1. La pequeña Nadia es la pesadilla de los policías del centro de Madrid. Y,
sobre todo, de los usuarios de los cajeros bancarios, a los que quita el
dinero con asombrosa facilidad. Ha sido detenida 120 veces en un año y
50 veces ha ingresado en un centro de acogida. Su caso es el paradigma
del fallo generalizado de la red de protección de menores
JESÚS DUVA 22/03/2009
El hombre del traje gris, un sexagenario encorbatado, gimotea y grita: quot;¡Policía! ¡Policía!quot;.
Cuando repara en que de nada valen sus gritos, se mesa los cabellos con desesperación.
Acaban de birlarle el dinero que estaba retirando del cajero automático del banco de la
esquina de Gran Vía con la calle de Montera, en pleno corazón de Madrid. Él no lo sabe,
pero acaba de ser la enésima víctima de una niña rumana a la que la policía considera quot;la
reina de los raterosquot;. Es una estrella en el mundo de la pequeña delincuencia. Y no es para
menos: Nadia (nombre supuesto), que acaba de cumplir los 14 años, ha sido detenida en
120 ocasiones a lo largo del último año; ha pasado 72 veces por el Grupo de Menores de la
policía (Grume), y ha sido ingresada 50 veces en un centro de acogida de la Comunidad de
Madrid. Todo un fracaso de la red social del Estado, que se ha mostrado incapaz de prestar
atención y asistencia a una menor que también es víctima de la marginación.
El cajero donde el sexagenario fue desvalijado el pasado martes es uno de los preferidos de
la ladronzuela. Está en plena calle, en un punto en el que el ciudadano que decide retirar
dinero se encuentra rodeado permanentemente de transeúntes. De modo que él ni siquiera
repara en la parejita de menores que tiene a su espalda, apostados en la escalera de la boca
del metro: una niña delgadita, de tez pálida, vestida con una sudadera rosa, y con el cabello
recogido en una larga trenza; y un niño más bajito que devora con fruición una salchicha de
Francfort.
El periodista lleva varios días recorriendo el centro de Madrid en busca de la pequeña
rumana. De repente se fija en la pareja de menores: ve a la adolescente y repara en la trenza
que pende hasta la mitad de su espalda. El periodista le mira a ella y ella le mira a él. ¿Será
Nadia? Su descripción coincide exactamente con la de esa chica.
Y ahí está el cajero automático, a dos metros de la parejita. Junto al cajero, el hombre
trajeado que, ajeno a los ojos que le observan con mucho más interés del que él sospecha,
introduce su tarjeta en la ranura. Marca el número de su pin personal, indica la cantidad de
dinero que desea retirar... y cuando se dispone a marcar el pin por segunda vez -para que
salgan los billetes- la niña y su pequeño acompañante se ponen en movimiento. La chiquilla
distrae al hombre pidiéndole una limosna, mientras el chico, con una agilidad pasmosa, le
arrebata el dinero que acaba de escupir el dispensador del cajero automático. En un abrir y
cerrar de ojos. Cuando el pringao (la víctima) asimila la situación y repara en lo ocurrido,
ya es demasiado tarde. quot;¡Policía! ¡Policía!quot;, vocea con escasa convicción.
Nadia y su cómplice no han elegido al azar este puesto de trabajo: tiene para ellos la
ventaja de encontrarse junto a una de las bocas de la estación del metro de Gran Vía. Sin
darse demasiada prisa, con un aplomo que asombra al propio pringao, corretean escaleras
abajo y se pierden en el suburbano. En cuestión de segundos. En un plis-plas.
Nadia ha tenido machacados durante un año los cajeros instalados en la Gran Vía, la Puerta
del Sol, la calle de Carretas, la plaza de Santa Cruz... Un día sí y otro también, las víctimas
han desgranado sus casos ante los agentes de la comisaría del distrito de Centro. Han
contado cómo se les había acercado una niña de apenas metro y medio de estatura, cómo
les había lanzado un escupitajo y cómo sin darse cuenta les había desplumado mientras
intentaban zafarse del acoso de la menor. Otras veces, la chiquilla se había adueñado del
dinero ajeno en tanto que otros cómplices distraían al paganohaciéndose los sordomudos o
intentando venderle La Farola.
Nadia se ha convertido en una leyenda por su habilidad y por la frecuencia con que ha sido
interceptada por el Grupo de Hurtos de la comisaría de Centro. quot;Hemos llegado a detenerla
2. hasta tres veces en un mismo díaquot;, dice un subinspector con desolación. Es la más conocida
de los 40 menores rumanos y albano-kosovares que asuelan a diario las calles del cogollo de
Madrid. Niños que cada mañana son trasladados en furgonetas desde los poblados
chabolistas de Valdemingómez o la Cañada Real hasta el centro de la capital. Durante horas
y horas se dedican a robar bolsos, a sustraer teléfonos móviles, a desvalijar a los usuarios de
los cajeros automáticos... Debido a que tienen menos de 14 años, son inimputables, es decir,
están exentos de responsabilidad penal.
A partir de enero de 2008, la policía española asegura que empezó a detectar un aluvión de
menores, coincidiendo con el anuncio del presidente del Gobierno italiano, Silvio
Berlusconi, de aplicar mano dura contra los inmigrantes rumanos irregulares. Muchos de
ellos salieron de Italia y se asentaron en Barcelona. Pero la fuerte presión policial y judicial
les llevó a Madrid. Y entre marzo y abril del año pasado, la policía madrileña advirtió que
cada día eran llevados entre 35 y 40 chiquillos a los alrededores de la Puerta del Sol. Al
instalar controles en esa zona, los transportadores fueron obligados a replegar su base de
operaciones hasta la plaza de Colón y, más tarde, hasta la zona de Méndez Álvaro. Desde
allí, los chicos se dispersan por el núcleo urbano.
Nadia ha llegado a sustraer hasta 900 euros en una sola jornada de trabajo. Pese a su
consumada habilidad, más de una vez ha sido sorprendida y agredida por las víctimas. Pero
ella, aparentemente frágil, está forjada en acero: es capaz de aguantar una lluvia de golpes
sin derramar ni una lágrima, según los policías que mejor le conocen. quot;Es una chica muy
inteligente, muy observadora y muy calladitaquot;, explica uno de los agentes. quot;¡Es una lástima
de cría!quot;, dice.
Tras los primeros arrestos, la policía contactó con sus padres y les pidió que fueran a
hacerse cargo de ella. Y los padres acudieron, provistos de pasaporte y libro de familia, y se
llevaron consigo a la menor. Pero antes de eso, los agentes abrieron diligencias contra los
progenitores por presunto abandono de sus obligaciones y explotación de su hija. Tanto en
este caso como en el de otros similares, la policía ha decidido denunciar a los padres como
presuntos integrantes de una banda organizada, ante la creencia de que son inductores y
beneficiarios de su actividad delictiva.
En los sucesivos arrestos de Nadia (120 hasta ahora), los padres fueron citados a la
comisaría, pero no acudieron por temor a ser detenidos y puestos a disposición judicial. Y,
ante el supuesto abandono y desamparo de la chiquilla, ésta fue entregada en 72 ocasiones
al Grupo de Menores de la policía, que a su vez la trasladó reiteradamente al centro de
acogida del distrito de Hortaleza, dependiente de la Comunidad de Madrid.
Pero en el centro de menores apenas permanece unas horas: unas veces porque los padres
acuden a hacerse cargo de ella, ejerciendo su derecho a la patria potestad; y otras veces -las
más- porque la propia niña se escapa sin ningún impedimento, puesto que el
establecimiento carece de guardias y rejas. quot;Aprovecha para ducharse y recibir ropa limpia.
Y después, sale corriendo a la primera de cambioquot;, explica un funcionario.
Esta muchacha y los chicos como ella se dedicaban inicialmente a sustraer bolsos y objetos
de valor aprovechando el descuido de las víctimas (generalmente turistas extranjeros
sentados en las terrazas del centro de la capital). Pero hace un año, según fuentes policiales,
descubrieron que les era mucho más rentable atacar a los usuarios de los cajeros bancarios,
sobre todo porque así obtenían con rapidez dinero contante y sonante.
Las entidades bancarias más golpeadas han sido Caja Madrid y el BBVA, que, han tomado
medidas para entorpecer la acción de los raterillos. Y la solución ha sido modificar el
programa informático de los cajeros, de forma que el cliente esté forzado a introducir dos
veces el número del pin personal: la primera, al empezar a operar con su tarjeta; y la
segunda, antes de extraer el dinero solicitado. Así, el cliente está obligado a confirmar su
3. clave y dispone de un tiempo para observar -antes de recoger los billetes- si hay algún
sospechoso a su alrededor. Este cambio, propiciado por los departamentos de seguridad
bancarios, tuvo que vencer las reticencias del área comercial, que temía que
esta complicación pudiera retraer a los usuarios. quot;Gracias a eso, se han reducido en un 85%
los hurtos en los 15 cajeros más atacadosquot;, afirma con satisfacción una fuente del BBVA.
Las 120 detenciones de Nadia inducen a pensar que algo está fallando en el sistema. ¿Lo
único que puede hacer el Estado es arrestarla una y otra vez? ¿Es el tratamiento policial el
único posible para esta niña y otros muchos como ella? ¿Es una situación que no está
contemplada por la ley?
Arturo Canalda, Defensor del Menor de Madrid, opina: quot;No hay ningún vacío legal. Lo que
hay es indefinición en el Código Civil. El problema es que a estos menores no se les
considera desamparados si tienen padres o familiares. En ese caso, se llama a los
progenitores y se les entrega al chiquillo. Si no se localiza a los progenitores, la Comunidad
de Madrid les acoge en uno de sus centros, de donde se suelen escapar al poco tiempoquot;.
-¿Entonces, no se puede hacer nada?
-Yo estoy luchando con la Comunidad por buscar una solución. Le he pedido a la Consejería
de Familia y Asuntos Sociales que asuma la tutela de aquellos niños que viven en situación
de riesgo y desamparo. En concreto, he solicitado que asuma la tutela, aunque sea
temporalmente, de tres o cuatro niños. Y uno de ellos es esta muchacha. Yo pienso que la
Comunidad puede retirar inmediatamente la tutela a sus padres porque un juez no tendría
inconveniente en ratificar esa decisión. Sin embargo, la consejería me ha contestado que
Nadia tiene familia y que a ésta no se le puede quitar la tutela paterna.
-Supongamos que la Comunidad se hiciera cargo de la adolescente y que se le internase en
un centro de acogida. ¿Qué ocurre entonces si se escapa a las pocas horas?
-Es que en ese caso yo propongo medidas de contención obligatoria, que sean ejecutadas en
un centro especial de régimen cerrado o bien al que tuviera que acudir obligatoriamente a
diario. Sería un establecimiento para menores con edades comprendidas entre 12 y 14 años,
que todavía no están en edad penal. Así se les podría reeducar y, a la vez, perseguir a los
padres que les indujeran a conductas delictivas.
La Consejería de Familia y Asuntos Sociales, al frente de la cual está Engracia Hidalgo,
discrepa del Defensor del Menor. Argumenta que las sentencias del Tribunal Constitucional
143/1990 y 298/1993 son muy restrictivas a la hora de conceder la tutela de los menores a
la Administración, ya que sólo se puede hacer si éstos están desprotegidos o carecen de
familia o bien si ellos mismos desean acogerse al sistema de protección. quot;Por ejemplo,
ahora mismo tenemos a dos niños rumanos cuya tutela la ostenta la Comunidad de Madrid
porque su familia se ha prestado a integrarlos en un proceso de reinserciónquot;, explica una
portavoz de la consejería.
Pero el caso de los adolescentes rumanos es especialmente espinoso, según la misma
portavoz: quot;La Embajada de Rumania tiene firmado un protocolo con el Gobierno que exige
la repatriación de los menores no acompañados o que carezcan de familia en Españaquot;. Y
prosigue: quot;La Comunidad se hizo cargo recientemente de la tutela de dos niños desnutridos
tras considerar que vivían en una situación de abandono familiar. Sin embargo, la
Embajada de Rumania nos obligó a buscar a su familia extensa y a repatriarlos a su paísquot;.
Además de los centros de acogida, el Gobierno regional de Madrid dispone de un centro
para menores de quot;especial conductaquot;, donde su salida y régimen de visitas está muy
controlado, pero el internamiento requiere la conformidad de los padres, según la misma
fuente de la consejería.
4. Félix Pantoja, ex fiscal de Menores de Madrid y ex vocal del Consejo General del Poder
Judicial, discrepa abiertamente de la postura de la Comunidad. quot;Hay suficientes
instrumentos legales para insertar a estos chicos. Si no se hace, es por dejadez de la
Administraciónquot;, recalca sin ambages.
quot;Parece evidente que una niña que ha sido detenida 120 veces está en una situación de
riesgo o desamparo. Y en ese caso, la Comunidad puede asumir su tutela y hacer con ella un
proyecto educativo en el que cabe incluso la restricción de sus salidas y la limitación de su
derecho de deambulaciónquot;, declara Pantoja. quot;Si la Comunidad no lo hace, el fiscal de
Menores puede aportar las pruebas y, basándose en el Código Civil, instar al juez de Familia
a que conceda la tutela de esa persona a la Comunidadquot;, agrega.
Frente a lo que sostiene la Consejería de Familia y Asuntos Sociales, el fiscal Pantoja
asevera que quot;el interés del menor está por encima de cualquier legislación internacional y
por encima de cualquier protocoloquot; suscrito entre los Gobiernos de España y Rumania. E
insiste en que lo fundamental es que la Administración autonómica que encabeza
Esperanza Aguirre ponga en marcha proyectos educativos y sociales, aun a riesgo de que no
siempre den el resultado apetecible.
quot;Si es necesario, la Administración tendría que crear un piso terapéutico para poder
desarrollar este programa con este tipo de menoresquot;, concluye el fiscal Pantoja, quien se
muestra radicalmente en contra de rebajar a 12 años la edad penal. quot;¿Y después, qué?
¿Seguimos rebajando hasta los 10 o hasta los ocho?quot;, se pregunta.
Muy diferente es la posición de las fiscalías de Valencia y de Cataluña, que hace cinco meses
se pronunciaron a favor de que se pueda actuar penalmente contra los menores de 12 a 14
años que cometan delitos. Opinan así argumentando que se ha producido quot;un espectacular
aumentoquot; de los chiquillos que son explotados por mafias que saben que éstos son
actualmente inimputables.
La última Memoria de la Fiscalía de Cataluña alerta de que en los últimos años se ha
triplicado el número de menores, sobre todo rumanos, que trabajan para organizaciones
delictivas. Y sostiene que a éstos no se les puede considerar quot;desamparadosquot; porque están
casados o mantienen una situación de emancipación de hecho o bien tienen contactos
estrechos con una quot;amplia familiaquot;.
La fiscalía mantiene que la legislación vigente es quot;completamente insuficientequot; para
impedir que estos menores sean apartados de su entorno mediante su internamiento en
centros de régimen cerrado, ya que no suelen perpetrar delitos con violencia e intimidación,
sino pequeños hurtos. Pero también admite que la presión policial o las medidas
administrativas contra las bandas que explotan a menores sólo han conseguido su
desplazamiento a otras ciudades o regiones.
Jorge, un educador social que tiene su base de operaciones en la parroquia madrileña de
Santo Domingo de la Calzada, trabaja desde hace un lustro en la Cañada Real Galiana, un
enorme poblado marginal del extrarradio de Madrid, donde vive la familia de la pequeña
Nadia. Él y otros trabajan con la población rumana establecida en el asentamiento conocido
como El Gallinero.
Jorge tiene un profundo y directo conocimiento de los problemas del colectivo rumano, lo
que hace que su testimonio sea especialmente valioso: quot;Primero habría que entender a estas
personas y ver cómo viven. La sociedad no les da alternativas. El 95% de los chicos no van al
colegio. ¿Qué habría que hacer? Pues habría que captarlos para enseñarles un oficio y
pagarles por ir a las clases. Ya sabemos que eso cuesta dinero, pero más costoso para la
sociedad es lo que roban y el daño que ocasionanquot;.