En la mitad del VIAJE, la SIGNIFICACIÓN nos ha dado mucha de la información que nos faltaba: sin la SEMÁNTICA y las otras Grandes Ministras, la FONOLOGÍA, la MORFOLOGÍA y la SINTAXIS, nada de esto hubiera sido posible, y, por ello, nuestro agradecimiento más sincero.
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¡LA DE COSAS QUE ME CONTARON LA
SIGNIFICACIÓN Y LA SEMÁNTICA!
La significación no me pareció muy
parlanchina que digamos, pero, claro, después de
haber estado con la expresión... Sí que me pareció
muy... “pensante”... y, tal vez, un poco reservada, como si
quedara siempre detrás de algo; aunque no; detrás
precisamente no; más bien esperando a aparecer, esperando su
momento. Decididamente, creo que sí, que siempre estaba
dispuesta a cumplir con su parte, pero... como un poco tímida...
como si necesitara que alguien le abriera la puerta. Me costó
darme cuenta de quién le abría la puerta: era la expresión. Sí:
te lo cuento.
Resulta que la significación es como un péndulo que
no parara nunca de columpiarse: de este lado al otro y del otro
lado a este y vuelta a empezar y a nunca acabar. Un lado es el
significante y el otro es el significado, y el vaivén es
propiamente la significación.
En el significante es donde interviene la expresión
(quien le abre la puerta a la significación). Lo anterior es
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debido a que el significante es la apariencia, el asomo, la
presentación: lo que suena, vaya. Y, en cuanto suena el
significante, en cuanto se produce el significante, se pone en
marcha el péndulo: el movimiento hace que se llegue al
significado, y en la estela que va dejando este movimiento se
va generando la significación.
También es posible que el proceso empiece en el otro
extremo del vaivén, en el significado; entonces el péndulo va
al otro lado, al significante... y lo mismo de antes: en el
trayecto aparece la significación. Ahora bien: si en el
balanceo hay alguna desviación y no hay conexión entre el
punto del inicio y el punto del final de la oscilación, es decir,
si no se conectan debidamente el significante y el significado,
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la significación o no se produce o se produce con errores y
equívocos.
Además de lo anterior, en ocasiones, el péndulo
significativo no se mueve de lado a lado, sino que va como
describiendo círculos, y esto es debido a que puede haber
coincidencias entre significantes que no se sabe bien a qué
significado corresponden realmente; o al revés, cuando el
significado no acaba de encontrar su significante
correspondiente...
En cualquiera de estos casos, en los rastros que va
dejando el movimiento, van “relampagueando” muchas
significaciones... o ninguna, lo cual supone un lío muy gordo
porque nadie puede saber a qué atenerse con certeza. De todos
modos (y como siempre), estos problemas son menos cuando
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se juntan varias palabras y los significantes y los significados
de todas ellas hacen que realmente sí se llegue a precisar la
significación de todas y cada una y la significación general
del grupo.
En la ilustración que ves aquí arriba puedes observar
que a la izquierda hay una figura más o menos rara de la que
no podemos decir el nombre porque no sabemos qué es
realmente, es decir, que tenemos un elemento significado al
que no podemos asociar ningún elemento significante. Y en
el recuadro de la derecha encontramos algo que tiene pinta de
ser una palabra (tiene letras que podemos pronunciar), y que,
por lo tanto, es un significante, pero con el que tampoco
podemos hacer coincidir ningún significado simplemente
porque no sabemos qué significa esa palabra “caplís”. En
este caso no hay movimiento significativo, no hay
significación: el proceso significativo no se ha completado
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porque no se han unido los dos polos del vaivén, y, en
resumen, no hay comunicación.
Con esto de las coincidencias de significantes y de
significados, LA SEMÁNTICA (que es la encargada de la
significación) va un poco loca la pobre, porque, apenas haya
una desviación, por pequeña que sea, en el movimiento del
péndulo, ya tiene que estar ella ajustando y reajustando para
que la significación sea clara y corresponda precisamente a
una idea y no a otra (a menos de que se quiera jugar a algo o
el equívoco sea intencionado, con lo cual no sé yo cuántas
veces se podrá meter la pata, vaya).
A pesar de que ha de estar siempre atenta al proceso
significativo, LA SEMÁNTICA me atendió muy cordialmente
y no tuvo inconveniente en explicarme muchas cosas
interesantes.
Te voy trasladando poco a poco lo que me dijo.
Entre otras cosas, me contó algo que siempre me había
pasado desapercibido y que hizo que las palabras me
parecieran aún más sorprendentes y maravillosas.
Hasta el momento, yo veía a las palabras como cabezas
con cuatro caras (ya te lo he dicho), pero ella me hizo reparar
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en un detalle: esas cabezas con cuatro caras no son de una
pieza, sino que están formadas por elementos más o menos
pequeños, pero tan bien unidos entre sí que, si no te acercas
mucho, no los notas, no los ves. Me dijo que pasaba algo
parecido a lo que pasa con los sonidos, que, unidos los unos a
los otros, forman un bloque sólido. Hasta aquí, yo pensaba que
lo entendía todo, pero lo malo fue que me advirtió de que la
cosa no era tan sencilla, porque, según y como, a esos
elementos se les pueden dar distintos valores y entonces
incluso sus nombres cambian: me quedé con la boca abierta
un buen rato.
Seguro que, porque me vio con ese embobamiento, fue
por lo que LA SEMÁNTICA me tranquilizó diciéndome que
tampoco era para tanto, que era ella que se estaba poniendo un
poco misteriosa para hacerse la importante. No sé, no sé.
Mosqueo y expectación. De todos modos, me aclaró que, en
todo caso, sólo me hablaría de la parte que le tocaba más de
cerca y... Aquí se quedó callada un instante y me confesó (creo
yo que me confesó) que en realidad ella está tan implicada
como las demás en el “conglomerado” que, al fin y al cabo,
son las palabras. Supongo que, al referirse a las demás se
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estaba refiriendo a LA FONÉTICA y a LA FONOLOGÍA, a LA
MORFOLOGÍA y a LA SINTAXIS. Después comprendí que sí,
que se refería a las otras ILUSTRES MAESTRAS, las Ministras
del SISTEMA. (Pero no sólo.)
A lo que vamos. LA SEMÁNTICA me fue contando que
todo había empezado con la necesidad de redactar LA LEY
SUPREMA DEL PAÍS DE LAS PALABRAS: EL CÓDIGO
LINGÜÍSTICO.
Por lo que se ve, EL CÓDIGO LINGÜÍSTICO, más que
recopilar todo lo que corresponde a las palabras, lo que recoge
es todo lo que afecta al signo lingüístico. ¡Sorpresa! Del signo
lingüístico yo todavía no había oído nada, y eso que parece
que es un elemento importantísimo para las palabras.
Tengo que hablarte de todas estas novedades, pero,
antes, te pongo ahí un esquema que a mí me vino muy bien
para entender cómo va esto de la significación: se trata del que
llaman TRIÁNGULO SIGNIFICATIVO (siguiendo a Ogden y Richards):
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Sinceramente te diré que yo estaba disfrutando cada vez
más de mi viaje, y especialmente porque, con lo de la
significación, me había encontrado con un asunto que siempre
me ha resultado de lo más asombroso, porque toca de lleno a
algo que a mí me gustaría conocer a fondo, a fondo, a fondo:
los procesos mentales, lo que pasa en nuestra cabeza para que
al oír palabras, al leerlas, al escribirlas, al pensarlas… se
produzcan las ideas; o al revés: tenemos una idea, se la
queremos transmitir a alguien y, con muestras palabras,
hacemos que pase de nosotros a quien sea: ¡no me digas que
no es fabuloso!
Aunque sí que es verdad que hay que tener mucho
cuidado con que nuestras palabras coincidan con la idea que
queremos transmitir y la otra persona la capte tal como es,
sin otras interpretaciones, porque, sabemos (más o menos) lo
que ocurre en nuestra cabeza, pero ¿sabemos lo que ocurre en
la cabeza de los demás? Bueno: siempre podemos hablar
sobre lo que sea hasta que todos lo tengamos claro ¿no?
¡Qué interesante es todo esto! ¡Y prodigioso!
Debe de ser por aquello de la MAGIA DE LA LENGUA.
Seguro.
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Sea como sea y mientras no sepa más, te añado la
“visualización” de la interpretación que yo me hago de todo
ese proceso que me parece tan complejo y tan maravilloso y
que desarrollamos con las palabras.
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EL ADN DE LAS PALABRAS
Te estaba comentando que las palabras, aunque no lo
parezca, están formadas por elementos ¿no? Pues fíjate: las
palabras están formadas precisamente por signos lingüísticos;
sí, sí: los signos lingüísticos son uno de los dos tipos de
células con que se generan las palabras.
Esto de que las palabras tengan células, al fin y al cabo,
es normal, porque los seres vivos están formados por células
y las palabras son seres vivos. Lógico ¿no?
Entre las palabras las hay de dos clases: unicelulares y
pluricelulares.
Las palabras, como organismos pluricelulares, se
forman gracias a dos clases de células: los fonemas y los
monemas; a su vez, los monemas también se presentan con
dos variedades: los lexemas y los morfemas.
Vamos por partes.
Los fonemas son células generatrices, es decir, que son
la base a partir de la que se forman los monemas. ¿Te has dado
cuenta de que han vuelto a aparecer los fonemas? Sí, sí: los
hijos de la expresión. Pues sí: es verdad que ella no me había
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dicho nada de esto; supongo que, como me tuve que ir a comer
(porque allí, de comer... nada de nada), pues no le dio tiempo.
Bueno, no importa. Al fin y al cabo, tenía que salir la
información por alguna parte, y podía salir por cualquiera de
las cuatro caras; ha salido por la significación, que está muy
marcada por la expresión. ¿Acabarán apareciendo también la
forma y la función?
Como te decía: para que exista una palabra, tienen que
existir los monemas, y, para que existan los monemas, tienen
que existir los fonemas.
Los fonemas son células generatrices porque son
portadoras de los genes de la expresión, y todavía no se puede
considerar que sean ni signos lingüísticos ni, por supuesto,
palabras. Para que un fonema llegue a ser signo lingüístico y,
por lo tanto, palabra, ha de relacionarse con otros fonemas, y
sí: los fonemas están preparados para que estas relaciones,
estas uniones se puedan producir. Al unirse varios fonemas se
generan los monemas y, a partir de ahí, ya se generan las
palabras; lo primero, primero es que a partir de uno o más
fonemas se han de generar los monemas, y cuando ya hay
monemas, ya hay palabras.
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Una precisión importante: los monemas sí que son
signos lingüísticos, y sí que lo son porque tienen la expresión
(que han recibido de los fonemas) y sobre todo tienen algo
fundamental: el contenido. El contenido es la cadena genética
energética que se produce por el intercambio de sustancias que
tiene lugar cuando se interrelacionan los fonemas; sí: con
esta interrelación se libera mucha energía, que es la que les da
valor comunicativo a las palabras. En el momento en que se
fusionan la expresión y el contenido, ya se ha creado una
verdadera célula significativa: se ha creado un signo
lingüístico; a partir de entonces ya se pueden ir creando las
palabras, porque ya se pueden ir uniendo todas las células
significativas, es decir, todos los signos lingüísticos que una
palabra puede necesitar. Y para ir de una palabra a una
oración gramatical no hay más que dar un paso.
Antes de seguir te diré que, realmente, creo entender por
qué la expresión no me contó todo esto de sus fonemas: la
expresión sólo es una madre (que no es poco, desde luego) y
una madre no tiene por qué saber cómo se generan sus hijos:
una madre los tiene, los cría, los quiere, los cuida y ya está.
Todo esto de la generación celular lo entienden, lo explican y
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lo controlan los genetistas, y en el país de las palabras
también hay de esto; en el país de las palabras hay una gran
genetista: LA LINGÜÍSTICA, que es la que más sabe de todo
esto y de todo lo que tiene que ver con LA LENGUA; no te digo
más que es su Consejera Oficial... Ah: y me atendió a mí. ¿Qué
te parece?
Aprovechando que podía hablar con tan importante
personalidad, me puse como que a pensar en voz alta:
Quedamos en que los fonemas, por lo que yo entiendo, son las
células de la expresión y, por lo tanto, son las células del
significante. Los fonemas se unen unos con otros, se cargan
de contenido y generan los monemas, que ya tienen expresión,
es decir, significante, y ya tienen contenido, es decir,
significado: ya son signos lingüísticos. Vale.
Sí, vale: ya tenemos signos lingüísticos... pero ¿cómo se
generan las palabras? “Pues por pura genética: los
signos lingüísticos son células significativas y al
unirse se generan las palabras. Ya está.” Esa fue la
aclaración que me hizo LA LINGÜÍSTICA, y me dio unas
cuantas fotos, muy curiosas, para que me fuera imaginando
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cómo, a partir de los fonemas, se forman los signos
lingüísticos y las palabras:
Me vinieron muy bien esas fotos, pero yo necesitaba
saber más. Y continué con mis cavilaciones.
La primera parte del problema ya está. Pero queda un
cabo suelto: hay muchas clases de palabras, en todos los
sentidos: ¿es que sus células se especializan y salen unas u
otras?
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Pues no; LA LINGÜÍSTICA me dijo que no, y lo que
añadió me sorprendió de verdad: las palabras, con la cantidad
de ellas que hay y con todas las variaciones que pueden tener,
no necesitan más que unas pocas de las 24 células
generatrices, los fonemas, y todo lo demás es pura
combinación celular. Ejemplo: coso, cosa, caso, saco, sacas,
casco, asco, coco, coca, caca, asas ... Más adelante me precisó
que eso es así, pero respetando una serie de reglas, claro, y a
mí entonces se me vino a la cabeza todo lo que había ido
conociendo del SISTEMA, de LA NORMATIVA, de LA
MÉTRICA...
También me comentó que a partir de los fonemas se
generan los monemas,
efectivamente; pero, según
y como, se generan
monemas tipo lexema o
monemas tipo morfema.
Sí: eso ya lo había oído yo.
Y precisamente era eso lo que no tenía yo claro: ¿lexemas y
morfemas?
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CÉLULAS ESPECIALIZADAS
Los lexemas son las células significativas básicas de las
palabras, las que hacen que cada palabra se pueda asociar o
relacionar con un concepto, con una idea, con una
significación general; como las ideas, así, en general,
normalmente necesitan aclaraciones, precisiones,
matizaciones, desarrollos... los lexemas pueden acompañarse,
y, de hecho, se suelen acompañar por los morfemas, que
también son células significativas pero complementarias y
recombinables, porque pueden acoplarse a distintos lexemas
(aunque los lexemas también se pueden agrupar para formar
nuevas palabras, no creas).
Lexemas hay muchos; morfemas no tantos; y, en
cualquier caso, de los dos tipos hay muchos menos que
palabras ya conformadas como organismos plenos. Esto de
la cantidad de lexemas y de morfemas, y lo otro de que los
fonemas son sólo 24, es muy útil, porque resulta muy
económico y no se malgasta energía; no hay que ir
produciendo células completamente nuevas para cada palabra
(¡y con la cantidad de palabras que hay!); y no por este ahorro
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se pierde eficacia; al revés: en un momento se pueden generar
montones y montones de palabras y de oraciones
gramaticales, y el gasto celular habrá sido mínimo en
relación a la cantidad producida. Desde luego que este país
(y todo lo suyo) es asombroso.
Para no perder el hilo:
Las palabras son combinaciones celulares de lexemas
y de morfemas. Sí. Pero sí, si son pluricelulares, porque
también las hay unicelulares. Vale: eso quiere decir que habrá
palabras formadas por sólo una célula, esto es, o por un solo
lexema o por un solo morfema. Está claro: la palabra sol, por
ejemplo, no tiene más que un lexema; precisamente, por no
tener más que un lexema, se considera que es de género
masculino y de número singular; además se le puede poner
delante el artículo el (que, en realidad, es un morfema). Para
que esa misma palabra se considere en número plural, se le
añade al final el morfema –es... y ya está: no ha hecho falta
crear una nueva palabra; sólo se ha modificado un poco la
palabra de base. Y lo mismo si se quiere matizar de otra
manera: sol e c it o s. Y hay más: solana, solar, asolear,
girasol, insolación... Efectivamente, esta multiplicidad
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ahorrativa es muy útil, porque incluso hay palabras formadas
por combinaciones de lexemas y de morfemas: petróleo
(aceite -oleo- de piedra –petra-) y super-petr-ol-er-o (barco
enorme para transportar petróleo). Y así siempre. Y, además,
como estas piececitas con que se forman las palabras no se
estropean ni nada una vez usadas, se pueden volver a usar
cuantas veces se quiera, y para muchas palabras, relacionadas
o no: carnicero, cenicero, relojero... ¡Qué sé yo! ¡Un montón!
De paso, y por lo que te contaré más adelante, te
recuerdo que los lexemas y los morfemas son signos
lingüísticos; sí: es que luego te hablaré de las características
maravillosas que tienen estas células.
Los lexemas son células relativamente poco
especializadas, y por ello son más abundantes; en cambio,
me parece a mí que los morfemas sí que son células
especializadas, y ello porque sus valores significativos están
contados y siempre sirven más o menos para lo mismo. Lo
que ocurre es que los contenidos significativos de los
morfemas dependen mucho de los contenidos significativos
de los lexemas con los que se combinen.
Ejemplo en la siguiente página.
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Tomemos una de esas células minúsculas que lo es todo
a la vez: es fonema, sonido, letra, morfema, casi es lexema y,
por supuesto, es palabra: la “a”. La “a”, como morfema,
puesta a continuación de un lexema, tendrá distintos
contenidos significativos según sea el lexema. Y también será
distinto su valor si se coloca entre dos lexemas. Te lo muestro
con una tablita:
Desde luego, los morfemas son muy útiles, y están muy
bien organizados. Según el matiz que necesite el lexema,
pueden ir delante o detrás de él, y así se aumenta el número
de palabras disponibles. Los morfemas le pueden dar al
lexema indicaciones del género y del número, si el lexema es
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de una palabra de las nominales; si el lexema es de alguna de
las palabras verbales, los morfemas pueden indicar la
persona gramatical, el número, el tiempo, el modo, la voz
verbal y el aspecto verbal. Todos estos anteriores son los que
se llaman morfemas gramaticales o morfosintácticos (sí, sí:
los de la forma y la función de las palabras). Además, los
morfemas, los que se llaman derivativos, pueden hacer que se
produzcan cambios en la significación, en la forma y en la
función de la palabra; y los morfemas relacionales son los
que se encargan de que los lexemas se puedan enlazar unos
con otros para ir formando las oraciones gramaticales.
No te habrá pasado desapercibido que ha vuelto a quedar
claro que las cuatro caras de las palabras son inseparables
¿eh?
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CURIOSIDADES DEL SIGNO LINGÜÍSTICO
El signo lingüístico, visto al microscopio, es una célula
muy rara: puede parecer que tiene cinco lados, pero en su
interior tiene cuatro… o al revés… Puede que el problema sea
mío: que no sé mirar por el microscopio. No sé. Voy a intentar
describírtelo y tú juzgas.
El signo lingüístico es una célula del tipo señal, que, a
su vez, pertenece a las células tipo unidad de comunicación.
Por si tienes curiosidad por saber si hay más, te diré que en las
células del tipo unidad de comunicación hay dos clases: las
de tipo indicio y las de tipo señal, y las células tipo señal se
dividen a su vez en dos tipos más: los signos y los símbolos.
Todos estos tipos de células tienen en común el ser elementos
con los que se forman mensajes (dicho de una manera muy
general). Como lo más importante es distinguirlas, te indico
brevemente sus rasgos más diferenciadores y más fáciles de
identificar.
Las células tipo indicio se caracterizan por ser
naturales, nacen por generación espontánea, y son las menos
interesadas en formar mensajes: si se puede entender algo a
24. 24
través de ellas, es porque alguien sabe “interpretar el
indicio”.
Las células tipo señal no son naturales sino artificiales:
se han generado específicamente para formar mensajes, y hay
que conocerlas para captar su contenido significativo.
Esta es una de las típicas señales de tráfico: se ha
construido (y se ha colocado en la calle) para que se sepa que
hay que tener cuidado por algún peligro, y por eso tiene forma
de triángulo; pero, además se ha ribeteado de rojo, el color de
la sangre, es decir, peligro de que se derrame: esto es un
el humo es indicio
de que algo está
ardiendo
las nubes indican
el estado del
tiempo
el aspecto de una
persona nos indica
cómo se encuentra
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símbolo porque “copia” el color de la sangre; y también es un
símbolo el dibujo del centro porque también “copia” lo que es
realmente el cruce de dos caminos.
Sí, en efecto: las células tipo señal, al ser artificiales, se
pueden manipular para que se parezcan más o menos al
elemento al que representan y sobre el que quieren comunicar
alguna información, y, como ya he dicho, estas células tipo
señal que “copian” algún elemento son los símbolos.
Los signos son también células tipo señal (ya lo he
dicho más arriba), pero son las que se han generado de un
modo completamente ajeno al elemento al que representan: no
se le parecen en nada.
De este último tipo de células, de las señales que no han
tenido modelo para su diseño es el signo lingüístico.
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Dicho lo cual, sigo con mi descripción del signo
lingüístico.
Te decía que me parecen células muy raras, porque da
la impresión de que, según se mire, tienen cinco lados... o
cuatro... o los tienen unos dentro de los otros... Más me inclino
a pensar que su aspecto es así debido a que tienen un núcleo
celular de cuatro paredes a partir del cual se desarrolla la
membrana externa, que es la que tiene cinco paredes.
Ahora te lo explico:
El núcleo celular es una especie de glomérulo formado
por cuatro tipos de materia, y cada uno de estos tipos de
materia es el que da origen a cada una de las cuatro caras de
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la cabeza-palabra: la expresión, la forma, la función y la
significación.
Por su parte, la membrana externa toma una forma
como pentagonal, o sea, de cinco lados, y cada uno de esos
lados le da una peculiaridad o característica muy destacada al
signo en su conjunto.
Esos cinco lados de la membrana hacen que el signo
lingüístico destaque por lo siguiente: por ser biplánico,
doblemente articulado, arbitrario, lineal y virtual. Y estas
características, evidentemente, tienen su origen en el
glomérulo del núcleo celular del que ya te he hablado. Ahora
te lo demuestro.
El signo resulta que es biplánico porque en su núcleo
tiene materia de lo que acabará siendo la expresión de la
palabra, es decir, el significante; pero, como el significante
es uno de los dos límites del balanceo que produce la
significación, pues resulta que siempre acaba apareciendo el
otro límite, el significado, y también hay material genético
para él.
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En la ilustración de la izquierda
puedes ver la biplanidad del
signo: al escribir o pronunciar
la palabra barco (el
significante) pensamos en un
elemento al que llamamos
barco (el significado); y al revés: cuando pensamos en ese
medio de transporte, en seguida le damos su nombre porque
asociamos un significado (el barco) a un significante (el
nombre).
Que el signo es doblemente articulado se debe a que las
palabras van a ser producidas a base de fonemas, que son sólo
materia de significante (expresión), y a base de monemas
(lexemas y morfemas), que ya son materia de significante y
de significado (significación).
Es como si tuviéramos un montón de piezas con que
pudiéramos construir un pueblo: las piezas, así, por sí solas,
no son el pueblo, pero al ir combinándolas adecuadamente
podemos darle forma primero a una casa y luego a todas las
demás, las cuales, al relacionarse sí constituyen el pueblo.
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El porqué es arbitrario deriva de su origen: pertenece a
las células tipo señal, esto es, a las células creadas
artificialmente para la comunicación, y, además, no tiene
un modelo del que copiar su aspecto (si lo hiciera sería una
célula tipo símbolo). Realmente, el valor de cada signo
lingüístico depende del acuerdo al que se ha llegado para que
tenga un valor y no otro.
Ahí a la derecha puedes
ver un árbol dibujado (icono)
que representa un significado
que todos conocemos, y
también puedes ver los
30. 30
significantes con los que podemos darle nombre según el
idioma que estemos usando. Si quieres más ejemplos, fíjate en
las etiquetas de la ropa, o en los envases de productos
comerciales.
Lo de ser lineal tiene mucho que ver con la doble
articulación: todo se va a producir a base de pequeños trozos
que se van a ir haciendo más grandes al unirse varios de los
pequeños, pero siempre se unirán por sucesión, uno al lado
del otro, nunca por superposición: si se superpusieran los
elementos, unos quedarían absorbidos, enterrados por los otros
y no se podría apreciar nada con nitidez.
Al ir uniendo una detrás de otra las letras que
representan los sonidos de la palabra, no sólo se forma la
palabra sino también la idea que tenemos de ese elemento que
se llama “tren”.
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Puede que lo de ser virtual sea lo que acaba dándole el
carácter mágico: realmente no existe si alguien no lo usa, y,
sin embargo, existe desde antes de que alguien lo vaya a
usar. No me digas que no es increíble. Y es más increíble
porque de este rasgo va a depender otra de las maravillas de
las palabras: las palabras son capaces de hacer que se pueda
hablar de cualquier cosa, de cualquier elemento, sin que ni
siquiera se tenga delante, sin que ni siquiera exista o pueda
llegar a existir; las palabras son capaces de hacer que se
pueda hablar de algo o de alguien que ya ha dejado de existir...
y todo puede llegar a ser real, actual, en el preciso momento en
que las palabras lo cuentan.
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LOS CUATRO FORMANTES DEL SIGNO LINGÜÍSTICO EN EL MENSAJE
EL PEZ NADA POR EL FONDO MARINO
mensaje = oración simple = sujeto + predicado
sujeto = determinante + núcleo (funciones)
sujeto = artículo + sustantivo (formas)
predicado = núcleo + complemento circunstancial de lugar
complemento circunstancial de lugar = enlace + término
término = determinante + núcleo + modificad. directo (funciones)
predicado = verbo + preposición + artículo + sustantivo + adjetivo
calificativo (formas)
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¡CÓMO CAMBIAN LAS COSAS!
Sí: las cosas cambian, pero también cambian las
palabras. Bueno, no, a veces no cambian: sólo se renuevan,
se reorganizan, se reacoplan.
Todo esto fue otro de los asuntos de los que estuve
tratando con LA SEMÁNTICA.
Como ella es la encargada más directa de la
significación y de sus procesos, me comentó que, a veces por
ahorro, a veces por la evolución, a veces por comodidad y a
veces hasta por ignorancia, las relaciones que hay entre el
significado y el significante de las palabras puede que no sean
normales. Pero, digo yo: ¿qué es... normal?
ALTA mar: zona del mar
muy ALEJADA de la costa,
PROFUNDA.
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Parece que lo normal sería que a cada significante le
correspondiera un significado (y viceversa), pero no más que
uno para uno; esto es lo que haría que las palabras fueran lo
que se llama monosémicas, es decir, de un solo sema (un
trocito significativo). Pero (siempre hay un pero) resulta que
hay muchas palabras que sólo tienen un significante y sin
embargo ese significante conecta con muchos significados,
eso sí, siempre relacionados a través de un significado general
y común: a eso se le llama polisemia. LA SEMÁNTICA me dio
unos cuantos ejemplos:
Si pensamos en la palabra llave, resulta que nos
podemos encontrar con muchas llaves, que en ocasiones se
llaman así y, en otras ocasiones, no: llave del agua o grifo,
llave de la luz o interruptor, llave del enigma o clave, llave de
la puerta o llavín... pero todas estas llaves son cosas que sirven
para abrir o cerrar algo.
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Aquí hay una polisemia. Otra: la palabra guía; guía
puede referirse a un carril por el que se desplaza una cortina,
por ejemplo; o una persona que va conduciendo a otras, o un
libro donde se recogen números de teléfono... Da igual, guía
en general es un camino a seguir para llegar hasta un
determinado punto.
La polisemia, que es uno de los conocidos como
fenómenos semánticos, se parece a la homonimia, que es casi
igual salvo por un detalle importantísimo: las palabras suenan
igual pero no tienen nada que ver entre ellas; sí: digo las
palabras porque, aunque no lo parezca, las palabras
homónimas son varias, no es que una tenga significados
distintos (como en la polisemia). Ejemplo que me pusieron:
Tú oyes la palabra vino... ¿En qué has pensado? ¿en una
bebida?, ¿en que alguien llegó de un sitio? Pues eso: no tiene
nada que ver un vino con otro vino. Y
para ti ¿qué es una mora? ... ¿una mujer
o una frutilla? Está clarísimo ¿no? Esto
de la homonimia es así porque cada una de esas palabras han
tenido un origen en el que se diferenciaban, pero, luego,
andando el tiempo, han acabado sonando igual: eso es todo.
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Por cierto: en esos dos ejemplos, el origen es el latín; sí: te
tengo que hablar del latín; aclara mucho esto de “saber latín”.
La polisemia también tiene que ver con otro fenómeno
semántico llamado sinonimia. La sinonimia es el efecto
contrario: un único significado se puede nombrar con varios
significantes, es decir, con varias palabras que, más o menos,
vienen a decir lo mismo. ¿Tú sabes cómo se le llama a ese
mueble con colchón, sábanas, mantas,
almohada... que sirve para que se pueda
descansar, dormir…? Sí: se le llama
cama... o yacija, lecho, tálamo, camastro, catre, piltra, sobre,
nido... Ya, ya, claro: según y como, conviene usar una variante
u otra; eso es, por lo menos, lo que hace la gente que sabe
hablar: sabe muchas palabras y sabe usarlas cuando
conviene... y entenderlas todas. Qué bueno ¿no?
A veces los sinónimos se usan para no decir las cosas
directamente, para no llamar a las cosas por su nombre, para
disimular, para no molestar y cosas así: a esos sinónimos se
les llama eufemismos, que quiere decir palabra bonita, que
suena bien, educada, cariñosa... Los eufemismos más
abundantes, creo yo, son los que evitan posibles conflictos,
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aunque dependen mucho de la moda, de la cultura, de la
Historia, de la religión, de la moral, de la política... y se
tienen que renovar constantemente, porque, cuando ya se han
usado mucho, acaban sonando mal y hay que buscar otros.
Eufemismos corrientes son los que se emplean para nombrar
determinadas partes del cuerpo,
o determinadas profesiones, o
para aumentarle la categoría a
algo, o para evitar herir a las
personas que tienen un problema
físico o psíquico grave... Algunas veces, los eufemismos se
emplean para poder nombrar lo “innombrable”, lo que no se
debe decir, lo que es tabú (prohibido). En todo esto tiene
mucho que ver el componente social de la gente, que (ya te
habrás dado cuenta) influye mucho en LA LENGUA.
Aún tenemos otro fenómeno semántico: la antonimia,
que, aunque en general se entiende como que las palabras
fueran contrarias en sus significados, pues no: hay más
detalles. Ahora verás.
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Los antónimos pueden establecer diferencias de
significado relacionadas con grados de matiz o de cantidad:
entre gordo y flaco hay diferencias de más o
menos kilos, entre helado y ardiente hay
muchas temperaturas intermedias: frío, tibio,
templado, caliente... A esta antonimia se le llama gradual,
pero también está la complementaria y la recíproca; la
antonimia complementaria es la que sirve para nombrar
conceptos que se excluyen, como macho /
hembra, leso / ileso, vivo / muerto, dentro / fuera,
y otros por el estilo; la antonimia recíproca se emplea para
hablar de conceptos que se implican, conceptos que son
imprescindibles el uno para el otro: no
se puede comprar si no hay alguien que
venda, no hay un hijo o una hija sin un
padre y una madre, no hay caza sin cazador, no se puede dar
si no se recibe y así y al revés. Incluso hay antonimias
internas, que son las que tienen las palabras que en sí mismas
también son recíprocas: cuando decimos que algo huele es
porque se ha exhalado olor y se ha percibido olor, y el
huésped es el que da hospedaje y el que lo recibe.
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Además de todo esto de los fenómenos semánticos, LA
SEMÁNTICA también me habló de otra cosa muy curiosa y
también muy útil: los cambios semánticos. Los cambios
semánticos son como las transferencias de dinero, en que se
pasa dinero de una cuenta a otra ¿no?, pero aquí lo que se
transfiere es material genético significativo: unas veces
entre significantes y otras veces al revés, entre significados.
Ahora vienen los ejemplos que lo aclaran todo.
Hay veces en que encontramos cosas que se parecen,
como el perfil de los dientes de una sierra y los picos de las
montañas de una sierra... ya está:
la palabra sierra ha servido para
nombrar las dos cosas; se ha pasado el significante “sierra”
del significado de la herramienta al significado de la cadena
montañosa (o al revés). Y, si te has dado cuenta, en el ejemplo
anterior también se ha utilizado la palabra (el significante)
“pico”, que sirve para nombrar significados distintos, como la
boca de las aves, el extremo de una montaña o de una
herramienta, o las puntas de un espectro de sonidos. Y fíjate
cuando decimos que los muebles y los animales tienen patas.
Y todo ello porque los significados se parecen. Y cuando los
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significados están próximos o juntos, también se producen
transferencias del significante: si alguien dice que se ha
tomado un Jerez es que se ha tomado un
vino que se ha producido en Jerez; o si
dice que tiene un rebaño de cien cabezas,
se supone que tiene los animales enteros ¿no? (no va a tener
sólo las cabezas, sin cuerpos).
Por si te interesan los tecnicismos, te diré (porque así
me lo dijeron a mí) que a estas transferencias se les llama
metáforas, metonimias y sinécdoques; se usan mucho cuando
se quiere mostrar creatividad o cuando se quiere resaltar
algún aspecto destacado de algo... o, simplemente, para no
tener que andar inventando palabras nuevas para las cosas. No
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sé: creo que esto a veces puede dar lugar a equívocos... aunque
no, porque para eso está el contexto, el grupo de palabras en
el que todas y cada una tienen sus significados precisos.
Desde la parte de los significantes también se puede
llegar a las transferencias de significados. Fíjate: Si alguien
en una ventanilla de ferrocarril pide un primera, en realidad
está pidiendo un billete para un asiento de primera clase,
pero, claro, para hacerlo más corto, con decir un primera todo
el mundo se entiende. Lo anterior se llama elipsis y se emplea
mucho: por ejemplo, hablando coloquialmente, por las prisas,
en las abreviaturas, en los mensajitos a móviles o en las
conversaciones por Internet... Es posible que tú hayas pedido
muchas veces un boli (bolígrafo) o hayas ido al cine
(cinematógrafo) o hayas recibido un sobre (sobresaliente)...
¿Que no? Estos cambios de significado porque los
significantes están juntos son muy corrientes. Y también son
corrientes (aunque erróneos en principio) los cambios que se
producen porque los significantes se parecen y la gente los
confunde y cambia unos por otros. Ahí te van los ejemplos:
hay gente que dice que se destornilla de risa cuando en
realidad es que se desternilla, porque lo que pasa no es que
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pierda los tornillos, sino que se le revuelven las ternillas; y a
la zanahoria hay quien la llama carlota (¡¿...?!) cuando en
realidad es carota (por el
caroteno, eso que le da ese
color tan típico). Y hay
muchas confusiones entre
infligir e infringir... Y se
ha cambiado el jarrete de
la ternera para el cocido por la garreta... Y así, con el tiempo,
las confusiones se van quedando en lugar de las palabras
correctas, que acaban por olvidarse; y sucede que suena raro
oír despabila y se prefiere espabila, con lo cual, además se
pierde el significado originario y se pierde mucho de su
contenido, que, en este caso es cortar el pabilo de la vela para
quitar la parte carbonizada y que alumbre, que brille más. ¿Y
qué va a pasar con andé y anduve? Pues no sé: aquí el parecido
es por otras formas de la conjugación de los verbos, por lo que
se conoce como analogía... Hay tantos detalles... ¿Y cuando
se usa “glamur” por encanto? ¿O “básquet” por baloncesto?
La lista de estos cambios es larguísima.
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Sí: la lista de estos cambios es larguísima, pero porque
LA LENGUA ha vivido mucho y ha viajado mucho y se ha visto
implicada en muchos asuntos políticos, económicos, sociales,
culturales, históricos, religiosos, geográficos... La verdad es
que LA LENGUA se ha visto implicada en todo y siempre, y
siempre todo le ha dejado sus huellas. Y ella también ha dejado
sus huellas en todo y siempre. Para esto también hay algunos
ejemplos:
¿Tú has visto a alguien escribir con una pluma? Pero...
¿qué pluma? ¿la de águila, faisán, pavo o similar que se usaba
antes? La pluma de ahora sólo se parece a aquella antigua en
la puntita por la que sale la
tinta. ¿Y la televisión ...?, si
hace miles de años no había
aparatos de estos... ¿por qué se
nombra con palabras tan
viejísimas? ¿Y tener un vídeo en casa...? ¿Sabías que la
palabra video significa yo veo?, pero dicho en latín, eso sí.
(No voy a tener más remedio que hablarte del latín: aparece
una y otra vez.)
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ETAPA 5 DEL VIAJE AL PAÍS DE LAS PALABRAS
5.- AL HABLA CON LA SIGNIFICACIÓN
3. ¡La de cosas que me contaron la significación y LA
SEMÁNTICA!
3. La significación. - 9. TRIÁNGULO SIGNIFICATIVO
11. Significantes y significados.
12. El ADN de las palabras.
14. Los monemas. - 17. Lexemas y morfemas.
18. Células especializadas.
23. Curiosidades del signo lingüístico.
23. Unidades de comunicación.
27. Biplanidad del signo lingüístico. - 28. Doble articulación.
29. Arbitrariedad. - 30. Linealidad. - 31. Virtualidad.
32. Palabras vistas al microscopio.
33. Los cuatro formantes del signo lingüístico en el mensaje.
34. ¡Cómo cambian las cosas!
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36. Fenómenos semánticos.
35. Polisemia. - 36. Homonimia. - 37. Sinonimia.
37. Eufemismos. - 38. Tabú.
38. Antonimia. - 39. Tipos de antonimia.
40. Cambios semánticos.
40. Transferencia de significante.
42. Transferencia de significado.
1.- POR AQUÍ EMPEZAMOS
Voy conociendo a las palabras.
VÍDEO 4 CARAS
Conflicto entre las cuatro caras de las palabras.
Por fin las cuatro caras se ponen de acuerdo.
LAS 4 CARAS EN INTERRELACIÓN
Unos ejemplos que demuestran que las cuatro caras no se pueden
separar.
Lo que sé de la Reina, su Primer Ministro y el Gobierno.
Organigrama de control para la comunicación eficaz.
LOS 4 SISTEMAS EN INTERRELACIÓN
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2.- DESPUÉS ESTUVIMOS DE VISITA
En casa de la expresión
LOS 4 FORMANTES DEL SONIDO
LOS HIJOS VOCÁLICOS DE LA EXPRESIÓN
LOS HIJOS CONSONÁNTICOS
TODOS LOS HIJOS VESTIDOS DE LETRAS
TABLAS FONOLÓGICAS
TABLAS DEL ACENTO
FOTOS DE LA ACENTUACIÓN
LÍNEAS TONALES
La Prosa y la Poesía
LOS 4 RITMOS MÉTRICOS
3.- FUIMOS A LA GRAN EMPRESA DEL PAÍS DE LAS PALABRAS
El trabajo de las palabras.
PLACA DE LA EMPRESA EN LA QUE TRABAJAN LAS PALABRAS.
Puestos de trabajo.
Los que mandan: EL SUJETO y EL PREDICADO.
EL JEFE SUJETO.
EL JEFE PREDICADO.
TABLAS CON LAS DISTRIBUCIONES DE LOS TRABAJOS Y LOS
TRABAJADORES.
ESQUEMAS BÁSICOS.
OTROS ESQUEMAS (por si acaso).
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4.- MÁS TARDE CONOCIMOS A LOS TRABAJADORES
Un poco de MORFOLOGÍA (y algo más de SINTAXIS)
FICHAS DE LOS TRABAJADORES DEL GRUPO NOMINAL
EL SUSTANTIVO, el JEFE del GRUPO NOMINAL
EL ARTÍCULO
EL ADJETIVO DETERMINATIVO
EL ADJETIVO CALIFICATIVO
EL PRONOMBRE, el SUSTITUTO del SUSTANTIVO
FICHAS DE LOS TRABAJADORES DEL GRUPO VERBAL
EL VERBO, el JEFE del GRUPO VERBAL
LOS 3 REFUERZOS DEL VERBO, sus “vitaminas”
EL GRUPO VERBAL
FICHAS DE LOS ENLACES
LA PREPOSICIÓN - LA INTERJECCIÓN
LA CONJUNCIÓN COORDINANTE
LA CONJUNCIÓN SUBORDINANTE SUSTANTIVA
LA CONJUNCIÓN SUBORDINANTE ADVERBIAL
EL RELACIONANTE ADVERBIO RELATIVO
EL RELACIONANTE PRONOMBRE RELATIVO
COORDINACIÓN: 4 ideas básicas que se juntan en una.
SUBORDINACIÓN: 6 ideas básicas que se juntan en una.
EL EQUIPO DEL SUSTANTIVO
EL EQUIPO DEL VERBO
EL EQUIPO DE LOS ENLACES
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6.- SIGUIENDO, NOS MOVEREMOS ENTRE LA LENGUA Y
LAS LENGUAS
La lengua (más) madre.
TABLA DE LAS DECLINACIONES
TABLA DE LAS PREPOSICIONES
LA LENGUA y las lenguas.
Las lenguas son los idiomas.
Detalles sobre el idioma y los idiomas.
Las variantes idiomáticas.
La formación de los idiomas.
La Historia ayuda a explicar lo de los idiomas.
El castellano.
Clases de idiomas.
7.- DISFRUTAREMOS CON LA COMUNICACIÓN Y LA
INFORMACIÓN
Y, como siempre, la comunicación y la información.
Las funciones del lenguaje.
La representativa.
La expresiva.
La poética.
La apelativa.
La fática.