Fabiola Lalinde perdió a su hijo Luis Fernando en 1984 debido a una ejecución extrajudicial a manos del ejército colombiano. Después de más de 12 años de búsqueda, encontró parte de sus restos. Ella se ha solidarizado con otras madres víctimas de la guerra y pide que los intereses de las madres guíen el proceso de paz, para poner fin al sufrimiento causado por el conflicto armado.
1. Contra la guerra: el partido de las mamás
por SERGIO CHAPARRO HERNÁNDEZ (*) SEMANA 27/05/2015
¿Qué pasaría si los intereses que gobernaran a Colombia fueran los
de las mamás que han perdido a sus hijos en la guerra?
La de Fabiola Lalinde y su hija Adriana, como la de tantas otras
víctimas que no ocupan los titulares de prensa, es la historia del valor
y la dignidad de lo humano que pueden aflorar en medio de las
adversidades de la guerra. Es la historia de quienes, contra un
arsenal de obstáculos pero también con el apoyo de personas
solidarias, han luchado sin desfallecer por la memoria, por la justicia
y, sobre todo, porque su experiencia pueda contribuir en algo a que
el dolor que produce la pérdida de un ser querido por la violencia, no
se siga repitiendo. Por lo que significa y puede enseñarnos, esta
historia debería poder conocerla todo el país, y no solo aquellos a
quienes la vida nos ha dado el inmenso privilegio de poder compartir
un poco y aprender de estas valerosas mujeres.
El año 1984 era, como este, un período de negociaciones de paz y
posibilidades de acuerdo entre los actores armados. Para ese
entonces el gobierno de Belisario Betancur y las guerrillas del EPL, las
FARC y el M-19 habían llegado a una tregua que amenazaba con
romperse porque había sectores que se oponían al proceso y se
resistían al cese de hostilidades. Tras una acción militar en la vereda
El Verdún, municipio de Jardín, en el departamento de Antioquia, en
la que un presunto guerrillero había resultado herido, Luis Fernando
Lalinde, hijo de Doña Fabiola y militante del Partido Comunista
Marxista-Leninista, quien se encontraba culminando sus estudios de
sociología en la Universidad Autónoma Latinoamericana, salió de su
casa el 2 de octubre de 1984, comisionado por su partido para ir a
rescatar al herido. Nunca regresó.
2. El 3 de octubre, Luis Fernando Lalinde fue retenido, torturado al
frente de la concentración escolar de la vereda en presencia de niños
y ejecutado luego en la vereda Ventanas del municipio de Riosucio
por miembros del Batallón Ayacucho, adscrito a la VIII Brigada del
Ejército Nacional. Fue presentado como guerrillero dado de baja ante
un intento de fuga, bajo el alias de Jacinto. Después de los hechos,
Doña Fabiola y su familia emprendieron la incansable búsqueda de
Luis Fernando que se prolongaría por 4.428 días (más de 12 años)
hasta encontrar parte de sus restos en la montaña donde fue
enterrado, buscando monte arriba y desafiando los mecanismos de
impunidad que operan hasta contra la ley de la gravedad, como dice
Doña Fabiola. Fue tanta la persistencia, y tantos los obstáculos que
tuvieron que superar, que Doña Fabiola bautizó su búsqueda como la
Operación Sirirí, haciendo referencia al ave pequeña, que persigue a
los gavilanes que se llevan sus pollitos y que por su insistencia logra
a veces que estos devuelvan a sus crías.
Con la ayuda de Héctor Abad Gómez, quien luego fue asesinado en
un crimen que también continúa impune, el caso fue llevado hasta la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que en septiembre
de 1988 condenó al Estado colombiano por la ejecución extrajudicial
de Luis Fernando, siendo el primero de los mal llamados “falsos
positivos” sobre el que se pronunció la CIDH. Esto desató una
persecución contra Doña Fabiola, que le costó incluso pasar un
tiempo en la cárcel El Buen Pastor, acusada falsamente de
narcotráfico. En 2013, el Consejo de Estado reconoció también la
responsabilidad del Ejército en la desaparición de Luis Fernando. Hoy,
más de 30 años después, la familia Lalinde todavía espera que haya
justicia y se cumplan las órdenes de la sentencia que ordena su
reparación.
El hijo de Doña Fabiola fue una víctima de crímenes de Estado, pero
eso no ha sido un obstáculo para que ella se haya solidarizado con el
dolor de las madres de militares secuestrados o caídos en combate
por la acción guerrillera. En el 2004, Doña Fabiola emprendió, junto
con madres de militares secuestrados, un nuevo capítulo de la
Operación Sirirí, esta vez con el objetivo de insistir ante el Gobierno y
las guerrillas para que pactaran un acuerdo humanitario que
permitiera la liberación de todas las personas privadas de la libertad.
Ante algunas críticas Doña Fabiola dijo que en su operación cabían
todas las víctimas, pues “su única militancia es en el partido de las
mamás, quienes a la hora de la verdad, llevan la peor parte en este
estúpido proceso de autodestrucción, que padecemos hace más de
sesenta años”.
Con las muertes de los 11 soldados en Buenos Aires y los 27
guerrilleros en Guapi, que pusieron fin a la suspensión de los
3. bombardeos y al cese al fuego unilateral, no podemos olvidarnos del
dolor que esto significa para las 38 madres y familias de estos
colombianos caídos, y para todas las de los que vendrán si se agudiza
la confrontación. No soy quien para asumir la vocería de estas
madres, pero si sus intereses fueran tenidos en cuenta, si quienes
están en capacidad de influir o tomar decisiones sobre el proceso de
paz asumieran en serio su dolor, lo más seguro es que los llamados
de quienes piden prolongar la guerra o aplauden su recrudecimiento
se extinguirían en medio de un gran consenso para acabarla.
En este mes de las madres, y en la semana internacional del detenido
desaparecido, el mejor homenaje que podría hacérsele a unas y a
otros es remover todos los obstáculos que persisten para desescalar y
ponerle fin a esta guerra degradada. Así que, estimados lectores, si
ustedes valoran la vida y están en búsqueda de una militancia para
defenderla, únanse al clamor del partido de las mamás. Seguro
Fabiola y Adriana Lalinde, en su generosidad infinita, sabrán
recibirlos.
*Investigador de Dejusticia. @SergioChaparro8
http://www.semana.com/opinion/articulo/sergio-chaparro-
hernandez-contra-la-guerra-el-partido-de-las-mamas/429221-3