jesús, su conversión, de seguirle
hasta el final. Mucho fue lo que recibió de Cristo y el evangelio, pero,

14. lo mismo fue lo que creció en ello ya que no se arredra en su misión
de evangelizar ayer y hoy con su testimonio escrito, expresión del
auténtico apóstol y maestro de todos los tiempos.
b.- Jn. 17, 20-26: Oración por los que creerán en Cristo en el
futuro.
El evangelio nos presenta la última parte de la oración sacerdotal de
Jesús, centrada en los que creerán en el futuro (v.20), la unidad de
éstos con Jesús y el Padre, partícipes de su gloria (vv.22-23), y el
conocimiento que se convierte en amor, que Cristo comparte con
quienes creen en ÉL (vv.24-26). La oración de Cristo, pone su acento
en los creerán en ÉL, en la Iglesia, los creyentes fruto de la
predicación apostólica. Jesús, también pide para ellos, la unión y la
unidad, la misma que existe entre el Padre y el Hijo, quiere que sean
partícipes de ella, de la misma unidad divina. Esta oración de Jesús es
para conservarles en unidad con ÉL y su Padre, con fin muy claro: que
el mundo crea que Jesús es el enviado del Padre. Unidad que es
posible sólo por el amor y la obediencia, el único medio, por la que una
persona puede estar en la vida de otra, es la realización de la voluntad
del Padre hecha acción (vv. 21-23). La gloria de Dios, es Dios mismo
en su manifestación plena en Jesús, la que comunica a sus discípulos,
por lo tanto, ingresan a formar parte de la comunión íntima con Dios,
yo en ellos y tú en mí (v. 23). Cristo Jesús, encarnación de Dios y los
creyentes habitados por ÉL, es argumento suficiente para que el
mundo crea; el mundo creerá en la medida en que vea cercanos a sus
testigos, clara manifestación de la gloria de Dios. Contemplar la gloria
de Cristo es fruto de la fe, participación en su gloria de Hijo,
participación de su filiación divina a través de la fe (v.24). Al Padre
justo, lo conocen sus amigos, no el mundo, porque Cristo se los ha
manifestado (v.25). Todo este discurso apunta en la mente del
evangelista a la vida de Cristo en los creyentes después de su muerte
y resurrección. Es la vida divina que se comunica a los fieles en esta
vida, es el mundo de arriba del Resucitado que penetra el mundo de
los hombres; es la realidad de Jesús que quiere comunicar a los
creyentes para que transformen esta realidad desde dentro. Es donde

15. el cristiano comienza a tener experiencia de Dios. Termina Jesús su
oración, expresando que la realidad del amor, que mueve toda su
vida, (v.26), sea también lo que mueva toda la existencia del cristiano.
VIERNES
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 25, 13-21: Pablo ante Agripa.
La primera lectura nos relata la comparecencia del rey Agripa ante
Festo, el nuevo gobernador en Cesarea. Este le expone al rey el caso
de Pablo, en el que no había encontrado delito cuando escuchó a los
judíos; sólo que hablaban de un tal Jesús, muerto, que Pablo dice
que está vivo (v.19). Las autoridades judías pedían a Festo, que
condenase a Pablo; no era posible, según la leyes romanas, sin hacer
un debido juicio. El proceso se abre en Cesaréa, estando presente las
partes involucradas; Festo primero, no ve ningún crimen que Pablo
hubiere cometido, y menos, que merezca la muerte. El tema de las
acusaciones eran estrictamente religiosas, a la misma conclusión
había llegado el tribuno Claudio Lisias (cfr. Hch. 23,29), la actitud de
Festo, refleja admiración ante el sufrimiento de Pablo, porque
descubre, que las acusaciones se remitían al ámbito de la
superstición, la misma resolución que Pablo había formulado en
Atenas (cfr. Hch.17, 22). Festo le propone ser juzgado en Jerusalén,
luego de preparar un informe de acuerdo con las autoridades y tener
de qué acusarlo, pero el acusado apeló al César, lo que significaba
custodiarlo hasta Roma. Una vez más, Lucas en Pablo, quiere
demostrar la inocencia de los cristianos. Nada se opone al orden
establecido, de parte de los cristianos, las diferencias entre judíos y
cristianos, son de tipo religiosas, centradas en la resurrección de
Cristo, pero éstas son cuestiones escapan al orden civil, y ante ellas
no interviene. Ante la posibilidad de ser juzgado en Jerusalén, el
apóstol prefiere ir a Roma, porque apela al César desde su condición
de ciudadano romano (cfr. v.12; Hch.22, 25-29). Lo más importante,
es que el tema central de la acusación se va centrando en la
resurrección de Jesús. Hay que destacar, que si bien Pablo, sufre la

16. humillación de un juicio, al mismo tiempo, puede seguir anunciando,
en esas circunstancias, el evangelio a los que lo rodean, incluida la
mujer de Félix, que lo oirá más tarde hablar sobre Jesús ( cfr. Hch. 24,
24). En toda esa trama política, se ve la mano de Dios, que todo lo
dispone para llevar adelante la extensión de su Reino.
b.- Jn. 21, 15-19: Aparición junto al lago.
El evangelio narra la aparición de Jesús junto al lago. Los discípulos
no pescaron nada esa noche. Ante la insistencia de Jesús, Pedro
hecha las redes y consigue una gran pesca. Cuando vuelven a la
playa Jesús les espera con una cena preparada, hecha de pescado
asado y pan. Era la tercera aparición de Jesús resucitado a sus
discípulos. Al terminar Jesús pregunta por tres veces a Pedro si lo
ama, la respuesta es afirmativa. A cada respuesta de Pedro, el Señor
Jesús, le confía sus ovejas, es decir, los fieles que creerán en ÉL en el
futuro. Las tres afirmaciones de Pedro se pueden relacionar, con las
tres negaciones que el apóstol pronunció durante la Pasión (cfr. Jn.
18,17.25.27). Estas preguntas de Cristo, nos hablan que si bien confía
en él, quiere la confirmación explícita de su amor y fidelidad al
ministerio que le va a confiar: ser Pastor de su pueblo. En Pedro, se
conjugan la debilidad de un hombre que confía demasiado en sus
fuerzas, pero también la fe confiada en Jesús, su Señor y su Maestro.
Finalmente, triunfará la fuerza del Espíritu Santo. El amor que profesa
a Cristo Jesús, se traduce en presidir la Iglesia, predicar el evangelio,
confirmar en la fe a sus hermanos. Será en Roma, donde Pedro
entregue su vida por Cristo, como mártir, ser testigo de Cristo en el
corazón mismo del Imperio, bajo el reinado de Nerón. También el
Señor nos pregunta, si le amamos de verdad y nos confía el cuidado
de la Iglesia por la responsabilidad que todos tenemos de ella.
Nuestros pecados son, en cierta manera, negar a Cristo y su misterio
pascual, por lo tanto, siempre podemos arrepentirnos de todo ello. Si
Pedro amó a Cristo, es porque primero fue amado por El, lo mismo
nosotros si nos dejamos amar por ÉL, que nos llamó a la fe, la
respuesta no será otra que la de amarle con toda la vida entregada por
el Reino de Dios. “Tú sígueme” (Jn. 21, 22) será el lema que Pedro

17. comprende como signo de su ministerio para su vida, y la Iglesia, que
va a presidir para confirmar la fe de sus hermanos. Es una clara
referencia a las palabras que le había anunciado que se acercaba el
tiempo, en que le seguiría plenamente, después de la pasión y
resurrección (cfr. Jn.13, 36). Le indica, también, que los años pasarán,
y se hará anciano, y otro le ceñirá la cintura para seguir caminando o
conduciendo la Iglesia. Hasta ahora el Pastor era Jesús, en el tiempo
de la Iglesia, será Pedro, el Pastor del rebaño de Cristo.
SABADO
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 28,16-20.30-31: Pablo en Roma.
Llegamos al final del libro de los Hechos de los Apóstoles, donde
Pablo llega a Roma. En el viaje de Malta a Roma, es hospedado en
casa del gobernador, sana al padre de éste imponiéndole las manos
(cfr. Hch. 28,8). Llegado a Roma, se hospeda en casa del guardia y
queda con relativa libertad, y se reúne con los judíos, donde hace otra
defensa en contra de las acusaciones que los judíos habían realizado
en Jerusalén. Quiere saber si han llegado los informes de Jerusalén,
pero nada sabía de él (cfr. Hch. 21,21). Está en Roma porque ha
apelado al César en su condición de ciudadano romano y cuando las
autoridades romanas le quisieron poner en libertad, los judíos se
opusieron. Vuelve a confesar, que no ha hecho nada contra el pueblo
o contra las tradiciones de los antepasados. No tiene nada que decir
contra Israel. Es interesante, como Lucas, quiere dejar en claro que el
proceso que se ha seguido es únicamente porque se ha mantenido fiel
a la esperanza de Israel (v. 20). Aquí ya no hay culpables, bien sabía,
que eran sus hermanos judíos, pero no los acusa porque su vida
corría peligro en Roma. Resulta extraño lo que señala Lucas, que los
judíos de la ciudad no tuvieran noticias ni de Pablo, ni de su caso, ni
del conflicto que provocaba su predicación con el judaísmo oficial,
porque antes que llegase el apóstol a Roma, el cristianismo ya era
más conocido. Convenido el día, se reúnen otra vez y Pablo les
expone el mensaje de la palabra: unos se convierten, la gran mayoría

18. discute, y es cuando cita al profeta que había anunciado ese
endurecimiento de sus corazones (cfr. Is. 6,9-10), pero concluye el
apóstol: “Sabed, pues, que esta salvación de Dios ha sido enviada a
los gentiles; ellos sí que la oirán.» (v. 28). Lucas quiere dejar en claro,
que los Hechos terminan con Pablo en Roma, fin de la resistencia
judía a la fe. Como Pablo no es libre, los judíos acuden a él a
escucharle, como había hecho con la comunidad cristiana a su llegada
a la ciudad (Hch. 21,15). La presencia de Pablo en Roma, hace de
síntesis de toda la obra de Lucas: el evangelio ha recorrido con Pablo
un camino triunfal, aunque encadenado, encuentra en la misma
palabra de Dios su raíz: el hombre de Dios el evangelizador, no cesa a
pesar de su carácter de prisionero, de predicar el evangelio, es el
centro de todo el relato, se cumple la palabra de Jesús Resucitado
(cfr. Hch.1, 8). Pablo aún en la cárcel, tiene libertad para anunciar el
evangelio. ¿Cómo terminaron los dos años de libertad vigilada? Lo
más seguro, es que después de esta primera cautividad, consiguiera
la libertad, pudiendo realizar los viajes que tenía previsto, quizás
España (cfr. Rm.15, 24), Éfeso, Creta, y otras actividades apostólicas.
Luego de lo cual, sufrió una segunda cautividad romana, con lo que
termina su existencia con el sublime testimonio de fe que un cristiano
puede dar por Cristo, la Iglesia, el evangelio, y sus hermanos, el
glorioso martirio que padeció en la ciudad eterna. Su sangre
derramada, como la de Cristo en la Cruz, fue semilla de cristianos
hasta hoy.
b.- Jn. 21,19-25: Testimonio fidedigno.
El evangelio nos presenta el destino de Juan, el discípulo amado.
Encontramos que Pedro está siguiendo a Jesús, camina detrás de Él,
cumple lo que le había pedido (v.19). Pedro se da cuenta que también
Juan los sigue, e interroga a Jesús por el destino del discípulo amado
(v. 20; cfr. Jn.13, 23-25). “Jesús le respondió: «Si quiero que se quede
hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme” (v.22). Si bien
Pedro ha sido confirmado como discípulo y pastor. ¿Qué pasará con
Juan? Ambos han caminado juntos, testigos importantes de la vida y
ministerio de Jesús (cfr. Jn.13, 23-25; 18, 15-16; 20,3-10). La

19. autoridad de Pedro no se discute, Juan, sin embargo, tiene otro tipo de
autoridad carismática dentro del colegio apostólico: sea ausenta de la
presencia de Pedro, cuando éste comienza a negar a Jesús (Jn.18,
15-18.25-27); le fue confiada, en ausencia de Pedro, la madre de
Jesús (Jn.19, 25-27), cree en la resurrección del Crucificado (Jn.20, 8).
La comunidad joánica venera a su fundador, el apóstol Juan, como su
fundador; si Pedro en el evangelio aparece como el pastor, los lectores
del evangelio, se podrían preguntar, y ¿qué pasará con Juan, el autor
del evangelio? Para cuando se escribió este Epílogo, ya habían
muerto Pedro y Juan, el narrador, miembro de la comunidad joánica
quiere aclarar las palabras de Jesús y el destino del discípulo amado.
El haber recibido a la madre del Maestro al pie de la cruz; el don del
Espíritu que anima la nueva familia de Dios, vuelven la mirada sobre
el fundador de la comunidad. Se siente su autoridad para escribir, y
destacar que lo escrito por el discípulo amado, es fidedigno, confiable,
auténtico. Este testimonio de Juan, y de su comunidad, fue escrito
para creer en Jesús, como enviado del Padre y Mesías. ÉL como
discípulo de Jesús dio testimonio de estas cosas y más tarde escribió
su evangelio para darlas a conocer y por ello Juan sigue presente en
la comunidad eclesial, la suya y la nuestra hoy. “Nosotros sabemos
que su testimonio es verdadero” (v. 24). Este nosotros, es el de la
comunidad que nació en torno al testimonio escrito de Juan, el
discípulo amado por Jesús. Pedro es el pastor del rebaño, y Juan el
mejor trasmisor de la auténtica tradición Jesús. Sólo Juan, era el
testigo directo e inmediato, por ello su evangelio fue aceptado por la
comunidad eclesial ayer y hoy.
P. Julio González C.