El documento critica la ritualización del perdón por parte del Estado colombiano como una farsa que no resuelve los problemas de fondo que causaron el conflicto armado. Señala que el perdón oficial es un gesto vacío dado que el modelo económico extractivista y excluyente continúa sin cambios, y los militares y empresarios no son responsabilizados por sus crímenes. El autor pide que el Estado limite los poderes militares, luche contra los paramilitares y deje de mercantilizar territorios si desea que el perd
Ritualización del perdón y responsabilidades estatales en el conflicto colombiano
1. Ni Cabeza Ni Pies - Basta ya! de la ritualización del perdón.
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Imagen tomada de: decibastaya.org
Por: Camilo de las Casas
Basta ya! de la ritualización del perdón.
El tremendo paisaje de inequidad, de injusticia, de absoluta
insolidaridad causante de la guerra pretende resolverse en una
petición de perdón público, con una ley de víctimas y de restitución
en acomodo a los propósitos del banco Mundial, para asegurar la
inversión extranjera. La realidad dista mucho de que estas fórmulas
resuelvan procesualmente asuntos de fondo que explican nuestra
violencia.
Violencia de ausencias, de reformas que producen injusticias y que
hoy se exacerban en un modelo económico extractivista y de
negocios de lo rural a gran escala como última fase de la apropiación
y acumulación de la riqueza, y en medio de una crisis ambiental en
profundización y un modelo político sofisticadamente excluyente.
Por eso pedir perdón como lo hizo Santos está semana, al conocerse
las cifras de la guerra interna en las que se devela el rostro
sangriento para asegurar la acumulación de la riqueza, no es una
avance si no una farsa más. El informe de la Comisión de Memoria
Histórica que se llama ¡Basta ya! muestra que en 54 años de
confrontación armada, entre 1958 y 2012 se produjeron más de 220
mil personas muertas, el 80 por ciento civiles y los restantes
combatientes, entre regulares e irregulares y recomienda pedir
perdón. ¿Pero qué significa esto?
Bien decía, el filósofo Adorno, que cuando “el dolor se convierte en
concepto se hace estéril”. Es ese el drama de nuestra sociedad.
Estamos acostumbrados a la violencia, y con ese ambiente
2. construido, la cultura de la insolidaridad y la ignorancia colectiva lleva
a la fórmula simple de atribuir a un demonio de mil cabezas que
explica nuestros males: el terrorismo, los terroristas, las guerrillas.
Se ha generado un dispositivo tal de poder oficial y mediático que ha
podido construir una espesa niebla que impide observar lo que ha
pasado, que logra subsumir todo en una simple idea, adobada en una
campaña propagandística que se arraiga en la cultura bipartidista y
maniquea colombiana. Así todo se explica por unos dementes
terroristas y dos bandos feroces que destrozaron miles de vidas, las
mal llamadas autodefensas y las guerrillas. Evidentemente se trata
de una ceguera reproducida como una peste, como en el Ensayo de la
Ceguera.
No solamente el establecimiento ha logrado en diversas ocasiones
ocultar sus responsabilidades, sino evitar reconocerse como
responsable. Ha sido tan hábil la estrategia de control que se ha
creado un aparato tan perfecto como el paramilitarismo para nunca
los militares de alto rango, la clase dirigente y los empresarios sean
responsabilizados, y a la par se ha creado un cuerpo institucional que
legitima las verdades oficiales, incluso, a través de las peticiones de
perdón.
De la ritualización de la verdad, creo que no se eximen tampoco ni
este informe escabroso de la Comisión de Memoria Histórica Basta
Ya, ni los pasados, como el de Trujillo, El Salado, La Masacre de La
Rochela. Sobre esos hechos dolorosos no se han llamado las cosas
por su nombre. Oficiando como una supuesta verdad histórica, no
solamente han negado la verdad de muchas víctimas, por razones
metodológicas y de tiempo, sino además, porque los informes han
carecido de la fuerza para dejar las verdades dichas con claridad. El
Estado no aparece en su responsabilidad institucional, si no en la
expresión de algunos individuos nefastos. Lamentablemente, tan
brillantes académicos y humanistas, creo, son presos de la diplomacia
o de esa erudición de neutralidad para evitar las críticas o se basan
en giros linguísticos para complejizar lo simple y evitar decir la
verdad.
Si hay algo que decir de dichos informes es que la verdad histórica se
enreda en vericuetos judiciales internos e internacionales o en
fuentes oficiales. Se cae en la misma trampa, la verdad judicial es
igual a verdad histórica o entre más citas oficiales mejor. En
ausencia, por ejemplo, del análisis de la Doctrina Militar que ha
inspirado ese engendro criminal del paramilitarismo, se asume que
siempre hay unas frutas podridas. Se genera una asimetría en la
3. compresión de la compleja, pero no confusa realidad colombiana y de
las responsabilidades estatales y de las guerrillas, qué ambos las
tienen claro, pero no son las mismas, son cualitativa y
cuantitativamente diferentes.
No por esto, hay que dejar de lado las cifras, más allá de la
interpretación, un solo desaparecido forzado es ya escándalo y los
datos del informe son relevantes 27.023 secuestros, de los cuales
24.482 corresponden a las guerrillas; 11.751 personas asesinadas en
1.982 masacres, de las cuales 7.160 personas fueron asesinadas por
paramilitares; 5,7 millones de desplazados; 8,3 millones de hectáreas
despojadas o abandonadas; entre 17.000 y 25.000 desaparecidos
forzados. Pero estas no son abstracto cuantitativo, de ahí de la
necesidad de interpretaciones crítica. Si bien, la violencia la hemos
vivido muchas generaciones, nuestra ceguera estructural obedece a
esa cultura ciudadana generada por el Estado como Estado
esquizofrénico, que genera terror, que genera blancos a quienes
estigmatizar para proteger los intereses de unos pocos, aunque el
mismo se auto referencie como Estado de Derecho, las cifras nos
deberían conmover como seres humanos. Sin embargo, las mismas
como ritualización oficial de la verdad y del perdón son una
banalización de nuestra tragedia.
La ritualización oficial del perdón es una repetición sin cambios
estructurales, como un simple eslogan, un hablar por hablar. El
pasado jueves Santos en la Audiencia de la Corte Constitucional, este
pidió perdón a nombre del Estado por unos agentes estatales,
argumentando que el Informe de la Comisión de Memoria lo
planteaba, no por convicción propia. Pero petición de perdón
incoherente y sin asidero. Unos meses atrás, el propio Santos, el
mismo, de la ley de víctimas, desconoció un fallo judicial buscando
proteger a los militares, pidió perdón a éstos, y no a las víctimas de
la desaparición forzada en los hechos del Palacio de Justicia. Petición
inconsistente cuando se aprueba una Reforma al Fuero Penal Militar
para privilegiar garantías de procesos que aseguren impunidad de los
militares o cuando contra viento y marea, mantiene a un agente de
defensa del Estado como Rafael Nieto Loaiza que ataca a las víctimas
de Cacarica y de Santo Domingo. El perdón oficial es un gesto teatral,
pues el mismo no implica una rectificación del modelo económico que
deja a la deriva al país, que comercializan la posibilidad de nuestra
sobrevivencia, y que legitima en el fondo el desarraigo y el despojo
para asegurar los negocios privados.
( http://www.youtube.com/watch?v=XKVGhJG4hHI)
4. Si Santos creyera en su petición de perdón, limitaría los poderes de
los militares, exigiría contundencia con el neo-paramilitarismo,
cesaría en su empeño de mercantilización de los territorios. Santos,
¡Basta ya! de oficializar el perdón, no más circo.
Creado en Miércoles, 31 Julio 2013. Fuente: Contagio Radio