Este documento discute la importancia de la inteligencia emocional en comparación con la inteligencia académica. Aunque un alto rendimiento académico puede llevar al éxito en las pruebas, no garantiza el éxito en la vida real o la habilidad para manejar las dificultades. La inteligencia emocional, que incluye habilidades como la motivación, la perseverancia y la regulación del estado de ánimo, es más importante para el bienestar y el éxito a largo plazo. Las escuelas se enfocan dem
1. Cuando el “listo”
es “tonto”
Habilidad Emocional / 17/07/2011
Jason H., estudiante de un instituto de Miami, indudable candidato a matrícula de Honor, estaba tan
obsesionado con la idea de ingresar en la prestigiosa Universidad de Harvard para estudiar medicina que,
acuchilló a su profesor de física, David Pologruto, por la simple razón de haberle puesto “tan solo” un notable
alto. El estudiante temía que esa “mancha” en su expediente perjudicase su acceso a dicha universidad.
El juez lo declaró inocente porque, apoyado en un informe de un grupo de psicólogos, se entendía que en el
momento de cometer el ataque se encontraba en un estado psicótico.
Aunque el alumno se graduó finalmente con una nota extraordinaria, el profesor agredido se lamentaba de
quenunca se hubiera disculpado ni tampoco hubiera asumido la menor responsabilidad por su
agresión.
Según varios estudios, el Coeficiente Intelectual (CI) parece aportar tan solo un 20% de los factores
determinantes del éxito en la vida, o lo que es lo mismo, la felicidad o el éxito en la vida depende, en el 80%
restante, de otra clase de factores.
2. Aunque algunos de esos restantes factores pueden estar fijados por la clase social o la suerte, existen otras
características englobadas en el concepto “Inteligencia Emocional”, tales como la capacidad de:
Motivarnos a nosotros mismos.
Perseverar en el empeño a pesar de posibles frustraciones.
Regular nuestros propios estados de ánimo.
Evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales
Empatizar y confiar en los demás.
Frente a quienes son de la opinión de que ni la experiencia ni la educación pueden modificar substancialmente
el resultado del CI, se puede decir que, si nos tomamos la molestia de concienciarnos, podemos aprender a
desarrollar las habilidades anteriormente expuestas. Si igualmente nos preocupamos por educar en este
sentido a nuestros hijos, ya tendrán un trabajo hecho que redundará en su propio beneficio futuro.
Saber que una persona ha logrado graduarse con unas notas excelentes equivale a saber que es
sumamente buena o bueno en las pruebas de evaluación académicas, pero no nos dice absolutamente
nada en cuanto al modo en que reaccionará ante las vicisitudes que le presente la vida.
Y este es precisamente el problema, porque la inteligencia académica no ofrece la menor preparación para la
multitud de dificultades (o de oportunidades) a las que deberemos enfrentarnos a lo largo de la vida. No
obstante, aunque un elevado CI no constituya la menor garantía de prosperidad, prestigio ni felicidad, nuestras
escuelas y nuestra cultura, en general, siguen insistiendo en el desarrollo de las habilidades académicas en
detrimento de la Inteligencia Emocional, de ese conjunto de rasgos (que algunos llaman carácter) que tan
decisivo resulta para nuestro destino personal.
Al igual que ocurre con la lectura o las matemáticas, la vida emocional constituye un ámbito (que incluye
un determinado conjunto de habilidades) que puede dominarse con mayor o menor pericia. Y el grado
de dominio que alcance una persona sobre estas habilidades resulta decisivo para determinar el motivo por el
cual ciertos individuos prosperan en la vida mientras que otros, con un nivel intelectual similar, acaban en un
callejón sin salida.
La Competencia Emocional, constituye en suma, una meta-habilidad [una habilidad que engloba a las
demás] que determina el grado de destreza que alcanzaremos en el dominio de todas nuestras otras facultades
(entre las que se incluye la tradicionalmente llamada inteligencia).
Existe una clara evidencia que las personas emocionalmente desarrolladas, es decir, las personas que
gobiernan adecuadamente sus sentimientos, y asimismo saben interpretar y relacionarse efectivamente con los
sentimientos de los demás, disfrutan de una situación ventajosa en todos los dominios de la vida, desde el
noviazgo y las relaciones íntimas hasta el trabajo.
Quienes, por el contrario, no pueden controlar su vida emocional, se debaten en sus constantes luchas
internas que socavan su capacidad de trabajo y les impide pensar con la suficiente claridad.
Resumen extraído del libro: Inteligencia Emocional.
AUTOR: Daniel Goleman.
“Si tienes un título universitario puedes estar seguro de una cosa… Que tienes un título universitario.”
ANÓNIMO.
3. “Ni la edad es en absoluto una garantía de madurez (para muchas personas, el crecimiento es más bien
como la degeneración ontogenética de la mente), ni el prestigio o los títulos presuponen en absoluto la
sabiduría.” PEDRO JARA VERA.
“No seas de quienes tienen una carrera, sé de quienes tienen una vida.” EDGAR MORIN.
“No hay que confundir nunca el conocimiento con la sabiduría. El primero nos sirve para ganarnos la vida;
la sabiduría nos ayuda a vivir.” SORCHA CAREY.
“Era el que más sabia… pero el que menos entendía.” DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO.
“El conocimiento se adquiere por medio del estudio; la sabiduría, por medio de la observación.” MARILYN
vos SAVANT.
“La habilidad de percibir o pensar de diferente forma es más importante que el conocimiento adquirido.”
DAVID BOHM.
“Los más doctos no son los más sabios.” GEOFFREY CHAUCER.
“Sólo el necio confunde valor y precio.” ANTONIO MACHADO.
”Quien no se conoce a si mismo no conoce nada.” ANÓNIMO.
“Para mejorar nuestro conocimiento debemos aprender menos y contemplar más.” RENÉ DESCARTES.
“La mayor sabiduría que existe es conocerse a sí mismo.” GALILEO GALILEI.